Analeigh Leisser

♥ Nombre del Personaje:
Analeigh Leisser
♥ Edad:
23
♥ Especie:
Humano
♥ Tipo y Escalafón Social:
Cortesana / Escalafón Social Bajo
♥ Lugar de Origen:
Montpellier (Sur de Francia)



♥ Descripción Fisica:
Aun no aprendo a valorar la belleza que todos dicen poseo ¿serán mis grandes ojos color aguamarina, rasgados y penetrantes cuan los de un felino? Que suelen hablar mucho más de lo que mis delicados labios suelen decir, pues estos parecen ser más efectivos que las mismas palabras teniendo un fuerte tono de rouge carmesí que resalte su perfecta forma.
¿Sera mi alocada cabellera castaña como el tabaco? Esa que suelo cepillar tantas veces hasta que la misma pareciese un montón de innumerables y sedosas hebras que una junto a la otra resaltan enormemente la blancura de mi piel pálida, aquella solo se torna rosácea cuando más de dos copas de vino oscuro me acompañan.
Tal vez sea mi sonrisa, mis pestañas largas o las curvas demarcadas de mi cuerpo. No lo sé, pues nunca me veo bella en el espejo. Pero eso no parece importar mucho cuando los ojos del mundo ven todo lo contrario, tanto así como para morir a mis pies tan solo con una mirada picaresca.


♥ Descripción Psicológica:
El deseo de exteriorizar mi interior podría cegar cualquier otro objetivo en mi mente, pero he aprendido que todo en la vida tiene un tiempo y espacio para darse. Y ahora es momento de buscar un bienestar material, para que después el lujo de aliviar mis profundas penas se dé más cómodamente.
¿Pero quien podría notar lo que pasa dentro de aquella coraza de belleza en la que todos se detienen? Pues nadie, y me tranquiliza el saber que pase lo que pase por mi mente, una sonrisa o un gesto amable bastaran para que lo ultimo a recordar sea lo que en verdad siento. Después de todo, años ocultando sensaciones dan algún fruto.

Pero el que nunca me haya sentido querida no significa que me encierre en un mundo de tinieblas donde no hay lugar para experimentar una nueva etapa en la vida. El intelecto con el que fui bendecida no me lo permite.
Me fascina el conocer historias ajenas, lo que otras personas con mayor suerte que la mía han vivido y por eso mismo puedo categorizarme como una escuchadora maravillosa. Aunque a la hora de los consejos, una objetividad peculiar pareciese dejar de lado lo que en verdad respondería, y en verdad, a la hora de tratar con otros, parece lo más indicado.

¿Una gran ambición? Encontrar al hombre que sienta como par a la mujer y que cuando me vea con una niña en brazos asuma en su interior que es el tesoro más hermoso de su vida. Y sí, nunca toleraré a los hombres que nos tratan de forma inferior y de esos mismos sacaré el mayor provecho, como toda mujer inteligente lo sabe hacer. Riendome de su ignorancia me benficiaré y finalmente podré abordar los deseos internos de mi persona.



La época lo remarcaba una y otra vez; en estos tiempos era algo complicado nacer siendo mujer. Y con Analeigh no fue la diferencia. Un parto de horas, donde los gritos maternos deseosos de que todo culminará se mezclaban con las ansias paternas de que un varón sano y fuerte naciera cuanto antes, pues el negocio familiar y los grandes campos de cosechas en el sur de Francia solo podrían ser heredados y comandados por alguien tan firme y áspero como Frederique Broteaux, quinto en una generación de hombres amantes de la tierra y sus frutos. Excepto claro, si una niña recién nacida se cruzaba en sus planes y rompía tan fácilmente como el quebrar de un espejo aquella seguidilla única de procreaciones masculinas.

La madre de la niña; una hermosa mujer diez años menor que su esposo, ofrendada al mismo por una vieja pareja de empleados en aquellas tierras a cambio de unos cuantos francos y promesas que no serían cumplidas. Su inocencia no era la suficiente como para evadir la realidad de que la niña que ahora tenía en brazos tendría un futuro muy complicado. Y tal vez por esa penosa sensación y la falta de madurez en su cuerpo como para traer a otro ser al mundo, murió unos momentos después de besar la frente de aquella hermosa y callada bebe, deseando que la vida no le castigase tanto.

La niñez acarreo hacia Analeigh muchos libros de historia y cuentos maravillosos, además de las constantes atenciones por parte de aquellos que se la cruzaban en los campos familiares. Sin embargo las muñecas regaladas y los diminutos juegos de té de porcelana no parecían alcanzar siquiera para que el cielo de la niña dejase de ser gris, pues su padre no tenía contacto alguno con ella, llegando al punto de que la infanta portaba sin entender solamente el apellido de soltera de su fallecida madre.

Y pese a la oscuridad sentimental a la que Analeigh se veía sometida a su alrededor, era inevitable apagar la luz que su belleza externa reflejaba. Una delicadez y hermosura que solamente alguien tan apenado internamente podría poseer. Como si del mejor disfraz se tratase, cada año que transcurría la joven se hacía más atrayente a la vista de los otros sin comprender esta misma el porqué de aquella extraña virtud que solo generaba interés superficial en los demás, siempre dejando a oscuras el sentir de aquella ahogada en su soledad y desprecio paterno.

Ella sabía que el destino elegido para sí por quien nunca la quiso se acercaba. Sabía que si no hacia algo al respecto sería vendida como un objeto a un hombre que esperaba cumpliera como en su momento su madre no pudo con la entrega de un varón, de un nacimiento productivo. Y la idea de escape no tardo en llegar ¿pero cómo y con qué? Analeigh apenas contaba con lo que se le entregaba de parte de su padre para sobrevivir, pero no más que eso. Sin embargo el deseo de comenzar a vivir y ser querida la llevaría a dejar inocencias de lado y afrontar la realidad de una sola manera; utilizando la belleza que le fue otorgada para manipular a aquellos que transportaban las cosechas de los campos hacia otros pueblos y ciudades para alejarse lo más posible de aquel lugar que tantas angustias había acumulado en su ser.

Unas semanas después, con un aspecto algo desalineado y una valija repleta de ropa, libros y algún objeto de valor Analeigh se encontraba en las calles de París en búsqueda de una nueva vida donde el ser mujer fuera algo provechoso, respetado y digno y no una penosa sentencia desde el nacimiento.



♥ Amo la lectura y desde pequeña me fascinan las historias fantásticas.
♥ Me encanta el vino blanco, pero aún más agregándole algunas uvas oscuras y frescas al mismo.
♥ Detesto los insectos, suelo ponerme histérica cuando descubro alguno posado sobre mí.
♥ Como don innato escucho con atención a todo el mundo, suelo ser considerada el mejor oído cuando se necesita.
♥ Odio a las personas que me subestiman por mi exterior. Y por eso amo aprovecharme de esas personas (sin daño alguno).