Tan bella como peligrosa ( Dún Yapur)

Con pasos firmes abandonaba el puerto, la sensación de lejanía provocó que más de una vez me diera vuelta, aún se podían ver las embarcaciones. Durante años había querido ser un hombre de mar, recorrer el mundo con todos los peligros que eso traía. Ahora, con mi cuerpo ya cansado, pisando los sesenta, no podía alejarme por completo del puerto. No del lugar en concreto, sino en lo que significaba para mi alma.

París era una de esas ciudades que jamás dormía, siendo la medianoche la gente vagaba sin rumbo fijo por las calles adoquinadas, con sus vestimentas de noche pomposas. De repente algo había cambiado. Miré hacia adeltante con pasos firmes, el tintinear de cascabeles, voces masculinas y femeninas cantando, me estaban llamando.
Zhilomé, pensé desesperado. Recordaba aquella joven gitana que había robado mi corazón,compañera de vida, una flor hermosa rodeada del encanto de la magia de sus raíces. Entonces comencé a caminar más rápido, estaba en medio de una realidad ideal, quería verla, ansiaba abrazarla, amarla. Si bien mi mente quejumbrosa me anunciaba a gritos que eso era imposible, mi corazón latía con tanta fuerza y empeño que poco me importó lo que me pasara aquella noche.

Allí, de donde provenían la música y los cantos, jóvenes gitanos reían, jugaban y bailaban. Nosotros, los hombres de mar, los conocíamos como hijos del viento, siempre se movían, estaban activos y risueños. Pero también eran bravos, como un huracán.
Cerca de ellos una aparición llamó mi atención. Un grupo de gitanos estaban allí, los patriarcas. Me preguntaba si me reconocían.

- ¡Jefe!...-gritó uno de ellos. Era moreno, de ojos claros como las aguas del Caribe. Hizo ademán para que fuera. Con pasos firmes, avancé hacia ellos.- ¡Amelhíon... viejo compadre!.
- ¡ Vladimyro!...-lo saludé con un abrazo. Él era el hermano de mi bella Zhilomé.- Veo que tus conjurillos te han servido de algo.- Sonreí al verlo tan joven como antes. Sin duda era un avance para la magia.
- La edad ayuda amigo... siempre me hechaste en cara mis "conjurillos". A diferencia de otros, para mí el tiempo no pasó.- Su tono bromista hizo que bajara toda guardia que en aquel momento tenía.
- ¿ No cerrarás la boca jamás...?.- pregunté apoyando mi mano derecha de forma pesada en su hombro.
- Antes de que sigamos con nuestras peleas sin remedio... te quiero presentar a una joven...- ¿ Y ahora que se proponía?. Al parecer, Vladimyro jamás cambiaba. Teniendo como punto el hecho de que ambos habíamos aprendido a usar nuestras habilidades con el mismo tutor, era probable que él también sea actualmente jefe brujo.
-¡ Dún Yapur!...¿ Puedes acercarte a mí querida?...-preguntó el viejo gitano y mi compadre.

Vladimyro siempre se salía con la suya. Era increíblemente molesto cuando parecía recobrar su juventud, su danzarina figura. Se notaba en sus ojos como una chispa de maldad pura comenzaba a emergir. No era la maldad que detestaba, era la maldad o quizá el brillo travieso que posee una criatura al pensar su próxima jugarreta.

La primera vez que le vi esos ojos conocí a Zhilomé, la segunda vez que reviví aquella experiencia tuve que marcharme en una travesía junto a él porque quería conocer más de sus orígenes y como "era de la familia" pasé un año en su compañía.

Esa noche en particular era como un volver a empezar. Ya de viejo comprendía más el mundo que me rodeaba, la angustia de todos los seres y su pronta felicidad.

-¡ Dún!.- exclamó Vladimyro extasiado de alegría.
Con el rostro serio, sin expresión alguna fui víctima de una ilusión. Delante mio había una criatura como ninguna otra, una bella flor que guarda los misterios del pasado, el presente y el futuro. Sus ojos centellaban con el simple movimiento de su mirada, sus movimientos gráciles se asemejaban al movimiento suave de las olas.

Según por lo que mi compadre había dicho hoy tenía que descansar pues mañana era día de trabajo, tenía que preparar pócimas y demás líquidos para ayudar a su campamento. Asentí cuando mencionó que necesitaría de mi ayuda, lo extraño era que teníamos el mismo rango y parecidas cualidades.

La miré extrañado, tenía algo completamente a las otras gitanas que danzaban en el circo cerrado. Parecía una niña y a la vez toda una mujer, aquel encanto comúnmente se podría esperar de una bruja que quisiera mantenerse joven, pero aquella joven no era bruja y por mucho que lograra pensar en su prosedencia no lograba aclarar mi mente. Me reí, la muchacha se había dado cuenta de mi mirada.

De lejos se escuchaban panderetas y las voces de los cantantes, sin mencionar la risa de los danzarines. Vladimyro parecía entretenerse con aquel espectáculo. Me acomodé mi sombrero para que nadie notara el brillo siniestro de mis ojos.

¡ Ese gitano me las iba a pagar!, era viejo pero sabía cuando cambiaban la música para simplemente bailar a una música más fuerte y llena de misteriosas entonaciones.
Sabía que la clarividencia de aquel jefe era tan aguda como mi mediumnidad y por mucho que quisiera alejarme de aquel lugar, mi corazón actuaba de ancla. No podía moverme y tampoco lo ansiaba.

La joven se acercó a nosotros, Vladimyro desapareción entre las penumbras de aquella "celebración". La miré como pude con el filo del sombrero negro en mis ojos.
- Buenas noches zingara...- mi voz sonaba armoniosa pero fuerte. No había ninguna irregularidad en ella. Con una sonrisa y una reverencia me presenté.- Amelhíon Do Crucerois...- Mientras apoyaba todo mi peso en mi bastón, al sentir un escalofrío, me atreví a preguntar.-¿ Disculpe bella mujer, usted está al tanto de lo que hará ésta noche Vladimyro?.

Posé mi vista en las carpas, las velas que formaban un círculo. Aquella noche hubiera deseado que estuviera Zhilomé, pero en el aquí y en el ahora, sólo quería que estuviera en mis recuerdos, pues aquella joven era su vivo retrato. ¿ Qué hechizo me habría lanzado mi viejo amigo?...