Regresando a sus raíces. {Libre} {Posible +18}

El reloj marcaba los minutos con su típico "tic-tac" que, por cierto, me ponía de los nervios. No soporto ese silencio tan grande que hasta eres capaz de escuchar eso. Pero el momento lo requería. Un importante, muy importante negocio concretando. Cuestión de millones. Millones que el hombre frente a mi tenía y estaba a punto de zanjar el acuerdo. El papelito entre sus manos lo confirmaba. La pluma entre sus dedos casi dispuesta a rozarlo para hacer su firma ¡Espléndida firma! Sí, me importaba tres carajos el como fuera pero para mi era en ese momento la más maravillosa del mundo. Sin embargo, mi rostro no demostraba nada de esa emoción interna que sentía. Mis codos apoyados en ambas rodillas, mis manos entrelazadas y mi mentón apoyado en estas mientras mis azulados ojos le miraban fijamente. Impasible, completamente serio. ¿De que podía servirte demostrar tus emociones? En el campo de los negocios solo para perder y arruinarte. Me lo había enseñado mi padre. Lo había visto yo mismo con mis propios ojos.

Y cuando por fin la tinta estuvo impreganada en los lugares elegidos del papel ya no hubo nada que ocultar. Estrechamos las manos, acordamos mantenernos en contacto y sin más marchó de la oficina. Mantuve las formalidades justo hasta ese instante. - ¡Wahaha! Lo conseguí, soy el mejor - una sonrisa boba pero triunfadora apareció en mi rostro mientras revisaba que estuviesen bien puestas las firmas en lo que antes habría sido un arbol, oh, que me feliz me estaba haciendo. Mi secretaria no tardó mucho en entrar, Elena y al ver mi sonrisa ella sonrió también algo pícara pues sabía lo que había ocurrido - Sí, lo sé, no lo digas. Soy un genio - sonreí ladino ahora ya más altivo, simulando de verdad el creerme que era el mejor del mundo. ¿Y por qué no? Hasta el momento muy pocos se me habían escapado. Pero no me gustaba pecar de ególatra, lo dejaría todo en manos de mi suerte. Oh, si, tenía muchísima suerte.

Feliz como una perdiz -tanto que incluso podía escucharseme silbar mientras caminaba por la calle- me dirigí hacia casa. Claro que todo no podía salirme tan bien pues, por mucho que a mi me parecíese que el sol brillaba en realidad lo negro de las nubes no se lo quitaba ni Dios, nunca mejor dicho. Y como os imaginareis empezó a llover. Acabé completamente empapado, de los pies a la cabeza, y al intentar refugiarme fui a parar nada más y nada menos que a un lugar..¿Diferente?. Mejor os lo digo y juzgais por vosotros mismos, el burdel. Burdel que ya había visitado con anterioridad semanas antes, justo, después de cerrar otro importante negocio. ¿Sería eso una señal? No creía en Dios pero si en el destino. ¿Ahora me creereis romantico verdad? Pues hasta un hombre como yo puede serlo, solo, hay que mantenerlo escondido para que te tomen enserio algunas veces.

Entré. Sí, ya que estabamos pues ¿por qué no pasar un buen rato? la celebración era bien merecida. El unico problema era..¡Dish! No llevaba dinero encima. Bueno, ya me las apañaría, porque siempre acababa saliendome con la mía y, para que negarlo, me empezaba a apetecer algo de juerga. No tenía a nadie esperandome en ninguna parte ni ningún compromiso al que asistir. Estaba libre como un pajarillo.

Lo primero sería encontrar a alguien que pudiera brindarme algo de ayuda. Ayuda con la ropa, claro. Porque así de mojada dudo que alguna de las muchachitas se interesara por mi y tal vez un alma caritativa me ayudara con eso. Por suerte la ropa absorbía el agua de manera lenta así que al caminar no iba haciendo ese "chof-chof" caracteristico, lo que si no pude evitar es que la camisa se me pegara al pecho. Demasiado fina teniendo en cuenta que estabamos en verano, claro, no iba a llevar un jersey de lana extra gordo.

Yo iba caminando ensimismado en mi mundo, en mis problemas con la incomodidad de la ropa y claro, como tonto que estaba ni cuenta me di cuando choqué con una jovencita que enseguida vi abajo mío - Ay, disculpa, no estaba mirando por donde iba. - me puse en cuclillas porque al parecer tenía algún problema con sus partes bajas, o eso me dió a entender - ¿Puedo ayudarte en algo? - le mostré una sonrisa, amplia al mismo tiempo que amable. Lo que se me olvidaba en ese momento era el "pequeño" detalle de que estaba empapado.

Y entonces ella con sutiles palabras me lo recordó. No muchas veces me decían que no se me acercarían las mujeres, debía reconocerlo. ¡Yo era bello! Mejor dicho, guapo, que lo otro queda demasiado cursi. Pero si, lo era. Y las mujeres se me acercaban con naturalidad. ¿Ególatra? Puede pero ¿por qué mentir? ¿por qué hacerme el que no sabe cuando en realidad si lo sabía? ¿para quedar bien con los demás? Eso no era lo mío, sin duda, el aparentar las cosas no se me daba bien. Fuera de los negocios, claro. El trabajo y la vida privada eran cosas diferentes. Y el que me gustara mi secretaria también era otro punto y aparte.

- Claro señorita, yo llevo su maleta - contesté con una amable sonrisa y levantandome al mismo tiempo que ella. Una sutil caricia en su mano se dió justo antes de que me la traspasara, puede que no fuese cosa mía o tal vez si lo fue. Cuando veía a una chica bonita me era difícil controlarme. Claro que había maneras y maneras de hacerlo. Podía ser muy sutil o por ende muy descarado. ¿Cual de las dos preferíría esta muchacha? ¡Dios! Ni la conocía de hacia dos minutos y ya estaba pensando en esas cosas. De verdad que podrían catalogarme como un autentico pervertido. Y yo no sería capaz de negarlo si era lo que pensaba, o por lo menos en caso de que la situación fuese seria. Cosa que dudaba.

Empezamos a caminar y deduje por las escaleras que había que la llevaba hacia el segundo piso del lugar. O por lo menos allí era dónde me llevo la otra cortesana con la que estuve la vez anterior. ¡Pero que estaba pensando! A lo mejor la chica no era de ese oficio y de nuevo la estaba catalogando. - Disculpe madame pero ¿Para dónde le llevo la maleta? ¿Arriba? - señalé entonces con el brazo libre hacia las escaleras mientras mantenía mi rostro fijo en la chica. En parte analizandolo ligeramente. Era bonita y de ser una mujer del oficio no dudaba en que tendría algunos que otros clientes a la cola en cuanto se expusiera, por otra parte, era una pena que tan bello cuerpo se pudiera ver malogrado por algún que otro depravado.

No tardé en quitarme toda la ropa, bueno, lo que me faltaba que venían siendo los pantalones y los zapatos. Estaban empapados así que procuré escurrirlo primero todo en la tina y después dejarlo en el lava manos de manera que no manchara demasiado. Era un invitado en el lugar asi que no era plan de empezar a mojarlo todo. El agua. Caliente como a mi me gustaba. Sí, podía llegar a ser muy friolero y después de haberme empapado no me apetecía darme precisamente un baño de agua fría, realmente, ya estaba bien bañado. La cortina tapaba mi cuerpo y la bañera era considerablemente grande, sí, así la recordaba de la última vez. Al parecer todas las habitaciones de las cortesanas debían ser bastante parecidas, con los adornos correspondientes en cada una pero la distribución desde un principio la misma. Que las dejaran decorarla era un gran avanze, en mi opinión, pues si tenían que vivir o "trabajar" ahí, lo menos que estuvieran cómodas en el lugar.

El agua empezó a caer por mi cuerpo y mi pelo se interpuso ligeramente entre mis ojos y la visión. Aunque los mantenía cerrados por el agua así que realmente tampoco me hacían falta. Hasta que escuché una especie de ruido. Un pequeño chirrido pero que mis oidos fueron capaces de captar. Y yo no había sido porque al grifo le había dado ya hacía un tiempo. Me salí de lo que era el chorro del agua y pasé mis manos por la cara, quitandome ligeramente el agua para después apartarme los pelos del flequillo que se me venían hacia delante. Aparté entonces la cortina y ¡cual fue mi sorpresa! la muchacha estaba frente a mi. De espaldas a mi concretamente. ¿Habría ido a buscar algo? ¿O por mi? No podía ser tan mal pensado asi que me decanté por lo primero, cosa que no quitaba que la situación fuese comprometida. Para mi, divertida.

Nada más habia sacado la cabeza, manteniendo el cuerpo oculto en la tela. Si me destapaba podía correr el riesgo de hacerla pasar verguenza ¿O tal vez no? ¡Ay! Ahora tenía mucha curiosidad por saberlo. - Ey preciosa ¿Quieres unirte al baño? - le guiñé un ojo junto a una media sonrisa y descubriendo algo más mi pecho para ver cual sería su reacción, obviamente, sin llegar a descubrir lo que sería el "que" del asunto. No tenía pudor alguno, cabe decir, más ya había prendido que no todo el mundo era como yo y tenía que acostumbrarme. Ahora solo quedaba por ver como de exagerada podía ser la reacción ajena ¿O me sorprendería?.