AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El cazador y la venganza siempre van de la mano [Lidérc Nasic]
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El cazador y la venganza siempre van de la mano [Lidérc Nasic]
No sabía en realidad por qué, pero me encantaba caminar en la noche, de ser posible en un lugar peligroso. Mientras más oscuro y peligroso, mejor. Debía ser porque estaba acostumbrado a las sombras. En cuanto al peligro, ya sabía yo por qué me sentía bien junto a el.
Llevaba mi hacha oculta bajo el enorme abrigo que me hiciera con ese fin. Esa hacha me acompañaba a donde fuera. Era una de las únicas cosas que amaba en esta tierra de locos, además de los bosques donde crecí. Todo lo demás me importaba un comino. Todo lo demás era terriblemente efímero. Y las vidas de los hombres eran más efímeras que nada. Se iban tan rápido como llegaban. A veces era su culpa, a veces no. La mayoría de las veces era su culpa.
Y de cualquier manera, el fin de los hombres era funesto, macabro.
Mis pasos retumbaban en el suelo, el único sonido que se oía en aquellas calles desiertas, sin ningún alma alrededor. Disfrutaba ese sonido, esa soledad. Siempre había estado solo, y ahora no quería cambiar eso. No quería arrastrar a nadie al cúmulo de problemas que me había ganado todos estos años, por impartir justicia a través de mi hacha a aquellos que la merecían desesperadamente. A esas criaturas sobrenaturales, bebedoras de sangre, que no conocen la luz. Yo tampoco conozco la luz, y por eso soy el más apto para impartir esa justicia, que no era divina, sino del hombre.
Sí. Esa noche yo iba en busca de algún vampiro al cual arrancarle la cabeza del cuerpo. Ésa era mi misión en la vida.
Llevaba mi hacha oculta bajo el enorme abrigo que me hiciera con ese fin. Esa hacha me acompañaba a donde fuera. Era una de las únicas cosas que amaba en esta tierra de locos, además de los bosques donde crecí. Todo lo demás me importaba un comino. Todo lo demás era terriblemente efímero. Y las vidas de los hombres eran más efímeras que nada. Se iban tan rápido como llegaban. A veces era su culpa, a veces no. La mayoría de las veces era su culpa.
Y de cualquier manera, el fin de los hombres era funesto, macabro.
Mis pasos retumbaban en el suelo, el único sonido que se oía en aquellas calles desiertas, sin ningún alma alrededor. Disfrutaba ese sonido, esa soledad. Siempre había estado solo, y ahora no quería cambiar eso. No quería arrastrar a nadie al cúmulo de problemas que me había ganado todos estos años, por impartir justicia a través de mi hacha a aquellos que la merecían desesperadamente. A esas criaturas sobrenaturales, bebedoras de sangre, que no conocen la luz. Yo tampoco conozco la luz, y por eso soy el más apto para impartir esa justicia, que no era divina, sino del hombre.
Sí. Esa noche yo iba en busca de algún vampiro al cual arrancarle la cabeza del cuerpo. Ésa era mi misión en la vida.
Ephraim March- Cazador Clase Media
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Re: El cazador y la venganza siempre van de la mano [Lidérc Nasic]
¡La obra había sido exquisita! La dama en medio de aquel escenario no tenía idea de cómo o por qué llegó a las inmediaciones de aquel lujoso teatro. Los vampiros ahí presentes lo sabían. Alguien la arrastró con engaños, la embriago con el vino más caro que ellos podían pagar y, una vez puesta en escena la obligaron a actuar un papel que no le correspondía. La comedia se convirtió en tragedia y la tragedia a su vez pintó para el mejor de los dramas e historias de terror. La sangre de la joven tintó las primeras tres filas y ahí, en uno de los palcos principales se encontraba Lidérc. Él disfrutaba de la ópera tanto o igual que el sexo y las vírgenes. Una buena ejecución en las cuerdas del violín o las teclas del piano, sumado a la finísima interpretación de la soprano mientras se desangra en manos de un verdugo como él, ese era el paraíso por el cual no había necesidad de morir y alcanzarlo, aunque claro, su teoría se fracturaba al instante dado que Lidérc murió siglos atrás. Cuando la pobre mujer ya no tuvo aliento para continuar luchando, la obra de teatro llegó a su fin. El gallardo vampiro pudo haberse esperado un poco más para el siguiente festín, pero hartó su paciencia con los desgarradores gritos de la mujer. Tenía otro tipo de cosas en mente.
Afuera, la luna brillaba a punto de llenarse por completo. En ese sentido los licántropos deberían estar más que ansiosos porque llegarse el fin del ciclo lunar y con él la luna llena. Único día del mes en que ellos podrían desgarrar el cuerpo de un vampiro sin sufrir las consecuencias. Lidérc a diferencia de los demás, admiraba a esas bestias desdichadas que, por su falta de control, no podían admirar sus obras al momento de asesinar a los demás. Sentía un poco de pena pero sin duda alguna, le era infinitamente interesante su metamorfosis. Aspiro el aire de las cercanías. Las doncellas estaban retirándose a sus hogares y las cortesanas se asomaban a las esquinas de las calles con ese ostentoso traje de cabaretera barata. Los hombres se quejaban frente a sus dueñas pero desviaban la vista al pasar para poder admirar el pecho sobresaliente de las desconocidas mujeres. Todo era tan asquerosamente repulsivo, degenerado y aburrido que el vampiro tuvo que sacudir la cabeza para enfocar sus sentidos en las ideas que habían estado rondando últimamente en sus pensamientos.
Apresuró el paso para introducirse en uno de los callejones que cortaban el paso en las calles y abrían un laberinto en el centro de Paris. Necesitaba cortar el tiempo lo más que pudiese. La noche no alcanzaría para conseguir su objetivo si no se daba prisa ahora. Un gato saltó frente a él, la cola erizada lo amenazo y los perros detrás de su silueta comenzaron a ladrar. Los animales sabían quién era, lo que era y aquello que era capaz de hacer, pero se equivocaban, él no los lastimaría… siempre y cuando lo dejasen tranquilo. No tenía tiempo para pelear con un par de felinos y sus cachorros y viceversa, a dónde tenía que ir y lo que tenía que hacer le pintaba un reto más estimulante que los ladridos feroces de esas bestias. Rugió amenazante. Bastó sólo una carcajada fúnebre para que los animales salieran corriendo de aquel lugar. Continuó su camino sin sospechar que más adelante se toparía con un cazador….
Afuera, la luna brillaba a punto de llenarse por completo. En ese sentido los licántropos deberían estar más que ansiosos porque llegarse el fin del ciclo lunar y con él la luna llena. Único día del mes en que ellos podrían desgarrar el cuerpo de un vampiro sin sufrir las consecuencias. Lidérc a diferencia de los demás, admiraba a esas bestias desdichadas que, por su falta de control, no podían admirar sus obras al momento de asesinar a los demás. Sentía un poco de pena pero sin duda alguna, le era infinitamente interesante su metamorfosis. Aspiro el aire de las cercanías. Las doncellas estaban retirándose a sus hogares y las cortesanas se asomaban a las esquinas de las calles con ese ostentoso traje de cabaretera barata. Los hombres se quejaban frente a sus dueñas pero desviaban la vista al pasar para poder admirar el pecho sobresaliente de las desconocidas mujeres. Todo era tan asquerosamente repulsivo, degenerado y aburrido que el vampiro tuvo que sacudir la cabeza para enfocar sus sentidos en las ideas que habían estado rondando últimamente en sus pensamientos.
Apresuró el paso para introducirse en uno de los callejones que cortaban el paso en las calles y abrían un laberinto en el centro de Paris. Necesitaba cortar el tiempo lo más que pudiese. La noche no alcanzaría para conseguir su objetivo si no se daba prisa ahora. Un gato saltó frente a él, la cola erizada lo amenazo y los perros detrás de su silueta comenzaron a ladrar. Los animales sabían quién era, lo que era y aquello que era capaz de hacer, pero se equivocaban, él no los lastimaría… siempre y cuando lo dejasen tranquilo. No tenía tiempo para pelear con un par de felinos y sus cachorros y viceversa, a dónde tenía que ir y lo que tenía que hacer le pintaba un reto más estimulante que los ladridos feroces de esas bestias. Rugió amenazante. Bastó sólo una carcajada fúnebre para que los animales salieran corriendo de aquel lugar. Continuó su camino sin sospechar que más adelante se toparía con un cazador….
Gédéon Lémieux- Vampiro Clase Alta
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Re: El cazador y la venganza siempre van de la mano [Lidérc Nasic]
Sentí movimiento cerca mío. Posiblemente fuera uno de aquellos sobrenaturales que pululaban a estas horas por París. Preparé mi hacha, sólo por si acaso. A veces esos malditos te saltaban a la cara. Ya me había pasado muchas veces, y no era la sensación más agradable del mundo.
El silencio era casi total, sólo roto por los pasos de aquel desconocido y los míos propios. La adrenalina comenzó a fluir lentamente por mi organismo, preparando mi cuerpo para cualquier eventualidad. Siempre había que estar listo. Un error podía costarte el pellejo. Una falla podía rebanarte el cuello en cosa de segundos.
Nuestros pasos comenzaron a coincidir con un destino en común. Mis músculos se tensaron de pronto, una sensación querida y molesta a la vez. Ya se acercaba lo que podría ser el objeto de mis pesquisas, y eso me ponía nervioso, ansioso, expectante. Como un predador agazapado, esperando a que una presa incauta aparezca en su radio de visión.
Ya se acerca. Prepárate, Eph. En tres, dos, uno...
El silencio era casi total, sólo roto por los pasos de aquel desconocido y los míos propios. La adrenalina comenzó a fluir lentamente por mi organismo, preparando mi cuerpo para cualquier eventualidad. Siempre había que estar listo. Un error podía costarte el pellejo. Una falla podía rebanarte el cuello en cosa de segundos.
Nuestros pasos comenzaron a coincidir con un destino en común. Mis músculos se tensaron de pronto, una sensación querida y molesta a la vez. Ya se acercaba lo que podría ser el objeto de mis pesquisas, y eso me ponía nervioso, ansioso, expectante. Como un predador agazapado, esperando a que una presa incauta aparezca en su radio de visión.
Ya se acerca. Prepárate, Eph. En tres, dos, uno...
Ephraim March- Cazador Clase Media
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Re: El cazador y la venganza siempre van de la mano [Lidérc Nasic]
El silencio, ese estridente sonido sepulcral que enloquece a los hombres en las celdas y es anhelado por el artista y su musa. Las calles se llenaron de la majestuosa orquesta, los animales cesaron sus voces, escondiéndose en medio de las penumbras, alejándose de su paso. No deseaban interferir en los planes de un monstruo como aquel que vive en medio de las sombras. Líderc era precisamente lo que su nombre significa, una bestia que ataca en las noches de Hungría para devorar a los hijos de los hombres. No sería de forma tan literal, los niños son demasiado dulces para su gusto, bastaba con degollar la cabeza de una cortesana para poder alimentarse y saciar el exigente paladar de Lidérc, ¡Jáh! ¡Como si la sangre le importase demasiado! La verdad es que él mata cuando tiene ganas, bebe chatarra cuando su instinto lo aclama y enamora a las damas de alta alcurnia cuando se encuentra aburrido. Es, probablemente después del asesinato de sus hermanas, un vampiro jodidamente aburrido y miserable. Las mujeres podrían llenarlo, la cacería podría resultar interesante si tan sólo alguien valiera su tiempo y el desgaste de pensamientos, pero la humanidad había sido tan corriente durante los últimos siglos que pierde el apetito conforme pasan los días.
Y ahí, frente a él, un hombre lo espera con el armamento necesario para acabar con su vida. ¡Como si pudiera hacerlo! Los cazadores, los inquisidores e incluso su propia sangre, todos y cada uno de ellos había perecido en las garras de aquel pálido sujeto de atractivo poco común. Su sonrisa cínica, su mirada sarcástica y sus modismos pedantes; el mejor arma no es la capacidad de lucha si no la estrategia con la cual se pelea. La dinámica indica que, la razón más poderosa para poder vencer en la batalla, es lo que espera al final de la misma, a Lidérc nadie lo recibirá al volver, nadie se alegrará por él ¡esta completamente solo! ¿Qué más da si muere esta noche? Bajo la sombra de la muerte se sonríe a si mismo. –No pretenderás atravesarme con eso ¿Cierto?- Como el mismísimo demonio, susurró gélidamente en las cercanías de su lóbulo. Lo tomó desprevenido y en un movimiento sigiloso ya se encontraba detrás de él. Los cazadores son predecibles, igual o más que los simples mortales. Creen que sus habilidades les da el permiso para matar a sangre fría a los demonios de la noche, pero no es así, ellos aún dominan las calles más obscuras, incluso las del romántico París.
La voz dentro de su cabeza le llamaba, le pedía a gritos la sangre del hombre, algo en él le recordaba un punto en su pasado. Difuminado, borroso. Aspiró profundamente la esencia del varón colándose entre sus armas para quedar frente a él. Su rostro ¿Por qué le sonaba tan familiar? Torció los labios en una mueca y se encogió de hombros restándole importancia al asunto. –Los hombres como tú piensan que las armas son suficientes para acabar con nosotros- Chasqueó la lengua negando con su cabeza. No se los iba a negar, algunos son buenos jugando con ese tipo de juguetes pero otros dejaban demasiado que desear –Pero tienen que entender que no porque conozcan nuestra existencia significa que nos conocen a nosotros- Lidérc es la clase de vampiro que no lo pensará dos veces antes de desmembrar al enemigo. La tortura lo vuelve completamente loco, disfruta del dolor ajeno tanto o más que el sexo con las mujeres, pero no es necesario ser un maldito salvaje demente y esquizofrénico, para conocer lo que es la maldad. Él bien podría -antes de deshacerse de su enemigo- dar una cátedra perfectamente elocuente e incuestionable sobre lo que es, la vida y lo que rodea a los mortales sin siquiera temer el filo en la navaja de su verdugo. Los vampiros educados como él escasean, pero eso no significa que vaya a dejarse consumir por lo pueril.
Y ahí, frente a él, un hombre lo espera con el armamento necesario para acabar con su vida. ¡Como si pudiera hacerlo! Los cazadores, los inquisidores e incluso su propia sangre, todos y cada uno de ellos había perecido en las garras de aquel pálido sujeto de atractivo poco común. Su sonrisa cínica, su mirada sarcástica y sus modismos pedantes; el mejor arma no es la capacidad de lucha si no la estrategia con la cual se pelea. La dinámica indica que, la razón más poderosa para poder vencer en la batalla, es lo que espera al final de la misma, a Lidérc nadie lo recibirá al volver, nadie se alegrará por él ¡esta completamente solo! ¿Qué más da si muere esta noche? Bajo la sombra de la muerte se sonríe a si mismo. –No pretenderás atravesarme con eso ¿Cierto?- Como el mismísimo demonio, susurró gélidamente en las cercanías de su lóbulo. Lo tomó desprevenido y en un movimiento sigiloso ya se encontraba detrás de él. Los cazadores son predecibles, igual o más que los simples mortales. Creen que sus habilidades les da el permiso para matar a sangre fría a los demonios de la noche, pero no es así, ellos aún dominan las calles más obscuras, incluso las del romántico París.
La voz dentro de su cabeza le llamaba, le pedía a gritos la sangre del hombre, algo en él le recordaba un punto en su pasado. Difuminado, borroso. Aspiró profundamente la esencia del varón colándose entre sus armas para quedar frente a él. Su rostro ¿Por qué le sonaba tan familiar? Torció los labios en una mueca y se encogió de hombros restándole importancia al asunto. –Los hombres como tú piensan que las armas son suficientes para acabar con nosotros- Chasqueó la lengua negando con su cabeza. No se los iba a negar, algunos son buenos jugando con ese tipo de juguetes pero otros dejaban demasiado que desear –Pero tienen que entender que no porque conozcan nuestra existencia significa que nos conocen a nosotros- Lidérc es la clase de vampiro que no lo pensará dos veces antes de desmembrar al enemigo. La tortura lo vuelve completamente loco, disfruta del dolor ajeno tanto o más que el sexo con las mujeres, pero no es necesario ser un maldito salvaje demente y esquizofrénico, para conocer lo que es la maldad. Él bien podría -antes de deshacerse de su enemigo- dar una cátedra perfectamente elocuente e incuestionable sobre lo que es, la vida y lo que rodea a los mortales sin siquiera temer el filo en la navaja de su verdugo. Los vampiros educados como él escasean, pero eso no significa que vaya a dejarse consumir por lo pueril.
Última edición por Lidérc Nasic el Mar Feb 19, 2013 12:39 am, editado 1 vez
Gédéon Lémieux- Vampiro Clase Alta
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Re: El cazador y la venganza siempre van de la mano [Lidérc Nasic]
-Ciertamente no conozco la verdadera naturaleza de los de tu clase- respondí, bastante tranquilo. Nunca era bueno confiarse, por mucha diferencia de poder que hubiera. Hasta el más débil podía tener sus cartas bajo la manga-. Pero creo que tener un arma a mano, por muy inútil que se consideren, te ofrece ciertas ventajas. No hay que subestimar el verdadero poder del filo.
Y dicho esto, saqué con un movimiento rápido el hacha que siempre guardaba en lo más profundo de mi chaqueta. El arma en la que siempre había confiado, con un mango firme y la hoja revestida en plata, brillando bajo la luna. Posiblemente para aquel vampiro, una simple hacha inservible. Para mí, era mi medio de impartir justicia. Me di vuelta a enfrentar a mi atacante, pero una mueca de confusión se apoderó de mi rostro en cuanto vi sus facciones. Me parecía familiar. Peligrosamente familiar. ¿En dónde carajo lo había visto? ¿Acaso era uno de los que se me había escapado? No. Estaba seguro de no haberlo visto en París. Su recuerdo me era más antiguo, en la época en la que aún vivía en…
Richmond.
Sarah.
Era él. ¡Él!
La confusión de mi rostro pasó a ser ira. Pero no una ira abierta, sino más bien una expresión vacía, helada. Luego de años buscando, lo había encontrado, y era hora de impartir la justicia que tanto anhelaba desde hace diez años. Por Sarah.
-¿De casualidad no recuerdas el nombre Sarah March? Lo dudo, en realidad. Ustedes disponen de las vidas como si fueran simples juguetes.
Y dicho esto, saqué con un movimiento rápido el hacha que siempre guardaba en lo más profundo de mi chaqueta. El arma en la que siempre había confiado, con un mango firme y la hoja revestida en plata, brillando bajo la luna. Posiblemente para aquel vampiro, una simple hacha inservible. Para mí, era mi medio de impartir justicia. Me di vuelta a enfrentar a mi atacante, pero una mueca de confusión se apoderó de mi rostro en cuanto vi sus facciones. Me parecía familiar. Peligrosamente familiar. ¿En dónde carajo lo había visto? ¿Acaso era uno de los que se me había escapado? No. Estaba seguro de no haberlo visto en París. Su recuerdo me era más antiguo, en la época en la que aún vivía en…
Richmond.
Sarah.
Era él. ¡Él!
La confusión de mi rostro pasó a ser ira. Pero no una ira abierta, sino más bien una expresión vacía, helada. Luego de años buscando, lo había encontrado, y era hora de impartir la justicia que tanto anhelaba desde hace diez años. Por Sarah.
-¿De casualidad no recuerdas el nombre Sarah March? Lo dudo, en realidad. Ustedes disponen de las vidas como si fueran simples juguetes.
Ephraim March- Cazador Clase Media
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Re: El cazador y la venganza siempre van de la mano [Lidérc Nasic]
Recuerdos. ¿Acaso no dicen por ahí que se debe olvidar el pasado y seguir adelante? Muchos nunca lo hacen y se cierran ante la infinita ventaja que el futuro tiene para sus elocuentes almas. Viven sumergidos entre las memorias del pasado, invocan fantasma de lo vivido y lo peor es cuando se anhela lo que jamás podrán tener. Imágenes vagas de la mente se disfrazan de sueños y poco a poco consumen el amor que se tenía, se vuelve odio… un terrible e irrefutable odio hacia la razón principal por la cual su melancolía es extensa. En este caso, la muerte de esa chica fue culpa de Lidérc así que el hombre habría de volcar toda su ira contra el demonio. Suspira.
Tras varios segundos de retroceder en la lista de nombres, la encuentra. Una jodida delicia que por poco olvida gracias a su incapacidad de retener el rostro de sus víctimas como trofeos. ¿En cabeza cabe que alguien puede recordar millares de mujeres asesinadas ya sea por placer o como alimento? Cabe mencionar que la chica que este fulano evocó, murió de forma en ambos lo disfrutaron.. Al menos ese es el vago recuerdo que Lidérc posee en sus pensamientos. Aspira profundamente dejando que el peso de sus espaldas se desplace a esa zona obscura en donde le importa una mierda la humanidad. Chasquea la lengua. –Eres demasiado perspicaz y astuto para ser humano- Musita al fin. Pone los ojos en blanco, inclina su cabeza ligeramente y vuelve a hundirse en sus recuerdos. Necesita tomar algo de ella para poder provocar al hombre. Sería una verdadera lástima el no poder jugar con ese caballero que, voluntariamente, se ofreció para distraerlo esta noche.
Las imágenes crepitan en su cabeza, los alaridos, las súplicas, los berridos… Son un montón de danzarinos eventos pasados dentro de si, algunos gozosos, otros dolorosos, pero con cada uno de ellos disfrutó sin comparación alguna. Frunce el ceño. Abre la boca con su ya marcada sonrisa déspota, cínica. ¡Bingo! Tiene un nombre, el nombre. –Oh, Sarah- Su sucia boca pronuncia el nombre de la chica con la devoción que sólo un creyente posee. Baja la mirada frunciendo el ceño -¿Cómo está ella?- Finge demencia. ¡Sí! ¡La asesinó! Pudo, haber cumplido con las promesas que le hizo cuando la conoció hace varios años atrás, pero la muy perra salió horrizada cuando supo la verdad sobre el hombre del que se enamoró.
Él jamás le juró amor y para lo que la deseaba no era diferente a lo que ya tenía o podría tener. La prostitución, ser amante de un vampiro y conocer las delicias que la carne ofrecía. Como Sarah, había otras cinco… Así que la idea le pareció grotesca a la mujer e intentó acabar con el mal. Su patético intento por decapitar a Lidérc fue en vano y tuvo que morir, no sin antes ser rebajada, violada y sometida por él y sus amigos. Vampiros que hoy al igual que ella, ya no existen. –Cuando me abandonó en el altar creí que no volvería a saber de ella, por eso me fui- Se encoge ligeramente de hombros aparentando la inocencia que, justamente, se le olvidó en el bolsillo de sus otros pantalones. –La extraño, era tan….- “Deliciosa”
Tras varios segundos de retroceder en la lista de nombres, la encuentra. Una jodida delicia que por poco olvida gracias a su incapacidad de retener el rostro de sus víctimas como trofeos. ¿En cabeza cabe que alguien puede recordar millares de mujeres asesinadas ya sea por placer o como alimento? Cabe mencionar que la chica que este fulano evocó, murió de forma en ambos lo disfrutaron.. Al menos ese es el vago recuerdo que Lidérc posee en sus pensamientos. Aspira profundamente dejando que el peso de sus espaldas se desplace a esa zona obscura en donde le importa una mierda la humanidad. Chasquea la lengua. –Eres demasiado perspicaz y astuto para ser humano- Musita al fin. Pone los ojos en blanco, inclina su cabeza ligeramente y vuelve a hundirse en sus recuerdos. Necesita tomar algo de ella para poder provocar al hombre. Sería una verdadera lástima el no poder jugar con ese caballero que, voluntariamente, se ofreció para distraerlo esta noche.
Las imágenes crepitan en su cabeza, los alaridos, las súplicas, los berridos… Son un montón de danzarinos eventos pasados dentro de si, algunos gozosos, otros dolorosos, pero con cada uno de ellos disfrutó sin comparación alguna. Frunce el ceño. Abre la boca con su ya marcada sonrisa déspota, cínica. ¡Bingo! Tiene un nombre, el nombre. –Oh, Sarah- Su sucia boca pronuncia el nombre de la chica con la devoción que sólo un creyente posee. Baja la mirada frunciendo el ceño -¿Cómo está ella?- Finge demencia. ¡Sí! ¡La asesinó! Pudo, haber cumplido con las promesas que le hizo cuando la conoció hace varios años atrás, pero la muy perra salió horrizada cuando supo la verdad sobre el hombre del que se enamoró.
Él jamás le juró amor y para lo que la deseaba no era diferente a lo que ya tenía o podría tener. La prostitución, ser amante de un vampiro y conocer las delicias que la carne ofrecía. Como Sarah, había otras cinco… Así que la idea le pareció grotesca a la mujer e intentó acabar con el mal. Su patético intento por decapitar a Lidérc fue en vano y tuvo que morir, no sin antes ser rebajada, violada y sometida por él y sus amigos. Vampiros que hoy al igual que ella, ya no existen. –Cuando me abandonó en el altar creí que no volvería a saber de ella, por eso me fui- Se encoge ligeramente de hombros aparentando la inocencia que, justamente, se le olvidó en el bolsillo de sus otros pantalones. –La extraño, era tan….- “Deliciosa”
Gédéon Lémieux- Vampiro Clase Alta
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Re: El cazador y la venganza siempre van de la mano [Lidérc Nasic]
Y sonreí con sorna, porque había llamado a un pobre leñador ignorante “perspicaz”. “Astuto”. ¿Qué era en realidad la astucia? ¿Adelantarse al enemigo, jugar con su psiquis, captar todos esos pequeños detalles que los demás pasaban por alto y usarlos para su conveniencia? Si era así, yo distaba por mucho de ser astuto. Extremadamente honesto era lo que más quedaba con mi persona. Y si había conseguido algo de saber, de inteligencia, de mundo, no había sido precisamente por astucia. Había sido puro esfuerzo, alimentado con los deseos de venganza. La ira era lo que me daba poder, no uno explosivo y estúpido, sino que simplemente frío.
-¿Sarah? Está bien, supongo que ahora los gusanos deben estar dándose un festín con ella- la sonrisa de sorna seguía allí mientras le explicaba a aquel vampiro su condición de muerta-. Te manda saludos, y supongo que está esperando que la acompañes un día de estos.
Escuché con fingida tranquilidad todos los disparates que salían de la boca de aquel sujeto, sabiendo muy bien que mentía en su totalidad. ¿Ya dije que me gustaba la honestidad? Si hubiera dicho “la maté por simple diversión” me habría relajado un poco más, aunque las ganas de rebanarle el cuello no desaparecerían. Ahora, con esa muestra de lo mucho que puede mentir un vampiro sabiendo que la persona de al frente es un ignorante, estaba comenzando a molestarme un poco. ¿Por qué no decía la verdad y ya?
-¿Apetecible? ¿Comestible? ¿Deliciosa? No me hagas reír-espetó con frialdad-. Y no me vengas con el cuento del Altar. ¿Qué vampiro en su sano juicio querría casarse con una joven pobre? No creo que seas el primero. ¿Te han dicho que es malo mentir?
Por supuesto, yo no estaba allí para darle un sermón sobre buenas costumbres. Estaba allí para separar su patética cabeza del resto de su pútrido ser.
-Ahora, supongo que comprenderás que un hermano vengativo puede ser algo peligroso, especialmente si ese hermano sabe cómo defenderse y lleva un hacha en las manos- agité el arma con una sonrisita irónica.
-¿Sarah? Está bien, supongo que ahora los gusanos deben estar dándose un festín con ella- la sonrisa de sorna seguía allí mientras le explicaba a aquel vampiro su condición de muerta-. Te manda saludos, y supongo que está esperando que la acompañes un día de estos.
Escuché con fingida tranquilidad todos los disparates que salían de la boca de aquel sujeto, sabiendo muy bien que mentía en su totalidad. ¿Ya dije que me gustaba la honestidad? Si hubiera dicho “la maté por simple diversión” me habría relajado un poco más, aunque las ganas de rebanarle el cuello no desaparecerían. Ahora, con esa muestra de lo mucho que puede mentir un vampiro sabiendo que la persona de al frente es un ignorante, estaba comenzando a molestarme un poco. ¿Por qué no decía la verdad y ya?
-¿Apetecible? ¿Comestible? ¿Deliciosa? No me hagas reír-espetó con frialdad-. Y no me vengas con el cuento del Altar. ¿Qué vampiro en su sano juicio querría casarse con una joven pobre? No creo que seas el primero. ¿Te han dicho que es malo mentir?
Por supuesto, yo no estaba allí para darle un sermón sobre buenas costumbres. Estaba allí para separar su patética cabeza del resto de su pútrido ser.
-Ahora, supongo que comprenderás que un hermano vengativo puede ser algo peligroso, especialmente si ese hermano sabe cómo defenderse y lleva un hacha en las manos- agité el arma con una sonrisita irónica.
Ephraim March- Cazador Clase Media
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Re: El cazador y la venganza siempre van de la mano [Lidérc Nasic]
El vampiro sonrió de medio lado escuchando las palabras mal acertadas del cazador. Patético, todos y cada uno de ellos siempre resultan ser patéticos. Sus creencias, el ansiedad, el hambre de venganza; sus emociones son el gatillo que dispara el arma en la que ellos se convierten sin siquiera quererlo, sin embargo, el coraje y la estúpida fe de soñar con algo aparentemente imposible, no son suficientes para poder ejecutar movimientos lo suficientemente certeros como para acabar con la plaga que asesinó a su familia. Este caso no sería diferente. Lidérc ha sobrevivido siglos en los cuales la guerra se puso de moda, años en los que supuestos cazadores le hacían la vida imposible tratando de acorralarlo en una esquina para cortar su cabeza y así exterminarlo de una bendita vez. Sí, un hombre con el paso del tiempo enmarañado en su cabeza, visto en las bolsas casi abatidas debajo de sus ojos; la razón por la cual no se inmutó al presenciar una amenaza palpable cuando el hombre mostró el hacha, fue precisamente porque él no era el primero y, ciertamente, tampoco sería el último. Suspiró.
Los juramentos de muerte siempre tienden a ser sacrificios estúpidos, sólo validados por una creencia ciega en que el corazón y el valor pueden ser armas mortales para quien los ha lastimado. ¡Tiene que ser una broma! Puso los ojos en blanco tratando de ser paciente, una cualidad que se ve fácilmente manipulada, las acciones de Lidérc dependían del cazador completamente. Sí, es verdad que estaba ahí para entretenerse un rato, para jugar con la mente del hombrecillo y desquebrajarlo hasta lo más bajo de su alma, lo quería roto. –Oh, cierto. Soy un hombre malo y me iré al infierno por mentiroso- Su voz resonó en el resto del callejón, reverberando su eco mortífero por cada rincón desolado del lugar. La sonrisa sardónica se hizo presente. Chasqueó la lengua en señal de desaprobación. El humano necesitaría más que una simple hacha para acabar con él. -¿Quieres que diga la verdad?- Preguntó arqueando una ceja y dirigiéndose hacia una de las cajas de madera que estaban frente a ellos. La bajó con cuidado y la acomodó boca abajo para que la base le sirviese como un banquillo donde sentarse y descansar –como si estuviese abatido por el tiempo de pie-, colocó una mano sobre su mentón y se concentró en una tenue mancha en el suelo. -¿Por qué mejor no te lo muestro? Las memorias no mienten- Se encogió ligeramente de hombros.
Nunca, realmente nunca utiliza sus habilidades vampíricas para algo, no obstante, esta era una ocasión especial y tenía que darle el mismo trato. No sacó el champagne porque no posee una bajo el abrigo, de hacerlo, lo haría. Volvió a suspirar y una película de humo se esparció de él. La tenebrosa niebla, escaló en el vacío del aire y se formaron sombras amorfas que rápidamente comenzaron a interpretar los recuerdos del vampiro. El primer rostro en ellas fue el de la dulce Sarah. Lidérc sonrió. -¿Es ella?- Cuestionó al hombre y, sin esperar respuesta prosiguió con sus memorias. Las imágenes pasaron en cuadros fotográficos, casi como si fuese una historieta describiendo los sucesos cortadamente. No se le puede culpar, la mayoría de esos momentos ya había sido borrada por su subconsciente. – Si te hace sentir mejor, murió en una explosión orgásmica- Y ahí, frente al hombre que decía ser su hermano, mostró los acontecimientos que marcaron la muerte de Sarah. Una cama, jadeos, sudor, besos, caricias, sangre… -¡Oh, sí! Ya recuerdo por qué no llegó al altar…- Rompió la serie de imágenes con una estruendosa carcajada, se estaba burlando de ella y se estaba mofando de él. –La maté esa noche- Puntualizó mirando de soslayo al cazador, una atenta invitación a atacarlo. Si no lo hacía ahora, el vampiro aún tenía trucos bajo la manga que podría utilizar para sacarlo de quicio y hacerlo cometer un error garrafal.
Los juramentos de muerte siempre tienden a ser sacrificios estúpidos, sólo validados por una creencia ciega en que el corazón y el valor pueden ser armas mortales para quien los ha lastimado. ¡Tiene que ser una broma! Puso los ojos en blanco tratando de ser paciente, una cualidad que se ve fácilmente manipulada, las acciones de Lidérc dependían del cazador completamente. Sí, es verdad que estaba ahí para entretenerse un rato, para jugar con la mente del hombrecillo y desquebrajarlo hasta lo más bajo de su alma, lo quería roto. –Oh, cierto. Soy un hombre malo y me iré al infierno por mentiroso- Su voz resonó en el resto del callejón, reverberando su eco mortífero por cada rincón desolado del lugar. La sonrisa sardónica se hizo presente. Chasqueó la lengua en señal de desaprobación. El humano necesitaría más que una simple hacha para acabar con él. -¿Quieres que diga la verdad?- Preguntó arqueando una ceja y dirigiéndose hacia una de las cajas de madera que estaban frente a ellos. La bajó con cuidado y la acomodó boca abajo para que la base le sirviese como un banquillo donde sentarse y descansar –como si estuviese abatido por el tiempo de pie-, colocó una mano sobre su mentón y se concentró en una tenue mancha en el suelo. -¿Por qué mejor no te lo muestro? Las memorias no mienten- Se encogió ligeramente de hombros.
Nunca, realmente nunca utiliza sus habilidades vampíricas para algo, no obstante, esta era una ocasión especial y tenía que darle el mismo trato. No sacó el champagne porque no posee una bajo el abrigo, de hacerlo, lo haría. Volvió a suspirar y una película de humo se esparció de él. La tenebrosa niebla, escaló en el vacío del aire y se formaron sombras amorfas que rápidamente comenzaron a interpretar los recuerdos del vampiro. El primer rostro en ellas fue el de la dulce Sarah. Lidérc sonrió. -¿Es ella?- Cuestionó al hombre y, sin esperar respuesta prosiguió con sus memorias. Las imágenes pasaron en cuadros fotográficos, casi como si fuese una historieta describiendo los sucesos cortadamente. No se le puede culpar, la mayoría de esos momentos ya había sido borrada por su subconsciente. – Si te hace sentir mejor, murió en una explosión orgásmica- Y ahí, frente al hombre que decía ser su hermano, mostró los acontecimientos que marcaron la muerte de Sarah. Una cama, jadeos, sudor, besos, caricias, sangre… -¡Oh, sí! Ya recuerdo por qué no llegó al altar…- Rompió la serie de imágenes con una estruendosa carcajada, se estaba burlando de ella y se estaba mofando de él. –La maté esa noche- Puntualizó mirando de soslayo al cazador, una atenta invitación a atacarlo. Si no lo hacía ahora, el vampiro aún tenía trucos bajo la manga que podría utilizar para sacarlo de quicio y hacerlo cometer un error garrafal.
Gédéon Lémieux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/07/2011
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