Naked in the forest [Libre]

Había sido una larga noche para mí. No porque me hubiera quedado trabajando hasta la mañana en mi querida juguetería, era una razón que resultaría de lo más extraña para los que no fuesen como yo. Para mi desgracia, como todos los meses, había llegado la noche de luna llena, algo terrible para alguien como yo.

La transformación había sido dura, como todas aquellas noches, pero por suerte mía había acudido a mi lugar predilecto cuando me ocurría. Tenía vagos recuerdos mientras había sido un lobo. Había estado rondando de aquí para allá, sin descansar. Había aprendido con el paso del tiempo que mi otra forma era muy juguetona y muy inquieta. Saborée por unos momentos mi saliva, sabía a sangre, como siempre. Seguramente había cazado algún conejo o animal de aquel bosque. Nunca me había llegado a preocupar si había atacado a una persona; siempre me aseguraba de ir a sitios solitarios, oscuros, donde la gente nunca se atrevería a ir. Escupí a la tierra en un intento de quitarme aquel gusto a carne, como siempre, el sabor seguía ahí.

Por unos instantes me plantée el quedarme allí tumbada, en medio del bosque, completamente desnuda. Se notaba que no andaba muy inspirada y enseguida me levanté, haciendo amago de cansancio. Tenía cada músculo de mi cuerpo totalmente agarrotado y hacía bastante difícil el poder levantarme, y yendo más allá, salir del bosque. Solté un quejido al ponerme completamente en pie y después, al recibir los rayos del sol en toda mi cara. Más tarde, llegué a acostumbrarme de la luz que iluminaba aquel paraje.

Suspiré y caminé dirigiéndome hacia un lugar en concreto. La experiencia me había hecho darme cuenta que en las noches de luna llena, cuando acudía al bosque, era muy conveniente guardar otras prendas de ropa para no llegar a tu ciudad completamente desnuda y desorientada. Sentía la tierra bajo mis pies, estaba mojada, ¿había llovido aquella noche? No recordaba aquéllo. De repente, algo me advirtió que había alguien más aparte de mí en el bosque. ¿Quién sería? Para ponérselo más fácil a mi perseguidor, continué caminando tranquila hasta el lugar donde tenía mi muda. Cuando ya me había vestido con la ropa interior, un ruido hizo que girase la cabeza hacia un árbol en concreto y preguntase:

-¿Quién anda ahí? -no estaba asustada, comenzaría a asustarme dependiendo del tipo de ser que aguardaba detrás del árbol.

Durante todo el día el corazón me había estado latiendo con rapidez haciendo palpable el nerviosismo que me provocaba la salida de la luna llena. Había pasado por ellos muchas veces antes, pero cada transformación era como la primera. Como cada mes, poco antes de la salida de la luna, cuando la mayoría de la gente se había adentrado en el calor de sus casas, salía de la mansión y me dirigía hacia las proximidades del bosque con paso tranquilo, aparentando que era un mero paseo a causa de mis problemas para dormir, cosa que era realmente cierta.

A estas alturas, la gran mayoría de las personas cercanas a la familia, conocidas y no tan conocidas, sabían los motivos por los cuales mi abuelo había decidido nuestra mudanza a París. Claro que algunos detalles sobre la muerte de mis padres eran omitidos, como que había sido mi hermano el que los había desmembrado tras convertirse en una bestia una noche de luna llena a causa de la mordida de otra de las bestias, en este caso, mi abuelo. Simplemente sabían que mis padres habían muerto en un accidente y los demás evitaban hacerme preguntas para no recordarme el desastroso suceso, lo cual era perfecto, y a causa de terrible incidente tenía pesadillas que me impedían dormir por la noche. El insomnio, además de ser cierto, me proporcionaba una especie de coartada para rondar por las calles de París a altas horas de la noche, lo cual era una práctica habitual en mí todas las noches sin excepción.

Como de costumbre, desperté en el bosque con el cuerpo dolorido, la garganta seca –probablemente de correr toda la noche –y despojada de todas mis ropas. Traté de ponerme en pie utilizando como apoyo un árbol cercano, pero un dolor punzante, que me pilló desprevenida, en la pierna me hizo volver a caer. Maldije en voz baja mientras me registraba la pierna en busca de alguna herida que explicara semejante dolor. Contraje la respiración mientras veía como la carne de la pantorrilla se sanaba con gran velocidad. En pocos minutos no quedaría rastro de la herida. Traté de recordar la causa de semejante herida, pero como era lógico, no lo recordé al igual que no recordaba nada de lo que había hecho en toda la noche.

Cuando volvía ponerme en pie la pierna ya no me dolía. Como siempre, ninguna herida dejaba rastro en mi piel a no ser que se tratara de la plata. Lo próximo que tendría que hacer sería buscar la ropa que siempre dejaba, días antes de la transformación, oculta entre algunas piedras del bosque. El lugar sería fácil de encontrar si sólo seguía mi olor. Y gracias al olfato, porque me encontraba bastante desorientada. Nunca había estado en esa parte del bosque –al menos que yo recordara –y eso me desconcertaba, ya que si nunca había estado por aquí no entendía por qué de pronto había cambiado de idea.

Comencé a seguir mi olor hasta pararme en seco cuando además del sonido de los pájaros y otros animales del bosque me llegó el sonido de un corazón latiendo con fuerza. El temor se apoderó de mí. Mi mente comenzó a trabajar en busca de una posible excusa al por qué me encontraba completamente desnuda en el bosque cuando apenas acababa de amanecer, pero parecía imposible. ¿Qué me habían robado? Podría ser una excusa genial. También podría aprovechar que no me había visto ni oído para dar un pequeño rodeo y seguir con mi camino. Sin embargo, la curiosidad de por qué había alguien más en el bosque a aquellas horas me inquietó. ¿Un vampiro quizás? ¿Un cambiaformas? Puede que una bruja buscando algún tipo de planta… Me acerqué con cuidado, ocultándome tras un árbol, para descubrir a la persona que se encontraba allí. Me sorprendió toparme con una chica rubia en ropa interior. ¿Sería como yo?

Me sobresalté cuando miró en mi dirección. Podría salir corriendo, alejarme de allí a gran velocidad y olvidarme de todo esto, pero había algo en ella… Me aventuré a salir de detrás del árbol algo cohibida al encontrarme totalmente desnuda, aunque por suerte tenía el pelo tan largo que cubría mis pechos. Le sonreí a modo de saludo.

-Le pido disculpas por interrumpirla… -y puse en práctica la excusa que antes había ideado- Unos caballeros me han asaltado cuando daba uno de mis habituales paseos matutinos y me han dejado sin nada y perdida en este inmenso bosque…

No sabía si llegaría a tragarse semejante excusa, pero por probar no se perdía nada, pero más me valía que se lo creyera o estaría metida en un gran aprieto.

Me sorprendí al encontrarme con aquella chica completamente desnuda y en mitad del bosque, al igual que yo. Aguanté las ganas de reír, sería de muy mala educación y probablemente la joven no entendería el motivo de mi risa repentina. La observé de arriba abajo, parecía bastante avergonzada debido a su desnudez. Al ver mi cara interrogante, la chica me explicó que la habían asaltado en el bosque, dejándola sin nada. ¿Sería posible aquéllo? Conocía la existencia de los bandidos que rondaban por el bosque, pero nunca -y estaba completamente segura-, nunca se habían atrevido a internarse tanto en el bosque. Quizá fueran otros los motivos de su estado y no quisiera contármelo, aquélla era la excusa más lógica.

Me quedé parada durante unos instantes, sin saber muy bien qué decir. ¿Debía ayudarla? No era un vampiro, ya que por lo que había aprendido, ellos despreciaban la luz del sol, les resultaba demasiado peligroso para sus vidas. Cogí mis prendas de ropa -menos la interior, la cual ya llevaba puesta- y me dirigí hacia ella con paso lento. Parecía de alta cuna, quizá de una clase mayor que yo y por lo que me habían enseñado mis padres, había que ser respetuosos con esa clase de gente -más que nada, porque tenían gran poder e influencia-. Le entregué mi ropa y le sonreí para darle más confianza:

-Tome, una señorita como usted no debería ir enseñando el cuerpo por esta zona -entonces, llegó su aroma hasta mi nariz. ¿Qué era este olor tan familiar? Olía a bosque, sangre, tierra... Por su aspecto, no parecía herida. No la habían asaltado, para nada; pero había decidido no preguntar-. Es extraño... Suelo frecuentar mucho este lugar y nunca me he encontrado con calaña como ésta... -solté refiriéndome a los bandidos, por supuesto.

Era mucha casualidad que la joven hubiera aparecido justo después de la noche de luna llena. Me fijé en su cara angelical, después de todo, era imposible que fuera un licántropo.

¿Y si me preguntaba por mi situación aquí? ¿Qué debía de decirle? Era mejor esquivar el tema, si era posible, siempre con palabras amables y una sonrisa. Así era como mejor se solucionaban las cosas...