AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Abrí los ojos abruptamente. El proceso de curación finalmente había cesado. Una aplastante oscuridad engullía mi cuerpo. Por supuesto, no se podía esperar lo contrario del lugar donde me encontraba. ¡Maldita sea! ¿Cómo no le había visto venir? Una sonrisa sarcástica apareció en mi rostro. “Las curvas de aquélla cazadora” Sí. Esa había sido la causa por la que había bajado la guardia. Tenía que admitirlo, la mujer sabía actuar. Un segundo la tenía bajo control y en el otro… Era mi cuerpo el que se encontraba estacado. “Desearás haber terminado con el trabajo”, gruñí, observando el hueco en mi camisa, la única prueba que quedaba de lo que me había hecho terminar en este lugar. Las pisadas en el pasillo me hicieron incorporarme de golpe. Estaba débil. Necesitaba mucha sangre y una víctima se acercaba. ¿Una semana en Paris y ya me había pasado esto? Una experiencia única y nada divertida. El humano con una bata blanca ingresó al cuarto con una tabla en sus manos. Seguro. Ahora venía a hacerme los, huh, ¿estudios? Mis caninos se encontraban a la vista, algo que no me molesté en ocultar. Antes de que el humano tuviese la oportunidad de llegar al interruptor, mis colmillos se enterraron en su cuello.
El crepúsculo estaba por llegar, podía sentirlo. Necesitaba llegar a la mansión para salir en su búsqueda. Regresar a Paris no habría estado en mis planes si ella no me hubiese acechado constantemente. Mis pensamientos solo fluían en esa dirección. Tirando el cuerpo sin vida de mi víctima, disfruté de la sensación que recorrió mi ser, al sentir la fuerza de mis poderes. La maravilla de la sangre humana. Solo había algo que deseaba tanto y ese eran las caricias mortales de Lady Von Fanel. Mi cuerpo reaccionó por instinto. Deseaba verle. Más que verle… tenerle. “Que ironía. Rodeado por muertos” Ansioso y sin saber porqué, me encontré saliendo al pasillo. El olor a sangre, alcohol y medicina impregnó mis fosas nasales. Los quejidos de los pacientes acaparaban mi sentido auditivo. Paredes blancas y… Una enfermera atrajo mi atención. Aunque el humano había saciado mi apetito, el postre venía en una mejor presentación. No tardé en utilizar mis poderes para llevarle a una habitación vacía y disfrutar del banquete. En cuanto el crepúsculo llegó, abandoné el hospital. Buscar a la cazadora habría sido mi prioridad tiempo atrás, ahora solo podía pensar en ella. Ya tendría tiempo para la venganza…
Me adentré en el bosque. Ir sin camisa por las calles parisinas solo me haría el centro de atención. Algo que odiaba. Suponía que vivir en las afueras de Paris tenía sus ventajas. En cuanto me acerqué a mis dominios, un olor inconfundible puso mis sentidos en alerta. La realidad superaba a la ficción, sin duda… Mis labios se curvaron lentamente. Mis sentidos se agudizaron. Di un paso más, esperando… y entonces, nada. ¿Ella tenía el control? No. Jamás permitiría que una mujer gobernara sobre mí. ¿Entonces, porqué mi mente creaba este tipo de ilusiones? Porque Lorraine no se parecía a ninguna mujer con quien había pasado una noche. La respuesta llegó de algún lugar en mi mente. Me había vuelto adicto a ella sin saberlo… y ahora estaba en búsqueda de la droga que aplacaría todos mis deseos.
Última edición por Lucern Ralph el Miér Jun 22, 2011 1:26 pm, editado 4 veces
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
“Historias de terror”
En medio de la nada se escuchan los pasos continuos de un ente, el rugir de las hojas bajo sus pies no hace desaparecer el sonido que le persigue como su sombra. Afuera los lobos arrojan su cantico estridente, buscan salvaguardar una vida, un cuerpo perdido en el infinito bosque. Un camino se dibuja con el pasar de nuestro espectro andante que, sin saber nada continua su camino sin prestarle atención a los gritos desesperados de un saco de huesos que es arrastrado por sus manos.
Un atavío esta de sobra, esos pomposos vestidos con corsé asfixiante y faldas largas impiden la cacería nocturna de una dama que sale a divertirse por allí, sin poder ser detenida; por ello esta noche lo que cubre el cuerpo de una doncella no es otra cosa que un pantalón varonil y una camisa blanca. El andar del monstruo se detiene en seco, soltando de un golpe el cuerpo que arrastra consigo, las heridas de ese cuerpo están sangrando, dejan su carmesí marca sobre las hojas y la tierra, pero esta vez el olor de esa sangre no confunde al asesino que únicamente fue al bosque obscuro bajo una maldita razón.
El silencio puede ser el más fuerte de todos los ruidos y el mortal que descansa suplicante reconoce la melodía de la muerte. Las plegarias desvarían dentro de lo común, ofrece riquezas que no tiene, vidas humanas que no le pertenecen, el alma que no le sirve de nada, pero su victimario no se tienta el corazón. Una sola maldita vez le mira directamente a los ojos solo para darse cuenta que es su final y los cazadores le siguen de cerca, ¡es una trampa!
La emboscada esta preparada, el saco de huesos se regodea internamente al escuchar las voces de sus compañeros, una sonrisa de medio lado cubre sus facciones y la vampiresa lo mira leyendo sus pensamientos “Pobre imbécil” añade ella en su propia cabeza. La sorpresa sería para ellos. Levanta el cuerpo de su humano, persigue el efluvio de los demás sin moverse ni un ápice, su mirada se enfoca agudamente en la cabeza de uno de ellos, el más atractivo, el más galante… Corta la rama de un árbol produciendo un ruido, llamando la atención de sus perseguidores, esa misma rama es quebrada en dos y clavada en las manos del mortal sobre la tierra para que no escapase, este al sentir la penetración en su piel aúlla de dolor, provocando el vuelo de las aves nocturnas, un par de murciélagos y dando la ubicación de su paradero.
Los tres hombres que siguen el rastro de su compañero llegan a un pequeño claro en el bosque donde la neblina se disipa, los rayos de una luna menguante ya no son opacados por las tétricas y retorcidas extremidades de la vegetación. Y lo primero a su vista es el cuerpo crucificado de su ¿amigo? Tras la cantata de una carcajada burlona en ecos esparciéndose por doquier. ¿Dónde se metió el demonio? En cima de una rama oscilante por el peso de la mujer, una mirada asesina disfruta la desesperación, la angustia, el miedo, el terror. Los susurros cubren el campo, susurros que transportan el pánico interno hasta el exterior de los cazadores, apresurados en su rescate, socorren el cuerpo que terminará por desangrarse. Una brisa anuncia el pasar de un fantasma, erizando la piel de los mortales ¡Esa maldita carcajada sembrada en sus pesadillas no puede callarse! Resuena en su mente al igual que en la soledad del bosque.
Uno a uno los cuerpos van cayendo, una muerte rápida y piadosa para los afortunados mortales, excepto el que atrapo la mirada de la vampiresa desde el comienzo de su juego. “Divide y vencerás” Fue lo que hizo, su método aplicado, ese que nunca le falla sin importar la circunstancia. Se aproxima a un caballero de melena rubia, ojos claros, cuerpo fornido y ese par de labios incitantes a besarlos arrancándoles un pedazo. – Por que no fuisteis más sabio, vuestro líder os dio una orden “Quedaros aquí, voy en busca de Pierre” – Una voz como si se tratase del habla de una ninfa llega hasta los tímpanos del muchacho. Los bellos de su piel se levantan al sentir el escalofrío recorriendo su cuerpo. Alerta en todo momento toma el arma entre sus manos, alternando la vista de un callejón obscuro a otro, observando los cadáveres de sus compañeros, sintiendo en su corazón el más terrible de los miedos. Quiere gritar, correr y llorar pero sus piernas se congelan.
La vampiresa lo espera tras su espalda y mientras el muchacho reaccione ella aspira el perfume de su cuerpo, cerrando los ojos degustando en sus fosas nasales el embriagante olor de la inocencia y la juventud. Un estúpido niño de 17 años moriría esta noche solo por el afán de sentirse hombre. Toma el brazo del humano con un sordo movimiento, derribándolo para poder así arrastrarlo hasta su hogar. Más primero se encarga de colocar los demás cadáveres en un círculo, desprende sus corazones y los coloca justo en medio de dicha figura, parece un ritual en adoración al demonio, ¡excelente táctica! Nadie pensará que fue un vampiro, todos se irán contra las brujas.
Llantos, chillidos, alaridos fúnebres, llenos de suplicas infantiles… En lugar de hacer sentir un poco de lástima a la mujer, simplemente le resulta más gratificante, alimentan más su locura, excitando su ser, depravando su mente. Continúa su camino con el cuerpo a cuestas, se arrastra, siendo lacerado por las piedras y una que otra cosa puntiaguda en el camino, impregnando con su olor a sangre el camino, hasta que la maldita lamia suelta el brazo del hombrecillo. – Corre – Dice, ¿Qué demonios esta pasando? Ese juego ya lo había ejecutado tiempo atrás ¿Por qué repetirlo? O será que… ¿En verdad lo estaba dejando libre? La vampiresa sigue un nuevo efluvio, un algo que le hace atravesar la penumbra en silencio, sus sentidos están completamente alertas, busca entre la negrura, sus ojos se enfocan en puntos difuminados por el color negro y nada…
Se mueve tan rápidamente que es imposible que alguien le vea andar por allí, tras su paso deja ventiscas que arremolinan las hojas secas, enfrascándolas en su propia fragancia tan adictiva como su sangre. Salta, esquiva un par de árboles caídos hasta que la pálida silueta de un hombre se le revela a través de una epifanía – Lucern… - Susurra en cuclillas al mirar lejanamente al dueño de tal nombre, se queda congelada observando los movimientos ajenos, olvidando su ser de sangre, sintiendo el vacío en su interior, un vacío que solo puede ser saciado con una cosa. Atrapa entre sus dientes una de sus muñecas y desgarra su piel, permitiendo la salida de su sangre. Se pone de pie y juegue a las escondidas con el vampiro dejando marcas de su líquido inmortal en uno que otro árbol.
Un atavío esta de sobra, esos pomposos vestidos con corsé asfixiante y faldas largas impiden la cacería nocturna de una dama que sale a divertirse por allí, sin poder ser detenida; por ello esta noche lo que cubre el cuerpo de una doncella no es otra cosa que un pantalón varonil y una camisa blanca. El andar del monstruo se detiene en seco, soltando de un golpe el cuerpo que arrastra consigo, las heridas de ese cuerpo están sangrando, dejan su carmesí marca sobre las hojas y la tierra, pero esta vez el olor de esa sangre no confunde al asesino que únicamente fue al bosque obscuro bajo una maldita razón.
El silencio puede ser el más fuerte de todos los ruidos y el mortal que descansa suplicante reconoce la melodía de la muerte. Las plegarias desvarían dentro de lo común, ofrece riquezas que no tiene, vidas humanas que no le pertenecen, el alma que no le sirve de nada, pero su victimario no se tienta el corazón. Una sola maldita vez le mira directamente a los ojos solo para darse cuenta que es su final y los cazadores le siguen de cerca, ¡es una trampa!
La emboscada esta preparada, el saco de huesos se regodea internamente al escuchar las voces de sus compañeros, una sonrisa de medio lado cubre sus facciones y la vampiresa lo mira leyendo sus pensamientos “Pobre imbécil” añade ella en su propia cabeza. La sorpresa sería para ellos. Levanta el cuerpo de su humano, persigue el efluvio de los demás sin moverse ni un ápice, su mirada se enfoca agudamente en la cabeza de uno de ellos, el más atractivo, el más galante… Corta la rama de un árbol produciendo un ruido, llamando la atención de sus perseguidores, esa misma rama es quebrada en dos y clavada en las manos del mortal sobre la tierra para que no escapase, este al sentir la penetración en su piel aúlla de dolor, provocando el vuelo de las aves nocturnas, un par de murciélagos y dando la ubicación de su paradero.
Los tres hombres que siguen el rastro de su compañero llegan a un pequeño claro en el bosque donde la neblina se disipa, los rayos de una luna menguante ya no son opacados por las tétricas y retorcidas extremidades de la vegetación. Y lo primero a su vista es el cuerpo crucificado de su ¿amigo? Tras la cantata de una carcajada burlona en ecos esparciéndose por doquier. ¿Dónde se metió el demonio? En cima de una rama oscilante por el peso de la mujer, una mirada asesina disfruta la desesperación, la angustia, el miedo, el terror. Los susurros cubren el campo, susurros que transportan el pánico interno hasta el exterior de los cazadores, apresurados en su rescate, socorren el cuerpo que terminará por desangrarse. Una brisa anuncia el pasar de un fantasma, erizando la piel de los mortales ¡Esa maldita carcajada sembrada en sus pesadillas no puede callarse! Resuena en su mente al igual que en la soledad del bosque.
Uno a uno los cuerpos van cayendo, una muerte rápida y piadosa para los afortunados mortales, excepto el que atrapo la mirada de la vampiresa desde el comienzo de su juego. “Divide y vencerás” Fue lo que hizo, su método aplicado, ese que nunca le falla sin importar la circunstancia. Se aproxima a un caballero de melena rubia, ojos claros, cuerpo fornido y ese par de labios incitantes a besarlos arrancándoles un pedazo. – Por que no fuisteis más sabio, vuestro líder os dio una orden “Quedaros aquí, voy en busca de Pierre” – Una voz como si se tratase del habla de una ninfa llega hasta los tímpanos del muchacho. Los bellos de su piel se levantan al sentir el escalofrío recorriendo su cuerpo. Alerta en todo momento toma el arma entre sus manos, alternando la vista de un callejón obscuro a otro, observando los cadáveres de sus compañeros, sintiendo en su corazón el más terrible de los miedos. Quiere gritar, correr y llorar pero sus piernas se congelan.
La vampiresa lo espera tras su espalda y mientras el muchacho reaccione ella aspira el perfume de su cuerpo, cerrando los ojos degustando en sus fosas nasales el embriagante olor de la inocencia y la juventud. Un estúpido niño de 17 años moriría esta noche solo por el afán de sentirse hombre. Toma el brazo del humano con un sordo movimiento, derribándolo para poder así arrastrarlo hasta su hogar. Más primero se encarga de colocar los demás cadáveres en un círculo, desprende sus corazones y los coloca justo en medio de dicha figura, parece un ritual en adoración al demonio, ¡excelente táctica! Nadie pensará que fue un vampiro, todos se irán contra las brujas.
Llantos, chillidos, alaridos fúnebres, llenos de suplicas infantiles… En lugar de hacer sentir un poco de lástima a la mujer, simplemente le resulta más gratificante, alimentan más su locura, excitando su ser, depravando su mente. Continúa su camino con el cuerpo a cuestas, se arrastra, siendo lacerado por las piedras y una que otra cosa puntiaguda en el camino, impregnando con su olor a sangre el camino, hasta que la maldita lamia suelta el brazo del hombrecillo. – Corre – Dice, ¿Qué demonios esta pasando? Ese juego ya lo había ejecutado tiempo atrás ¿Por qué repetirlo? O será que… ¿En verdad lo estaba dejando libre? La vampiresa sigue un nuevo efluvio, un algo que le hace atravesar la penumbra en silencio, sus sentidos están completamente alertas, busca entre la negrura, sus ojos se enfocan en puntos difuminados por el color negro y nada…
Se mueve tan rápidamente que es imposible que alguien le vea andar por allí, tras su paso deja ventiscas que arremolinan las hojas secas, enfrascándolas en su propia fragancia tan adictiva como su sangre. Salta, esquiva un par de árboles caídos hasta que la pálida silueta de un hombre se le revela a través de una epifanía – Lucern… - Susurra en cuclillas al mirar lejanamente al dueño de tal nombre, se queda congelada observando los movimientos ajenos, olvidando su ser de sangre, sintiendo el vacío en su interior, un vacío que solo puede ser saciado con una cosa. Atrapa entre sus dientes una de sus muñecas y desgarra su piel, permitiendo la salida de su sangre. Se pone de pie y juegue a las escondidas con el vampiro dejando marcas de su líquido inmortal en uno que otro árbol.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
El bosque se ha teñido de un rojo escarlata ante los ojos del vampiro. Los rayos plata no son más que los últimos toques de un pintor a su obra de arte, pinceladas que se deslizan a través de los árboles, creando formas entre las hojas secas que se encuentran esparcidas en el suelo sin seguir un patrón en común. El vampiro da un paso conforme su boca se tuerce en una voluntaria y siniestra sonrisa, escuchando el delicioso crujir de las hojas bajo la suela de sus zapatos; se detiene y emite el nombre de la vampiresa que observa desde lo alto de un árbol.
Es solo un susurro que se une a las ráfagas de viento para llegar hasta ella, misma que finge ser su boca acariciando su piel fría y marmórea. Percibe la belleza de una encantadora e idónea sonrisa que se esconde bajo la oscura y tétrica noche en el rostro que ha invocado desde su partida. Los árboles se agitan estruendosamente, creando una danza entre sus ramas, mezclando el olor a humedad, a tierra, a pasto… a ELLA. Es inigualable. La sangre humana nunca ha presentado una esencia tan cautivadora. Inhala con fuerza y atrapa en sus pulmones esa enloquecedora, exótica y deliciosa fragancia.
La atención del vampiro está centrada en el suave crujir de las ramas, excluyéndose de cualquier otro sonido, excluyéndose del mundo. Sin esfuerzo alguno, sube al árbol donde segundos antes Lady Lorraine estuvo observando. Su rastro es solo una mancha oscura, pero el vampiro no duda en inclinarse y mojar sus dedos en la sangre fresca, tiñéndolos del rojo más intenso. Sonríe ante el juego que están llevando a cabo. “Le advierto que jamás he perdido en una persecución.” Su voz es seductora. Es imposible hablarle de otro modo a la mujer que ha estado buscando desde su llegada. Saborea su sangre, un aperitivo que hace rugir a la bestia, al hombre… al demonio que ella logró aplacar entre sus brazos.
Escucha esa melodiosa risa y sale en busca de ese encuentro. “Le he encontrado en el lugar menos inesperado”. Se siente estúpido. ¿Y quién no? Una conversación con el receptor a metros de distancia, no es algo que se haga a menudo. El vampiro se detiene. Observa a su alrededor y no percibe nada. ¿Le ha perdido? No. Está ahí. Puede sentirle. Solo puede pensar en encontrarle y acercársele. Ha pasado tanto tiempo. Éste último nunca había sido tan importante como ahora. Aumenta su velocidad en cuanto decide que es tiempo de ponerle fin al juego. El olor almizcleño de Lorraine se intensifica y en cuanto sabe que está cerca, pasa sobre ella. “Basta de juegos, mi Lady.”
Sus labios se curvean lentamente en cuanto atrapa la mirada de Lorraine. “Mis memorias palidecen ante la realidad de verle finalmente.” El vampiro da un paso... sus ojos son hipnotizados por esos labios tan finos y delgados. La exigencia de reclamarlos es infernal. Antes de que ella pudiese predecirlo, antes de que él pudiese contenerse… se encontró aferrándose a su cabello, atrayéndole para sí mismo. La necesidad superó a la razón… Su boca se adueñó del refugio que ella representaba para su aliento. La calidez y el sabor a sangre en la boca de Lorraine, endurecieron su cuerpo. No importaban las reacciones de la vampiresa en cuestión, solo había lugar para el irrefrenable deseo que sintió a su alrededor...
Es solo un susurro que se une a las ráfagas de viento para llegar hasta ella, misma que finge ser su boca acariciando su piel fría y marmórea. Percibe la belleza de una encantadora e idónea sonrisa que se esconde bajo la oscura y tétrica noche en el rostro que ha invocado desde su partida. Los árboles se agitan estruendosamente, creando una danza entre sus ramas, mezclando el olor a humedad, a tierra, a pasto… a ELLA. Es inigualable. La sangre humana nunca ha presentado una esencia tan cautivadora. Inhala con fuerza y atrapa en sus pulmones esa enloquecedora, exótica y deliciosa fragancia.
La atención del vampiro está centrada en el suave crujir de las ramas, excluyéndose de cualquier otro sonido, excluyéndose del mundo. Sin esfuerzo alguno, sube al árbol donde segundos antes Lady Lorraine estuvo observando. Su rastro es solo una mancha oscura, pero el vampiro no duda en inclinarse y mojar sus dedos en la sangre fresca, tiñéndolos del rojo más intenso. Sonríe ante el juego que están llevando a cabo. “Le advierto que jamás he perdido en una persecución.” Su voz es seductora. Es imposible hablarle de otro modo a la mujer que ha estado buscando desde su llegada. Saborea su sangre, un aperitivo que hace rugir a la bestia, al hombre… al demonio que ella logró aplacar entre sus brazos.
Escucha esa melodiosa risa y sale en busca de ese encuentro. “Le he encontrado en el lugar menos inesperado”. Se siente estúpido. ¿Y quién no? Una conversación con el receptor a metros de distancia, no es algo que se haga a menudo. El vampiro se detiene. Observa a su alrededor y no percibe nada. ¿Le ha perdido? No. Está ahí. Puede sentirle. Solo puede pensar en encontrarle y acercársele. Ha pasado tanto tiempo. Éste último nunca había sido tan importante como ahora. Aumenta su velocidad en cuanto decide que es tiempo de ponerle fin al juego. El olor almizcleño de Lorraine se intensifica y en cuanto sabe que está cerca, pasa sobre ella. “Basta de juegos, mi Lady.”
Sus labios se curvean lentamente en cuanto atrapa la mirada de Lorraine. “Mis memorias palidecen ante la realidad de verle finalmente.” El vampiro da un paso... sus ojos son hipnotizados por esos labios tan finos y delgados. La exigencia de reclamarlos es infernal. Antes de que ella pudiese predecirlo, antes de que él pudiese contenerse… se encontró aferrándose a su cabello, atrayéndole para sí mismo. La necesidad superó a la razón… Su boca se adueñó del refugio que ella representaba para su aliento. La calidez y el sabor a sangre en la boca de Lorraine, endurecieron su cuerpo. No importaban las reacciones de la vampiresa en cuestión, solo había lugar para el irrefrenable deseo que sintió a su alrededor...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
“Espasmos de perdición y muerte”
¡Oh, Lucern! El nombre de un vampiro que cuesta trabajo olvidar. Una esencia que no tiene comparación y que reduce a cenizas el recuerdo que la dama guarda de él, cenizas adoquinadas con el fuego de una pasión más allá de lo esperado. Su olor es solo una maldita mezcla de sabores que perdidos en sus memorias incitando su cuerpo, enloqueciendo sus pensamientos uno a uno, arrancando de su pecho suspiros tan inusuales en la mujer como la vida, como la vida en el estéril desierto.
Escapar de sus brazos no es una opción que aliente a la morena, sin embargo, dentro de su demencia no puede evitar el correr en dirección opuesta al caballero. ¡Oh, bendita tortura, que atrapas en tu agonía el grito empedernido del sufrimiento! No se ha visto mujer alguna que añore el sacrificio de su muerte noche tras noche. Someterse a los deseos de su amo, sentirse la puta del demonio, rogar, implorar un poco más de ese estúpido desdén que al que se volvió adicta. Dos siglos queriendo encontrar a un hombre fuera de lo común, a un vampiro tan amante del pecado como Lorraine misma. ¿Será que lo encontró? Eso no importa, su único deseo es probar indecentemente una vez más de su piel, desgarrar ese cuerpo marmóreo con sus propias manos y esclavizar a su amante.
Resuena en el silencio la voz de Lucern, esa maldita voz tan adictiva que traspasa las barreras de la distancia para instalarse en los tímpanos de la dama, condenando y enjuiciando su cordura. Las notas graves, el sonido de su garganta al llamarla, envenenando los propios labios del vampiro al si quiera atreverse a dedicarle una palabra. ¡Maldita sea! Maldita mil veces más sea la voz del varón que ni con los gritos de demonios en sus orgías se puede callar. Desgarra sus entrañas, empapa sus recuerdos con una película delgada de una silueta extraña, no puede tratarse de nadie más, solo él, solo él…
Es emboscada por su presa, quien disfruta de la cacería tanto como ella. La maldita curvatura en sus labios es una sonrisa de hechizantes logros. ¿Quién puede resistirse al demonio cuando su disfraz es el de un Dios? Y sus rodillas flagelan al instante en que convierte sus sueños a la más espectacular de las pesadillas, sí… es Lord Ralph, pero esta vez la mujer, ese increíble ángel caído de hermosa y escultural figura, planea una travesura que satisfaga todas y cada una de sus rabietas infantiles – No Monsieur, ni si quiera a iniciado… - Responde con una sensualidad nata en su voz, acorralando el cuerpo del vampiro con el suyo. Prestando una mirada insinuante a los depredadores ojos de Lucern. Sin tiempo para predecir su futuro se encuentra sujeta por su cabello, atraída por el brazo del vampiro, chocando cuerpo a cuerpo, sintiendo la pasión aflorar desde su perversión.
Una vez más sus labios son sacrílegamente profanados, los espasmos del muerto quien le besa son frenéticamente infectados por el líquido escarlata de una sangre inmortal, la sangre de la vampiresa quien ha desgarrado su muñeca instantes atrás. Como fiera que atiende su hambruna, su delirio total por consumir, por su supervivencia, arroja el cuerpo del enemigo contra el suelo, montándose sobre él como quien ha domado a la bestia, acaricia con su uña la mejilla del mismo, con una mirada perdida en la demencia – Y su recuerdo renace en mis pensamientos como el fénix de un cuento maldito – Complementa la frase de Lucern, con su propia prosa. – Mil lamentos se han escuchado en mi mansión, son esa misma cantidad de lamentos los que ha arrojado mi ser al no poder sentirle tan cerca como hasta ahora ¡Gracias al infierno, que mis ojos al fin pudieron una vez más verlo! – Sonríe y se pone de pie hechizando con su mirar al vampiro, agonizando, contaminando la presumida cordura que el loco posee.
Escapar de sus brazos no es una opción que aliente a la morena, sin embargo, dentro de su demencia no puede evitar el correr en dirección opuesta al caballero. ¡Oh, bendita tortura, que atrapas en tu agonía el grito empedernido del sufrimiento! No se ha visto mujer alguna que añore el sacrificio de su muerte noche tras noche. Someterse a los deseos de su amo, sentirse la puta del demonio, rogar, implorar un poco más de ese estúpido desdén que al que se volvió adicta. Dos siglos queriendo encontrar a un hombre fuera de lo común, a un vampiro tan amante del pecado como Lorraine misma. ¿Será que lo encontró? Eso no importa, su único deseo es probar indecentemente una vez más de su piel, desgarrar ese cuerpo marmóreo con sus propias manos y esclavizar a su amante.
Resuena en el silencio la voz de Lucern, esa maldita voz tan adictiva que traspasa las barreras de la distancia para instalarse en los tímpanos de la dama, condenando y enjuiciando su cordura. Las notas graves, el sonido de su garganta al llamarla, envenenando los propios labios del vampiro al si quiera atreverse a dedicarle una palabra. ¡Maldita sea! Maldita mil veces más sea la voz del varón que ni con los gritos de demonios en sus orgías se puede callar. Desgarra sus entrañas, empapa sus recuerdos con una película delgada de una silueta extraña, no puede tratarse de nadie más, solo él, solo él…
Es emboscada por su presa, quien disfruta de la cacería tanto como ella. La maldita curvatura en sus labios es una sonrisa de hechizantes logros. ¿Quién puede resistirse al demonio cuando su disfraz es el de un Dios? Y sus rodillas flagelan al instante en que convierte sus sueños a la más espectacular de las pesadillas, sí… es Lord Ralph, pero esta vez la mujer, ese increíble ángel caído de hermosa y escultural figura, planea una travesura que satisfaga todas y cada una de sus rabietas infantiles – No Monsieur, ni si quiera a iniciado… - Responde con una sensualidad nata en su voz, acorralando el cuerpo del vampiro con el suyo. Prestando una mirada insinuante a los depredadores ojos de Lucern. Sin tiempo para predecir su futuro se encuentra sujeta por su cabello, atraída por el brazo del vampiro, chocando cuerpo a cuerpo, sintiendo la pasión aflorar desde su perversión.
Una vez más sus labios son sacrílegamente profanados, los espasmos del muerto quien le besa son frenéticamente infectados por el líquido escarlata de una sangre inmortal, la sangre de la vampiresa quien ha desgarrado su muñeca instantes atrás. Como fiera que atiende su hambruna, su delirio total por consumir, por su supervivencia, arroja el cuerpo del enemigo contra el suelo, montándose sobre él como quien ha domado a la bestia, acaricia con su uña la mejilla del mismo, con una mirada perdida en la demencia – Y su recuerdo renace en mis pensamientos como el fénix de un cuento maldito – Complementa la frase de Lucern, con su propia prosa. – Mil lamentos se han escuchado en mi mansión, son esa misma cantidad de lamentos los que ha arrojado mi ser al no poder sentirle tan cerca como hasta ahora ¡Gracias al infierno, que mis ojos al fin pudieron una vez más verlo! – Sonríe y se pone de pie hechizando con su mirar al vampiro, agonizando, contaminando la presumida cordura que el loco posee.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Perdido… Es así como Lucern Ralph se ha sentido. Sumergirse en las profundidades y los secretos que esconde Lorraine en esa mirada penetrante, cautiva sus sentidos. Un gruñido poco convencional resuena desde su pecho, pero es su boca la que se encarga de acallarlo del único modo que desea hacerlo, penetrando… acariciando… provocando e incitándole con su lengua a danzar… a beber de él si es necesario. Sus caninos han mordisqueado el labio inferior de la vampiresa, manteniendo esa vivaz línea roja y sedosa solo para sí. Sus manos se han perdido en las espléndidas curvas que moldean su figura, atrayendo sus caderas y restregando su cuerpo… Su garganta arde por el deseo que desborda ante la mujer que se acopla espléndidamente sobre él… La imagen de un barco en altamar siendo víctima del cántico de una sirena… Esa voz que atrae y corrompe, incapaz de acallar y olvidar una vez que ha sido escuchada… adorada. El vampiro desliza su mano por su espalda. Esa posición que comparten es tan ¡perfecta! El acceso, la visión que ofrece… se siente hambriento… en más de un sentido, insaciable… bañado por su aliento cálido y confortante. Justo cuando sus manos van más allá, todo lo obtenible es un maldito roce. “Mi Infierno personal.” Susurra tan suavemente para no ser escuchado.
Lorraine es su imán, imposible de resistir, de luchar; lo supo aquélla noche en el lago, en la forma en que se había entregado, tomando de él lo que ninguna otra mujer había tomado, tan salvaje, erótica y naturalmente. “Extrañarle fue una tortura” Susurra, deslizando su lengua por la curva de su oreja. Estar tras ella le permite aspirarle perversamente. La protuberancia en su cuerpo solo afirma lo que sus labios han dicho explícitamente. El deseo chisporrotea en el aire. Su voz ronca exige un contacto más íntimo. Uno que no está dispuesto a pedir. “Tomaré lo que me plazca”, piensa, moldeando la curvatura de sus senos… Su boca, ¡Demonios! Fingía ser un mar de agua hirviendo. Con determinación, el vampiro toma la mano de la vampiresa y la lleva hasta la erección que está necesitada de ella. La parte racional dicta que se detenga… Desafortunadamente o, quizás no tanto, es una muy mínima parte.
“ Tenemos que celebrar este reencuentro, mi lady. De un u otro modo, más me temo que en mi mente solo existe uno” Él también desea jugar, provocar… verle retorcer bajo sus manos… deleitarse con esa voz risueña… con jadeos que imploran por la llegada del éxtasis. El amortiguado sonido de un corazón desvalido, entra en acción… “¿Jugando con la comida de nuevo?” El vampiro reprende a su amante con coquetería, obligándole a girar sobre sus talones para quedar cara a cara… “Es alentador confirmar que algunas cosas jamás cambian” El doble sentido en sus palabras se disipa en cuanto le arrincona contra el tronco de un roble. El impacto es tal que las hojas del árbol se desprenden con mayor facilidad. ¡Otoño! Una estación que el vampiro aborrece, pero que ahora encuentra extremadamente atractivo. Su juego… hacerle implorar con su cuerpo… buscar el mismo sentimiento que ella enciende y aviva en él, como un maldito atizador... su atizador.
Lorraine es su imán, imposible de resistir, de luchar; lo supo aquélla noche en el lago, en la forma en que se había entregado, tomando de él lo que ninguna otra mujer había tomado, tan salvaje, erótica y naturalmente. “Extrañarle fue una tortura” Susurra, deslizando su lengua por la curva de su oreja. Estar tras ella le permite aspirarle perversamente. La protuberancia en su cuerpo solo afirma lo que sus labios han dicho explícitamente. El deseo chisporrotea en el aire. Su voz ronca exige un contacto más íntimo. Uno que no está dispuesto a pedir. “Tomaré lo que me plazca”, piensa, moldeando la curvatura de sus senos… Su boca, ¡Demonios! Fingía ser un mar de agua hirviendo. Con determinación, el vampiro toma la mano de la vampiresa y la lleva hasta la erección que está necesitada de ella. La parte racional dicta que se detenga… Desafortunadamente o, quizás no tanto, es una muy mínima parte.
“ Tenemos que celebrar este reencuentro, mi lady. De un u otro modo, más me temo que en mi mente solo existe uno” Él también desea jugar, provocar… verle retorcer bajo sus manos… deleitarse con esa voz risueña… con jadeos que imploran por la llegada del éxtasis. El amortiguado sonido de un corazón desvalido, entra en acción… “¿Jugando con la comida de nuevo?” El vampiro reprende a su amante con coquetería, obligándole a girar sobre sus talones para quedar cara a cara… “Es alentador confirmar que algunas cosas jamás cambian” El doble sentido en sus palabras se disipa en cuanto le arrincona contra el tronco de un roble. El impacto es tal que las hojas del árbol se desprenden con mayor facilidad. ¡Otoño! Una estación que el vampiro aborrece, pero que ahora encuentra extremadamente atractivo. Su juego… hacerle implorar con su cuerpo… buscar el mismo sentimiento que ella enciende y aviva en él, como un maldito atizador... su atizador.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
“Metamorfosis”
Una vez que su cuerpo ha sido esclavizado no puede resistirse. Es un acto increíble que dos cuerpos tan diferentes embonen a la perfección en aquel abrazo maligno al que se están entregando. El inquebrantable hechizo, le ha convertido en la presa perfecta para que la lujuria se deposite en cada una de sus terminales nerviosas y siente como el hombre recorre su silueta cuando esas atrevidas manos le acarician la curvatura de su pecho. No cabe duda que para un par de pérfidas mentes solo existe una razón que pueda unir a dos vampieros en una noche como esta.
En silencio, siempre en silencio hasta Lucern termina de hablar, no había necesidad de dirigirle la palabra, tampoco el leer sus pensamientos, todo era descifrado por el instinto salvaje, por ese empedernido deseo de sentir el placer del infierno, un acto carnal desangrando cada maldita parte de la mujer, un acto sexual que dejará en los labios ajenos el último susurro con su nombre, un nombre tan simple que no dice absolutamente nada, pero que el solo hecho de musitar despierta sentimientos encontrados tan poco elocuentes y aún así abre las puertas del infierno.
Una erección convulsiona por su ayuda, pide a gritos la intervención de la dama quien con una simple mueca de su rostro cede ante las plegarias silenciosas de su amante. Pero… ¿Por qué no corresponde el imprudente acto con otro peor? Hay algo en la fémina que no esta bien, el semblante de su rostro es divertido con una sombría intención, más si no es entregarse a los brazos del Monsieur, entonces ¿qué será? Arrinconada cual chiquilla que espera la violación a su cuerpo, Lorraine es arrastrada hasta chocar contra un árbol, desprendiendo hojas tristemente secas, su caída es tan sigilosa como las bestias que les rodean, pareciera que flotaran alrededor solo para pintar una escena romántica entre los “enamorados”, repudio, solo eso es lo que para la dama significa…
- Monsieur, ¿para qué jugar con comida corriente y miserable, si tengo el bufete frente a mí? – Cuestiona mirando fijamente los ojos del vampiro, recorriendo sus manos sobre el pecho del mismo, dibujando con sus yemas la curvatura de sus músculos, mordiendo su labio inferior probando su propia sangre. Envuelve entre sus brazos el cuello del vampiro para rosarlo suavemente con su lengua ¿Hambre? Solo un poco… Deja libre a su presa del infierno al que puede arrastrarlo, dobla sus rodillas para quedar arrodillada con la cara frente al pelvis de Lucern, se abraza a ella fuertemente, aspirando el olor de la perdición. Las entrañas de su cuerpo bailan con alevosía, el monstruo de su interior ruge cual oso hambriento después del crudo invierno.
La fuerza ejercida en ese abrazo desinhibido es tan brutal que hace caer al vampiro. – Oh, Lucern… Habéis despertado en mí lo que nadie, pero no por ello dejaré de jugar con vos, así soy… Una mujer endemoniada que busca su propia satisfacción – A gatas se coloca sobre el cuerpo del varón, toma sus manos y provoca que estas acaricien la divinidad de su propio cuerpo, besa con pequeños mordiscos el pecho del vampiro hasta llegar a su cuello, introduce su lengua en el oído de su “presa” lame obscenamente el órgano. Por su mente de niña, de sádica sexual además de hambrienta damisela solo se puede celebrar ese encuentro de una sola manera. Lord Ralph ya tenía en mene como hacerlo, no hizo falta que Lorraine lo descubriera con su don, don que seguramente ayudaría bastante a sus víctimas si tan solo pudiesen adelantarse a lo que esta pensando, pero Lucern… ¿Podrá hacerlo?
Se pone de pie rápidamente antes que cualquier otra cosa se suscitara. Respira profundamente y una vez más su carcajada estruendosa irrumpe en la nada, dejando el eco más sangriento y terrorífico jamás imaginado. Una de sus manos osa en ir la búsqueda del brazo vampírico de su acompañante. Una vez que lo encuentra hace exactamente lo mismo con el cuerpo sujeto a el, que con aquel chiquillo transformado en su cena, lo arrastra. - ¿Cuál es su mayor temor mi Lord? Esta noche se lo concederé… - Tal parece que le viento tiene miedo de aquella profecía arrojada por la arpía y entonces se escuchan los alaridos de los fantasmas sepultados a lo largo y ancho de aquel pedazo de bosque, que apesta a un solo hombre… Huele a él, a Lucern Ralph.
En silencio, siempre en silencio hasta Lucern termina de hablar, no había necesidad de dirigirle la palabra, tampoco el leer sus pensamientos, todo era descifrado por el instinto salvaje, por ese empedernido deseo de sentir el placer del infierno, un acto carnal desangrando cada maldita parte de la mujer, un acto sexual que dejará en los labios ajenos el último susurro con su nombre, un nombre tan simple que no dice absolutamente nada, pero que el solo hecho de musitar despierta sentimientos encontrados tan poco elocuentes y aún así abre las puertas del infierno.
Una erección convulsiona por su ayuda, pide a gritos la intervención de la dama quien con una simple mueca de su rostro cede ante las plegarias silenciosas de su amante. Pero… ¿Por qué no corresponde el imprudente acto con otro peor? Hay algo en la fémina que no esta bien, el semblante de su rostro es divertido con una sombría intención, más si no es entregarse a los brazos del Monsieur, entonces ¿qué será? Arrinconada cual chiquilla que espera la violación a su cuerpo, Lorraine es arrastrada hasta chocar contra un árbol, desprendiendo hojas tristemente secas, su caída es tan sigilosa como las bestias que les rodean, pareciera que flotaran alrededor solo para pintar una escena romántica entre los “enamorados”, repudio, solo eso es lo que para la dama significa…
- Monsieur, ¿para qué jugar con comida corriente y miserable, si tengo el bufete frente a mí? – Cuestiona mirando fijamente los ojos del vampiro, recorriendo sus manos sobre el pecho del mismo, dibujando con sus yemas la curvatura de sus músculos, mordiendo su labio inferior probando su propia sangre. Envuelve entre sus brazos el cuello del vampiro para rosarlo suavemente con su lengua ¿Hambre? Solo un poco… Deja libre a su presa del infierno al que puede arrastrarlo, dobla sus rodillas para quedar arrodillada con la cara frente al pelvis de Lucern, se abraza a ella fuertemente, aspirando el olor de la perdición. Las entrañas de su cuerpo bailan con alevosía, el monstruo de su interior ruge cual oso hambriento después del crudo invierno.
La fuerza ejercida en ese abrazo desinhibido es tan brutal que hace caer al vampiro. – Oh, Lucern… Habéis despertado en mí lo que nadie, pero no por ello dejaré de jugar con vos, así soy… Una mujer endemoniada que busca su propia satisfacción – A gatas se coloca sobre el cuerpo del varón, toma sus manos y provoca que estas acaricien la divinidad de su propio cuerpo, besa con pequeños mordiscos el pecho del vampiro hasta llegar a su cuello, introduce su lengua en el oído de su “presa” lame obscenamente el órgano. Por su mente de niña, de sádica sexual además de hambrienta damisela solo se puede celebrar ese encuentro de una sola manera. Lord Ralph ya tenía en mene como hacerlo, no hizo falta que Lorraine lo descubriera con su don, don que seguramente ayudaría bastante a sus víctimas si tan solo pudiesen adelantarse a lo que esta pensando, pero Lucern… ¿Podrá hacerlo?
Se pone de pie rápidamente antes que cualquier otra cosa se suscitara. Respira profundamente y una vez más su carcajada estruendosa irrumpe en la nada, dejando el eco más sangriento y terrorífico jamás imaginado. Una de sus manos osa en ir la búsqueda del brazo vampírico de su acompañante. Una vez que lo encuentra hace exactamente lo mismo con el cuerpo sujeto a el, que con aquel chiquillo transformado en su cena, lo arrastra. - ¿Cuál es su mayor temor mi Lord? Esta noche se lo concederé… - Tal parece que le viento tiene miedo de aquella profecía arrojada por la arpía y entonces se escuchan los alaridos de los fantasmas sepultados a lo largo y ancho de aquel pedazo de bosque, que apesta a un solo hombre… Huele a él, a Lucern Ralph.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Lorraine. Un nombre de deseo y pasión que incita al diablo a danzar bajo la brillante Luna para ser envidiado por el mismo Dios. Una invitación que, silenciosamente, aturde y convulsiona. ¡O sí! Es la lengua de Lorraine que desea acariciando la protuberancia que crece, exigiendo ser abrazada tan íntima, morbosamente… Sin importarle la brusquedad que puede demostrar ante la necesidad que siente hacia ella, sus dedos se aferran a su cabello, enrollándose sin ningún ápice de ternura. No puede haber ternura ante el fuego que recorre su cuerpo. –“Tócame” Exige, con voz ronca y entre gruñidos. Es la mejilla de la vampiresa la que se restriega por su erección. Lucern solo busca encontrar la oportunidad para liberarse de la prenda que le estorba. Un contacto directo. Desinhibido. Solo eso.
Por un segundo, las comisuras de sus labios se extienden en su totalidad, consciente de que no tiene que refrenarse con ella… la mujer que pretende, no, que hará su amante no es una frágil muñeca de porcelana... Es su igual. Posee fuerza. No más mujeres sumisas, con el horror en su mirada o el miedo ante lo desconocido. Cientos de ideas y el ¿amor? por el arte del placer divierten a Lucern. Ha sido esa misma diversión la que le ha tomado por ¿sorpresa? Una sorpresa que se desvanece ante la erótica escena de Lorraine sobre él. Las manos del vampiro actúan como tentáculos, abarcándolo todo como un hombre necesitado de agua en medio del desierto, como el mendigo que pide un pedazo de pan en una noche fría y solitaria…
Mujer endemoniada… ¿Es aquélla característica que ha hecho a Lucern una víctima? No. Una víctima es alguien incapaz de defenderse… de actuar… Lo que le motiva es la intriga… el imborrable “sentimiento” por cederle el mando a la mujer de sus fantasías. Ella se lo ha ganado tras el encuentro en el lago. Permitírselo por esta noche parece ser el “regalo perfecto” al dar por finalizada la búsqueda que noche tras noche había llevado a cabo en las calles parisinas. ¿Por cuánto tiempo? Su ingle no parece estar de acuerdo con esa decisión… - ¿No es eso lo que buscamos, mi lady? Pregunta, apretando uno de sus glúteos con fuerza. – Satisfacción. Sus caninos mordisquean el cuello de Lorraine, su lengua saborea la salinidad de su piel… El olor a mujer le empalaga, le abruma, le enloquece…
“¡Demonios!” Una exclamación que se hace oír por cada recóndito del bosque, creando un sonoro eco. ¿Qué es? ¿Una maldita noche de sorpresas? Antes de que cualquier pregunta pasase por su mente o cualquier otra blasfemia escapara de sus labios, el vampiro apretó con fuerza la mano de la mujer que le conducía a la locura. Eran tan parecidos y diferentes a la vez. Cada uno actuando bajo sus costumbres para lograr un propósito. Diversión, perversión, excitación, corrupción, depravación… Un juego de palabras… un juego entre vampiros… ¿existiría solo un ganador? ¡Ja! Lady Lorraine descubriría su equivocación si aclamaba una victoria antes de que el juego se desarrollara. Si existe una característica que sobresale del conde, es la determinación para obtener siempre lo que le place.
- “Lorraine… Lorraine… ¿Quién está a merced de quién?" Un giro de 360°. Es ahora él quien se encuentra sobre la vampiresa. Sus rodillas sobre la tierra, sus piernas a cada lado del cuerpo de la mujer que le aturde el pensamiento. Es su erección la que hace un ligero contacto con sus senos. Una pequeña presión y… ¿En qué demonios estaba pensando al arrastrarle como un gusano? La idea de castigarle aumenta su excitación. “Mi mayor temor...” ¿Realmente creía que se lo permitiría? Sonríe, mostrando el filo de sus incisivos. No se había divertido así desde hacía años. Todo le hace recordar a una estúpida persecución. Seguramente, de no ser por las provocaciones de ella, probablemente habría accedido. Quizás después… “volverme amante del suplicio que usted, madame, representa” y... sin pensárselo dos veces, Lucern se encontró friccionando su cuerpo contra aquéllos hermosos y suaves senos cubiertos por tan poca tela... dado que no acostumbro a ser un juguete desechable, eso nos pone en una… ¿encrucijada?
Por un segundo, las comisuras de sus labios se extienden en su totalidad, consciente de que no tiene que refrenarse con ella… la mujer que pretende, no, que hará su amante no es una frágil muñeca de porcelana... Es su igual. Posee fuerza. No más mujeres sumisas, con el horror en su mirada o el miedo ante lo desconocido. Cientos de ideas y el ¿amor? por el arte del placer divierten a Lucern. Ha sido esa misma diversión la que le ha tomado por ¿sorpresa? Una sorpresa que se desvanece ante la erótica escena de Lorraine sobre él. Las manos del vampiro actúan como tentáculos, abarcándolo todo como un hombre necesitado de agua en medio del desierto, como el mendigo que pide un pedazo de pan en una noche fría y solitaria…
Mujer endemoniada… ¿Es aquélla característica que ha hecho a Lucern una víctima? No. Una víctima es alguien incapaz de defenderse… de actuar… Lo que le motiva es la intriga… el imborrable “sentimiento” por cederle el mando a la mujer de sus fantasías. Ella se lo ha ganado tras el encuentro en el lago. Permitírselo por esta noche parece ser el “regalo perfecto” al dar por finalizada la búsqueda que noche tras noche había llevado a cabo en las calles parisinas. ¿Por cuánto tiempo? Su ingle no parece estar de acuerdo con esa decisión… - ¿No es eso lo que buscamos, mi lady? Pregunta, apretando uno de sus glúteos con fuerza. – Satisfacción. Sus caninos mordisquean el cuello de Lorraine, su lengua saborea la salinidad de su piel… El olor a mujer le empalaga, le abruma, le enloquece…
“¡Demonios!” Una exclamación que se hace oír por cada recóndito del bosque, creando un sonoro eco. ¿Qué es? ¿Una maldita noche de sorpresas? Antes de que cualquier pregunta pasase por su mente o cualquier otra blasfemia escapara de sus labios, el vampiro apretó con fuerza la mano de la mujer que le conducía a la locura. Eran tan parecidos y diferentes a la vez. Cada uno actuando bajo sus costumbres para lograr un propósito. Diversión, perversión, excitación, corrupción, depravación… Un juego de palabras… un juego entre vampiros… ¿existiría solo un ganador? ¡Ja! Lady Lorraine descubriría su equivocación si aclamaba una victoria antes de que el juego se desarrollara. Si existe una característica que sobresale del conde, es la determinación para obtener siempre lo que le place.
- “Lorraine… Lorraine… ¿Quién está a merced de quién?" Un giro de 360°. Es ahora él quien se encuentra sobre la vampiresa. Sus rodillas sobre la tierra, sus piernas a cada lado del cuerpo de la mujer que le aturde el pensamiento. Es su erección la que hace un ligero contacto con sus senos. Una pequeña presión y… ¿En qué demonios estaba pensando al arrastrarle como un gusano? La idea de castigarle aumenta su excitación. “Mi mayor temor...” ¿Realmente creía que se lo permitiría? Sonríe, mostrando el filo de sus incisivos. No se había divertido así desde hacía años. Todo le hace recordar a una estúpida persecución. Seguramente, de no ser por las provocaciones de ella, probablemente habría accedido. Quizás después… “volverme amante del suplicio que usted, madame, representa” y... sin pensárselo dos veces, Lucern se encontró friccionando su cuerpo contra aquéllos hermosos y suaves senos cubiertos por tan poca tela... dado que no acostumbro a ser un juguete desechable, eso nos pone en una… ¿encrucijada?
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
“Plegarias”
Una noche fría cubre con su velo negro, la totalidad de un bosque sempiterno. La poesía declama cual sinfonía diabólica, el chiflido de las lechuzas, el ulular de los búhos, el cantar de los murciélagos, el susurro de las hojas cayendo cuales plumas de ángel obscuro y la carcajada sonora de dos bestias acunando su excitación en la locura. Ruptura… el espejismo que vive reflejado en las más tormentosas de sus fantasías se ha quebrantado. Silencio, nada más que silencio e intriga. Un ceño fruncido y pensamientos ensimismados “¿Pero que carajo?” Un relámpago, como si fuese un resplandeciente relámpago en las noches hermosas llenas de tormenta, esa pregunta se aparece en la mente de un maldito demonio disfrazado de mujer. Su andanza fue detenida en un instante, sus planes truncados por los de alguien más ¿fuerte? ¡Imposible! Nadie a sus deseos se resiste…
Allí frente a ella, mientras su cuerpo descansa sobre un nido creado por hojas secas, la liviandad de un hombre le ataca, le incita, le estimula le ruega… Pechos femeninos arden al contacto con una maquina aterradoramente bestial y apetitosa. Un roce, una caricia enfermiza libera un jadeo en extremo orgásmico, los labios de Lorraine se hinchan seduciendo, enloqueciendo a quien les mira, arquea su espalda, se retuerce como si un par de estacas estuviesen clavándose en su cuerpo, más solo es una que anhela adentrarse en todas y cada una de sus cavidades. Ruge, sus altares rugen a la par de plegarias incesantes, palpita su vientre, el escalofrío recorre sus entrañas acalambrando sus piernas y desangrando su interior. Sus labios se curvean, su cuerpo se irgue, su mirada es el sendero al infierno.
– ¡oh querido!… ¿aún creéis tener el control? – Amansa al monstruo que Lucern esconde entre sus piernas. Su huesuda, pálida, fría mano apacigua a la bestia con sus dadivosos mimos, muerde desgarradoramente apasionada su propio labio inferior, mientras la sangre emana de su herida, tan bella, tan escarlata, tan adictiva…
Eleva ambas manos hasta las mejillas de su amante, amante que le demuestra no ser un presa fácil; lo mira fijamente a los ojos con un rostro tan inescrutable, como la dureza del diamante. – ¡Mírame, mírate!… me deseas más que a nada esta noche – Rosa depravadamente su boca con la ajena, permitiendo que su aliento a sangre eterna embriague a su ¿víctima? Su mirada es alterna de entre los perfectos ojos de Lucern a ese par de labios que desearía besar justo ahora. – Si ese es el temor que tenéis no puedo hacer nada, pues habéis sido sometido ya a mi tormento… vos sois adicto a mí… - Lame, lame las cercanías de el rostro ajeno y se disputa a atacar bajo la luz de la plateada luna, se retrae y sonríe – Sépase que sois en mi mundo algo más que un pasatiempo – Lo rinde a su altura para iniciar su propio aquelarre de lujuria. Una vez más se detiene en seco, besa su dedo índice seductora, para colocarlo sobre la boca de Lucern en un ademán expresivo. - Y al igual que usted, no deseo convertirme en ningún juguete sexual -
Allí frente a ella, mientras su cuerpo descansa sobre un nido creado por hojas secas, la liviandad de un hombre le ataca, le incita, le estimula le ruega… Pechos femeninos arden al contacto con una maquina aterradoramente bestial y apetitosa. Un roce, una caricia enfermiza libera un jadeo en extremo orgásmico, los labios de Lorraine se hinchan seduciendo, enloqueciendo a quien les mira, arquea su espalda, se retuerce como si un par de estacas estuviesen clavándose en su cuerpo, más solo es una que anhela adentrarse en todas y cada una de sus cavidades. Ruge, sus altares rugen a la par de plegarias incesantes, palpita su vientre, el escalofrío recorre sus entrañas acalambrando sus piernas y desangrando su interior. Sus labios se curvean, su cuerpo se irgue, su mirada es el sendero al infierno.
– ¡oh querido!… ¿aún creéis tener el control? – Amansa al monstruo que Lucern esconde entre sus piernas. Su huesuda, pálida, fría mano apacigua a la bestia con sus dadivosos mimos, muerde desgarradoramente apasionada su propio labio inferior, mientras la sangre emana de su herida, tan bella, tan escarlata, tan adictiva…
Eleva ambas manos hasta las mejillas de su amante, amante que le demuestra no ser un presa fácil; lo mira fijamente a los ojos con un rostro tan inescrutable, como la dureza del diamante. – ¡Mírame, mírate!… me deseas más que a nada esta noche – Rosa depravadamente su boca con la ajena, permitiendo que su aliento a sangre eterna embriague a su ¿víctima? Su mirada es alterna de entre los perfectos ojos de Lucern a ese par de labios que desearía besar justo ahora. – Si ese es el temor que tenéis no puedo hacer nada, pues habéis sido sometido ya a mi tormento… vos sois adicto a mí… - Lame, lame las cercanías de el rostro ajeno y se disputa a atacar bajo la luz de la plateada luna, se retrae y sonríe – Sépase que sois en mi mundo algo más que un pasatiempo – Lo rinde a su altura para iniciar su propio aquelarre de lujuria. Una vez más se detiene en seco, besa su dedo índice seductora, para colocarlo sobre la boca de Lucern en un ademán expresivo. - Y al igual que usted, no deseo convertirme en ningún juguete sexual -
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Es la mirada hipnótica de su musa la que permite que Lucern mantenga esa sonrisa perversa en sus labios. ¿Quién no podría divertirse en una situación semejante? El cuerpo de Lorraine está en completa sintonía con el suyo y la fricción que se lleva a cabo sobre tanta ropa le ha permitido escuchar el jadeo de su amante. – Un infierno si no te deseo. En un cortante segundo, posiciona su cuerpo sobre la cintura de la mujer que le provoca hambre. Un hambre que desembocará en un irrevocable desenfreno. Un par de almas deambulantes que se encuentran de nuevo. No hay necesidad de darle una respuesta a esa pregunta. No es lo que ella espera. Él no busca controlar ni ser controlado. Está harto de los títeres con los que termina envuelto. Lorraine… Es de ella de quien desea beber como el maldito chupasangre que es. Su sangre… su liberación… La prueba de la excitación que se esconde tras aquélla prenda íntima es el alimento que su garganta exige hasta retorcerle. Seguramente, el mismo dolor al que somete a sus víctimas noche tras noche. Con fiereza, toma el dedo que provocadoramente le ofrece, introduciéndolo en su boca para mordisquearlo apasionadamente, enrollando su lengua para humedecerlo, dándole un brillo que envicia y envidia la misma Luna… - Su cuerpo… un devorador de almas.
Esa única frase, es pronunciada entre un lento respirar y pausadas palabras, conforme su boca se adueña de sus dedos largos y delgados. Lucern asciende entre pequeños besos. Besos húmedos y violentos que le llevan hasta el arco de su cuello, lamiendo la sangre que se derrama impíamente sobre la piel fría y aceitunada que grabará en su mente permanentemente, como si éste fuese su última obra maestra. Sus incisivos rozan, crean finas líneas carmesí que inmediatamente devora. Una tortura a la que felizmente se somete… Su lengua se encuentra con la comisura de sus labios y, es ahí, en los labios de su amante, donde el tiempo se mantiene inerte. Su boca se apodera de éstos, moviéndose a un sinsentido ritmo, con una fiereza que ella le despierta… Ella está en lo cierto. Lo único que desea ya tiene un nombre, su nombre y no pretende dejarle marchar tan fácilmente. – Mas que un pasatiempo. Su boca se separa finalmente, observando el tono que ha dado paso aquél fervor compartido. – Eres la culpable de mi regreso. Palabras que jamás esperó decir en voz alta, han sido pronunciadas. La quiere para sí, es un demonio que ha tomado posesión de su cuerpo. Restándole importancia a lo que sus labios acaban de decir, un salvaje gruñido que se desliza como un escalofrío por su cuerpo, es ahogado en su cuello.
- Quédate conmigo. Un condenado jadeo escapa de entre sus labios. Si ella no acepta, más de una idea se suscita en su mente… Lucern solo desea liberarse de la apretada prenda que encarcela a su miembro. La agilidad adquirida a través del tiempo, le permite abrir el botón de su pantalón. Un rápido movimiento que ha de pasarle inadvertido a su acompañante. – Puedo demostrarte que no es solo tu cuerpo el que… Una fugaz mirada a su entrepierna le hace estallar en una pequeña carcajada… mi cuerpo añora. Nunca había tomado una compañera y, reaciamente, era consciente de que sus fantasías jamás se verían saciadas si la protagonista no fuese ella. – No tienes que atarte a mí. No eres… Midiendo “terreno” su boca terminó entre sus senos… un ave que pueda mantener enjaulada y eso es lo que te hace jodidamente irresistible. Sus manos, se encargaron de deslizar el escote de su vestido hacia abajo, descubriendo la piel que desgarraría violenta o sutilmente… - Sé una parte mía, mi lady.
Esa única frase, es pronunciada entre un lento respirar y pausadas palabras, conforme su boca se adueña de sus dedos largos y delgados. Lucern asciende entre pequeños besos. Besos húmedos y violentos que le llevan hasta el arco de su cuello, lamiendo la sangre que se derrama impíamente sobre la piel fría y aceitunada que grabará en su mente permanentemente, como si éste fuese su última obra maestra. Sus incisivos rozan, crean finas líneas carmesí que inmediatamente devora. Una tortura a la que felizmente se somete… Su lengua se encuentra con la comisura de sus labios y, es ahí, en los labios de su amante, donde el tiempo se mantiene inerte. Su boca se apodera de éstos, moviéndose a un sinsentido ritmo, con una fiereza que ella le despierta… Ella está en lo cierto. Lo único que desea ya tiene un nombre, su nombre y no pretende dejarle marchar tan fácilmente. – Mas que un pasatiempo. Su boca se separa finalmente, observando el tono que ha dado paso aquél fervor compartido. – Eres la culpable de mi regreso. Palabras que jamás esperó decir en voz alta, han sido pronunciadas. La quiere para sí, es un demonio que ha tomado posesión de su cuerpo. Restándole importancia a lo que sus labios acaban de decir, un salvaje gruñido que se desliza como un escalofrío por su cuerpo, es ahogado en su cuello.
- Quédate conmigo. Un condenado jadeo escapa de entre sus labios. Si ella no acepta, más de una idea se suscita en su mente… Lucern solo desea liberarse de la apretada prenda que encarcela a su miembro. La agilidad adquirida a través del tiempo, le permite abrir el botón de su pantalón. Un rápido movimiento que ha de pasarle inadvertido a su acompañante. – Puedo demostrarte que no es solo tu cuerpo el que… Una fugaz mirada a su entrepierna le hace estallar en una pequeña carcajada… mi cuerpo añora. Nunca había tomado una compañera y, reaciamente, era consciente de que sus fantasías jamás se verían saciadas si la protagonista no fuese ella. – No tienes que atarte a mí. No eres… Midiendo “terreno” su boca terminó entre sus senos… un ave que pueda mantener enjaulada y eso es lo que te hace jodidamente irresistible. Sus manos, se encargaron de deslizar el escote de su vestido hacia abajo, descubriendo la piel que desgarraría violenta o sutilmente… - Sé una parte mía, mi lady.
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
“Posesión”
Envenenada por deseo, corrompida por una adicción es presa del más letárgico de todos los placeres del maldito infierno. Su pecado, la única falta que comete bajo el manto de un gozo infinito, ahora sí puede poseer el nombre que tanto había buscado entre sus relaciones. Sintiendo el deseo bramar en su piel, dentro de su cuerpo en lo más cavernoso de sus entrañas, no tiene la voluntad para resistirse a Lucern, pero entonces ¿Dónde quedo su orgullo? Retorciéndose al sentir en su dedo la lengua viperina de su amante, flagela una y otra vez ante sus más bajas pasiones. ¡No! ella no puede, ni debe permitirse ser el paria de alguien más, ni si quiera su eterno sire la controlo en los primeros días de mujer inexperta, ni el clérigo, ni la sociedad, ni el Dios mismo… ¡Nadie! ¡Maldita sea! ¿En que juego tan desgarrador había caído ahora?
Se deja llevar a través de los letárgicos mimos realizados por él. Sus pensamientos, descontrolados ahora más que nunca, enmudecen al contacto de su piel a la de esos caninos tan filosos, perfectos, ponzoñosos y adictivos. Embelesada por un corrompido beso lleno de pasión, olvida el juego principal que estuvo a punto de cometer ¿Cómo poder concentrarse cuando el mismo demonio te habla, te seduce de esa manera, te atrapa en su réquiem de jadeos? Inerte, siempre inerte ante esas “caricias” derrochadoras, y las palabras ajenas se clavan en sus oídos, el eco de ese pérfido susurro le hace agonizar. El sufrimiento de sus víctimas es tan solo un espejismo a comparación de la agonía que esta siente. “Quédate conmigo” Sacude su cabeza, jadea, deja de respirar… ¡Flagela!
El choque de un gélido viento contra su cabello le regresa desde el tártaro, su rostro inescrutable, su mirada ya no es la misma, sus pensamientos, aunque vertiginosamente enmarañados, aún constan de un solo objetivo y ese es… ¡oh, cruel destino! ¿Por qué ahora? Y el silencio que acunaba pacíficamente la embrujada habla de Lucern fue asesinado por la voz de Lorraine – Poseída por el encanto bestial de tu seducción, no encuentro forma de resistirme – Inicia su parlamento utilizando prosas engañosas, ¿Un compañero para el disfrute de su eternidad? ¿Cómo se supone que debería actuar en un momento así? Para ella no existen límites. – Castigas mis sentidos desorbitando la poca cordura que habita en mí. Mi cuerpo es un arma de doble filo Lucern, hiriente, desgarradora, mutilante… mortífera. La puerta del paraíso – Una sonrisa socarrona escupe frente al rostro del varón – que te arrastrará hasta el infierno – poco a poco su cuerpo se sumerge en una posesión diabólica.
El rebote de palabras embriagadoras en su pensamiento, libera inesperablemente el monstruo que durante siglos había secuestrado, siglos en los cuales el sexo era únicamente una metáfora abnegada que saciaba sus demonios, esta vez lograría abastecer algo más que su depravada e incitante plegaria. ¿No atarse a él?... – Soy el holocausto de tus pasiones, si me engañas seré némesis. Atraparme, atraparte… ¡Lucern! – Levanta el rostro ajeno hasta su altura para terminar fulminándolo con su mirada, que después de todo este tiempo hablando sin sentido, destella en locura y liviandad. - ¿Qué parte de ti quieres que sea? – Cuestiona a su amo con una sonrisa escondida tras el escote, quien se desliza por su hombro permitiendo a la vista festejar su desnudez, su piel resplandece y el bramido de su interior gime en deseo. ¿Qué es lo que el destino le depara a esta mujer y a su amante nocturno? – Soy eternamente tuya, al igual que tu mío… ¡Ámame!- Las manos de la mujer desgarran su camisa, dejando al descubierto esa perfecta, marmórea, pálida, adictiva piel vampírica de Lucern. Sus músculos se retraen, al sentir la desnudez en el miembro del vampiro, rápido, impredecible… ¿qué esconde su mente? Lorraine lo descubrirá.
Se deja llevar a través de los letárgicos mimos realizados por él. Sus pensamientos, descontrolados ahora más que nunca, enmudecen al contacto de su piel a la de esos caninos tan filosos, perfectos, ponzoñosos y adictivos. Embelesada por un corrompido beso lleno de pasión, olvida el juego principal que estuvo a punto de cometer ¿Cómo poder concentrarse cuando el mismo demonio te habla, te seduce de esa manera, te atrapa en su réquiem de jadeos? Inerte, siempre inerte ante esas “caricias” derrochadoras, y las palabras ajenas se clavan en sus oídos, el eco de ese pérfido susurro le hace agonizar. El sufrimiento de sus víctimas es tan solo un espejismo a comparación de la agonía que esta siente. “Quédate conmigo” Sacude su cabeza, jadea, deja de respirar… ¡Flagela!
El choque de un gélido viento contra su cabello le regresa desde el tártaro, su rostro inescrutable, su mirada ya no es la misma, sus pensamientos, aunque vertiginosamente enmarañados, aún constan de un solo objetivo y ese es… ¡oh, cruel destino! ¿Por qué ahora? Y el silencio que acunaba pacíficamente la embrujada habla de Lucern fue asesinado por la voz de Lorraine – Poseída por el encanto bestial de tu seducción, no encuentro forma de resistirme – Inicia su parlamento utilizando prosas engañosas, ¿Un compañero para el disfrute de su eternidad? ¿Cómo se supone que debería actuar en un momento así? Para ella no existen límites. – Castigas mis sentidos desorbitando la poca cordura que habita en mí. Mi cuerpo es un arma de doble filo Lucern, hiriente, desgarradora, mutilante… mortífera. La puerta del paraíso – Una sonrisa socarrona escupe frente al rostro del varón – que te arrastrará hasta el infierno – poco a poco su cuerpo se sumerge en una posesión diabólica.
El rebote de palabras embriagadoras en su pensamiento, libera inesperablemente el monstruo que durante siglos había secuestrado, siglos en los cuales el sexo era únicamente una metáfora abnegada que saciaba sus demonios, esta vez lograría abastecer algo más que su depravada e incitante plegaria. ¿No atarse a él?... – Soy el holocausto de tus pasiones, si me engañas seré némesis. Atraparme, atraparte… ¡Lucern! – Levanta el rostro ajeno hasta su altura para terminar fulminándolo con su mirada, que después de todo este tiempo hablando sin sentido, destella en locura y liviandad. - ¿Qué parte de ti quieres que sea? – Cuestiona a su amo con una sonrisa escondida tras el escote, quien se desliza por su hombro permitiendo a la vista festejar su desnudez, su piel resplandece y el bramido de su interior gime en deseo. ¿Qué es lo que el destino le depara a esta mujer y a su amante nocturno? – Soy eternamente tuya, al igual que tu mío… ¡Ámame!- Las manos de la mujer desgarran su camisa, dejando al descubierto esa perfecta, marmórea, pálida, adictiva piel vampírica de Lucern. Sus músculos se retraen, al sentir la desnudez en el miembro del vampiro, rápido, impredecible… ¿qué esconde su mente? Lorraine lo descubrirá.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Un cielo plagado de estrellas cual tropa de barcos en el océano atlántico, adornan el firmamento en noches frescas, abandonadas y amenas. Las ramas de los robles, gruesas, delgadas, torcidas, desamparadas; ocultan a la pareja que bajo su techo se seducen, se atormentan, se desean... La tierra bajo ellos es la sábana perfecta, no arropa ni cubre el cuerpo de los amantes que se entregan. El aire está cargado de electricidad y el silencio es ahogado por palabras que atrapan. Jadeos nacen de caricias que arden y se consumen como el fuego más abrasador, destructor e inextinguible, sin verse reducido a cenizas. Una risa seductora que zigzaguea por rocas, árboles, charcos, cuevas y lagunas; es acompañada por la melódica voz que actúa como camisa de fuerza, enloqueciéndole, encantándole, hechizándole… Lucern, todo un experto catador de vinos, aspira la fragancia que se concentra entre sus senos. Su lengua se saborea, su miembro palpita y un bramido poderoso sobrevuela. Lorraine… un conjunto de deliciosos aromas afrodisiacos que se impregnan en su piel, en su boca, en su retorcida mente, en todo lo que significa su ser. Es la punta de su lengua la que se desliza entre la abertura, lamiendo lenta, muy lentamente, cada centímetro; delineando la curvatura que da forma a sus montículos. Un resoplido y su aliento empaña la piel aceitunada. Un resoplido y su aliento prepara el terreno que le dará cobijo.
¡Lucern! Su nombre… ese maldito nombre con que se le conoce, es pronunciado por su amante, arqueando su espalda, presionando su pecho contra su rostro. Sus labios encuentran la rendición al hacer contacto con la piel que hace más de un mes poseyó. Esta vez no será exorcizado. El demonio busca reinar y hacerse con cada terminación que conduce su cuerpo. ¡Suyo! Sabe el peligro que representa la mujer bajo él, sabe que la codicia del hombre lleva su nombre inscrito. Un hombre amante del cuerpo femenino, derrotado por la vampiresa en una noche veraniega, será la destrucción de cientos. No. Él no sabe compartir… Una sonrisa taciturna en la que sus caninos son apreciados, aparece y desaparece de sus labios… Un beso, un pensamiento, un fruncimiento de ceño y Lucern levanta su cabeza, descansando su quijada sobre el busto de la vampiresa. - Mi amada Lorraine. Soy codicioso y nunca nada me es suficiente. Sus dedos, jugando con el perfil de tan emblemático rostro, bajaban desde su lóbulo hasta sus labios, para después subir de nuevo. – Si has de ser una parte de mí. Lucern, siempre odiando los cargos y el dinero, no puede decir lo mismo cuando se trata de una dama, de ésta dama; se adentra al terreno que recalcó en su mente tras un escritorio frente al fuego. – Ha de ser una que nadie jamás tuvo. Una a la que solo yo tenga acceso. Una… de la que solo yo sea dueño… Un pinchazo y una gota de sangre ha brotado del dedo que jugaba con sus labios, delicioso… subliminal… el placer que brota de ese insignificante corte es imparable.
… Eternamente. La palabra es dicha en el mismo segundo que Lorraine la pronuncia. Manos ávidas tocan y definen el cuerpo del conde, arañando, marcando el cuerpo que ya no necesita ser tatuado. La necesidad agrava la situación… Apartando sus manos, con una mirada cómplice, toma la mano de Lorraine hasta hacerle sostener el tronco de su miembro. – Mira como me tienes, ardiendo y doliendo. Su respiración se acelera, su líquido preseminal humedece la suave mano de la fémina. El placer se esparce desde su glande hasta sus testículos… Está tan duro que parece una barra de hierro hirviendo. No. Es ella el centro de su atención. El puede esperar. Lo ha hecho desde su partida a Londres y, ya que le ha encontrado, le piensa disfrutar hasta que el tiempo se agote. Aparta su mano con suavidad, alzando la mano que le acarició hasta sus labios para depositar un beso en su dorso. No ha olvidado la única noche en que sus cuerpos desnudos y sudorosos bailaron dentro de la laguna, sobre la roca, bajo la Luna… - Déjame amarte entonces. Sus colmillos rasgaron la suave tela, con ayuda de sus manos para apresurar el paso. Prenda por prenda, Lorraine pronto quedó expuesta… expuesta solo a sus ojos… a los labios que se saboreaban. - Te haré el amor, Lorraine… será en mí quien pienses cuando otro ose tocarte, besarte, llenarte… Su boca sobre la de ella, la amenaza en la mirada y en su voz acentuada… - Te aconsejo que no lo hagas. Tu cuerpo no es la única arma de doble filo… Dejándole desnuda y acostada, Lucern se levantó para deshacerse de las prendas que le cubrían, mostrando su erección en todo su esplendor. La noche apenas empezaba…
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
“La caída”
Lamentos infernales cubren con su opera el bosque, también aquellos aullidos estridentes de los árboles cuando el viento osa acariciarlos con obscenidad. Ese murmullo de animales salvajes cuyo mensaje es el de la muerte, envenena e incita ¿Cuánto más está dispuesta a soportar? Y las palabras de Lucern revolotean a su alrededor embelesándola por completo. Sin piedad, así es como su amante le esta tratando justo ahora, él no tiene clemencia, no mide lo que sus labios están escupiendo. Ella, la dama de la obscuridad que se disfraza de todos los placeres, no puede pensar coherentemente. Los grillos le llevan serenata al silencio, su rondalla es mágicamente diabólica. Esa maldita lengua rosa sus pechos con depravados motivos, la mujer ahoga un gemido de placer en sus labios, aún no puede permitirse expresar el delirio al cual está sucumbiendo.
Sus sentidos se agudizan, desgarran lentamente sus entrañas, cree que explotara en un solo movimiento, con un nuevo jadeo, una caricia, un roce, una mordida, una palpitación clavada en su interior cual daga aberrante, deseante de pasión, pero ¿Qué es la pasión? No solo es el deseo lastimero de quedar atrapada, fundida en los brazos de Lucern, tampoco es el hecho de permitir que la depravación entre en su ser hasta partirla innecesariamente en dos con un aullido orgásmico. Su pasión trae consigo arrebatos esquizofrénicos, punzadas en su pelvis y su sexo cobra vida; su control se pierde, su gobierno… Cae, sí la mujer pierde ¡Es ese maldito vampiro!
Las yemas de sus dedos cubren cada parte desnuda de un macho ardiente. Dibuja círculos, formas imposibles y ese delicado contacto es dinamita, lo sedoso de su piel, lo embriagador de su aroma ¿Cómo resistirse? Cada una de sus terminaciones nerviosas convulsiona recordando el más abnegado de sus orgasmos, el único, el inigualable, el que la dejo extasiada, exhausta y hambrienta de más. Una respiración acelerada un corazón mudo, pensamientos atrofiados y retorcidos. Perdida en el paraíso que él representa, sepultada en la santidad de un beso, un solo maldito y efímero beso, no piensa, no escucha, no puede ver más allá que no sea el rostro de Lucern.
Entre caricias de románticos dedos, enamorados huesos e inmortal piel, escucha palabras que ha de llevarse el viento hasta los rincones más triviales de la tierra, tan insignificantes para muchos, inesperados para ella. Su mirada sin expresión alguna, destella, pero no es cualquier brillo confundido con el gusto de matar o beber sangre, este resplandor es por algo más y sus labios solo se dignan a abrirse para decir ¿Qué? ¿Nada? ¡Lorraine! ¿Ese es tu nombre? – La codicia confunde y arrastra a la decadencia a todo hombre que se digne a si quiera caminar a su lado – Musita pensando, divagando en algún rincón de su mente. Espera descubrir algo en si misma que pensaba jamás tener pero ¿Qué es exactamente eso? – No reconozco nada en mí que aún se considere virginal – “Y lo único que tal vez cumpla con el requisito es un pútrido corazón, pero ese ni a usted le sirve” Agrego en mente.
En su eternidad jamás le había entregado ese órgano inútil a nadie ¿amar? Nunca lo creyó pertinente además ¿Qué es en si el amor? El solo hecho de pensar en aquella respuesta le revienta, una vertiginosa escena cae en su memoria. Ya le habían cuestionado eso antes y ni en ese momento, ni en el ahora puede formular una respuesta. El salvaje bramido de una bestia infernal resuena en su mano cuando el miembro de Lucern descansa en la misma. Un beso en su dorso no se olvida más su atención se enfoca en una sola cosa - ¿Amarme? – Cuestiona, y en un instante esta desnuda. La mirada posesiva de su amante amenaza las acciones que aún no comente y que quizá haga o ¿No? El futuro es bastante incierto, más cuando no se sabe exactamente en que situación quedará el presente.
El vampiro se pone de pie dispuesto a desnudarse y dar paso a ese frenético sentido del cual ella también es presa, pero Lorraine ¡oh Lorraine sinónimo de irreverencia, en ¿qué estas pensando?! – ¿Mi cuerpo no es la única arma de doble filo? – Pregunta mientras su cuerpo se irgue hasta la altura de su vampiro. La mirada de ella es ahora la que se clava celosamente en él. Es Lorraine la que ha decidido comenzar una guerra babilónica en ese juego de placer. – Tú, Lucern – Empuja el cuerpo ajeno contra un árbol cercano y el estruendo acalambra al insoportable silencio – Tienes una mente caótica, incluso más que la mía – Juguetea en el desnudo pecho del hombre, desgarrando poco de su piel – No puedes, ni debes, ni por un segundo pensar en amenazarme… dijiste creer en mi libertad, así que no me condiciones – Toma el cuerpo de Lucern con ambas manos para hacerlo aterrizar en el suelo, ella sobre él y él por debajo de ella.
En lo alto del cielo las estrellas tiritaban en una misteriosa danza, que romántico encuentro, tan plagado de momentos mágicos que sería perfecto para los enamorados ¿Ellos lo están o es tan solo su lujuria? Una estrella cae del cielo, es la caída de un astro que, al igual que Lorraine ha perdido sus cadenas, la estela de su resplandor deja un camino tras ella, un sendero de ambiciones - Pide un deseo… - Susurra chocando sus labios contra los ajenos y fundirlos en un beso, un beso que por vez primera no es depravado, libidinoso o desgarrador, su esencia es diferente y su sabor por igual.
Sus sentidos se agudizan, desgarran lentamente sus entrañas, cree que explotara en un solo movimiento, con un nuevo jadeo, una caricia, un roce, una mordida, una palpitación clavada en su interior cual daga aberrante, deseante de pasión, pero ¿Qué es la pasión? No solo es el deseo lastimero de quedar atrapada, fundida en los brazos de Lucern, tampoco es el hecho de permitir que la depravación entre en su ser hasta partirla innecesariamente en dos con un aullido orgásmico. Su pasión trae consigo arrebatos esquizofrénicos, punzadas en su pelvis y su sexo cobra vida; su control se pierde, su gobierno… Cae, sí la mujer pierde ¡Es ese maldito vampiro!
Las yemas de sus dedos cubren cada parte desnuda de un macho ardiente. Dibuja círculos, formas imposibles y ese delicado contacto es dinamita, lo sedoso de su piel, lo embriagador de su aroma ¿Cómo resistirse? Cada una de sus terminaciones nerviosas convulsiona recordando el más abnegado de sus orgasmos, el único, el inigualable, el que la dejo extasiada, exhausta y hambrienta de más. Una respiración acelerada un corazón mudo, pensamientos atrofiados y retorcidos. Perdida en el paraíso que él representa, sepultada en la santidad de un beso, un solo maldito y efímero beso, no piensa, no escucha, no puede ver más allá que no sea el rostro de Lucern.
Entre caricias de románticos dedos, enamorados huesos e inmortal piel, escucha palabras que ha de llevarse el viento hasta los rincones más triviales de la tierra, tan insignificantes para muchos, inesperados para ella. Su mirada sin expresión alguna, destella, pero no es cualquier brillo confundido con el gusto de matar o beber sangre, este resplandor es por algo más y sus labios solo se dignan a abrirse para decir ¿Qué? ¿Nada? ¡Lorraine! ¿Ese es tu nombre? – La codicia confunde y arrastra a la decadencia a todo hombre que se digne a si quiera caminar a su lado – Musita pensando, divagando en algún rincón de su mente. Espera descubrir algo en si misma que pensaba jamás tener pero ¿Qué es exactamente eso? – No reconozco nada en mí que aún se considere virginal – “Y lo único que tal vez cumpla con el requisito es un pútrido corazón, pero ese ni a usted le sirve” Agrego en mente.
En su eternidad jamás le había entregado ese órgano inútil a nadie ¿amar? Nunca lo creyó pertinente además ¿Qué es en si el amor? El solo hecho de pensar en aquella respuesta le revienta, una vertiginosa escena cae en su memoria. Ya le habían cuestionado eso antes y ni en ese momento, ni en el ahora puede formular una respuesta. El salvaje bramido de una bestia infernal resuena en su mano cuando el miembro de Lucern descansa en la misma. Un beso en su dorso no se olvida más su atención se enfoca en una sola cosa - ¿Amarme? – Cuestiona, y en un instante esta desnuda. La mirada posesiva de su amante amenaza las acciones que aún no comente y que quizá haga o ¿No? El futuro es bastante incierto, más cuando no se sabe exactamente en que situación quedará el presente.
El vampiro se pone de pie dispuesto a desnudarse y dar paso a ese frenético sentido del cual ella también es presa, pero Lorraine ¡oh Lorraine sinónimo de irreverencia, en ¿qué estas pensando?! – ¿Mi cuerpo no es la única arma de doble filo? – Pregunta mientras su cuerpo se irgue hasta la altura de su vampiro. La mirada de ella es ahora la que se clava celosamente en él. Es Lorraine la que ha decidido comenzar una guerra babilónica en ese juego de placer. – Tú, Lucern – Empuja el cuerpo ajeno contra un árbol cercano y el estruendo acalambra al insoportable silencio – Tienes una mente caótica, incluso más que la mía – Juguetea en el desnudo pecho del hombre, desgarrando poco de su piel – No puedes, ni debes, ni por un segundo pensar en amenazarme… dijiste creer en mi libertad, así que no me condiciones – Toma el cuerpo de Lucern con ambas manos para hacerlo aterrizar en el suelo, ella sobre él y él por debajo de ella.
En lo alto del cielo las estrellas tiritaban en una misteriosa danza, que romántico encuentro, tan plagado de momentos mágicos que sería perfecto para los enamorados ¿Ellos lo están o es tan solo su lujuria? Una estrella cae del cielo, es la caída de un astro que, al igual que Lorraine ha perdido sus cadenas, la estela de su resplandor deja un camino tras ella, un sendero de ambiciones - Pide un deseo… - Susurra chocando sus labios contra los ajenos y fundirlos en un beso, un beso que por vez primera no es depravado, libidinoso o desgarrador, su esencia es diferente y su sabor por igual.
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
La manzana prohibida del Edén…
Lucern puede morderla una y otra, y otra vez.
Después de todo, ¿qué es el paraíso sin la perversión que derrocha?
Lucern puede morderla una y otra, y otra vez.
Después de todo, ¿qué es el paraíso sin la perversión que derrocha?
Lucern se siente como el niño que descubre el mapa de un tesoro entre las cosas viejas y perdidas de una casa vacía. Su boca es una línea que se curvea con lentitud, conforme su mirada estudia y delimita cada centímetro de piel desnuda que cubrirá hasta que el éxtasis se despilfarre por sus cuerdas vocales. El remolino de hojas secas que alzan vuelo por las ráfagas de viento, juegan con sus cabellos color ébano. Lucern no puede evitar, el tomar un mechón de cabello cuando éste flota, creando un halo de luz que solo su mirada nota. Es tan suave como la seda que cubre su cuerpo cuando el amanecer retorna y le aprisiona. ¿Qué sabe el hombre del arte? Un pintor, un escultor, un escritor, un inventor… ¿puede afirmar ser un genio por las creaciones que obtiene cuando su inspiración aparece? ¡Estúpidos, ciegos e ignorantes! Buscan la perfección donde no existe. ¿Pero qué puede esperar el conde? A él le ha tomado siglos encontrarlo en el lugar menos inesperado. Su sonrisa se extiende en cuanto escucha esa maldita palabra de labios de Lorraine. Su nombre… su pertenencia… misma que está dispuesto a entregarle a ella. Sonríe como un maniático con cada palabra que ella profesa. ¿No puede? ¿No debe? Los no en esa advertencia le excitan con demencia. ¿No puede? ¿No debe? Pero es que no solo la desea, pensarle en brazos de otro le revienta!… ¿Dónde demonios está su podrida mente abierta?
No puede sentir el delicioso choque que se produce entre el árbol y su espalda, porque su mirada está concentrada en el movimiento de sus labios. Cada palabra que dice, baña con su aliento su rostro. Lucern coloca su mano sobre su cintura, en un erróneo intento por atraerle hasta su cuerpo… Su miembro choca contra su pelvis… Un jadeo, un bramido, un gruñido; una extraña combinación que no conjuga verbos ni sílabas, escapa de sus labios en cuanto desprevenidamente, o quizás no realmente, cae precipitadamente al suelo… ¡Gloriosa visión! Lorraine toma posición… Sus piernas se acomodan y sus pliegues, sus suaves pliegues, acarician su miembro… Es un juego de seducción entre sus sexos… La humedad de sus fluidos se unta sobre el tronco, sobre el glande, sobre su pelvis… Incluso su garganta se seca pidiendo un rastro de ello… Como si se tratase de una plegaria, son los labios de Lorraine los que acuden al auxilio que se acalla y ahoga en un mar que sobra. Lucern abre sus labios, tocando con suavidad y destreza los rojos labios de su amante, ¡un beso! Un beso que se diferencia de todos los que ha dado. No lleva apuros, el tiempo es suyo… saborea cada movimiento de boca, la invasión de su lengua, la forma en que éstas danzan y se humedecen entre ellas. Lorraine. El veneno y el antídoto… La adicción y la rehabilitación… La sangre y el vino… Sus labios se tocan y la mano de Lucern mueve el cabello tras su cuello, acariciando con la yema de sus dedos, atrayendo. ¡El espacio entre sus desnudos cuerpos es inexistente! El fuego entre ellos se aviva con cada movimiento al que se someten. Jamás conocerán la dicha que el conde siente al ver a su musa desnuda, con la mirada prendida, los labios entreabiertos, sus piernas separadas y sus pezones erectos.
- Un deseo… susurra sobre sus labios una vez se han separado… Lucern no le permite alejar la cabeza de la suya… sus pezones son dos taladros sobre su pecho… su entrepierna, una ola de agua fresca para lo caliente y rojo de su miembro. Listo ¿A qué está jugando? ¿Esta jugando siquiera? ¿Cuándo dejó de ser un juego? Sonríe con la diversión llenándole por completo. ¡Maldición! ¡Maldición! ¡MALDICIÓN! Está en terreno desconocido y aún así, no puede negarse a sentir… Roba un beso a esos labios magnéticos… Un beso rápido y fortuito. Sus manos se aferran a la cintura de su vampiresa, acomodándole para tener acceso a su miembro. Lucern lo toma y sin apartar la vista del rojo escarlata en su mirada, acaricia con su glande los pliegues externos de su amante, abriéndolos sin penetrarle, bordeando sus labios vaginales… La suavidad, la humedad, la forma en que le acobija… ¿Cómo no introducirse? Es una tortura. – Lorraine. Su glande crea círculos en su entrepierna. Mojándose, deslizándose con firmeza… - No tienes idea de cuánta es mi ambición por tenerte… ¡Demonios! Le quería… ¿Cuál otra explicación había? – Ese sigue y será siendo mi deseo… Tenerte y reclamarte, como nadie lo hará ni ha hecho. Su glande reclamaba abrirse paso, no podía continuar alargándolo… Pero quería escucharlo… ¿Cuánto más?... ¿cuánto más? - ¿Estás aquí para concedérmelo? Susurra sobre su oído. Lucern enarca una ceja extasiado, escuchando sus entrecortados jadeos. Es música para sus oídos. Las sinfonías perfectas que surgían de la pasión entre dos vampiros... Una risa seductora, perversa, maligna, se entremezcla entre gemidos, jadeos, gruñidos... - Dime, ¿cuál.. Su lengua, un tentáculo que se introducía en su oreja. - cuál... es tu... deseo? Pregunta, sin alejarse de su lóbulo, un secreto que solo será de ellos... - Déjame cumplírtelo, solo tienes que decirlo. Palabras peligrosas... ¿no era eso Lorraine? Un peligro.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
"Solo un vampiro te amará por siempre"
La soledad es un extenso laberinto que atrapa y que en cada una de sus esquinas una estaca nos espera para herir, la sangre que emana de esa yaga no es más que un recuerdo de lo que nunca se podrá tener, cicatrices adornan cada hoja, cada árbol con los cuales esos enmarañados muros se tejieron. El silencio puede llegar a ser el ruido más mortífero que puede existir, juntos son la pareja ideal, hacen que el cuerdo se vuelva loco y que el loco crea estar cuerdo. Cualquier criatura, sin importar su imponencia, caen deliberadamente en las garras de la soledad y el silencio, pocas sobreviven a los temores surgidos a partir de encontrarse frente a frente con un espejo, donde el rostro demacrado es el del tiempo y la divinidad un cuerpo congelado.
Se pueden escribir las poesías más hermosas bajo la influencia de una amarga soledad, se pueden escuchar las notas inverosímiles de una melodía en el profundo silencio, pero ¿Para qué, si nadie puede escuchar aquel recital? ¡Hasta las sombras requieren de compañía! Hasta el demonio en un pasaje bíblico necesitó de una lamia a su lado. Lúgubre y teatral es el espectro que se baña en las lejanías de su propio desierto, el sabor agrio de un nadie cala en las entrañas, retorciendo de dolor, atormentando y convirtiendo en el infierno cualquier sitio donde exista alguien que no le pertenezca a quien desfallece por un poco de compañía.
Largos fuero los siglos en los cuales su caminar le condujo a ningún lugar, eternas las noches en las cuales su persona destrozaba cuerpos para escuchar que esos gritos humanos opaquen ese silencio sepulcral. Tantas veces ataviando su propio cuerpo con sangre, para no sentir el desolado y frío abrigo de la nada. Persecuciones para ganarle la carrera a un mundo vacío. Noches en las cuales su búsqueda terminaba en el inicio del amanecer sin nada nuevo en su rutina. Cansada de todo menos de la inmundicia su mente creo la salida más fácil, esa maldita lascivia que escurre en cada uno de sus poros, el egoísmo de una lujuria satánica por derrochar placeres y no caer en la vorágine de una soledad hechizante. Fue esa maldita liviandad la que le condujo por el sendero correcto noches atrás, en medio del bosque, hasta los brazos de él… de Lucern Ralph.
Las fauces de su entrepierna rugen y se empapan de una lubricidad pecaminosa. Abrazada por la excitación deja de respirar una vez que el último suspiro de sus pulmones se convirtiera en un aberrante jadeo. Sus labios se secan, intenta tragar saliva pero la resequedad raspa en su garganta, esta aúlla del dolor, suplica e implora por un jugo escarlata. Y se ve a si misma desde un ángulo eróticamente diferente. Su visión de esa escena pornográfica le incita a continuar, dejarse envenenar por las pasiones trascendentes en su piel. Él es el infierno del cual Lorraine ha estado huyendo todo este tiempo, un lugar tan acogedor con todos y cada uno de sus pecados. Las palabras de Lucern, ese movimiento en sus labios que le invita a morderlos con desdén, con ese atrevimiento con el cual él ha estado estimulando su cavidad con su impúdico glande. Jadeos que desbordan fogosidades. Niebla de sexo que les cubre en cada momento.
El vaivén de sus caderas alucina con una violación desgarradoramente placentera. ¿Cómo no sucumbir ante ese deseo, si ya es paria de ello? Su deseo es simple, es algo que ya ha marcado el cuerpo de la fémina y no precisamente esta noche. Su labio se tuerce en una sonrisa de medio lado. Su mirada se pierde en la de él, permitiendo que la distancia que separa sus cuerpos se vuelva insignificante. El pecho de la dama reposa sobre el marmóreo cuerpo del vampiro, su cabeza se recuesta sobre este en un intento por fundirse en una sola entidad, y es que ambos son tan irreverentemente iguales y al mismo tiempo tan diferentes que sus diabólicos organismos embonan a la perfección.
La noche inunda con su fragancia nocturna los alrededores, pero por más perfume que utilice para callar el hedor a lujuria en ese espacio, no podrá impedir que ese efluvio despedace la esencia de ambas criaturas, ya están comprometidos esos labios. – No soy de las que entrega todo sin nada a cambio… ¿Mi deseo? – Se carcajea y en su última risa un gemido se escapa – No puedo anhelar algo que ya es mío ¿Cierto? No obstante, lo que quiero, pido y exijo es a ti – Se aferra a su piel, a su cuerpo, a su pecho como un niño que se refugia en los brazos de su padre, tan delicado, frágil y desprotegido como justo ahora se siente la desnudez de Lorraine, no es en su cuerpo, es en su persona, en su ¿alma? ¿Quién lo diría, aún condenada puede tener una? Quizá la más atrofiada de todas, la más denigrante y patética, pero al fin una que le demuestra los estragos de su soledad.
El cielo gruñe, la tierra llora, el viento ríe, el silencio se ahoga. Un pacto, que pensó jamás pedirle a nadie, no lo necesitaba pero después de conocerlo algo en ella se quebró y ahora esta aquí, sobre él, luchando contra sus pensamientos, contra las palabras que le encadenará eternamente a una sola persona – Se mío, y demuéstrame que tan cierto es que solo un vampiro puede amarte por siempre – Su cabeza se levanta para alcanzar los labios de Lucern y sellar su pacto en un profundo y suave beso, pese a que su lengua se encontraba explorando su boca y sus dientes tratan de no morder solamente rosando con sus colmillos el interior de sus fauces, sus manos acarician la piel desnuda del varón, santificando las caricias, bautizándolas con un nuevo nombre, su nombre, Lorraine…
Se pueden escribir las poesías más hermosas bajo la influencia de una amarga soledad, se pueden escuchar las notas inverosímiles de una melodía en el profundo silencio, pero ¿Para qué, si nadie puede escuchar aquel recital? ¡Hasta las sombras requieren de compañía! Hasta el demonio en un pasaje bíblico necesitó de una lamia a su lado. Lúgubre y teatral es el espectro que se baña en las lejanías de su propio desierto, el sabor agrio de un nadie cala en las entrañas, retorciendo de dolor, atormentando y convirtiendo en el infierno cualquier sitio donde exista alguien que no le pertenezca a quien desfallece por un poco de compañía.
Largos fuero los siglos en los cuales su caminar le condujo a ningún lugar, eternas las noches en las cuales su persona destrozaba cuerpos para escuchar que esos gritos humanos opaquen ese silencio sepulcral. Tantas veces ataviando su propio cuerpo con sangre, para no sentir el desolado y frío abrigo de la nada. Persecuciones para ganarle la carrera a un mundo vacío. Noches en las cuales su búsqueda terminaba en el inicio del amanecer sin nada nuevo en su rutina. Cansada de todo menos de la inmundicia su mente creo la salida más fácil, esa maldita lascivia que escurre en cada uno de sus poros, el egoísmo de una lujuria satánica por derrochar placeres y no caer en la vorágine de una soledad hechizante. Fue esa maldita liviandad la que le condujo por el sendero correcto noches atrás, en medio del bosque, hasta los brazos de él… de Lucern Ralph.
Las fauces de su entrepierna rugen y se empapan de una lubricidad pecaminosa. Abrazada por la excitación deja de respirar una vez que el último suspiro de sus pulmones se convirtiera en un aberrante jadeo. Sus labios se secan, intenta tragar saliva pero la resequedad raspa en su garganta, esta aúlla del dolor, suplica e implora por un jugo escarlata. Y se ve a si misma desde un ángulo eróticamente diferente. Su visión de esa escena pornográfica le incita a continuar, dejarse envenenar por las pasiones trascendentes en su piel. Él es el infierno del cual Lorraine ha estado huyendo todo este tiempo, un lugar tan acogedor con todos y cada uno de sus pecados. Las palabras de Lucern, ese movimiento en sus labios que le invita a morderlos con desdén, con ese atrevimiento con el cual él ha estado estimulando su cavidad con su impúdico glande. Jadeos que desbordan fogosidades. Niebla de sexo que les cubre en cada momento.
El vaivén de sus caderas alucina con una violación desgarradoramente placentera. ¿Cómo no sucumbir ante ese deseo, si ya es paria de ello? Su deseo es simple, es algo que ya ha marcado el cuerpo de la fémina y no precisamente esta noche. Su labio se tuerce en una sonrisa de medio lado. Su mirada se pierde en la de él, permitiendo que la distancia que separa sus cuerpos se vuelva insignificante. El pecho de la dama reposa sobre el marmóreo cuerpo del vampiro, su cabeza se recuesta sobre este en un intento por fundirse en una sola entidad, y es que ambos son tan irreverentemente iguales y al mismo tiempo tan diferentes que sus diabólicos organismos embonan a la perfección.
La noche inunda con su fragancia nocturna los alrededores, pero por más perfume que utilice para callar el hedor a lujuria en ese espacio, no podrá impedir que ese efluvio despedace la esencia de ambas criaturas, ya están comprometidos esos labios. – No soy de las que entrega todo sin nada a cambio… ¿Mi deseo? – Se carcajea y en su última risa un gemido se escapa – No puedo anhelar algo que ya es mío ¿Cierto? No obstante, lo que quiero, pido y exijo es a ti – Se aferra a su piel, a su cuerpo, a su pecho como un niño que se refugia en los brazos de su padre, tan delicado, frágil y desprotegido como justo ahora se siente la desnudez de Lorraine, no es en su cuerpo, es en su persona, en su ¿alma? ¿Quién lo diría, aún condenada puede tener una? Quizá la más atrofiada de todas, la más denigrante y patética, pero al fin una que le demuestra los estragos de su soledad.
El cielo gruñe, la tierra llora, el viento ríe, el silencio se ahoga. Un pacto, que pensó jamás pedirle a nadie, no lo necesitaba pero después de conocerlo algo en ella se quebró y ahora esta aquí, sobre él, luchando contra sus pensamientos, contra las palabras que le encadenará eternamente a una sola persona – Se mío, y demuéstrame que tan cierto es que solo un vampiro puede amarte por siempre – Su cabeza se levanta para alcanzar los labios de Lucern y sellar su pacto en un profundo y suave beso, pese a que su lengua se encontraba explorando su boca y sus dientes tratan de no morder solamente rosando con sus colmillos el interior de sus fauces, sus manos acarician la piel desnuda del varón, santificando las caricias, bautizándolas con un nuevo nombre, su nombre, Lorraine…
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Lorraine se había convertido en una parte de sí mismo que ni siquiera quería saber que existía. Él, quien se creía inmune a un despertar de esa magnitud, quien aseveraba que no necesitaba más que un nuevo cuerpo femenino para no extrañar y añorar lo desconocido. No. Tener ese pensamiento ahora resultaba absurdo, obsceno... Simplemente no podía imaginar a nadie que supiera mejor. Todo lo que podía ver, probar, oler, u oír, era ella. Su mano se envolvió en su cabello, dejándose vencer por la suavidad que ahí encontraba, enviando deliciosos espasmos por todo su cuerpo. – Te deseo, Lorraine. Gruñó cada palabra a una pulgada de sus labios, mirándole con avidez, tratando inútilmente de leer en sus cristalinos ojos, una explicación a lo que sentía. - Aquí. Ahora. Apartó la mano de su miembro para sostenerse de su cuello, atrayéndole hasta sus labios que, exigentes y suaves, rogaban por un beso. Su boca se movía como el pétalo de una rosa, mordisqueando sus labios, besando sus mejillas, apretando con suavidad su mandíbula. Aquel beso no hacía nada por aliviar la severa erección que ahora dolía despiadadamente... tan despiadada como placenteramente...
Mientras su boca descendía para inhalar la fragancia que resaltaba en su cuello, Lucern hizo girar sus cuerpos, tendiéndola bajo él... – Seré tu manto. Sus pechos eran perfectos y aceitunados. Sus pezones, rosados y tensos, le señalaban, pidiendo por una atención con la que ya contaban tras haber sido liberados. Con su dedo índice y pulgar, Lucern comenzó a frotarlos, creando una maravillosa fricción que entrecortaba su respiración al compás de los jadeos que serpenteaban los labios de su amada... – Tu abrigo. Hundió su cabeza hacia abajo para tirar de la punta de uno en su boca. Nunca se había molestado en hablar así con las mujeres que había metido en su cama. Hoy, se sentía como el científico loco que, en su laboratorio experimentaba y se emocionaba ante un nuevo descubrimiento que cambiaría la historia de la humanidad. En este caso, la vida tal cual él conocía. Cada emoción, cada gesto, cada jadeo, le hacía continuar con la exploración... Era solo un “novato” que buscaba la satisfacción de su fémina, pero sobre todo, tocarle como él nunca había hecho y como ella jamás sería tocada, más que por sus palmas. – Tu refugio y todo cuanto desees. Sus dientes tironearon sin brusquedad del pezón con el que lengüeteaba segundos atrás, soltándolo para atrapar e igualar el que se encontraba a la espera de ser probado.
Esta noche sería diferente a la que habían compartido en la laguna. Ese primer encuentro que no se vería marchito pues había dado pauta a lo que esta noche se desarrollaba. No era solo su cuerpo el que se entregaba al placer. Su boca pronto fue sustituida por su nariz, acariciando los redondos senos que llenaban sus manos. ¡Dios! Lorraine era tan suave, sus jadeos estimulantes... Lo último que había esperado, era ceder cualquier clase de control sobre sus emociones, pero al diablo con todo, ya no podía detener lo que había dado marcha por sí solo. Lucern se retiró de su pecho para recorrerle con su aliento antes de besarle de nuevo. Um, Lorraine era una divinidad, no podía pensar en ella de otro modo. ¿Realmente estaba cansado de estar solo?! Su pelo cosquilleaba sobre su piel. La mirada de Lorraine, desbordaba pasión... estaba terriblemente seguro, que era la misma mirada que él tenía en sus ojos. Él deslizó su boca ardiente bajando despacio por su cuerpo, lamiendo y provocando cada parte de ella. Se detuvo cuando llegó a su vientre, introduciendo su lengua dentro de su ombligo, humedeciendo y creando círculos. Su olor se impregnaría en el de ella. El suyo ya formaba parte de su esencia, nada lo había eclipsado, ni aquéllos meses que se había mantenido lejos de Paris, donde sabía, se quedaba ella.
Lucern gruñó conforme continuaba el descenso, el néctar en su entrepierna escocía en su paladar, picaba su garganta, hacía agua su boca... – Ábrete para mí, Lorraine. Es de ahí donde yo exijo saciar mi sed. Su sonrisa maliciosa se ensanchaba conforme esperaba. Su mano se abrió paso entre sus piernas, acariciando sus muslos para separarlos. La visión de Lorraine, brindándole acceso a su intimidad, fue todo cuanto necesitó conforme su cabeza se posicionaba y sus manos elevaban su cadera para explorar sus paredes vaginales. La primera gota que cayó sobre la punta de su lengua, resultó como lava ardiendo... brindándole la misma saciedad que sintió tras haberse hecho con su primera víctima. - ¡Maldición! Eres deliciosa. Su aliento, una pequeña ráfaga de viento que acariciaba como el terciopelo sus labios exteriores, lamidas que aumentaban, conforme su lengua se introducía y penetraba... - Un vampiro. Tú vampiro. Concluyó.
Mientras su boca descendía para inhalar la fragancia que resaltaba en su cuello, Lucern hizo girar sus cuerpos, tendiéndola bajo él... – Seré tu manto. Sus pechos eran perfectos y aceitunados. Sus pezones, rosados y tensos, le señalaban, pidiendo por una atención con la que ya contaban tras haber sido liberados. Con su dedo índice y pulgar, Lucern comenzó a frotarlos, creando una maravillosa fricción que entrecortaba su respiración al compás de los jadeos que serpenteaban los labios de su amada... – Tu abrigo. Hundió su cabeza hacia abajo para tirar de la punta de uno en su boca. Nunca se había molestado en hablar así con las mujeres que había metido en su cama. Hoy, se sentía como el científico loco que, en su laboratorio experimentaba y se emocionaba ante un nuevo descubrimiento que cambiaría la historia de la humanidad. En este caso, la vida tal cual él conocía. Cada emoción, cada gesto, cada jadeo, le hacía continuar con la exploración... Era solo un “novato” que buscaba la satisfacción de su fémina, pero sobre todo, tocarle como él nunca había hecho y como ella jamás sería tocada, más que por sus palmas. – Tu refugio y todo cuanto desees. Sus dientes tironearon sin brusquedad del pezón con el que lengüeteaba segundos atrás, soltándolo para atrapar e igualar el que se encontraba a la espera de ser probado.
Esta noche sería diferente a la que habían compartido en la laguna. Ese primer encuentro que no se vería marchito pues había dado pauta a lo que esta noche se desarrollaba. No era solo su cuerpo el que se entregaba al placer. Su boca pronto fue sustituida por su nariz, acariciando los redondos senos que llenaban sus manos. ¡Dios! Lorraine era tan suave, sus jadeos estimulantes... Lo último que había esperado, era ceder cualquier clase de control sobre sus emociones, pero al diablo con todo, ya no podía detener lo que había dado marcha por sí solo. Lucern se retiró de su pecho para recorrerle con su aliento antes de besarle de nuevo. Um, Lorraine era una divinidad, no podía pensar en ella de otro modo. ¿Realmente estaba cansado de estar solo?! Su pelo cosquilleaba sobre su piel. La mirada de Lorraine, desbordaba pasión... estaba terriblemente seguro, que era la misma mirada que él tenía en sus ojos. Él deslizó su boca ardiente bajando despacio por su cuerpo, lamiendo y provocando cada parte de ella. Se detuvo cuando llegó a su vientre, introduciendo su lengua dentro de su ombligo, humedeciendo y creando círculos. Su olor se impregnaría en el de ella. El suyo ya formaba parte de su esencia, nada lo había eclipsado, ni aquéllos meses que se había mantenido lejos de Paris, donde sabía, se quedaba ella.
Lucern gruñó conforme continuaba el descenso, el néctar en su entrepierna escocía en su paladar, picaba su garganta, hacía agua su boca... – Ábrete para mí, Lorraine. Es de ahí donde yo exijo saciar mi sed. Su sonrisa maliciosa se ensanchaba conforme esperaba. Su mano se abrió paso entre sus piernas, acariciando sus muslos para separarlos. La visión de Lorraine, brindándole acceso a su intimidad, fue todo cuanto necesitó conforme su cabeza se posicionaba y sus manos elevaban su cadera para explorar sus paredes vaginales. La primera gota que cayó sobre la punta de su lengua, resultó como lava ardiendo... brindándole la misma saciedad que sintió tras haberse hecho con su primera víctima. - ¡Maldición! Eres deliciosa. Su aliento, una pequeña ráfaga de viento que acariciaba como el terciopelo sus labios exteriores, lamidas que aumentaban, conforme su lengua se introducía y penetraba... - Un vampiro. Tú vampiro. Concluyó.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
“Ninfomanía”
La cuna de su locura muestra en sus sueños una paradójica realidad.
La cuna de su locura muestra en sus sueños una paradójica realidad.
El viento acaricia con infame desdén las ramas de los árboles, sus orgasmos se escuchan a través del espacio y tiempo, justo cuando el sonido de sus susurros se pierde, se rompe en los tímpanos de míticas bestias. Música ensordecedora y poética que embriaga los sentidos. En el firmamento la luna pende de un hilo, envidiando a las estrellas sin darse cuenta que ella es la Diosa de la noche, una deidad que observa desde lo alto los pecados de sus hijos ¡oh, sonrisa infame, Lune creciente! ¿De cuántos amores has sido testigo? Seguro ninguno como aquel que pervierte tu visión esta noche, mientras que tus rayos cobijan cuerpos pálidamente desnudos, jadeantes, excitados y esclavos de sus sexos.
Su corazón desquebrajado por los siglos anidados en sus ojos, cabello y piel, no palpita aún pero sí martiriza su pecho, sintiendo como arde desde el interior. No puede respirar, sus sentidos se ven atrapados en una fuerte espiral llena de vértigo y adrenalina ¿Una nueva sensación? Retorcidos son los espasmos que percibe en su cuerpo cuando Lucern habla y baña con sus labios cada parte de si. Fúnebres promesas se incrustan cual espinas en su interior, simples palabras adornadas con ese jodido efluvio que él despida, simples oraciones formuladas y perdidas en el viento, en el silencio, en el tiempo…
Pensar que será suyo, sentir sus manos recorrer cada parte de su desnudez, saber que la muerte no puede separarles, idealizar toda una eternidad junto a él ¿Pero como carajo paso todo esto? Fuertes escalofríos hacen retumbar sus entrañas, retorcijones de dolor en su vientre rugen cuando su amado muerde e incita sus pezones, Lorraine descansa su espalda en la tierra, su dedo índice se clava en sus colmillos rasgando la piel, haciendo fluir su sangre inmortal. Esta completamente embelesada con el placer que anuncian sus caderas, esas pequeñas convulsiones agonizantes, implorando el allanamiento a su cavidad. Y ese maldito deseo irrefutable marcado en su mente gime, el olor de Lucern ya había sido tatuado en ella, es adicta a él, a su forma, a su figura, a su esencia a su cuerpo, a su esporádico sentido del amor, a lo que solo él puede darle.
Ninfomanía, locura, pasión ardiente, jadeos, espasmos, dolor y saciedad. Las alas de la muerte cubren con su frío la escena de ese par de cuerpos. La excitación suscitada en sus poros destila su fragancia ¡Ese monstruo es…! ¡Ese maldito y jodido vampiro es irresistible! En las lejanías de sus pensamientos la fémina da las gracias al millón de mujeres que perecieron en sus garras, a esas víctimas desgarradas bajo las sabanas de su cama, sí a ellas por que fue su entrega la que muto a su hombre en lo que es ahora y Lorraine disfrutará cada maldita caricia en la que sus manos osen enredarla, cada beso venenoso que sus labios le regalen, cada siniestra embestida que empale su pelvis. No solo quedará allí las enseñanzas de los siglos, una dama de con su mentalidad puede mostrarle a él la diversidad de formas en las que se puede hacer gritar a otros y no precisamente de agonía.
Extiende sus piernas, el acceso a su intimidad es flagelado por a lengua de su Dios, sus manos acarician el cabello de este, enmarañando sus dedos, provocándolo con sus caricias. Una uña recorre la oreja de Lucern, no lastima, no hiere, solo rosa su embriagante piel. “Mmmhhhh…” Su boca muda pero su altar de Venus gruñe con inestabilidad, el vaivén de caderas ayuda a la estimulación provocada en su lascivo cuerpo. Ambas manos acarician con fiereza la cabeza de su empedernido amante, el sentir entre sus dedos lo sedoso de esos hilos y la lubricidad bajando en su interior saciando una sed poco ortodoxa, convierte su pesadilla en algo real, ¡Sí, sí, sí! El hombre que durante décadas espero esta sumergido en su ser con el objetivo de ser de ella ¿Para siempre?
Su mano baja a la altura de su pelvis para acariciar el clítoris mientras la culebra en la boca de Lucern se pierde en sus paredes vaginales. Él aunque no lo desee ya esta marcado con la eternidad de la vampiresa. El rocío baña la espalda del varón, la escarcha le hace ver como un demonio del edén, el señor de sus mentiras, el mendigo de todas sus vidas, su duque del vicio, el príncipe del sexo, su amo y señor. No puede esperar para extender sus manos más allá de lo que puede lograr, contorsionándose con la habilidad y la flexibilidad de un vampiro, alcanza el miembro erecto de Lucern, una estaca perforadora tan perfecta, deleitable, apetecible; acaricia el tronco y masajea entre los testículos, su mano parece tentáculo pintando un lienzo imaginario en el sexo de su amado. Y el tiempo pasa “¡Al carajo con el amanecer!” Piensa y se detiene, no… no puede importarle nada el amanecer cuando al fin lo tiene entre sus manos. Más esa ninfomanía exclusiva del Monsieur Ralph la esclaviza por completo.
– Lucern… - Se pierde en la inmensidad del bosque el nombre de su dueño, no puede hablar pues tiene la boca llena de jadeos ahogados en su garganta, su cuerpo habla por ella, es el idioma universal entre los amantes de la noche, de cama y a aquellos que cubrieron su pecho de pasión. Los ojos de Lorraine se cierran, su boca se abre, sus colmillos sangran, su intimidad carraspea. – Tu paria, mi esclavo, mi hombre, tu mujer…– Arroja entre respiraciones cortadas, entre suspiros lascivos y obscenos movimientos de todo su ser . Se acomoda con forme el instinto le dicta en su cabeza, una nueva pose, un experimento que extenderá su placer. ¡Sodoma y Gomorra! ¡Lucern y Lorraine!
Su corazón desquebrajado por los siglos anidados en sus ojos, cabello y piel, no palpita aún pero sí martiriza su pecho, sintiendo como arde desde el interior. No puede respirar, sus sentidos se ven atrapados en una fuerte espiral llena de vértigo y adrenalina ¿Una nueva sensación? Retorcidos son los espasmos que percibe en su cuerpo cuando Lucern habla y baña con sus labios cada parte de si. Fúnebres promesas se incrustan cual espinas en su interior, simples palabras adornadas con ese jodido efluvio que él despida, simples oraciones formuladas y perdidas en el viento, en el silencio, en el tiempo…
Pensar que será suyo, sentir sus manos recorrer cada parte de su desnudez, saber que la muerte no puede separarles, idealizar toda una eternidad junto a él ¿Pero como carajo paso todo esto? Fuertes escalofríos hacen retumbar sus entrañas, retorcijones de dolor en su vientre rugen cuando su amado muerde e incita sus pezones, Lorraine descansa su espalda en la tierra, su dedo índice se clava en sus colmillos rasgando la piel, haciendo fluir su sangre inmortal. Esta completamente embelesada con el placer que anuncian sus caderas, esas pequeñas convulsiones agonizantes, implorando el allanamiento a su cavidad. Y ese maldito deseo irrefutable marcado en su mente gime, el olor de Lucern ya había sido tatuado en ella, es adicta a él, a su forma, a su figura, a su esencia a su cuerpo, a su esporádico sentido del amor, a lo que solo él puede darle.
Ninfomanía, locura, pasión ardiente, jadeos, espasmos, dolor y saciedad. Las alas de la muerte cubren con su frío la escena de ese par de cuerpos. La excitación suscitada en sus poros destila su fragancia ¡Ese monstruo es…! ¡Ese maldito y jodido vampiro es irresistible! En las lejanías de sus pensamientos la fémina da las gracias al millón de mujeres que perecieron en sus garras, a esas víctimas desgarradas bajo las sabanas de su cama, sí a ellas por que fue su entrega la que muto a su hombre en lo que es ahora y Lorraine disfrutará cada maldita caricia en la que sus manos osen enredarla, cada beso venenoso que sus labios le regalen, cada siniestra embestida que empale su pelvis. No solo quedará allí las enseñanzas de los siglos, una dama de con su mentalidad puede mostrarle a él la diversidad de formas en las que se puede hacer gritar a otros y no precisamente de agonía.
Extiende sus piernas, el acceso a su intimidad es flagelado por a lengua de su Dios, sus manos acarician el cabello de este, enmarañando sus dedos, provocándolo con sus caricias. Una uña recorre la oreja de Lucern, no lastima, no hiere, solo rosa su embriagante piel. “Mmmhhhh…” Su boca muda pero su altar de Venus gruñe con inestabilidad, el vaivén de caderas ayuda a la estimulación provocada en su lascivo cuerpo. Ambas manos acarician con fiereza la cabeza de su empedernido amante, el sentir entre sus dedos lo sedoso de esos hilos y la lubricidad bajando en su interior saciando una sed poco ortodoxa, convierte su pesadilla en algo real, ¡Sí, sí, sí! El hombre que durante décadas espero esta sumergido en su ser con el objetivo de ser de ella ¿Para siempre?
Su mano baja a la altura de su pelvis para acariciar el clítoris mientras la culebra en la boca de Lucern se pierde en sus paredes vaginales. Él aunque no lo desee ya esta marcado con la eternidad de la vampiresa. El rocío baña la espalda del varón, la escarcha le hace ver como un demonio del edén, el señor de sus mentiras, el mendigo de todas sus vidas, su duque del vicio, el príncipe del sexo, su amo y señor. No puede esperar para extender sus manos más allá de lo que puede lograr, contorsionándose con la habilidad y la flexibilidad de un vampiro, alcanza el miembro erecto de Lucern, una estaca perforadora tan perfecta, deleitable, apetecible; acaricia el tronco y masajea entre los testículos, su mano parece tentáculo pintando un lienzo imaginario en el sexo de su amado. Y el tiempo pasa “¡Al carajo con el amanecer!” Piensa y se detiene, no… no puede importarle nada el amanecer cuando al fin lo tiene entre sus manos. Más esa ninfomanía exclusiva del Monsieur Ralph la esclaviza por completo.
– Lucern… - Se pierde en la inmensidad del bosque el nombre de su dueño, no puede hablar pues tiene la boca llena de jadeos ahogados en su garganta, su cuerpo habla por ella, es el idioma universal entre los amantes de la noche, de cama y a aquellos que cubrieron su pecho de pasión. Los ojos de Lorraine se cierran, su boca se abre, sus colmillos sangran, su intimidad carraspea. – Tu paria, mi esclavo, mi hombre, tu mujer…– Arroja entre respiraciones cortadas, entre suspiros lascivos y obscenos movimientos de todo su ser . Se acomoda con forme el instinto le dicta en su cabeza, una nueva pose, un experimento que extenderá su placer. ¡Sodoma y Gomorra! ¡Lucern y Lorraine!
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Su lengua se movía en diferentes profundidades y velocidades. Sus bramidos y gruñidos se perdían entre cada lamida que le proporcionaba a su sexo. Ella era el lienzo y él quien trazaba las pinceladas perfectas con su lengua, creando su obra mas pintoresca... un mar donde sumergirse y nunca salir a flote, resultaban las esposas perfectas para mantenerse atado a la suavidad de sus labios. Su néctar sabía a miel, tan dulce y placentero, empalagoso. Lucern parecía, no, no parecía, estaba muerto de sed. Su garganta raspaba como lija con cada gota que bajaba, acrecentando con frenesí las llamas invisibles que arrasaban con todo, dejando en su lugar pasión, placer, excitación... La sangre ni el vino más viejo podían ponerle fin a esa ansia, a ese innegable deseo de tomar todo lo que ella le ofrecía. No existía sabor más excepcional que la excitación de Lorraine adhiriéndose a su paladar. Dulce, rico, caliente... adictivo... cada gota le llevaba a buscar más, a provocar más, a codiciar más... El sonido de pequeños besos en sus labios vaginales, se unieron a los jadeos que escapaban de la garganta de su amada, notas subliminales que solo eran descubiertas por los amantes que se dedicaban a hacer el amor con el bosque, las estrellas y la luna de por medio. Mmmmhhh. Lucern lamía hasta su pubis, para después retomar su posición inicial. Los jadeos de Lorraine eran su guía, cuando arqueaba su espalda y presionaba su boca aún más a su vagina, Lucern atormentaba sin piedad... cuando apretaba sus labios, dejando escapar un desgarrador gemido, Lucern succionaba... Pero eran las caricias que sus dedos hacían al enmarañar su cabello, atrayendo su cabeza con fiereza hasta su sexo, que Lucern ponía su lengua rígida para penetrarle con mas profundes y firmeza; logrando que su nariz chocara contra su pelvis, absorbiendo su olor, uno que ya estaba impregnado, tatuado, grabado en su esencia... Uno que dejaba pendejo el olor de las rosas, del aire, de la tierra húmeda, de la sangre fresca, de las hojas secas, de... todo lo que la naturaleza era capaz de otorgar y el ser humano disfrutar.
Lucern presionaba dentro de su piel, separando suavemente sus labios con sus dedos, abriéndolos como si se tratase de los pétalos de una flor, haciendo a un lado los dedos de su amada para acariciar con los suyos ese pequeño punto que les acercaría a la fosa donde se vivía y respiraba el éxtasis. Su lengua pronto se movió hasta la parte superior de su vulva, sintiendo su clítoris, chupando la piel que le cubría. Rápidamente, su lengua penetró esa sección, tomándole en su boca. ¡Maldición! El dolor en su miembro se intensificó, enviando espasmos desde sus testículos hasta su cerebro, un recordatorio de que lo que su lengua hacía, se reduciría a nada una vez le tomara. El vampiro intentó pronunciar su nombre, pero éste se vio resquebrajado por el huracán que arrasó con ese deseo, haciéndole gruñir como una bestia por las caricias que recibía su miembro y testículos de la mano de su mujer. Caricias que le hacían continuar con su invasión, una lucha que no deseaba ganar, una batalla que pretendía librar sin final, lamiéndole, besándole, succionándole, drogándose! – Tu olor... tu sabor... ¡Maldición! Lucern alejó su boca y dedos finalmente, incluso alejó la mano que le masturbaba contra su voluntad. Lorraine le estaba haciendo perder los estribos y, era dentro de ella que deseaba continuar. Un beso que empezó sobre su pelvis, le hicieron crear un camino de besos furtivos hasta sus labios. Los hilos de sangre que bajaban por la comisura de sus labios, solo fue la gota que derramó el vaso. Lucern tomó posesión de su boca, llevando su sabor impregnado, compartiéndolo entre sus lenguas que, fingían un combate entre fieras... era la pasión que desbordaban, la sensación de sus desnudos cuerpos fusionarse en un solo ente, la suavidad de la piel, la paz y sobre todo, la dependencia que empezaba a significar Lorraine, lo que desfilaba ante él.
Besos... Poesías escritas en los labios que necesitan de inspiración. Entrega y recepción. Un pacto que se sella entre los cómplices amantes, reafirmando cuanto y cómo se extrañaron, ratificando una entrega... Besos... proposiciones silenciosas... Los minutos transcurren, el beso se prolonga... Lucern no necesita aire. Aire es una palabra terrenal que ha sido reemplazada por el de ella... Está tendido sobre su cuerpo, sonriendo... Sus ojos brillan, una estela que deja la excitación que sienten. Una estela que se percibe por cada poro... por el sudor que les cubre y que ninguna ráfaga de viento puede llevarse. Es de ellos, de nadie más. Lucern lame la sangre, recorre con sus caninos su labio inferior, besa las comisuras. – Guíame. Susurra. - Guíame. Repite. Se trata de una plegaria?! ... y acobíjame con tu cuerpo, Lorraine. Su miembro se tensa aún mas, consciente de que ha llegado el momento...
Lucern presionaba dentro de su piel, separando suavemente sus labios con sus dedos, abriéndolos como si se tratase de los pétalos de una flor, haciendo a un lado los dedos de su amada para acariciar con los suyos ese pequeño punto que les acercaría a la fosa donde se vivía y respiraba el éxtasis. Su lengua pronto se movió hasta la parte superior de su vulva, sintiendo su clítoris, chupando la piel que le cubría. Rápidamente, su lengua penetró esa sección, tomándole en su boca. ¡Maldición! El dolor en su miembro se intensificó, enviando espasmos desde sus testículos hasta su cerebro, un recordatorio de que lo que su lengua hacía, se reduciría a nada una vez le tomara. El vampiro intentó pronunciar su nombre, pero éste se vio resquebrajado por el huracán que arrasó con ese deseo, haciéndole gruñir como una bestia por las caricias que recibía su miembro y testículos de la mano de su mujer. Caricias que le hacían continuar con su invasión, una lucha que no deseaba ganar, una batalla que pretendía librar sin final, lamiéndole, besándole, succionándole, drogándose! – Tu olor... tu sabor... ¡Maldición! Lucern alejó su boca y dedos finalmente, incluso alejó la mano que le masturbaba contra su voluntad. Lorraine le estaba haciendo perder los estribos y, era dentro de ella que deseaba continuar. Un beso que empezó sobre su pelvis, le hicieron crear un camino de besos furtivos hasta sus labios. Los hilos de sangre que bajaban por la comisura de sus labios, solo fue la gota que derramó el vaso. Lucern tomó posesión de su boca, llevando su sabor impregnado, compartiéndolo entre sus lenguas que, fingían un combate entre fieras... era la pasión que desbordaban, la sensación de sus desnudos cuerpos fusionarse en un solo ente, la suavidad de la piel, la paz y sobre todo, la dependencia que empezaba a significar Lorraine, lo que desfilaba ante él.
Besos... Poesías escritas en los labios que necesitan de inspiración. Entrega y recepción. Un pacto que se sella entre los cómplices amantes, reafirmando cuanto y cómo se extrañaron, ratificando una entrega... Besos... proposiciones silenciosas... Los minutos transcurren, el beso se prolonga... Lucern no necesita aire. Aire es una palabra terrenal que ha sido reemplazada por el de ella... Está tendido sobre su cuerpo, sonriendo... Sus ojos brillan, una estela que deja la excitación que sienten. Una estela que se percibe por cada poro... por el sudor que les cubre y que ninguna ráfaga de viento puede llevarse. Es de ellos, de nadie más. Lucern lame la sangre, recorre con sus caninos su labio inferior, besa las comisuras. – Guíame. Susurra. - Guíame. Repite. Se trata de una plegaria?! ... y acobíjame con tu cuerpo, Lorraine. Su miembro se tensa aún mas, consciente de que ha llegado el momento...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
“Ángel terrenal”
El sabor de Lucern es la sabia para las yagas en su cuerpo, besos que trascienden hasta el jardín del edén, caricias aterciopeladas en su pálida piel, un líquido escarlata, un manantial de deseos y placer. Se funde en la ardiente pasión por poseerlo, por elevarlo hasta el último de los sentidos, en ese frenesí por consumar su amor con un acto carnal, que por primera vez dejará una marca en su pecho. Tantas noches en su inmortalidad la dejaron la experiencia y la astucia, en otras ocasiones era su lascivia la que pagaba con simple sexo. Aquí, frente a él, desgastando sus labios hasta quedarse seca, succionando su espíritu hasta quedar vacía, no es un coito más o un encuentro impúdico que fácilmente olvidará. Aquí, frente, por un lado y por debajo de él , la luna es testigo que ella ha sellado con sangre un pacto diabólico y Lucern Ralph posee ya su eterna alma condenada.
Encarcela bajo su yugo a su amante, sus delgados y finos brazos rodean el cuerpo ajeno, sus cabellos sueltos envían con caricias mensajes subliminales en su pecho y la gata en celo ataca el lóbulo de su vampiro. Desciende con besos profanos, pequeños mordiscos, jugueteos de lengua ponzoñosa, del cuello a sus hombros. Su camino se detiene en sus pectorales para recostar su cabeza un efímero instante a la par en que su pierna se entrelaza con las de él. Juraría haber escuchado el palpitar de su corazón muerto, daría su cristalizada existencia por asegurar sentirse viva de nuevo, por acreditar una insana emoción en el agujero donde se supone debe latir el órgano vital.
La rodilla de la dama incita con abrazadores choques su virilidad, sonríe y retira su cabeza, continúa bajando entre cortados besos con ansia de mutar a mordidas. Deja un camino rojizo con sus colmillos, es como pintar una obra de arte en el más perfecto y hermoso de los lienzos, es como escuchar la más hermosa lírica con su nombre tatuado en la dedicatoria y esos rugidos que su hombre despide son igual a la última sinfonía de un suspiro, como el réquiem de un violín a la espera de ser abandonado en el olvido.
Del ombligo de Lucern para abajo un camino luminoso se distingue a la perfección, es un sendero de muerte arrastrándole hasta el sepulcro donde desea renacer de sus cenizas. Su boca deja en libertad el aliento que guardo en su travesía y entonces choca contra su miembro. Una carcajada ahogada, juguetona y coqueta irrumpe en el silencio. Besa su cabecilla, después lame el tronco y termina por masajear la base del mismo. Lentamente sus labios se regocijan y su saliva ayuda en la lubricidad. El panorama que admiran sus ojos es indudablemente delirante ¿Cómo no sumergirse en su masculinidad cuando esta plagada de exquisitez? Sus caderas gimen en un intento desenfrenado por llamar la atención, por gritar e implorar que necesita ser embestida, que debe pagar una cruz y pagar sus pecados de excitación.
Lorraine martiriza con su boca el sexo de su amante. Sube, baja, baja y sube. Los lengüetazos se clavan en sus tímpanos, el solo hecho de escucharlos en medio de aquella paz, es sencillamente depravado, abriendo el apetito sexual de cualquiera. Las manos frotan con desdén y pasión la libido inmortal de Lucern. El verlo enloquecer bajo su cuerpo es la cuna de su fogosidad, los bramidos que escupe entre blasfemias mudas, masturban su maldito deseo de llegar a un éxtasis, a un orgasmo ¿Uno? No, siente la necesidad de terminar ahogada en sus propios jadeos llenos de placer.
El roce de sus dedos con su piel, el estar en sus brazos es sentir el cobijo de un ángel terrenal. Sus poros aspiran lentamente el sudor de su lujuria y en sus pensamientos solo su nombre de sueños se adoquina. Allí en el bosque perfumado con su mística esencia, Lorraine no esta entregando su cuerpo, esa mujer no esta perdiendo la decencia, no tiene descaro o inhibición alguna. Cobijada con las hojas secas cayendo sobre su espalda, la lamia entrega su corazón en las garras de su demonio y abraza a la muerte, sin miedo a nada…
Encarcela bajo su yugo a su amante, sus delgados y finos brazos rodean el cuerpo ajeno, sus cabellos sueltos envían con caricias mensajes subliminales en su pecho y la gata en celo ataca el lóbulo de su vampiro. Desciende con besos profanos, pequeños mordiscos, jugueteos de lengua ponzoñosa, del cuello a sus hombros. Su camino se detiene en sus pectorales para recostar su cabeza un efímero instante a la par en que su pierna se entrelaza con las de él. Juraría haber escuchado el palpitar de su corazón muerto, daría su cristalizada existencia por asegurar sentirse viva de nuevo, por acreditar una insana emoción en el agujero donde se supone debe latir el órgano vital.
La rodilla de la dama incita con abrazadores choques su virilidad, sonríe y retira su cabeza, continúa bajando entre cortados besos con ansia de mutar a mordidas. Deja un camino rojizo con sus colmillos, es como pintar una obra de arte en el más perfecto y hermoso de los lienzos, es como escuchar la más hermosa lírica con su nombre tatuado en la dedicatoria y esos rugidos que su hombre despide son igual a la última sinfonía de un suspiro, como el réquiem de un violín a la espera de ser abandonado en el olvido.
Del ombligo de Lucern para abajo un camino luminoso se distingue a la perfección, es un sendero de muerte arrastrándole hasta el sepulcro donde desea renacer de sus cenizas. Su boca deja en libertad el aliento que guardo en su travesía y entonces choca contra su miembro. Una carcajada ahogada, juguetona y coqueta irrumpe en el silencio. Besa su cabecilla, después lame el tronco y termina por masajear la base del mismo. Lentamente sus labios se regocijan y su saliva ayuda en la lubricidad. El panorama que admiran sus ojos es indudablemente delirante ¿Cómo no sumergirse en su masculinidad cuando esta plagada de exquisitez? Sus caderas gimen en un intento desenfrenado por llamar la atención, por gritar e implorar que necesita ser embestida, que debe pagar una cruz y pagar sus pecados de excitación.
Lorraine martiriza con su boca el sexo de su amante. Sube, baja, baja y sube. Los lengüetazos se clavan en sus tímpanos, el solo hecho de escucharlos en medio de aquella paz, es sencillamente depravado, abriendo el apetito sexual de cualquiera. Las manos frotan con desdén y pasión la libido inmortal de Lucern. El verlo enloquecer bajo su cuerpo es la cuna de su fogosidad, los bramidos que escupe entre blasfemias mudas, masturban su maldito deseo de llegar a un éxtasis, a un orgasmo ¿Uno? No, siente la necesidad de terminar ahogada en sus propios jadeos llenos de placer.
El roce de sus dedos con su piel, el estar en sus brazos es sentir el cobijo de un ángel terrenal. Sus poros aspiran lentamente el sudor de su lujuria y en sus pensamientos solo su nombre de sueños se adoquina. Allí en el bosque perfumado con su mística esencia, Lorraine no esta entregando su cuerpo, esa mujer no esta perdiendo la decencia, no tiene descaro o inhibición alguna. Cobijada con las hojas secas cayendo sobre su espalda, la lamia entrega su corazón en las garras de su demonio y abraza a la muerte, sin miedo a nada…
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
El esclavo del tiempo ha encontrado a su verdadero amo.
La tierra bajo ellos gime de desespero. Las hojas marchitas florecen al verlos. La Luna se detiene encantada, atrapada en celo. Lucern observa como las constelaciones se pierden en el firmamento. Si Lorraine continúa con esa danza entre su lengua y su miembro, culminará su juego. El vampiro gruñe mientras las malditas estrellas se apagan en su cerebro. Es una hoguera la que su amante y mujer ha creado con cada beso. Jamás había experimentado un placer tan... primitivo. El sabor de su sexo es su aliento y cada que Lucern brama, es su lengua exigiendo más de tan sustancial, caliente y energético alimento. Consciente de que ésta jugando con su demonio interno, Lucern embiste, introduciendo su miembro; gruñendo embrutecedoramente al sentir como el interior de sus mejillas le acarician, le seducen, le masturban. Cada lengüetazo, ¡maldición! Una ruleta que gira... Ella es su locura, su delirio, su contraparte... El sonido que produce su saliva y su boca al abrirse y cerrarse sobre su sexo, debería ser la sinfonía de la muerte, el exilio de todos los condenados, la depravación en la que cae todo maniático, ¿no buscan la pasión y placer en sus actos? – Lorraine. La nota de su nombre se pierde cuando su miembro se introduce completamente dentro del horno de su boca, un calor brutal que se prende por cada centímetro de su tronco. Lucern sonríe y, una, dos, tres veces más embistiendo, aparta su miembro...
Se levanta y le tira de nuevo. Está juguetón, deseando hacerle el amor... Una combinación extraña viniendo de Lucern. ¿Pero que no hay de extraño en todo eso? Lorraine le tiene atado. Lucern le toma de las muñecas y sube sus manos sobre su cabeza. Su miembro golpea contra su vientre, ¿compitiendo contra la perforación que sus pezones están haciendo sobre su pecho? El olor de su hembra le cautiva. Sus caninos mordisquean su mandíbula y la destructora pasión que se lee en su mirada, amenaza con darle fin a la tortura que también él está viviendo. - Has ganado. Mordisquea sin lastimar, enrojeciendo la piel aceitunada que es iluminada por los rayos platas y ensombrecida, al mismo tiempo, por la sombra que representa su cuerpo. – Basta de juegos, amor. Reemplazando los grilletes que representan sus manos sobre sus muñecas por tan solo una, Lucern guía su miembro a la entrada de su añorado abrazo. Sonríe con perversidad y su cabeza asciende por su mejilla hasta encontrarse sobre la boca de su amante. Rubíes cultivados. Una rosa negra entre miles rojas, la más hermosa, la más mítica... Inigualable entre inmortales, única entre deidades. Lucern se apodera de su boca, siempre insaciable... su sabor y el de ella se mezclan... sus lenguas, un juego de esgrima que no se lastiman pero se provocan.
Su miembro se abría paso lentamente y, en un enfático arrebato, embistió hasta que se vio atrapado y cubierto entre sus suaves pliegues y el río de placer que le embutían deliciosamente. Sus caninos habían perforado la lengua de su amada al sentir el delicioso choque de sus testículos al introducirse enteramente. La sangre corría por su boca y era su lengua la que lamía, jadeante. El vaivén rítmico no se hizo esperar, Lucern deslizaba su miembro hasta la punta para después penetrarle hasta la base. Se limitaba a tomar los jadeos de Lorraine, ahogando también sus gruñidos en ese descabellado y apasionado beso. Una y otra vez, se repetía ese proceso. El sabor de la sangre y de sus sexos, el subliminal roce entre sus paredes vaginales y el tronco de su miembro, el sonido que provocaba el néctar de Lorraine como un emblemático chapoteo, las caricias que su mano prodigaban por sus senos... el mejor escenario jamás expuesto... la mejor introducción a una noche que se alargaba sin importar las circunstancias... la mejor representación de dos cuerpos entregándose a qué, ¿a las garras del amor?
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
“Sueño con tus labios pegados a los míos, de todo tu ser lo que más deseo es besar tus labios, perderme en tus ojos y morir en tus brazos”
Un niño corriendo a la mitad del bosque, con su corazón acelerado, la adrenalina corriendo por sus venas y un pánico en la mirada… Su sangre la dosis perfecta. El sabor de esa esencia tras pasar su ardiente garganta, acariciando las llamas infernales de sus papilas gustativas, saciando la sed de su vientre, bañándose de una satisfacción inminente ¡No! ¡Es muy bizarro! La verdad es que Lorraine busca desesperadamente un punto de comparación entre lo vivido y lo que está haciendo jadear su pútrido cuerpo, pero no existe cosa alguna que se asemeje a la gloria que Lucern, “Su Lucern” representa. Ni el vino más antiguo, ni la consagración de una tortura… ¿Tortura? Eso es precisamente lo ocurrido, es víctima del más bajo de los placeres, tan primitivo y soberbio como su esencia misma.
Forzada a ascender sobre su amante, sus labios deseosos rosan piel ajena, su lengua, una culebra embadurnada con fluidos, acaricia con la punta el camino de regreso hasta los labios del vampiro, su pecho se rasga con la daga que este posee entre las piernas. El erecto falo de Lucern se clava en su vientre, deja un camino estimulado por su sola presencia en las terminales nerviosas que allí se suscitan, escalofríos, desvaríos y deseos miles. Tal pareciera que esta pequeña parte de Lorraine piensa de forma individual, requiere pues la atención de la fémina, su ombligo reclama con morbosidad la indiferencia del vagabundo, su cadera ruge en un espasmo impulsado por la más ínfima parte de si, esta a punto de perderse en las garras del diabólico éxtasis. Una subliminal imagen que le excita…
Un beso, un aterrador beso profana su boca, el difunto allí es la lengua de Lucern que requiere pues ser sepultada hasta lo más profundo de su boca. Busca y vuelve a buscar el lugar indicado donde yacer inerte, reposar, morir, renacer… Un vals de media noche, un ritual de magia satánica, la graduación de sus labios al besar. “¡Demonios!” Blasfema entre dientes ¿Cómo poder describir el arrebato de sensaciones en su cavidad al ser profanada? Sus pliegues toman la forma de la libido que les acaricia, se abren lentamente saboreando entre risas mudas e idiomas corporales, la piel, gota a gota el veneno se extiende por su intimidad. La puerta de acceso esta más que predispuesta a dejarle pasar, su cavidad no ha sido dilatada y en el primer roce un bramido se desprende de Lorraine ¿Dolor? Eso no es dolor, lo que ha sentido es solo un adelanto a lo que le espera. Entonces, jadea…
Sangre, dulce, delicada e inmortal sangre… Traga sin tapujos, absorbe con ímpetu. Es su propio aroma el que encuentra en el paladar, la esencia de su coagulada joya púrpura. Es en ese instante en el que las uñas del Naamah se clavan en los brazos fornidos de Lucern, un grito estrangulado por el silencio deseaba escaparse desde la entrañas. Sus paredes vaginales son destrozadas por férreo miembro masculino. Sale y entra, como quien se esconde en una cueva. La danza comienza es una guerra entre sexos, él… embiste, ella… encarcela. Sus caderas se mueven sin parar, aumentan el ritmo del baile, sugieren y expresan, quieren más. Lorraine arquea su espalda, saludando a la luna sobre su cuerpo, su cabellera se pierde entre las sombras, más destaca sobre la pálida piel de un hombre. Se retuerce de placer, masturbando sus senos, acariciandoce la cintura, desgarrándose el cuello, acunando una locura… Regresa hasta el pecho de su amado Nosferatu y muerde con ferocidad el lugar donde se encuentra su corazón - Fac ut ardeat cor meum! – Susurra con la sangre de Lucern bañándole los labios – Al igual que lo hace el tuyo –
Forzada a ascender sobre su amante, sus labios deseosos rosan piel ajena, su lengua, una culebra embadurnada con fluidos, acaricia con la punta el camino de regreso hasta los labios del vampiro, su pecho se rasga con la daga que este posee entre las piernas. El erecto falo de Lucern se clava en su vientre, deja un camino estimulado por su sola presencia en las terminales nerviosas que allí se suscitan, escalofríos, desvaríos y deseos miles. Tal pareciera que esta pequeña parte de Lorraine piensa de forma individual, requiere pues la atención de la fémina, su ombligo reclama con morbosidad la indiferencia del vagabundo, su cadera ruge en un espasmo impulsado por la más ínfima parte de si, esta a punto de perderse en las garras del diabólico éxtasis. Una subliminal imagen que le excita…
Un beso, un aterrador beso profana su boca, el difunto allí es la lengua de Lucern que requiere pues ser sepultada hasta lo más profundo de su boca. Busca y vuelve a buscar el lugar indicado donde yacer inerte, reposar, morir, renacer… Un vals de media noche, un ritual de magia satánica, la graduación de sus labios al besar. “¡Demonios!” Blasfema entre dientes ¿Cómo poder describir el arrebato de sensaciones en su cavidad al ser profanada? Sus pliegues toman la forma de la libido que les acaricia, se abren lentamente saboreando entre risas mudas e idiomas corporales, la piel, gota a gota el veneno se extiende por su intimidad. La puerta de acceso esta más que predispuesta a dejarle pasar, su cavidad no ha sido dilatada y en el primer roce un bramido se desprende de Lorraine ¿Dolor? Eso no es dolor, lo que ha sentido es solo un adelanto a lo que le espera. Entonces, jadea…
Sangre, dulce, delicada e inmortal sangre… Traga sin tapujos, absorbe con ímpetu. Es su propio aroma el que encuentra en el paladar, la esencia de su coagulada joya púrpura. Es en ese instante en el que las uñas del Naamah se clavan en los brazos fornidos de Lucern, un grito estrangulado por el silencio deseaba escaparse desde la entrañas. Sus paredes vaginales son destrozadas por férreo miembro masculino. Sale y entra, como quien se esconde en una cueva. La danza comienza es una guerra entre sexos, él… embiste, ella… encarcela. Sus caderas se mueven sin parar, aumentan el ritmo del baile, sugieren y expresan, quieren más. Lorraine arquea su espalda, saludando a la luna sobre su cuerpo, su cabellera se pierde entre las sombras, más destaca sobre la pálida piel de un hombre. Se retuerce de placer, masturbando sus senos, acariciandoce la cintura, desgarrándose el cuello, acunando una locura… Regresa hasta el pecho de su amado Nosferatu y muerde con ferocidad el lugar donde se encuentra su corazón - Fac ut ardeat cor meum! – Susurra con la sangre de Lucern bañándole los labios – Al igual que lo hace el tuyo –
{Fac ut ardeat cor meum (¡Haz que arda mi corazón!)}
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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