Asesinato Piadoso [Kristof Von Garvel]

Se había asustado mucho, ya que si alguien que trabajase en el hospital la viera deambulando a estas horas en el pasillo del hospital había causado más de una sospecha, más un habiendo entrado a la habitación de uno de los desahuciados, el que le había rogado por la eutanasia. Si la encontraran con la preciada caja que rechinaba con el sonido de los cristales de las botellas rozándose dentro, no tendría como explicar aquello y no quería llegar al extremo de tener que matar a alguien más, después de todo lo que había venido a hacer al hospital era justamente para lo contrario, para saciar su sed con aquella sangre almacenada sin tener que recurrir directamente a su fuente.

Comenzó a sentir cálido y dulce aroma de la sangre, era humana y además fresca pues parecía recién emanada de su fuente. Esto la sacó un poco de su concentración, no podía evitarlo porque ya estaba casi en el límite de días que su especie podía pasar sin alimentarse

- ¿Quién está ahí? – dijo infantilmente, era obvio que veía que era un varón, podía decirlo sin siquiera verlo, con solo sentir su aroma, pero sería extraño que no lo hiciera y no quería que sospecharan de ella.

La oscuridad de la habitación hacia que todo pareciera más aterrador de lo que era, y al ver al joven manchado de sangre terminó por alarmarse, pero no por lo que se esperaría, sino porque no quería causar un espectáculo dejándose llevar por el instinto que le decía que se alimentara de él.

- Esta herido – dijo tratando de sonar preocupada – No soy enfermera, pero déjeme ayudarlo – dijo mientras lentamente se acercaba a él.

Tenía una gran herida en el costado y se notaba que había perdido mucho del líquido vital, seguramente había venido al hospital en busca de ayuda pero había venido a parar al pasillo equivocado, ya que ni doctores ni enfermeras rondaban ahora por el casi olvidado pasillo de los condenados a muerte.

El aroma de la sangre la descontrolaba, seguramente estaba caliente aun… Pero no, no debía pensar en ello, debía contenerse y ayudarlo. Por lo que rasgó una de las sábanas de la cama para utilizarla como una improvisada compresa, mientras caminaba rápidamente hacía el joven para evitar que siguiera desangrándose, sabía que podría curarle la herida cuando dejase de sangrar, aunque tuviese que usar los dones de su sangre para ello. No lo dejaría morir, aunque no sabía muy bien por qué lo hacía pues era solo un mortal más, o eso creía… no sabía que le llegaría a importar tanto.

- Déjeme ponerle esto para detener la hemorragia – dijo mientras le ponía la compresa en el costado herido – Luego veremos como cerrarle la herida, o podemos llamar a un doctor o una enfermera –

No quería pasar mucho tiempo cerca de la sangre, pero ya se había manchado las manos y hacía un gran esfuerzo por olvidarse de aquello, por olvidarse que no se había alimentado en un par de días y que ahora el infame liquido se desperdiciaba en sus manos.

El joven que estaba ahora desangrándose bajo sus manos tenía un aroma especial, no parecía un humano corriente ¿Cómo podría estar tan calmado en un momento como este? Ni Carmmine podía mantener la calma ¿Por qué él sí? ¿Acaso no tenía miedo de morir?

De pronto el joven trató de subirse a una de las camillas que estaban desocupadas en la habitación, pero por si solo no podría, y así fue, terminó en el suelo con la espalda apoyada en la misma camilla que tenía que haberlo sostenido pero de otra forma. Estaba a punto de salir a llamar a una de las enfermeras que debían estar en el ala contigua del hospital, cuando él la detuvo diciéndole que no lo hiciera.

¿Acaso quería morir aquí? ¿Era un fugitivo o algo parecido? Muchas preguntas pasaban por la mente de Carmmine como una vorágine caótica que desordenaba sus ideas y no le permitía actuar racionalmente como solía hacer en situaciones como esta.

Le oyó decir algo sobre un frasco en su bolsillo, así que obedeció y se arrodillo frente a él para sacarlo, pero antes de hacerlo se sonrojó estúpidamente sin saber por qué, el joven era bastante atractivo y tenía un semblante un poco extraño para un humano normal, quizás no lo fuera, pensó… Pero debía olvidarse de aquello y comenzar a actuar o el joven moriría ahora en sus brazos y no podría hacerle las preguntas que se le pasaban por la mente. Dio un respiro profundo y sacó el frasco del bolsillo, contenía un líquido azul, pero no había tiempo para preguntar cuál era su contenido.

Abrió el frasco y un olor extraño pero conocido inundó la habitación donde el viejo moribundo yacía sufriendo todavía, si las cosas seguían así, si el líquido azul que contenía el frasco no conseguía salvar al joven, seguramente el anciano viviría más que él.

- Bien, ¿Qué debo hacer? – Preguntó decidida - ¿Debo untarlo en la herida o debes beberlo? Cuando sobrevivas a esto… tendrás que contarme que es – dijo riendo nerviosamente.

Estaba asustada, pero sentía que al menos al joven no le pasaría nada malo ¿Era un presentimiento? Esperaba que estuviese en lo cierto.

Le estaba dando unas instrucciones que la dejaron algo perplejas ¿Qué era ese extraño líquido azul? Le pidió que dejara que el vaho le rozara la herida y que luego se lo untara con los dedos.

- P… pero eso va a dolerte demasiado – dijo con algo de miedo mientras le desabrochaba la camisa con las manos temblorosas.

Era una herida profunda, y sus ojos se abrieron al ver que no dejaba de sangrar… que sus propias manos estaban llenas de sangre… Sacudió la cabeza para volver a concentrarse en lo que debía hacer, mientras se mordía los labios en señal de nerviosismo.

Asintió cuando le oyó decir que el anciano moriría en poco tiempo ¿Cómo…? Y pasados aquellos segundos, el corazón el anciano dejó de palpitar… había ocurrido tan y como él había previsto.

Se quedó paralizada ante aquello… ¿Cómo pudo haber predicho aquel suceso? Nada de esto, era normal, pero al menos se había evitado un cargo de consciencia menos, pero aún quedaba ayudar a salvar la vida del extraño joven. Mientras lo miraba sorprendida, su semblante comenzó a cambiar, para dar paso a unas mejillas sonrojadas, tenía facciones delicadas pero muy masculinas… no, no debía pensar en eso.

Pensó que sería buena idea que el joven mordiera algo, para así en caso de que el dolor fuese demasiado y gritase, no llamaran la atención del resto de las personas que a esas horas estaban en el hospital.

- Nos meteremos en problemas si gritas y nos atrapan aquí – dijo mirando a los alrededores para encontrar algo que sirviera como mordaza, pero solo se entró con la improvisada compresa llena de sangre, no, no podría usar eso, así que con fuerza rasgó su vestido, sacando un trozo que luego enrolló – Ponte esto en la boca si crees que no podrás resistir el dolor – dijo mientras se lo acercaba – ¿Listo? –

Hundió sus dedos en el extraño líquido que contenía el frasco, olía a ¿Licántropo? O al menos eso parecía, también sentía el perfume que tenían ciertas hierbas, pero no las podía diferenciar pues no sabía mucho de ellas. Ya estaba lista, así que posó la mano que tenía libre sobre sobre su pecho, esperando que de alguna forma le indicara que ya estaba listo.

Con un suspiro juntó valor para seguir sus instrucciones al pie de la letra, masajeándole la herida con aquel extraño liquido azul. Al cabo de unos instantes la herida dejó de sangrar, dejando espacio a una cicatriz no muy agradable a la vista pero que era mejor que morir desangrado.

Finalmente, ya algo exhausta psicológicamente bajó la mirada en señal de cansancio, y cuando se disponía a limpiarse las manos con el vestido, el joven que frente a ella se mostraba aun algo agitado comenzó a limpiarle las manos delicadamente. Carmmine podía sentir la calidez de sus manos en aquel acto tan tierno, y aun habiendo acabado no le había soltado la mano… ¿Acaso se había dado cuenta de lo frías que estaban? ¿O se habría dado cuenta de que no era humana? Ambas preguntas se disiparon al verlo sonrojado, sin duda era muy tierno, aunque algo en su interior seguía alertándola de que no era un simple joven mortal.

Cuando comenzó a preguntarle sobre la razón por la que estaba, Carmmine no sabía cómo responderle a aquello qué podría decirle “Solo vine por comida, ah y por cierto soy una vampiresa” esto le causó tanta gracia que apenas se dio cuenta de que el joven estaba tratando de levantarse, sin pedirle ayuda, quizás era algo orgulloso y eso estaba bien. Ella también solía serlo.

Comenzó a reír mientras pensaba en una respuesta más o menos convincente, pero al parecer el joven malinterpretó aquella risa, así que dejando de reír de golpe, se incorporó para disculparse.

- Lo siento mucho – dijo bajando la cabeza – No me reía de usted, sino de que no sé cómo explicarle el motivo por el que estoy aquí a estas horas, de verdad lo siento –

Estaba muy arrepentida de aquello, debió haber sido más considerada y haber mantenido los labios cerrados. Pero ya era demasiado tarde…

- Solo vine por unas cosas – dijo señalando la caja – Pero cómo ve el señor ya no tan presente me sacó del camino –

Se sentó en una de las camillas desocupadas, era gracioso que jamás se hubiese subido a una, y no eran tan cómodas como parecían así que se bajó de inmediato.

- ¿Hay algo más que pueda hacer por usted? – dijo sin darse cuenta de que antes estuvo hablándole de tú a tú, como si fuesen conocidos, quizás fue por culpa de toda esa confusión.

No quería irse, tenía mucha curiosidad acerca de cómo se había hecho tan profunda herida, aunque claro no quería parecer entrometida pues no era de su incumbencia… La curiosidad mató al gato, pensó. Así que sería mejor volver a ser cautelosa.

Se quitó el anillo que llevaba en el dedo anular de la mano derecha, para limpiarlo mejor, pues sentía el aroma de la sangre impregnado en la joya, en ello pensaba cuando como por reflejo estuvo a punto de llevarse el anillo a los labios, lo que la alteró dejando caer el anillo a los pies de la camilla en que estaba afirmado el joven.

La observo y una expresión triste apareció de repente en su rostro. De algún modo no sabía porque no podía articular palabra y la iba a perder...y no la volvería a hablar ni ver nunca. Comenzó a negar y abrió la boca.

-Necesito que te....quedes....por favor-Dijo poco a poco mientras el dolor se lo permitiese-Aquí...No me encontraran-Dijo de repente cohibido mirando de reojo a la chica de cabellos de fuego. La miro valientemente y miro a la pequeña caja de cartón. Se bajo de la camilla y se agacho a coger la caja para entregársela a la mujer-Creo...que esto es suyo...-dijo alzando en el aire la caja a la altura de la joven y esperó a que lo cogiera. Al ver que no hacía nada, solo lo miraba, dejó la caja en una camilla y se fue encaminando poco a poco hacia la puerta para abrirla para salir, pero en cuanto sacaba la cabeza por la puerta, vio una sombra que provenía de su derecha y entonces cerró la puerta. Se agacho dentro de la habitación, rodeo con un brazo a la mujer y con la otra mano cogió la caja para agacharse y no ser vistos.

La sombra se paro al lado de la puerta pero luego una segunda sombra apareció para irse acompañado de la primera sombra hacia otro lado dejando libre de tensión a Kristof y al parecer a la mujer, la cual abrazaba en ese instante. Se sonrojo como un tomate y poco a poco se separo de la mujer, pero en lugar de escapar, como solía hacer siempre, se acerco y le beso en la mejilla lentamente para luego separarse para ofrecerla de nuevo el paquete que había escondido de aquellas extrañas sombras.

-Bu...bu...bueno...-Normalmente no solía tartamudear tanto ante las personas, pero esta mujer le dejaba mudo o le ponía nervioso de un modo cohibido. La miro fijamente y ya le daba igual todo. Dejo la caja en el suelo y se lanzo a besar los labios de aquella mujer lentamente mientras le acariciaba el rostro con delicadeza. Notó su piel un poco fría pero el ya trabajaba con cosas así, así que le dio igual. Se separo de ella y la vio con los ojos abiertos.

-Siento el beso...-se aleja al otro lado de la habitación y se hace un ovillo e un rincon de la habitacion.

Espera con ansias aquella respuesta, así sabría si lo había ofendido o no, si quería que se fuera o no, lo menos que quería era molestarlo, y aquel orgullo que había demostrado al levantarse solo sin pedir ayuda, le daba pequeñas luces sobre la personalidad del joven.

Le sorprendió que le dijese que la necesitaba, bajo el rostro, sonrojándose, aunque después pensó que era algo obvio que necesitase ayuda para llegar a su casa. Pero al parecer ya había recuperado las fuerzas, las suficientes como para tomar la pesada caja en que llevaba las botellas, se aterró con la posibilidad de que viese lo que contenía, seguramente se espantaría de ella como muchos habían hecho al conocer su pequeño secreto. “Nos encontraran”… a qué se refería… todo aquello quedó más claro cuando luego, cuando con un semblante un poco resignado el joven se volteó para salir de la habitación.

Se devolvió rápidamente y la tomó por la cintura, cuando unas personas se acercaban por el pasillo ¿Lo estarían siguiendo? ¿Serían ellos quienes lo hirieron? No alcanzó a preguntarle nada de aquello pues de pronto el joven le beso la mejilla.

Ahora estaba realmente confundida, pero cuando él dejó la caja en el suelo dio un pequeño salto pues eran unas botellas delicadas, todo eso no sería lo más impactante de la noche, pues sin previo aviso volvió a besarla pero esta vez en los labios. No sabía por qué pero le correspondió aquel beso, y cuando se separaron se pasó casi imperceptiblemente la lengua por los labios, pues el joven tenía un sabor diferente impregnado en los suyos.

Paralizada lo vio irse al rincón contrario de la habitación, quizás era demasiado tímido… eso pensó hasta de que pronto se le vino a la cabeza la idea de que cuando la besó y le acarició la mejilla se había dado cuenta de que su piel era demasiado fría para ser humana, quizás se había asustado de ella.

Una tibia lágrima rompió con la armonía de su rostro, suspiró se acercó a la puerta, olvidando el anillo y la caja que fue motivo de ese encuentro.

- No… no quería causarte problemas, lo siento… lo siento – dijo aquello y salió corriendo por el pasillo.

Salió disparado tras la mujer procurando seguirla de cerca, pero para cuando giró una esquina la perdió de vista. Por un momento se asusto y para cuando escuchó un sonido seco proveniente de su izquierda, salio corriendo en la direccion y encontro a la mujer tirada en el suelo boca abajo y con un buen jirón en el bajo de la falda. Se acerco corriendo hasta la mujer y la ayudo a subir, pero como parecia un poco aturdida la cogió en brazos y volvio a la habitacion de antes cerrando la puerta bien fuerte y la dejo suavemente sobre una de las camillas.

Se separo y se dirigio hacia la puerta para vigilar un poco, pero al ver que no venia nadie, volvio su atencion a la mujer y se acerco para hacerla un examen. Al parecer no tenia ningun rasguño ni ninguna señal de que la hayan pegado por el pasillo. Se alejo un poco y se sento al lado de la camilla de donde estaba tumbada la mujer.

El la miraba atentamente y varias preguntas comenzaron a invadir su mente. Comenzo a acariciar su herida y vio que estaba sanando bastante rápido. La saliva de licántropo servia perfectamente para estos casos, pero sobre el cuerpo de un humano, podria ser algo diferente el proceso de curacion. Suspiro cansado y se tumbo en la otra camilla lentamente mientras clavaba su mirada en el techo.

-Nunca lo vuelvas a hacer.....nunca salgas corriendo en un ala tan deshabitada del hospital-Dijo con sequedad y firmeza. se incorporo sentado y miró al anciano que yacia inherte sobre la camilla. Se acerco poco a poco y le quito todos los aparatos medicos, los cuales estaban un poco rotos. Habria que tener la cara demasiado dura para usar instrumentos de medicina oxidados, rotos, de mal uso, como si el anciano no fuese alguien para los medicos.

La verdad a él tampoco le importaba mucho. Observo al anciano con detenimiento y de repente se le ocurrio una idea.

Nuevamente uno de sus actos la había llevado a cometer una estupidez, al salir corriendo de aquella habitación, en el hospital que jamás había pisado antes. Se perdió. Y entre toda esa confusión de no saber hacia dónde ir, se tropezó a causa de un clavo que no estaba del todo hundido en la madera, él que terminó por rasgarle un poco el vestido.

Se quedó ahí llorando en el piso, arrepentida de haber cruzado el umbral de la habitación, volvió a sentir unos pasos, tenía miedo de que fuesen aquellos sujetos de antes, que quizás eran los que habían herido al joven, de ser así sería peligroso tanto para Carmmine como para él.

Suspiro de alivio cuando vio que era el joven que un rato atrás había ayudado, quien la cogía en brazos para llevarla a la habitación en la que estaban antes, pensó que ya se había recuperado, extrañamente rápido, pero sus ropas seguían manchadas de sangre y ese aroma la desconcentraba.

La dejó sobre una camilla, pero no tenía ninguna herida, solo estaba algo cansada por todo aquello y lo peor era que no podía entender nada. Se sentó a su lado en la camilla, pero luego se fue a recostar sobre la camilla contigua. ¿Por qué había ido tras ella si ahora se apartaba? Se incorporó sobre los codos para mirarlo mejor.

Estaba siendo… ¿Regañada? ¿Se había enfadado o era preocupación? Se acurrucó en la camilla dándole la espalda, si es que llegaba a llorar de nuevo, no quería que la viera.

- Lo siento… - dijo apenada – De verdad no quiero causarte más problemas –

Escuchó el crujir de la camilla a su lado, pero resistió la tentación de voltearse para ver lo que el joven hacía, sintió unos ruidos metálicos y ya no pudo soportarlo más.

- ¿En qué problemas nos metimos? – dijo llevándose una mano a los labios pues comenzó a sentir algo que parecían nauseas - ¿Quiénes eran esos sujetos? –

Quería que le respondiese aquellas preguntas, al menos aquellas preguntas, para pensar en cómo salir del problema. No entendía nada de lo que estaba pasando, ni porque había comenzado a quitarle los aparatos al anciano que había fallecido en la camilla. Todas las conjeturas le daban vueltas en la cabeza, no sabía si tener miedo o si debía reír ante aquello. Finalmente se le ocurrió una forma de ganar un poco de confianza.

- Mi nombre es Carmmine – dijo ya más firmemente mientras se sentaba en la camilla a observarlo.

Estaba pensando en cómo salir de aquí y cuando miro al anciano, se le ocurrió lo siguiente. Podría resultar un poco raro, pero sería necesario. Se acerco hasta la camilla de la joven y apoyo sus manos en sus hombros para comenzar a tranquilizarla. ¿Era normal tantas preguntas en una mujer? Respiro hondo y le dio un beso en la frente para calmarla.

-No te preocupes, se me ha ocurrido una manera de salir de aquí, pasando un poco desapercibidos.-Miro al pasillo y vio que no pasaba nadie-Iba en dirección al hotel cuando de repente me ataco una pareja de vampiros, tuve suerte y solo me lastimaron en el costado. Un poco pero no mucho.-le dio otro beso en la frente y se fue al anciano para quitarle el camisón que llevaba puesto. Se acerco a la joven con el camisón y la miro seriamente-Ponte esto......creo que podemos pasar desapercibidos por un médico y por su paciente.-Dijo con calma, pues no quería asustar a la joven, pero probablemente ya lo estuviera con la situación en la que estábamos metidos.

Le dejó el camisón al lado y se acerco a una bata de médico y se la puso encima de la camisa. Miro a la mujer y de algún modo se acerco para dedicarle una sonrisa. Se dio la vuelta hasta la puerta para vigilar.

-Yo me llamo Kristof...Kristof...Von Garvel-Dijo un poco tímido. Abrió la puerta y salió en busca de una silla de ruedas para disimular el engaño. Dio una vuelta por la desierta zona y encontró una silla de ruedas casi nueva, pero válida para este caso. Cogió la silla y volvió a la habitación en donde se encontraba Carmmine. Suspiro aliviado cuando entro e inspecciono que no había entrado nadie. Aún estaban solos y la fiesta estaba a punto de comenzar.

-Aquí...es donde te sentaras...y...bueno, si estás de acuerdo con el plan, obviamente-dijo para aclarar un poco la idea de salir de aquí, aunque ella lo miraba un poco pensativa. Él la miraba atentamente a sus facciones dulces y fragiles como las de una muñeca de porcelana. Agarro el respaldo de la silla y aguanto por no tirarse encima de ella pues deseaba, o al menos sentia unas ganas de arrancarle el vestido y darla todo su amor. De algún modo Kristof, comenzaba a sentir algo por Carmmine...¿Flechazo? ¿Amor a primera vista? No lo sabia, pero lo que tenia claro era que queria salvarla y salir de este lugar sin ser vistos por ningun lado.

Miró con mucha curiosidad sus movimientos, no podía saber en lo que estaba pensando, pero al menos no tendría que pensar en un plan, pues el joven parecía tenerlo todo claro. Le contó como había ocurrido aquello, como lo habían herido… un par de seres como ella, y no pudo evitar cerrar los puños, hiriéndose ella misma con sus uñas, si le decía lo que era seguramente la odiaría o algo peor…

- No todos som… no todos son así – dijo apretando aún más los puños y mordiéndose la lengua como castigo por el descuido.

Le dirigió una leve mirada de asco al camisón que minutos atrás había pertenecido al anciano, sabía que él ya no lo necesaria, pero si el joven quería que se lo pusiera, tendría que hacerlo.

- Espero que no piense que voy a desvestirme, señor Von Garvel – dijo algo apenada mientras lo veía ponerse una típica bata de médico – Está bien –

Comenzó a ponerse la bata sobre el vestido, no se arriesgaría a que la bata mostrara más piel de lo aceptable, aunque extrañamente confiaba en él, cosa que era muy difícil de conseguir tan rápidamente. Lo vio salir y volver rápidamente con una silla de ruedas, lo miró aún más extrañada pero no debido al objeto que traía con él, sino a la forma en que la miraba.

Se sentó en la silla que traía aceptando tácitamente su plan para escapar, suspirando, pensando en que debía contarle el resto, así quizás no la odiaría tanto cuando se enterara… quizás no la atacaría, quien sabe, no sabía mucho de él.

- Antes de que siga con esto – dijo bajando la mirada – Debe saber que soy como los que le atacaron –

Había terminado por sentirse culpable por algo que ella no había hecho, esperaba que Kristof no la culpara, de hecho no pensó que lo hiciera, pero siempre cabía esa posibilidad. No sabía por qué tenía tanto miedo de que la odiara, apenas se habían conocido, si a eso se le podía llamar conocer a alguien, pero a pesar de que quizás no se volviesen a ver luego de salir de esto, su mente no podría soportar que él la odiara… no él.

Nuevamente tenía a Kristof cerca de ella, y esa caricia en su mejilla se le antojó como una brisa que se llevaba todas esas ideas de que la rechazaría por ser la misma especie de aquellos que lo habían atacado. Escuchaba atentamente sus palabras hasta que sintió su frente sobre la suya, tan cerca, tanto que en un roce más podría besarlo…

Todo le sabía tan serio que la confundía ¿Juntos? ¿Qué era todo esto? ¿Una proposición? Se quedó paralizada nuevamente, no sabía qué hacer ni que decir, estaba en una especie de shock y probablemente se notaría en su expresión. “No le tengo miedo”, las únicas cuatro palabras que consiguió entender a cabalidad, las cuatro palabras que necesitaba escuchar de él y que la sacaron de su estupor. Cerró los ojos y sonrió, no podía hacer más, estaba abrumada por todo hasta el punto del cansancio… después de todo no se había alimentado así que intensificaba toda sensación.

Tenía la mente casi en blanco, y era mejor así, hasta que vio el destello azul de su anillo que en ese entonces yacía tirado a los pies de una de las camillas. Un azul idéntico al de sus ojos, por eso lo había comprado aquella noche en Londres, su subconsciente no quería perderlo, así que inconscientemente se levantó de la silla para inclinarse a recogerlo, y ahí se quedó mirando el anillo que brillaba más que sus vacíos ojos.

Se levantó suavemente y se volteó cerrando los ojos, caminando por instinto, siguiendo el calor del cuerpo del joven tal como lo haría una serpiente. Alzó su mano izquierda hasta el lugar de la herida y comenzó a abrir los ojos lentamente, buscando despertar y esperando que Kristof no fuese en realidad un sueño.

- Gracias – dijo sin pensar mientras le daba un beso en la mejilla, aunque realmente no sabía que era lo que le estaba agradeciendo, tal vez el hecho de que no la rechazara, no lo sabía y no importaba tanto.

Tomó aquella mano que antes había acariciado su mejilla y colocó en ella su anillo, para luego usar su mano para cerrarla firmemente. Le estaba haciendo un pequeño regalo para que no se olvidara de ella si es que no volvían a verse, ya que podría terminar huyendo de París de la misma forma intempestiva en que huyó de Londres.

- Es mi favorito – dijo soltándole por fin la mano – Cuídalo –

No necesitaba decir más, esbozó una pequeña sonrisa y esperó pacientemente a que Kristof reaccionara ante aquello.