Threshold [Atenea]

Con un pequeño gesto, guarde mis francos en la bolsita de tul, sentía la mirada de aquel niño y tenía que admitir que me hizo sentir muy incómoda, no era vergüenza claro que no, pero su aura era extraña diferente casi podría decir que era irreal, las preguntas se apoderaron de mi cabeza y yo… nunca le daba tantas vueltas a los asuntos pero este niño era… ¿diferente, especial, extraño? No sabía cuál de esas cabía mejor para la explicación que intentaba buscar. ¡Es un niño! Eso tendría que suponerlo, de un brinco saque mi pie de aquel lugar para hacerle espacio, los cascabeles sonaron de manera alocaba y me causaron esa sensación de bienestar, si muy rápido podía sentirme bien cuando las cosas no andaban bien…

Yo… esto… no… ósea no, no… - anda que si estaba nerviosa, y no sabía el verdadero porque pero ya estaba fuera de mi esfera donde existía ese equilibrio en mi interior, me levante y volví a tomar asiento – Toma asiento – mi sonrisa se volvió amplia al tiempo que aquel impulso casi imprevisto me había devuelto la tranquilidad que siempre buscaba en la naturaleza, refresque mis pulmones de aquel aire fresco que nos otorgaba la noche. – Lo siento yo por ponerme nerviosa – levante mis hombros de manera sutil – en realidad no sé por qué dijo lo que no dije – sonaba divertido, esperaba que no le incomodara mi manera de expresarme, sabía que muy pocas veces se entendía pero hacia el intento de expresarme de la mejor de las formas.

Con cuidado saque mi cascabel que colgaba de mi pie y comencé hacerlo sonar muy suavemente era como la música ambiental para ese momento – Me llamo Atenea – le quede mirando con ese deje de curiosidad, no era impulsiva pero quería acariciar su cabello, reprimí mis instintos distrayendo mis manos en el cascabel – Y tu pequeño… me contaras que eres… sé que… bueno… puedo ver tu aura y hay algo en ti que no me calza… - fui sincera, no me gustaban las mentiras y no mentiría haciéndome la ciega que no sabía nada, aun cuando había razón para no saber nada pero no venía al caso todo eso. Lo que sabía lo ocupaba a mi favor y en ese momento una idea cruzo por mi cabeza –¡¡ Runas!! – dije con algo de emoción, tome una bolsa que estaba bien escondida entre mis ropajes y comencé a cargarlas con mi energía – ¿alguna vez te han leído… digo así como el futuro? – bien, todos me tachaban como loca pero esa era la esencia de un gitano, éramos los locos más cuerdos que conocía en todo el mundo. Y ahí me encontraba dejando que mis pensamientos me envolvieran en algo que no venía al caso, cerré la boca y espere a que el pequeño me dijera algo. No quería espantarlo, claro que no.

Y las sorpresas de una infancia detenida se me hizo presente en ese momento, difícil de creer, difícil de entender y ahí estaba yo prácticamente paralizada, sin saber qué hacer, el miedo corría por mis venas, me alentaba mi corazón, pero no podía mover un solo musculo y mi cuerpo se opacó, el sonido del cascabel se hizo presente, el sonido del viento me abrazo y en la oscuridad de la noche solo una voz resalto, mis ojos miraron aun sin observar nada pude ver que aquel niño, solo parecía una ilusión, sacado de algún libro de terror, tan blanco como la luna, tan bello como el sol. Sus ojos tan celestes como el cielo y su voz… tan fina como el canto de las ninfas en pleno invierno.

Disculpar y ser disculpado a final de cuentas nunca entendería cual era la respuesta correcta esa noche no era más que una gitana que había bailado para ganarse unos francos, la sorpresa de aquella misteriosa llegada era tan cautivante como resolver el laberinto que había detrás de él. Suspire a viva voz mientras mis ojos no se quitaban de la piel de mármol de aquel pequeño, trague saliva apretando mis ojos rápidamente – Es que iba a decir algo… y no lo dije… pero ya no lo recuerdo – dije tan suave como se me permitía hablar, los cascabeles se movían en son de la brisa que con un suave cantico iba y venía. Sus palabras eran tan suaves que parecían seguir la misma sinfonía del viento… no medí sus palabras hasta que lo último que dijo llego e hizo vibrar toda mi aura, todo lo que estaba a mi alrededor pareció detenerse. Hipnotizada con lo que veía mis ojos vieron más allá del color de su aura, vieron lo que realmente era aquel hombre encerrado en el cuerpo de aquel pequeño…

La curiosidad invadió mis sentidos mis manos nerviosas tomaron la bolsita que colgaba de mi cadera, en silencio y sin siquiera mover el cascabel tome las runas y las tire sobre la banca, mis ojos se sorprendieron con lo que observaron, quede atónita con todo, invadí el espacio del pequeño y toque con suavidad su brazo – 13 años… - dije casi sin pensar en lo que sucedía aleje mi mano de aquel pequeño señalándole las runas que dispuestas en un orden, desordenado me decían y contaban de él, de su pasado y de su presente – tu último aliento… 159 tu verdadero ser – suaves como el viento una a una salían de mis labios palabras con sentido aparente – vivías en soledad… pero ahora – sonreí, no sabía ¿Por qué? pero ver lo que aquellas piedras talladas me decían me sentía aliviada – el amor a tocado tu vida… el amor mueve tus pasos – a continuación me atreví a decir – un hombre, un hombre especial, te ama y te respeta- el viento se hizo más fuerte desprendiendo unas hojas de un arbusto cercanos y cayeron sobre las runas, fue hasta en tones que salí de aquel trance que me tenía cautiva la vida del pequeño era una verdadera leyenda. Apreté mis labios y mire con cierta ternura al pequeño - ¿Cómo te llamas? Pequeño vampiro – dije en voz baja para que solo él me pudiera escuchar, sabía que los árboles o mejor dicho las ninfas estarían pendiente así que aguardar silencio era mejor en ese momento.