Escondite [libre]

El comisario nos informó de los turnos aquella misma mañana en cuanto entramos a comisaría somnolientos por una redada que habíamos llevado a cabo la noche anterior, deteniendo a diecinueve personas. Mi superior nos separó en grupos de unos cuatro o cinco policías, destinando a cada uno de aquellos grupos a una misión distinta. Unos se marcharon hacia el Jardín Botánico, dónde los vecinos se quejaban de sonidos extraños en la medianoche. Otros fueron destinados a patrullar las calles más importantes de París. El resto, los repartieron por las zonas más conflictivas. Entonces, el comisario reunió a dos jóvenes y a mí. Ambos eran nuevos en el cuerpo y parecían bastante perdidos y nerviosos. Uno se llamaba Alaric y el otro Max.

- Ésta noche irás a inspeccionar la zona abandonada deParís, Giorkas.- me comunicó el anciano comisario.- Me han llegado quejas de que aún se ve a gente en aquellos lugares abandonados y es peligroso que eso ocurra.- hizo una pausa para mirar a los nuevos y volvió a fijar sus ojos de anfibio en mí.- Llévate a éste par, a ver si aprenden algo.

Y sin más, nos retiramos. Tenía todo el día libre hasta que el sol cayera, así que aproveché para ir a casa y descansar unas horas, reuniéndome a las nueve de la noche con ese "par" frente a una fuente de la plaza mayor. Era de noche, no se divisaba movimiento alguno, pero sí luz en el interior en una de las casas. Les hice un gesto con la cabeza para entrar en aquél lugar.

Como iba frente a ellos, me tocó abrir la puerta, dejando que ésta chirriara por el mal estado de la madera. La primera habitación estaba vacía. A la derecha, se hallaba un comedor. Los pasillos estaban
iluminados por unas antorchas en las paredes y alumbraban un sinfín de recamaras. En una especie de jardín interior, se hallaba un baño de aguas termales y en él, alguien se bañaba.

Me giré hacia los agentes que me acompañaban para ordenarles que subieran al piso superior, pero mi voz se atragantó en mi garganta. Ellos ya no estaban tras de mí y la sangre se congeló en mis venas. Volví mis ojos hacia la joven que, dándome la espalda, salpicaba su alrededor cuando movía sus piernas contra el agua.

Era demasiado cansado y doloroso todo esto. Y más cuando debia finjir en casa de los señores Quatername mientras trbajaba. Pero por desgracia no era nada facil. Temia que cualquier dia de estos no pudiese controlarme e hiciese algo que no debia. Ese dia lo temia con todas mis fuerzas que llegase.

Al menos habia descubierto este lugar. Una casa abandonada. Alejada de todos, que me proporcionaba tranquilidad y descanso. Sin problemas. Sin altercados, sin lo más importante olores y vampiros. Esto me dejaba relajar mis musculos y demás.

Suspiré relajada en el agua. Aquel baño. Era una delicia, el unico lugar en le que lograba que mis tensos musculos se relajasen y volviese a estar tranquila. Demasiado tranquila. Puede ser. Pero a la vez era loq ue yo deseaba. Mañana tendria trabajo pero hoy me quedaria aqui. Al menos así lo queria.

Cerré los ojos dejando que el vapor entrase en todos mis poros. Cuando algo me hizo arrugar la nariz. Ese olor...habia alguien aqui....Y se estaba acercando, demasiado. Corriendo fui hacia mi toalla, la cogí y salí del agua rapidamente tapandome con ella. Me giré y vi a un hombre mirandome.

Mis mejillas se pusieron coloradas, luego mi corazon se aceleró. Seguidamente la rabia y la verguenza me inundo. Me agotaban todas estas sensaciones que aparecian unas tras otras. Eran demasiado agobiantes. Estbaa segura que todo se debia a esto de ser...eso...loba...

Intenté sonar amenazadora y notando como mis ojos se habian vuelto amarillos.

-¿Quien es usted? ¿Que hace aqui?

La figura se alzó de repente, corriendo hacia una toalla o un paño suficientemente grande como para cubrir su cuerpo desnudo. Entonces se giró hacia mí y me descubrió con la boca entreabierta, sin saber qué hacer o cómo tratar la situación. Sus palabras, frías y cortantes con las hojas del cuchillo que llevaba en mi cinturón, me sacaron de mis ensoñaciones, recordándome quién era y qué hacía allí.

- Disculpe, señorita, pero ésta es una propiedad privada y no puede hallarse aquí.- le expliqué con el tono más conciliador que podía permitirme.- Haga el favor de vestirse y salir, es peligroso dado que las paredes están a punto de ceder.

Ojeé los muros que nos rodeaban. Quizás había exagerado el detalle de mal estado, pero lo creí necesario para asustar a la joven y obligarla a desalojar la zona. En cuanto viera cómo se marchaba buscaría a mis compañeros. Mientras, me recosté en una escultura de aire grecoromano a la espera de que la muchacha obedeciera sin más inconvenientes, pero entonces... la estatua cedió y sin saber cómo, caí por un agujero hasta una sala inferior a la del piso en la que me había encontrado.

Le miré sin estar convencida de lo que decía. ¿Quién era el para odenarme nada? No era más que otro hombre más. Y esta casa estaba vacia y por lo que yo hbaia visto. Si era vieja pero no habia peligro de derrumbe. Aunque de todas formas era solo problema mio. Como siempre.

Me quedé mirando al hombre. Lo llevaba claros si esperaba que me vistiese con él delante mia. Me negaba a ello. Puede que lo hubiese perdido todo varias veces. Pero aun tenia parte de mi dignidad. Como joven, como chica y como loba. Iba a decirle algo cuando sin previo aviso el joven desapareció por una pared. ¿Qué que habia pasado?

Quedé allí unos segundos parada sin saber que hacer. Al final salí del agua y me vestí con velocidad, dejando mi pelo mojado caer por mi espalda. Con cuidado y precaucion por si se trataba de una trampa me acerqué al lugar donde habia desapareció el hombre. Y encontré un agujero donde antes habia estado una estatua. Con mucha cautela y cuidado me asomé al agujero por ver si el joven estaba bien. O habia sufrido un golpe.

Pero sin previo aviso, sin ser consciente, sin haber oído u olido a nadie noté como alguien me empujaba y lanzaba por el agujero. Deje escapar un pequeño grito de sorpresa e intenté frenar la caída y para pero fue imposible y cai sobre algo blando. Dejé escapar ungemido que la verdad me recordó a un cachorro y algo confusa me fije quehabia caído sobre el muchacho que seguía allí en el suelo. Me quitá de encima suya corriendo y le miré algo asustada por is le habia hehco daño.

-¿Se encuentra bien Monsieur? Disculpeme, yo no pretendía…alguien me empujó…

Callé en ese mismo instante y llevé una mano a mi frente dolorida. Allí toque algo viscoso y caliente. Sangre…estaba segura…Me habia hecho un pequeño corte. Pero de igual manera sabia que este desaparecia en breves…

Yacía todavía en el rocoso, húmedo y maloliente suelo en el que había caído minutos antes. Hice un ademán para levantarme e inspeccionar aquél lugar cuando algo acompañado por un grito cayó sobre mi espalda, haciéndome soltar un jadeo y una maldición. Ella saltó en cuanto se dio cuenta y se disculpó, notando un fino rasguño en su frente del que emanaba una delgada línea de sangre y de cuya herida empezó a cicatrizar. Suspiré profundamente y me puse en pie, notando que una de mis costillas había resultado dañada. Me sujeté el costado y apoyé una de mis manos en el muro más cercano, asegurándome que ésta vez no cedería de nuevo como había ocurrido con la estatua. Miré a la loba y fruncí el ceño mientras olisqueaba aquél ambiente sórdido y que tan mal augurio me hacía sentir.

- ¿Tienes algo que ver con todo ésto?- le pedí a mi compañera.- ¿Sabes dónde estamos?

Desvié la mirada de su angelical rostro inocente y escruté la sala. Estaba llena de goteras, cadenas, algunos huesos quizás humanos, antorchas encendidas, alguna rata que se paseaba tranquilamente... Era un lugar no muy común y desde luego, no quería pasar allí demasiado tiempo, así que empecé a buscar alguna salida en aquél cuadrilátero, hallando un estrecho pasillo oscuro justo tras lo que parecía un armario. Le hice un gesto a la chica para que me siguiera y empecé a deslizarme por él, sintiendo los muros aprisionando mi espalda y mi pecho, jadeando por el escaso oxígeno que había. ¿Dónde llevaría aquello?

Vi como el hombre se llevaba una mano al costado. Suspiré creo que le habia hecho daño al caer sobre él. Yo no pretendía. Pero me empujaron y no sabia lo que hacia mis mismos reflejos intentandron pararme pero no lo consiguieron. Miré en silencio sin decir palabra alguna como se dirijia a un muro estudiándolo con cuidado. Mirando si estábamos en peligro. Yo imité su gesto olisqueando el aire. Pero solo me olia a cerrado, humedad y muerte…

Negué despacio aunque fui consciente que no se dio cuenta de este gesto pues volvió a preguntar. Iba a contestarle cuando dejó de mirarme y comenzó a mirar la sala. Suspiré ligeramente aun dolorida y miré a mi alrededor. Era una especie de mazmorra, celda o como quisieses llamarlo.

No tenia ninguna buena pinta. Vamos ni por asomo como lo tenia los baños de arriba. Esto era todo lo contrario como si al caer hubiésemos entrado en otro mundo. Mientras desvariaba con mis pensamientos me fijé que el chico me llamaba con la mano a la vez que desaparecia tras un armario.

Sorprendida por segunda vez por la desaparición fui hacia allí y encontré que estaba vez no se habia caído. Si no que habia encontrado una salida.

Corriendo le seguñi y comencé andar por aquel pequeño pasillo. Yo al ser más pequeña que el joven podía pasar con más soltura por aquel sitio. Sin embargo no por demasiada. Pues era igual de estrecho. Llevabamos un buen camino cuando llegamos a otro pequeño cuarto no más grande que el anterior, pero distinto. Habia una mesa con algunos papeles y unas estanterías con extraños frascos y un armario con varias armas de tortura.
Miré al chico y ya por fin vi como me prestaba atención para poder hablar.

-Yo no hice nada Monsieur. Me empujaron al ir a ver si se encontraba bien.-Era extraño pues no llegaba a imaginar quien podía haberme empujado. Seria todo una trampa?-Y no se donde estamos. Por cierto soy Mimi Price. Quizás no sea el mejor momento. Pero es bueno saber el nombre del compañero con el que stoy encerrada.

Llegamos al fin a una sala extraña. Había una mesa llena de papeles y documentos esparcidos en ella, incluso un tintero y una pluma. El tintero estaba volcado y la tinta negra se deslizaba libremente por la madera hasta salpicar el suelo de mármol. Al alzar la vista, hallé varios armarios llenos de libros y más papeles. Antes de comprobar los muros, me dirigí hacia la mesa, revisando sus cajones vacíos y leyendo las cartas que allí habían, aunque estaban en latín y no entendía nada.

Alcé la vista hacia mi acompañante, pero ella no interpretó mi mirada suplicante para que se acercara y leyese aquello, sino algo así como que me contara su vida. Asentí a su presentación, no queriendo parecer un estúpido.

- Soy Loukas Giorkas.- saludé con sequedad, alargando la mano para tomar uno de aquellos folios mientras mi mirada se perdía por aquellas letras ininteligibles.

Mientras buscaba algo en aquellos folios, me fui acercando a las estanterías de libros, alzando la vista unos segundos para leer por encima los títulos de aquellas obras. Sólo uno de esos volúmenes captó mi atención, pues era el único que no tenía polvo en su lomo y carecía de título. Acaricié su costado, percatándome de que su tacto era distinto, era como acartonado. Aunque su color no destacaba entre el resto de los libros. Hice un pequeño gesto para intentar extraer aquél libro del estante, cuando algo sucedió en aquella sala. Unos engranajes empezaron a ponerse en movimientos y los muros dejaron entrever muchas aperturas diminutas de las que algo brillaba en su interior. Sin dudarlo, me lance sobre la muchacha y la arrastré tras el escritorio, debajo de la mesa y protegiéndola con mi cuerpo antes de empezar a escuchar el sonido cortante del aire al filo de unas flechas. Una de ellas me atravesó mi gemelo derecho, haciéndome aullar de dolor. Y sin embargo, la lluvia de flechas continuaba cerniéndose sobre nosotros, quizás hasta que el libro no volviese a ponerse en su sitio. ¡Maldición!

Saludó sin mucho “entusiasmo” más como si fuese una molestia y algo inecesario. Bufé débilmente. Después de que estaba aquí por preocuparme por ver si estaba bien. Puse los ojos en blanco y luego continue mirando todo sin moverme de aquel sitio. Habia leído algunos libros en los que decían que lugares como estos están llenos de trampas. Y la verdad no me gustaría activar ninguna. Entrecerré los ojos centrándome en leer los títulos de algunos libros.

Si era sincera todos estos títulos daban algo de miedo. No quería ni pensar en todas las cosas que podían poner en esos libros. Y no me refiero a cosas bonitas, o cosas para aprender. Me refiero a cosas dañinas o peligrosas. Aunque quizás me viniese bien en esta maldita nueva vida. Quien puede saber. Iba a dar un paso par aleer más de decerca cuando oi un pequeño click y miré corriendo al hombre que tenia un libro en su mano. No…no…pensé. Lo habia hecho estaba segura habia activado una trampa. Miré las paredes asustada cuando fui empujada y lanzada debajo de la mesa. Miré dolorida por el golpe al hombre, pero en ese momento esché silbar miles de flechas. Me estrujé más contra la mesa intentando que así no me diese ninguna. Por suerte era pequeñita y esto no fue tarea difícil. Pero a mi compañero le atrevesó el gemelo una de ellas. El grito retumbó por encima del silbido y casi podría admitir que me dolio a mi
.
Suspiré intentando tranquilizarme y pensar. Mente fría mente fría. Si conseguía eso podría pensar. Miré el libro que tenia en la mano el hombre y recordé en mi cabeza la imagen del hueco en la estantería. Habria que volver a ponerlo. Creo. Habia que acercarse allí como fuese. Pero era difícil y si nos salía mal o no funcionaba podíamos acabar muy mal. Igual de mal que acabaríamos si no hacíamos algo y nos poníamos manos a la obra. Ya era hora de dejar de parecer una cobarde y débil y mostrar que no era nada de eso. Miré al hombre y le grité.

-Creo que hay que poner el libro allí de nuevo. –El asintió. Parecia que habia llegado a la misma conclusión. Miré a mi alrededor y tuve una idea con cuidado y rapidez cogí una silla y la puse pegada a la mesa de ese modo haría de barrera a las flechas.-Por favor necesito tu ayuda. Tenemos que mover la mesa hasta la estantería. Una vez allí uno de los dos se arriesgará a poner el libro de nuevo.

El pareció reacio a mi idea. Pero no le di tiempo y comencé a mover la mesa acabando por ayudarme él. Sabia lo crudo que era esto y también sabia que esta mesa no resistiría de por vida. Por fin llegamos a la estantería. Habiamos esquivados varias flechas por los pelos. Miré al hombre la herida de su pierna no tenia buen aspecto. Por lo que sin darle tiempo a reaccionar hice de tripas corazón y cogí el libro de sus manos.Habia estudiado los intervalos de las flechas y si lo hacia en le momento justo no me darían.

Cogí aire y cuando llegó el momento salí lo justo par ameter el libro en el agujero y volver a oir un click, seguido de otro más extraño pensé. Pero no pude pensar más. Pues una flecha pasó rozando el brazo que mantenía extendido y grité cayendo al lado de la mesa. Por suerte era la ultima flecha pensé mientras me apretaba con dolor el lugar por el que habia pasado la flecha. Miré al hombre.

-Lo conseguimos…-otro click sonó y me asusté.-o…no?

A regañadientes dejé que la muchacha llevara a cabo su idea, regresando el libro al lugar originario pese a que una flecha pasó rozando su piel. Eso me recordó la mía, así que tomé la flecha y la arranqué, soltando un aullido y sintiendo cómo la sangre brotaba de mi herida abierta.

De pronto, las flechas cesaron y respiré aliviado, pero sólo por unos segundos. Otro sonido nos alertó de que aquella pesadilla no había acabado aún y todos mis sentidos se agudizaron. Cuando nada sucedía, miré a mi compañera, siguiendo con la mirada ansiosa lo último que habíamos hecho hasta el momento, recorriendo la distancia que nos había separado del armario y el libro... ¡el libro! No es que hubiera apagado la trampa... es que había activado otra. Miré el libro en cuestión y me percaté de que no estaba en el mismo lugar en el que yo lo había encontrado. De pronto, el suelo empezó a temblar y temiendo lo peor, tomé a la muchacha entre mis brazos y salté sobre la mesa, esperando lo que fuera a ocurrir. Y no tardó demasiado...

Una sucesión infinita de grandes y pequeñas espinas metálicas afiladas envolvieron las cuatro paredes de la sala apuntándonos amenazadoramente. Instintivamente, abracé a la loba contra mi pecho y miré a un lado y a otro. Sabía que eso no terminaba ahí y no me equivoqué. Dos de aquellos muros empezaron a ceder peligrosamente, recortando el espacio vital. El suelo se elevaba y el techo bajaba hacia nosotros, sabiendo que en pocos minutos seríamos puré de licántropos. Debíamos hacer algo, debíamos huir pero... ¿cómo? El tiempo se nos escapaba de las manos y el armario empezaba a ser destruido por aquellas púas infernales. Se nos acababan las opciones...