Encuentro Fortuito [Priv]

El sol se alzaba en París aun bien entrando las cinco de la tarde y ya era hora de salir. ¡Llevaba todo el día en la cama! A veces podía ser una vaga redomada, porque sí, me encanta dormir y es un vicio que desde luego no pienso quitarme de encima a menos que me obliguen. Por el momento, no tengo ningún tipo de obligación. Vivo la vida simplemente día a día. Tampoco conozco a mucha gente en París..sí, esa era la desventaja de ir cambiando de lugar. Que no podías encariñarte mucho con las amistades, aunque, realmente la que decidía cuando irse era yo así que si me había marchado de Alemania era porque a penas había conocido a nadie. ¡Fue divertido! Sí, conocí muchas cosas y aprendí ligeramente alemán pero era aburrido. Extremadamente aburrido.

Y así fue como acabé mudándome allí, a la ciudad que llamaban "del amor". Yo era muy romántica y aunque no creía demasiado en mis novelas me permitía a mi misma soñar con tener algún día un bonito romance. Claro que eso solo lo sabía yo ¡Qué vergüenza! si se llegaran a enterar otras personas. Me tacharían de chica tonta y de por si los hombres ya me consideraban demasiado superficial como para además añadirle eso. No, definitivamente había algunas cosas que no iba a contarle a nadie.

Allí era verano, en Alemania solía hacer frío y no me gustaba demasiado. Así que con esa temperatura primaveral estaba de maravilla. Llevaba una camisa de tirantes con un moderado escote y una falda de largura también moderada. Me llegaba por las rodillas. Tenía unos cuantos volantes por alrededor que al mismo tiempo que caminaban se acompasaban con el viento que los movía. De vez en cuando mi lado coqueto me "obligaba" a mirarme en el espejo de alguna de las tiendas por las que pasaba, mientras caminaba. Y cuando estaba sola siempre me gustaba poner caras extrañas, me inventaba situaciones en mi propia cabeza. Situaciones que posiblemente nunca me ocurrirían.

No tardé mucho en entrar en calor, tal vez, una media hora desde salir de casa. Por desgracia sudaba con facilidad y con ese sol que hacía me resultaba imposible. Además me había puesto unos bonitos zapatos. Unas sandalias de tiras con un ligero tacón de aguja, muy bonitos, me encanta como me estiliza la figura ese tipo de calzado pero cuando caminaba un rato con ellos volvía a recordar porque siempre acababa maldiciéndolos. Tenía que parar un rato. Era una hora en la que no era de tarde, pero tampoco de mañana así que si quería mirar tiendas también tendría que esperar. Entré en el primer bar que se me presentó por el camino, compré una limonada bien fresquita y me desvié un poco del camino dónde estaba toda la gente, dónde estaba todo el sol dando de lado a lado.

En una de las esquinas, girando, pude encontrar una zona de sombra y un banco de piedra que parecía bastante cómodo. Lo limpié ligeramente con una mano y después me senté mirando hacia el frente. Bueno, no podía ver a la gente pasar pero contemplé un poco mi entorno, seguro que encontraría algo que hacer.