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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Gusztáv Rákózci-Szöcs Lun Feb 17, 2014 11:07 am

La noche era bastante luminosa, la gran luna estaba en el cielo, las estrellas la acompañaban y aunque no tenía hambre si quería jugar un rato. El mercado de noche no estaba tan concurrido y los que acudían o estaban desesperados o algo perdidos. Me haría pasar por los del segundo grupo, paseando de tenderete en tenderete sin ver ni mirar nada, preguntando como llegar a alguna parte o que era eso que vendían aquí o allá. El plan empezó a funcionar, unos cuantos se reunieron a hablar lanzando miradas indiscretas hacia mi persona mientras pasaba a otro puesto del mercado. Me sonreí, aunque la que atendía era una muchacha joven y bien se podía pensar que me había atraído su apariencia. Finalmente no compré nada pero si llamé la atención de unos cuantos hombres que decidieron seguirme cuando una chica pasó corriendo entre nosotros seguida por otros caballeros con las mismas intenciones que los que iban tras de mí. No debería importarme lo más mínimo pero aquella muchacha acabó por girarse y mirarme.

El tiempo una vez más pareció detenerse, retroceder hasta la vieja Hungría y los inviernos de mi niñez con mi pequeña hermana corriendo mientras hacíamos que la perseguíamos yo y mis hermanos. Pero el tiempo había pasado, mi hermana estaba muerta y a esa niña no la seguían gentes amigables. Me giré sonriendo de par en par con los ojos brillando. - Caballeros, me temo que el divertido juego que iban a llevar a cabo lo dejaremos para otro momento. – mientras intentaban reponerse de las palabras tan extrañas pero que tenían un completo significado para ellos me aproximé al más cercano y lo empujé midiendo las fuerzas para que solo chocara con los otros que lo seguían para que me diera tiempo a salir de su vista.

Lo siguiente fue plantarme entre los perseguidores y la niña que se había metido debajo de una mesa esperando que por ello y el hecho de mirar hacia el suelo lograra hacer que los hombres desaparecieran. - Caballeros, es sólo una niña, cualquier cosa que haya hecho no es para tanto. ¿Puedo ayudarles a solucionar el problema? – pero no parecían dispuestos a colaborar. ¿Quién sería la pequeña? ¿Qué habría hecho para llegar a esa situación?
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Mensaje por Nalia Lun Feb 17, 2014 12:08 pm

No me acostumbraría jamás al frío que hacia tiritar y temblar mi cuerpo, cual parecía nunca terminar. Ya habíamos dejado atrás el invierno, y entrando en primavera los días eran más calidos, pero aún las noches demasiado frías y en la guarida con unos cartones que me había hecho justo en una calle abandonada, poco me resguardaban del frío. Desde que mi padre terminó abandonándome, y huí de aquel lugar, me encontré sola y perdida, sin saber donde me encontraba y donde me dirigían mis pequeñas patitas las que me llevaron tras muchos días de vagar en la soledad y de ruidos y dolores abismales en el estomago, a París. Había buscado alguien que quisiera adoptarme como la pequeña gatita que podía ser, pero todos al verme en un estado desmejorado me habían negado el calor de un hogar y el cariño que proporcionaba una familia, lo que yo en estos instantes mas extrañaba. Por lo que abandonada, pasé el invierno como pude, encontrando cartones sobre los que dormir o casas en las que esconderme los días de nevada. Y cada día iba a la plaza mas cercana de donde dormía e intentaba jugar con los niños, consiguiendo algunas veces unas pocas caricias que agradecí con mi alma entera. No obstante cuando venían los padres, a patadas me echaban de la plaza. Y más de un día me fui de allí coja y dolorida, pues a veces mi estado era tal, que no me importaba acercarme y pedir a los adultos algo de comida. El hambre me cegaba y el frío congelaba mi piel. ¿Había algo peor?

En mi forma de felina permanezco mas tiempo, pero a veces, los días en que sé que ha habido de mas movimiento en los mercados, es que por las noches tras tomar prestada ropa de una niña que vive cerca de donde están mis cartones en los que duermo acurrucada en la forma de una bolita naranja, es que me doy unas vueltas por los lugares, y tomó los alimentos que echan al suelo o en algunas ocasiones, llego a robar desesperada. Pero siempre teniendo en cuenta de tomar el alimento que no esté del todo saludable, de robar el alimento que el día de mañana sé que estará en el suelo.Y esta noche en la que tras una semana sin poder probar mas que migajas me fui al mercado, cuando me decidí a tomar dos manzanas algo pasadas, tuve tan mala suerte que me vieron y echando gritos me persiguieron. Corrí exhausta, escondiéndome entre las paradas de aquel mercado, sin saber donde meterme para poder salir de aquella. Giré un momento la vista a los perseguidores, y temblé al ver a dos de ellos con palos. ¿Qué querrían hacerme? Asustada y sin poder transformarme en felina para huir, pues aún era mas lenta como gatita y estaba mas débil, me escondí debajo una mesa del mercado, y con la mirada al suelo recé a mi madre para que me ayudara y para que no me hicieran daño, cuando un hombre se interpuso entre mí y los hombres. Desde bajo la mesa, miré al hombre que había detenido a los otros y le miré esperanzada.

Apártese, y ¡déjenos hacer lo que queramos!— Exclamó uno de los que tenia el palo, sumamente furioso, ya que hacia unas semanas le habian robado una gran cantidad de su mercancía de alimentos frescos y exasperado, habia encontrado en mí la razon por la que deshaogar su impotencia. — Señor. Esa mocosa lleva una temporada viniendo a tomar alimentos, es hora de hacerle aprender la lección de que no se debe robar. En este barrio es usual que algunos ladrones acudan, y si dejamos que esta niña crezca con impunidad solo por ser una niña, ¿que será de ella cuando sea grande?— Dijo uno de ellos calmando el ambiente, pero aún así en sus ojos podía ver como me miraba, con la promesa silenciosa de dejarme medio inconsciente y sin una de mis manos, como sumo castigo por ladronzuela.

Con miedo, y lágrimas en mis ojos, hice rodar las manzanas por el suelo hasta los pies del señor que se había interpuesto entre ambos señores y la mesa en la que me escondía. — Yo solo tenia hambre…Yo no soy mala, os lo prometo. — le juré con voz triste y temblorosa esperando que tomara las manzanas y viera el estado de ellas. —No dejéis que me maten. Señor, por favor no soy una ladronzuela. Yo solo…tengo hambre.—Balbuceé con miedo, provocando que aquellos hombres se rieran y empezaran a hablar nuevamente
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Mensaje por Gusztáv Rákózci-Szöcs Lun Feb 17, 2014 2:40 pm

Sentía los latidos de los corazones que estaban a mi alrededor. Todos acelerados, uno por miedo, otros por la adrenalina provocada por el odio y la sed de sangre, algo que me sonaba pero por otra manera. Los escuché a todos en silencio, mirando la frente pero no viendo nada, tenía la mente en otra parte. Era un monstruo, ¿pero podía simplemente separarme, marcharme de allí y dejar que hicieran lo que quisieran a esa niña? ¿Ese era el tipo de criatura en la que me había convertido? Había sesgado vidas en la juventud más espléndida, humanos que no habían hecho ningún daño a nadie, flores delicada, visionarios... ahora una mocosa que no tenía futuro estaba apunto de recibir una lección y me interponía en el camino. ¿No era gracioso? Suspiré, me arrepentiría de mis actos. Me agaché para recoger las manzanas y miré a la niña, aunque poco veía en ella de niña, ojos cansados, labios agrietados, cuerpo desnutrido... - ¿Me harías un favor? – susurré para que solo ella me escuchara. - Cierra los ojos y cuenta hasta 50. ¿Podrás? – guiñé un ojo y me levanté para encararme a los hombres.


Caballeros, entiendo su frustración, pero ninguno hemos tenido una vida sencilla y sin embargo van lanzando acusaciones sin ver más allá de sus narices. ¿O no considerarían que 5 francos por una manzano no es un atraco? – el dueño del puesto de tan desorbitados precios dio un respingo, los demás apretaron los dientes, los puños o los palos que llevaban. - De todas formas aquí están las manzanas. – me acerqué hacia ellos, los que estaban desarmados retrocedieron involuntariamente. Cuando llegué a la altura del tipo que peor había hablado y que más interés tenía en la lección, le tendí las manzanas. Fue a hablar, mis ojos brillaron, con un repentino y violento movimiento hice que la manzana completa entrara en su boca rompiendo los obstáculos en forma de dientes que encontró en su camino. Comenzó a boquear buscando aire y al no encontrarlo se cayó al suelo poniéndose de un color rojo de cabeza a cuello. El tipo que estaba su lado intentó golpearme con uno de eso palos, pero mi mano lo detuvo mientras mis ojos estaban pendientes del primer caído, me molestaba mientras forcejeaba para recuperar su arma, por lo que le di un golpe con la pierna en el pecho, se estrelló contra el suelo con los ojos en blanco, solté el palo mientras el primero se ahogaba por completo. Los otros dos se fueron y no me importó lo más mínimo.

Me agaché justo cuando llegaba a los 50 y abría los ojos para enseñarle la manzana que aún estaba en mi mano. - Creo que los señores entraron en razón y me dejaron una manzana. Es para ti. – sonreí alegremente esperando a que la tomara, luego ya pensaría como sacarla de allí sin que viera los muertos, pero si no era posible... bueno, lo principal es que no gritara demasiado, si había gente que no había hecho caso a su carrera tampoco acudirían por el sonido de su voz.
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Mensaje por Nalia Mar Feb 18, 2014 12:33 pm


Los hombres empezaron a discutir entre ellos por lo que debiera de pagar por los hechos, mientras aquel hombre permanecía en silencio. Por unos segundos temí de nuevo. ¿Y si decidiera apartarse y dejarlos hacer lo que quisieran conmigo? Negué con mi cabeza ante ese pensamiento, ahora no me abandonaría… ¿cierto? Desesperada por salir de esa situación, como queriendo poner mas distancia entre yo y mis perseguidores, retrocedí un paso bajo la mesa, acurrucándome más en mi misma, esperando que aquel hombre hablara con ellos si es que al final decidía ayudarme. —Señor…—Susurré asustada sin poderlo evitar buscando la seguridad que hacia tanto, desde la muerte de mi madre no encontraba. Oía los hombres, pero a la vez no lo hacia. Mi mente estaba fijada en mi salvador, esperando, rezando por que decidiera ayudarme y no unirse a los demás con sus palos. ¿Qué me querrían hacer con los palos? Me mordí el labio con miedo, mientras mi cuerpo tembloroso encontraba la pata de la mesa en la que poder recostar mi espalda.

Quizás fue mi voz, o las últimas oscuras palabras de uno de los hombres, que hizo que finalmente el hombre viendo las manzanas se agachara a recogerlas, en el transcurso de lo que me miró. Yo le miré en silencio y en cuanto se dirigió a mí, asentí enseguida. —Hasta los 50. — susurré sonriendo por primera vez en la semana. No me hizo falta mucho más. En cuanto el hombre se levantó, enseguida cubrí mis orejas con mis manitas y cerrando los ojos con fuerza empecé a contar gatitos en mi mente, susurrando el número en voz baja. Un gatito, dos gatitos, tres gatitos, cuatro gatitos…y así centrada en los números, me negué a ver que ocurría, aunque a mis oídos llegaban ruidos extraños. Pero para entonces y haciendo caso a aquel hombre, cerraba con más fuerza los ojos y con más fuerza cubría mis orejas silenciando todo ruido de mí alrededor.

Estuve tentada a ver que ocurría, tenia miedo, mucho miedo. Pero esta vez no por mí, si no por el hombre. ¿Estaría bien? Ya podría con ellos? Tras sus ultimas palabras estaba segura de que me ayudaría, que podía sentirme a salvo, lo que yo no quería era que alguien terminara herido por mi culpa, sencillamente no podría perdonármelo. Por eso cuando terminé de contar los cincuenta gatitos y abrí los ojos, me alegré de encontrarme con su rostro sonriente ante mi y sin ninguna herida. — ¿Para mi?— Le miré a los ojos y luego a la manzana con felicidad en mi rostro. Hoy tendría algo para comer. Sin parar a pensarme en lo que hacia por inercia, me acerqué mas a él y tomé la manzana de su mano sin dejar de sonreír. —Gracias por salvarme y ayudarme. Yo no sabia que hacer…Me salvaste. —susurré mirándole con ojos brillantes y sin que pudiera preverlo me lance a sus brazos, quedandome abrazada a él, sin tener en cuenta si le molestaría con mi reacción y me apartaría de él. —Fuisteis un héroe. Sois mi héroe. —Reí contra su pecho en una sonrisa dichosa y esperanzada, cuando a mi llegó una extraña olor, muy parecida a cuando mi madre murió a mi lado. Arrugué la nariz y mi corazón latió inquieto. — Huelo sangre… ¿estas bien?—Me separé de él y le miré preocupada, buscando rastros de sangre en él, sin darme cuenta de que lo qué habia dicho resultaría extraño para cualquier humano.

Desconcertada al no verle nada fuera de su lugar, en un descuido mío fue que la manzana cayó de mi mano y rodó fuera de la sombra de la mesa. Yo la seguí con la mirada sin querer perder de vista a mi alimento de esta noche, cuando a mi paso descubrí que un charco de sangre se acercaba hacia nosotros, llegando a entrever una mano en la oscuridad del mercado tirada en el suelo, tras el hombre que me había salvado, gimoteé angustiada recordando por unos segundos a mi madre. Sin palabras y sin desear saber que había ocurrido, volví la mirada al hombre y me lo quedé mirando, como cuando en forma de gatita buscaba que los mayores no me dañaran. —No me haréis daño… ¿verdad?
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Mensaje por Gusztáv Rákózci-Szöcs Miér Feb 19, 2014 11:46 am

Lo primero que hice fue simplemente contestar con un asentimiento de cabeza su pregunta sobre la manzana que le ofrecía. Pero me pilló más que desprevenido que se lanzara sobre mí. Podía parecer mentira que en ese ambiente con el estado en el que se encontraban los muertos a mi espalda, el terror de la chica y de los hombres al ver que trataban con algo o alguien que no era normal, pudiera llegarme el olor a sangre fresca del interior de la niña, la juventud en exceso, la inocencia infinita y truncada por las desgracias que pasaba día a día. Todo era más fuerte, intenso y atrayente que el olor del charco de sangre que crecía poco a poco detrás de mí. Su pequeño cuerpecito, más cálido que el mío rodeándome entre sus brazos me hacía dudar en su alejarla de mí para que no fuera demasiado complicado el mantener las formas ante ella o abrazarla hasta que se deshiciera en mis brazos por no perder hasta el final la sensación de paz que me estaba dando. Al final algo cedió y devolví el abrazo escuchando lo que decía en silencio.

Cuando la gente no sabe lo que es sufrir no entienden a los demás ni lo que tienen que hacer para sobrevivir actúan de la forma que esos hombres y... no podía permitírselo. – no podía decir que me había recordado a alguien que perdí hacía años sin que hablar de mi hermana no me convirtiera en una especie de ser obsesionado con el pasado. Ella me lo agradeció y negué con la cabeza. - No hace falta que me las des, es lo mínimo que podría haber hecho. – luego sonreí, dejé de abrazarla extendiendo los brazos para que viera que no pasaba nada, tal vez fue el primer error ya que luego rodó la manzana  no pude alcanzarla antes que saliera de debajo de la mesa para encontrar lo que había pasado.

Me levanté, llevándome una mano a la frente y maldiciendo en voz baja. Todo podría haber salido bien, quien sabe, lo mismo llevarla a casa, bueno a la casa de ese tipo que se creía mejor que nadie y nos había “cedido” espacio en su hogar... corté esa línea de pensamiento, posiblemente fuera una mala idea meter a terceros en este asunto que me había aparecido y no sabía muy bien como iba a continuar. Lo que no quería era que ella estuviera en las calles, de ninguna manera pero antes tenía que hacer que confiara en mí, algo que había ganado y perdido en pocos minutos. Avancé hacia ella cuando habló, volví a ponerme a su altura y acaricié su cabello. - No, no te haré daño. – había perdido la práctica de hablar con niños así que simplemente hice lo de siempre, ser sincero. - Pero tampoco dejaré que nadie te haga daño, cueste lo que cueste. – y evidentemente lo que había pasado a esos tipos era prueba de ello, pero preferí no hablar más, simplemente sonreí amable esperando que recuperar la confianza demostrada al principio.
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Mensaje por Nalia Miér Feb 19, 2014 3:22 pm

Se había estado tan bien en su abrazo. Demasiado tiempo hacia que nadie me devolvía uno, y aunque su piel resultaba algo incomoda a causa de su baja temperatura, se había sentido bien. Me había encontrado feliz y protegida, como ni con madre me encontré jamás. Con ella todo había sido muy diferente, viviendo en los bosques como felinas, cazando para ella en cuando un ataque de un cazador le daño una pata, y si no encontraba nada que llevarle, me iba a los pueblos y allí mendigaba, robando algunas veces un poco de pan para ella, y las sobras, si quedaba algo, eran para mi. Por lo que por mas que fuera mi madre, solo llego a albergar aquel sentimiento de protección en mis inicios, en mis pocos años, una vez empecé a transformarme como humana todo cambió. Le guardo un profundo amor, era mi madre y hasta su ultimo día estuve con ella y hasta resguardé su cuerpo una semana a mi lado, tiempo en el que se me había hecho imposible siquiera en separarme de él, hasta que una amistad de ella, vino y se me llevó tras enterrar mi madre en un humilde hoyo al lado de un cementerio.— Ellos nunca entenderán lo que es estar solos y perdidos...— Susurré contestando a sus palabras de que habia gente que no entendía por lo que algunos pasabamos.

Volviendo mi mente a mi salvador y viendo nuevamente por el rabillo del ojo los cuerpos manchados en sangre, resistiendo el impulso de alejarme de él al verle avanzar hacia mí, me quedé quieta a la espera de ver que sucedía. Tensa y algo desconfiada, muriéndome de ganas por eso de volver sentir su frío abrazo, le observé como volvía hacia mí y bajaba al suelo hasta encontrarse a mi altura. Mirándole con ojitos de corderito degollado, al sentir su caricia en mi cabello, cerré los ojos y sonreí suavemente. Oí lo que me decía, y al abrir los ojos nuevamente allí le tenía mirándome con una gran sonrisa amable y confiada. — Serás mi héroe?— Pregunté esperando que asintiera. Tras aquella pregunta, un ruido hizo que me sobresaltara y corrí al abrazo del hombre nuevamente con miedo.

Con mis sentidos sobrenaturales, oí unas rápidas y pequeñas pisadas, ratas, ¡Lo que tanto me había asustado eran simples ratas!, mi parte felina se reía de mi y de mi miedo en mi mente. Las ratas deduje que ya habrían encontrado el festín de aquellos hombres muertos y con ellos, alejada de mí alcance, en un charco de sangre estaba mi manzana. Desde el abrazo del hombre, miré la manzana y cerré los ojos con fuerza queriendo olvidar aquella escena y verme alejada de todo aquel rastro de muerte, que tanto me hacia recordar la muerte de mi madre en mis brazos. — Vayámonos de aquí….No me gusta la sangre, y hay demasiada por aquí. Me recuerda a mi madre. —Susurré escondiendo mi cabeza en su cuello, agarrándome a él sin desear soltarle. — Y tampoco quiero la manzana, en verdad no tengo tanta hambre. —Le dije intentando sonreír mintiéndole, pero tras que la manzana se bañara en aquella sangre ajena, no podía coincidir la idea de comérmela por lo que solo esperaba que lo entendiera y no me la hiciera comer. — Sé que no me harás daño… si hubieras querido ya me lo habrías hecho, verdad? Por favor llévame lejos, no quiero estar aquí. —Volví a insistir poniéndome esta vez de puntilla, abrazada a él, instándole a irnos y a que me subiera con él en su abrazo.
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Mensaje por Gusztáv Rákózci-Szöcs Lun Feb 24, 2014 11:34 am

Lo cierto es que nunca había estado en la situación de la niña, mi familia había sido rica e importante en Hungría por lo que no había conocido la necesidad pero aún a´si era el último hijo por lo que la atención era nula, no iba a heredar, tenía que llevarme por mi propio camino y mi familia se encargó desde que era pequeño de dejármelo claro. Lástima que él hubiera llegado tan lejos y los hubiera matado a todos. Negó con la cabeza para regresar al momento presente y sonreír con cierta tristeza a la niña cuando dijo aquello de que los otro no lo entendían lo que era estar sólo y perdido.

Hacía mucho tiempo que no comía un niño, su sangre dulce y viva por los pocos años que estaban en pie, la vitalidad que tenía, casi tenía que dejar de respirar para poder controlar la necesidad de la sangre. Realmente era una tortura que me hacía volverme loco pero habiéndola salvado tal vez merecía una oportunidad, tal vez era la pieza que faltaba en mi vida, tal vez podría servirme para otros propósitos, tal vez debería marcharme inmediatamente de aquí pero no lo hice. Recibí un nuevo abrazo y su confesión. - No me considero un héroe, pero te cuidaré. – el significado de esas palabras podría condenarnos a los dos para siempre a aquello de lo que huíamos, lo muerte. Sin embargo iba a cumplir mi palabra a cualquier precio. Finalmente asentí.

Ignorando la existencia de cualquier ser, como a los humanos, no di importancia a la presencia de las ratas pero si me sorprendió que ella lo hiciera pues no habían llegado haciendo ningún ruido ni chillando ni correteando ni como si fueran una manada sino que poco a poco, de una en una subiéndose en los cadáveres para comenzar con la tarea de reciclar los tejidos hasta que las ratas fueran comida de otros animales de la ciudad. Ella pareció retroceder como si esos animales fueran su peor enemigo y pesadilla. Escuché lo que dijo entendiendo que para nadie era agradable, incluso la primera vez, aún como soldado, que vi tanta sangre me desagradó, luego la cosa cambió, ahora me lamentaba un poco por desperdiciarla de esa manera, pero tampoco iba a ponerme a lamer el suelo. No me creí lo de la falta de hambre pero acepté sus bracitos y la levanté del suelo. - No me puedes engañar, tienes hambre. – y lo cierto es que aunque amable sonó un poco a reprimenda por mentir, pero lo solucioné sonriendo hasta que escuché su pregunta. Miré sus ojos con cierto brillo de duda. - ¿Por qué piensas eso? – de nuevo me vi derrotao cuando asentí levemente con la cabeza. No sabía lo que era ella por su actitud pero si sabía lo que era yo, así como lo que podía hacer si quería,más ahora que la llevaba en mis brazos. - No vamos a ir tan lejos ahora mismo. – caminñe lejos de la sangre pero no del mercado, cruzamos un par de calles hasta llegar a otros puestos alejados del lugar del que veníamos pero que también tenían comida. - Antes de ir a ningún sitio haremos que tu tripita deje de rugir un poco. – me detuve en otro puesto de fruta. - Elige lo que quieras. Pago yo. – se acercó más al puesto y susurra para ella. - De ahora en adelante será mejor que lo sepas. Me llamo Gusztáv.
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Mensaje por Nalia Mar Feb 25, 2014 2:52 pm

Yo si te considero uno. El mío. —Dije sonriendo en su abrazo negada a no verle como un héroe, evadiendo mi mente en todo momento de aquellos hombres que habrían intentado dañarme de no ser por su interrupción. Y aunque al final todo hubiera terminado de aquella violenta forma, así era la naturaleza ¿no? Mi madre como muchos otras almas murieron e igual que algún día podía pasarme algo y morir, como muchas noches llegué a pensar cuando mi cuerpo se encontraba helado y tiritando, débil, bajo mis cartones en la nevada. Era la ley de la naturaleza. Me aterraba, sí, pero desde pequeña mi madre me había enseñado que a todos de forma u otra nos llegaba la hora de partir, solo que en estos hombres, por la sangre derramada y los rostros que en la oscuridad pude entrever, no habían muerto felices.

Y así como la muerte hacía temblar mi pequeño cuerpo, también lo hacían las ratas que en las noches se paseaban impunemente por las calles de Paris. Las temía, tras que unas de ellas se me lanzaran una noche que me quedé dormida en forma de gatita y tampoco antes me gustaron. Solo amaba a los ratones pequeños a los que perseguía como a las mariposas, pero al pensar en ratas me acordaba de los mordiscos que recibí de ellas en mi tierna piel y de como en la muerte de mi madre, se la intentaron comer. Recuerdos, que más me valía olvidar. Con una gran sonrisa reí suavemente al ser levantada del suelo por sus brazos, los que me acobijaron en ellos, tentándome por unos instantes a ronronear. Escuché su reprimenda y le miré avergonzada, sabiéndome descubierta, y así bajé la mirada hasta que le vi sonreír por el rabillo del ojo y volví a mirarle. —  Lo sé, porque eres una buena persona y porque mis instintos así me lo dicen. Que no debo de temer  a nada si tú me proteges. —Dije confiada, abrazándome mas fuerte a él, colgándome de su cuello con mis brazos, recostando mi cabeza en su hombro en lo que me alejaba de aquel lugar sangriento.

Tras unas calles, volvió a mí el ruido y el olor de comida, lo que me hizo despegar mi cabeza de su hombro y ver con curiosidad donde íbamos, encontrándome bajo mi sorpresa que volvíamos al mercado. Mis brillantes ojos y el estomago que tras sus palabras rugió como contestándole, me hicieron reír nerviosa. Nunca me había encontrado en la parte más concurrida de aquel mercado, ya que solía solo aventurarme en la parte menos transitada y donde podía huir con más facilidad si ocurría algo. Esperando que no notase mi estado, me encontré deleitándome con las diferentes frutas de una parada en la que paró. La tendedera al verme sonrío y esperó a que me decidiera. —  ¿Puedo tomar lo que quiera? ¿Aunque sean dos piezas de fruta? —Mi estomago volvió a rugir y le miré avergonzada unos segundos, desviando mi atención a las frutas en cuanto me dio el permiso de escoger más de una manzana.

Ladee la cabeza, buscando que fruta me apetecía más y al verla sonreí, como si de un juguete nuevo se tratara. — Deseo esa manzana —Señalé una de las manzanas verdes. — Y el mango más jugoso que tengáis, por favor. —Concluí señalando los mangos, viendo como la señora los observaba y finalmente escogía uno de los más grandes y de los que parecía estar mejor. Al ver su elección sonreí feliz y tomando en mis manos las dos piezas de frutas que ella me entregó, esperé a que él pagara, volviendo a recostarme en su pecho, admirando y olfateando sin que se notara el mango, grabando su aroma en mi memoria, ya que no muchas veces podía llegar a probar uno de ellos. — Gracias Gusztav. —Le dije agradecida cuando terminó de pagar la fruta. — A mi puedes llamarme como quieras... he tenido y tengo muchos nombres. —Me encogí de hombros y le miré. — Minina, bonita.... pero mi madre me puso Violette, por si quieres llamarme así. —Aclaré al ver su mirada confusa y reír. Para mi esos nombres eran normales, como gatita la gente solía llamarme de formas bien extrañas a veces y otras de forma muy tiernas.

¿Que te comerías primero? —Le pregunté mirando las frutas en mis manos, sin saber cual escoger primera.
Nalia
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