Robando comida (Libre)

Las calles parisinas estaban abarrotadas como siempre de gente rica, con prisas. Sus pobres sirvientes les sujetaban varios parasoles para que sus blancos cuellecitos no se tornasen tostados como todos los que nos pasábamos la vida en las calles expuestos al sol, al frío, a la lluvia e incluso a que nos asesinasen esos seres que estaban por todas partes en París.

La abuela me había avisado varias veces de que uno de esos seres sedientos de sangre había matado a mi madre la misma noche que yo llegué al mundo. Y saber que una horda de aquellas monstruosas criaturas disfrazadas de humanos campaba a sus anchas por todo París me revolvía el estómago y me hacía tener una terribles ganas de gritar.

Enfilé por una calle abarrotada de puestos de comida. Un hombre gordo y de pelo grasiento anunciaba que tenía manzanas frescas y pan. Me relamí. Hacía semanas que no llevaba manzanas para la abuela y ella me estaría agradecida. Además, habían nacidos dos niños más en la tribu y sus madres necesitarían también algo de fruta para alimentarse ellas y poder darles de mamar.

Sin pensármelo demasiado, caminé hacia allá, tenía que planear la forma en que lo haría. Aguardaría hasta la hora punta en que los pueblerinos se mezclasen cerca de allí...y mis rápidas manos harían el resto.

Ese día era particularmente caluroso. EunMi corría como siempre por las concurridas calles en uno de sus multiples trabajos diarios. Ese día en particular había terminado de lavar la cubierta del pesquero del Monsieur Quartermane y aún con las manos apestando a pescado y agua de mar, se dirigía a su próximo trabajo, atender como mesero en uno de los prestigiosos restaurantes del centro de la ciudad.

Trabajar como mesero en un restaurante no estaba tan mal, el problema era, no tener nada de dinero para comer y tener que atender a aristócratas gordos como marranos, que dejaban la mitad de la comida y la desperdiciaban medio mascándola mientras reían en sus frívolas vidas.

EunMi no recibiría la paga hasta el fin de la semana y, por supuesto, ese dinero sería primero para darle de comer a su madre y a su hermana. Así pues, que aspirando ondo, decidió de dejar de pensar en el delicioso olor a pan recién horneado y manzanas frescas que el señor Fournier estaba anunciando a todo pulmón.

- Ojala pudiera hecharme un par de esas en el bolsillo - Comentó pensando en voz alta sin darse cuenta de que a su lado, caminaba un alto joven de apariencia gitana.

Delante de mí tenía un muchacho bajito que apestaba a pescado a más no poder. Lo miré con curiosidad cuando hizo aquel comentario. Quizás podría robar unas cuantas más para dárselas...
Todo dependía de cuanto me cabría en los bolsillos y en la camisa. Me palpé. Quizás cinco entre los dos bolsillos y las que podría llevar en las manos.
Me mordí el labio esperando a que más gente se arremolinase alrededor del gordo vendedor.
-Mire,señora-dijo el tipo mostrándole unas lustrosa manzana-Lo mejor de lo mejor. Yo no vendo nada podrido como hace Monsieur Gastón

Resoplé. Típico de los vendedores, echarse mierda encima los unos a los otros. Se merecían que les robase todo lo que tenían y más.
Me deslicé entre dos damas jóvenes que iban acompañadas de una señora mayor que supuse que sería su madre. Me agaché disimuladamente fingiendo que algo me molestaba en la pierna y cuando menos se lo esparaban me metí entre sus faldas .
Comencé a coger manzanas sepultado entre faldas y piernas. Si estas mujeres miraban hacia abajo enseguida pensarían que era un pervertido además de un ladrón. Pero cuando el hambre apretaba, lo demás no importaba.
Llené los bolsillos, pero apenas me cabían más de tres en cada uno. Me hice un rápido nudo en la camisa para que no se colasen por debajo y también metí allí las que pude. Algunas más bajo la mangas y listo.
Las mujeres empezaron a apartarse dándoles órdenes a sus pobres criados.
-[i]No,no,no[i]-pensé para mis adentros gateando hacia atrás y poniéndome en pie.
-¡Eh, tú-exclamó el vendedor.
Le sonreí pícaro y me giré para echar a correr. Vi a aquel chico bajito y delgado y le grité:
-¡AGARRA UNA Y CORRE!
Le lancé una manzana para que la cogiese en el vuelo y lo empujé para que me siguiese. No sabía si lo haría, pero al darle la fruta todos pensarían qué era mi cómplice y no tendría más remedio.

De un momento a otro el chico de apariencia gitana había desaparecido, EunMi desvió la mirada de la multitud y luego de unos momentos notó un par de zapatos escondidos tras los telares y faldones de las remilgadas señoras. Arqueó las cejas con sorpresa, valla velocidad, pensó, ¿Donde habrá aprendido?. Entonces fue consciente de que el joven no podía estar haciendo otra cosa que robando.

No supo que hacer, algo en su instinto justiciero le decía que debía delatarlo, pero por otro lado, al demonio, el señor Fournier era un desgraciado que siempre intentaba aprovecharse de los empleados que le ayudaban en la tienda y fuera de eso, también timaba si tenía oportunidad a otros hombres cuyo negocio pudiera hacerle competencia.

Se quedó observando con curiosidad, hasta que Fournier gritó algo, "Pobre chico, le han pillado" Pensó arrugando el entecejo y fue justo entonces cuando el 'pobre chico' que resultó ser más listo de lo que pensaba, apareció corriendo como un zumbido a su lado y una manzana viajó directamente a su cara. La agarró como pudo entre la sorpresa y los gritos del vendedor.

De todo lo que sucedió sólo pareció entender la palabra 'Corre' que, por supuesto, era lo más sensato dada la situación.

- ¡Aigo!- Exclamó en Coreano, una expresión usual en él y arrancó a correr tan rápido como pudo siguiendo al chico misterioso entre torcidas y concurridas calles pedregosas.

Vi que el muchacho me seguía y le sonreí, guiándolo por callejuelas imposibles. Sabía donde podía meterme, pero primero teníamos que despistar a los guardias que nos pisaban los talones y nos gritaban cosas como que nos iban a cortar las manos y la cabeza.
-Si hiciesen eso cada vez que me lo han dicho-musité-Ahora estaría muerto.
Nos metimos por una callejuela estrecha y pestosa. Allí vivía gente muy humilde que tendía su ropa en mitad de la calle.
Y allí es donde íbamos a escondernos.
Doblé unas esquina y me detuve para coger aire. Me acerqué raudo a un trozo de pared y llamé tres veces haciendo sonar una eespecie de musiquilla.
Miré al chico y le sonreí.
-Divertido, ¿eh?
Los gritos de los guardias estaban cada vez más cerca. Menos mal que eran estúpidos y les costaba seguirnos el paso.
De la nada se abrió una pequeña abertura y unos ojos azules nos miraron desde el interior.
-¡Sacre bleu!-exclamó una vocecita de mujer-¿Vuelves a huir, Cam?
Una puerta que parecía no estar allí, como si acabase de nacer de la pared, se abrió un poco dejándonos pasar. Empujé al joven adentro y justo me colé yo cuando nuestros perseguidores pasaban por enfrente.
-Gracias de nuevo, Dianthe-le dije a la bella mujer rubia de ojos claros que nos observaba con reprobación.
Dianthe era una prostituta de veinticuatro años que había conocido cuando los dos teníamos quince. Me había acostado con ella y habíamos pasado a ser amigos casi enseguida.
-Y encima ahora perviertes a guapos chicos-dijo ella guiñándole un ojo al muchachito-¿Cómo te llamas, corazón?
Dianthe lo estaba seduciendo. Se acercó hasta él contoneando sus lindas caderas y su rostro perfecto.
Suspiré y busqué un saco en su diminuta cocinita donde meter las manzanas.
-No asustes al chico, Dianthe-la regañé.

Todo sucedió tan rápido que apenas si podía asentir con la cabeza cada que el joven le hablaba. Jadeaba como un perro y la piel se le estaba poniendo de una coloración verde de tanto correr. Los guardías habían dado buena caza y les habían perseguido por lo que a él le pareció medio París y finalmente, de un momento a otro en un remolino de colores y olores, terminó metido en una habitación.

De haber caminado desprevenidamente por aquella calle nunca habría visto tal puerta en la pared, parecía el escondite perfecto para un ladrón experto y al parecer ese chico además de ser rápido como el mismisimo demonio se traía varias cartas bajo la manga.

Se llevó la mano al pecho, sintiendo que el alma le regresaba al cuerpo, cuando una preciosa rubia se le acercaba contoneando las caderas. En otro momento EunMi se hubiera sonrojado y le hubiera reparado el bien proporcionado busto, pero estaba demasiado cansado para tomar una postura de chico interesante. Si no comía o bebía algo moriría allí mismo.

- Eso fue... bastante inesperado - Logró exclamar, la respiración volviéndo a la normalidad paulatinamente y su cabello negro como la noche, pegándose a su frente en mechonsitos. - Estás loco - Agregó sonriéndole, y levantó la manzana - Pero te lo agradesco infinitamente - esbozó una sonrisa, llevándose la fruta a la boca y dándole un enorme mordisco. - Mi nombre es EunMi Lee - Logró escamar mientras masticada - ¿Y vosotros? -

Le Sonreí al chico mientras dejaba mi saco no tan lleno como me gustaría en el suelo y le acercaba una silla mientras yo tomaba otra.
-Yo soy Cam Rohan-le tendí una mano para estrechársela-Y ésta es mi amiga, Dianthe.
-Mucho gusto-dijo Dianthe haciendo una reverencia y sentándose sobre mis piernas.
Me reí con lo que decía. Le guiñé un ojo y saqué una manzana que había guardado para mí. Le di un mordisco y saboreé. Umm, qué buena.
-No hay de qué. Te oí decir que querías una...Pero no pensaba implicarte en el robo hasta que te vi en mitad del camino-me encogí de hombros-Me pareció divertido meterte en esto, Eunmi Lee...Y creo que a ti también te lo ha parecido.
Dianthe se levantó y fue a buscarnos algo de alcohol para tomar y ya de paso se trajo un vaso para ella también.
-Cortesía de uno de mis clientes-dijo ella tendiéndonos las botellas-No tengo más vasos-se disculpó.
Era ron y estaba fuerte. Bebí un trago y miré a Eunmi Lee.
-¿Hacia dónde te dirigías antes de acabar aquí con nosotros?-le pregunté.-L casa de Dianthe tiene varias salidas "secretas" para atajar caminos.

El chico le tomó de la mano y se presentó. Un nombre que no le sonaba frances. Le dio otro mordisco a su manzana y volvió a la vista cuando Cam explicó el porqué le había envuelto en aquella pequeña locura. Observó la manzana sin creer y luego el rostro del joven. ¿Podría existir tanta bondad desinteresada?

- Me deja usted sin palabras - Exclama entre emocionado y sonriente. - No cualquiera va por ahí ayudando al prójimo, especialmente en Paris - Agrega, entonces la mujer que finalmente podía reparar y que estaba bastante bien, se alejó para regresar con bebidas. Por lo que dijo acerca de 'clientes', EunMi no pudo evitar pensar que ella era una trabajadora del placer.

EunMi no pudo evitar recordar como su madre había tenido que prostituirse para traer el pan a la casa luego que su padre abandonara la familia.

- Oh... es verdad, por poco lo olvido - Exclamó ante la pregunta del gitano - Soy mesero en un restaurante bastante elegante más abajo de la plaza, trabajo allí de medio tiempo hasta las 4, luego trabajo en la tienda "Minnen Butik" del profesor Kaarkarogf, en la zona comercial hasta la noche y... bueno, les aburro contandoles todo esto ¿verdad? - Concluyó al sentir que hablaba demaciado

- Pero... veraz, siento que debo devolverte este gesto... para ser franco el restaurante recibe clientes del más alto pedigree, si entendeis a lo que me refiero - Rie un poco - Como sabrás para los de esa clase, la comida es más adorno que necesidad, no te imaginas la cantidad de comida que es tirada literalmente a la basura casi intácta todas las noches- Suspiró con clara molestia reflejada en su rostro - Con tu habilidad y astucia... creo que podemos darle mejor uso a todo ese desperdicio ¿Que te parece? -

Escuché al chico en silencio. Trabajaba demasiado a mi parecer para ser tan joven, pero se le veía de clase muy humilde y suponía que no tenía otro remedio que dejar que lo pisoteasen los jefazos a los que servía. Suspiré. Negué con la cabeza cuando dijo que nos aburría. me interesaba realmente todo aquello.

-Tranquilo chico-le sonreí fugazmente mientras me toqueteaba los pendientes-Nos gusta escuchar las historias de la gente.

Dianthe asintió enérgicamente mientras me robaba la botella y daba un trago ella. Unas pequeñas gotas se deslizaron por su barbilla y ellas se apresuró a limpiárselas con un sucio pañuelo que llevaba entre los pechos.

Cuando EunMi propuso lo de ir a robar la comida que sobraba en el restaurante esbocé una feliz sonrisa.

-¡Con esa comida los niños de la tribu se volverían locos!-exclamé imaginándome sus caritas morenas rebosantes de felicidad-Acepto, chico, acepto una y otra vez.

Dianthe se puso en pie para guiarnos hasta algunas de sus salidas. Abrió una portezuela que daba a un angosto pasillo pobremente iluminado y se giró para mirarnos.

-Creo que aquí acaba nuestro encuentro por hoy-dijo ladeando la cabeza y diciéndonos adiós con la mano-.Seguid recto hasta el final y saldréis tres calles atrás de la plaza. Si vais callejeando nadie os verá.

Me dio un breve beso en la boca e hizo lo mismo con EunMi. Me cargué el saco al hombro y le guiñé un ojo al muchacho. Cuando Dianthe cerró la puerta tras nuestra espalda le susurré, divertido:

-Creo que le gustas a Dianthe-le di un codazo-Y cuando a Dianthe le gusta alguien puede ser muy insistente.

Me caía bien ese chico bajito y flacucho. En parte me recordaba a mí a su edad, cuando me moría de hambre y buscaba trabajo desesperadamente hasta dar con un oficio que nadie manejaba tan bien como yo: el pillaje.

EunMi había sentido algo inusual cuando había visto la sonrisa de Cam en la plaza mientras se perdía entre los faldones de las viejas para robar las manzanas, ahora luego de escucharlo hablar lleno de energía y entusiasmo, estaba seguro que era el sentimiento de haber encontrado alguien puro de corazón. Cam era como un libro abierto, apenas le conocía, apenas existía una Manzana como garantía de esa bondad y amabilidad, pero EunMi estaba casi seguro de que en el corazón de Cam había una gran lista de personas primero antes que él.

Y la lealtad era uno de los valores más importantes de su herencia Coreana. Lealtad y fidelidad hacía tu familia y los tuyos. No pudo más que sonreír cuando le escuchó hablar con entusiasmo sobre los niños de la tribu. Casi ignoró a la mujer que parecía estar interesada en él, aunque el beso le hizo ruborizar levemente, volvió su atención a Cam.

- Me alegro que te guste la idea - Comentó terminando de comer la manzana - Verás el mundo es injusto para los débiles, pero pienso que los que son débiles no lo son a proposito y no es su culpa tener que vivir así - Suspiró ella misma era uno de ellos, como mujer pertenecía a esos 'débiles' pero que se vestía de hombre, para pretender ser fuerte como uno y poder llevar la responsabilidad del hombre de la casa en su familia.

- Termino mi turno en el restaorante a eso de las 5, a esa hora, la vieja Dupont, la dueña, le pide al chef que tire la comida que no fue tocada al patio de atrás - Le explica, sabe que se está metiendo en problemas y no es muy propio en él, pero algo de la fuerza de Cam le conmueve, quizás quiere tener esa misma voluntad de hierro - El chef es un buen hombre, seguro que le convenceré para que nos cubra -

Lo escuché en silencio. No sabía como de de acuerdo estaba con él en ese momento. Yo era uno de esos "débiles", de esos muertos de hambre que rondan por las calles de París rapiñeando y esperando el momento de hacerse con algo que llevarse a la boca. Pero había gente peor que yo.

Muchas gitanas del campamento habían sido violadas por hombres blancos, muchos maridos asesinados injustamente. Había tantos niños huérfanos allí...Yo habría sido uno de ellos si mi abuela no me hubiera enseñado todo lo que sé, todo para sobrevivir. Si ella no me hubiera dado su fuerza, no sé donde estaría yo en ese instante.

-No es su culpa...cada uno vive como puede con lo que le ha tocado pero...-lo miré y sonreí, una sonrisa rápida que desapareció casi al instante-...si podemos hacer algo por ayudarlos, se hace, ¿no?

Le revolví el cabello corto afectuosamente. Lo conocía desde hacia poco más de media hora pero me gustaba aquel chico sincero que me entendía tan bien. Seguramente había pasado terribles penurias.

-Espero que el chef de verdad nos cubra-suspiré, después de haber escuchado sus indicaciones-Si no tendré que dejarlo inconsciente de un golpe-me encogí de hombros-No todo puede salir siempre bien. ¿Quieres una parte para ti del botín?-le propuse.

No se esperaba que le revolviera el cabello de esa manera, cerró los ojos y un repentino rubor apareció en sus mejillas. Había escuchado que los gitanos eran cariñosos entre ellos, quizás las dificultades en las que vivían les unian más. EunMi no sabía lo que era pertenecer a una gran familia, pues sólo tenía a su madre y hermana.

Rió entre avergonzado y feliz por el gesto, si hubiera tenido un hermano mayor, seguro se sentiría igual.

- El chef es un buen hombre, no habrá necesidad hehe - Comentó divertido, y parpadeó confuso por la pregunta de Cam.

-¿Eh? No, claro que no... creo que tu gente lo necesita más - Exclama rápidamente. Luego se queda pensativo - Pero no podremos cargar mucha comida por la ciudad sólo los dos... sería bastante sospechoso... -

-Llevas razón-me mordí el labio pensando en otras alternativas-Pero...mientras trabajas podría hacer una carrera rápida para avisar a un par de amigos que me ayudasen.

Seguro que dos gitanos del campamento querrían venirse. Todo esta comida era para ellos también y la comida era comida.

-Ya seríamos cuatro y no daríamos tanto el cante si vamos por separado-continué hablando- Aunque tu tendrías que ir conmigo para llegar hasta el campamente gitano, sino te perderías-reí-Cambiamos continuamente de sitio.

érmaos nómadas por naturaleza, y si a ello le sumábamos las persecuciones que vivíamos con frecuencia teníamos más motivos para desaparecer de cualquier sitio.

-¿Qué te parece? Corriendo llegaré enseguida, soy rápido.

EunMi se quedó pensativo por unos momentos, reflexionando sobre sus palabras. Maravillado por la lealtad y confianza entre los Gitanos. No pudo evitar preguntarse ¿Como sería ser parte de una gran familia que se apoyaba mutuamente sin segundas intenciones? Seguramente esa era la clave del éxito de la supervivencia.

De un momento a otro sentía que veía a Cam como un hermano mayor. Era como el héroe que todo niño quiere ser cuando pequeño, escapando de los guardias y viviendo aventuras todos los días. Un héroe real y no sólo una fantasía. Realmente desea ayudarle, aunque nunca se había metido en problemas ni había hecho algo 'ilegal', algo en el brillo radiante y lleno de vida, de los ojos de Cam, le dice que si confía en él, todo saldrá bien.

- Me parece bien - Se lleva una mano al mentón pensativo - Creo que podremos hacerlo en grande entonces - Se levanta de la silla y camina hacía la puerta - Muy bien, entonces, trabajo hasta las 4, al rededor de las 3 y 40, te esperaré en la parte trasera del restaorante, cuando veas mi señal, significará que todo está limpio y nadie nos ve - Se lleva un dedo a los labios y lo golpea suavemente,

- Tiraré una aceituna desde la ventana del segundo piso que da con las cocinas, cuando la veas caer, puedes esconderte en el callejón y esperar por mi, saldré con la comida - Concluye saliendo por la puerta - Te veré más tarde entonces... 'Hyung' -

Al decir la palabra 'Hyung' en su lengua nativa, se sonroja notoriamente.

Asentí enérrgicamente de acuerdo con todo lo que me estaba diciendo. Con mucha suerte esta noce abría una buena cena para todos nosotros. No esperaba que este día me saliese algo tan buena. Miré a EunMi agradecido, me estaba ayudando mucho y ni siquiera tenía por qué hacerlo y más él, que seguro que trabajaba tanto porque apenas tenía nada que llevarse a la boca.

Supuse que tendría familia, unos padres, hermanos quizás. Pensé que se lo preguntaría cuando tuviésemos más tiempo de charlar a la vuelta. Quería conocer al muchachito que me estaba ayudando y que parecía tan animado porque yo le hubiera ayudado a él.

-No tardaré demasiado-le prometí comenzando a andar hacia atrás mientras le despedía con la mano-¡Espero tu aceituna! y...-ladeé la cabeza sonriendo- ¿me dirás luego que significa Hyung?

Sin esperar respuesta, me giré y eché a correr en direccióna los bosques donde se ocultaba gran parte del campamento. En menos de veinte minutos tenía a tres colegas a mi disposición. Cogieron unos pequeños zurrones y sacos para meter todo lo que les cupiera en su interior.

No tardamos demasiado en el camino de vuelta al restaurante. íbamos charlando animadamente, pero conforme nos fuimos acercando nuestra conversación se redujo a un murmullo. Los hice detenerse a una distancia prudencial y entorné los ojos, observando atentamente la ventana del segundo piso.

-Tirará una aceituna-les dije a mis camaradas-Y entonces tendremos que esperarlo escondidos y sin armar alboroto.

Sin despedirse apropiadamente, Cam sólo desapareció corriendo, EunMi también se fue corriendo por los callejones con una sonrisa en sus labios, no podía evitar sonreír tontamente mientras corria esquivando señoras, perros callejeros y caballos, Cam era una de las pocas personas que conocía que le hacían sentir de esa manera. Como si hubiera una luz al final del tunel.

Que tonto, se dijo así mismo, lo acabas de conocer ¿Y ya se ha convertido en la luz de tu tunel? Que tonterías estoy pensando.

Llegó al restaurante 5 minutos tarde, pero la jefa no estaba rondando el lugar así que se deslizó como pudo en la cocina en donde se encontraba el chef, sus ayudantes y algunos meseros. No quería decirle Alan, el chef sobre su plan, delante de los 5 ayudantes, no confiaba en los demás, de hecho tampoco fuera que confiara plenamente en Alan, sólo eran compañeros de trabajo, pero sabía que el chef era una buena persona y lograría convencerle.

Un par de horas después, cuando vio la oportunidad de hablar con él, le dijo que su familia, estaba pasando por una gran necesidad y que... quería tomar un poco de comida extra. Mientras hablaba estaba tan colorado como las manzanas que decoraban las mesas, no quería entrometer a los gitanos, de alguna manera, quería sentir que podía proteger a Cam, pero nunca había mentido sobre su familia y mucho menos se había humillado de esa forma. Él era pobre, pero digno.

Alan se enterneció hasta la médula, era un hombre alto de unos cincuenta y tantos y tenía un hijo exáctamente de su edad. Le prometió que entretendría a los demás meseros y ayudantes con alguna excusa, para que él pudiera sacar la comida por la puerta de atrás.

Llegada la hora, EunMi se acercó a la ventana con disimulo y tiró la aceituna como había prometido. Se giró y bajo las escaleras hacía la cocina, pero cuando llegó se encontró con una muy mala sorpresa. La señora Dupont en persona, estaba en la cocina, supervisando a los ayudantes, porque precisamente ese día un miembro de la realeza había ido al restaorante para almorzar.

- Muy bien holgazanes - Exclamó la señora Dupont contoneando su enorme trasero por entre los cajones con frutas - Más les vale preparar y servir la mejor comida de todas sus vidas o me aseguraré de que sus traseros esten buscando trabajo en otro restaurante mañana por la manana -

Los presentes asintieron y EunMi retrocedió nerviosamente hacía la ventana. Tenía que avisarle de algún modo a Cam, era demasiado peligroso, aunque por el otro lado, por culpa del cliente la comida estaría mejor que nunca y mucho más abundante.

(( perdona, me quedó larguisimo el post ))

Tras un rato que a mi se me hizo eterno, la aceituna cayó por la ventana. Me di cuenta entonces que había estado conteniendo el aliento mientras miles de preguntas me asaltaban. ¿Y si pillaban a EunMi? La culpa sería única y exclusivamente mía y él lo pasaría fatal. ¿Qué sucedería si su jefa llamaba a los guardias?, se lo imaginó flacucho y despeinado, metido en una celda. Aquel joven era demasiado alegre para estar encerrado, no se merecía eso.

Cambié el peso de un pie a otro mientras mis acompañantes murmuraban por lo bajo y echaban miradas rápidas a la ventana. Sentí que sudaba por los nervios. Nunca había implicado a alguien en un robo de comida tan grande y lo primero que se le ocurría era meter al pobre chico. Tonto Cam.

Cuando vi caer la aceituna hice señas a los muchachos. Tocaba esconderse cerca del restaurante y aguardar a que EunMi saliese.Nos deslizamos los cuatro en silencio, casi invisibles, entre basura y trozos de madera vieja y abandonada . Nos escondimos sin apartar la vista de la puerta trasera, esperando el momento en que EunMi saliese por ella. Lo haríamos rápido y bien, para no tomar más riesgos de los necesarios.

Pensé que aunque EunMi se resistiese, una parte de la comida iría a parar a él. Se lo merecía como el que más. Y él se encargaría de que el pobre chico que tanto le conmovía tuviese su generosa parte.


off: no importa, e s un gustazo leer los roles de EunMi

EunMi estaba notablemente nervioso mientras llevaba la bandeja con las delicias culinarias exigidas por aquel regordete miembro de la realeza Francesa. Siguiendo el protocolo que le habían enseñado al ingresar al restaurante, le sirvió los platos y esperó en silencio a que los degustara primero. El viejo, (que estaba acompañado de una bella mujer) masticó un par de trozos de pollo y luego los escupió al suelo.

- ¿Llamas a esto un Paupiette de Pollo? - Exclamó indignado y EunMi haciendo una venia retiró los platos cabizbajo.

Cuando regresó a la cocina, el chef, Alan casi se mordía las uñas a la espectativa y se disilucionó terriblemente al ver que regresaba con el plato casi intácto. El chef suspiró y se puso a cocinar de nuevo, poniéndo aún más dedicación en la preparación de los ingredientes y le advirtió a EunMi que si iba a llevarse toda esa comida y era descubierto en el acto, que él negaría estar implicado lo cual, al Coreano le pareció bien. Después de todo era su desición y responsabilidad.

Con disimulo, EunMi preparó una bolsa limpia, de las mismas que usaban para botar la basura y hecho el polló prácticamente intácto y los demás platos que le acompañaban, luego fingió que salía al callejón trasero para botarlo. Una vez afuera observó nerviosamente a ambos lados por si veía al gitano, pero al parecer estaba bien escondido, con un gesto casual, dejó la bolsa en el suelo e hizo una seña al aire, como queríendo indicar un 'O.K' , todo está bien. Luego hizo otro gesto para indicar un número 2 con los dedos.

Esperaba que Cam entendiera lo que quería decir: Sacaría otras dos bolsas con comida. EunMi cerró la puerta trasera, esperando que Cam se llevara la primera bolsa y la escondiera. Luego regresó a la cocina, el chef y los ayudantes trabajaban como locos, preparando una nueva receta que el distinguido cliente había exigido, esta vez se trataba de una carne tierna de ternera en vino, con aceitunas y ensalada de lechuga y salmón en limon.

Una vez terminada la comida, se repitió la misma historia, EunMi llevó los platos al comensal y este olisqueó y provó un poquito de cada plato, para luego quejarse por alguna mimiedad. Él coreano regresó de nuevo con los platos, feliz de poder repetir la operación, como todo el mundo estaba tan estresado en la preparación de la comida, nadie estaba realmente prestando atención a lo que hacía, por lo que fácilmente pudo sacar la segunda bolsa repleta de comida. La dejó afuera y hizo una señal de número 1, porque esperaba poder sacar una más y regresó nuevamente adentró, esperando que Cam estuviera planeando la forma de escapar cuando tuvieran las 3 bolsas.

Se me aceleró el corazón cuando vi la puerta abrirse. Sin embargo, me mantuve silencioso al igual que mis compañeros que se pegaron a la pared intentando fundirse con las sombras. Observé los movimientos de EunMi pensando a toda velocidad que podía significar cada cosa que hacía: dejó la bolsa en el suelo y se giró para regresar al interior del restaurante. Hizo un gesto que interpreté como un "todo marcha bien" y luego levantó dos dedos.

-¿Dos?-la voz del más bajo de mis acompañantes me llegó en un susurro desde muy atrás-¿Dos qué?

-Creo que va a sacar dos bolsas más-abrí mucho los ojos-Pues sí que se tira comida aquí.

Tras unas cuantas palmadas de mis camaradas, me deslicé con rapidez ,agudizando mis sentidos al máximo. Sentía la tensión, los nervios. Temía que me pillasen y me relacionasen con EunMi. Tragué saliva mientras me acercaba a la primera bolsa sin dejar de vigilar todo cuanto sucedía en derredor. Aparté una rata con el pie que chilló furiosa ya que estaba intentando roer la bolsa para robar algo de nuestro botín. La cogí y rápidamente volví a mi escondite con mis compañeros. Porecedimos a abrirla y meter todo lo que pudimos en nuestros zurrones y sacos. También algunas cosas acabaron en nuestros bolsillos hasta dejar la bolsa vacía. Por suerte había sitio para más comida en los sacos (los pequeños zurrones estaban repletos) y a las malas lo dejaríamos en la bolsa y cargaríamos con ella hasta la casa de EunMi primero y después al campamento.

La puerta se abrió por segunda vez y EunMi depositó una nueva bolsa en el lugar donde antes estaba la otra. Levantó un único dedo y asentí, aunque él no podía verme. Le hice un gesto a uno de mis compañeros y fue por ella en silencio, imitando mis pasos cautelosos. Cogió la bolsa y regresó hacia donde estábamos nosotros con una amplia sonrisa.

-¡Esta huele incluso mejor!-exclamó abriéndola y olfateando el aire.

Repetimos la operación de repartirnosla. Jamás pensé que nuestros sacos pudieran dar tanto de sí. Imaginándome la cara de felicidad de Dhalia, la niña que siempre rondaba nuestra carreta, aguardé la tercera y última bolsa, cuyo contenido iría a parar a EunMi aunque fuese a la fuerza.

La puerta se abrió por tercera vez....

Cuando sacó la segunda bolsa, notó que Cam se había llebado la primera, excelente, pensó, había entendido su mensaje a la perfección. Era un chico astuto y acostumbrado a sobrevivir en las calles. Entró de nuevo dispuesto a adquirir una tercera y cuando el cliente se quejó una vez más y el pobre Alan volvía cabizbajo a sumerjirse entre las ollas y cacerolas, EunMi tomó la tercera bolsa, aquella sería la última. El cliente llevaba casi más de una hora y no creía que aguantaría más tiempo y terminaría por aburrirse, pero seguro con toda esa cantidad de comida, bastaría para que varias personas y niños comieran.

Estaba pues cargando la tercera bolsa y abriendo la puerta trasera cuando una voz hizo que se le congelara la espina dorsal. La voz atronadora de su jefa justo detrás de su espalda.

- ¿Que demonios estás haciendo mugroso? - Exclamó la mujer con las manos en los bolsillos. EunMi no sabía si girarse o simplemente correr. ¿Como iba a explicar que estaba sacando una bolsa llena de comida? - ¿Que es eso que tienes ahí? -

- Eh... las sobras... la basura... yo - Intentó explicar nerviosamente, pero él era demasiado puro como para mentir con propiedad, nunca había sido capaz de engañar a la gente, no porque no quisiera, sino porque sus ojos siempre eran tan transparentes y sinceros que la gente terminaba por descubrirlo. La mujer, le arrebató la bolsa y notó toda la comida intacta alli.

- Maldito mugroso, ¡Estabas robando! Alfredo, llama a la policía, seguro que tiene complices! - Gritó con su atronadora voz. EunMi tuvo que pensar en cuestión de segundos, el miedo casi la paralizaba, pero tenía que escapar de ahí, soltó la bolsa empujando a la señora para ganar tiempo, y abrió la puerta de par en par huyendo hacía el callejón.

- ¡Cam! - Gritó - ¡Huye, rápido! - Exclamó mientras un par de empleados del restaurante y unos policías salían tras ella, uno de los empleados alcanzó a agarrarlo por la manga de la camiza....