My memories and you [Privado]

El circo gitano, un lugar en donde la herejía se ve dibujada hasta en el rostro inocente de un niño, en cada carcajada, en cada baile que derrocha pasiones a través de sus miradas. Son las mujeres quienes nos arrastran hasta la locura misma, por el amor de una dama un hombre es capaz de perecer ante las brazas ardientes del infierno, sólo nos conducen hasta nuestra propia destrucción. Fue una pésima idea el ir de visita a ese lugar. Los aromas se mezclaron con el efluvio de las personas, la música penetraba hasta lo más profundo de sus sentidos, la tierra bajo sus pies, crujía igual que hace treinta años, la luna sonriendo, jugando con lo profano de sus actos, obedeciendo a la obscuridad que se erige sobre los valles, los ríos… el lugar no había cambiado nada.

Lentamente comenzó a sentir como la pesadez de sus pies lo flagelaba, no tenía que estar allí. Cada recuerdo que poseía de ella, era avivado como el fuego alimentado por un río de lava. Las faldas de la hembras volaban tras el paso del viento, su danza hechizaba a sus espectadores, pero Ezequiel ya lo había visto y vivido todo, nada nuevo podría llamarle la atención, no existía en ese lugar algo que acaparara todos sus sentidos… pero sus deseos por probar si consiguió olvidarla, fueron más fuertes que él, para su desgracia acudir allí fue mortífero. Se paseaba entre las carpas como un mendigo, padeciendo el hambre, sucumbiendo ante las dificultades de no tener nada. Su corazón no latía, porque la razón por la cual lo hacía murió y con ella su ser por completo. Un fuerte estruendo interrumpió su dolor.

Las ardientes llamas de la fogata, se retuercen incansables en un vals de media noche. La obscuridad es disipada por el calor y la luz que estas irradian desde el centro del circo, ha comenzado el espectáculo nocturno, ese que sólo puede ser visto por los mismos gitanos. Las damas mueven sus caderas, los músicos les cantan, el humo y la magia se hacen presentes para agradecer a los dioses paganos una velada más con vida. Se puede respirar el olor a carnero asado, se aprecia el sonido de la sangre hervir en el fuego… más allá un barril con ron es derramado, el aroma comienza a difundirse por todo el lugar, embriagando hasta los pétalos delas flores muertas. Las mascotas inquietas, tienen hambre al igual que ser, sus amos les sirven las sobras de los alimentos que han probado, se sirven también de ese ron desperdiciado, las bestias fieles a sus dueños, los observan con atención, idolatrando lo que esa abadía en medio de la nada les ofrece, todos menos uno. Niebla, una pantera negra, descansa sobre el lecho de la tierra, moviendo su cola con rítmicas pausas, destilando su comodidad cerca de la tienda de su dueña, su nariz olfatea la cena de los mortales pero no siente interés por arrebatárselas, esta completamente satisfecha con lo que ella misma había cazado en el bosque un par de horas antes. Sus orejas se enfocan en los sonidos que el mismo circo gitano hace resonar en medio de la noche, su pelo no se eriza, su cuerpo no se inmuta, está acostumbrada a ese tipo de sucesos. Sin embargo, un animal con sus capacidades no pasa por alto el efluvio de un extraño, un ser que no pertenece a ese aquelarre, un predador… Al menos fue así como la joven pantera lo presintió. Se agazapa con sus cuatro patas, enfocando su mirada hacia donde lo olía, su rugir es el de una fiera a punto de estallar… en ese instante el individuo gira por una de las esquinas de la tienda. El felino no permitirá que alguien se le aproxime a su ama, mucho menos que traten de hacerle daño, es como un bueno perro guardián, primero sacrificará su propia vida antes que la de su mortal. Se avalancha contra él.

Dentro de la tienda, Zainhé practica algunos pasos de baile, quiere ser como aquellas gitanas que ondean sus faltas llenas de color y hacen babear a los caballeros, desea aprender a hechizar a los varones con sus movimientos de caderas sensuales, atrevidos y hermosos. Aprende con un gigantesco espejo frente a ella a mirar por debajo de un velo, se regala miradas de ensueño, esas que hipnotizan en un simple segundo. Su sonrisa es interrumpida por el crujir de algo allí afuera, muy cerca de donde se encuentra. Con el susto inscrito en su rostro, asoma la mitad del cuerpo para observar lo que acontece y su reacción fue un desgarrador grito al admirar a su mascota, su fiel amiga sobre un desconocido. Las intenciones de la morocha nunca han sido las de herir a alguien por culpa de su letal compañía, pero no puede hacer nada para inhibir el instinto sobreprotector que tiene el animal para con ella. En un intento por que Niebla dejase al extraño le grita fuertemente, coge una vara con sus brazos y le golpea el lomo. Un rugido y el arrepentimiento de la bestia. Se interpone entre su “gatito”y aquel tipo, su Francés no ha mejorado bastante en las últimas semanas, añadiendo que los gitanos poseen una diversidad de idiomas por la gente que se les une en sus cruzadas, eso tampoco le ayuda lo suficiente. Entre dudosos titubeos logra articular un “Lo siento” bastante flojo para dirigirse a él. – ¡Métete! ¡Anda, ahora! – Le dice con voz imponente al felino quien baja la cabeza, gira su cuerpo para introducirse en la tienda. Zainhé, con cierta preocupación en la mirada, espera que el sujeto no haya resultado gravemente herido por culpa de su distracción. Mordiendo su labio inferior, tímida y temerosa, trata de ayudarlo, sujetándolo del brazo con debilidad - ¿Se encuentra usted bien? – El acento es un asco, su pronunciación por igual, pero al menos se le debió haber entendido un poco lo que trató de cuestionar.