Entre pasillos. [Asher]

Llevaba a penas escasos dias tomando las riendas del hospital de la ciudad. Tan solo me había bastado con un dia el acostumbrarme a aquel olor que desprendían las paredes, pero lo cierto era que aun no me había acostumbrado a aquellas tareas que tenía encomendadas.

En la noche, había estado al cuidado de una mujer, de unos veintipocos años, la pobre sufría una fiebre mortal, la traté yo misma, llevaba días sin bajársele la temperatura, tan solo quedaba esperar lo peor.

Tomé su mano, en la sala donde estaba encamada, era un día caluroso a lo que simplemente dejé la ventana abierta para que corriese el aire. Las cortinas de seda blanca, ondeaban con la brisa matutina. En silencio, esperaba la hora de su muerte, muy a mi pesar, cuando la voz de una niña pequeña resonaba por todas las paredes del recinto.

- Mamá¿?! Mami!¿?

Gritaba la niña. Para que no perturbase el descanso de los demás pacientes salí por la puerta y mi gestose vió cansado, aletargado, mas bien dolorido. La niña, con unos grandes ojos verdes eran la viva imágen de su madre, mi paciente que esperaba exhalar su último aliento de vida. Nerea, así la había mencionado su madre antes de caer en aquella enfermedad, tan solo cuando había acudido a mi con unas leves dolencias.
Tomé a la niña en brazos.

- Vamos a ver a tu mamá vale? Pero... está muy cansada, tan solo déjala dormir vale?

La niña asintió, con una dulzura que me partía el alma en mil pedazos. Aquello era lo único que me hacía pensarme lo mucho que amaba esta profesión.
Me encaminé hacia la cama, con la niña de la mano, me senté en el sillón y la subí sobre mis piernas, para que alcanzase mejor a ver a su mamá.

Aquella estampa me hacía sentirme totalmente melancólica, qué sería de aquella niña tras la muerte de su madre?... aquello era la cruda realidad del día a día. Decenas de huerfanos se quedaban sin una familia que les acogiese, al menos podría llevarla al orfanato.
La niña observaba a su mamá con su cabecita en mi pecho. Podía denotar la preocupación por hablarla, y abrazarla, pero cuando la mano de la mujer se resbaló de entre las de la niña supe que todo había acabado.

Nerea, me miraba con infinita ternura, sin saber que había ocurrido.

- Tu mamá se acaba de ir preciosa... se fué a un lugar mejor, ya no le duele nada tranquila... dije en un leve susurro, llevándome a la niña de la sala al tiempo que tapé la cabeza de la mujer con aquella sábana blanca. Ordené a uno de los enfermeros que se llevase a la niña para distraera un tiempo, entretanto, tenía que serenarme, jamás había visto morir a nadie entre mis manos, y menos de aquella forma.

Salí a los pasillos y dejando mi espalda pegada en la pared, me deslicé hasta el suelo, cansada, dolorida, por haber presenciado aquello.

No pude evitar sonreir ante la aparente fortaleza de aquella joven. Me levanté haciendo otra mueca justo en el momento en el que ella lo hizo y ofreció atender mis heridas. Le seguí hasta una sala donde habían varias camillas y me senté en una de ellas cuando la chica me lo indicó

-El placer es mio Mademoiselle Christinne-dije en tono cordial antes de hacer lo que me pedía, me saqué el saco, el chaleco y por último me pasé por sobre la cabeza la camisa que llevaba, todo esto nada fácil debido al maldito dolor e inutilidad momentánea de mi hombro. Le escuché preguntar mi nombre pero antes de que pudiera responder la mujer con agilidad me encajó el hueso de nuevo en su lugar. No hice ningún ruido, lo más que pasó fue el tic en mi ojo cuando algo me duele sobremanera, por suerte estaba acostumbrado a cosas peores y más dolorosas pero eso no significara que la quemazón que sentía no fuera molesta. Le dediqué una sonrisa honesta a la chica- Gracias- dije moviendo un poco el hombro para probar si ya estaba bien- Y mi nombre es Asher-agregé