AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En medio de la noche
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En medio de la noche
Un ruido ensordecedor seguido de un fogonazo blanco. Y después dolor… un dolor inenarrable en su hombro derecho. Además, comenzaba a entumecérsele el brazo entero y una creciente molestia amenazaba con invadir sus ojos por completo…
Era todo cuanto su mente alcanzaba a comprender.
Aquella noche había salido a perderse por las calles parisinas, cuando de pronto se había encontrado con varios licántropos (todos bajo forma humana, claro, no había una Luna llena que les permitiera transformarse en bestias) acechando a lo que parecía ser un transeúnte. Al principio no les prestó demasiada atención… hasta que aquellas “bestias”, pues no merecían ser llamadas de otra forma, se abalanzaron contra el pobre desdichado.
No pudo evitarlo. Con una agilidad tan propia en alguien que llevaba décadas practicando, se adelantó a los lícanos y defendió con su cuerpo al del viandante. Encajó sin problemas todos los golpes y para cuando lo otros pudieron darse cuenta, él respondió con toda su fiereza y rapidez, aprovechando su don de ver a través de los ojos de los demás para adivinar por dónde vendrían sus envites. En aquél momento no había pensado en las consecuencias, no le importaba que el haber abusado de sus cualidades luego pudiera tener consecuencias. Había considerado que aquél ciudadano no merecía un trato así por miembros de aquella raza, y reaccionó de forma instintiva.
¿Quién le iba a avisar de que aquél “desvalido” transeúnte era, en realidad, un Cazador que iba tras el rastro de una manada de lícanos peligrosa?
Al ver que no ganarían esa pelea, los lícanos dieron media vuelta, maldiciendo a Noah y al hombre al que, supuestamente, había salvado la vida. Él, por su parte, no pudo evitar una sonrisa socarrona pese a comenzar a notar los efectos de la pelea. Apenas tendría unos pequeños moratones y su vista… bueno. De aquél hermoso azul índigo pasaría a un carmesí, llegando a llorar lágrimas de sangre y posteriormente perdiendo, durante un tiempo considerable, su capacidad de ver.
Cuando se giró para despedirse del hombre, éste le sonrió con desprecio mientras le apuntaba a bocajarro con un arma de fuego. Estaba claro que no le importaba que él fuera alguien distinto. A los ojos del Cazador, Noah no era más que un desecho de la vida.
A duras penas había podido esquivar el disparo. Pese a emplear toda su agilidad en un salto que lo llevó hasta los tejados de los callejones, la bala le atravesó el hombro en un agujero limpio. Una suerte que la bala no se quedase en su interior ni estuviera creada con plata, pero parecía poseer algún tipo de sustancia que, al entrar en contacto con su sangre, le iba a causar una significativa debilidad algo difícil de paliar incluso con sus capacidades regenerativas .
Después de cruzar varios tejados comenzó a notar los estragos de la herida y de emplear sus dones. Comenzaba a perder la visión y el dolor se intensificaba por momento. Hasta que, en uno de los saltos entre las bajas azoteas, su cuerpo perdió impulso y cayó con estrépito en un callejón secundario que por suerte no era demasiado transitado. Un quedo gemido salió de sus labios, más por la sorpresa de que se había desplomado desde las alturas que por la caída en sí. Su capacidad de regeneración sanaría los hematomas de ese golpe, pero su herida en el hombro derecho y su visión eran hilo de otro costal.
Se arrastró hacia la pared más cercana, sus elegantes ropajes (una camisa blanca desabotonada y unos pantalones de tejido oscuro, rematados por una gabardina a juego con los pantalones que cubría sus espaldas) quedaron mal ajustados y tirantes por la caída y el desplazamiento, mientras que una mancha oscura comenzaba a adivinarse en sus vestiduras superiores.
Noah suspiró con gravedad en el mismo instante en que perdía por completo la visión, pero no se quejó en voz alta: había aprendido a vivir con aquellas cosas. El dolor era demasiado intenso como para que el resto de sus sentidos pudieran funcionar de forma idónea. Pero, por encima de todo, dudaba que se encontrara fuera de peligro: ahora no podía oponer resistencia alguna y de ojos, ahora teñidos de un carmesí y sin que reflejasen la luz, manaba un hilo de sangre en forma de lágrimas.
Era todo cuanto su mente alcanzaba a comprender.
Aquella noche había salido a perderse por las calles parisinas, cuando de pronto se había encontrado con varios licántropos (todos bajo forma humana, claro, no había una Luna llena que les permitiera transformarse en bestias) acechando a lo que parecía ser un transeúnte. Al principio no les prestó demasiada atención… hasta que aquellas “bestias”, pues no merecían ser llamadas de otra forma, se abalanzaron contra el pobre desdichado.
No pudo evitarlo. Con una agilidad tan propia en alguien que llevaba décadas practicando, se adelantó a los lícanos y defendió con su cuerpo al del viandante. Encajó sin problemas todos los golpes y para cuando lo otros pudieron darse cuenta, él respondió con toda su fiereza y rapidez, aprovechando su don de ver a través de los ojos de los demás para adivinar por dónde vendrían sus envites. En aquél momento no había pensado en las consecuencias, no le importaba que el haber abusado de sus cualidades luego pudiera tener consecuencias. Había considerado que aquél ciudadano no merecía un trato así por miembros de aquella raza, y reaccionó de forma instintiva.
¿Quién le iba a avisar de que aquél “desvalido” transeúnte era, en realidad, un Cazador que iba tras el rastro de una manada de lícanos peligrosa?
Al ver que no ganarían esa pelea, los lícanos dieron media vuelta, maldiciendo a Noah y al hombre al que, supuestamente, había salvado la vida. Él, por su parte, no pudo evitar una sonrisa socarrona pese a comenzar a notar los efectos de la pelea. Apenas tendría unos pequeños moratones y su vista… bueno. De aquél hermoso azul índigo pasaría a un carmesí, llegando a llorar lágrimas de sangre y posteriormente perdiendo, durante un tiempo considerable, su capacidad de ver.
Cuando se giró para despedirse del hombre, éste le sonrió con desprecio mientras le apuntaba a bocajarro con un arma de fuego. Estaba claro que no le importaba que él fuera alguien distinto. A los ojos del Cazador, Noah no era más que un desecho de la vida.
A duras penas había podido esquivar el disparo. Pese a emplear toda su agilidad en un salto que lo llevó hasta los tejados de los callejones, la bala le atravesó el hombro en un agujero limpio. Una suerte que la bala no se quedase en su interior ni estuviera creada con plata, pero parecía poseer algún tipo de sustancia que, al entrar en contacto con su sangre, le iba a causar una significativa debilidad algo difícil de paliar incluso con sus capacidades regenerativas .
Después de cruzar varios tejados comenzó a notar los estragos de la herida y de emplear sus dones. Comenzaba a perder la visión y el dolor se intensificaba por momento. Hasta que, en uno de los saltos entre las bajas azoteas, su cuerpo perdió impulso y cayó con estrépito en un callejón secundario que por suerte no era demasiado transitado. Un quedo gemido salió de sus labios, más por la sorpresa de que se había desplomado desde las alturas que por la caída en sí. Su capacidad de regeneración sanaría los hematomas de ese golpe, pero su herida en el hombro derecho y su visión eran hilo de otro costal.
Se arrastró hacia la pared más cercana, sus elegantes ropajes (una camisa blanca desabotonada y unos pantalones de tejido oscuro, rematados por una gabardina a juego con los pantalones que cubría sus espaldas) quedaron mal ajustados y tirantes por la caída y el desplazamiento, mientras que una mancha oscura comenzaba a adivinarse en sus vestiduras superiores.
Noah suspiró con gravedad en el mismo instante en que perdía por completo la visión, pero no se quejó en voz alta: había aprendido a vivir con aquellas cosas. El dolor era demasiado intenso como para que el resto de sus sentidos pudieran funcionar de forma idónea. Pero, por encima de todo, dudaba que se encontrara fuera de peligro: ahora no podía oponer resistencia alguna y de ojos, ahora teñidos de un carmesí y sin que reflejasen la luz, manaba un hilo de sangre en forma de lágrimas.
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/04/2011
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Re: En medio de la noche
Finalmente se había puesto el sol, alejando sus fastidiosos rayos de luz de la faz de París, era momento de salir. Tenía muchas cosas por hacer hoy, aunque no fuesen de una vital importancia ¿Había algo que lo fuese? No, aparte de alimentarse. Carmmine quería seguir jugando a que era una joven normal, al menos por un tiempo, pues de eso tenía de sobra.
Debía recoger un par de paquetes tanto en una boutique como en la librería, pero se desvío por culpa del aroma a tarta de cerezas y no se detuvo hasta encontrar la pastelería del que provenía. Ya satisfecha con su compra, se encontró con que no sabía dónde estaba ¡Qué novedad! Había perdido la cuenta de todas las veces que a causa de sus descuidos había terminado maldiciéndose a sí misma por ser tan despistada. Si no se daba prisa cerrarían la librería antes de que fuese por aquellos libros que semanas atrás había encargado, no estaba dispuesta a esperar más por ellos, así que con paso rápido, pero no lo suficiente como para llamar la atención, comenzó a buscar el camino de vuelta a la zona comercial.
Pensó que sería una imagen graciosa, como la de aquel cuento infantil; una joven pelirroja con una con una larga capa de vestir de un tono rojo aterciopelado que corría por la ciudad cargando una cesta con dulces… Pero esta vez no había una cariñosa abuela esperando por ella en una cabaña en el bosque, ni un lobo malvado esperando para sacarla del camino, o al menos eso pensó.
De pronto se encontró frente al mismo callejón en que días atrás se había encontrado con aquella joven bruja a la terminó llevando hospital. Se sorprendió de que el lugar aún oliese a licántropo, pero había otro aroma mezclado con él, uno que conocía bastante bien. La sangre. Su consciencia le dijo que se detuviera si no quería meterse en problemas de nuevo, pero después de un suspiro de resignación terminó por seguir a su instinto.
Entró sigilosamente al callejón, sin hacer ruido alguno más que el apagado sonido de sus tacones, pero el aroma de la sangre esta vez era algo diferente al que estaba acostumbrada, cosa que sin duda la confundió, tanto como para no notar el cuerpo que yacía en aquel sucio callejón hasta el momento en que torpemente cayó sobre él. Ya que como no había visto nada extraño comenzó a caminar de espalda para evitar ser sorprendida si alguien decidía aparecer, y así fue como terminó en suelo, al lado de un varón que seguramente no pasaba los treinta años.
Él respiraba con dificultad, parecía herido, pero no pudo saber con exactitud la forma hasta que se incorporó de rodillas a su lado. Tenía uno de sus hombros heridos, manchado de sangre…
- ¡Qué buena soy para meterme en problemas! – pensó mientras trataba de sacudirlo con delicadeza para saber si se encontraba consciente pero evitando dañarlo más – Deberían darme un premio –
Aprovechó que la camisa no estaba abotonada para revisar la herida que resultó corresponder a una bala… Aquello no calzaba. El hombre estaba impregnado del olor a licántropo, pero de haber sido atacado por uno no hubiese sido necesaria una bala. Tenía que hacer algo, esas preguntas se las daría a conocer luego, rasgó un trozo del fajo de su vestido para usarlo como una improvisada compresa al momento que comenzaba a hablarle para darle la certeza de que estaba ahí para ayudarlo, pero lamentablemente con los nervios no se le ocurrió nada que decirle, así que comenzó a susurrar una suave melodía en su segunda lengua mientras seguía presionando la herida.
- There's no surrender… Always remember… It doesn't end here… We're not alone –
Esto último era muy infantil, pero era lo único que conseguía salir de sus labios, por ahora era mejor hacer las cosas por instinto, pues si se ponía a racionalizar todo se daría cuenta de cosas que solo conseguirían ponerla más nerviosa, así que por el momento era mejor obviarlas. Solo esperaba una reacción, una señal que le indicara que el hombre seguía consciente.
Debía recoger un par de paquetes tanto en una boutique como en la librería, pero se desvío por culpa del aroma a tarta de cerezas y no se detuvo hasta encontrar la pastelería del que provenía. Ya satisfecha con su compra, se encontró con que no sabía dónde estaba ¡Qué novedad! Había perdido la cuenta de todas las veces que a causa de sus descuidos había terminado maldiciéndose a sí misma por ser tan despistada. Si no se daba prisa cerrarían la librería antes de que fuese por aquellos libros que semanas atrás había encargado, no estaba dispuesta a esperar más por ellos, así que con paso rápido, pero no lo suficiente como para llamar la atención, comenzó a buscar el camino de vuelta a la zona comercial.
Pensó que sería una imagen graciosa, como la de aquel cuento infantil; una joven pelirroja con una con una larga capa de vestir de un tono rojo aterciopelado que corría por la ciudad cargando una cesta con dulces… Pero esta vez no había una cariñosa abuela esperando por ella en una cabaña en el bosque, ni un lobo malvado esperando para sacarla del camino, o al menos eso pensó.
De pronto se encontró frente al mismo callejón en que días atrás se había encontrado con aquella joven bruja a la terminó llevando hospital. Se sorprendió de que el lugar aún oliese a licántropo, pero había otro aroma mezclado con él, uno que conocía bastante bien. La sangre. Su consciencia le dijo que se detuviera si no quería meterse en problemas de nuevo, pero después de un suspiro de resignación terminó por seguir a su instinto.
Entró sigilosamente al callejón, sin hacer ruido alguno más que el apagado sonido de sus tacones, pero el aroma de la sangre esta vez era algo diferente al que estaba acostumbrada, cosa que sin duda la confundió, tanto como para no notar el cuerpo que yacía en aquel sucio callejón hasta el momento en que torpemente cayó sobre él. Ya que como no había visto nada extraño comenzó a caminar de espalda para evitar ser sorprendida si alguien decidía aparecer, y así fue como terminó en suelo, al lado de un varón que seguramente no pasaba los treinta años.
Él respiraba con dificultad, parecía herido, pero no pudo saber con exactitud la forma hasta que se incorporó de rodillas a su lado. Tenía uno de sus hombros heridos, manchado de sangre…
- ¡Qué buena soy para meterme en problemas! – pensó mientras trataba de sacudirlo con delicadeza para saber si se encontraba consciente pero evitando dañarlo más – Deberían darme un premio –
Aprovechó que la camisa no estaba abotonada para revisar la herida que resultó corresponder a una bala… Aquello no calzaba. El hombre estaba impregnado del olor a licántropo, pero de haber sido atacado por uno no hubiese sido necesaria una bala. Tenía que hacer algo, esas preguntas se las daría a conocer luego, rasgó un trozo del fajo de su vestido para usarlo como una improvisada compresa al momento que comenzaba a hablarle para darle la certeza de que estaba ahí para ayudarlo, pero lamentablemente con los nervios no se le ocurrió nada que decirle, así que comenzó a susurrar una suave melodía en su segunda lengua mientras seguía presionando la herida.
- There's no surrender… Always remember… It doesn't end here… We're not alone –
Esto último era muy infantil, pero era lo único que conseguía salir de sus labios, por ahora era mejor hacer las cosas por instinto, pues si se ponía a racionalizar todo se daría cuenta de cosas que solo conseguirían ponerla más nerviosa, así que por el momento era mejor obviarlas. Solo esperaba una reacción, una señal que le indicara que el hombre seguía consciente.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2011
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Re: En medio de la noche
Ahh… ¿qué demonios llevaría impregnado aquella bala? Fuera lo que fuera, parecía corromperle por dentro, causándole el más terrible de los dolores que soportaba con estoicismo. Estaba convencido que de haber estado más cercana la luna llena, habría vuelto a perder el control sobre su voluntad como le pasó aquella vez que cayó bajo el embrujo de la mano derecha de su ejecutora.
Resultaba curioso, a la par que extraño, que se pudiera sentir tan incómodo por la pérdida de visión y al mismo tiempo, le reconfortaba esa sensación de vacío y de calma. Sus ojos habían perdido todo su brillo natural y finos hilillos de sangre surcaban su piel, recorriendo en descenso sus mejillas: una reacción natural que se debía a haber usado sus cualidades.
Con trabajosa dificultad, se dispuso a extraer de uno de los bolsillos de su gabardina un pañuelo para limpiarse el líquido carmesí que manaba de sus ojos cegados. Entonces lo olió: un fuerte aroma proveniente del callejón, que no alcanzaba a distinguir ya que eran muchos los factores que impedían que pudiera discernir su origen con precisión esclarecedora. No obstante, sí que sintió cómo, entre las sombras del callejón, ese intruso se le acercaba con demasiada rapidez. Abandonó el gesto de coger su pañuelo e hizo amago de cubrir su cuerpo con la oscura prenda que intentaba ocultarle con torpeza.
Y el impacto, aunque leve, le supuso una nueva oleada de dolor en todas sus fibras musculares. No pudo evitar que su cuerpo se arquease por la agonía que ya soportaba a duras penas pero no abrió la boca o emitió sonido alguno. Sin embargo, un burdo intento de sonrisa se asomó a sus labios, aunque sus ojos, otrora de color cobalto, no pudieran reflejar esa ironía.
¿Lo volverían a confundir con un borracho y lo patearían hasta la saciedad? Le había sucedido con anterioridad en la ciudad, aunque aquello fue poco después de una luna llena. Si bien en esta ocasión no vestía de forma zarrapastrosa, resultaba fácil encontrar a la purria de la sociedad en esos lugares. La sola idea no se le antojó precisamente sarcástica, y dudaba que esta vez pudiera mantener la compostura.
Esta vez, se sentía desfallecer. ¿le habría perseguido el cazador? Algo en su interior lo ponía en duda. Sentía el escrutinio de una mirada, pero no sintió que le tocaran o rozaran, lo que causó que su vello se erizara por un repentino temor y que sus manos lucharan por adoptar una posición agresiva, sin resultado, ante la amenaza que no podía ver y a duras penas sentir.
El ruido de tela rota le alertó aún más si cabía, pero no le pusieron ninguna mordaza –sí, resultaba increíble lo mucho que se podía entretener otros seres ante un individuo desvalido− y entonces, sus sensibles oídos, todavía un poco velados por la cercanía del disparo, captaron una dulce voz. Las palabras le resultaban familiares, pero no alcanzó a entenderlas debido a que sus sentidos se hallaban nublados.
Se trataba de la voz de una fémina.
Inspiró de forma refleja, pero sus cinco (bueno, cuatro) sentidos, por agudizados que estuvieran, no podían distinguir su propio olor de la maraña de aromas que impregnaban el callejón. Al notar el repentino, pero suave contacto, no pudo evitar que su cuerpo sufriera un leve espasmo debido a la sorpresa, y la tos convulsionó su cuerpo. Suerte que se había llevado la mano a la boca y el dorso de ésta tapó buena parte del ruido… y las pequeñas gotas de sangre que salpicaron la piel del lícano.
Sintió como le aplicaban cuidados en su herida, pero era tan complicado sentirlo y no poder verlo… además, el entumecimiento de toda su parte superior derecha del cuerpo hacía que se sintiera como si otra persona lo estuviera llevando a él por dentro, como si fuera un guante de piel.
− ¿Sabe si… alguien más ha reparado en mi presencia? –susurró entre jadeos, su voz rota dejaba adivinar unos matices melodiosos aunque ahora careciera de ellos.
No podía evitar estar preocupado. Si los otros licántropos o el Cazador le hubieran visto, él se podía dar por muerto. Con gestos medidos, repitió el gesto de sacarse el pañuelo, sin interferir en la asistencia que estaba recibiendo, y se dispuso a limpiarse el preciado líquido que manaba sin control de sus orbes apagados.
Resultaba curioso, a la par que extraño, que se pudiera sentir tan incómodo por la pérdida de visión y al mismo tiempo, le reconfortaba esa sensación de vacío y de calma. Sus ojos habían perdido todo su brillo natural y finos hilillos de sangre surcaban su piel, recorriendo en descenso sus mejillas: una reacción natural que se debía a haber usado sus cualidades.
Con trabajosa dificultad, se dispuso a extraer de uno de los bolsillos de su gabardina un pañuelo para limpiarse el líquido carmesí que manaba de sus ojos cegados. Entonces lo olió: un fuerte aroma proveniente del callejón, que no alcanzaba a distinguir ya que eran muchos los factores que impedían que pudiera discernir su origen con precisión esclarecedora. No obstante, sí que sintió cómo, entre las sombras del callejón, ese intruso se le acercaba con demasiada rapidez. Abandonó el gesto de coger su pañuelo e hizo amago de cubrir su cuerpo con la oscura prenda que intentaba ocultarle con torpeza.
Y el impacto, aunque leve, le supuso una nueva oleada de dolor en todas sus fibras musculares. No pudo evitar que su cuerpo se arquease por la agonía que ya soportaba a duras penas pero no abrió la boca o emitió sonido alguno. Sin embargo, un burdo intento de sonrisa se asomó a sus labios, aunque sus ojos, otrora de color cobalto, no pudieran reflejar esa ironía.
¿Lo volverían a confundir con un borracho y lo patearían hasta la saciedad? Le había sucedido con anterioridad en la ciudad, aunque aquello fue poco después de una luna llena. Si bien en esta ocasión no vestía de forma zarrapastrosa, resultaba fácil encontrar a la purria de la sociedad en esos lugares. La sola idea no se le antojó precisamente sarcástica, y dudaba que esta vez pudiera mantener la compostura.
Esta vez, se sentía desfallecer. ¿le habría perseguido el cazador? Algo en su interior lo ponía en duda. Sentía el escrutinio de una mirada, pero no sintió que le tocaran o rozaran, lo que causó que su vello se erizara por un repentino temor y que sus manos lucharan por adoptar una posición agresiva, sin resultado, ante la amenaza que no podía ver y a duras penas sentir.
El ruido de tela rota le alertó aún más si cabía, pero no le pusieron ninguna mordaza –sí, resultaba increíble lo mucho que se podía entretener otros seres ante un individuo desvalido− y entonces, sus sensibles oídos, todavía un poco velados por la cercanía del disparo, captaron una dulce voz. Las palabras le resultaban familiares, pero no alcanzó a entenderlas debido a que sus sentidos se hallaban nublados.
Se trataba de la voz de una fémina.
Inspiró de forma refleja, pero sus cinco (bueno, cuatro) sentidos, por agudizados que estuvieran, no podían distinguir su propio olor de la maraña de aromas que impregnaban el callejón. Al notar el repentino, pero suave contacto, no pudo evitar que su cuerpo sufriera un leve espasmo debido a la sorpresa, y la tos convulsionó su cuerpo. Suerte que se había llevado la mano a la boca y el dorso de ésta tapó buena parte del ruido… y las pequeñas gotas de sangre que salpicaron la piel del lícano.
Sintió como le aplicaban cuidados en su herida, pero era tan complicado sentirlo y no poder verlo… además, el entumecimiento de toda su parte superior derecha del cuerpo hacía que se sintiera como si otra persona lo estuviera llevando a él por dentro, como si fuera un guante de piel.
− ¿Sabe si… alguien más ha reparado en mi presencia? –susurró entre jadeos, su voz rota dejaba adivinar unos matices melodiosos aunque ahora careciera de ellos.
No podía evitar estar preocupado. Si los otros licántropos o el Cazador le hubieran visto, él se podía dar por muerto. Con gestos medidos, repitió el gesto de sacarse el pañuelo, sin interferir en la asistencia que estaba recibiendo, y se dispuso a limpiarse el preciado líquido que manaba sin control de sus orbes apagados.
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Re: En medio de la noche
Otra noche que pasaría con un completo desconocido, a veces no entendía cómo es que reaccionaba así. Por su naturaleza, su condena era matar para sobrevivir, pero cada vez que se encontraba con alguien en condiciones como las del hombre que tenía ahora a su lado, no se resistía a ayudarlo aunque terminase enredada en un conflicto peor ¿Era para aliviar su consciencia? ¿Para limpiar en algo sus manos manchadas de sangre? No lo sabía, y en el fondo no importaba, ya que aunque su razón tratara de detenerla el instinto terminaba ganando la batalla.
Tenía las manos temblorosas, pero por algún extraño motivo esta vez no era la sangre la que la descontrolaba, sino el hecho de no saber qué hacer. Sin duda había sido atacado por un licántropo, todo su cuerpo estaba impregnado de ese aroma que no perdían ni en los días que pasaban como una persona normal, si seguía encontrándose con ellos en este tipo de circunstancias temió que podría terminar odiándolos a pesar de que intentaba no generalizar, tanto como deseaba que sucediera con ella en su especie.
El hombre comenzó a moverse bajo sus manos, que en esos momentos presionaban la herida, pensó que estaba siendo demasiado brusca y por ende haciéndole más daño, por lo que disminuyó de a poco la presión al notar que ya no sangraba tanto pero al ver que se llevaba una mano a la boca se asustó separándose por completo de él. Escuchó atentamente su pregunta, no tanto por su contenido, sino que aquello podría darle indicios de algún otro problema como una costilla rota o algo similar, y a primera vista parecía que lo más grave era la herida de bala.
- No lo creo – dijo negando además con la cabeza, como si fuese una niña - ¿Fue una de esas bestias lo que lo atacó, verdad? Sus ropas huelen a eso – dijo refiriéndose a los licántropos.
Le vio secarse el rostro, lo que al principio le había parecido el rastro de lágrimas a causa de la poca luz del lugar pero que terminó siendo un pequeñito río de sangre que caía de sus ojos ¿Cómo? Se sacó de la mente esas preguntas sacudiendo tontamente su cabeza y le pasó el brazo por la cintura para ayudarlo a incorporarse, ya que al menos sentado podría respirar con algo más de facilidad para poder responder a sus preguntas, que más que un interrogatorio era una forma de tomar conocimiento que peligro estaba corriendo ella también al ayudarlo.
- ¿En qué problemas estamos? – dijo seriamente, pero al darse cuenta de que se había incluido en la frase bajo el rostro avergonzada y reformuló la pregunta – Quiero decir ¿En qué problema está involucrado? –
Nuevamente se estaba metiendo donde no era solicitada, no era común que fuese tan indiscreta, debía callarse y hacer las cosas, como lo hacía cuando era una joven mortal que obedecía ciegamente a su padre.
Inconscientemente se llevó una mano a los labios, manchándoselos con un poco de la sangre de la herida, y de la misma forma descuidada se relamió los labios. De pronto sus ojos se abrieron de sobremanera, acompañados de una expresión de asco.
Comenzó a toser mientras se limpiaba con la manga de su vestido rojo, lo más probable es que luego no lo se notaría a la vista, pero si en su aroma. ¿Por qué sabía tan diferente? ¿Podría ser que no fuese… un humano? A pensar de las ideas que se le cruzaban por la mente se mantuvo firme a su lado, sosteniéndolo para que no cayese de golpe al suelo de ese asqueroso callejón. Debían salir de allí pero ¿Sería seguro hacerlo?
Tenía las manos temblorosas, pero por algún extraño motivo esta vez no era la sangre la que la descontrolaba, sino el hecho de no saber qué hacer. Sin duda había sido atacado por un licántropo, todo su cuerpo estaba impregnado de ese aroma que no perdían ni en los días que pasaban como una persona normal, si seguía encontrándose con ellos en este tipo de circunstancias temió que podría terminar odiándolos a pesar de que intentaba no generalizar, tanto como deseaba que sucediera con ella en su especie.
El hombre comenzó a moverse bajo sus manos, que en esos momentos presionaban la herida, pensó que estaba siendo demasiado brusca y por ende haciéndole más daño, por lo que disminuyó de a poco la presión al notar que ya no sangraba tanto pero al ver que se llevaba una mano a la boca se asustó separándose por completo de él. Escuchó atentamente su pregunta, no tanto por su contenido, sino que aquello podría darle indicios de algún otro problema como una costilla rota o algo similar, y a primera vista parecía que lo más grave era la herida de bala.
- No lo creo – dijo negando además con la cabeza, como si fuese una niña - ¿Fue una de esas bestias lo que lo atacó, verdad? Sus ropas huelen a eso – dijo refiriéndose a los licántropos.
Le vio secarse el rostro, lo que al principio le había parecido el rastro de lágrimas a causa de la poca luz del lugar pero que terminó siendo un pequeñito río de sangre que caía de sus ojos ¿Cómo? Se sacó de la mente esas preguntas sacudiendo tontamente su cabeza y le pasó el brazo por la cintura para ayudarlo a incorporarse, ya que al menos sentado podría respirar con algo más de facilidad para poder responder a sus preguntas, que más que un interrogatorio era una forma de tomar conocimiento que peligro estaba corriendo ella también al ayudarlo.
- ¿En qué problemas estamos? – dijo seriamente, pero al darse cuenta de que se había incluido en la frase bajo el rostro avergonzada y reformuló la pregunta – Quiero decir ¿En qué problema está involucrado? –
Nuevamente se estaba metiendo donde no era solicitada, no era común que fuese tan indiscreta, debía callarse y hacer las cosas, como lo hacía cuando era una joven mortal que obedecía ciegamente a su padre.
Inconscientemente se llevó una mano a los labios, manchándoselos con un poco de la sangre de la herida, y de la misma forma descuidada se relamió los labios. De pronto sus ojos se abrieron de sobremanera, acompañados de una expresión de asco.
Comenzó a toser mientras se limpiaba con la manga de su vestido rojo, lo más probable es que luego no lo se notaría a la vista, pero si en su aroma. ¿Por qué sabía tan diferente? ¿Podría ser que no fuese… un humano? A pensar de las ideas que se le cruzaban por la mente se mantuvo firme a su lado, sosteniéndolo para que no cayese de golpe al suelo de ese asqueroso callejón. Debían salir de allí pero ¿Sería seguro hacerlo?
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: En medio de la noche
Cada vez se sentía más y más inquieto. Sus sentidos parecían remolonearse a la hora de recobrar la normalidad y estaba más que claro que pasaría mucho rato hasta que pudiera recuperarse de los daños en su vista. Sabía que, pese a ello, aún podía aprovecharse de su habilidad para ver a través de los ojos de aquél ángel de la guarda con el que se había tropezado. Carecía de la capacidad de leer pensamientos, pero sí que podía, dependiendo del sujeto, comprender el “cómo” le veían a él. Con un poco de suerte, en ocasiones alcanzaba adivinar la naturaleza del sujeto a raíz de ese insignificante gesto.
En alguna que otra ocasión lo había hecho, a costa de padecer un más que doloroso latigazo en cada centímetro de su cuerpo. Ahora, dudaba que pudiera aprovecharse de esa habilidad una vez más y que pudiera soportar tamaño suplicio sin que pudiera evitar que se rompiera su aguante.
Si bien Noah era un consumado actor, eso no hacía que le fuera más fácil dirigir su mirada hacia su cuidadora y tenía algunas dificultades en enfocar correctamente hacia la fuente de procedencia de aquella maravillosa voz. Sus ojos, teñidos de rojo, habían cesado de manar sangre y ahora miraban a los de ella… eso, claro, en caso que hubiera calculado bien el origen del sonido. Confiaba en que no hubiera errado, ya que supondría un riesgo añadido darle a entender que había perdido la visión.
Su mente parecía estar aletargada, pues no comprendía con suficiente rapidez lo que ella le había dicho.
− No una sola, sino unas cuantas que no se han tomado bien que eligiera el bando equivocado… −parecía que quería decir algo más, pero dejó la frase inacabada.
¿Había dicho que sus ropas olían? Debería de tratarse de alguien con una buena capacidad olfativa, y por la forma en que lo dijo, no se trataba de alguien de su misma raza. Lo único que le venía en mente era que se pudiera tratar de una vampiresa. Genial. Ahora sí que estaba en un tremendo problema. Sólo bastaba con que ella fuera alguien que depreciara a los de su ralea y c'est fini
Con ayuda y no sin esfuerzo, logró incorporarse y adoptar así una posición sentada, algo más favorable para poder respirar y seguir recuperándose paulatinamente. Su mente volvió a ponerse en funcionamiento, analizando la situación. Y teniendo en cuenta lo excepcionales que eran los vampiros en comparación con los lícanos, y con los Cazadores, no debía de temer. Ni por él, ni por ella. Pero no pasaba nada por mantener la precaución.
Suspiró con dificultad, apareciendo en su rostro una sincera sonrisa de disculpa.
− No creo que sea nada que te ponga en peligro, o ya me habrían perseguido sin demora. Así que tranquila… –admitió; justo después, la escuchó toser y la preocupación tiñó su rostro cansado− ¿Usted se encuentra bien?
El único sentido del que fue recuperando la funcionalidad fue el oído, y reconocía esa tos no por ser señal de que no se encontrara bien. Desconocía el motivo, pero algo relacionado con él la había hecho toser. Además, notaba la preocupación en su voz pero, ¿seguiría dispuesta a ayudarle si supiera lo que era?
En alguna que otra ocasión lo había hecho, a costa de padecer un más que doloroso latigazo en cada centímetro de su cuerpo. Ahora, dudaba que pudiera aprovecharse de esa habilidad una vez más y que pudiera soportar tamaño suplicio sin que pudiera evitar que se rompiera su aguante.
Si bien Noah era un consumado actor, eso no hacía que le fuera más fácil dirigir su mirada hacia su cuidadora y tenía algunas dificultades en enfocar correctamente hacia la fuente de procedencia de aquella maravillosa voz. Sus ojos, teñidos de rojo, habían cesado de manar sangre y ahora miraban a los de ella… eso, claro, en caso que hubiera calculado bien el origen del sonido. Confiaba en que no hubiera errado, ya que supondría un riesgo añadido darle a entender que había perdido la visión.
Su mente parecía estar aletargada, pues no comprendía con suficiente rapidez lo que ella le había dicho.
− No una sola, sino unas cuantas que no se han tomado bien que eligiera el bando equivocado… −parecía que quería decir algo más, pero dejó la frase inacabada.
¿Había dicho que sus ropas olían? Debería de tratarse de alguien con una buena capacidad olfativa, y por la forma en que lo dijo, no se trataba de alguien de su misma raza. Lo único que le venía en mente era que se pudiera tratar de una vampiresa. Genial. Ahora sí que estaba en un tremendo problema. Sólo bastaba con que ella fuera alguien que depreciara a los de su ralea y c'est fini
Con ayuda y no sin esfuerzo, logró incorporarse y adoptar así una posición sentada, algo más favorable para poder respirar y seguir recuperándose paulatinamente. Su mente volvió a ponerse en funcionamiento, analizando la situación. Y teniendo en cuenta lo excepcionales que eran los vampiros en comparación con los lícanos, y con los Cazadores, no debía de temer. Ni por él, ni por ella. Pero no pasaba nada por mantener la precaución.
Suspiró con dificultad, apareciendo en su rostro una sincera sonrisa de disculpa.
− No creo que sea nada que te ponga en peligro, o ya me habrían perseguido sin demora. Así que tranquila… –admitió; justo después, la escuchó toser y la preocupación tiñó su rostro cansado− ¿Usted se encuentra bien?
El único sentido del que fue recuperando la funcionalidad fue el oído, y reconocía esa tos no por ser señal de que no se encontrara bien. Desconocía el motivo, pero algo relacionado con él la había hecho toser. Además, notaba la preocupación en su voz pero, ¿seguiría dispuesta a ayudarle si supiera lo que era?
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Re: En medio de la noche
Su mirada se tiñó de preocupación al oír que no era solo un atacante, sino un grupo, y quizás afortunadamente ya tenía conocimiento de su comportamiento. Nunca se había enfrentado a tantos, solo en una ocasión tuvo esa mala suerte, una licántropo cegada por la luz de la luna llena, era eso, un animal sin consciencia, aunque eso no la excusara del todo.
La respuesta a su segunda pregunta la calmó un poco, desacelerando los latidos de su corazón, aunque en el fondo era una conclusión que ella misma podría obtener lógicamente, pero necesitaba una confirmación que combatiera con su inseguridad.
Ya con los labios libres del rastro de aquella sangre se vio en un nuevo aprieto ¿Cómo contestaría a esa inocente pero certera pregunta? Podía decir la verdad y dejar en evidencia su naturaleza, arriesgándose así a ser juzgada y rechazada, podía inventar una excusa barata respecto a su salud, o bien podía obviar la pregunta de la mejor manera.
- Sí, no es nada – dijo con una perfecta sonrisa, aunque en el fondo fuese forzada – Esa pregunta debería hacérsela a usted, aunque la respuesta es un poco obvia –
Le quitó un mechón de cabello del rostro al hombre para tratar de ver mejor si tenía alguna herida en la cabeza, pero al parecer solo eran sus ojos, de los que, extrañamente, parecían haber brotado lágrimas de sangre. ¿Sería por un golpe en la cabeza o algún tipo de sustancia dañina? Ya habría tiempo para preguntarle por todo ello, pero lo mejor sería dejarlo apoyado en la pared del edificio contiguo, pues le aterraba la idea de que notase el frío tacto de su piel. Así que sin preguntarle siquiera comenzó a moverlo para que apoyara su espalda en la pared, pero ¿No sería un poco raro que una jovencita de su contextura consiguiera moverlo con tanta facilidad? Bueno, tendría que buscar una forma de hacer aquella actuación un poco más realista.
Se incorporó, aun afirmándolo para que no cayese, y lo rodeó ubicándose finalmente a su espalda para arrástralo hasta el edificio del lado derecho. Todo ello resoplando y fingiendo que lo hacía con dificultad para que no se extrañara y comenzara a develar su secreto, si es que no lo había averiguado aun.
- Puedo entender que ataquen cegados por la luna llena – dijo cuándo había cumplido su pequeña labor – Pero la luna comenzó a menguar hace días, así que no tienen excusa – dijo categóricamente mientras se arrodillaba frente a él.
Al parecer había un poco de rabia en sus palabras, y es que no soportaba que dañaran a gente inocente así, deliberadamente, así que los odiaba por lo que habían hecho, por atacar y casi matar por gusto, en contraste, cuando ella debía hacerlo por sobrevivencia y cargar su consciencia con culpa hasta el límite de la autodestrucción. Y es que también ella se odiaba a si misma, aunque no hubiese pedido jamás que la convirtieran en esto.
Rasgó un nuevo trozo del fajo de su vestido para cambiar la compresa, y así verificar si la herida había dejado de sangrar finalmente. Tomó la mano del herido para que él mismo presionara, así ella no se pasaría con la fuerza, mientras de su manga sacaba un impecable pañuelo blanco para terminar de limpiarle con delicadeza la sangre que se había secado alrededor de los ojos y en el resto de la cara.
En eso estaba cuando escuchó unas voces acercarse a la entrada del callejón, rogó por que no fuesen más que un par de vagabundos que buscaban un lugar para resguardarse. Pero aun así, por instinto se acercó más a él para cubrirle con su cuerpo, aunque más bien fuese con la capa que llevaba puesta, siempre con la vista hacia la entrada.
La respuesta a su segunda pregunta la calmó un poco, desacelerando los latidos de su corazón, aunque en el fondo era una conclusión que ella misma podría obtener lógicamente, pero necesitaba una confirmación que combatiera con su inseguridad.
Ya con los labios libres del rastro de aquella sangre se vio en un nuevo aprieto ¿Cómo contestaría a esa inocente pero certera pregunta? Podía decir la verdad y dejar en evidencia su naturaleza, arriesgándose así a ser juzgada y rechazada, podía inventar una excusa barata respecto a su salud, o bien podía obviar la pregunta de la mejor manera.
- Sí, no es nada – dijo con una perfecta sonrisa, aunque en el fondo fuese forzada – Esa pregunta debería hacérsela a usted, aunque la respuesta es un poco obvia –
Le quitó un mechón de cabello del rostro al hombre para tratar de ver mejor si tenía alguna herida en la cabeza, pero al parecer solo eran sus ojos, de los que, extrañamente, parecían haber brotado lágrimas de sangre. ¿Sería por un golpe en la cabeza o algún tipo de sustancia dañina? Ya habría tiempo para preguntarle por todo ello, pero lo mejor sería dejarlo apoyado en la pared del edificio contiguo, pues le aterraba la idea de que notase el frío tacto de su piel. Así que sin preguntarle siquiera comenzó a moverlo para que apoyara su espalda en la pared, pero ¿No sería un poco raro que una jovencita de su contextura consiguiera moverlo con tanta facilidad? Bueno, tendría que buscar una forma de hacer aquella actuación un poco más realista.
Se incorporó, aun afirmándolo para que no cayese, y lo rodeó ubicándose finalmente a su espalda para arrástralo hasta el edificio del lado derecho. Todo ello resoplando y fingiendo que lo hacía con dificultad para que no se extrañara y comenzara a develar su secreto, si es que no lo había averiguado aun.
- Puedo entender que ataquen cegados por la luna llena – dijo cuándo había cumplido su pequeña labor – Pero la luna comenzó a menguar hace días, así que no tienen excusa – dijo categóricamente mientras se arrodillaba frente a él.
Al parecer había un poco de rabia en sus palabras, y es que no soportaba que dañaran a gente inocente así, deliberadamente, así que los odiaba por lo que habían hecho, por atacar y casi matar por gusto, en contraste, cuando ella debía hacerlo por sobrevivencia y cargar su consciencia con culpa hasta el límite de la autodestrucción. Y es que también ella se odiaba a si misma, aunque no hubiese pedido jamás que la convirtieran en esto.
Rasgó un nuevo trozo del fajo de su vestido para cambiar la compresa, y así verificar si la herida había dejado de sangrar finalmente. Tomó la mano del herido para que él mismo presionara, así ella no se pasaría con la fuerza, mientras de su manga sacaba un impecable pañuelo blanco para terminar de limpiarle con delicadeza la sangre que se había secado alrededor de los ojos y en el resto de la cara.
En eso estaba cuando escuchó unas voces acercarse a la entrada del callejón, rogó por que no fuesen más que un par de vagabundos que buscaban un lugar para resguardarse. Pero aun así, por instinto se acercó más a él para cubrirle con su cuerpo, aunque más bien fuese con la capa que llevaba puesta, siempre con la vista hacia la entrada.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: En medio de la noche
Era una verdadera pena hallarse en semejante estado, porque él mismo le habría gustado decirle, de algún modo, que no debía de preocuparse en exceso por su estado. Por desgracia, sólo podía suponer qué tipo de ser sería aquella joven, pues su olfato aún no regresaba y al respirar convergían en él todos los aromas, buenos y malos, del callejón.
Hacía tiempo que no había peleado contra varios lícanos bajo el embrujo de la Luna, pero cuando mayor era la influencia del astro, peor lo pasaba Noah. Había ocasiones en que se le aparecía su hermana en sueños, recordando su cuerpo mustio y frágil sobre la nieve mientras sus ojos iban perdiendo el brillo de la vida y una garra llena de su sangre se separaba del cuerpo… para vislumbrar que dicha garra era su propio brazo, transformado. Entonces, cuando sucumbía al embrujo de la Luna, sus ojos perdían su brillo azul para dejar paso al negro azabache. Sólo en esos pocos días llegaba perder conciencia de sus actos. Por lo demás, tenía bastante más autocontrol… excepto cuando le hacían enojar o tenía pesadillas.
La joven no respondió con exactitud, algo que no era de extrañar ¿Cómo iban a saber cada uno lo que era en realidad? No era tampoco plan de decirlo a las claras… aunque él intuía que algo le había hecho reaccionar de forma tan repentina a la dama. Algo relacionado con él.
¡Ah, lo que daría por poder ver con sus propios ojos! Lástima que estuvieran dañados en ese instante…
Notó de forma vaga como un mechón de su cabello era retirado a un lado. Maldición. De seguro que le habría visto esas lágrimas de sangre que no presagiaban nada bueno para quién no conociera sus capacidades. Gracias a la ayuda de la joven, se pudo acomodar, aunque más que intuir, sabía que intentaba aparentar ser normal. Después de todo, él era actor: sabía cuando alguien, fuera de la raza que fuera, estaba fingiendo. Pero no hizo amago de revelar nada y le siguió la corriente: quién oculta algo, lo hace por un buen motivo.
Su acompañante parecía algo disgustada. ¿Cómo se lo tomaría si descubriera que él no era diferente, al menos en cuanto a raza, de esos seres a los que ella parecía guardarles cierta rabia? Tal vez era sólo por como actuaban en ocasiones y no por cómo eran…
− Cuando algo los motiva, no importa que sea o no Luna llena… –confesó, quitándose de en medio aunque realmente entendía bien qué podía inspirar a un grupo de lícanos a atacar a un Cazador.
De nuevo con la ayuda de ella, cubrió con su mano la herida del hombro para hacer presión y que se fuera cerrando la herida. En unos largos minutos probablemente no habría rastro del daño físico de la bala. Mientras ella seguía con las curas, unas voces provenientes de la entrada del callejón pusieron a ambos en tensión. Ella le cubrió de forma instintiva con su cuerpo, y de no ser porque no le había regresado aún el olfato, no habría tenido dificultad en distinguir qué tipo de ser era. Pero Noah no pudo permanecer de brazos cruzados: debía hacer algo, pues no se podría perdonar si ponía en peligro a la damisela por haber sido descuidado.
Así que, por enésima, y última vez aquella noche, usó su habilidad de Visión Remota. Durante unos instantes, volvió a ver, pero a través de los ojos ajenos. Se trataban simplemente de un par de vagabundos que, tras pensárselo bien, dieron marcha atrás y volvieron a dejarlos solos. No había peligro.
Regresando a sus propios orbes, hizo intento de decirle a su acompañante que se hallaban a salvo (de hecho, se podían oír cómo los pasos sutiles de los intrusos se alejaban), pero entonces una nueva oleada de dolor estalló en sus ojos carmesíes, propagándose en un rápido relampagueo por el resto de su cuerpo, causando que su espalda se arqueara y abriera la boca, expulsando el aire como si le hubieran propinado un golpe en la boca del estómago. Un quedo gemido escapó de sus labios, y aunque no reflejó el dolor que sentía, era lo máximo que podía hacer para contener aquella agonía que se había buscado él mismo.
Hacía tiempo que no había peleado contra varios lícanos bajo el embrujo de la Luna, pero cuando mayor era la influencia del astro, peor lo pasaba Noah. Había ocasiones en que se le aparecía su hermana en sueños, recordando su cuerpo mustio y frágil sobre la nieve mientras sus ojos iban perdiendo el brillo de la vida y una garra llena de su sangre se separaba del cuerpo… para vislumbrar que dicha garra era su propio brazo, transformado. Entonces, cuando sucumbía al embrujo de la Luna, sus ojos perdían su brillo azul para dejar paso al negro azabache. Sólo en esos pocos días llegaba perder conciencia de sus actos. Por lo demás, tenía bastante más autocontrol… excepto cuando le hacían enojar o tenía pesadillas.
La joven no respondió con exactitud, algo que no era de extrañar ¿Cómo iban a saber cada uno lo que era en realidad? No era tampoco plan de decirlo a las claras… aunque él intuía que algo le había hecho reaccionar de forma tan repentina a la dama. Algo relacionado con él.
¡Ah, lo que daría por poder ver con sus propios ojos! Lástima que estuvieran dañados en ese instante…
Notó de forma vaga como un mechón de su cabello era retirado a un lado. Maldición. De seguro que le habría visto esas lágrimas de sangre que no presagiaban nada bueno para quién no conociera sus capacidades. Gracias a la ayuda de la joven, se pudo acomodar, aunque más que intuir, sabía que intentaba aparentar ser normal. Después de todo, él era actor: sabía cuando alguien, fuera de la raza que fuera, estaba fingiendo. Pero no hizo amago de revelar nada y le siguió la corriente: quién oculta algo, lo hace por un buen motivo.
Su acompañante parecía algo disgustada. ¿Cómo se lo tomaría si descubriera que él no era diferente, al menos en cuanto a raza, de esos seres a los que ella parecía guardarles cierta rabia? Tal vez era sólo por como actuaban en ocasiones y no por cómo eran…
− Cuando algo los motiva, no importa que sea o no Luna llena… –confesó, quitándose de en medio aunque realmente entendía bien qué podía inspirar a un grupo de lícanos a atacar a un Cazador.
De nuevo con la ayuda de ella, cubrió con su mano la herida del hombro para hacer presión y que se fuera cerrando la herida. En unos largos minutos probablemente no habría rastro del daño físico de la bala. Mientras ella seguía con las curas, unas voces provenientes de la entrada del callejón pusieron a ambos en tensión. Ella le cubrió de forma instintiva con su cuerpo, y de no ser porque no le había regresado aún el olfato, no habría tenido dificultad en distinguir qué tipo de ser era. Pero Noah no pudo permanecer de brazos cruzados: debía hacer algo, pues no se podría perdonar si ponía en peligro a la damisela por haber sido descuidado.
Así que, por enésima, y última vez aquella noche, usó su habilidad de Visión Remota. Durante unos instantes, volvió a ver, pero a través de los ojos ajenos. Se trataban simplemente de un par de vagabundos que, tras pensárselo bien, dieron marcha atrás y volvieron a dejarlos solos. No había peligro.
Regresando a sus propios orbes, hizo intento de decirle a su acompañante que se hallaban a salvo (de hecho, se podían oír cómo los pasos sutiles de los intrusos se alejaban), pero entonces una nueva oleada de dolor estalló en sus ojos carmesíes, propagándose en un rápido relampagueo por el resto de su cuerpo, causando que su espalda se arqueara y abriera la boca, expulsando el aire como si le hubieran propinado un golpe en la boca del estómago. Un quedo gemido escapó de sus labios, y aunque no reflejó el dolor que sentía, era lo máximo que podía hacer para contener aquella agonía que se había buscado él mismo.
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Re: En medio de la noche
La calidez del hombre que yacía bajo ella la desconcentró, y es que envidiaba a los humanos por muchas cosas, entre ellas, que sus cuerpos despidieran una acogedora calidez. Sacudió un poco la cabeza para volver a concentrarse en los sujetos que a primera vista suponían la amenaza del momento.
Un suspiro de alivio de escapó de sus labios cuando los veía alejarse, y aunque no fuesen más que unos pobres vagabundos, simplemente no los habían visto. Dejó caer su cabeza sobre su hombro, sin recordar que estaba herido, más por el alivio de evitar una pelea que terminara por dejar en evidencia su naturaleza, que por estar a salvo.
De pronto, sintió que el hombre parecía retorcerse bajo ella, por lo que se apartó rápidamente, asustada, pensando que al cargar su peso en él lo había dañado aún más. Otra vez se maldijo a si misma por ser tan descuidada, mientras volvía a poner distancia entre ellos.
- Lo siento – dijo bajando la mirada – Me olvidé por completo de herida, lo siento –
Apretó fuertemente los puños sobre sus rodillas, hiriéndose ella misma con las uñas hasta dejar salir unas gotitas de su sangre. Estaba enfadada y no iba a ocultarlo, pero por el momento habían otras preocupaciones, quizás debería llevarlo a un lugar donde pudiesen atenderlo mejor pero ¿Cómo iba a explicar lo ocurrido? Si ni siquiera ella lo sabía.
De pronto cayó en cuenta de su ropa también estaba impregnada del aroma a licántropo, aquello le causo un poco de extrañeza pues no era normal que fuese tan fuerte si ni siquiera se había encontrado con los que habían atacado al hombre. En estos momentos nada le calzaba, y si quería tranquilizarse de una vez tendría que preguntar.
- Si lo atacaron los licántropos… ¿Por qué utilizaron un arma? – preguntó ingenuamente y con un tono que solo usaría una niña pequeña a la que un adulto no le quiere explicar las cosas – Es ilógico, siendo tan orgullosos…-
No es que conociera a muchos de esa especie, pero si los suficientes como para sacar esa conjetura, tampoco es que los odiara. ¿Con qué moral iba a juzgarlos? Ella estaba forzada a hacer cosas aún peores. Soltó de golpe la tensión de sus manos al sentir que el olor de su sangre llegaba a sus sentidos, las pequeñas heridas desaparecerían enseguida, pero tampoco quería llamar la atención de otros seres con sentidos agudos que pasaran cerca del lugar, por la calle que ya no parecía tan transitada ¿Cuánto tiempo llevaban en el callejón? Ya había perdido el hilo del tiempo.
¡Cómo no se le había ocurrido antes! Sabía que cuando una persona perdía cierta cantidad de sangre su cuerpo comenzaba a perder calor, Carmmine no lo había notado al principio pues apenas recordaba la temperatura que un humano normal debía tener. Rápidamente se quitó su capa, casi con desesperación, y la uso para cubrir al herido, cuyo nombre ni siquiera sabía.
- ¿Hay algún lugar al que pueda llevarlo? – dijo finalmente para no dilatar más la situación – Quizás pueda ayudarlo mejor que yo – bajó la mirada aun dolida por no poder hacer mucho más por él.
Tenía la mirada cansada, y pensar que hace unas horas estaba entusiasmada de ir a buscar un vestido y unos libros, ahora ni siquiera se acordaba de ello, solo quería volver a su casa y dormir. Pero no sin antes saber que todo estaría bien, que el hombre que aun yacía frente a ella estaría bien. Aunque no lo quisiera, sería una noche larga, demasiado.
Un suspiro de alivio de escapó de sus labios cuando los veía alejarse, y aunque no fuesen más que unos pobres vagabundos, simplemente no los habían visto. Dejó caer su cabeza sobre su hombro, sin recordar que estaba herido, más por el alivio de evitar una pelea que terminara por dejar en evidencia su naturaleza, que por estar a salvo.
De pronto, sintió que el hombre parecía retorcerse bajo ella, por lo que se apartó rápidamente, asustada, pensando que al cargar su peso en él lo había dañado aún más. Otra vez se maldijo a si misma por ser tan descuidada, mientras volvía a poner distancia entre ellos.
- Lo siento – dijo bajando la mirada – Me olvidé por completo de herida, lo siento –
Apretó fuertemente los puños sobre sus rodillas, hiriéndose ella misma con las uñas hasta dejar salir unas gotitas de su sangre. Estaba enfadada y no iba a ocultarlo, pero por el momento habían otras preocupaciones, quizás debería llevarlo a un lugar donde pudiesen atenderlo mejor pero ¿Cómo iba a explicar lo ocurrido? Si ni siquiera ella lo sabía.
De pronto cayó en cuenta de su ropa también estaba impregnada del aroma a licántropo, aquello le causo un poco de extrañeza pues no era normal que fuese tan fuerte si ni siquiera se había encontrado con los que habían atacado al hombre. En estos momentos nada le calzaba, y si quería tranquilizarse de una vez tendría que preguntar.
- Si lo atacaron los licántropos… ¿Por qué utilizaron un arma? – preguntó ingenuamente y con un tono que solo usaría una niña pequeña a la que un adulto no le quiere explicar las cosas – Es ilógico, siendo tan orgullosos…-
No es que conociera a muchos de esa especie, pero si los suficientes como para sacar esa conjetura, tampoco es que los odiara. ¿Con qué moral iba a juzgarlos? Ella estaba forzada a hacer cosas aún peores. Soltó de golpe la tensión de sus manos al sentir que el olor de su sangre llegaba a sus sentidos, las pequeñas heridas desaparecerían enseguida, pero tampoco quería llamar la atención de otros seres con sentidos agudos que pasaran cerca del lugar, por la calle que ya no parecía tan transitada ¿Cuánto tiempo llevaban en el callejón? Ya había perdido el hilo del tiempo.
¡Cómo no se le había ocurrido antes! Sabía que cuando una persona perdía cierta cantidad de sangre su cuerpo comenzaba a perder calor, Carmmine no lo había notado al principio pues apenas recordaba la temperatura que un humano normal debía tener. Rápidamente se quitó su capa, casi con desesperación, y la uso para cubrir al herido, cuyo nombre ni siquiera sabía.
- ¿Hay algún lugar al que pueda llevarlo? – dijo finalmente para no dilatar más la situación – Quizás pueda ayudarlo mejor que yo – bajó la mirada aun dolida por no poder hacer mucho más por él.
Tenía la mirada cansada, y pensar que hace unas horas estaba entusiasmada de ir a buscar un vestido y unos libros, ahora ni siquiera se acordaba de ello, solo quería volver a su casa y dormir. Pero no sin antes saber que todo estaría bien, que el hombre que aun yacía frente a ella estaría bien. Aunque no lo quisiera, sería una noche larga, demasiado.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: En medio de la noche
Aunque su hombro siguiera estando lastimado, el hecho que la doncella que lo asistía apoyara su cabeza en esa parte de su cuerpo no supuso la reaparición de molestia alguna. Era cierto que aún tardaría algún tiempo en que su propio organismo, debido a sus cualidades especiales, comenzara a ocuparse con detenimiento de aquella herida, pero al menos lentamente iba mitigándole el dolor.
La joven –ya que su voz lo parecía, pero sus oídos sensibilizados no le resultaban de mucha más ayuda para identificar mejor a su dueña− se disculpaba por algo que ella no había tenido nada que ver. Que su cuerpo se hubiera retorcido en aquél espasmo era sólo culpa del propio Noah, pero desconocía qué consecuencias podría haber si le revelaba su naturaleza verdadera. Lo irónico de todo aquello, es que no podría mantener la farsa cuando sus heridas más superficiales se cerrasen y soldasen por completo.
Un quedo rumor asaltó sus oídos. ¿Acaso aquello eran sus nudillos? Casi podía sentir cómo la piel de ellos se tensaban y arqueaban con vehemencia. Su olfato pareció jugarle una mala pasada cuando captó el aroma de la sangre… Seguramente sería la suya propia, no podía distinguirla con facilidad aunque habían matices que no se correspondían. ¿Y qué pasaría por la mente de esa mujer tan amable? Se debía de estar oliendo, con perdón por la redundancia, la charada que había detrás de todo aquello, y él aún tenía que agradecerle por sus atenciones. Su vista aún seguiría apagada y de poder contar con un sujeto caritativo que quisiera hacerle compañía en sus ratos invidentes, haría que el lícano se sintiera más seguro. Ya comenzaba a estar harto de ponerse en peligro por ayudar a inocentes.
Noah tosió una vez más, sin escupir sangre en esta ocasión, mientras una amarga sonrisa hacia amago en su labios y sus orbes carmesíes.
− No espero que lo entienda, pero la respuesta es mucho más fácil de lo que parece –dijo con un tono sarcástico sin pretender burlarse, más bien era fruto de aquella agónica verdad−. Quienes me atacaron… lo hicieron a uno de su propia especie. El agujero de bala es tan sólo un vivo recuerdo de ser un monstruo a jornada completa.
Sabía lo que podía llegar a causar esas palabras, que no escondían el desprecio que sentía respecto a esa revelación. De seguro que su salvadora no le creería y consideraría que era igual de arrogante y perjudicial que el resto de su raza. No pudo evitar revelarle ese indicio, el tono con que le había hecho la pregunta le había recordado inconscientemente a la voz que empleaba su hermana pequeña cuando sabía que Noah se veía triste por algún motivo, y sólo así se lo sonsacaba.
Mierda. ¿A qué perverso demonio habría sacado de quicio con su existencia para que decidiera atormentarlo, en aquél momento de terrible debilidad, con el rostro, y la voz, de la dulce doncella que era sangre de su sangre?
Desgraciadamente, la dama le colocó una cálida prenda de tela que por el tacto y la forma en que la situó en sus hombros, entendió que era una capa. De buen seguro que se arrepentiría en cuanto su astucia digiriera aquellas palabras. Lo aborrecería. Le echaría en cara que era un farsante, lo mucho que se había preocupado y se iría. Tal vez incluso lo pateara en las costillas como venganza, recuperando su capa antes de que siguiera mancillando su pureza con su mero contacto.
Hizo verdaderos esfuerzos por ponerse en pie, trastabillando un poco y tanteando con sus manos la pared en la que se hallaba apoyado para levantarse. Si ella había albergado la posibilidad de que él veía, sin duda ahora esa sencilla idea se habría esfumado. Al contrario de lo que muchos suponían, perder repentinamente la vista era desorientador aún poseyendo el resto de sentidos. Si, por el contrario, siempre hubiera carecido de visión, estaría más que acostumbrado.
− Ahora que entiende qué soy, también sabrá que con el paso del tiempo mi cuerpo no albergará rastro de estas marcas… pero lamentablemente mi vista aún tardará horas en regresar. Además –prosiguió con la voz rota−, ¿seguro que le sigue siendo apetecible la idea de permanecer a mi lado? Alguien tan arrogante como yo no sabe apreciar la ayuda que le brindan.
Escupió las últimas palabras, pero se veía a las claras que estaba fingiendo que le habían ofendido. Puesto que no le había dejado demasiado tiempo para asimilar quién, bueno, QUÉ era él, quería indicarle de forma sutil y amena, que aunque en realidad sí que precisaba de su ayuda, no le exigiría que se preocupara más por él si tenía otras cosas más importantes que cuidar a un desvalido chucho.
Le dedicó una sonrisa, admitiendo en silencio la broma e iba a susurrarle un agradecimiento cuando perdió el equilibrio y se derrumbó con el costado en la pared con la que se había ayudado para ponerse en pie. De nuevo no salió quejido alguno de sus labios, pero sí que se le escapó un sonoro suspiro de frustración.
La joven –ya que su voz lo parecía, pero sus oídos sensibilizados no le resultaban de mucha más ayuda para identificar mejor a su dueña− se disculpaba por algo que ella no había tenido nada que ver. Que su cuerpo se hubiera retorcido en aquél espasmo era sólo culpa del propio Noah, pero desconocía qué consecuencias podría haber si le revelaba su naturaleza verdadera. Lo irónico de todo aquello, es que no podría mantener la farsa cuando sus heridas más superficiales se cerrasen y soldasen por completo.
Un quedo rumor asaltó sus oídos. ¿Acaso aquello eran sus nudillos? Casi podía sentir cómo la piel de ellos se tensaban y arqueaban con vehemencia. Su olfato pareció jugarle una mala pasada cuando captó el aroma de la sangre… Seguramente sería la suya propia, no podía distinguirla con facilidad aunque habían matices que no se correspondían. ¿Y qué pasaría por la mente de esa mujer tan amable? Se debía de estar oliendo, con perdón por la redundancia, la charada que había detrás de todo aquello, y él aún tenía que agradecerle por sus atenciones. Su vista aún seguiría apagada y de poder contar con un sujeto caritativo que quisiera hacerle compañía en sus ratos invidentes, haría que el lícano se sintiera más seguro. Ya comenzaba a estar harto de ponerse en peligro por ayudar a inocentes.
Noah tosió una vez más, sin escupir sangre en esta ocasión, mientras una amarga sonrisa hacia amago en su labios y sus orbes carmesíes.
− No espero que lo entienda, pero la respuesta es mucho más fácil de lo que parece –dijo con un tono sarcástico sin pretender burlarse, más bien era fruto de aquella agónica verdad−. Quienes me atacaron… lo hicieron a uno de su propia especie. El agujero de bala es tan sólo un vivo recuerdo de ser un monstruo a jornada completa.
Sabía lo que podía llegar a causar esas palabras, que no escondían el desprecio que sentía respecto a esa revelación. De seguro que su salvadora no le creería y consideraría que era igual de arrogante y perjudicial que el resto de su raza. No pudo evitar revelarle ese indicio, el tono con que le había hecho la pregunta le había recordado inconscientemente a la voz que empleaba su hermana pequeña cuando sabía que Noah se veía triste por algún motivo, y sólo así se lo sonsacaba.
Mierda. ¿A qué perverso demonio habría sacado de quicio con su existencia para que decidiera atormentarlo, en aquél momento de terrible debilidad, con el rostro, y la voz, de la dulce doncella que era sangre de su sangre?
Desgraciadamente, la dama le colocó una cálida prenda de tela que por el tacto y la forma en que la situó en sus hombros, entendió que era una capa. De buen seguro que se arrepentiría en cuanto su astucia digiriera aquellas palabras. Lo aborrecería. Le echaría en cara que era un farsante, lo mucho que se había preocupado y se iría. Tal vez incluso lo pateara en las costillas como venganza, recuperando su capa antes de que siguiera mancillando su pureza con su mero contacto.
Hizo verdaderos esfuerzos por ponerse en pie, trastabillando un poco y tanteando con sus manos la pared en la que se hallaba apoyado para levantarse. Si ella había albergado la posibilidad de que él veía, sin duda ahora esa sencilla idea se habría esfumado. Al contrario de lo que muchos suponían, perder repentinamente la vista era desorientador aún poseyendo el resto de sentidos. Si, por el contrario, siempre hubiera carecido de visión, estaría más que acostumbrado.
− Ahora que entiende qué soy, también sabrá que con el paso del tiempo mi cuerpo no albergará rastro de estas marcas… pero lamentablemente mi vista aún tardará horas en regresar. Además –prosiguió con la voz rota−, ¿seguro que le sigue siendo apetecible la idea de permanecer a mi lado? Alguien tan arrogante como yo no sabe apreciar la ayuda que le brindan.
Escupió las últimas palabras, pero se veía a las claras que estaba fingiendo que le habían ofendido. Puesto que no le había dejado demasiado tiempo para asimilar quién, bueno, QUÉ era él, quería indicarle de forma sutil y amena, que aunque en realidad sí que precisaba de su ayuda, no le exigiría que se preocupara más por él si tenía otras cosas más importantes que cuidar a un desvalido chucho.
Le dedicó una sonrisa, admitiendo en silencio la broma e iba a susurrarle un agradecimiento cuando perdió el equilibrio y se derrumbó con el costado en la pared con la que se había ayudado para ponerse en pie. De nuevo no salió quejido alguno de sus labios, pero sí que se le escapó un sonoro suspiro de frustración.
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Re: En medio de la noche
Escuchó lo que parecía ser simplemente un poco de tos, seguramente ahora podría respirar con más facilidad, y por lo tanto podría responderle con más fluidez, por lo que suspiró aliviada, sin saber que la sorpresa terminaría por hacerse con las facciones de su frío rostro. Se frotó las manos en los muslos, simultáneamente, para liberarlas de esas pequeñas gotitas que se habían escapado de las palmas de sus manos, mientras esperaba las respuestas que momentos antes había pedido. Aunque nada la podría haber preparado para aquello.
¿De su misma especie? ¿Un licántropo? Definitivamente tenía cierta facilidad para meterse en problemas, pero en este caso todo era muy diferente a las ocasiones anteriores, era un agradable cambio. A pesar de que no estaba asustada de él, aquellas palabras sumadas al sarcástico tono con que fueron pronunciadas la sorprendieron, aún más esto último. Haciéndole dar un leve saltito sobre sus rodillas, fruto de un inoportuno autoreflejo, el cual aunque exteriormente pudiese ser interpretado como rechazo, no lo era en absoluto, sino que era un gesto del más puro desconcierto.
Aquella confesión era una pieza importante del puzle, mas no la última, razón por la que sentía que aún faltaba algo, un pequeño pero importante detalle, aunque no supiese de que se trataba ¿Un presentimiento? ¿Acaso podía tener presentimientos?
Él había tenido el valor de darle a conocer su real naturaleza, mientras que Carmmine no sabía qué hacer, estaba a punto de comenzar a desesperarse. Y es por todos conocidos que la eterna rivalidad entre sus razas llega a los límites de la irracionalidad, tanto como para destruirse entre ellos con la excusa de que su sangre se los ordenaba. Pero ella no creía en eso, prefería no juzgar a nadie más que a ella misma, y por razones obvias no iba a hacerlo con él. A pesar de las populares creencias de que deberían odiarse al primer contacto, Carmmine lo había ayudado ¿No? Eso era un claro ejemplo de que odiar por lo que se es y no por quien es, era algo que debía dejarse a quienes carecían de consciencia… Nadie podía escoger su naturaleza, pero si las virtudes y defectos que podrían adornarla, y por ende hacerlos diferentes.
Se quedó en silencio un momento, tratando de buscar las palabras adecuadas para hacerle constar también su secreto, pero el que hasta hace unos momentos había considerado un frágil humano, ahora estaba levantándose por cuenta propia pero a duras penas y aun herido. Y ella no pudo hacer nada más que observarlo impávida pues sus palabras nuevamente la habían detenido.
Si no se lo hubiese mencionado no habría recordado que tenían esa habilidad en común, ella era una despistada y muchas veces se hería sin darse cuenta pero… ¿Por qué sus ojos estaban dañados de aquella manera, hasta hacerle perder la visión…? ¡No la había visto! Entonces pensó que debido a eso él no se había dado cuenta del verdadero ser de Carmmine, si hubiese visto su pálido rostro y sus ojos inusualmente brillantes, probablemente habría rechazado su ayuda, ya que era normal que no muchos pensaran como ella, aunque sería una suerte que esta noche fuera el caso.
Se levantó del sucio suelo del callejón, y mientras se llevaba las manos a la zona de las rodillas para limpiarse el vestido, vislumbró una sonrisa que la desconcertó casi tanto como aquella confesión. Pero no tuvo tiempo para interpretarla ya que el hombre que haciendo acopio de fuerza, y quizás orgullo, se había levantado por sí mismo se derrumbó sobre la pared en que Carmmine lo había apoyado antes. Así que rápidamente, usando aquel don de la fuerza que su especie poseía, lo atrapó entre sus brazos antes de que cayese al suelo, haciéndose aún más daño.
- No debería haberse levantado – dijo suspirando aliviada de que esta vez sus reflejos le hubiesen sido útiles – Eso solo le suma puntos a mi idea de que son unos orgullosos – dijo con una sonrisa mientras intentaba volverlo a la posición de antes, ya que seguramente sentado estaría más cómodo hasta que volviera su visión – Si vamos a esperar horas para que su visión regrese, será mejor hacerlo sentados ¿No cree? –
Aquello era claramente una respuesta a aquella interrogante que antecedió a la caída que sufrió momentos antes, iba a quedarse con él hasta que ella misma determinara que su salud le permitiría estar a salvo pero… para ello tendría que ser honesta y contarle que tampoco era humana, sino seguiría sintiendo que estaba traicionando su confianza, aunque fuese casi un completo desconocido.
- Lamento haber dicho que eran orgullosos – dijo arrodillándose frente a él para quedar a su altura – Nosotros también somos conocidos por ello – dijo con aire de resignación ante lo que iba a decir a continuación – Así que no tengo derecho a juzgarlo por lo que es, menos siendo yo un ser aun peor. Supongo que considerando que soy… una de esos a los que llaman vampiros, no querrá usted que este cerca –
Confesar eso último le había sacado una amarga sonrisa, y es era a una de las cosas a las que más le temía, no encajar en un mundo que le pertenecía a los humanos y ser rechazada por ser lo que era, por tener que valerse de su especie, asesinando, para mantenerse con vida. Por eso no podía sentir desprecio por él, Carmmine sentía que era infinitamente peor.
Tomó su mano para llevarla a su mejilla, ya que como no podía ver, al menos así podría corroborar que lo que decía era cierto, así que esperaba que su frío rostro la delatara. Aunque tal vez fuese más un acto de confianza, inconscientemente haciéndole saber que no le haría daño sino al contrario, que se quedaría ahí para ayudarlo en lo que necesitara, si es que decidía aceptar.
¿De su misma especie? ¿Un licántropo? Definitivamente tenía cierta facilidad para meterse en problemas, pero en este caso todo era muy diferente a las ocasiones anteriores, era un agradable cambio. A pesar de que no estaba asustada de él, aquellas palabras sumadas al sarcástico tono con que fueron pronunciadas la sorprendieron, aún más esto último. Haciéndole dar un leve saltito sobre sus rodillas, fruto de un inoportuno autoreflejo, el cual aunque exteriormente pudiese ser interpretado como rechazo, no lo era en absoluto, sino que era un gesto del más puro desconcierto.
Aquella confesión era una pieza importante del puzle, mas no la última, razón por la que sentía que aún faltaba algo, un pequeño pero importante detalle, aunque no supiese de que se trataba ¿Un presentimiento? ¿Acaso podía tener presentimientos?
Él había tenido el valor de darle a conocer su real naturaleza, mientras que Carmmine no sabía qué hacer, estaba a punto de comenzar a desesperarse. Y es por todos conocidos que la eterna rivalidad entre sus razas llega a los límites de la irracionalidad, tanto como para destruirse entre ellos con la excusa de que su sangre se los ordenaba. Pero ella no creía en eso, prefería no juzgar a nadie más que a ella misma, y por razones obvias no iba a hacerlo con él. A pesar de las populares creencias de que deberían odiarse al primer contacto, Carmmine lo había ayudado ¿No? Eso era un claro ejemplo de que odiar por lo que se es y no por quien es, era algo que debía dejarse a quienes carecían de consciencia… Nadie podía escoger su naturaleza, pero si las virtudes y defectos que podrían adornarla, y por ende hacerlos diferentes.
Se quedó en silencio un momento, tratando de buscar las palabras adecuadas para hacerle constar también su secreto, pero el que hasta hace unos momentos había considerado un frágil humano, ahora estaba levantándose por cuenta propia pero a duras penas y aun herido. Y ella no pudo hacer nada más que observarlo impávida pues sus palabras nuevamente la habían detenido.
Si no se lo hubiese mencionado no habría recordado que tenían esa habilidad en común, ella era una despistada y muchas veces se hería sin darse cuenta pero… ¿Por qué sus ojos estaban dañados de aquella manera, hasta hacerle perder la visión…? ¡No la había visto! Entonces pensó que debido a eso él no se había dado cuenta del verdadero ser de Carmmine, si hubiese visto su pálido rostro y sus ojos inusualmente brillantes, probablemente habría rechazado su ayuda, ya que era normal que no muchos pensaran como ella, aunque sería una suerte que esta noche fuera el caso.
Se levantó del sucio suelo del callejón, y mientras se llevaba las manos a la zona de las rodillas para limpiarse el vestido, vislumbró una sonrisa que la desconcertó casi tanto como aquella confesión. Pero no tuvo tiempo para interpretarla ya que el hombre que haciendo acopio de fuerza, y quizás orgullo, se había levantado por sí mismo se derrumbó sobre la pared en que Carmmine lo había apoyado antes. Así que rápidamente, usando aquel don de la fuerza que su especie poseía, lo atrapó entre sus brazos antes de que cayese al suelo, haciéndose aún más daño.
- No debería haberse levantado – dijo suspirando aliviada de que esta vez sus reflejos le hubiesen sido útiles – Eso solo le suma puntos a mi idea de que son unos orgullosos – dijo con una sonrisa mientras intentaba volverlo a la posición de antes, ya que seguramente sentado estaría más cómodo hasta que volviera su visión – Si vamos a esperar horas para que su visión regrese, será mejor hacerlo sentados ¿No cree? –
Aquello era claramente una respuesta a aquella interrogante que antecedió a la caída que sufrió momentos antes, iba a quedarse con él hasta que ella misma determinara que su salud le permitiría estar a salvo pero… para ello tendría que ser honesta y contarle que tampoco era humana, sino seguiría sintiendo que estaba traicionando su confianza, aunque fuese casi un completo desconocido.
- Lamento haber dicho que eran orgullosos – dijo arrodillándose frente a él para quedar a su altura – Nosotros también somos conocidos por ello – dijo con aire de resignación ante lo que iba a decir a continuación – Así que no tengo derecho a juzgarlo por lo que es, menos siendo yo un ser aun peor. Supongo que considerando que soy… una de esos a los que llaman vampiros, no querrá usted que este cerca –
Confesar eso último le había sacado una amarga sonrisa, y es era a una de las cosas a las que más le temía, no encajar en un mundo que le pertenecía a los humanos y ser rechazada por ser lo que era, por tener que valerse de su especie, asesinando, para mantenerse con vida. Por eso no podía sentir desprecio por él, Carmmine sentía que era infinitamente peor.
Tomó su mano para llevarla a su mejilla, ya que como no podía ver, al menos así podría corroborar que lo que decía era cierto, así que esperaba que su frío rostro la delatara. Aunque tal vez fuese más un acto de confianza, inconscientemente haciéndole saber que no le haría daño sino al contrario, que se quedaría ahí para ayudarlo en lo que necesitara, si es que decidía aceptar.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: En medio de la noche
¿Acaso resultaban necesarias las palabras? Un leve silencio, pero de una intensa magnitud, pareció materializarse en el aire, condensándose alrededor de Noah y oprimirle de tal forma que, de haber estado en perfectas condiciones, estaba convencido que le perforaría la piel como si fuera una afilada arma creada con la plata letal para los miembros de su especie. Apenas alcanzó a escuchar, ya que no podía ver, el sobresaltado brinco que dio su ángel de la guarda. ¿Temor? Dudaba que fuera eso. Es decir, apenas la conocía, cierto, pero su pésima intuición –intuición animal, pues los varones carecían de semejante facultad femenina− le decía que aquella damisela no era de las que asustasen. Tal vez, a lo sumo, se habría sobresaltado ligeramente…
¿Qué podía haber impulsado a Noah a revelar su condición? Quizás era el hecho que se sentía en deuda para con quién le estaba cuidando. O podía deberse a un infrecuente estado de debilidad causado por la ceguera y demás heridas, más que físicas, emocionales, por el hecho de ver su vida atentada por alguien a quién había salvado el pellejo momentos antes. O incluso podía ser el minúsculo detalle que el licántropo tendía a encontrarse más cómodo en presencia de sujetos de otras razas que no fueran la suya, pues de forma inconsciente su sangre le hervía en el interior de las venas si se hallaba cerca de alguien de su propia especie.
Algo que se veía potenciado aún más en el caso de encuentros con vampiros. Por raro que pudiera parecer, Noah casi sentía envidia de ellos: poseían una elegancia y un porte que ni siquiera él, aun habiendo formado parte de la alta cuna, podría jamás alcanzar; una meta incluso más lejana en cuanto sufrió su conversión a ese tipo de bestia inmunda que en más de una ocasión amenazaba con evaporar por completo su humanidad.
Justo cuando caía, le sorprendió −¡le sorprendió!− que se viera envuelto en los brazos ajenos. El tacto helado penetró las pocas capas de sus prendas de vestir, pero sintió una calidez en aquél gesto que podría haberlo pasado por alto. De modo que sus suposiciones no estaban desencaminadas… qué pena que él no fuera un simple humano; con la irónica estrella que parecía brillar sólo para él, le habría resultado más fácil encontrar a alguien adecuado para que lo convirtiera a vampiro. A fin de cuentas, casi pasaba más rato entre esos Descendientes de la Luna que entre los de su propia raza.
No pudo evitar sonreír a modo de disculpa: una sonrisa sincera, sin rastro de malicia ni socarronería. Se dejó manipular, aún a sabiendas que podía parecer un niño malcriado que se resignara a que su madre le estuviera dando una regañina y le prohibiera moverse del sitio.
− ¿Acaso puedo negar lo evidente? –rezongó con voz rota pero con un claro deje juguetón, dándole a entender que lo que iba a decir podía ser tomado a broma−. Acudió sin que se lo propusiera y de forma desinteresada: acataré lo que me ordene, mi Ángel de la Noche, sólo si así consigo aliviar su preocupación.
Su intención no era halagarla porque sí, sin motivos, sino que únicamente quería dejar claro que puesto que gracias a ella había conseguido ponerse a salvo, y, para qué negarlo, había evitado que su condición actual empeorase, no le iba a llevar la contraria.
De nuevo sentado en el suelo, gracias exclusivamente a las atentas y delicadas manos de la damisela, se movió levemente al intentar acomodarse aunque era cierto que le había dejado en una posición más que cómoda. Él sólo había procurado que, pese a que no podía verla, estuviera en una postura que pareciera que ese detalle no se notara. Quizás así no la importunaría tanto…
Entonces escuchó sus siguientes palabras, confirmando a viva voz lo que él ya había corroborado por su cuenta. Y es que el no poder gozar del don de la visión aumentaba de forma exponencial los otros sentidos… o, al menos, aquellos que iba recobrando de forma paulatina.
Inconscientemente, alzó una de sus manos con cierto titubeo, buscando el rostro de su protectora y cuidadora, de forma que no le pudiera dañar si no calculaba bien la procedencia de la voz. Por fortuna, su acompañante tomó su mano y la llevó a la mejilla ajena, sintiendo como una superficie lisa, como el mármol o la porcelana, yacía por debajo de las yemas de sus dedos. Intentó, con esfuerzo, dedicarle una de sus mejores sonrisas antes de dirigirle unas palabras llenas de dulzura.
− No se puede comparar la ignominiosa beldad que poseemos aquellos que son como yo, con la esplendorosa hermosura que rodean a los seres que son como usted… Puede que no os sintáis complacidos de ser lo que sois, pero al menos tenéis un control decente sobre vuestras emociones –hizo una leve pausa antes de detener el contacto, por respeto hacia la vampiresa−. Si no, míreme: observe hacia dónde me ha llevado mi impetuosidad y mi arrogancia, aún cuando sólo pretendía hacer lo que era correcto…
¿Qué podía haber impulsado a Noah a revelar su condición? Quizás era el hecho que se sentía en deuda para con quién le estaba cuidando. O podía deberse a un infrecuente estado de debilidad causado por la ceguera y demás heridas, más que físicas, emocionales, por el hecho de ver su vida atentada por alguien a quién había salvado el pellejo momentos antes. O incluso podía ser el minúsculo detalle que el licántropo tendía a encontrarse más cómodo en presencia de sujetos de otras razas que no fueran la suya, pues de forma inconsciente su sangre le hervía en el interior de las venas si se hallaba cerca de alguien de su propia especie.
Algo que se veía potenciado aún más en el caso de encuentros con vampiros. Por raro que pudiera parecer, Noah casi sentía envidia de ellos: poseían una elegancia y un porte que ni siquiera él, aun habiendo formado parte de la alta cuna, podría jamás alcanzar; una meta incluso más lejana en cuanto sufrió su conversión a ese tipo de bestia inmunda que en más de una ocasión amenazaba con evaporar por completo su humanidad.
Justo cuando caía, le sorprendió −¡le sorprendió!− que se viera envuelto en los brazos ajenos. El tacto helado penetró las pocas capas de sus prendas de vestir, pero sintió una calidez en aquél gesto que podría haberlo pasado por alto. De modo que sus suposiciones no estaban desencaminadas… qué pena que él no fuera un simple humano; con la irónica estrella que parecía brillar sólo para él, le habría resultado más fácil encontrar a alguien adecuado para que lo convirtiera a vampiro. A fin de cuentas, casi pasaba más rato entre esos Descendientes de la Luna que entre los de su propia raza.
No pudo evitar sonreír a modo de disculpa: una sonrisa sincera, sin rastro de malicia ni socarronería. Se dejó manipular, aún a sabiendas que podía parecer un niño malcriado que se resignara a que su madre le estuviera dando una regañina y le prohibiera moverse del sitio.
− ¿Acaso puedo negar lo evidente? –rezongó con voz rota pero con un claro deje juguetón, dándole a entender que lo que iba a decir podía ser tomado a broma−. Acudió sin que se lo propusiera y de forma desinteresada: acataré lo que me ordene, mi Ángel de la Noche, sólo si así consigo aliviar su preocupación.
Su intención no era halagarla porque sí, sin motivos, sino que únicamente quería dejar claro que puesto que gracias a ella había conseguido ponerse a salvo, y, para qué negarlo, había evitado que su condición actual empeorase, no le iba a llevar la contraria.
De nuevo sentado en el suelo, gracias exclusivamente a las atentas y delicadas manos de la damisela, se movió levemente al intentar acomodarse aunque era cierto que le había dejado en una posición más que cómoda. Él sólo había procurado que, pese a que no podía verla, estuviera en una postura que pareciera que ese detalle no se notara. Quizás así no la importunaría tanto…
Entonces escuchó sus siguientes palabras, confirmando a viva voz lo que él ya había corroborado por su cuenta. Y es que el no poder gozar del don de la visión aumentaba de forma exponencial los otros sentidos… o, al menos, aquellos que iba recobrando de forma paulatina.
Inconscientemente, alzó una de sus manos con cierto titubeo, buscando el rostro de su protectora y cuidadora, de forma que no le pudiera dañar si no calculaba bien la procedencia de la voz. Por fortuna, su acompañante tomó su mano y la llevó a la mejilla ajena, sintiendo como una superficie lisa, como el mármol o la porcelana, yacía por debajo de las yemas de sus dedos. Intentó, con esfuerzo, dedicarle una de sus mejores sonrisas antes de dirigirle unas palabras llenas de dulzura.
− No se puede comparar la ignominiosa beldad que poseemos aquellos que son como yo, con la esplendorosa hermosura que rodean a los seres que son como usted… Puede que no os sintáis complacidos de ser lo que sois, pero al menos tenéis un control decente sobre vuestras emociones –hizo una leve pausa antes de detener el contacto, por respeto hacia la vampiresa−. Si no, míreme: observe hacia dónde me ha llevado mi impetuosidad y mi arrogancia, aún cuando sólo pretendía hacer lo que era correcto…
- Spoiler:
- Pido disculpas por el retraso y por lo infame de mi respuesta. Me sabía terriblemente mal seguir dejándola sin su contestación, y no supe enfocarla de un modo próspero ni fructífero. Mil disculpas…
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Re: En medio de la noche
Se sonrojó tontamente cuando la llamó “Ángel de la Noche” ¿Podría haber una denominación que fuese tan acertada como incorrecta al mismo tiempo? Un ser como ella, que debía habitar las noches pero que de ángel seguramente no tenía más que el rostro, pues carecía de esa alma pura y las extremidades aladas que se le atribuían a esas míticas criaturas celestiales.
Pero debía dejar de pensar en ello, en nimiedades y halagos que no harían que curaran las heridas del hombre. Tal vez se sentía un poco de impotencia, pero no sacaba nada con amargarse pues no podía hacer nada más que acompañarlo hasta que recuperase la vista.
Aquel cálido tacto en su mejilla la consolaba, como si quisiese decirle que no la juzgaría, pero no acabó de creerlo hasta que escuchó sus palabras, aunque en el fondo no pensara de igual manera por ese racionamiento tan frío con que miraba tanto su existencia como la del resto de los seres que habitaban los alrededores. Era interesante aquel enfoque que exponía él, el control de los sentimientos, era algo sin duda indispensable para Carmmine por lo que no solía pensar cómo sería si no pudiese controlarse… Pero al mismo tiempo era una condena, estar consciente cuando tenía que alimentarse, dejar que esas mismas emociones, que él licántropo que yacía a su lado añoraba controlar en todo momento, la llenaran de arrepentimiento e odio por ella misma.
No supo cuánto tiempo pasó en esas cavilaciones pero se despertó cuando dejó de sentir la calidez, haciéndola sentir un leve vacío en su interior, tal vez se hubiese quedado en un incómodo silencio que ni siquiera notó, así que comenzó a buscar en sus palabras una forma de romper el hielo, y terminó encontrándose con algo que la extrañó…
- Control decente solo hasta cierto punto, Monsieur – dijo con un poco de tristeza en la voz – Estar conscientes en… ciertas ocasiones es incluso peor, supongo – dijo encogiéndose de hombros, sin darse cuenta de que él no vería ese gesto.
Y es que era horrible sentir que se tomaba una vida para mantenerse con vida ella misma, era un acto tan inevitable como egoísta, pero si pensaba así… ¿Por qué no poner en una balanza las vidas para terminar con la conclusión de que debía acabar con la suya? No, eso ya lo había hecho y no habría tenido la oportunidad de socorrer al desconocido de no haber mediado uno de los suyos, uno muy especial.
Ahora que lo pensaba no sabía su nombre, y por lo tanto no tenía una forma de nombrarlo, aun en su mente no sabía que apelativo usar para él aparte de “el hombre herido” o “el desconocido”, y pensó que quizás a él le ocurría lo mismo. Había sido una falta de cortesía de su parte no haberse presentado antes… y lo habría hecho en ese instante de no sentir una pequeña presencia que se acercaba.
Era uno de los felinos que seguramente habitaban el callejón o sus alrededores, así que pensó que no tenía derecho alguno para ahuyentarlo de su territorio, y no lo habría hecho de no ser porque lo vio acercarse al pequeño paquete que había traído con ella, del que por cierto se había olvidado por completo, y que contenía unos cuantos trozos de tartas de cereza que probablemente se habían dañado cuando hace unos momentos había caído.
- Es mi tarta – dijo divertida mientras se acercaba, gateando, al paquete que casi fue robado por el felino –
Había buscado con insistencia aquella dichosa tarta, y seguramente la pastelería estaría cerrada para cuando volviera, así que si podía salvarla, lo haría. Además para su buena fortuna, ésta se encontraba intacta, provocando que una boba sonrisa se dibujara en su rostro. Hasta que de nuevo recordó dónde se encontraba y por qué.
- Lo siento mucho, es un poco infantil, pero es una tarta de cerezas deliciosa– dijo riendo mientras se volvía a arrodillar frente a él – Por cierto, mi nombre es Carmmine Von Misson –
Casi se sintió aliviada de que él no pudiese ver la tonta expresión de su rostro en aquel momento, por alguna extraña razón le costaba mantener la compostura, más aun con toda esa expectación de conocer el nombre, o al menos de tener una pista, sobre él hombre con el que pasaría las siguientes horas.
Pero debía dejar de pensar en ello, en nimiedades y halagos que no harían que curaran las heridas del hombre. Tal vez se sentía un poco de impotencia, pero no sacaba nada con amargarse pues no podía hacer nada más que acompañarlo hasta que recuperase la vista.
Aquel cálido tacto en su mejilla la consolaba, como si quisiese decirle que no la juzgaría, pero no acabó de creerlo hasta que escuchó sus palabras, aunque en el fondo no pensara de igual manera por ese racionamiento tan frío con que miraba tanto su existencia como la del resto de los seres que habitaban los alrededores. Era interesante aquel enfoque que exponía él, el control de los sentimientos, era algo sin duda indispensable para Carmmine por lo que no solía pensar cómo sería si no pudiese controlarse… Pero al mismo tiempo era una condena, estar consciente cuando tenía que alimentarse, dejar que esas mismas emociones, que él licántropo que yacía a su lado añoraba controlar en todo momento, la llenaran de arrepentimiento e odio por ella misma.
No supo cuánto tiempo pasó en esas cavilaciones pero se despertó cuando dejó de sentir la calidez, haciéndola sentir un leve vacío en su interior, tal vez se hubiese quedado en un incómodo silencio que ni siquiera notó, así que comenzó a buscar en sus palabras una forma de romper el hielo, y terminó encontrándose con algo que la extrañó…
- Control decente solo hasta cierto punto, Monsieur – dijo con un poco de tristeza en la voz – Estar conscientes en… ciertas ocasiones es incluso peor, supongo – dijo encogiéndose de hombros, sin darse cuenta de que él no vería ese gesto.
Y es que era horrible sentir que se tomaba una vida para mantenerse con vida ella misma, era un acto tan inevitable como egoísta, pero si pensaba así… ¿Por qué no poner en una balanza las vidas para terminar con la conclusión de que debía acabar con la suya? No, eso ya lo había hecho y no habría tenido la oportunidad de socorrer al desconocido de no haber mediado uno de los suyos, uno muy especial.
Ahora que lo pensaba no sabía su nombre, y por lo tanto no tenía una forma de nombrarlo, aun en su mente no sabía que apelativo usar para él aparte de “el hombre herido” o “el desconocido”, y pensó que quizás a él le ocurría lo mismo. Había sido una falta de cortesía de su parte no haberse presentado antes… y lo habría hecho en ese instante de no sentir una pequeña presencia que se acercaba.
Era uno de los felinos que seguramente habitaban el callejón o sus alrededores, así que pensó que no tenía derecho alguno para ahuyentarlo de su territorio, y no lo habría hecho de no ser porque lo vio acercarse al pequeño paquete que había traído con ella, del que por cierto se había olvidado por completo, y que contenía unos cuantos trozos de tartas de cereza que probablemente se habían dañado cuando hace unos momentos había caído.
- Es mi tarta – dijo divertida mientras se acercaba, gateando, al paquete que casi fue robado por el felino –
Había buscado con insistencia aquella dichosa tarta, y seguramente la pastelería estaría cerrada para cuando volviera, así que si podía salvarla, lo haría. Además para su buena fortuna, ésta se encontraba intacta, provocando que una boba sonrisa se dibujara en su rostro. Hasta que de nuevo recordó dónde se encontraba y por qué.
- Lo siento mucho, es un poco infantil, pero es una tarta de cerezas deliciosa– dijo riendo mientras se volvía a arrodillar frente a él – Por cierto, mi nombre es Carmmine Von Misson –
Casi se sintió aliviada de que él no pudiese ver la tonta expresión de su rostro en aquel momento, por alguna extraña razón le costaba mantener la compostura, más aun con toda esa expectación de conocer el nombre, o al menos de tener una pista, sobre él hombre con el que pasaría las siguientes horas.
- Spoiler:
- No tiene de que disculparse, la inspiración y la creatividad también me están siendo esquivas últimamente, así que discúlpeme usted a mí.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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