Otro inicio tras el Plenilunio... [PRIVADO]

De nuevo había despertado entre la confusión y el cansancio, recuperando de nuevo la cordura que en las noches de luna llena volvía a perder, una y otra vez, adoptando de nuevo aquella piel de lobo escogida. No sabía si el teñir rojizo del amanecer estaba presente, pero debía de ser así, sino aquella apariencia humana no estaría presente. Era extraño que el día pareciese noche, la niebla espesa y la oscuridad de las nubes robaba la luz de un Sol que había hecho desaparecer a su amante de plata nocturna. Aquel día no iba a ser precisamente, de los mejores con respecto al tiempo, y la lluvía se venía avecinada.

¿Cual era el precio de la inmortalidad? O al menos, de la longevidad en una vida. Emhyr, ciertamente, aun se lo preguntaba.
Emhyr había buscado el camino hacia la inmortalidad, a causa de ser la víctima de un vampiro durante demasiadas noches, de descubrir el mundo de éstos y su obsesión por ellos. Además de que pensaba que ante la posibilidad de poder tener un vida normal y establecerse en algún lugar, dejando de huir de su pasado, el obtener aquella longevidad y ser inmune a las heridas mortales, se lo concebiría.

Alejando aquellos pensamientos, ahora caminaba descalzo por los bosque, desnudo completamente, decidió que era mejor centrarse en otro tema y era, la búsqueda de sus posesiones, ocultas en algun tronco bien seleccionado.
Otro día de luna llena, y ya sabía como iba aquella historia de su transformación. Las reglas eran sencillas: alejarse lo más posible de la civilización y llevar lo mínimo encima.

De repente Emhyr se detuvo al notar como la lluvía comenzaba a caer, entre los humedales verdes de aquellos bastos bosques. Como lagrimas aquellas finas gotas caían sobre su torso bien formado, su piel morena dejaba al descubierto aquellos extraños tatuajes que la marcaban junto a las cicatrices de las mordeduras del pasado. Era extraño que en la soledad del lugar, ausente de asfalto, de los carros y el bullicio de la ciudad, alguien caminase en la soledad y entre cortinas de niebla espesa, pero allí estaba Emhyr completamente desnudo desdoblando aquellos pantalones que pronto le cubrirían.

La lluvia continuaba filtrandose entre las hojas de los árboles, dejando un agradable y pausado sonido del goteo. Emhyr se colocaba sus pantalones y de su bolsillo tomaba su pipa, dispuesta a encenderla, a pesar de que la lluvía estuviese empapandole, no iba a renunciar a los placeres de aliviar el dolor de la noche anterior, pero algo le detuvo continuar. Su fino oído capto una presencia cercana.

Cuando desperté no recordaba nada; me encontraba exhausta y desorientada.
Un terrible dolor de cabeza me recordaba que al menos estaba viva. Me incorporé con torpes movimientos quedando sentada en la húmeda tierra de aquel lúgubre bosque.
La densa niebla me impedía ver con claridad a mi alrededor, lo que hacia que me sintiera incomoda y asustada.

Cerré de nuevo los ojos sintiendo como el suave viento mecía mi larga melena a su antojo; provocándome una horrible nostalgia.
Poco a poco levanté la cabeza y mire hacia el cielo con la esperanza de que al menos un leve rayo de luz solar me iluminara el rostro regalándome algo de su calidez; sin embargo, las negras nubes le impedían el paso, avisándome de su avecinada lluvia.
Me incorpore con pesadumbres y me sacudí el vestido; o al menos lo que en su día fue un vestido.

La humedad de aquel bosque me calaba los huesos y me hacia sentir cada vez peor...
Desorientada, comencé a caminar a través de la espesa niebla...
De repente comenzó a llover y esto no favorecía mi situación, por lo que apresuré el paso intentando buscar un lugar donde poder resguardarme hasta que cesase la lluvia.
Cada vez estaba mas mojada ... y mas perdida, es como si estuviera caminando en círculos, y mi paciencia tenia un limite.
Mientras corría torpemente , una piedra se interpuso en mi camino provocando mi tropiezo y mi caída al barro. Mi rodilla comenzó a sangrar, pero no me importaba, ya nada me importaba, desde tiempo atrás mostraba cierta indiferencia hacia todo lo que me rodeaba...
Me quede tumbada sobre el barro, pensativa, sintiendo como las gotas de agua caían como balas sobre mi frío cuerpo, empapándome lo que me quedaba de ropa. Miré el anillo de mama y supe que ella estaba conmigo, que me protegía, y que, cuidaría de mi en los momentos difíciles; así que lentamente me incorporé y continué caminando, pero esta vez mas esperanzada y decidida ya que, mi madre seria mi guía.

Al poco tiempo de reanudar mi marcha, sentí la presencia de algo entre los árboles, mis cinco sentidos se pusieron alerta y lentamente cogí una pequeña daga que llevaba escondida en una de mis botas... un pequeño presente que tome prestado de mi escuela antes de partir ...
Asi que, con cuidado, empecé a acercarme sigilosamente hacia lo que quiera que fuese aquello ...

Emhyr se puso sus pantalones, aunque la desnudez no le desagradaba para nada, aunque prefería estar cerca de sus bolsillos a tenerlos descuidados poco poseía para perderlo. Una pipa de madera sacó de uno de sus bolsillo dispuesta a prepararla. Se notaba que tenía practica en aquello ya que en un abrir y cerrar de ojos estaba exhalando el humo aromatizante de aquellas hierbas que en su conjunto fumaba, ajeno a lo que le rodeaba.

Estaba detenido, atento, a pesar de que hubiese parecido que estaba distraído en preparar la pipa para fumar.

Él no fumaba tabaco, es más fumaba en ocasiones excepcionales y en soledad, su gusto iba más cercanos a hierbas bien escogidas, las cuales, le proporcionaría algun efecto calmante como era en este caso el aromatizante de la salvia y la lavanda mezclada con otras hierbas de origen sospechoso. Un cuerpo que ha sido transtornado durante la noche, que ha sufrido los cambios del lobo se merecía un poco de calma ante tal dolor. Poca era la dosis, él procuraba no hacer uso excesivo de estas mismas por sus efectos delirante, pero no negaba el haberlas usado para nublar su mente por unas cuantas horas.

Si, allí estaba detenido, exhalando el humo, aparentemente ignorante pero a pesar de que la niebla le envolviese cegando aquellos ojos que en la oscuridad brillaban extraños devorando con el dorado canido el castaño humano, la había olido, la había escuchado caminar. A pesar de que sus sentidos estaban centrado en el olor y el sabor de las hierbas fumadas, su olfato desarrollado había captado un olor cercano de la sangre, una tentadora sangre.

Emhyr aun no se acostumbraba a que sus sentidos se hubiesen desarrollado apenas dos meses, a veces le daba la sensación de que esta nueva capacidad física incorporada tras su conversión canida, iba y venía a su antojo, sin tener él control alguno de ello. Su Hacedora se lo había advertido, los cambios no se producía en el momento con plenitud, necesitaban un tiempo transitorio, un acondicionamiento al nuevo cuerpo que habia poseído el maldito espíritu del lobo.

Descalzos los pies se deslizaban silenciosos entre la hierba humeda. Él o ella era mortal, humano ¿o humana? Probablemente humana, ya que dudaba que un hombre mezclase su propio olor con perfumenes tan dulces impregnados en la ropa misma.

De nuevo se paro, esperandola, ya que ella se acercaba. Alló sostuvo la pipa de madera, retirnadola de sus labios, el humo exhalado dejaba un aroma agradable y fresco, así dando señal de su presencia; Emhyr revolvio su cabello mojado, las gotas de la lluvía se deslizaban por la piel morena y desmidesnuda del turco, al parecer la lluvía era algo que poco le preocupaba.

-Es extraño encontrarse a alguien solo por estos lares, y más... una... ¿Preciosa te has perdido? -Sus ojos que dorados habían destacado entre la espesura, volvieron a su castaño habitual, al color que le había visto nacer en aquellos ojos exóticos y humanos.

Comencé a moverme con sigilo a través de la espesa niebla, atenta para cualquier reacción... mi estado de nerviosismo hizo que me mordiera el labio inferior y vacilase por un momento; pero estaba segura de que lo que estuviese oculto tras la niebla ya había notado mi presencia, por lo que ya no había vuelta atrás...
Aquella cosa era bastante alta, parecía... una persona ¿ un hombre tal vez ?...
Cuando la cercanía me permitió ver con claridad, lo diferencié perfectamente...
Allí estaba, en medio de los árboles, con el torso al descubierto y completamente empapado, fumando una pipa con tranquilidad y disfrute.
Pude oler las diferentes hierbas que componían su mezcla, trayendo a mi memoria recuerdos pasados ... un pasado que nunca recuperaré, un pasado alegre, cálido y sobre todo ... querido.

Era un hombre mas alto que yo, de buena presencia. Pude ver como las gotas de agua caían poco a poco por su torso desnudo como si le acariciasen lentamente...

Parecía un hombre fuerte y su aura era distinta a cuantas había conocido, lo que hizo que sujetase con mas fuerza mi daga, pues no me fiaba de él. Cualquier precaución era poca, o al menos, eso me enseñó la calle.

Pero sin duda, lo que mas llamó mi atención fueron sus ojos, sus profundos ojos... había algo extraños en ellos, algo que hacia que me sintiera incomoda e insegura.
Mantuve una distancia prudencial frente a aquel hombre, y al detenerme éste me habló.
¿Preciosa?... ¿ Y este de que va ?
No; es que me gusta pasear por aquí, sobre todo cuando el tiempo te invita a ello. Espete desafiante y con ironía
¿ Quien sois vos y que haces en este sombrío bosque?.- Pregunté sujetando mi daga con
ambas manos mientras mantenía mi mirada fija en sus profundos ojos.

Ya no eran sus ojos sobrenaturales lo que podía apreciar la presencia humana, sino sus ojos humanos ya tenía aquella capacidad, a causa de la distancia a la que se situaba junto a la joven. De algún modo había acertado con sus conjeturas, y más por el olor de la sangre que a pesar de la distancia, había sido capaz de remover su inquietos instintos cánidos.

La pipa tallada por el mismo de repente volvió a los labios del turco, los cuales, dibujaron una divertida sonrisa al escuchar las palabras que le parecieron irónicas de aquella muchacha algo atrevida. Si, desafiante, más que cautelosa.

-Ya veo... Un paseo a pedir de boca.

Su voz era suave, con un perfecto francés que se dejaba llevar con los sonidos hermosos y ronroneantes de aquel acento que afirmaba su extranjería, más que su físico propio.
Mientras aquellas palabras fueron pronunciadas, Emhyr volvía a tomar la pipa en su mano, así señalando con ella la herida de su rodilla. En el aire el humo exhalado, dibujaba formas aleatorias en la oscuridad del bosque.

Fue una mirada descarada, más bien atrevida, cuando con calma Emhyr tomó otro calada de la pipa. De arriba a abajo sin tapujos observo a aquella chica manchada por el barro y mojada por la lluvia. ¿Qué edad podría tener? Mucho más joven que él seguro que era... Fina, delgada... No tenía las manos muy trabajas del todo para decir que fuese de una clase baja, aun le costaba mucho para llegar al nivel de aquellas manos que era muy habitual ver en su ámbito. Rubia... Si, rubia... No pelirroja como...

Emhyr desvió la mirada por un instante con aquel gesto pensativo, rompiendo el contacto de sus ojos con el cuerpo de ella. Todo fue por un efímero recuerdo, ¿dónde estaría ahora ella? Aquella chica tal vez o tuviese su edad, o unos pocos años más que ella, pero seguro que andaban por la misma línea.
Suspiró hondo, para luego su mirada con consciencia se detuviesen en aquella daga que le apuntaba. La despreocupación fue la respuesta hacia ese gesto amenazante.

-Pues... ¿Quién soy? Soy el “lobo feroz” y estoy en estos bosques buscando muchachas extraviadas para devorarlas. ¡Parece que este es mi día de suerte! Me parece tener una justo frente a mí.

Emhyr bromeaba. Más le valía de algun modo impulsar a que su humor mejorase después de aquella dura noche donde había perdido la razón y todo su instinto animal había sido desatado en su furia y fiereza.
La calma era la clave para controlar la mente, una mente que aun sentía estragos de su otro dueño en el plenilunio.

La verdad y a pesar de intentar subir el humor, era complicado, teniendo en cuenta las dolencias del cuerpo.

-Ya en serio, puedes llamarme Emhyr. Y lo que hago aquí es buscar hierbas, realmente el tiempo invita a ello.

“Mientes como un condenado, tu solo “tomas prestadas” las hierbas del jardín bótanico de esos peces gordos”

Pensó por un instante sin borrar la sonrisa de sus labios, luego frunció el ceño poniendose más serio.

-¿Sabes que tu herida no tiene muy buena pinta?

Aquel hombre podía oler el miedo que sentía en ese momento; de eso estaba segura.

Poco a poco baje la daga con lentitud, pues me di cuenta que, aquella actitud, no me conduciría a ninguna parte; y mucho menos con un tipo como aquel. Éste no era un ladrón, ni un ciudadano cualquiera, este era diferente a cuantos había conocido; y sus ojos... esos ojos ocultaban algo.

La irónica sonrisa que dibujaron sus labios al oír mis palabras confirmo mi anterior hipótesis. Con aquella actitud no lo intimidaría, solo le haría reír. Tal vez me deje llevar por las emociones y no tome las precauciones adecuadas. Me precipité demasiado.

Respondió a mis preguntas con un perfecto francés, pero pude apreciar un cierto acento extranjero que le otorgaba cierta sensualidad, a pesar de todo.

El olor que producía el humo de su pipa me embriagaba, produciéndome una sensación de paz y bienestar, desviando mi atención por unos instantes, hipnotizada por los dibujos que el humo de su pipa trazaba en el aire.
Tras unos breves segundos de distracción, me percate de su mirada, ¿ me estaba analizando?, ¿ porque miraba con tanto descaro? Me pareció un hombre demasiado atrevido, aunque no me escandalice por ello.

- Así que el “lobo feroz” eeeh... Interesante...- dije a la vez que mis labios mostraban una media sonrisa.

¿ Y ... que hacéis vos, mirando con tanto descaro a una dama, es que no le han enseñado modales caballero? No soy ninguna cortesana; así que no hay nada que pueda ofrecerle.
Le dije con tranquilidad mirándole a los ojos.

Permanecimos unos segundos en silencio. A veces no hace falta hablar para decir algo.
Durante ese silencio le note ausente, quise decirle algo, pero apenas abrí la boca cuando éste se presentó como Emhyr y me dijo su cometido en el bosque; algo que no terminé de creerme ciertamente.

De repente vi que su gesto cambió al observar mi rodilla; de la cual me había olvidado.

- Ah esto; me lo hice no hace mucho; estaba corriendo y me tropecé, pero no tiene importancia.-dije mientras intentaba tapármela con lo poco que quedaba del vestido.

Al igual que aquella chica se relajaba poco a poco mientras bajaba su daga, la lluvia en su incesante caer también, dejando atrás un rastro húmedo sobre la hierba que ambos pisaban.

Emhyr movió sus hombros doloridos para luego masajearse un brazo de un modo aliviante, ella le hablaba, él por un instante pareció distraído ante el silencio que se había echo tras el callar de las gotas de agua al caer entre los árboles. Él escuchaba sonidos que ella era imposible que apreciará, sonidos que su oído fino captaba y alertaba una y otra vez. Aun no estaba acostumbrado a que sus sentidos estuvieran más desarrollados que los del resto, era extraño y algo que aun no controlaba ya que iban y venían confundiendo sus cinco sentidos. Su Hacedora ya le había advertido que un licántropo no llegaba a serlo del todo con tan solo una mordida, debía de sufrir una época de adaptación, donde su cuerpo humano se iba poco a poco habituando a las ventajas que tenía el tener encerrado en si interior, el espíritu de una bestia.

-¿Quién dice que sea un caballero? -Si, a pesar de que sus gestos tenían un aire de abstracción, es decir, como si no estuviese escuchando nada de que ella le decía, estaba más atento de lo que parecía. -¿Y quién dice que piense que seáis una cortesana? Es más nunca me ha hecho falta pagarle dinero a una mujer para ella me ofrezca... -Pauso en su hablar por un instante como si pensase aquello que iba a decir. -... Algo...

Pensándolo bien, de algún modo Emhyr era una persona que había sido formado en los modales más refinados del mundo, teniendo en cuenta su origen noble, pero una cosa era conocer las reglas de la cortesía y otras era el querer cumplirlas a rajatabla. Comúnmente solía ser muy cortes con todo tipo de mujeres, pero tras una noche desconcertante y dolorosa, no estaba con una actitud muy fina con respecto a la gente.

Dicha la excusa por ella, el silencio que anteriormente había comenzado se alargo bastante. Emhyr le lanzó una mirada mientras alzaba una de sus cejas como si no se creyese lo que estaba contándole. Otra calada a aquella pipa que se movía entre sus labios.

-Toma, ahora vengo. -Exhalando aquel humo aromático, Emhyr le tendió la pipa de tal manera que casi se la disponía en los labios.

Entre la espesa niebla de repente el turco desapareció dejando atrás a la joven herida.

Largos minutos pasaban, y la adversidad del silencio del bosque parecía devorar cualquier sonido que en este se producirse.

Emhyr volvió de nuevo hasta donde estaba ella, llevaba una camisa blanca aun desabrochada y un enorme abrigo con bordados muy peculiares, demasiados orientales y ricos para ser de una persona de tal rango, pero tal vez encajase con el por el hecho que estaba raído y viejo.

-Dejame ver esa rodilla. -El abrigo cayo al lado de ella, y él se agacho, sin muchos miramientos le levanto la falda descubriendo toda su pierna para poder ver la herida. Su voz sonó suave, no había broma en ella, sino calma y seriedad. -Necesitarás puntos...

Su mano se deslizó por su pierna moviéndola de tal modo que él pudiese ojear, luego Emhyr comenzó a buscar entre los bolsillos de su abrigo los útiles necesario para atenderla.

La lluvia caía cada vez con mas lentitud.

Poco a poco las negras nubes fueron desapareciendo, dejando pequeños resquicios por donde los rayos solares buscaban la fría tierra, otorgando cierta calidez al ambiente; anteriormente húmedo y sombrío. Pero el cesar de la lluvia había dejado tras de si, un silencio que solo era roto por el suave viento que mecía las hojas de los árboles.
Por unos momentos me alegré de la llegada del sol; éste siempre me había transmitido fortaleza y vitalidad.

Ahora podía ver con mas claridad el rostro del hombre que estaba frente a mi.
El cambio climático pareció una distracción para él, y no entendía porque.

A pesar de no entender lo que le distraía, ni lo que pasaba por su cabeza en aquellos momentos, me di cuenta de que era un hombre bastante observador.
No me gustaban sus modales; aunque no me escandalice por eso, dado que el haber vivido en la calle durante mi infancia hizo que descubriera muchas cosas, ya que, en mas de una ocasión no tuve mas remedio que estar con todo tipo de personas.

Desde luego, no era un caballero, ni siquiera se le acercaba.

Hice caso omiso a su comentario sobre las cortesanas, la verdad es que no me importaba en absoluto lo que haya hecho o hiciera con las mujeres. Los tipos como el, me repugnaban.

De repente y sin previo aviso lo tenia tan cerca que pude ver mejor sus ojos, ayudada por los rayos de luz.
Antes de que pudiera darme cuenta, me ofreció su pipa, de tal modo que casi me la dispuso en la boca.
Su descarado comportamiento no me sorprendió, viniendo de un hombre así...
Me quede allí plantada observando como desaparecía.
Durante varios minutos lo esperé teniendo por compañía la preciosa pipa que había dejado a mi cargo, la cual estuve degustando con lentitud y disfrute hasta su llegada.

Regresó con una blanca camisa, desabrochada, algo descuidada y sucia; y para mi asombro, vestía también un largo abrigo decorado con peculiaridades bastante ricas y exóticas; ¿ lo habría robado? ¿O es que no es quien parece ser en cuanto a su rango social se refiere? Viniendo de un hombre tan extraño me podía esperar cualquier cosa...

¿ A donde habéis marchado tan repentinamente?- pregunté algo desconcertada
Sin responder a mi pregunta, éste se dispuso de nuevo frente a mi, agachándose y dejando caer “su abrigo” a la húmeda tierra, cerca de ambos.
Sin pedirme permiso me levantó el vestido que cubría mi rodilla herida y comenzó a examinarla.
No supe como reaccionar ante su descarado comportamiento; pero no me alertaba, dado que tiempo atrás tuve que pasar por experiencias peores y mal intencionadas.
A los pocos segundos de examinarla solo dijo que necesitaría unos puntos.

- Estupendo; pues era lo que me faltaba ahora...- dije con pesadumbres mirando sus acciones.

- Oíd, ¿ y vos entendéis de esto? Porque se os ve muy instruido.- Dije levantando ligeramente la cabeza, mirando así de nuevo al frente.

Sus manos tocaron mi pierna para observar con detenimiento la herida.
Pude sentir la calidez en ellas, un calor reconfortante, después de la fría e intensa lluvia.
Dios, como odiaba la lluvia...

Emhyr continuó buscando entre sus bolsillos algo que le fuese útil, la verdad sabía que tenía algo similar a una aguja e incluso hilo, que ya había en anterioridad usado para heridas similares, aunque su verdadera función fuese para pescar.

-Solo sé lo que la experiencia me ha enseñado... Y lo poco de un curandero.

Sus ojos se alzaron un instante para mirar lo que ella hacía de soslayo mientras se giraba dándole la espalda con una cerilla y aquella extraña aguja torcida. De entre sus manos surgió el fuego desinfectante, con unas pocas palabras. La verdad no necesitaba la cerilla, solo era una tapadera para poder usar un pequeño hechizo para prender fuego. Ponía en duda que la llama de una cerilla húmeda fuese suficiente para envolver a aquella aguja, por eso hizo uso de aquel truco.

Lista ésta y ensartado el grueso hilo se volvió a ella. Sonrió divertido al ver como ella fumaba aquella pipa que le había dejado.

-No te dije que la probarás... Sino que las sostuvieras. -Bromeo. -Anda aprovechala, porque va a dolerte.

De nuevo sus dedos se dispusieron sobre su rodilla observando que la herida estaba mojada por la lluvia, pero no llegaba estar limpia del todo. Sus dedos se pasearon de nuevo por su piel, no eran dedos muy suaves ciertamente, ya que en aquella mano había pequeñas cicatrices como de arañazos profundo o como si hubiesen sido castigadas con algún tipo de utensilio que al golpear la piel crease dolorosas y pequeñas heridas. Y era así, ya que en un pasado cuando Emhyr era un joven jenízaro había recibido bastante castigos.

-¿Preparada? -Sus ojos castaños por un instante se clavaron en los de ella como pidiéndole permiso, aunque realmente no iba a esperar la afirmación ya que en un abrir y cerrar de ojos ya estaba cosiendo la herida con precisión y agilidad, se notaba que no había sido la primera herida que había cosido en su vida.

Terminó pronto con la incomodidad y el dolor de aquella situación, Emhyr de nuevo no pudo evitar soltar una risa divertida, ya que seguro que el dolor era lo que menos le preocupaba a la joven porque, tal y como estaba fumando aquella pipa seguro que los efectos narcóticos y calmantes de ella había llegado enseguida a su sangre. Como continuase fumando de aquel modo impaciente, no iba a ser solo un efecto calmante lo que le proporcionaría, sino otro tipo de efecto...

-Dos puntos y la verdad esta bastante limpia, se cura en poco tiempo. -Mientras el hilo era cortado y guardado junto con la aguja, de los bolsillo de aquel viejo abrigo Emhyr saco un pañuelo claramente femenino, como una prenda ganada, rasgándolo y atándolo con maña lo uso como venda. -Listo.

Tras darle con picardía darle un pequeño golpecito en el muslo, Emhyr se levanto del suelo, dándose cuenta de que la niebla se estaba disipando y que los rojizos rayos del sol, en el amanecer comenzaba a iluminar el sombrío bosque.

-Bueno creo que aquí ya no tengo que hacer nada más, debería marcharme. -Aquello lo dijo con seriedad, aunque sabía por dentro que una persona con una herida en la rodilla, tan reciente poco lejos podía llegar a no ser que cojeara y estuviese dispuesta a que esta se abriese saltando los puntos. No era que fuese muy grave, pero el lugar era un punto de movilidad para la pierna y la tirantez de esto iba a complicar bastante el caminar.

Estaba haciéndose de rogar, esperando a que ella le pidiese ayuda.

Mientras buscaba sus utensilios para curarme la herida, decidí dar otra calada a su pipa, esta vez con mas interés y detenimiento, intentando distraerme con ello; pues sabia que la cura me iba a doler... no quería pensar en nada mas, solo dejarme llevar por el suave aroma y la embriaguez que componían la mezcla de aquellas hiervas; algo parecidas a unas que tomaba de pequeña con bastante frecuencia.

Una vez preparada la aguja, sus manos volvieron a tocar mi rodilla, otorgándome una placentera calidez que junto con la mezcla de hiervas me evadieron por completo; sintiendo una agradable sensación de bienestar y tranquilidad.
Cerré los ojos y me perdí en mis pensamientos vacíos, carentes de historias recientes, sola, navegando en las mareas de un lejano pasado; dejando que él realizara la cura.
Solo noté unos leves pinchazos, haciendo éstos que me mordiera el labio inferior hasta hacerme sangre. Pero el dolor no duro mucho, en pocos segundos desapareció.

Cuando corto el hilo, me coloco a modo de venda un precioso y delicado pañuelo femenino. ¿ Que hacia un hombre como aquel, con un pañuelo como ese?.

Cuando terminó, intente mover la pierna... pero ahora me molestaba mas que antes. Este impedimento me retrasaría la marcha; y era lo que menos podía permitirme justo ahora; perder tiempo, era de lo que menos disponía, y no sabia que iba hacer ahora.
La situación no podía ser peor, en medio de un bosque que no conocía, con una herida en un lugar un tanto complicada; con la memoria perdida; y encima la única persona que podía ayudarme se marchaba.

Vi que dio la vuelta con intención de marcharse y sin querer mis labios actuaron solos.
- Espera.- El se giro mostrando un semblante serio. – Te dejas la pipa.- le dije mientras se la ofrecía con delicadeza, mostrándole una media sonrisa.
Éste se acercó con paso lento y al entregarle la pipa le dije – Oye, necesito que me ayudes... sácame de aquí por favor, no se donde estoy y he olvidado los recuerdos mas recientes.- Esto se lo dije sin mirarlo a la cara, ya que mi orgullo no me lo permitía.
Tras esto, hice una breve pausa, y añadí - Ademas la rodilla me duele bastante al moverla y no puedo caminar..- Esto lo dije en voz baja, mirando hacia el suelo de mi derecha, avergonzada.
Que bajo había caído, pedirle ayuda a un hombre...

Bajo sus pies podía notar la huerba húmeda en su caminar descalzo, un caminar lento y pausado ya que esperaba de ella algunas palabras. Sabía su estado y sabía que él no solo le ofrecería su ayuda para curarla como había hecho sino para mucha más cosas, pero había tener en cuenta algo... Emhyr había aprendido que todo favor debía de tener recompensa, aunque esta vez no sabría cual, pero habitualmente solía sacar algo a cambio directa o indirectamente de ello.

Una sonrisa maliciosa en sus labios mientras se detenía de espaldas y luego esta fue borrada al girarse, así mostrando un gesto de indiferencia fingido. Era buen actor cuando lo consideraba, ya que él sabía vivir muy bien actuando.

-¡Cierto me la dejaba!

De nuevo se aproximo a la joven y tomo la pipa que le tendía.
Las cenizas quedaron vaciadas, así apagando la pipa y limpiandola con sumo cuidado de no manchar su camisa. Poseía pocas camisas para estar ensuciandolas. De nuevo se guardo la pipa el en bolsillo.

-Muchas gracias... Un placer.

Un ademán simpático dentro de la indiferencia, un gesto de “adiós” con la mano y de nuevo comenzó a caminar esperando algo más que ese gesto humilde.

Su voz le hizo pararse justo cuando estaba dándole la espalda, al parecer el orgullo de la chica se había desvanecido a causa de la consciencia que seguro había adquirido al ver la gravedad de aquella pequeña herida.
El gesto avergonzado de esta hizo que Emhyr rompiera la máscara de indiferencia y le sonriera divertido.

-Vaya más favores... Que sepas que voy a guardarmelos, espero que empieces a pensar en como pagarmelos.

Mientras decía esto, Emhyr se agacho junto a ella haciendola a él en brazos, esperando que ella rodeara su cuello con sus brazos para ayudarle al cargarla con sus brazos. No fue un gesto de disimulo el que vendría entre tanto, más bien fue descarado el que este parase sus manos en sus piernas y muslos para acariciarlos sin reparos de modo atrevido, luego vendrían las palabras osadas.

-Bonitas piernas... Debe ser agradable sentirlas apretadas rodeando tu cintura.-Comento como si nada aquella vulgaridad, encogiendo los hombros mientras se ponía de pie cargandola.

Comenzó a caminar por el bosque.

-¿No eres de por aquí, no? ¿De donde?

Si, Emhyr estab dándose muchas libertadas a la hora de hablar con ella, demasiadas confianzas. Él el estaba ayudando de un apuro por ello se veía con esa libertad además de que ella le resultaba familiar le recordaba a cierta personas que... Mejor no pensar en ello, pensar en ella producía punzadas dolorosas en su pecho.

Parecía que iba a marcharse cuando de repente se detuvo y regreso hacia donde me encontraba cogiendome en brazos con descaro y atrevimiento.
La situación no podía ir peor para mi orgullo, pero en ese momento tenia que ser racional y aceptar mi estado.

Cual fue mi sorpresa al escuchar una gran osadía que hizo que me pusiera muy furiosa; esas palabras me trajeron a la memoria recuerdos ocultos ... y no sin querer. Eso de que el tiempo cura las heridas, nunca ha sido cierto para mi...

Al decir aquello, le mire fríamente y conteniendo mi rabia, pero mis labios reaccionaron sin mi consentimiento, articulando una frase que, auque amenazadora no asustaría ni a un niño pequeño.
- Ni se te ocurra volver ha decir algo así, no a mi, queda claro- le dije apretando los dientes y conteniendo mi rabia, pues necesitaba de su ayuda para salir de aquel desagradable bosque.

Sabia que con el no servían las amenazas, pero había tocado un tema delicado para mi... Los hombres me daban asco, todos eran iguales, los repudiaba.

Caminamos en silencio durante pocos minutos hasta que éste formulo una pregunta mas correcta, a la cual le respondí:

- Soy de la India, aunque me he criado en un colegio para señoritas de Inglaterra.- esto se lo dije mas tranquila, pero con la mirada perdida.

De repente sentí una ligera puntaza en la pierna.- Estúpida humedad.- inquirí con desprecio en voz baja.

Ciertamente se estaba tomando demasiadas confianzas, pero no me importaba, a pesar de que no soy muy habladora, al menos el estar con el hacia que me sentiera segura.
Había conseguido ponerme furiosa por un momento, a pesar de mi templanza, pero todo lo que tuviera que ver con ese tema me enervaba.

- Gracias por lo que estas haciendo, te lo compensaré cuando pueda. Dije cerrando los ojos y respirando profundamente.- Otra caída para mi orgullo...

Su paso era constante, ni demasiado rápido ni demasiado lento, ciertamente su peso no era para nada obstáculo ni carga, ya que su nueva fuerza sobrenatural hacía que ella fuera entre sus brazos una mera pluma, aunque si se pensaba bien, aun teniendo su fuerza mortal sabía Emhyr que ella seguiría pensando para él poco pero que al fin y al cabo si no fuese por esa nueva resistencia, al cabo de unos largo minutos sus brazos podría haber comenzado a protestar por la postura y peso.

Una mirada fría por sus palabras que había sido demasiado atrevidas, su cuerpo se había tensado entre sus brazos contenido por la rabia, Emhyr pudo notarlo y sonriéndole no con burla sino suavemente con los labios respondió:

-Vale... Tranquila...

El silencio continuaba asolando en el amanecer de aquel bosque ella respondió a su preguntas.

-La India... Mmm... Viví allí algunos años, mucha luz, muy hospitalarios, mujeres muy reservadas en su mayoría... Aunque en algunos ámbitos.... -Rió. -... Las mejores. Templos enormes, muy hermosos, pero poco cuidados muy sucios... Es una cultura muy interesante.

Entre el silencio que de vez en cuando se creaba entre ambos y las pocas palabras que cruzaban el paisaje comenzó a cambiar ante ellos, las primeras casas de las afueras había comenzado a rodearles. De piedra y muy derruidas, muchos intentaban vivir en aquellas precarias condiciones, pero al menos no solo se podía ver podredumbre en aquella zona, ya que algunas granjas lejanas se podían vislumbrar, algunas independiente otras pertenecientes a terrenos privados vallados con elegantes puertas dando a entender que aquello sería otra casita de campo de algún ricachon parisino.

-¿Colegio de señoritas? O ha formado parte de una buena posición o ya no goza de ésta.-Emhyr acomodo sus manos bajo el cuerpo de ella cambiando un poco la posición, sus manos se estaba quedando dormidas. Carraspeó. -Me huele a una historia de huida u otro tipo de tragedia... ¿Cómo sino cambiar la suerte de alguien que goza de una buena vida? -Emhyr bien sabía lo que era aquello y siempre era la tragedia la que cambiaba la suerte de los más altos. -Tampoco es asunto mío la verdad. -Rápidamente desvió el tema.

La sonrisa imborrable desde que había comenzado a caminar ahora había desaparecido. De repente Emhyr se paro frente a una casa.

-Bueno ya estamos. Tengo una habitación pagada, aun me queda algunos días así que... -Con cuidad la soltó en el suelo, pero sin dejar de sujetarla, esta vez por la cintura. -... Bueno ya sabes... Y con respecto al pago, te dejo a la imaginación. -Emhyr le guiño el ojo antes de que fueran recibidos por un hombre mayor con el que comenzó a hablar.

Me sentía débil. Pude notar como la temperatura de mi cuerpo se había elevado.
El calor corporal de aquel hombre, que antes era reconfortante, paso a ser una molestia, ya que potenciaba la fiebre que la herida me había causado.

Escuché con interés lo que aquel hombre pensaba sobre la India, pues no me complacía que alguien hablara mal de ella.

Pero pocas fueron las palabras que intercambiamos, predominando los silencios incómodos y ciertos diálogos sin relevancia.
Poco a poco nuestros pasos fueron dejando tras de si el espeso bosque, pudiendo vislumbrar algunas paupérrimas casas, destacando entre éstas alguna que otra vivienda de gente mas pudiente.
El aire había cambiado. Una suave brisa nos dio la bienvenida, aunque trajo consigo un desagradable olor a cieno; proveniente de las granjas que en aquélla entrada al pueblo se encontraban.

El vaivén, producido por el paso de aquel hombre, y la fiebre, se unieron para favorecer la llegada del sueño, bajando así ligeramente mis párpados. Pero un comentario realizado por mi portador, hizo que rápidamente abriera los ojos; frunciera el ceño y me quedase mirando al vacío. Sentí también, un calambre en el estomago y se me seco la boca... Buena vida... - Mis labios articularon estas dos palabras en apenas un susurro; como si de un recuerdo olvidado se tratase.

Durante unos minutos me quedé en blanco, mirando al vacío con la única compañía de mis pensamientos. Cuando quise darme cuenta, aquel hombre se paro frente a una casa.

Una vez allí, me bajó de sus brazos y me cogió por la cintura.
Me sentía algo mareada, pero pude soportarlo; además, la fiebre me haría compañía aproximadamente unos dos días.

- Te estoy agradecida por tu cordialidad, te prometo que ya encontraré la manera de recompensártelo.-
Mientras dije aquellas palabras, se acercó a nosotros un hombre mayor, al que la vida no parecía haberle tratado muy bien.
Mi portador y aquel hombre mayor comenzaron a hablar.

Emhyr asintió ante su agradecimiento mientras veía como el que alquilaba las habitaciones se acercaba a ellos desde su portería.

-No lo pongo en duda. -Tan solo le contesto a la chica mientras, saludaba al anciano.

Ambos comenzaron a hablar en otro idioma, al igual que Emhyr aquel hombre era extranjero pero no de la misma tierra que el turco, sin otra más cercana.
Las palabras fluía con facilidad entre sus labios, era como si aquella lengua fuese suya de nacimiento a pesar de ser todo lo contrario, parecía como si en todo momento Emhyr estuviese excusándose por algo, de vez en cuando el anciano miraba de arriba a abajo de Aldara, al principio eran miradas no muy gratas pero luego ésta cambio de repente por algunas palabras de Emhyr a la lastima.

Con un gesto se despidieron, y el anciano desapareció en su portería. Emhyr se volvió a Aldara con una sonrisa satisfecha.

-Le he dicho que te encontré en el bosque, que te habían atracado y que me habías dicho que tu padre tenía dinero suficiente para compensarnos a ambos si te cuidábamos y regresábamos a tu hogar. -Su mano que era realmente suave en cuanto acción pero contrariamente áspera a causa de las pequeñas cicatrices que poseía, recorrieron su frente. -Me ha dicho que si te metía en al habitación me cobraría el doble, así que le he echado esa mentira. Espero que se lo trague, sino, nos expulsará. - Emhyr entrecerró los ojos con seriedad mientras retiraba su mano y posaba sus labios en su lugar. Su temperatura había subido. -Tienes fiebre.

De nuevo volvió a cargar con ella tras un quejido, le dolía bastante las articulaciones, la noche anterior había sido dura para él, había sufrido el cambio del lobo y sus huesos tendían a quebrarse junto con su musculatura para tomar su forma lupina, todo de un modo doloroso y que al día siguiente dejaba secuelas como esa.

-Subamos a la habitación-Dijo en hindi esta vez. Ella a lo mejor le entendería, y si eso se confirmaba podrían hablar en otro idioma que para Emhyr no era complejo sin que el anciano supieran de que hablaban, ya que aquellas paredes que comenzaba a rodearles mientras subían los escalones, tenían orejas.

Una humilde habitación, con una simple ventana bien alta, limpia a pesar de su mal mantenimiento y su vejez. Emhyr aparto unas cuantas camisas de la desordenada cama, éstas cayeron una vieja guitarras y unas extrañas cajas desmontadas con mecanismo extraños.

-Tumbate y acomodate, como puedas. -Le dijo con amabilidad, continuaba hablándole en hindi con bastante fluidez, parecía como si cambiar el idioma para él, fuese tan sencillo como el ponerse y quitarse cualquiera de aquellas camisas esparcidas por doquier.

Junto a la cama situó lo que le había traído, y mientras se sentaba junto a ella en la cama, terminó distraído de desabrochar la camisa que portaba casi abierta desde antes.
De arriba a abajo la miro con aquel descaro, luego suspiro.

-Voy a mirarte la pierna otra vez. -Sin reparos se acerco a ella para subirle el vestido con delicadeza, entre todas aquellas capas que portaba de nuevo consiguió hacerse una bonita vista de sus piernas. Sin querer una sonrisa picara curvo sus labios. -Hay que limpiarla ¿Te encuentras bien?

Dejando la pierna de nuevo sobre la cama, ya que anteriormente la había apoyado sobre su pierna, el turco se levanto y cogió una de sus camisas limpiar, luego sobre la cama se deslizo junto a ella de rodillas y sin preguntar ni nada comenzó a deshacer todos los nudos y ataduras que se iba encontrando de su ropa.

Ambos comenzaron a comunicarse en una lengua desconocida para mi; y eso no me complacía, pues no entendía nada de lo que decían; al igual que tampoco era de mi agrado el examen visual que el tabernero me hacia mientras hablaba con mi acompañante.

Emyr transmitía serenidad y seguridad, al contrario que el posadero, el cual parecía algo enojado y nervioso.
Mientras hablaban, me fije en el establecimiento. Era algo pequeño y austero, descuidado y apenas entraba luz. Cuatro mesas repartidas por la sala y una barra al fondo de la misma componían la estancia.
Solo dos hombres de mediana edad estaban sentados, uno frente al otro, en una mesa circular junto a la barra. Ambos bebían dos pintas sin intercambiar palabra alguna, observándonos a Emyr y a mi, como si fuesemos animales.
-Forasteros.- escuche decir a uno con desprecio a la vez que se llevaba la jarra de cerveza a la boca.

A mano derecha había unas escaleras de madera que subían al segundo piso, donde supuse que estarían las habitaciones.

No me gustaba aquel lugar, pero sin duda seria mejor que estar tirada en la calle.

Cuando terminaron de hablar, Emyr me condujo hasta la habitación donde nos hospedaríamos esa noche.

Cuando llegamos a la habitación me tumbe en la cama; bueno, mas bien me deje caer, pues la fiebre multiplicaba mi pesadez y cansancio.

Emyr comenzó a hablarme en una lengua diferente a la que había utilizado hasta entonces para hablar conmigo.
Fue de mi asombro el escuchar una lengua que había olvidado, una lengua que no platicaba desde hacia mucho tiempo, una lengua que tiempo atrás hizo que me sintiera querida.

Al momento, Emyr volvió a observar mi herida mientras me preguntaba como me encontraba.
-Si, gracias, solo estoy algo cansada, causa de la fiebre. Dormiré un poco y me levantaré como nueva.- Dije con una leve sonrisa mirándole a los ojos.

De nuevo volvió a examinarme la herida. El tacto de su mano en mi piel me reconfortaba y sin darme cuenta, me quedé dormida.

Me encuentro en un lugar oscuro.
Un leve susurro procedente de la oscuridad decía mi nombre. Comienzo a caminar a tientas, pues solo veo oscuridad, hacia el lugar de donde la voz procede. De repente me detengo, pues siento como algo húmedo resbala por mis mejillas. Levanto la cabeza y vuelve a caer, pero esta vez sobre mi frente. Sangre.
De repente mi vestido esta lleno de sangre y mis manos, y mis zapatos. La sangre me rodeaba. Caigo de rodillas al suelo y siento un olor fuerte. PAPAAAAAAA- gritaba angustiosa- MAMAAAAAAAAA- grité de nuevo-
Sentia mi cuerpo pesado y me dejé caer al suelo, formando un ovillo con mi propio cuerpo. Empecé a llorar y a reir a la vez que me mecia y me acariciaba el pelo lentamente.
Sola en la oscuridad.

Ella le agradeció el gesto, él en silencio continuaba con sus curas sin respuesta solamente encogió los hombros estaba concentrado en lo que hacía de tal modo que en cuanto terminó con las vendas no se había dado cuenta que aquella muchacha se había quedado totalmente dormida.
Una sonrisa amable se había dibujado en los labios del turco, seguro que estaba cansada, aquella chica tenía pinta de haber estado deambulando sin descanso por las afueras de París, tal vez perdida, tal vez no. Seguro que apenas habría comido.

Con cuidado de no despertarla la desnudo casi por completo, su ropa estaba mojada y sucia sería peor para aquella fiebre que comenzaba a hacerse latente en su cuerpo. Mientras con trapos húmedos lavaba su piel, y secaba el sudor de la fiebre él pudo observar aquel cuerpo pálido tapado escasamente por su ropa interior, pudo observar sus pechos pequeños al descubierto su cuerpo que más que de niña denotaba que aquella jovencita ya estaba hecha toda una mujer. La verdad si él quisiese podría aprovecharse de ella en aquel momento, cualquier hombre de clase baja y escasa moral lo haría, pero aunque Emhyr estaba hecho de algún modo un sinvergüenza y un mujeriego, aun valoraba bastante lo que era el honor, y el respeto a las mujeres. Él nunca le haría a una mujer nada que ella no le pidiese, además así era más fácil, pocas mujeres le decían que no ante sus peticiones, aunque más que nada era al contrario ella eran las que le pedía de sus habilidades.

Como pudo y pensando en todo momento que seguro que despertaría con reproches y enfado, le colocó una de sus camisas y la cubrió con las pocas mantas que poseía.

Un suspiró cuando se sentó sobre el borde de la cama abrochándose los últimos botones de su camisa, él también se había cambiado su ropa mojada, aunque él frío era lo de menos para aquella piel cálida y protegida de licántropo. Era una de las ventajas de haber adquirido aquella maldición.
Emhyr se sintió cansado, observaba a la chica dormir, parecía que el sueño había calmado su dolor. La verdad no sabía porque, pero sentía cierta afabilidad por ella, cierta sentimiento de protección sobre aquella chica, tal vez por su juventud, tal vez porque le recordaba a ella. Él no tenía la necesidad de encargarse de ella, pero indirectamente quería asegurarse que se encontraba bien, a pesar de que fuese una total desconocida.

Y sin quererlo Morfeo ya se había encargado de envolverle en su manto, el agotamiento tras una noche dura de plenilunio había conseguido que su conciencia cediese al sueño y soñó...



La habitación estaba oscura, la vela que había encendido antes se había apagado. El sueño había sido interrumpido por los gritos. Una palabra en una lengua muerta y las velas volvieron a iluminarse por el hechizo, si, Emhyr había sido maldecido por la luna, pero aun conservaba cierto poder de brujería que en su vida le había perseguido.

Aldara se agitaba en pesadillas, el turco con aquella mano áspera pero agradable tocó su frente. Ya no tenía fiebre, así que debía de ser una pesadilla, el peligro había pasado.

-Shhh, shhh... Despierta... -Sus dedos rozaron el rostro de ella con una acaricia, su voz era calmante. -Es una pesadilla, solo eso... Tranquila... - El turco se tumbó junto a ella en la cama, y la envolvió con sus brazos de modo reconfortante y protector.

Desperté con la respiración entrecortada y sudando, pero esta vez no a causa de la fiebre, sino del miedo. Sin embargo recuerdo aquella noche como una de las mas queridas, pues esta vez hubo algo diferente; cuando desperté de mi pesadilla no estaba sola, sino que alguien me cuidaba y protegía.
Me hizo sentir segura solo con sus simples palabras de consuelo y sus leves caricias en mi cabello.

La luz cálida del amanecer inundaba la habitación otorgándole a la estancia un ambiente agradable.

Me levanté de la cama y cuando quise darme cuenta vi que no llevaba mi vestido; de repente sentí como se me ruborizaba el rostro y mire de reojo a Emyr mientras mordía mi labio inferior.

A pesar de mi vergüenza sabia que había hecho lo correcto, pues el vestido estaba empapado y de no quitármelo habría empeorado.

Me sentia fuerte. La rodilla no me dolia y ya no tenia fiebre. - Gracias por todo Emyr.- le dije sincera.- Me gustaría comer algo y conocer la ciudad.
-Claro que antes necesitaré algo de ropa....- dije con una leve sonrisa.

Me dirigí hacia la ventana abriéndola con cuidado. Me asomé, pudiendo ver como despertaba la ciudad.
Una ligera brisa me acarició el rostro trayendo consigo un suave aroma a rocio; aquello me hizo sentir mejor, dejando mi mente en blanco.

Apenas me retiré de la ventana cuando sin previo aviso escuché un grito violento que provenía del piso de abajo...

Había pasado largos minutos desde que había conseguido calmar su sueño, Emhyr tenía demasiado sueño pero aun se resistía a él esperando apaciguarla. Al fin y al cabo podía considerarla casi una niña. Pensaba por un instante, los años había pasado tan deprisa y los últimos meses en París de igual modo, su mundo había cambiado considerablemente dando un vuelvo del revés, ¿quién iba a pensar que iba a comportarse de aquel modo? Que iba a ser capaz de dejar de ser una simple sombra para los demás, y descubrirse en la luz.

Los primeros rayos cálidos del día se filtraron por el fino visillo de aquella habitación poco lustrosa. Algo se movió a su lado e hizo que se despertara sobresaltado. Se había quedado dormido, y encima había soñado. Si, estaba seguro de ello había soñado pero no recordaba con exactitud el qué y aquello lo hacía extrañarse, acostumbrado en su vida a ver con claridad sus sueños que se veían agitados por tormentas de pesadillas, de recuerdos. Un pasado que le perseguía como un lúgubre fantasma.
Descansado se sentía, en mucho tiempo era la primera vez que había dormito tan largo y tendido, tranquilo, sin sentirse agitado o en tensión por algún tipo de peligro.

Frotándose los ojos escucho una voz a su lado, y recordó lo que había ocurrido la noche anterior y quien era aquella chica. Mmmm, ¿y por qué estaba semidesnuda? ¿Otra noche de las suyas habituales? ¡Ah! También lo recordó, no había sido así como pensó en un principio.

Suspiró, mientras se incorporaba algo adormilado, ella le hablaba, él no se limitaba ni a contestar. Solo hizo un ademán de “de nada”, y comenzó a buscar por los baúles de la antigua dueña de aquella habitación.

-Toma, no sé si te quedará algo grande. –Emhyr se acercó a la ventana donde ella estaba. Le tendió un sencillo vestido, un pequeño abrigo y ropa interior limpia, todo había sido de ella… -Aunque creo que tenéis más o menos el mismo tipo. –Con su descaro de siempre y con aquella sonrisa pícara la miro de arriba abajo. –¡Ey! Bonitas piern...

De nuevo iba a bromear cuando... Silencio, su rostro se dirigió a la puerta repentino. Los músculos del turco se tensaron, el aire tomado y retenido en sus pulmones. “Ese olor…” Los sonido provenían de abajo, los pasos indicaban que era uno, un hombre cojo, pero los olores decían que ese hombre iba acompañado por alguien más, alguien silencioso.

-¡Ponte el vestido y por la ventana! –Emhyr comenzó a cambiarse allí mismo poniéndose una camisa limpia y metiendo en su viejo abrigo todos sus objetos más valioso. -¡Nos largamos! ¡Rápido!

El tuerto estaba allí, lo podía oler. Lo había encontrado, reclamaba su cabeza y aun seguro que estaba cabreado por percance que había tenido al menos dos meses. Le había hecho una buena en la pierna.