AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
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Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Recuerdo del primer mensaje :
Abrí los ojos abruptamente. El proceso de curación finalmente había cesado. Una aplastante oscuridad engullía mi cuerpo. Por supuesto, no se podía esperar lo contrario del lugar donde me encontraba. ¡Maldita sea! ¿Cómo no le había visto venir? Una sonrisa sarcástica apareció en mi rostro. “Las curvas de aquélla cazadora” Sí. Esa había sido la causa por la que había bajado la guardia. Tenía que admitirlo, la mujer sabía actuar. Un segundo la tenía bajo control y en el otro… Era mi cuerpo el que se encontraba estacado. “Desearás haber terminado con el trabajo”, gruñí, observando el hueco en mi camisa, la única prueba que quedaba de lo que me había hecho terminar en este lugar. Las pisadas en el pasillo me hicieron incorporarme de golpe. Estaba débil. Necesitaba mucha sangre y una víctima se acercaba. ¿Una semana en Paris y ya me había pasado esto? Una experiencia única y nada divertida. El humano con una bata blanca ingresó al cuarto con una tabla en sus manos. Seguro. Ahora venía a hacerme los, huh, ¿estudios? Mis caninos se encontraban a la vista, algo que no me molesté en ocultar. Antes de que el humano tuviese la oportunidad de llegar al interruptor, mis colmillos se enterraron en su cuello.
El crepúsculo estaba por llegar, podía sentirlo. Necesitaba llegar a la mansión para salir en su búsqueda. Regresar a Paris no habría estado en mis planes si ella no me hubiese acechado constantemente. Mis pensamientos solo fluían en esa dirección. Tirando el cuerpo sin vida de mi víctima, disfruté de la sensación que recorrió mi ser, al sentir la fuerza de mis poderes. La maravilla de la sangre humana. Solo había algo que deseaba tanto y ese eran las caricias mortales de Lady Von Fanel. Mi cuerpo reaccionó por instinto. Deseaba verle. Más que verle… tenerle. “Que ironía. Rodeado por muertos” Ansioso y sin saber porqué, me encontré saliendo al pasillo. El olor a sangre, alcohol y medicina impregnó mis fosas nasales. Los quejidos de los pacientes acaparaban mi sentido auditivo. Paredes blancas y… Una enfermera atrajo mi atención. Aunque el humano había saciado mi apetito, el postre venía en una mejor presentación. No tardé en utilizar mis poderes para llevarle a una habitación vacía y disfrutar del banquete. En cuanto el crepúsculo llegó, abandoné el hospital. Buscar a la cazadora habría sido mi prioridad tiempo atrás, ahora solo podía pensar en ella. Ya tendría tiempo para la venganza…
Me adentré en el bosque. Ir sin camisa por las calles parisinas solo me haría el centro de atención. Algo que odiaba. Suponía que vivir en las afueras de Paris tenía sus ventajas. En cuanto me acerqué a mis dominios, un olor inconfundible puso mis sentidos en alerta. La realidad superaba a la ficción, sin duda… Mis labios se curvaron lentamente. Mis sentidos se agudizaron. Di un paso más, esperando… y entonces, nada. ¿Ella tenía el control? No. Jamás permitiría que una mujer gobernara sobre mí. ¿Entonces, porqué mi mente creaba este tipo de ilusiones? Porque Lorraine no se parecía a ninguna mujer con quien había pasado una noche. La respuesta llegó de algún lugar en mi mente. Me había vuelto adicto a ella sin saberlo… y ahora estaba en búsqueda de la droga que aplacaría todos mis deseos.
Abrí los ojos abruptamente. El proceso de curación finalmente había cesado. Una aplastante oscuridad engullía mi cuerpo. Por supuesto, no se podía esperar lo contrario del lugar donde me encontraba. ¡Maldita sea! ¿Cómo no le había visto venir? Una sonrisa sarcástica apareció en mi rostro. “Las curvas de aquélla cazadora” Sí. Esa había sido la causa por la que había bajado la guardia. Tenía que admitirlo, la mujer sabía actuar. Un segundo la tenía bajo control y en el otro… Era mi cuerpo el que se encontraba estacado. “Desearás haber terminado con el trabajo”, gruñí, observando el hueco en mi camisa, la única prueba que quedaba de lo que me había hecho terminar en este lugar. Las pisadas en el pasillo me hicieron incorporarme de golpe. Estaba débil. Necesitaba mucha sangre y una víctima se acercaba. ¿Una semana en Paris y ya me había pasado esto? Una experiencia única y nada divertida. El humano con una bata blanca ingresó al cuarto con una tabla en sus manos. Seguro. Ahora venía a hacerme los, huh, ¿estudios? Mis caninos se encontraban a la vista, algo que no me molesté en ocultar. Antes de que el humano tuviese la oportunidad de llegar al interruptor, mis colmillos se enterraron en su cuello.
El crepúsculo estaba por llegar, podía sentirlo. Necesitaba llegar a la mansión para salir en su búsqueda. Regresar a Paris no habría estado en mis planes si ella no me hubiese acechado constantemente. Mis pensamientos solo fluían en esa dirección. Tirando el cuerpo sin vida de mi víctima, disfruté de la sensación que recorrió mi ser, al sentir la fuerza de mis poderes. La maravilla de la sangre humana. Solo había algo que deseaba tanto y ese eran las caricias mortales de Lady Von Fanel. Mi cuerpo reaccionó por instinto. Deseaba verle. Más que verle… tenerle. “Que ironía. Rodeado por muertos” Ansioso y sin saber porqué, me encontré saliendo al pasillo. El olor a sangre, alcohol y medicina impregnó mis fosas nasales. Los quejidos de los pacientes acaparaban mi sentido auditivo. Paredes blancas y… Una enfermera atrajo mi atención. Aunque el humano había saciado mi apetito, el postre venía en una mejor presentación. No tardé en utilizar mis poderes para llevarle a una habitación vacía y disfrutar del banquete. En cuanto el crepúsculo llegó, abandoné el hospital. Buscar a la cazadora habría sido mi prioridad tiempo atrás, ahora solo podía pensar en ella. Ya tendría tiempo para la venganza…
Me adentré en el bosque. Ir sin camisa por las calles parisinas solo me haría el centro de atención. Algo que odiaba. Suponía que vivir en las afueras de Paris tenía sus ventajas. En cuanto me acerqué a mis dominios, un olor inconfundible puso mis sentidos en alerta. La realidad superaba a la ficción, sin duda… Mis labios se curvaron lentamente. Mis sentidos se agudizaron. Di un paso más, esperando… y entonces, nada. ¿Ella tenía el control? No. Jamás permitiría que una mujer gobernara sobre mí. ¿Entonces, porqué mi mente creaba este tipo de ilusiones? Porque Lorraine no se parecía a ninguna mujer con quien había pasado una noche. La respuesta llegó de algún lugar en mi mente. Me había vuelto adicto a ella sin saberlo… y ahora estaba en búsqueda de la droga que aplacaría todos mis deseos.
Última edición por Lucern Ralph el Miér Jun 22, 2011 1:26 pm, editado 4 veces
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Su ángel oscuro desplegaba las alas sobre su pecho desnudo. Los músculos bajo las caricias que perfilaban sus dedos, se contraían con cada forma que inventaba y le desplazaba por cada centímetro de piel que tenía su marca, incluso si ésta ya no presentaba ningún vestigio de mordeduras, arañazos y besos apasionados. La aterciopelada voz de su compañera, seguro como el infierno que abriría el cielo de nuevo, movería la tierra y provocaría que rosas negras, difíciles de encontrar, imposibles de apreciar, brotaran como la hiedra; tejiendo las paredes que constituían la mansión que por muchos años había alimentado la sed desinteresada de su soledad y el vacío que se ocultaba bajo los primeros ramalazos de una vida inmortal tan trivial. Sus pilares ya no eran mas que escombros que Lorraine pisoteaba y todo lo que podía hacer mientras sentía como eran barridos con su voz y tacto, era perderse en el viaje que le regalaban esos narcóticos labios. Tendido con ella atrapada entre sus brazos, la oscuridad ondulaba por cada pared, habitación, pasadizos, pasillos, objetos antiguos, alfombras teñidas de sangre, cortinas color vino, estatuas y pinturas de su autoría. A veces el silencio era todo lo que se necesitaba. El silencio reinando, las manos de su mujer recorriendo senderos y viéndose interceptadas por sus manos. Las llevó hasta sus labios, besó sus palmas en un gesto de adoración. ¿No era así como se comportaba un hombre enamorado? Se tomó su tiempo con una, sus colmillos rozando, su nariz captando los aromas mezclados cuando habían hecho el amor bajo la dama de la noche. Lucern se encargaba de abastecer su mente con el único afán de hacerlo estallar en todas direcciones con el único nombre al que respondería, la única mujer que cuidaría, la única esencia que bañaría su cuerpo noche tras noche, incluso durante los días donde el Sol jugaba a mantenerlos prisioneros, inconsciente de que era así como querían estar ellos.
Cada palabra que su ángel terrenal pronunciaba para ser escuchadas solo por él, debía ser marcada en cada parte de su cuerpo. Bien podía darle una daga a su mujer y obligarle a hacerlo. Quería tenerle no solo superficialmente sobre su piel, realmente quería tenerle inscrita. La idea de persuadirla, de provocarle, de... ¿Eso que resonaba desde la entrada principal era un gruñido? Dolor, tortura y una marca eterna no sonaban mal, absolutamente no, pero eso era porque se trataba de ella. No se necesitaba ser un genio para estar jodidamente seguro de ello. – Lorraine. El nombre que escapaba de sus labios era un susurro que se complementaba con la forma en que su lengua jugaba con el contorno de su oreja. Cada lamida que llevaba su sabor hasta la boca que estaba fundida con el olor de su sangre, de su sexo y de su aliento; le hacía regresar por más como un enfermo. – Quiero que hagas algo por mí. No era una pregunta porque no le daría opciones. Era solo una petición que no aceptaba “noes”. Su cuerpo giró, quedando ahora él sobre ella. Lucern con esa gracilidad y rapidez que le caracterizaba, le obligó a doblar una de sus piernas, su mano acariciando la parte de atrás de su rodilla, bajando y bajando para finalmente ascender por su muslo. – La atmósfera bajo la que vivía estaba acuchillada, llena de pequeños agujeros. Cada año que pasaba se deterioraba por dentro. Pero esa noche en especial, el día en que tus ojos se encontraron con los míos, el agujero que quedó tras tu partida fue tan gigantesco que no servía de nada intentar repararlo como siempre hacía. Su cabeza olisqueaba sobre su cuello conforme su mano le acariciaba si bien no obscenamente, con el deseo desparramándose sobre él como lo había hecho su cabello.
-¿Quién soy? Sus labios besaron la vena que había mordido con dulzura, separándose para alzar su cabeza sobre la de ella. Negó levemente, la intensidad en sus ojos bien podía iluminar la mansión completa. – Nadie. No soy un alguien sin ti. Sus colmillos estaban en todo su esplendor, sobresaliendo sobre su labio inferior, desde luego que aún no había hecho su petición, pero éstos ya estaban listos para la acción. - ¿Qué te he hecho? Entrecerró los ojos en un gesto desmesurado. No había hecho nada excepto desearla contra toda probabilidad antes de aceptar que lo que sentía por ella era trascendental. – Eso podemos enmendarlo. Le sonrió con malicia, relajando su cuerpo. – Espera aquí, ¿quieres? Si logras complacerme, mi boca equilibrará la apuesta. Maldad y diversión pura era lo que destilaba por donde se le miraba. Desapareció por uno de los pasillos. – Nada de hacer trampas, la Sra. Ralph aun no puede tomar posesión de esta casa si antes no es escoltada. ¿Su señora? ¿Su condesa? Mataría al Rey solo para complacerle y regalarle una nación entera. Oh, oh. Lucern había caído en una fosa sin afán de salir a la superficie, ni siquiera por sangre. Regresó como lo había prometido, con una daga en su mano. Antes de llegar hasta ella se detuvo para encender el candelabro junto a la puerta. – Verte con mi camisa es casi tan sexy como tenerte desnuda bajo mi cuerpo. De acuerdo, eso no es del todo cierto. ¿Quizás quieras ayudarme a tomar una decisión? Se arrodilló ante ella, tendiéndole la daga desde la empuñadura. Sin camisa, tenía acceso libre a su brazo. – Deja que también sea tu nombre el que tatúe la piel que te pertenece. Y no seas suave, quiero que la marca no se borre... nunca. La tomó del cuello y la atrajo hacia su boca. Cuando no le besó, sus ojos le perforaron como si atravesara su alma. – Eres mía tanto como yo soy tuyo, mi ángel oscuro.
Cada palabra que su ángel terrenal pronunciaba para ser escuchadas solo por él, debía ser marcada en cada parte de su cuerpo. Bien podía darle una daga a su mujer y obligarle a hacerlo. Quería tenerle no solo superficialmente sobre su piel, realmente quería tenerle inscrita. La idea de persuadirla, de provocarle, de... ¿Eso que resonaba desde la entrada principal era un gruñido? Dolor, tortura y una marca eterna no sonaban mal, absolutamente no, pero eso era porque se trataba de ella. No se necesitaba ser un genio para estar jodidamente seguro de ello. – Lorraine. El nombre que escapaba de sus labios era un susurro que se complementaba con la forma en que su lengua jugaba con el contorno de su oreja. Cada lamida que llevaba su sabor hasta la boca que estaba fundida con el olor de su sangre, de su sexo y de su aliento; le hacía regresar por más como un enfermo. – Quiero que hagas algo por mí. No era una pregunta porque no le daría opciones. Era solo una petición que no aceptaba “noes”. Su cuerpo giró, quedando ahora él sobre ella. Lucern con esa gracilidad y rapidez que le caracterizaba, le obligó a doblar una de sus piernas, su mano acariciando la parte de atrás de su rodilla, bajando y bajando para finalmente ascender por su muslo. – La atmósfera bajo la que vivía estaba acuchillada, llena de pequeños agujeros. Cada año que pasaba se deterioraba por dentro. Pero esa noche en especial, el día en que tus ojos se encontraron con los míos, el agujero que quedó tras tu partida fue tan gigantesco que no servía de nada intentar repararlo como siempre hacía. Su cabeza olisqueaba sobre su cuello conforme su mano le acariciaba si bien no obscenamente, con el deseo desparramándose sobre él como lo había hecho su cabello.
-¿Quién soy? Sus labios besaron la vena que había mordido con dulzura, separándose para alzar su cabeza sobre la de ella. Negó levemente, la intensidad en sus ojos bien podía iluminar la mansión completa. – Nadie. No soy un alguien sin ti. Sus colmillos estaban en todo su esplendor, sobresaliendo sobre su labio inferior, desde luego que aún no había hecho su petición, pero éstos ya estaban listos para la acción. - ¿Qué te he hecho? Entrecerró los ojos en un gesto desmesurado. No había hecho nada excepto desearla contra toda probabilidad antes de aceptar que lo que sentía por ella era trascendental. – Eso podemos enmendarlo. Le sonrió con malicia, relajando su cuerpo. – Espera aquí, ¿quieres? Si logras complacerme, mi boca equilibrará la apuesta. Maldad y diversión pura era lo que destilaba por donde se le miraba. Desapareció por uno de los pasillos. – Nada de hacer trampas, la Sra. Ralph aun no puede tomar posesión de esta casa si antes no es escoltada. ¿Su señora? ¿Su condesa? Mataría al Rey solo para complacerle y regalarle una nación entera. Oh, oh. Lucern había caído en una fosa sin afán de salir a la superficie, ni siquiera por sangre. Regresó como lo había prometido, con una daga en su mano. Antes de llegar hasta ella se detuvo para encender el candelabro junto a la puerta. – Verte con mi camisa es casi tan sexy como tenerte desnuda bajo mi cuerpo. De acuerdo, eso no es del todo cierto. ¿Quizás quieras ayudarme a tomar una decisión? Se arrodilló ante ella, tendiéndole la daga desde la empuñadura. Sin camisa, tenía acceso libre a su brazo. – Deja que también sea tu nombre el que tatúe la piel que te pertenece. Y no seas suave, quiero que la marca no se borre... nunca. La tomó del cuello y la atrajo hacia su boca. Cuando no le besó, sus ojos le perforaron como si atravesara su alma. – Eres mía tanto como yo soy tuyo, mi ángel oscuro.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Su corazón fue desprendido de su pecho y entregado en una caja de cristal al único hombre que podría amar. El reflejo de un sueño alcanzado al fin, danza con las penas de su pasado y las ahoga en la seducción de mil mares, agua que se revuelca entre la nostalgia de lo prohibido, ataviado con la sangre impertinente de un demonio que ante el amor fue sometido. Mientras sus sueños alcanzan la obscura cumbre de un abismo mortífero enredada en sus brazos, la elocuencia que se desprendió de su lado, se instala en la locura de haberlo encontrado. Los suspiros se regocijan entre nubes de placer y aún cuando afuera es de día y el dorado del sol cubre la tierra, dentro de aquella mansión la penumbra los cubre con su manto sagrado. Noche eterna no podría existir mejor que esa, en la que sus cuerpos expresaron todo ese maldito amor que, durante mucho tiempo fue cercenado por la indiferencia de sus amos, infelices criaturas pretendiendo haber abandonado el sentimentalismo mortal, sin imaginarse que esa mañana descubrirían que son más humanos que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra. Sí, Lorraine no aprendió a amar, esa mujer semidesnuda sobre el pétreo pecho de Lucern, ni siquiera conocía semejante palabra, pero al mirarla ahora cualquiera creería que en el crepúsculo de su vida, se entregó como ninguna otra mujer al amor de sus sueños.
No se considera la mujer más afortunada de la tierra, tampoco la más feliz. Ella es el último sentimiento en el alma de un Dios condenado al fúnebre exilio de su corazón inexperto, es el cantar de la luna en las noches en las que no puede verse reflejada en el mar de su silencio, en el lago de sus recuerdos; es la danza de una estrella fugaz al perderse en la eternidad del espacio, es la llama ofuscada por el gélido aliento de la muerte en su letárgico olvido, es la inocencia perdida de la virgen plasmada en la erótica pintura, es... es… es tantas cosas por él que, para englobar lo que su vientre guarda como la maternidad bañada en la apelada seda del beneficio por ser mujer, no puede describir en las frases antes expresadas. El simple hecho de escuchar su voz gutural, manda una señal hasta el altar de Venus que copula con su miembro en un estallido de orgasmos circunstanciales, pero que de ellos depende la plenitud de toda una existencia en un simple segundo de delirio.
No quiere dejarlo ir. Bajo su cuerpo, sus brazos toman posesión de su espalda y se aferra a él como el moribundo a su último soplo de vida. Reconoce que tiene todo el tiempo para estar junto a Lucern, pero aún así no está dispuesta a desperdiciar ni un segundo a su lado. Sus ojos destellan al igual que los de él, entonces, comprende que tiene que obedecerle aunque por dentro sus pensamientos deseen acapararlo perpetuamente. - … A tu merced… - Dice la infeliz con un susurro mortífero, redireccionado hasta el lóbulo de su vampiro. Lo observa perdiéndose lentamente entre los pasillos de la residencia. Un alarido es exhalado junto con su aliento. Al respirar, al absorber el aire plasmado en los rincones desolados de esa habitación, encuentra la fragancia de su hombre, aquella que le embriaga y seduce sin ningún permiso. Es perecer ante el contacto de una briza pagana que, con su magia y negro misticismo, hechiza los sentidos de su cuerpo, para despertar esa tormenta de sensaciones que fragmentan como el cristal a un corazón de piedra. Entonces es allí cuando él regresa acompañado de una daga, se la entrega con palabras que por ella nunca debieron ser escuchadas.
Verle allí, junto a ella, amándola y deseándola como se desea a la sangre tras una eternidad en sequía, es como hacer germinar una orquídea en el desierto de la soledad, impredecible, improbable, imposible, insuperable. Sus labios se mueren por probar una vez más de esa hiel, que sólo puede poseer él. Pensar en una eternidad junto a él, abarcar la inmensidad con su nombre inscrito en cada poro de su piel, le provoca un escalofrío que eriza hasta la última parte de su esencia, su sonrisa la delata, su mirada despeja las sospechas, es una lamia enamorada que ha perdido la cabeza. Toma la daga y la empuña contra su pecho – La única forma para que la herida no se cierre es… - Clava la punta del arma en donde se encuentra el corazón de Lucern, sonríe, dice que no con el movimiento de su cabeza y cuello – hiriéndote aquí – Termina. Una gota de sangre inmortal aparece, si le doliera a él ¿Qué importa? Pero es a Lorraine a quien le hiere la agonía que él no siente – no podría… Me pides que tatué tu cuerpo y no es fácil de cumplir. Las huellas que deja la vida se borran con el pasar del tiempo, las marcas que deja el amor se queman sobre las venas desquebrajadas del corazón – Cada una de sus palabras son dichas con el dolor en sus entrañas. Retira la daga de él, la mira como quien observa un camino diferente para escapar del monótono sendero regreso a casa y sonríe de lado – Sé que no dejarás que me niegue – Cierra sus ojos, empuña nuevamente la daga, pero esta vez contra su brazo - ¿El dolor es sinónimo de amor? – Pregunta al mismo tiempo en que el filo de aquel objeto abre la piel de Lucern, para dejar al descubierto la carne de un muerto. Ríos de carmesí color, bañan su extremidad, alimentando la alfombra bajo ellos, encharcando el suelo que pereció ante el rugir y el sufrimiento en silencio de Lorraine. Lastimar a Lucern es una de las cosas que más agonía le han causado, por no decir que la única. – Entonces debo amarte hasta la locura –
No se considera la mujer más afortunada de la tierra, tampoco la más feliz. Ella es el último sentimiento en el alma de un Dios condenado al fúnebre exilio de su corazón inexperto, es el cantar de la luna en las noches en las que no puede verse reflejada en el mar de su silencio, en el lago de sus recuerdos; es la danza de una estrella fugaz al perderse en la eternidad del espacio, es la llama ofuscada por el gélido aliento de la muerte en su letárgico olvido, es la inocencia perdida de la virgen plasmada en la erótica pintura, es... es… es tantas cosas por él que, para englobar lo que su vientre guarda como la maternidad bañada en la apelada seda del beneficio por ser mujer, no puede describir en las frases antes expresadas. El simple hecho de escuchar su voz gutural, manda una señal hasta el altar de Venus que copula con su miembro en un estallido de orgasmos circunstanciales, pero que de ellos depende la plenitud de toda una existencia en un simple segundo de delirio.
No quiere dejarlo ir. Bajo su cuerpo, sus brazos toman posesión de su espalda y se aferra a él como el moribundo a su último soplo de vida. Reconoce que tiene todo el tiempo para estar junto a Lucern, pero aún así no está dispuesta a desperdiciar ni un segundo a su lado. Sus ojos destellan al igual que los de él, entonces, comprende que tiene que obedecerle aunque por dentro sus pensamientos deseen acapararlo perpetuamente. - … A tu merced… - Dice la infeliz con un susurro mortífero, redireccionado hasta el lóbulo de su vampiro. Lo observa perdiéndose lentamente entre los pasillos de la residencia. Un alarido es exhalado junto con su aliento. Al respirar, al absorber el aire plasmado en los rincones desolados de esa habitación, encuentra la fragancia de su hombre, aquella que le embriaga y seduce sin ningún permiso. Es perecer ante el contacto de una briza pagana que, con su magia y negro misticismo, hechiza los sentidos de su cuerpo, para despertar esa tormenta de sensaciones que fragmentan como el cristal a un corazón de piedra. Entonces es allí cuando él regresa acompañado de una daga, se la entrega con palabras que por ella nunca debieron ser escuchadas.
Verle allí, junto a ella, amándola y deseándola como se desea a la sangre tras una eternidad en sequía, es como hacer germinar una orquídea en el desierto de la soledad, impredecible, improbable, imposible, insuperable. Sus labios se mueren por probar una vez más de esa hiel, que sólo puede poseer él. Pensar en una eternidad junto a él, abarcar la inmensidad con su nombre inscrito en cada poro de su piel, le provoca un escalofrío que eriza hasta la última parte de su esencia, su sonrisa la delata, su mirada despeja las sospechas, es una lamia enamorada que ha perdido la cabeza. Toma la daga y la empuña contra su pecho – La única forma para que la herida no se cierre es… - Clava la punta del arma en donde se encuentra el corazón de Lucern, sonríe, dice que no con el movimiento de su cabeza y cuello – hiriéndote aquí – Termina. Una gota de sangre inmortal aparece, si le doliera a él ¿Qué importa? Pero es a Lorraine a quien le hiere la agonía que él no siente – no podría… Me pides que tatué tu cuerpo y no es fácil de cumplir. Las huellas que deja la vida se borran con el pasar del tiempo, las marcas que deja el amor se queman sobre las venas desquebrajadas del corazón – Cada una de sus palabras son dichas con el dolor en sus entrañas. Retira la daga de él, la mira como quien observa un camino diferente para escapar del monótono sendero regreso a casa y sonríe de lado – Sé que no dejarás que me niegue – Cierra sus ojos, empuña nuevamente la daga, pero esta vez contra su brazo - ¿El dolor es sinónimo de amor? – Pregunta al mismo tiempo en que el filo de aquel objeto abre la piel de Lucern, para dejar al descubierto la carne de un muerto. Ríos de carmesí color, bañan su extremidad, alimentando la alfombra bajo ellos, encharcando el suelo que pereció ante el rugir y el sufrimiento en silencio de Lorraine. Lastimar a Lucern es una de las cosas que más agonía le han causado, por no decir que la única. – Entonces debo amarte hasta la locura –
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
La envidia del astro ha teñido el cielo de rojo. Las sombras de la noche han perecido en los brazos de sus rayos. Cada segundo que transcurre sin poder rastrear a las criaturas de la noche en sus guaridas, ha transformado su envidia en ira. No hay más rayos. Las lanzas de fuego son preparadas, buscando al campesino que labra para torturarlo con el calor maldito que no puede proyectar sobre los vampiros. A diferencia del Sol que maldice no haber sido más rápido, Lucern sonríe como un maldito enfermo maniaco por la prisión que encuentra en los brazos aceitunados. Ríos de sangre desembocan en un mar escarlata, ensuciando la filosa hoja que tatúa su brazo e ingiere el veneno que se le da con regocijo. El olor metálico se filtra por las paredes frías que hasta esa noche se encontraban congeladas, desmoronándose por el calor infernal que emana del cuerpo que se ha vestido, marcado y empapado con la esencia del demonio que entierra sus garras sin piedad en ella, demostrando que no existen límites para la ansiedad que se retuerce en sus entrañas por cuidar de su dueña. El perfume que tiene la desfachatez de burlarse ante él no es más que el olor que ha dejado su cuerpo tras aquélla danza descomunal en la que se perdieron. Un simple roce envía ondas de energía por cada rincón. Un beso produce las primeras resquebrajaduras sobre el escudo de esa podrida soledad que le encontraba sobre aquél escritorio, perdido entre libros que viajaron con el tiempo y parecían reírse por una vejez que no alcanzaría jamás. Sí. El Diablo puede retozar, dictar órdenes, gobernar en su puto trono; ¿y qué? Está podridamente solo. – Escucha. La mejilla de Lucern acarició la suya. – Cada gota que corre por mis venas no es más que la representación de todas mis noches y días sin encontrarte bajo el lado oscuro de la Luna, ataviada con una prenda destrozada, jugando a compartir tu presa con un desconocido que no hizo más que desearte desde el principio. Mientras hablaba y el sonido de las gotas al caer sobre la alfombra se perdía en el tiempo, aquél recuerdo tan vívido se proyectó en el charco de sangre que se había formado bajo ellos. Ese poder que no era utilizado más que para torturar y alterar la psiquis de sus presas, encontraba un nuevo uso.
El bastardo sonrió mientras se perdía en las palabras que cruzaron en aquélla ocasión. “¿Sutil o desgarradoramente infernal?” – Extraño como el destino retuerce nuestros pasos. Aquélla noche arrancaste un corazón y no resultó ser la de aquél humano. El dolor de su cuerpo no podría compararse con esos malditos días en que creyó que en Londres le olvidaría. Este era un festín que solo con ella compartiría. La voz de Lucern pronto se volvió ronca, no era sed, era el reclamo que le hacía su boca por ir en la búsqueda de esos labios tan bellamente fruncidos. A mitad del tatuaje supo que le obligaría a hacer una pausa. ¡Maldición! ¡No podía! Si le detenía, la mantendría ocupada por mucho tiempo. – No habrá recompensa sino te apuras. Cuando creyó que no podría seguir esperando, el sonido del metal alzó su eco por encima de las respiraciones que chocaban contra el lóbulo de su mujer. – ¿Quieres hacer los honores en un corazón que ya grita tu nombre? La mano que estaba bañada con su propia sangre, tomó su barbilla en lo que esperaba fuera un apretón suave. Absurdo, dado el entumecimiento que le recorría en su extremidad. Sus dedos dejaron las cinco líneas rojas y con el apoyo de su cuerpo le obligó a retroceder hasta que su espalda cayó sobre la sangre que había sido derramada por él, su boca reclamándole antes de que terminaran de caer. – No te detengas. Esta noche me he declarado tu esclavo. Pero éste es especial... Su boca terminó abierta sobre la de ella, su aliento derramándose como si estuviese cansado. – Está en un lugar dónde cualquiera puede mirarlo. El rugir de un dragón saliendo de su cueva, rebotó contras las piedras. Su pesado cuerpo aplastaba el de Lorraine contra la alfombra. – ¿Un fresco y regocijante baño de sangre... Meses atrás, en una noche fría y neblinosa, esas fueron las primeras palabras que les llevaron a donde estaban ahora, compartiendo la carne, la sangre y el amor profuso que solo se puede sentir por la indicada persona ... amor mío? Sus colmillos se dispararon cuando giró el rostro y observó por primera vez la marca de su eterna unión... Un hecho que le trajo de golpe a donde estaban. – Sé tan poco de la mujer que amo. Sus ojos cayeron presos de los espejos en sus pupilas, su ceño se frunció hasta que su frente se arrugó por completo. – Muéstrame Lorraine, quiero formar parte de tu vida tanto como tu formas parte de la mía. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Arruinando lo que sin duda vendría? ¡Ja! Esa maldita obsesión de conocer podría volverse en contra de él... La sed que sentía no era solo por la sangre perdida, sino por el deseo de saber...
El bastardo sonrió mientras se perdía en las palabras que cruzaron en aquélla ocasión. “¿Sutil o desgarradoramente infernal?” – Extraño como el destino retuerce nuestros pasos. Aquélla noche arrancaste un corazón y no resultó ser la de aquél humano. El dolor de su cuerpo no podría compararse con esos malditos días en que creyó que en Londres le olvidaría. Este era un festín que solo con ella compartiría. La voz de Lucern pronto se volvió ronca, no era sed, era el reclamo que le hacía su boca por ir en la búsqueda de esos labios tan bellamente fruncidos. A mitad del tatuaje supo que le obligaría a hacer una pausa. ¡Maldición! ¡No podía! Si le detenía, la mantendría ocupada por mucho tiempo. – No habrá recompensa sino te apuras. Cuando creyó que no podría seguir esperando, el sonido del metal alzó su eco por encima de las respiraciones que chocaban contra el lóbulo de su mujer. – ¿Quieres hacer los honores en un corazón que ya grita tu nombre? La mano que estaba bañada con su propia sangre, tomó su barbilla en lo que esperaba fuera un apretón suave. Absurdo, dado el entumecimiento que le recorría en su extremidad. Sus dedos dejaron las cinco líneas rojas y con el apoyo de su cuerpo le obligó a retroceder hasta que su espalda cayó sobre la sangre que había sido derramada por él, su boca reclamándole antes de que terminaran de caer. – No te detengas. Esta noche me he declarado tu esclavo. Pero éste es especial... Su boca terminó abierta sobre la de ella, su aliento derramándose como si estuviese cansado. – Está en un lugar dónde cualquiera puede mirarlo. El rugir de un dragón saliendo de su cueva, rebotó contras las piedras. Su pesado cuerpo aplastaba el de Lorraine contra la alfombra. – ¿Un fresco y regocijante baño de sangre... Meses atrás, en una noche fría y neblinosa, esas fueron las primeras palabras que les llevaron a donde estaban ahora, compartiendo la carne, la sangre y el amor profuso que solo se puede sentir por la indicada persona ... amor mío? Sus colmillos se dispararon cuando giró el rostro y observó por primera vez la marca de su eterna unión... Un hecho que le trajo de golpe a donde estaban. – Sé tan poco de la mujer que amo. Sus ojos cayeron presos de los espejos en sus pupilas, su ceño se frunció hasta que su frente se arrugó por completo. – Muéstrame Lorraine, quiero formar parte de tu vida tanto como tu formas parte de la mía. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Arruinando lo que sin duda vendría? ¡Ja! Esa maldita obsesión de conocer podría volverse en contra de él... La sed que sentía no era solo por la sangre perdida, sino por el deseo de saber...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
“El pasado se queda donde esta, pero el dolor… ¿Acaso se puede olvidar?”
El filo de la daga resuena en la habitación, el sonio de la piel abriéndose por su culpa, por su puño por el simple hecho que él se lo ha pedido; martiriza sus entrañas al saberse la causante de tal atrocidad. Es una marca, es la muestra que le pertenece hasta la eternidad, el emblema de su amor, el estandarte de su victoria, pero desgastar la piel que cree tan perfecta por un capricho… “¿Cuántas veces lo has hecho antes? No, esto es diferente” Piensa, sí… es diferente, no hay sensación en este mundo que pueda asemejarse a lo que siente por él, ni siquiera el sorbo de la sangre de un infante en la copa más cara del mundo, puede si quiera presumir de satisfacer a Lorraine de la forma en la que lo ha hecho él. Lucern Ralph, es su nombre y no se cansará de repetirlo entre los bramidos de su entrepierna, entregándose a él. Una laguna carmesí se viste de seda bajo su cuerpo, es la sangre derramada que por sacrifico ha sido la utopía de su unión.
No tiene nada que decir más que mirarlo a los ojos con ese brillo en sus pupilas, esa capa de devoción que le tiene, esa emoción de haberlo encontrado y no dejarlo escapar. Al rememorizar junto con él su primer encuentro, también sonríe y se encoge de hombros. Fue suya en ese instante, ahora lo es, lo será… siempre. Sin querer los pensamientos de Lucern fueron descubiertos por Lorraine, al verse a si misma guardada en la memoria de su amado, fue simplemente indescriptible. La amenaza llego hasta sus oídos, una mueca en sus labios, el ceño fruncido y la daga separándose de su piel – He terminado amor – Susurra sin desvanecer esa sonrisa de su boca hasta el instante en que la mano ahogada en sangre atrapa su barbilla, automáticamente ella busca encerrar los dedos de Lucern con los propios, acaricia su dorso, cierra sus ojos y se deja sentir amada. En ese momento él la hace retroceder, su cabello se baña con el líquido carmín, su espalda se alimenta de allí, su sed se incrementa… No porque la sangre de sus venas esté bajo sus cuerpos, sino por lo que él dijo – Increíble que hayas citado, yo lo recuerdo como si hubiese sido ayer… - Dice, no lo puede negar, desde esa noche, había sentido la necesidad de grabarlo en su memoria, como si sus instintos supieran en lo que terminaría todo eso.
Quiere sujetarse a él, no dejar que sus ilusiones decaigan con la mínima amenaza de muerte, entonces… el recuerdo de su pasado se abre como una yaga que aún no supura lo suficiente, que aún sangra. Irgue su cuerpo apartándose de él, niega con su cabeza y gatea hasta reposar su espalda en el muro de la habitación, abraza sus rodillas con sus brazos y hunde su rostro en medio de ambas. – No, no, no… - Susurra con la voz entrecortada ¿Los vampiros pueden llorar? Bien si no era un sollozo, se le parecía demasiado – No quieres saber de mi pasado, no deseas invocar esos fantasmas que me han flagelado durante siglos. Quédate así, como hasta ahora. Eres el único que ha logrado disiparlos de la penumbra en mi existencia, saciaste a mis demonios, los enterraste… por favor… allí déjalos, no los llames – Le suplica con su rostro sumergido entre sus piernas. Ese es su tormento, la debilidad que durante siglos muchos han buscado y jamás encontrado. Lo que ocurrió cuando ella era humana le devasto por el resto de su existencia, aún cuando su venganza fue aterradora para ellos y Lorraine desahogo sus penas, el rencor que guardaba en su interior no tenía punto de comparación, le robaron su inocencia, la convirtieron en eso… Ella sólo necesitaba sentirse amada, tras doscientos años de espera lo consiguió - Sólo ámame -
No tiene nada que decir más que mirarlo a los ojos con ese brillo en sus pupilas, esa capa de devoción que le tiene, esa emoción de haberlo encontrado y no dejarlo escapar. Al rememorizar junto con él su primer encuentro, también sonríe y se encoge de hombros. Fue suya en ese instante, ahora lo es, lo será… siempre. Sin querer los pensamientos de Lucern fueron descubiertos por Lorraine, al verse a si misma guardada en la memoria de su amado, fue simplemente indescriptible. La amenaza llego hasta sus oídos, una mueca en sus labios, el ceño fruncido y la daga separándose de su piel – He terminado amor – Susurra sin desvanecer esa sonrisa de su boca hasta el instante en que la mano ahogada en sangre atrapa su barbilla, automáticamente ella busca encerrar los dedos de Lucern con los propios, acaricia su dorso, cierra sus ojos y se deja sentir amada. En ese momento él la hace retroceder, su cabello se baña con el líquido carmín, su espalda se alimenta de allí, su sed se incrementa… No porque la sangre de sus venas esté bajo sus cuerpos, sino por lo que él dijo – Increíble que hayas citado, yo lo recuerdo como si hubiese sido ayer… - Dice, no lo puede negar, desde esa noche, había sentido la necesidad de grabarlo en su memoria, como si sus instintos supieran en lo que terminaría todo eso.
Quiere sujetarse a él, no dejar que sus ilusiones decaigan con la mínima amenaza de muerte, entonces… el recuerdo de su pasado se abre como una yaga que aún no supura lo suficiente, que aún sangra. Irgue su cuerpo apartándose de él, niega con su cabeza y gatea hasta reposar su espalda en el muro de la habitación, abraza sus rodillas con sus brazos y hunde su rostro en medio de ambas. – No, no, no… - Susurra con la voz entrecortada ¿Los vampiros pueden llorar? Bien si no era un sollozo, se le parecía demasiado – No quieres saber de mi pasado, no deseas invocar esos fantasmas que me han flagelado durante siglos. Quédate así, como hasta ahora. Eres el único que ha logrado disiparlos de la penumbra en mi existencia, saciaste a mis demonios, los enterraste… por favor… allí déjalos, no los llames – Le suplica con su rostro sumergido entre sus piernas. Ese es su tormento, la debilidad que durante siglos muchos han buscado y jamás encontrado. Lo que ocurrió cuando ella era humana le devasto por el resto de su existencia, aún cuando su venganza fue aterradora para ellos y Lorraine desahogo sus penas, el rencor que guardaba en su interior no tenía punto de comparación, le robaron su inocencia, la convirtieron en eso… Ella sólo necesitaba sentirse amada, tras doscientos años de espera lo consiguió - Sólo ámame -
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Nunca había dependido de las palabras que una mujer le dedicaba. ¿A qué libertino – si es que podía clasificarse en esa categoría – había escuchado las palabras de una mujer cuando todo lo que buscaba era utilizarla? Ciertamente conversaba, seguía el hilo de sus diálogos con poco menos que interés y cuando ellas creían que les miraba era porque estaban lejos de comprender cuál era el objetivo de esa obscura mirada. La vena que latía en el cuello y conectaba hasta el corazón de esos cuerpos era la fuente de su vida y de otros cientos que, como él, caminaban bajo el manto nocturno. ¿Cuántos cuellos había desgarrados? Más que los días que le precedían desde que la muerte le encontró, le recogió y le entregó la inmortalidad con ese mordisco y la sangre de la vampiresa que había entrado por sus venas. Nada había cambiado desde entonces... Hasta hacía unos meses que el nómada se había asentado con terquedad en su pecho. No latía ningún condenado corazón en esa cavidad, el aire que entraba a sus pulmones estaba lejos de ser una necesidad y comer, ¿Qué diablos era eso? Por su boca solo se había derramado sangre y cualquier líquido con el combustible suficiente como para engrasar su garganta. Pero ahí, mientras su rostro se cubría con una máscara y su mirada de por sí ya obscurecida, cubría cada detalle de sus ojos; que el golpe de comprensión lo hizo apreciar con una determinación jamás mostrada a la mujer con la que se encontraba. Todo en ella era más mortal que miles de estacas siendo levantadas por cazadores hambrientos de sed de venganza. Que el Diablo le ayudara porque su mundo giraba alrededor de lo que ella dijera, pensara y/o actuara. Y... ¿cuánto tiempo le había tomado aquello? Un día en la laguna y el reencuentro de esa noche. No podía siquiera imaginar cómo sería dentro de una semana o un mes, o... La eternidad.
Sentado sobre su sangre... Por primera vez, no sabe qué hacer. ¿Es posible? Para Lucern lo es. ¿En qué momento su “yo” y “solo yo” había sido exorcizado? El tatuaje en su antebrazo no es más que lo que habita en su mente. El nombre que evoca y el rostro de su mujer reinando... Su espalda golpea contra la pared, sus rodillas se doblan y con los codos sobre éstas, sus brazos caen, la sangre gotea y el sonido que se reproduce en el silencio que abre y extiende su brecha, le tortura de la peor manera. Están sentados casi de la misma manera y aunque su cuerpo parece temblar ante la maldita necesidad que tiene por acercarse y abrazarla, no está seguro de controlarse. ¿Por qué? Porque por la forma en que Lorraine ha reaccionado a su petición, una alarma se activó y arrastró con el raciocinio que había encontrado su cerebro. Y sus palabras... – “¿Qué demonios te...?” Su voz... esa voz que le había estado hablando atravesó el Infierno demasiado rápido, demasiado pronto. Ahora era solo una maldita sombra. Su voz era diabólica. Él podía fingir que sus demonios no existían más pero saber que para ella era igual, fuese lo que fuese que le hubiese pasado, dejaba muy en claro que la balanza estaba bastante equilibrada. Su pecho bramó, pero como su voz, no era ningún gruñido de satisfacción ni excitación. – Cuéntame. Exigió. ¿Tenía ese derecho? ¿Y a quién diablos le importaba si lo tenía? Era un jodido bastardo egoísta y unos adjetivos más que no iba a molestarse en poner en la lista.
- Sé que no puedo cambiar el pasado, pero si algo sé de los demonios es que jamás se cansan de pelear. Sus manos se cerraron en puños, el sonido de los huesos haciéndose cada vez más fuertes, acompañando a los bramidos y al goteo de sangre. – Quiero acercarme, Lorraine. Su cabeza golpeó contra la pared, bien podría abrirse el cráneo y dejarlo expuesto. Se sentía un cobarde. ¿Acaso no lo era? – Pero esto es tan nuevo. Una sonrisa amarga fue emitida de sus labios. - Mírame. Me desarmas por completo que no puedo confiar ni en lo que pienso. Antes de que el silencio hiciera acto de presencia de nuevo, las palabras emergieron. - Pero puedo asegurarte que abrazaré a tus demonios. No tienes porqué cargar con ellos sola... no a partir de ahora. El idiota que aseguraba que el tiempo no era importante para los bebedores de sangre jamás había estado en una similar situación, porque cada segundo pesaba y lo hundía en un profundo abismo...
Sentado sobre su sangre... Por primera vez, no sabe qué hacer. ¿Es posible? Para Lucern lo es. ¿En qué momento su “yo” y “solo yo” había sido exorcizado? El tatuaje en su antebrazo no es más que lo que habita en su mente. El nombre que evoca y el rostro de su mujer reinando... Su espalda golpea contra la pared, sus rodillas se doblan y con los codos sobre éstas, sus brazos caen, la sangre gotea y el sonido que se reproduce en el silencio que abre y extiende su brecha, le tortura de la peor manera. Están sentados casi de la misma manera y aunque su cuerpo parece temblar ante la maldita necesidad que tiene por acercarse y abrazarla, no está seguro de controlarse. ¿Por qué? Porque por la forma en que Lorraine ha reaccionado a su petición, una alarma se activó y arrastró con el raciocinio que había encontrado su cerebro. Y sus palabras... – “¿Qué demonios te...?” Su voz... esa voz que le había estado hablando atravesó el Infierno demasiado rápido, demasiado pronto. Ahora era solo una maldita sombra. Su voz era diabólica. Él podía fingir que sus demonios no existían más pero saber que para ella era igual, fuese lo que fuese que le hubiese pasado, dejaba muy en claro que la balanza estaba bastante equilibrada. Su pecho bramó, pero como su voz, no era ningún gruñido de satisfacción ni excitación. – Cuéntame. Exigió. ¿Tenía ese derecho? ¿Y a quién diablos le importaba si lo tenía? Era un jodido bastardo egoísta y unos adjetivos más que no iba a molestarse en poner en la lista.
- Sé que no puedo cambiar el pasado, pero si algo sé de los demonios es que jamás se cansan de pelear. Sus manos se cerraron en puños, el sonido de los huesos haciéndose cada vez más fuertes, acompañando a los bramidos y al goteo de sangre. – Quiero acercarme, Lorraine. Su cabeza golpeó contra la pared, bien podría abrirse el cráneo y dejarlo expuesto. Se sentía un cobarde. ¿Acaso no lo era? – Pero esto es tan nuevo. Una sonrisa amarga fue emitida de sus labios. - Mírame. Me desarmas por completo que no puedo confiar ni en lo que pienso. Antes de que el silencio hiciera acto de presencia de nuevo, las palabras emergieron. - Pero puedo asegurarte que abrazaré a tus demonios. No tienes porqué cargar con ellos sola... no a partir de ahora. El idiota que aseguraba que el tiempo no era importante para los bebedores de sangre jamás había estado en una similar situación, porque cada segundo pesaba y lo hundía en un profundo abismo...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
¿Quién dijo que el pasado nunca alcanzaría al presente? Esta afirmación es una mentira como la gran mayoría de las palabras que se escupen sin sentido. Los temores de Lorraine la han encontrado, a ellos no les importa que se encuentre en la mansión Ralph, esa que le resguardará en sus días y le traerá promesas durante la noche. Los malditos demonios que quiso dejar atrás, están allí, sumergidos en su cabeza y no se desvanecerán por el simple hecho de que él la sostenga en su abrazo. Su cuerpo comienza a mecerse sobre su eje, es como una niña pequeña que aún le teme al coco que se esconde bajo la cama o en el armario. Su ceño fruncido, sus puños crispados, su locura incrementando cada que Lucern osa hacerle una pregunta ante la forja de la bestia. ¡Maldición! En esta etapa sería tan fácil arrancarle la cabeza y dejar que sus dudas se disipen al igual que su existencia, desgraciadamente no puede, no… Realmente lo ama. Levanta su mirada para toparse con la de él justo en el instante en que pronuncia un “Me desarmas por completo”, las pupilas de la fémina dicen todo lo que Lorraine calla. Lucern no es el único que se encuentra con el corazón destrozado ante semejante mención. ¡Que ironía! Dos demonios que se flagelan a si mismos por la ruptura de sentimientos del otro. No, no es una ironía, es una reverenda estupidez.
La mano de la vampiresa alcanza la mejilla de Lucern, con su dorso la acaricia mientras sus caninos buscan desesperadamente destrozar su labio inferior, están buscando alguna excusa para no escupir todo lo que está pensando en ese momento. La enredadera cada vez se hace más grande, esos demonios son como las llamas del infierno que se abren paso para atrapar a todas aquellas ánimas del purgatorio. Una mueca desfigurada aparece en los labios de la morena, es una sonrisa que duele por sobre todas las cosas. No soporta la idea de verlo sufrir, antes ella que él. - ¿en verdad quieres saberlo? – La nota dulce de su voz extravía la desesperación que le invade. Encontrar entre los fantasmas de su pasado el hecho de que nunca fue invocada a la tierra por el amor, es destructivo para cualquiera. ¡Que le llamen débil, no le importa! El mundo tiene que reconocer que hasta el más poderoso de todos los demonios que habitan la tierra, sufre, teme y siente. – ¿No lo entiendes? – No quiero que agonices por mi culpa, las heridas que ocasionan en mí, tienen que quedarse en mi cuerpo – Sus orbes se enfocan en un punto lejano, fuera de su vista – Pero también he leído tus pensamientos… curioso es saber que existe una criatura tan obstinada como yo – Sonríe – Penetrarás hasta el fondo de mi ser – Un estremecimiento recorre por completo su cuerpo y hunde su barbilla de nuevo entre sus rodillas – De acuerdo, esa no es la mejor palabra para darme a entender – frunce su ceño. Obvio, ha contado un chiste que ambos entenderían a la perfección. ¡Vaya idiota! Ejecutando bromas cuando está nerviosa. ¡Patético!
Es abofeteada por la resignación. Sabe que alguien tiene que ceder ante la petición que él ha hecho, pero está claro que Lucern no lo hará ¿qué más le queda? ¿Continuar con su lucha por si sola ó abrazar a quien le ofrece una ayuda? ¿Y su estúpido orgullo? ¡A la mierda todo eso! Ese vampiro es más importante que todo lo demás y por complacerlo es capaz de cualquier cosa, incluso de profanar el sepulcro de su pasado - ¿te crees nuevo en esto? ¡Mírame! No dejo de temblar – Es verdad, sus manos parecen tener convulsiones propias. Atrapa el rostro de Lucern con ambas, lo hala hasta ella lo suficiente como para pegar sus mentones. Uno a uno, con las pupilas clavadas en las ajenas, susurra – bien… te lo mostraré – Lorraine ha cerrado sus ojos. El silencio los abraza, los seduce y conduce a un tiempo en donde sólo es él quien reina allí. Su legado se expande por el resto de la mansión. Todos callan, espera el momento en que la vampiresa termine su ritual y comiencen a aparecer esas imágenes vacías en la mente de su amado. Las pesadillas de Lorraine aparecen…
Una niña ataviada con harapos, con las rodillas raspadas, las manos sucias, ensangrentadas; los pies descalzos, los cabellos hechos un completo desastre, la mirada sin esperanza, cristalina… llena de lágrimas. ¿Dónde está su madre? ¿Es huérfana a caso? No, es una hija que nunca debió nacer. Los moretones de sus brazos le duelen, los rasguños en su cuello le arden y sus plegarias no sirven de nada. Con cada palabra que pronuncia otro golpe le es dado en la cara. Los dedos de la infeliz mujer que la flagela se quedan marcados en sus mejillas y la pequeña lo único que puede hacer para defenderse es contraer su cuerpo sobre aquel rincón mohoso que se le fue entregado como habitación – ¡Ya cállate desgraciada! Te lo advertí – Uno a uno los golpes castigan su existencia, una falta que cualquier niño comete por inocencia. Sí, inocencia. ¿Qué delito ha cometido? ¿Por qué le castigan de una forma tan cruel? Ninguno. Es sólo que, escapó un instante de su infierno personal para divertirse y jugar a las escondidillas con los demás niños de Londres. Pero ella no es como los otros, esa criatura tenía deberes que debía cumplir o de lo contrario… - ¡traedme el bastón! – Le gritan. Ir por ese objeto implica que la lastimarán con él hasta la rabia de esa mujer logra saciarse, pero si no hace lo que le piden, seguramente sería quemada con las brazas del carbón ¿qué es preferible? ¿Tú que harías? – ¡Eres una maldita desgracia! Ojalá nunca, NUNCA hubieras nacido. Debí abortarte cuando tenía la oportunidad. ¡Eres el maldito aborto que logro escapar y fue escupido a esta tierra! – Terribles palabras dictadas con desprecio de una madre a su hija. Sólo una pequeña de apenas cinco años de edad. El primer demonio de Lorraine.
La mano de la vampiresa alcanza la mejilla de Lucern, con su dorso la acaricia mientras sus caninos buscan desesperadamente destrozar su labio inferior, están buscando alguna excusa para no escupir todo lo que está pensando en ese momento. La enredadera cada vez se hace más grande, esos demonios son como las llamas del infierno que se abren paso para atrapar a todas aquellas ánimas del purgatorio. Una mueca desfigurada aparece en los labios de la morena, es una sonrisa que duele por sobre todas las cosas. No soporta la idea de verlo sufrir, antes ella que él. - ¿en verdad quieres saberlo? – La nota dulce de su voz extravía la desesperación que le invade. Encontrar entre los fantasmas de su pasado el hecho de que nunca fue invocada a la tierra por el amor, es destructivo para cualquiera. ¡Que le llamen débil, no le importa! El mundo tiene que reconocer que hasta el más poderoso de todos los demonios que habitan la tierra, sufre, teme y siente. – ¿No lo entiendes? – No quiero que agonices por mi culpa, las heridas que ocasionan en mí, tienen que quedarse en mi cuerpo – Sus orbes se enfocan en un punto lejano, fuera de su vista – Pero también he leído tus pensamientos… curioso es saber que existe una criatura tan obstinada como yo – Sonríe – Penetrarás hasta el fondo de mi ser – Un estremecimiento recorre por completo su cuerpo y hunde su barbilla de nuevo entre sus rodillas – De acuerdo, esa no es la mejor palabra para darme a entender – frunce su ceño. Obvio, ha contado un chiste que ambos entenderían a la perfección. ¡Vaya idiota! Ejecutando bromas cuando está nerviosa. ¡Patético!
Es abofeteada por la resignación. Sabe que alguien tiene que ceder ante la petición que él ha hecho, pero está claro que Lucern no lo hará ¿qué más le queda? ¿Continuar con su lucha por si sola ó abrazar a quien le ofrece una ayuda? ¿Y su estúpido orgullo? ¡A la mierda todo eso! Ese vampiro es más importante que todo lo demás y por complacerlo es capaz de cualquier cosa, incluso de profanar el sepulcro de su pasado - ¿te crees nuevo en esto? ¡Mírame! No dejo de temblar – Es verdad, sus manos parecen tener convulsiones propias. Atrapa el rostro de Lucern con ambas, lo hala hasta ella lo suficiente como para pegar sus mentones. Uno a uno, con las pupilas clavadas en las ajenas, susurra – bien… te lo mostraré – Lorraine ha cerrado sus ojos. El silencio los abraza, los seduce y conduce a un tiempo en donde sólo es él quien reina allí. Su legado se expande por el resto de la mansión. Todos callan, espera el momento en que la vampiresa termine su ritual y comiencen a aparecer esas imágenes vacías en la mente de su amado. Las pesadillas de Lorraine aparecen…
"El aborto que escapó"
Una niña ataviada con harapos, con las rodillas raspadas, las manos sucias, ensangrentadas; los pies descalzos, los cabellos hechos un completo desastre, la mirada sin esperanza, cristalina… llena de lágrimas. ¿Dónde está su madre? ¿Es huérfana a caso? No, es una hija que nunca debió nacer. Los moretones de sus brazos le duelen, los rasguños en su cuello le arden y sus plegarias no sirven de nada. Con cada palabra que pronuncia otro golpe le es dado en la cara. Los dedos de la infeliz mujer que la flagela se quedan marcados en sus mejillas y la pequeña lo único que puede hacer para defenderse es contraer su cuerpo sobre aquel rincón mohoso que se le fue entregado como habitación – ¡Ya cállate desgraciada! Te lo advertí – Uno a uno los golpes castigan su existencia, una falta que cualquier niño comete por inocencia. Sí, inocencia. ¿Qué delito ha cometido? ¿Por qué le castigan de una forma tan cruel? Ninguno. Es sólo que, escapó un instante de su infierno personal para divertirse y jugar a las escondidillas con los demás niños de Londres. Pero ella no es como los otros, esa criatura tenía deberes que debía cumplir o de lo contrario… - ¡traedme el bastón! – Le gritan. Ir por ese objeto implica que la lastimarán con él hasta la rabia de esa mujer logra saciarse, pero si no hace lo que le piden, seguramente sería quemada con las brazas del carbón ¿qué es preferible? ¿Tú que harías? – ¡Eres una maldita desgracia! Ojalá nunca, NUNCA hubieras nacido. Debí abortarte cuando tenía la oportunidad. ¡Eres el maldito aborto que logro escapar y fue escupido a esta tierra! – Terribles palabras dictadas con desprecio de una madre a su hija. Sólo una pequeña de apenas cinco años de edad. El primer demonio de Lorraine.
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Las gotas que se condensan sobre las hojas después de una tarde lluviosa y se deslizan torpemente sobre el limbo, yendo y viniendo al antojo del viento, envían a los brazos fríos de la muerte a las pequeñas esferas cristalinas que se acumulan en fila tras la gota que pende del ápice quien sostenida suavemente por el ala invisible de sus compañeras, aguarda con temor el inevitable adiós. El tintineo que produce al caer le grita al sordo, su desquiciante belleza invita al ciego a ver y al cuerdo volverse loco. El rastro de la lluvia que clavó sus cuerpos sobre la tierra está siendo excomulgado por los rayos del alba, aquéllas que no se suiciden serán evaporadas. Es una realidad que no puede ser alterada. No es como la muerte que fue burlada por la sangre maldita de un vampiro. La tormenta arrasa, limpia y maquilla las huellas mientras su furia es desatada; consciente de que al final cada charco y gota que cayó sobre hojas, techos y callejones; será objeto de una nueva amenaza. El proceso de limpieza está presente, consciente e inconscientemente. ¿Es culpa del capitán que su barco se hunda en medio de una tormenta? ¿Es culpa de la tormenta que el capitán no dé las órdenes correctas? El vaso se puede mirar medio lleno o medio vacío. ¿A quién demonios le interesa? Entre esas cuatro paredes, las gotas no caminan al paredón. Los besos que desnudaron y vistieron su piel no tienen el permiso de pararse ante los artilleros. Pero... ¿qué diablos es ese calor que siente en su pecho? Es ira, por supuesto. En su mirada se puede ver el fuego que le quema por dentro, pero es el dolor que se esconde tras esos espejos lo que ahoga en el Infierno en que ha obligado a naufragar a su mujer.
Es una reverenda y jodida suerte que Lorraine no esté clavando su mirada en la de él. Los ojos del conde se han transformado en cenizas. El color se ha ido. La sabiduría pero sobre todo la experiencia que los años de su humanidad le han otorgado, le ha suplantado. Sus recuerdos se revuelven en el río de su consciencia, un triste y penoso panorama a las almas que han de implorar la ayuda de Caronte. No hay salida de ese pozo obscuro. La única luz que ha llegado hasta la profundidad de esas turbias aguas es la que Lorraine ha hecho aparecer con su presencia. Como si le hubiese puesto una gigantesca roca, la luz se apagó en el instante en que las imágenes se hicieron presentes en su mente. Lucern puede palpar la fuente principal con las yemas de sus dedos, pero el sacrificio ya está hecho. Un libro cerrado puede volver a abrirse pero cuando sus páginas ya han sido llenadas con letras no puede más que leerse. No importa que quieras cambiar el curso de la historia o eliminar una palabra, una vez la tinta ha sido plasmada sobre el lienzo, lo que lees es lo que tienes. Y sus demonios son tan malditos que se apretujan entre ellos para darle la bienvenida a los nuevos, el recuerdo es su banquete, alargar el festín su forma de burlarse de lo que acontece.
El vampiro ve transcurrir la escena y el pensamiento que se juró no tendría ha pasado fugazmente. Ha mirado a los ojos de la pequeña y no ha podido evitar notar el maldito parecido a la mirada que él tenía cuando era solo un crío. Mientras el futuro conde soñaba con sementales y paseos a la laguna, Lucern se conformaba con soñar en que la muerte le encontraba sobre la paja en la que solía caer tras... ¡Maldición! El llanto de la pequeña se clava en su pecho. ¿Cómo es posible que le esté obligando a romper el sello de su pasado? ¿Por él? ¿Su egoísmo? ¿Su amor? No puede interrumpirla porque no importa que los conduzca a la destrucción. Por cada recuerdo que ella le ofrece, Lucern construirá unos nuevos; por cada maldita palabra que le es escupida en la cara a esa mujer que ama, Lucern compondrá poesía y sonatas; por cada golpe que le fue injustamente dado, Lucern repartirá besos y caricias. Puede no borrar ni disfrazar su pasado como el rocío a las hojas o la lluvia a la tierra, pero puede hacerle saber que si nació fue para rescatarlo. ¿Después de todo que sería Lucern Ralph sin ella? Solo un bastardo...
Es una reverenda y jodida suerte que Lorraine no esté clavando su mirada en la de él. Los ojos del conde se han transformado en cenizas. El color se ha ido. La sabiduría pero sobre todo la experiencia que los años de su humanidad le han otorgado, le ha suplantado. Sus recuerdos se revuelven en el río de su consciencia, un triste y penoso panorama a las almas que han de implorar la ayuda de Caronte. No hay salida de ese pozo obscuro. La única luz que ha llegado hasta la profundidad de esas turbias aguas es la que Lorraine ha hecho aparecer con su presencia. Como si le hubiese puesto una gigantesca roca, la luz se apagó en el instante en que las imágenes se hicieron presentes en su mente. Lucern puede palpar la fuente principal con las yemas de sus dedos, pero el sacrificio ya está hecho. Un libro cerrado puede volver a abrirse pero cuando sus páginas ya han sido llenadas con letras no puede más que leerse. No importa que quieras cambiar el curso de la historia o eliminar una palabra, una vez la tinta ha sido plasmada sobre el lienzo, lo que lees es lo que tienes. Y sus demonios son tan malditos que se apretujan entre ellos para darle la bienvenida a los nuevos, el recuerdo es su banquete, alargar el festín su forma de burlarse de lo que acontece.
El vampiro ve transcurrir la escena y el pensamiento que se juró no tendría ha pasado fugazmente. Ha mirado a los ojos de la pequeña y no ha podido evitar notar el maldito parecido a la mirada que él tenía cuando era solo un crío. Mientras el futuro conde soñaba con sementales y paseos a la laguna, Lucern se conformaba con soñar en que la muerte le encontraba sobre la paja en la que solía caer tras... ¡Maldición! El llanto de la pequeña se clava en su pecho. ¿Cómo es posible que le esté obligando a romper el sello de su pasado? ¿Por él? ¿Su egoísmo? ¿Su amor? No puede interrumpirla porque no importa que los conduzca a la destrucción. Por cada recuerdo que ella le ofrece, Lucern construirá unos nuevos; por cada maldita palabra que le es escupida en la cara a esa mujer que ama, Lucern compondrá poesía y sonatas; por cada golpe que le fue injustamente dado, Lucern repartirá besos y caricias. Puede no borrar ni disfrazar su pasado como el rocío a las hojas o la lluvia a la tierra, pero puede hacerle saber que si nació fue para rescatarlo. ¿Después de todo que sería Lucern Ralph sin ella? Solo un bastardo...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Los recuerdos de Lorraine comienzan a acecharla como los buitres a la carroña en el desierto. Tratan de devorar la poca cordura que aún le queda, el punto de equilibrio que ha encontrado a su lado. Espasmos recorren su cuerpo, sus ojos se fruncen, quieren abrirse repentinamente, pero ella no se los permite. Eso implicaría perder la concentración en lo que está haciendo, Lucern se lo ha pedido, es por él, única y exclusivamente por él, que está sumergiéndose en lo más profundo de su alma, lanzándose al río ardiente de su propio infierno. Su cuerpo se contrae, si pudiese llorar lo haría… sus labios se retuercen en una mueca amarga, traga saliva, un nudo en su garganta amenaza con asfixiarla ¡Que idiota! Aunque el dolor quiera aniquilarla, jamás podría hacerlo. Las imágenes se desvanecen lentamente, las sombras en las que vivió durante una década regresan, fantasmas que bailotean al compás de campanas fúnebres. El silencio los abraza, no existen palabras entre ambos, porque no hacen falta, su mente, su ser, alma y espíritu se han conectado con él. Sí, Lorraine le muestra sin censura alguna, las espinas de la corona con la que fue nombrada reina…
El fuerte taconeo de una mujer aproximándose, hace que esa niña de ojos llorosos se exalte. Tiene miedo hasta de respirar, sus pensamientos no soportan la idea de que la flagelen otra vez, las últimas heridas en sus hombros aún no han sanado. Su cuerpo duele como nunca antes. La puerta rechina y se abre lentamente, ella cierra sus ojos esperando la reprimenda del día ¿Qué ha hecho mal esta vez? Sus manos, por reflejo, acuden a cubrir su rostro, sus rodillas obstruyen el paso a su abdomen. Como puede, trata de cubrir las partes más sensibles de su ser. Pero al percatarse que nadie habla, levanta el rostro, buscando por los muros a la persona que se adentro al pedazo de casa que le corresponde. Se inmuta en sorpresa, es su padrastro el que ha invadido su “habitación” comienza a desabotonarse el pantalón - ¿Sabes? Eres una niña muy sucia – Dice con obscenidad. Las pupilas del varón desvisten a la pequeña, quien se siente amenazada y corre a una de las esquinas – te has portado mal y he venido a darte tu castigo… Tu madre me lo ha dicho, ella está ocupada con el bebé así que me ha enviado a mí – Camina hasta ella y baja sus pantaloncillos. La niña tapa sus ojos, aquello no lo debe ver una chiquilla como ella, es pecado, está mal, es indecencia, es… La golpea en el rostro, forcejea contra Lore y le muestra su virirlidad, la sostiene con sus manos – ¡Anda pobre tonta, haz lo que te digo o le diré a tu madre! – La niña se niega, sacude su cabeza una y otra vez, no quiere, no lo acepta, eso es impúdico ¡Es pecado! Se agacha y pasa por en medio de sus piernas a gatas. Se pone de pie una vez fuera de su alcance y corre hasta la habitación de su mamá.
Allí dentro, la encuentra… tan feliz, sonriendo, jugando con el niño que sostiene entre sus brazos, preguntándole a la mucama “¿No es el bebé más hermoso que has visto?” La pequeña tiene miedo de adentrarse más allá del umbral de esa puerta. Se asoma, no hace ruido, pero los sollozos de Lore logran despertar al infante. La felicidad de su madre se esfuma tan rápido como el humo de una hoguera en la quema de brujas. - ¿qué demonios haces aquí? – Le preguntan, antes de que pudiese si quiera responder, llega el padrastro detrás de ella, cubre su boca y la arrastra hasta él – permíteme darle su merecido Amanda, yo la castigaré por ti amor. Debes cuidad a Dimitri, él si importa, es el heredero a nuestra fortuna, el fruto de nuestro amor… y está – Corta el paso de aire con su mano sobre su garganta. La pequeña Lore trata de zafarse de su atadura, lo araña con sus frágiles manos pero no consigue absolutamente nada. La lleva hasta una de las habitaciones vacías y la arroja contra la cama – Serás mía, lo quieras o no – Centencia. Un intruso se abre paso en su entrepierna, las embestidas del hombre son bestiales, dolorosas e infames. Con cada cruel movimiento su pelvis ruge, está a punto de partirse en dos. La hace girar, mientras suplica con la mirada, no puede gritar porque sus labios son cercenados con una mordaza a la cual la sujeto antes de cometer el coito. Separa sus glúteos, sujeta su miembro con destreza y lo introduce en su cavidad. Lorraine llora descomunalmente y su intimidad comienza a sangrar, está destrozada, ya no tiene más fuerzas para continuar luchando, además sabe que es imposible vencerlo. Cansada, abatida, resignada, se queda sobre la cama, encima de esas sábanas manchadas de sangre, esperando a que él termine. No es la primera vez que la acosa, pero sí la primera en que la sodomiza y lame sus heridas... Lorraine, la mujer, se estremece y rompe el contacto con Lucern, gira su rostro antes de que él se de cuenta, está de espaldas. No puede mirarlo a los ojos, se siente “sucia”.
“El intruso”
El fuerte taconeo de una mujer aproximándose, hace que esa niña de ojos llorosos se exalte. Tiene miedo hasta de respirar, sus pensamientos no soportan la idea de que la flagelen otra vez, las últimas heridas en sus hombros aún no han sanado. Su cuerpo duele como nunca antes. La puerta rechina y se abre lentamente, ella cierra sus ojos esperando la reprimenda del día ¿Qué ha hecho mal esta vez? Sus manos, por reflejo, acuden a cubrir su rostro, sus rodillas obstruyen el paso a su abdomen. Como puede, trata de cubrir las partes más sensibles de su ser. Pero al percatarse que nadie habla, levanta el rostro, buscando por los muros a la persona que se adentro al pedazo de casa que le corresponde. Se inmuta en sorpresa, es su padrastro el que ha invadido su “habitación” comienza a desabotonarse el pantalón - ¿Sabes? Eres una niña muy sucia – Dice con obscenidad. Las pupilas del varón desvisten a la pequeña, quien se siente amenazada y corre a una de las esquinas – te has portado mal y he venido a darte tu castigo… Tu madre me lo ha dicho, ella está ocupada con el bebé así que me ha enviado a mí – Camina hasta ella y baja sus pantaloncillos. La niña tapa sus ojos, aquello no lo debe ver una chiquilla como ella, es pecado, está mal, es indecencia, es… La golpea en el rostro, forcejea contra Lore y le muestra su virirlidad, la sostiene con sus manos – ¡Anda pobre tonta, haz lo que te digo o le diré a tu madre! – La niña se niega, sacude su cabeza una y otra vez, no quiere, no lo acepta, eso es impúdico ¡Es pecado! Se agacha y pasa por en medio de sus piernas a gatas. Se pone de pie una vez fuera de su alcance y corre hasta la habitación de su mamá.
Allí dentro, la encuentra… tan feliz, sonriendo, jugando con el niño que sostiene entre sus brazos, preguntándole a la mucama “¿No es el bebé más hermoso que has visto?” La pequeña tiene miedo de adentrarse más allá del umbral de esa puerta. Se asoma, no hace ruido, pero los sollozos de Lore logran despertar al infante. La felicidad de su madre se esfuma tan rápido como el humo de una hoguera en la quema de brujas. - ¿qué demonios haces aquí? – Le preguntan, antes de que pudiese si quiera responder, llega el padrastro detrás de ella, cubre su boca y la arrastra hasta él – permíteme darle su merecido Amanda, yo la castigaré por ti amor. Debes cuidad a Dimitri, él si importa, es el heredero a nuestra fortuna, el fruto de nuestro amor… y está – Corta el paso de aire con su mano sobre su garganta. La pequeña Lore trata de zafarse de su atadura, lo araña con sus frágiles manos pero no consigue absolutamente nada. La lleva hasta una de las habitaciones vacías y la arroja contra la cama – Serás mía, lo quieras o no – Centencia. Un intruso se abre paso en su entrepierna, las embestidas del hombre son bestiales, dolorosas e infames. Con cada cruel movimiento su pelvis ruge, está a punto de partirse en dos. La hace girar, mientras suplica con la mirada, no puede gritar porque sus labios son cercenados con una mordaza a la cual la sujeto antes de cometer el coito. Separa sus glúteos, sujeta su miembro con destreza y lo introduce en su cavidad. Lorraine llora descomunalmente y su intimidad comienza a sangrar, está destrozada, ya no tiene más fuerzas para continuar luchando, además sabe que es imposible vencerlo. Cansada, abatida, resignada, se queda sobre la cama, encima de esas sábanas manchadas de sangre, esperando a que él termine. No es la primera vez que la acosa, pero sí la primera en que la sodomiza y lame sus heridas... Lorraine, la mujer, se estremece y rompe el contacto con Lucern, gira su rostro antes de que él se de cuenta, está de espaldas. No puede mirarlo a los ojos, se siente “sucia”.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Se puede pensar que los títulos que se leen en los lomos de los libros de una biblioteca impresionante, con cientos de ellos en los estantes, engloba aquello que se esconde perezosamente entre sus páginas; expectantes a que el lector alimente su curiosidad y tropiece con que su imaginación no es tan inmensa ni tan intensa como lo que sus orbes saborean. El vampiro ha visto consumir tantas velas como libros sobre el escritorio de madera. En un tiempo fueron todo lo que apreció, el escape al aburrimiento y la monotonía que amenazaba con su destrucción. Un devorador de letras, un amante de las extrañezas. No debería mostrarse sorprendido del odio que se multiplica en la sangre que se funde con la bestia que es y no puede negar ser. Sus pupilas están manchadas de negro, no hay color que pueda cubrirlos, ¿quién los necesita? Ha vivido sin ellos. La mirada del demonio no se puede camuflar, habla de dolor, de la cruel victoria que obtendrá sin importar el medio que tenga que usar. Es una jodida lástima que sea solo un espectador, que su ansia de matar se vea limitada por el tiempo. ¿Dónde demonios estaba cuando esa niña era abusada? Cazando, jugando, matando. Lo peor de aquello no se limitaba a lo que Lorraine le mostraba, sino el saber que si fuese cualquier otra y no esa mujer que le encendía hasta el alma que creía arrebatada, no le habría importado, incluso tal vez, habría participado. Era una bestia después de todo, regido solo por su código, arrastrando sus propios demonios. ¿Lo odiaría Lorraine por ello? En la laguna solo se había concentrado en tenerla. En Londres no importaba que su nombre hiciera eco en las cuevas donde ultrajaba a las hembras, había sido consciente de que no podía darle el control a nadie, ni siquiera a esa hermosa mujer bañada en fuego, de piel aceitunada y hechicera mirada. “Una noche más”, se había dicho. ¿Qué supondría? ¿Un reto? ¿Un deleite? La vampiresa había demostrado ser una cazadora indómita, clavándose en su pecho a sabiendas de que él no quedaría satisfecho hasta hacerla completa y totalmente suya. El aire en la habitación era mortalmente frío, las ondas chisporroteaban y colisionaban, creando un cántico en adoración a los demonios que se flagelaban en el infierno.
¿Qué tenía qué decir? ¿Cuáles eran las palabras correctas? No lo sabe. Nunca recibió muestras de cariño de nadie, excepto... Ignoró el rumbo de sus pensamientos. Su mirada se clavó en la espalda de Lorraine, una piel inmaculada que le suplicaba atención. Se acercó sigilosamente. No lo podía evitar, tal vez ella no lo podía advertir, estaba sumida en los recuerdos que le había obligado a mostrar. Sus colmillos arañaron sobre su hombro, solo él tendría el derecho de jugar con su piel, no habría ningún otro... nunca. Esa vez no pudo doblegar sus labios, no esgrimieron ninguna sonrisa, ni siquiera había espacio para la ironía. ¿Quién demonios podía sonreír cuando todo su cuerpo emanaba poder, odio irracional y un interminable deseo por matar? El Sol podía fingir que lo controlaba pero una vez que las cadenas se despegaran de sus muñecas, la oscuridad le cubriría y elegiría a sus presas. Hombres, mujeres, niños. No seleccionaba, solo tomaba. Su mano encarceló sus caderas, atrayéndole a su regazo. Una de sus manos viajó por el contorno de su cuerpo, la curva de su seno, de su cuello... Deteniéndose sobre su barbilla, obligándola a girar su rostro lo suficiente para perderse en su mirada. – Me has demostrado lo afortunado que soy al haberte encontrado. El aliento de Lucern golpeaba contra sus carnosos y apetecibles labios. Necesitaba tomarlos, reclamarlos, hacerle saber, no, demostrarle cuán vivo podía hacerle sentir. Alguien diferente habría actuado de otra forma, excepto que el vampiro está lejos de controlar lo que se apodera de él. Podría haberle dicho que lo sentía, porque era bien consciente de que lo hacía. Nadie se merecía tal agresión, perder su inocencia a manos de un animal. ¿Pero qué le importaban los demás? Solo ella era la manzana de la discordia. Jah. Lorraine está en los brazos de alguien que haría lo que su padrastro hizo y es tan hipócrita, tan egoísta que jamás se lo dirá. Su mirada es deslumbrante. El diablo sonriendo desde su trono, hambriento por lo que ella representa, loco por lo que tuvo que pasar, el odio endureciendo cada uno de sus músculos. – Solo puedo esperar ennegrecer toda esa maldita injusticia. Una injusticia que solo se aplicaba a su amada. – Pero cuento con la eternidad para poder lograrlo. La besó con urgencia, con violencia... no podía evitarlo, su cuerpo la reclamaba, su tacto le quemaba.– Mon amour. Murmuró contra su boca, para tomarla de nuevo, fieramente, posesivamente. Sí. Lorraine Von Fanel, Lucern Ralph, son solo los títulos de una portada, con muchos pasajes ocultos entre sus páginas...
¿Qué tenía qué decir? ¿Cuáles eran las palabras correctas? No lo sabe. Nunca recibió muestras de cariño de nadie, excepto... Ignoró el rumbo de sus pensamientos. Su mirada se clavó en la espalda de Lorraine, una piel inmaculada que le suplicaba atención. Se acercó sigilosamente. No lo podía evitar, tal vez ella no lo podía advertir, estaba sumida en los recuerdos que le había obligado a mostrar. Sus colmillos arañaron sobre su hombro, solo él tendría el derecho de jugar con su piel, no habría ningún otro... nunca. Esa vez no pudo doblegar sus labios, no esgrimieron ninguna sonrisa, ni siquiera había espacio para la ironía. ¿Quién demonios podía sonreír cuando todo su cuerpo emanaba poder, odio irracional y un interminable deseo por matar? El Sol podía fingir que lo controlaba pero una vez que las cadenas se despegaran de sus muñecas, la oscuridad le cubriría y elegiría a sus presas. Hombres, mujeres, niños. No seleccionaba, solo tomaba. Su mano encarceló sus caderas, atrayéndole a su regazo. Una de sus manos viajó por el contorno de su cuerpo, la curva de su seno, de su cuello... Deteniéndose sobre su barbilla, obligándola a girar su rostro lo suficiente para perderse en su mirada. – Me has demostrado lo afortunado que soy al haberte encontrado. El aliento de Lucern golpeaba contra sus carnosos y apetecibles labios. Necesitaba tomarlos, reclamarlos, hacerle saber, no, demostrarle cuán vivo podía hacerle sentir. Alguien diferente habría actuado de otra forma, excepto que el vampiro está lejos de controlar lo que se apodera de él. Podría haberle dicho que lo sentía, porque era bien consciente de que lo hacía. Nadie se merecía tal agresión, perder su inocencia a manos de un animal. ¿Pero qué le importaban los demás? Solo ella era la manzana de la discordia. Jah. Lorraine está en los brazos de alguien que haría lo que su padrastro hizo y es tan hipócrita, tan egoísta que jamás se lo dirá. Su mirada es deslumbrante. El diablo sonriendo desde su trono, hambriento por lo que ella representa, loco por lo que tuvo que pasar, el odio endureciendo cada uno de sus músculos. – Solo puedo esperar ennegrecer toda esa maldita injusticia. Una injusticia que solo se aplicaba a su amada. – Pero cuento con la eternidad para poder lograrlo. La besó con urgencia, con violencia... no podía evitarlo, su cuerpo la reclamaba, su tacto le quemaba.– Mon amour. Murmuró contra su boca, para tomarla de nuevo, fieramente, posesivamente. Sí. Lorraine Von Fanel, Lucern Ralph, son solo los títulos de una portada, con muchos pasajes ocultos entre sus páginas...
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Lagrimas rotas.
El tiempo se detuvo para ella de la peor forma en que puede obstaculizarse el camino de la vida. Nadie le explicó las complicaciones que su forma de vida traería consigo, ese tonto y mortífero fastidio, la pereza de no volver a levantarse para apreciar los colores del sol en un ocaso, al amanecer… escuchar el susurro del viento acariciando las copas de los árboles en una fresca madrugada, poder visualizar desde la tierra el arcoíris detrás de una tormenta; sueños de niños, remembranzas de los ancianos. Dentro de las casas coloquiales los viejos miraban sus recuerdos pasar como nubes de polvo frente a sus ojos, entonces miraban su reflejo en el espejo de su vida y notaban la forma de cada arruga. Los senderos por los cuales transitaron se grabaron en su piel, experiencias que marcaban hasta la más ínfima parte de su cuerpo. Las yemas de sus huesudos dedos adoptaban la comisura de esos pliegues y, aún cuando en efímeros instantes el arrepentimiento tocaba a las puertas de sus memorias, era más probable verlos con una sonrisa tatuada en sus labios… despedirse con el brillo de sus ojos opacándose a la par en que la llama de una vela se extingue en la obscuridad de la habitación, exhalar el último aliento en compañía de aquellos que amaron a lo largo de su vida, derramando esa lágrima quedada en sus pupilas, la cual se rompe al desplomarse contra la blanca sábana de la cama, donde ni siquiera su “plop” se escucha ya porque calló como el corazón en ese pecho añejo…
No pudo haber imaginado un final más perfecto que ese, pero sólo era una niña cuando aún divagaba entre sus sueños sujetos a la esperanza; nada es igual aunque se viva dos veces. No es un milenario, apenas si llega a sus dos siglos, pero lo que le ha tocado leer, sentir, observar, vivir… ha sido suficiente como para darse cuenta que a nadie se le dan segundas oportunidades y que el amor incondicional sólo se presenta una única vez en la vida, amor real, infinito, de ese en el que hay sacrificios sin esperar nada a cambio. Allí lo tiene, a sus espaldas proclamando su amor, rendido a sus pies ¿Qué más podría desear? Uhmmm… si tan sólo ella lo supiese. Su caricia inunda a su cuerpo con tranquilidad, él es ese refugio que tanto había estado esperando, la salvación de sus pecados, la esperanza que perdió, la fe que dejó morir… No necesita verlo para darse cuenta que está sufriendo, Lucern es lacerado por los recuerdos de Lorraine, ella no puede hacer nada para susurrar en su lóbulo “Todo estará bien”, no sabe como actuar ante algo así. Desde las sombras observaba la mirada de su madre para con su hermano y deseaba tanto que alguien la mirase así que, ahora que lo tiene no puede describirlo, su sensación es tan nueva, tan reveladoramente mortífera, su dolor le consume… Él es su todo. Los colmillos se clavan en su piel, apenas si puede percibir el rasguño que dejan a su paso ¡Maldición Lucern! ¿Qué le has hecho?
Y sus palabras se instalan en sus pensamientos, ese aliento del cual es presa, es saboreado por sus entrañas, reclamando un poco de ese maldito elixir ponzoñoso que le embriaga. No puede mirarlo es que él le ha dado todo y ella ¿?... en ese instante hubiese cambiado toda su maldita eternidad por derramar esa lágrima rota en su corazón. – Mi amor… - Pudo articular antes de que Lucern devorara sus labios con la ansiedad e impaciencia que tiene un hambriento frente a un festín digno de la realeza. – Ahora sé que estoy completa, me has creado esta necesidad de ti. Abriste mis ojos cuando se habían cerrado por completo, llegaste en la obscuridad de mis laberintos en soledad, me hablaste, me llamaste... me condujiste hacia al abismo de tu esencia...- Trata de ahogar sus palabras, es imposible, siente que si no le dice lo mucho que lo ama, podría despertar de ese hermoso sueño en cualquier momento y no tenerlo nunca más - Lucern, yo creí no tener un corazón, pero me doy cuenta que todo este tiempo siempre te había pertenecido a ti - Poco a poco, uno a uno, los ojos rojos de sus demonios se evaporan en el vacío de la habitación, en la obscuridad eterna sólo quedan los amantes. Su historia es la misma que en la biblia… con una excepción, este libro se lee desde al apocalipsis hasta el génesis. Sí, ellos comenzaron con la destrucción para terminar con dos amantes. Si le hubiesen preguntado antes, no lo duraría… pero ahora su eternidad es prometedora y la quiere desgastar con él a su lado. Ella no es capaz de dedicarle el poema de un loco enamorado, porque Lorraine le recitaría uno que ella misma ha creado. No le entrega sus noches, no le sede sus días, porque esa mujer, Lorraine Von Fanel, le ha entregado ya su vida.
No pudo haber imaginado un final más perfecto que ese, pero sólo era una niña cuando aún divagaba entre sus sueños sujetos a la esperanza; nada es igual aunque se viva dos veces. No es un milenario, apenas si llega a sus dos siglos, pero lo que le ha tocado leer, sentir, observar, vivir… ha sido suficiente como para darse cuenta que a nadie se le dan segundas oportunidades y que el amor incondicional sólo se presenta una única vez en la vida, amor real, infinito, de ese en el que hay sacrificios sin esperar nada a cambio. Allí lo tiene, a sus espaldas proclamando su amor, rendido a sus pies ¿Qué más podría desear? Uhmmm… si tan sólo ella lo supiese. Su caricia inunda a su cuerpo con tranquilidad, él es ese refugio que tanto había estado esperando, la salvación de sus pecados, la esperanza que perdió, la fe que dejó morir… No necesita verlo para darse cuenta que está sufriendo, Lucern es lacerado por los recuerdos de Lorraine, ella no puede hacer nada para susurrar en su lóbulo “Todo estará bien”, no sabe como actuar ante algo así. Desde las sombras observaba la mirada de su madre para con su hermano y deseaba tanto que alguien la mirase así que, ahora que lo tiene no puede describirlo, su sensación es tan nueva, tan reveladoramente mortífera, su dolor le consume… Él es su todo. Los colmillos se clavan en su piel, apenas si puede percibir el rasguño que dejan a su paso ¡Maldición Lucern! ¿Qué le has hecho?
Y sus palabras se instalan en sus pensamientos, ese aliento del cual es presa, es saboreado por sus entrañas, reclamando un poco de ese maldito elixir ponzoñoso que le embriaga. No puede mirarlo es que él le ha dado todo y ella ¿?... en ese instante hubiese cambiado toda su maldita eternidad por derramar esa lágrima rota en su corazón. – Mi amor… - Pudo articular antes de que Lucern devorara sus labios con la ansiedad e impaciencia que tiene un hambriento frente a un festín digno de la realeza. – Ahora sé que estoy completa, me has creado esta necesidad de ti. Abriste mis ojos cuando se habían cerrado por completo, llegaste en la obscuridad de mis laberintos en soledad, me hablaste, me llamaste... me condujiste hacia al abismo de tu esencia...- Trata de ahogar sus palabras, es imposible, siente que si no le dice lo mucho que lo ama, podría despertar de ese hermoso sueño en cualquier momento y no tenerlo nunca más - Lucern, yo creí no tener un corazón, pero me doy cuenta que todo este tiempo siempre te había pertenecido a ti - Poco a poco, uno a uno, los ojos rojos de sus demonios se evaporan en el vacío de la habitación, en la obscuridad eterna sólo quedan los amantes. Su historia es la misma que en la biblia… con una excepción, este libro se lee desde al apocalipsis hasta el génesis. Sí, ellos comenzaron con la destrucción para terminar con dos amantes. Si le hubiesen preguntado antes, no lo duraría… pero ahora su eternidad es prometedora y la quiere desgastar con él a su lado. Ella no es capaz de dedicarle el poema de un loco enamorado, porque Lorraine le recitaría uno que ella misma ha creado. No le entrega sus noches, no le sede sus días, porque esa mujer, Lorraine Von Fanel, le ha entregado ya su vida.
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Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}
Llegaste como una Diosa bañada en plata,
saciaste mi sed, llenaste mi alma.
No importa cuántos siglos amargaron mi existir,
esperaría toda la eternidad por ti.
Siempre tuyo,
Lucern Ralph
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