AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La tercera ¿Habrá una cuarta? [Rodrigo]
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La tercera ¿Habrá una cuarta? [Rodrigo]
Las piernas de Brigitte se movían, no rapidamente, todo lo contrario. De manera bastante lenta y por ende tranquila. Caminaban, eso si, sin parar en ningún momento. Iban decididas y fijas hacia un lugar ¿Cual? El lugar dónde la mente y ojos, otra parte esencial en el cuerpo, las guiaban. La muchacha miraba de vez en cuando hacia los lados y sus manos se balanceaban de atrás hacia delante, al compás. No parecía tener nada en particular en la mente, pero lo cierto es que si lo tenía. Había quedado ¡sí! Por muy extraño que pareciera, esta chica casi anti-social, había quedado con alguien. Muy inusual en ella pero no imposible, esa era la prueba más clara.
Posiblemente querreis saber con quien, como, cuando, porque y muchas otras cosas pero eso son datos irrelevantes. Datos que más adelante ya descubrireis cuando se presente el susodicho. La mente de Brigitte era un completo lio pues, aunque no lo demostrara nada, si estaba nerviosa. Hacía ya mucho desde la última vez que tenía aquel tipo de salidas con alguien, independientemente de hombres o mujeres. Lo suyo no eran las relaciones. A parte de por el poco tiempo que tenía para salir del burdel porque dentro de él no era dada a las relaciones. Las de allí no la veían siquiera como una compañera, menos como una amiga. Solo era una rival que quitaba clientes por ser lo que al parecer corría el rumor de "buena" ¿Cómo había llegado a ser así? se lo preguntaba muchas veces pero tampoco llegó a una respuesta clara. Solo hacía lo que le pedían. La mayoría de veces, sin poner peros, quejas ni rechistar.
Las doce del mediodía tocaba en el reloj de la plaza cuando la atravesó y ya iba a llegar tarde. La biblioteca, que era el lugar de la "cita" si esque eso podía llamarse cita. Y la hora acordada era precisamente mediodía, ni antes ni más tarde. En punto. Pero claro, ella para salir no podía simplementer irse por la puerta y volver cuando le diera la gana. No era alguien independiente, por lo menos no de momento, así que tenía que apañarselas escapando como podía. Ya eran un par de años de práctica por lo que a fin de cuentas le cogía el tranquillo pero no siempre resultaba igual de fácil. De echo, no siempre era fácil.
Llegó pasados unos minutos al final teniendo que acelerar el paso. Llevó un libro de los que había en el burdel, sí, extraño que en un burdel hubiese libros pero también se hacían más cosas a parte de follar. La cuestión es que llevó un libro que encontró, al parecer, de esa biblioteca. La excusa para poder entrar sin parecer extraña. La ropa como siempre era ligera y ya llamaba demasiado la atención por sus pintas además de por su rostro como para encima cantar al no llevar o leer ningún libro.
Simplemente caminó hasta el fondo de uno de los pasillos, laterales concretamente, y se quedó parada en uno de los ventanales mirando por él a la gente de la calle. Preguntandose, dónde estaría su compañía.
Posiblemente querreis saber con quien, como, cuando, porque y muchas otras cosas pero eso son datos irrelevantes. Datos que más adelante ya descubrireis cuando se presente el susodicho. La mente de Brigitte era un completo lio pues, aunque no lo demostrara nada, si estaba nerviosa. Hacía ya mucho desde la última vez que tenía aquel tipo de salidas con alguien, independientemente de hombres o mujeres. Lo suyo no eran las relaciones. A parte de por el poco tiempo que tenía para salir del burdel porque dentro de él no era dada a las relaciones. Las de allí no la veían siquiera como una compañera, menos como una amiga. Solo era una rival que quitaba clientes por ser lo que al parecer corría el rumor de "buena" ¿Cómo había llegado a ser así? se lo preguntaba muchas veces pero tampoco llegó a una respuesta clara. Solo hacía lo que le pedían. La mayoría de veces, sin poner peros, quejas ni rechistar.
Las doce del mediodía tocaba en el reloj de la plaza cuando la atravesó y ya iba a llegar tarde. La biblioteca, que era el lugar de la "cita" si esque eso podía llamarse cita. Y la hora acordada era precisamente mediodía, ni antes ni más tarde. En punto. Pero claro, ella para salir no podía simplementer irse por la puerta y volver cuando le diera la gana. No era alguien independiente, por lo menos no de momento, así que tenía que apañarselas escapando como podía. Ya eran un par de años de práctica por lo que a fin de cuentas le cogía el tranquillo pero no siempre resultaba igual de fácil. De echo, no siempre era fácil.
Llegó pasados unos minutos al final teniendo que acelerar el paso. Llevó un libro de los que había en el burdel, sí, extraño que en un burdel hubiese libros pero también se hacían más cosas a parte de follar. La cuestión es que llevó un libro que encontró, al parecer, de esa biblioteca. La excusa para poder entrar sin parecer extraña. La ropa como siempre era ligera y ya llamaba demasiado la atención por sus pintas además de por su rostro como para encima cantar al no llevar o leer ningún libro.
Simplemente caminó hasta el fondo de uno de los pasillos, laterales concretamente, y se quedó parada en uno de los ventanales mirando por él a la gente de la calle. Preguntandose, dónde estaría su compañía.
Brigitte Guielle- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/05/2011
Localización : Aquí & Allá, tal vez me encuentres.
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Re: La tercera ¿Habrá una cuarta? [Rodrigo]
Todavía no me ubicaba bien en París, las calles se me hacía laberintos eternos de los que yo no podía salir ni en mi mejor momento. Sabía dónde quedaba la plaza donde muchos músicos pobres iban a demostrar sus artes porque me gustaba acompañarlos en mi piano invisible que llevaba siempre en las rodillas, movía los dedos al compás de la música que se escuchaba de cualquier tipo de instrumento que llevaran esos artistas en las manos, imaginando que era mi concierto y que un montón de gente en el público me aplaudían la hazaña, pero cuando la música terminaba, apenas se escuchaba el sonido del viento acariciando la soledad de las pobres almas que contaban el dinero que les habían echado en el recipiente por la demostración de su arte. Plaza donde había conocido a Pablo. Sabía también dónde quedaba el burdel, había sido una especie de imán hacia mi y muy probablemente sería el lugar que encontraría primero así estuviera en cualquier otro país. Era como si pudiera oler el aroma a seducción que emanaba desde la puerta y éste me trazara un camino. Como si regresara al hogar, hogar que después de todo no tenía a Constanza entre sus filas. Burdel donde había conocido a Brigitte. Brigitte y Pablo, las únicas dos personas con las que había yo entablado alguna conversación coherente.
La biblioteca sin embargo era un lugar lejano y desconocido para mí, nunca había tenido la oportunidad de tener un libro de mi propiedad y los que había llegado a leer era muy probable que los leyera con una dicción de pena para cualquier niño normal de cinco años. Tuve, de hecho, que pedir direcciones a franceses con un acento terriblemente marcado que me miraban como el turista que soy todavía en esta ciudad antes de darme un montón de indicaciones de las que yo entendía la mitad. Pero yo no era un tonto, sabía que encontraría la biblioteca y sabía que debía encontrarla antes del medio día porque a esa hora habíamos acordado nuestra reunión. La tercera.
No puedo decir que me había arreglado para la ocasión, teniendo como repuesto sólo una prenda de ropa en mi maleta no podía hacer mucho por mi arreglo personal. La tela de los pantalones estaba raída y en algunos lugares había incluso agujeritos salteados que lo adornaban sin querer. La camisa iba por el mismo camino, deslavada y apenas sosteniéndose con los hilillos que la conformaban pero era blanca, tenía todos los botones y me había asegurado de que estuviera limpia y oliendo a jabón. Odiaba ser pobre solamente cuando los demás lo notaban, porque siempre ponían la misma cara de compasión. Yo no necesitaba la compasión de nadie, necesitaba dinero, una cama para dormir en las noches y comida para aplacar mis tripas. Si me daban un trabajo que me permitiera ganarme todo eso, podía hacerlo yo solo. La compasión no me servía de nada. Pero Brigitte me había mirado diferente, sin compasión, más bien como un igual y con una sonrisa.
Había estado apresurando el paso apenas unos minutos antes de las doce, primero porque la biblioteca recientemente encontrada era un gran laberinto por si misma y segundo porque no quería llegar tarde bajo ninguna circunstancia. No había contemplado que pudieran pedirme algo para entrar: una identificación, aunque sea un libro que pudiera dar fe de que yo tenía algo qué hacer ahí. Cuando el pensamiento me golpeó, sentí que comenzaba a sudar y no sólo eso, el inicio de una picazón en la parte trasera del cuello me acosó de pronto. Urticaria. Las ronchas salían solamente al empezar a sentirme nervioso y no podía controlarlo por más que quisiera. Intenté calmarme, intenté no rascarme pero todo era imposible y mientras con una mano me rascaba la nuca y con la otra me aferraba a la baranda para subir las escaleras escuchaba las campanadas de alguna Iglesia cercana que daban las doce. Tarde.
Apresuré el paso, tenía exactamente 60 segundos para terminar de subir las escaleras, planta cuatro, dijimos y encontrarla. Tenía buena condición física, podía subir todo lo que quisiera pero mis pies eran otra historia. Un tropezón que me hizo resbalar unos cuatro escalones, pegando mi rodilla en la orilla de uno de ellos y rasgando el pantalón. Mi miseria se dejaba ver en todo su esplendor. Me quedé un momento mirando el desperfecto e intentando arreglarlo pero aunque hubiese tenido una aguja e hilo no me hubiera dado tiempo, y sumado a eso que ya iba tarde. Tarde. Las campanas de la Iglesia habían dejado de sonar y eso hizo que me preocupara de nuevo, se acentuara la picazón y reanudara mi camino.
Iba a llegar en estado deplorable. Ronchas en el cuello, sudor que caía por mi frente, el pantalón roto y tarde. Choqué con gente que no me importó, esquivé mesas hasta el punto de reunión y me detuve a su espalda respirando entrecortadamente, intentando reanudar el sistema normal de mis pulmones y tratando por todos los medios no morir de la vergüenza por mi aspecto.
-Lo siento... no encontraba el lugar...-
La biblioteca sin embargo era un lugar lejano y desconocido para mí, nunca había tenido la oportunidad de tener un libro de mi propiedad y los que había llegado a leer era muy probable que los leyera con una dicción de pena para cualquier niño normal de cinco años. Tuve, de hecho, que pedir direcciones a franceses con un acento terriblemente marcado que me miraban como el turista que soy todavía en esta ciudad antes de darme un montón de indicaciones de las que yo entendía la mitad. Pero yo no era un tonto, sabía que encontraría la biblioteca y sabía que debía encontrarla antes del medio día porque a esa hora habíamos acordado nuestra reunión. La tercera.
No puedo decir que me había arreglado para la ocasión, teniendo como repuesto sólo una prenda de ropa en mi maleta no podía hacer mucho por mi arreglo personal. La tela de los pantalones estaba raída y en algunos lugares había incluso agujeritos salteados que lo adornaban sin querer. La camisa iba por el mismo camino, deslavada y apenas sosteniéndose con los hilillos que la conformaban pero era blanca, tenía todos los botones y me había asegurado de que estuviera limpia y oliendo a jabón. Odiaba ser pobre solamente cuando los demás lo notaban, porque siempre ponían la misma cara de compasión. Yo no necesitaba la compasión de nadie, necesitaba dinero, una cama para dormir en las noches y comida para aplacar mis tripas. Si me daban un trabajo que me permitiera ganarme todo eso, podía hacerlo yo solo. La compasión no me servía de nada. Pero Brigitte me había mirado diferente, sin compasión, más bien como un igual y con una sonrisa.
Había estado apresurando el paso apenas unos minutos antes de las doce, primero porque la biblioteca recientemente encontrada era un gran laberinto por si misma y segundo porque no quería llegar tarde bajo ninguna circunstancia. No había contemplado que pudieran pedirme algo para entrar: una identificación, aunque sea un libro que pudiera dar fe de que yo tenía algo qué hacer ahí. Cuando el pensamiento me golpeó, sentí que comenzaba a sudar y no sólo eso, el inicio de una picazón en la parte trasera del cuello me acosó de pronto. Urticaria. Las ronchas salían solamente al empezar a sentirme nervioso y no podía controlarlo por más que quisiera. Intenté calmarme, intenté no rascarme pero todo era imposible y mientras con una mano me rascaba la nuca y con la otra me aferraba a la baranda para subir las escaleras escuchaba las campanadas de alguna Iglesia cercana que daban las doce. Tarde.
Apresuré el paso, tenía exactamente 60 segundos para terminar de subir las escaleras, planta cuatro, dijimos y encontrarla. Tenía buena condición física, podía subir todo lo que quisiera pero mis pies eran otra historia. Un tropezón que me hizo resbalar unos cuatro escalones, pegando mi rodilla en la orilla de uno de ellos y rasgando el pantalón. Mi miseria se dejaba ver en todo su esplendor. Me quedé un momento mirando el desperfecto e intentando arreglarlo pero aunque hubiese tenido una aguja e hilo no me hubiera dado tiempo, y sumado a eso que ya iba tarde. Tarde. Las campanas de la Iglesia habían dejado de sonar y eso hizo que me preocupara de nuevo, se acentuara la picazón y reanudara mi camino.
Iba a llegar en estado deplorable. Ronchas en el cuello, sudor que caía por mi frente, el pantalón roto y tarde. Choqué con gente que no me importó, esquivé mesas hasta el punto de reunión y me detuve a su espalda respirando entrecortadamente, intentando reanudar el sistema normal de mis pulmones y tratando por todos los medios no morir de la vergüenza por mi aspecto.
-Lo siento... no encontraba el lugar...-
Rodrigo de Anda- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 24/05/2011
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Re: La tercera ¿Habrá una cuarta? [Rodrigo]
No había indicios del chico. Se mordió el labio tras suspirar ligeramente. Los minutos se le hacían bastante pesados y el reloj de la propia biblioteca le resonaba en la cabeza. ¿Y si se había marchado? Después de todo, ella había sido la primera en llegar algo tarde, unos minutos. Pero tampoco conocia lo suficiente a Rodrigo como para saber si se lo perdonaria. Casi nunca quedaba con nadie ¡Ese era su problema! No estaba acostumbrada a tener una hora a la que llegar a los sitios, su lugar era el burdel. Allí era dónde dormia, donde vivia y en caso de que la requiriesen solo tenía que bajar unas escaleras para llegar a su lugar de destino. Para llegar hasta el vestíbulo principal que era su lugar de trabajo. Y por ende al no estar lo suficientemente controlada dada su experiencia en el negocio se podía permitir llegar tarde. No tanto como una hora pero hasta el momento si había sido media. A veces incluso se tomaba su tiempo tras los clientes poniendolos a ellos mismos como excusa, si, eso era lo mejor. Y el peor momento del mes el último cuando tenían que contar las ganancias de cada una. Entonces si se acordaba -y arrepentia- de los clientes que había dejado escapar. Por suerte, ese sentimiento solo venía provocado por la charla que le daba la madame y la posibilidad de que la echara a la calle, a pesar de, después de tanto tiempo, estar casi segura de que la había agarrad algo de cariño.
Los jadeos y la respiración agitada que de repente sintió tras su espalda la desconcertaron y sacaron de sus pensamientos por completo. De alguna manera le provocaron un repelús porque ese tipo de sonidos no era los que esperaba escuchar en una biblioteca, no, eran más propios en el burdel sin duda. ¡Y cual fue su sorpresa al mirarlo! Era Rodrigo, sí, el chico con el que había quedado. Al principio solo lo miró de reojo por si era alguien indeseado -lo primero que se le pasó por la cabeza- pero enseguida al verle a él se volteó por completo. ¿Qué demonios le había ocurrido?. Estaba todo andrajoso, sudando e incluso parecía algo malherido además de cansado. Sus respiraciones eran demasiado agitadas, ahí podía notarse que era un humano o de ser algún ser sobrenatural por seguro no aparecería de aquella manera frente a ella. Ya había tenido algunos encontronazos con otros seres, cabe decir que sorprendentes, para ella.
Se mordió el labio, sin decir nada ante su disculpa. Extrañamente no supo que decir. Sus manos viajaron hasta su bolsillo, sacando el pañuelo que, al salir, solía llevar con ella como costumbre y se acercó dando un par de pasos, acortando la distancia entre ellos. Limpió las gotas de sudor que le viajaban por la frente. Le resbalaban de manera totalmente recta hasta llegar a su cuello y otras se quedaban en el mentón, cayendo luego hacia abajo. Debía tener realmente mucho calor como para estar sudando de aquella manera, o bien, había venido a una velocidad increible. Entonces se dió cuenta de que no se había marchado y de que por el contrario él había venido corriendo y se había preocupado por su cita. Ese pensamiento le arrancó una pequeña sonrisa.
- ¿Se puede saber qué te ha pasado? No te preocupes por haber tardado pero..¿Estás bien? - la pregunta, después de decirla, supo que había sido completamente estúpida. Obviamente era no. - No me respondas a eso, aunque me digas que si, está claro que pensaré lo contrario - parpadeó y soltó un pequeño suspiro después de haber quitado todas sus gotas de sudor, bajando la vista ahora hasta su rodilla y observando el roto. El raspón que el pantalón no había podido ocultar. Se puso de rodillas sin pensarselo, para poder mirarlo - Madre mía ¿de verdad te ha pasado algo por ahí verdad? - suspiró de nuevo y acercó una de sus manos hasta la herida, tocando con la punta de sus dedos el borde, algo tímida, sobretodo porque no sabía cuanto podía llegar a dolerle.
Alzó el rostro para mirarle en una pregunta escondida bajo esa acción "¿Te duele mucho?" Preocuparse por las personas que habían resultado mínimamente amables con ella, al parecer, era inevitable.
Los jadeos y la respiración agitada que de repente sintió tras su espalda la desconcertaron y sacaron de sus pensamientos por completo. De alguna manera le provocaron un repelús porque ese tipo de sonidos no era los que esperaba escuchar en una biblioteca, no, eran más propios en el burdel sin duda. ¡Y cual fue su sorpresa al mirarlo! Era Rodrigo, sí, el chico con el que había quedado. Al principio solo lo miró de reojo por si era alguien indeseado -lo primero que se le pasó por la cabeza- pero enseguida al verle a él se volteó por completo. ¿Qué demonios le había ocurrido?. Estaba todo andrajoso, sudando e incluso parecía algo malherido además de cansado. Sus respiraciones eran demasiado agitadas, ahí podía notarse que era un humano o de ser algún ser sobrenatural por seguro no aparecería de aquella manera frente a ella. Ya había tenido algunos encontronazos con otros seres, cabe decir que sorprendentes, para ella.
Se mordió el labio, sin decir nada ante su disculpa. Extrañamente no supo que decir. Sus manos viajaron hasta su bolsillo, sacando el pañuelo que, al salir, solía llevar con ella como costumbre y se acercó dando un par de pasos, acortando la distancia entre ellos. Limpió las gotas de sudor que le viajaban por la frente. Le resbalaban de manera totalmente recta hasta llegar a su cuello y otras se quedaban en el mentón, cayendo luego hacia abajo. Debía tener realmente mucho calor como para estar sudando de aquella manera, o bien, había venido a una velocidad increible. Entonces se dió cuenta de que no se había marchado y de que por el contrario él había venido corriendo y se había preocupado por su cita. Ese pensamiento le arrancó una pequeña sonrisa.
- ¿Se puede saber qué te ha pasado? No te preocupes por haber tardado pero..¿Estás bien? - la pregunta, después de decirla, supo que había sido completamente estúpida. Obviamente era no. - No me respondas a eso, aunque me digas que si, está claro que pensaré lo contrario - parpadeó y soltó un pequeño suspiro después de haber quitado todas sus gotas de sudor, bajando la vista ahora hasta su rodilla y observando el roto. El raspón que el pantalón no había podido ocultar. Se puso de rodillas sin pensarselo, para poder mirarlo - Madre mía ¿de verdad te ha pasado algo por ahí verdad? - suspiró de nuevo y acercó una de sus manos hasta la herida, tocando con la punta de sus dedos el borde, algo tímida, sobretodo porque no sabía cuanto podía llegar a dolerle.
Alzó el rostro para mirarle en una pregunta escondida bajo esa acción "¿Te duele mucho?" Preocuparse por las personas que habían resultado mínimamente amables con ella, al parecer, era inevitable.
Brigitte Guielle- Humano Clase Baja
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Re: La tercera ¿Habrá una cuarta? [Rodrigo]
Estaba siendo una perfecta vergüenza a mi género, llegando tarde a ver a una chica, con el pantalón roto, sudando y jadeando como si hubiera corrido una maratón. El problema era que hasta ahora, mi experiencia con las chicas no era demasiada, es más, sólo había tenido conversaciones con las cortesanas del burdel de mi madre y se dedicaban a contarme sus penas de una en una. Yo era una excelente oreja para cualquiera que quisiera desahogarse. ¿Pero quedar con una chica? Si, ya era la tercera vez que la veía y tenía que admitir que me gustaba pero ese era precisamente el problema.
Cuando se giró para verme levanté una mano para que esperara un poco a que mis pulmones no quisieran demandarme pero lo que menos esperé fue que se acercara. Estaba sudando y no me veía de lo mejor. Puesto de ese modo, hubiera preferido dejarla plantada antes de que me viera de esa manera. Y probablemente mi acento era horrible, y sólo hacía de cuenta que me entendía cuando no tenía ni idea de qué quería decirle, y probablemente le parecía patético, sin un franco en el bolsillo, con las tripas continuamente rugiéndome y mis ropas desgastadas. Pánico total. Supe que me había sonrojado pero intenté que no se diera cuenta acompañándolo de una falsa valentía al no moverme cuando ella se acercó. No sabía cuáles eran sus intenciones y... tal vez debía saber que yo nunca había besado a nadie. ¡¿Pero en qué estaba pensando?! Brigitte era tan linda que tendría muchísimos pretendientes, yo sólo sería uno más... el peor.
Intenté por todos los medios mantener la compostura ante su cercanía y su voz. Busqué de entre mi memoria algo que pudiera contestarle tan sólo mirando cómo me miraba y sintiendo cómo me limpiaba. Iba a contestar a su pregunta con un simple monosílabo afirmativo cuando me pidió que no le contestara y no pude menos que sonteír ante su lógica.
-No, no... no me ha passsss...-
Me había dolido el toque pero lo disfracé encogiéndome de hombros intentando decirle algo para que se levantara. ¿Y si alguien la veía? Por el amor de Dios, que no sabía lo que la gente podía pensar. Esto era un desastre y todo por mi culpa. Me aclaré la garganta negando con la cabeza.
-No me ha pasado nada... es que se me hizo tarde... y subí corriendo las escaleras y me resbalé... no es nada. Perdona por llegar así-
Bajé la mirada justo cuando ella alzó el rostro dedicándole una sonrisa para darle a entender que todo estaba bien. Estiré la mano para que la tomara y ayudarle a levantarse sacudiéndome con la otra mano el pantalón que de haber tenido un poco más de dinero, podría tirar. En mi caso, tendría que remendarlo esta noche a la luz de un par de velas.
-¿Has llegado hace mucho?-
Cuando se giró para verme levanté una mano para que esperara un poco a que mis pulmones no quisieran demandarme pero lo que menos esperé fue que se acercara. Estaba sudando y no me veía de lo mejor. Puesto de ese modo, hubiera preferido dejarla plantada antes de que me viera de esa manera. Y probablemente mi acento era horrible, y sólo hacía de cuenta que me entendía cuando no tenía ni idea de qué quería decirle, y probablemente le parecía patético, sin un franco en el bolsillo, con las tripas continuamente rugiéndome y mis ropas desgastadas. Pánico total. Supe que me había sonrojado pero intenté que no se diera cuenta acompañándolo de una falsa valentía al no moverme cuando ella se acercó. No sabía cuáles eran sus intenciones y... tal vez debía saber que yo nunca había besado a nadie. ¡¿Pero en qué estaba pensando?! Brigitte era tan linda que tendría muchísimos pretendientes, yo sólo sería uno más... el peor.
Intenté por todos los medios mantener la compostura ante su cercanía y su voz. Busqué de entre mi memoria algo que pudiera contestarle tan sólo mirando cómo me miraba y sintiendo cómo me limpiaba. Iba a contestar a su pregunta con un simple monosílabo afirmativo cuando me pidió que no le contestara y no pude menos que sonteír ante su lógica.
-No, no... no me ha passsss...-
Me había dolido el toque pero lo disfracé encogiéndome de hombros intentando decirle algo para que se levantara. ¿Y si alguien la veía? Por el amor de Dios, que no sabía lo que la gente podía pensar. Esto era un desastre y todo por mi culpa. Me aclaré la garganta negando con la cabeza.
-No me ha pasado nada... es que se me hizo tarde... y subí corriendo las escaleras y me resbalé... no es nada. Perdona por llegar así-
Bajé la mirada justo cuando ella alzó el rostro dedicándole una sonrisa para darle a entender que todo estaba bien. Estiré la mano para que la tomara y ayudarle a levantarse sacudiéndome con la otra mano el pantalón que de haber tenido un poco más de dinero, podría tirar. En mi caso, tendría que remendarlo esta noche a la luz de un par de velas.
-¿Has llegado hace mucho?-
Rodrigo de Anda- Humano Clase Baja
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Re: La tercera ¿Habrá una cuarta? [Rodrigo]
Brigitte no acabó de entender por qué el chico se comportaba de esa manera. Haciéndose el machote ¡Si señor! Pero definitivamente ella no creía que Rodrigo fuese como los demás. A parte de que era más joven, no le daba esa sensación. Simplemente era diferente. Si no fuese diferente ella no habría quedado con él en una biblioteca a plena luz del día. Porque no creía en las "citas" con los hombres. Solo creía en el sexo. Era lo único a lo que estaba acostumbrada y lo que veía a diario en su vida. Una y otra vez. Sabía que los hombres lo único que buscaban era el sexo. Y él ni siquiera la había mirado de esa manera. Era tímido, buena persona, amable. No podía estar más lejos de los hombres con los qué trataba habitualmente. ¿Estaría solo aparentando? ¿Tendría alguna intención oculta? Allí, de rodillas frente a él -lo que le recordaba a algo bastante sucio que solía hacer- no podía pensar en qué quisiera engañarla para llevarla a la cara. Para acostarse con una cortesana sin pagar un duro y, tal vez, alardear con sus amigos. No. Definitivamente él no era de esos.
Le mostró una pequeña sonrisa y seguidamente se acercó la punta de uno de sus dedos a la lengua, lamiéndola. Con ese dedo acarició la herida para llevarse la sangre que había. Sabía que le dolería un poco pero tenía que limpiarla. De repente, recordó algo de su infancia. O no tan infancia pero si cuando estaba todavía vivo su padre y tenía amigas "normales". No tenía un trabajo ni vivía de su cuerpo. Cuando las niñas pequeñas del barrio se hacían heridas como aquellas y ella se las limpiaba de esa misma manera. Eso le sacó otra pequeña sonrisa acompañado de un sentimiento de añoranza por aquellos tiempos.
Finalmente se levantó y por alguna razón le dieron ganas de quitarle las pequeñas manchas negras que tenía en la cara. Pequeñas, que a penas se notaban. Posiblemente de cuando se había caído y limpiado el sudor con las manos sucias. ¡Qué tierno! Estaba empezando a delirar, definitivamente. Tenía que dejar de pensar en él de esa manera porque, en el fondo, era un hombre y ella era una mujer
Desvió ligeramente la mirada. Tenía que ocurrirsele algo para salir de esa situación. De sus propios sentimientos algo incómodos para que negarlo. - Sabes que no me preocupan este tipo de cosas y no, también he llegado tarde - soltó una pequeña sonrisita, mirando sus ojos de refilón. Intentando que se relajara un poco. Sus miradas solían ser indiferentes y esa iba cargada de una posible amistad además de confianza mezclado con un toque bromista. - Bueno, creo que deberíamos ir a otro lugar para limpiarte la herida o podría infectarse. Y además, yo podría dejarte algo de ropa para que te cambiaras y te refrescaras un poco. Luego podemos ir a dar una vuelta. ¿Qué me dices? - llevó sus manos a la espalda y se balanceó ligeramente, sin dejar de mirarlo en ningún momento.
Sí, iba a llevarlo a su lugar. Al lugar dónde había estado con muchos hombres pero ninguno que hiciese lo que iba a hacer él. Ni ninguno que la conociera. Tal vez, él no la conocía mucho. Pero, en ya tres ocasiones, pensaba dejar que la conociera un poco más. Tal vez, y solo tal vez, ella también quería conocerlo un poco.
Le mostró una pequeña sonrisa y seguidamente se acercó la punta de uno de sus dedos a la lengua, lamiéndola. Con ese dedo acarició la herida para llevarse la sangre que había. Sabía que le dolería un poco pero tenía que limpiarla. De repente, recordó algo de su infancia. O no tan infancia pero si cuando estaba todavía vivo su padre y tenía amigas "normales". No tenía un trabajo ni vivía de su cuerpo. Cuando las niñas pequeñas del barrio se hacían heridas como aquellas y ella se las limpiaba de esa misma manera. Eso le sacó otra pequeña sonrisa acompañado de un sentimiento de añoranza por aquellos tiempos.
Finalmente se levantó y por alguna razón le dieron ganas de quitarle las pequeñas manchas negras que tenía en la cara. Pequeñas, que a penas se notaban. Posiblemente de cuando se había caído y limpiado el sudor con las manos sucias. ¡Qué tierno! Estaba empezando a delirar, definitivamente. Tenía que dejar de pensar en él de esa manera porque, en el fondo, era un hombre y ella era una mujer
Desvió ligeramente la mirada. Tenía que ocurrirsele algo para salir de esa situación. De sus propios sentimientos algo incómodos para que negarlo. - Sabes que no me preocupan este tipo de cosas y no, también he llegado tarde - soltó una pequeña sonrisita, mirando sus ojos de refilón. Intentando que se relajara un poco. Sus miradas solían ser indiferentes y esa iba cargada de una posible amistad además de confianza mezclado con un toque bromista. - Bueno, creo que deberíamos ir a otro lugar para limpiarte la herida o podría infectarse. Y además, yo podría dejarte algo de ropa para que te cambiaras y te refrescaras un poco. Luego podemos ir a dar una vuelta. ¿Qué me dices? - llevó sus manos a la espalda y se balanceó ligeramente, sin dejar de mirarlo en ningún momento.
Sí, iba a llevarlo a su lugar. Al lugar dónde había estado con muchos hombres pero ninguno que hiciese lo que iba a hacer él. Ni ninguno que la conociera. Tal vez, él no la conocía mucho. Pero, en ya tres ocasiones, pensaba dejar que la conociera un poco más. Tal vez, y solo tal vez, ella también quería conocerlo un poco.
- Spoiler:
- Podemos ir a otros lugares, sin salir de este tópic ¿No te parece? Sino quedaría como muy..esparcido ¿no crees? xD
Brigitte Guielle- Humano Clase Baja
- Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 12/05/2011
Localización : Aquí & Allá, tal vez me encuentres.
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