El conocimiento es poder (Daniil)

por **Soren Kaarkarogf** Vie Jun 03, 2011 2:06 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Hacía al rededor de un año que había comenzado a trabajar como profesor en Paris, era su primera vez enseñando en toda su vida inmortal y le habia tomado casi 70 años percatarse de que era lo que realmente deseaba. Era increíble que hubiese pasado tanto tiempo dedicándose a algo tan distinto, llevando una agitada vida como espía militar, ostigandose con las atrocidades de una cruenta guerra que parecía no tener fin entre su país natal y la poderosa Rusia.

Parecía mentira que ahora estuviera en la capital del amor (Cómo solían apodarle a Paris) enseñando nada más y nada menos que arte y literatura en una Universidad, empuñando plumas en vez de cuchillos, manchando sus manos de pintura y no de sangre. El vampiro se hallaba bastante contento, aunque cada noche se convertia en un nuevo desafio (y esa era la gracía para ser francos) disfrutaba sobremanera su nuevo oficio, aún cuando la tentación de tener a todos esos chicos humanos a su alrededor era bastante grande.

Con suerte había logrado evitar morder a algúno y no había causado mayores problemas. Sin embargo tenía la sospecha de que los alumnos no gustaban mucho de sus clases, pues cada vez iban desertando y se pasaban a la cátedra de escultura con el Maestro Escalini. Soren suspiró mientras observaba el pergamino donde uno de sus alumnos había escrito un ensayo sobre la obra de Michelangelo. Lo dobló y lo juntó a los demás pergaminos que debía revisar y calificar y salió del amplio salón sumamente encartado, lleno de papeles libros y pinceles saliendo de sus bolsillos. Parecía una especie de armario viviente y muy larguirucho.

Entonces escuchó las voces de unas chicas en la esquina del corredor gracias a su buen oído, las muchachitas eran alumnas suyas, apenas unas adolescentes de 17 o 18, murmuraban exitadas sobre un hombre muy apuesto que recorría el campus.

- Su belleza es casi sobrenatural - Decía una de las chicas - Parece un muñeco de porcelana - Decía la otra.

Soren apuró el paso pues no quería verse opacado por la belleza de ese tal muñeco de porcelana que andaba por el campus, siempre era mejor pasar desapercibido si era posible...

(( se supone que es a Daniil a quien han visto ))

por **Soren Kaarkarogf** Miér Jul 13, 2011 10:23 am

(( Maldición! estaba completamente seguro de que habia posteado aquí! ahora perdi el post :/))

El bibliotecario, un hombre de aproximados 40 años, alzó el rostro y los observó por encima de sus gruesas gafas de cristal, ahí estaba de nuevo el torpe profesor de artes, con suerte esta vez no tiraría al suelo un estante completo de libros. Ahora venía acompañado de un desconocido que de alguna manera resultaba misteriosamente atrayente. ¡Malditos artistas locos! pensó mientras refunfuñaba y volvía su vista a la lista de prestamos de libros de la última semana.

El vampiro más joven se detuvo frente a un estante muy alto cuyos libros se perdían casi en el techo y posó su mano sobre la superficie barnisada de madera, aparentaba estar muy bien pulida, pero al tacto, se podía apreciarl a asperesa de las imperfecciones que hacían a la madera un material tan hermoso y lleno de personalidad.

Las palabras de Daniil, eran respetuosas y sobre todo cautas, como si el hombre intentara de algún modo no entrometerse mucho en su vida, a Soren le agradó eso, la discreción era una virtud que para una criatura como él resultaba maravillosamente valiosa. Sin girarse a mirarlo y con la vista fija en las vetas oscuras de la madera que formaban asimétricas formas y que en su imaginación comenzaban a convertirse en dragones y gárgolas, negó - No... él es humano -

Y entonces fue consciente que acababa de revelar algo terrible. Amar a otro hombre era una aberración para la iglesia, para Dios y para la sociedad. ¿Pero no era también una criatura como él una aberración de la naturaleza? se cuestionó en esos segundos - La realidad no es lo que vez... sino lo que crees - Murmuró avergonzado - Nosotros no existimos para quienes no creen en nosotros, somos unos fantasmas, una sombra oculta, observándo el pasar de los años, ajenos y distantes, no somo nada, si nadie cree... al igual que Dios -

por Invitado Jue Jul 14, 2011 8:09 am

Por un segundo o un momento que se prolongó eterno, Daniil clavó la mirada en la nuca del profesor mientras éste parecía interesado en la madera de los estantes, como si en ella pudiera descifrar verdades trascendentales para la humanidad. No supo que fue lo que más le sorprendió, que ese ser receptor de su afecto fuese un humano, o que fuese un “él”; quién era él para juzgar, sin embargo, la reacción del joven Kaarkarogf le provocó sonreír casi imperceptible. Quiso tomarlo por el hombro, mas no lo hizo, no se sentía aún con la confianza necesaria, le resultaba tan extraño encontrar a otro como él con ideas menos pirómanas que las del resto de su estirpe, algo parecido a la felicidad le inundaba el pecho ante la sola idea.

Dio un paso para quedar a la par con su interlocutor, hombro con hombro sin verse a la cara, frente a él el lomo de una cantidad de libros que se antojaba infinita, aquella sonrisa acentuada, pero aún discreta.

-¿Es difícil? –preguntó y se sintió tan tonto, como un niño pequeño que pregunta cosas sin relevancia, lo cierto era que para él, en ese instante, eso tenía más relevancia que ninguna otra cosa en el mundo-, es decir… amar a un mortal –aclaró y se giró levemente para poder ver la reacción de su guía emergente en su paseo por la Universidad, con la mirada quería decirle que el hecho que fuera un varón para él no importaba, Daniil jamás había considerado la posibilidad, le gustaban las mujeres y mucho, eran hasta cierto punto una de sus tantas debilidades, pero por ejemplo estaba su mejor amigo quien podía mantener una relación con quien fuera no importando su sexo, era irrelevante, pensaba el viejo médico, daba igual a quien amaras, si eras correspondido y te hacía feliz, si no dañabas a nadie, qué más daba. Apartó la mirada una vez más para volver a observar las plecas doradas que adornaban algunas enciclopedias dando esa sensación de continuidad y unión en colecciones enteras.

-Somos cuentos para espantar niños –asintió, en resumidas palabras eso eran para muchos, un mito, técnicamente no existían más que en el imaginario colectivo. Alzó la mirada, aquel estante en especial parecía elevarse como recodaba lo hacían las cúpulas de la catedral de Santa Sofía-. Pero… -titubeó –existimos, y Dios lo hace, no del modo convencional, no el hombre de barba blanca que nos mira desde el cielo, sino como algo más poderoso construido por la fe –concluyó, aunque fe también cegaba, pensó; no le gustaba hablar de Dios, era la máxima muestra de cinismo pensaba él constantemente. Había renunciado a Él del modo más vil, al menos debía guardar una cierta cantidad de respeto.

por **Soren Kaarkarogf** Jue Jul 14, 2011 2:37 pm

De todas las preguntas que el hombre a su lado hubiese podido hacer, esa era en definitiva la que menos se esperaba, la pregunta lo cogió desprevenido así que el vampiro se giró con una expresión de profunda sorpresa, arqueando sus cejas cenizas y abriéndo mucho sus ojos celestes como un par de canicas de vidrio azules.

- ¡No tienes idea cuanto! - Exclamó con cierto alivio de que, esa pregunta no estuviera cuestionándo su integridad como hombre y sus gustos pecaminosos - Es muy difícil... todo el tiempo te debates interiormente entre el deseo de morderle... de probar su sangre una y otra vez... - Meneó la cabeza avergonzado, recordando los multitples momentos en los que había probado ese orgásmico elíxir de su cuello - Saber que es tan frágil, recordar que debe comer, dormir, ir al baño, que no puede seguir tu ritmo cuando caminas por los techos... es toda una experiencia de tolerancia y autocontrol - Concluyó.

Se mordió el labio inferior algo temeroso de decir lo que vendría a continuación - Pero no por menos gratificante... los mortales... aman con intensidad, con la pasión de la sangre caliente que corre por sus venas, tienen ideas fascinantes y son tan tibios... - Desvió su mirada hacía el suelo, recordando los abrazos y el deleite de tocar esa piel cálida en contraste con la suya tan fría.

- Yo la verdad no estoy seguro de que Dios exista... ni siquiera como una fuerza poderosa... no se, pero en ese aspecto, supongo que un vampiro más viejo como tu, tendrá más conocimiento... la sabiduría viene con la vejez ¿No? - Finalizó y por primera vez una leve sonrisa se dibujó en sus labios, pareció como si los músculos de sus mejillas no estuviesen acostumbrados a moverse al ensancharse la boca.

por Invitado Lun Jul 18, 2011 2:08 am

De nueva cuenta lo miraba de lado, pues seguían hombro con hombro, y una sonrisa ladeada se dibujó en su rostro al escuchar su respuesta, no, no se alegraba de lo difícil que le resultaba al profesor Kaarkarogf tener aquella relación, sino porque se daba cuenta que no resultaba imposible, era eso, tan sencillo, lo que lo alegraba de ese modo casi infantil, saber que se podía; claro, como su interlocutor lo había apuntado acertadamente, era un ejercicio de tolerancia y autocontrol, uno que no muchos que compartieran su naturaleza estaban dispuestos a enfrentar. Para empezar no muchos vampiros preferían a los mortales sobre otros vampiros, pero al menos, después de tantas travesías, Daniil encontraba a otro como él que compartía esa idea.

-Aunque no lo crea –habló despacio, acompasado, como si estudiara sus palabras antes de que estas se escaparan de su boca –lo que usted me ha dicho me ha regresado la fe –sonrió amplia y sinceramente, su mente divagó lejos hasta aterrizar en una persona, una mortal y luego sacudió la cabeza, sólo la había visto una vez y sin embargo era la primera imagen que lo atacaba al pensar en una relación con una humana común. Suspiró y regresó la mirada al frente.

-A veces creo que con los años me hago más ingenuo y menos sabio –dijo serio, así que era difícil saber si se trataba de una broma-, mi relación con Dios, o con el concepto al menos no es la mejor, pero me gusta creer que la ideas cambian al mundo, y Dios como idea puede hacerlo –lo analizó y se detuvo para luego continuar –aunque también se hagan atrocidades en su nombre –se encogió de hombros, si bien había sido educado bajo la iglesia ortodoxa rusa de forma un tanto estricta (nada fuera de lo común en las familias de aquel país), abandonó tratar de cobijarse bajo un mando protector de un ser divino cuando su familia murió.

Sacó un libro del estante, uno que tenía a la mano justo al frente, era viejo: “La Anatomía de la Melancolía” de Robert Burton, uno de sus favoritos, rió ante la coincidencia y se quedó mirando la cubierta de cuero de aquel tomo.

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