La fragancia del olvido {Samuel A. S}

por **Laura Juliet Bianchi** Dom Mayo 29, 2011 3:34 pm

Era una hermosa & soleada mañana, donde la cálida brisa no era más que una señal que anunciaba el fin de la primavera, donde el verano poco a poco, comenzaba a tomar su lugar.
Todo el camino a aquel jardín, me había hecho la misma preguntaba, ¿me arrepentiría de no haber ido en primavera?
Podríamos decir que era una tradición para mi, estuviera en Inglaterra o en alguno de los pequeños viajes que hacía en el transcurso de mi vida, sí era el inicio de la primavera, iría al jardín de la cuidad, pueblo o villa donde estuviera aquella temporada.
Fuera donde fuera.

Ese había sido el primer año en que rompí la tradición; finalmente estaba creciendo… o olvidando.

Melancólica con los recuerdos del pasado, me hice paso entre el césped verde, andando por esos pequeños caminos de tierra hasta alcanzar los rosales.
Toda mi vida había estado enamorada de las rosas, de todos los colores, fragantes, hermosas... al detenerme frente a los rosales, sabía la respuesta a mi pregunta.
No. No me arrepentía de haberme perdido el florecimiento de las flores pues ahí estaban, más grandes que nunca, más fragantes que un perfume, en una tonalidad de diversos colores.

Sonreí, andando por aquel hermoso jardín con todas las calmas, haciendo dibujos de las plantas que más me llamaban la atención; parte de la tradición.
Cada año, era como un pequeño diario donde unas páginas se dedicaban a pobres dibujos hechos a mano, replicas de las flores originales.
Algo así como recuerdos.

Así andaba en silencio, llevando aquel ligero vestido de algodón color crema, con un listón rosado bajo el pecho hasta que una flor especial llamo mi atención.
Ahí, al fondo, bajo la sombra de un alto árbol frondoso, yacían unas pequeñas flores rojas, flores que tan solo había visto unas veces, en mi juventud, en Alemania.
Malvones rojos, si no lo olvidaba.

por **Samuel A. Salvatore** Miér Jun 08, 2011 7:02 am

Caminaba entre los verdes senderos del jardín botánico. Lentamente, pensando en el día a día a cada paso hecho. Desde el día en que me marché de Alemania, las peleas con Jared, el disgusto de mis padres al saber que su hijo mayor no regresaría jamás. Esperaba que les fuera bien, con mi pérdida se quedaron sin uno de sus valores más preciados, honestamente me alegraba de haberme marchado. ¿No había tomado una decisión equivocada, no? El haberme convertido en lo que era, un licántropo experimentado, había causado que mi madurez se hiciera más patente. Si anteriormente lo era, en ese momento todavía más. El dolor, la fuerza, los recuerdos..., todo aquello hacía que mi corazón fortaleciese a cada paso. Cada pisada. Podrían llamarme frío, pero aquello sería un error. Se diría que yo era realista. ¿Qué querían que hiciese si siempre daba mi opinión? No podía cambiar, y era algo que la mayoría de gente sabía, y me enorgullecía de ello.

No había mucha gente por allí y aquello me hizo recordar al Jardín de Alemania, que al contrarío que el de París, siempre estaba lleno. Abarrotado de tal manera que ni un alma cabía entre el gentío. Pensé en mis amistades, mis mejores amigos, amigos de la infancia, chicas, novias... Todo regresaba a mi memoria en un fluido de pensamientos inevitable. Inevitable porque yo no lo quería evitar. Me llevé las manos a los bolsillos de mi chaqueta mientras alzaba la mirada y observaba a la gente. Me agaché y recogí con cuidado una flor. Un malvón rojo, como los de mi hogar. Sonreí ligeramente mientras entrecerraba los ojos. Aquello aportaba muchos más recuerdos inolvidables.

Al levantarme vi a una joven, muy bella, con un vestido de color crema, el favorito de mi madre. Recordé como hubiera querido ella tener hijas, no varones, aunque nos amaba igual. Pero el saber que no podría tener jamás una hija la llenaba de tristeza. Seguí caminando, con la vista fija en la joven, parecía de mi edad, quizás más joven, aunque seguía sin poder verle el rostro. Pasó por mi lado, caminaba lentamente, igual que yo. No parecía tener prisa. Me rozó el hombro al caminar y una chispa de electricidad recorrió mi cuerpo. Como de reconocimiento. Me di la vuelta cuando nos separaban unos pasos, mirándola sorprendido mientras intentaba percatarme de si la joven había sentido lo mismo que yo.

por **Laura Juliet Bianchi** Miér Jun 15, 2011 10:34 pm

No seas torpe. De eso ya han sido varios años, después de todo, ¿cuándo fue la última vez que estuviste tan siquiera en Inglaterra?

Era inevitable esa dulce melancolía. Padecía de una enfermedad de buena memoria y era a veces un tanto doloroso el cargar tantos recuerdos, pensando que mientras uno recordaba personas, ellas estarían en un mundo donde eran ajenos a esos que alguna vez fueron sus recuerdos.
Solo ella los recordaba.

Así que solté ese malvón rojo que afloraba mi memoria y lo dejé caer, me puse de pie, sosteniendome los bordes de aquel vestido para que no se manchara demasiado y seguí caminando. Una vez más giré el rostro, a mirar aquel catre de malvones, a penas mirando a un chico que pasaba por mi lado, en sentido opuesto.
Nuestros hombros se tocaron mientras yo recordaba palabras, secretos, historias. Y me estremecí al contacto de aquel joven que habia pasado.
Me detuve un paso después, girandome a mirarlo.
Le encontré mirandome, estando completamente de vuelta mientras que yo a penas lo veía ligeramente encorvada.
Ese rostro se veía más maduro, quizá más adolorido, más... ¿qué? daba lo mismo, era él.

por **Samuel A. Salvatore** Dom Jul 03, 2011 10:18 am

Fue algo extraño. Muy extraño. Imposible, más que imposible. La joven se giró, se quedó mirándome, igual que yo a ella. Me quedé inmóbil, con la respiración un poco agitada por la impresión. Definitivamente. Era ella. A mi mente acudieron un millon de recuerdos, risas, abrazos, llantos y miradas... si, miradas, aquellas miradas que antes me hechizaban, me volvían loco aunque no debería. Me recuerdo a mi mismo, sentado enfrente de mi escritorio de madera Italiana, frente a una hoja y una pluma, pensando algún verso que escribir para luego poder enviárselo a ella. Nunca supe si el sentimiento era compartido, pero nunca me arriesgué a comprobarlo. Fui un cobarde, uno de primera. Todo aquel sueño se rompió cuando me mudé. Lo olvidé absolutamente todo cuando me mordieron. Pero mágicamente acababa de recordar, mediante un nímio contacto de su piel.

La miré a los ojos, si que era ella, su piel, su cabello, sus ojos, su cuerpo... ladeé la cabeza, estaba transformada, más madura, más sexy, más mujer. Al mirarla a los ojos recordé las bromas de muchos aquellos de mis amigos, sobre ella y yo. Sobre un "supuesto compromiso y futuro matrimonio". Lo que nos divertía aquello, con nuestras miradas cómplices. Odié el día en que mi hermano me convenció para viajar por estudios, lo odié con toda mi alma, todo mi corazón. Ya nada sería lo mismo. Yo era fiero, salvaje. Había cambiado, nunca volvería a ser aquel joven rebelde que tan bronmista era.

Mis labios formaron un nombre, el suyo, la palabra que se necesitaba para dar por hecho el reconocimiento. -Laura- solo fue un susurro, apenas eso, un sonido que el viento estaba decidio en llevarse, pero yo estaba seguro de que ella me había oído, sentido aquel reconocimiento instantáneo. Me acerqué a pasos lentos, casi indecisos, no sabía que hacer cuando llegué a su lado, así que me decidí por algo que debería haber hecho hacía ya algún tiempo. Le tomé la cara con delicadeza y apoyé mi frente en la suya, haciendo que el contacto de nuestras narices fuera estremecedor. Y la besé, aunque fue solo un roce de labios. Algo delicado. Al instante siguiente me alejé un poco y la abracé sin apretar. Me bastaba con que se acordase de mí, porque era ella.

por **Laura Juliet Bianchi** Miér Jul 06, 2011 12:05 am

Cuando sus ojos se encontraron con los míos, la duda me invadió & es que parecía un sueño hecho realidad, una pesadilla atormentandome por que, por demasiadas razones aquel encuentro era imposible & sabía que ilusionarse, era un riesgo a correr.

Lástima que mi corazón ya batía alas acelerado, aunque todavía forzaba la vista para intentar identificarlo y es que veía tan apuesto como siempre pero había algo más, algo que parecía haber remplazado la sonrisa que, en mis recuerdos, Alexander -como solía decirle- siempre llevaba en sus atractivos labios y ahora, me veía intensamente, casi arrebatandome el aliento pero se veía... dudoso.
La duda es algo que según yo, Samuel no poseeía.
Parecía que estaba equivocada pero finalmente me atreví a sentir esperanza.

Tal vez, solo tal vez, podía ser cierto. No era la única que recordaba.
No era solo yo la que aún tenía un rincón en su memoria donde guardaba celosamente aquellos recuerdos; eran incontables las veces que nos burlabamos de diversos comentarios, miradas que pretendían alejarnos en un intento, romances inventados.
Lágrimas. También había lágrimas aunque nunca dolor, las veces que lloraba -frecuentemente solía hacerlo más que él, en contadas ocasiones- eran sus brazos los que me acogian & recuerdo la manera tan dulce en que envolvía mi cuerpo, siempre tan educado. Solía agradarle el olor de mi cabello; sabía que en ocasiones como esas, cuando nos permitíamos estar cerca, el disfrutaba de aquella fragancia aunque jamás le comenté que lo sabía.

Me sentí mareada, demasiado ligera en el momento en que las palabras que viajaban en el aire, aquellas pronunciadas por esos labios, desaparecieron acariciando mi piel & en respuesta hubo un estremecimiento.
"Eres tú..." conseguí balbucear aunque sin producir algo más que un leve murmullo, temerosa a romper la ilusión & mirando esos ojos a través de sus pestañas, dejando que sus manos tocaran mi rostro & esperaba le reconocieran pero ahora él pareció adelantarse, se inclinó ligeramente contra mi, abandonando su frente contra la mía y su nariz tocaba la mía.
Mis labios se separaron, se partieron como respuesta; nuevamente me dejaba sin aliento pero la respuesta vino de inmediato, cuando sus labios se presionaron contra los míos y una olvidada chispa recuperó su fulgor.
Enseguida sus brazos me envolvieron como juraba lo harían solo mis recuerdos hasta el día en que se perdieran entre el tiempo & es que era cierto, no había considerado hacía años, el volver a verlo, me parecía imposible.

Abandoné esos pensamientos, la lógica no tenía lugar en ese corto espacio y mis propios brazos le rodearon, estrechandome contra su cuerpo como él no lo hacía y dejé mi cuerpo contra el suyo, mis ojos se cerraron & sentí una vieja oleada de felicidad.

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