¿Y tú qué haces aquí? [Marianne Louvier]

por Invitado Vie Ago 19, 2011 8:16 pm

Era media mañana y la inquietud recorría el cuerpo de Victoria. Hacía dos semanas que no tenía noticias de Wesh y no sabía si aquello era bueno o malo. Podía ser bueno porque tal vez estaba demasiado ocupado con la investigación para encontrar pistas que los llevasen al asesino de Samuel. Pero también podía ser malo porque quizá no encontraba nada de valor y por eso no daba señales.

Resopló por undécima vez aquella mañana e intentó centrarse en el periódico que tenía entre las manos. No había forma. Tenía que leer al menos tres veces la misma frase para que su cerebro procesara la información y encontrarle sentido. Dándose por vencida, dobló el periódico y lo lanzó sobre la mesita, haciendo tintinear la taza de té y el platillo. Se echó hacia atrás en la silla tapizada de brocado dorado y se masajeó las sienes, intentando relajarse.

Siempre había sido una impaciente. Siempre. Y aquello le había traído muchos problemas desde su infancia. Cierto es que los problemas fueron... complicándose a medida que creció.

Sólo había que ver en qué punto se encontraba ahora para darse cuenta de eso.

Sonó la puerta principal y frunció el ceño extrañada, ¿quién aparecería por allí sin mandar un aviso previamente? Todo el mundo sabía lo quisquillosos que eran los franceses con eso.

por **Marianne Cromwell** Mar Ago 23, 2011 9:13 pm

"No existe un momento del día
en que pueda apartarte de mí
El mundo parece distinto
cuando no estás junto a mí."
*** Contigo en la distancia

Los pasos eran relajados y constantes mientras miraba el papelito que le habían entregado la tarde anterior, considerando oportunamente que una visita a esas horas, sería impropio de una dama, más de la educación de Marianne; sin embargo, su opción no era nada despreciable: la siguiente mañana, con los panecitos más deliciosos que había encontrado en sus paseos en París y sí, no podía faltarle, chocolate caliente, se dirigía hacia la mansión de su amiga, con una sonrisa enorme en los labios.

Había elegido su mejor vestido, una combinación de colores durazno y paja, con los cabellos bien acomodados, con una boina curiosa, porque no era tan grande como la que normalmente se mostraba en los cuadros de Rembrandt, además de que no era del habitual color negro, si no de un tono paja que combinaba maravilloso con los zapatitos, algo novedoso para la época, pero para la española, parte de su esencia, siempre lucir las ropas que confeccionaba.

Tarareaba una vieja nana, mientras traía en las manos la cesta con los panecitos y el chocolate, dando en algunas ocasiones, un paseo en reversa, cuando se daba cuenta de que se había pasado de calle o bien, que no encontraba la que buscaba. así que preguntaba y a veces le decían bien, por lo que avanzaba y a veces mal, por lo que retrocedía.

Hasta que, por fin, la enorme mansión quedó ante ella, la Mansión Bennet y por lo tanto, sólo la separaban algunos muros de su amiga... sonrió contenta y fue a tocar el timbre, esperando pacientemente, mirándose los zapatitos y también, la cesta. Aunque Victoria fuera unos años más grande que ella, era impresionante la forma en que ambas se entendían, aunque podía reírse de tantas veces que sus padres se escandalizaron al escuchar las intenciones que Marianne tenía para con la plebe... si supiera que un gran porcentaje de esas ideas nacían de su amiga, le prohibirían su amistad.

Algo que había surgido cuando había ido la primera vez a París, de viaje con su padre, ahí la había conocido, frecuentado y al regresar a Madrid, se había carteado una y otra vez. Su hermana mayor, a la que podía confesarle miles de cosas y sabría que no se escandalizaría; muchas de sus inquietudes habían sido resueltas de una forma que nadie se hubiera atrevido a decirle por su tierna edad, pero por ello mismo era que Marianne la quería tanto, porque la trataba como una igual y no como una chiquilla más.

Cuando había muerto el esposo de Victoria, Marianne había convencido a sus padres de ir a Inglaterra a con ella, una corta temporada, aunque fuera. Así, estuvo a su lado sólo dos semanas, cuando hubiera querido que fuera más. Le dio apoyo, comprensión, aunque siendo sincera, no entendía su real pérdida. Mientras la española había perdido a una nana, su amiga había perdido al hombre que amaba, quien la iba a acompañar durante toda su vida, quien le iba a dar hijos, con quien formaría una familia. Eso la más joven de las dos no lograba captarlo del todo.

Hasta que se enamoró y se comprometió. Fueron esos meses felices, en que le escribió muchas cartas, pidiéndole consejo, aunque quizá de forma inconsciente, le hacía daño a su amiga. Victoria aún sufría el duelo y aunque no lo demostraba en sus cartas, Marianne debió ser en esa época mucho más precavida. Quién sabe lo que la señora Bennet sentía a cada carta feliz de la niña. Sin embargo, era toda una dama, jamás le reprochó ni juzgó, daba su opinión en todo momento, en todo lugar.

A la pérdida de su ex-prometido, fue cuando Marianne comprendió mucho del dolor de su amiga, entendiendo sus ánimos e ímpetus por encontrar a aquél que le había arrebatado a su amor. Si estuviera en su lugar, bueno estaba mal dicho, porque no tendría la fuerza de salir avante. No era tan valiente como Victoria, aunque quizá a ella la movieran los hilos del titiritero llamado revancha, venganza, la más pequeña de ambas no tenía ese lado o quizá lo desarrollara en caso de ser necesario.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de un mayordomo. Marianne hizo una inclinación con la cabeza.

- Buenos días, busco a Madame Bennet, decidle que Mademoiselle Louvier se ha tomado el atrevimiento de tocar a su puerta, por favor.

por Invitado Miér Ago 24, 2011 12:53 pm

Pierre, su fiel amigo y mayordomo, llamó suavemente a la puerta de la salita antes de entrar. Victoria alzó la cabeza con una sonrisa y arqueó la ceja al ver el rostro del mayordomo: lucía una expresión de sorpresa. Lo interrogó con la mirada, ¿quién era la visita? ¿y a qué se debía esa expresión?

-Mademoiselle Luvier -anunció Pierre finalmente, aparentemente más recuperado de la sorpresa. De inmediato, Victoria lo entendió todo y su sonrisa se ensanchó.

Se levantó del sillón al mismo tiempo que su querida amiga entraba en la sala y Pierre se apresuraba a dejarlas a solas. Tal vez la expresión de sorpresa del mayordomo se debía al colorido y moderno vestido que lucía Marianne o tal vez a la boina que llevaba en la cabeza. Sea como fuere, Marianne era un hermoso espectáculo para la vista.

Se acercó a ella con un revoloteó de faldas y la abrazó con cariño y besó sus sonrojadas mejillas. Estaba más hermosa de lo que recordaba.

-¡Marie! -exclamó utilizando el apelativo cariñoso que le había puesto cuando la había conocido y no era más que una chiquilla-. Qué sorpresa -apretó su mano cariñosamente-. ¿Pero tú no estabas en Londres?

Había conocido a Marianne cuando no era más que una niña y la había visto crecer y madurar hasta convertirse en la hermosa jovencita que era ahora. Sentía orgullo al mirarla porque sabía que ella había tenido mucho que ver en los ideales que ahora defendía la joven. Al mirarla, se veía a sí misma cuando tenía su misma edad.

por **Marianne Cromwell** Jue Ago 25, 2011 8:45 pm

"No hay bella melodia
en que no surgas tu
ni yo quiero escucharla
si no la escuchas tu,"
*** Fragmento Contigo en la distancia

Marianne fue conducida por el señor Pierre, que discretamente volteaba a verla cuando pensaba que estaba dirigiendo su atención en otro lado. No podía culparlo, pobrecito, le había conocido desde hacía tiempo por las cartas de su amiga y sabía que le aconsejaba de vez en vez, pero sobre todo, la cuidaba con mucho mimo.

"Ha de juzgarme por las ropas, como siempre, no le ha gustado mucho mi forma de vestir y menos desde la última vez que me vio" pensó haciendo una muequita cuando él tenía la vista en otro lado, pero es que ese vestido no había sido el mejor de su repertorio y aunque su madre le había pedido una y otra vez que meditara sobre usarlo, había aprendido duramente la lección.

Sin embargo, se olvidó de todo en cuanto vio a Victoria, qué hermosa se veía, como siempre, toda educación, sensualidad innata, preciosa, suspiró bien profundo. Marianne quería ser como ella a su edad, que tenía una expresión para todo, que nunca la dejaban atrás los hombres e incluso, se había divertido mucho a últimas fechas con sus artículos, llenos de chispa y sí, como decía su tutor: pólvora que hacía explotar las mentes masculinas de rabia pura.

- ¡Victoria! - dejó la canasta una silla y le abrazó fuertemente y rió feliz, contentísima de estar con ella, recibiendo sendos besos en las mejillas y olió su delicioso perfume, para mirarle a los ojos y escrutarlos discretamente, esperando que estuviera mejor que la última vez que la había visto, pero podía observar que su amiga tenía mejor color, había comido adecuadamente y parecía más contenta.

Claro, todo eran meras especulaciones.

El apretón de manos la volvió a la realidad y justo para oír la última pregunta y se soltó para unir las yemas de los dedos índices de cada mano y separarlos una y otra vez.

- Este... - sonrió trémulamente, temía a esa pregunta, a ese instante, pero por algo había venido a París. No sólo por su hermano, si no por ella, por Victoria - mira, traje panecitos y cocoa caliente - dijo intentando zafarse de la preguntita, ¿Cómo decirle que había tenido razón con su ex-prometido y que no debió dejar tantas pistas sobre su paradero? La iba a dar una regañina... - seguramente te gustarán, ya lo verás - empezó a parlotear - porque he ido personalmente a por ellos, ya verás...

Sí, en ocasiones, le tenía más miedo a lo que podía decir Victoria, que a lo que sus padres dirían. Diligentemente, sacó los panecitos y el chocolate caliente, dejando la cestita a un lado y tomando asiento.

- ¿Cómo has estado? - intentó abrir tema, desviándola completamente, aunque lo sabía, LO SABÍA, Victoria no era tonta. Quizá dejara, por el momento, pasar el tema, pero en cuanto volviera a la marcha.

Marianne sabía que el escudito de sus excusas, no le serviría para la avalancha de preguntas y comentarios puntuales de que Victoria era capaz de ofrecer. Y temía mucho ese momento. Porque lo que venía a decirle, a ponerle en opinión, era mucho más escabroso que todo lo que había vivido hasta ahora.

por Invitado Dom Ago 28, 2011 5:52 pm

No se le pasó por alto el modo en que la joven esquivó su pregunta, pero prefirió no insistir más en ese momento... tal vez, Marie se lo contara por ella misma más adelante. Había ocasiones en las que preguntar mucho no aseguraba una respuesta. Si la persona en cuestión no quiere hablar sobre cierto tema es por alguna razón... que seguramente acabará contándote cuando esté preparada. Esperaba que Marianne lo hiciese.

Se sentó de nuevo en el sillón y observó cómo empezaba a sacar el chocolate caliente y los panecillos. El delicioso olor del espeso líquido negro inundó la habitación y le hizo la boca agua. Marianne sí que sabía hacer una visita en condiciones: nadie podría resistirse a semejante banquete mañanero... aunque no hubiese anunciado previamente su visita.

-Siéntate, cielo -palmeó con la mano los cojines del sillón que había justo a su lado y la miró con una sonrisa ladeada. Siempre le había gustado aquella chiquilla. No conocía a otra muchacha de su edad con las ideas tan claras y el alma tan pura. Marianne no había dejado que otros corrompieran sus ideales ni tampoco que la corrompieran a ella misma.

No había cambiado y Victoria esperaba que no cambiase nunca. Entre otras cosas porque ella sí había permitido, aunque fuese mínimamente, que su matrimonio y su amor por Samuel cambiasen algunas cosas de sí misma.

-¿Cuándo has llegado a Paris? -no debía hacer mucho, sino hubiese llegado a sus oídos la noticia de su llegada.

por **Marianne Cromwell** Dom Ago 28, 2011 7:06 pm

Es que te has convertido
en parte de mi alma
ya nada me consuela
si no estas tú también,
Mas allá de tu labios
del sol y las estrellas,
contigo a la distancia
amado mío, estoy.

Terminó de servirlo todo y tomó asiento ahí donde le indicara, arreglando las faldas para no arrugarlas y luego, procurando que el vestido estuviera liso. Volteó a mirarle y sonrió débilmente, aún meditando qué decirle y cómo hacerlo, así que prefirió, de momento, empezar con la frivolidad y luego, poco a poco, dejárselo caer.

Si Victoria coincidía con que el plan era lo más sensato posible, lo ejecutaría. Si no, estaba segura de que ella le ayudaría a planearlo con el cuidado posible para triunfar. No era cualquier cosa lo que se jugaba, realmente su cabeza era la que pendía de un hilo, cualquiera que fuera el resultado.

Sólo había una oportunidad. Sólo una.

- Llegué hace ya más de 21 días - dijo tranquila, tomando entre sus manos la taza de chocolate, conservándola para atrapar el calor en sus palmas, a pesar de que hiciera ya un poco de sol fuera - quizá no supieras de mi llegada, porque lo ocultamos a todos y a todo - miró el contenido del chocolate y luego, volteó a mirarla, no, mejor de una vez, se dijo, mejor decirlo de una vez... - sé que estás ocupada con tus asuntos, pero - se le vio nerviosa.

Dejó la tacita en la mesa y se puso en pie, yendo a las ventanas, mirando hacia afuera, asegurándose de que nadie pudiera oírlas. Apretó las manos la una contra la otra y fue a sentarse de nuevo a su lado, dejando notar cuán nerviosa estaba al no arreglarse el vestido y sentarse de lado, para verla.

- Victoria, no confío en nadie más que en tí. Mi ex-prometido no ha cesado en su idea de casarse conmigo. Me siguió hasta Inglaterra y a punto estuvo de deshonrarme... - bajó la mirada y entornó los ojos - y sé que su familia, esposa, hijos, han muerto en un trágico - dijo la palabra irónicamente - accidente. Tú y yo sabemos que no es cierto, él está destrozando los obstáculos para mantener su estilo de vida, me advertiste en su oportunidad y no lo ví, lamento no haber confiado en tu juicio. Sin embargo, sé que viene ahora a por mí, a por todas... muerta o viva, es el resultado y mi padre le ha investigado, pero está limpio. A pesar de ello... - se lamió los labios - a pesar de ello, Victoria, he pensado en casarme con él. Darle lo que quiere, pero al mismo tiempo, obtener lo que empiezo a entender, necesito.

por Invitado Lun Ago 29, 2011 5:58 am

Alzó las cejas sorprendida al escuchar que Marianne llevaba tanto tiempo en París, era extraño que no se hubiese enterado, pero el siguiente comentario de la joven se lo explicó todo: habían ocultado su llegada concienzudamente. Además, como la propia Marianne señalaba, Victoria había estado ocupada con sus propios asuntos. Demasiado ocupada de hecho, últimamente casi podía decirse que vivía de noche y dormía de día.

Tomó la taza de chocolate que la muchacha acababa de servir y se la acercó a los labios para dar un pequeño sorbo... pero antes se deleitó oliendo el delicioso aroma que desprendía. Mmmm, sólo con olerlo ya se le hacía la boca agua. Dio un sorbo mientras observaba cómo Marianne se levantaba del sillón y se acercaba a los ventanales. Se fijó en el modo en que se apretaba las manos y los movimientos nerviosos de sus ojos, como si estuviese comprobando si alguien la había seguido o no. ¿Qué le ocurría? Se preocupó de inmediato al verla así.

Dejó la taza de chocolate sobre la mesita y siguió con la mirada a su amiga, que había vuelto a sentarse junto a ella. Marianne empezó a hablar de forma apresurada, como si necesitara soltarlo todo de una sola vez, y Victoria se concentró en escucharla para no perderse nada. A medida que las palabras de Marianne fluían de su boca, su alarma y preocupación iban en aumento.

-Dios mío, Marie -murmuró cuando la joven terminó de hablar-. No puedes estar hablando en serio cuando dices que piensas casarte con él. No puedes arriesgarte de ese modo. No puedes darle lo que quiere simplemente por eso, porque lo quiere -nunca en la vida había sido el tipo de mujer que le decía a su amiga qué tenía que hacer y qué no, pero ésta era una situación desesperada y Marianne debía entrar en razón-. Si es cierto lo que ocurrió con su familia, piensa en lo que podría ocurrirte a ti. Debe haber otro modo de hacer que te deje tranquila... -pensó en que podría comentárselo al señor Wesh-. ¿Y qué es lo que te has dado cuenta que necesitas? Porque estoy segura de que no es un hombre violento y posesivo con tendencias homicidas -concluyó, tal vez había sido un poco dura... pero ¡por Dios! Estaba en juego la seguridad de su querida amiga.

por **Marianne Cromwell** Sáb Sep 03, 2011 3:00 am

Marianne tomó el chocolate y sus manos temblaron levemente. Sí, era cierto todo lo que ella decía y ya lo había sopesado no una, si no cientos de veces. Sobre todo, sus padres iban a estar muy preocupados todo el tiempo, pero de igual forma...

- La otra opción también es complicada - dijo en voz baja - Victoria, he contemplado todos los escenarios y el casarme con él es el menos riesgoso - se acarició las sienes tras dejar el chocolate sin haber bebido de él - paso por paso, él es un hombre poderoso, él consigue lo que quiere y me anhela a mí. Es un duque. Mis padres ya le han puesto todos los obstáculos y él los está saltando. Cada negativa mía le llena de rabia y está obsesionándose conmigo. Cuando menos me dé cuenta, él estará tan cerca que esta vez no podré huir.

Se volvió a poner en pie y dio una vuelta en silencio, acomodando sus ideas, pero también asegurándose de que nadie las oía, abriendo incluso alguna que otra puerta, cerrando las cortinas, lo que iba a decir pondría en peligro su cabeza si llegaba a oídos equivocados.

- Le he puesto una cazarrecompensas, para que le mantenga ubicado todo el tiempo. He puesto a un investigador privado a que me dé información oculta sobre él. ¿Qué hace, con quién lo hace y para qué lo hace? Tengo la suficiente para darle la vuelta a la situación. Lo que necesito es... - y la miró acercándosele para no hablar en voz alta, sólo susurraba - casarme con él y lo haré porque si no, su guardia siempre estará alta - se lamió los labios y la miró a los ojos - Victoria... voy a matarlo - y sus ojos reflejaban tal determinación, que podría pensarse en lo grave que era la situación para Marianne - si no, pondré su cabeza en bandeja de plata. Tengo un plan que puede servirme y dejarme como duquesa de España. Si tuviera ese título, podría ayudar en mucho a los criollos de la Nueva España en... - se lamió los labios - en la lucha por su independencia de nuestro reino - ahí estaba, lo había dicho por fin... el fin último justificaba los medios.

Al menos, eso esperaba.

por Invitado Sáb Oct 15, 2011 5:36 am

Victoria mantuvo los ojos clavados en la taza de chocolate y observó el espeso líquido que se veía tan negro y oscuro como el futuro de su querida amiga. ¿En qué momento las cosas se habían complicado tanto? Hacía apenas unos años, vivía felizmente con un marido que la amaba con locura y tenía una amiga pizpireta, cuya mayor preocupación era fastidiar a sus superiores.

Ahora, ella se encontraba sola y Marianne estaba a punto de poner en peligro su vida, a punto de condenarse a una horrible existencia que no se merecía y que acabaría con su luminoso espíritu.

¿En qué momento se había ido todo al garete?

Apartó la mirada de la taza y parpadeó rápidamente antes de levantarse y acercarse a su amiga. Tomó la mano de la joven entre las suyas y la miró a los ojos. No podía echarle nada en cara (ella misma se estaba comportando de un modo negligente con todo el asunto del asesinato de su marido) y tampoco podía obligarla a hacer algo que no quisiera. Pero debía intentar convencerla al menos...

-Marie, escúchame, pequeña -Marianne la miró, su rostro reflejaba una determinación y una madurez que sorprendieron a Victoria-. Puedo ayudarte a salir de aquí y esconderte en algún lugar donde él nunca te encontrará.

por **Marianne Cromwell** Sáb Oct 22, 2011 2:15 pm

Amiga, amiga regalito de la vida,
amiga con vos aprendí
que juntas jamás seremos vencidas,
amiga
amiga para siempre.

Marianne estaba en una encrucijada, sabía que el casarse con él no solucionaría absolutamente nada, todo lo contrario, lo empeoraría, pero aún tenía el sinsabor de los recuerdos de cuando la había encontrado y lo difícil que había sido no sólo escaparse si no olvidar. Eso era lo más complicado de todo, porque no le bastaba con hacer pedazos su vida, si no también su mente y su alma.

Miró a Victoria y le acarició la mejilla con ternura, con un sentimiento de tristeza que jamás Marianne había tenido en su vida más que cuando había perdido a su nana y negó. Le dolía en el alma no poder aceptar su ayuda, pero había quedado demostrado que no servía de nada esconderse, el estar en las sombras no era algo que a Marianne le agradara.

- ¿Y luego qué? ¿Estaré escondida todo el tiempo? No, Victoria. Él ha matado a su familia para quedarse conmigo, el que esté oculta no me ayudará. Me encontró en Inglaterra, aquí en Francia, ¿Crees que no podrá hacerlo en otro lugar?

Suspiró y avanzó dos pasos, para tomar su taza y beber un poco, en silencio, pensativa. Dirigió la mirada a su amiga y sonrió levemente. No sabía cómo explicárselo, pero sabía que entre ambas, encontrarían la respuesta a sus propias dudas, a sus dolores y constantes delirios.

- Si me hago su esposa, me haría la mujer más desdichada, pero - tragó saliva y los ojos se le llenaron irremediablemente de lágrimas - estoy en una encrucijada, si no lo acepto, estará sobre mí y si lo acepto - las gotas de agua rodaron por sus mejillas - me meteré en el hoyo más negro de todos, oh, no sé qué hacer - se tapó la cara con ambas manos - quise pensar que tenía la respuesta, pero no es así Victoria - aspiró aire - necesito saber a qué le tiene miedo a quién... para aliarme con él y destruirlo, es mi única salida.

Se pasó las manos por los cabellos en total desazón, no sabía qué hacer, no lo entendía del todo, pero la magnitud de las circunstancias la hacía sentirse a punto de caer a un abismo del cual no sabía salir.

por Invitado Mar Nov 15, 2011 4:03 am

Aunque le doliese admitirlo, entendía totalmente la postura de su querida amiga. Comprendía el hecho de que no quisiera pasar el resto de su vida huyendo o, peor aún, escondida en algún lugar, en la sombra. Victoria no sabía qué haría en una situación como esa, pero tenía seguro que huir o esconderse no hubiese sido una opción. Y su querida Marianne nunca había sido una cobarde.

Oh, Dios, la sensación de impotencia apenas la dejaba respirar. ¿De qué modo podría ayudarla? ¿cómo podría salvarla? Se negaba a que su amiga se pusiera en peligro, que saliera herida, pero no conocía ningún modo para evitar eso.

No sabía cómo ayudarla.

Miró a Marianne y la vio totalmente... hundida, en sus ojos no veía la viveza de antaño, no veía esperanza. Victoria se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos.

-Oh, Marie, ¿cuándo empezamos a ser tan desgraciadas? -preguntó contra el cabello de la joven-. ¿Qué hicimos para merecer esta horrible fortuna?

Las adversidades no había dejado de sucederse en las últimas semanas, en los últimos meses. Y lo único que les quedaba era apoyarse mutuamente... y luchar por que todo se solucionara.

por **Marianne Cromwell** Sáb Nov 19, 2011 10:04 pm

Imagina que vives sin miedo a tomar el riesgo de explorar la vida,
no tienes nada que perder,
sin miedo a estar viva en el mundo y sin miedo a morir.

Aceptó su abrazo con fuerza y su mente se trasladó a aquéllos negros días, había perdido en su oportunidad a Nigel, quedando en completa oscuridad para fijarse en alguien tan horrible como despreciable, como su ex-prometido, intentando olvidarse del francés. Y lo había logrado, pero se había cegado por preciosos meses, hasta que su padre le había mostrado con todo el dolor de su corazón quién era aquél al cual amaba.

Y había corrido a Inglaterra, donde se había refugiado en esos mismos brazos que ahora daban tanto consuelo como recibían, porque eran ambas, dos almas lastimadas por las acciones de los hombres, de las personas que debían convivir con ellas de forma pacífica y sin en cambio, sólo parecían estar a gusto con su maldad. Con sus acciones cuyo producto era la tristeza, la desolación y el dolor.

Ambas habían perdido a alguien que les importaba, aunque Marianne no comprendía del todo el dolor de Victoria y viceversa, aquél contacto la había ayudado demasiado. Ahora mismo, estrechaba contra sí a su amiga y sollozaba sin saber qué hacer o qué decir, sabiendo que ella estaba igual o peor... Se despegó un poco de ella y la miró a los ojos, los suyos verdáceos, como la tristeza que anidaba en su corazón.

- Victoria, mi madre una vez me dijo que no era que hubiéramos hecho algo, si no que estábamos hechas para recibirlo, soportarlo y crecer. Que en el cielo, antes de bajar, una decidía su destino, su camino, su futuro, cada acción está supeditada y analizada con anticipación. Desde antes de nacer, decidimos qué sufriríamos, porque queríamos superarlo.

Sonrió débilmente y acarició el rostro de su amiga, sabiendo que una de las dos debía ser fuerte y esa, tenía que ser ella... la abrazó con más fuerza y le acaricio la espalda con un nudo en la garganta... Para sonreír levemente.

- No es gran consuelo, se lo dije ese día, pero sólo se sonrió y me dijo, el tiempo hija, el tiempo lo cura todo... nunca le creí, pero ahora, siento que el dolor no es tan fuerte, que lentamente va pasando... Victoria, no sé qué voy a hacer con él... pero sé que no me dejaré vencer una vez más... ha hecho demasiado conmigo porque se lo permití, pero no más... y tú - bajó la cabeza y la observó - tu afán de venganza, de destrucción... ¿No te está carcomiendo a ti misma, querida?

Eso le preocupaba también... debían ser cuidadosas o ambas terminarían en el abismo de la destrucción, del que nunca podrían salir... Debían apoyarse la una en la otra, ser su escudo, su espada, ser la rosa que alimenta los corazones y les permite continuar avante... Eso es lo que necesitaban.

Imagina que te amas a tí misma tal y como eres
que amas a tu cuerpo tal y como es
y a tus sentimientos tal y como son.

Saber que eres perfecta, justo como eres...

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¿Y tú qué haces aquí? [Marianne Louvier]

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