Explorando el terreno [Adonis]

por **Nitarah Van Emreys** Dom Jul 03, 2011 9:52 pm

Días que se me escurrían por entre los dedos tan sólo viendo el sol aparecer y desaparecer tras la ventana. Aterrada de salir aunque ahora era totalmente libre de hacerlo cuando quisiera, eso claro, haciendo caso de lo que Emhyr había dicho de no dar muestra de mis poderes para hablar con los muertos, pero llevaba ya un buen rato intentando perder el miedo y no lo había logrado. Llegaba tan lejos como a la puerta y luego me arrepentía. Salir sin Ahmet, mi fantasma personal, que me sirviera como traductor, que hablara por mi y que me acompañara a donde yo quisiera, era un gran paso para dar en ese momento. No estaba completamente preparada. Había sido rescatada de un palacio para caer a algo un poco diferente, pero de alguna manera mejor, no había golpes, no había violaciones, no había gritos, ni nada de eso que en donde estaba antes eran el pan de todos los días, debía tener un poco más de seguridad ante este nuevo país.

Me había levantado de la cama apenas sentí los rayos de sol aparecer a través de las cortinas pero había estado dando vueltas enredándome y desenredándome en las sábanas hasta que el camisón estuvo apretándome tanto que tuve que levantarme para dejar de torcerlo alrededor de mi cuerpo y que me ahorcara sin querer. Era un camisón blanco, que probablemente a trasluz dejara ver la silueta de mi cuerpo, unas braguitas blancas debajo y poco más. Me había hecho la trenza que siempre me hacía en mi cabello largo y sedoso pero algunos cabellos formaban un resplandor alrededor de mi cabeza como un halo despeinado. Descalza sentí el frío del piso recorrerme completamente y di un par de saltos intentando encontrar algún tipo de calzado que nunca encontré. Pisé un pie con el otro moviendo mis deditos antes de sentarme en el borde de la cama y mirar hacia la ventana. Cortinas cerradas. Algo dentro de mi me pedía que saliera y a veces cuando algo se me metía en la cabeza, terminaba mal.

Aun así después de meditarlo mucho tiempo me volví a levantar de la cama y al comprobar que estaba sola busqué mucho más allá de los objetos físicos que se encontraban en el lugar para ver a Ahmet aparecer con una sonrisa. -Buenos días, princesita- Mantuve mi expresión como estaba porque yo no sonreía jamás, o al menos hacía mucho que no lo hacía pero él sabía que era el muerto más importante de mi vida y probablemente ahora mismo, la persona más querida para mi, aunque ya no estuviera en el mismo plano que yo. Señalé afuera y él sólo asintió estirando la mano hacia mí, mano que yo no hice el amago de tomar porque sabía que la traspasaría. Me llevó a la salida haciendo que se abriera la puerta como si una ráfaga la hubiera azotado de pronto, los nervios empezaron a recorrerme desde los pies aflojándome un poquito las rodillas pero lo calmé diciéndome que siempre podría volver a entrar. Libertad al fin.

Cuando el pensamiento me recorrió la mente no pude contenerme y eché a correr hacia afuera, pisando las baldosas del exterior con los pies descalzos y sintiendo la leve caricia del viento que apenas movía mi camisón blanco. Miré alrededor manteniéndome apenas afuera, sin aventurarme más allá, viendo a Ahmet un poco más allá que me instaba a acercarme, pero iría despacito, no podía apresurarme demasiado porque no estaba dentro de mis planes hablar con nadie ahora. Mi francés debía estar muy oxidado y mi única forma de comunicarme era Ahmet. No quería que nadie saliera corriendo. Me dejé caer de rodillas para agarrar una que otra florecilla silvestre que crecía entre las uniones de las baldosas y llevármela a la nariz aunque yo supiera que no tendría olor, miré los insectos que corrían también por ahí, disfrutando de los rayos del sol que me calentaban apenas un poco la piel que de pasar tanto tiempo encerrada, había tomado un matiz casi enfermizo. Me quedé sentada ahí mirando al cielo, intentando interiorizar todo de golpe, agarrar todo y meterlo dentro de mi alma, memorizarlo, tatuármelo a fuego en la memoria. Mi libertad.

por **Adonis Komadina** Lun Jul 04, 2011 4:39 pm

Aquel día había decidido tomarse un descanso después de tanto trabajo y es que las fábricas eran capaces de hacer que muriese de agobio y de estrés. Esa había sido una de las razones por las que había decidido que las noches serían su momento del día, aquel en el que podría hacer todo lo que desease y más… se dejaba perder por los placeres más ocultos de la vida, por todo aquello que podía matar lentamente a cualquier mortal…

En esos momentos iba vestido como el empresario que era… Desde hacía mucho tiempo no había podido hacer otra cosa más que dedicase a su trabajo, a todo lo que su padre le había dejado antes de que aquel trágico accidente le apartase a él tanto de su madre como de su padre… El único hijo que habían dejado, tan solo un niño pequeño, había sido el que se había beneficiado de algún modo de aquella pérdida. Si, cierto que había perdido a sus padres de una forma que ningún niño querría pero había conseguido ser una de las personas más influyentes y con más fábricas no solo de París… tenía la suerte de tener una fábrica más en su país de orígen, en Grecia. Aún podía recordar todos y cada uno de los lugares de aquella Atenas que tanto echaba de menos… y no podía ser de otro modo, era una ciudad única que ni el romanticismo parisino podía superarla…

Caminaba por las calles de la capital francesa, por una zona intermedia… no era un lugar muy frecuentado por los ricos pero tampoco por aquellos a los que la vida les había dado la espalda. Era sorprendente ver como aún así, muchas veces estas personas más necesitadas acababan disfrutando de su vida el doble de lo que lo hacía cualquier rico. Pensándolo bien, Adonis no podía quejarse en absoluto de todo lo que había hecho a lo largo de su aún corta vida. Cierto que muchas veces estaba metido completamente en el trabajo y no era capaz de pensar en nada más pero las noches… eran su vía de escape. No había mucha gente de su alrededor que supiese que el muchacho moreno se dedicaba a vivir la vida de ese modo ya que en la sociedad actual no estaba precisamente bien visto. Todo era extrañamente siniestro y es que un hombre que pagaba por las mujeres que quería poseer estaba bien visto, pero un tipo al que la mujeres pagaban y él daba placer ya no era algo tan bueno cuando era este último quien sacaba los mejores beneficios…

Los rayos de ese sol francés acariciaban su rostro e incluso se detuvo por un momento, dejando que sus ojos se cerrasen para sentir esa calidad que era tan contagiosa. Era verano y por lo tanto había mucha más gente por las calles, haciendo diferentes actividades que no tenían nada que ver unas con otras… mientras que los más pudientes salían a dar una vuelta en carromato o iban a alguna cafetería para disfrutar de las delicias de la comida francesa, los menos afortunados simplemente paseaban o buscaban alguna forma de que el tendero no se diese cuenta de que le estaban robando algunas manzanas para poder comer aquel día…

Entre toda esa gente se perdió, caminando hasta que llegó un momento en el que no supo donde se encontraba. Las casas se habían quedado atrás y lo que tenía ahora delante de su persona no era otra cosa más que una de esas zonas verdes que abundaban en esos tiempos en cualquier gran ciudad, al igual que en la mayoría de los pueblos. La imagen no era nada del otro mundo hasta que su vista se posó en algo… y no fue otra cosa que una figura que parecía una divina aparición… Por la longitud de aquel cabello perfectamente peinado en una larga trenza, suponía que no sería otra cosa más que una mujer la que se encontraba de rodillas…

La curiosidad pudo con él y simplemente se acercó, con las manos guardadas en los bolsillos del pantalón de su traje. Sus pasos eran lentos y calmados, después de todo lo último que quería era que esa imagen incluso angelical que se mostraba delante de él desapareciese por algún movimiento brusco de su cuerpo…

- Perdone mi interrupción my lady pero creo que este no es el lugar perfecto para una persona como vos… No intento meterme en sus asuntos ni mucho menos pero creo que entenderá tan bien como yo que el mundo en el que vivimos es demasiado peligroso, tanto que en cualquier momento puede encontrarse… cualquier loco que se aproveche del hecho de que está dejando más piel a la vista que la necesaria. Un camisón no es suficiente para ocultar su blanca piel… - murmuró colocándose a su lado y observándola fijamente con sus ojos azules cristalinos… un color que sin duda no era muy normal ver…

por **Nitarah Van Emreys** Miér Jul 06, 2011 11:21 pm

Me mantenía de rodillas aun cuando las baldosas me estaban lastimando las rodillas. Era un dolor que no me importaba en absoluto, la piedra me estaba raspando la piel pero era todo secundario, yo estaba disfrutando enormemente de lo que hacía mucho tiempo me había sido negado y no pretendía moverme de ahí hasta que algo o alguien me obligara. Un montón de cosas me pasaban por la mente, todo combinado con voces que me llamaban a las que yo ya estaba muy acostumbrada por escucharlas desde siempre y la voz de Ahmet que me hablaba para mantenerme tranquila y que cualquier ataque de pánico no se desatara. Lo sentí agacharse junto a mi y levanté la mirada hacia mi muerto favorito sin sonreírle. Yo no sonreía. Levanté la florecilla para mostrársela dejando que cualquiera que me viera se fijara en que yo parecía comunicarme con alguien que no estaba ahí. -Eres más bonita tu- Me dijo haciendo que me echara hacia atrás para dejar de apoyarme en las rodillas y sentarme en el suelo dejando mis piernas al descubierto.

Palabras. Muchas palabras en francés que venían dirigidos hacia mi y que yo sabía que venían hacia mi porque Ahmet siempre iba un paso por delante de todos y me había avisado que alguien se acercaba a mi. Tensé mis músculos mientras levantaba la mirada que se veía totalmente inocente. Ojos grises y enormes que se fijaron en el hombre que llegaba caminando y que me hablaba sin que yo entendiera qué me decía más que palabras al azar que se metían dentro de mi cerebro y timbraban traduciéndose solitas prendiendo focos en mi memoria. Yo sabía idiomas. Yo era una chica de la clase alta. Yo debía entender lo que me estaba contando. No me moví, parecía que ni siquiera lo había escuchado pero si que lo había hecho, Ahmet me hacía una traducción que se perdería en el olvido porque yo no hablaba con nadie y no estaba muy segura de que ese hombre no se echara a correr si le mandaba un mensaje de ultratumba directamente a su cerebro.

Había entendido perfectamente. Temía por mi integridad física porque estaba enseñando mis piernas. Bajé la mirada hacia la piel desnuda que eneseñaba el camisón que en el movimiento que había hecho se había subido un poco más de lo estrictamente necesario. Los morados de los golpes comenzaban a desaparecer pero las cicatrices seguían ahí, zurcándome la piel y recordándome a cada paso que daba todo el horror que había vivido. Mantuve mi callada respuesta en espera todavía otro rato, mientras me levantaba torpemente del suelo apretando en mi mano el tallo de la florecilla silvestre de pétalos morados que había arrancado del suelo y me paré frente a él mirando sus ojos azules. Eran como el cielo en una mañana despejada, como un par de zafiros, como las joyas que tenía escondidas en mi caja para cuando escapara, caja que me había seguido desde Turquía hasta llegar a París de la mano de mi hermano. Me acerqué violando su espacio vital para mirarlo a los ojos totalmente cerca. Poniéndome de puntitas e incluso sintiendo su aliento en mi piel sin amedrentarme porque fuera un hombre o incluso porque fuera aquel loco que él mismo mencionaba.

Una vez revisado el color de sus ojos me separé y levanté la mano con la flor para ponerla bajo su nariz, no estampándola, ni siquiera rozándola, sólo para que supiera que era para él. Era un agradecimiento por preocuparse por mi integridad. Lo que no sabía era que la mejor forma de mantener alejada a la gente en cualquier ciudad, es parecer tan loca como yo lo parecía porque la gente siempre pensaba que era contagioso.

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