AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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|{La Oscuridad del Monasterio}|
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|{La Oscuridad del Monasterio}|
Empezaba a oscurecer, siendo alrededor de las 19 hrs. algunos lugares empezaban a cerrar pero otros apenas estaban por abrir...todo el día ha llovido, y parte de la oscura noche también, así pues era lógico observar como algunos vagabundos buscaban refugió en cualquier techo...-Era tiempo de comer?...No aún no; no con algunas personas alrededor-Así pues Devourer de sus tentaciones, fue alejandosédonde de ellos, se resguardo en un lúgubre callejon.
Sin embargo gracias a sus habilidades de Vampiro, leyó el pensamiento de un hombresuelo encapuchado, posiblemente un sacerdote quien entraba a un Monasterio en compañía de un niño; por sus atuendos se divisaba que era hijo de la calle y del desamparó...¿Este hombre al parecer tenía en mente realizar el peor de los Pecados?...Claro que sí, por lo que poco le importó dirigirse hacia ese lugar. Entrado el pequeño niño al Monasterio, espero a que el Sacerdote cerrará la puerta, para que en la parte de arriba entrará. Y antes de ser llevado hasta el más oscuro rincón del Monasterio, el pequeño niño fue capturado por ella. Cerrando sus ojos y su boca con los trapos que llevaba como atuendo, se encontraba el niño abajo de una Imagen religiosa. Y de un sólo corte en el cuello abrio pasó a saborear la ambundante y asquerosa sangre del Sacerdote, siendó este un individuo corpulento, había suficiente sangre para alimentarse en una noche...
La pequeña criatura empezó a llorar al escuchar los desgarradores chillidos. El llanto y los gritos despertaron a las monjas, observándo solamente el cuerpo inerte y destrosado del monje....pero una de la novicias se percató de la presencia de un extraño ser que salía entre las sombras. Esta joven novicia con la mirada le seguía, y por una ventanilla espió como este ser se escondía cerca de un cementerio que ahí había.
Sin embargo gracias a sus habilidades de Vampiro, leyó el pensamiento de un hombresuelo encapuchado, posiblemente un sacerdote quien entraba a un Monasterio en compañía de un niño; por sus atuendos se divisaba que era hijo de la calle y del desamparó...¿Este hombre al parecer tenía en mente realizar el peor de los Pecados?...Claro que sí, por lo que poco le importó dirigirse hacia ese lugar. Entrado el pequeño niño al Monasterio, espero a que el Sacerdote cerrará la puerta, para que en la parte de arriba entrará. Y antes de ser llevado hasta el más oscuro rincón del Monasterio, el pequeño niño fue capturado por ella. Cerrando sus ojos y su boca con los trapos que llevaba como atuendo, se encontraba el niño abajo de una Imagen religiosa. Y de un sólo corte en el cuello abrio pasó a saborear la ambundante y asquerosa sangre del Sacerdote, siendó este un individuo corpulento, había suficiente sangre para alimentarse en una noche...
La pequeña criatura empezó a llorar al escuchar los desgarradores chillidos. El llanto y los gritos despertaron a las monjas, observándo solamente el cuerpo inerte y destrosado del monje....pero una de la novicias se percató de la presencia de un extraño ser que salía entre las sombras. Esta joven novicia con la mirada le seguía, y por una ventanilla espió como este ser se escondía cerca de un cementerio que ahí había.
Dulbella Devourer- Vampiro Clase Alta
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Re: |{La Oscuridad del Monasterio}|
Una hora atrás
Deambulaba como todas las noches como el demonio que era, con su hacha sagrada Tomhet como el cetro de un Dios Padre tortuoso y negro. En su camino se cruzó una pobre mujer, madura, entrada en años, quizá menopáusica, qué importaba, no se notaba desamparada o pobre, pero tampoco alguien acostumbrada a demasiados lujos, era perteneciente a esa tibia y borrosa clase media parisina. Ambos se encontraron a la mitad de una calle como un par de duelistas, ella arrugó la nariz y alzó el mentón afianzando sus manos al paraguas que le ayudaba a cubrirse de la lluvia. Hizo un sonido parecido a un “uhmp” al ver la apariencia de Varg, desalineado, zarrapastroso, empapado por la lluvia.
-Fuera de mi camino, pordiosero –dijo la mujer y Varg bajó la cabeza pero alzó los ojos para acentuar que la observaba con mirada psicópata, ella dio un paso y el vampiro le cortó el camino con uno de los anchos brazos. Comenzó a reír entre dientes, como ríe un príncipe al contar sus maquiavélicos planes.
Llevó la otra mano al cuello de la mujer y apretó, no demasiado como para matarla, pero sí lo suficiente como para inmovilizarla, la dama soltó la sombrilla y pegó un grito hasta que el hombre la hizo callas con un “shhh” marcado.
-Más respeto a tu Dios –dijo con los ojos azules bien abiertos, apretando de a poco el agarre-, tan poca cosa eres que no mereces la muerte por medio de mi hacha –advirtió un segundo antes de sacar a relucir los filosos colmillos e hincarlos en el cuello. Ella, desde luego, pataleó hasta que la fuerza la abandonó, unos minutos más y estuvo muerta, y pudo haberla vaciado de sangre si no fuera porque los chillidos que había pegado habían llegado a oídos de unos policías cercanos.
-¡Hey!, ¡suéltala! –una voz al otro lado de la calle lo llamó, Varg hizo caso por simple diversión soltando el cuerpo inerte de la mujer sobre el suelo provocando un sonido sordo como el de un costal sobre el empedrado y comenzó a caminar en sentido contrario a los policías, no tenía ganas de lidiar con estos, y sabía, porque su figura infundía tanto miedo, que no lo seguirían.
Hora actual
Sus pasos lo habían llevado hasta el cementerio, sin duda alguna un sitio muy ad hoc para él, las cruces y las tumbas, la lluvia y su barba aún cubierta de sangre era una imagen que podía haber sido sacada de una pesadilla. Sus pasos eran parsimoniosos, calmados, pero por el propio peso de su ser retumbaban por todo el lugar. Era observado, lo sabía, no importaba, en su espalda estaba su hacha, segura y lista para degollar a quien se interpusiera en su camino.
Giró la vista hacía una edificación cercana, el lugar en sí carecía de encanto para él, los aromas, sin embargo, eran lo que verdaderamente le interesaba, sangre recién extraída de un cuerpo, varón pudo percibir, y un Sønner Av Natten, un vampiro, era el autor de aquello. Sonrió acariciando su bigote, eso podía ser interesante.
Deambulaba como todas las noches como el demonio que era, con su hacha sagrada Tomhet como el cetro de un Dios Padre tortuoso y negro. En su camino se cruzó una pobre mujer, madura, entrada en años, quizá menopáusica, qué importaba, no se notaba desamparada o pobre, pero tampoco alguien acostumbrada a demasiados lujos, era perteneciente a esa tibia y borrosa clase media parisina. Ambos se encontraron a la mitad de una calle como un par de duelistas, ella arrugó la nariz y alzó el mentón afianzando sus manos al paraguas que le ayudaba a cubrirse de la lluvia. Hizo un sonido parecido a un “uhmp” al ver la apariencia de Varg, desalineado, zarrapastroso, empapado por la lluvia.
-Fuera de mi camino, pordiosero –dijo la mujer y Varg bajó la cabeza pero alzó los ojos para acentuar que la observaba con mirada psicópata, ella dio un paso y el vampiro le cortó el camino con uno de los anchos brazos. Comenzó a reír entre dientes, como ríe un príncipe al contar sus maquiavélicos planes.
Llevó la otra mano al cuello de la mujer y apretó, no demasiado como para matarla, pero sí lo suficiente como para inmovilizarla, la dama soltó la sombrilla y pegó un grito hasta que el hombre la hizo callas con un “shhh” marcado.
-Más respeto a tu Dios –dijo con los ojos azules bien abiertos, apretando de a poco el agarre-, tan poca cosa eres que no mereces la muerte por medio de mi hacha –advirtió un segundo antes de sacar a relucir los filosos colmillos e hincarlos en el cuello. Ella, desde luego, pataleó hasta que la fuerza la abandonó, unos minutos más y estuvo muerta, y pudo haberla vaciado de sangre si no fuera porque los chillidos que había pegado habían llegado a oídos de unos policías cercanos.
-¡Hey!, ¡suéltala! –una voz al otro lado de la calle lo llamó, Varg hizo caso por simple diversión soltando el cuerpo inerte de la mujer sobre el suelo provocando un sonido sordo como el de un costal sobre el empedrado y comenzó a caminar en sentido contrario a los policías, no tenía ganas de lidiar con estos, y sabía, porque su figura infundía tanto miedo, que no lo seguirían.
Hora actual
Sus pasos lo habían llevado hasta el cementerio, sin duda alguna un sitio muy ad hoc para él, las cruces y las tumbas, la lluvia y su barba aún cubierta de sangre era una imagen que podía haber sido sacada de una pesadilla. Sus pasos eran parsimoniosos, calmados, pero por el propio peso de su ser retumbaban por todo el lugar. Era observado, lo sabía, no importaba, en su espalda estaba su hacha, segura y lista para degollar a quien se interpusiera en su camino.
Giró la vista hacía una edificación cercana, el lugar en sí carecía de encanto para él, los aromas, sin embargo, eran lo que verdaderamente le interesaba, sangre recién extraída de un cuerpo, varón pudo percibir, y un Sønner Av Natten, un vampiro, era el autor de aquello. Sonrió acariciando su bigote, eso podía ser interesante.
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Re: |{La Oscuridad del Monasterio}|
La hierba fría y negra, lodosa se veía...Tumbada estaba en una de las lápidas. Acostada en una gruesa piedra, rasposa y algo sucia. Sin importarle en donde estaba, disfrutaba aún de su último ataque; saboreando cada instante, cada gota derramada. Con su lengua limpiaba lo que quedaba de la sangre en sus gruesos labios. Su sed se calmó un poco pero su instinto salvaje no. La noche era demasiado joven para seguir con algunos planes, y que mejor manera que atacar a alguien más, un anciano, un hombre gordo adinerado, una prostituta o bien, un frágil ser mortal.
Incorporándose con sutileza, dio un paso adelante siguiendo su designio, limpiando de su atuendo la suciedad del polvo y los restos de líquidos de aquel hombre. Puso sus manos alrededor de su cintura para acomodarse el cinturón, pero en esos momentos, cuando se disponía a salir del cementerio. La presencia de algo, la hizo parar en seco, un extraño olor invadió sus fosas nasales “No es un olor de humano eso es seguro” pensaba la Vampiresa. Sus pasos eran lentos más no ligeros, se sentía también ese olor a sangre de los muertos, su aroma era a pura sangre, suciedad y maldad…
-¿Cómo podía percibir eso?-Sin duda por los pensamientos ajenos.
-¿Quién eres tú?-Le dijo con un tono frío y distante, sin la necesidad de voltear a ver a ese ser que se aproximaba. Cómo no hubo respuesta, no le vio la necesidad de volver a cuestionarlo, por lo que dio un giró a su cabeza para mirar lo que estaba atrás de ella. La fría neblina evitaba distinguir ese espectro... “Un Cadáver Ambulante” es lo que podía apreciar…
Poco a poco la neblina se hizo menos densa, y sus ojos se abrieron de par en par, al observar con detenimiento que se trataba a un ser como ella. –Un Vampiro es lo que eres-le dijo, movió su cuerpo para estar en una posición donde ambos se podían ver mejor. “Aunque sea una criatura nocturna, su apariencia no era como los demás”, esos trapos, la suciedad, el lodo en sus botas, y su barba que representaba un símbolo de vejez cubrían todo su atuendo y, le hacían ver como un vagabundo, sin embargo, su corpulento cuerpo, su altura, pero más que nada sus ojos…esos ojos de demonio, parecía que estaba enfrente de mismo Diablo. Y cómo tal, debía ser hostil. Un hacha cargaba en una de sus gruesas manos, cubierta tal vez de restos de ese fluido que tantos necesitamos.
Una mentalidad mala traía consigo…-Si deseas algo dímelo de una vez, para no perder tiempo-teníamos suficiente tiempo, ambos inmortales, letales…sólo un obstáculo se atravesaba cada mañana…Esa esfera de fuego, que con sus rayos nos polvoriza. Tal vez estaba aquí por diversión, y un desconfío le creó a Devourer…Separando un poco sus piernas para cualquier posible ataque.
Incorporándose con sutileza, dio un paso adelante siguiendo su designio, limpiando de su atuendo la suciedad del polvo y los restos de líquidos de aquel hombre. Puso sus manos alrededor de su cintura para acomodarse el cinturón, pero en esos momentos, cuando se disponía a salir del cementerio. La presencia de algo, la hizo parar en seco, un extraño olor invadió sus fosas nasales “No es un olor de humano eso es seguro” pensaba la Vampiresa. Sus pasos eran lentos más no ligeros, se sentía también ese olor a sangre de los muertos, su aroma era a pura sangre, suciedad y maldad…
-¿Cómo podía percibir eso?-Sin duda por los pensamientos ajenos.
-¿Quién eres tú?-Le dijo con un tono frío y distante, sin la necesidad de voltear a ver a ese ser que se aproximaba. Cómo no hubo respuesta, no le vio la necesidad de volver a cuestionarlo, por lo que dio un giró a su cabeza para mirar lo que estaba atrás de ella. La fría neblina evitaba distinguir ese espectro... “Un Cadáver Ambulante” es lo que podía apreciar…
Poco a poco la neblina se hizo menos densa, y sus ojos se abrieron de par en par, al observar con detenimiento que se trataba a un ser como ella. –Un Vampiro es lo que eres-le dijo, movió su cuerpo para estar en una posición donde ambos se podían ver mejor. “Aunque sea una criatura nocturna, su apariencia no era como los demás”, esos trapos, la suciedad, el lodo en sus botas, y su barba que representaba un símbolo de vejez cubrían todo su atuendo y, le hacían ver como un vagabundo, sin embargo, su corpulento cuerpo, su altura, pero más que nada sus ojos…esos ojos de demonio, parecía que estaba enfrente de mismo Diablo. Y cómo tal, debía ser hostil. Un hacha cargaba en una de sus gruesas manos, cubierta tal vez de restos de ese fluido que tantos necesitamos.
Una mentalidad mala traía consigo…-Si deseas algo dímelo de una vez, para no perder tiempo-teníamos suficiente tiempo, ambos inmortales, letales…sólo un obstáculo se atravesaba cada mañana…Esa esfera de fuego, que con sus rayos nos polvoriza. Tal vez estaba aquí por diversión, y un desconfío le creó a Devourer…Separando un poco sus piernas para cualquier posible ataque.
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Re: |{La Oscuridad del Monasterio}|
Siguió avanzado por el lóbrego lugar conducido por el aroma de otro hijo de la noche hasta que estuvo a escasos metros y escuchó su voz. Una mujer, una débil mujercita, aunque fuese vampiro, y aunque despreciara a todos, era marcadamente misógino, si todos eran indignos de él, eran las hembras las más sucias de las criaturas. Rió bajo, sin separar mucho los labios cuando a sus oídos llegó toda esa sarta de tonterías.
-Qué suspicaz –dijo con causticidad cuando fue tachado de vampiro, ignorando abiertamente la primera pregunta.
¿Quién era?, era Dios, ni más ni menos.
Se acercó y entonces sí, pudio verla mejor. No se sorprendió en absoluto, un vampiro como el resto, de elegancia desmedida y modales refinados, a pesar que así eran la gran mayoría de los de su raza no podía evitar pensar que eran una vergüenza, qué dónde quedaba el saberse más poderosos que los mortales cuando con tanto ahínco se esforzaban en imitarlo aunque no lo quisieran admitir.
-No deseo nada, tengo lo que quiero –dijo con esa voz que parece anunciar el mismísimo Armagedón y a la vez que es un millón de aullidos animales-, siempre obtengo lo que quiero -añadió sin moverse, esperando a ver qué hacía ella. De una cosa estuvo seguro, su aroma era maravilloso, a sangre fresca extraía de algún pobre diablo, no por ello iba a respetarla, sólo seguía su naturaleza, no era ninguna proeza.
Proeza era la de su campaña en pos de acabar con el mundo entero y ascender al trono. Esa era una proeza, librar tantas batallas como años transcurridos en la tierra, bañarse en la sangre del enemigo, matar de tantas formas diferentes que es imposible llevar una lista. Asesinar como ella lo había hecho, y como los demás vampiros lo hacían era algo tan falto de pundonor que le parecía ridículo.
Si algo era Varg, a parte de un completo demente, era ser un guerrero, y la honra de la batalla era uno de los grandes ejes de su supuesta misión: la de iniciar el final. La vio adoptar aquella posición de batalla y soltó una carcajada descarada.
-No pretendo enfrentarte –advirtió -¿qué reto podrías ser tú para mí?, ninguno en absoluto –dijo firme –de todos modos, en cuanto lo decida acabaré con todos, da igual si te mato ahora o después –ese, según él, era el destino de la humanidad entera, morir bajo su terrible yugo; sólo aguardaba a que fuera el momento indicado.
-Qué suspicaz –dijo con causticidad cuando fue tachado de vampiro, ignorando abiertamente la primera pregunta.
¿Quién era?, era Dios, ni más ni menos.
Se acercó y entonces sí, pudio verla mejor. No se sorprendió en absoluto, un vampiro como el resto, de elegancia desmedida y modales refinados, a pesar que así eran la gran mayoría de los de su raza no podía evitar pensar que eran una vergüenza, qué dónde quedaba el saberse más poderosos que los mortales cuando con tanto ahínco se esforzaban en imitarlo aunque no lo quisieran admitir.
-No deseo nada, tengo lo que quiero –dijo con esa voz que parece anunciar el mismísimo Armagedón y a la vez que es un millón de aullidos animales-, siempre obtengo lo que quiero -añadió sin moverse, esperando a ver qué hacía ella. De una cosa estuvo seguro, su aroma era maravilloso, a sangre fresca extraía de algún pobre diablo, no por ello iba a respetarla, sólo seguía su naturaleza, no era ninguna proeza.
Proeza era la de su campaña en pos de acabar con el mundo entero y ascender al trono. Esa era una proeza, librar tantas batallas como años transcurridos en la tierra, bañarse en la sangre del enemigo, matar de tantas formas diferentes que es imposible llevar una lista. Asesinar como ella lo había hecho, y como los demás vampiros lo hacían era algo tan falto de pundonor que le parecía ridículo.
Si algo era Varg, a parte de un completo demente, era ser un guerrero, y la honra de la batalla era uno de los grandes ejes de su supuesta misión: la de iniciar el final. La vio adoptar aquella posición de batalla y soltó una carcajada descarada.
-No pretendo enfrentarte –advirtió -¿qué reto podrías ser tú para mí?, ninguno en absoluto –dijo firme –de todos modos, en cuanto lo decida acabaré con todos, da igual si te mato ahora o después –ese, según él, era el destino de la humanidad entera, morir bajo su terrible yugo; sólo aguardaba a que fuera el momento indicado.
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Re: |{La Oscuridad del Monasterio}|
El frío viento de la noche provocaba que las hojas de los árboles de aquel lúgubre cementerio se agitaran. Se observaba como se creaba un ambiente hostil entre nosotros, su mirada penetrante era suficiente para darse cuenta de que poseía un carácter agresivo. Un ser que no estaría dispuesto a conocer la bondad y la piedad. Su comportamiento y su voz son tan enigmáticos que provoca estar en constante alerta, y de un leve pero rápido movimiento me coloque más cerca de él, con intensión de conocer que guarda sus pensamientos.
-Claro que lo soy-se dibujo una mueca en mis gruesos labios, cuando se refirió a mí con ese término “suspicaz”… ahora que estaba más cerca de él, pude notar mejor sus ojos, esos que eran la entrada del alma, y que cualquier ser podía tener, o al menos eso pensaba hasta que lo observe con sumo detenimiento –“Este es diferentes a todos los demás que he conocido o visto”-pensaba al querer entrar en sus pensamientos, por supuesto no conozco a muchos vampiros, los poco con quienes me he acercado son sujetos estirados y refinados, demasiados elegantes y perfectos como para estar con ellos, nada que no me puedan ofrecer otro más…Estaba cerca de descifrar su juicio cuando algo me detuvo. Mis manos se empuñaron, y mis cejas se arquearon en forma de negación y duda, mi cabeza se tiro hacia atrás sin dejar de observar esos ojos, fue ahí donde di un paso atrás, me acomode mi cabello que cubría una parte de mi frente que no me dejaban ver.
“A pasos lentos pero firmes, con cicatrices en el cuerpo y el hedor de soportar la sangre impregnada en sus atuendos era realmente indescriptible…pero deleitable”
De nuevo una ráfaga de viento se creó en la atmosfera. Y su boca se abrió para pronunciar unas simples palabras que hacen templar a cualquier mortal… “Así que siempre consigue lo que quiere” lo que lo hace más interesante. Ahora mi vista se coloco en el suelo, para que no notara mi sonrisa ¿y por qué no? también mi alegría de estar en presencia de otro ser que no gusta de las comodidades de la inmortalidad y que viéndolo bien, disfruta de acosar y destruir las vidas de los demás. –Tú no me adviertas nada, puede ser que sea Yo un Gran reto para ti y no me importas si me destruyes o, como tú dices me mates…-le decía con voz firme e indiferente, mi cuerpo se coloco de lado, queriendo retarlo y con el dedo índice le señalaba sus errores –Pero admito que sería divertido enfrentar a una criatura como tu- una cínica sonrisa se dibujo en mi pulcro rostro, el cuál limpie con mi lengua un poco la sangre de ese sacerdote, solo que deseaba mancharlo de nuevo con ese liquido acuoso.
-¿Bueno quieres divertirte o no?-
Estire mis manos hacia delante, tronando mis dedos, separando las piernas y doblar un poco las rodillas desentumecer los músculos, moví mi cabeza de un lado a otro y recogí mi larga cabellera para que no estorbara, por suerte para mi, los atuendos que tenía esa noche no representaba ninguna incomodidad y podía menarme con la facilidad y rapidez que debe de poseer un vampiro. Le estaba demostrando que quería enfrentarme. En su mano había esa hacha gruesa y enorme, algo que por unos segundos dude que no la usaría, no obstante su mano se aferraba a ella, representaba una parte de su brazo por la manera de sostenerla, “Bueno pueda con ella también” mirando esa esplendida arma llena de suciedad, de un color marrón oscuro, posiblemente sea de sangre de sus víctimas y se ve que lo ha usado desde tiempos antiguos, tal vez los mismos años que tiene él como vampiro. En parte me dio cierta envidia por tener un arma tan fiel y única como esa…
-Claro que lo soy-se dibujo una mueca en mis gruesos labios, cuando se refirió a mí con ese término “suspicaz”… ahora que estaba más cerca de él, pude notar mejor sus ojos, esos que eran la entrada del alma, y que cualquier ser podía tener, o al menos eso pensaba hasta que lo observe con sumo detenimiento –“Este es diferentes a todos los demás que he conocido o visto”-pensaba al querer entrar en sus pensamientos, por supuesto no conozco a muchos vampiros, los poco con quienes me he acercado son sujetos estirados y refinados, demasiados elegantes y perfectos como para estar con ellos, nada que no me puedan ofrecer otro más…Estaba cerca de descifrar su juicio cuando algo me detuvo. Mis manos se empuñaron, y mis cejas se arquearon en forma de negación y duda, mi cabeza se tiro hacia atrás sin dejar de observar esos ojos, fue ahí donde di un paso atrás, me acomode mi cabello que cubría una parte de mi frente que no me dejaban ver.
“A pasos lentos pero firmes, con cicatrices en el cuerpo y el hedor de soportar la sangre impregnada en sus atuendos era realmente indescriptible…pero deleitable”
De nuevo una ráfaga de viento se creó en la atmosfera. Y su boca se abrió para pronunciar unas simples palabras que hacen templar a cualquier mortal… “Así que siempre consigue lo que quiere” lo que lo hace más interesante. Ahora mi vista se coloco en el suelo, para que no notara mi sonrisa ¿y por qué no? también mi alegría de estar en presencia de otro ser que no gusta de las comodidades de la inmortalidad y que viéndolo bien, disfruta de acosar y destruir las vidas de los demás. –Tú no me adviertas nada, puede ser que sea Yo un Gran reto para ti y no me importas si me destruyes o, como tú dices me mates…-le decía con voz firme e indiferente, mi cuerpo se coloco de lado, queriendo retarlo y con el dedo índice le señalaba sus errores –Pero admito que sería divertido enfrentar a una criatura como tu- una cínica sonrisa se dibujo en mi pulcro rostro, el cuál limpie con mi lengua un poco la sangre de ese sacerdote, solo que deseaba mancharlo de nuevo con ese liquido acuoso.
-¿Bueno quieres divertirte o no?-
Estire mis manos hacia delante, tronando mis dedos, separando las piernas y doblar un poco las rodillas desentumecer los músculos, moví mi cabeza de un lado a otro y recogí mi larga cabellera para que no estorbara, por suerte para mi, los atuendos que tenía esa noche no representaba ninguna incomodidad y podía menarme con la facilidad y rapidez que debe de poseer un vampiro. Le estaba demostrando que quería enfrentarme. En su mano había esa hacha gruesa y enorme, algo que por unos segundos dude que no la usaría, no obstante su mano se aferraba a ella, representaba una parte de su brazo por la manera de sostenerla, “Bueno pueda con ella también” mirando esa esplendida arma llena de suciedad, de un color marrón oscuro, posiblemente sea de sangre de sus víctimas y se ve que lo ha usado desde tiempos antiguos, tal vez los mismos años que tiene él como vampiro. En parte me dio cierta envidia por tener un arma tan fiel y única como esa…
Última edición por Dulbella Devourer el Sáb Sep 17, 2011 4:57 pm, editado 1 vez
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Re: |{La Oscuridad del Monasterio}|
Cualquiera que por su mala suerte se topara con Varg en las calles, y peor aún, que el antiguo vampiro profiriera una amenaza como aquella saldría huyendo gracias a un buen juicio, aquellos que se atrevieran a quedarse frente al demonio no se daban cuenta que su necedad y negligencia traería como consecuencia la muerte, pero estaban aquellos también, que como la mujer frente al guerrero lo hacía, hacían amenazas de regreso y no bajaban la guardia a la primer provocación, eran ellos en especial los que más intrigaban al Jörmundgander vuelto hombre.
No cualquier cosa lograba intrigarlo, cabía decir, pues había visto demasiado ya a lo largo de un viaje que como hierro forjaba la misma historia del suelo que pisaban, muertes tan atroces que son imposibles de describir, ¿lo mejor? que él había firmado todos esos decesos como el autor de los mismos. Sonrió de lado complacido por toparse con alguien con agallas como para querer enfrentarlo, por un milisegundo aflojando el agarre de su hacha pero de inmediato regresando a asirse de ella.
-¿Un gran reto? –soltó una carcajada, el trueno que atraviesa el cielo en medio de la tormenta, ese que espanta a las aves y prende fuego a la hojarasca seca; arqueó una ceja cuando dejó de reír estudiando a la mujer, aunque era una como él, no podía evitar menospreciar sus capacidades, porque eso era lo que él hacía y tal vez a la larga representaría su caída, pero no pensaba en eso, como no pensaba en muchas otras cosas, lo único que ocupaba sus pensamientos era el principio del fin, del que según él, él sería dueño-, eso lo quiero ver… -soltó con sarcasmo y de pronto movió ligeramente las cejas, evitando demostrar su sorpresa al verla tan dispuesta a enfrentarlo.
Alzó a Tomhet, su hacha y la movió cortando el aire con un rugido sordo, como si estuviera calentando para luego usarla con ella. Le gustaba eso de su arma, no sólo era eficaz con los mortales, los hijos de Belus, sino que era igual de eficiente con los hijos de la noche, con un solo movimiento podía cortarles la cabeza, una de las pocas cosas a las que eran vulnerables. Detuvo los rebuscados ejercicios de sus manos y dejó caer con pesadez el filo del arma sobre la tierra húmeda para que se clavara un poco en el suelo, sin soltar el mango.
-Sin duda esto será interesante –admitió sin moverse de aquella posición de soldado con su arma lista para atacar, a la expectativa, con todos sus sentidos en alerta, porque sí, era una mujer, débil como todas las de su género, pero también abrazaba la noche y la muerte como él, no era de fiar, no del todo. Como fuera, intrigado y todo, estaba seguro que la victoria sería suya, porque la victoria siempre era suya, era la batalla su verdadero terreno, la lucha, el descarnado enfrentamiento tácito. Quería que ella fuera la primera en mover las piezas en aquel tablero de ajedrez sombrío y con olor a muerte.
No cualquier cosa lograba intrigarlo, cabía decir, pues había visto demasiado ya a lo largo de un viaje que como hierro forjaba la misma historia del suelo que pisaban, muertes tan atroces que son imposibles de describir, ¿lo mejor? que él había firmado todos esos decesos como el autor de los mismos. Sonrió de lado complacido por toparse con alguien con agallas como para querer enfrentarlo, por un milisegundo aflojando el agarre de su hacha pero de inmediato regresando a asirse de ella.
-¿Un gran reto? –soltó una carcajada, el trueno que atraviesa el cielo en medio de la tormenta, ese que espanta a las aves y prende fuego a la hojarasca seca; arqueó una ceja cuando dejó de reír estudiando a la mujer, aunque era una como él, no podía evitar menospreciar sus capacidades, porque eso era lo que él hacía y tal vez a la larga representaría su caída, pero no pensaba en eso, como no pensaba en muchas otras cosas, lo único que ocupaba sus pensamientos era el principio del fin, del que según él, él sería dueño-, eso lo quiero ver… -soltó con sarcasmo y de pronto movió ligeramente las cejas, evitando demostrar su sorpresa al verla tan dispuesta a enfrentarlo.
Alzó a Tomhet, su hacha y la movió cortando el aire con un rugido sordo, como si estuviera calentando para luego usarla con ella. Le gustaba eso de su arma, no sólo era eficaz con los mortales, los hijos de Belus, sino que era igual de eficiente con los hijos de la noche, con un solo movimiento podía cortarles la cabeza, una de las pocas cosas a las que eran vulnerables. Detuvo los rebuscados ejercicios de sus manos y dejó caer con pesadez el filo del arma sobre la tierra húmeda para que se clavara un poco en el suelo, sin soltar el mango.
-Sin duda esto será interesante –admitió sin moverse de aquella posición de soldado con su arma lista para atacar, a la expectativa, con todos sus sentidos en alerta, porque sí, era una mujer, débil como todas las de su género, pero también abrazaba la noche y la muerte como él, no era de fiar, no del todo. Como fuera, intrigado y todo, estaba seguro que la victoria sería suya, porque la victoria siempre era suya, era la batalla su verdadero terreno, la lucha, el descarnado enfrentamiento tácito. Quería que ella fuera la primera en mover las piezas en aquel tablero de ajedrez sombrío y con olor a muerte.
Invitado- Invitado
Re: |{La Oscuridad del Monasterio}|
Su carcajada, ese odioso ruido que expulsaba con gran fuerza de sus pulmones, era más un grito que una risa, atormento por unos momentos mis oídos, no por temor sino por lo estrépito que resultaba. Tuve que girar mi cabeza hacia un lado para no escucharlo tan paulatinamente. Atendí a su último comentario, sin dejar de examinarlo, recordando cada pequeño fragmento de su imagen, deseando saber más sobre ese espectro.
-¿Interesante? o no…será más que eso- sonreí al haber aceptado el reto de estar en combate conmigo. Hace ya tiempo que no tenía un duelo, digno de ser considerado como tal. –Antes de empezar, dime algo, tengo derecho a saber el nombre de mi nuevo contrincante- por el momento, la necesidad de leer su mente, aún era inservible. Colocando mi cabeza hacia atrás, sin perder su mirada… con los ojos más abiertos que de costumbre, con una sonrisa de lado, para que se diera cuenta del color de los ojos que poseo y se diera cuenta de una vez que soy diferente a cualquier ser que se haya cruzado en su despreciable camino. Por los años de su cuerpo y su senil rostro, era evidente ver que era un vampiro más antiguo que yo, podría ser una novata a su lado pero no era una razón para temerle. De igual manera no aparataba la vista de su esplendida arma. Y antes de que me respondiera le dije con un tono más ronco –Yo soy Devourer, así puedes llamarme, una flor que se colapso, murió marchita y ahora vaga por el infierno de otro cuerpo- con el dedo gordo le indica quien era, con un aire de soberbia entone. Y sin importarme lo que pensará de mí, me acerque más, su tamaño era incomparable, parecía una niña pequeña a su lado, no me preocupe al contrario, lo podía tomar como una gran ventaja, pues podría ser mucho más lento que yo, y mas con aquella hacha que sujetaba con un intenso fervor.
Así que, sin pensarlo dos veces aproveche la oportunidad de verlo tan inmóvil, flexione mis rodillas para dar un salto y caer atrás de él, observar su amplia espalda, y ver desde ese ángulo algún punto débil. Me agaché antes de hiciera algo y golpee con mi pie izquierdo su rodilla, obligándolo a caer y así ver que haría. Podía jugar tan sucio como quisiera, eso no me importaba…no importaba para nada pues con lo poco que pode leer en su mente, descubrí que era tan cruel, tan salvaje y sucio que no disfrutaba nada más que el de ser el único en la maldita tierra. "Se consideraba así mismo como un Dios…" demasiado soberbio como sentir algo de agrado por él. Aunque un salvaje vikingo es y eso fue lo que me impresiono tanto, era una maravilla encontrar a alguien que no deseaba otra cosa que divertirse también.
Mientras pensaba en mi próximo movimiento, de nuevo me incorpore, para verme ahora más alta que él, al menos por unos segundos, evitando acercarme a su hacha, con discreción me aleje para que no pensará que sea una cobarde. Al menos por ahora.
Di un pequeño salto hacia atrás, separe mis piernas y coloque mis brazos a la altura de mis hombros, de igual manera a un distancia donde pudiera moverme mis puños y asi enfrentarme mejor. Corrí hasta su gigantesco cuerpo y di un golpe en seco cerca de su cuello.
-¿Interesante? o no…será más que eso- sonreí al haber aceptado el reto de estar en combate conmigo. Hace ya tiempo que no tenía un duelo, digno de ser considerado como tal. –Antes de empezar, dime algo, tengo derecho a saber el nombre de mi nuevo contrincante- por el momento, la necesidad de leer su mente, aún era inservible. Colocando mi cabeza hacia atrás, sin perder su mirada… con los ojos más abiertos que de costumbre, con una sonrisa de lado, para que se diera cuenta del color de los ojos que poseo y se diera cuenta de una vez que soy diferente a cualquier ser que se haya cruzado en su despreciable camino. Por los años de su cuerpo y su senil rostro, era evidente ver que era un vampiro más antiguo que yo, podría ser una novata a su lado pero no era una razón para temerle. De igual manera no aparataba la vista de su esplendida arma. Y antes de que me respondiera le dije con un tono más ronco –Yo soy Devourer, así puedes llamarme, una flor que se colapso, murió marchita y ahora vaga por el infierno de otro cuerpo- con el dedo gordo le indica quien era, con un aire de soberbia entone. Y sin importarme lo que pensará de mí, me acerque más, su tamaño era incomparable, parecía una niña pequeña a su lado, no me preocupe al contrario, lo podía tomar como una gran ventaja, pues podría ser mucho más lento que yo, y mas con aquella hacha que sujetaba con un intenso fervor.
Así que, sin pensarlo dos veces aproveche la oportunidad de verlo tan inmóvil, flexione mis rodillas para dar un salto y caer atrás de él, observar su amplia espalda, y ver desde ese ángulo algún punto débil. Me agaché antes de hiciera algo y golpee con mi pie izquierdo su rodilla, obligándolo a caer y así ver que haría. Podía jugar tan sucio como quisiera, eso no me importaba…no importaba para nada pues con lo poco que pode leer en su mente, descubrí que era tan cruel, tan salvaje y sucio que no disfrutaba nada más que el de ser el único en la maldita tierra. "Se consideraba así mismo como un Dios…" demasiado soberbio como sentir algo de agrado por él. Aunque un salvaje vikingo es y eso fue lo que me impresiono tanto, era una maravilla encontrar a alguien que no deseaba otra cosa que divertirse también.
Mientras pensaba en mi próximo movimiento, de nuevo me incorpore, para verme ahora más alta que él, al menos por unos segundos, evitando acercarme a su hacha, con discreción me aleje para que no pensará que sea una cobarde. Al menos por ahora.
Di un pequeño salto hacia atrás, separe mis piernas y coloque mis brazos a la altura de mis hombros, de igual manera a un distancia donde pudiera moverme mis puños y asi enfrentarme mejor. Corrí hasta su gigantesco cuerpo y di un golpe en seco cerca de su cuello.
Dulbella Devourer- Vampiro Clase Alta
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Re: |{La Oscuridad del Monasterio}|
Su carcajada se elevó por el cielo nocturno y era capaz de helar la sangre de quien quiera que tuviera el mal destino, la desventura, el mal augurio de escucharla, era como el poder arrasador del Fimbulvetr, el invierno de inviernos, ese periodo de fríos como ningunos que precedería al Ragnarök, así de avasallante era el poder de su carcajada maligna, sólo podía ser descrita como tal, pues era un gruñido salvaje, una jauría hambrienta de sangre. No dijo nada, el nombre, los apelativos, todo eso carecía de importancia para él, al final todos tendrían el mismo destino, el del Hvis Lyset Tar Oss, la muerta que él propinaría a cada ser vivo sobre la faz de la tierra.
Giró el cuello para verla de reojo ahora que estaba a sus espaldas.
-Qué enternecedor, una flor –dijo con desdén –yo pisoteo las flores incluso las que crecen en Asgard –dijo antes de ser atacado, a decir verdad fue tomado por sorpresa, para no caer por completo, utilizó su puño cerrado que se incrustó en el suelo, el dolor era insignificante, sus hombros comenzaron a moverse y luego una risa burlona opacó todo destello de luz en aquel sitio de por sí sombrío.
Se puso de pie y se giró, mantuvo las manos a los costados, demostrando lo poco que le importaban los ataques de ella, la observó de nuevo encaramarse y asestarle un golpe cerca del cuello, debía admitirlo, los Sønner Av Natten eran más fuertes que los simples mortales, aunque no menos insignificantes. La miró con esos ojos azules dignos del hielo del Infierno y la tomó del cuello, elevándola unos centímetros del suelo.
-Está bien –dijo-, te voy a conceder el honor de saber mi nombre antes de tu penosa muerte… soy Varg, y no me canso como Sleipnir, y mi hacha es la flecha traicionera de Höðr, soy el Jörmundgander vuelto hombre, ascendido a Dios –habló como solía hacerlo cuando de se refería a él, cuando recitaba el cantar de sus cantares, su poema épico que anunciaba el final de los tiempos, apretó poco a poco aquella mano que se ceñía al cuello de la mujer, si la iba a matar iba a ser lento y doloroso, humillante e indigno, aunque claro, no esperaba que no opusiera resistencia.
Sus ojos se abrieron bien como el hocico de Fenrir que aúlla antes de la gran batalla entre los Æsir y Jotuns y su boca se distorsionó en una sonrisa enferma, tenebrosa, voraz.
Giró el cuello para verla de reojo ahora que estaba a sus espaldas.
-Qué enternecedor, una flor –dijo con desdén –yo pisoteo las flores incluso las que crecen en Asgard –dijo antes de ser atacado, a decir verdad fue tomado por sorpresa, para no caer por completo, utilizó su puño cerrado que se incrustó en el suelo, el dolor era insignificante, sus hombros comenzaron a moverse y luego una risa burlona opacó todo destello de luz en aquel sitio de por sí sombrío.
Se puso de pie y se giró, mantuvo las manos a los costados, demostrando lo poco que le importaban los ataques de ella, la observó de nuevo encaramarse y asestarle un golpe cerca del cuello, debía admitirlo, los Sønner Av Natten eran más fuertes que los simples mortales, aunque no menos insignificantes. La miró con esos ojos azules dignos del hielo del Infierno y la tomó del cuello, elevándola unos centímetros del suelo.
-Está bien –dijo-, te voy a conceder el honor de saber mi nombre antes de tu penosa muerte… soy Varg, y no me canso como Sleipnir, y mi hacha es la flecha traicionera de Höðr, soy el Jörmundgander vuelto hombre, ascendido a Dios –habló como solía hacerlo cuando de se refería a él, cuando recitaba el cantar de sus cantares, su poema épico que anunciaba el final de los tiempos, apretó poco a poco aquella mano que se ceñía al cuello de la mujer, si la iba a matar iba a ser lento y doloroso, humillante e indigno, aunque claro, no esperaba que no opusiera resistencia.
Sus ojos se abrieron bien como el hocico de Fenrir que aúlla antes de la gran batalla entre los Æsir y Jotuns y su boca se distorsionó en una sonrisa enferma, tenebrosa, voraz.
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Re: |{La Oscuridad del Monasterio}|
–¡Ehh!– al escuchar su odiosa carcajada seguida por su definición de cómo ve a las mujeres, canteo mi boca, arrugando la frente y las cejas en señal del mal humor que me ocasionó su comentario –Te equivocas bastardo, no soy una estúpida flor a la que pisotean, prefiero ser una rama con largas espinas que se incrustan en la piel hasta hundirse por completo...una espina que entra lastimando lentamente y no salir con facilidad, esa espina que disfruta de sacar la sangre y crear una grave herida superficial– con un tono de voz más elevado y claro para que sea escuchada mejor sin perder su mirada. Ahí estaba, inmóvil bajando mis manos mientras él se levantaba por completo, sin dificultad "Demonios, es resistente. Mejor así no será fácil de derribar", absorbiendo aire para después liberarla. Tendría que cambiar de táctica de combate.
Pero por distraerme en pensar en mi próximo ataque, este me tomo del cuello elevándome, mis pies columpiaban al no sentir la gravedad, respiraba con dificultad, sentía dolor sí y una opresión al ser tocada con salvajismo. “Estúpida. Como se atreve a tocarme así, no me iba a confiar otra vez..." no iba a permitía mostrar una gran debilidad, eso es lo que más odiaba, lo detestaba “Pero vamos tú lo has buscado” sonrío de lado por aquel pensamiento –¿Eso es todo?– leí por unos segundos su repulsivo pensamiento, iba a aniquilarme pero no le será fácil. Le veía su pecho estaba desprotegido "Ahí tengo mi ventaja" con ambas manos me aferro a su brazo la cual me elevaba, le clavo mis largas uñas hundiéndolas por completo, extrañando su sangre...
Unas cuantas gotas caen al suelo, mis ojos se abrieron por completo, al verlas caer, las seguía con la vista, fue entonces que le sujeto con más fuerza para columpiarme, tomando impulso juntando ambas piernas las elevó y con los talones doy un golpe en el tórax. Me suelta levemente pero aprovecho para liberarme, con ese mismo impulso lo tomó para dar girar de espalda, apoyando mi mano derecha en el suelo para no caerme, abro los dedos los cuáles me ayudan a deslizarme mejor y empujando hacia atrás para caer de rodillas. Muevo mi cabeza para acomodar los músculos del cuello. Me incorporó, canteo mi cuerpo para verle de perfil. Nada de lo que hacía parecía importarle.
Camino a su alrededor, observándolo de pies a cabeza, tan sólo unos 13 metros nos separaban, mi pie izquierdo lo restriego en el lodo, mientras que el otro pie lo coloco hacia adelante, mi cuerpo lo inclino hacia el frente y empiezo a correr, elevando las rodillas hasta el pecho para ser más rápida. Al llegar hasta él de nuevo salto y con la mano derecha extendida por completo y con las uñas se las clavo una vez más en su piel, sólo que ahora el objetivo era su deforme rostro. La cortada fue apenas un frío destello, atravesando el aire. Todo se detuvo, una simple ráfaga es suficiente para dejar un rastro de ese líquido rojo oscuro. Con odio le miró.
Pero por distraerme en pensar en mi próximo ataque, este me tomo del cuello elevándome, mis pies columpiaban al no sentir la gravedad, respiraba con dificultad, sentía dolor sí y una opresión al ser tocada con salvajismo. “Estúpida. Como se atreve a tocarme así, no me iba a confiar otra vez..." no iba a permitía mostrar una gran debilidad, eso es lo que más odiaba, lo detestaba “Pero vamos tú lo has buscado” sonrío de lado por aquel pensamiento –¿Eso es todo?– leí por unos segundos su repulsivo pensamiento, iba a aniquilarme pero no le será fácil. Le veía su pecho estaba desprotegido "Ahí tengo mi ventaja" con ambas manos me aferro a su brazo la cual me elevaba, le clavo mis largas uñas hundiéndolas por completo, extrañando su sangre...
Unas cuantas gotas caen al suelo, mis ojos se abrieron por completo, al verlas caer, las seguía con la vista, fue entonces que le sujeto con más fuerza para columpiarme, tomando impulso juntando ambas piernas las elevó y con los talones doy un golpe en el tórax. Me suelta levemente pero aprovecho para liberarme, con ese mismo impulso lo tomó para dar girar de espalda, apoyando mi mano derecha en el suelo para no caerme, abro los dedos los cuáles me ayudan a deslizarme mejor y empujando hacia atrás para caer de rodillas. Muevo mi cabeza para acomodar los músculos del cuello. Me incorporó, canteo mi cuerpo para verle de perfil. Nada de lo que hacía parecía importarle.
Camino a su alrededor, observándolo de pies a cabeza, tan sólo unos 13 metros nos separaban, mi pie izquierdo lo restriego en el lodo, mientras que el otro pie lo coloco hacia adelante, mi cuerpo lo inclino hacia el frente y empiezo a correr, elevando las rodillas hasta el pecho para ser más rápida. Al llegar hasta él de nuevo salto y con la mano derecha extendida por completo y con las uñas se las clavo una vez más en su piel, sólo que ahora el objetivo era su deforme rostro. La cortada fue apenas un frío destello, atravesando el aire. Todo se detuvo, una simple ráfaga es suficiente para dejar un rastro de ese líquido rojo oscuro. Con odio le miró.
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Re: |{La Oscuridad del Monasterio}|
Hacía tanto que vagaba sin rumbo aparente por los caminos de la vieja Europa, sin ningún rival digno que pudiera oponerse en su camino, que ahora que tenía este combate se daba cuenta de cuánto extrañaba una batalla en igual de circunstancias. Casi siempre era Sigurðr contra un rival insignificante, al que de un solo tajo le podía arrancar la cabeza con la mano desnuda, arrancarla de raíz, trayéndose consigo la columna vertebral, deleitándose con la sangre salpicando por todos lados.
Pero esta vez, y debía admitirlo, esta mujer le estaba causando problemas, lejos de enojarlo lo estaba disfrutando. Antes que vampiro y que autoproclamado dios, era un guerrero cuyo único fin era arrasar ejércitos enteros con el sólo poder de un soplido suyo. Extrañaba la batalla, según él ya no se declaraba la guerra como antes, ya no había enormes enfrentamientos, ahora todo se decidía en salones lujosos con firmas de tratados.
Quitarle la oportunidad de luchar a él era como quitarle la esencia misma. Su lugar era el Vígríðr, el campo de batalla sagrado.
Sintió a esa harpía clavarle las uñas en los brazos y miró con algo parecido al horror como su sangre. La sangre sagrada de Belus, de Balder, de Thor, de Odín mismo, la suya, del Dios de Dioses, era derramada en vano. Apretó los dientes pero no aflojó el agarre, sin embargo la visión de su sangre lo trastocó más de lo que le hubiese gustado, rara vez veía su propio líquido vital salir de su cuerpo, rara vez alguien lograba herirlo en serio. Él estaba seguro que su sangre era negra, Svartmetall puro, pero se dio cuenta que era tan carmesí como la del resto.
Luego sintió el fuerte golpe en el tórax, aflojó la mano, pues de momento le hizo falta el aire (esa mujer le estaba haciendo ver que tenía las mismas debilidades que el resto de los suyos y eso no le gustaba en absoluto), ella logró escapar, él intentó no perder el equilibrio antes de ir a por ella.
La miró con los ojos abiertos como los cuervos Huginn y Muninn, el pensamiento y la memoria mismos. Sabía que no podía bajar la guardia, había demostrado ser más hábil de lo que su apariencia dictaba, se movió rápido, sus ojos danzaron para no perderla de vista y luego un silbido cruzó el cielo, sintió el ardor en su mejilla y se llevó los dedos índice y medio al sitio que ahora dolía, volvió a ver su sangre. Esa bruja lo había hecho derramar su sangre dos veces, los once ríos Élivágar mismos pintados de escarlata.
Pero no más.
-Debo admitir que me has sorprendido –dijo con voz aguardentosa, gruñido y rugido al mismo tiempo-, y que me has divertido más de lo que esperaba, pero… -no dijo más, se movió rápido y resuelto hasta quedar a escasos centímetros de ella, se aseguró que antes de asestarle el golpe lo viera a los ojos, se ahogara en el mismo pozo de Mímir que eran sus orbes y después un golpe directo al estómago, suficiente para hacer colapsar a cualquiera, aunque no estuvo seguro de si esta mujer caía en la categoría de “cualquiera”.
Pero esta vez, y debía admitirlo, esta mujer le estaba causando problemas, lejos de enojarlo lo estaba disfrutando. Antes que vampiro y que autoproclamado dios, era un guerrero cuyo único fin era arrasar ejércitos enteros con el sólo poder de un soplido suyo. Extrañaba la batalla, según él ya no se declaraba la guerra como antes, ya no había enormes enfrentamientos, ahora todo se decidía en salones lujosos con firmas de tratados.
Quitarle la oportunidad de luchar a él era como quitarle la esencia misma. Su lugar era el Vígríðr, el campo de batalla sagrado.
Sintió a esa harpía clavarle las uñas en los brazos y miró con algo parecido al horror como su sangre. La sangre sagrada de Belus, de Balder, de Thor, de Odín mismo, la suya, del Dios de Dioses, era derramada en vano. Apretó los dientes pero no aflojó el agarre, sin embargo la visión de su sangre lo trastocó más de lo que le hubiese gustado, rara vez veía su propio líquido vital salir de su cuerpo, rara vez alguien lograba herirlo en serio. Él estaba seguro que su sangre era negra, Svartmetall puro, pero se dio cuenta que era tan carmesí como la del resto.
Luego sintió el fuerte golpe en el tórax, aflojó la mano, pues de momento le hizo falta el aire (esa mujer le estaba haciendo ver que tenía las mismas debilidades que el resto de los suyos y eso no le gustaba en absoluto), ella logró escapar, él intentó no perder el equilibrio antes de ir a por ella.
La miró con los ojos abiertos como los cuervos Huginn y Muninn, el pensamiento y la memoria mismos. Sabía que no podía bajar la guardia, había demostrado ser más hábil de lo que su apariencia dictaba, se movió rápido, sus ojos danzaron para no perderla de vista y luego un silbido cruzó el cielo, sintió el ardor en su mejilla y se llevó los dedos índice y medio al sitio que ahora dolía, volvió a ver su sangre. Esa bruja lo había hecho derramar su sangre dos veces, los once ríos Élivágar mismos pintados de escarlata.
Pero no más.
-Debo admitir que me has sorprendido –dijo con voz aguardentosa, gruñido y rugido al mismo tiempo-, y que me has divertido más de lo que esperaba, pero… -no dijo más, se movió rápido y resuelto hasta quedar a escasos centímetros de ella, se aseguró que antes de asestarle el golpe lo viera a los ojos, se ahogara en el mismo pozo de Mímir que eran sus orbes y después un golpe directo al estómago, suficiente para hacer colapsar a cualquiera, aunque no estuvo seguro de si esta mujer caía en la categoría de “cualquiera”.
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