AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Anastasia [Ania] Lenevski
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Anastasia [Ania] Lenevski
Edad
Aparenta diecisiete años pero tiene ciento treinta.
Especie
Vampiro [Antigua bruja].
Nivel social
Clase Alta.
Lugar de nacimiento
Rusia.
Fecha de nacimiento
Siete de Febrero de Mil seiscientos setenta.
Fecha de muerte
Invierno de Mil seiscientos ochenta y siete.
Habilidad
Posee las características propias de su especie: fuerza sobrehumana, celeridad, persuasión y demás. Lo que es curioso en ella es que también conserva los dones relacionados con la brujería. Incluso conserva los conocimientos obtenidos en esa etapa de su vida y los valora como uno de sus más grandes tesoros porque sabe que gracias a ellos tiene cierto poder a diferencia de otros seres que no cuentan con dichas características.
Descripción física
- Spoiler:
Descripción psíquica
Anastasia nació como cualquier otra niña.
Y creció con las características de todas las niñas de su edad y de su época… bueno, aunque quizás tenía algún otro don particular.
Lo cierto es que de pequeña fue una niña risueña, llena de alegría, con muchas esperanzas. Sabía que un gran futuro le esperaba, era optimista y nunca conoció la maldad.
Quería ayudar a todo el mundo, con sus manos torpes, y con sus morisquetas que ella esperaba que fueran horrorosas, buscaba ser graciosa. También dedicaba sus simples actuaciones a todo aquél que quisiera prestarle atención.
A veces, claro, se desanimaba un poco, se sentía sola, pero tenía la plena seguridad de que con el tiempo sería amada como merecía.
Su madre adoptiva –ella siempre tuvo consciencia de su verdadero origen- terminaría amándola, su padre se acercaría y sería feliz con el hermano que la amaba tanto como ella a él.
Ya luego, lejos de su casa, su carácter se volvió un poco más sombrío, aún sin perder su belleza y encanto.
Se había vuelto más madura e independiente, porque comenzaba a comprender que debía volverse fuerte para superar cualquier obstáculo.
Creía, todavía, en una redención terrenal, donde podría ser feliz y sentirse comprendida. Estaba segura de que no enfadaría a los demás porque estaba más grande, y ya sabía cómo no traer problemas.
La alegría completa apareció junto con ese campamento que se afianzaba en el horizonte. Volvió a reír y su fe se renovó por completo. Encontró su lugar y creció en base a nuevos conocimientos y experiencias aprendidas en ese lugar. Sintió confianza de sí misma –una que jamás abandonaría después de todo- y supo que en verdad podría hacer lo que deseaba.
Fue entonces que después de la masacre la angustia pobló su corazón y jamás pudieron arrebatársela.
Por primera vez fue completamente fría e inexpresiva. Indiferente, poco amable y despreocupada.
Todo esto seguiría entonces con las vivencias con su tutor: Franz.
Se le sumaría, en la estadía en la casa Reznikov, esa amabilidad fingida, esa paciencia y ese sentido de majestuosidad. Aprendería los mejores modales y adoptaría los más exquisitos gustos en todos los sentidos del buen vivir. La conveniencia vino de la mano de la ambición y pudo ver al fin las ventajas que la vida podría darle con el pasar del tiempo.
Es así como ahora, luego de tantos acontecimientos –incluido el reencuentro con Dimitri-, nos encontramos con un vampiro serio, que no suele reír a menos que su corazón de un vuelco (esto muy de vez en cuando) de alegría por extrañas y escasas razones. Un ser frío y calculador que todo lo piensa, aunque esto no le lleve más de dos minutos. Una persona que se toma su tiempo para asesinar y que el hecho de alimentarse se volvió una acción automática.
Ania es amable por conveniencia, pero no agradable. Sabe comportarse pero no presenta sonrisas ni halagos.
Es desconfiada y por eso prefiere andar sola por la vida. No cree que cualquier otro ser pueda llegar a satisfacerle o beneficiarle.
Es inteligente y audaz, sensual y totalmente capaz de producir demencia con tan sólo unas palabras confusas.
Frívola, debes tocar su corazón para conocer una parte de su historia, sino jamás comentará nada al respecto.
Celosa de sus pensamientos, ideas y creencias, al igual que lo es con lo material, no ayudará a absolutamente a nadie. Egoísta.
Superada, detesta mostrar debilidad y no se detiene hasta ver las tuyas.
Detrás de toda esa actuación, se encuentra un ser que tan sólo quiere encontrar la redención, aunque niegue creer la existencia de ésta.
Busca comprensión y paz. El fin de toda esta locura.
Detrás de su antifaz, es tan sólo la niña llena de esperanzas, muy diferentes a las primeras situaciones imaginadas, pero aún con fe.
La pena siempre aferrada a su corazón la vuelve un ser sensible lleno de tristeza y cansancio. Sólo quiere detener con todo ello, pero no puede, es adicta a esa realidad sangrienta, debe matar, tan sólo torturar y matar, para sentirse satisfecha y tranquila. Adicta a la sangre brutalmente robada.
Por dentro es insegura, y tiene miedo.
Se esconde en su mente un ser atormentado.
Sólo busca tranquilidad, comprensión, redención y paz.
Sólo busca el fin.
Familia
Alexander Lenevski – Padre.
Un importante padre de familia perteneciente a la clase alta de Rusia. Era reconocido en la corte y todos le tenían respeto.
Era un hombre de apariencias ya que tenía como mayor ambición llegar a un alto cargo en la realeza rusa.
En cuanto a carácter era indiferente a todo tema que no se relacionase con el comercio o tareas de un hombre noble.
Con su esposa fue muy permisivo sólo para librarse de problemas que él creía innecesarios y molestos.
La relación con su hijo menor era la más aceptable, aunque aún así no se preocupaba mucho de él, sólo le obligaba a hacer cosas que sólo le beneficiaran para llegar al fin al tan deseado título de nobleza.
Ania fue la menos querida por él, ya que jamás escuchó a su hija y nunca le interesó nada de ella.
Incluso nunca se arrepintió de todo lo sucedido, y hasta creyó que lo mejor hubiera sido la muerte de la bruja.
Anna Cherkesov – Madre adoptiva.
Una mujer realmente importante en la corte. Activa en todos los eventos.
Tenía un carácter fuerte y exigente, no conoció jamás el significado de la palabra “paciencia”.
Si hay algo que puede describir perfectamente a Anna es el hecho de ser una mujer rencorosa y vengativa, pero por sobre todas las cosas, una persona con sangre fría, capaz de tomarse su tiempo para poder conseguir lo que desea.
Se sintió siempre orgullosa por dos cosas: la primera fue la venganza hacia su marido, por esa infidelidad pública y la otra fue la venganza hacia la niña que, según ella, había sido la mácula de su vida.
Nunca quiso a su marido, pero comenzó a odiarlo cuando se enteró de Ania.
A su hijo –el legítimo- siempre lo puso por sobre cualquier otra cosa e intentó tenerlo consigo mediante mentiras y excusas manipuladoras.
Está claro que siempre odió a su hija adoptiva. No sólo por ser fruto de la infidelidad de su marido, sino por el brillo propio que eclipsaba el de la señora Lenevski.
La paz llegó a su alma cuando se libró de aquella muchacha, pero luego entró en depresión por el abandono de su hijo.
Dimitri Lenevski – Hermano menor.
El más joven de la familia, sólo ocho meses menor que Ania.
Un joven maravilloso, sin dudas. Fácil de manipular en su vida como humano… bueno y también como vampiro.
Dimitri siempre fue hombre de dos mujeres. Sus dueñas: Anna Cherkesov y Ania Lenevski.
Él nunca pudo preferir a una por sobre la otra, nunca tuvo la fortaleza de decepcionar a una y seguir a otra, al menos no hasta que fue lo suficientemente maduro.
Nunca pudo perdonar a sus padres por lo sucedido, y jamás pudo ver con mirada turbia a su hermana quien para él siempre fue y será la víctima de todo.
Historia
Es extraño como los humanos se empeñan en arruinar vidas ajenas, pero aún así puedo llegar a comprenderlo. De todas formas, siento que es totalmente abusivo arrasar con la existencia de un ser que aún no tiene consciencia.
Yo soy una de las que cree que Ania fue la víctima desde el comienzo.
Sé que ustedes, al final de todo, se acoplarán a mi causa…
DESEOS PARA UNA VÍCTIMA DE LA TRAGEDIA
*Que Ania sea feliz.
*Que olvide su pasado.
*Que pueda escapar, de una vez por todas, del cruel destino.
Me encantaría, créanme, comenzar con esta historia de una manera diferente. Pero no puedo.
Hay miles de comienzos:
“Había una vez…”
“Érase una vez…”
“En lo más profundo del bosque, allí donde sólo se oían los pájaros…”
Pero esta historia, tiene un principio único, y un final sin opciones.
Me imagino lo bello que sería poder empezar a contar todo con rosadas palabras, decir que Ania fue la hija de una mujer muy humilde y de un hombre rico y poderoso que jamás la reconoció. Y más me emocionaría la parte donde explica lo difícil que le fue vivir en la miseria, pero lo fácil que sonreía con el simple arrullo de las aves. Y nada sería más grato que explicar cómo conoció a un hombre de bolsillos vacíos y corazón puro, que le ayudó a criar a tres maravillosos niños que continuaron con la alegría de la parte menos pudiente de la corte.
¿Te lo imaginas tú?
Sí.
Sería una espléndida historia, pero lamentablemente, mis queridos, yo no soy portadora de historias de hadas ni mucho menos.
¡Pero basta de tanto preámbulo!
Vayamos al comienzo, al triste principio de una historia sin final…
***
Es hasta el día de hoy que Anastasia se pregunta el nombre de su verdadera madre, pero imagínate lo repugnante que sería pronunciarlo en un ambiente lleno de lujo, así tal cual era la casa de los Lenevski.
Lo único que ella supo de su vida intrauterina se resume en tres puntos:
*Su primer latido se inició luego de un affaire entre una pobre muchacha y un hombre de apariencias.
*El embarazo fue todo un acontecimiento público.
*El día de su nacimiento la primera persona que la tuvo en brazos fue su madre adoptiva o, si prefieren llamarla así, su verdugo.
Todos sabían que la muchacha rubia, de carnes tiernas y rosadas, y de corazón maltratado por la miseria y el abandono, estaba esperando un hijo de un hombre que lo único que no guardaba bajo estúpidas excusas era su amor por la ambición.
Y si digo que todos lo sabían, estoy contando a Anna Cherkesov.
Los rumores van y vienen y en tu oído se detienen. Mírate sino, dime si no se te antoja saber más de esta historia.
Antes de proseguir, ofreceré mi humilde comentario.
Bien sé que ustedes me llamarán injusta, pero creo que la primera persona que etiquetó a Ania como la víctima, fue su propia madre.
Dirán que era inocente, una niña de diecisiete años que no sabía nada de la vida. Dirán que no supo cómo sostener la situación en la oscuridad de los pasajes más miserables de la corte rusa. Dirán que ella ni siquiera se enteró de su propia muerte…
Pero presta atención a esto: un verdugo tiene entre sus manos una guadaña. Ese verdugo, cómplice, le entrega el arma a otro verdugo.
Se produce la ejecución.
Por si no lo han entendido, la mujer de carnes rosadas no era más que un manojo de porcelana deshecha a los pocos meses.
Había muerto víctima de un parto peligroso donde salió victoriosa una bella niña de genes tan miserables como nobles, propios de sus padres.
Espero que hayas notado la ironía en mis palabras. La niña no conoció la victoria nunca, y la madre jamás fue una víctima.
¿Se imaginan, ahora, cuál es el verdugo número dos?
Anna Cherkesov había tenido muchos meses para planearlo. No sabía que la madre de la pequeña moriría, pero sabía que de todas formas, ese bebé sería suyo.
No suspiren por la ternura que aquello les pudo llegar a provocar. No hay nada de bondadoso en todo eso. La señorita Cherkesov nació para la venganza.
Sabía que era de cobarde dejar abandonado a un hijo extramatrimonial, y por eso decidió adoptar a Ania. Pero todo esto no fue por defensa de su hijastra, sino que fue para arruinarle la vida a su propio esposo.
Admito que esa mujer tenía una mente prodigiosa. En verdad, nunca se me habría ocurrido semejante cosa.
La cuestión era que Anastasia era la primogénita en la familia Lenevski. Todos coincidieron en pensar que la esposa de un ser tan malvadamente infiel era un ángel guardián. Para Alexander era la peor condena: no tenía tiempo para andar pensando en hijos, era joven y aún no necesitaba herederos, sólo debía llegar a un elevado cargo de poder, y además, reconocer que había tenido una hija con una doncella pobre –aunque fuera propio del género masculino en esos tiempos- no era característica propia de un caballero honorable.
De todas formas lo aceptó, ya bastante problema como para tener que soportar a su esposa. Sabía que la niña la mantendría ocupada, y él quedaría libre.
Pero estaba equivocado, porque para eso corrían las decenas de nodrizas contratadas para cuidar de la pequeña. Anna jamás perdería su tiempo en un ser tan inesperado y desagradable.
Vale aclarar que además, la mujer estaba esperando un hijo de su esposo –al fin- y que ella no había nacido para soportar los trajines de un embarazo.
***
Nacido ya Dimitri, ocupada Anna con su verdadero primogénito, rodeada de nanas Ania y los frutos de la ambición de Alexander, el tiempo fue pasando.
Más allá de la atención que todos se negaban a ofrecerle a Anastasia, ella no podía pasar desapercibida.
Debo ponerme en su defensa y aclarar que nunca fue su intención ser el centro de atención, provocar problemas y hacer infelices a todos los que la rodeaban… al menos no cuando era pequeña, cuando las heridas eran diminutas y tardaban poco en sanar, cuando los recuerdos se borraban fácilmente y cuando sus venas eran recorridas por sangre viva.
Lo cierto es que la niña de tres años era la verdadera luz de la casa. Era la única que se animaba a sonreír sin miedo de aclarar un poco la residencia lúgubre. Era quien se acercaba a su hermano pequeño y con un leve golpecito le hacía reír a carcajadas. Se había ganado el corazón de cada una de las nodrizas, y los invitados la perseguían por la casa para ver sus maravillosos ojos, sin saber que hacían rabiar a la verdadera anfitriona.
Su fuerte, sin duda alguna, era hacer travesuras. ¡No eran intencionales! Simplemente surgían a partir de la torpeza propia de un infante. Y eso hacía que sus padres le tomaran más rencor, y que su hermano la viera al final como la mejor persona que podría tener a su lado.
La relación entre ambos era maravillosa. Muy simple, se basaba en momentos básicos, basados en sentimientos puros y sin pulir, sentimientos primitivos pero que los hacían sentir como nunca.
UN PEQUEÑO APARTADO
¿Qué tan genial crees que podría ser tener una hermana bruja?
Los acontecimientos más preocupantes se hicieron notar cuando ella contaba con cinco años.
Al principio, ni la misma Ania lo comprendía, pero luego, con el tiempo, comenzó a tomarle el gusto a tantas capacidades fascinantes.
Se trataban de cosas pequeñas, detalles. Alguna capacidad mental que permitía el movimiento inexplicable de algunos objetos, predicciones insignificantes, cierta tendencia al misterio…
Era divertido. Sí. En ese entonces todo aquello daba gracia.
Quien más disfrutaba de eso era Dimitri, quien no podía salir de su asombro al ver las capacidades de su hermana, y eso le alentaba a ella a seguir con sus dones. Porque Ania nunca amó a nadie más que a su hermano. Y verlo sonreír, era razón suficiente para que ella intentara cosas nuevas, y en verdad no le costaba demasiado todo eso.
La naturaleza humana siempre me ha dado curiosidad. Es decir, siempre me he preguntado cómo funciona realmente. Y es que me resulta fascinante ver ese extraño fenómeno que hace que sobrevivan por instinto.
En esos momentos ellos no sabían la verdad de Ania, pero aún así lo habían tomado como un secreto.
Para fortuna de la niña, tuvo la ventaja de dos años con respecto al destino. Dos años después todo salió a la luz…
ALGO QUE ME PRODUCE TRISTEZA
Ver como la destrucción es la carta más repetida.
El entretenimiento en esa época era sublime. Supongo que las llamas tuvieron algo que ver.
Hablamos del apogeo de la quema de mujeres consideradas como seres diabólicos.
Hablamos de las brujas.
A Ania le costó comprender a qué se debía todo eso exactamente. Aún no entendía la culpa que se le adjudicaba a tantas mujeres. Era muy pequeña. Era muy inocente.
¿Ves? Tan sólo una víctima…
Para cuando se enteró fue demasiado tarde. Incluso fue lo que la catapultó a la gloria del título de bruja.
Irónico. Tantos años para conseguir un título, Alexander, y su hija tan pequeña merecía un escudo de armas.
Los nervios no ayudan de nada. Siempre lo dije. Anastasia nunca quiso escucharme.
Era una bruja con todo lo que ello significaba. Lo que pretendía ser la alegría de Dimitri terminó siendo algo muy difícil de ocultar.
Sabía que lo que hacía –y eso era algo constante- estaba mal. Sabía que estaba en problemas. Pero no podía resistirse a esos impulsos que nacían naturalmente de su ser.
Cuando eres una bruja de sangre, no puedes negarlo.
Resulta que al final, luego de tantos intentos de mantener en las sombras todas esas capacidades, nada fue de ayuda.
Cada don cobraba vida propia en su cuerpo. Era demasiado evidente.
Las llamas mismas la llamaban con sus brazos ardientes, le pedían un abrazo, y por más que intentó negarse a todo ello, no pudo.
Anna no tardó en descubrir el secreto.
Le pareció una oportunidad maravillosa, algo que ella era incapaz de desaprovechar.
Por primera vez, la venganza tocó a su puerta. La mujer no fue a buscarla, pero sí se aferró a ella.
Meses después Ania se vio rodeada.
Ni su padre ni su madre pusieron resistencia.
Ella, con su pequeño cuerpo intentó defenderse. ¡Incluso Dimitri se adelantó para servir de ángel guardián! Pero nada sirvió.
Ni siquiera fue de ayuda su forma de escapar, escabulléndose, dando más razones para creer lo que todos creían y lo que ella no podía ocultar.
Una de las nodrizas le ayudó a salir de la residencia, sin poder echar un velo de inconsciencia sobre los ojos del más pequeño.
Dimitri lo recordaría durante toda su vida, esa tarde en la cual su hermana, la persona que más amaba, escapó y se perdió en el tiempo.
***
Una niña cansada se encuentra perdida en el bosque.
Sus ojos nublados sólo son capaces de producir el eco de su angustia, con delicadas lágrimas rociando sus mejillas.
Sus pies cansados se detienen en el frío suelo ruso.
Los brazos a ambos lados, muertos, palpando el aire vacío, buscando la mano que guía.
La mente vacía.
El corazón hambriento.
***
Luego de varios días vagando por lugares desconocidos, llegó a un campamento gitano.
Creyó ver las puertas del cielo.
Bueno, al menos allí no había hogueras…
Le sorprendió la facilidad con la que se vio dentro del grupo de maravillosas personas, humildes y llenas de pureza.
Nadie la discriminaba. Incluso muchos le agradecieron por existir.
Llegó a ser la niña sin pasado y con mucho futuro del campamento. Todos veían en ella la gran capacidad que tenía para superar cualquier obstáculo. Siempre con una sonrisa.
Nunca se consideró gitana, pero fue la única vez que se sintió comprendida.
Dentro del grupo cumplía la función de ser actriz. Creaba pequeñas actuaciones, a veces monólogos, que resultaban encantadores. Tenía una capacidad exquisita para manipular al público con tan sólo una mirada, podía hacer creer lo que ella deseaba, las cosas más extrañas, las imposibles, cuando la niña las decía, ninguno dudaba de eso.
Sorprendía con sus dones los cuales ponía al descubierto, aunque estos fueran los más simples.
Ahora bien, la función más maravillosa que tuvo en el circo del campamento gitano fue cuando llegaron los gigantescos felinos –leones, tigres y panteras- y ella se afianzó a cada uno con una facilidad inexplicable. Fue la primera en entrar a sus jaulas y la única que los mantuvo en paz.
Contaba con nueve años cuando se cumplieron los trescientos sesenta y cinco días multiplicados por dos. Todo iba en perfecta armonía. Monólogos, rostros que cada vez se afianzaban mejor a los sentimientos más verosímiles; esa capacidad de domar a los animales más codiciados y esos pequeños truquitos que hacía sorprender al público.
Fueron dos años felices. Eternamente felices.
Pero no olvides que tengo la obligación, el deber, de portar malas noticias. ¿Qué esperabas, acaso? No puedes pretender que me vuelva rosada. Mis manos están compuestas por mariposas negras, nada más. Mariposas negras. Sólo eso.
Así pues retomo con la historia. Alcanzo la hoja más oscura, o quizás no, tal vez no sea la más oscura de todas.
En el circo gitano compartían la vida una pareja de hermanos. Un joven de unos veinte años y su hermana melliza. Ambos estaban sedientos, en todo sentido. Pasaban muchas necesidades y eso alimentaba la ambición que, dicho y sea de paso, es uno de los monstruos más temibles. Debes temerle a la ambición, porque la bestia desagradable y viscosa que se encuentra debajo de tu cama algún día te devolverá, pero la ambición jamás hace devoluciones.
Fue de esa manera como los hermanos llegaron a vender a la comunidad gitana a la que pertenecían, a un grupo de aristócratas que estaban obsesionados con una persecución contra esos extraños y carnavalescos personajes.
La masacre más cruenta de la historia se dio en ese bosquecito ruso, lleno de carpas de colores, entre ellos uno predominante: el rojo.
Rojo sangre.
Roja llamarada.
Una masacre.
Los pocos que pudieron escapar jamás volvieron a pasar por aquellos paisajes, sólo una se atrevió. ¿Adivinan a quién me refiero?
¡Oh! Pero no te adelantes, Ania en ese entonces no era más que una niña de nueve años, que se encontraba perdida en el bosque, una vez más cansada, sucia y agonizante por la pena que le desgarraba el corazón.
La única oportunidad de su vida había sido destruida. Nunca escuché las palabras, pero estoy segura de que juró vengarse.
Por cosas del destino, llegó tres meses después de lo acontecido, a la corte más importante de Rusia, allí por la capital.
Entró a un teatro que se destacaba por la variedad de sus personajes. Había actores muy buenos y otros eran muy mediocres. Tal vez, la única similitud era que todos actuaban para llevarse un trozo de pan a la boca.
No se sintió como la vez entre los gitanos, pero al menos tenía techo, un poco de comida, hacía lo que más le gustaba y tenía compañeros con los cuales protegerse.
Aquellos tiempos fueron, no perfectos pero sí apacibles.
Con catorce años ya era una experta en el drama arriba y abajo del escenario.
Ganaba un dinero considerable que rescataba del pago de los espectadores y luego en la calle se las arreglaba para sobrevivir por medio de manipulaciones, escenas tristes y enternecedoras y demás cosas que puedes imaginar.
Si algo queda claro de todo esto es que, el hecho de saber manipular no significa que sepas con qué tipo de público estás tratando.
El más interesante fue Franz Reznikov, un aristócrata reconocido al cual todo el mundo le tenía respeto.
El hombre, ya entrado en años, quedó fascinado con la frescura y el don evidente de la muchacha que actuaba frente a él.
Comienzo a creer que el hombre era coleccionista.
Es bueno que tú te conformes con coleccionar monedas, créeme cuando te digo que me simpatizas mucho más con ese inútil pasatiempo.
Volviendo al tema, el hombre no se quedó de brazos cruzados y decidió ofrecerle una vida nueva a Anastasia.
Ella no se negó. ¿Para qué negarse? Quizás todo eso iba en contra de sus propias creencias y sentimientos, pero cuando tienes catorce años, un pasado mediocre y un futuro oscuro lleno de obstáculos que se aprovechan de tu caminata a tientas para destrozarte las manos, es normal que termines acercándote a la fuente que brilla a lo lejos aunque sepas que el contenido jamás saciará tu sed.
El problema es que no sólo no pudo saciarla sino que la envenenó.
Al principio, si bien no fue adorable, todo prosiguió en una marcha que prometía tener un final encantador.
Ella ignoraba a su nuevo tutor las veces que sus propuestas no le satisfacían o no le parecían de su conveniencia. Él tenía mucha paciencia y seguía engalanándola y prometiéndole el lujo por siempre.
Eso le encantó. No obtenía amor ni nada parecido, no se sentía completamente cómoda con su presencia, pero aún así todos sus deseos terrenales se veían cumplidos y cada capricho tenía una respuesta conveniente.
Creo que esa fue la primera vez que los primeros pasos de un ser –cualquiera este sea- no me emocionaron.
¿Qué tiene de emocionante leer el primer capítulo que ya comienza oscuro y promete un final trágico?
Pues esos mismos fueron los primeros pasos de una muchacha que terminaría siendo esclava de su propia vida.
Llevaba dos años conviviendo con aquel caballero, quien, digamos, se cansó de ella. Comenzó a notar que no le daba ninguna satisfacción y que, después de todo, encontraría a otra joven mejor que Ania.
Ahora bien: que no les sorprenda todo esto.
Franz llevaba años coleccionando jovencitas, viviendo encantado con ellas, a veces teniendo alguna relación fugaz. Cuando se cansaba, optaba por asesinarlas. Nadie se atrevía a crear rumores con respecto a eso, así que nunca tuvo problema alguno.
De todas formas, el último intento de homicidio no se llevó a cabo, ni tampoco el siguiente.
Él no era un hombre que se ensuciaba las manos, por lo cual, contrataba a otra persona para que se encargase de asesinar a las muchachas.
Le llegó, entonces, la hora a Anastasia. Ella jamás sospechó nada, fue un corderito inocente en las garras de un supuesto asesino.
Piensa que hubiera sido mucho mejor vivir hasta los diecisiete años –que recién había cumplido-, encontrarse con un asesino infalible, capaz de matar con una exactitud perfecta. Pero como ya debes suponerlo, el homicida tenía cierta humanidad o bien moría de sed. Como fuere, terminó transformándola en el palco de un teatro –en el cual ella no había actuado jamás-, en una noche llena de lujo.
No puedo negar que Ania siempre ha sido una persona ambiciosa. Desde su nacimiento lo fue, porque a medida que encontró la manera de sobrevivir, su ambición creció desde el deseo de seguir viviendo hasta el de sangre, lujo y saciar su sed de maldad y venganza.
La ambición de la vida, de sobrevivir, de querer más, de creer que aún le faltaba mucho por descubrir, hicieron que no se negara, en ese entonces, a beber la sangre de aquél vampiro que le había ofrecido la vida eterna.
EL ELEMENTO MÁS MAGNÍFICO DE ESTA HISTORIA
La llave que cierra la puerta hacia la redención.
Nunca más se abrirá.
Se desconocen los motivos por los cuales aquél asesino que había sido remunerado por el simple hecho de matar, terminó ofreciéndole el elíxir más codiciado, pero después de tantos años, ya eso ha perdido interés.
La cuestión es que los cambios en ella fueron drásticos. Era la gota que había rebalsado el vaso. Era lo último que podría sucederle.
Había nacido en un lugar donde todos le odiaban.
Había nacido con dones que la condenaron.
Había estado sola.
Sola dos veces.
Luego tuvo que sobrevivir con un hombre que llegó a odiar tanto como a sus padres.
Ahora tenía la certeza de que los recuerdos serían eternos.
Anastasia completó el proceso de corrupción.
La última gota de sangre que la condenó fue la que hizo que sus ideas cambiaran. Ya no buscaba más la vida, ya no quería descubrir lo que le deparaba el destino. Ya no creía en la paz ni en el amor. Ya no cubría su corazón con una armadura de esperanza.
Brotó de una gota carmesí, la nueva Anastasia.
Una mujer que sólo tenía como tesoro su amor propio –o mejor dicho egoísmo- y sus ambiciones.
Sabía que no lograría nada en la vida, con esa nueva vida, por lo cual comenzó a ansiar cosas burdas, frívolas, superficiales.
No vivía, no podría vivir por nada ya, entonces se aferró a lo único que no escaparía de ella, simplemente por carecer de sentido común, como los objetos lujosos, las joyas, la maldad…
Ania para ese entonces tenía sed de muchas cosas.
Primero que nada, algo obvio, la sangre.
Luego le seguía la necesidad de vengarse de la vida misma, la necesidad de desquitarse, la necesidad de sentirse fatigada debido a los actos sádicos, los intentos dementes de hacerle sufrir con miles de puñaladas y golpes a un cuerpo que había desistido hacía rato.
El lujo, el dinero, el placer, el reconocimiento…
¿Encuentras alguna similitud con su padre?
Oh! Los genes…
Lo más importante fue, entonces, que aquella niña amable llena de vida terminó siendo una difunta andante, con las manos ensangrentadas, el rostro con lunares rojizos que sabían a sangre, la mente enmarañada en la sombra de una tela de araña de la cual pendían los más dolorosos recuerdos, con un único aparente interés: llegar lo más lejos que podía, y en verdad, sabía que podía llegar muy lejos.
Pasaron dos años de asesinatos.
VÍCTIMAS SABROSAS
*Alexander Lenevski
La noche de opera para Anastasia. Sentir los insistentes latidos luchar contra la corriente lograron que ella sintiera un verdadero gusto al matar.
Lo único que puedo decir es que él se lo mereció hasta el último momento: la ignoró incluso cuando ella lo tomó de sus vestimentas culpándolo por haberla traído al mundo.
*Anna Cherkesov
Fue extraño para Ania, pero la mujer intentó salvar a su marido, está claro que no lo logró.
Luego quiso evitar ser la próxima en la lista, acto fallido, nuevamente.
La trató de bruja, reiteradas veces, y eso sólo hizo que su muerte fuera más sádica.
No murió sirviéndole de alimento, sino que su sangre hizo las veces de una alfombra carmesí en el suelo, brotando de las múltiples heridas.
También se lo merecía, admito que sonreí cuando vi esa escena.
*Los hermanos del campamento gitano
Le costó bastante encontrarlos, pero lo hizo.
Vivían felices en sus maravillosas mansiones, con retoños alrededor.
Fue una masacre armoniosa. Parecía una opera.
Murieron ambos, junto con sus respectivas familias.
La primera vez que pude reconocer el arrepentimiento fue cuando fijé mi mirada en sus ojos.
Franz Reznikov
Lo pensó varias veces. Le tentaba la idea de convertirlo en vampiro…
Pero, reconozco que fue mucho más original dejarlo casi una semana desangrándose de a poco.
Fue un gran espectáculo.
Esas fueron además las explicaciones de cómo se armó de la fortuna con la que ahora cuenta.
Se llevó la fortuna de cada una de sus víctimas e invirtió luego.
Detalles pequeños que hacen poderoso a un ser con características de vampiro y dones de bruja.
Una vez que la tranquilidad llegó a su alma, donde las venganzas se resumían en las muertes de las personas que le irritaban en ese momento, llegó un nuevo problema.
EL PROBLEMA PARA UN SER MALVADO CON CORAZÓN HERIDO
Dimitri.
Volvió, le costó llegar a ella, pero al final la encontró.
Le pidió explicaciones, claro, y ella se negó. No estaba dispuesta a contagiarle su perversión y su locura con su historia. Inventó un par de mentiras que no surtieron efecto.
Él quería estar con ella, protegerla, amarla.
Ella quería exactamente lo mismo, pero sabía que debía resistirse a ser su compañía, y es que, en parte, su venganza no sólo había sido por ella misma sino también por el nombre de su hermano.
Permitió, entonces, que Dimitri se quedara con ella sólo un tiempo, un tiempo que le pareció una agonía.
Por empezar le resultaba difícil esconder su condición de asesina inmortal, sus costumbres, su manera de sobrevivir, su odio por la vida…
Pero lo que más le costaba era estar a su lado. Día a día iba encontrando una razón nueva para no permitir que se alejase de ella. No podía dejarlo, le resultaba tan perfecto, tan lleno de vida, tan completamente suyo. Era el único que la seguía en todo lo que decía, era quien asentía con una sonrisa y una mirada llena de emoción sólo para permanecer con su hermana. Y eso le resultaba terriblemente tentador.
Piensa que no sólo se trataba de un amor que superaba cualquier barrera, sino que también era ese temor de perderlo como a todos los que había tenido en el campamento. Sabía que lo perdería, y la única manera era convertirlo, hacerlo inmortal, borrar esa vulnerabilidad.
El otro punto era su condición de mortal, que hacía que en cualquier momento pudiera morir ya sea por causas naturales.
No podría soportarlo.
Eso contribuyó con su obsesión, con su locura.
Se sintió tentada por su vida, por su alma, su corazón, su sangre, su piel, sus labios, su mirada…
PEQUEÑO CONSEJO
Nunca te dejes llevar por la pasión y la tentación.
Es el primer paso a un bosque que hace que te pierdas en tu propia locura.
Puede sonar erótico, puede sonar sublime o quizás parezca un acto detestable, imposible, lleno de locura, pero en ese momento no les importó.
Ambos se confundieron, ambos creyeron que algo los unía, algo fuerte, amor en estado puro. Y quisieron expresarse.
¡Vaya manera de amor de hermanos!
Si crees que lo peor que hay en la vida es tener sexo con tu propio hermano, está claro que te falta un detalle.
La locura, la pasión, el éxtasis…
El punto máximo para ambos fue el de la unión de sangre.
Ella, en esa necesidad de hacerlo suyo en todos los niveles, mordió su cuello, y él le respondió a ello mordiéndole para seguir con el juego perverso, pero la sangre le resultó bastante apetecible por una razón que desconocía…
Y ella no pudo soportar el hecho de saber que lo había condenado.
Había matado a cientos de personas, pero jamás se había atrevido a transformar a alguna, y quien fue elegido por el destino para sufrir la condena era su hermano. Su hermano amado. ¿Y todo por qué? Por un simple desliz, porque luego comprendió que no se trataba de un amor puro de mujer a hombre y de hombre a mujer, al menos ella no lo creía así, y ahora, por una tentación estúpida, lo había matado, haciendo que viviese entonces muerto una vida de vivo.
Y aunque se intente serlo… son dos realidades muy diferentes.
Ella escapó de él. Le dejó sólo una carta.
Se resignó a perderlo, dejando que su alma se oscureciera más: no conservaba nada de humanidad. Se había despojado de todo sentimiento, volviéndose un ser que automáticamente mataba haciendo sufrir a cada una de sus víctimas, odiando al mundo y a la vida, enloqueciendo día a día.
Luego de muchos años errando por el mundo, llegó a París. Una maravillosa París que le daba la bienvenida al mil ochocientos. Aún faltaban meses para el nacimiento de un nuevo siglo…
Entró al Theatre des Vampires, resignando todo recuerdo, entregándose a un nuevo presente, entre las bambalinas, creando el propio futuro de un personaje el cual algún día terminaría sin alma…
Sí, sigo insistiendo.
Aunque ella le robe el destino y el alma a su propio personaje… siempre será la víctima del infierno más cruel.
Datos extra
*Tiene una fascinación por los felinos.
*Los campamentos gitanos le producen mucha tristeza.
*Para ella, los seres más detestables son justamente los vampiros.
*Curiosamente sólo le tiene piedad a los niños. Sabe que son víctimas de una realidad imposible de manejar. Suele defenderlos y hacer beneficencia en pos de una mejor vida para ellos.
*Es coleccionista de arte.
*Está en busca de un tigre, sabe que podrá domarlo, sólo necesita a la persona capaz de obtenerlo para ella.
*Su dieta se basa principalmente en traidores, hombres infieles o que se aprovechan de las personas más débiles. Las mujeres que maltratan y les quitan la libertad a sus hijas siguen en la lista. Por último, si se encuentra con algún gitano que no merezca dicho título, acabará sin vida.
*Siempre hace ataques sádicos.
*Disfruta de encuentros fugaces con hombres, con una única y evidente finalidad. Eso sí: ella debe llevar la situación.
*Le gustan los negocios, se destaca en ellos.
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Re: Anastasia [Ania] Lenevski
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