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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Doreen Jussieu Vie Jul 15, 2011 10:57 am



Última edición por Doreen Caracciolo el Vie Nov 04, 2011 10:47 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Lun Sep 12, 2011 4:41 pm

300 años. 300 largos años habían pasado desde la última vez que Kyrian visitaba París. En una época anterior, siglos atrás aquel lugar había sido fruto de grandes aventuras. Las luchas, conquistas y diversión era lo que más le había atraído desde siempre, no necesariamente en ese orden. Pero el tiempo pasaba y un gran le esperaba por descubrir. En demasiados países era ya bien conocido, no siempre con la mejor fama en cuanto a sus amistades pero su reputación siempre había sido intachable. Como hombre de honor nunca toleraba una injusticia fuera cual fuese y el autor de tal acción siempre acababa pagando el mismo precio por la ofensa, su vida. Así pues fue explorando, buscando nuevas vivencias que cada vez eran más difíciles de encontrar dado que un alma antigua de más de dos milenios era difícil de sorprender.

¿Alma? ¿Acababa él de definirse como tal? Era posible que el vampiro si la hubiera tenido… en vida. Pero aquella alma había quedado ya extinta o eso suponía. Por sus manos había pasado más sangre que por las del asesino más cruento de todos los tiempos. Aquellos que se hacían llamar guerreros y torturadores quedaban a la altura de la suela de sus zapatos a su lado. Ningún desgraciado que hubiera osado a cruzarse en su camino había salido impune y no tenía intención alguna de cambiar eso. De ahí su más negro pensamiento: su alma ciertamente se hallaba marchita pudriéndose en las entrañas del tártaro por el resto de la eternidad.

Pero eso bien ya carecía de importancia. Finalmente había regresado al lugar al que un día juró no volver. Los recuerdos amenazaban con desquiciarlo hasta llevarlo al borde de la desesperación. Allí, en esa misma ciudad siglos atrás había perdido a la mujer de su vida. La única por la que verdaderamente había experimentado eso que llamaban amor. Ese mismo sentimiento que siempre decía poseer cada vez que una hermosa mujer entraba en su vida. Algo que en verdad era simplemente deseo. Carnal, impetuoso, intempestivo y efímero. Pero aquella mujer, aquella hermosa dama de cabellos negros como el azabache y ojos tan azules como un mar en pleno paraíso había logrado lo que ninguna, llegar a su muerto y congelado corazón. Fueron los años más completos de su vida, pero también los más cortos e hirientes al final.

Por culpa de otro como él Marie había pagado un alto precio por cubrirle en un intento de defenderle sin caer en la cuenta de que la indefensa era ella. Mató al asesino sí, pero ver su sangre derramada por sus propias manos no fue suficiente. Nada se la devolvería ya y tampoco su antigua vitalidad. Ahora era frío y letal. Un ser despiadado que no vacilaba en sesgar la vida de quien le estorbara. Por todos aquellos recuerdos era que se encontraba admirando en silencio la blanca y marmórea piedra que rezaba:

“Aquí yace Marie Stelle Devereaux. Amada mujer por sus seres queridos, de espíritu libre y altruista. Siempre será recordada”

- Siempre… - Murmuró el vampiro poniéndose en cuclillas, inclinándose para delinear aquella palabra con su dedo índice. Nadie sabía lo literal de aquella palabra puesto que el siempre la recordaría durante toda la eternidad.

Todos los que le conocían bien decían que era una simple ilusión. Que aquel amor nunca fue verdadero. Pero él mejor que nadie conocía la verdad de sus sentimientos. Por una mujer cualquiera no hubiera siquiera regresado a aquel sitio exponiéndose a rememorar episodios que creía enterrados.

En silencio tan sepulcral como el de su alrededor se puso en pie para santiguarse y retroceder sobre sus pasos con la intención de abandonar aquel cementerio parisino. Sin embargo el ruido de unos ligeros pasos y una respiración acelerada cerca suyo le hizo ir a averiguar qué persona en su sano juicio iría en plena madrugada a visitar a los difuntos. Pronto pudo contemplar la delicada figura femenina inmóvil frente a las tumbas, con la mirada perdida en algún recuerdo, abrazándose a sí misma para proporcionarse calor. Un gesto que contrastaba con aquellos días de finales de verano, cuando aún hacía demasiado calor. Ese gesto y frío inusual denotaba el terror que la muchacha sufría. ¿A qué temía? Era una incógnita que sin motivo ni razón quiso saber. Al fin y al cabo nunca pasó indiferente ante una joven hermosa y ella lo era con creces.

Un momento de vacilación sobre si acercarse o no fue el causante de que pisara una provocando un chasquido al quebrarla que hizo que la joven saliera de su estado de trance volteándose alterada mirando hacia todas las direcciones buscando al causante del sobresalto. Sin embargo no quiso delatarse aún por lo que optó por echar mano de su rapidez sobrehumana hasta alejarse tras un panteón donde seguía teniendo una visión perfecta de la joven y sus movimientos.

La siguió con la mirada mientras se acercaba hasta un viejo y bien cuidado árbol, cubierto a sus pies por un manto de flores moradas que la joven se detuvo a admirar, cortando una de ellas mientras se sentaba a los pies de este, recostándose en su tronco. Verla allí, tan relajada, sola e indefensa la hizo mostrarse mucho más bella de lo que ya era. Aquella estampa realzaba sus rasgos, tan finos y bien delineados cual muñeca de porcelana. Se quedó mirándola con interés el tiempo suficiente para que ella cayera rendida aprovechando la ocasión para acercarse con sigilo hasta tomar asiento a su lado.

No pudo evitar el impulso que le pedía alzar una mano hasta acariciar la suave curvatura de sus pómulos. Por sus carnosos y rosáceos labios, entreabiertos por el sopor, podía escuchar los susurros incoherentes que se le escapaban. Con gentileza palpó su brazo hasta que despertó, recibiéndola con una cálida sonrisa con cuidado de esconder bien sus colmillos. No deseaba asustarla puesto que ya parecía estarlo lo suficiente, pero tampoco era seguro que se quedara sola en medio de un cementerio, el lugar preferido de muchos vampiros solitarios que disfrutan del silencio para pasear.

- Mademoiselle, no creo que este sea el mejor sitio para echarse un sueñecito. ¿O es una de esas mujeres adictas a la adrenalina que disfrutan del morbo que reciben al pasar la noche en un cementerio y salir ilesas? ¿Acaso desprecia tanto su vida? – La examinó con curiosidad de arriba abajo y, a pesar de lo sencillo de su atuendo, estaba muy bien cuidada hasta el mínimo detalle por lo que su teoría quedaba anulada. - Mmm no, ese no es el caso. De todos modos es mi deber ofrecerle mi compañía fuera de este lugar. Se rumorea que oscuros seres de la noche rondan estos lugares. Seres despiadados que disfrutan de abusar de jóvenes hermosas como usted usándolas a placer para después dejarlas tiradas malheridas o matarlas.

Ya estaba bien de espantar a la pobre joven recién despierta. No era tan retorcido, o bueno si, pero solo con aquellos que se lo merecían y ella de momento no había intentado nada contra él. Simplemente no podía evitar molestar a la gente dado que ese era uno de sus mecanismos para alejar a todos de él, mostrar desprecio e indiferencia hacia los demás con un toque sarcástico.

- Que grosería de mi parte no presentarme mi Lady. Mi nombre es Kyrian Hunter, para servirle esta noche. – Se presentó tras ponerse de pie, tendiéndole su mano a su vez mientras realizaba una leve inclinación de cabeza a modo respetuoso.
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Mensaje por Doreen Jussieu Mar Sep 20, 2011 6:22 pm

¿Cuándo había sido la última vez que Doreen había dormido tan profundamente? La verdad es que no lo recordaba, y lo gracioso del asunto es que su sueño había sido retomado en un cementerio. Se había sumado en una tranquilidad que hace mucho tiempo no había adquirido con el pasar de los días. Dentro de su sueño volvió a retomar aquella pesadilla donde saboreaban su cuello, bebían su sangre y la tomaban entre brazos con fuerza exigiendo que hiciera cosas que en realidad no quería. El hecho de saber de todas aquellas criaturas de la noche comenzaba a afectarla por completo. Suele ser demasiado raro el hecho de creer que este mundo es aburrido, monótono y controlado por aquellos que poseen riquezas sin embargo todo era una mentira, aquellos que controlaban este mundo se trataban solamente de las criaturas de la noche. Aquellos seres que con un simple deseo, con solo una instrucción mental podían hacer a su antojo, ellos que con el abuso se volvían poderosos, imponentes, ricos, eran aquellos que controlaban este mundo. A Doreen pensar que estaba siendo controlada por alguien de esa manera le dolía, no la dejaba tranquila y sabía que de un momento a otro podría ser tomaba para calmar su sed y ella no podría hacer nada. Tenía amigos que cuidaban sus pasos, que nadie la lastimara pero lo cierto era que no podían estar cuidando de ella todo el tiempo pues ellos también tenían prioridades y en ocasiones su misma sed la apartaba de ellos puesto, más de uno le habían dicho lo deliciosa que olía su sangre.

El cuerpo de la rubia se erizo por completo, sintiendo como el frío recorría su figura de una manera agradable, aquello era raro pues el frío llegaba a perturbarla con creces. Abrió sus ojos lentamente y respingo con cierto miedo cuando vio una figura frente a ella. La suavidad del rostro del joven, la manera tierna en la que le hablaba la hizo relajarse en el mismo instante. Su confusión no le permitió sonreír en el instante, más bien, desvió la mirada llevando la mano a los labios para cubrir el bostezo que se avecinaba. Se sonrojó al recordar que estaba durmiendo. - No, no soy adicta a la adrenalina, evito tenerla - Suspiro intentando mantenerse despierta, el sueño la estaba invadiendo por completo - Apreció mi vida solo que… - Se interrumpió no era lo correcto decirle sus penas o las cosas que le pasaban a los desconocidos, a fin de cuenta a ellos que les importaba lo que sentía. - No diga eso caballero por favor - Susurró poniéndose de pie con la ayuda del caballero. No pudo evitar darse cuenta de aquella cercanía que tenían y que no era para nada incomoda, alzo su rostro para ver sus ojos y le sonrió con cierta timidez - Gracias, pocos son los caballeros que podemos encontrar hoy en día - Se encogió de hombros y se separó un poco para limpiar la tela de su vestido, acomodando el mismo con sensualidad natural, esa que la caracterizaba pero sin dejar de lado la inocencia que tenía.

La luna apareció en medio de la noche, su luz iluminó todo a su alrededor, dejando ver el rostro perfecto del caballero. La chica no pudo evitar sentir una especie de encandilamiento cuando lo vio, era como si su rostro estuviera tocado por los mismos dioses, la chica se sintió intimidada por tanta belleza encerrada en una persona sin embargo y a pesar del sonrojo que mostraba no dejo de verlo. - Yo… Me llamo - La chica tartamudeo por unos momentos, asintió ante cada una de las palabras del caballero cuando se presentaba. La chica con suavidad poso ambas manos en las puntas de su vestido, las alzo un poco y dando una inclinación de cabeza se presento ahora - Doreen, Doreen Caracciolo - Con elegancia soltó las puntas de su vestido - ¿Qué hace por estos lugares? - Preguntó con bastante curiosidad.

La hermosa señorita tomo la mano del caballero invitándolo a avanzar poe el lugar, lo cierto es que de solo pensar que estaba en ese lugar el miedo volvía a subir por su cuerpo. carraspeo un poco tranquilizándose por completo - Disculpe la manera en que me encontró es que estaba demasiado cansada - Bajo la mirada unos momentos pero sujeto con fuerza la mano del caballero para intentar salir de entre las lapidas, sabía bien que al fondo había una especie de plaza donde podrían estar con tranquilidad. Doreen era bastante impulsiva, y cuando se daba cuenta de sus reacciones se sentía avergonzada, lo cual pasaba en ese momento. Lo soltó y volteó a verlo mostrando un sonrojo bastante notorio en su rostro - Lamento haberlo jalado, pero no quería tenerlo cerca de las tumbas - Bajo la mirada frente a él. - ¿Frecuenta los cementerios? - Se mordió el labio inferior suavemente intentando controlar sus nervios.

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