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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Tarik Pattakie Sáb Sep 25, 2010 2:31 pm

Recuerdo del primer mensaje :


Abrí los ojos abruptamente. El proceso de curación finalmente había cesado. Una aplastante oscuridad engullía mi cuerpo. Por supuesto, no se podía esperar lo contrario del lugar donde me encontraba. ¡Maldita sea! ¿Cómo no le había visto venir? Una sonrisa sarcástica apareció en mi rostro. “Las curvas de aquélla cazadora” Sí. Esa había sido la causa por la que había bajado la guardia. Tenía que admitirlo, la mujer sabía actuar. Un segundo la tenía bajo control y en el otro… Era mi cuerpo el que se encontraba estacado. “Desearás haber terminado con el trabajo”, gruñí, observando el hueco en mi camisa, la única prueba que quedaba de lo que me había hecho terminar en este lugar. Las pisadas en el pasillo me hicieron incorporarme de golpe. Estaba débil. Necesitaba mucha sangre y una víctima se acercaba. ¿Una semana en Paris y ya me había pasado esto? Una experiencia única y nada divertida. El humano con una bata blanca ingresó al cuarto con una tabla en sus manos. Seguro. Ahora venía a hacerme los, huh, ¿estudios? Mis caninos se encontraban a la vista, algo que no me molesté en ocultar. Antes de que el humano tuviese la oportunidad de llegar al interruptor, mis colmillos se enterraron en su cuello.

El crepúsculo estaba por llegar, podía sentirlo. Necesitaba llegar a la mansión para salir en su búsqueda. Regresar a Paris no habría estado en mis planes si ella no me hubiese acechado constantemente. Mis pensamientos solo fluían en esa dirección. Tirando el cuerpo sin vida de mi víctima, disfruté de la sensación que recorrió mi ser, al sentir la fuerza de mis poderes. La maravilla de la sangre humana. Solo había algo que deseaba tanto y ese eran las caricias mortales de Lady Von Fanel. Mi cuerpo reaccionó por instinto. Deseaba verle. Más que verle… tenerle. “Que ironía. Rodeado por muertos” Ansioso y sin saber porqué, me encontré saliendo al pasillo. El olor a sangre, alcohol y medicina impregnó mis fosas nasales. Los quejidos de los pacientes acaparaban mi sentido auditivo. Paredes blancas y… Una enfermera atrajo mi atención. Aunque el humano había saciado mi apetito, el postre venía en una mejor presentación. No tardé en utilizar mis poderes para llevarle a una habitación vacía y disfrutar del banquete. En cuanto el crepúsculo llegó, abandoné el hospital. Buscar a la cazadora habría sido mi prioridad tiempo atrás, ahora solo podía pensar en ella. Ya tendría tiempo para la venganza…

Me adentré en el bosque. Ir sin camisa por las calles parisinas solo me haría el centro de atención. Algo que odiaba. Suponía que vivir en las afueras de Paris tenía sus ventajas. En cuanto me acerqué a mis dominios, un olor inconfundible puso mis sentidos en alerta. La realidad superaba a la ficción, sin duda… Mis labios se curvaron lentamente. Mis sentidos se agudizaron. Di un paso más, esperando… y entonces, nada. ¿Ella tenía el control? No. Jamás permitiría que una mujer gobernara sobre mí. ¿Entonces, porqué mi mente creaba este tipo de ilusiones? Porque Lorraine no se parecía a ninguna mujer con quien había pasado una noche. La respuesta llegó de algún lugar en mi mente. Me había vuelto adicto a ella sin saberlo… y ahora estaba en búsqueda de la droga que aplacaría todos mis deseos.


Última edición por Lucern Ralph el Miér Jun 22, 2011 1:26 pm, editado 4 veces
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Mensaje por Tarik Pattakie Vie Dic 03, 2010 8:04 pm

El hambre que embargó a Lucern le golpeó súbitamente conforme sus caderas se movían, embistiendo lenta y rápidamente, un ritmo moderado que los llevaba al éxtasis para luego reprimirlos tortuosa, pero deliciosamente. Una sed que no podía ser saciada por cualquier líquido... una sed que aumentaba conforme su aroma picante le engullía. Sus senos eran realmente preciosos, Lucern mantenía en su rostro una sonrisa terriblemente pícara conforme su mirada ardía y su cabeza se perdía entre el valle de sus montículos, cada que Lorraine arqueaba su espalda. Sus cuerpos bailaban en perfecta sincronía como si hubieran estado bailando juntos por años... el calor que irradiaban era suficiente para acabar con las cientos hectáreas de aquél bosque donde se entregaban. Un gruñido bajo retumbó en su pecho al profundizar mas dentro de su cavidad... Lorraine le atrapaba con sus piernas, movía sus caderas, masturbaba su miembro. Lucern había dejado libres sus senos para sostener su cintura y alzarle levemente, buscando más acceso... golpeando sus testículos contra su piel... bañando su miembro en el agua termal que producía el placer de tenerle dentro. Ella se estaba metiendo bajo su piel y no quería admitirlo. Su bestia interior, el vampiro, pero sobre todo el hombre, reclamaba su alma. Quizás ya lo había hecho en aquél primer encuentro, cuando le había visto bajo la cascada de rayos plata ataviada en el vestido que la laguna mojaba... La sirena que hipnotizaba con su voz y reemplazaba cualquier pensamiento coherente con su marca... Ese nombre que representaba todo lo que él no buscaba pero que necesitaba...

El grito de las aves nocturnas, el canto de los insectos, el susurro del viento junto con el suave sonido de las hojas, pasaron a segundo plano en cuanto el vampiro bramó ferozmente, atormentado por el placer que encontraba en el dolor, en ese extraordinario mordisco que rasgó su piel y bañó los labios de su mujer. La sangre del inmortal emanaba y se deslizaba impíamente desde su pecho hasta su abdomen, gotas que caían como lluvia escarlata en el cuerpo cremoso de su diosa. Desenfrenado, maniático, enfebrecido... Lucern aumentó las estocadas... el olor de su sangre adhiriéndose a Lorraine mutaban de su olfato a un desgarre que se propiciaba en sus cuerdas vocales. Si su mujer resultaba apetitosa, verle enfundada con el sabor de la perversión mezclado con el dulzor de su piel, le hacía irresistible, jodidamente irresistible. ¡Una combinación intoxicante! La lengua de Lucern lamió obscenamente las comisuras de sus labios, saboreándole, abriéndose paso entre sus labios para invadirle grotescamente, una profanación a su boca en retribución al acobijo de sus paredes vaginales... las que se habían amoldado a su grosor, permitiéndole un mejor desliz ante las caricias y la presión que ejercía al crear círculos alrededor de su miembro... él podía sentir como su glande terminaba brillante por sus jugos cuando le liberó de su allanamiento. Tomándolo de nuevo con su mano, jugó con éste sobre su hendidura, dando pequeños golpes con la punta. Las palabras de Lorraine resonaron... y una sonrisa maliciosa transformó la seriedad y la concentración de la que era preso.

Perverso, demandante... Lucern quería morderle, alimentarse, aplacar su necesidad. No escuchó las protestas de su fémina cuando su boca descendió por su barbilla, atrapando su seno, descendiendo, perdiéndose en su ombligo, ese pequeño orificio donde su sangre y su saliva eran mezclados... sus incisivos raspaban, pero a ninguno le importaba, el solo verle tendida con aquél manto de sangre, cualquiera podía perder los estribos. Descendió y abrió sus piernas una vez más. Lorraine tenía que acostumbrarse, después de todo, era la culpable de tanto descontrol, de tanto anhelo por saborearle y saborearse... una misma unión... fluidos que se mezclaban como en su aliento, solo que... No estaba seguro cuál era mejor... su boca o su hendidura. No solo mi corazón arde. Palabras que gruñía provocadoramente, con la promesa de que nada sería pasajero ésta, ni cada noche que se fundieran en más que un simple beso. Tan rápido como sus habilidades le permitieron, Lucern mordió la vena de su pelvis, encontrando así, la zona perfecta para invadir y succionar... hambriento, así era como Lorraine lo tenía y solo era su sangre la que podría aplacar a esa bestia que reclamaba su dosis de ella. No solo sería su corazón el que se encargaría de hacer arder, sino cada parte de su anatomía...
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Mensaje por Hela Von Fanel Sáb Dic 11, 2010 8:50 pm

“Frio refugio; En tus brazos para siempre sin morir.”

La hiel que destila Lucern, envenena el cuerpo de la lamia, lo condena al más aterrador de los infiernos. Las habladurías le cuentan desde siglos atrás lo que el amor apasionado provoca en los mortales ¿Es igual con los amos y señores de la noche? El rugir en su garganta denota la sed que lentamente es saciada por la sangre, se desliza a través de sus sentidos de su cuello; ponzoña. La adicción que él representa para su ser le dejará ecos en la eternidad pero no le importan. Esas estúpidas marcas que suelen aparecer en su pecho tras el paso de los caninos, con el tiempo se borrarán, más el recuerdo de aquel derroche de pasiones siempre, inmortal prevalecerá…

Sus manos se acoplan al pecho de su hombre, lo arañan, lo acarician, lo desgarran… Ella sabe que el dolor para su esclavo y amo es tan solo un incentivo para acunar allí esa embriagante obsesión por culminar entre jadeos, gemidos, bramidos, quejidos, alaridos y demás el maldito orgasmo infernal que ambos esperan; noche de placer, tiempo para despilfarrar en lujuria, pasión y amor. El rose de sus labios sobre su piel, las caricias de su lengua en ella, los besos, los mordiscos, cada uno altera de forma distinta a la liviandad de sus sentidos. Indescriptible, simplemente es indescriptible la manera en la cual Lucern le esta estacando. Fluidos en su cavidad empapan el falo de su macho, deliciosos jugos vaginales que cubren cada rincón de su sexo. El golpeteo de sus testículos contra su pelvis se pierde en el silencio que quedo como cobijo para los amantes.

El frio ya no existe, la soledad se escabullo, ahora él esta a su lado. Su gélido refugio en la inmortalidad, su acompañante que le despertará con una nueva forma de amarse, cada noche que sus cuerpos imploren por una dosis extra. El vaivén de los cuerpos se funde en uno solo, es el arte de perecer en los brazos del encanto en la pornografía que su amor produce; convulsiones. La extremidad de Lucern se escapa para ser atrapada entre las manos de él, lo coloca en una pose con la cual Lorraine pierde los estribos sin poder reprimir los gritos desesperados en sus labios y es que sus jadeos se han vuelto ensordecedores. El ceño fruncido, esa arruga en su frente mientras que sus colmillos desgarran lentamente sus propios labios, son el ademán perfecto, la señal que indica lo bien que Lucern se desenvuelve en el acto carnal.

Instinto, es lo que dicta que debe elevarse un poco y aprisionar la punta del miembro entre sus piernas, la lubricación que estas intimas partes ya conocían, se escucha como una leve canción de cuna para el demonio de a lujuria. Su cuerpo se acopla a los mensajes sublímales que él le hace llegar con las muecas en su rostro. Los codos de la fémina se apoyan sobre la tierra a la par en que él desciende sobre ella cobijándola con sus pervertidas caricias. El acceso a su intimidad se establece cuando Lucern invade con atrevimiento, abre sus piernas y… “¡Gloria pontificada!” su vena es rasgada y Lorraine ruge con un grito ahogado, lleva sin miramientos sus uñas hasta la espalda del varón, desgarra con todas sus fuerzas, parte de la piel se queda adherida a sus dedos, la sangre tiñe sus garras; diabólica tentación.

El viento sopla fuerte, las tinieblas les cubren con su manto… La sangre de Lorraine se derrocha, Lucern la traga cual miel, las caderas de la fémina bailan en ligeros espasmos, buscan la lengua del vampiro, su cuerpo se arquea, se retuerce bajo esa impúdica imagen y es que es el jodido placer que él le entrega no se puede comparar ni con la más bella lírica, la extasiada música o el emblema de la pintura; chorreante. La presión en su pelvis es el infierno más deseado, la sensación…. “Grrrrrr” Las palabras le sobran o le faltan, su cordura se pierde o la quizá a fin la encontró, no sabe nada… está sumergida en el edén de sus sueños. Un marchito paraíso que se llama Lucern.
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Eterna Obscuridad +18  {Lorraine} - Página 2 Empty Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}

Mensaje por Tarik Pattakie Miér Dic 15, 2010 10:53 pm

Maldiciones, juramentos y dos cuerpos. Sensaciones, nociones y emociones que conspiran sin razonamiento. Un alma que siempre había apostado y perdido, cargando a la obscuridad como su abrigo, tiñendo su rostro de sombras, enmascarando facciones que se resquebrajaban como el cristal mas fino... cediendo y perdiéndose para y por ella Su sangre, ¡maldición! es la ambrosía que se le escapó a los dioses y él encontró sin rastrear, viéndose esculpido en cada centímetro de su aceitunada desnudez. Su ambrosía... piensa débilmente, completamente enfrascado en los olores que se combinan con su esencia, absorbiendo cada gama que, definitivamente forma parte de su naturaleza. Su nariz cosquillea sobre su intimidad conforme su sangre inmortal se derrite en su garganta, quemando sin límite alguno las cuerdas vocales, engullendo su voz, arrastrando gruñidos que rasgan como sus uñas sobre su pecho y espalda; infame y torcidamente. Lucern ha caído en una fosa donde la locura va de la mano del placer, el placer de un tórrido deseo y el deseo de un legendario momento. Definiciones que se pueden reducir en una pequeña, pero revolucionaria palabra... Lorraine. Hacerle el amor hasta el amanecer no ha resultado suficiente. Él la quiere en su cama, respirando sobre su pecho aún después del amanecer, pronunciando su nombre, jadeante entre sus brazos, volviéndole dependiente a él tanto como él se sentía en ese momento. Ese pensamiento fue un jodido golpe para el torbellino de excitación que embargaba a su cuerpo. Dependiente... ¿de una sola mujer? Si alguien, alguna vez, se hubiese atrevido a sugerir semejante desfachatez, Lucern le habría enviado al mas allá antes de que terminara con la frase; pero en ese momento, cuando sus caninos se alejaban de la vena y su lengua lamía sin vacilación las incisiones y su espléndida hendidura... la idea era... Su boca se curvó en una media sonrisa. Lucern podía ser un maldito poseso cuando defendía a sus mascotas, ¿ella? Bien, Lorraine no era ninguna mascota, ella era la primera mujer que le interesaba desde su transformación de esta manera y, compartirle, como antes había sugerido... se había esfumado irrevocablemente.

Como toda una fiera al acecho, amenazante e intimidante, con la malicia destellando en sus ojos, Lucern se encontró de nuevo sobre ella. Plup. Una gota cayó sobre su espalda y entonces, todo el infierno se desató sobre ellos. - Alguien estaba celoso de la tierra... Y sí que lo estaba. Las ventiscas frías que habían estado envolviéndolos era un aviso de lo que se avecinaba. Las gotas que desprendían su húmedo cabello se perdían en el rostro de su mujer, diamantes que descendían y se perdían sobre su mejilla, su cuello, todo lo que él no era capaz de cubrir con su cuerpo. La suciedad de la tierra que se había adherido a su espalda cuando Lorraine le había tirado al suelo, era lavado por la torrencial lluvia. En realidad, no importaba... No cuando la tierra bajo ellos se volvía lodosa y ensuciaba sus cuerpos. Lucern le atrapaba con su cuerpo, su boca descendió hasta su cuello, lamiendo hasta llegar a sus labios. O al menos, eso era lo que fingía... Sus labios se detuvieron a tan solo un centímetro de los suyos y, con la lluvia acuchillando- literalmente- su espalda, invirtió las posiciones. Era su espalda la que había dado contra la tierra y Lorraine, alzándose como una diosa, se encontraba sobre él. La lluvia... una cascada... su cabello mojado se pegaba a su piel... y... su mano pronto apartó un mechón que se había quedado cerca de la curvatura de su seno. Sin hacer ningún otro movimiento, la mirada de Lucern se encontró con la de ella.

El tiempo jugaba sobre ellos, entre ratos ésta aumentaba o quizás, disminuía, la diferencia no era viable cuando se perdía en el deseo que chisporroteaba entre ellos. Su cuerpo era, verdaderamente, una de las razones por las que el vampiro había sucumbido. Lucern jamás podría negar la debilidad que había sentido ante el primer vistazo que ella le había proporcionado, pero era su mirada la que magnetizaba, ¿cuántos más habían sucumbido como él? La pregunta trajo consigo ese maldito sentimiento, uno que no había sentido de esa forma desde que se había comprometido en su humanidad. ¿Celos? No. La posesión era más terrible y terrorífica que unos insignificantes celos. El tiempo... el tiempo era el único que lo definía todo. Los olores se incrementaron alrededor suyo y, antes de que hiciera una petición, deseaba terminar lo que en el bosque había empezado, no esta noche, sino la anterior. – Dulce delirio, flamante tormento... ahora corres por mis venas... un bramido de su pecho, el cuál se retorcía aún en la sangre y sus fluidos. – Cabálgame, Lorraine. Ella no lo sabía pero él no solía hacer peticiones ni ceder el control. Pero esto se salía de sus manos, como el agua que no podía ser contenida. Ella era importante, una pieza en su vida, su epicentro... - La próxima vez que tome el control, sonrió seductoramente... dejando que las palabras fuesen apagadas por la lluvia y el aire que agitaba todo a su alrededor. Ellos estaban ajenos a cualquier cambio... Los árboles se agitaban bruscamente, las aves habían alzado ya vuelo, el sonido de los insectos se habían ido por completo, pero para él... Solo existía Lorraine Von Fanel.
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Mensaje por Hela Von Fanel Lun Dic 20, 2010 11:13 pm

“No es suficiente soñarte. Llenar los sentidos colmarlos de ti ¡Saciarme!”

Si tuviese un alma que entregarle al demonio; por amor, por el placebo que justo ahora desgarra sus malditas entrañas, sumergiéndole en un abismo de múltiples facetas jamás imaginadas y nunca antes inventadas… seguramente lo haría. Ignora la bestialidad con la cual el cantico amargo de la noche lentamente es sellado. Acalla cualquier sonido ajeno al choque de sus pasiones. Enfocando sus sentidos, percibiendo el maldito olor a azufre que sus cuerpos desprenden en la faena, tan llenos de lujuria e indecencia; escucha a su hombre respirarle. Cada fragmento, cada partícula de polvo que posa sobre él y ella se confunde a sobremanera con su piel, su esencia, su impúdica fragancia, con el hedor que ambos arrojan cual humareda en un volcán a punto de estallar. Denso sabor que en la punta de la lengua sea aloja, allí en la obscuridad de su boca, la pasión que mata, envenena y quema desinteresadamente sus fauces. Es el sabor de Lucern y todo lo que él puede ofrecerle, la eternidad que le ha entregado sin pensar, con tan solo una mirada… “Una mirada que se nos llevará en la eternidad” Agrega instintivamente en sus pensamientos, ahora que le ha encontrado después de un largo tiempo, no piensa ni pretende perderlo. Jamás imagino amar, no creyó pertinente el sentir algo tan absurdo como eso… Bajar la mirada y tragarse esas amargas palabras de desprecio es, quizá, perder el orgullo ante alguien mejor que ella. Y es que él logro algo que ni el Hades con su poder y grandeza habría podido soñar, Lucern ha domado a la bestia…

Con los ojos cerrados y sin compasión, el demonio del placer se ha instalado en el bulbo de sus piernas. Se sumerge hasta sus adentros, no existe escapatoria al cruel final en esa maldita gloria incesante de la cual es presa, paria, esclavo, víctima y dueña. Fundida en el lamento del aire, en el jadeo atiborrado de ocultos mensajes, le reclama al sombrío paisaje una vida, una eternidad al lado de su amante. Quiere, desea, añora y necesita. Juego de sádicos pensamientos, cubiertos por un infame anhelo. Los labios de Lucern ascienden hasta que ella puede verlos, estáticos, quietos, entreabiertos… Suplican uno solo de sus besos, del aliento que embriaga y de su sangre ya presos. Su lascivia es demente, porta en ella los sacrílegos roces que arranco de su cuerpo; le aúlla a la luna oculta entre las nubes, por que es solo él, su Lucern quien le llena, quien le sacia en su locura.

Susurra suplican insensatas en el silencio, con su mano invitando en el sendero de la perdición y su derecho al reclamo de que le empalen en su interior. Movimientos rápidos y cortos, le azotan, le dominan ¿Cuánto tiempo espero una vez más para alguien se atreviera a subyugarle? Lo que más buscaba en un hombre, su poder, su fuerza, la ferocidad de una bestia que brama bajo sus sabanas, sin fingir, sin mentir… ¡El arte del masoquismo! Ya el jinete ha tomado posesión en las caderas que le invitaban a sentarse. La voz perdida en el silencio abismal de Lucern, no hacía falta que él lo pidiese, Lorraine había leído sus pensamientos. Se dejo llevar por el grito que martillaba la cabeza de él. La virilidad que erecta se eleva como torre en la tormenta, es doblegada por las manos femeninas. Buscan juntos el trofeo resguardado con recelo entre las piernas de Lorraine, hasta que las separa, las suelta y sin ningún reparo clava allí la portentosa estaca. El agua caliente resbala por su espalda, pequeños arroyuelos de gotas muertas se dibujan en su piel, pierden la belleza y su figura en el montículo de sus pechos. Bañada en líquido transparente, le sede el paso al apetito voraz que en su altar descansa, las sensaciones le invaden, arrastrando sus pecados hasta el éxtasis en su rincón sombrío.

Las paredes en su cavidad se tragan la libido completa, se amoldan una vez más a su grosor y tamaño. Resbalar ese botín en su interior, desquebraja en placeres sus tórridos sentidos. – ¿Quién te dijo que no tienes el control justo ahora? – Pregunta cortando sus respiraciones al perderse tajante en su deleite. Trota montada en su garañón fogosa, impregnándose con el sudo de ambos cuerpos, dejándose penetrar hasta las entrañas de su cráter. Juntan carne con carne hasta el límite de sus alientos, hasta sentir el orgasmo en su cuerpo. Doblegada y apostada, inclinada y moldeada… Así comienza…
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Mensaje por Tarik Pattakie Mar Dic 21, 2010 9:12 pm

Un poeta encontraría su inspiración e inventaría sus poemas más obscuros en torno a ellos. El fotógrafo vería en la desnudez y la unión de sus cuerpos, la toma perfecta para plasmar la sensualidad y la entrega. Un compositor buscaría y encontraría en sus respiraciones entrecortadas, en el movimiento de sus caderas, en los jadeos que desgarraban sus gargantas y los gruñidos que de su pecho martillaban, una composición insuperable y jamás lograda. El viento envidiaba a las manos del vampiro. El frío la inutilidad al encontrar en ella su acobijo. Las gotas cristalinas maldecían la transpiración que le opacaba. La salinidad que él lamía... Su hambre no conocía de restricciones. El vampiro buscaba desenfrenadamente aquello que necesitaba para existir y no, no es esa endemoniada sed ni la necesidad de matar, es la mujer que borra cualquier huella - si es que alguna vez le dejaron huellas- en su piel. Vestigios que no merecen siquiera una mención. Él, quien no obedece a nadie, excepto a sí mismo; ahora le sirve a ella, a Lorraine, la vampiresa que aplastó cada barrera impuesta y las pisoteó, colocando su estandarte con fiereza y sin vacilación. El deseo ya no será conocido por esa palabra, la pasión no se leerá en esas sílabas, el placer no será nombrado de otro modo; deseo, pasión, placer, lujuria, fantasías, sueños, satisfacción, amor... No significan nada ahora. Ella les ha arrebatado el derecho de ser mencionadas entre amantes y locos enamorados, todo en una noche de otoño; con las hojas desprendiéndose y nadando entre charcos lodosos... Las ha rebautizado con su nombre... Lo ha rebautizado con su nombre. Una marca eterna como su vampirismo.

La Luna se había escondido entre las nubes, sumiéndoles con la espesa negrura. Él no necesitaba de sus rayos para apreciarle, Lucern estaba jodidamente seguro que le reconocería sin siquiera mirarle. El diablo estaba bailando en su hoguera, carcajeándose y observando a dos criaturas de la noche que habían jurado jamás ser sometidos por nadie. Escuchando y cobrando el botín de las apuestas que sus demonios y él habían hecho contra el tiempo y el destino que unió a éstos dos desconocidos. Jadeantes... así se encontraban ellos. ¿Maldad? ¿Crueldad? ¿Qué veían los ojos del infeliz que posaba su mirada en la belleza de su hembra? ¿Miedo? ¿Atracción? ¿Qué veía él? Lucern sonrió... sus dedos zigzagueaban sobre su desnuda espalda, inventando figuras con el sudor y las gotas de la lluvia; saboreando el confort y la calidez que su miembro encontraba entre sus paredes vaginales, deleitándose con ese suculento vaivén de caderas. El balanceo de sus senos volvía a Lucern un esquizofrénico que, dejaba de jugar con las figuras para recorrer con sus yemas las arrugas que se formaban en sus pezones. - ¿Lo tengo? Preguntó divertido, atrayendo sus senos hasta su pecho, buscando su boca... famélico por un beso... Un beso que murió en cuanto la presión alrededor de su miembro aumentó. Lorraine llegaría pronto a su orgasmo... El chapoteo entre sus sexos se intensificaba. La piel de Lorraine brillaba... Sí. La Luna le odiaba.

Concentrado y sin ningún atisbo de sonrisa, continuó penetrándole acompañado con el sube y baja que ella hacía. Cada golpe que sus testículos daban contra su piel le acercaban al clímax. Lucern quería burlar al dios del cielo y llevarle hasta los ríos del Infierno con ese primer orgasmo. Sus cuerpos eran dos hogueras que al juntarse creaban una explosión de fuego. Ella era la leña que prendía a su alma olvidada... Las palabras sobraban... El lenguaje corporal era todo lo que necesitaban... Los segundos pasaron... Un calor sofocante les envolvió... El jadeo de Lorraine le hizo sucumbir... Su mano descendía por su columna vertebral, bajando peligrosamente, estimulando la cavidad que había profanado en la laguna y que... Lucern gruñó ante el calor sofocante que envolvió a su miembro, ese rico líquido en el que ahora nadaba y al que pronto se uniría su cuerpo...
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Mensaje por Hela Von Fanel Dom Dic 26, 2010 11:45 pm

“Emerges de la delicia, basado en el dictamen absoluto del placer”

Esclavizada en el apogeo de su trabajo y el silencio de sus labios, su sexo ruge. Implora la embestida, que con brutalidad le ha empalado hasta las entrañas… Camino de lentas pasiones descubiertas en un santiamén, sendero de fuego adoquinado con el más fino placer. No hubo noche que se le pareciera a esta, en su pasado no existen memorias que puedan ser envidiadas tras haberse mutado a recuerdos. La lluvia esta celosa y cubre con cada gota el cuerpo que ella no puede con sus manos abarcar. Esas dulces lágrimas del cielo escarchan la piel marmórea de su Lucern, ¡Hermosa combinación! Su Lucern… Ahoga sus pupilas en su rostro, en sus ojos. Lorraine se pierde en los más profundos pensamientos que él puede ofrecerle y no es nada más que su reflejo, su belleza, su propio cuerpo el que se encuentra en la mente del vampiro. Unidos no solamente en sus cuerpos, ahora lo están en sus almas. Desgraciados, son cómplices en una nueva forma de amar, de sentirse… Fue tanto el maldito tiempo en el que ambos estuvieron reprimidos por su soledad, que al encuentro de esa vorágine explotan con tan solo un roce de sus labios y ella…

Exorbitante excitación que cubre su seno, impetuosa… Es infernal la sed voraz que tiene, quiere más de esas caricias, esos besos, esas embestidas que desquebrajan su sexo. Mojada, húmeda, deseosa. Gritan sus entrañas la revolución que viven dentro, estallan de placer en un solo movimiento, que como predicción del alba convulsionan sus sentidos. En la libido puede sentir lava arder, lentamente le quema y reduce a cenizas lo que en su interior encuentra, de estas renace como fénix un placer incontenible que se ve en cada gemido que la dama despide de sus labios, en esos arañazos que raspan el pétreo pecho de Lucern, en cada retorcida segura que sus caderas realizan, en las ensartadas feroces que parten en dos su cuerpo… pero nada de eso describe la sensación que Lorraine tiene en ese momento. Le siente entrar en su cuerpo tan ardiente, buscando el éxtasis de un orgasmo completo, no es él quien esta a punto de caer víctima de tanto maldito goce. Es ella la que ya no puede detenerse, disfruta cada oasis creado en su imaginación, cada estúpido grano que existe en la arena impregnada en su piel, tierra de pasiones enfebrecidas. El sudor, guarda en su respirar ese efluvio a lujuria, se impregna de él, ya está bañada con su esencia, con su perfume. Esta noche es de él… Embriagada por completo de ese sueño infernal ¿Sueño? No, esta vez puede palparlo, es real; arquea su espalda, saluda a la luna en un alarido ahogado cuando el clímax toca a su puerta. Brama.

Lorraine sabe que él es de ella por la simple y sencilla razón de que nadie más le hará estremecer de placer, por que solo ella sabe hacerlo explotar y gemir, por que nunca olvidará la forma en que lo besa, acariciando todo su cuerpo con sus labios, hundiéndose en su sexo, comiéndoselo hasta perder la razón. Pero él, Lucern Ralph, ahoga a esa mujer en placer, besando su espalda, erizando su piel y susurrándole al oído, mientras sus manos juegan con sus senos haciéndola enloquecer. Ya esta aquí, le ha tocado, le ha incitado, le ha hecho gritar su nombre en medio de la penumbra, en medio de la obscuridad y ruge… Ruge cual bestia reclamando su presa. No, esto es más allá de lo que puede ser descrito, su cabeza se eleva hasta la cima, sus manos desangran el vientre que posa bajo sus caderas. Sus labios arden en la sangre propia y sus ojos destellan entre aquella sombría escena. Bramidos, quejidos, jadeos, gemidos, respiraciones aceleradas, lloriqueos de placer… y tras aquella descarga de emociones su cincel, ese que aprisiona en Venus, escupe…
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Mensaje por Tarik Pattakie Lun Dic 27, 2010 9:30 pm

El cielo se desborda, lágrimas perecederas que se pierden en la primera superficie que tocan. Las copas de los árboles son su primera víctima, gotas que se forman sobre el limbo y se deslizan por sus venas, cayendo en picada, buscando otro objetivo, ataviados en su abrigo. El cabello de su mujer, completamente mojado como el de él, se adhiere a su aceitunada piel; al final de éstas, se crean esas gotas cristalinas que caen sobre su cuello y se deslizan tan libremente hasta sus senos, sobre su vientre y más allá de éste. ¿Cómo puede encontrar interés en ese natural proceso? El vampiro no lo sabe porque, ya no está hipnotizado por lo que en ella ha encontrado, es un estado de idiotez en el que se ha dejado mecer. Ella es el viento que puede hacer que tome cualquier dirección, es el fuego que puede convertirle en cenizas, el corazón que no siente y está inerte llenando solo un hueco en su pecho, es el sol al que no puede hacer frente porque sabe lo que sucede, esa luz dorada que quema cada centímetro de piel con sus caricias, es el agua que no puede beber para aplacar su sed, el alimento que no puede comer porque los sabores se han perdido, la compañía que ha quitado a soledad, la pasión que ya no encontraba en el sexo, ese deseo de hacerlo solo para encontrar en un cuerpo algo con que pasar el tiempo. Lorraine... Lorraine no sabe el poder que tiene para desarmar a ese hombre con tan solo una palabra o un murmullo. Nunca quiso complacer a una mujer hasta la saciedad como lo estaba haciendo en ese momento. Pero es que, nunca quiso nada realmente porque... se suponía que lo tenía todo consigo, un status que no le importaba, dinero que despilfarraba, mujeres con las que se acostaba, ¿Quién? ¿Quién iba a decir que le faltaba lo más importante?

Gruñó fuertemente, cualquier gruñido emitido con anterioridad se dio a la fuga por el miedo; ya no era ningún gruñido de excitación o placer, ese gruñido feroz que espantaría a cualquier carnívoro; era solo el desgarrador sonido de quien ha caído con la necesidad martillando por cada espasmo en el que ella se ha retorcido. Su miembro es solo una pieza atrapada en un calor asfixiante. La fría lluvia no puede contrarrestar ese fuego que se aviva y achispa ante el menor contacto. La electricidad entre ellos no envía más que escalofríos y corrientes que desgarran en carne viva su piel. Su respiración ya no es más que solo vapor, sus manos aprisionan sus caderas... han dejado de jugar, de recrear las líneas transparentes que diamantan su cuerpo, ese halo subliminal que la cascada crea entre ellos. Ha disfrutado cada segundo de su orgasmo, amado cada gemido que su garganta ha emitido, enviciado de cada palabra que ha oído, adorado cada gesto apasionante y demandante con el que ella le ha dirigido... pero ahora, ahora solo puede pensar en unirse a ella, en encontrar esa liberación, terminar con esa fusión a la que sus cuerpos han estado burlando desde hace ya un momento. Lucern incrementa sus embestidas, su mirada se zambulle en la embriaguez que lee en sus ojos carmesís y... su excitación, el placer ya no puede solo mantenerse enfrascado en su ser... ahí, bajo ella, con ese estimulante palpitar en el que los labios y las paredes vaginales de su hembra le mantienen, llega al éxtasis, eyaculando en su interior, llenándole con su esperma, fascinado por el suplicio que representa y que, ha desencadenado en ese mar de fluidos. Sentidos que se proyectan, sensaciones que se incrementan, pensamientos que se retuercen con su nombre, palabras que ya no pueden formar sus labios...

La lluvia no puede solo hacer acto de presencia y fingir que puede borrar cada caricia, cada beso, cada desgarre de piel, cada gota de sangre que intercambiaron... Satisfecho, malditamente satisfecho a decir verdad, Lucern atrae a Lorraine hasta su cuerpo, su cabeza reposando sobre su pecho, su mano derecha acariciando su cabello, su espalda, cada centímetro de piel que puede palpar sin esfuerzo, sonriendo... esa sonrisa que no es ni amarga ni mucho menos sarcástica; la primera sonrisa que demuestra ese sentimiento del que ahora es preso y del que no está interesado en huir si esto es solo el comienzo. Y así, mientras el aguacero continúa y sus cuerpos siguen unidos, él va en busca de esos labios enrojecidos por sus besos y sus caninos... Atrae su boca y sus labios le rozan, no es demandante ni fiero, solo un beso que demuestra que, incluso él, quien juraba no creer en ese sentimiento, ha perecido ante ella...
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Mensaje por Hela Von Fanel Miér Dic 29, 2010 11:58 pm

“Aire contaminando, vicio en el ambiente”

El demonio susurra palabras en su oído, es la envidia emitida con cada rose en el viento. No pudo concebir que frente a él sus hijos hayan desmembrado sus instintos hasta el límite de su lascivia. Han saciado el hambre que les torturaba las noches de luna llena. Sí, perdieron los estribos, su juramento al olvido se perdió en el vacio, en la infinita obscuridad de un silencio que ya no volverá, se fugo con esa soledad que nunca les acompañará nuevamente. El aire que respira es ponzoña, es el perfume de Lucern que le baña, una fragancia que se ha impregnado en su ser. Sus paréntesis exclaman arropados en clímax, extasiados en satisfacciones inmorales. Lorraine no piensa con lógica, su sueño le ha ganado, sus sentidos se han dormido y solo le queda el vestigio de aquel atrevimiento en su cuerpo. No puede negar lo que allí ocurrió, esta tatuada, cada parte que en ella se puede ver cubierta por la lluvia, fue profanada por él. Esto naufraga más allá de lo que pudo imaginar, de lo que en su mente idealizo al esclavizarse en su placer, en su maldita satisfacción. Es extraño, es prohibido pero ¿Quién lo diría, que en esta nueva etapa de su vida ella sucumbiría ante la perdición de lo que siempre negó? Y convulsiona, su mente esta cegada, nada de lo que intente cambiará lo que ha descubierto tras su paso.

Lucern es su nombre, un Dios al que cela el Olimpo. Sus frías manos en las caderas de Lorraine, su pecho, es la almohada perfecta en la que ella desea ahogarse, hundir su rostro para refugiarse. Es débil, ante él siempre lo fue y no pretende ocultarlo. Su gobierno, su maldición, su añoranza… Recibe con sus brazos abiertos toda señal que él le envía, aunque muden sus labios y callen sus pensamientos; la mujer comprende que los dos han caído prisioneros el uno del otro. Infamia, si antes le hubieran preguntado, si en su pasado… No, ¡Basta! Nada de eso importa, él esta aquí, junto a ella. No siente ningún temor, él esta a su lado. Le mira fijamente a los ojos, su mirada no es la misma que de siempre, sus movimientos no son fieros, el abrir y cerrar de sus labios no es tan provocador. Acuna su cabeza en el descanso de su hombre, le siente respirar. Inventa caricias con las yemas de sus dedos. Esa maldita textura, la suavidad, la fuerza, lo que provoca; es inevitable no perderse en los recuerdos que han quedado en el silencio. Se embriaga, quiere acabar con sus terminales nerviosas esta vez y es que pese a todo lo ocurrido, aún puede sentir esos roces en su piel. Se retuerce y juega a la indiferencia, pero mientras más las ignora más flagelan su cuerpo sin piedad. Exactamente así es como él la tiene, azotada en un calabozo, esclavizada, encadenada… Sin querer o intentar escapar, Lucern se metió hasta lo más profundo –Literal y metafóricamente-, condujo sus vacilaciones hasta la realidad. Las paradojas ya no existen, la subjetividad se esfumo a la primer señal de amor…

Entrega en ese beso su alma. Pésimo, los dioses habían considerado regresarle el alma, pero Lorraine decidió concedérsela a él, es prisionera de una poesía que en el nombre de Lucern se escribe, cada letra será una gota de su sangre derramada y cada expresión, cada verso, cada palabra una vida que le costará. Su eternidad no sabe a nada, el sabor en su boca es letal. No se había dado cuenta que los besos de amado eran más dulces y apetecibles que la sangre misma, no había notado que su delicado roce es más adictivo que cualquier droga a la que se pudiese someter. Sus labios se deslizan sobre los de él, juegan a atraparse mutuamente. La lengua busca la profundidad de su boca, sus manos se aferran a los hombros. Es un desdén, es un derroche, es todo y quizá la nada en algún futuro. “Oh Lorraine, te has caído de tu pedestal. Has perdido la cordura, te han arrancado el corazón. Te han robado el alma ¡Infame demonio! Has sucumbido ante él… Es tu tormento, es tu condena…” Se aleja de él, los dedos de sus manos peinan sus dorados cabellos. Los ojos que alguna vez albergaron la maldad total, lucen tan condescendientes ahora, se puede presumir del brillo especial que se distingue en sus pupilas. Sus labios esbozan una cálida sonrisa. Busca la mano de Lucern y la coloca en su pecho, justamente donde se supone debe latir su corazón – Siente, ha vuelto a palpitar en tu nombre – Pronuncia aquellas palabras en un murmullo asfixiante – Es tuyo – Expresa con su mirada la infinita gratitud que le tiene. “Volver a nacer” Una frase que le enseño un tonto humano tiempo atrás y que en su momento no comprendió, ahora cobra vida frente a lo que para ella representa ese vampiro, Su Vampiro….
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Mensaje por Tarik Pattakie Sáb Ene 01, 2011 9:04 pm

El bosque se ha quedado en un estado catatónico. Las estrellas se han refugiado en el cosmos. El satélite no puede ser visible para los que intentan mirar a través de las cascadas de lágrimas. Traicionada, así es como se siente en ese momento. Siempre atenta, acunando bajo ella a todo al que se adentra en su campo, en la noche... sus noches... es trasladada a otro plano. Pero, ¿qué ser puede fijarse en ella cuando tiene en sus brazos a quien sí es importante? Alguien palpable... que te haga estremecer con tan solo un maldito roce... que su aliento sea el viento y su voz, su voz una caricia duradera, siempre eterna... No Lucern. Desde ahora se ha olvidado de lo que pensó antes de conocerle a ella. ¿La Luna su única travesía? ¿La compañera perfecta? Malditas blasfemias que el barco en las lagunas de sus memorias, traía a colación en cuanto ella aparecía, trayendo su detestable rutina. La verdadera aventura comenzó bajo su escrutinio, cerca de la mansión donde había estado esperando por ella. ¿Por quién? ¿Quien le guió hasta la mujer que arrancó su piel y la reemplazó con su esencia? O... ¿Quien se metió dentro de él, encontró su alma y la encadenó sin proponérselo a la de ella? La Luna lo sabe, el infierno arde y su nombre sale intacto, el cielo lo grita y al mismo tiempo pretende acallarlo. Una luz viaja a través de las nubes que se amontonan en el firmamento, uniendo fuerzas, desatando su furia bajo los vampiros que, extasiados y satisfechos; se muestran indiferentes a cualquier ente y cambio climático. Una mirada lo transmite todo. Las palabras emitidas son únicas en cada sílaba. Un código que hoy rompía. No había porqué seguir guardándolas con recelo. Lo que sentía no podía solo ser disfrazado... Tal cual, Lucern Ralph estaba ante ella.

Las yemas de sus dedos no solo crean líneas en su pecho, sino esa sonrisa que las comisuras de sus labios parecen dominar especialmente ante ella. Sus cuerpos desnudos reciben el agua que envía el dios de los cielos. Otro rayo cae en alguna zona y estremece a la tierra, la misma que ya fue profanada por los inmortales y se deleitó con su entrega. Las gotas favoritas de Lucern son esas que se deslizan por el cuerpo de Lorraine y terminan yendo a su encuentro. No tiene intención de liberarle aún, su miembro dormita arropado en su calor. Las caricias de su pelvis son deliciosas y embrutecedoras. No puede pensar con claridad. Su nombre es todo lo que su mente parece reconocer entre el mar de tortura al que es sujeto. Si el cuerpo desnudo de su mujer es su adoración, ¿qué no es su mente? Esa forma de pensar, de arrebatar la cordura, encontrar la paciencia... Lorraine es su equilibrio y, aún así, esa misma balanza se inclina hacia lo que siente por ella. ¿Una razón para existir? Todo ese tiempo solo ha valido la pena finalmente. Sin apartar la mano de su pecho, Lucern invierte las posiciones de nuevo. Su boca es redirigida hasta donde se encuentran sus manos. – Te has transformado en el mío, Lorraine. Las puntas filosas de sus caninos se acercaron hasta ese punto... – Así que tendrás que cuidar bien de nosotros cuando yo no pueda hacerlo. Sus dientes mordisquearon juguetonamente sobre su pecho. Solo esa mujer podía traer esa parte de Lucern que resultaba y resultaría desconocida para cualquier otra.

La tela que había cubierto su cuerpo antes de darle rienda suelta a la bestia era solo un vestigio en algún lugar de aquél bosque. – No he dejado de pensar en ti desde aquél día. El conde depositó un beso sobre el pecho de su amada y, ascendió con una serie de besos que empezaban desde el costado de su seno hasta la barbilla de Lorraine. Lucern se alimentaba de su perfume. Éste no se evaporaría, Lorraine ya era su tatuaje. – Te quiero conmigo... Su boca fue en búsqueda de su garganta. – y te quiero por siempre... Los rayos continuaban centelleando, la lluvia se propagaba como un diluvio... – Vamos a mi mansión, Lorraine. Puede que no te deje salir de ahí... nunca. Pero las acciones de Lucern parecían no concordar con sus palabras. No tenía ningún interés por levantarse de ahí. Poco le importaba si el cielo terminaba dándole paso a los rayos mortales... Era fácil olvidar que sus cadenas con el día aún seguían ahí, cuando se encontraba con ella. Perdición, tentación... No existía mejor condena.
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Mensaje por Hela Von Fanel Mar Ene 04, 2011 12:40 am

“La noche me atrapo en sus garras, eterna… Pero tú me has encadenado a tu vida, perecedera. Si tu caes… yo contigo”

Poesía. Infame palabra que carece de sentido ante una mirada que desborda pasiones y adorna con su fúnebre ilusión un atavío de muerte, refugiándose de los desconocidos en lágrimas mutiladas, devorando la carne que se quedo ante ella completamente inerte. El silencio es el bozal que calla sus desesperantes gritos, silabas estúpidas que pretenden llenar el vacío en la inmensidad que les separa. No puede, no quiere, no pretende… Nada, el mundo se desvaneció, el cielo que con su rugir muere, se cae a pedazos alrededor de dos amantes. Las gotas del agua se clavan en su espalda, ella indiferente solo piensa en la cantidad de frases dedicadas a su nombre, pero que ninguna develaría la realidad a la cual se ha esclavizado. Tantos versos pintados en su cuerpo, tanta lírica atestada en esas desgarradoras caricias y sin labios que las puedan pronunciar… El tiempo se ha quedado congelado, cediéndoles la eternidad, el templo del adiós de ha suicidado, mojado en la caricia de su amor. La desnudez de Lorraine al fin se ha completado, es vista desde el firmamento y las alas caídas de su alma se desquebrajan ante el fuego en el que sucumbió, esta deshecha, esta abatida ¿Dónde quedo su libertina esencia? Se sacrifico en los brazos de la decadencia. Es pobre, su helado corazón ya no esta en su pecho, naufrago a una isla desierta donde las campanas en las rocas de su estructura replican un solo nombre inmortal en un eco de profunda avaricia. Su ser, atrapado en ese candente fervor que le tiene lastima el llanto invisible en la dama, al fin la crueldad fue desvanecida y la máscara de fiera indomable fue reducida a simples cenizas.

El ying y el yang, un equilibrio perfecto, la balanza entre lo que es y aquello que será. Apostaría mil veces su vida, su existencia por reconocer que al fin lo encontró en su mirar, en los labios que despiden esas palabras llenas de un sentimiento al que juro darle la espalda eternamente; en sus dorados cabellos, en las ardientes manos que, perdidas en la inmensidad de su cuerpo, bailan cálidas dibujando la fantasía, transformándola en una realidad tangible. Muda su risa burlona, se arropa con las caricias del viento, inescrutable silencio. Lo erizado de su piel vuelve y enloquece sus entrañas, el camino que él recorre con sus labios es el sendero que le arrastra al infierno. Los ángeles le llaman pero Lorraine ha decidido abandonar esa habitación aperada de salvación sólo para estar un segundo junto a él. Retuerce su cuerpo bajo el contacto de piel a piel y destila el sudor confundido con las gotas muertas en la lluvia, sus jadeos son mudos, su mirada perfila sentimientos indescriptibles, sus manos rozan la cuna de su debilidad y su mente, esa que tantas veces se perdió en la malicia, en la tortura y en la miseria; esta vez se emborracha de dulzura ¿Es tan solo el reflejo al otro lado del espejo o un demonio también tiene derecho a sentirse pleno?

El cielo cayó y el infierno emergió, la lava se congelo y el agua ardió. Su cuerpo se baja hasta el borde de la locura. Mirando el estandarte sobre si misma, la sangrienta batalla la ha ganado él. Guiada por sus movimientos se deja someter, siempre más fuerte que ella, siempre más… Escucha las palabras alojadas en su oído, es imposible concederle a esta u otra realidad que sus mejillas se hayan encendido pero así ocurrió, así paso y su rostro fue el candil que ilumino la sombría noche. La curva en sus labios no fue de arrogancia, no fue socarrona, no fue altanera, mucho menos llena de satisfacción; esa maldita sonrisa que en su boca figuraba la mueca más hermosa que jamás concedió, es sublime, encantadora y llena de la emoción que únicamente se compara con la inmortal felicidad derrochada en el pestañar de una colisión en la muerte de dos ancianos que lo entregaron todo… Frente a ella la visión más insana, detestable pero perfecta y magnánima; las manos de la fémina logran tocar ese pétreo rostro, escrutan en él cada detalle, guardando su textura. Sus ojos analizan, congelando en su memoria la imagen del hombre al que ama, del ser a quien le ha entregado su condenada alma. – Shhhh – Coloca su dedo índice sobre los labios de Lucern y sonríe, sus pupilas destellan al mismo tiempo – Me tienes atada a ti. Si me he convertido en tu corazón, devoraré a quien intente tocarlo – Sus manos hacen que el rostro de Lucern se aproxime hasta ella para seguir susurrando – Eres el veneno derramado en mi cuerpo, la poción que adormece mis sentidos… – Aspira el perfume de su hombre. ¿Quién en su sano juicio albergo la idea de que esa mujer recitara un verso al alba? – Aquella noche dedique tus besos a las estrellas, contando su infinidad… Mis cenizas me delatarán el día en que te deje de amar –

Se quedo callada durante el segundo siguiente, aspirando el efluvio perdido en el espacio. Impregnándose con cada gota que moría en su piel al haber recorrido la silueta, el cuerpo de su hombre. Sí, hasta esas malditas gotas de agua dulce perecían en el contacto con Lucern, felices las desgraciadas presumen haberse topado con su inmortalidad, se jactan de toda esa magnificencia que pudieron tocar. Lorraine las envidia. – Ser prisionera en tu mansión no es una tortura, es entregarme en un festín a la bendita locura. No dudes, no querré escapar, quizá supliques, aferrada a ti siempre voy a estar – Funde sus labios en un beso al termino de sus palabras; un mimo que le hace abrazar el cuello de su hombre. Siente el calor en su boca, su saliva se ha convertido en lava ardiente de pasiones y sueños perdidos, encontrados en el Atlantis que él representa para ella. Una civilización, un descubrimiento, la cúspide a sus anhelos ¿El fin del mundo? Lorraine lo ha encontrado por que él es el principio y el final en su historia. Nada más existe, nada más atesora.. Solo estar a su lado a todas horas.
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Mensaje por Tarik Pattakie Sáb Ene 08, 2011 1:11 am

Génesis y Apocalipsis.
La creación y la destrucción.

Es en esa mujer donde recae todo ese inmenso poder. Lorraine lo ha creado, Lorraine puede aplastarlo. Ha inventado un reloj de arena que se ha obstruido cuando le recibió en su cuerpo. Cada grano de arena se ha desmaterializado. No existe, ha fallecido. Ella lo ha guardado en una caja de cristal. Es común, fácil de perderse en el espacio temporal... El tiempo... Se ha detenido en ese momento. No sorprendería que las gotas de la lluvia se viesen detenidas en el cielo, sobre ellos, a un centímetro de sus cuerpos. La Luna, desprotegida, no puede dar la cara a su rey. Se reirá de ella por no poder controlar a las criaturas que cuida desde el calabozo. Las estrellas han estallado en miles de fragmentos, diamantes finos de colores que asemejan la nieve, cayendo sobre el cabello de la diosa que, con solo la palabra correcta, puede hacer sonreír al condenado y hacer llorar al afortunado. ¿Y quién es Lucern? ¿Condenado o afortunado? Quizás ninguno, tal vez ambos... Lorraine ha sido el fuego que ha descongelado el iceberg que se había erigido en su pecho. Ha sido el viento que ha barrido con ese ser que él inventó para pasar sus años. Ha sido el agua que purificó su esencia reemplazándolo por el de ella. Ha sido... ¡Maldición! No solo ha sido, lo es y lo será porque, en el segundo que ella se aleje, en el segundo que le de la espalda, él volverá a ser el mismo. La necesita para encontrarse consigo. ¿Es eso verdad o solo una maldita excusa? Excusas, réplicas, teorías, mitos, leyendas. Lucern puede inventar una historia y crear tantos barrotes como le sea posible en torno a ella, puede inventarse mil y un razones para mantenerle siempre ahí, sobre su cuerpo, acunando su miembro, acariciando su pecho, aruñando su piel, gimiendo de placer, susurrándole palabras... secretos... cada palabra que debe ser tallada en zafiros, transformadas en tatuajes y envidiada por las deidades.

El hambre retuerce sus entrañas, pero solo a ella busca... sus dientes mordisquean sus labios, esa fresa, la fruta jugosa que con tan solo un pinchazo, deja caer su delicioso zumo sobre su rostro... su lengua es solo un depredador que acecha desde las sombras... sus ojos el demonio que lo ve todo, lo visible e invisible, intentado descifrar inútilmente donde ha de caer esa gota resbaladiza, sumisa... pero sus oídos, ese sentido auditivo, es bendecido y maldecido por cada palabra en la que su canto le envuelve. Benditas por crear a su alrededor esa nueva protección, malditas por martillar lenta e infamemente el escudo que blandió. ¿Contra quién? ¿Contra mujeres? ¿Contra él? ¿Qué demonios importa? Ella venció... Luchó limpiamente y Lucern cayó... cayó como un maldito meteoro, tan rápido y repentinamente que, no dejó nada... ¡Nada! En el espacio no se le extraña, ya ha sido reemplazado y en la tierra, el único artilugio que queda, lo agita la vampiresa. Su risa resuena, acompaña a la de ella... sus pulmones se llenan, le absorben... Quiere tragársela y ser juntos, solo una pieza; llevarle consigo a todas partes, estar siempre con su olor en el interior. El aroma de las colonias, del tabaco mas fino, de la noche mas fresca, de la mas veraniega, el endulzante, el picante escozor de las flores, la sal del mar, la arena bajo los pies de los amantes, el jabón que frota su cuerpo, el vino mas añejo, la atractiva humedad, el calor abrasador del sol, la melódica sonrisa emitida, el reconfortante arrullo del viento, la avaricia del pintor, la envidia de la belleza, la desgracia de quien no puede crear arte, la maravilla de... ¡Demonios! Lorraine no es solo esa mujer. Lorraine es todo lo que percibe con sus sentidos... su olor esta en cada cosa, palpable, sustancial, existente... lo que ve y lo que no... lo que escucha y ensordece...

Y... ¿cómo se supone que se levantará de ese lugar? Ir hasta su mansión es... el simple hecho de romper esa conexión entre sus sexos, la forma en que se comunican sus manos, el lenguaje que utilizan sus expresivas miradas, las palabras que sus labios no habían pronunciado, las que sus oídos no habían escuchado... No. Lucern no está interesado. Las caricias de su pelvis, de sus senos, de su boca sobre su cuello... Sonríe y permite que su mano se detenga sobre su mejilla, sus yemas acariciando los pómulos. No. Nada es pronto, nada es fugaz con ella. La ama. Ama a esa mujer como jamás se permitió hacerlo. ¿Qué si no? – Ya estoy postrado ante ti, amor. Su cuerpo ruge, la bestia y el hombre, es de ella. – Mucho temo que, serás tú quien tendrá que convencer a mi cuerpo de que ir a la mansión es la mejor idea. Negó con la cabeza, a sabiendas de que ella bien iba a protestar. – Uhum... Su nariz se acercaba a su lóbulo, catando la nueva esencia que se creó con su unión. – Amo mi olor sobre tu cuerpo. Sus comisuras se curvaron y, su lengua chasqueó contra su paladar. – Sacaré de mi lista esa tonta idea sobre masajear tu cuerpo en mi bañera. Lucern la quería así, desnuda y bañada con su sudor... O sí. Lorraine había creado un monstruo que solo respondía ante ella.
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Eterna Obscuridad +18  {Lorraine} - Página 2 Empty Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}

Mensaje por Hela Von Fanel Sáb Ene 15, 2011 9:11 pm

“Velaré tu sepulcro en noches de luna llena. Siempre a tu lado, siempre tan cerca… Tu sueño será mi condena.”


Los buitres se tragan la carroña que sus cuerpos les han regalado, los demonios buscan sus almas para torturarla el resto de su eternidad por aquella vida que consumieron en pecados. El silencio canta con fúnebre esplendor, las hojas secas se retuercen del dolor pero no están allí. Bajo el amor que repugnantemente se escribió sobre la tierra los gusanos proclaman la destrucción de su mundo, el lucero que el firmamento ya deberías estar convirtiendo a sus cuerpos en cenizas se ha visto obligado a detenerse. Es una conspiración universal, la escoria había esperado este tiempo, este momento durante milenios y aún así, pese a toda probabilidad se siguen mofando de su debilidad. Sí, el mundo entero con todas la miseria posible se quedo inerte al verles entregándose tan asquerosamente al pútrido y pérfido amor. La decadencia se suicido en el estallido de sus emociones, se sacrifico para que una sonrisa como la que ahora se pinta con desdén en los labios de Lorraine pudiese salir. Nada esta bien, todo se encuentra de cabeza, es como mirar esta misma realidad en la ventana de aquel espejo, esa no es la lamia, esa no es el demonio que en deliberado momento creyó no ser amada jamás. Las barreras del odio se derrumbaron la briza que él trajo consigo, este enfermizo universo que se jacto de ser el mismísimo tártaro ahora es solo una carcajada del pasado. Falacias del olvido.

Los espectros aún buscan sin comprender una señal para poderla regresar a las tinieblas y es que no logran concebir que la reina de su obscuridad se haya visto embelesada por un inmortal. Ellos le ofrecían la salvación con sus maldades, con su insípida crueldad y él ¿Ese tal Lucern Ralph qué es lo que le puede a ella ofrecer? La sangre putrefacta de los cadáveres acumulados con los siglos se balancea sobre una línea descomunal de mofas, los fantasmas de los niños que asesino le han juzgado, culpable la encontraron. El fin de sus días libertinos, Lorraine fue quien decidió y esta consiente de que en lugar de la lascivia a él lo eligió. ¡Estúpida! Le gritaban una y otra vez, pero esa mujer que en los brazos de un vampiro se perdió, no las escuchaba, ya no. Le tentaron con nuevas ideas en su cabeza, con alucinaciones previas que prefirió ignorar pues se sentía bastante completa, y el vacío que le rodeo durante todo ese tiempo pereció en cuanto ese hombre le beso. Desmoronando sus capas de felina, mutilando sus sentidos con esa forma de entregarse a ella. Nada, sin importar lo que esos demonios le presenten ella no lo dejará. Esta perdida en sus brazos, envuelta en su cuerpo, encarcelada en sus pupilas, atrapada en su perfume, postrada en su miembro, congelada en su aliento, embriagada en su paladar, corrompida en su esencia, aplacada en su pecho, consagrada su amor… ¡oh Lorraine, eres el último de los demonios que cayo!

Sentir las gotas de la lluvia marcarse en su rostro al tener que verle, percibir ese delicado aroma a su alrededor respirándole, acoplar su cuerpo al de él cuando este se mueve… En las pupilas de su hombre puede verse a si misma, no como una bestia, no como una lamina, allí en los ojos de Lucern, ella es una mujer, es su mujer. Por vez primera su sonrisa se ahoga tras sus labios en forma de media luna. Ese dulce mirar hace florecer en su interior una esperanza que imagino perdida y es que con su pasado, divago en que el su destino no iba a poder salir ese abismo infernal en el que nació, pero tras su llegada todo cambio ¿Existe, después de todo el final feliz? ¡No! Lorraine no quiere creer que es su final, es su principio, es el comienzo en el libro de su existencia, una letanía que no es de muerte, aunque esta les acompañe siempre, ella sabe que no les puede tocar y si el día les descubre alguna vez y sus cenizas se esparcen en el viento, Lorraine sonriera por que estuvo a su lado y pudo probar lo que es amar. ¡Abrazador amanecer, escóndete tras la penumbra de la noche una vez más! Al igual que Lucern, brama es el idioma de sus cuerpos quien habla, ninguno de los dos desea romper la unión en la que se han visto encadenados; el sol con sus rayos dorados amenaza con abrazar su existencia sus frágiles cuerpos. Intenta ponerse de pie pero le es un impedimento, escucha vos y el vaho de su hombre se desvanece en su lóbulo, un escalofrío recorre su cuerpo ¡Lucern sabe como desquebrajarla!

-Lo siento amor- Dice jadeado, sin permitirse desviar la mirada de sus ojos, se atormenta internamente, se enfurece y es recriminada por sus actos. Sus manos se refugian tras la nuca de Lucern y en un movimiento predecible lo aproxima hasta sus labios. Su boca busca el elixir que le traerá de regreso a la vida, esa maldita hiel que asesina sus sentidos con cada nuevo beso que se dedican, la lengua lucha contra la de él en una batalla donde ambas ganan, cada ricon de su boca, es escrutado por ella. La suavidad en los labios de Lucern, ese delicado dulce que traga con pasión, comparar su sed de él con la de sangre es absurdo, pues ya no necesita de la sangre para vivir, lo necesita a él más que a nada en este mundo. Sí, es una vampiresa cursi que se ha visto sometida ante el amor, sonará a estupidez y muy probablemente lo sea, pero a ella no le importa, solo le incumbe él. –Pero me temo que mi cuerpo solo reacciona a tus ordenes- Se separa de él tras emitir aquellas palabras en un simple susurro, le gusta estar bajo su cuerpo, le gusta poder sentir sus pectorales sobre ella, le gusta la forma en la que Lucern la mira, le gusta como la acaricia, como es que aún sin si quiera emitir una vibración aún puede hacerla estremecer de placer, con tan solo una palabra. Estira su cuello para alcanzar la oreja de su hombre y morderla con la delicadeza de la cual se embriago, introduce su lengua en esta y juguetea, crea círculos y formas sin sentido. –Lucern… Lucern… Lucern…-Susurra en el silencio tres veces el nombre de su dueño – Te amo y no… - Ruge – No voy a permitir que el sol nos fulmine cuando aún me quedan millones de noches a tu lado – Con fiereza invierte posiciones, el solo hecho de sentir que su pelvis se retira de él le hace emitir un jadeo placentero, frunce su ceño no malhumorada, más bien extasiada, se muerde el labio encontrando con esa combinación un goce descomunalmente espectacular, sus uñas se contraen sobre los hombros de su hombre – Mmm… - Termina exhalando su bramido en el rostro de Lucern – Sígueme… - Susurra lamiendo sus labios, invitándolo a jugar – No quiero convertirme en cenizas cuando al fin logre encontrarte – Muy a su pesar logre erguir su cuerpo.
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Mensaje por Tarik Pattakie Lun Ene 17, 2011 5:28 pm

Una sombra se proyecta sobre el cuerpo de Lucern. Las puntas afiladas de cuchillos difuminados en el firmamento no son causantes de tan magistral encanto. No hay luz ribeteada ni música naufragando. El festín de los Dioses ha sido devorado. Ha recorrido cada línea que conforma la palma de su mano. Ha encontrado sabores perdidos y se ha vuelto adicto. Un beso, en cualquiera de sus tonalidades, apasionado, tormentoso, suave; ha hecho del aliento de Lorraine el mas siniestro y maravilloso endulzante. Ha pintado con sus manos y con su sangre la piel de su amante, descubriendo en esa mezcla, la salinidad que le exigía continuar con su travesía. Halló entre sus piernas un calor que demandaba la intromisión de su lengua, un sendero que lo guiaba a través de sus jadeos y su placer transformado en aquél brillo jugoso, un picante sustancioso. Incluso sus lunares han jugado con el conquistador. Esas diminutas islas que forman parte de su cuerpo, se escondieron sin miedo, aún cuando su mirada se concentró en la fenomenal escultura que su lengua y colmillos cincelaron con abrumadora adoración. Su palma acariciaba el pezón, frotándolo con suavidad, sintiendo la rugosidad contra la piel, ese hermoso valle que se extendía solo para él. – Hermosos descubrimientos los que encuentro en tu cuerpo. ¿La perfección no existe? Bufó. - Es solo la mentalidad de seres que jamás tendrán la oportunidad de beber de tu belleza. Ahora era su otro pezón en el que Lucern centraba su atención. – Ni las montañas del Olimpo podrían competir contra tus bellos montículos. Sus yemas navegaban entre sus senos, bajando en picada sobre su vientre, deteniéndose en su ombligo. – Un río imaginario que desemboca en... La garganta de su mujer vibró y Lucern detuvo su recorrido con un pequeño resoplido, pero en cuanto las palabras comenzaron a fluir a través de su garganta y le cantaron sobre sus oídos, sus dedos continuaron creando ondas alrededor del círculo, un remolino en medio del mar, donde bien podría detener su barco y hundirse sin chistar.

Ondas que se cortaron abruptamente ante la invasión de su lengua en su oreja. – Lorraine. Bramó sobre su mejilla. – Es imposible pensar contigo presente, ni hablar si me provocas así. Su mano viajó hasta la unión que compartían, llegando hasta el borde de su pelvis, acariciando, buscando ir mas abajo. Antes de que tuviese esa oportunidad, Lorraine se levantó de aquél lugar y su espalda chocó con la tierra que profanaron durante horas, como si se tratase de un ritual. Cenizas... Sol... Eso era todo lo que Lucern parecía seguir y no precisamente en ese orden. ¡Demonios! Era difícil mantenerse molesto cuando su olor estaba sobre él y sus dedos, ¡o sí! esos mantenían parte del picante sabor de su hembra. Definitivamente, la mirada de Lucern era la de un hombre hambriento. Sus ojos devoraban con infinita glotonería el cuerpo de su mujer. Mía. Su mente gritaba esa palabra. – Mía. Dijo finalmente, como si retenerlo en su mente no bastara. Un hombre posesivo. Lorraine trataría con uno. ¿Cómo pudo pensar en no tenerle solo para él? Podría auto castigarse solo por esa aberrante idea. Cada pulgada de Lorraine le pertenecía. Todo. Todo era suyo. La palabra posesividad, Lucern podía llevarlo hasta el extremo si se trataba de ella. Y... ¿alguien podía culparle? Al diablo todos. Él amaba a esa mujer con cuerpo de diosa y mirada hechicera. Su igual... Años transformados en décadas. Décadas transformadas en siglos. Siglos en centurias. Más de seiscientos años para dar con su ancla, con la revolución de una rutina, un mundo perdido. Ella era esa esfera ardiente y él el planeta que se calentaba con su presencia. Su fuerza de gravedad... – Sabes que puedo arrastrarte sobre mí y nada me impediría estar de nuevo dentro de ti. La voz grave de Lucern pareció silenciar a la lluvia. Pero tanto como deseaba arrastrarle sobre sí y saludar al amanecer entre sus brazos, la idea de perderle por una estupidez no estaba en sus planes.

Se levantó y envolvió a Lorraine con sus brazos, deslizando sus manos sobre su cintura, entrelazándolas sobre su vientre; su cabeza sobre su hombro, sus labios sobre su lóbulo, su pecho contra su espalda y su rigidez contra sus glúteos. Dos palabras en especial penetraban en su mente. Palabras que desde su transformación no había dicho. Palabras que encendieron su cuerpo en cuanto fue ella quien las pronunció. Lucern tomó el cabello que cubría su cuello, moviéndolo a un lado para depositar un beso. Uno tras otro hasta que soltó las palabras que había estado reteniendo. – Te amo como jamás creí que sería posible. Y partiendo de que... La frase murió. Aspiró una vez más su cautivadora fragancia y, antes de que ella tuviese oportunidad de girar o, mejor dicho, antes de que él le hiciese girar para llenarse de sus besos, Lucern colocó la cadena con sus iniciales sobre su cuello. Una parte de él por todo lo que ella significaba en su vida ahora. El manto de obscuridad que envolvía al firmamento comenzaría a desvanecerse pronto, pero el manto de su piel, ese le acompañaría incluso cuando los rayos dorados atravesaran cada recóndito del bosque en el que habían estado. – Uhum. La eternidad nunca sonó tan deliciosa hasta ahora... Mordisqueó sobre su espalda... contigo y yo como tu esclavo. “Si Lucern. Así vas a encontrar el raciocinio para seguir adelante.” Pero su mente y cuerpo no pensaban lo mismo. La eterna obscuridad a la que estaba acostumbrado la tenía ahora a ella, a Lorraine, a Ágata Lorraine Von Fanel como reina. Su reina...
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Eterna Obscuridad +18  {Lorraine} - Página 2 Empty Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}

Mensaje por Hela Von Fanel Dom Ene 23, 2011 12:53 am

“Aquí la eternidad empieza; es polvo todo lo que en el pasado fue grandeza”

Cuando el potente aullido de la tormenta subrayaba la endemoniada sinfonía del viento y el grito de los raquíticos árboles, su cuerpo se viste con la seda de esas agujas clavándose en ella. La humedad le hace irresistible; el perfume de su piel se escapa junto al viento, que no conforme con rosarle, ahora arremete en su contra tratando de embestirla como lo había hecho su dueño. Los segundos pasan desapercibidos ante su mirar, un suspiro y el aliento se le escapan tras sus tenues palabras escuchar. Él es todo lo que esa mujer buscaba, al final de su soledad, en medio de su monotonía y al principio de su desértica eternidad se encontraba él y nadie más. El mortífero susurro del amor cernía su oído con gotas de hiel, de sus labios pronunciadas, la ternura le abrazo en el momento de fúnebre debilidad. Los laberintos de su pésima existencia han quedado en ruinas, solo el vestigio de una ciudad se cuela a través de sus sentidos; la bestia murió en los brazos de su cazador. En la obscuridad se carcajea la lluvia, se esconde en la penumbra y acecha a la pareja, sus labios son esas ternas nubes que entre las sombras se besan, mojando la quietud, empapando las tinieblas. Muda al igual que una imagen en la pared, tan semejante a una estatuilla en la catedral o una gárgola en el cementerio; su boca se muere en el sopor del silencio. Derrite sus penas en el contacto con su piel, mientras su cintura se adhiere a esos brazos que le rodean; mira fijamente a la nada, perdiéndose en la ironía de su existencia. “Morir para vivir” En su momento repudió a su creador, pero ahora le agradecía, donde sea que estuviese el haberla transformado, de no ser así a Lucern jamás habría encontrado.

El resplandor en el cielo y el aullido en su interior. Saber que lo tiene, sentir que esta allí, es solo una muestra más de cuan perdida se encuentra. Su respirar se agita con cada palabra que él le dice, su cuerpo se estremece al sentirle tras su espalda. Lo erizado de su piel no se desvanece y no lo hará. Ese vaho se impregna en su oído de la misma manera en que ya lleva tatuado su nombre en el cuerpo. Respirarle a él pegado con su esencia es la droga que culmina súbitamente con sus placeres. Algo cambio, ella lo sabía, él sus dudas disipó… Una cadena con las iníciales del vampiro se posa frente a sus pupilas, el color dorado destella a la par en que los relámpagos hacen vibrar la tierra en ese vals sometido a los truenos; orgásmicamente infernal. Sujeta a la dichosa con su mano derecha, se pierde en el grabado de cada letra. Arruga su frente y sonríe, tranquila espera a que esta se sujete a su cuello como la misma vampiresa se ha aferrado a la eternidad de su hombre. ¿Quién dijo que un vampiro no puede llorar? Su cuerpo se gira y las gotas de lluvia que han caído sobre su rostro, desfilan impacientes por sus mejillas simulando ser esas lágrimas de cristal que los ojos destilan. La realidad no está lejos de la fantasía, algunas de esas perlas si provienen de su ser; retiene el aliento en sus pulmones, se ahoga sin poder decir nada, pero no es necesario ya que su mirar todo lo ha confesado.

Son sus pupilas las que se guardan intensamente en las de él, las palabras están de sobra, la sonrisa es un atavío más a esa felicidad que no podrá contener en su cuerpo ni un segundo más. Muerde con destreza su labio inferior reprimiendo esa explosión que amenaza con salir en una letal sacudida. Desgarra la piel y la sangre brota, se relame delicada explicándose a si misma que no puede continuar callada. Los segundos pasan, mortíferos en el cielo se clavan, no se detiene el tiempo solo por que ella no pueda decir nada, al final lo abraza… Sus manos rodean la espalda de Lucern, su rostro se resguarda en el arco de su cuello, se aferra a él como si un ánima se anclara a una vida, como si un fantasma deseara sostenerse de algo para no morir, para no caer. Hunde sus debilidades en ese mimo, no es lujurioso, no es lascivo, impúdico o pérfido… La pasión se escribe en el, pero es el amor quien emerge en la fricción de sus cuerpos – Gracias – susurra en su oído atrayéndolo más hacia ella, no lo desea soltar, no pretende dejarlo. Necesita estar así durante más tiempo. – Gracias por estar aquí, por ser mío, por amarme y dejarme amarte, por salvarme de mi infierno, por entregarte a mi perdición, por formar parte de mí, por permitirme formar parte de ti, por albergarme en tu pecho, por socorrerme en mi necesidad, por extraerme de la penumbra, por levantarme de mi caída, por encontrar… por encontrar mis ilusiones perdidas – Besa su cuello y lóbuló después de ese escupidero, pareciera que se lo quiere comer, es igual a un monstruo hambriento que pretende devorar todo a su paso – Te amo Lucern Ralph – Los rayos dorados comienzan a divisarse a lo lejos si ella no lo suelta, si él no se desprende de Lorraine, ambos morirán calcinados y sus cenizas se esparcirán a través del tiempo y ni los vestigios quedarán de ese par de vampiros sedientos.
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Mensaje por Tarik Pattakie Vie Ene 28, 2011 2:27 am


Un ave enjaulada espera impaciente a que su amo abra la puerta y le entregue la libertad que le fue arrebatada, sus alas están atadas... El perro que impaciente espera a que su correa desaparezca y pueda perderse en la inmensidad del patio, levanta la cabeza cada que escucha pisadas cerca de la puerta... Simples animales que responden a alguien... ¡Incluso la bestia de Lucern lo hace! Los murciélagos se han establecido ya en sus cuevas, son amantes de la obscuridad y la Luna les ha dicho que vuelvan. ¿Son las mariposas las que tomaran su lugar una vez que el Sol lance sus rayos dorados en medio de la tela de gotas que amenaza con convertir el cielo en pedazos? Los árboles son titanes enfurecidos que esperan a que la enorme bola de fuego aparezca y arremeta para carcajearse a espalda de la pareja. Una hoja se desprende y el viento le sostiene, vocifera maldiciones, habla con los diminutos diamantes antes de absorberlos y cae, es inevitable. En el aire se suspendieron sus fragancias, el bosque fue encarcelado, las puertas se cerraron, el candado fue entregado. La llave no es ningún objeto tangible, lo que no se ve es lo que existe. Las palabras que forman sus labios son caricias tiernas, salvajes, intensas; la combinación perfecta. El vampiro se pierde en ese abrazo que no tarda en responder, no puede recordar la última vez que alguien lo hizo, pero sí recuerda que fue cuando su corazón creaba ese retumbante sonido... Ese pensamiento que se desliza en su mente sigilosamente, dibuja una sonrisa. ¡¿A dónde demonios se fue su arrogancia, su frialdad, su egoísmo?! ¿Al abismo? Su boca quiere detener el recital, esas frases que crean la poesía más hermosa; jamás la leerá en libros, los libros no pueden expresar de esa forma y hacerle sentir de tal modo. Sus fosas nasales se llenan del perfume de su cabello, puede oler la lluvia en ella, pero ahí, donde él aspira, está la que proviene de ella. Es terrenal, deliciosa, única.

Lucern es aquél glotón que tiene todo ante él y no sabe que elegir para comer. La avaricia de poseerlo todo y hacerlo solo suyo, es maldita y poderosa. Sus manos atrapan su cintura y un gruñido alza vuelo a través de los roces de su desnudez. Esta terriblemente feliz, si, eso es la felicidad porque él nunca antes sintió esas olas dispararse en su pecho. Le alza y mordisquea su mandíbula, brama al sentir como es rodeado de la cintura. – Eso me convierte en el vampiro mas afortunado. Su boca va a la deriva de su cuello, llegando hasta el dije que le puso hace unos momentos. – Eres todo lo que necesito, Lorraine. La pieza que yo desconocía que faltaba siempre fuiste tú. Sus labios se suspendieron sobre su pecho. – La desconocía, pero te reconocí en cuanto te vi aquél día. Una maldición murió en la boca de su amada al arrebatarle un beso. – Prefiero ser quien te torture a besos y no ese jodido sol. Le soltó en contra de sus deseos, devorando con su mirada la exquisita desnudez que iba a tener que cubrir hasta que se encontraran en la comodidad de su mansión. – Además, siempre es buen momento para que conozcas lo que ahora será también tuyo. Tan rápido como se encontró recogiendo la camisa que había portado, estaba de regreso tras de ella, vistiéndola. – Tengo que confesar que vestirte no es tan atractivo como desnudarte. Su boca selló un beso en su nuca. La camisa era suficientemente grande como para cubrir lo que su garganta deseaba beber. Esos labios... ¡Maldición! Tenían que ponerse en marcha, su miembro ya estaba deseoso de continuar pero el cielo que comenzaba a aclarar, amenazaba con un desafortunado final. La mojada tela solo dejaba en evidencia los pezones de su mujer, el quería amamantarse y... Se subió el pantalón con disgusto y tomó la mano de Lorraine entre la suya, no pudo evitar llevarle hasta sus labios y besar su dorso. – Te espera la prisión, amor. Cuando termine contigo, todo lo que queda de mi despedirá tu aroma y gritará tu nombre... Sonrió y le miró con ese brillo malicioso... – Nuestra mansión aguarda. Como un maldito enamorado, ¿no era eso? Entrelazó sus dedos...
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Eterna Obscuridad +18  {Lorraine} - Página 2 Empty Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}

Mensaje por Hela Von Fanel Jue Feb 03, 2011 1:16 am

Renacimiento


El poeta murió y su verso jamás se leyó. No fue él quien decidió la partida de este mundo, fue el amor quien lo consumió. Ese amor que desgarra la cordura del sabio y abraza a la sabiduría en la mente del loco. El mismo que ahora ha teñido con debilidades el rostro inmutable de una mujer, la más fiera entre todas, el demonio que en las pesadillas se entromete, la tormenta que no cesa y la esperanza aniquilada; todo lo que podría o no describirla. Lorraine. En su piel han quedado esas ruinas de lo que él le demostró. Sexo, sexo, sexo… No, esa palabra carece de sentido en este momento. ¿Amor? Aún lo duda, pero no por que no lo sienta. Piensa que la frágil y cuadrática palabra no expresa lo suficiente, cree que ese sentimiento se ha quedado vacío en su pecho por que alguien le arranco el corazón de allí. Esas letras no podrán jamás acercarse a lo que Lorraine siente por él. Es estúpido esclavizarse a un tonto término como ese ¿Cómo es posible que cuatro letras encierren tanto significado? La lluvia cesa su canto, pero las gotas que derramo sobre la tierra y sus cuerpos se han plasmado en cada uno de ellos, aún destilan sobre la piel, todavía se derraman sobre ella, sobre él. Perlas que adoquinan de belleza todo eso que le pertenece. La voz de su hombre se pierde en sus oídos y se graba en sus pensamientos, la soledad ahora tenía un rival, uno que no podría vencer. Estaba asegurándose de contener todo lo que él le decía, para invocarlo en el silencio de su mansión, para traer consigo esos recuerdos y sentir una vez más las cosquillas en su pecho, la seda de sus dedos y el sabor de sus besos.

La plenitud se mira reflejada en sus pupilas y ¿Quién más si no Lucern quien las acapara desde la distancia? No puede pensarse en los brazos de otro hombre que no sea él, pues aún estando en la comisura de labios ajenos, será su nombre el que pronunciará y será su esencia la que buscará. Esa pícara sonrisa en su boca es la más bella de todas las que le ha dedicado, ella espera que no sea la última pues aún tiene sed. Su desnudez es cubierta y en el momento en que Lucern le coloca la camisa sobre el cuerpo, Lorraine la abraza, eleva el cuello hasta sus fosas nasales para aspirar ese aroma tan embriagador; se ahoga en su fragancia. Refugiada en un abrazo invisible, en un sueño insuperable y real, sonríe como una loca en el silencio, mirando ese sol que amenaza con reducirla a cenizas a la primer señal de su salida. Muerde su labio inferior, el beso en el dorso de su mano le conmueve, fue una seña de caballerosidad de la cual pensó no ser digna. Sus mas grandes deseos, sus anhelos, sus sueños, las fantasías… Lo que proclamo, lo que pidió desde pequeña, aún en su inocencia: al final si se cumplió “No te lo mereces Lorraine y lo sabes” Como el iceberg que congela a muerte el paso del viento, hizo temblar las ilusiones de la vampiresa. “Disfrutaré todo cuanto pueda” El miedo se apodero de ella, le resta mucho tiempo al lado de Lucern pero siente pavor al si quiera sopesar el final de sus noches cerca de él. Su pecho ruge, calla esos malos augurios que sola se genera ¿Para que preocuparse del futuro? Es preferible aprovechar el ahora, y es su presente quien le muestra a la perfección hecha hombre. Se para sobre la punta de sus pies para alcanzar los labios de Lucern y besarlos, pero en el camino algo se le atraviesa. Siente su respiración tan cerca, la comisura de su boca, el vaho de su garganta… ¡oh, Dichosa tortura! Muerde el labio inferior de su hombre, sonríe juguetona. Tan rápido como la ráfaga del viento acariciando su cuerpo, se aparca de él – Hora de irnos… - Susurra dando dos pasos hacia atrás.

No era necesario que él le dijese en que dirección debía perderse para encontrar la mansión Ralph, solo basta con que siga las huellas de su elixir. Las ramas bajo sus pies, la escarcha en los árboles, el aullido del viento, la cobija de la madrugada, el frío del silencio y los celos de su soledad. Todo fallece tras su paso, perecer a los pies de Lorraine es la única forma de sentirse en el paraíso. Es una ninfa que divaga, toca alguna maleza con sus manos y estas mueren por lo gélido del contacto, sin saber que en sus entrañas arde el fuego de una pasión inmaculada. Era el renacimiento de una bestia, la redención que desesperadamente buscaba o ¿Podría hundirse más en el infierno después de él? Al verse privada de su compañía regresa a su encuentro con una mueca en sus labios, lo toma de las manos arrastrándole hasta ella. Aún tiene tiempo para jugar ¡No! El tic tac del reloj no se ha detenido y las brazas del sol han tocado las copas de los árboles. En la distancia se ven las torres de un palacio, sus cristales destellan cuando los rayos del astro rey los besa. Fobia. ¿Existe una fobia para los amos de la noche? Sí, el día. Puede sentir en su piel ese calor infernar del fuego quemándole, siente los pasos del sol tras su huida, percibe el olor de las cenizas en el ambiente. Se restriega en el cuerpo de Lucern, es una niña… por primera vez frente a alguien muestra sus temores, por primera vez hace ver su infantil y frágil estructura – Tenemos que correr – Se aferra a él, entrelaza los dedos de sus manos con los suyos, apresura la carrera, sus pasos son más rápidos, más fuertes, más decididos. El temor se observa en lo cristalizado de sus ojos. Sí, Lorraine es una niña estando a su lado, una que aprenderá a ser mujer.
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Mensaje por Tarik Pattakie Sáb Feb 12, 2011 10:54 pm

Oh Lorraine…
Aniquilaste con tu mirada la sonrisa marchita que a todas les regalaba,
Destruiste con tu cuerpo la forma en que sus manos creaban figuras de la nada…
Limpiaste sus recuerdos,
Desnudaste su alma.

Le abriste el pecho,
Te entregó más que un beso.
Buscó tus labios,
Las palabras cesaron.

Demostraste que no era nada,
Sin ti con el vacío caminaba.
Su razón de ser,
Eso eres para él.

Oh Lorraine…
Eres la mujer que ama,
Atraviesa su mente
Y taladra su alma.


El vampiro devora su piel con esa mirada cristalina que refleja su ansiedad y el hambre que, aunque ha sido aplacada, es guiada por su voz y el olor suyo que ella mantiene impregnada. La lluvia solo ha dejado charcos de agua en el bosque que huele exquisitamente a sexo. Las gotas transparentes se aferran a las hojas verdes que esperan a que los rayos dorados atraviesen su cuerpo y seque con sus caricias la maldición que la noche ha dejado a su paso. Los pájaros cantan bajo el velo de las ramas y algunas sobrevuelan el cielo en honor a la lluvia que se ha disuelto. La fusión de sus cuerpos dejó marcas en su cuello, en su piel, en sus labios. Lucern arrastra su voz, suena tan diferente mientras esboza las palabras al aire y pincela en el viento vacío, las palabras que se agolpan en su garganta en búsqueda de lo que solo ella puede crear con esa maravillosa sonrisa o destruir con la palabra adecuada. Su voz ronca no sabe de códigos cuando acaricia su lóbulo. – Podríamos jugar ahora mismo. Acaricia con su lengua la forma de su oreja, redondea y penetra; redondea y lame; redondea y muerde. ¡Dulce tentación! Su miembro responde con la misma adoración que sus acciones. Su destrucción no viene en forma de una esfera de fuego, su destrucción es ella. Lorraine puede tomar la estaca y apuñalarle por la espalda, Lucern moriría por ella. Sus dedos se cierran con fuerza en su mano, presionándola contra su pecho mientras su lengua se derrite como el hielo a través del arco de su cuello. Embelesado por su belleza, ignora el ardor que se extiende en su piel. Ni siquiera en sus pensamientos se puede escuchar esa maldición dirigida hacia el astro rey que le exige ir a su guarida o perecer. - ¿No era eso lo que intentabas hacer antes de abrigar mi piel? Lucern se encarga de mover sus manos a través del valle de sus pechos, bajando hasta su vientre, martirizando su excitación a través del roce que le provee. Ha escuchado sus palabras pero, cómo demonios traerlas a colación cuando todo lo que sus labios piden es un beso, su cuerpo una caricia, su miembro un abrazo y sus oídos los jadeos gloriosos que se escuchan en cada recóndito.

Su sonrisa muestra los largos caninos que perforaron su arteria y tomaron su sangre entre sus piernas. Por el jodido Dios, Lucern ha perdido la cordura que alguna vez lució. Sus pies desnudos se han quedado clavados en la lodosa tierra y el maldito reloj del tiempo amenaza con retenerlo. Maldita la Luna por ser celosa y apurarles a abandonar el bosque que pertenece a ellos. Maldito el Sol por ser tan envidioso de los amos que jamás dormirán bajo sus rayos. – Mis manos están atadas con tu nombre. El vampiro gruñó con fuerza y le soltó finalmente. – Jamás estaré preparado para perderte. Fue él quien dio un paso atrás con el deseo que flameaba a través de su iris. La mirada que su mujer le había brindado fue una estacada en su pecho y a Lucern, definitivamente no le gustó eso. Aunque Lorraine era un vampiro y estaba malditamente seguro que no necesitaba de él para protegerse, eso no le importó en absoluto. No le había mentido cuando había asegurado que ella era el corazón que le había sido arrebatado ni el alma que dio por perdida cuando el tiempo pasó a través de la ventana y le hizo creer que soledad era la mejor compañía. Odió no haber pensado en su seguridad. Ella estaba antes que todo y maldito fuese por ignorar ese hecho. La preocupación se abrió paso en su mente y no por lo que pudiese pasarle a él. Por lo que a Lucern respectaba, moriría antes que verle lastimada. – Creo que ganaré esta apuesta. ¿He dicho ya lo que ganaré si logro atraparte antes de que cruces la puerta? El tono de su voz era firme y, como si su piel se burlara de lo que sus labios expresaban, el ardor se incrementó con fulgor. En cuanto la sonrisa de Lorraine iluminó su rostro, Lucern le incitó con la cabeza a emprender el camino. – Si me dejas, te perseguiré. Si me nombras, ahí estaré. Soy tu esclavo, Lorraine. El Sol no ganaría esta batalla, no cuando apenas juntaban senderos y se enamoraba de su mujer. – Te amo. Fueron las últimas palabras que formaron sus labios sin ser pronunciadas, mientras veía a Lorraine andar sin él. ¡Por todos los Dioses! El amor que sentía estallaba en su pecho…
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Mensaje por Hela Von Fanel Sáb Feb 19, 2011 9:07 pm

Espinas de luz

Las notas musicales de un piano, tocando la melodía del demonio se escuchan muy tenuemente, en un susurro, en un sueño. Lo acompaña el violín de una ninfa que, pese a todo sigue sus pasos delicadamente, un concierto espléndido, donde la nieve cubre la desnudez de la tierra y el rocío empapa los pétalos de la única flor en medio de la hierba. La magia viste cada rincón abstracto de su nada, lo atavía con auroras boreales y le suma el encanto de un monstruo. Los dedos de una mujer que ha callado completamente, se entrelazan con los de ese convertido en su Dios, su dueño, la razón de vivir y quizá la única por la cual morir. Se muerde el labio mientras piensa, divaga, su risa otoñal despierta al alba. Juega, se divierte, es una niña. Redescubre su infancia en los brazos de un hombre, escucha las palabras, no dice nada. Sus pupilas están perdidas en lo que él representa para ella, si pudiese ser tan poética, seguro no perdería el tiempo con solo mirarle. Un verso, una caricia, un beso y la delicia…. Oh, había tanto que decirle, un sinfín de secretos que contarle, se quedo callada. Los labios se juntaron con los de él, cesando el paso de su voz a través del viento. La guarda en su boca a la par en que su lengua lucha sigilosa contra la de él, oírlo frente a ella, sentir su piel ¿Existe algo mejor que eso? No lo hubiese imaginado, si no lo vive. Las huellas de su acto se quedan tras sus cuerpos, la humedad agradece el amor despedido entre ellos, el demonio le grita al sol por entrometerse entre los amantes, es el murmullo de la tormenta aparcándose… A lo lejos, siempre a lo lejos…

La moneda dorada sobre la tierra, evapora a su paso esas gotas de lluvia que en su manto les cubrió, pero ellas no eran su presa. Ese jodido sol se convierte cada segundo, en su cazador. Mira fijamente sus ojos, seduce con la mirada y asesina con su después, la nada. Sabe como enloquecer a los hombres, reconoce que puede desquebrajarlos sin tocar, sin mirar, sin… Lorraine. No existía una debilidad a la cual le tuviese miedo, una fobia que realmente le importara, una estaca que apuñalara a su corazón para hacerle fallecer; sólo él. Un juego, los adora, los ama… Lorraine siempre gana, pero esta vez sería interesante saber que pasa al perder el juego. Rasga sus labios con los colmillos, pasa el dedo índice sobre estos y toma la cascada púrpura de los mismos con el. Su mano viaja a través de la distancia, del vacío. Colorea la boca de Lucern con la sangre e introduce su aceitunado dedo en sus fauces. Se divierte incitándolo más, es claro que su miembro ruge al igual que sus entrañas, las rodillas de la fémina se quieren flagelar, pero es más prudente hacer que se muevan. Una carrera contra el tiempo o ¿Debería decir que contra su dueño? No importaba el qué o el cómo. Obedecería lo que Lucern le pidiera. Sí, sí, el quiere verla huir de sus brazos y atraparla en el umbral de su puerta, entonces ¿Quién era ella para no entregarle esa fantasía?

Aparta el bendito dedo de sus labios, su mando desocupada se entretiene acariciando su pecho, descendiendo sobre este, depravando, estimulando… Se separa. Le guiña un ojo, gira sobre sus talones y comienza a correr entre las ramas de los árboles. Son como miles de brazos esperando su llegada y atraparla para que Lucern gane el trofeo que tanto desea, ese que tanto espera. Sus piernas desnudas, sus pies descalzos; tatúan la tierra húmeda dejando el vestigio de sus pasos. La visión que ofrece no es otra que la de un hada escapándose de la vista humana, un fantasma que huye de la luz para albergarse en las penumbras del olvido, un espectro que divaga entre los recuerdos de un muerto de antaño. Se desliza entre las sombras para robarle de vez en cuando un apasionado beso, huye y se refugia entre sus brazos, se pierde y regresa, se aleja y retrocede. Es la magia pintada en su sonrisa la que muestra que todos, sin importar su estirpe, tienen una maldita debilidad, su ruptura.

El ambiente cada vez más se viste con su aroma, todo cuanto puede observar, lo que puede sentir, lo que percibe con su olfato, es Lucern… Y nada más… Las ramas proclaman su nombre cuando Lorraine pasa, el viento lo susurra cuando acaricia sus mejillas, todo en ese territorio le pertenece y ella también. Una sonrisa se acentúa en la comisura de sus labios. Gira llena de felicidad pero el tiempo sigue pasando, el sol amenaza con su cuerpo calcinar. Las copas de los arboles se iluminan, lentamente ese colorido resplandor desciende, ya están más cerca de la mansión. Los ojos de Lorraine destellan llenos de éxtasis por el peligro, de miedo al sentir que puede perderlo todo en un suspiro. Sigue corriendo, una vez estando en las cercanías de la puerta espera a su amante, pero al astro no le interesa que el demonio este enamorado, no le importa realmente que de su vida por él. Quiere salir y abrigar con su candor a los mortales, a quienes aún pueden ver su hermosa pintura al alba, en el crepúsculo… Arde tan fuerte como las llamas del infierno, sus lenguas están a punto de alcanzar la espalda del único hombre en toda su existencia, el respirar de Lorraine se agita, siente por primera vez el terror de la muerte, no por ella, por él… - ¡Nooo! – Grita desesperadamente dirigiéndose hasta él, en lo alto los rayos bajan como la lluvia que antes les acuno en su pecho. Toma entre sus brazos a su hombre, lo abriga con su cuerpo, eleva la mirada hasta el cielo y lo primero que observa es ese maldito destello sobre sus cabezas. La puerta de su mansión se encuentra abierta, el destino, un vidente, una coincidencia quizá o la plegaria que por fin ha sido escuchada. Con la fuerza que presumen los vampiros a su edad lo arroja contra el umbral de la entrada, para después correr tras él en un segundo…

“Nunca es tarde para amar” Es lo que siempre ha escuchado. Toda su existencia se resume a ese instante en el que las espinas del sol tocan con delicadeza su piel. Ruge, apresura su paso, brota humo desde su hombro, la fina epidermis comienza a volverse de un tono ambarino para pasar al gris de la extinción. Se interpone entre esas estacas de luz y su hombre. Lo empuja hasta el refugio en las sombras de su mansión, se siente débil pero verle a salvo es lo mejor que pudo soñar, lo último que hubiese querido ver antes de morir, no esta vez, no ahora. Recupera las fuerzas anidadas en su cabello, se abre paso, impulsada por el amor y el deseo que siente hacia él. Lo alberga entre su cuerpo y lo hace caer al piso, esta sobre Lucern, en su hombro quedo la marca de lo que esta dispuesta a hacer por su hombre – Lo siento – Susurra rindiéndose, la iluminación de un nuevo día se aproxima una milésima de segundo a ellos con cada segundo transcurrido, al menos él se encuentra a salvo, al menos Lucern estará bien…
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Mensaje por Tarik Pattakie Miér Mar 09, 2011 9:33 pm

Las hojas caen muertas,
Ni el viento desea mecerlas,
Una asesina corre entre ellas,
Ahogándolas con su presencia.

Reproches se susurran la una a la otra, cuchichean sobre la mujer que profana la tierra; buscan irregularidades, buscan defectos, buscan un algo que alimenten su ira, incrementen su envidia y no opaquen su soberanía. Reyes y reinas de aquél bosque fueron destronados por ese par de vampiros que se sedujeron como desconocidos, se amaron como amantes y crearon de una fantasía, una realidad tan maldita que el diablo se jactaba ante Dios y Dios le correspondía, sacando a relucir lo que allí nacía. Una hermosa fragancia se derrama sobre el verde de las hojas, el café de la madera y la tierra; sus colores no significan un problema, su vista es tan perfecta. ¿Pero qué demonios interesa? Esos colores no cambiarán porque los vea, pero ella... ¡Demonios! Podía ser un maldito ciego y aún así reconocerla. Su olor era su piel, ella había arrancado su carne y le había vestido con todo lo que representaba su esencia y, ¿qué decir de su audición? Lorraine parecía llevar una campana junto a ella porque cada fluido y suave movimiento de sus brazos y piernas, eran captados como una frecuencia y como si su desplazamiento tuviera que rendirle cuenta, seguían su rastro, cuestionando al viento, corriendo contra el tiempo. El cielo se coloreaba de un ribeteado rojo a su espalda y solo por un segundo, Lucern Ralph se detuvo. Estúpido. Maldito imbécil, ¡avanza! Esos pensamientos eran ahogados por otros que tenían voz y mando en su cerebro, pero por un momento creyó que no lograrían aquello. El Sol vencería su reloj y finalmente calcinaría a los hijos bastardos de la Luna, aplastándolos bajo su enorme escudo. No necesitó mirar hacia atrás, el ardor en su piel le decía lo que no necesitaba confirmar. Sin embargo, su mirada se enfocó en lo que tenía adelante, la noche que se había ido le había traído y el día que aparecía, amenazaba con eliminar lo único de valía en su hasta - hacía poco -, malnacida vida.


Su canto las debilita,
Su olor les adormece,
Su sonrisa les desvanece,
Su belleza las desprende.

Su lengua sabía a ella, sus colmillos aún estaban en trance tras la sangre que le había compartido, su miembro aún brillaba bajo la tela, su piel estaba marcada por sus caninos y, era una podrida desgracia que éstas se borraran con cada segundo de las manecillas. A Lucern le habría encantado que éstas formaran inolvidables marcas visibles sobre su pecho, su cuello y cualquier espacio mordido. Significaban ella, alardeaban ella, se leía ella. Loco, maldito, malnacido, bastardo, jodido idiota, imbécil... Lo habían nombrado de mil formas diferentes y él se enorgullecía de ello, era eso y más, siempre buscaba más... Nunca será diferente, nadie puede importarme realmente. Recordó aquélla noche en la laguna... Ella bañada en lujuria, empapada como una Diosa, devastadoramente hermosa... Pero fue después de aquello que la locura realmente hizo acto de presencia. Su rostro aparecía constantemente, se ahogó en botellas de licor y vino, profanó cuerpos de mujeres y, nada, absolutamente nada, le borraba de su mente. Aquí había terminado finalmente... buscándola con el objetivo de darle a su mente lo que quería y después encerrarla en el baúl de los recuerdos, donde no tuviera acceso. ¿Qué había obtenido a cambio? Pensamientos irrevocables, besos inolvidables y ante todo, el absoluto conocimiento de que ella era su compañera, la mujer que le hacía pensar cosas impensables, desear cosas indeseables... estar eternamente junto a ella. Su boca se torció en una profunda sonrisa y fue entonces cuando fue consciente de que había empezado a correr, ganando terreno, acercándosele. Solo Lorraine podía con tal hazaña y quería, tenía, debía atraparla.


Envidiosas,
Hipócritas,
Nunca fueron hermosas,
Nunca a sus ojos.

El ardor se intensificó... Su mansión estaba cerca, pero en ese momento parecía a millas de distancia. Pero ya no se preocupaba, ya no había porqué. Ella estaba a salvo, su andar había cesado. El techo de su mansión era su protección y pronto se uniría bajo éste para obtener su premio, esos besos que succionaron su alma y arrastraron palabras jamás pronunciadas a su garganta. El grito de Lorraine zigzagueó por los troncos de los árboles y penetró las hojas verdes como los rayos dorados. ¡Qué desastre! Lejos de ser una revelación, arrastraron y alzaron una taciturna neblina, una venda... ¿Cómo podía perderle tan pronto? El tiempo con ella no era suficiente, jamás lo sería. El viento se espesó, su piel ardió... Oh Demonios, ¡no era él! En un inesperado, rápido movimiento, ella le había abrazado. Todo lo que quedaba, era el humo que desprendía su brazo izquierdo, la luz había caído sobre éste, pero ella... Lucern maldijo, sus caninos se descubrieron y gruñó. Gruñó encolerizado, frustrado, enojado... Ésta era la primera vez que sintió miedo. Un miedo que revolvía sus entrañas, un miedo que descascaró su pecho, ese corazón inservible... ¿estaba hecho de cristal? ¿De un material tan... frágil? Desde esa posición, todo lo que pudo ver fueron sus divinos ojos y el gigantesco titán que vestía en llamas sobre ellos. – ¿Qué intentas hacer? ¿Se puede obtener fuerza del más frío de los miedos? Quizás... Lucern pudo... Un segundo... Un segundo había bastado para que ella apareciera en la laguna, un segundo para verle entre el bosque esa noche, un segundo para tenerle entre sus brazos, un segundo para llegar a amarle y... Por supuesto que un segundo bastaría para salvarle. El miedo aún era legible cuando terminó sobre ella dentro de su mansión. ¿Cómo? Había sido endiabladamente rápido, embistió con fuerza y seguro como la mierda que el golpe le dolió, pero no importaba. Todo lo que importaba era que el Sol no les tocaría ahí. – Nunca... Nunca vuelvas a hacer esto. Nunca vuelvas a mentirme. Rugió entrecortadamente. – Dijiste que cuidarías de ti por mí, por los dos... Le besó, tenía que hacerlo, tenía que... No fue bueno, fue fiero... El miedo provocaba eso. - Tú eres lo único importante aquí. Estuve muerto hasta que te vi. Le besó de nuevo. - No quiero estar sin ti. Era como si, cada que su boca escupía lo que temía, tuviera que buscar un contacto que le dijera que ella estaba ahí. - ¿No me has estado escuchado? No mentí cuando dije que lo eras todo para mí. Esto solo lo confirma. Lo sé, lo siento. Se dejó caer a su lado, su cabeza golpeando sobre el suelo. - Moriría por ti... de nuevo. No le miró, decirlo estaba bien, pero eso no evitaba reconocer que jamás habría imaginado decir aquéllo...

FDR: {Disculpa la demora, culpa de Lucern, no se decidía a qué dictar, al parecer las ideas no se le acomodaban bien
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Eterna Obscuridad +18  {Lorraine} - Página 2 Empty Re: Eterna Obscuridad +18 {Lorraine}

Mensaje por Hela Von Fanel Sáb Mar 19, 2011 3:40 pm

“Sólo un suspiro, sólo una sonrisa…
Tan sólo un te amo que me arranque la vida.”


Dicen que Lucifer nunca sintió el temor enmarañarse en sus garras cuando enfrentó a ese Dios. Cuentan que un demonio jamás perderá su malicia y que en sus pupilas no se leerá ningún atisbo de pavor, no piensan, no racionalizan, sólo actúan. ¿Existen los milagros o es una ilusión? Para bien o para mal, como se quiera llamar, la redención siempre estará cerca, sin embargo, para que funcione se necesita de algo muy importante “Autosacrificio” A Lorraine le importa un reverendo bledo el arder en las llamas del infierno, con tal de que él esté a salvo, con tal de que no le ocurra absolutamente nada. Cerraría los ojos y se lanzaría al vacío si él se lo pidiese. Por Lucern Ralph ella es esclava de cualquier cosa que a él se le ocurra, dejaría de beber sangre por complacerlo, de matar con sus sádicos movimientos, Lorraine sería capaz de todo por ese hombre ¡Maldición! ¿Cuándo se volvió paria de un solo ser? El día en que este le abrió las puertas a un mundo desconocido, a ese que nunca imaginó tener acceso. Pero ahora esta allí, el paraíso se expande más allá de lo que sus pupilas pueden alcanzar. Las horas, los días, los minutos, los segundos, no importan. Su corazón aislado del mundo ya no es un anacoreta, está entrelazado con esas venas pútridas de alguien más, está atravesado con una estaca que no precisamente es de madera, pero que pese a todo, hiere y lastima más que cualquiera. Fue tan sólo un suspiro…

Aferrada al cuerpo de su hombre, esas lágrimas presumidas de su cuerpo son el vestigio de su llanto, aquel que no puede pronunciar con sus pupilas pero se observa en lo más profundo de su alma ¿Alma? ¿Quién lo diría? La encontró después de vagar durante dos siglos. Sus manos, débiles, delicadas, aceitunadas, posan alrededor de su amado, de su Dios, de su dueño, su amante, su… Todo. Lo supo en cuanto realizo aquel movimiento, él se enfadaría con ella, lo adivino todo, no obstante, continúo y este fue el resultado de su hazaña. Se hunde en el calor de su regazo, un amargo sollozo de calma se escapa de sus labios, profundo, aliviado, soñador. Siente sus besos, escucha sus palabras pero no responde. No existe frase en este mundo que pueda describir lo que a esa mujer le ocurre. Está sumergida en el edén, en uno que tiene sabor a Lucern. Es un estado de shock, aún no lo comprende, aún no recapacita, aún no… ¡NADA! ¿Cuánto trauma se puede guardar en un cuerpo con un alma recién adquirida? El dolor en su hombro no le cala, no le duele. Pese a que este aún esta luchando por recuperarse, Lorraine no hace absolutamente nada. Se queda pasmada en medio de una línea fronteriza en su cabeza ¿Y donde están esas brujas que la maldijeron? Por primera vez en toda su miserable existencia, reconsidera lo que perdió en su humanidad. Sólo una sonrisa…

“Moriría por ti” Fue ese susurro el que le hizo regresar desde su aparcado mundo interno. Ella lo dejo bien en claro, también esta dispuesta a todo por él. Quiere mirarle a los ojos y escuchárselo decir, quiere perderse en sus pupilas y exclamar en su alma, en su corazón el porque de su estúpida acción. Nunca se creyó capaz de entregarse de semejante forma, sin embargo, lo ha hecho. Irgue su cuerpo hasta el punto en el que su espalda baja continúa en el suelo, pero su cabeza y cuello ya no. Se recuesta sobre su pecho, con esa sonrisa angelical en sus labios – Lo que más extrañaba de mi humanidad… - Comienza a susurrar, su voz es delicada, tenue. Es la melodía de una mujer cuando está enamorada, la dulzura de una rosa que canta al alba al recibir los primeros rayos del sol. Que ironía, ella también le canto – era sentir el calor en mi piel o el frío en mi cuerpo – Se acurruca más sobre él, respira lentamente su esencia, el tenerlo allí, junto a ella ¿Existe algo más utópico que eso? – Diferenciar el dolor de el placer – Sus dedos hacen círculos imaginarios sobre su piel – Arrodillarme ante mis temores infantiles y saber que es el miedo realmente – Levanta la mirada hasta él – Pero lo que más extrañé después de mi muerte, eran los colores del sol en un nuevo amanecer – Se sonríe, se aproxima hasta sus labios, siente el ardor en su hombro pero le es indiferente – Todo, todo lo que pude envidiar de los mortales tú me lo entregaste en una noche – Susurra en la comisura de su boca – Me envenenaste con tu hiel, arrastrándome hasta las puertas del infierno, uno donde yo me creía la reina y nada… Nada era cierto, nada era real hasta que apareciste tú. Como el demonio que me dominó, como el maldito jinete de la muerte que con su lanza de madera estaca mi corazón. Incluso detuviste a la mañana para que yo pudiese observar de nuevo, esos morados, rosas y naranjas del cielo. – Tal vez sus palabras no tienen coherencia alguna, pero necesitaba decírselas - ¿Quién eres? ¿Qué me has hecho? Verte allí con el dorado a tu espalda fue la muerte, el término de mis días. Perderte no es una opción, mentirte… - Se queda callada.

Sella sus labios con los de él, no hay fiereza, no hay rudeza… Sí, necesitaba sentirlo más que nunca, pero también disfrutaría de ese segundo, en el que sus bocas se funden en un abrazo místico, mágico, enigmático. Es la fusión entre dos mundos semejantes, es el nirvana entre el infierno de Dante y el tártaro de los griegos. Con ese beso le robo algo más que su sabor, en ese lazo que une a sus labios, ella tomó de él un recuerdo tan inmensamente profundo que la elevó hasta el punto más alto de su endiablado hechizo. – Dime… ¿Acaso valdría la pena cuidar de mi sin ti? – Se separa de él y calla su voz con el ancla que representa su dedo sobre su boca – No, no lo valdría – Vuelve a recostarse sobre su regazo, esa sonrisa ha quedado grabada en su rostro, es inevitable no sonreír cuando la misericordia del algo magnánimo ha decidido concederle más tiempo junto a él. – Y si tu mueres seré yo quien te espere al otro lado, sin importar el tener que enfrentar a Dios o al mismísimo demonio por ti. Siempre estaré donde tú estés, pero si tengo que elegir de entre tu vida y la mía… Bueno, ya lo sabes -


Sólo un te amo...


{Tranquilo, sabes que a Lorraine también le es difícil decidirse... Más cuando se trata de Lucern *o* La he perdido}
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