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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Sáb Jul 30, 2011 7:14 pm

Recuerdo del primer mensaje :

[PRIVADO]

Las cartas finalmente iban a ser puestas sobre la mesa, hace tiempo que se había estado concertando una reunión como esta y después de emisarios, mensajes, meses de sellos personales y diálogos por escrito, allá estaríamos para conocernos aunque a muchos de los presentes un vínculo nos unía sin que aun lo supiéramos. Las últimas cartas de invitación fueron enviadas una semana antes y todos los destinatarios se encontraban en Paris por lo que no debería de preocuparme la ausencia de alguno de ellos. Mis hermanos fueron notificados a su tiempo por lo que esperaba su participación en la reunión.

Llegué a Palacio Royal y mis sirvientes ya tenían todo preparado como les había indicado la noche anterior, el salón privado del segundo piso había sido ambientado para la ocasión y mientras los salones de fiestas y cafeterías de la primera planta seguirían con su actividad normal, yo y mis invitados estaríamos en un lugar privado donde nadie podría interrumpir, según mis órdenes, hasta que la reunión hubiera finalizado. Entre unos momentos en mi despacho, uno que ocupaba solo cuando me tocaba controlar las actividades del Palacio Royal personalmente ya que por lo demás dejaba a cargo a un eficiente administrador (uno de mis guardias) para que velara por mis intereses.

Espere sentado detrás del gran escritorio de madera a que uno de mis guardias entrara a avisarme de la llegada de alguno de los invitados, aun faltaban varios minutos pero sabía que eran puntuales. Este debió haber sido un evento que ocurriera mucho antes pero por diferentes motivos se había ido posponiendo, ahora era diferente, no podía posponerse más ya que la repentina llegada del sire a nuestras vidas lo había cambiado todo de una noche a otra. No quería presentarme ante él sin haber cumplido mi labor como se esperaba que hiciera, sabía que era la labor de algunos de los participantes también así que sería algo sencillo y rápido aunque con repercusiones para muchas vidas que dependían de mí y de ellos.

La puerta sonó, el guardia entro haciendo una venia y me confirmo la llegada del primer invitado. Me puse de pie y me encamine al pasillo, al otro lado de este se encontraba la sala de reuniones donde alrededor de una mesa redonda se acomodaron varios sillones de espaldar alto. En los extremos de las salas se encontraban guardias y sirvientes parados con actitud solemne, todos inmortales como los que asistirían a aquella reunión. En su momento, guardias y sirvientes, tendrían que salir de la sala y dejarnos solos, era una noche de deliberaciones.

Me senté en el lugar que me correspondía, el del rey de Inglaterra y espere pacientemente a que el primer invitado cruzara la puerta guiado por alguno de los sirvientes. Era cuestión de tiempo para que llegaran todos y solo bastaba una noche en sus vidas eternas para cambiarlo todo, porque se les había otorgado ese poder, porque eran capaces de hacer lo que quisieran.
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Mensaje por Abélard Fontaine Lun Oct 24, 2011 9:51 pm

Roble era el nombre del árbol al que moldado habían, para convertirse en una imponente mesa redonda. Entre piedras blancas, grises, brillantes y de colores se hallaba, en el centro de todo lo que sucedía en aquél momento. Las grietas de muerta resequedad, imperceptibles para los ojos humanos, eran además de su nombre, único vestigio de haber albergado vida alguna. Hermosos grabados discurrían por toda su orilla, cortes hechos con navaja fina. Adornos pintados con diferentes matices, todos dentro de los colores más naturales a ese tipo de madera; el pulido y lijado impecables le hacían resplandecer y conmemoraban un brillo ya apagado antaño. Los anillos que podrían revelar su edad, deformados y perdidos fueron, entre cortes y afiladas puntas. El pasar de los años hizo olvidar que un día verde corona se posaba en su cabeza, adaptándose a cada cambio en el viento, abrazando en carne y hierba estación a estación. Dadivoso de sombra, flor, frutos en los momentos de luz cálida, dejando caer a la tierra sus semillas más tarde. En invierno sus frutos guardados permanecían, sus hojas siempre perennes caído en un suave letargo habrían, esperando pacientemente a la oscuridad disiparse. El frío transformado en nieve y hielo debieron curtir su piel de madera, agrietándose, confiriéndole la madurez propia de la edad. Sus raíces firmemente entrañadas en la tierra que le dio vida, el tronco fuerte, listo a resistir las inclemencias del tiempo y el peso de su propio follaje. Las ramas extendiéndose al cielo y a sus demás hermanos, como brazos que dan la bienvenida a todo el que este dispuesto a resivirla. Después la reluciente melena real ensortijadas a estos dedos largos, siempre curiosos de escuchar los murmullos del viento. De este modo aunque hubiese permanecido en un sólo lugar toda su vida, estaba conectado con su alrededor, influía en el ambiente de una forma sutil, lenta, vibrante; y el ambiente ejercía sobre él sus deseos y caprichos. Una lucha constante para lograr un equilibrio. La firme resistencia ante el clima temperamental, conservando la suavidad tierna de las hojas y el dulce aroma de los frutos; estirando sus ramas majestuosamente, siempre cuidando de no perder el balance y caer por su propio peso; las ruidosas fiestas de los insectos y pájaros que se acercan curiosos, revoloteando para conseguir alimento, néctar y la callada reflexión durante la frialdad blanca.

Ahora cortado y moldeado, fue el Roble a representar todas esas cosas bajo la forma simple y humilde de una mesa. Siempre dispuesto a servir como guía y consejero para el ojo dispuesto a leer los símbolos humanos que intento eran de representar en tinta su corona perdida. Así también sobre los hombres caen las estaciones y las edades. Primero se pierden los años, luego los nombres y al final quedan los símbolos, que son estos los que son verdaderamente inmortales. Una idea no puede morir a menos que nadie quede para recordarla ya.

Sobe la mesa flotaban las palabras, los acuerdos que echaban raíz y de los cuales esperaban ver frutos un día no lejano. Los sellos comenzaban a asomarse uno a uno entre el complejo enramado de los pactos a firmar aquélla noche. Fue una sonrisa cálida la que asomo en el gesto de Abélard cuando Zarek terminó de dar su opinión y respaldo a todos los temas tratados. Tomó la palabra entonces el eterno joven príncipe, Aidan confirmando la estrecha relación que tenía el Reino Unido y sus relaciones basadas en el principio "como me trataís, sereís tratado". Abélard mantuvo la mirada fija en Aidan, observando de reojo el apoyo que le daba Dorian, igual al del bambú: flexible para hacerse con al viento y sus inesperados giros, con dureza suficiente para no quebrarse. Con un asentimiento, el rey que fue una vez humano, recibió complacido la promesa referente a la seguridad de su querida hija. Apenas entornó la mirada al escuchar la "broma" de Aidan. El valor de las palabras no debería ser subestimado. Después una sonrisa templada en un gesto calmo cruzó su semblante antes de que Alexai continuará la conversación. Tampoco hubo discrepancia de su parte en ninguno de los puntos a discutir. Aceptó la invitación a reuniones futuras, recordando la más próxima fecha a celebrar y le siguió Dorian en este tema, antes de salir un momento.

Abélard recargó sus brazos sobre la mesa y volvió la mirada a Alexai -Será muy grato recibirle para tal ocasión- en ese instante entró Dorian acompañado de un séquito que les proporcionó a todos los Señores reunidos tinta y pluma para firmar el acuerdo. Con ellos entró un viejo conocido, Patick. Le dedicó un gesto de reconocimiento a modo de bienvenida. Era aquél vampiro que bajo la sombra de la noche hace no mucho tiempo rebelase a Abélard la existencia de los inmortales que actuaban como sombras, en la política humana y sobre natural. -A todos ustedes miraría Notre Dame benevolente, gustosa de recibirles para las bodas a celebrar, igual que mi Reina y mi persona.- continúo como si no hubiera habido ninguna pausa. -En cuanto a la descendencia- miró a Aidan -Tengo tranquilidad y confianza, ya que la Camarilla antes ha de haber visto situaciones similares, dado a que están involucrados con las monarquías desde hace mucho, y su principal propósito es pasar desapercibidos. Estoy seguro que ofrecerá, conforme a sus reglas, una solución satisfactoria para ambas partes. Es un placer recibirle en la familia y llamarle yerno incluso cuando el tiempo marque una partida ante la piedad y bondad que muestra para con nuestras pieles todas.-

Patrick se acababa de sentar en ese momento y terminó de explicar los procedimientos correspondientes. -Así sea entonces- Abélard tomó el papel que se le ofrecía, sumergió la pluma en el tintero y después de una mirada rápida al documento escribió su firma y nombre. Dejose descansar el adorno que antes de ave fue, de vuelta en la boca negra de cristal, vertió el guardia un poco de cera caliente y procedió a sellar la hoja. Pasó la hoja a Zarek que estaba a su izquierda y volvió a acomodarse en el asiento, siempre erguido. El papel también había sido parte de un árbol, sobre éste se firmaba. Así las palabras deberían tomar la fuerza de sus antecesores, su equilibrio y su flexibilidad reflexiva para ser recordadas en la posteridad, aunque los rostros y nombres de los que firmaban, se perdieran al caer los años. Incluso aunque ellos siguieran observando en silencio, desde la noche del mundo.
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Mensaje por Invitado Dom Oct 30, 2011 7:36 am

El consenso fue total, se llego a un acuerdo del que todos podíamos sentirnos orgullosos ya que era lo mejor para nuestras naciones. En adelante la unión de nuestros reinos fructificaría el desarrollo y los lazos de hermandad por vernos como un todo. Las fronteras dejaban de existir cuando de nosotros se trataba y siempre seriamos bienvenidos en los territorios vecinos porque formábamos parte del mismo organismo. Cada uno era responsable de aportar con todo lo que pudiera dar a que el tratado obtuviera mejores resultados de los esperados y personalmente creía que así seria en un futuro no muy lejano. Preparamos nuestros sellos para protocolizar la reunión y darle efecto a todas las clausulas en el habidas en adelante ley para todo ciudadano que viviera bajo nuestros territorios.

Fuera de Francia, en nuestros lugares de procedencia, vivían familias que constituían sociedades y si se juntaba a todas esas sociedades, desde la clase alta a la baja, desde el vampiro hasta el brujo, se consolidaba un imperio. Era por todas aquellas personas que pertenecían a una cuna madre que nos encontrábamos comprometidos con nuestras coronas. Cada uno como líder de su nación buscaba lo mejor para el reino, para cada habitante, para cada generación futura. Toda amenaza, enfermedad, guerra, conflicto que pudiera dañarlos sería una ofensa no solo a la nación involucrada, tras aquel acuerdo la ofensa se extendería a todos los estados miembros de la alianza y por ello, La Camarilla, había consolidado de una forma inexpugnable nuestra unión.

Dorian salió de la sala, lo seguí con la mirada más luego quede distraído en la pregunta de Alexei, Abelard le respondió y para ello, antes de que pudiera ser parte de la conversación, Dorian estaba de vuelta. Entró casi acompañado de un cortejo de guardias que llevaban tinteros y plumas que aproximaron a nuestros lugares. Pensé que con ello terminaríamos la reunión pero alguien más apareció en la reunión casi al finalizar esta. Tom entró a la sala sosteniendo un pergamino, el original del acuerdo que acabábamos de aceptar. No lo veía desde hace más de ochocientos años o quizá más y, como era obvio, seguía teniendo el mismo aspecto. Una vez, hace miles de años, habíamos vivido bajo un mismo techo y entrenado bajo un mismo mando; hoy en día cada uno tenía una vida con responsabilidades diferentes pero aun con ello era inevitable pensar que se podía conocer a un individuo por tanto tiempo y seguir viéndolo como a un hermano -Buenas noches Tom- le salude desde mil lugar.

Nos explico que se llevaría el manuscrito a la biblioteca de la organización, no necesitaba preguntar lo que él ya había prohibido porque yo sabía que solo tres Justicar podían portar las llaves de los máximos secretos de La Camarilla. Supuse que en algún momento sabría quienes eran aquellos ya que debían ser de razas diferentes por lo que tenía entendido. Incluso cuando Tom le paso el manuscrito a Abelard mantuve mi mirada sobre él, como me hubiera gustado acercarme a preguntarle si Abaddon ya se encontraba entre nosotros –Gracias- dije distraídamente cuando Abelard me paso el manuscrito. Mojé la pluma en la tinta y firme, luego eche la cera en un espacio por encima de la firma y procedí a grabar mi sello real en ella. Con ello quedaba de acuerdo y mi compromiso sellado ante la mirada vigilante de La Camarilla -Entonces esperaremos una boda en Paris antes de regresar a nuestras tierras- mencioné a lo que dijo Abelard. Pasé el manuscrito al príncipe de Escocia.
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 19, 2011 4:53 pm

Bla bla y mas bla, tanto tiempo para decir que todos estaban de acuerdo, lastimosamente no era paciente para las reuniones y siempre que asistía a alguna trataba de las cosas avanzaran lo más rápido posible. Dorian y Stephen eran los que estaban hechos para esas cosas, a mi me gustaba ir directo al grano. Uno dijo que si, luego el siguiente y el siguiente y el siguiente y yo y Dorian y etc., por ende la reunión ya estaba solucionada y lo único que quedaba era firmar. Estaba dicho que me casaría con la princesa de Francia y su padre solo resaltaba que aunque hubiera matrimonio ella seguiría contando con el apoyo de su país, eso era obvio, para eso era princesa y no una mujer común y corriente con la que no habría razón alguna para casarse. Lo bueno de todo esto sería que ahora tendría otro palacio mas en Paris, lejos de vivir con mis hermanos, es decir, cambiaba a dos ‘princesas’ mimadas por una, el mejor trato de mi vida. Si mis hermanos pudieran leer mi mente seguramente recibiría su reprobación pero no podía evitar mi negro sentido del humor respecto a ellos y respecto a todo y todos.

-Me alegro de que haya decidido suegro, sin duda es un matrimonio que conviene a ambas partes y le diré en este círculo de confianza que no pudo haber dejado a su hija en mejores manos- mencioné mientras Dorian se paraba no se con que excusa y salía de la habitación. No pude evitar sonreír y quizá reírme solo de solo pensar todo lo que ese matrimonio acarrearía para mí y para ella. Cualquiera que no me conociera pensaría que me encontraba feliz de estar comprometido…de hecho me encontraba muy satisfecho aunque no por las razones socialmente aceptables. No conocía a la dichosa princesa pero había escuchado mucho de ella desde mi llegada, planee mentalmente que debía propiciar algún tipo de contacto con ella antes de la fiesta de compromiso, quería conocerla y comprobar si lo poco que sabía de ella era cierto. Una malcriada, pomposa, egocéntrica, desdeñosa princesa, sería muy divertido.

Dorian volvió acompañado de Patrick, ¿era Patrick?, por poco salto de la risa al verlo, nunca lo había visto tan serio, toda la ropa formal a mas no dar como si hubiera decidido presentarse para una ceremonia importante. Mi sire no me había dicho que iba a estar presente y eso que momentos antes lo había visto ¿verdad? Patrick se sentó y empezó a hablar como el señor seriedad del mundo, estaba tan confundido que solo después de que le paso el papel a mi futuro suegro me di cuenta de que no era Patrick. Era la primera vez que veía a Tom, escuche de él pero nunca lo había conocido hasta entonces, sabía que era el gemelo ‘correcto’ de mi sire pero no me imagine que fueran totalmente idénticos con la excepción de la pinta y los modales.

Creo que fue el momento más largo donde permanecí callado, hasta espere a que Zarek me pasara el pergamino. Le di una leída rápida, todo estaba allí manuscrito y luego firme y marque mi sello sobre la cera que deje caer en el papel. Le pase el pliego a Alexei y me obligue a estar atento a lo que se dijera hasta que el último firmara el pliego, obviamente seria Dorian y con ello terminaría esa reunión. No pude evitar regresar la mirada a Tom en un cierto momento, no imaginaba como hubiera sido la reunión si él hubiera estado presente desde el principio como dio a entender que estaba planeado, seguramente las cosas hubieran avanzado más rápido y se hubiera encargado de dar por hecho de que en sí, todos los temas discutidos, quedarían en vigilancia bajo la responsabilidad de La Camarilla. No iba a negar que ahora que conocía a Tom pensé en que cada vez se acercaba mas la hora de conocer a Abaddon, el único vampiro además de mi sire al que podía tener un cierto grado de respeto, toda otra existencia externa a ellos me resultaba prácticamente insignificante.
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 19, 2011 6:21 pm

Una boda celebrada en Paris acontecería pronto, volvería de Rusia a visitar esa ciudad solo por ese acontecimiento para seguir el protocolo al que estábamos ligados todos los reyes que éramos parte de la alianza en ejecución. A Elizabeth le gustaban esa clase de cosas, seguramente se pondría entusiasta cuando le comentara que tenía que prepararse para asistir a una boda de la realeza. Por mi parte no encontraba razón para estar especialmente animado o no, no conocía a la novia y con el novio tenía el parentesco de sangre vampírica así que quizá fuera esta la razón más fuerte para que me encontrara pendiente de todo lo que se llevara a cabo entre los miembros de La Camarilla.

Pobre joven humana, su destino en manos de su padre, entregada a uno de los clanes más extravagantes de nuestro circulo. No preguntaría como planeaban convivir porque la privacidad de la pareja no era motivo de conversación pero podía imaginarlo. Abelard, rey de Francia, por lo menos tenía un heredero varón para que dejara el linaje de su familia en la perpetuidad. Esperar que la princesa pudiera tener descendencia después de casarse con un Malkavian era una creencia por demás ingenua a menos que corriera el riesgo de enfrentarse a un matrimonio arreglado.

A la conclusión de los puntos llegó el acuerdo, gracias a un dialogo fluido entre todos nosotros, por ello Dorian se encamino a preparar el acto final, la firma. Se pusieron a nuestra disposición tinteros y cera para sellar en el papel nuestro pacto y que se conservara en la perpetuidad si es que en algún momento nuestros intereses no se veían enfrentados, algo difícil, seguíamos el mismo interés como descendientes de un mismo linaje y por ende lo que importaba era la meta de nuestra familia vampírica, la única que trascendía a la misma historia de los mortales.

Lo interesante fue ver entrar a Tom a la sala de reuniones, no era algo que me sorprendiera aunque no lo esperase, era natural verlo a él dirigiendo los elementos tácticos para que acuerdos como aquel se conservaran dentro de la máxima seguridad. Mi sire era el guardia personal de Abaddon y su mano de hierro, el ejecutor de todo plan de La Camarilla y verdugo de quien se interpusiera en medio de nuestros intereses. La verdad que era imposible, incluso con la eternidad de mi lado, poder aprender todo lo que pudiera de él. Sus neófitos éramos clara prueba de lo que un maestro estricto puede crear pero aun no era suficiente ni para nosotros ni para él.

Casi automáticamente recibí el pliego y puse firma y sello en nombre de Rusia, con mi venia, a aceptar el tratado. El único que faltaba era Dorian y luego de ello Tom se llevaría el acuerdo para depositarlo en la biblioteca de La Camarilla, uno más de los muchos secretos que ni nosotros conocíamos. Solo algunos tenían acceso a ese lugar donde se decía existían documentos desde épocas mucho más lejanas que nosotros, acuerdos anteriores entre reinos que el mismo Abaddon vio nacer, obviamente los reinos que éramos parte de este acuerdo.
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 26, 2011 5:10 pm

Todo había salido según lo planeado, una misión cumplida de la que seguramente todos saldríamos retribuidos en adelante, un acuerdo que tenía más consecuencias de las que cualquiera podría imaginar y todo por una sencilla razón: La Camarilla. Los reyes suelen ser pasajeros pero no en este caso, todos los presentes no solo confirmamos la perduración de nuestro poder en los territorios que ya dominamos desde hace siglos sino que también confirmamos la perduración de nuestra inmortalidad. Cada uno soberano de un imperio y a la vez cada uno parte de algo más grande que nuestros propios reinos, un reino unificado y milenario cuyo rey es el padre de todos y donde nosotros pasamos a ser los herederos de una tradición ancestral de costumbres y reglas que algún día heredaremos a las generación que desciendan de nosotros. La presencia de Tom solo me recuerda todo esto, la mirada siempre fija sobre nuestros accionares ya sea para cuidar o ayudar a salvaguardar nuestros intereses personales, comunes y familiares.

Al parecer todo va sobre la marcha, los demás reyes firman el acuerdo sin ninguna vacilación y por último se me es entregado el pliego donde queda formalizado el compromiso de cada uno de nosotros. Tomé el tintero más cercano y moje la pluma en él para luego rasgar en el papel mi firma y por último grabé mi sello real al lado de la firma. Con ello concluía un largo periodo de negociaciones y por fin podía pensar en ocupar mi mente en las obligaciones que me quedaban por cumplir en Inglaterra. Mi estancia en Paris llegaba a su final y quizá, dentro de un par de noches, pudiera regresar a mi reino. Sin embargo, algo no podía dejar de lado antes de irme y ello era lo referente al reciente compromiso de mi hermano y el de mi hermana. Para ello tendría que quedar con dos de los presentes un nuevo encuentro, Abelard y Zarek constituían en este caso los reyes con los cuales tendría que tratar el tema de los compromisos pendientes.

Le pase el pliego a Tom y tome asiento en el lugar que ocupaba antes –Ahora dejamos nuestro acuerdo en tus manos- dije después de que él lo hubiera recibido y luego me dirigí a todos los presentes –Llegamos al final de nuestra reunión, creo que hoy todos nos marcharemos conformes aunque quedan algunos detalles pendientes en cuanto a los compromisos considero que primero debemos hablar en privado cada uno con los contrayentes y luego ponernos de acuerdo para sellar en una ceremonia privada cada compromiso respectivamente o quizá solo se vean hasta el día de la boda. Entonces Abelard, en principio esperaremos a que le comuniques a tu hija lo pactado y luego de ello entraremos en acuerdo sobre donde se celebrara la boda. Dicho todo esto no queda más que retirarnos caballeros pero antes brindemos en celebración por todo lo logrado hoy- concluí y tomé mi copa levantándola en señal de brindis, luego vacié su contenido de un solo trago.

Una vez que los vi a todos conformes y satisfechos considere que ya era hora de partir, me puse de pie casi al mismo tiempo que algunos de los presentes, estrechamos las manos en señal de despedida y a la vez de hermandad y las puertas de la sala de reuniones se abrieron dando pasos a los guardias que escoltarían a los monarcas hasta sus respectivos carruajes. Fui el último en salir como era natural, despedí a cada uno de los presentes e intercambie un par de palabras con algunos de ellos afirmando que una próxima reunión no estaba descartada aunque esta fuera más que todo con motivo de celebración de nuestro acuerdo y de los compromisos. En adelante se preveían las invitaciones de los monarcas a visitar sus territorios y a recibirlos en uno propio ya que prácticamente entre nosotros no existían más fronteras al estar ligados al mismo círculo social y vampírico.


((Postean sus salidas y alli cerramos tema))
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Mensaje por Abélard Fontaine Mar Dic 06, 2011 4:47 pm


Líquido carmesí reposaba aún dentro de las seis copas, a merced del único destino que podía tener una vez vertido en el interior de cáliz y joyas, entre coronas y pactos. Dentro de la suave carne, protegida por delgada y lustrosa piel permaneció guardado. Años, meses y días nutrieron lentamente el sabor correspondiente por derecho de nacimiento. Tiernos cuidados le fueron prodigados a lo largo de su desarrollo, conocedor inconsciente de su futuro propósito. Los astros que recorren el cielo fueron testigos de sus deseos más profundos, allí atrapado entre carne y piel, observaron su fortaleza a pesar de ser un huésped. Uno vital, pero aún así huésped del cuerpo que habitaba. Presuroso corría cuando la hermosa piel era rasgada accidentalmente o a propósito cuando aquellos que esperaban su madurez impacientabánse. Curada la herida era, sin marca del maltrato sufrido más que en el recuerdo. Aunque en ocasiones sí perduraba la huella, tardaba largo tiempo en sanar y el precioso líquido se derramaba gota a gota. Encerraba en sí mismo el silencioso secreto de vida, sin embargo sacrificaba una parte de su ser para ayudar a la recuperación de su amado huésped; pues sin éste no importaría que fuese inmortal, sería menos que el agua sin un cuerpo al que animar día con día, al que resguardar durante la noche más fría. Moriría sin el corazón de un ente viviente, en objeto muerto transformaríase, devolviendo la inmortalidad a la tierra que se lo obsequió en tiempo ya olvidado por quienes poseen el don de la memoria. Diferentes formas tiene ese líquido que corre en las criaturas todas aunque es siempre el mismo en esencia y siempre al final del recorrido debe aceptar menguar, pues su propósito de guardián termina entonces. Mezclada esta la mortalidad de la carne por la que fluye continuó, con su propia existencia perenne. Ensortijados para formar algo más allá de la vida y la muerte, algo más sublime y exquisito: una consciencia. Pues incluso las cosas que carentes son de habla, parecen conocer el modo en el que deben comportarse. Es esto a lo que se canta desde los inicios del mundo, desde que los seres humanos descubrieron el secreto de lo que en verdad debe ser conservado. Aunque signifique hacer el mayor sacrificio y ceder la vida por preservarlo de una generación a otra. Este conocimiento se pierde con los años y las eras y solo algunos guardan un vago recuerdo de esto. Crece y decrece como las mareas.

Su naturaleza compasiva le permite pasar en silencio durante la larga o corta vida que sustenta, pues su meta última es más grande que su propia existencia. Vigilante en el sueño y la vigilia. Custodio del cuerpo en el que reside, dando oportunidad a la consciencia de crear historias, con suerte mitos y leyendas. Grabado en piedra, tierra y espíritu quedará el nombre del huésped dejando siempre en el misterio el de aquél que compartía su inmortalidad. Así los dos pasan al polvo y permanece tan solo lo que entre ambos hayan creado.

Ahora desestancaba sereno y dócil en las copas dónde se le había indicado. Reflejaba los rostros de sus nuevos huéspedes con cada trago con el que moría lentamente para volver a tener la inmortalidad otorgada por un cuerpo. Los hijos de la noche aún carentes de corazón latente, gozan de una vida tan larga como el líquido que les nutre, por la compasión de éste. Sus cuerpos al no marchitarse pueden albergarle indefinidamente. Cuando el rojo carmesí muere dentro de ellos, experimentan la agonía propia de este estado hasta que pueden hallar más, uno joven y lleno de la fuerza mortal que les confiere nueva vida. Criaturas del crepúsculo. Las únicas que pueden verlo, contemplar la noche más tarde en dolorosa espera de un amanecer que beben presurosas. Será hasta que la mortalidad se canse, la inmortalidad se fatigue y la luz de las estrellas que se hayan contado sea demasiado tenue, que lleguen al mutuo acuerdo de partir al mismo tiempo y liberar la consciencia que les une. Esto sucede tarde o temprano, el poder vivir, el poder morir es lo que motiva a la magnificencia. Sin una o la otra la existencia imposible sería. Todo tiene dos lados, dos polos, dos caras. Un equilibrio. Tan grandioso es aquél líquido inmortal como la carne y piel mortales por la que corre.

Uno a uno fue firmando los acuerdos entre las naciones a las que representaban. Lo principal aquella noche era la Alianza que desde ahora celebraban los Señores presentes, lo concerniente a la Iglesia y al Estado. Asunto aparte era lo del compromiso y después estaba por supuesto lo referente a La Camarilla. Una sonrisa cálida animo el rostro de Abélard al comentario de Zarek y el mismo gesto se extendió al príncipe Aidan al que le dedicó una firme mirada. Los ojos discurrieron rápidos sobre el papel, entre el líquido negro que daba vida a las letras y las palabras. Los sellos se acumularon poco a poco antes de que el documento pasara a las pálidas manos de Tom. Guardado sería únicamente para los ojos que observan desde la profundidad de la noche. En secreto de la luz del día permanecería así como de los ojos que velan entre el amanecer y la puesta del sol. Jamás ellos podrían conocer la existencia del documento y tendría que bastarles con la palabra de su monarca de la alianza acordada. Quizá un documento de naturaleza diurna y otro de la nocturna debieron ser firmados. Uno guardado por inmortales, otro por mortales, para que constara a todas las criaturas dotadas de consciencia y nadie pudiera negar su existencia.

-Que la alianza perdure mientras nuestros reinos mortales se yergan orgullosos.- proclamó Abélard añadiendo otro juramento al de Dorian en cuanto él terminó de recitar el propio -Aunque la noche y sus misterios nos reclamen de nuevo permanezcamos unidos por el bien de aquellos por los que velamos. Por aquellos que adornaron nuestras cabezas con una corona y llenaron nuestro hogar de opulencia. Ellos que con su sangre tiñeron nuestros emblemas de honor y gloria a lo largo de la historia- El vampiro levantó la copa en gesto respetuoso, imitando a Dorian y terminó de beber las últimas gotas de amanecer.

Ya se levantaban los de Alto linaje, dedicábanse palabras de afecto o alguna mirada indiferente. Abélard diose una pequeña caja al guardia más próximo y ordenolé que la entregara al príncipe Aidan. En su interior pañuelo de seda con bordados de plata se ocultaba. La flor de Lis su adorno principal.

El Rey de Francia levantose entonces, dedicando gestos de despedida a los otros monarcas reunidos. Fue el primero en acercarse a Dorian. -Le aseguro que de mi puño y letra tendrá el aviso de matrimonio en cuanto sea propicio. Acordaremos entonces los detalles faltantes. Hasta pronto- Inclinó la cabeza un tanto y estrechó su mano antes de salir de la estancia. Escoltado fue por la guardia del rey de Inglaterra hasta encontrarse con la propia en el piso inferior. Volvió entonces al carruaje y a la profundidad de la noche. Jugando a ser guardián diurno de los hombres, un deber cedido al rey mortal y que el inmortal vampiro debía respetar hasta que su ciclo terminara y el líquido carmesí demandara su estadía apartado de los tratos y miradas de la luz del día. Hasta entonces sería un ser de dos mundos, hasta entonces sería primero rey, luego hombre y al final vampiro.


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Mensaje por Invitado Vie Dic 30, 2011 3:16 pm

Un pacto de sangre era el que acabamos de firmar, la tinta solo era la corroboración de algo a lo que habíamos estado destinados a realizar desde el momento del ‘abrazo’. Fuimos educados como reyes, aunque nacimos en diferentes tiempos, cada uno poseía lo que en la corte reclamaban: diplomacia. Éramos iguales en aquel lugar, cada uno había heredado una corona, un imperio y un linaje pero todos los linajes de allí estábamos congelados en el tiempo con la excepción del rey de Francia quien aun había dejado al mundo unos descendientes. Los demás éramos incapaces de dar tal regalo a nuestros pueblos pero a cambio nos uníamos para mejorar el futuro de nuestros imperios y construir una barrera que protegiera nuestros marcados intereses. Unión entre ‘familias’ era un acto solo protocolar ya que bien sabíamos que todos pertenecíamos ya a la misma familia y cuyo padre era el que todos teníamos en común a pesar de ser de diferentes generaciones, el árbol familiar tenía el mismo inicio.

Ser rey era una responsabilidad delegada, un trabajo sin fin pero con muchas recompensas, la mayor de ellas, la estabilidad de nuestros pueblos. Uno a uno firmamos el acuerdo y con ello concluimos nuestra obligación aquella noche, la misma que nos había llevado a reunirnos en el Royal Palace, buscar la unión de nuestras fronteras. El último fue Dorian y apostamos el acuerdo en manos de Tom, quien lo guardaría bajo la protección de La Camarilla. Tras ello estábamos listos para partir, cada uno a su tierra, no pude más que sentirme satisfecho porque pronto vería de nuevo las costas de Italia, nunca me había agradado estar mucho tiempo lejos de mi reino. Las preocupaciones de él estarían siendo mientras atendidas por Alexander y ya era costumbre entre nosotros el mantener el orden cuando se suscitaba la ausencia de alguno de los dos. Entendía que los demás reinos se manejaban de igual forma y pronto estos quedarían más emparentados aun con las recientes declaraciones de compromisos entre príncipes de nuestras familias. Inglaterra se uniría con Francia e Italia, ya era un hecho.

-Coincido con el rey de Francia, que esta alianza traiga mas frutos para aquellos a los que les debemos nuestro fiel servicio como sus líderes que a nosotros mismos- fue mi aporte mientras me unía a levantar mi copa junto a la de los demás. La bebida semejante al vino sellaba aquel pacto de sangre, nunca aquel liquido vital dejaría nuestras vidas, por el vivíamos y con el bañábamos las banderas que hondeábamos desde nuestros castillos pues la historia de la civilización estaba teñida de sangre independientemente de las razas que fuéramos. El líquido mojo mis labios y satisfizo mi garganta seca después de haber brindado por el cumplimiento de nuestro deber. Era hora de partir aunque en el futuro más encuentros como aquel serian propicios gracias a los compromisos que aun quedaban por cumplir. Nos levantamos de nuestros lugares e intercambiamos una afectuosa despedida al mejor estilo protocolar del que podíamos demostrar, una cierta tensión se cernía entre el rey de Francia y el príncipe de Escocia pero era un tema que supuse ellos tratarían en privado y que el resultado solo lo sabría cuando recibiera una invitación formal al matrimonio que resultaría de la alianza de sus dos familias.

Por mi parte solo pude esclarecer al salir que el pacto entre nuestros príncipes no encontraría otro final más que el esperado, Dorian asintió pues era conocedor de la situación en la que se encontraba su hermana y mi hermano. Me despedí del rey de Francia, del príncipe de Escocia, del rey de Rusia y de Tom por ultimo antes de salir de aquella sala de reuniones. Mi encuentro con este último seria solo un preámbulo a muchos otros por ser hermanos de sangre, el llamado de Abaddon nos reuniría en el Circulo Interno a menudo para tratar temas tan importantes como el que los reyes habíamos sellado esta noche aunque fuera todo un secreto de estado para el mundo de los mortales quienes vivían a diario una vida que encontraba en cierto momento un fin y con quienes teníamos el primordial compromiso de velar por su sobrevivencia porque solo de esa forma nosotros podríamos sobrevivir de la sangre de ellos durante todas las noches que constituían nuestro mundo de las tinieblas. Aún portando una corona, aun viviendo en castillos, aún teniendo súbditos, no dejábamos de ser seres de la noche y nuestra condena nos situaba en un lugar en el que veíamos vivir y morir constantemente, generación tras generación como lo habíamos estado haciendo siglo tras siglo.

La escolta me acompaño hasta el carruaje donde encontré a mis propios guardias, al subir a él ordene que nos dirigiéramos directamente al hotel porque tenía mucho que pensar en adelante. Dentro de un par de noches más regresaría a Italia aunque sabía que más temprano que tarde estaría de regreso en Paris donde todos mis hermanos habían decidido reunirse por un motivo y donde los destinos de muchos de seres queridos se decidirían. Sí, me preocupaba por la gente de mi imperio, pero en las noches actuales había llegado la hora de preocuparme además por aquellos que compartieron una existencia conmigo y de la que yo fui autor. Después de un tiempo de tranquilidad las olas volvían a agitarse, la tempestad podía llegar a cubrirnos, y las noches como las conocíamos hasta la actualidad serian diferentes. Quizá los demás reyes tenían en mente lo mismo ya que este solo era el inicio de algo más grande que estaba por acontecer. Al galope de los caballos las ideas fueron cobrando vida y los rostros de aquellos que amaba me siguieron durante las siguientes noches.
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Mensaje por Invitado Mar Ene 10, 2012 3:00 pm

Un rey tras otro rey firmando el acuerdo y que lugar tengo yo, el hermano del rey que en su condición de príncipe esta en adelante obligado a casarse con una princesa. Oponerme era algo característico en mí y seguramente Dorian esperaba tal reacción pero no le daría el gusto de creer que se encontraba en lo cierto. Acepté de buena gana el compromiso como supuse que la princesa aceptaría cuando su padre se lo comunicara. Era el ‘deber’ de nacimiento el tener que desposar a alguien para mejorar las ‘relaciones internacionales’ de los reinos. Las condiciones del compromiso ya habían sido puestas sobre la mesa, ambos teníamos nuestros deberes que cumplir pero también nuestras obligaciones como que ella sabría ser una buena consorte aunque su padre no supiera qué clase de buena consorte necesitaba yo. Todo quedaría claro cuando yo pusiera un anillo en su dedo y la llevara a Ravenhall, mi fortaleza en Escocia.

Confiado de que él era el impulsor de aquel compromiso deje que Dorian creyera que todo estaba en sus manos como bien había acostumbrado a tener mi actuar desde hace años pero no todo era lo que aparentaba. Era mi hermano, solo por ello podía tener algo de mi respeto y por ello mientras manteníamos reuniones de alianzas, mientras bailábamos en los salones del Palacio Royal, mientras gozábamos de la cortesía de las mujeres francesas en nuestras camas…mi ejercito en Escocia enviaba a sus guardias ingleses de regreso a Inglaterra. Hace tiempo ya había decidido que ya estaba demasiado grande para seguir bajo la tutoría de mi hermano, quizá eso estaba bien para Stephen pero no para mi, un espíritu libre que simplemente quería tener dominio completo sobre un territorio. Podrían acusarme de traición por tal acción pero no actuaria de una forma en que me perjudicara y por ello todos sus guardias regresaban sin un rasguño a Londres, con excepción de aquellos que habían decidido quedarse a mi servicio. El aporte para La Camarilla seria el mismo sino más solo que el ‘príncipe’ ya no rendiría cuentas a otro rey que el mismo y directamente al Sire.

La próxima vez que viera a mi futuro suegro habría dejado de ser el príncipe y estando en la posición de rey mis exigencias para una consorte serían más estrictas de las que un príncipe puede tener. Que mas no quería si su hija accedería a un puesto mucho mejor que el pactado pero…a qué precio. Sonreí por los buenos deseos de los reyes, no podía unírmeles en el mismo deseo ya que el bienestar principal que buscaría siempre seria en todo caso el mío aunque si yo estaba bien Escocia estaría bien así que levante mi copa sin decir palabra alguna solo sonriendo como si estuviera compartiendo la alegría de los demás cuando en realidad tenía una alegría particular por todo aquello. Bebí lo que quedaba en la copa luego la deje sobre la mesa ya que un guardia se había acercado a tenderme una caja que mi futuro suegro le había enviado para mí. Como era de esperar la abrí la caja e indague sobre lo que abría en el interior, para mi sorpresa, un pañuelo con la flor de lis, el emblema de Francia. Agradecí el gesto al rey inclinando la cabeza levemente ante él antes que se fuera.

Le vi hablar con Dorian y sonreí ante lo que le dijo, esos detalles los tendría que acordar conmigo cuando portara mi nueva corona y dicho sea de paso que no sería tan flexible como Dorian, el rey diplomático, solía ser para aquellas ocasiones. Estreche las manos con los demás reyes antes de que se fueran, salí del salón llevando la caja entre las manos y se la entregue a uno de mis guardias personales para que la llevara a la abadía porque yo me quedaría en el Palacio Royal a festejar mi nuevo estado de compromiso y que noches que había que aprovechar en esa ciudad antes de ponerme la horca al cuello y jurar lealtad a una sola mujer. Más no me asustaba esa idea más de lo que me divertía el pensar en si ella podría realmente tomar el papel de la esposa de alguien como yo.

Camino a los salones empecé a tararear uno de los sonidos que producían los violines en ese mismo instante. Sabía que cuando Patrick y Darren se enteraran de mi aceptación por aquel matrimonio explotarían en risas y burlas pero sabía que aunque me molestara aquella actitud momentáneamente en el futuro seria yo quien disfrutara de las risas al verme casado con una princesa de alta moral y buenas costumbres. Dos seres tan opuestos como nosotros llevando una vida bajo el mismo techo sin duda era algo que pagaría por presenciar y como sacar lo peor de las personas era uno de mis dones ya escuchaba los gritos de queja de la mujer, sus gestos de repudio y enojo, su palabras que pretendían herir a un ser vacio al que no le importaba nada más que el mismo…todo esto me complacía porque el odio era un sentimiento mucho más valioso que el amor que algunos juraban haber encontrado y yo sabía que ella me odiaría, era algo que podía esperar.
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