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El juego del gato y el ratón [Privado] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Dom Jun 12, 2011 4:38 pm

"Noches de bohemia y de ilusión."

Eso se podía ver en aquel colorido lugar. Risas, luces, música en derredor, niños correteando, parejas acarameladas… Lo normal en un parque de atracciones. No faltaba claro está los personajes de élite que parecían tener miedo de que alguien de menos posición se entremezclara con ellos o simplemente compartieran el mismo vagón de una atracción. Snobs que sin duda necesitaban de un escarmiento pero ahora eso era lo que menos le preocupaba. La cuestión era ¿qué demonios hacía ella paseando una calurosa noche por el parque de atracciones? Buenísima pregunta a la que no tenía respuesta. Sus pies una vez más la habían llevado sin rumbo aparente hasta el último lugar que tenía intenciones de visitar pero como se supone que todo ocurre por una razón no renegó de aquella decisión puesto que necesitaba la distracción y por qué no, quizás hasta se divertía.

Dio un par de vueltas por el parque examinando las atracciones y sobre todo el personal. No veía nada extraño ni fuera de lugar. Había seres de todas las razas, no solo los humanos disfrutaban de vez en cuando de aquellos lugares y para ejemplo allí estaba ella. Su vestimenta aquella noche era sencilla a la par de elegante. Disfrutaba de una gran fortuna pero nunca hacía alarde de ella y mucho menos con vestidos y joyas extravagantes a no ser que fuera necesario. Llevaba un vaporoso vestido azul eléctrico y zapatos de tacón negro. La fresca brisa peinaba su cabello suelto, revolviéndolo graciosamente haciendo que algunos traviesos mechones atravesaran su mejilla haciendo que tuviera que peinarlos hacia atrás. De pronto algo llamó su atención, algo que hacía demasiado tiempo que no disfrutaba y le hacía recordar a su infancia, un recuerdo que siempre prefería reprimir pero que fue justo lo que en ese instante le hizo avanzar hasta un puesto en el que vendían un exquisito algodón de azúcar.

Compró el tentempié y se quedó unos minutos ahí mirando a su alrededor hasta que se fijó en lo que tenía justo en frente, una extravagante fachada que anunciaba la casa de los espejos. Pero no era ese recargamiento lo que le llamaba la atención, allí dentro había algo, sus instintos animales la alertaron de que un peligro se escondía dentro de esa casa, quizás no fuera a pasar ninguna tragedia pero en una atracción tan cautivadora para gente joven rodeada de vampiros, mejor prevenir que curar.

Sin más preámbulos se decidió a entrar mientras degustaba el algodón, caminando lentamente por los pasillos y ya de paso divirtiéndose mientras se observaba en los espejos. En el primero parecía que tenía un cabezón de proporciones generosas, después estaba tan delgada que si se ponía de perfil casi ni se veía, más tarde el contrario, pero cuanto más se miraba más tenía la sensación de que alguien la vigilaba a sus espaldas, aunque lo creyó paranoia puesto que mucha gente entraba constantemente en aquel lugar así que decidió dejarlo correr por el momento… y así continuaban los espejos hasta llegar a una parte que no se esperaba. Una sala enorme rectangular repleta de espejos gracias a los cuales sería demasiado simple despistar a cualquiera, el lugar perfecto para una emboscada. Y aquel pensamiento vino acompañado otra vez de aquella sensación que había tenido momentos antes y que esta vez corroboró como certera ya que justo al darse la media vuelta vio unos ojos negros reflejados clavados en ella que tan pronto como los vio desaparecieron en el momento.

Se hubiera sobresaltado de no saber de sobra a que ser pertenecía aquella mirada. Era un vampiro y al parecer tenía ganas de jugar, pero si pensaba que cazarla sería tan sencillo que gran decepción iba a llevarse. Aceptando aquel extraño juego y reto implícito que se había establecido entre dos cazadores de modo silencioso desapareció a su vez entre los espejos, jugando con sus propios reflejos y los del hombre, mientras continuaba comiendo del algodón distraídamente.

- Interesante el juego de reflejos que se puede hacer con unos simples espejos superpuestos unos enfrente de otros. Tan pronto se aparece, como se desaparece…

Esta vez fue ella la que le sorprendió a él fugazmente con su imagen viendo por primera vez el verdadero color y rostro de su contrincante, unos penetrantes y cristalinos ojos azules muy parecidos a los suyos propios enmarcados por un pelo rubio perfectamente arreglado.

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Mensaje por Invitado Lun Jun 13, 2011 7:22 am

La noche se había levantado oscura, brumosa y particularmente llena de niebla en aquel momento del París decimonónico. La luna apenas brillaba, creciente, en el cielo, y las nubes que durante el día habrían cubierto densamente la superficie de la bóveda celeste seguían agolpándose para impedir que la blancuzca luz de la luna iluminara la ciudad. Ah, y las gotas de lluvia... En aquel momento, tras haberse escondido los últimos reflejos morados del cielo del anochecer en el cielo nocturno, una leve lluvia que caía casi como chirimiri mojaba todo, haciendo que en aquel momento yo, atraído por el penetrante olor del césped húmedo, me encontrara en el bosque de las afueras de París inmóvil como una estatua, simplemente dejándome mojar por el agua que en pequeñas gotas caía del cielo y de las nubes que lo cubrían mientras, simplemente, respiraba para aspirar el olor a humedad aunque por mi naturaleza no necesitara el aire.

Aquel momento duró apenas unos minutos, lo suficiente como para que en cuanto la lluvia parara y el rocío impregnara las briznas de hierba sobre las que mi cuerpo, pálido refulgente porque no me había alimentado, ya estuviera yéndome de allí con paso rápido, ánimo juguetón y divertido y sed de sangre rugiéndome en el estómago, tal sed que ni siquiera me lo pensé y ataqué una casa en la linde del bosque, casa en la que sólo habitaba una joven monja cuya sangre bebí y cuyo cadáver pronto pasó a decorar, junto a las cruces frente a las que ella estaba orando aún en sus últimos momentos, la decoración de la casa. ”¿Quién es tu dios ahora?” fue la pregunta que salió de mis labios antes de torcerlos en una sonrisa maquiavélica, que fue la que me acompañó en el camino hacia mi escondite, perdido en medio del bosque en el que había estado antes.

Fingir ser de clase baja hacía que a la vista de la sociedad fuera un simple mendigo sobrenaturalmente hermoso (más que cualquier ser que pudiera ver cualquiera en sus cortas y efímeras vidas), y que sólo cuando yo quisiera volviera a mi construcción perdida entre las ramas del bosque y que guardaba mis más preciados tesoros, espada de más de dos mil años de antigüedad incluida. Las ropas que elegí aquella noche fueron sencillas pero, al mismo tiempo, elegantes. Un traje negro, con bordados dorados y que contrastaba con el color pálido de mi piel, completaba el atuendo junto a unas botas robustas también negras que fueron lo que guió mis pasos en dirección a las afueras de la ciudad, no al centro. No tenía ganas de aquella noche de buscar el postre entre los mendigos, sino más bien entre gente de todas las clases sociales que se reunían en un mismo lugar: el parque de atracciones.

Había que ser sumamente estúpido para sentirse seguro en un lugar así, tan al acecho y tan susceptible de ser atacado por un vampiro hambriento, y las miradas bobas de pura atracción provocadas por mi obvio magnetismo innato no se hicieron esperar en cuanto crucé con paso firme y regio las verjas de aquel lugar, y ninguna de las esencias que desprendían los humanos y no humanos de aquel lugar me atrajeron lo suficiente como para siquiera llevarme a alguien de allí para considerarlo mi cena. Si me llamó la atención, sin embargo, una chica que apestaba a zorra (qué diga, a gata...) a varios metros a la redonda y que, sin embargo y por el color de su pelo y sus ojos, me atraía. Sería una presa interesante, y sabía que siendo cambiaformas como por su olor revelaba ser no diría que no a un buen reto, por lo que enseguida entré en la casa de los espejos y esperé pacientemente, con experiencia adquirida después de muchos siglos, a que ella entrara.

El olor de su algodón de azúcar acompañó al suyo propio, animal y a la vez femenino, y el juego de su reflejo en los espejos pronto se compaginó con el mío, sobre todo una vez permití que viera mi reflejo y mi rostro antes de girarme para que la imagen se esfumara y dejara de multiplicarse. La ventaja de tener los sentidos aumentados respecto a los humanos era que podía saber los espejos que reflejarían cada movimiento y que se comportarían exactamente como yo quería que lo hicieran, así que pronto inicié, junto a ella, una danza de reflejos en los que parecía que yo me acercaba a ella por detrás y, cuando se giraba, sólo era un reflejo que se había esfumado al siguiente instante.

Mantuvimos aquel baile unos momentos, lo suficiente como para que los dos nos pusiéramos a prueba mutuamente y para que, además, pudiéramos acercarnos y alejarnos mutuamente hasta el momento en el que, fingiendo ser un reflejo, me quedé a su espalda, agarrando de manera juguetona un trozo de su algodón de azúcar y llevándomelo a los labios, saboreando aquella estupidez tan dulce que nada tenía que hacer contra el seguro mejor sabor de su sangre. Con apenas una sonrisa torcida y taimada, después de que ella asimilara la situación, volví a desaparecer entre los numerosos reflejos del falso yo que ocultaban al verdadero y sólo mi risa, tras haberla visto frente a frente, se escuchaba en aquella atracción que, de pronto, se tornaba más interesante de lo que habría supuesto al inicio de la noche.
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Mensaje por Invitado Jue Jun 16, 2011 4:40 pm

Si bien le sorprendió la estrategia de quedarse a su espalda como si de un reflejo más se tratara para después realizar un burdo intento de asustarla tomando de su algodón de azúcar no perdió su postura ni la expresión de su rostro que se quedó sereno, observando con detenimiento sus rasgos que aunque evidentemente eran muy atractivos no le producían ni el menor cosquilleo. ¡Normal que se pudiera camuflar tan bien! Era una estatua andante, llámese también cadáver andante, que se pusiera donde se pusiera parecería un puro reflejo.

Ahora era su turno de actuar. Continuó con aquella sincronizada danza en la que parecía que todos los pasos estaban perfectamente medidos. Un, dos, tres, un, dos, tres… un paso para adelante dos para atrás, media vuelta y de repente, un leve golpeteo en su hombro derecho realizado con su dedo índice y cuando trató de girarse para sorprenderla a ella, la Cambiaformas ya había desaparecido. Oh oh, demasiado lento. Si había algo que también caracterizaba a los de su raza era su rapidez que podía competir con la de los vampiros ya que en una lucha era necesaria.

Siguió comiendo mientras una leve risa reverberaba en la sala, terminando por fin el algodón de azúcar aunque se quedó con la vara viniéndole unas cuantas ideas a la mente de lo que podía hacer con ella. Empezó a dar golpes con la vara por los cristales de los espejos que iba dejando tras ella, dándole una pista de donde estaba, alargando su mano justo en el que tenía al lado y usando sus uñas las pasó por la superficie lisa arrancando del cristal un chirrido que si para un humano ya es tremendamente molesto, para los sensibles oídos del vampiro tuvo que ser una gloria ensordecedora.

Dio media vuelta a ese cristal y se quedó esperándole, pegando la espalda contra este hasta el momento justo en que escuchó sus pasos muy cerca, vigilándole con el rabillo del ojo. Él sabía que ella estaba allí, era evidente, y ella sabía que él lo sabía y en un segundo que tuvo de distracción en el que se giró gracias a que una pareja de humanos entró en la sala que ellos habían tomado como propia en ese rato, atrajo de nuevo su atención hacia ella dándole con la vara en su trasero quebrándola en dos por la fuerza que empleó para darle y que lo sintiera, viendo como la mitad suelta volaba hasta el otro extremo golpeando un espejo en su trayectoria. No quería que la mantuviera demasiado tiempo sobre aquellos humanos o, estando sediento como podía notar que estaba por la dilatación de sus pupilas, podían acabar siendo su cena.

-Vaya, ahora me quedé sin juguetito.

Iba a volver a escabullirse por el lado contrario al que él estaba pero debió imaginar que él adivinaría ese movimiento por lo obvio que era y le cerró el camino, atrapándola entre la pared, dos espejos y su cuerpo demasiado próximo por lo reducido del espacio… Y en ese momento, sin saber cómo ni por qué notó una extraña tensión surgiendo entre ambos. No sabría definir si se debería a las ganas que tenía de patearle en sus partes nobles, o era algo más, pero había algo que su instinto le dictaba y muy en serio, nada bueno podía salir de esa cercanía, tenía que alejarse y rápido, y por mucho que lo pensaba, no actuó, se quedó sosteniendo su mirada, altiva y al acecho, vigilante al más mínimo de los movimientos.

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Mensaje por Invitado Dom Jun 19, 2011 6:28 am

Los cambiaformas eran escurridizos y aún más animales que los licántropos, que se llevaban la palma en cuanto a olores desagradables y mente inferior a la mía... que no a la de un vampiro al uso, precisamente porque yo no lo era. Su peste animal siempre era obvia, mucho, sobre todo para quienes tienen los sentidos desarrollados de tal manera que pueden percibirlo, pero en el caso de los seres femeninos de aquella raza ese olor se suavizaba y dejaba paso al propio de la mujer que portaba, en sí misma, la maldición de volverse una zorra, literalmente.

Aquella mujer, en particular y por lo que nuestro juego de reflejos me permitió ver, no era precisamente una excepción en cuanto a la norma del olor animal camuflado con el femenino, y sin embargo sí que lo era en cuanto a movimientos y aspecto físico pues, normalmente, las mujeres cambiaformas tenían de guapas lo que yo de humano... sí, nada en absoluto. Aquella, quizá porque había ido a dar con uno de mis gustos personales particulares o simplemente porque había tenido una buena suerte increíble al nacer, era exactamente lo contrario: altiva, llena de ego, claramente de clase alta aunque pudiera pretender engañar con lo contrario, morena, alta, delgada y de ojos azules. Con semejantes rasgos quizás hasta pudiera plantearme olvidar que apestaba y que era una enemiga natural mía para pasar, directamente, a algo mucho más divertido y que no entendía de razas sino de individuos... y, por supuesto, hablo de la comunicación, ¿de qué si no?

Por eso continuaba moviéndome de manera sigilosa y tentativa por los espejos; por eso, y porque quería, como a todo individuo que conocía, ponerla a prueba y ver si realmente merecía la pena la atención que le estaba prestando o si acabaría siendo más sosa que un algodón de azúcar (como el que comía) pasado por agua... Que todo podía ser, y que ni siquiera me extrañaría teniendo en cuenta lo pasivamente que estaba comportándose al comer aquel algodón de azúcar y continuar con la danza que... espera, se acaba de tornar interesante.

Ella parecía querer jugar conmigo, con aquel amago de velocidad que pretendía competir con la mía sin conseguirlo y que había hecho, junto al aburrimiento, que bajara la mía hasta hacerla casi humana. Y si ella quería jugar, jugaría y le seguiría el juego, ¿por qué no? A fin de cuentas no tenía absolutamente nada mejor que hacer que jugar a perseguir a una chica por la casa de los espejos de un parque de atracciones en París en pleno año 1800. Pretendiendo tener el control, me guiaba con la vara del algodón de azúcar por donde quería que fuera e incluso llegó a arañar la superficie de un espejo en un movimiento que me dejó con ganas de bostezar. ¿En serio? ¿Le venía con esas a alguien que había vivido el ensordecedor clamor de la guerra en sus carnes? Aquello era una simple tontería de una niña malcriada, lo que precisamente estaba demostrando ser ella sobre todo al golpearme con la vara de metal. ¿Quería probar mi cuerpo? Había cosas mejores que eso, menuda mente más monjil...

Y como ya el juego con aquella que ni siquiera era capaz de mantenerlo me hartaba, además de que los humanos que habían entrado probablemente serían mejor entretenimiento que ella, me dejé de tonterías en el momento en el que la pillé por sorpresa y preví sus más que previsibles movimientos para dejarla contra la pared, dos espejos y mi propio cuerpo, que entre todos inmovilizaban su camino. Tal vez por la cercanía, las chispas prácticamente parecieron saltar mientras yo la estudiaba con la ceja alzada, sin cortarme un momento en recorrer su cuerpo enguantado en un vestido azul que pegaba con sus ojos, hasta que después volví a clavar la mirada en sus ojos, absolutamente aburrida y fría porque nada de lo que mostraba en aquel momento, ni siquiera su actitud, era algo nuevo o diferente a lo que ya hubiera podido ver en mi larga vida.

Me parecía estar viendo una linda gatita... – murmuré, con sorna y con la sonrisa divertida poco a poco llenando mis rasgos mientras la presión sobre ella se mantenía para que siguiera sin poder moverse un solo milímetro.
¿La gatita tiene nombre o tendré que buscar a sus dueños para preguntarles? ¿O quizá buscar un collar con el mismo...? Aunque quizá prefieras que me invente uno para ti... Te pega algo así como Suzanne, o Charlotte. Ya sabes, nombres... felinos. – añadí, obviando la parte en la que aquellos nombres pertenecían absolutamente siempre y sin ninguna excepción a zorras, cosas de haber probado a un sinnúmero de ellas. Y si, además, aquella chica era una cambiaformas (que lo era con toda seguridad porque mi instinto nunca me fallaba), el nombre le iba que ni pintado.

Un movimiento por su parte, quizá incluso reflejo, hizo que volviera a demostrar que seguía con la guardia subida y que a felinos sus movimientos no ganaban a los míos al volver a ponerme estratégicamente en su única posibilidad de salir de ahí. La expresión, entonces, pasó a ser una de falsa reprensión y de decepción.
Ah, ¿qué educación es la de esta señorita que ni siquiera sabe responder a una pregunta antes de querer salir huyendo? – pregunté, mirándola de nuevo a los ojos y con una sonrisa torcida en los labios.
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Mensaje por Invitado Mar Jul 05, 2011 6:14 pm

Casi bostezó cuando hizo de adivino con su nombre utilizando clichés sobre collares para intentar hacerse ¿el gracioso? “Venga hombre, inténtalo con algo nuevo que ese truco está más usado que tu”. ¿Cuántos siglos tendría? ¿Cinco, seis… o quizás más de mil años? Y su imaginación solo llegaba hasta allí…" Que decepción, al menos era guapo pero ni eso le bastaba para retenerla allí por más tiempo. Al parecer había perdido el tiempo intentando entretenerse con él pero al menos había logrado su objetivo, que obviara a los humanos y contra más intentara retenerla con aquellos burdos comentarios, más oportunidades tendrían ellos para salir con vida de allí.

- ¿Debía reírme con sus chistes o de ellos? – Preguntó chasqueando la lengua cuando intentó de nuevo apartarse de él pero el vampiro, quizás por demasiado aburrido, volvió a interrumpirle el paso. - ¡Bingo! Ha acertado con mi nombre, ¿quiere algún tipo de regalito? En los puestos hay cientos de tonterías para que se sienta orgulloso de su videncia. – Contestó con burla haciéndole a un lado con su brazo, caminando lentamente hasta quedarse enfrente del espejo que estaba a sus espaldas, viéndole por ahí.

- Sí, mi nombre es Charlotte Pandora Brash. Puede ser que me pegue, pero al menos no soy tan patética de intentar molestar a alguien con un detalle relevante como ese. ¿Y el suyo es? – Se ahuecó el pelo con su mano mientras obviaba su parloteo sin sentido. – Y a lo que dijo de la educación, he demostrado tener más que usted puesto que un caballero se presenta antes ante las damas y no precisamente acorralándolas sin salida… Pero claro, eso es en el caso de los caballeros y no en el de usted. – Ladeo la cabeza cuando le vio girarse pero la Cambiaformas continuó dándole la espalda unos minutos más, mirándole directamente a los ojos de nuevo esta vez a través del reflejo.

- Me decepciona enormemente. Consideraba a los “seres” como usted más astutos e imaginativos… ¡Acorralarme! – Enfatizó riendo sarcástica. – ¡Menuda sorpresa! Como si no hubiera vivido más veces esa escena con alguien de su calaña y salido intacta. A la próxima, si lo que busca es intimidarme… Cosa que preveo que va a serle bastante difícil a este paso.

Se fijó entonces nuevamente en su vestimenta, no era usual encontrar a un vampiro así. Obviamente no era pobre ni mucho menos, así que imaginó que su arrogancia llegaba hasta un punto tal en que disfrutaba de engañar a la gente para pasar el rato antes de realizar el fin verdadero por el que se había fijado en ellos. Puso los ojos en blanco ante ese pensamiento, desde luego iba a tener que armarse de paciencia antes de patearle. En el fondo - y rascando todo hay que matizarlo - estaba pasando un rato entretenido, pero también estaba barajando seriamente la posibilidad de romper una de las estacas de madera que sujetaba algunos de los espejos por detrás y clavársela… Quizás empalándolo, perforándole el corazón o simplemente metiéndosela por la boca hasta la garganta consiguiendo que callara por unos segundos y dejara de provocarle el dolor de cabeza que estaba empezando a sufrir con su interminable palabrería que si bien pretendía hacerse notar con ella y demostrar que era el rey del mundo, a ella solo le daban ganas de sentarse en el suelo y recostarse tranquilamente hasta que acabara distrayéndose con la primera mosca que pasara delante.

Acarició el reflejo de su rostro en el cristal, terminándolo por arañar con suavidad antes de girarse repentinamente encarándolo una vez más cuando lo notó lo suficientemente cerca. – Me aburro tanto de tu arrogancia como de esta sala. No sé tú, pero yo pasaré al siguiente nivel, aunque me gustaría comprobar si de verdad vale la pena arriesgar jugando contigo o seguirás siendo tan predecible como ahora. – Se encogió de hombros recortando la distancia entre ambos, alzándose sobre sus pies. – Eso queda de su mano… - Susurró en su oído rozándolo con sus labios antes de apartarse con una media sonrisa maliciosa en sus labios y girarse para cambiar a la siguiente sala tras guiñándole un ojo con burla. Era el turno del laberinto…
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Mensaje por Invitado Miér Jul 06, 2011 11:36 am

Aquella chica lo único que tenía era el físico, y absolutamente nada más que pudiera serme de interés o que supusiera una diferencia de hecho con lo que yo había visto en toda mi vida. Que se hiciera la difícil, con sus movimientos y sus acciones, no era ninguna novedad, y quizá así pensara que le iba a ir mejor por la vida o que no la iban a pisotear cuando a quien fuera el dueño de la susodicha pierna le viniera bien, pero si era así iba lista, porque estaba más que claro, y a la experiencia me remitía, que así iba a conseguir que la gente se acabara cansando de ella y... ¿qué es alguien como ella sin atención por parte de los demás? Es como si no pudiera vivir sin tener a nadie alrededor que le dijera constantemente las cosas de las que carecía y las ocultaran bajo una falsa capa de posesión para poder asimilar, así, la realidad con mentiras. Lo único que tenía era un cuerpo, punto. Nada más aparte de eso que mereciera la pena.

Por no merecer la pena ni suponer diferencia alguna con lo que yo había visto ni me tomaba en serio sus pullas, o más bien intento de ello, ni tampoco sus comentarios metiéndose con mi educación. ¿Era ella la que hablaba de educación, cuando carecía de todo ápice de ella? La educación era saber comportarse como corresponde con la persona que corresponde, y teniendo en cuenta que ella era apenas una niña frente a mí, que era un auténtico adulto tanto en madurez como en experiencia, su tono de intento de burla sobraba y cualquier trato de cortesía de sus palabras se convertía en algo absurdo, burdo e inútil que, por otra parte, me daba igual.

Sus palabras, por tanto, se convertían en puro polvo o como mucho en algo que demostraba exactamente sus carencias, hasta el punto de que casi bostecé ante ellas, ignorándolas casi por completo porque no dijo nada nuevo, ni siquiera su nombre (Charlotte, como yo mismo había averiguado porque por sus pintas era obvio que acabaría teniendo esa clase de nombre... Y no por mucho añadir Pandora y Brash iba a dejar de ser de chica fácil, lo siento...) y ni siquiera que los seres como yo, en teoría, éramos más imaginativos. Ah, lo éramos, pero con quien merecía la pena serlo y ella no se lo había ganado... es más, como siguiera por aquel camino iba a conseguir que me saliera de aquella sala y me fuera a buscar entretenimiento de verdad porque aquel parloteo incesante suyo era, cuando menos, aburrido... por no decir directamente que daba ganas de cerrarle la boca, no precisamente como a ella le gustaría.

Con paciencia digna de un santo aguanté todo lo que me decía, ignorándolo por supuesto y poniendo los ojos en blanco cuando ella hizo alarde de los motivos por los que le pegaba tanto aquel nombre al comerme la oreja, literalmente y no tanto, y decir que esperaba que mereciera la pena arriesgarse conmigo. Ella sabría, yo no iba a decir nada, y cuando salió de aquel segmento de la superficie de la casa de los espejos por fin bostecé tranquilo, totalmente a su vista porque no se había retirado del todo, y la miré con sorna y una sonrisa de las mías, torcidas y para nada amigables. ¿Pensaba que iba a perder el tiempo de tal manera? Porque lista iba, y la única razón por la que escogí adentrarme en el laberinto fue porque habían cerrado las puertas delanteras de la casa y escabullirme utilizando mis habilidades podía significar alejar bocaditos apetitosos, como aperitivos de media noche, de mi boca. La salida pasaba por aquel laberinto.

Con un par de pasos estuve dentro de aquel lugar, oscuro y con la iluminación única de unas rendijas en la pared que dejaban pasar parte de la luz nocturna, sin que fuera en su totalidad y sin que el color predominante fuera otro que el negro de la oscuridad más profunda. Para cualquier humano, lo necesario para salir de aquello, claustrofóbico por cierto si se sufría de esa enfermedad, era palpar las paredes con las manos o guiarse por la corriente de aire que revelaba la puerta hacia la sala siguiente; para alguien como yo, sin embargo, salir de allí pasaba por escuchar la procedencia del sonido ambiente de la calle y, de paso, los tacones de aquella chica y el frufrú de la tela de su vestido. Típico.

Blah, blah, blah... ¿Y luego soy yo el maleducado? Al menos soy capaz de darme cuenta de cuándo una perorata se convierte en aplastante y conviene detenerla. – dije, con tono sardónico y rozando también las paredes con las manos en mi camino hacia la salida, en el que no me esforzaba por disimular el ruido. Mi cuerpo, sin que estuviera totalmente bajo mi control, se estaba moviendo como un animal para aprisionar de nuevo a su presa, y la comparación resultaba hasta acertada teniendo en cuenta que mi camino iba en paralelo al de Charlotte en aquel tramo del laberinto.

En un momento, sin que se diera cuenta porque suavicé todos los ruidos hasta no emitir ninguno que ella pudiera escuchar, me acerqué por detrás a ella con otra media sonrisa y velocidad mayor que la que ella podría alcanzar a prever.
Boo... – murmuré en su oído tras haberme acercado por detrás, acariciando la piel de su cuello con los labios antes de desaparecer de nuevo por donde había ido hasta aquel momento, simplemente jugando con ella para que, por una vez, intentara dar algo más de sí misma y que no supusiera demasiado aburrimiento.

Seguía el camino con parsimonia, aburrimiento e incluso cierta monotonía, como si no me quedara otra opción, y después de haberme alejado de ella me mantenía más o menos paralelo a su trayectoria, si bien me había alejado de ella bastante y nos separaban algo más que unas simples y finas paredes.
Si quieres algo más de astucia o imaginación gánatela, porque no pienso hacer alarde de ella gratis o sin ganar nada a cambio... Y por cierto, mi nombre es Ciro. – dije, dirigiendo la voz hacia un punto de la pared en el que la resonancia haría rebotar mi voz hasta que alcanzara su oído y pudiera oírlo como si estuviera detrás de ella aun cuando no era así... aún.

No se merecía que me preocupara lo más mínimo por exprimir mi mente al máximo o por que me molestara en hacer alarde de una imaginación que obviamente poseía y que, además, se había visto maximizada por los años, pero sí que se merecía que gastara mi tiempo en ella para ver si, al final, se merecía o no convertirse en mi postre de aquella noche. Con lo mala que sabía la sangre de los cambiaformas, sólo esperaba que no me obligara a matarla porque sería un desperdicio de cuerpo cuando la sangre ni siquiera merece la pena... Y con esos pensamientos terminé por apoyarme en la pared, con los brazos cruzados y en una intersección de vías del laberinto a la que ella, después, salió para encontrarse conmigo mirándola con la ceja alzada, de nuevo casi bostezando. Como no se lo currara un poco más, lo tendría difícil para que la dejara vivir.
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El juego del gato y el ratón [Privado] Empty Re: El juego del gato y el ratón [Privado]

Mensaje por Invitado Dom Sep 11, 2011 5:02 pm

La mujer estaba ya harta de tanta arrogancia. Vale que fuese atractivo pero ni el mismísimo Adonis merecía tal dolor de cabeza solo para pasar un buen rato. Si no fuera por los humanos que se escuchaban en las proximidades y que seguían corriendo peligro ni siquiera se hubiera molestado en continuar con aquello, simplemente hubiera salido en busca de algo más excitante que consiguiera darle un mínimo subidón de adrenalina.

- Va listo si cree que soy una más de sus mujerzuelas capaces de todo por tenerle alardeando cual pavo real de esas “destrezas” imaginativas que dice poseer. ¿Ganármelo? Por favor, tengo cosas mucho más interesantes que hacer. Simplemente hice la sugerencia porque este jueguecito comienza a aburrirme soberanamente, pero ni en sus mejores sueños eróticos voy a ir persiguiéndole para que me muestre nada.

El truquito de acercarse por detrás e intentar asustarla estaba demasiado visto y sobre todo con vampiros. No obstante tuvo que reconocer que aquel roce de sus fríos labios contra su cuello jugó en su contra puesto que un estremecimiento la recorrió de arriba abajo pudiéndolo controlar sin problemas. La voz rebotada contra las paredes tampoco logró su cometido. Aquel vampiro estaba olvidando que ella no era una simple humana, era una Cambiaformas y como tal sus sentidos estaban lo suficientemente desarrollados como para percibir la verdadera localización de su voz.

Esta vez era ella la que aceptaría seguir el entramado de su juego y continuó caminando sin equivocarse en aquel laberinto hasta la intersección tras la que girando hacia la derecha encontraría al vampiro cuyo olor lo delataba.

- Vaya, vaya, vaya… Se le ve relajado ahí esperándome. ¿Acaso se ha perdido tan rápido en este laberinto? Fíjese que hace nada un niño de 4 años ha logrado resolverlo él solito y aquí está usted esperándome para que le lleve de la mano por el camino correcto. Qué decepción, le hacía más inteligente debido a la avanzada edad que seguramente posea. Buena suerte encontrándolo.

Dicho eso dio media vuelta girando a la izquierda dejándolo con sus murmullos atrás volviendo hacia el principio dejando su rastro por caminos secundarios a fin de despistarlo el tiempo suficiente para poder ser ella esta vez la que le sorprendiera. Sin embargo ni iba a ir a por él directamente, sino que lo harían los inmuebles.

- Dígame Ciro. ¿Qué trae a un ser tan aburrido como usted a un parque de atracciones? A parte del elevado número de alimentos que hay, evidentemente. ¿Quizás en lo más profundo de su ser se esconde un niño pequeño con una infancia frustrada?
– Inquirió jocosa parada al otro lado de la pared ubicada a la espalda del vampiro tras lo cual la pateó con el fin de que le cayera encima. – ¡Pared va! – Gritó cual leñador para después pasar por el hueco que esta había dejado sin rastro del vampiro. - Qué fácil se convierten estos vampiros en ceniza…No, sería demasiado bueno para ser verdad.- Miró a su alrededor sin ver ni oír nada, tan solo sentía la fuerza de su presencia demasiado cerca.
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El juego del gato y el ratón [Privado] Empty Re: El juego del gato y el ratón [Privado]

Mensaje por Invitado Vie Sep 16, 2011 6:28 am

Mujeres había muchas, muchísimas si se me permitía añadir; como ella... demasiadas. Con aquellas pretensiones que creían que podían permitirse sólo por ser guapas, aquel ego propio de un vampiro y que quedaba estropeado por su naturaleza de cambiaformas, alguien notablemente inferior a mí se mirara por donde se mirase y demás rasgos definitorios de su personalidad resultaba en cierto modo aburrida, y por eso mi constante presión para que me demostrara que debajo de esos ojos azules y de esa melena castaña se escondía algo, un mínimo de cerebro que significara interés para mí y que justificara que estuviera perdiendo el tiempo con ella.

Por eso la pinchaba como lo estaba haciendo; por eso, y porque era tan propio de mí que si no lo hacía podía empezar a preocuparme porque me pasaba algo que me hacía estar enajenado, pero como no era así sólo tenía que esperar a su nuevo ataque verbal, o más bien intento desesperado de mantener la poca dignidad que le quedaba y que defendía insultándome, ¡qué originalidad, por favor! Un poco más de novedad y escribiría un libro para demostrar al mundo que sí, se podía caer en los mismos tópicos una y otra vez, aludiendo a mi edad, a mis supuestos sueños eróticos, a mi carácter aburrido y demás intentos de pagar conmigo carencias que eran solamente suyas. Por eso la ignoré de mala manera, incluso cuando por miedo evidentemente dejó de estar frente a mí en la intersección y tomó otro camino. Estupendo, así me libraba de ella.

La imité, aunque superando con creces a la supuesta original que era ella, y me escabullí rápidamente por los recovecos del laberinto, dejando mi esencia en lugares confusos y que podían llevar, y de hecho llevarían, a callejones sin salida, y sus palabras siguieron rebotando en el aire, aburriéndome y de paso contaminándolo con su contenido ya que demostraba que tenía de original y variada lo mismo que yo de virgen o de cristiano... o de ambas combinadas incluso, lo que reduce aún más las posibilidades.

No obstante, al margen de todo, consiguió darle un poco más de interés al asunto al dejarse de feminidades y adquirir complejo de campesina o de leñadora, tan bestia que incluso derrumbó una pared no demasiado lejos de mí. Con aquello solté una risotada entre dientes, medianamente sincera y que ella pudo escuchar de sobra, posiblemente guiando sus pasos desde el hueco de la pared a donde estaba yo.
Que me tires los trastos lo entiendo, los tejos también, pero lo de las paredes es ya pasarte un poco de admiración por mí, ¿no crees? – dije, en voz suficientemente alta para que ella la siguiera hasta donde yo dejé de estar en el momento anterior a que ella entrara en aquel camino, porque me había escabullido por uno de los laterales.

Con ella iba a cumplir un antiguo dicho de cultura popular: a palabras necias, oídos sordos, y más necia que ella pocas había, así que... Sin embargo de cuando en cuando demostraba que podía llegar a valer la pena si dejaba de morder como un perro rabioso o como una zorra en celo, una comparación la mar de acertada, así que iba a otorgarle el beneficio de la duda porque, a pesar de todo, me estaba entreteniendo... La eternidad se acaba haciendo tan aburrida que hasta la lucha de una cambiaformas contra su falta de originalidad se hace hasta amena, y eso podía llegar a ser preocupante, pero no para mí porque yo lo único que quería era entretenerme... y eso haría.

Con pasos rápidos volví a aparecer detrás de ella, inmovilizando sus brazos con uno mío y separando sus piernas para impedir que las usara y me lanzara una coz como la burra que era a veces, que la veía demasiado capaz. Estando ella inmóvil, por tanto, pude aprovechar para apartar varios mechones de su cabello que cubrían su cuello y pude volver a rozarlo con los labios, sin atisbo alguno de delicadeza pero sí con la experiencia milenaria que me garantizaba que le estaba gustando... como todo lo que le hacía, quisiera o no admitirlo. Un mordisco suave, incluso, bastante suave porque no le dejaría marca ni mucho menos causaría una herida, ya que era más bien juguetón, precedió al momento en el que subí a su oreja, rozando su lóbulo con los labios.

¿Qué me trae por aquí, Charlotte? Te seré sincero, me aburría, probablemente como tú aunque en mi caso sería más porque he tenido más tiempo para que todo me parezca de un monótono que da asco y es casi absurdo. Tal vez una niña al lado de mí y mi edad posea la capacidad de entretenerme, aunque hasta el momento sólo lo haces a veces y, hazme un favor, aparta los formalismos porque no los necesitamos y son absurdos e inútiles... – murmuré para ella, en su oído, antes de alzar una ceja con una media sonrisa y evitar cualquier reacción por su parte al morder su labio inferior sin intenciones de hacerla sangrar, sobre todo por el hecho de que los cambiaformas poseen una sangre que resulta, cuando menos, asquerosa, antes de tapar sus labios con los míos y darle el mejor beso que le habrían dado nunca, corto pero intenso... sobre todo para ella.
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