AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Textil tintado [Melinda Chavànnell & Anatol K. Trubetzkoy]
2 participantes
Página 1 de 1.
Textil tintado [Melinda Chavànnell & Anatol K. Trubetzkoy]
- ¡Trubetzkoy! – el sordo sonido del golpe siguió al grito cargado de inquietud que formaba el nombre del chico; el ruso miró tras de él, directo al gran fajo de tejidos que había caído a escaso medio metro, el cual le llegaba hasta casi la cadera. El muchacho aún tardó dos segundos en volver sus pupilas hacia arriba, donde una figura se inclinaba desde la zona de almacenaje hacia él.
- ¡Ten más cuidado, Durand! ¡Un día vas a acabar matando a alguien! – le recriminó él antes de sonreír levemente y sacudir la cabeza en una negación para proseguir con sus quehaceres.
El día en la fábrica de textiles transcurría con normalidad: mucho trabajo, muchas personas y un cálido clima que muchos agradecían en comparación con el frío que afuera expelía la nieve de la última tormenta. Tejedoras, tintoreros y varones transportando instrumentos, sacos y cargamentos de un lado para otro, como él, se entremezclaban en aquella amalgama de sonidos y fuertes olores que llenaban la gran estructura de ladrillo y madera en la que se encontraban. La jornada era larga y sin apenas un descanso, pero Anatol casi agradecía que así fuera; así podía mantener su mente ocupada, alejada de los problemas que le esperaban en otro barrio de la ciudad, en el lugar al que se había mudado meses atrás y que se había convertido en su hogar. Allí, a una habitación de distancia, dormía un muchacho, compatriota suyo que se había metido en muchos sentidos en su vida y del que no se podía separar, quisiera o no, al menos si tenía la intención de recuperar el favor del zar, junto a todo lo que consideraba suyo por derecho, como de hecho era. Sin embargo no era sólo aquel interés el que le unía a él y, en esos precisos momentos, le pesaba, por mucho que no considerara cualquier reivindicación sobre él como legítima. Anatol movió nuevamente la cabeza a ambos lados, esta vez más violentamente, para ahuyentar aquellos pensamientos. ”Ahora no”, se dijo interiormente.
El príncipe ruso, en título, que no en apariencia u ocupación, bordeó varias máquinas donde una decena de mujeres se afanaban en dar forma a los tejidos que, más tarde, él mismo tendría que llevar a los almacenes. Sin embargo, en ese preciso instante, su destino era la zona de carga donde preparaba un encargo junto con otro par de muchachos, uno de ellos Durand, un provinciano de piel tostada al sol, el cual tendrían que transportar hasta su destino una vez formado.
- Venga; ya sólo quedan cuatro paquetes – informó el capataz con voz grave mientras Anatol dejaba el pesado cargamento en la pila que estaban formando. El chico asintió con la cabeza, soltó un suspiro y, dándose la vuelta, se dirigió a completar el trabajo
- ¡Ten más cuidado, Durand! ¡Un día vas a acabar matando a alguien! – le recriminó él antes de sonreír levemente y sacudir la cabeza en una negación para proseguir con sus quehaceres.
El día en la fábrica de textiles transcurría con normalidad: mucho trabajo, muchas personas y un cálido clima que muchos agradecían en comparación con el frío que afuera expelía la nieve de la última tormenta. Tejedoras, tintoreros y varones transportando instrumentos, sacos y cargamentos de un lado para otro, como él, se entremezclaban en aquella amalgama de sonidos y fuertes olores que llenaban la gran estructura de ladrillo y madera en la que se encontraban. La jornada era larga y sin apenas un descanso, pero Anatol casi agradecía que así fuera; así podía mantener su mente ocupada, alejada de los problemas que le esperaban en otro barrio de la ciudad, en el lugar al que se había mudado meses atrás y que se había convertido en su hogar. Allí, a una habitación de distancia, dormía un muchacho, compatriota suyo que se había metido en muchos sentidos en su vida y del que no se podía separar, quisiera o no, al menos si tenía la intención de recuperar el favor del zar, junto a todo lo que consideraba suyo por derecho, como de hecho era. Sin embargo no era sólo aquel interés el que le unía a él y, en esos precisos momentos, le pesaba, por mucho que no considerara cualquier reivindicación sobre él como legítima. Anatol movió nuevamente la cabeza a ambos lados, esta vez más violentamente, para ahuyentar aquellos pensamientos. ”Ahora no”, se dijo interiormente.
El príncipe ruso, en título, que no en apariencia u ocupación, bordeó varias máquinas donde una decena de mujeres se afanaban en dar forma a los tejidos que, más tarde, él mismo tendría que llevar a los almacenes. Sin embargo, en ese preciso instante, su destino era la zona de carga donde preparaba un encargo junto con otro par de muchachos, uno de ellos Durand, un provinciano de piel tostada al sol, el cual tendrían que transportar hasta su destino una vez formado.
- Venga; ya sólo quedan cuatro paquetes – informó el capataz con voz grave mientras Anatol dejaba el pesado cargamento en la pila que estaban formando. El chico asintió con la cabeza, soltó un suspiro y, dándose la vuelta, se dirigió a completar el trabajo
Anatol K. Trubetzkoy- Humano Clase Baja
- Mensajes : 779
Fecha de inscripción : 13/08/2010
Localización : Lejos de la Santa Madre Rusia
Re: Textil tintado [Melinda Chavànnell & Anatol K. Trubetzkoy]
"Un Chavànnell siempre debe estar al tanto de sus negocios Melinda" O eso al menos era lo que decía mi padre en cada ocasión en la que yo le reñía por llegar demasiado tarde a casa por las noches, o marchar demasiado pronto por las mañanas. Y aquella era siempre su excusa, el trabajo. Trabajo... aquello que las personas de clase humilde odiaban, pues significaba trabajar de sol a sol en las fábricas en condiciones extremas, sometidos a los gritos de los capataces que se quejaban de su lentitud en el trabajo mientras ellos estaban sentados en una silla. Mi padre, siempre había odiado ese tipo de fábricas en las que los trabajadores eran maltratados, y desde que había decidido lanzar su propia empresa textil, había castigado el poder abusivo de alguno de los capataces.
Suspiré al verme rodeada de tantos planos y proyectos, que se habían convertido en la decoración habitual del despacho de mi padre. Hojee algunos de los papeles que por allí había ordenándolos un poco, una pequeña manía que tenía desde niña. entre los papeles, encontré un dossier que ponía: entregar el jueves 16 para la reunión de presupuestos anuales. Me quedé pensativa por un momento... - ¿A qué día estamos hoy? Veamos, el anterior viernes fue 10 por lo tanto hoy es... Martes 28! ¡Oh madre mía, papá se ha dejado estos documentos en casa! -
Subí corriendo a mi habitación remángandome el bajo del vestido y subiendo hasta mi cuarto. Me deshice de aquel sencillo vestido que cubría mi cuerpo y cogí de mi armario un lujoso y a la vez delicado vestido blanco con algún que otro encaje alrededor del escote en forma de palabra de honor. Recogí con rapidez mis dorados rizos con algún que otro pasador que tenía sobre mi tocador y me eché un poco de perfume en el cuello. Cogí los papeles de mi padre con una mano, mientras que, con la otra cogía un pequeño tocado blanco y mi parasol.
Bajé de nuevo con rapidez hasta la planta inferior y toqué la campanita para que acudiera el cochero de la familia - Barton, necesito que me lleves todo lo aprisa que puedas a la fábrica textil de mi padre, he de llevarle unos documentos - dije mientras enfundaba los guantes de encaje entre mis dedos - Pero... mademoiselle, ese no es lugar para una señorita de su clase y su categoría... - me recriminó el cochero tratando de convencerme para que no fuera a la fábrica Barton, creo que discernir que es conveniente o no para mi, me concierne a mi, así que llévame a la fábrica -
El cochero asintió con cierta resignación y me condujo a las caballerizas, ayudándome a subir al coche de caballos. Tras una larga y agotadora travesía al fin llegamos a nuestro destino. Bajé del coche y caminé hasta la fábrica notando como mi presencia atraía la mirada de todos los trabajadores que por allí había, ya fuera por el lujo de mis ropas, o bien por mi belleza
- Ey Trubetzkoy, mira a esa - escuché a lo lejos. Me detuve un instante tan sólo, ese apellido... me era tan familiar...
Suspiré al verme rodeada de tantos planos y proyectos, que se habían convertido en la decoración habitual del despacho de mi padre. Hojee algunos de los papeles que por allí había ordenándolos un poco, una pequeña manía que tenía desde niña. entre los papeles, encontré un dossier que ponía: entregar el jueves 16 para la reunión de presupuestos anuales. Me quedé pensativa por un momento... - ¿A qué día estamos hoy? Veamos, el anterior viernes fue 10 por lo tanto hoy es... Martes 28! ¡Oh madre mía, papá se ha dejado estos documentos en casa! -
Subí corriendo a mi habitación remángandome el bajo del vestido y subiendo hasta mi cuarto. Me deshice de aquel sencillo vestido que cubría mi cuerpo y cogí de mi armario un lujoso y a la vez delicado vestido blanco con algún que otro encaje alrededor del escote en forma de palabra de honor. Recogí con rapidez mis dorados rizos con algún que otro pasador que tenía sobre mi tocador y me eché un poco de perfume en el cuello. Cogí los papeles de mi padre con una mano, mientras que, con la otra cogía un pequeño tocado blanco y mi parasol.
Bajé de nuevo con rapidez hasta la planta inferior y toqué la campanita para que acudiera el cochero de la familia - Barton, necesito que me lleves todo lo aprisa que puedas a la fábrica textil de mi padre, he de llevarle unos documentos - dije mientras enfundaba los guantes de encaje entre mis dedos - Pero... mademoiselle, ese no es lugar para una señorita de su clase y su categoría... - me recriminó el cochero tratando de convencerme para que no fuera a la fábrica Barton, creo que discernir que es conveniente o no para mi, me concierne a mi, así que llévame a la fábrica -
El cochero asintió con cierta resignación y me condujo a las caballerizas, ayudándome a subir al coche de caballos. Tras una larga y agotadora travesía al fin llegamos a nuestro destino. Bajé del coche y caminé hasta la fábrica notando como mi presencia atraía la mirada de todos los trabajadores que por allí había, ya fuera por el lujo de mis ropas, o bien por mi belleza
- Ey Trubetzkoy, mira a esa - escuché a lo lejos. Me detuve un instante tan sólo, ese apellido... me era tan familiar...
Melinda Chavànnell- Humano Clase Alta
- Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 06/05/2011
Localización : Perdida en tu mirada
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Textil tintado [Melinda Chavànnell & Anatol K. Trubetzkoy]
- Chjort poberi! – el entrecejo del ruso se frunció tanto como rudeza pudieran haber denotado aquellas dos palabras. El dedo pulgar derecho del muchacho se comenzaba a teñir del vivo rojo de la sangre que también impregnaba una astilla de tamaño considerable, la cual parecía ser la causante de aquel desperfecto en la pálida piel del muchacho. No importaba realmente; el chico se llevó la herida a la boca y succionó la sangre para, a continuación, retomar el trabajo omitiendo el punzante dolor.
Lo cierto era que nadie, años atrás, hubiera pensado que el correcto muchacho, siempre medido, llegaría a dejarse llevar por cualquier situación de aquella manera, como no era, ni por asomo, correspondiente a alguien de alta alcurnia. La larga estancia en París, en los bajos fondos, era obvio que le había transformado en cierta medida y tanto sus maneras como su vocabulario habían variado un ápice hacia lo vulgar. Sin embargo, a pesar de aquello, el muchacho seguía considerándose respetuoso y capaz de permanecer en distinguida compañía sin llegar a destacar demasiado, una vez hubiese conseguido una vestimenta apropiada y un peluquero que sobresaliese de la mediocridad, como de hecho, con casi total seguridad, era verdad.
La caja de madera, apenas teñida de carmesí, llegó no mucho después a su destino y el muchacho dio media vuelta sobre la tierra seca del suelo para dirigirse a coger el último fardo que quedaba de llevar, el cual se encontraba a media sala de distancia, lo que significaba un buen trecho andando y esquivando máquinas y gente moviéndose. El muchacho siguió andando por un camino que, salvando los obstáculos, hubiera podido realizar con los ojos cerrados, en medio del cual mostró una sencilla y esbozada sonrisa a Amélie, una costurera que vivía no muy lejos de él, y donde fue increpado por Gaston, otro de los muchachos con los que compartía su día a día en la fábrica.
- ¡Ey, Trubeztzkoy! – le saludó con una sonrisa, en un tono quizás algo elevado, teniendo en cuenta la cercanía en la que ya se encontraban - ¿Cuándo vas a convencer a tu hermana para que tenga una cita conmigo?
- Gaston, mi hermana se marchó hace más de un mes a Rusia para casarse – le contestó él, algo extrañado de que no se hubiese enterado de las no tan recientes nuevas. El muchacho siempre había intentado verse a solas con Natasha, creyendo que sus dotes de galanteo podrían encandilarla, sin ser consciente de que la princesa rusa jamás aceptaría un encuentro privado con alguien inferior al rango que le correspondía. Por suerte, el destino parecía haber cumplido sus deseos y había terminado volviendo a la Gran Patria para casarse con el heredero del principado de Tver, Fedor, amigo de ambos en su infancia
- ¿En serio? Una pena… - el rostro del muchacho se tornó en una mueca de disgusto, pero pronto pareció iluminarse al vislumbrar algo detrás de Anatol - ¡Ey, Trubetzkoy! ¡Mira a esa!
El muchacho entonces giró la cabeza, y el cuerpo, en la dirección que la mano del francés señalaba. No muy a lo lejos, entre la multitud de colores agrisados y terrosos, destacaba un blanco que amenazaba innegablemente con mancharse, que contrastaba tenuemente con el rubio de unos cabellos. La portadora de aquel lujoso vestido era, por descontado, alguien de clase pudiente, pero aquello no fue lo que más sorprendió al muchacho. Aquellos rasgos le resultaban mínimamente familiares, un vago recuerdo de una vida que había dejado en reposo tanto tiempo como se prolongara su estancia en París, o al menos ese era su deseo. Los rasgos del muchacho se ensombrecieron tenuemente al ver cómo su pasado parecía verse removido, sospecha que quedo casi confirmada al encontrarse con los ojos castaños de la muchacha. Él no iba a acercarse, no estaba dentro de sus posibilidades, pero tampoco podría rehuirla si él la llamaba.
- Es la señorita Chavànell – susurró una voz de mujer a un desconocido tras de él. Anatol comprendió enseguida que era la hija del propietario del lugar, alguien a quien él no había llegado a conocer nunca; pero eso seguía sin resolver la incógnita de no tener total seguridad del porqué le resultaba familiar, algo que no estaba del todo seguro querer conocer.
Lo cierto era que nadie, años atrás, hubiera pensado que el correcto muchacho, siempre medido, llegaría a dejarse llevar por cualquier situación de aquella manera, como no era, ni por asomo, correspondiente a alguien de alta alcurnia. La larga estancia en París, en los bajos fondos, era obvio que le había transformado en cierta medida y tanto sus maneras como su vocabulario habían variado un ápice hacia lo vulgar. Sin embargo, a pesar de aquello, el muchacho seguía considerándose respetuoso y capaz de permanecer en distinguida compañía sin llegar a destacar demasiado, una vez hubiese conseguido una vestimenta apropiada y un peluquero que sobresaliese de la mediocridad, como de hecho, con casi total seguridad, era verdad.
La caja de madera, apenas teñida de carmesí, llegó no mucho después a su destino y el muchacho dio media vuelta sobre la tierra seca del suelo para dirigirse a coger el último fardo que quedaba de llevar, el cual se encontraba a media sala de distancia, lo que significaba un buen trecho andando y esquivando máquinas y gente moviéndose. El muchacho siguió andando por un camino que, salvando los obstáculos, hubiera podido realizar con los ojos cerrados, en medio del cual mostró una sencilla y esbozada sonrisa a Amélie, una costurera que vivía no muy lejos de él, y donde fue increpado por Gaston, otro de los muchachos con los que compartía su día a día en la fábrica.
- ¡Ey, Trubeztzkoy! – le saludó con una sonrisa, en un tono quizás algo elevado, teniendo en cuenta la cercanía en la que ya se encontraban - ¿Cuándo vas a convencer a tu hermana para que tenga una cita conmigo?
- Gaston, mi hermana se marchó hace más de un mes a Rusia para casarse – le contestó él, algo extrañado de que no se hubiese enterado de las no tan recientes nuevas. El muchacho siempre había intentado verse a solas con Natasha, creyendo que sus dotes de galanteo podrían encandilarla, sin ser consciente de que la princesa rusa jamás aceptaría un encuentro privado con alguien inferior al rango que le correspondía. Por suerte, el destino parecía haber cumplido sus deseos y había terminado volviendo a la Gran Patria para casarse con el heredero del principado de Tver, Fedor, amigo de ambos en su infancia
- ¿En serio? Una pena… - el rostro del muchacho se tornó en una mueca de disgusto, pero pronto pareció iluminarse al vislumbrar algo detrás de Anatol - ¡Ey, Trubetzkoy! ¡Mira a esa!
El muchacho entonces giró la cabeza, y el cuerpo, en la dirección que la mano del francés señalaba. No muy a lo lejos, entre la multitud de colores agrisados y terrosos, destacaba un blanco que amenazaba innegablemente con mancharse, que contrastaba tenuemente con el rubio de unos cabellos. La portadora de aquel lujoso vestido era, por descontado, alguien de clase pudiente, pero aquello no fue lo que más sorprendió al muchacho. Aquellos rasgos le resultaban mínimamente familiares, un vago recuerdo de una vida que había dejado en reposo tanto tiempo como se prolongara su estancia en París, o al menos ese era su deseo. Los rasgos del muchacho se ensombrecieron tenuemente al ver cómo su pasado parecía verse removido, sospecha que quedo casi confirmada al encontrarse con los ojos castaños de la muchacha. Él no iba a acercarse, no estaba dentro de sus posibilidades, pero tampoco podría rehuirla si él la llamaba.
- Es la señorita Chavànell – susurró una voz de mujer a un desconocido tras de él. Anatol comprendió enseguida que era la hija del propietario del lugar, alguien a quien él no había llegado a conocer nunca; pero eso seguía sin resolver la incógnita de no tener total seguridad del porqué le resultaba familiar, algo que no estaba del todo seguro querer conocer.
Anatol K. Trubetzkoy- Humano Clase Baja
- Mensajes : 779
Fecha de inscripción : 13/08/2010
Localización : Lejos de la Santa Madre Rusia
Re: Textil tintado [Melinda Chavànnell & Anatol K. Trubetzkoy]
Aquel apellido... aquel apellido estaba enterrado en lo más hondo de mis recuerdos... Cerré los ojos tratando de recordar de dónde recordaba yo a alguien con ese apellido y un enorme frío recorrió mi cuerpo hciéndome ver de dónde venía ese recuerdo, de la helada Rusia. Hacía ya tantos años de aquello... que apenas conservaba un vago recuerdo de un palacio decorado lujosamente y un niño tímido tras el chaqué de su padre... Un niño tímido dulce que con el tiempo se había convertido en mi compañero de juegos durante mi estancia en Rusia...
Aque niño de tez blanquecina y un torpe francés... su nombre era anatol y su apellido era... Trubetzkoy ¿Qué demonios hacía alguien de la familia imperial rusa en aquellos lugares? Giré mi cuerpo lentamente tratando de no manchar mi blanco vestido con el polvoriento suelo de la fábrica y miré a los ojos a aquel muchacho. Los papeles que llevaba entre mis manos se cayeron al suelo fruto de la sorpresa que inundó mi rostro. Era él, Anatol, aquel joven muchacho hijo de uno de los nobles y notables de la gran Rusia Imperial... ¿pero qué demonios hacía con aquellas ropas de jornalero?
Caminé hacia él olvidando por completo aquellos importantes papeles. Cuando estuve a escasos centimetros de su rostro, saqué mi pañuelo bordado con mis iniciales y le limpié el rostro dejando que la mugre y la suciedad desaparecieran para dejar lugar a aquel bello y angelical rostro que le caracterizaba - Vy sami... Anatol - dije en su lengua madre... aquella que él me había enseñado años atrás vagamente - Melinda ya pomnishʹ menya? -
Desabroché el primer botón de mi vestido y saqué de entre mis senos un pequeño relicario que años atrás había comprado en Rusia, lo abrí y saqué una pequeña flor que cultivaban únicamente en los jardines de palacio - Me la regalaste tú... aquella mañana en la que mi carruaje partía rumbo a Francia... menya?
Noté como los cuchicheos y las miradas se acrecentaban cada vez más, cogí la mano de anatol y caminé con él hasta las oficicinas, lejos de los cotilleos del pueblo y los trabajadores. Mis ojos le miraron con nostalgia, buscando que los suyos me reconocieran o me recordaran...
Aque niño de tez blanquecina y un torpe francés... su nombre era anatol y su apellido era... Trubetzkoy ¿Qué demonios hacía alguien de la familia imperial rusa en aquellos lugares? Giré mi cuerpo lentamente tratando de no manchar mi blanco vestido con el polvoriento suelo de la fábrica y miré a los ojos a aquel muchacho. Los papeles que llevaba entre mis manos se cayeron al suelo fruto de la sorpresa que inundó mi rostro. Era él, Anatol, aquel joven muchacho hijo de uno de los nobles y notables de la gran Rusia Imperial... ¿pero qué demonios hacía con aquellas ropas de jornalero?
Caminé hacia él olvidando por completo aquellos importantes papeles. Cuando estuve a escasos centimetros de su rostro, saqué mi pañuelo bordado con mis iniciales y le limpié el rostro dejando que la mugre y la suciedad desaparecieran para dejar lugar a aquel bello y angelical rostro que le caracterizaba - Vy sami... Anatol - dije en su lengua madre... aquella que él me había enseñado años atrás vagamente - Melinda ya pomnishʹ menya? -
Desabroché el primer botón de mi vestido y saqué de entre mis senos un pequeño relicario que años atrás había comprado en Rusia, lo abrí y saqué una pequeña flor que cultivaban únicamente en los jardines de palacio - Me la regalaste tú... aquella mañana en la que mi carruaje partía rumbo a Francia... menya?
Noté como los cuchicheos y las miradas se acrecentaban cada vez más, cogí la mano de anatol y caminé con él hasta las oficicinas, lejos de los cotilleos del pueblo y los trabajadores. Mis ojos le miraron con nostalgia, buscando que los suyos me reconocieran o me recordaran...
Melinda Chavànnell- Humano Clase Alta
- Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 06/05/2011
Localización : Perdida en tu mirada
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Solo una lectura (Melinda Chavànnell)
» Fiesta de mascaras [Melinda Chavànnell]
» Un visto bueno antes de empezar. { Melinda Chavànnell }
» Relaciones del Príncipe Anatol K. Trubetzkoy
» Anatol K. Trubetzkoy
» Fiesta de mascaras [Melinda Chavànnell]
» Un visto bueno antes de empezar. { Melinda Chavànnell }
» Relaciones del Príncipe Anatol K. Trubetzkoy
» Anatol K. Trubetzkoy
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour