AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Encontrando más de lo esperado [Priv]
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¡Qué día! Adam se sentía como un revoltijo de huevos después de pasarse muchas veces por la sartén. Un plato que, extrañamente, le gustaba bastante desde que su nueva doncella había empezado a hacerselo. Ella ya lo hacía, porque era su plato preferido y, después de mucho se decidió también a provarlo. Lo cierto es que la pinta que hacían no le atraía nada pero el sabor. El sabor no tenía nada que ver. Y en ese momento así es como estaba Adam. Todavía no había dormido desde la medio día anterior ¡24 horas! Bueno, en él eso tampoco era algo extraordinario pues, de vez en cuando, solía ocurrirle. Pero aún así, al igual que los huevos revueltos, por dentro no se encontraba tan cansado como aparentaba. Su ropa, bueno, no era de la más elegante que tuviese pero tampoco de la más ordinaria. Iba entre una mezcla de informal y arreglado. Una mezcla que solía darse él entre el peinado y la vestimenta. Sí, era coqueto ¿Qué importaba?.
La cuestión es que si estaba allí, en medio de las calles de París, no era precisamente por gusto. Bueno, en parte sí, pero en parte tenía un deber que cumplir. Gracias al calor que hacía sus ojos podían mantenerse despiertos y también su mente que era la que controlaba que su cuerpo se moviese. Claro que, si en ese mismo instante se ponía bajo uno de esos toldos de las tiendas y se tumbaba podría caer dormido como un tronco de inmediato. A los cuatro segundos, como mucho. Tenía una capacidad increible para dormir y, por ese mismo motivo, se le notaba enseguida cuando tenía una pesadilla. Esos momentos en los que no paraba de dar vueltas en la cama. Solo, cuando tenía pesadillas. Por suerte, no en demasiadas ocasiones.
Aún estando absorto en sus propios pensamientos algo le llamó la atención. Un grito - ¡Qué alguien lo detenga! ¡Está robando! - se escuchó una voz bastante aguda y muy alta. En un principio le desconcertó un poco pero, volviendo súbitamente a la realidad localizó a la mujer que estaba armando tanto alboroto. Una señora perlada de joyas de pies a cabeza. Con unos rizos perfectos y una cabellera completamente rubia. De estatura mediana y..con unas cuantas arrugas en el rostro. Sí, era bastante mayorcita pero de aquellas que con la edad se volvía más y más coqueta. De las que pensaban que la juventud duraba eternamente. Dicha mujer, señalaba hacia un lado de la plaza. Una tienda. Y justo en ese momento un hombre salía corriendo con una bolsa en mano y, desdeluego, con la pinta de ser todo un ladronzuelo.
No pensó demasiado, su cuerpo se movió antes de que su mente siquiera procesara lo que hacer o el registrar a ese hombre para ver dónde llevaba el arma. Es obvio que debía llevar alguna porque por las buenas no iban a darle lo que fuese que llevase en esa bolsa negra. Se chocó con él de lado, tambaleandole aunque no tirandole al suelo que era lo que había pretendido. Era algo más corpulento que él y Adam no estaba en las mejores condiciones, sin embargo, la adrenalina del momento también le daba fuerzas. Y entonces, cuando se abalanzó contra él y notó un pequeño pinchazo en uno de sus hombros se dió cuenta -demasiado tarde- de que su arma era un cuchillo. No demasiado afilado, para su suerte, pero si grande. Añadido a la fuerza que tendría fue suficiente para que le hundiera prácticamente lo que venía siendo toda la punta. En ese momento su mente no procesó del todo el dolor, simplemente se retiró por él mismo el cuchillo y lo puso sobre la garganta ajena. Ante eso el "armario" ya no parecía tan valiente - ¿La bolsa o tu cuello? - murmuró Adam como si fuera una elección entre colores o cualquier otra cosa trivial y añadiendo una pequeña sonrisa. Era irremediable este hombre. - Está bien, está bien.. - se rindió tras un par de minutos, en los cuales Adam apretaba cada vez más la hoja contra su piel, y le entregó la bolsa. La cogió y, lentamente, se bajó de él todavía apuntandole. - Ahora lárgate y si vuelves a robar, asegurate de organizarte mejor chaval - ¿Un consejo? Sí, lo que habeis escuchado. Un consejo para alguien que acababa de apuñalarlo en el hombro.
Soltó un suspiro cuando el hombre echó a correr y entonces el dolor se le empezó a hacer más notable. Se sentó en el suelo soltando el cuchillo e intentando verse la herida. No era mortal, claro, pero tampoco tenía muy buena pinta..
La cuestión es que si estaba allí, en medio de las calles de París, no era precisamente por gusto. Bueno, en parte sí, pero en parte tenía un deber que cumplir. Gracias al calor que hacía sus ojos podían mantenerse despiertos y también su mente que era la que controlaba que su cuerpo se moviese. Claro que, si en ese mismo instante se ponía bajo uno de esos toldos de las tiendas y se tumbaba podría caer dormido como un tronco de inmediato. A los cuatro segundos, como mucho. Tenía una capacidad increible para dormir y, por ese mismo motivo, se le notaba enseguida cuando tenía una pesadilla. Esos momentos en los que no paraba de dar vueltas en la cama. Solo, cuando tenía pesadillas. Por suerte, no en demasiadas ocasiones.
Aún estando absorto en sus propios pensamientos algo le llamó la atención. Un grito - ¡Qué alguien lo detenga! ¡Está robando! - se escuchó una voz bastante aguda y muy alta. En un principio le desconcertó un poco pero, volviendo súbitamente a la realidad localizó a la mujer que estaba armando tanto alboroto. Una señora perlada de joyas de pies a cabeza. Con unos rizos perfectos y una cabellera completamente rubia. De estatura mediana y..con unas cuantas arrugas en el rostro. Sí, era bastante mayorcita pero de aquellas que con la edad se volvía más y más coqueta. De las que pensaban que la juventud duraba eternamente. Dicha mujer, señalaba hacia un lado de la plaza. Una tienda. Y justo en ese momento un hombre salía corriendo con una bolsa en mano y, desdeluego, con la pinta de ser todo un ladronzuelo.
No pensó demasiado, su cuerpo se movió antes de que su mente siquiera procesara lo que hacer o el registrar a ese hombre para ver dónde llevaba el arma. Es obvio que debía llevar alguna porque por las buenas no iban a darle lo que fuese que llevase en esa bolsa negra. Se chocó con él de lado, tambaleandole aunque no tirandole al suelo que era lo que había pretendido. Era algo más corpulento que él y Adam no estaba en las mejores condiciones, sin embargo, la adrenalina del momento también le daba fuerzas. Y entonces, cuando se abalanzó contra él y notó un pequeño pinchazo en uno de sus hombros se dió cuenta -demasiado tarde- de que su arma era un cuchillo. No demasiado afilado, para su suerte, pero si grande. Añadido a la fuerza que tendría fue suficiente para que le hundiera prácticamente lo que venía siendo toda la punta. En ese momento su mente no procesó del todo el dolor, simplemente se retiró por él mismo el cuchillo y lo puso sobre la garganta ajena. Ante eso el "armario" ya no parecía tan valiente - ¿La bolsa o tu cuello? - murmuró Adam como si fuera una elección entre colores o cualquier otra cosa trivial y añadiendo una pequeña sonrisa. Era irremediable este hombre. - Está bien, está bien.. - se rindió tras un par de minutos, en los cuales Adam apretaba cada vez más la hoja contra su piel, y le entregó la bolsa. La cogió y, lentamente, se bajó de él todavía apuntandole. - Ahora lárgate y si vuelves a robar, asegurate de organizarte mejor chaval - ¿Un consejo? Sí, lo que habeis escuchado. Un consejo para alguien que acababa de apuñalarlo en el hombro.
Soltó un suspiro cuando el hombre echó a correr y entonces el dolor se le empezó a hacer más notable. Se sentó en el suelo soltando el cuchillo e intentando verse la herida. No era mortal, claro, pero tampoco tenía muy buena pinta..
Jean-Luc Tessier- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 16/05/2011
Edad : 32
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Del diario de mi padre.
Las hortensias son una de las flores más espectaculares que he tenido el agrado de cultivar y poseer, oriundas de Asia tienen una capacidad especial para el color de sus pétalos. Crecen en racimos o ramos de múltiples flores, pero lo importante es el color de estas. Las he visto rosadas y blancas pero hace uno días un asiático me comento que también están en azules, he investigado y todo proviene de los minerales que uno ocupe en el fertilizante. Para que sean azules necesitamos un pH de tierra y cuanto más acida mejor, para obtener el azul deseado. También me entere que de las azules podemos sacar el tinte especial para darle color a algún perfume. ¡Qué mejor noticia para mí!, cuando pueda le contare a Viola, ella ha estado cuidando el jardín de la casa y cultivo Hortensias Rosadas…
¿Por qué mi padre nunca me conto que existían azules? Aquel pensamiento me invadía al tiempo que me ponía a dibujar las flor, o ramillete, las hortensias siempre han sido mi fuente de color para cuando quiero colores cálidos en los perfumes pero… ¿azules? Aquello aún seguía en mi mente y no dejaba de salir. El reloj marco la hora en punto y por la puerta de la perfumería entro Fred, él era quien recogía en el puerto las cajas que venían para mí. August mi chofer se había contactado con aquel joven para que trabajara para mí. Y hoy era el día que llegaba cargamento nuevo a Paris. Hice un espacio en el laboratorio que estaba detrás de la perfumería para dejar el baúl que me llegaría, si me ponía a revisar de seguro en el baúl vendrían los frascos que había encargado a la India. Aun la perfumería estaba cerrada, aquello me dio el tiempo necesario para ordenar todo lo que tenía que hacer, colocar los perfumes a pedido en bolsas de tul para cuando vinieran los dueños se las llevaran, para hoy tenía 3 pedidos, uno para el Duque Renoir, otro para una profesora de la universidad y un pedido especial de un bancario.
La puerta sonó dos veces, ¡Fred! Si seguro que era el, fui abrir la puerta y ahí estaba un joven blancucho algo flacuchento pero con mucho espíritu trabajador. Se adentró a la perfumería con una perfecta sonrisa en los labios, siempre me decía que los olores del puerto eran desagradables y venir a mi perfumería era como estar en el paraíso. Dejo el baúl donde siempre y tomo asiento en uno de los sofás, le ofrecí un par de galletas y leche este con mucho entusiasmo se devoro todo y me paso una carta. Sonreí aquella carta era para una de mis criadas, en la andaba cortejando y cada día me traía una carta para ella y ella siempre le tenía una respuesta, el amor… el amor, pensé. Mientras él seguía comiendo aproveche de llenarle un frasquito con uno de los perfumes que a él le gustaba. Luego de eso el feliz se fue de la perfumería, mire el reloj y ya era la hora de apertura, me deje estar y antes de cualquier cosa abrí el baúl que traía una nota de Lisbou*, leí la nota que me explicaba que no había conseguido uno de los modelos que siempre le pedía pero a cambio me había mandado semillas de nada más ni nada menos ¡Hortensias! De las mismas que el plantaba en la India, una sonrisa se posó en mis labios, parecía que todo estuviera ligado, fue mi primer pensamiento. Junto a los otros frascos de cristal de varios colores había una bolsa de ceda celeste, la tome con cuidado y pude sentir las semillas, pero había algo más en su interior. Me levante y fui al mesón donde pongo los productos nuevos y al tiempo que abrí la bolsa sentí como a mi espalda sonaba la campanilla de la puerta – Está cerrado – dije sin mirar atrás cuando no sentí nada más que pasos fuertes y una punzada en mi espalda – ¡Dame la bolsa! – escuche con una voz ronca mi cuerpo se tenso era un ¡ladrón! Perdí toda la noción de lo que tenía y no que hacer pero algo recordé “Hija… tu vida vale más que cualquier artículo que hayas creado” por acto de inercia extendí la mano y le pase la bolsa, se escucharon el ruido de monedas y cristales en su interior a parte de las semillas, trague saliva y el brabucón salió de la puerta corriendo.
Ahí parada sin más, estaba en ¡shock! Era primera vez que me sucedía algo así, mi corazón a flor de piel latía como si estuviera corriendo uno, dos, tres segundos pasaron y reacciones saliendo de la perfumería para intentar ver donde se había metido aquel, gritos escuche y vi la bolsa unos metros más allá, corrí, pero alguien se había enfrentado al ladrón, para ahí como una estatua me quede a esperar el desenlace heroico que estaba ante mis ojos, el joven que lo había enfrentado consiguió mi bolsa pero, ¡le habían herido!, avance hacia él y poniéndome en cuclillas – Monsieur se encuentra usted bien, ¡¡Ho santo cielo!! – dije abriendo mis ojos de par en par – Venga, yo… - no sabía que decir primero si decir que gracias o auxiliarle – Yo le limpiare la herida – controle mis pensamientos y mis palabras ayudándole a pararse lo lleve hasta la perfumería que había quedado en completo abandono luego de que Salí de ella.
Las hortensias son una de las flores más espectaculares que he tenido el agrado de cultivar y poseer, oriundas de Asia tienen una capacidad especial para el color de sus pétalos. Crecen en racimos o ramos de múltiples flores, pero lo importante es el color de estas. Las he visto rosadas y blancas pero hace uno días un asiático me comento que también están en azules, he investigado y todo proviene de los minerales que uno ocupe en el fertilizante. Para que sean azules necesitamos un pH de tierra y cuanto más acida mejor, para obtener el azul deseado. También me entere que de las azules podemos sacar el tinte especial para darle color a algún perfume. ¡Qué mejor noticia para mí!, cuando pueda le contare a Viola, ella ha estado cuidando el jardín de la casa y cultivo Hortensias Rosadas…
¿Por qué mi padre nunca me conto que existían azules? Aquel pensamiento me invadía al tiempo que me ponía a dibujar las flor, o ramillete, las hortensias siempre han sido mi fuente de color para cuando quiero colores cálidos en los perfumes pero… ¿azules? Aquello aún seguía en mi mente y no dejaba de salir. El reloj marco la hora en punto y por la puerta de la perfumería entro Fred, él era quien recogía en el puerto las cajas que venían para mí. August mi chofer se había contactado con aquel joven para que trabajara para mí. Y hoy era el día que llegaba cargamento nuevo a Paris. Hice un espacio en el laboratorio que estaba detrás de la perfumería para dejar el baúl que me llegaría, si me ponía a revisar de seguro en el baúl vendrían los frascos que había encargado a la India. Aun la perfumería estaba cerrada, aquello me dio el tiempo necesario para ordenar todo lo que tenía que hacer, colocar los perfumes a pedido en bolsas de tul para cuando vinieran los dueños se las llevaran, para hoy tenía 3 pedidos, uno para el Duque Renoir, otro para una profesora de la universidad y un pedido especial de un bancario.
La puerta sonó dos veces, ¡Fred! Si seguro que era el, fui abrir la puerta y ahí estaba un joven blancucho algo flacuchento pero con mucho espíritu trabajador. Se adentró a la perfumería con una perfecta sonrisa en los labios, siempre me decía que los olores del puerto eran desagradables y venir a mi perfumería era como estar en el paraíso. Dejo el baúl donde siempre y tomo asiento en uno de los sofás, le ofrecí un par de galletas y leche este con mucho entusiasmo se devoro todo y me paso una carta. Sonreí aquella carta era para una de mis criadas, en la andaba cortejando y cada día me traía una carta para ella y ella siempre le tenía una respuesta, el amor… el amor, pensé. Mientras él seguía comiendo aproveche de llenarle un frasquito con uno de los perfumes que a él le gustaba. Luego de eso el feliz se fue de la perfumería, mire el reloj y ya era la hora de apertura, me deje estar y antes de cualquier cosa abrí el baúl que traía una nota de Lisbou*, leí la nota que me explicaba que no había conseguido uno de los modelos que siempre le pedía pero a cambio me había mandado semillas de nada más ni nada menos ¡Hortensias! De las mismas que el plantaba en la India, una sonrisa se posó en mis labios, parecía que todo estuviera ligado, fue mi primer pensamiento. Junto a los otros frascos de cristal de varios colores había una bolsa de ceda celeste, la tome con cuidado y pude sentir las semillas, pero había algo más en su interior. Me levante y fui al mesón donde pongo los productos nuevos y al tiempo que abrí la bolsa sentí como a mi espalda sonaba la campanilla de la puerta – Está cerrado – dije sin mirar atrás cuando no sentí nada más que pasos fuertes y una punzada en mi espalda – ¡Dame la bolsa! – escuche con una voz ronca mi cuerpo se tenso era un ¡ladrón! Perdí toda la noción de lo que tenía y no que hacer pero algo recordé “Hija… tu vida vale más que cualquier artículo que hayas creado” por acto de inercia extendí la mano y le pase la bolsa, se escucharon el ruido de monedas y cristales en su interior a parte de las semillas, trague saliva y el brabucón salió de la puerta corriendo.
Ahí parada sin más, estaba en ¡shock! Era primera vez que me sucedía algo así, mi corazón a flor de piel latía como si estuviera corriendo uno, dos, tres segundos pasaron y reacciones saliendo de la perfumería para intentar ver donde se había metido aquel, gritos escuche y vi la bolsa unos metros más allá, corrí, pero alguien se había enfrentado al ladrón, para ahí como una estatua me quede a esperar el desenlace heroico que estaba ante mis ojos, el joven que lo había enfrentado consiguió mi bolsa pero, ¡le habían herido!, avance hacia él y poniéndome en cuclillas – Monsieur se encuentra usted bien, ¡¡Ho santo cielo!! – dije abriendo mis ojos de par en par – Venga, yo… - no sabía que decir primero si decir que gracias o auxiliarle – Yo le limpiare la herida – controle mis pensamientos y mis palabras ayudándole a pararse lo lleve hasta la perfumería que había quedado en completo abandono luego de que Salí de ella.
*Lisbou, Comerciante de la india que me vende frascos y productos especiales para la fabricación de mis perfumes.
Viola de Lesseps- Humano Clase Alta
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El mundo se quedó quieto y luego empezó a girar para Adam. Una vez en el suelo y consciente de que lo habían herido no supo demasiado bien lo que hacer. Estaba sangrando, el ladrón se había ido, estaba sangrado, le habían apuñalado..¡Estaba sangrando! Dios, tardó más en darse cuenta que en lanzarse contra el armario que le había provocado semejante herida. Y lo peor de todo es que a medida que iba siendo consciente de ello las punzadas de dolor aumentaban. Pasó de ser un ligero pinchazo a no poder prácticamente ni mover el hombro. Una vez más se lo miró, como si con ello pudiese hacerlo desaparecer. "Joder, me ha abierto un buen boquete" pensó para si mismo. La camisa que llevaba era demasiado fina como para que le hubiese amortiguado minimamente, igual, aunque hubiese llevado un abrigo con la fuerza que tenía el tío habría acabado igual. Pero tal vez, no se lo hubiese clavado tan profundo. ¿Cuánto de profundo era? Ahora volvió a mirarsela para ver si era tan exagerado como para que le hubiese atravesado. Suspiró al ver que eran solo exageraciones suyas, solo había sido un.."cortecito", un cortecito grande.
De repente, todos sus sentidos se desviaron de la herida hacia la voz de alguien que al parecer se estaba dirigiendo a él. "Monsieur se encuentra bien" alcanzó a escuchar seguido de un grito que lo confundió todavía más. De nuevo, empezaba a darle todo vueltas. Y sin embargo, no podía dejar que la dama [estaba casi inconsciente y con ganas de vomitar pero aún así se había percatado a la perfección de que era una bella dama la que le estaba ayudando] le cargara de esa manera. Si se desvanecía en ese momento le iba a hacer pasar una verguenza tremenda. Y posiblemente pesaría demasiado para ella así que hizo todo lo posible por agarrarse a ella y caminar hacia dónde quisiera que le estuviese llevando. No la escuchó. No podía, le pitaban los oídos. Al igual que no podía escuchar los sonidos de su alrededor y si acertaba a abrir los ojos era nada más para no darse de bruces. Para saber por dónde pisaba. Necesitaba tumbarse a la de ya.
- Madame.. - alcanzó a susurrar cuando se sintió "noqueado" por una variedad increíble de olores además de un frescor que sin duda destacaba el echo de que ya no estaban en la calle, bajo ese sol abrasador que a esa hora lo hacia parecer todo un infierno. Sí, ya solo con eso notaba que se encontraba mejor. En cuanto tuvo una superficie dura en la que apoyarse, se aferró a ella y dejó de hacerlo sobre la mujer, quitándole así todo su peso de encima. Ni siquiera en esas condiciones podía dejar de pensar en las mujeres ¡Qué hombre! Tenía más hormonas que neuronas, eso estaba muy claro. - ¿Madame? - volvió a repetir, intentando comprobar que había alguien allí con él y que no estaba solo. Tenía los ojos cerrados por lo que no podía verla, solo sentirla. Sentirla hasta que entraron allí y los demás olores también se mezclaron con el de la mujer, haciéndole imposible el saber si seguiría con él. De alguna manera, no quería quedarse solo. Y no podía evitar sentirse algo indefenso sin todos sus sentidos re-establecidos.
Palpó con las manos la superficie sobre la que se dejó apoyar, aunque nada más apoyaba parte de su trasero ya que no era nada blando ni mucho menos para recostarse. Podía sentirlo. Cuando abrió los ojos en un vano intento por saber que era, en parte, movido por su curiosidad, pudo acertar a ver un mostrador como si el de una tienda se tratase. Por todos los olores no tardó en intuir que sería una perfumeria, tal vez, el lugar que había atracado el ladrón. Ya todo tenía sentido. La mujer con ese particular olor sería la dueña y lo había llevado allí para socorrerlo. Qué amable, pensó para si al mismo tiempo que volvía a cerrar los ojos y dejaba escapar una sutil sonrisa de los labios.
- Madame..¿tendría algún lugar en el que recostarme? Yo..necesito tumbarte, solo un rato.. - iba a pedirlo por favor, como todo un caballero, pero las palabras al igual que el cuerpo empezaban a pesarle cada vez más. Y, aunque se iba recuperando poco a poco [lo notaba] todavía se sentía fatal. El brazo..bueno, el brazo ya no le dolía tanto ¡Por qué lo sentía entumecido! Esa idea le dio algo de terror y al mismo tiempo alivio de ya no sentirlo pero no sabía si eso podía ser algo bueno o malo. Sabía que, pasara lo que pasara, él continuaría siendo el mismo y nada iba a cambiar en su vida. Se alegraba de haberse enfrentado con aquel hombre. Sí, seguro había merecido la pena.
De repente, todos sus sentidos se desviaron de la herida hacia la voz de alguien que al parecer se estaba dirigiendo a él. "Monsieur se encuentra bien" alcanzó a escuchar seguido de un grito que lo confundió todavía más. De nuevo, empezaba a darle todo vueltas. Y sin embargo, no podía dejar que la dama [estaba casi inconsciente y con ganas de vomitar pero aún así se había percatado a la perfección de que era una bella dama la que le estaba ayudando] le cargara de esa manera. Si se desvanecía en ese momento le iba a hacer pasar una verguenza tremenda. Y posiblemente pesaría demasiado para ella así que hizo todo lo posible por agarrarse a ella y caminar hacia dónde quisiera que le estuviese llevando. No la escuchó. No podía, le pitaban los oídos. Al igual que no podía escuchar los sonidos de su alrededor y si acertaba a abrir los ojos era nada más para no darse de bruces. Para saber por dónde pisaba. Necesitaba tumbarse a la de ya.
- Madame.. - alcanzó a susurrar cuando se sintió "noqueado" por una variedad increíble de olores además de un frescor que sin duda destacaba el echo de que ya no estaban en la calle, bajo ese sol abrasador que a esa hora lo hacia parecer todo un infierno. Sí, ya solo con eso notaba que se encontraba mejor. En cuanto tuvo una superficie dura en la que apoyarse, se aferró a ella y dejó de hacerlo sobre la mujer, quitándole así todo su peso de encima. Ni siquiera en esas condiciones podía dejar de pensar en las mujeres ¡Qué hombre! Tenía más hormonas que neuronas, eso estaba muy claro. - ¿Madame? - volvió a repetir, intentando comprobar que había alguien allí con él y que no estaba solo. Tenía los ojos cerrados por lo que no podía verla, solo sentirla. Sentirla hasta que entraron allí y los demás olores también se mezclaron con el de la mujer, haciéndole imposible el saber si seguiría con él. De alguna manera, no quería quedarse solo. Y no podía evitar sentirse algo indefenso sin todos sus sentidos re-establecidos.
Palpó con las manos la superficie sobre la que se dejó apoyar, aunque nada más apoyaba parte de su trasero ya que no era nada blando ni mucho menos para recostarse. Podía sentirlo. Cuando abrió los ojos en un vano intento por saber que era, en parte, movido por su curiosidad, pudo acertar a ver un mostrador como si el de una tienda se tratase. Por todos los olores no tardó en intuir que sería una perfumeria, tal vez, el lugar que había atracado el ladrón. Ya todo tenía sentido. La mujer con ese particular olor sería la dueña y lo había llevado allí para socorrerlo. Qué amable, pensó para si al mismo tiempo que volvía a cerrar los ojos y dejaba escapar una sutil sonrisa de los labios.
- Madame..¿tendría algún lugar en el que recostarme? Yo..necesito tumbarte, solo un rato.. - iba a pedirlo por favor, como todo un caballero, pero las palabras al igual que el cuerpo empezaban a pesarle cada vez más. Y, aunque se iba recuperando poco a poco [lo notaba] todavía se sentía fatal. El brazo..bueno, el brazo ya no le dolía tanto ¡Por qué lo sentía entumecido! Esa idea le dio algo de terror y al mismo tiempo alivio de ya no sentirlo pero no sabía si eso podía ser algo bueno o malo. Sabía que, pasara lo que pasara, él continuaría siendo el mismo y nada iba a cambiar en su vida. Se alegraba de haberse enfrentado con aquel hombre. Sí, seguro había merecido la pena.
Jean-Luc Tessier- Prostituta Clase Baja
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Cargar al joven me había costado dejando en claro que solo era una mujer débil, pero la debilidad para algunos era la fortaleza de otros, eso estaba claro en mi mente. Al dejar apoyado al joven en el mesón cerré la puerta de la perfumería, no quería que nadie entrara y mucho menos viera al herido, una parte de mi sentía culpa por lo sucedido, pero la ambición en las personas de Paris parecía crecer día a día, no era la primera vez que me robaban y tampoco sería la última, quizás debería aprender algún medio para mi defenderme, pero ahora lo que me importaba era a quien había recogido en las calles de Paris. Me fui al laboratorio por unas vendas, {esperando tener}, agua y alcohol, pero antes de que siquiera pudiera hacer algo escuche como pedía de un lugar donde recostarse, ¡Dios! Los bellos se me pusieron de punta y corrí hacia el para ayudarle; en la perfumería existía un sofá blanco que según mi padre lo ocupaba mi madre para recostarse cuando yo aún no nacía, me pareció elegante y pintoso a pesar del color, a la mayoría de las personas le gustaba, además habían otros sofás más pequeños que hacían juego. Con algo de dificultad lo ayude a llegar al Sofá – Monsieur, recuéstese – mi voz salió pausada y arrodillándome en el suelo comencé a quitarle la camisa – Déjeme ayudarle - sonreí de lado mientras le quitaba unos cortos mechones de cabello de la frente. En seguida me levante y fui a buscar lo que había dejado en la otra habitación.
Le quede mirando con una sonrisa en mis labios, no parecía tan herido pero aun así necesitaba de mi ayuda – Soy Viola de Lesseps – me presente mientras mis rodillas tocaban el suelo y mis manos iban con una tela empapada en agua para limpiarle la herida, cuidadosamente limpie la herida intentando de no hacerle ningún daño, la punzada era pequeña pero sí que había sangrado mucho, pero poco a poco la sangre iba cesando. Deje la tela húmeda en su herida y le tome la mano dándole una suave caricia, con el tacto alcance a notar que estaba más fría de lo normal así que la frote en silencio mientras al otro lado de la habitación una tetera comenzaba a hervir, me levante con rapidez y fui podría decir que casi corriendo para servir un poco de té de manzanilla con orégano, aquello le ayudaría tanto para abrigar el cuerpo como también anestésico natural. Cuando de nuevo estuve a su lado puse mi mano en su nuca – Monsieur beba esto, le ayudara – hice un poco de fuerza para que el pudiera integrarse y llevándole la taza hasta su boca – Con cuidado está caliente – advertí no quería que saliera ahora quemado, ya tenía mucho con la herida. Deje la taza a un lado y cambie la tela para seguir limpiando, no sabía que decir a mi parecer no eran necesarias muchas palabras quizás le dolía y yo ahí estaba haciéndole más daño, o tal vez quería descansar y yo no lo dejaba. No era una curandera ni mucho menos medico pero si algo sabia era que ciertas plantas servían como medicamentos y también como aromatizantes.
Volví a tomar su mano para ver si había adquirido calor mientras mi izquierda va a su frente tenía que cerciorarme que no tenía fiebre – Estarás bien, te lo aseguro – dije muy suavemente y quede ahí sentada en el suelo como cual amante vela el sueño de su amado, en ningún momento solté su mano, el joven aun parecía medio desorientado y no quería que cuando regresara en sus cinco sentidos se llevara una sorpresa, al menos teniéndole de la mano podía sentir que estaba bien, que la sangre estaba volviendo a pasar por su brazo como tenía que hacerlo. Mis dedos acariciaban suavemente la mano ajena me sentía tranquila de cierta manera, el me había ayudado sin saber que la ayuda era para mí, y yo tenía que ayudarle fuera él o cualquier otra persona, le habían atacado y nadie había hecho nada. Quizás por temor a represalias los brabucones andaban a la orden del día y nadie hacia nada, era lamentable aquello.
Le quede mirando con una sonrisa en mis labios, no parecía tan herido pero aun así necesitaba de mi ayuda – Soy Viola de Lesseps – me presente mientras mis rodillas tocaban el suelo y mis manos iban con una tela empapada en agua para limpiarle la herida, cuidadosamente limpie la herida intentando de no hacerle ningún daño, la punzada era pequeña pero sí que había sangrado mucho, pero poco a poco la sangre iba cesando. Deje la tela húmeda en su herida y le tome la mano dándole una suave caricia, con el tacto alcance a notar que estaba más fría de lo normal así que la frote en silencio mientras al otro lado de la habitación una tetera comenzaba a hervir, me levante con rapidez y fui podría decir que casi corriendo para servir un poco de té de manzanilla con orégano, aquello le ayudaría tanto para abrigar el cuerpo como también anestésico natural. Cuando de nuevo estuve a su lado puse mi mano en su nuca – Monsieur beba esto, le ayudara – hice un poco de fuerza para que el pudiera integrarse y llevándole la taza hasta su boca – Con cuidado está caliente – advertí no quería que saliera ahora quemado, ya tenía mucho con la herida. Deje la taza a un lado y cambie la tela para seguir limpiando, no sabía que decir a mi parecer no eran necesarias muchas palabras quizás le dolía y yo ahí estaba haciéndole más daño, o tal vez quería descansar y yo no lo dejaba. No era una curandera ni mucho menos medico pero si algo sabia era que ciertas plantas servían como medicamentos y también como aromatizantes.
Volví a tomar su mano para ver si había adquirido calor mientras mi izquierda va a su frente tenía que cerciorarme que no tenía fiebre – Estarás bien, te lo aseguro – dije muy suavemente y quede ahí sentada en el suelo como cual amante vela el sueño de su amado, en ningún momento solté su mano, el joven aun parecía medio desorientado y no quería que cuando regresara en sus cinco sentidos se llevara una sorpresa, al menos teniéndole de la mano podía sentir que estaba bien, que la sangre estaba volviendo a pasar por su brazo como tenía que hacerlo. Mis dedos acariciaban suavemente la mano ajena me sentía tranquila de cierta manera, el me había ayudado sin saber que la ayuda era para mí, y yo tenía que ayudarle fuera él o cualquier otra persona, le habían atacado y nadie había hecho nada. Quizás por temor a represalias los brabucones andaban a la orden del día y nadie hacia nada, era lamentable aquello.
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El sentir que le recostaban sobre una superficie fue un consuelo divino para Adam. Su cuerpo dejó de sentirse pesado y junto a un suspiro bien profundo sintió que podía descansar bien. Ahora ya no tenía que preocuparse por nada. Podía cerrar los ojos, lentamente, hasta quedarse..¡Espera! ¿Qué estás haciendo? No puedes quedarte dormido, imbécil. Su propio subconsciente fue el que le despertó como si de una bofetada se tratase y si, tenía razón. Estaba en un lugar que no conocía y alguien estaba cuidando de él. Tenía que mejorarse lo antes posible y largarse para no ocasionar más problemas. Aunque claro, él se había jugado el cuello y un poco de atención de vez en cuando no.. ¡Ey! ¿En qué estas pensado? No sueñes. De nuevo se recordó así mismo que no era ese tipo de persona. Algunas veces esa vocecilla podía serle útil. Tan útil como fastidiosa en muchas otras ocasiones. Pero, a parte de que no era algo que pudiese elegir, si no la tuviera seguro le costaría ir por el "buen" camino. Relativamente hablando, claro.
Viola fue todo lo que sus sentidos alcanzaron a captar antes de sentir que intentaba darle algo de beber. ¿Y si le estaba envenenando? ¡Podría se parte de un complot! Vale, eso ya era pasarse de rosca dejando volar la imaginación. Una mujer que oliera tan bien no podía ser mala. No, definitivamente, no podía ser mala. Y lentamente empezó a abrir los ojos una vez que su cuerpo se relajó. Eso que le había dado era asqueroso. Mejor dicho, sabía asqueroso. Pero sin embargo le reconfortó. Por el gusto debía ser algún tipo de hierva medicina. Prefería no saber cual. Siempre había medio renegado a comerse o beberse las flores. No creía en ese tipo de curación aunque si es bien cierto que le estaban enseñando a apreciar la naturaleza cada vez más. Al final, tendría que acabar creyéndose todo eso.
Soltó una pequeña risotada al escuchar las palabras de la mujer. Le trataba como si fuera un niño. Mejor, como si fuera alguien muy querido cuando en realidad no se conocían. Probablemente ni siquiera se habrían visto alguna vez en la ciudad. Su rostro era pálido, sus labios rojizos y su pelo era prácticamente igual. De ese mismo color rosado. Increíble. Así que pelirroja, qué suerte tengo. Ni en momentos como esos podía dejar de pensar en la belleza de una mujer. Sobretodo si la tenía frente a sus narices y hacía una cara tan adorable como la de su acompañante. - Gracias, Viola - dijo finalmente, ya más calmado y sin respirar de manera agitada. Todo lo contrario. Su respiración volvía a ser normal y paulatina. Su pecho bajaba y subía. Podía observar la alteración de ella así que con sus palabras quería tranquilizarla. Del mismo modo que ella había echo con él - Adam DuPont - con la mano que ella le había agarrado de manera tan suave la alzó hasta llevarsela a los labios. Besando así sus nudillos. - Para servirle..en cuanto me recupere. - Eso es chico, no pierdas los modales. Desde luego aquel pensamiento le causo mucha gracia ¿Desde cuando él tenía modales? Bueno, sí que los tenía, pero no los sacaba a menudo muy frecuentemente que es diferente. Y por eso mostró una sonrisa aprovechando el momento.
- Su amado debe de ser muy afortunado. Si hace esto por un desconocido, no puedo imaginarme lo que hará por él.. - Estoy ligando. Sí. ¡Estoy ligando! Este chico era simplemente increíble porque ni siquiera con el brazo adolorido podía dejar de pensar con su parte inferior. O sino era con su parte inferior desde luego sería con otra que no tenía nada que ver con las pocas neuronas que tenía. Aún herido era capaz de tener la suficiente consciencia como para intentar averiguar el estado civil de la mujer que lo acompañaba. No estar casada ni tener a alguien amado sería una respuesta demasiado extraña. Dejó caer de nuevo la cabeza en el lugar dónde lo había recostado y soltó otro suspiro de alivio, entrecerrando los ojos. A pesar de todo, volvía a ser el mismo.
Viola fue todo lo que sus sentidos alcanzaron a captar antes de sentir que intentaba darle algo de beber. ¿Y si le estaba envenenando? ¡Podría se parte de un complot! Vale, eso ya era pasarse de rosca dejando volar la imaginación. Una mujer que oliera tan bien no podía ser mala. No, definitivamente, no podía ser mala. Y lentamente empezó a abrir los ojos una vez que su cuerpo se relajó. Eso que le había dado era asqueroso. Mejor dicho, sabía asqueroso. Pero sin embargo le reconfortó. Por el gusto debía ser algún tipo de hierva medicina. Prefería no saber cual. Siempre había medio renegado a comerse o beberse las flores. No creía en ese tipo de curación aunque si es bien cierto que le estaban enseñando a apreciar la naturaleza cada vez más. Al final, tendría que acabar creyéndose todo eso.
Soltó una pequeña risotada al escuchar las palabras de la mujer. Le trataba como si fuera un niño. Mejor, como si fuera alguien muy querido cuando en realidad no se conocían. Probablemente ni siquiera se habrían visto alguna vez en la ciudad. Su rostro era pálido, sus labios rojizos y su pelo era prácticamente igual. De ese mismo color rosado. Increíble. Así que pelirroja, qué suerte tengo. Ni en momentos como esos podía dejar de pensar en la belleza de una mujer. Sobretodo si la tenía frente a sus narices y hacía una cara tan adorable como la de su acompañante. - Gracias, Viola - dijo finalmente, ya más calmado y sin respirar de manera agitada. Todo lo contrario. Su respiración volvía a ser normal y paulatina. Su pecho bajaba y subía. Podía observar la alteración de ella así que con sus palabras quería tranquilizarla. Del mismo modo que ella había echo con él - Adam DuPont - con la mano que ella le había agarrado de manera tan suave la alzó hasta llevarsela a los labios. Besando así sus nudillos. - Para servirle..en cuanto me recupere. - Eso es chico, no pierdas los modales. Desde luego aquel pensamiento le causo mucha gracia ¿Desde cuando él tenía modales? Bueno, sí que los tenía, pero no los sacaba a menudo muy frecuentemente que es diferente. Y por eso mostró una sonrisa aprovechando el momento.
- Su amado debe de ser muy afortunado. Si hace esto por un desconocido, no puedo imaginarme lo que hará por él.. - Estoy ligando. Sí. ¡Estoy ligando! Este chico era simplemente increíble porque ni siquiera con el brazo adolorido podía dejar de pensar con su parte inferior. O sino era con su parte inferior desde luego sería con otra que no tenía nada que ver con las pocas neuronas que tenía. Aún herido era capaz de tener la suficiente consciencia como para intentar averiguar el estado civil de la mujer que lo acompañaba. No estar casada ni tener a alguien amado sería una respuesta demasiado extraña. Dejó caer de nuevo la cabeza en el lugar dónde lo había recostado y soltó otro suspiro de alivio, entrecerrando los ojos. A pesar de todo, volvía a ser el mismo.
Jean-Luc Tessier- Prostituta Clase Baja
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Los años y la práctica hacían al maestro, yo con el tiempo había aprendido a tratar a las personas, a ser servicial, solidaria y hasta una buena oyente, algunas veces hasta consejera, pero nunca dejaba que me pasaran a llevar si bien uno de mis defectos era que no podía quedarme callada el otro era que me preocupaba mucho de las personas y muchas veces solía confiar más de lo debido. De esa forma había sufrido algunas desilusiones, nada de que lamentarse nada de qué preocuparse siempre volvía al camino y salía adelante. Mientras los segundos pasaban note como los cambios de aquel joven se iban notando, justo cuando iba a soltar su mano para ponerle un vendaje este se presentó Adam DuPont, como todo un caballero beso mi mano, y una sonrisa se escapó de mis labios, aun no entendía ese afán de los hombres con aquel acto aunque decía mucho de la persona o tal vez era una costumbre que estaba muy de moda por estos días en Paris. –Shhh – puse uno de mis dedos en sus labios para que no hablara, a un lado del cuenco con agua tenía una venda blanquecina la tome entre mis manos para que pudiera culminar con aquella improvisada curación. Escuche cada palabra logrando sorprenderme con sus últimas palabras – Ya me ha servido, ha detenido al ladrón y recuperado mi bolsa – dije suave mientras mis manos lentamente comenzaron a limpiar nuevamente la herida. Cuando al fin estuvo limpia le mire a los ojos y pase mi brazo por su espalda para ayudarle a sentarse – siéntese, Monsieur, para poder vendarle la herida – añadí, cuando estuvo sentado pose la venda en su pequeña herida y luego la envolví para que esta no se moviera, reteniendo así la sangre que seguramente comenzaría a fluir en cualquier momento.
Aun no tengo un amado, Monsieur DuPont – Sonreí con los labios cerrados mientras volvía a ponerme de cuclillas - Lo más probable que su novia se preocupe cuando vea aquella herida – agregue mientras tomaba el cuenco con las vendas enrojecidas, me levante con cuidado para no botar nada – Ya vuelvo – avance en silencio por la perfumería hasta llegar al laboratorio, en el bote las vendas sucias por la sangre derramada y el agua la vertí por el drenaje, lave mis manos y seque con algo de prisa, no quería que aquel hombre se fuera así, aun tenia mis dudas si se encontraba del todo bien. No alcanzo a pasar un minuto y regrese con el joven DuPont. Acarre un pequeño sillón cuadrado para tomar asiento frente de él, agradecía que era verano por que no quería imaginar cuales hubieran sido mis medios para hacerle entrar en calor. Un silencio algo incómodo logre percibir y solo pude hacer lo que mejor se – Monsieur DuPont, me gustaría compensarlo por aquel acto que hizo, pudo haberle costado la vida y créame sería una verdadera desgracia perder a un hombre como usted, seguro de sus actos y casi sin temor al bandido a quien se enfrentó – Podría decir que Paris perdería a un joven atractivo o buen mozo pero aquello me lo guarde, yo no era de hacer ese tipo de halagos y mucho menos hacia alguien que tan solo conocía su nombre.
Mire la galería donde todos los perfumes parecían prestar atención a cada palabra que salía de mis labios, perfectamente pintados, sonreí de manera inusual para luego volver a colocar mis ojos en el joven que tenía frente a mí – Yo soy dueña de esta perfumería – moví mis brazos haciendo seña del lugar donde nos encontrábamos – Y también fabrico perfumes, puedo decir que la mayoría de los que están aquí son hechos y creados por mí – siempre me había sentido orgullosa de pronunciar aquella frase, era mi mayor logro como mujer en una sociedad donde los hombres gobernaban a su manera y muchas veces miraban en menos a las personas esforzadas, me sentía importante de alguna manera en Paris, ya que siempre lograba sorprender a más de alguien con mi trabajo, en estos tiempos solo trabajaban los hombres y los pocos trabajos que habían para damas eran, institutrices, profesoras de música, modistas aunque conocía a pocas féminas que se dedicaban a esos, todos los campos laborales eran ocupados por hombres de alguna forma mi trabajo y mi persona era el punto negro el que marcaba la diferencia – Monsieur, usted es bastante joven, ¿estudia? – era la pregunta más lógica que había en mi mente, ya que, empleado no era, esclavo definitivamente no, claro a menos que viviera a costa de sus padres y sea un joven mi mano que espera la herencia familiar, o también cabía la posibilidad que trabajara para su padre. Mi mente era un verdadero laberinto cuando una duda se metía en mi cabeza. Pensé en silencio y casi sorprendida las palabras fluyeron por mis labios – Yo aquí preguntándole y contando cosas de mi vida, seguro tiene algo más importante que hacer – mis ojos sentí como se abrieron más de lo normal, pero yo me dejaba llevar por las conversaciones, ya sabía que era un defecto pero esperaba no incomodar ni mucho menos retrasar a nadie por culpa mía.
Aun no tengo un amado, Monsieur DuPont – Sonreí con los labios cerrados mientras volvía a ponerme de cuclillas - Lo más probable que su novia se preocupe cuando vea aquella herida – agregue mientras tomaba el cuenco con las vendas enrojecidas, me levante con cuidado para no botar nada – Ya vuelvo – avance en silencio por la perfumería hasta llegar al laboratorio, en el bote las vendas sucias por la sangre derramada y el agua la vertí por el drenaje, lave mis manos y seque con algo de prisa, no quería que aquel hombre se fuera así, aun tenia mis dudas si se encontraba del todo bien. No alcanzo a pasar un minuto y regrese con el joven DuPont. Acarre un pequeño sillón cuadrado para tomar asiento frente de él, agradecía que era verano por que no quería imaginar cuales hubieran sido mis medios para hacerle entrar en calor. Un silencio algo incómodo logre percibir y solo pude hacer lo que mejor se – Monsieur DuPont, me gustaría compensarlo por aquel acto que hizo, pudo haberle costado la vida y créame sería una verdadera desgracia perder a un hombre como usted, seguro de sus actos y casi sin temor al bandido a quien se enfrentó – Podría decir que Paris perdería a un joven atractivo o buen mozo pero aquello me lo guarde, yo no era de hacer ese tipo de halagos y mucho menos hacia alguien que tan solo conocía su nombre.
Mire la galería donde todos los perfumes parecían prestar atención a cada palabra que salía de mis labios, perfectamente pintados, sonreí de manera inusual para luego volver a colocar mis ojos en el joven que tenía frente a mí – Yo soy dueña de esta perfumería – moví mis brazos haciendo seña del lugar donde nos encontrábamos – Y también fabrico perfumes, puedo decir que la mayoría de los que están aquí son hechos y creados por mí – siempre me había sentido orgullosa de pronunciar aquella frase, era mi mayor logro como mujer en una sociedad donde los hombres gobernaban a su manera y muchas veces miraban en menos a las personas esforzadas, me sentía importante de alguna manera en Paris, ya que siempre lograba sorprender a más de alguien con mi trabajo, en estos tiempos solo trabajaban los hombres y los pocos trabajos que habían para damas eran, institutrices, profesoras de música, modistas aunque conocía a pocas féminas que se dedicaban a esos, todos los campos laborales eran ocupados por hombres de alguna forma mi trabajo y mi persona era el punto negro el que marcaba la diferencia – Monsieur, usted es bastante joven, ¿estudia? – era la pregunta más lógica que había en mi mente, ya que, empleado no era, esclavo definitivamente no, claro a menos que viviera a costa de sus padres y sea un joven mi mano que espera la herencia familiar, o también cabía la posibilidad que trabajara para su padre. Mi mente era un verdadero laberinto cuando una duda se metía en mi cabeza. Pensé en silencio y casi sorprendida las palabras fluyeron por mis labios – Yo aquí preguntándole y contando cosas de mi vida, seguro tiene algo más importante que hacer – mis ojos sentí como se abrieron más de lo normal, pero yo me dejaba llevar por las conversaciones, ya sabía que era un defecto pero esperaba no incomodar ni mucho menos retrasar a nadie por culpa mía.
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Bárbara mujer. Fue lo único que se le pudo pasar por la mente en ese momento, mientras miraba a la persona que tenía frente a él. Poco a poco sus sentidos iban recuperándose y con ello tanto los pensamientos buenos como los malos. Siempre había sitio para estos últimos. Mientras lo curaba, cosa que para él resultaban caricias estupendas. Sus ojos la iban mirando. Cabello resplandeciente y de un tono rojizo no muy común desde luego. Ojos bellos y grandes con pestañas largas que se movían cada vez que ella entornaba los ojos para mirar su herida. Piel blanca y gracias al rápido gesto de presentación que había echo anteriormente pudo comprobar que exquisitamente suave. Benditos modales, a veces no resultaban tan malos como uno creía. Sobretodo cuando le resultaban convenientes. Y en ese momento él había arriesgado su pescuezo por salvar lo que hubiese en esa bolsa. No le importaba demasiado. Tampoco le importó cuando intervino con el ladrón; ni siquiera había pensado en lo que hacía. En momentos como esos su cuerpo acababa actuando antes que su mente como le pasaba con muchas mujeres, claro que, acababa ligeramente peor en ese tipo de situaciones..¿Por qué seria? Era joven e impredecible, tanto como un potrillo con muchas hormonas añadiendole a eso algo de cerebro para poder mantener buenas conversaciones. Después de todo y, al contrario de lo que pudiesen pensar de él por su apariencia de "Don Juan" no pensaba con la polla, no la mayoría de veces. Solo en ocasiones contadas y cuando se dejaba llevar. Había aprendido a controlarse hacía un par de años para su propio bien y para el de aquellos que lo rodearan. Había pocos que se salvaran de sus perversos pensamientos..
Se incorporó gracias a la ayuda de la mujer y la observó marcharse junto a un suspiro. Aprovechando esa soledad para sonreir. ¡Está soltera! Eso si que es suerte. Pensó para si mismo, además de todas las cualidades añadidas era una mujer independiente que no se había dejado llevar por las normas de la sociedad para casarse con el primero que se la presentaba ¿Cuántos hombres se le habrían ofrecido? Montones eso seguro, porque solo bastaba con verla para "enamorarse" y eso que él no era de los que tenían ese tipo de pensamientos. En cuanto volvió retornó a su rostro habitual, algo más relajado, dejándose llevar por el momento. No le costó mantenerse quieto mientras le vendaba la parte dañada y mientras él aprovechaba para mirarla desde su posición, deleitándose con la vista que le proporcionaba. Toda entera era un deleite personal. Deleite que obviamente solo se quedaría para él mismo y su mente, nadie más lo sabría al igual que muchas otras cosas. Demasiados pensamientos incorrectos en aquella sociedad como para ser totalmente franco con los demás. Eso si, en muchas ocasiones se preguntaba cómo sería su vida si dijese todo lo que se le pasara por la cabeza. - Al igual que usted, tampoco tengo a ninguna compañera a mi lado - dijo entonces y súbitamente, aunque la pregunta escondida ya la había formulado hacía unos cuantos minutos. Pero él solo había sido capaz de reaccionar a partir de ese momento. El estado comatoso en el que le dejaba su mente realmente podría resultar todo un fastidio, sobretodo, cuando él mismo se daba cuenta de ello tras despertar.
Soltó una pequeña carcajada, alegre, al escuchar que parecía algo apenada por contarle cosas sobre ella ¡Nada más lejos! Le había encantado escucharla hablar. Se había quedado ligeramente embelesado mirando el brillo que tenía en los ojos cuando hablaba de su tienda, sin duda, no era un trabajador como otro cualquiera. - Le tiene mucho aprecio a este lugar ¿Verdad? No se disculpe, me encanta escucharla hablar. Poca gente lo hace como usted - se sinceró cesando la risa que se convirtió en una sonrisa sincera, de esas que llegan hasta los ojos como suele decirse. Chasqueó la lengua cuando notó un pequeño pinchazo en el hombro y se llevó la mano contraria al vendaje al mismo tiempo que su atención también era requerida por esa parte del cuerpo. Ya casi se había olvidado del motivo que le había llevado allí y, claro, el brazo también quería sus atenciones. Como si de un bebé se tratara, pensó y soltó una pequeña carcajada por semejante tontería. - No necesita compensarme por nada, la verdad es que ni siquiera pensé en lo que hacía. No es justo que haya gente que haga estas cosas pero la mayoría no roban por placer sino por necesidad - mientras hablaba se denotaba comprensión en su voz al mismo tiempo que cierta dureza, por una parte los entendía pero eso no hacía más leve la acción que cometían. Y el pensar que había mucha gente sufriendo males le hacía entristecer, aunque solo fuera por unos escasos segundos; los que durara ese pensamiento.
- Pero bueno, así es la vida ¿No? Supervivencia - alejó esos pensamientos y volvió a mirarla con una sonrisa. No tan grande como la anterior pero no por ello menos sincera. Pocas veces sonreía falsamente. - En cuanto a lo otro..la verdad es que no soy demasiado entendido en perfumes - llevó la mano buena hasta su nuca, frotándola con cierta pena por sus palabras. Porque no era que no tuviese una ligera idea, era que no tenía ni puta idea de perfumes. Simplemente no era de los que hacían ese tipo de regalos a sus compañeras porque tampoco había tenido ninguna lo suficientemente importante en su vida como para plantearse el hacerle un regalo. Bueno, si que la había tenido..Eres demasiado torpe para esto, acéptalo de una vez. Mandó callar a su propia consciencia y desvió ligeramente la vista más avergonzado de sus propios pensamientos. Vale sí, era torpe ¿Y qué?.
Se incorporó gracias a la ayuda de la mujer y la observó marcharse junto a un suspiro. Aprovechando esa soledad para sonreir. ¡Está soltera! Eso si que es suerte. Pensó para si mismo, además de todas las cualidades añadidas era una mujer independiente que no se había dejado llevar por las normas de la sociedad para casarse con el primero que se la presentaba ¿Cuántos hombres se le habrían ofrecido? Montones eso seguro, porque solo bastaba con verla para "enamorarse" y eso que él no era de los que tenían ese tipo de pensamientos. En cuanto volvió retornó a su rostro habitual, algo más relajado, dejándose llevar por el momento. No le costó mantenerse quieto mientras le vendaba la parte dañada y mientras él aprovechaba para mirarla desde su posición, deleitándose con la vista que le proporcionaba. Toda entera era un deleite personal. Deleite que obviamente solo se quedaría para él mismo y su mente, nadie más lo sabría al igual que muchas otras cosas. Demasiados pensamientos incorrectos en aquella sociedad como para ser totalmente franco con los demás. Eso si, en muchas ocasiones se preguntaba cómo sería su vida si dijese todo lo que se le pasara por la cabeza. - Al igual que usted, tampoco tengo a ninguna compañera a mi lado - dijo entonces y súbitamente, aunque la pregunta escondida ya la había formulado hacía unos cuantos minutos. Pero él solo había sido capaz de reaccionar a partir de ese momento. El estado comatoso en el que le dejaba su mente realmente podría resultar todo un fastidio, sobretodo, cuando él mismo se daba cuenta de ello tras despertar.
Soltó una pequeña carcajada, alegre, al escuchar que parecía algo apenada por contarle cosas sobre ella ¡Nada más lejos! Le había encantado escucharla hablar. Se había quedado ligeramente embelesado mirando el brillo que tenía en los ojos cuando hablaba de su tienda, sin duda, no era un trabajador como otro cualquiera. - Le tiene mucho aprecio a este lugar ¿Verdad? No se disculpe, me encanta escucharla hablar. Poca gente lo hace como usted - se sinceró cesando la risa que se convirtió en una sonrisa sincera, de esas que llegan hasta los ojos como suele decirse. Chasqueó la lengua cuando notó un pequeño pinchazo en el hombro y se llevó la mano contraria al vendaje al mismo tiempo que su atención también era requerida por esa parte del cuerpo. Ya casi se había olvidado del motivo que le había llevado allí y, claro, el brazo también quería sus atenciones. Como si de un bebé se tratara, pensó y soltó una pequeña carcajada por semejante tontería. - No necesita compensarme por nada, la verdad es que ni siquiera pensé en lo que hacía. No es justo que haya gente que haga estas cosas pero la mayoría no roban por placer sino por necesidad - mientras hablaba se denotaba comprensión en su voz al mismo tiempo que cierta dureza, por una parte los entendía pero eso no hacía más leve la acción que cometían. Y el pensar que había mucha gente sufriendo males le hacía entristecer, aunque solo fuera por unos escasos segundos; los que durara ese pensamiento.
- Pero bueno, así es la vida ¿No? Supervivencia - alejó esos pensamientos y volvió a mirarla con una sonrisa. No tan grande como la anterior pero no por ello menos sincera. Pocas veces sonreía falsamente. - En cuanto a lo otro..la verdad es que no soy demasiado entendido en perfumes - llevó la mano buena hasta su nuca, frotándola con cierta pena por sus palabras. Porque no era que no tuviese una ligera idea, era que no tenía ni puta idea de perfumes. Simplemente no era de los que hacían ese tipo de regalos a sus compañeras porque tampoco había tenido ninguna lo suficientemente importante en su vida como para plantearse el hacerle un regalo. Bueno, si que la había tenido..Eres demasiado torpe para esto, acéptalo de una vez. Mandó callar a su propia consciencia y desvió ligeramente la vista más avergonzado de sus propios pensamientos. Vale sí, era torpe ¿Y qué?.
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Aquel robo había sido el primero que había tenido en mi estadía en Paris, llevaba poco más de un año y nunca había pasado algo así, ya sabía que a varios en esta zona los habían atracado y siempre agradecía de no ser la desafortunada, porque la mayoría de las veces destrozaban todo a su paso, pero algo entendía también, una mujer que trabajaba sola era un blanco fácil para los vándalos más cuando la pobreza parecía reinar en un pueblo que tenía una realeza que gozaba de más de un lujo a costa de nosotros los trabajadores, de un tiempo a esta parte los impuestos había aumentado aunque no me quejaba habían otros que sí, pero todo era compensado de alguna forma y como solía decir mi padre, el rico se hace más rico mientras el pobre seguirá siendo pobre, una verdadera lástima conocía a muchos hombres y mujeres trabajadores que se esforzaban día a día para llevar un pedazo de pan a sus casas, yo por mi parte aportaba en lo que más podía ya en mi mansión tenia más trabajadores de los requeridos pero me gustaba sentir esa compañía yo les era fieles como ellos a mí, me encargaba de sus familias de que siempre tuvieran que comer y un poco más, quizás era un error pero yo lo veía como un buen acto, no me importaba el que dirán no quería llenarme de riquezas que nunca aprovecharía, sino más bien intentaba de compartir lo más posible. Siempre que me ponía a pensar en vándalo llegaba a las mismas conclusiones.
Somos dos solitarios en Paris – claramente aquello solo iba por el lado de tener una pareja yo tenía una familia diferente pero así les decía yo mi familia y no dudaba que él tuviera una familia quizás más formal que la mía. Muy dentro de mí a pesar de que mi rostro se mostraba tranquilo aun tenía esa inquietud de que él estuviera del todo bien, me había peleado con un bandido armado… Tranquila Viola lo tienes frente a ti y está bien, me consolé a mí misma sin quitar mi sonrisa de mi rostro en realidad no podría mirarme a un espejo y mostrarme seria no iba en mi prefería estar siempre plena, alegre, agradecida de la vida que me había tocado vivir – Yo no sería nada sin este lugar, mi vida entera esta en cada frasco cada uno de ellos posee una parte de mí, de mi alma – dije con orgullo y emoción, solo por el hecho que era cierto mi pasión eran los perfumes, crearlos darlos a conocer, en fin, amaba este lugar más que mi propia vida, era extraño pensar eso pero así lo veía, la perfumería tenia vida propia y cuando yo no estaba ella se mezclaba entre aromas para que mi alma siguiera ahí aun cuando la lejanía nos separara. Suspire inflando mi pecho mis pensamientos me enorgullecían y no lo negaría. – Muchos roban por necesidad pero, hubiera sido diferente que el bandido u hombre en cuestión me hubiera pedido algo de comida, o dinero. No soy una persona egoísta y muy pocas veces digo que no, realmente si volviera entrar por esa puerta le daría un pedazo de pan, algunos francos que claro no serían suficientes pero lograría pasar un día mas – ahí me encontraba yo defendiendo casi una causa perdida, pero no me importaba que aquel joven me tachara de loca – Me gusta solidarizar, siempre hay opciones antes del robo – termine de decir bajando mi rostro, todos teníamos oportunidades algunos la tomábamos y otros las dejaban pasar.
Monsieur DuPont, no es necesario para entender de perfumes… muchos se complican la cabeza – entre risas dije todo aquello, mis ojos se posaron con los del joven y comencé hablar nuevamente – La realidad es cosa de gustos, si a usted le gusta un tipo de perfumes va lo escoge y se lo lleva… todos dudamos en nuestros gustos pero en cosa de sentidos es diferente – moví mis manos mientras hablaba, era como enseñar algo nuevo a un niño pero claramente aquel no era un niño si no un hombre por donde se lo viera. Me acerque a él poniendo mi cuello a la altura de su rostro – Huela – ofrecí, descaradamente pero en realidad no quería levantarme para buscar el perfume en cuestión, hoy por la mañana había roseado mi cuerpo por la fragancia “Un amoureux” un aroma que envolvía entre sus ingredientes estaban las Violetas, con aceite de lilas, extracto de amaretto y un poco de jazmín, para mi ese perfume marcaba elegancia y sensualidad, esperaba que el sintiera al menos algo parecido, permanecí en aquella posición un tiempo razonable y volví a mi lugar – Dígame a que huele o mejor dicho… ¿Qué le hiso sentir el perfume? – esa era la pregunta clave, el sentir abría nuestra mente y despejaba el alma, o al menos eso creía yo. No me atreví a mirarlo directo a los ojos, porque mis actos habían demostrado un aprovechamiento de lo que realmente me gustaba, pero tenía una justificación para aquello, sonreí de medio lado y levante mi mirad para ver la expresión que tenía el joven, en silencio espere respuesta alguna.
Somos dos solitarios en Paris – claramente aquello solo iba por el lado de tener una pareja yo tenía una familia diferente pero así les decía yo mi familia y no dudaba que él tuviera una familia quizás más formal que la mía. Muy dentro de mí a pesar de que mi rostro se mostraba tranquilo aun tenía esa inquietud de que él estuviera del todo bien, me había peleado con un bandido armado… Tranquila Viola lo tienes frente a ti y está bien, me consolé a mí misma sin quitar mi sonrisa de mi rostro en realidad no podría mirarme a un espejo y mostrarme seria no iba en mi prefería estar siempre plena, alegre, agradecida de la vida que me había tocado vivir – Yo no sería nada sin este lugar, mi vida entera esta en cada frasco cada uno de ellos posee una parte de mí, de mi alma – dije con orgullo y emoción, solo por el hecho que era cierto mi pasión eran los perfumes, crearlos darlos a conocer, en fin, amaba este lugar más que mi propia vida, era extraño pensar eso pero así lo veía, la perfumería tenia vida propia y cuando yo no estaba ella se mezclaba entre aromas para que mi alma siguiera ahí aun cuando la lejanía nos separara. Suspire inflando mi pecho mis pensamientos me enorgullecían y no lo negaría. – Muchos roban por necesidad pero, hubiera sido diferente que el bandido u hombre en cuestión me hubiera pedido algo de comida, o dinero. No soy una persona egoísta y muy pocas veces digo que no, realmente si volviera entrar por esa puerta le daría un pedazo de pan, algunos francos que claro no serían suficientes pero lograría pasar un día mas – ahí me encontraba yo defendiendo casi una causa perdida, pero no me importaba que aquel joven me tachara de loca – Me gusta solidarizar, siempre hay opciones antes del robo – termine de decir bajando mi rostro, todos teníamos oportunidades algunos la tomábamos y otros las dejaban pasar.
Monsieur DuPont, no es necesario para entender de perfumes… muchos se complican la cabeza – entre risas dije todo aquello, mis ojos se posaron con los del joven y comencé hablar nuevamente – La realidad es cosa de gustos, si a usted le gusta un tipo de perfumes va lo escoge y se lo lleva… todos dudamos en nuestros gustos pero en cosa de sentidos es diferente – moví mis manos mientras hablaba, era como enseñar algo nuevo a un niño pero claramente aquel no era un niño si no un hombre por donde se lo viera. Me acerque a él poniendo mi cuello a la altura de su rostro – Huela – ofrecí, descaradamente pero en realidad no quería levantarme para buscar el perfume en cuestión, hoy por la mañana había roseado mi cuerpo por la fragancia “Un amoureux” un aroma que envolvía entre sus ingredientes estaban las Violetas, con aceite de lilas, extracto de amaretto y un poco de jazmín, para mi ese perfume marcaba elegancia y sensualidad, esperaba que el sintiera al menos algo parecido, permanecí en aquella posición un tiempo razonable y volví a mi lugar – Dígame a que huele o mejor dicho… ¿Qué le hiso sentir el perfume? – esa era la pregunta clave, el sentir abría nuestra mente y despejaba el alma, o al menos eso creía yo. No me atreví a mirarlo directo a los ojos, porque mis actos habían demostrado un aprovechamiento de lo que realmente me gustaba, pero tenía una justificación para aquello, sonreí de medio lado y levante mi mirad para ver la expresión que tenía el joven, en silencio espere respuesta alguna.
Viola de Lesseps- Humano Clase Alta
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Re: Encontrando más de lo esperado [Priv]
Las palabras de la mujer no pasaban desapercibidas para Adam al igual que el tono en el que las decía. Realmente se veía muy ilusionada. Estaba claro que ese lugar lo era todo para ella y, solo por eso, se alegraba de haber "salvado" una pequeña parte. ¡No eres un héroe! Despierta. Se gritaba así mismo. A veces dejaba volar demasiado la imaginación cuando en realidad tenía que plantar los pies en la tierra. Como en ese momento. No podía permitirse volar a otro mundo de fantasía, ya tenía suficiente con la doble vida que llevaba. Y las gracias que le había dado la chica también le sabían bien, desde luego, no aspiraba a nada más que eso. No con alguien como ella. De ser una muchacha algo más joven y con una apariencia diferente posiblemente jugaría con pedirle "algo" a cambio. La tentación era demasiada como para resistirse. Sin embargo, la situación era diferente. Estaba ante una mujer que con solo hablar había echo que la respetase. Tan elegante y sofisticada. Sí. No le cabía ninguna duda de que sería de su mundo. El mundo de la elegancia. De las joyas. De los lujos. Tenía toda la pinta de ser una mujer inalcanzable para muchos hombres, aunque posiblemente, tendría una lista mínimamente numerosa de pretendientes. A él le pasaba algo parecido, claro que no se consideraba ni mucho menos inalcanzable. Solo consideraba que, de momento, no había sido "creada" una pareja para él. Había oído hablar muchas veces de la media naranja que la mayoría buscaban y él, de vez en cuando, se ponía a pensar en ella ¿Habría alguna para él? ¿La encontraría? Le parecía algo realmente imposible teniendo en cuenta su afición y pasatiempo habitual. Realmente imposible que alguien consiguiera contentarlo.
El olor a flores, a campo, le sacó de su propia ensoñación en cuanto se dio cuenta de que ella se le aproximaba. Concretamente le acercó el cuello al mismo tiempo que le daba el "gusto" de olorar el perfume que llevaría. Él, por supuesto, no pasó por alto la oportunidad de semejante maravilla así que se inclinó ligeramente hacia delante -acortando la distancia.- y aspiró ese perfume que le entró completamente. Olor a campo. A tranquilidad. A una tarde de primavera. A una suave brisa de verano. Le encantaba el campo y, aunque no era experto en perfumes, algo podía decir sobre ese. En su humilde opinión, claro está. - Me hace sentir tranquilo, en calma.. - susurró mientras volvía a aspirar con ligera fuerza y dejaba salir todo el aire de manera tan tranquila. Como si con eso pudiese demostrarla que realmente lo había relajado. La miró a los ojos y le mostró una sonrisa; sincera. - Yo nací en Inglaterra y, junto a mi casa, había una pradera enorme donde solía correr de pequeño. - se quedó unos segundos algo pensativo. - Y bueno, de no tan pequeño - aclaró, con una pequeña carcajada cuando algunos recuerdos le venían a la mente. - Ese olor me ha recordado a ella. A las flores. Al aire de una tarde primaveral - notó que empezaba a ponerse algo cursi, definitivamente, no era lo que un hombre debía hacer si quería impresionar a una mujer como ella. Aunque dado que no se conocían mucho no sabía si su comentario le agradaría o bien lo miraría pensando que era un completo ñoño. Su intuición le decía que no sería su segundo. Mejor dicho, sus ganas de no quedar como un estúpido. Carraspeó. - En cualquier caso..creo que posiblemente ponga parte de su alma en cada frasco de esta tienda - hizo un movimiento con la cabeza que señalaba toda la tienda mientras su sonrisa se volvía amable, algo entrañable. - Así que me alegro de haber recuperado algo importante para ti - se le escapó el tuteo pero, para cuando se dio cuenta, ya era tarde porque lo había soltado así que simplemente desvió la mirada. Tal vez, ya iba siendo hora de marcharse.
Alzó la vista, en busca de algún reloj que hubiese por la tienda. Pero no pudo encontrarlo o bien no había ninguno visible allí. - ¿Me podría decir la hora? Veo que ha cerrado la tienda y no me gustaría retrasarla. Seguro que tiene mucho que hacer - se disculpó de manera sutil. No podía evitar sentirse un intruso allí, por raro que pareciera teniendo en cuenta lo aprovechado que resultaba en algunas ocasiones. Pero se sentía ligeramente incómodo. Ella lo estaba tratando muy bien. Sí, claro que había sido herido mientras le "salvaba" lo que fuese que había en la bolsa, pero por eso mismo se sentía como una carga. ¿Estaría siendo amable únicamente por deber o por placer? Conocía muy bien a las mujeres de su círculo social y bien sabía que nada de lo que hacían era en vano. Él se consideraba y le consideraban todo un Don Juan hasta con mujeres,, echas y derechas. ¿Por qué entonces esa mujer le ponía en ese estado? ¿Qué tenía que por un lado no era capaz de apartar la vista y por el otro tenía ganas de salir corriendo en la dirección opuesta?.
El olor a flores, a campo, le sacó de su propia ensoñación en cuanto se dio cuenta de que ella se le aproximaba. Concretamente le acercó el cuello al mismo tiempo que le daba el "gusto" de olorar el perfume que llevaría. Él, por supuesto, no pasó por alto la oportunidad de semejante maravilla así que se inclinó ligeramente hacia delante -acortando la distancia.- y aspiró ese perfume que le entró completamente. Olor a campo. A tranquilidad. A una tarde de primavera. A una suave brisa de verano. Le encantaba el campo y, aunque no era experto en perfumes, algo podía decir sobre ese. En su humilde opinión, claro está. - Me hace sentir tranquilo, en calma.. - susurró mientras volvía a aspirar con ligera fuerza y dejaba salir todo el aire de manera tan tranquila. Como si con eso pudiese demostrarla que realmente lo había relajado. La miró a los ojos y le mostró una sonrisa; sincera. - Yo nací en Inglaterra y, junto a mi casa, había una pradera enorme donde solía correr de pequeño. - se quedó unos segundos algo pensativo. - Y bueno, de no tan pequeño - aclaró, con una pequeña carcajada cuando algunos recuerdos le venían a la mente. - Ese olor me ha recordado a ella. A las flores. Al aire de una tarde primaveral - notó que empezaba a ponerse algo cursi, definitivamente, no era lo que un hombre debía hacer si quería impresionar a una mujer como ella. Aunque dado que no se conocían mucho no sabía si su comentario le agradaría o bien lo miraría pensando que era un completo ñoño. Su intuición le decía que no sería su segundo. Mejor dicho, sus ganas de no quedar como un estúpido. Carraspeó. - En cualquier caso..creo que posiblemente ponga parte de su alma en cada frasco de esta tienda - hizo un movimiento con la cabeza que señalaba toda la tienda mientras su sonrisa se volvía amable, algo entrañable. - Así que me alegro de haber recuperado algo importante para ti - se le escapó el tuteo pero, para cuando se dio cuenta, ya era tarde porque lo había soltado así que simplemente desvió la mirada. Tal vez, ya iba siendo hora de marcharse.
Alzó la vista, en busca de algún reloj que hubiese por la tienda. Pero no pudo encontrarlo o bien no había ninguno visible allí. - ¿Me podría decir la hora? Veo que ha cerrado la tienda y no me gustaría retrasarla. Seguro que tiene mucho que hacer - se disculpó de manera sutil. No podía evitar sentirse un intruso allí, por raro que pareciera teniendo en cuenta lo aprovechado que resultaba en algunas ocasiones. Pero se sentía ligeramente incómodo. Ella lo estaba tratando muy bien. Sí, claro que había sido herido mientras le "salvaba" lo que fuese que había en la bolsa, pero por eso mismo se sentía como una carga. ¿Estaría siendo amable únicamente por deber o por placer? Conocía muy bien a las mujeres de su círculo social y bien sabía que nada de lo que hacían era en vano. Él se consideraba y le consideraban todo un Don Juan hasta con mujeres,, echas y derechas. ¿Por qué entonces esa mujer le ponía en ese estado? ¿Qué tenía que por un lado no era capaz de apartar la vista y por el otro tenía ganas de salir corriendo en la dirección opuesta?.
Jean-Luc Tessier- Prostituta Clase Baja
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Muchas veces, preguntaba a mis clientes que sentían cuando escogían un perfume en particular, que emociones les traía o mejor dicho que recuerdos se venían a su mente cada vez que el aroma los envolvía por completo, porque cada perfume tenía en su un trozo de algún recuerdo, el perfume que llevaba ese día traía a mi mente las tardes que pasaba en el jardín de mi hogar escuchando las historias que mi padre me contaba, de cómo había conocido a mi madre él siempre decía que ella ocupaba ese perfume por que le traía al recuerdo el bosque, donde había nacido, un lugar lleno de magia, donde las flores y arboles reinaban el aroma que se hace intenso con el pasar de las horas traía a mi recuerdo momentos felices, momentos de paz, donde todo podía ocurrir. Era cierto que siempre me comportaba de esa manera, me gustaba ser dulce con los clientes, conversar con ellos saber un poco más. Pero aquel joven no era uno de ellos y aun así me sentía con ganas de abrirle las puertas a mi mundo, un mundo que nadie se atrevía a conocer. Sabía que los prejuicios hacia mi persona crecían, que era una mujer soltera, que muchos hombres entraban en la perfumería, que era muy elegante como para ser la creadora de mis propios perfumes, que ninguna mujer con clase haría aquello. Podría seguir pensando en cosas que hacía mucho me dejaron de importar, cerré lentamente los ojos y me aleje de aquel hombre hasta volver a mi lugar y tomar asiento.
Escuche lo que aquel tenía que decir, lentamente una sonrisa se me poso en mi rostro con lo que decía y no pude quedarme callada – Somos dos Ingleses en Paris – agregue mientras pase mi diestra por mi cabellera roja, haciendo que el perfume impregnado en el saliera a flote, inspire profundamente dejándome llevar por el aroma definitivamente el señor DuPont estaba en lo correcto, el campo y sus flores un sentimiento de calma y felicidad era una gran combinación. – La idea de cada perfume es traer recuerdos a quien tiene el placer de sentir su aroma – musite muy suavemente mirando la expresión del jovencito que me hacía compañía. En ese momento me di cuenta que el destino era travieso, él había llegado a mi perfumería siendo estando herido, cualquiera en mi posición lo hubiera ayudado, no era una persona egoísta ni mucho menos sin corazón… ¿Qué estaba pensando? moví mi cabeza lentamente para callar mis pensamientos que están siendo confusos – Sino pones el alma en algo que te gusta nunca quedara como deseas… hay que darlo todo por lo que a uno le apasiona – sí, ahora si estaba siendo yo, una mujer que vivía de los aromas, los perfumes y fragancias – Salvaste unas semillas de Hortensia… pretendo plantarlas en mi jardín para cuando florezcan poder extraer el color en particular que posees estas flores – y ahí estaba yo dando una letanía que seguramente lo espantaría, solía hablar de más y siempre lo hacia y desde el momento que había ayudado aquel joven había sido lo mismo. Ahora que me ponía a pensar más detenidamente, estaba nerviosa, si nerviosa con la presencia de él. Me había tomado la confianza para ayudarle y curarle sin si quiera pensar en que quizás eso podría ser tomado a mal… Dios mi pensamiento… dije para mí.
¿La hora? ¿Ya tenía que irse? De seguro se había aburrido de mis palabras, cerré los ojos y me levante en silencio, en el laboratorio tenía un reloj mire la hora y desde el umbral de aquel lugar – Faltan 15 minutos para las dos de la tarde – dije con un tono de voz un poco más elevado de lo normal para que me pudiera escuchar. Seguidamente me volví a mi puesto quedando parada frene a el – En realidad, no tengo mucho que hacer – mentí, y no sabía porque luego me arrepentí de haber dicho aquello – Hoy, solo vine para recibir una encomienda – eso si era cierto, solía dejar la tienda cerrada para tener la libertad de moverme y arreglar lo que me había llegado, pero siempre había tiempo, tiempo para todo. – Te sientes bien como para irte, no me gustaría que te pasara nada en camino a tu hogar… preferiría que – Viola… Viola… ¿Qué estás haciendo? Mi subconsciente ahora era el que parecía fastidiarme – Que cuando estés mejor te puedas ir, o mejor yo te podría llevar a tu hogar en un rato más vendrá mi chofer- seguí hablando queriendo retener a ese joven, pero al final no había mucho que hacer – Te... d– sonreí y moví mi cabeza - te debo un favor - fue lo último que dije sintiéndome algo, confundida entre lo que pensaba y decía.
Escuche lo que aquel tenía que decir, lentamente una sonrisa se me poso en mi rostro con lo que decía y no pude quedarme callada – Somos dos Ingleses en Paris – agregue mientras pase mi diestra por mi cabellera roja, haciendo que el perfume impregnado en el saliera a flote, inspire profundamente dejándome llevar por el aroma definitivamente el señor DuPont estaba en lo correcto, el campo y sus flores un sentimiento de calma y felicidad era una gran combinación. – La idea de cada perfume es traer recuerdos a quien tiene el placer de sentir su aroma – musite muy suavemente mirando la expresión del jovencito que me hacía compañía. En ese momento me di cuenta que el destino era travieso, él había llegado a mi perfumería siendo estando herido, cualquiera en mi posición lo hubiera ayudado, no era una persona egoísta ni mucho menos sin corazón… ¿Qué estaba pensando? moví mi cabeza lentamente para callar mis pensamientos que están siendo confusos – Sino pones el alma en algo que te gusta nunca quedara como deseas… hay que darlo todo por lo que a uno le apasiona – sí, ahora si estaba siendo yo, una mujer que vivía de los aromas, los perfumes y fragancias – Salvaste unas semillas de Hortensia… pretendo plantarlas en mi jardín para cuando florezcan poder extraer el color en particular que posees estas flores – y ahí estaba yo dando una letanía que seguramente lo espantaría, solía hablar de más y siempre lo hacia y desde el momento que había ayudado aquel joven había sido lo mismo. Ahora que me ponía a pensar más detenidamente, estaba nerviosa, si nerviosa con la presencia de él. Me había tomado la confianza para ayudarle y curarle sin si quiera pensar en que quizás eso podría ser tomado a mal… Dios mi pensamiento… dije para mí.
¿La hora? ¿Ya tenía que irse? De seguro se había aburrido de mis palabras, cerré los ojos y me levante en silencio, en el laboratorio tenía un reloj mire la hora y desde el umbral de aquel lugar – Faltan 15 minutos para las dos de la tarde – dije con un tono de voz un poco más elevado de lo normal para que me pudiera escuchar. Seguidamente me volví a mi puesto quedando parada frene a el – En realidad, no tengo mucho que hacer – mentí, y no sabía porque luego me arrepentí de haber dicho aquello – Hoy, solo vine para recibir una encomienda – eso si era cierto, solía dejar la tienda cerrada para tener la libertad de moverme y arreglar lo que me había llegado, pero siempre había tiempo, tiempo para todo. – Te sientes bien como para irte, no me gustaría que te pasara nada en camino a tu hogar… preferiría que – Viola… Viola… ¿Qué estás haciendo? Mi subconsciente ahora era el que parecía fastidiarme – Que cuando estés mejor te puedas ir, o mejor yo te podría llevar a tu hogar en un rato más vendrá mi chofer- seguí hablando queriendo retener a ese joven, pero al final no había mucho que hacer – Te... d– sonreí y moví mi cabeza - te debo un favor - fue lo último que dije sintiéndome algo, confundida entre lo que pensaba y decía.
Viola de Lesseps- Humano Clase Alta
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