AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Confesiones del silencio [Rivnia]
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Confesiones del silencio [Rivnia]
Aquella noche de luna menguante tenía una cita con un humano que había conocido durante una ópera en el Teatro de París. El condenado no tenía ni idea de lo que significaba aquella citación por mi parte, pues ni siquiera sabía qué clase de mujer era yo. Bueno, ni él, ni la mayoría de los ciudadanos parisinos, exceptuando por supuesto, a los de mi raza y demás bichos raros.
Segura de que todo saldría bien, me enfundé el vestido más elegante y provocativo que me esperaba en el armario de mi nueva mansión. Adorné mi cuello con un collar a conjunto y unos finos pendientes de marfil dieron el toque de luminosidad en mi rostro que tanto deseaba. Salí sola de casa, algo extraño y mal visto por la gente que me veía de tal modo, pues en ese entonces las mujeres teníamos normas demasiado estrictas hacia la sociedad. Nos limitaban la compañía, el horario, los lugares a frecuentar... La diferencia entre otra francesa y yo residía en la raza. Era una vampira anciana, con más de siete siglos de existencia tras mi espalda. Eso me proporcionaba poder en todos los sentidos y ámbitos, desde el económico hasta el social e incluso el mágico, teniendo dones que otros vampiros más jóvenes no poseían. Aquello aumentaba mi ego, no puedo negarlo, y quizás por ello la soberbia se convirtió en mi fiel amiga.
El caso es, que aquella noche me encontraba sentada en un banco frente a la Catedral de Notre Dame, esperando que llegara mi cena en forma de joven apuesto y seductor. Él no me hizo esperar demasiado, por lo que yo le pagué de la misma forma. Tras guiarle hacia el interior de la Catedral pese a que ésta estaba cerrada al público, ejercí sobre nosotros el poder de la ilusión, haciéndole ver ami víctima que nos encontrábamos en una habitación de hotel. Allí, sin más preámbulos ni palabras que acallaran la excitación del momento, le tomé entre mis brazos e hicimos el amor de la forma más salvaje que el simple humano podía ofrecerme. Cuando él se durmió, exhaustó por aquella lujuria desencadenada hacía unos minutos, aproveché para succionar su sangre desde su muslo, dónde se hallaba una de las arterias más importantes de la anatomía humana. Cuando sus pálpitos se fueron apagando, dejé de beber de él y me concentré en sus recuerdos, omitiendo lo último e incluso modificando el rostro de la mujer que le había acompañado aquella noche, simplemente le borré de su mente cualquier contacto conmigo. Y le dejé ahí, tirando en medio de una Catedral, borracho de confusión y finalmente, dormido.
Salí del local religioso relamiendo mis labios, sonriendo tras mi éxtido, cuando alcé la vista y la distinguí entre las sombras de la plaza que regentaba la Catedral. La recordaba. Me había cruzado con ella hacía unos pocos años. Bajé las escaleras despacio y caminé hasta ella con una sonrisa burlona.
- Éste era el último lugar en el que esperaba encontrarte, Rivnia.- comenté a modo de saludo.
Segura de que todo saldría bien, me enfundé el vestido más elegante y provocativo que me esperaba en el armario de mi nueva mansión. Adorné mi cuello con un collar a conjunto y unos finos pendientes de marfil dieron el toque de luminosidad en mi rostro que tanto deseaba. Salí sola de casa, algo extraño y mal visto por la gente que me veía de tal modo, pues en ese entonces las mujeres teníamos normas demasiado estrictas hacia la sociedad. Nos limitaban la compañía, el horario, los lugares a frecuentar... La diferencia entre otra francesa y yo residía en la raza. Era una vampira anciana, con más de siete siglos de existencia tras mi espalda. Eso me proporcionaba poder en todos los sentidos y ámbitos, desde el económico hasta el social e incluso el mágico, teniendo dones que otros vampiros más jóvenes no poseían. Aquello aumentaba mi ego, no puedo negarlo, y quizás por ello la soberbia se convirtió en mi fiel amiga.
El caso es, que aquella noche me encontraba sentada en un banco frente a la Catedral de Notre Dame, esperando que llegara mi cena en forma de joven apuesto y seductor. Él no me hizo esperar demasiado, por lo que yo le pagué de la misma forma. Tras guiarle hacia el interior de la Catedral pese a que ésta estaba cerrada al público, ejercí sobre nosotros el poder de la ilusión, haciéndole ver ami víctima que nos encontrábamos en una habitación de hotel. Allí, sin más preámbulos ni palabras que acallaran la excitación del momento, le tomé entre mis brazos e hicimos el amor de la forma más salvaje que el simple humano podía ofrecerme. Cuando él se durmió, exhaustó por aquella lujuria desencadenada hacía unos minutos, aproveché para succionar su sangre desde su muslo, dónde se hallaba una de las arterias más importantes de la anatomía humana. Cuando sus pálpitos se fueron apagando, dejé de beber de él y me concentré en sus recuerdos, omitiendo lo último e incluso modificando el rostro de la mujer que le había acompañado aquella noche, simplemente le borré de su mente cualquier contacto conmigo. Y le dejé ahí, tirando en medio de una Catedral, borracho de confusión y finalmente, dormido.
Salí del local religioso relamiendo mis labios, sonriendo tras mi éxtido, cuando alcé la vista y la distinguí entre las sombras de la plaza que regentaba la Catedral. La recordaba. Me había cruzado con ella hacía unos pocos años. Bajé las escaleras despacio y caminé hasta ella con una sonrisa burlona.
- Éste era el último lugar en el que esperaba encontrarte, Rivnia.- comenté a modo de saludo.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
Entonces me sobresalté...
¡Qué demonios!- dije a modo de saludo, la educación nunca ha sido mi fuerte.
Ella me miró con su habitual soberbia... Sinceramente cuando la conocí no supe exactamente que sentir y era curioso; me asqueaba y me encantaba a la vez, una sensación un tanto peculiar.
Ella era elegante, refinada, educada, preciosa y extremadamente altiva; el típico reflejo de la estúpida clase alta.
- Es extraño que a pesar de todo este tiempo te acuerdes mi Rivnia- musitó.
- Esos ojos no se pueden olvidar- le dije, descarada.
Sí, nuestro primer encuentro, como os podéis imaginar, no fue precisamente de dos amigas que toman el té. Yo tenía 15 años.
Ella era hija de no se que conquistador absurdo y malvado, el típico animal devastador y había sido encargada a mi familia por unas cuantas semanas por no se que guerra que sí, también se me antojaba absurda.
Recuerdo una noche que bailábamos y gritábamos y reíamos y bebíamos... Demasiado.
De pronto me vi acariciando su rostro y acercándola lentamente hacia mi, como quien tomo una pluma entre sus dedos y juega, como quien arranca un pétalo de flor e intenta conservarlo intacto. La besé, así, sin más.
Fuego recorría mi cuerpo. Ella era la perfección de la belleza, su consumación extrema.
- Parece ser y el destino nos vuelve a cruzar- me dijo mientras sonreía cada vez de manera más insinuante.
- El mundo es un jodido pañuelo querida, pero doy gracias al cielo por esta bendita coincidencia... Francamente, esos labios se quedaron tatuados en mi mente.- exclamé mientras un temor ridículo se apoderaba de mi.
¡Qué demonios!- dije a modo de saludo, la educación nunca ha sido mi fuerte.
Ella me miró con su habitual soberbia... Sinceramente cuando la conocí no supe exactamente que sentir y era curioso; me asqueaba y me encantaba a la vez, una sensación un tanto peculiar.
Ella era elegante, refinada, educada, preciosa y extremadamente altiva; el típico reflejo de la estúpida clase alta.
- Es extraño que a pesar de todo este tiempo te acuerdes mi Rivnia- musitó.
- Esos ojos no se pueden olvidar- le dije, descarada.
Sí, nuestro primer encuentro, como os podéis imaginar, no fue precisamente de dos amigas que toman el té. Yo tenía 15 años.
Ella era hija de no se que conquistador absurdo y malvado, el típico animal devastador y había sido encargada a mi familia por unas cuantas semanas por no se que guerra que sí, también se me antojaba absurda.
Recuerdo una noche que bailábamos y gritábamos y reíamos y bebíamos... Demasiado.
De pronto me vi acariciando su rostro y acercándola lentamente hacia mi, como quien tomo una pluma entre sus dedos y juega, como quien arranca un pétalo de flor e intenta conservarlo intacto. La besé, así, sin más.
Fuego recorría mi cuerpo. Ella era la perfección de la belleza, su consumación extrema.
- Parece ser y el destino nos vuelve a cruzar- me dijo mientras sonreía cada vez de manera más insinuante.
- El mundo es un jodido pañuelo querida, pero doy gracias al cielo por esta bendita coincidencia... Francamente, esos labios se quedaron tatuados en mi mente.- exclamé mientras un temor ridículo se apoderaba de mi.
Rivnia Kryautz- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/08/2011
Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
Me sorprendió el hecho que su memoria humana recordara mi rostro, aunque fuera, por ello no dudé en manifestarlo en voz alta.
- Es extraño que a pesar de todo este tiempo te acuerdes mi, Rivnia- musité con mi sonrisa altanera tan típica en mi persona.
Ella respondió con descaro, aludiendo a mis ojos. Aquello me recordó a la noche en que borrachas. ella me besó. ¿Cómo podía recordar ese momento? ¿Y porqué lo sacaba ahora, después de una década en la que ninguna supimos nada de la otra? Siempre me había asombrado, aquella muchacha. Aproveché aquél comentario para retarla con sutileza.
- Parece ser y el destino nos vuelve a cruzar- comenté mientras sonreía cada vez de manera más insinuante.
Rivnia respondió de nuevo con un recuerdo en mente, justo el mismo que a mí me daba vueltas en aquellos momentos. Recorté distancias y aproximé mi rostro al suyo, entreabriendo mis labios para brindarle un efímero beso en la punta de su nariz, soltando una elegante carcajada después de tal gesto.
- Lo sé.- respondí con un encogimiento de hombros y otra risotada.
Había vivido siglos. Muchos hombres habían caído rendidos a mis pies y otras tantas mujeres se habían arrodillado ante mí para obtener de mi persona una pizca de ese cariño que regalaba a los jovenes varones. Una de ellas, imaginé, se trataba de aquella bruja. Sonreí por eso, pensando por un momento de beneficiarme de aquella situación. Rechazar la compañía y alianza con una bruja era algo súmamente estúpido. Por ende, decidí acercar posiciones. De momento, le sonreí amistosamente.
Off: Recuerda no manejar el PJ con el que roleas, oks?? Esta vez me he adaptado xD
- Es extraño que a pesar de todo este tiempo te acuerdes mi, Rivnia- musité con mi sonrisa altanera tan típica en mi persona.
Ella respondió con descaro, aludiendo a mis ojos. Aquello me recordó a la noche en que borrachas. ella me besó. ¿Cómo podía recordar ese momento? ¿Y porqué lo sacaba ahora, después de una década en la que ninguna supimos nada de la otra? Siempre me había asombrado, aquella muchacha. Aproveché aquél comentario para retarla con sutileza.
- Parece ser y el destino nos vuelve a cruzar- comenté mientras sonreía cada vez de manera más insinuante.
Rivnia respondió de nuevo con un recuerdo en mente, justo el mismo que a mí me daba vueltas en aquellos momentos. Recorté distancias y aproximé mi rostro al suyo, entreabriendo mis labios para brindarle un efímero beso en la punta de su nariz, soltando una elegante carcajada después de tal gesto.
- Lo sé.- respondí con un encogimiento de hombros y otra risotada.
Había vivido siglos. Muchos hombres habían caído rendidos a mis pies y otras tantas mujeres se habían arrodillado ante mí para obtener de mi persona una pizca de ese cariño que regalaba a los jovenes varones. Una de ellas, imaginé, se trataba de aquella bruja. Sonreí por eso, pensando por un momento de beneficiarme de aquella situación. Rechazar la compañía y alianza con una bruja era algo súmamente estúpido. Por ende, decidí acercar posiciones. De momento, le sonreí amistosamente.
Off: Recuerda no manejar el PJ con el que roleas, oks?? Esta vez me he adaptado xD
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
off: Lo sientooo! TT
Tal vez y podáis pensar y todas estas cosas que danzaban sin sentido alguno por mi cabeza eran el indicio de algo así como amor... Pero no.
Danzaban por mi cabeza mas no por mi corazón.
Sabía perfectamente que no daría lugar a confusiones pero... Recordaba su altivez y su soberbia, sabía perfectamente que ella se pensaría que me tenía a sus pies... Pero no.
Cuando era pequeña estaba obligada a cada domingo ir a la iglesia. Me despertaba muy temprano y me ponía mi mejor vestido y entonces junto con mi familia nos dirigíamos hacía el templo.
Recuerdo cantar y rezar.
Mi hermana enfermó gravemente y no hubo manera de darle marcha atrás al tiempo... Por mucho que yo rezara y me arrodillara, lo hacía delante de un Dios que no me escuchaba. Un Dios que sigue ignorándome.
Entonces me prometí a mi misma que nunca más me volvería a arrodillar delante de un Dios que no me escuchó, del cual vociferaban que era amor pero que a mí no me amaba. También juré nunca volverme a arrodillar delante de nadie.
Aunque me jugara la vida, prefería morir que mendigar de rodillas. Yo misma me era más que suficiente.
Nunca me tendría a sus pies.
- El tomarme el pelo es algo que francamente te va grande- exclamé con una mirada fría y penetrante, casi con desdén- Y si ahora quisiera, te tendría suplicando por una caricia mía- solté de manera calmada, haciendo alarde de una voluntad y un orgullo de hierro.
Entonces su mueca de simpatía se torció y se limitó a mirarme con cara de niña malcriada a la cual le han quitado su juguete favorito.
- Ja, ja, ja, ja. Se exactamente lo que te duele, querida- exclamé a viva voz.
Ciertamente aunque nunca fuimos grandes amigas, me apetecía charlar con ella y saber que había sido de su vida durante todo este tiempo...
- ¿Te apetece tomar un café?- le propuse de la manera más amable que pude.
Tal vez y podáis pensar y todas estas cosas que danzaban sin sentido alguno por mi cabeza eran el indicio de algo así como amor... Pero no.
Danzaban por mi cabeza mas no por mi corazón.
Sabía perfectamente que no daría lugar a confusiones pero... Recordaba su altivez y su soberbia, sabía perfectamente que ella se pensaría que me tenía a sus pies... Pero no.
Cuando era pequeña estaba obligada a cada domingo ir a la iglesia. Me despertaba muy temprano y me ponía mi mejor vestido y entonces junto con mi familia nos dirigíamos hacía el templo.
Recuerdo cantar y rezar.
Mi hermana enfermó gravemente y no hubo manera de darle marcha atrás al tiempo... Por mucho que yo rezara y me arrodillara, lo hacía delante de un Dios que no me escuchaba. Un Dios que sigue ignorándome.
Entonces me prometí a mi misma que nunca más me volvería a arrodillar delante de un Dios que no me escuchó, del cual vociferaban que era amor pero que a mí no me amaba. También juré nunca volverme a arrodillar delante de nadie.
Aunque me jugara la vida, prefería morir que mendigar de rodillas. Yo misma me era más que suficiente.
Nunca me tendría a sus pies.
- El tomarme el pelo es algo que francamente te va grande- exclamé con una mirada fría y penetrante, casi con desdén- Y si ahora quisiera, te tendría suplicando por una caricia mía- solté de manera calmada, haciendo alarde de una voluntad y un orgullo de hierro.
Entonces su mueca de simpatía se torció y se limitó a mirarme con cara de niña malcriada a la cual le han quitado su juguete favorito.
- Ja, ja, ja, ja. Se exactamente lo que te duele, querida- exclamé a viva voz.
Ciertamente aunque nunca fuimos grandes amigas, me apetecía charlar con ella y saber que había sido de su vida durante todo este tiempo...
- ¿Te apetece tomar un café?- le propuse de la manera más amable que pude.
Rivnia Kryautz- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/08/2011
Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
Sus palabras me recordaron a mí misma, algo que en aquél momento me disgustó. Y cuando creía que aquél encuentro se torcería y que quizás terminábamos en un duelo de poder, sólo pensaba en no manchar mi estupendo vestido. Aún así, la conversación dio un giro sorprendente cuando ella sugirió de ir a tomar un café. Sonreí ésta vez oprimiendo una carcajada como si acabaran de contarme un chiste y señalé el cielo con la punta de mi dedo índice.
- Es de noche.- aclaré sin poder contener una pequeña y sutil risotada.- Los cafés están cerrados.
A veces yo misma me olvidaba que era una vampira. Hacía tantos años que convivía con los humanos y me adaptaba a su modo de vida, que a menudo no sabía quién era. Sólo cuando mis tripas rugían y mis colmillos afloraban por entre mis labios, sedientos de sangre. En aquella ocasión, parecía que era Rivnia, quién no recordaba qué clase de raza era y fue justamente eso lo que me hacía gracia del momento. Eso, y que pese a haber sido una simple humana como ella, tampoco podríamos haber ido a tomar un café a las tantas de la madrugada.
- ¿Te apetece ir a mi casa?- le sugerí, casi sin detenerme a pensarlo.
- Es de noche.- aclaré sin poder contener una pequeña y sutil risotada.- Los cafés están cerrados.
A veces yo misma me olvidaba que era una vampira. Hacía tantos años que convivía con los humanos y me adaptaba a su modo de vida, que a menudo no sabía quién era. Sólo cuando mis tripas rugían y mis colmillos afloraban por entre mis labios, sedientos de sangre. En aquella ocasión, parecía que era Rivnia, quién no recordaba qué clase de raza era y fue justamente eso lo que me hacía gracia del momento. Eso, y que pese a haber sido una simple humana como ella, tampoco podríamos haber ido a tomar un café a las tantas de la madrugada.
- ¿Te apetece ir a mi casa?- le sugerí, casi sin detenerme a pensarlo.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
Su invitación era muy tentadora pero... No sabía si sería lo correcto.
Ciertamente tenía razón y los cafés estaban cerrados pero yo, que llevaba varios días vagando, había perdido la noción del tiempo.
Se que es un drama que a nadie le importa, mi vida.
La mayoría de veces ni siquiera me importa a mí.
A pesar de ser de clase alta, soy una chica joven, sola y que acaba de escaparse de su casa sin nada más que con lo puesto.
Pero eso es algo que a ella no le incumbía y aunque lo supiera, no le importaría en lo más mínimo.
De pronto un escalofrío recorrió mi cuerpo...
- ¡Joder!- exclamé nuevamente haciendo alarde de mi mala educación.
Ella se limitó a mirarme con cara de incertidumbre e impaciencia.
Pensé de manera objetiva, tragué saliva y dije:
- Bueno, vale. Acepto. Me parecería estupendo- mentí.
Huía de la miseria de mi ser para reencontrarme con criaturas abismales que me acercarían nuevamente a las puertas del mismísimo infierno.
Y recordé que siempre detrás de todo aquello que parece bello planea la sombra de la verdadera naturaleza del ser...
Ella no era todo lo que parecía y cientos de almas iban ligadas a sus manos. Y yo, miserable y sin nada que perder, aún temía por perder aquello que me quedaba; esa parodia de vida malgastada y manchada, gobernada por un alma rota que se desvanecía en la soledad.
Ausente.
No sabía sus intenciones reales, no sabía nada de ella desde hace años pero iría a su casa.
Mi padre tal vez me llamaría inconsciente. Francamente, que le jodan a él y a su recuerdo.
Ella me miraba cada vez más impaciente y casi casi gesticulando una mueca de enfado.
Desperté de mi letargo, ella me lo agradeció y entonces le pregunte...
- Tú aún sigues siendo... Eso... Ya sabes... Una criatura infernal, un vampiro... Eso no va a modo de resfriado o a tu gusto, ¿no?- le solté y luego me arrepentí de haber sonado tan infantil e ignorante.
Sabía la respuesta pero necesitaba escuchar algo diferente, aunque fuera mentira.
Ciertamente tenía razón y los cafés estaban cerrados pero yo, que llevaba varios días vagando, había perdido la noción del tiempo.
Se que es un drama que a nadie le importa, mi vida.
La mayoría de veces ni siquiera me importa a mí.
A pesar de ser de clase alta, soy una chica joven, sola y que acaba de escaparse de su casa sin nada más que con lo puesto.
Pero eso es algo que a ella no le incumbía y aunque lo supiera, no le importaría en lo más mínimo.
De pronto un escalofrío recorrió mi cuerpo...
- ¡Joder!- exclamé nuevamente haciendo alarde de mi mala educación.
Ella se limitó a mirarme con cara de incertidumbre e impaciencia.
Pensé de manera objetiva, tragué saliva y dije:
- Bueno, vale. Acepto. Me parecería estupendo- mentí.
Huía de la miseria de mi ser para reencontrarme con criaturas abismales que me acercarían nuevamente a las puertas del mismísimo infierno.
Y recordé que siempre detrás de todo aquello que parece bello planea la sombra de la verdadera naturaleza del ser...
Ella no era todo lo que parecía y cientos de almas iban ligadas a sus manos. Y yo, miserable y sin nada que perder, aún temía por perder aquello que me quedaba; esa parodia de vida malgastada y manchada, gobernada por un alma rota que se desvanecía en la soledad.
Ausente.
No sabía sus intenciones reales, no sabía nada de ella desde hace años pero iría a su casa.
Mi padre tal vez me llamaría inconsciente. Francamente, que le jodan a él y a su recuerdo.
Ella me miraba cada vez más impaciente y casi casi gesticulando una mueca de enfado.
Desperté de mi letargo, ella me lo agradeció y entonces le pregunte...
- Tú aún sigues siendo... Eso... Ya sabes... Una criatura infernal, un vampiro... Eso no va a modo de resfriado o a tu gusto, ¿no?- le solté y luego me arrepentí de haber sonado tan infantil e ignorante.
Sabía la respuesta pero necesitaba escuchar algo diferente, aunque fuera mentira.
Rivnia Kryautz- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/08/2011
Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
Solté una carcajada divertida y enfoqué mis ojos en su rostro aniñado, cruzándome de brazos a la altura de mi pecho antes de empezar a caminar guiándola hacia mi casa, lugar al que aceptó ir tras varios minutos de reflexión.
- Sigo siendo yo, Rivnia.- me limité a responderle con una sonrisa.- Inmortal.
Alcé la vista del suelo por el que caminábamos y la miré, escrutando su rostro tras mi respuesta. Tan corta como contundente. Parecía como si algo le hubiera sentado mal. Tenía mal aspecto y por momento pensé en que caería en redondo al suelo. Rodeé los ojos cuando lo comprendí y resoplé, algo ofendida.
- No he matado nunca a nadie.- comenté como si toda aquella conversación hubiese girado siempre entorno a aquél asunto.- Sólo me alimento de ellos, dejándoles con la sangre mínima que les permita sobrevivir.
Entonces recordé al hombre que había abandonado a su suerte en la Catedral. Recordaba cómo me había alimentado de él y en cuanto escuché sus latidos aminorar su ritmo, aparté mis colmillos de su piel y lo recosté en un banco, dejando que su organismo volviera a fabricar la suficente sangre como para que el muchacho despertara de nuevo, ahora insconsciente a causa de una severa anemia.
- Sigo siendo yo, Rivnia.- me limité a responderle con una sonrisa.- Inmortal.
Alcé la vista del suelo por el que caminábamos y la miré, escrutando su rostro tras mi respuesta. Tan corta como contundente. Parecía como si algo le hubiera sentado mal. Tenía mal aspecto y por momento pensé en que caería en redondo al suelo. Rodeé los ojos cuando lo comprendí y resoplé, algo ofendida.
- No he matado nunca a nadie.- comenté como si toda aquella conversación hubiese girado siempre entorno a aquél asunto.- Sólo me alimento de ellos, dejándoles con la sangre mínima que les permita sobrevivir.
Entonces recordé al hombre que había abandonado a su suerte en la Catedral. Recordaba cómo me había alimentado de él y en cuanto escuché sus latidos aminorar su ritmo, aparté mis colmillos de su piel y lo recosté en un banco, dejando que su organismo volviera a fabricar la suficente sangre como para que el muchacho despertara de nuevo, ahora insconsciente a causa de una severa anemia.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
Íbamos andando tranquilamente por el camino más tranquilo y silencioso que jamás había visto. Era precioso.
Los arboles lánguidos se movían apaciblemente y entre sus ramas se reflejaba la luna, que brillaba con un entusiasmo que me conmovía.
La brisa tocaba mi rostro y se extendía como una mano, acariciando mi pelo... Y entonces, nuevamente me sentí vacía y vulnerable.
Tenía ganas de llorar.
Echaba de menos a mi gato y a mi violín, el cual no tocaba desde que había huido y temía olvidar como hacerlo como iba olvidando todas y cada una de las cosas que habían sembrado mi pasado. Pronto sería un ser sin recuerdos.
Y a fin de cuentas, eso es lo que quería, olvidar todo lo que fui y todo lo que un día me gobernó para ser por fin libre y así, de una vez y por todas, encontrar mi paz mental.
Tal vez mis palabras suenan excesivas para una piel con tan poco castigo pero... Había nacido con esta pesadumbre sobre mi cuello y sentía que cada paso que daba era en vano... Aunque tenía que darlo.
Eyra caminaba con sus brazos cruzados y era alucinante como así, distraída y todo, su gesto de altivez se mantenía intacto y su mirada revelaba unos ojos que estaban siempre a la defensiva.
Esa sombra que la rodeaba nunca se desvanecería. Y entonces casi sentí lastima por ella y por esa condena eterna...
- ¿Vives muy lejos de aquí?- pregunté tímidamente.
Ella se limitó a seguir andando.
Yo pensé que porque cojones le costaba tanto responder a paso normal las preguntas que le iba haciendo...
Se me antojaba excesivamente estúpida pero bueno, debía ser amable, a fin de cuentas me llevaba a su casa.
Entonces me sentía cada vez más débil y más cansada...
Joder, estaba hambrienta.
- Eyra, ¿me has escuchado?- repetí pausadamente.
Esta vez ni siquiera se giró y aceleró el paso.
- Eyra, joder, ¿te has quedado sorda de repente?- grité, algo harta ya.
Los arboles lánguidos se movían apaciblemente y entre sus ramas se reflejaba la luna, que brillaba con un entusiasmo que me conmovía.
La brisa tocaba mi rostro y se extendía como una mano, acariciando mi pelo... Y entonces, nuevamente me sentí vacía y vulnerable.
Tenía ganas de llorar.
Echaba de menos a mi gato y a mi violín, el cual no tocaba desde que había huido y temía olvidar como hacerlo como iba olvidando todas y cada una de las cosas que habían sembrado mi pasado. Pronto sería un ser sin recuerdos.
Y a fin de cuentas, eso es lo que quería, olvidar todo lo que fui y todo lo que un día me gobernó para ser por fin libre y así, de una vez y por todas, encontrar mi paz mental.
Tal vez mis palabras suenan excesivas para una piel con tan poco castigo pero... Había nacido con esta pesadumbre sobre mi cuello y sentía que cada paso que daba era en vano... Aunque tenía que darlo.
Eyra caminaba con sus brazos cruzados y era alucinante como así, distraída y todo, su gesto de altivez se mantenía intacto y su mirada revelaba unos ojos que estaban siempre a la defensiva.
Esa sombra que la rodeaba nunca se desvanecería. Y entonces casi sentí lastima por ella y por esa condena eterna...
- ¿Vives muy lejos de aquí?- pregunté tímidamente.
Ella se limitó a seguir andando.
Yo pensé que porque cojones le costaba tanto responder a paso normal las preguntas que le iba haciendo...
Se me antojaba excesivamente estúpida pero bueno, debía ser amable, a fin de cuentas me llevaba a su casa.
Entonces me sentía cada vez más débil y más cansada...
Joder, estaba hambrienta.
- Eyra, ¿me has escuchado?- repetí pausadamente.
Esta vez ni siquiera se giró y aceleró el paso.
- Eyra, joder, ¿te has quedado sorda de repente?- grité, algo harta ya.
Rivnia Kryautz- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/08/2011
Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
Mi mente vagaba muy lejos de aquellas calles. Lejos de Rivnia y nuestro encuentro, incluso lejos de mí misma. Sólo podía pensar en los problemas que me golpeaban cada día que seguía con vida. Todo esfuerzo que debía hacer para lograr mis propósitos. Pensé en Wolfgang y nuestro ajetreado encuentro. En Jerarld y lo acontecido en aquella Catedral. En el bebé que rescaté de morir ahogado y la presencia de aquél vampiro llamado Jin. Y cómo no, mi encuentro con Asagi en aquél castillo no abandonado. Suspiré, deseando olvidarme de todo cuanto me rodeaba.
De pronto, Rivnia me preguntó dónde vivía y yo sonreí, recordándola como a una simple y hambrienta humana, probablemente. Entre abrí mis labios para responderle con secillez, pero algo me detuvo. Un fuerte olor a sangre me golpeó los pulmones y fruncí la nariz, aligerando mi paso hacia el origen de aquella aroma. La bruja seguía gritándome, pero yo me limité a ignorarla, llegando a correr para averiguar lo que acontecía en una calle próxima. Al llegar, curbé la esquina y encontré el cadáver ensangrentado de un mendigo rodeado de un vampiro, neófito por su aroma aún con rasgos humanos. Dejé que los colmillos asomaran por mis labios y empujé al inmortal hasta empotrarlo en la pared.
- ¡Llamas demasiado la atención, estúpido!- vociferé de mal humor, arrodillándome frente al hombre con escasa vida entre sus manos.- ¡Lárgate!
El vampiro gruñió pero desapareció tras saltar un muro. Miré al mendugo y suspiré, dejando que sus pálpitos se apagaran. Tras de mí, olisqueé la esencia de Rivnia, quién había presenciado lo ocurrido.
- Debo deshacerme del cuerpo.- murmuré, alzando el cadáver entre mis brazos y dándome la vuelta hacia ella con gesto severo.
Off: ¿WTF? xDDDDDDD ¿Sorda? Tia eres una enferma.. x'DDD
De pronto, Rivnia me preguntó dónde vivía y yo sonreí, recordándola como a una simple y hambrienta humana, probablemente. Entre abrí mis labios para responderle con secillez, pero algo me detuvo. Un fuerte olor a sangre me golpeó los pulmones y fruncí la nariz, aligerando mi paso hacia el origen de aquella aroma. La bruja seguía gritándome, pero yo me limité a ignorarla, llegando a correr para averiguar lo que acontecía en una calle próxima. Al llegar, curbé la esquina y encontré el cadáver ensangrentado de un mendigo rodeado de un vampiro, neófito por su aroma aún con rasgos humanos. Dejé que los colmillos asomaran por mis labios y empujé al inmortal hasta empotrarlo en la pared.
- ¡Llamas demasiado la atención, estúpido!- vociferé de mal humor, arrodillándome frente al hombre con escasa vida entre sus manos.- ¡Lárgate!
El vampiro gruñió pero desapareció tras saltar un muro. Miré al mendugo y suspiré, dejando que sus pálpitos se apagaran. Tras de mí, olisqueé la esencia de Rivnia, quién había presenciado lo ocurrido.
- Debo deshacerme del cuerpo.- murmuré, alzando el cadáver entre mis brazos y dándome la vuelta hacia ella con gesto severo.
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Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
-Mierda, mierda, mierda y más mierda- Fue lo único que pude exclamar.
Entonces ella movía el cadáver rápidamente y miraba hacía todos los lados.
Yo intentaba guardar la cordura y pensar fríamente.
Eyra parecía... ¿Asustada?.
¿Podía ser que en esos ojos de hielo se reflejara tan siquiera un ápice de miedo?.
-Eyra, a ver... ¿Podríamos quemarlo?- Mientras seguía muriendo de hambre.
Ella me miró y levantó una ceja como indicándome que eso se le podía haber ocurrido hasta a un niño de cinco años.
Francamente, esto de esconder cadáveres era nuevo para mí y, sinceramente, la sangre me ponía enferma... Ese color, ese olor....
Oh cuanto odio la sangre y más en esta situación, con una pobre alma tendida sobre el suelo, que yacía ya sin vida, silenciada para siempre por algún pobre desgraciado... Aunque pensando fríamente, el desgraciado era él, que ahora formaba parte de esa multitud que caminaban por la vía del descanso eterno.
Entonces, cuando iba a a decir algo más sentí como mis piernas temblaban y la cabeza me daba vueltas... Se me nubló la vista y empecé a desvanecerme lentamente....
Sangre y hambre.
Mala mezcla.
- Mierda... Jo...- Y caí redonda al suelo.
Entonces ella movía el cadáver rápidamente y miraba hacía todos los lados.
Yo intentaba guardar la cordura y pensar fríamente.
Eyra parecía... ¿Asustada?.
¿Podía ser que en esos ojos de hielo se reflejara tan siquiera un ápice de miedo?.
-Eyra, a ver... ¿Podríamos quemarlo?- Mientras seguía muriendo de hambre.
Ella me miró y levantó una ceja como indicándome que eso se le podía haber ocurrido hasta a un niño de cinco años.
Francamente, esto de esconder cadáveres era nuevo para mí y, sinceramente, la sangre me ponía enferma... Ese color, ese olor....
Oh cuanto odio la sangre y más en esta situación, con una pobre alma tendida sobre el suelo, que yacía ya sin vida, silenciada para siempre por algún pobre desgraciado... Aunque pensando fríamente, el desgraciado era él, que ahora formaba parte de esa multitud que caminaban por la vía del descanso eterno.
Entonces, cuando iba a a decir algo más sentí como mis piernas temblaban y la cabeza me daba vueltas... Se me nubló la vista y empecé a desvanecerme lentamente....
Sangre y hambre.
Mala mezcla.
- Mierda... Jo...- Y caí redonda al suelo.
Rivnia Kryautz- Hechicero Clase Alta
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Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
Rivnia intentó colaborar, pero no con brillantes ideas. De pronto, ella palideció y vi cómo se desplomaba sobre el asfalto. Estupendo. Aquello era la guinda al flamante pastel. Resoplé y puse los ojos en blanco, acercándome a ella todavía con el cadáver entre mis brazos. Me aseguré de que nadie nos veía y tomé el cuerpo de la bruja para posarlo sobre el del cadáver sanguinoliento. Suerte tenía de mi avanzada edad, pues otro no hubiera podid acarrear a dos cuerpos de tales embergaduras.
Caminé despacio y tranquilamente hasta llegar a la orilla del río Senna, el río que cruzaba París. Me agaché y solté ambos cuerpos sobre el césped. Tomé al fallecido y empecé a destriparlo y a mutilarlo, separando todo cuando pudiese de él. Era realmente asqueroso y aunque intentaba no mancharme mi preciado vestido, no pude evitarlo. Me relamía mientras su sangre me cubría. Tomé los retales de su cuerpo y sin más contemplaciones, los lancé al río, asegurándome de que la primera fauna marina empezaba su particular banquete.
Satisfecha por mi pequeña hazaña, me giré hacia Rívnia, quien permanecía inconsciente. Aproveché el momento para desnudarme y bañarme en aquella orilla, quitándome la sangre con la que aquél fiambre me había bañado. Salí del agua y tras comprobar que ella tenía pulso y no comprender porqué dormía tanto, decidí sumergir su cabeza en el agua, esperando que así se desperezara por fin. Y lo hizo.
Caminé despacio y tranquilamente hasta llegar a la orilla del río Senna, el río que cruzaba París. Me agaché y solté ambos cuerpos sobre el césped. Tomé al fallecido y empecé a destriparlo y a mutilarlo, separando todo cuando pudiese de él. Era realmente asqueroso y aunque intentaba no mancharme mi preciado vestido, no pude evitarlo. Me relamía mientras su sangre me cubría. Tomé los retales de su cuerpo y sin más contemplaciones, los lancé al río, asegurándome de que la primera fauna marina empezaba su particular banquete.
Satisfecha por mi pequeña hazaña, me giré hacia Rívnia, quien permanecía inconsciente. Aproveché el momento para desnudarme y bañarme en aquella orilla, quitándome la sangre con la que aquél fiambre me había bañado. Salí del agua y tras comprobar que ella tenía pulso y no comprender porqué dormía tanto, decidí sumergir su cabeza en el agua, esperando que así se desperezara por fin. Y lo hizo.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
Abrí los ojos como dos faros y lo primero que hice fue inspirar como si el alma se me escapase y quisiera devolverla a mi cuerpo.
- ¡Gran hija de puta!- grité asustada y empapada. - ¿Estás loca o que te pasa? Me has dado un susto de muerte...- continué.
Y entonces me incorporé sentandome y puede que hubiera "descansado" pero no, me sentía aún peor, si es que eso era posible.
Ella se limitó a mirarme, elegante y callada, guardando las formas y no amable pero si predispuesta; y fue entonces cuando empecé a tener frío y me dolía tanto la cabeza que sentía que me iba a estallar y moriría allí mismo... Y hablando de morir... ¿Que había hecho Eyra con el cuerpo de aquel pobre infeliz?.
Se lo pregunté y se limitó a contestar que se había deshecho de él de la mejor manera posible y que ahora era pasto de criaturas submarinas.
Y entonces pensé en que efímera es la vida... En que la vida... ¡La vida es una mierda!.
Naces para morir y no siempre de la manera más honrosa. Naces y puede que durante toda tu vida nunca hagas nada que sea de provecho, nada digno de admirar, nada para recordar. Un inútil condenado al anonimato y la ignorancia eterna.
Joder, más valdría no nacer, si total, nacemos en nuestras propias tumbas.
Entonces yo no me sentía bien ni anímica ni corporalmente, necesitaba urgentemente una cama e hice aquello que juré no hacer...
- Eyra, por favor, necesito tu ayuda.... Me encuentro fatal y no tengo a donde ir... ¿Podría pasar algunos días en tu casa hasta que encuentre donde ir?- le pregunté humillada y avergonzada.
Juré pedir ayuda a nadie nunca más, juré que me valdría por mi misma y estaba aquí, sentada,con frío, indefensa y mojada como un gato callejero y con la cara más deprimente del mundo...
No quería hacerlo pero...
Entonces me recosté esperando una respuesta lenta, lo habitual de ella que pecaba de elegante y cauta mientras yo, tiritaba cada vez más.
Y me fijé que su precioso pelo castaño estaba mojado y que su actitud era como indiferente al frío que yo sentía que calaba por mis huesos, uno a uno y los rompía por dentro, sin piedad y lentamente.
- Eyra...- musité de manera ahogada, al límite ya.
- ¡Gran hija de puta!- grité asustada y empapada. - ¿Estás loca o que te pasa? Me has dado un susto de muerte...- continué.
Y entonces me incorporé sentandome y puede que hubiera "descansado" pero no, me sentía aún peor, si es que eso era posible.
Ella se limitó a mirarme, elegante y callada, guardando las formas y no amable pero si predispuesta; y fue entonces cuando empecé a tener frío y me dolía tanto la cabeza que sentía que me iba a estallar y moriría allí mismo... Y hablando de morir... ¿Que había hecho Eyra con el cuerpo de aquel pobre infeliz?.
Se lo pregunté y se limitó a contestar que se había deshecho de él de la mejor manera posible y que ahora era pasto de criaturas submarinas.
Y entonces pensé en que efímera es la vida... En que la vida... ¡La vida es una mierda!.
Naces para morir y no siempre de la manera más honrosa. Naces y puede que durante toda tu vida nunca hagas nada que sea de provecho, nada digno de admirar, nada para recordar. Un inútil condenado al anonimato y la ignorancia eterna.
Joder, más valdría no nacer, si total, nacemos en nuestras propias tumbas.
Entonces yo no me sentía bien ni anímica ni corporalmente, necesitaba urgentemente una cama e hice aquello que juré no hacer...
- Eyra, por favor, necesito tu ayuda.... Me encuentro fatal y no tengo a donde ir... ¿Podría pasar algunos días en tu casa hasta que encuentre donde ir?- le pregunté humillada y avergonzada.
Juré pedir ayuda a nadie nunca más, juré que me valdría por mi misma y estaba aquí, sentada,con frío, indefensa y mojada como un gato callejero y con la cara más deprimente del mundo...
No quería hacerlo pero...
Entonces me recosté esperando una respuesta lenta, lo habitual de ella que pecaba de elegante y cauta mientras yo, tiritaba cada vez más.
Y me fijé que su precioso pelo castaño estaba mojado y que su actitud era como indiferente al frío que yo sentía que calaba por mis huesos, uno a uno y los rompía por dentro, sin piedad y lentamente.
- Eyra...- musité de manera ahogada, al límite ya.
Rivnia Kryautz- Hechicero Clase Alta
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Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
La saqué del agua en cuanto noté sus pálpitos bajo la piel de su garganta. Ella soltó una sarta de insultos y refunfuñando se sentó en el césped mientras yo comenzaba a vestirme de nuevo, mirándola con indiferencia cuando ella empezó a tiritar.
Ella habló de nuevo, ésta vez para suplicar mi ayuda. Yo la miré alzando una ceja, examinando su situación, hasta que imaginé que se trataba de algo realmente preocupante si ella tenía que recurrir a mí.
- Es extraño que con lo deprimente que eres y lo encaminada al suicidio que sueles estar, vengas a mí a pedirme un techo en el que dormir.- reí irónicamente, pasando sus brazos por mis hombros y llevándola a mi espalda como si fuese una mochila.
Caminé lo más rápido que pude hacia mi residencia, deteniéndome en la puerta para picar con los nudillos a la espera de que mi mayordomo me abriera. Y lo hizo, aunque con un gesto confuso al ver que llevaba a una humana cargada en la espalda. Sin darle ninguna explicación subí las escaleras y la llevé a mi alcoba, depositándola sobre las sábanas antes de sentarme en el borde de mi ventana, examinando la calle solitaria y oscura.
Ella habló de nuevo, ésta vez para suplicar mi ayuda. Yo la miré alzando una ceja, examinando su situación, hasta que imaginé que se trataba de algo realmente preocupante si ella tenía que recurrir a mí.
- Es extraño que con lo deprimente que eres y lo encaminada al suicidio que sueles estar, vengas a mí a pedirme un techo en el que dormir.- reí irónicamente, pasando sus brazos por mis hombros y llevándola a mi espalda como si fuese una mochila.
Caminé lo más rápido que pude hacia mi residencia, deteniéndome en la puerta para picar con los nudillos a la espera de que mi mayordomo me abriera. Y lo hizo, aunque con un gesto confuso al ver que llevaba a una humana cargada en la espalda. Sin darle ninguna explicación subí las escaleras y la llevé a mi alcoba, depositándola sobre las sábanas antes de sentarme en el borde de mi ventana, examinando la calle solitaria y oscura.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
Ella me contestó de manera divertida, a su modo, que era extraño que yo, Rivnia, la loca y deprimida suicida, le pidiera ayuda para salvar su vida.
Yo me limité a dejar que ella me guiara y lo que más ansiaba era descansar, llegar a su casa y poder dormir y tumbarme y no sentir nada...
Entonces, de entre las pocas cosas que llevaba en una extraña bolsa, saqué una botella pequeña y verde...
- ¿Tienes un par de copas para esta absenta?- le pregunté nada más haber llegado a su casa y ya tumbada en una cama, por fin.
Ella se puso de pie justo delante de mi, me miró y sonrió de manera picara... Tanto ella como yo recordábamos todos los recuerdos que traía consigo esa pequeña botella.
Yo seguía tumbada y ella se sentó a mi lado, y quiero casi creer que lo que vi en sus ojos reflejados... Era ternura.
¿Ternura en los ojos de Eyra? No podía ser, seguramente era culpa del sueño y el cansancio.
Entonces de la misma bolsa pequeña saque un cofre de color azul cielo, precioso y lleno de tabaco, me lié un cigarro, lo encendí y empecé a echar el humo hacia arriba, lentamente, de manera que el aire pudiera recorrerme entera y que pudiera sentirlo dentro de mi.
Los vicios y yo íbamos muy cogidos de las manos, casi abrazados.
- ¿Quieres uno?- le ofrecí de la manera más amable que pude e insistí: - ¿Podrías traer unas copas, o no te apetece beber un poco para... Darle calorcillo al cuerpo?...- de manera casi casi seductora.
Por un momento me desconocí....
Mierda, ¿estaba intentando revivir antiguas escenas tal vez?.
Yo me limité a dejar que ella me guiara y lo que más ansiaba era descansar, llegar a su casa y poder dormir y tumbarme y no sentir nada...
Entonces, de entre las pocas cosas que llevaba en una extraña bolsa, saqué una botella pequeña y verde...
- ¿Tienes un par de copas para esta absenta?- le pregunté nada más haber llegado a su casa y ya tumbada en una cama, por fin.
Ella se puso de pie justo delante de mi, me miró y sonrió de manera picara... Tanto ella como yo recordábamos todos los recuerdos que traía consigo esa pequeña botella.
Yo seguía tumbada y ella se sentó a mi lado, y quiero casi creer que lo que vi en sus ojos reflejados... Era ternura.
¿Ternura en los ojos de Eyra? No podía ser, seguramente era culpa del sueño y el cansancio.
Entonces de la misma bolsa pequeña saque un cofre de color azul cielo, precioso y lleno de tabaco, me lié un cigarro, lo encendí y empecé a echar el humo hacia arriba, lentamente, de manera que el aire pudiera recorrerme entera y que pudiera sentirlo dentro de mi.
Los vicios y yo íbamos muy cogidos de las manos, casi abrazados.
- ¿Quieres uno?- le ofrecí de la manera más amable que pude e insistí: - ¿Podrías traer unas copas, o no te apetece beber un poco para... Darle calorcillo al cuerpo?...- de manera casi casi seductora.
Por un momento me desconocí....
Mierda, ¿estaba intentando revivir antiguas escenas tal vez?.
Rivnia Kryautz- Hechicero Clase Alta
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Re: Confesiones del silencio [Rivnia]
La miré con diversión y un atisbo maternal, como si fuese consciente de que aquella niña nunca maduraría. Sin objetar nada sobre su petición, llamé al mayordomo y le pedí que trajera un par de copas, algo que hizo casi al instante mientras yo abría la ventana para evitar que el humo de agolpara en mi alcoba. Odiaba dormir con aquél nauseabundo aroma.
Me acerqué a la bruja y rechacé su cigarro, aunque sí tomé una copa tras la marcha de mi sirviente y me derramé el alcohol en ella, sirviendo a Rivnia como si fuese algo demasiado frecuente en nuestras vidas, algo común y rutinario. Reí ante aquél pensamiento.
- Lamento anunciarte que ésta vez no me verás ebria, Rivnia.- le aseguré con una sonrisa distraída, acomodando mi espalda en el cabezal de la cama, junto a ella.
Tomé un largo sorbo y dejé que el alcohol recorriera mi garganta, haciendola arder y reclamar más. Casi como si aquello fuese sangre. Sangre... Miré de reojo a Rivnia y no pude evitar relamer mis labios, algo sedienta ante la idea de beber un poco de su elixir.
Me acerqué a la bruja y rechacé su cigarro, aunque sí tomé una copa tras la marcha de mi sirviente y me derramé el alcohol en ella, sirviendo a Rivnia como si fuese algo demasiado frecuente en nuestras vidas, algo común y rutinario. Reí ante aquél pensamiento.
- Lamento anunciarte que ésta vez no me verás ebria, Rivnia.- le aseguré con una sonrisa distraída, acomodando mi espalda en el cabezal de la cama, junto a ella.
Tomé un largo sorbo y dejé que el alcohol recorriera mi garganta, haciendola arder y reclamar más. Casi como si aquello fuese sangre. Sangre... Miré de reojo a Rivnia y no pude evitar relamer mis labios, algo sedienta ante la idea de beber un poco de su elixir.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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