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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Hania Doe Dom Mayo 07, 2017 12:11 pm

París, 13 de junio de 1810.

Tras el cruce de cartas entre la chiquilla de Assur Black y el sexto consejero, Nicolás Flamel el alquimista,  por fin se producía la audiencia ante el Consejo de los Seis. Hania estaba nerviosa, había repasado con Assur todos los posibles pros, contras y jaques en los que podrían ponerla, pero nunca se sabía qué podía acontecer.

Esa noche la luna brillaba casi llena, seguramente a Uryan y a Esthia les afectase su cercanía, normalmente los ponía de peor humor. Los echaba de menos, pero nada podían hacer allí y menos después de lo que pasó en el orfanato. Debería ir en pie de guerra a ese consejo, Assur le había dicho que se comportase como una Black, altiva, imperturbable... pero ella no era una Black y no podía fingir lo que no era.

Se vistió como siempre, a su manera, combinando una falda azul oscuro con una camisa de satén blanco con florecillas bordadas en la pechera, un abrigo de color marfil y el pelo recogido atrás, lo que hacía que sus ojos aún pareciesen más grandes. Ilhan, su guardaespaldas iría con ella en todo momento. Eran una extraña pareja, la rubia chalada y el mosquetero fuera de lugar, pero lo bueno es que Ilhan no hablaba demasiado y sabía estar en segundo plano, respetando su espacio sin molestar. La reunión tendría lugar en la sede del Consejo, en el ático de un edificio de rancio abolengo en el centro de la capital francesa.

Cuando llegaron, en la puerta los esperaban los ghouls de algunos de ellos, que eran los encargados de dejar pasar sólo a quienes estaban en la lista, acompañados de algun que otro vampiro que vigilaba la entrada a ese lugar. Dejaron pasar a ambos y los condujeron hasta la última planta, donde tras cruzar algunas puertas llegaron hasta la que ella recordaba, un inmenso portón revestido de cobre con grabados que se asemajaban a las puertas de Ishtar con los leones y el resto de animales de fauces abiertas. recordó aquella vez que la llevaron al centro de la sala cuando sin querer mató a Ramsés II. Entonces no tenía ni idea de quienes eran, de lo que querían de ella, pero esta vez estaba más preparada. Entró con paso firme y se colocó donde la otra vez.

Buenas noches. ¿Puedo dejar mi abrigo en algun lugar?

Ya que no había ninguno de los sirvientes pasadas las puertas, nadie se lo había pedido, pero era de lógica aplastante que hubiera un perchero o algo similar ¿no?

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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Miér Mayo 10, 2017 5:19 pm

Los rostros del consejo no podían ser más hostiles. Después de todo, esa chiquilla había sido la que había acabado con uno de sus miembros. Todos menos dos. Uno de ellos se mostraba completamente indiferente. El otro le dedicó una sonrisa que hasta se podría calificar de entrañable. No hacían falta presentaciones para saber que se trataba de Flamel.
Personalmente, el alquimista dejó su asiento en el semicírculo que formaba el Consejo, el segundo contando desde la derecha, y bajó los tres peldaños de la tarima sobre la que se alzaban.
-Bienvenida -la saludó con una sonrisa, extendiéndole la mano para cogerle la prenda. Podría ser un Consejero, pero era, ante todo, un caballero-. Me alegra que haya podido venir. ¿Ha tenido algún problema en el camino?
No pensaba -ni debía- mostrar esa inclinación que sentía hacia Hania de un modo demasiado evidente. Ya había intercedido para que la recibieran, por lo que de todos era sabido que se trataban. Además, Hector había movido los hilos adecuados para asegurarse de que nadie se atreviera a tocar un solo pelo a la muchacha.
Flamel se separó unos metros de Hania, hasta dejar su abrigo sobre la baranda de madera que bordeaba las tres filas de asientos tapizados en azul que en ese momento estaba completamente vacías.
-Siéntese, por favor -le indicó, ofreciéndole el asiento que quedaba en el medio de la sala, justo en el centro del arco que trazaban los del consejo, en una posición más baja-. Estamos ansiosos por escuchar lo que tenga que decirnos. Nada nos complacería más que evitar problemas internacionales con Londres. No están para nada contentos con la situación. Cuando quiera...
Los otros cinco consejeros no dijeron nada, por el momento. Se limitaron a seguir los movimientos de Flamel hasta que estuvo de nuevo sentado en su lugar, y a observar a Hania con la mirada entrecerrada por la sospecha. Se notaba que ninguno quería estar allí, salvo Flamel, que esperaba con ansias que la reunión acabase para poder intercambiar unas palabras con Hania de una forma más privada.
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Mensaje por Hania Doe Jue Mayo 11, 2017 3:47 pm

Hania los observó con detenimiento, escuchando el traqueteo de algunos de sus cerebros al pensar. Por mucho que tuvieran poderes mentales, los de la rubia eran extremadamente potentes y cualquier descuido se colaba bajo la rendija de sus barreras para ir a parar a su cabeza.

Suspiró para tranquilizarse, aunque eso no fuera necesario ya que no necesitaba respirar y se suponía que tenían mucho autocontrol. Se acercó de nuevo al lugar donde la otra vez la citaron para acusarla de haber matado a Ramsés y empezó a hablar.

Lamento mucho lo que le sucedió al príncipe Mithras de Londres...no crean que le deseo ningún mal a nadie. Pero no fue Assur Black. Sé que pensarán que lo digo porque quiero protegerlo, porque es mi sire, o porque pudiera estar controlada por él... pues sepan que me ha costado mucho venir, él no quería que lo hiciera porque daba por sentado que me tenderán una emboscada.

Elevó sus ojos y los miró uno a uno, de frente, pero no de manera sobrebia ni desafiante sino con esa luz cristalina que toda ella emanaba. Su candor, su sinceridad, era tan atípico entre los monstruos que los llevaba a recelar.

Sé que algunos de ustedes lo quieren muerto, de la misma forma que me quieren muerta a mi...y no les culpo. No hay día que no me maldiga por lo que hice, aunque fuera para defenderme, quité una vida. Después de eso, volvieron a atacarnos con sus mercenarios, y quité algunas más. Y cada una de ellas me persiguen en sueños.— hizo una pausa y se colocó el pelo tras las orejas, reordenando su hilo de pensamientos.— Pero no estoy aquí para recriminar nada ni hablar de eso. Lo que quiero decir es que no fue Assur Black, se lo puedo asegurar. A estas alturas ya saben que escucho voces, y escuché la mente del asesino de Mithras y no era la de Assur, la suya la conozco bien. No sé quien es, no lo conozco ni sé su nombre, pero hay alguien que está calumniando a mi sire por alguna razón, y mi teoría es que ese alguien está utilizando a este Consejo para que le haga el trabajo sucio.

Se quedó quieta esperando sus reacciones, sus preguntas, su desprecio o su veneno, lo que fuera que cada cual quisiera dedicarle a la chiquilla de Assur. Cuando miró a Flamel esbozó una media sonrisa tímida, gracias a él estaba allí y podía defender su causa.
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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Mar Mayo 16, 2017 4:28 pm

Hania había tocado una fibra muy sensible. Mucho. El Consejo estaba formado por vampiros antiguos y poderosos. Algunos habían sido considerados dioses para algunas culturas. Por lo que no se tomaron demasiado bien esa sutil -o no tan sutil- insinuación de que estaban siendo manipulados.
-Este Consejo ha tenido a bien escuchar tus palabras, pero no tolerará ninguna ofensa -habló Jacob, su voz destilando orgullo.
A su lado, ocupando la silla simétrica a Flamel, Anut, la "diosa" fenicia, se levantó de su asiento. Gesto serio, pétreo. La única señal de que no era tallado en mármol era la tensión de sus labios apretados y la gracia con que sus ropas siguieron el movimiento de su cuerpo.
-¿Qué clase de circo es éste? ¿Pretendes que cualquier duda respecto a tu señor se disipe sólo porque tú oyes voces? ¡Qué conveniente!
Jacob y ella, que se sentaban codo con codo, se miraron, apoyándose mutuamente en el pensamiento de que todo aquello era una pérdida de tiempo. Esa chiquilla iba a decir sólo patrañas para defender a su Sire. No iban a sacar nada en claro.
-Algunos de los nuestros tienen habilidades mentales muy poderosas -intervino Flamel, para intentar calmar las aguas y mover un poco la balanza hacia Hania. Estaba encandilado con esa sonrisa y con la candidez que emitía su aura.
-Sí. Pero estamos hablando de una chiquilla que es poco menos que una neófita y que, casualmente, ni siquiera estaba lo bastante cerca del lugar como para poder percibir nada -rebatió la fenicia.
-Sabemos que son pocos lo que podrían tener un poder así, mi querida Anut. Pero podría decirte algunos con nombres y apellidos -la sonrisa del alquimista revelaba que pensaba en un nombre y un apellido concretos. Hector Lebeau-Fortier.

Pocos, casi nadie, sabían que Fortier ya había sido poderoso antes incluso de ser vampiro. Vampiro, no le gustaba la palabra cainita, aunque para la mayoria fueran sinónimos. Él no era un hijo de Caín. Su padre era el Cielo y su madre la Tierra. Él ya existía mucho antes de Caín. Pero su vida anterior había quedado atrás, junto con su verdadero nombre.

La mujer se calló, sabiendo a quién se refería, porque habían intentado ganarle para el consejo y, tras negarse, había conseguido meter en él a Flamel. Pero el alquimista contaba con su apoyo y el Consejo sabía que no era buena idea tener a un vampiro como él en contra, no sólo por el poder que ya poseía, sino por todos aquellos a los que podía arrastrar.
Se sentó de nuevo, con un suspiro:
-No es lo mismo. Estás hablando de un Antiguo.
-Si Hania vive lo suficiente, podría llegar a serlo, como cualquier otro.
-De todos modos -intervino Lucio, con parsimonia-, aunque sus poderes mentales fueran TAN magníficos... no tenemos forma de saber quién es el culpable o si lo que ella está diciendo es o no verdad. A menos que podamos hurgar en su mente... -la sonrisa que mostraba dejaba claro que disfrutaría mucho con la información que pudiera sacar.
-Podemos fiarnos de su palabra.

En la tranquilidad de su casa, Hector sonrió. Su conexión mental con Flamel le permitía vivir en directo todo lo que tenía lugar en la sala del Consejo sin que nadie se diera cuenta. Y, aunque no fuese así, el alquimista se lo contaría con pelos y señales. Sin embargo... en esa ocasión quería estar "presente".
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Mensaje por Hania Doe Miér Mayo 17, 2017 3:41 pm

Hania esperó mientras el Consejo deliberaba. Se quedó quieta en el lugar que ocupaban los "acusados" cuando se reunían los ancianos mirando el techo del ático, estaba cubierto de frescos pintados  en colores apagados, con escenas que recreaban la naturaleza y las figuras danzantes y alegóricas. Podía escucharlos murmurar, pensar en hurgar en su cabeza...sabía lo que diría Assur respecto a eso, y desde luego no iba a dejarse. Pero Flamel salió en su defensa y apaciguó al Consejo, al menos por el momento.

Regresaron los rostros graves y serios, la severidad y los rictus en el rostro de Anut y de Jacob, la frialdad despreciativa de los romanos, la indiferencia de la reina celta... no podía esperar otra cosa. Fue Anut la que sentenció:

Por el momento iniciaremos una investigación, pero no te vas a ir de rositas. Regresarás dentro de cinco días, y si no hay noticias de las investigaciones ni tú tampoco averiguas el nombre del que dices que es el culpable...entenderemos que Assur Black fue el autor.

Cinco días... eso era poco tiempo. Tenía que decírselo a Assur, y tampoco es que supiera focalizar y dominar su poder para rastrear esos pensamientos. Pero al menos ganaban tiempo. Asintió y los vio levantar la sesión y marcharse de sus sitiales, seguramente rumbo a donde fuera que tuvieran su guarida para seguir conspirando. Esperó a que Flamel bajara los escalones restantes y le trajese el abrigo.

Su rostro era ovalado con la cabeza un poco grande para el resto del cuerpo, peinando la raya al lado y con una barba pulcramente acicalada en forma de pico. Vestía elegante, correcto y sobrio. Sus ojos tenía arrugas que los empequeñecían y los hacía parecer aún más oscuros de lo que eran, pero en conjunto, daba la impresión de ser un hombre avispado, inteligente (no en vano había sido el más famoso alquimista) pero de buen fondo. No se veía en sus gestos esa soberbia, esa codicia sin límites, ese veneno que corrompía todo a su paso. Cuando se acercó a la joven, Hania le sonrió.

Tenía ganas de conocerlo... no sabe cuánto le agradezco lo que ha hecho por mi. Me ha dado un voto de confianza en este mundo que no se caracteriza precisamente por la bondad o la compasión.

Nicolas Flamel:
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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Jue Mayo 25, 2017 2:39 am

-Ah, mi querida señorita Doe. Créame, mis ganas de conocerla por fin también eran enormes. Siento mucho que haya terminado en una situación tan incómoda, pero me temo que no he podido hacer más. Estaban muy reacios a recibirla. Estamos siendo presionados por el Consejo londinense para presentar un culpable y muchos de los indicios apuntan a Black. Va a ser una batalla complicada.
Flamel le ofreció su abrigo y, con un gesto de la mano, se ofreció a acompañarla hasta la puerta. La conversación no podría alargarse demasiado, porque las obligaciones del Consejo le reclamaban. Además, debía poner al corriente de todo al sr. Lebeau-Fortier; él también se había tomado muchas molestias tocando los hilos adecuados en el Consejo para que Hania fuera recibida. Por lo visto, la chiquilla había despertado su interés.

Flamel no lo sabía, pero el interés de Héctor en Hania iba mucho más allá de la muchacha. Iba hasta su Sire. Héctor tenía cuentas pendientes con un vampiro. Uno antiguo. Más antiguo que él mismo, incluso. No era de los que perseguían y mataban a su raza, por mucho que no fuera su raza original. Se adaptaba a los tiempos. Pero con ese vampiro en concreto era algo personal. Demasiado personal.

La transformación había supuesto cambios buenos y malos para Héctor. Le había liberado de su encierro en la prisión más profunda del Tártaro, sí. Pero le había anclado al mundo de los humanos, de los mortales. Ahora, el plano en el que había vivido toda su existencia le era inalcanzable y sólo podía observar el brillo de la luna en el cielo. En la distancia, donde no podía tocarla.

Una profunda rabia le invadió y la copa de brandy que tenía en la mano acabó en la chimenea. Habían pasado más de cinco mil años, casi seis mil... Y ni un solo día había dejado de pensar en su venganza. No podría regresar, lo sabía. Pero cuando diera con el responsable... Verian juntos el último amanecer.
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Mensaje por Hania Doe Vie Mayo 26, 2017 11:10 am

El alquimista parecía un hombre sabio, uno de esos que podría encontrarse enseñando en la Universidad, o desarrollando inteleigentes artefactos que traerían progreso y bienestar. Su tono de voz, sus ojos vivaces y nerviosos, las arrugas de su frente...pero lo esperaba de otra forma. Su presencia no le infundía bondad, sólo una inteligencia muy aguda y en ocasiones eso no tenía por qué ir de la mano.

Fue amable en todo momento pero Hania notaba algo extraño, no era algo físco, era algo etéreo que no podía explicar, como una sensación. Se giró un par de veces hacia atrás, era como si tuviera un par de ojos clavados en el cogote, observándola en la oscuridad. Había escuchado que ciertos vampiros podían fundirse con la sombras de tal forma que eran invisibles a los ojos de los demás. ¿Podría ser eso? habría alguien más en esa sala escuchandolo todo?

la sesanción de desazón no la abandonó ni siquiera cuando Flamel iba a despedirse. Le dio la mano y cuando fue a decir algo como "Espero verle pronto" las palabras no salieron por su boca. Se quedó absorbida por un instante en aquellos ojos. Fue como si la llevaran de paseo hacia otro lugar, la abdujeron y se sintió caer en la oscuridad donde de pronto surgieron otros ojos, marrón-verdosos, fríos y ancianos. Alguien la observaba desde dentro de Flamel. Ahora podía sentirlo, no era la mente del alquimista la única que estaba allí, había alguien más. la mirada clavada en ella le transmitió dolor, rabia, soledad. En su cabeza se dibujó una luna y un volcán donde una fragua eterna escupía roca candente. Salió de aquella ensoñación que apenas duró medio segundo y susurró.

¿quién...eres?

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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Dom Mayo 28, 2017 8:23 am

Héctor siempre había sido consciente del poder de su mente. De hecho, su transformación en un ser de las tinieblas había limitado sus opciones. Eso le frustraba. Porque podía hacer mil cosas. Millones. Podía controlar mentes y cuerpos, leer pensamientos, dominar a otros y someterlos, crear ilusiones, descubrir secretos... Tantas y tantas cosas que sus poderes mentales le permitían. Y, sin embargo, había algo que no podía hacer; no podía regresar a sus orígenes. No podía volver a portar el nombre que el Cielo y la Tierra le regalaron. El que sólo volvía a escuchar de labios de Febe en sus sueños, donde el recuerdo tomaba posesión de todo.
La mente de Flamel, ansiosa de conocimiento, abierta a nuevas experiencias, una esponja deseando empaparse de todo lo que él podía ofrecerle se abrió para él como un libro deseoso de compartir los secretos escritos en sus páginas. Le ofreció una posición, una opción de cambiar ese mundo decadente en que se movían y que el científico veía con ojos críticos.
Juntos trazarían las líneas sobre los que otros escribirían la historia. Y Flamel estaba entusiasmado.
Le llevó hasta ella, hasta Hania. La chiquilla de Black. Escribió las palabras que le dictaba, le envió las esperanzas que necesitaba y una audiencia en el consejo que él se había encargado de organizar tocando las teclas adecuadas. Todo para avanzar en el camino que se había trazado casi seis mil años antes.
Pronto ella acabaría frente a él, cara a cara. Y podría obtener de esa mente casi infantil toda la información que necesitaba del Antiguo.

Sin embargo, el griego no contaba con ser descubierto antes de tiempo. No contaba con el poder que encerraba la mente de Hania. Se abrió una brecha en los pensamientos del alquimista y, a través de ellos, se dibujó un puente entre ellos. Las brumas de los pensamientos inconexos se separaron para dejarles el uno a la vista del otro. De una forma etérea e irreal, sin que el dueño del espacio mental que ocupaban fuera consciente de ello o notara nada. Para Flamel, aquello no estaba ocurriendo, pues él era sólo el canal a través del cual Hania y Héctor se veían.

-Adelfí -escapó de sus labios en un susurro atónito, en su lengua materna.
Pero no. Había rasgos en ese rostro que había aparecido ante él que no se correspondían con los de su hermana, su amor, su amante. No era Febe. Claro que no lo era. Si Febe hubiera tenido la desgracia de acabar en ese mundo, igual que él, la habría encontrado, estaba seguro. Simplemente había sido un lapsus, un mal juego de su mente, sorprendido por la forma en que la rubia había llegado hasta él.
Recuperándose del momentáneo estupor, Héctor esbozó una sonrisa ladeada y dejó que su voz de barítono alcanzase la mente de la muchacha:
-Puedes llamarme Héctor. Creo que esta intimidad nos permite prescindir de las formalidades.
Con un gesto de la mano pareció invitarla a ir con él, como si le ofreciera un puesto a su lado, en el salón que ocupaba y que ella, entre las brumas, no podía ver. Pero la invitación estaba allí. Si quería llegar hasta él, tenía la puerta abierta. Y Flamel sabía el camino.
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Mensaje por Hania Doe Mar Mayo 30, 2017 10:31 am

Héctor, el que acechaba entre las sombras. Le tendió la mano hacia un lugar que ella no podía ver, y al que no podría acceder porque ambos se estaban comunicando a través de la mente de un catalizador, de Flamel. Asintió brevemente y retiró la mirada del alquimista aprisionando su abrigo con las manos, dejando que se disiparan las brumas mentales por un instante.

lléveme con Héctor, por favor. Me está esperando.— le dijo al consejero sin más. Estaba dispuesta a llegar al fondo de aquel asunto. ¿Por qué aquel tal Héctor la espiaba a través de otra persona? era un brujo mentalista? era otro vampiro? fuera como fuese, lo había sentido al otro lado, y eso era muy raro, normalmente sentía los pensamientos cercanos como saliendo de las cabezas de los demás, y si eran lejanos eran como un fino haz de luz que llegaba desde algún otro lugar y ella sólo tenía que seguirlo para llegar hasta su propietario. Pero esta vez había sentido que la espiaba, como si lo viera a través de una ventana. Y al parecer él también se había sorpeendido.

¿qué significa "adelfí"?.— le preguntó a un sorprendido Flamel.
Hermama en griego, ¿por qué lo pregunta?
por nada, es una palabra que escuché ayer y no sabía su significado.

Mintió, porque no iba a contarle a Flamel que Héctor la había llamado así. "Hermana". ¿Tendría una hermana perdida y la estaba buscando? quizás por eso espiaba a la gente, para tratar de encontrarla. Hania siempre tan confiada, tan predispuesta a ver la parte buena y positiva de los demás, sin pensar ni por un momento que Nicolás Flamel hubiera sido un títere todo ese tiempo.

El alquimista la llevó hasta la casa del vampiro y allí obligaron a su guardaespaldas a esperar fuera, Ilhan se negó pero Hania necesitaba sabr quién era ese tal Héctor que podía verla y escucharla mentalmente y ella a él. Finalmente accedió a quedarse en la puerta y si pasaba algo, entraría a socorrerla.

Llamó a la puerta del salón donde le dijeron que esperara y cuando escuchó "Adelante" entró despacio y cerró tras ella. Era una estancia agradable, bien decorada y amplia, llena de libros y cuadros, una chimenea que ardía sin tregua y buenos muebles. Se quedó cerca de la puerta observando al anfitrión. Físicamente imponente, de rasgos proporcionados y cincelados, piel canela y ojos penetrantes.

buenas noches...creo que ya lo sabe pero por si acaso, me llamo Hania Doe y tiene usted un aura muy oscura y roja, como si viviera en las entrañas de un volcán... aunque no sé como ese lugar, porque nunca he estado en ninguno.— podría llamarlo "La Sombra". Nadie le había dicho como era su aura, quizás es que no tuviera o nadie quería amargarle el día.


Última edición por Hania Doe el Mar Mayo 30, 2017 1:46 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Mar Mayo 30, 2017 1:35 pm

Flamel se sorprendió de que Hania le preguntara por Hector, porque nunca le había mencionado en sus cartas. Sin embargo, no comentó nada. Acompañó a la rubia hasta la mansión Lebeau-Fortier y la guió hasta la biblioteca, donde el amo y señor de la casona esperaba su llegada. Todo en esa casa gritaba magnificencia. Una decoración sobria y elegante, sin ser demasiado ostentosa o recargada, propia de alguien que sabe que no necesita artificios para dejar claros su clase y poderío. Héctor era un Dios, un Titán, su sola presencia irradiaba poder, su pose, soberbia.
Recibió a Hania con una sonrisa, poniéndose de pie cuán largo era para acercarse y detenerse junto a ella.
-Bienvenida, Hania.
Tomó la delicada mano de la vampira entre las suyas, de dedos largos y rectos, con uñas pulcras. Varoniles, pero no rudas. Se la llevó a los labios e inclinó la cabeza para besar su piel, mirándola intensamente a los ojos, como si quisiera leer en ellos. Pero no trataba de entrar en su mente, no de una manera burda, como hacía con cualquier otro, rompiendo las barreras de sus cerebros como quien patea una puerta de mandera endeble y la deja totalmente astillada. No. Con Hania no quería eso, no quería arrasarla y someterla, no quería medirse los poderes mentales con ella. Quería seducirla, intelectualmente hablando. Quería que ella le abriera las puertas a su alma, que le mostrara sus secretos, que cayera en su red y le llevara hasta Assur.

El Antiguo era su objetivo, como tantos otros antiguos lo habían sido en el pasado. Como otros lo serían en el futuro si el cainita no era el indicado. Su búsqueda continuaba. No eran tantos los vampiros que acumulaban sesenta siglos, pero sí eran difíciles de atrapar, era difícil descubrir sus secretos, era difícil encontrar al que buscaba.
Sonrió más ampliamente cuando habló de su aura. Era una forma interesante de entrar en una conversación.
-Esperaba que nuestro encuentro fuera menos... improvisado. Pero dadas las circunstancias, casi que es mejor así.
Cuando quisieron darse cuenta, estaban solos. Hector no había tenido que decirle a Flamel que se retirara, el alquimista había cumplido su cometido allí y sabía que su señor quería hablar con la chiquilla a solas.
-No diré que siento haberme inmiscuido de ese modo en su audiencia con el Consejo. Después de todo, yo mismo toqué algunas puertas para que nuestro buen amigos Nicolas pudiera llevarla ante ellos. Es un gran Consejero, pero es un recién llegado y todavía necesita un poco más de recorrido para imponer una presencia non grata a sus compañeros. ¿Coñac? ¿Vino? ¿Algo un poco más... caliente? -ofreció, señalando con un ademán el pequeño mueble bar que tenía con varias botellas de cristal y vasos tallados, al que se había acercado mientras hablaba, para servirse dos dedos de licor. En sus ojos pudo ver que la referencia final era relativa a la sangre-. Quería saber de primera mano lo acontecido en tu audiencia. Me interesa mucho la decisión final del Consejo. No quisiera que tomaran decisiones equivocadas que nos llevaran a todos a la desgracia.
O más bien no quería que tomaran decisiones que pudieran afectar a su eventual encuentro con el Antiguo.
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Mensaje por Hania Doe Vie Jun 02, 2017 4:24 pm

La rubia se sobrecogió con la presencia de Héctor cuando estuvo más cerca y tomó su mano para besarla. Era como darle la mano a la muerte o algo así. Es como debían sentirse los neófitos cuando conocían a los ancianos como Assur o él. El primer vampiro al que conoció ella fue Assur y fue en una condiciones deplorables, quizás por eso no había sentido como se cernía esa sombra alargada sobre su existencia, para ella fue todo lo contrario: la salvación. Pero Héctor no era su sol, era un vampiro anciano, poderoso, una amenaza que podía sentir en el aura que emanaba de su cuerpo.

Pero para ella el peligro no estaba en esas criaturas nocturnas, estaba en perder la razón completamente, el peligro era olvidar algún día lo que era llorar o sonreir, el peligro no era cuestión de sufrir golpes o torturas, el peligro era no saber a donde ir, ni encontrar jamás su sitio. El peligro era ceder a los demonios que habitaban en todos y cada uno de los de su especie.

Escuchó la perorata del griego atentamente, sin desviar sus azules ojos de los de él. De sus palabras se desprendían muchas cosas, datos que podrían ser estratégicos, pero Hania no pensaba nunca en clave de estrategia, sino de sentimientos. Cuando Héctor terminó tardó unos segundos en responder. Bajó los ojos a sus propios pies unos instantes, reflexionando y luego volvió a buscar los de Héctor.

Usted escribió las cartas.— Su tono no fue tanto de reproche como de constatación de un hecho.— creí haber encontrado comprensión en las palabras de Flamel, creí haber encontrado una intención sincera, una mano tendida sin exigir un pago a cambio. Pero no fue él.

Pasó la mano por el respaldo del sofá que lo tenía a un lado, repasando uno de los dibujos del brocado que tenía la tela, los gestos repititvos la ayudaban a no dispersarse y a centrarse en continuar el hilo de pensamientos en el que estaba metida. De nuevo al cerciorarse de qué es lo que había pasado allí sintió el frío invadir su interior, de nuevo regresaba a las alcantarillas mentalmente, a esconderse de quienes podían hacerle daño. Porque era la vergüenza de su raza.

Breath me:
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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Vie Jun 02, 2017 4:42 pm

-No te sientas engañada. La mano de Flamel estaba ahí, al igual que su comprensión. Nicolas ansiaba realmente conocerte y ayudarte. Él me habló de ti y no pude evitar inmiscuirme. El resultado es lo que importa. Hubiera preferido que nos conociéramos en mejores circunstancias.
El Antiguo volvió sobre sus pasos, con el vaso de licor en la mano, aunque no lo probó aún. Ocupó la butaca de alto respaldo que había a un lado de la chimenea y le ofreció asiento en la otra, frente a él. Aunque tampoco se tomaría a mal que eligiera sentarse más alejada de él. La inocencia que irradiaba era genuina. El tipo de inocencia que él había corrompido durante siglos, en un vano intento de drenar la rabia y la frustración. No obstante, no sería la de aquella chiquilla la que él tomase. No había sido esa su intención al acercarse a ella, sino algo mucho más grande a sus ojos.
-Sin embargo, me ha sorprendido sobremanera que hayas sido capaz de notar mi presencia a través de Flamel. Ninguno de los otros consejeros ha notado nada. Tus habilidades mentales deben ser potencialmente infinitas.
Y eso se notaba que le había dejado marcadamente sorprendido. Atónito. Sin palabras en un primer momento. Creía que sólo él podía llegar a ese nivel. Y antes de convertirse en lo que era ahora. Tal vez esa chiquilla era más interesante de lo que había pensado en un primer momento. Por suerte para él, sus habilidades aún eran superiores y estaban mucho más trabajadas que las de la rubia, así que podía mantener el control y cerrarle el acceso a su mente. Había recuerdos que guardaba muy celosamente.
-Dime, ¿Black te permite desarrollar todo ese potencial?
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Mensaje por Hania Doe Vie Jun 02, 2017 4:54 pm

Se acercó a la butaca dudando de si sentarse o no, porque aquella conversación podía derivar en muchas cosas, pero ya estaba allí y si quería hacerle algo nada se lo podría impedir, así que llegados a ese punto era mejor saber en qué se había metido realmente.

No podía esperarse calidez por parte de un antiguo, se suponía que habían llegado a serlo porque eran monstruos, pero ella tenía el ejemplo vivo de Assur, bestia, demonio y sin embargo capaz de verla, de quererla a su manera, de tratar de hacerlo bien aunque sin éxito. Pero Héctor se descubrió en seguida. El fin justificaba los medios y sólo estaba allí porque había captado su presencia y tenía poderes mentales importantes.

¿se ha soprendido? quizás es como lo que sucede con la soberbia, que se cree en la cima de todo y no espera que alguien la supere.— en su tono no había acritud, pero ciertamente ese exceso de autocomplacencia le molestó de alguna forma. Sí, ella no era nada, sólo una rata de alcantarilla, pero una que podía matar al depredador con pensarlo. Y el respeto que merecía no lo merecía por peligrosa o valiosa, lo merecía porque era una persona.— Assur me anima a hacerlo, pero yo no quiero activar el Caldero de Sangre.
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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Vie Jun 02, 2017 5:15 pm

El griego sonrió. Touché. Le había llamado soberbio. ¡Pero es que lo era! ¿Cómo no iba a serlo con lo que llevaba a las espaldas? Dejó escapar una risa suave, comedida. Si pretendía ofenderle con esas palabras, no lo había conseguido.
-Mi padre es el Cielo y mi madre es la Tierra -dijo para comenzar su respuesta. En su lengua natal. Aunque luego lo repitió en un perfecto francés, libre de acentos extranjeros o dejes extraños-. Los mortales existen porque nosotros permitimos que existieran.
Era una frase con doble interpretación. Por un lado podía dar a entender que los humanos sobrevivían porque ellos, los cainitas, les dejaban. Por otro -y era éste el sentido por el que iba Héctor-, constataba el hecho de que antes de su caída, antes de acabar en aquel plano de existencia, lejos de sus orígenes, sus meros deseos habían dado forma al mundo.
-La mente es un universo en sí misma. Ofrece multitud de posibilidades. La capacidad de disponer de la vida de otros es nuestro privilegio.

Así había sido desde el origen de los tiempos. Los Dioses, los Titanes, tenían el mundo a sus pies y los mortales vivían según sus designios. Ellos decidían bonanzas y desventuras, la sucesión de las guerras, el crecimiento de las montañas, el vaivén de los mares, el día y la noche.
¿Cómo no iba a ser soberbio alguien que tiene en sus manos semejante poder? No estaba avergonzado de haberlo tenido y haberlo usado.
Ahora, perdido, atrapado en aquella cárcel de piel de mármol y frágil hueso, veía todo como un glorioso recuerdo que alimentaba la hoguera de su venganza, el volcán latente que esperaba el momento de erupcionar.
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Mensaje por Hania Doe Sáb Jun 03, 2017 9:25 am

Héctor no parecía ofenderse al escuchar aquel reproche velado, al contrario. Pero tampoco tenía sentido ofenderse por algo que era más que obvio y que para él no era un contratiempo.

La respuesta del griego llegó acompañada de media sonrisa y Hania observó sus facciones marcadas, sus labios jugosos, sus ojos verdosos cargados de toda una eternidad de vivencias. "La Sombra". Era hermoso como la noche pero terrible como el dolor, podía intuirlo.

"Mi padre es el Cielo y mi madre es la Tierra"... Cuando  escuchó esa frase se le heló la sangre que corría por sus muertas venas, se quedó paralizada, sus labios se entreabrieron involuntariamente mientras su mente viajaba a tres años atrás en el viejo orfanato de Saint Clemence, en la sala común. Sus pasos resonaban en la vieja madera, recordaba vívidamente el olor del pulimento de la misma, el tacto de la leña que llevaba entre los brazos, rugoso y seco. Como a cámara lenta los recuerdos la asaltaron violentamente; la visión de todos los niños ensangrentados, muertos en el suelo como un reguero de piezas de carne inservibles en un matadero, el monstruo agazapado sobre el pequeño Jeremy, sus ojos rojos cuando lo soltó y se movió a una velocidad endiablada contra ella, estampándola contra la pared. Ruido de troncos al caer al suelo, pies que no tocaban ya el suelo, garra sobre su cuello y dolor en el mordisco. Después oscuridad y el sabor del hierro en sus labios al recibir el don oscuro.

Estaba perdida en uno de los peores recuerdos que tenía en uno de los peores traumas que habían roto su mente como una hoja de otoño seca bajo una suela de zapato.

Mi padre es el Cielo y mi madre es la Tierra, el viento me lleva a donde le ordeno y la muerte no me toca...— murmuró el resto de la frase en su idioma original, hasta el momento no la había escuchado y tampoco la había repetido. El acertijo críptico del asesino que la convirtió no tenía sentido para ella, pero con las palabras de Héctor se había desatado ese recuerdo enterrado en la memoria. Su mente divagaba errática y convulsa, descargando cada imagen y cada sensación en la del vampiro, el antiguo había asistido en directo a su muerte y conversión, había visto su terror y su impotencia. Después el monstruo estallaba en cenizas a manos de la hermana Adolfina que lo estacó en el corazón en un último acto heroico antes de desplomarse en el suelo desangrada.
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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Sáb Jun 03, 2017 9:57 am

Héctor comprendió a la perfección las palabras de Hania. Esa frase no tenía sentido para muchos, pero para él, para los que habían sido sus hermanos, sus hijos y sobrinos, sus nietos... Para ellos era una clave. Era lo que dioses y titanes se decían cuando bajaban al plano de los mortales para reconocerse. Uno decía la primera mitad y, si recibía la respuesta adecuada, con las palabras precisas, sabía que estaba ante uno de los suyos.

Los titanes habían engendrado dioses; los dioses, semidioses; los semidioses, héroes; los héroes, mortales comunes y corrientes. Y así, la estirpe de los cielos se había diluido y sólo ellos, los primigenios, permanecían. Y fue así hasta su caída, cuando ya otras muchas razas poblaban el plano de los mortales. El ansia de poder de su hermano contra su padre. De su sobrino contra su hermano. Peleas entre ellos que nunca tenían fin, dada su inmortalidad. Los mitos que se transmitían los humanos no eran más que una aproximación fantasiosa a lo que de verdad había ocurrido.

Su historia siempre se contaba hasta la caída de los titanes, pero a nadie parecía interesarle lo que vino después. La forma en la que fueron liberados por una raza que pretendía acabar con los dioses. Los llamados cainitas. Los vampiros.
¿Qué mejor forma de acabar con una raza poderosa que convertirla en otra? Los vampiros aprovecharon la debilidad de los titanes y los liberaron tras haber marcado su carne a mordiscos.

Sin embargo, el poder de los titanes era inmenso y muchos resistieron. Lucharon y vencieron la maldición. Otros murieron en el intento. No en la forma en que los mortales entienden la muerte. Simplemente dejaron de existir como los titanes y dioses que habían sido y su sangre se mezcló en el mundo mortal. Fueron humanos, hechiceros, cambiaformas. Porque todas las razas partían de un mismo origen común. Y otros, como él, quedaron malditos. Perdieron su condición y fueron transformados. Atrapados en el plano de los mortales, pero sin la opción de olvidar que habían sido más que eso.

Juró venganza. Venganza de aquellos vampiros, los antiguos, los que le condenaron a vivir lejos de la realidad de sus padres, de sus hijas, de Febe. No quedaba ya nadie de su estirpe en ese plano y él no podía regresar al superior. Ni siquiera con la muerte. Así que durante cincuenta siglos lo único que movió su vida fue la venganza.

Venganza que le había arrebatado una monja en un orfanato.

El vaso de licor estalló en mil pedazos contra la chimenea y el volcán que Hania había visto en el aura del Antiguo entró en erupción.
Estaba enfadado, airado, iracundo. Toda la clama y el control que mostraba siempre, todo lo comedido y frío que podía llegar a ser quedó en el olvido. Estalló. Las llamas reaccionaron a su furia y crecieron dentro de la chimenea. La mesa que estaba junto a la ventana se hizo añicos contra la pared opuesta. Las cortinas se elevaron, como si un viento huracanado entrase por las ventanas, a pesar de que éstas permanecían cerradas.

Gritó y maldijo en su lengua materna, mientras se paseaba por la habitación. Extrañamente, todo alrededor de Hania permanecía en calma, como si hubiera una burbuja en torno a ella que evitara que los libros que volaban de un lado a otro la tocaran.

Finalmente, Héctor se detuvo, delante del asiento que ocupaba la muchacha. Se inclinó hacia ella, apoyando las manos en los reposabrazos, apretando tanto que se le volvían blancos los nudillos, taladrándola con la mirada.
-¡¡Esa furcia me robó mi VENGANZA!! He aguardado cinco mil años sólo para ese instante. Y me lo habéis robado.
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Mensaje por Hania Doe Sáb Jun 03, 2017 10:29 am

Hania estaba perdida en su propia mente, absorbida por recuerdos dolorosos, por un instante que cambió para siempre su destino y la condenó a ser una bestia que necesitaba la sangre de otros para vivir. Cuando Héctor estalló se estremeció y salió de su ensoñación de golpe, los cristales de las ventanas salieron despedidos en todas direcciones rasgando la piel de su rostro y de sus brazos al pasar. El olor de su propia sangre inundó la estancia. El sobresalto activó la alarma y se levantó deprisa del sillón para correr hacia la puerta.

¿Venganza? de qué venganza estaba hablando? ¿quién le había robado qué? ella sólo sabía que esa frase que rebotaba en las paredes huecas de su soledad era una lengua que ya no se usaba y no entendía lo que quería decir, pero gracias Héctor entendía el significado de una forma automática. Era como un saludo, un santo y seña entre los suyos. Pero no tenía ni idea de por qué lo había pronunciado aquel vampiro cuando la mordió.

Avanzó deseperada hacia la puerta, pero de nuevo, a cámara lenta el fuego de la chimenea se alzó y notó la vaharada de calor a su derecha, el viento huracanado levantando las cortinas y haciendo flotar su pelo y después el golpe seco contra la pared. Su cabeza rebotó cuando Héctor la empujó por la espalda aplastándola contra el muro. Notó la mano cerniéndose sobre su pelo y tirando con saña de él para ladear su cabeza y hundir sus colmillos en el cuello de la rubia. El antiguo estaba desatado, era muerte, destrucción, violencia y caos. El volcán había estallado y se estaba llevando por delante a Hania. ésta gritó cuando sintió los colmillos sobre su piel, en su mente se mezclaban la vieja escena del orfanato y ésta, el monstruo ya no era la bestia agazapada, era Héctor, mordiendo y arrasando, matando, destruyendo.
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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Sáb Jun 03, 2017 11:00 am

Hacía tanto tiempo que no se descontrolaba... desde que aprendió a manejar su nueva situación. Y siendo un hombre inteligente y con una mente poderosa, eso le había llevado apenas unos meses. Más que por el control de la sed de sangre en sí, por el control de su propia rabia, la que necesitaba descargar contra cualquier cosa o cualquier persona.

Aquello fue superior a todo. Había pasado lo que para muchos era una eternidad maquinando esa venganza. Cada paso que había dado había sido única y exclusivamente para dar con los Antiguos responsables de su situación. No le importaban el resto, no pretendía acabar con la raza, era una cuestión puramente personal. Quería acabar con el vampiro que le había convertido en lo que era. El mismo que había convertido a esa chiquilla.

Y, cuando cegado por el arrebato de pasional furia, la mordió, comprendió el porqué.

La sangre de Hania era dulce y adictiva. Podría haber bebido hasta su última gota. Pero precisamente por eso no lo haría. Porque cuando las primeras gotas traspasaron sus labios, cuando la probó, un torrente de imágenes bombareó su cerebro.

Vio a Hania cuando había sido humana. La vio de niña. Siendo un bebé. Vio a su madre y a su abuelo. Al padre de éste y al padre del anterior. Y otra madre. Padre, madre, padre, padre... cientos de rostros que desfilaban ante sus ojos, siguiendo escalón a escalón la línea de sangre, su estirpe, sus orígenes.

Toda esa rabia. Toda esa furia acumulada y que había conservado a presión hasta ese instante en que explotó se esfumó. Se esfumó en el instante en que se tuvo delante a sí mismo. A Febe a su lado. Y a Asteria, de niña, entre ellos.

Su hija. Su línea. Su estirpe.

Se separó de Hania, mirándola con miedo. Con la boca aún manchada de sangre, incapaz de decir nada. Aquello sí que era inesperado. Total y absolutamente inesperado. Siglos y siglos buscando venganza contra quien le había condenado a estar allí, lejos de su familia, viendo a sus descendientes agonizar y morir hasta que no quedara ya nada de lo que una vez fueron...

Para tenerla ahora delante. Y tan hermosa.

No podía mirarla mas que con miedo. Con el infinito miedo con quien alguien mira su copa de cristal favorita, temiendo romperla. Con el infinito miedo a perderla de nuevo, ahora que la había encontrado.

-Ven conmigo.

Porque si iban a tener aquella conversación, sería en un lugar apropiado, no en aquella biblioteca donde todo parecía arrasado.

-Por favor.
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Mensaje por Hania Doe Sáb Jun 03, 2017 11:34 am

Hania se revolvió, pataleó y golpeó sin éxito chocando sus puños contra el muro de roca del Titán. ¡¡Otra vez no!! lo había pasado con el asesino que la mató, con Assur cuando se descontroló, con Ramsés y ahora con Héctor.¡¡No podía soportarlo!! su cuello, la sensación de morir, de desvanecerse y dejar de existir, el sinsentido que comportaba aquello, la descomposición de su existencia...para luego comprobar que no era así, que seguía existiendo pero convertida en una aberración, en un monstruo caníbal, en una patética criatura que moría a la luz del sol y necesitaba de la vida de otros para subsistir.

Vio pasar todas esas personas después de ver el rostro de su madre, y llegar hasta Hector, Febe y su hija. Entendió que su sangre estaba vinculada a la de él por algún extraño devenir, pero estaba demasiado asustada para ser razonable, así que cuando la soltó corrió hacia la salida, resbalando y patinando en el suelo, clavandose más cristales y sangrando. Las heridas no tardarían ni treinta segundos en sanar, pero Hania seguia siendo más humana que cainita y se asustó, reculando hasta la pared, sosteniéndose la mano ensangrentada, y aunque éstaba cerrando, su expresión de miedo lo decía todo. Estaba desencajada, ida.

Héctor le habló con tranquilidad, le pidió de buenos modos que la acompañase a otro lugar, que quería hablar, pero ella no lo escuchaba hasta que consiguió calmarse, respirar despacio aunque no necesitase el oxígeno, y empezó a entender las palabras que salían de su boca. Posó la mirada de nuevo en el griego y después en su propia mano, inmaculada, sin un rasguño, sólo restos de sangre donde hubo cristales. Se puso en pie y se encogió sobre si misma, en ese momento se sentía extraña, pequeña, vulnerable, pero lo siguió a donde la llevara.
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Mensaje por Ceo Lebeau-Fortier Dom Jun 04, 2017 4:22 am

No se atrevió a tocarla. Todavía no había conseguido reponerse del mazazo recibido. Sentía la cabeza a punto de estallar mientras trataba por todos los medios de comprenderlo. Tal vez aún faltaban piezas en ese puzle. Pero antes de buscar nuevos detalles en el dibujo todavía sin definir del mosaico de su vida, tenía que encajar aquel nuevo detalle. Un repentino descubrimiento que hacía tambalearse los cimientos sobre los que sustentaba su frágil existencia.

Abandonó la biblioteca sin preocuparse del desastre que dejaba atrás, de la sangre que les manchaba, de lo asustada que estaba la muchacha. ¡Él también estaba asustado!
Avanzó por el oscuro pasillo, cuyas ventanas estaba tras las tupidas cortinas que impedían al sol entrar durante el día. Subió las escaleras y abrió las puertas dobles de su dormitorio.
Entró y las dejó abiertas para Hania. No había murmurado una sola palabra en todo aquel trayecto. Tampoco sabía muy bien qué decir. Y eso que las palabras eran para él un juego. La estancia transmitía lo mismo que el resto de la casa: elegancia, buen gusto y soberbia. La calidad de los materiales era envidiable. Madera perfectamente nivelada y pulida en los suelos, trazando con los diferentes tonos un dibujo. Una greca que serpenteaba enmarcando el espacio. Paredes pintadas en un suave color crema que hacía destacar las espesas cortinas borgoña, en armoniosa combinación con los colores que vestían la cama, grande, con al menos una decena de almohadones perfectamente dispuestos.
Desde la puerta, la cama quedaba a la izquierda, enfrentada a una gran chimenea, de líneas rectas. Una decoración muy clásica, helenista.

El vampiro abrió el ventanal derecho, de los tres que había en la estancia, el más cercano a la chimenea. De un seco tirón, descorrió las cortinas, dejando a la vista las dos hojas acristaladas que daban acceso a un gigantesto balcón que ocupaba más de la mitad del techo de la estancia que tenía debajo, el salón.
Granito gris quintana pulido cubría el suelo y construía también la barandilla que lo rodeaba. Pero no era la piedra gris lo que más llamaba la atención, sino la estatua de marmol blanco que había en su centro. Bajo la luz de la luna parecía un ser mágico, etéreo, que nacía del mar de plata que asemejaba el granito.
Una mujer de rasgos dulces que parecía sonreír con el cariño más profundo. El artesano que la había tallado había sido un maravilloso artista, pues las telas talladas en la fría piedra parecían realmente flotar y abrazar el delicado cuerpo de la joven.

Héctor se detuvo junto a ella y esperó a que Hania se reuniera con él. Ahora podría reconocer el rostro de la figura. El que había visto junto a él cuando la mordió.
-Mi verdadero nombre es Ceo. Y soy un Titán. O lo fui, antes de que me convirtieran en esto.

La miró, observando su reacción. Hacía tantos años que no usaba ese nombre. Se había prometido que sólo se lo confesaría a ese bastardo cuando cobrara venganza. Pero Hania era parte de su estirpe, su línea de sangre corría por aquellas venas. Tenerla allí era recuperar un pequeño pedazo de lo que fue. Y eso se merecía su verdadero nombre.
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