Bienvenida Condesa. Entre libremente por su propia voluntad.- [Cassandra]

por **Lestat De Lioncourt** Dom Jun 12, 2011 8:41 pm

Tenía que volver a casa. Y la casa era Nueva Orleans, donde había calor, donde las flores no dejaban de florecer, mi territorio de caza favorito. Amo este rincón más que cualquier otro lugar del mundo. Luego de permanecer algunos meses en mi hermosa Paris, necesitaba recorrer nuevamente el Barrio francés, deleitarme con los aromas de la tierra, con la naturaleza multicultural de Nueva Orleans.

Me encontraba junto a Cassandra, había regresado a mi hogar del barrio francés. Hace un mes en París la había conocido en el Teatro de vampiros y hoy estaba junto a mí, en mis brazos, mientras descendíamos del vasto cielo en el jardín de mi casa. Poseía mayor velocidad que mi compañera y me había permitido sostenerla entre mis brazos. Con el extraño poder del don de las nubes habíamos sobrevolado la ciudad de París hacia mi famosa residencia en la Rué Royale. Muchos vampiros conocían la existencia de aquel lugar, pero pocos se atrevían a acercarse, claro, a menos que no me encontrara en el país. Sin embargo, no tenían como averiguar mi localización y por temor, generalmente, preferían mantenerse alejados. Contemple a mi acompañante. Me hacia sentir tan fascinado que me era casi imposible apartar los ojos de Cassandra, al cabo de unos instantes suspire y desvíe mi mirada. La liberé de mi abrazo y camine unos pasos para alejarme de ella dándole la espalda inconscientemente. ¿Se habrá percatado de mi inoportuno nerviosismo? Espero que no.

Me distraje al observar la buganvilla que se enroscaba alrededor de las columnas de hierro, esta hacía que mi vivienda pareciera un verdadero mausoleo.

¿Te importaría permanecer conmigo en el jardín por unos momentos? – En un susurro le pregunte con amabilidad mientras continuaba mirando el piso superior donde la buganvilla finalizaba su recorrido-

por **Cassandra Albrioni** Dom Jun 19, 2011 10:25 pm

La noche era un poco más fría de lo normal, pero hoy eso no importaba. La noche seguía siendo hermosa, oscura, con la brillante luna que casi siempre me acompañaba y unas nubes de un color un tanto gris violáceo. Aunque hoy todo me parecía que carecía de importancia, todo se veía opacado.

Esta noche no era como las otras, no estaba a la espera del comienzo de una obra, no estaba en una lujosa mansión invitada a un baile, pero aún así me puse una de mis mejores ropas, me perfumé y me preparé. Todo porque esta noche me iba a encontrar con alguien, pero con alguien que de forma extraña me hacía sentir especial. Hace mucho que había olvidado como eran los sentimientos, pero esta persona hacía que surgieran posiblemente sin darse cuenta de ello.

Ahora, me encontraba entre los brazos de aquel vampiro que había conocido hacía un mes. Era raro estar entre los brazos de un hombre el cual no sería mi presa. Lestat De Lioncourt, ese era el nombre de mi acompañante, una vampiro fuerte, ególatra, arrogante, pero al mismo tiempo encantador y muy caballeroso.

Lestat no me había permitido volar por cuenta propia, aunque yo prefería hacerlo, era verdad que tardaría más que él en llegar, pues mi compañero era más viejo y poseía unos poderes más desarrollados que los míos. Así que a regañadientes tuve que dejar que me sostuviera entre sus brazos. Fue muy rápida la forma en que me acostumbre a sentir su cuerpo junto al mío y sus pálidos y fuertes brazos sobre su cintura, me sentía extrañamente protegida junto a él.

Sabía que me estaba mirando y me preguntaba ¿qué estaría pensando? Escuché su suspiro y nuevamente me pregunté ¿qué le hace suspirar? Cuando llegamos al lugar, me soltó y se alejó de mí. Lo miré para ver hacia donde se dirigía.-Por supuesto monsieur, no tengo inconveniente alguno – me dirigí a mi acompañante usando el mismo tono amable que el había usado conmigo.

por **Lestat De Lioncourt** Vie Ago 05, 2011 11:57 pm

Levante la mirada y contemplando, como un enamorado mira a su amada, permanecí con mis ojos fijos en la única compañera que durante años logro apaciguar mi eterna soledad; La Luna. Pero en esta noche no me encontraba solo, una vampira, una hermosa vampira se hallaba a mi lado. Había accedido visitar mi hogar en Nueva Orleans. Su infinita curiosidad seguramente había sido el motivo por el cual Cassandra acepto mi invitación. Ella había captado mi atención desde el primer momento en que la vi entrar al Teatro de Vampiros y mi razón entro en conflicto con el sin numero de sensaciones que me había provocado el instante en que nuestras miradas se encontraron.

Durante nuestro viaje, por unos momentos pareció un tanto incomoda ante nuestra cercanía. Era la primera vez que nuestros cuerpos se hallaban tan próximos el uno del otro. Sin embargo, inexplicable y rápidamente nos acostumbramos a aquella intimidad. Ahora que recuerdo, apenas accedió y me permitió llevarla entre mis brazos hasta Nueva Orleans. No es de extrañar pues ella es una mujer independiente y orgullosa.

Caminamos juntos por el amplio jardín, bajo la luz de la Luna y el susurro de las aves nocturnas. Sentí una ráfaga de calor veraniego contra mi rostro y un aroma a flores embriagador.

Debería dejar las formalidades Cassandra... -dije acariciando su nombre con mi voz y con una afable sonrisa en mis labios mientras mantenía la mirada fija en el frente- Por favor, llámeme Lestat. –le pedí amablemente-

Una vez más la invitaba a decir mi nombre. Sin formas que marcan aun más la distancia entre dos personas, aunque en este caso debería decir, entre dos vampiros. Eso es lo que somos y durante más de doscientos años he disfrutado siéndolo. En nuestro andar nos detuvimos ante la escalera de caracol de hierro forjado que conducía a la puerta trasera. Me instale frente a ella con elegancia negándole el paso e impidiéndole continuar. Pensé que la llamada Gran Condesa Albrioni no debía ingresar a mi hogar por la puerta trasera, por lo que extendí la mano esperando que la aceptara y posteriormente conducir a mi acompañante hacia la puerta principal.

Acérquese y acompáñeme. –susurre clavando mis ojos en los suyos-

por **Cassandra Albrioni** Jue Ago 18, 2011 8:43 pm

Nuevamente mi curiosidad me llevaba lejos. Solo había pasado una noche con este vampiro y ya me encontraba con él a solas en su casa. Había aceptado que me trajera a Nueva Orleans ¿solo por curiosidad? Tal vez, curiosidad de saber más sobre él, curiosidad de su comportamiento hacia mí, curiosidad de aquella conexión mágica, que en ciertos momentos, se produjeron una y otra vez entre nosotros cuando estábamos en el teatro.

Ahora la pregunta es ¿qué haré? Y él ¿qué hará? Imagino que el también siente un mínimo de curiosidad por mí, eso me lo demostró en el teatro. No somos completamente extraños, pero tampoco somos completamente familiares. En este preciso momento, solo somos dos almas que por alguna razón pretenden intimar, pues no les bastó una sola noche de compañía.

Caminé junto a él, era extraño estar con un vampiro, después de tantos años, en un aura casi pacífica, se podría decir. Aun podía pensar que fuera una trampa, que quisiera traerme a su territorio para matarme, pero no lo pensaba. Algo en él me daba cierta confianza, la cual además de mi curiosidad, era la que me había permitió aceptar su ofrecimiento de venir aquí.

Lestat se dirigió hacia mí y me sacó de mis cavilaciones. Dirigí una mirada precavida a mi acompañante, mientras hablaba. Entonces pensé que era un atrevido, aunque él me estuviese dando permiso de llamarlo por su nombre, yo no recordaba haberle dado permiso para que él me llamara simplemente por el mío.

En ese instante me dirigí hacia él: - le agradezco esta autorización que me da al dejarme llamarle por su nombre Lestat, pero creo que ha sido usted muy atrevido al concederse usted mismo el permiso para llamarme por el mio. – hice una pausa, cuando el inmortal me impidió el paso hacia las escaleras. Alcé mi rostro con elegancia y arrogancia , y continué: - tiene usted una forma muy extraña de tratar a una visita. -

Su mirada se había clavado en la mía de una forma tan penetrante que pareciera que pudiera escrutar mi alma, por este motivo aparté rápidamente mi mirada de la suya. Esos ojos azules y penetrantes, hacían que mi alma se sintiera expuesta hacia aquel inmortal. Puse mi mano cortésmente sobre la de el joven y le dije: - Pues bien, si esta es su forma de tratar a la visita, guíeme-.

por **Lestat De Lioncourt** Lun Ago 29, 2011 8:24 pm

Esta noche lucía una chaqueta de terciopelo negro con botones de camafeo. Cada pequeño camafeo era de ónice y, la chaqueta, muy elegante, entallada y de faldón amplio. Llevaba una camisa de lino con el botón superior desabrochado y un pantalón gris mas unas finas botas negras que completaban el conjunto. No era una cena en algún restaurante o un baile en el palacio, pero mi inmensa vanidad no me permite deambular por la ciudad sin una sofisticada y extravagante tenida.

Oí a mí alrededor los estridentes sonidos del Barrio Francés: el fragor de las cocinas de los restaurantes, las alegres voces de los inevitables turistas que caminaban por las aceras, el ruido de los coches que pasaban despacio frente a la casa. Todo aquello llegaba a mis oídos mientras caminaba tranquilamente junto a mi acompañante, sin embargo, ninguno de estos sonidos, podía apartar mi atención del corazón latiendo melodiosamente en el pecho de Cassandra.

Luego de dirigirme a ella, trate de ocultar una risita que amenazaba con arruinar mi compostura e implacable apariencia. Me contuve y continúe escuchándola con atención, sin comentar absolutamente nada, sin embargo, cuando mis intensiones eran guiarla hacia la puerta principal e impedirle entrar por la puerta trasera de mi hogar, su reacción me hizo sentir como un estupido y acabo con mi buen humor y fuerza de voluntad.

¿Atrevido? –Pregunte finalmente- Soy atrevido y me ufano de ello. –Replique al tiempo que ella reposaba su mano sobre la mía y me permitía guiarla hacia el gigantesco pórtico de dos plantas sostenido por columnas- Pero aclaremos una cosa. Si me interpuse en su camino, fue para impedirle avanzar y entrar a mi hogar por la puerta trasera. –Agregue manteniendo un tono formal y distante en mi voz, mientras sentía la mirada penetrante de aquella vampira- La Gran Condesa Albrioni debe ingresar por la entrada principal. –Añadí con una sonrisa arrogante marcando el tono de mi voz en ciertas palabras y sin dejar de mirar al frente. Al cabo de unos momentos nos detuvimos frente a la imponente mansión.- No deberíamos caer en el desatino de inventar unas normas de urbanidad para monstruos. –Comente con la vista vuelta hacia la puerta-

Subimos los peldaños del porche de mármol y situándome a un lado, le abrí la puerta para que penetrara en el amplio vestíbulo. Cuando entre, avance detrás de ella, siguiéndola dócilmente a una distancia prudente que no hiciera sentir incomoda a mi acompañante y me detuve bajo la luz de la araña que pendía del techo.

por **Cassandra Albrioni** Dom Sep 11, 2011 11:35 pm

Me alegraba que el joven Lestat se pareciera a mi, en cuanto a ropa se refería. Habría sido algo desagradable que uno de los dos hubiese estado mas o menos elegante que el otro. En cambio, esta noche monsieur Lestat iba ataviado de tal forma que cualquiera creería que era un príncipe y su angelical cara le ayudaba bastante, se notaba que era una de estas personas que son capaces de verse bien con cualquier cosa puesta.

No podía desentonar, por eso me costó un poco escoger mi ropa de esta noche. Elegí entonces un traje de color rojo, un poco atrevido lo sé. Era un rojo vivo, la parte de arriba del vestido era en forma de corset, en la cintura llevaba un corpiño negro ceñido al cuerpo, esto se hacía para resaltar la figura, agradecí no ser mortal, ya que como vampira me resultaba fácil utilizar estas prendas, pues el aire para mi no era imprescindible. Recordé mi época de mortal y como detestaba usar estas cosas, no porque fueran feas, al contrario siempre pensé que eran muy hermosas, pero respirar se hacía tan difícil, además comer parecía una misión casi imposible.

Mi vestido era abombado en al parte inferior y la tela roja, iba recogida en algunos pliegues que permitían vislumbrar la tela negra que se ocultaba debajo de esta. Lucía una hermosas sandalias de color rojo que hacían juego con el vestido, también me había puesto unos guantes negros y largos, de esta forma era fácil ocultar lo brillante de mis uñas. Para completar mi apariencia, me recogí el cabello en un moño, dejando que un bucle cayera por mi espalda hacia mi hombro, a continuación me adorné con un bello tocado circular de color rojo y con unas plumas negras. Al mirarme en el espejo pensé que era demasiado, luego volví a mirar a la hermosa dama que se reflejaba y me convencí de que lucía muy bien.

El vampiro rubio había respondido a mis palabras anteriores. Y no pude evitar reír suavemente ante su comentario. En seguida saqué mi abanico y lo coloqué de tal forma que ocultara aquella risa, pronto apacigüe la risa y volví a ponerme seria. En el tono más serio que puede conseguir en mi voz dije:- ¡oh! monsieur no pensé que usted se tomara tan en serio aquellos de la Gran Condesa, pero es muy considerado de mi parte. Después de todo es el trato que merezco - mi arrogancia y egocentrismo, como siempre merodeaban y entraban en todo lo que decía.

Luego de que el vampiro me abriera la puerta con cortesía, yo había avanzado y sin darme cuenta le había dejado atrás, pues me distraje contemplando la casa, el decorado y su amplitud. En realidad mi acompañante tenía un gusto sorprendente.

por **Lestat De Lioncourt** Dom Oct 16, 2011 1:19 am

Su risa fue tan encantadora que invadió el lugar con una grata melodía. Lamente que cubriera su rostro con aquel elegante abanico y que finalmente la alegría que brotaba de entre sus labios se extinguiera. Su tono arrogante me robo una leve sonrisa que mantuve hasta abrir la imponente puerta principal e invitarla a ingresar a mi hogar.

Cassandra percibió mi distancia y se detuvo para girar su cuerpo y mirarme con la curiosidad reflejada en su rostro. No supe que decirle, ni siquiera sabia que hacer. Aquella vampira ante mi, me limitaba de una u otra forma sin darse cuenta. Me sentí incomodo por unos instantes finalmente opte por dirigirle la palabra utilizando un tono suave y cortés.

Bienvenida Cassandra –volví a pronunciar su nombre, tal como lo deseaba desde el primer día que la vi en el Teatro. Sin formalidades, simplemente module aquellas palabras con dulzura y encanto-

Esperaba algún reproche de su parte, tal vez que nuevamente volviera a llamarme atrevido. Mi acompañante podía ser tan orgullosa o vanidosa como yo. Seguramente en nuestro trato, eso puede ocasionarnos uno que otro problema, sin embargo, nadie puede asegurar que esta conocida vampira, junto al príncipe malcriado pueda llegar a desarrollar una gran amistad. Camine por el vestíbulo dirigiendo mis pasos hacia los primeros peldaños de la escalera que daba al segundo piso, me encontraba sumergido en mis pensamientos, preguntándome si llegaría a entender el embrujo que Casandra causaba en mí con su sola presencia.

Por unos minutos olvide que ella estaba conmigo y con la elegancia que me caracteriza, suavemente tome asiento en el tercer peldaño y apoye mis brazos en las piernas clavando otra vez mi mirada en la vampira. ¿Sentirá ella, un mínimo de interés o fascinación por mí? Me preguntaba mientras alzaba lentamente mi rostro hasta toparme con aquellos ojos que criticaban mi actitud. Incline un poco mi cabeza, en un gesto respetuoso y le sonríe amable, como aquella noche en París, cuando la conocí.

por **Cassandra Albrioni** Jue Nov 03, 2011 7:41 pm

La sonrisa del vampiro Lestat me resultaba encantadora, por mas leve que fuera. Me percaté de ella aún cuando este me la quisiera, de alguna forma, ocultar. Una vez dentro de la casa, el vampiro pareció sumido en sus pensamientos, parecía además que no sabía que debía decirme. Es difícil creer que alguien como este personaje no tenga nada que decir.

Entonces, el inmortal se dirigió hacia mí. Mi nombre en sus labios era algo que extrañamente me parecía encantador, la dulzura de su voz al pronunciarlo era algo sumamente encantador. Claro está que no dejaba que él supiera lo que pensaba o sentía en esos momentos.

sin esperar respuesta de mi parte, monsieur De Lioncourt avanzó por el vestíbulo, seguía estando bastante pensativo y la curiosidad por saber que pensaba me carcomía por dentro, quería preguntarle pero me parecía un tanto atrevido.

A continuación, Lestat sin reparar en mi caminó y se sentó comodamente en un peldaño de la escalera, luego me miró fijamente por un rato hasta encontrarse con mis ojos y en ese momento volvió a regalarme una de sus hermosas sonrisas.

no sabía como actuar, me atemorizaba y avergonzaba un poco en aquellos instantes en que me miraba como si escrutara mi ser. No quería hacer ningún movimiento que le indicara a Lestat que podía intimidarme con su sola mirada. Por lo cual, con la voz mas serena que puede le dije: -gracias por la bienvenida Lestat – y sonreí al decir su nombre, pues era algo extraño volver a tratar a alguien de tú, sin matarlo. Proseguí: - tienes una casa hermosa, aunque sin lugar a dudas le falta el toque femenino – observé los ardedores de la casa, viendo la decoración un tanto sobria y hasta me atrevería a decir descuidada.

por **Lestat De Lioncourt** Dom Dic 18, 2011 12:57 am

Un sutil gesto en su rostro mientras sostenía con despreocupación mi mirada me indico que no era el único en sentirse nervioso en aquella situación. Sin embargo, aun no lograba comprender aquel ambiente que se creaba entre nosotros. ¿Por qué este inexplicable interés por querer conocer todo sobre ella? Estaba seguro que solo era esclavo de mi incontrolable curiosidad, no podía existir otra razón.

Nuevamente uno de sus comentarios me sorprendió, yo que me jactaba de mantener mi hogar cómodo y bien conservado. Mi casa jamás daba la apariencia de estar abandonada aunque me encontrara en París. Hasta me preocupaba de mantener el agua de la pequeña fuente del patio fresca y limpia, no necesitaba una mujer dando vueltas en la mansión diciéndome como decorarla. Al pensar en eso reí suavemente y repetí sus palabras en mi mente ¿Un toque femenino?

Mientras Cassandra contemplaba todo a su alrededor permaneciendo en el mismo lugar, me levante y lentamente me aproxime a ella. Mis pasos eran ligeros, parecía que apenas rozaba el piso y flotaba hacia aquella vampira. Tuve la corazonada de que advirtió mis movimientos y aun así, no quiso voltearse. Al quedar a pocos metros de ella justamente a su espalda, una brisa proveniente de alguna ventana abierta me obligo a sentir su aroma intenso, dulce y embriagador, tal como lo recordaba.

Cassandra… -susurre y casi involuntariamente avance para reducir la escasa distancia que nos separaba- ¿Por qué ha aceptado, venir hasta aquí? – murmure mientras advertía como ella poco a poco giraba su cuerpo. – ¿Confías en mi…? –la pregunta escapo de mis labios al contemplar sus ojos, y sentirla tan cerca como cuando viajamos desde París-

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