Explorando.... (Marianne Louvier)

Marianne había tenido un maravilloso día, no sólo había conocido a personas que le darían oportunidad de realizar su sueño, bases para un complicado y quizá, imposible entarimado del que se elevaría el enorme castillo de cristal que contenía sus ilusiones. Si no también, quizá, nuevos amigos. Algo que había tenido al paso del tiempo, pero que ahora, fuera de sus estándares familiares, alejada de las personas que podían señalarla y acusarla con el dedo, le daban la libertad de elegir a quién dirigirle la palabra.

Quizá ésto fuera demasiado peligroso, nunca se sabía a quién te encontrarías, pero sobre todo, quién querría hacerte un mal, fingiendo quererte a tu lado. Eso lo complicaba, pero Marianne estaba dispuesta a afrontar el reto, a mirar adelante y, a pesar de las especulaciones y habladurías, empezar de nuevo en un país ajeno al suyo.

Donde las costumbres eran un poco más licenciosas y permisibles con una jovencita que sólo quería disfrutar de su vida, salir avante y sacar la cabeza del hoyo que había creado a lo largo del tiempo una relación que se había destrozado por la hipocresía de uno de los miembros, que sólo mentía, engañaba y fingía.

Podía ver al frente, con la cabeza en alto, porque la culpable no había sido ella, aunque así se sintiera y pensara una y otra vez en qué se había equivocado, intentando superarlo, pero a veces, cayendo en lo profundo del abismo de la desesperación y la depresión.

Sin embargo, ahora caminaba en silencio, cubierta por una capa elegante, que ella misma había confeccionado, mirando a su alrededor, para reconocer las calles que hubiera andado en la mañana y que ahora, a pesar de estar oscuro, debía recorrer hasta su casa.

Confiada en que Juan la protegía, a diez pasos atrás de ella, Marianne recorría tranquilamente todo, sonriendo al ver a la gente, las galas que traían y dándose idea de qué nuevos bocetos podía crear.

Se detuvo ante un antiguo edificio, admirando la arquitectura que, seguramente, era innovadora para su época, sonrió y ladeó la cabeza, verificando cada detalle, cada curva, plano y ángulo. Decidiendo regresar al siguiente día, mientras el sol estaba en el cielo, para dar algunos trazos y mandárselo a su padre.

Seguramente le agradaría ver cómo su ciudad iba cambiando, quizá y se animara a venir a acompañarla o bien, a pasar una temporada a su lado. Aunque quizá eso preocupara a su anfitrión, a ella la alegraría mucho.

Eso estaba pensando, cuando escuchó los pasos antes de ver a nadie, volteó la cabeza hacia su derecha y pudo observar a una figura femenina, que se acercaba, seguramente buscando su camino, pero se la veía pensativa. Marianne admiró sus ropas y reconoció en ella a alguien de su mismo status y sin embargo, la belleza de sus rasgos dulces se opacaba por una tristeza que podría reconocer, porque ella, por otro motivo diferente, la sufría.

- Buena noche - dijo con voz de terciopelo, suave y dulce al oído, agradablemente musical y haciendo una reverencia acorde a su clase y educación, la saludó.