AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Eterna Espera [Lidérc]
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La Eterna Espera [Lidérc]
Muy consciente del tiempo transcurrido, Allure llevaba ya dos horas esperando en el café tal como su protector le había solicitado previo al momento de partir. La copa que acompañaba al joven en el casi vacío establecimiento aún estaba media llena pese a que el cristal conformante de la misma ya poseía la marca del rouge carmesí que maquillaba los delineados labios de quien había bebido uno o dos sorbos de vino con extrema paciencia.
El cielo nocturno se vislumbraba bellamente despejado, adornado con incontables estrellas que vagamente eran visibles desde el opaco ventanal junto al que se encontraba la mesa en donde elegantemente, Allure yacía portando una abultada falda de tonalidad gris, exactamente igual al sobrio color de la brocheta que recogía parte de sus largos cabellos rubios, dejando a una mayor exposición las delicadas facciones de quien a simple vista solamente se proyectaba como una hermosa y juvenil damisela en espera de algo o alguien.
- ¿Qué estará haciendo? – se preguntaba la curiosa mente del servicial joven, mientras el dedo índice de su mano derecha rozaba muy delicadamente el circular borde de la copa sobre la mesa donde éste se situaba recordando internamente que, cada vez que el magnífico Lidérc desaparecía repentinamente sin mucha explicación (como siempre lo hacía), aquel simple pero inquietante cuestionamiento abordaba los pensamientos de Allure instantáneamente.
Sin embargo, lejos estaba el andrógino de conseguir una mera respuesta, o de atreverse a indagar sobre los misteriosos asuntos de su apreciado salvador, pues el corazón de Allure no podía (o no quería) darse la pena de generar algún tipo de malestar sobre aquel que tan humildemente había cambiado su vida - ¡Jamás me lo perdonaría! - Solía martillar en su cabeza para que su deseo de conocer, de saber más sobre aquel maravilloso ser que gracias al poder de Dios se presentara en su camino, no le llevase a cometer un error que podía costarle mucho, pues Allure tenía bien en claro que Monsieur Nasic no pasaba por alto ningún tipo de fallas.
No pasó mucho tiempo más para que una camarera sacase al camuflado muchacho de su silencioso estado reflexivo preguntándole si deseaba alguna otra cosa, lo que fue tajantemente respondido con un brusco movimiento de cabeza hacia ambos lados en claro símbolo de negación, pues lo que Allure deseaba en ese preciso instante jamás sería encontrado en un simple menú.
Un profundo suspirar, ambas manos entrelazadas por los dedos sobre la mesa y otra cuota de gran paciencia frente al levemente iluminado paisaje de las calles parisinas era lo único que en ese momento aquella madeimoselle tenía a su alcance para disfrutar. En cuanto a su interior; una ansiedad costosamente encasillada debatía sobre si el explorar, el cuestionar sería ir muy lejos para con él que su corazón adoraba.
Una vez más Allure esperaba, sin conseguir una mera respuesta.
El cielo nocturno se vislumbraba bellamente despejado, adornado con incontables estrellas que vagamente eran visibles desde el opaco ventanal junto al que se encontraba la mesa en donde elegantemente, Allure yacía portando una abultada falda de tonalidad gris, exactamente igual al sobrio color de la brocheta que recogía parte de sus largos cabellos rubios, dejando a una mayor exposición las delicadas facciones de quien a simple vista solamente se proyectaba como una hermosa y juvenil damisela en espera de algo o alguien.
- ¿Qué estará haciendo? – se preguntaba la curiosa mente del servicial joven, mientras el dedo índice de su mano derecha rozaba muy delicadamente el circular borde de la copa sobre la mesa donde éste se situaba recordando internamente que, cada vez que el magnífico Lidérc desaparecía repentinamente sin mucha explicación (como siempre lo hacía), aquel simple pero inquietante cuestionamiento abordaba los pensamientos de Allure instantáneamente.
Sin embargo, lejos estaba el andrógino de conseguir una mera respuesta, o de atreverse a indagar sobre los misteriosos asuntos de su apreciado salvador, pues el corazón de Allure no podía (o no quería) darse la pena de generar algún tipo de malestar sobre aquel que tan humildemente había cambiado su vida - ¡Jamás me lo perdonaría! - Solía martillar en su cabeza para que su deseo de conocer, de saber más sobre aquel maravilloso ser que gracias al poder de Dios se presentara en su camino, no le llevase a cometer un error que podía costarle mucho, pues Allure tenía bien en claro que Monsieur Nasic no pasaba por alto ningún tipo de fallas.
No pasó mucho tiempo más para que una camarera sacase al camuflado muchacho de su silencioso estado reflexivo preguntándole si deseaba alguna otra cosa, lo que fue tajantemente respondido con un brusco movimiento de cabeza hacia ambos lados en claro símbolo de negación, pues lo que Allure deseaba en ese preciso instante jamás sería encontrado en un simple menú.
Un profundo suspirar, ambas manos entrelazadas por los dedos sobre la mesa y otra cuota de gran paciencia frente al levemente iluminado paisaje de las calles parisinas era lo único que en ese momento aquella madeimoselle tenía a su alcance para disfrutar. En cuanto a su interior; una ansiedad costosamente encasillada debatía sobre si el explorar, el cuestionar sería ir muy lejos para con él que su corazón adoraba.
Una vez más Allure esperaba, sin conseguir una mera respuesta.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/07/2011
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Re: La Eterna Espera [Lidérc]
Una cabeza cercenada colgaba de su mano, esa boca abierta con la sangre derrapándose a sus costados, era la digna representación del terror. Lidérc había tratado de persuadir sus pensamientos, no obstante, él se resistió a hacer lo que el vampiro solicitaba y el resultado de su osadía fue la muerte. Las manchas de sangre lo ataviaron, fue un reverendo fastidio acabar con un humano como ese. El aburrimiento se notó en las facciones de su rostro ¡Maldita sea, tenía cosas más importantes que hacer que el hecho de estar allí! Ejemplo, dedicarse a encontrar el paradero de sus hermanas. Hacía días que él arribó en París ¿Dónde demonios se encontraban ellas? Su ausencia sólo incrementaba su mal humor. Observó por última vez las paredes tintadas con ese color escarlata antes de que los sirvientes atendieran los gritos de su amo. En el piso de arriba descansaba su mujer y su pequeño ¿Matarlos? No, no había tiempo para degustar la muerte de ellos como lo había hecho con la de Gabriel. Los mozos apuntaron con sus armas al vampiro, el desgraciado sonrió de medio lado, sus armas jamás lo detendrían y, desgraciadamente para ellos, defender las tierras sucias de su amo, los condenó a la muerte.
Un hombre con el físico de un simple muchacho, se paseaba por las calles de París, bañado completamente en sangre. Su pestilencia se apreciaba desde los rincones más obscuros de la ciudad. Los mortales lo observaron pasar y temieron por sus vidas. A sus espaldas, miles de hipótesis se generaron entre susurros, ninguna acertaba a lo que realmente había ocurrido. – ¡La familia Dubois ha sido asesinada! – Al escuchar esto, una sonrisa tajante apareció en sus labios, todos los ebrios que paseaban a su lado giraron su cabeza. Gerard Dubois era una de las personas más reconocidas en ese pedazo de París. Las manos de Lidérc aún escurrían sangre. ¡Que pecado! Tanta jodida matanza para no aprovechar la comida. Los hombrecillos se abalanzaron sobre él, este giró y mostró sus colmillos a manera de amenaza y los valientes hombres regresaron a sus criptas. – Lo supuse – Alardeó. Continuó con su camino, saco el reloj del bolsillo de su pantalón. ¡Maldición! ¡Allure lo estaba esperando y él, desperdiciando su tiempo en juegos tontos! No podía presentarse vestido así y con esa peste a muerte. Rugió por debajo. Ese pobre mortal no se merecía el trato que él le daba, siempre tan devoto, realizando cada jodida tarea que el despreciable vampiro lo obligaba a hacer… una razón más por la cual no debía confesar su condición.
Robó las ropas de un Lord que merodeaba muy cerca del burdel. Lidérc hubiese hecho lo mismo a no ser porque tiene a sus putas en casa. El traje le quedó a la medida, incluso hubiese jurado que él era el dueño original de las prendas. Un bastón lo acompañó en su camino. Cada paso que daba lo alejaba más del terror que generó en casa de los Dubois y lo acercaba más a ella/él. Cuando entró al café, la observó con una hermosura delirante. De entre todas las damas que aún se encontraban allí, ella lucía tan bella que, más de un caballero había meditado la idea de aproximarse. En una de las mesas de al lado, una disputa tenía lugar – Yo iré – dijo uno con un semblante tajante y supremo – No, lo arruinarás todo… nosotros también queremos jugar un poco – Comentó otro con cierta concentración, en ese instante el hombre que se había mantenido callado durante todo ese rato, se puso de pie y se dirigió hasta ella. Lidérc se encolerizó. Partió el bastón en dos tratando de reprimir su ansiedad por sacar el corazón de su pecho todavía palpitante. Apresuró su paso y tocó el hombro derecho de su, por esa noche, mujer – Chèrie… ¿Hace mucho que esperas? – Cuestiona a la chica de piel blanca, cabellos rubios y labios carmín. Pasa por su costado para sentarse en la silla del frente. Su mirada fulmina al hombre quien, aún creyendo que poseía una oportunidad con ella osó en dedicarle una sonría ególatra al vampiro – Madeimoselle… ¿Qué clase de hombre hace esperar a una dama? Peor aún… ¿Quién permitiría que alguien como usted, se adentre sola a un sitio tan decadente como este? Permítame presentarme, soy Lord Chevalier – Un golpe en la esquina de la mesa, advirtió que Lidérc no se quedaría de brazos cruzados. Carraspeó.
Un hombre con el físico de un simple muchacho, se paseaba por las calles de París, bañado completamente en sangre. Su pestilencia se apreciaba desde los rincones más obscuros de la ciudad. Los mortales lo observaron pasar y temieron por sus vidas. A sus espaldas, miles de hipótesis se generaron entre susurros, ninguna acertaba a lo que realmente había ocurrido. – ¡La familia Dubois ha sido asesinada! – Al escuchar esto, una sonrisa tajante apareció en sus labios, todos los ebrios que paseaban a su lado giraron su cabeza. Gerard Dubois era una de las personas más reconocidas en ese pedazo de París. Las manos de Lidérc aún escurrían sangre. ¡Que pecado! Tanta jodida matanza para no aprovechar la comida. Los hombrecillos se abalanzaron sobre él, este giró y mostró sus colmillos a manera de amenaza y los valientes hombres regresaron a sus criptas. – Lo supuse – Alardeó. Continuó con su camino, saco el reloj del bolsillo de su pantalón. ¡Maldición! ¡Allure lo estaba esperando y él, desperdiciando su tiempo en juegos tontos! No podía presentarse vestido así y con esa peste a muerte. Rugió por debajo. Ese pobre mortal no se merecía el trato que él le daba, siempre tan devoto, realizando cada jodida tarea que el despreciable vampiro lo obligaba a hacer… una razón más por la cual no debía confesar su condición.
Robó las ropas de un Lord que merodeaba muy cerca del burdel. Lidérc hubiese hecho lo mismo a no ser porque tiene a sus putas en casa. El traje le quedó a la medida, incluso hubiese jurado que él era el dueño original de las prendas. Un bastón lo acompañó en su camino. Cada paso que daba lo alejaba más del terror que generó en casa de los Dubois y lo acercaba más a ella/él. Cuando entró al café, la observó con una hermosura delirante. De entre todas las damas que aún se encontraban allí, ella lucía tan bella que, más de un caballero había meditado la idea de aproximarse. En una de las mesas de al lado, una disputa tenía lugar – Yo iré – dijo uno con un semblante tajante y supremo – No, lo arruinarás todo… nosotros también queremos jugar un poco – Comentó otro con cierta concentración, en ese instante el hombre que se había mantenido callado durante todo ese rato, se puso de pie y se dirigió hasta ella. Lidérc se encolerizó. Partió el bastón en dos tratando de reprimir su ansiedad por sacar el corazón de su pecho todavía palpitante. Apresuró su paso y tocó el hombro derecho de su, por esa noche, mujer – Chèrie… ¿Hace mucho que esperas? – Cuestiona a la chica de piel blanca, cabellos rubios y labios carmín. Pasa por su costado para sentarse en la silla del frente. Su mirada fulmina al hombre quien, aún creyendo que poseía una oportunidad con ella osó en dedicarle una sonría ególatra al vampiro – Madeimoselle… ¿Qué clase de hombre hace esperar a una dama? Peor aún… ¿Quién permitiría que alguien como usted, se adentre sola a un sitio tan decadente como este? Permítame presentarme, soy Lord Chevalier – Un golpe en la esquina de la mesa, advirtió que Lidérc no se quedaría de brazos cruzados. Carraspeó.
Gédéon Lémieux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/07/2011
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Re: La Eterna Espera [Lidérc]
Para Allure, existían determinadas formas de conseguir lo que se deseaba. Cada acción a realizarse con el fin de conseguir un determinado objetivo podría generarse de dos maneras generalmente muy efectivas según la mente de aquel que poseía la habilidad de tener dos opciones visuales frente a sus espectadores. Una de ellas era realizar la acción directa, sin desvíos u atajos, llegar directo a la meta frente a los ojos ajenos. La otra, disimular la acción por completo pese a que la misma sea realizada, anulando la reacción de otros al no ser notada en absoluto. Allure solía aplicar esa regla para observar a las personas a su alrededor, esas mismas que solían observarle a él mayormente sin disimulo.
El jóven disfrutaba mucho de “mirar sin mirar”. Esa inocente acción que se genera a partir de observar a alguien simulando estar contemplado otra cosa que se encuentre en el mismo espectro visual que el ser observado. El andrógino pensaba que esa astuta acción le ahorraría explicaciones y comentarios innecesarios partidores del “¿Qué miras?”.
La espera continuaba para aquella solitaria damisela, la que serena y amablemente solicitó a un mesero que le cambiase la copa de vino que ya hacía bastante tiempo le acompañaba, pues para ese entonces ésta pensaba que el vino ya estaría a la temperatura del sitio donde se encontraba, y de alguna manera extraña eso le molestaba.
Varias personas entraban y salían de aquel ajetreado espacio de copas. Todas menos a quien Allure deseosamente esperaba. Notó un par de hombres hablando de sus machistas hazañas que le observaban de a momentos. También una silenciosa pareja disfrutando de sus copas sin intercambio de palabra alguno y hasta un refinado Monsieur disfrutando de un grueso y maloliente habano. Allure podía ver todo eso sin ser atrapado haciéndolo, pero para su pena, no veía arribar a quien sus ojos buscaban.
Soltó un suspiro cuando sintió aquella mano sobre su hombro. Era él ¡Era Lidérc! Y había elegido hasta ropas nuevas para reunirse con quién ahora le sonría delicadamente en son de bienvenida.
- Descuide, no es de importancia ahora que usted está aquí – respondió. Toda sensación de aburrimiento, de espera había sido desplazada solamente por la presencia de aquel hombre. Quien no conociera los sentimientos devotos de Allure por su protector diría que aquel caballero contaba con poderes para generar amnesia en la mente de las personas que tanto tiempo eran capaces de esperarle.
Cuando todo estaba dispuesto finalmente para comenzar la velada, la molestia, la interrupción en forma de hombre se presentó ante los ojos de Allure. Camuflando con educación sus intenciones aquel presente posaba cuestiones fuera de su incumbencia en la mente de la hermosa damisela.
Una leve sonrisa se presentó en el rostro de aquella, que con ese simple gesto iluminaba de una manera única el ambiente del pequeño bar. Una mano sobre la de su protector le invitaba con dulzura a que se tranquilizase. No permitiría que tan exquisito caballero se ensuciase las manos con aquel espécimen deseoso de carne, de pasión.
- Lord Chevalier, puedo asegurarle que la espera vale mucho la pena. Pues usted nunca será la mitad de hombre que es el que gustosamente me acompaña ahora y siempre – contestó con orgullo la mademoiselle de labios color rubí, anulando con cada uno de sus vocablos las intenciones de aquel hombre, destrozando frente a sus propios amigos su vanagloriada hombría ¿Había lugar para una respuesta? Allure Supuso que si Lord era tan caballeroso como se presentaba, no habría réplica alguna de su parte.
Quitó la vista del mismo y con la mano aun posada sobre la de su señor murmuró casi imperceptiblemente – Cuando salga, prometo se entretendrá con él -. Allure conocía el sadismo de Lidérc a la perfección y en vez de rechazarlo, abrazaba esa eufórica conducta en éste, pues todo lo que comprendía a su protector, era admirado por el andrógino. Porque eso, era verdadera devoción.
El jóven disfrutaba mucho de “mirar sin mirar”. Esa inocente acción que se genera a partir de observar a alguien simulando estar contemplado otra cosa que se encuentre en el mismo espectro visual que el ser observado. El andrógino pensaba que esa astuta acción le ahorraría explicaciones y comentarios innecesarios partidores del “¿Qué miras?”.
La espera continuaba para aquella solitaria damisela, la que serena y amablemente solicitó a un mesero que le cambiase la copa de vino que ya hacía bastante tiempo le acompañaba, pues para ese entonces ésta pensaba que el vino ya estaría a la temperatura del sitio donde se encontraba, y de alguna manera extraña eso le molestaba.
Varias personas entraban y salían de aquel ajetreado espacio de copas. Todas menos a quien Allure deseosamente esperaba. Notó un par de hombres hablando de sus machistas hazañas que le observaban de a momentos. También una silenciosa pareja disfrutando de sus copas sin intercambio de palabra alguno y hasta un refinado Monsieur disfrutando de un grueso y maloliente habano. Allure podía ver todo eso sin ser atrapado haciéndolo, pero para su pena, no veía arribar a quien sus ojos buscaban.
Soltó un suspiro cuando sintió aquella mano sobre su hombro. Era él ¡Era Lidérc! Y había elegido hasta ropas nuevas para reunirse con quién ahora le sonría delicadamente en son de bienvenida.
- Descuide, no es de importancia ahora que usted está aquí – respondió. Toda sensación de aburrimiento, de espera había sido desplazada solamente por la presencia de aquel hombre. Quien no conociera los sentimientos devotos de Allure por su protector diría que aquel caballero contaba con poderes para generar amnesia en la mente de las personas que tanto tiempo eran capaces de esperarle.
Cuando todo estaba dispuesto finalmente para comenzar la velada, la molestia, la interrupción en forma de hombre se presentó ante los ojos de Allure. Camuflando con educación sus intenciones aquel presente posaba cuestiones fuera de su incumbencia en la mente de la hermosa damisela.
Una leve sonrisa se presentó en el rostro de aquella, que con ese simple gesto iluminaba de una manera única el ambiente del pequeño bar. Una mano sobre la de su protector le invitaba con dulzura a que se tranquilizase. No permitiría que tan exquisito caballero se ensuciase las manos con aquel espécimen deseoso de carne, de pasión.
- Lord Chevalier, puedo asegurarle que la espera vale mucho la pena. Pues usted nunca será la mitad de hombre que es el que gustosamente me acompaña ahora y siempre – contestó con orgullo la mademoiselle de labios color rubí, anulando con cada uno de sus vocablos las intenciones de aquel hombre, destrozando frente a sus propios amigos su vanagloriada hombría ¿Había lugar para una respuesta? Allure Supuso que si Lord era tan caballeroso como se presentaba, no habría réplica alguna de su parte.
Quitó la vista del mismo y con la mano aun posada sobre la de su señor murmuró casi imperceptiblemente – Cuando salga, prometo se entretendrá con él -. Allure conocía el sadismo de Lidérc a la perfección y en vez de rechazarlo, abrazaba esa eufórica conducta en éste, pues todo lo que comprendía a su protector, era admirado por el andrógino. Porque eso, era verdadera devoción.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/07/2011
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Re: La Eterna Espera [Lidérc]
El mundo entero le predica fe a un Dios inexistente, uno que no escucharía jamás los gritos de dolor que su pueblo sufre. Quienes lo defienden comentan que él trabaja de forma misteriosa y todo lo que se hace en la tierra se debe a una razón. ¿Cuán es el objetivo de que Lidérc aún estuviera vagando la tierra, asesinando sin piedad, protagonizando al verdugo de los inocentes? Sea cual sea la razón, no la cuestionaría porque simplemente él se cree Dios. La dulzura que los mortales son capaces de despedir con cada palabra de sus labios, con las acciones de su cuerpo; fue presentada ante un mimo sobre el dorso de su mano. Allure, el simple hecho de pronunciar su nombre le hacía sonreír de medio lado, su amor por él. ¡Lidérc era un perro afortunado! La mirada de la bestia se posó en los orbes de la dama, tan profundos y pasivos que lograron algo que es exclusivo de dos personas, Ishtar y ella. Se mordió el labio inferior pensando en una infinidad de torturas que podía hacerle vivir al Lord, no obstante, darse cuenta que el hombre ejecutó una reverencia en honor a la dama para retirarse, lo sacó de su ensimismamiento. Desvaneció el puño que había cerrado en el borde de la mesa y lo observó alejándose de ellos. Al escuchar sus palabras, ¡Oh, Allure siempre tan devota y comprensiva! ¿Acaso estaban dementes los dos? ¿Él por pensar en la destrucción y ella por seguir sus pasos? La humanidad se ciega ante lo que cree es lo mejor, no existe la lógica más que la fe por sobre todas las cosas.
El mesero regresó con la copa que la dama solicitó tiempo antes de que él llegara. Lidérc reclamó la botella completa, el chiquillo corrió a por ella. Había llegado la hora en la que tenía que explicarle su siguiente tarea a la dama, pero no allí, no en un lugar tan público como ese. Si en el pasado sus intenciones causaron daño, esta vez destruirían un reino entero. El vampiro reclamaría el trono de Budapest, ese que le dejó a su padre. Sin embargo, estaba enterado de las conspiraciones que tras la corona se llevaban a cabo. Sus hermanas no estaban exentas de ese tipo de traiciones, los hombres del rey los buscaban, si estaban en París no era para conocer la ciudad, sólo se trataba de su escondite. Además la inquisición también los buscaba. De alguna retorcida forma, el Vaticano se enteró de las muertes en el País y acusó a los Nasic por ello. El imperio en el que los hermanos vivían se venía abajo, pero Lidérc no lo permitiría. Estaba dispuesto a utilizar a cuanto títere se le pusiera en frente, así la encontró a ella. Está por demás aclarar que Allure no era un peón ordinario, ella era su torre.
-Me temo mi quería Allure, que es momento de conocer a la mitad de la familia Nasic. Son parte fundamental en mis planes- Comentó tomando su mano con las propias, acariciando su dorso con ternura. Entendía que acudir con Ishtar sería bastante simple, con ella no existe problema alguno, pero con Aneska… ¡Esa mujer es el diablo! Sonrió al crearse una amarga imagen en su mente sobre la reacción que ella tendría si llegase a conocer a su discípulo como mujer. Sería una verdadera lástima perder a alguno de los dos. El vampiro es bastante ambicioso y no le gustaría tener que sacrificar a alguno. –No deberías preocuparte, no te tocarán, de eso me encargaré yo. Es una promesa- Al regreso del muchacho, la soltó para sostener la botella y esa copa. Sirve un poco para él, la de ella ya estaba llena. –Son adorables- Dijo con una nota sombría en su voz, pero conociendo las habilidades de ese mortal, seguro que sobreviviría al primer encuentro –Tengo planes para las tres, las piezas se están moviendo y muy pronto nos tendrán en jaque… Quiero adelantarme a ellos chèrie, sin darles oportunidad del retorno- Levantó la copa a manera de brindis –Porque te necesito, porque mi eterna espera terminó cuando te encontré… - Aquellos que lo escuchaban en rededor, sólo notaron a un hombre enamorado frente a una hermosa Damisela que le correspondía. No tenían idea de lo equivocados que estaban, las intensiones de ese par no eran de esa forma, al menos no las de él. La quería, es su protegida y lo que le dijo no era una mentira. Él durante bastante tiempo esperó por alguien como Allure. Su devoción la había salvado y la había convertido en el mortal más afortunado que el vampiro conoce. Una persona con gran potencial que espera ser labrada por el mejor ¿Quién es? Sólo Lidérc Nasic.
El mesero regresó con la copa que la dama solicitó tiempo antes de que él llegara. Lidérc reclamó la botella completa, el chiquillo corrió a por ella. Había llegado la hora en la que tenía que explicarle su siguiente tarea a la dama, pero no allí, no en un lugar tan público como ese. Si en el pasado sus intenciones causaron daño, esta vez destruirían un reino entero. El vampiro reclamaría el trono de Budapest, ese que le dejó a su padre. Sin embargo, estaba enterado de las conspiraciones que tras la corona se llevaban a cabo. Sus hermanas no estaban exentas de ese tipo de traiciones, los hombres del rey los buscaban, si estaban en París no era para conocer la ciudad, sólo se trataba de su escondite. Además la inquisición también los buscaba. De alguna retorcida forma, el Vaticano se enteró de las muertes en el País y acusó a los Nasic por ello. El imperio en el que los hermanos vivían se venía abajo, pero Lidérc no lo permitiría. Estaba dispuesto a utilizar a cuanto títere se le pusiera en frente, así la encontró a ella. Está por demás aclarar que Allure no era un peón ordinario, ella era su torre.
-Me temo mi quería Allure, que es momento de conocer a la mitad de la familia Nasic. Son parte fundamental en mis planes- Comentó tomando su mano con las propias, acariciando su dorso con ternura. Entendía que acudir con Ishtar sería bastante simple, con ella no existe problema alguno, pero con Aneska… ¡Esa mujer es el diablo! Sonrió al crearse una amarga imagen en su mente sobre la reacción que ella tendría si llegase a conocer a su discípulo como mujer. Sería una verdadera lástima perder a alguno de los dos. El vampiro es bastante ambicioso y no le gustaría tener que sacrificar a alguno. –No deberías preocuparte, no te tocarán, de eso me encargaré yo. Es una promesa- Al regreso del muchacho, la soltó para sostener la botella y esa copa. Sirve un poco para él, la de ella ya estaba llena. –Son adorables- Dijo con una nota sombría en su voz, pero conociendo las habilidades de ese mortal, seguro que sobreviviría al primer encuentro –Tengo planes para las tres, las piezas se están moviendo y muy pronto nos tendrán en jaque… Quiero adelantarme a ellos chèrie, sin darles oportunidad del retorno- Levantó la copa a manera de brindis –Porque te necesito, porque mi eterna espera terminó cuando te encontré… - Aquellos que lo escuchaban en rededor, sólo notaron a un hombre enamorado frente a una hermosa Damisela que le correspondía. No tenían idea de lo equivocados que estaban, las intensiones de ese par no eran de esa forma, al menos no las de él. La quería, es su protegida y lo que le dijo no era una mentira. Él durante bastante tiempo esperó por alguien como Allure. Su devoción la había salvado y la había convertido en el mortal más afortunado que el vampiro conoce. Una persona con gran potencial que espera ser labrada por el mejor ¿Quién es? Sólo Lidérc Nasic.
Gédéon Lémieux- Vampiro Clase Alta
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Re: La Eterna Espera [Lidérc]
Muchos seres suelen olvidar que cuando manifiestan el inigualable acto de fidelidad completa hacia otra persona, también entregan consigo una peculiar cuota que supone que todo aquel ser conformante de la vida sentimental del galardonado será también apreciado, bien recibido por quien desde su alma jamás osaría en traicionar al objeto de su lealtad.
Allure no creía eso en absoluto, pero no por la caprichosa cuestión de anular automáticamente la acción de simpatizar con la sangre misma de su protector. Claro que no, el andrógino mantenía ese rechazo, ese miedo interno por el simple hecho de vislumbrar la perdida de aquella relación tan particular, tan única que el incondicional jovencillo sería incapaz de encontrar en otro ser, pues en el mundo terrenal de Allure no existía nadie tan perfecto como Lidérc.
¿Había una forma correcta de actuar para qué su dirigente no tuviese que lidiar con un altercado emocional que pudiese quitar atención alguna a la confección de sus específicos planes? Allure conocía la respuesta, pues su Dios secreto, ese que para muchos gobernaba en un mundo extendido más allá de lo físico y lo palpable, siempre le había dado la reseña de que obrar de la manera más objetiva y pertinente era lo correcto. Incluso cuando los propios deseos se viesen truncados, sólo aquel que no es egoísta encontraría el camino verdadero.
Y teniendo presentes esos consejos en su corazón, la cándida damisela que solía parecer Allure cuando frente a los ojos del encandilador Lidérc se encontraba, no tuvo más opción que liberar una leve sonrisa en son de reflejarle a su protector que todo lo que el decidiese sería lo indicado para quien seguiría sus pasos ciegamente, por más espinas que hubiesen en el camino.
Mientras las palabras del excepcional caballero resonaban en su mente, en su corazón el andrógino se preguntaba cómo serían aquellas dos mujeres. Y pese a que su hermano hablaba mucho de ellas, nunca había pasado por la mente de su servidor el imaginárselas, pues la barrera de la distancia, del no tenerlas presentes en la cercanía anulaba esa necesidad, es más, una sensación de seguridad por la falta de su presencia aplacaba internamente todo tema relacionado a aquellas dos para Allure. Pero finalmente ese tiempo ahora se evaporaba frente a sus ojos, como los rastros de vino que humedecían sus fervientes labios carmesí.
Las conocería, las enfrentaría y pese a todo lo que hubiese que soportar la meta sería una sola; demostrarles que su inigualable hermano había encontrado a un ser especial que daría todo de sí para complacerle. Alguien que fielmente como si de una ser sin visión se tratase, sería guiado por el brazo del que con tanta devoción se mantendría aferrado sea cual sea el resultado final. Alguien… alguien que pese a no tener por sus propias venas una misma sangre, sacrificaría más que lo que se atreverían sus propias hermanas.
- Por usted, por haber aparecido en mí camino. Por ser todo aquello y más de lo que necesito. A sus pies, por siempre – adhirió con su moldeada voz la damisela a la par que también elevaba su copa para sellar el brindis que daba apertura a una nueva etapa, a un nuevo desafío del que Allure ahora poseía armas para enfrentar de una mejor posición.
Sonrió nuevamente, más está vez su rostro se ilumino por completo. Estaba reflejando la nueva confianza de su interior y el amor sin barreras hacia su amo. Nada más era necesario, Allure sabía que nadie se interpondría entre ambos.
Allure no creía eso en absoluto, pero no por la caprichosa cuestión de anular automáticamente la acción de simpatizar con la sangre misma de su protector. Claro que no, el andrógino mantenía ese rechazo, ese miedo interno por el simple hecho de vislumbrar la perdida de aquella relación tan particular, tan única que el incondicional jovencillo sería incapaz de encontrar en otro ser, pues en el mundo terrenal de Allure no existía nadie tan perfecto como Lidérc.
¿Había una forma correcta de actuar para qué su dirigente no tuviese que lidiar con un altercado emocional que pudiese quitar atención alguna a la confección de sus específicos planes? Allure conocía la respuesta, pues su Dios secreto, ese que para muchos gobernaba en un mundo extendido más allá de lo físico y lo palpable, siempre le había dado la reseña de que obrar de la manera más objetiva y pertinente era lo correcto. Incluso cuando los propios deseos se viesen truncados, sólo aquel que no es egoísta encontraría el camino verdadero.
Y teniendo presentes esos consejos en su corazón, la cándida damisela que solía parecer Allure cuando frente a los ojos del encandilador Lidérc se encontraba, no tuvo más opción que liberar una leve sonrisa en son de reflejarle a su protector que todo lo que el decidiese sería lo indicado para quien seguiría sus pasos ciegamente, por más espinas que hubiesen en el camino.
Mientras las palabras del excepcional caballero resonaban en su mente, en su corazón el andrógino se preguntaba cómo serían aquellas dos mujeres. Y pese a que su hermano hablaba mucho de ellas, nunca había pasado por la mente de su servidor el imaginárselas, pues la barrera de la distancia, del no tenerlas presentes en la cercanía anulaba esa necesidad, es más, una sensación de seguridad por la falta de su presencia aplacaba internamente todo tema relacionado a aquellas dos para Allure. Pero finalmente ese tiempo ahora se evaporaba frente a sus ojos, como los rastros de vino que humedecían sus fervientes labios carmesí.
Las conocería, las enfrentaría y pese a todo lo que hubiese que soportar la meta sería una sola; demostrarles que su inigualable hermano había encontrado a un ser especial que daría todo de sí para complacerle. Alguien que fielmente como si de una ser sin visión se tratase, sería guiado por el brazo del que con tanta devoción se mantendría aferrado sea cual sea el resultado final. Alguien… alguien que pese a no tener por sus propias venas una misma sangre, sacrificaría más que lo que se atreverían sus propias hermanas.
- Por usted, por haber aparecido en mí camino. Por ser todo aquello y más de lo que necesito. A sus pies, por siempre – adhirió con su moldeada voz la damisela a la par que también elevaba su copa para sellar el brindis que daba apertura a una nueva etapa, a un nuevo desafío del que Allure ahora poseía armas para enfrentar de una mejor posición.
Sonrió nuevamente, más está vez su rostro se ilumino por completo. Estaba reflejando la nueva confianza de su interior y el amor sin barreras hacia su amo. Nada más era necesario, Allure sabía que nadie se interpondría entre ambos.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/07/2011
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Re: La Eterna Espera [Lidérc]
Lidérc, en sus pensamientos más profundos destacó las posibilidades de seguir reuniendo más gente para lograr sus objetivos, hasta el momento ya contaba con la maldita bruja que le ayudaría a desvanecer las sospechas del cazador. Ezequiel Valentine era su nombre, un anciano con la experiencia suficiente para degollar a una bestia, pero con la debilidad de un novato ante lo que Lidérc representaba. Se supone el mortal trabaja solo y desde Budapest, con las primeras matanzas que surgieron en el último año que los Nasic estuvieron allí, los comenzó a seguir como si de su sombra se tratara. Sus hermanas no lo sospechaban y el lacayo, el malito Pierre era la distracción perfecta para ellas. Sólo un detalle hacía falta dentro del rompecabezas… Allure. Tomó la decisión de presentar al mortal frente a su clan, pero no aún no se encontraba completamente conforme con la telaraña que se tejía en su cabeza. Si la bruja estaba en lo correcto y las predicciones eran reales, todo iría como viento en popa. ¡Maldición lo había olvidado! Quedaron un par de cabos sueltos, la red no los había alcanzado aún y, de continuar así, todo su esfuerzo sería una pérdida de tiempo.
Las luces de las velas relampaguearon cuando la puerta se abrió y dejó entrar una ráfaga de viento, regresó a al lugar donde se supone tendría que estar. Justo a tiempo para escuchar a Allure, siempre tan fiel… ¡Maldición! Lidérc era tan jodidamente perverso que no le importaba en lo absoluto la devoción que ella le dedicaba con cada una de sus miradas. Sólo la utilizaba para conseguir sus objetivos. No la salvó aquella noche, antes de hacerle un bien la perjudicó ¿Qué pasaría si Allure se entera de la verdad sobre su pasado? ¿Continuaría al lado de Lidérc? La sonrisa siniestra que lo caracteriza cuando piensa en algo retorcido, curvó sus labios para después ser humectada por su lengua viperina… esa parte de su ser que sabe seducir con el tono de su voz, con la elección de sus palabras. El mejor depredador ¿Quién sospecharía de un caballero? Ezequiel no se lo tragaba todo, por eso había seguido su rastro hasta París. La mano del varón acarició la mejilla de Allure, estaba convencido del lugar que le correspondía en su vida. Bebió el vino de la copa, su mirada celeste no se apartó en ningún momento de los ojos de su mujer.
-Antes de cualquier encuentro con Ishtar y Aneska, necesito que hagas algo por mí- Frunció su ceño, delegarle una tarea tan importante a ella es entregarle parte de su vida, afortunadamente él está consciente que no se atrevería a traicionarlo, pero si lo hiciera… Carraspeó sacándose esa idea de la cabeza –Debes encontrar a un hombre; se hace llamar Valentine, Ezequiel- Inició por el apellido para rematar con el nombre. Lidérc no estaba dispuesto a ensuciarse las manos con un cazador, si Allure lo encontraba escondido entre las cloacas de Paris, probablemente se lo recompensaría más de lo que ella pudiera imaginarse. Sus labios se torcieron en una mueca –No quiero que él sepa que lo vigilas y eso te costará bastante, es un hombre astuto e inteligente, pero confío lo suficiente en ti como para saber que no me decepcionarás- Recargando su cuerpo sobre el respaldo de la silla continúa –En cuanto encuentres su paradero me lo harás saber y no le dirás esto a nadie, incluso después de haberme encargado de él personalmente, si te llegan a cuestionar su nombre, aún cuando sean mis propias hermanas quienes lo hagan, tú no dirás absolutamente nada- Se quedó callado los siguientes segundos, sus oídos estaban alerta, alguien dentro del lugar lo observaba ¿Sería su paranoia o se le habían adelantado esta noche?
Las luces de las velas relampaguearon cuando la puerta se abrió y dejó entrar una ráfaga de viento, regresó a al lugar donde se supone tendría que estar. Justo a tiempo para escuchar a Allure, siempre tan fiel… ¡Maldición! Lidérc era tan jodidamente perverso que no le importaba en lo absoluto la devoción que ella le dedicaba con cada una de sus miradas. Sólo la utilizaba para conseguir sus objetivos. No la salvó aquella noche, antes de hacerle un bien la perjudicó ¿Qué pasaría si Allure se entera de la verdad sobre su pasado? ¿Continuaría al lado de Lidérc? La sonrisa siniestra que lo caracteriza cuando piensa en algo retorcido, curvó sus labios para después ser humectada por su lengua viperina… esa parte de su ser que sabe seducir con el tono de su voz, con la elección de sus palabras. El mejor depredador ¿Quién sospecharía de un caballero? Ezequiel no se lo tragaba todo, por eso había seguido su rastro hasta París. La mano del varón acarició la mejilla de Allure, estaba convencido del lugar que le correspondía en su vida. Bebió el vino de la copa, su mirada celeste no se apartó en ningún momento de los ojos de su mujer.
-Antes de cualquier encuentro con Ishtar y Aneska, necesito que hagas algo por mí- Frunció su ceño, delegarle una tarea tan importante a ella es entregarle parte de su vida, afortunadamente él está consciente que no se atrevería a traicionarlo, pero si lo hiciera… Carraspeó sacándose esa idea de la cabeza –Debes encontrar a un hombre; se hace llamar Valentine, Ezequiel- Inició por el apellido para rematar con el nombre. Lidérc no estaba dispuesto a ensuciarse las manos con un cazador, si Allure lo encontraba escondido entre las cloacas de Paris, probablemente se lo recompensaría más de lo que ella pudiera imaginarse. Sus labios se torcieron en una mueca –No quiero que él sepa que lo vigilas y eso te costará bastante, es un hombre astuto e inteligente, pero confío lo suficiente en ti como para saber que no me decepcionarás- Recargando su cuerpo sobre el respaldo de la silla continúa –En cuanto encuentres su paradero me lo harás saber y no le dirás esto a nadie, incluso después de haberme encargado de él personalmente, si te llegan a cuestionar su nombre, aún cuando sean mis propias hermanas quienes lo hagan, tú no dirás absolutamente nada- Se quedó callado los siguientes segundos, sus oídos estaban alerta, alguien dentro del lugar lo observaba ¿Sería su paranoia o se le habían adelantado esta noche?
Gédéon Lémieux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/07/2011
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