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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Alyssa Beaumont Mar Jun 07, 2011 11:07 pm


El sonido de cascos a galope acercándose por un pequeño sendero a mitad del bosque, era el único invasor en ese apacible paisaje natural en las afueras de Paris. Solo faltaban algunas horas para que los rayos del sol empezaran a filtrarse entre las altas y cerradas copas de los árboles de aspecto milenario, cuando envuelto en la niebla de la madrugada, apareció un lujoso carruaje negro, totalmente cerrado, de aspecto tan lujoso como lúgubre. Sus detalles finos labrados en la madera, pequeños adornos chapados en oro y pesadas cortinas obscuras que aislaban por completo el interior, daban una clara idea de la riqueza que podría poseer a quien transportaba.

El acelerado andar delataba que ese no era un recorrido normal, los cuatro caballos de envidiable estampa y negros como el ébano, se apresuraban más ante el avance de algunos jinetes que seguían sus pasos de cerca, evidentemente se trataba de ladrones al acecho… Las órdenes eran no detenerse ante nada, y eso es precisamente lo que haría el fiel cochero que tenía como destino una antigua mansión recientemente adquirida por la adinerada mujer a quien servía.

En el interior, la apacible silueta de una mujer pelirroja enfundada en un elegante vestido verde obscuro, con amplio escote y corsé ajustado, apenas se movía por el agitado andar. Aparentemente impasible, sus ojos cerrados quedaban cubiertos por el velo de red que pendía de su sombrero, hasta que con lentitud levantó el rostro para dirigir su mirada al frente, develando el intenso brillo parecido a llamas azul turquesa que no transmitían emociones, ni pensamientos.

En el asiento frente a ella, una asustada jovencita de no más de quince años, de tez negra y aspecto lánguido, la miraba asustada. Aunque sólo las separaba algo más de un metro, no daba la impresión de que ambas estuvieran en el mismo sitio; la chica en verdad tenía problemas para mantenerse en su lugar y no caer al suelo, a causa de cada pequeña piedra que el carruaje pasaba a gran velocidad haciéndola saltar, pero aún así no emitía palabra o queja.

― Kimya… ― Pronunció la altiva pelirroja como un susurro, y continuó, sosteniendo su mirada en actitud seria. ― Vete. Necesito un carruaje nuevo…

No había necesidad de explicaciones, la chica de color que era su empleada de mayor confianza y hasta hace no mucho, su esclava, sabía que el sol saldría antes de poder llegar a Paris a pie. Sin embargo no hubo respuesta, casi nunca la había y eso era algo que le agradaba a la mujer de ojos azules. Kimya se limitó a asentir con la cabeza en ademán tímido, y al instante su frágil silueta se redujo a un extraño humo beige que pronto dio forma a un pequeño búho de la especie otus scops, de apenas quince centímetros de alto y enormes pupilas amarillas, cuyas plumas de tonalidades grises y cafés emulaban la apariencia de un tronco, que sin más salió por la ventana junto a la mano de la mujer que apartaba ligeramente la cortina para darle una vía de escape.

Pasaron solo un par de minutos tras el sonido de algunos golpes y gritos, cuando el andar del carruaje se vio interrumpido al cortar las riendas de los caballos… casi al instante el lujoso refugio volcó hacia la izquierda, dando más de una vuelta que redujera sus costosos ornamentos a astillas… Todo había pasado demasiado rápido, y muy pronto la escena que se desarrollaría en el apartado sendero, sería una distinta.

Seis hombres rondaban los restos del accidente, en el que el cochero había muerto; como aves de rapiña en busca de los objetos valiosos que consideraban su botín, terminaron de romper la maltrecha portezuela para averiguar su había alguien vivo adentro. Los dos hombres que se había asomado al interior aún se preguntaban, manteniendo el semblante confundido, en dónde estaría el dueño o dueña de tales pertenencias, cuando una suave y educada voz femenina los hizo voltear sobresaltados.

― Buenas noches, caballeros. Me temo, que ese era mi carruaje… ― Sonrió ampliamente, divertida por la parte que había omitido en aquella oración.

El agudo y desgarrador grito del primero de ellos, fue a causa del terror, lo que vio no lo sabe ningún mortal vivo, pero seguramente quien lo haya escuchado, podría imaginarse que sus peores pesadillas y temores tomaron forma frente a él… Los siguientes gritos no fueron distintos, hasta que uno a uno se ahogó abruptamente al haberse tornado alaridos de dolor, dejando detrás tan sólo el débil eco en el bosque, como único recordatorio de aquellas insignificantes existencias humanas.


***

El crujir de hojas secas bajo las pausadas pisadas que se escondían en el amplio vestido verde, eran la única advertencia de su transitar por el bosque; no se hallaba muy lejos del sendero en dónde ahora yacían seis cadáveres desangrados.

Su apacible caminata tenía un propósito muy claro y apremiante, debía buscar un refugio pronto, antes del amanecer; se trataba de un asunto de vida o muerte, pero esto jamás la había obligado a cambiar su actitud correcta y hasta cierto punto despreocupada, ella sabía que la suerte siempre estaba de su lado. Y muy pronto, entre la densa niebla matutina, la visión de una obscura y maltratada cabaña, que por su apariencia podría jurar, estaba abandonada, le ofrecía la solución.

El interior del lugar se encontraba desordenado y plagado de polvo, sin embargo el número de ventanas era mínimo, y tomando en cuenta desde dónde salía el sol, era fácil saber que un área del lugar quedaría totalmente cubierta por las sombras aún cuando el sol se hallara en el punto más alto del cielo. Ahí, un antiguo y pesado sillón, descansaba junto a la chimenea muerta hace mucho, en dónde seguramente algún mortal de generaciones pasadas había hallado paz al leer junto al fuego; que propósito tan distinto tendría hoy…
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Mensaje por Laurence Vane Jue Jun 09, 2011 4:49 am

Algunos de los rayos platinados provenientes del gran faro nocturno lograban colarse entre el denso follaje, aunque eran tan pocos que la iluminación el el lugar seguía siendo insuficiente para que alguien con una visión normal pudiera distinguir detalles de aquello que se encontrara mas allá de su nariz. De hecho, esta cantidad de luz no sería de ayuda para ningún viajero humano que transitara por esta zona del bosque ya que solo bastaba para permitir que las siluetas sombrías y sin ningún patrón aparente de los arboles se dibujaran, dándole un aspecto mucho mas confuso y tétrico al paisaje en el que algunas de las figuras parecieran ser algo mas que troncos o arbustos.

Sin embargo, hay que decir que no todo en el interior de esa arboleda eran ilusiones creadas por un juego de luces y sombras, en realidad había una figura que no correspondía a la de un ser humano, tampoco a un elemento de la vegetación o a algún animal conocido, la cual se desplazaba a considerable velocidad, además de hacerlo con excesivo sigilo, de manera que aun pisando las hojas secas que se acumulaban en el suelo sus pisadas pasaban prácticamente inadvertidas.

Este ser deambulaba al parecer sin un rumbo fijo, simplemente daba la impresión de ser algún tipo de depredador recorriendo el terreno en espera de que aparezca su presa, al menos hasta que algo llama su atención, lo cual se advierte porque la sombra con aspecto humanoide y algunos rasgos animales detiene su andar para mirar hacia una dirección atentamente durante algunos segundos mientras que unas protuberancias en su cabeza que parecen ser sus orejas se agitan levemente para intentar ubicar un sonido.

Las rápidas y fuertes pisadas de otros animales llegan a sus oídos anunciando que probablemente su cena este cerca, ese es el galopar de caballos que se aproximan a esta dirección aunque para interceptarlos deberá salir de la zona en que el numero de árboles le proporciona una buena cobertura.

Sin pensarlo demasiado toma rumbo hacia aquel lugar, pero antes de que llegue nuevos sonidos se hacen presentes, un fuerte crujir delata madera rompiéndose y seguramente en fragmentos muy pequeños y poco después el andar de los caballos cambia, algunos siguen su camino mientras que otros se detienen... a pesar de que su instinto le dice que tiene la ventaja prefiere ser mas cauteloso y continuar con paso lento, al acecho ya que tras un poco de silencio pudo escuchar voces lo que delataba la presencia de humanos, algo que ya sospechaba pues suelen estar donde se encuentran los equinos y por extraño que parezca por su debilidad, sabe que los humanos son los únicos depredadores que pueden conocer la manera de herirlo.

Por un momento considera que ir por los caballos es una mejor opción, pero pronto cambia de idea al recibir estimulo en otro de sus sentidos, el olfato. Puede percibir el aroma de la sangre, algo que siempre le resulta increíblemente atrayente y este viene de la dirección en que momentos antes escuchara gritos.

Todo esto ocurre sin que el este consciente de un factor que juega en su contra, el amanecer esta muy cercano y el brillo de la luna es cada vez menor, pronto desaparecerá y el va a sufrir las consecuencias de que eso ocurra.

***

Los que alcanzan la superficie ahora son los primeros rayos del sol, provocando una molestia bastante notoria en Laurence, ocasionando que cierre con mas fuerza los parpados en un intento de mitigarla; pero no pasa mucho tiempo antes de que se de por vencido, despertando del profundo sueño en el que se encontraba y girando el cuerpo hacia un lado para que de esta manera la luz no le de directamente en los ojos al abrirlos.

La cabeza del hombre de cabello castaño aun esta un poco revuelta, pero conforme pasan los segundos se da cuenta de algunos detalles, como el hecho de que se encuentra en un sitio que no le resulta familiar en lo absoluto, tampoco tiene la menor idea de como es que llegó ahí o de lo que ha hecho en las ultimas horas, además de que siente un frió terrible y esto se debe a que las ropas que llevaba puestas la tarde anterior ahora son solamente girones de tela medio pegados a su cuerpo por lo que se puede decir que esta completamente desnudo... si... ha vuelto a suceder...

Un vistazo mas amplio al escenario nos permite ver que el joven Valathe ha despertado en un sitio poco conveniente, no solo se encuentra a mitad del camino que cruza una de las zonas boscosas de Francia y por el cual podría pasar alguien que le encontrara en ese estado, para rematar, alrededor de él se encuentran los escombros del que parece haber sido un accidente bastante aparatoso pues lo que parece una vez fue un carruaje ahora es solo una pila de astillas.

El hombre se levantó poco después, verificando de inmediato con la mirada el resto de elementos que se encontraban a su alrededor para descubrir algo que a estas alturas de su vida ya se le hacía familiar. Se trataba de varios cadáveres, quienes al parecer no tuvieron una muerte muy pacifica a juzgar por los rastros de sangre que se encontraban cerca de ellos.

´Debía retirarse antes de que alguna otra comitiva hiciera acto de presencia, de lo contrario tendría que responder muchas preguntas que no deseaba y otras de las cuales realmente desconocía la respuesta, pero caminar sin ropa hasta llegar a París no era uno de los mejores cursos a tomar, por lo que antes de emprender la marcha debía procurarse por lo menos algo que ponerse y fue ese el instante en el que bajó la mirada hacia los cadáveres.

-A ustedes ya nadie les juzgará por estar desnudos a medio camino. Mustió en un tono algo ironico y un poco malicioso.

Las ropas en mejo estado eran las del hombre enterrado entre los escombros, seguramente el cochero, quien al parecer se rompió el cuello con el impacto, razón por la que el uniforme que llevaba no estaba manchado de sangre y debido a la buena manufactura y telas empleadas en el no se rasgó tampoco, al menos no de manera muy critica.

Sin mucho reparo lo despojó de las prendas para luego vestirse con ellas, aunque solucionado el problema de la ropa venía uno más que resolver; no sabía en donde se encontraba exactamente o cuanto se alejó de la ruta que venía siguiendo y aunado a eso, estaba el hecho de que no le convenía mucho avanzar por el camino principal ya que si le daban alcance otros viajeros que vieran el accidente o algún grupo que viniera a buscar a los tripulantes, nuevamente se vería en un situación incomoda.

Solo le quedaba confiar en su sentido de la orientación e internarse en el bosque, esos eran los inconvenientes de su condición actual. Después de un pesado suspiro continuó con su camino dejando atrás al lugar del accidente, pero aun le rondaba por la mente algo, ninguno de los que ahí se encontraba parecía ser el dueño del carruaje, la ropa de los seis cadáveres restantes era la de alguien de clase baja que no podría costear un carro como ese ni en una vida entera de ahorrar para ello.

Luego de un tiempo, el azar lo llevó hasta una cabaña con muy mala pinta, seguramente abandonada hace ya bastante tiempo, pero para alguien como él, ese era un sitio muy conveniente y que podría pasar ahí un rato en lo que pensaba que hacer o si lo creía prudente incluso algunos días. Sin pensarlo demasiado, Laurence se encaminó hacia el portal que le permitiría el acceso a la antigua construcción de madera, apartando la puerta con una sola mano sin ningún problema pues tal como lo supuso ni siquiera estaba atrancada.

Con la cautela habitual de los de su especie dio los primeros pasos al interior, arrugando levemente la nariz ante la presencia de una gran cantidad de polvo que se había agitado al abrir la puerta y que le resultaba muy molesto debido a su desarrollado sentido del olfato. Aun en su estado humano mantenía ciertas conductas de depredador, entre ellas la de recorrer minuciosamente cada espacio antes de adentrarse en lo que podría ser una trampa, pero no parecía temer, algo expresado por la seguridad que emanaba su figura en cada movimiento, solo era genuina cautela instintiva o puede que incluso curiosidad.

En aquel espacio que alguna vez debió servir como sala de estar, el mobiliario que aun quedaba era mínimo, solo una estantería rota del lado izquierdo y mas allá del centro de la habitación un voluminoso sillón situado frente a la chimenea. Todo era como el lo imaginaba desde antes de entrar, a excepción de un elemento que no esperaba encontrar, una figura situada en la parte mas oscura de la sala, como si intencionalmente se hubiera situado en donde los rayos del sol que entraban por la ventana no le alcanzaran en absoluto.

-No pensé que alguien viviera en este sitio... Fue lo que dijo un despreocupado Laurence en su usual tono relajado de voz, luego agregó algo más con una intención de broma... aunque tomando en cuenta que a el le constaba que había existencias que no encajaban en el concepto de vida humano tal vez no era tan descabellada la idea. -Porque usted esta viva, ¿cierto?

Lurence arqueo una ceja después del comentario, pero mientras esperaba la respuesta, se irguió por completo al tiempo en que buscaba que sus profundos ojos de color ámbar se encontraran con los de la persona situada en aquel rincón que a juzgar por su silueta era una mujer.


Última edición por Laurence Vane el Vie Jun 10, 2011 1:41 am, editado 1 vez
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Mensaje por Alyssa Beaumont Vie Jun 10, 2011 12:32 am


Desde el primer vistazo al interior, ella no pudo evitar levantar una ceja con enfado, en verdad tenía un problema con los sitios polvosos, mucho más allá del desagrado por la suciedad, el polvo la incomodaba particularmente, aunque agradecía que siendo vampiro la molestia al respecto era mínima, sin querer recordar lo que eso alguna vez significó al ser una mortal.

Retiró la mano de la puerta, dejando que ésta regresara a su sitio causando un molesto rechinido hasta que se cerró. Cada paso sobre la desgastada madera, producía un pequeño crujido bajo el sonido seco de su tacón, que levantaba remolinos de polvo pronto agitados por su vestido que casi se arrastraba en la superficie. Con calma se dirigió al sillón elegido, y con el suave movimiento propio de los de su especie, se sentó en él sin si quiera levantar la enorme capa de partículas que muy seguramente también tenía. No había nada que hacer más que esperar, y esa era de las cosas que la pelirroja más detestaba en el mundo.

Paseó los ojos por la cabaña, tratando de imaginarse quien habría vivido ahí solo por pasar el tiempo; no quedaba mucho mobiliario, pero para alguien tan observadora como ella, eso no era un gran problema. Lo importante, siempre son los detalles… con la actitud despreocupada en qué podría engañar a cualquiera acerca de no estar poniendo atención, miró la estantería cuyas repisas de madera se habían vencido a causa del tiempo y la humedad, y es que era claro que ese había sido el motivo. Las manijas de los únicos dos cajones no parecían muy desgastadas, seguro que en su vida útil no fueron particularmente solicitadas, así como las repisas que mostraban el astillamiento normal, y las sombras inversas que producen los objetos al estar inmóviles demasiado tiempo, ocasionando que el sol delineé sus siluetas. Mientras que en la que debió ser una de las repisas medias, del lado derecho, podían apreciarse algunas ralladuras superficiales a causa del uso constante de un objeto; indudablemente ahí vivían pocas personas.

Por otro lado, a la derecha se encontraban dos ganchos empotrados a la pared, a la distancia correcta como para sostener un arma dispuesta cerca de la puerta, lo cual era comprensible ya que en un sitio tan alejado, los antiguos habitantes habrían necesitado protección de ladrones como los que habían atacado su carruaje, pero no se podía obviar que también debió servir con fines de caza, aunque en esa zona no había presas tan grandes como para alimentar a una familia, lo cual avalaba su teoría. Pero por último, un detalle casi cubierto por el polvo, le dio la respuesta sin lugar a dudas, de haberlo visto antes, el “juego” habría terminado demasiado pronto. En el punto en dónde por la disposición de las ventanas, se imaginaba que habría estado el comedor, solo quedaba una rústica mesa que daba la impresión de que caería a pedazos en cualquier momento, y del lado izquierdo, una sutil marca en el suelo era lo que llamaba la atención de la vampiro; la ralladura de la madera a causa de una pata de la silla que alguna vez debió estar ahí, dejaba claro que la cabaña solo había tenido un ocupante, y no sólo eso, estaba demasiado marcada así que el peso de quien la trazó por el uso, debió corresponder a alguien alto, tal vez un hombre y probablemente de edad avanzada, ya que si bien eso es un mal hábito, suele deberse a qué quien lo hace, tiene problemas para levantarse con fluidez.

Bueno… eso había sido algo con qué perder el tiempo…

El sol apareció con lentitud, filtrando por las ventanas un espectáculo que hacía al menos unos años, ella no había visto. Las casas en las que residía siempre estaban perfectamente acondicionadas para mantener lejos al sol, ya fuera por la escasez de tragaluces o por la existencia de pesadísimas cortinas que permanecían cerradas desde antes del amanecer. Ni siendo mortal, había amado el sol, pero debía reconocer que ahora encontró cierta belleza en el cambio de tonalidades de la habitación, tornándola… cálida; sin embargo aún tenía el molesto impulso de cerrar los ojos, incómoda por esos desagradables reflejos, que por más sutiles que fueran, los encontraba insoportables.

No supo cuanto tiempo había esperado, pero entonces el sonido de alguien acercándose a la construcción la alertó, al menos técnicamente, ya que no movió ni un sólo músculo del cuerpo, quedándose en la misma postura ecuánime que había guardado desde el primer momento. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no demostrar que el aumento de luz cuando se abrió la puerta, le molestaba. Afortunadamente, cuando el inesperado visitante se adentró, la puerta siguió el mismo movimiento que sucediera cuando ella había entrado, cerrándose detrás de él. Le observó en silencio, ella estaba segura de que él no vivía ahí, de hecho, jamás había entrado a ese lugar, o de lo contrario no tendría ese ánimo de inspección, en el qué de primero momento, sintió que había pasado desapercibida; eso no era raro. Y había un detalle que no podía ignorar, era demasiado obvio… la ropa que vestía era la de su cochero, ella misma había la había aprobado, como cada prenda de los más cercanos que estaban a su servicio, ya que tenía la idea de qué de alguna forma, ellos formaban parte de su “escenografía”, y como era de esperarse de alguien tan altivo, tenía que ser perfecto.

Sin saber de qué, la pelirroja se sintió extrañamente interrumpida cuando escuchó el peculiar saludo, la verdad es que no esperaba eso… obviamente era una broma y parecía bastante espontánea. Pero no respondió hasta que su siguiente frase, la hizo levantar la ceja izquierda en muestra de una diversión bastante peculiar, aún así se tomó un momento en silencio y respondió con una sonrisa que estaba en el punto medio entre la inocencia perfecta y el cinismo más descarado.

― Se refiere a… ¿justo ahora?

Realmente le había parecido curiosa la pregunta, no recordaba que alguien se la hubiera hecho antes, y por eso, merecía que no le mintiera, pero era claro que ella no iba por ahí diciéndole a la gente que era un vampiro y que técnicamente estaba muerta, así que era mejor no responder, y sobre todo, no dar tiempo a seguir con esa conversación.

Amplió muy ligeramente la sonrisa sosteniéndole la mirada; ese era un lindo color de ojos...

― Y… no, está usted en lo correcto, por más acogedora que encuentre esta casa, no puedo decir que sea mi hogar. ― El tono de ironía en aquella frase, dejaba clara la diversión que le había provocado la sola idea de vivir ahí. ― Así que si es lo que usted busca, es toda suya, dudo que alguien reclame. ― Y concluyó con tal amabilidad, que sería difícil determinar si se estaba burlando.

Por fin se movió para recargarse hacia el reposabrazos del lado izquierdo, colocando el codo ahí, de manera que le fuera fácil apoyar el mentón en el dorso de su mano, como si se acomodara para continuar una amena conversación. Probablemente muchas mujeres de la clase social a la ella pertenecía, estarían alarmadas de encontrarse solas a mitad del bosque con un hombre que por lo que ya había visto, por lo menos era un ladrón; sin contar que su pinta no parecía la de otro desafortunado viajero cuyo carruaje hubiera volcado. Pero por el contrario ella estaba bastante tranquila, más que eso, segura de manera aplastante. No tenía hambre, pero eso no marcaba la diferencia, era una depredadora cada segundo de su vida, y justo ahora lo observaba con la actitud divertida pero perezosa, que tiene un gato casero al localizar a un ratón que deambula inconsciente, a su alrededor.

― En ese caso, espero que no me pida que me vaya, porque debo esperar aquí a alguien. ― Su entonación aún guardaba el dejo de ironía, pero por alguna razón se había vuelto más casual.
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‡ Desde la obscuridad… ‡      (Laurence) Empty Re: ‡ Desde la obscuridad… ‡ (Laurence)

Mensaje por Laurence Vane Vie Ago 05, 2011 3:52 am

El silencio que se formó en el lugar en cuanto Laurence terminó de hablar ayudó a incrementar la expectante diversión con que esperaba para saber que resultado tuvieron sus palabras en la persona que por azares del destino se había convertido en su interlocutora el día de hoy. Sus penetrantes y agudos ojos no se despegaron de aquella dirección, en la que a pesar de la oscuridad reinante la natural adaptación de sus sentidos a las condiciones de iluminación ya le permitía distinguir algunos de los rasgos quien se situaba en aquel sillón.

Lo más obvio fue que como dedujo en un primer momento, se trataba de una mujer y a juzgar por cada aspecto de su figura se trataba de una de clase alta, probablemente incluso de una noble. Eso prácticamente daría respuesta a su primera frase, era imposible que una mujer como ella residiera en un sitio tan apartado de todo lujo y sobre todo condiciones así de deplorables. Aunque la atención del joven trotamundos se centró pronto en un punto en especifico, los interesantes ojos de color azul que ella poseía, unos muy expresivos y cuya expresión acentuaba perfectamente la cínica sonrisa esbozada por ella.

Como un reflejo, la casi permanente sonrisa en el rostro de él se amplió, adquiriendo también una intención un tanto más socarrona que de costumbre, sin duda se encontraba particularmente cómodo en presencia de esta mujer, probablemente porque su actitud era muy similar a la de él o por lo menos esa fue la primera impresión que tuvo.

Al fin, luego de varios segundos llegó la respuesta a la interrogante planteada, misma que estuvo a punto de hacerlo reír por ser igual de extraña que su pregunta. La mayoría de las personas seguramente solo habrían respondido con un si, puede que algunas cuantas incluso terminaran devolviendole la pregunta con otra como “¿Disculpe, que ha dicho?”. Pero eso no era todo, en aquellas palabras había una muy inteligente forma de eludir dar una afirmación o una negación.

Sabía que responder, pero no lo hizo en ese momento, pues notó que ella, al parecer, aun tenía algo más que agregar. Guardó silencio hasta que ella terminó, pero en cambio, comenzó a moverse un poco por la habitación, para ser más específicos lo hacía alrededor de ella, sin acortar en lo más mínimo la distancia y tampoco dejó de sostenerle la mirada.

-Me temo que la arquitectura y decorados de esta edificación no son de mi estilo, aun no soy lo suficientemente... excéntrico, pero le agradezco la amable oferta, Milady. Su tono fue similar al de ella, cargado de sarcasmo, algo que incluso hacía parecer fingida su amabilidad, pero no era el caso y si ella era lo suficientemente observadora se daría cuenta de ello, ya que en el lenguaje corporal de Laurence, no se vio en ningún momento un gesto que indicara exceso de amabilidad y menos aun servilismo, seguía tan erguido y altivo como al principio.

Nuevamente sonrió ante la actitud despreocupada que ella demostraba, cuando vio que ahí se encontraba una mujer, lo primero que imaginó fue que esta saldría corriendo o se quedaría aterrada en su lugar al encontrarse a solas, en medio de la nada y con un hombre como él, pero ver que ocurría todo lo contrario le agradaba.

Detuvo su deambular cuando nuevamente se encontró frente a frente con ella, dándole entonces el resto de su respuesta.

-De cualquier manera, aun cuando me hubiera interesado la casa, creo que no habría ningún inconveniente en que se quede a esperar a la persona con que se encontrará. A pesar de que bromeaba, su voz sonaba firme, como si en realidad tuviera la autoridad de permitirle o no quedarse. -Y a pesar de que no me ha interesado, creo que también estaré un poco más de tiempo por aquí... esperando a que algunas personas se marchen. Por supuesto, hablaba de un posible grupo de búsqueda o de la policía.


-Ah, respondiendo a su pregunta, si, me refería a si estaba viva en este momento. Aquello podría bien haberse quedado así, pero simplemente aceptar la evasiva, le provocaría la sensación de haber “perdido” al quedarse sin argumentos. -No es normal encontrarse con una mujer de su categoría en un lugar como este, es más del tipo de ambientación que podría venirle bien a... fantasmas o alguna entidad similar. Aquellas palabras en un tono de broma que claramente buscaba aligerar su “insistencia” con el tema.

Desvió por un momento la mirada hacia otra dirección, no con la intención de seguir explorando, se debía a algo incluso más trivial que eso. El constante flotar del polvo finalmente había hecho algo más de mella y se vio forzado a realizar un curioso gesto arrugando la nariz, algo que no quería que ella viera.

Esa pequeña pausa en la interacción le trajo algunas ideas a la mente, probablemente no era el momento de ponerse analítico, pero esa era otra de las cosas que no podía evitar y ahora se encontraba uniendo algunas cosas en su mente que bien miradas, parecían ser bastante obvias. Una mujer con aspecto de ser adinerada esperaba a alguien en una cabaña abandonada, mientras que por otra parte, cuando examinó los restos del accidente, no parecía haber rastros del ocupante del carruaje.

Cuando regresó la vista al frente, nuevamente buscó los ojos de la joven para poder descifrar mejor la reacción que esta tendría ante las frase que estaba por decirle.

-Cierto, hay algo más que debo decirle. La primera parte llevaba una entonación seria, puede ser que lo hiciera para llamar su atención o solo como parte de un juego, pero la segunda retomó el animo casual. -Si por azares del destino, da la casualidad de que a quien espera es a un cochero con un carruaje, lamento informarle que no llegará... al parecer tuvo un pequeño inconveniente en el camino. Bajó entonces la mirada para de alguna manera, señalar hacia la vestimenta que ahora mismo portaba. -Y yo... desafortunadamente no sé tanto de carros y caballos como estas ropas podrían sugerir.

Regresó entonces la vista al frente, sonriendo aun más canónicamente que antes. En realidad le interesaba lo que ella tuviera que decir al respecto, ya que era bueno saber que tan en problemas podría encontrarse por tomar “prestado” ese uniforme.
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Mensaje por Alyssa Beaumont Sáb Ago 06, 2011 2:11 am


De alguna extraña forma le agradaba el hecho de que aquel hombre hubiera aparecido; lo que le esperaba antes de eso, era un aburrido día en la contemplación de la nada, y no es que aquello le fuera ajeno… la eternidad es una condición aburrida, así que con los años se había visto obligada a aprender a sobrellevarla, ya no le molestaba tanto. Pero en ese preciso instante, se había olvidado por completo de tan mal augurio, su atención estaba centrada en la inusual pinta del que se adivinaba, sería una suerte de vagabundo; a pesar de que portaba la ropa de su cochero, no se veía ni parecido a su ex empleado, que en cualquier lugar sería reconocido como un sirviente, en cambio, él…

Lo escuchó atentamente, sin ocultar en lo más mínimo la curiosidad que le daba su actitud, no la ofendía, como habría ocurrido con mucho nobles: eso era muy poco común, Alyssa no consideraba a muchos seres, dignos de su plática. No reparó en que él asumiera que si quería, podría impedirle quedarse; sólo aprobaba su actitud.

― Es muy amable de su parte. ― Respondió imitando de manera genuina, esa amabilidad sarcástica. Pero entonces “algo” llamó su atención de una manera un poco distinta… Ese hombre ¿huía?... ¿de quién se escondía? Según ella, estaban completamente solos en esa área del bosque ― Ya veo. Entonces, trataré de ser una buena compañía, mientras “sus amigos” se marchan. ― Asintió suavemente demostrando su agrado por la conversación, mientras que ese “trataré de ser una buena compañía” casi parecía una cínica promesa de “portarse bien”.

Aún meditaba sobre el asunto mencionado cuando llegó insistencia hacia el innecesario y sobrevalorado tema de la vida, al que Alyssa no tenía la menor intención de responder. Por ello no debió más que ignorar absolutamente la mención, saltándose hasta la parte que si podía contestar aparentando que continuaba la conversación naturalmente.

― ¿Fantasmas?... ― Eso pareció haberla tomado un poco por sorpresa, pero no con temor, si no porque simplemente sentía que era un tema raramente mencionado. ― No, me temo que no he tenido la impresión de tal cosa desde que llegue aquí. Probablemente el hombre al que pertenecía este acogedor hogar, ahora mismo se encuentre en… el tipo de paraíso en el que creyera. Pero si esos temas son de su interés, tal vez tengamos oportunidad de comprobarlo durante nuestra estadía aquí. ― Paseó la mirada con despreocupación por los alrededores, y luego la regresó hacia él, notando que parecía incomodado por algo… Educadamente desvió la mirada, pero se había percatado de lo que ocurría.

― El polvo es terrible. ― Musitó divertida, tratando que sonara como una frase cortés.

Bajó ligeramente el rostro como queriendo ocultar la tenue sonrisa, aunque cuando escuchó la siguiente parte de su amena charla, no tardó en dirigirle su atención de nuevo dejando la vista clavada en aquellos ojos color ámbar, pero intentando no demostrar ninguna reacción con “la noticia”, hasta que miró fugazmente pero con descaró hacia la ropa que portaba, sonriendo burlonamente de manera que dejaría la duda acerca de si ella ya sabía lo que él le contaba. No respondió de inmediato, como siempre, solía tomarse su tiempo para pensar la respuesta o… tal vez simplemente para molestar; la segunda opción era más probable, y la forma en que comenzara la respuesta, sin afirmar ni negar nada, confirmaba esa teoría.

― Sería curioso, ¿no lo cree?... En ese caso… técnicamente sería a usted a quien aguardara. ― Pronunció sin darle demasiada importancia. ― Afortunadamente no era él, a quien espero. ― Y concluyó como una exhalación liberadora de tensión, esbozando una sonrisa diáfana. No mentiría, pero no deseaba relacionarse con “el accidente”; eso la llevaba a otro asunto. ― Aunque… me intriga algo… Y espero que no considere que mi pregunta es inapropiada, pero ¿cómo terminó usted con la ropa de ese desafortunado cochero? Y no me malinterprete, le queda bien, sin embargo… no creo que sea de su estilo. ― Estrechó los grandes ojos azules de manera peculiar; realmente se lo preguntaba...

Justamente había terminado de pronunciar aquellas palabras, cuando la intensidad de la luz en la casa bajó abruptamente. Evidentemente se trataba una densa nube, probablemente de tormenta, que de improviso cubrió casi por completo los rayos del sol. La mirada de la pelirroja se desvió hacia la ventana, aparentemente complacida con el cambio de clima que ahora le permitía ver hacia afuera con comodidad. Se separó del reposabrazos en que se recargaba, recuperando la postura erguida y altiva con qué se dirigió de nuevo a su interlocutor, pero ahora sin encararlo; esa nueva e inesperada ambientación, la hacía sentir en su medio, aunque claro, aun no era suficiente para que pudiera abandonar su lugar sumido entre las sombras.

― Creo que puede considerarse afortunado, no es probable que las personas a las que desea evadir, se queden por aquí con este clima. ― Suspiró con hastío, ya que obviamente eso también significaba qué quien iba por ella, tardaría más. ― Tal vez incluso tengamos tiempo de que me cuente, acerca de qué sabe más, que de carros y caballos. ― Su voz sonó casi débil, distraída por la visión del verdor de los arboles sumido en los tonos grises reflejados por el cielo, y cambio de humedad en el ambiente; ese aroma del bosque le parecía fascinante.

Se levantó lentamente de su asiento para dar un par de pasos hacia la ventana, hasta poder observar hacia a fuera, pero a prudente distancia, cuidando de quedar muy cargada hacia el lado izquierdo del marco, en dónde la luz no le alcanzaba; sus movimientos había sido tan fluidos, que no parecía esconderse del sol, sino que simplemente por su ubicación, había quedado ahí.
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Mensaje por Laurence Vane Dom Ago 14, 2011 4:11 am

Tal y como se lo marcaba su rutinario itinerario cada día, el sol continuaba su lenta ascensión hacia el cenit; debido a este recorrido, los rayos emitidos por el astro se hacían cada vez más presentes al tiempo en que variaban su trayectoria. Este fenómeno era notorio ahora mismo en el interior de aquella rustica cabaña perdida a mitad del bosque, así que por un momento, Laurence pensó que podría ver con mayor detalle las facciones de la mujer que por obra de la casualidad le acompañaba en este momento, pero no fue así, pues la ubicación elegida por ella era una en la que al parecer en ningún momento llegaría directamente la luz... el propietarios de este lugar había elegido muy bien su lugar destinado al descanso, ahí ni el sol debió molestarle, pero en cambio seguramente tuvo varias tardes agradables disfrutando de la vista del exterior.

Él en cambio, estaba completamente expuesto al escrutinio de la mujer, algo que quedó confirmando por la frase de “cortesía” que ella pronunció luego de que el exceso de polvo en el lugar lo orillara a gesticular de una manera algo peculiar. Esto a su vez trajo una consecuencia curiosa y es que después de escucharla, el hombre de cabello castaño trató de evitar volver a hacerlo, solo para evitar que ella tuviera nuevamente la posibilidad de molestarlo, ya que a pesar del tono educado de la frase, la actitud de ella le dejó entrever que importunarle era la intención principal.

No pasaron ni dos segundos desde que se forzó a dejar de hacerlo, cuando cayó en cuenta de que de cualquier forma ella había conseguido su meta. Esa pequeña parte de su dialogo fue la que definitivamente ayudó a que el terminara de interesarse en ella, era agradable encontrarse con una interlocutora tan interesante.

Su siguiente dialogo buscaba sacar algo de información acerca de la pelirroja, pero solo recibió como respuesta una evasiva más, algo que sin duda habría hecho enfadar a más de uno, pero Laurence encontró aquella especie de juego bastante entretenido, algo que fue reflejado por la amplia y socarrona sonrisa, al igual que por la expresión en sus ojos... un duelo de astucia era también una forma de cacería.

-No considero tan afortunado el hecho de que no lo espere, ya que como dijo, técnicamente me estaría esperando a mi, eso es algo que me haría sentir muy halagando. Aunque la frase en si pudiera parecer un intento de cortejarla, en realidad no era esa su intención, de hecho, la manera tan desenfadada en que la dijo le quitaba bastante peso. Solo era parte del intercambio que esperaba le llevara a obtener datos sobre ella, de alguna manera eso se convirtió en un reto que deseaba cumplir.

-Debo agregar que no considero inapropiado en lo absoluto el cuestionamiento que me hace, digamos simplemente que por diversas circunstancias que no viene al caso mencionar, yo la necesitaba y el... desafortunadamente ya no. Su entonación era tan cínica que dejaba muy claro lo nulo de la mortificación que le producía tomar las pertenencias de un cadáver. -También considero que no son de mi estilo, pero es temporal, así que me bastan.

Sin disimular lo más mínimo, siguió con la mirada la trayectoria de la joven luego de que se levantara del desgastado sillón, pensando que ahora si quedaría en un punto donde pudiera verle con mayor claridad, pero no fue así. Por un instante le pasó por la mente la idea de que ella estuviera evitando la luz, pero la descartó, pues los movimientos realizados por la pelirroja no lo sugerían así.

Las momentáneas cavilaciones de Laurence se vieron finalizadas al escucharse de nuevo la voz de ella, cobrando consciencia entonces de que en efecto, por el cambio en la iluminación daba la impresión de que se acercaba una lluvia bastante copiosa, algo que generalmente frenaba cualquier operación de búsqueda y también borraba muchas de las evidencias en las escenas de los crímenes ocurridos en entornos como ese, como por ejemplo, las huellas que el dejó en su camino a la cabaña.

-En efecto, siempre me he considerado un hombre muy afortunado. Respondió con un curioso dejo de arrogancia. -Tener la oportunidad de que nuestra conversación se extienda es una prueba inequívoca de ello.

Ya que ella se alejó de la posición en que estaba originalmente, él acortó un poco la distancia, aun manteniendo una lo suficientemente prudente. Solo llegó hasta un costado del sillón, sentandose sobre el reposabrazos contrario a aquel en el que ella estaba recargada antes. Esta acción hizo que de nuevo se levantara un poco de polvo, pero hizo el mejor esfuerzo que pudo en que no se notara su incomodidad con ese elemento.

-En la vida he tenido la oportunidad de aprender una gran variedad de cosas, así que aquellos tópicos en los que tengo más conocimientos que de carros y caballos son numerosos. Nuevamente utilizaba una entonación algo presuntuosa, pero sin perder el toque ligero de su habla habitual. -Algo de lo que si tengo conocimiento es de... uniformes. Seguramente por la manera en que remató la oración, ya quedaba claro hacia donde iba.

Dejó pasar algunos segundos antes de seguir, posiblemente para que ella pudiera responder o puede ser que solo quería estar atento a la reacción que tendría esta vez, durante ese tiempo a parte de no perderle de vista, le dedicó una nueva sonrisa.

-Los uniformes como el que llevo, no son fabricados en grandes cantidades ya que cada señor o señora imprime su sello en la servidumbre que esta a su disposición... una curiosa manera de marcarlos si me pregunta. Estaba completamente consciente de que ella sabría todo lo que le decía, por ello, hablaba de manera tan casual que no daba la impresión de estar intentando enseñarle, solo lo comentaba. -Ahora que tocamos el tema, recuerdo que una afirmación suya llamó mi atención, espero tampoco encuentre molesta mi pregunta al respecto pero... ¿Como supo que la ropa que llevo es precisamente la de ese desafortunado cochero?, si no mal recuerdo, en un principio jamás mencioné que yo no fuera un conductor, solo dije que no sabía demasiado del tema y tampoco que él, hubiera sido tan desafortunado que se encontrara incapacitado para evitar que yo tomara sus vestimentas.

La mirada de él no era inquisidora, pero si demostraba una mezcla de curiosidad, expectación y bastante diversión mientras aguardaba pacientemente la respuesta.
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Mensaje por Alyssa Beaumont Mar Ago 23, 2011 12:32 am


Sonrió muy tenuemente por la respuesta, le pareció curioso no sólo lo dicho, que ya era extraño por esa primera impresión de “demasiada cortesía” tomando en cuenta el contexto que los rodeaba, pero eso no había llamado la atención de la pelirroja. Lo que había despertado su curiosidad era tono y la afirmación; la verdad es que jamás había escuchado a alguien que no fuera de su clase social, diciendo que era afortunado. Sin duda esa era una posición vana y superficial, pero bastante común, y que ese hombre tuviera una visión distinta, lo volvía aún más interesante.

No volteó a mirarle aunque tuvo el fuerte impulso de hacerlo para saber cómo se veía su mirada cuando tenía esa entonación, probablemente aquello le diera mucha información sobre él.

Sabía que la lluvia no representaba algo bueno para ella, tardarían más en llegar, pero de alguna forma compartió la opinión de su inesperado acompañante; incluso dejó de verlo como una presa potencial, al menos por ahora…

― No lo dudo. ― Respondió educadamente mientras juntaba ambas manos al frente a la altura de la cadera, tomando con la derecha, su muñeca izquierda para adoptar una postura serena. Entonces sí, giró el cuerpo con calma, en un movimiento tan fluido que habría sido difícil imaginar la sutilidad del movimiento de sus pies, escondidos bajo en amplio y pesado vestido.

Antes de poder hablar, le observó notando el sitio en el que se había sentado, con menos discreción de la que hubiera querido, simplemente porque se sintió sorprendida con aquella actitud tan relajada. Y es que eso le dio la impresión de que él estaba invadiendo su espacio, ya que aunque estaba a muy prudente distancia, la irracional sensación de que se había apropiado de algo que antes era suyo, la hizo tener esa fugaz expresión. Sólo un segundo después trató de disimularlo desviando la mirada hacia la izquierda, como si lo que escuchaba la tuviera tan atenta que meditaba la información; y no es que no le escuchara, sino que el enfado momentáneo, por alguna razón, la preocupó.

Eso fue, hasta que él llegó a la parte de los uniformes… La mujer regresó la vista hacia aquellos ojos de color peculiar, sonriéndole ampliamente pero de una forma tan… única, que no solo era una sonrisa. Su actitud siempre estaba cargada de aplomo y su mirada, parecida a la de un felino divertido, lo dejaba más que claro. Permitió que el silencio transcurriera, hasta que él retomó la palabra para dar el resto de la explicación que ya se imaginaba. Ese gesto, bien podría haber sido una expresión corporal de una frase como “sé lo que tratas de hacer…”. Interrumpió la expresión, conservando solo cierto aire de diversión mientras respondía en el tono sereno y educado de siempre.

― Qué acertada observación ― En verdad parecía sorprendida y complacida por ello, o al menos sería así para quien no leyera con atención el resto de su lenguaje que no necesitaba palabras. ― Debo decir que me complace tener una compañía tan… perspicaz. ― Por su tono, tal vez él se imaginara que esa no era la primera palabra en la que pensó. ― Si, si… una forma curiosa, comparto la visión. Útil, pero curiosa. Y no, por favor, siéntase libre de preguntarme lo que guste, estoy disfrutando nuestra… conversación. ― Seguro que esa tampoco era la primera palabra en la lista de opciones.

Dio dos pasos al frente acortando un poco la distancia, al tiempo que dejaba la vista fija en algo en el uniforme a la altura del pecho, del lado izquierdo. Y entonces lo señaló acercando el dedo índice a unos diez centímetros de él, para después levantar la mirada en busca de la suya, esbozando una suave sonrisa, que bien podría ser de triunfo.

― Me precio de tener buena memoria. Y… me parece que usted no es el cochero.

A esa distancia, aunque ambos estaban inmersos en las sombras, Alyssa casi tenía la certeza de que él podría verla mejor y sobre todo, que notaría el intenso color rojo de los amplios rizos que caían del elaborado peinado hacia sus hombros, y el peculiar tono celeste de sus ojos, mucho más brillantes que los de los mortales; aunque esto no podría ser una característica que la delatara, solo era un detalle curioso. Guardó silencio por un instante después de bajar la mano hacia la postura anterior, esperando alguna reacción.

Con eso claramente daba por concluida su respuesta, en la que no había tenido necesidad de revelar nada de ella, a excepción de que reconocía el escudo de armas bordado cuidadosamente en el uniforme. Pero eso realmente no significaba nada, los nobles suelen conocerse. Y lo mejor de todo, era que como siempre, no había tenido que mentir; ese era un arte que adoraba.

― Aunque… ahora me siento intrigada por su afirmación. ¿Sabe mucho de uniformes?... ― Hizo una pausa parecida a la que él había hecho antes, con el fin de incomodarlo exactamente de la misma manera, mientras intercalaba la mirada sobre sus ojos, con curiosidad genuina; tal vez no necesariamente era por la respuesta.

― ¿Debo entender que usted alguna vez ha portado una de estas “curiosas marcas”?... Si es así, realmente me gustaría saber cuál era el cargo que desempeñaba. ― De nuevo hizo una pausa, pero ahora con una intención distinta, la de hacer más relajada la charla al cambiar levemente el tono por uno más ameno, pero en el que sería muy difícil saber si aquello era una simple broma para justificar su intromisión, o realmente le estaba haciendo una oferta; aunque probablemente fuera una mezcla de ambas. ― Justamente ahora, estoy falta de personal.

En ese instante el fuerte sonido de la tormenta desbordándose intempestivamente, pareció interrumpir la charla de una manera agradable. Alyssa desvió la mirada por un segundo hacia la ventana, como reflejo, y de inmediato le devolvió su atención esperando una respuesta, aunque no negaba que el sonido le parecía hipnotizante. Grandes gotas de agua rompiendo contra las altas copas de los árboles, la hojarasca y el mismo techo de aquella cabaña, en cantidades tales que apabullan cualquier otro sonido a la distancia. Mientras que el cielo, por fin cubierto de nubes negras, ofrecía la suficiente obscuridad como para hacer del resto del interior de esa construcción, un lugar seguro para ella.
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Mensaje por Laurence Vane Mar Oct 04, 2011 12:07 pm

Desde que ella entonó la primera frase en que hacía alusión al conocimiento sobre uniformes del que Laurence hizo alusión, él ya se imaginaba que rumbo era el que tomaría aquella conversación, pero aun así se preguntaba si de verdad ella sería capaz de seguir “indagando” acerca del tema, por lo que continuó sosteniéndole la mirada, adoptando esta una expresión de curiosidad similar a la que ella mostraba.

En algún punto, debió notarse que se sintió un poco incomodo, algo poco común para un hombre que estaba acostumbrado a tomarse todo a la ligera, aunque también debía aceptar que había mucho de diversión en esa incomodidad.

La persona ante él, adoptó a sus ojos un aire mucho más interesante. Ella era muy inteligente, de eso no cabía la menor duda y lo habría averiguado aun cuando se encontraran en otras circunstancias, unas que no les permitieran hablar, pero estaba convenció que simplemente con poder observar sus ojos durante un momento lo habría deducido; tenían ese brillo tan peculiar que el arrogantemente consideraba solo haber encontrado en los propios. Como pruebe de esa astucia , también estaba el hecho de que saló bastante bien de la treta que intentó para hacerla revelar si el carruaje volcado era suyo, desarmandolo incluso, ya que él no tenía conocimient de la casa nobles que habitaban en aquella región. Tenía que agregar a esto algunas cosas más, como su habilidad para manejar cosas tan sutiles como el lenguaje corporal y los silencios, no recordaba haberse encontrado con alguien así en su vida y esta era suficientemente larga como para que fuera un dato a tomar en consideración

Esperó hasta que ella concluyera, siendo entonces imposible que evitara emitir una leve risa al mismo tiempo en que la sonrisa ya dibujada en su rostro se hacía notablemente más amplia, un gesto de expresividad que no era muy común en una sociedad en la que el concepto de buena educación incluía una discreción en ocasiones excesiva. Pero en el caso de Laurence, aun cuando trataba de mantenerse en lo socialmente aceptado por resultar útil esta conducta para su desenvolvimiento en el mundo, en realidad podía ser tan expresivo como quisiera ya que no tenía ninguna posición social que cuida y tampoco la preocupación de desagradar a las personas de la comunicad a la que pertenecía ya que desde que el destino hizo que dejara de pertenecer a la especie humana, él no había tenido un lugar al que estuviese atado.

-Creo que mi comentario ha sido malinterpretado, Mylady... aunque no la culpo, tomando en cuenta que ahora mismo llevo una de estas peculiares vestimentas, resulta una conclusión lógica. Sentenció en un tono relajado, aunque sin caer en el exceso.

La lluvia en el exterior era fuerte y por lo tanto, el ruido que provocaba considerablemente alto, lo suficiente como para que momentáneamente les supusiera una interrupción, aunque seguramente cuando la caída de las gota tomara un ritmo más calmo, entonces resultaría un agradable sonido de fundo para su curiosa ambientación.

De cualquier manera, Laurence no reparó mucho en ello, su atención seguía fija en ella, así que no le pasó desapercibido que la mujer de ondulada cabellera carmesí desviara la mirada por breves instantes hacia la ventana. Como consecuencia de ello, él no pudo evitar realizar un momento un poco involuntario, debido a su condición de depredador que aprovecha cualquier aparente descuido, aunque ciertamente también llevaba la intención de importunarle, aunque fuese de una manera diferente. Se levantó en un movimiento rápido y con bastante sigilo, lo suficiente como para que ella no le escuchara plantarse sobre el piso.

Con ese simple avance, ahora se encontraban considerablemente más cerca de lo que un par de desconocidos solían estar, de hecho, era probable que hubiera incluso un poco menos de espacio del que toman dos personas que si se conocen cuando charlan. Esto lo hizo porque también notó el hecho de que a ella le molestó que ocupara el asiento que antes tuviera ella, así que ahora invadía un poco su espacio personal.

-He de decirle también que lamento mucho no poder ayudarla con el problema de su falta de personal. La manera de responder a esto fue tal que bien podría parecer que en realidad tenía cierta aflicción por ello, sin embargo, tomando en cuenta algunos otros aspectos de su comportamiento, también podría ser una manera de decir que se había tomado su oferta con humor aunque no totalmente en broma.

Inclinó levemente el rostro para encontrar clavar directamente sus ojos ámbar en los celestes orbes de ella, entonces continuó hablando con la misma actitud de antes.

-Como imaginará ahora, mi conocimiento sobre uniformes se debe a otras causas. Tampoco reveló nada de si mismo con esa respuesta. -Aunque por supuesto, aun sin trabajar para ninguna casa noble, tengo una ocupación. Hizo entonces una pausa curiosa, probablemente con la intención de aumentar el interés por lo que diría a continuación,. -Digamos que soy un cazador... A estas palabras siguió un nuevo silencio, esta vez con la intención de aligerar. -Por lo menos... la mayor parte del tiempo...

A esa respuesta le siguió de nuevo una amplia sonrisa, no se mostraba amenazante, definitivamente no era su intención, pero si intentaba intrigarla por lo menos un poco.
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Mensaje por Alyssa Beaumont Dom Oct 09, 2011 11:11 pm


Solo había sido un pequeño descuido por aquella aplastante confianza en sí misma que desde hacía mucho tiempo, la hacía subestimar e ignorar a cada ser que cruzó por su camino; al parecer eso había cambiado.

Al volver la vista a su interlocutor, éste se encontraba en un sitio distinto, sorprendiéndola como no recordaba que le hubiera ocurrido. Pero eso no era lo peor, sino que no lo había escuchado… ¿Cómo algún ser en este mundo podría burlarla tan descaradamente, estando justo frente a ella? En verdad la pelirroja estaba consternada. Aunque ese asunto no terminaba ahí… Al haberlo buscado en el sillón su mirada iba dirigida ligeramente hacia abajo, así que ahora se había encontrado justo con su pecho y mucho más cerca de lo apropiado. Levantó la mirada con un leve sobresalto para buscar sus ojos, desafortunadamente sin poder evitar que de entre sus labios levemente abiertos, escapara una especie de pesada inspiración como reacción inmediata a la inapropiada invasión de su espacio.

Había tenido que levantar bastante el rostro para encontrar de nuevo esos ojos amarillos, él era mucho más alto que ella; no es que no lo supusiera, pero… el “enfrentamiento” es distinto. Además él tenía una complexión imponente, se notaba que era un hombre fuerte y eso no contribuía a que su cercanía pasara desapercibida, aún cuando Alyssa no se sentía amenazada.

Lo miró por un momento sin decir nada, sintiendo la imperiosa necesidad de dar un paso hacia atrás para poner distancia, pero en verdad tenía un conflicto… No podía obviar que él estaba haciendo eso para importunarla, estaba demasiado cerca para ser un error. Así que “salir corriendo” no era una opción. Las reglas de conducta le dictaban qué hacer en cada ocasión de manera impecable, pero Alyssa era un caso curioso; ni una sola vez en su larga vida había dudado de qué era lo apropiado para mantener la clase y sabía que podía hacerlo sin tener que esforzarse, pero no siempre era así… Una peculiaridad de la mujer de ojos azules era la de adaptación; la cínica adaptación, hay que aclarar. Por lo que jamás se sentía fuera de lugar en algún sitio o situación. Podía manejarse sin conflictos como lo dictaba el momento, aunque para ello evidentemente solía ignorar muchas reglas sociales cómo la mayoría de sus contemporáneos juzgaría impensable; pero claro, siempre en privado.

Ese hombre era distinto, no tenía dudas y no lo negaría, algo en su actitud y su presencia le decían que había mucho más tras aquella profunda mirada; para una mujer como ella eso casi significaba un reto. En ese preciso instante se sentía bastante invadida e incómoda de una forma muy poco común, y no sólo por la cercanía, sino por el atrevimiento, el avance y lo inapropiado de la situación; ella era una mujer noble y él un vagabundo… en la sociedad que ella conocía, eso solía suponer un respeto preestablecido, ésta era una idea incómodamente peculiar.

No había muchas cosas en el mundo que pusieran a Alyssa nerviosa, hasta donde sabía ella podía ser la depredadora de todo lo que caminara en el mundo, no estaba muy familiarizada con ese tipo de reacciones y eso era un contratiempo ya que de primera instancia no había podido disimularlo por completo, pero pronto había recuperado la calma. Desvió la mirada concentrándose en otra de las emociones que la estrategia de su inesperado compañero de charla, había provocado, y esa era la sorpresa divertida. Hay que decir que toda su anterior disertación, la orillaba a estar más que divertida para ese punto de lo que recordaba haber estado hacía suficiente tiempo cómo para que esto fuera memorable. ¿Cómo se había atrevido?... Para ella la indignación no significaba lo mismo que para los demás. Esbozó una sonrisa que debió reprimir mucho para que no fuera demasiado evidente, aunque no lo logró por completo y el resto de su expresión hacía perfecto juego a la idea que cruzó por su mente, que si él leía bien se traduciría a un divertido pero no menos incómodo “¿Qué haces?... No puedo creer que te me acerques tanto.” Inconvenientemente la educación evitaba expresar en voz alta muchas cosas, incluso “dudas” tan básicas.

Haciendo un esfuerzo miró de nuevo en sus ojos tratando de parecer natural, en verdad lo intentó… Aunque un leve rastro de aquella sonrisa seguía en sus labios mientras escuchaba las respuestas.

― Ya veo… ― Respondió ampliando un poco el gesto. ― Me muero por saber qué es lo que caza.

Juzgó entonces que había pasado el suficiente tiempo como para no verse demasiado molesta por el avance, y dio un paso hacia atrás para poner algo de distancia, lo suficiente como para que charlaran dos personas que se conocen; reparando entonces en la pequeñez de la cabaña, al pensar en el breve espacio que había detrás de ella. Sostuvo su mirada al retroceder y luego continuó con la plática como si nada.

― Me agrada el tema, su ocupación me parece fascinante... Supongo que no tendrá inconveniente en compartir conmigo alguna anécdota. ― Evidentemente esto tenía una doble intención. ― Le aseguro que soy una buena oyente.

La lluvia había tomado un ritmo más uniforme, haciendo que el sonido de las gotas fuera muy agradable y que al mismo tiempo brindara una sensación realmente acogedora, creando la idea de que mantenía esa pequeña cabaña que ahora era el refugio de dos almas parecidas, totalmente apartada del resto de mundo.

― Tengo entendido que por aquí no hay muchos animales grandes ¿es cierto? ― Sabía la respuesta con certeza, pero por la cínica cortesía femenina debía preguntarle, aunque claro, jamás podría quedarse “solo así”. ― Porque en ese caso… supongo que cazar conejos no debe ser muy difícil… ― Que acopio de fuerza tuvo que hacer para no estallar en carcajadas… Aún viéndose tan fingidamente inocente como actuó para pronunciar ese comentario, era obvio que era un descarado intento de devolverle la incomodidad.
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