Un visto bueno antes de empezar. { Melinda Chavànnell }

Aquel era el día, aquella era la mañana. El sol despuntaba sus primeros rayos iluminando el horizonte de aquel cálido París que me había visto nacer, crecer y enamorarme perdidamente. Los rayos de luz invadieron mi habitación haciéndome despertar con una dulce y angelical sonrisa entre mis labios. Bostecé levemente y me levanté de mi lecho saliendo a mi balcón mientras rodeaba mi cuerpo con mis brazos para evitar congelarme con la fría ventisca mañanera de la campiña parisina. " Hoy será un gran día" pensé, pues hoy era el día en el que el rumbo de mi vida cambiaría completamente solo con la pronunciación de un monosílabo u otro.

Nunca dos letras habían sido tan importantes en mi vida, mi destino cambiaría radicalmente si mi padre pronunciaba un leve "si" pero mucho más cambiaría si de entre sus labios se escapaba un rotundo y enfadado "no". Si como yo esperaba pronunciaba el sí, en tan solo unas semanas me convertiría en Mademoiselle Paganini, pasaría el resto de mis días con el hombre que había conseguido cambiar el modo en el que soñaba, en el que vivía en el que pensaba... pues ahora lo hacía enamorada como nunca antes lo había estado. Por el contrario si mi padre decidía oponerse a la petición de mano de Duncan... nuestros destinos deberían separarse irremediablemente, pues ante todo debía respetar la decisión de mi padre como en aquella ocasión en la que él me prometió con Gastón kaufmann... qué lejos quedaban ya esos días de mi memoria.

Suspiré levemente y caminé de nuevo a mi habitación, cerrando los grandes ventanales y corriendo las cortinas. Agité levemente la campanilla que descansaba sobre el tocador y a los pocos minutos apareció mi doncella. - Lilliè, preparame el baño, he de estar en dos horas en la plaza central y debo estar más radiante que nunca - mi doncella rió timidamente ante aquel comentario y asintió - Descuide mademoiselle ahora mismo le preparo la bañera y preparo el mejor de sus vestidos ¿El blanco con detalles florales le parece bien? - Asentí ligeramente, sí sin duda aquel sería el vestido perfecto.

Descansé durante unos cuantos minutos más sobre mi mullido colchón hasta que Lilliè volvió a aparecer indicándome que el baño ya estaba listo. Una vez bañada, me ayudó a vestirme anudando las tiras de mi corset para hacer parecer mi busto más esbelto y voluptuoso y a su vez dar a mi cintura un aspecto si cabía más apetecible. Sonreí ante aquel asombrante resultado y comencé a deslizar el blanco vestido de palabra de honor por mi cuerpo. Despedí a Lilliè y comencé a acicalarme recogiendo mis rubios cabellos en un moño un tanto simple y flojo que aportaba naturalidad a mi rostro. Dejé caer algunos cabellos rizándolos y tomé algunas de las pequeñas flores blancas que había en mi tocador, las distribuí por mi pelo y sonreí de nuevo. Perfecto.

Pinté mis labios de un color sonrosado y pulvericé sobre mi cuello aquel delicioso aroma a cereza que fabricaban en la provenza. Abrí un joyero y cogí de él unos pendientes de diamantes a juego con una gargantilla no muy suntuosa. Sonreí y me miré al espejo por última vez. Cogí mis guantes y mi parasol y me dirigí con cierta prisa a nuestro punto de encuentro.

El sitio estaba bullicioso y lleno de gente, y el sol del mediodía abrasaba las calles, por lo que me decidí a esperar a Duncan en una fuente, junto al sonido de una deliciosa cascada artificial. A los quince minutos le vi, sonriendo más que nunca y con un ramo de flores entre las manos. Le dediqué la mejor de mis sonrisas y acaricié con dulzura su rostro. - He amanecido temprano... estoy nerviosa acerca de la decisión de mi padre... quiero que te acepte Duncan... que vea por qué me enamoré de ti y... descuida lo del lago no fue más que... una forma distinta de conocernos - sonrei y retuve sus manos entre las mías esperando que de una vez por todas el destino me fuera favorable.

Miré las flores y las cogí entre mis dedos con delicadeza aspirando el dulce aroma que emanaban. Jazmines y rosas mis favoritas juntos con las orquídeas moradas y las calas. - Son simplemente perfectas Duncan -