Mirando a través de una copa de vino [privado]

{lamento enromemente la demora}

Su rostro comenzó a ensombrecerse, con la llegada del desconcierto y la impotencia. ¿Realmente creía que él podía contestar aquellos cuestionamientos? –y-yo- titubeo cuando el rostro de la mujer se hubo deformado en el dolor y los recuerdos y su alma comenzó a caer, como gotas de perlada esencia que humedecían sus mejillas. Titubeo cuando comprendió que sus palabras habían causado aquel dolor ajeno que no era ahora capaz de apaciguar, como puede apaciguar uno la sed o el hambre. Estiro su mano, arrancando con suavidad las lagrimas que opacaba su semblante, acariciando sus tersas mejillas para permitirse reflexionar al respecto. Paz era lo que buscaba otorgarle, y no un peso más por el cual sufrir y llorar. Nunca había intentado colonizar las creencias de los demás, pensaba, que en la amistad se encontraba también a Dios.

-esque el nos perdona a todos…siempre y cuando busques realmente la absolución- le explico pensando que con aquellas palabras poco o nada lograría solucionar. El barbullo de las mujeres y hombres congregados en aquel templo a Satanás se volvieron lejanos, el olor a cigarro y alcohol se arrastro sobre el suelo junto con la lujuria y la sevicia que caía por la mirada de los hombres que asistían al lugar. Pronto olvido donde se encontraba, para preocuparse solo por la mujer que rompía en llanto frente a él, había hecho llorar a una mujer. Eso no tenía perdón divino.

Decidió pues, expresar sus ideas por medio de una explicación que había escuchado en alguna ocasión pronunciar al abad –se encontraba un hombre caminando por la arena, en el cielo se reflejaban las etapas de su vida, observaba cada una de ellas percatándose que en algunos lugares del camino se encontraban dos pares de huelas, pero, que en los momentos más dolorosos había solo un par. El hombre extrañado decidió ir con Dios «Señor, tú me prometiste que, si te seguía, tú caminarías siempre a mi lado. Sin embargo, he notado que durante los momentos más difíciles de mi vida sólo había un par de huellas en la arena: ¿Por qué cuando más te necesitaba no estuviste caminando a mi lado?» le pregunto decepcionado «Las veces que has visto sólo un par de huellas en la arena, hijo mío... ha sido cuando te he llevado en mis brazos» contesto Dios- recito con lentitud. No eran aquellas las mismas palabras con que el abad lo había pronunciado, sin embargo, no lograba recordarlo con tal nitidez.

-yo no sé que pueda decirte Dios al respecto…pero puedo asegurarte que está al pendiente de todo y al final el sabrá a quien socorrer- sonrió, con aquella calidez que le costó trabajo reunir. Porque el alma se le caía a pedazos al verle llorar de aquella manera, deseaba poder ayudarla, le pedía a gritos un refugio –yo te digo que cuando no sepas a donde correr…corras hacía mí- su sonrisa se ensancho y su voz antes trémula fue ahora firme y convincente. Porque haría lo que en sus manos estuviese al alcance por mejorar, disminuir y neutralizar aquel pesar.

Su tacto le pareció reconfortante, la muestra visible de su fuerza y voluntad, un vestigio tangible de que podía sobreponerse a aquella tempestad y más aun salir victoriosa de ella. Torció los labios en un gesto, no despectivo pero si en desacuerdo con sus palabras -¿Cómo encontrar tu camino estando rodeada de aquello que te impide andar con paso firme?- comprendía que, todas las mujeres y hombres que prestaban sus servicios en aquel lugar debían alimentar bocas, propias o ajenas, pagar cuentas y subsistir. De pronto deseo, poder mantenerlas a todas ellas, enseñarles un oficio y permitirles emerger de aquel lugar que cual cascaron las mantenía en una turbia realidad.

-Pero podrían necesitarte en muchos otros lugares- su voz se alzó un palmo, extasiado. De imaginarla acompañándolo a los orfanatos y hospitales en lugar de asistir a aquellos cuartos, rodeada de necesitados niños y no hombres desenfrenados –Podrías ayudarme a dar servicio…algo así como servicio social- si, para la comunidad. Se la imagino encontrando su camino en la santidad como San Ignacio, que criado como caballero y no sabiendo mucho más allá de armas y damiselas había fundado la compañía de Jesús, habría escrito los ejercicios espirituales y asistido a la escuela a entrada edad. Si un soldado como el había encontrado la redención nadie quedaba excluido del amor de Dios.

-No, no en busca de consuelo- negó lentamente al tiempo que, una cálida sonrisa iluminaba su efebo rostro –En busca de un amigo- y no encontró palabras con mayor acierto que aquellas, no solo le brindaría palabras de aliento, le ofrecería un hombro sobre el cual llorar, una risa que acompañaría la suya y un cariño incondicional. Sus palabras de pronto se matizaron de gris, negro y muerte, como pesadas cadenas caían sobre el suelo produciendo tal estruendo, comparable solo con los estallidos del cielo. Ella estaba sufriendo y el, ya no sabía que mas hacer.

-No tienes porque disculparte- se apresuro a pronunciar, apretando con firmeza la mano de la mujer que aun sujetaba la propia, procurando no ser demasiado torpe en su acción –Nadie debe vivir la vida que no quiere- y no se refería a optar por el suicidio, aquello jamás. Iba, dicha acción, en contra de los principios de Dios, en contra de la ley de la vida –Eso significa que te espera un mejor porvenir- porque pese a su decisión se le había brindado una segunda oportunidad. Una que quizás no apreciaba ahora pero que, con el tiempo, llegaría a apreciar o por lo menos eso esperaba y en Dios depositaba su fe. Inspiro hondo armándose de valor –Pero…yo no creo que esta vida sea la que necesitas y por lo que dices tampoco la que quieres- meneo la cabeza observando de soslayo a una de las mujeres que rondaba el lugar, repelida solo por la presencia de Amy.

Y ¿era su imaginación o casi podía asegurar que le observaban como un depredador a un indefenso y moribundo animal? Trago en seco ruborizándose, intentando fingir no haber visto a la mujer –Creo…creo que puedo ayudarte a conseguir una mejor manera de estar lejos de tu casa- estaba seguro de ello y si ella gustaba tanto de ayudar como esperaba fuese su alma encontraría descanso y la alegría que merecía poseer –Y, lamentablemente de temas de matrimonio no se demasiado- ¡Por Dios! ¡Estaba practicando el adulterio!. Comenzó a sentir un calor inusual, uno proveniente del suelo, de la silla, de las paredes y de las personas, como si lenguas de crepitante fuego lamieran su piel, derritiéndola, como cera. Se adentraba al averno y no habría marcha atrás.

Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti. Porque es mejor para ti que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

{Lamento la demora!]

Siempre me decían que hablaba de mas, que un burdel no era mi lugar que tenía algo que podía mostrar a las personas, pero sinceramente no serbia para nada, no sabía hacer nada más que conversar, que contar mis problemas intentar ver que hay una luz al final del camino, mi camino parecía interminable oscuro en penumbras y a nadie le importaba, a veces ni siquiera a mí. En realidad me daba igual lo que hiciera y aunque me confesara mil veces la carga seguía en mi espalda, y esa carga era a la cual le tenía miedo, ya había una vez intentado matarme… ¿podría volver hacerlo? Mientras me fundía en los ojos de aquel angelical jovencito, me sentía agradable, primera vez en mucho tiempo no me sentía un juguete del que quisieran aprovecharse. El me daba una extraña tranquilidad, tanto a mi alma, cuerpo y mente. Suspire ante sus palabras, ¿podría yo encontrar mi camino?

Cyrille, crees que alguien me va aceptar sabiendo lo que he hecho… - en ese momento me sentí muy pequeña como una hormiga en un pajar, todo se hacía grande – Me gustaría ayudar – dije al fin, no tenía ya en ese momento muchas palabras que decir. No me iría en la negativa de que no serbia para nada, si él me ofrecía un tipo de ayuda la aceptaría cueste lo que me costara, Alexei vería aquello como otra de mis escapadas y aun cuando no me daba ningún peso para vivir era por esa razón la que trabajaba en el burdel para sustentarme a mí misma. Era por eso que ahorraba, el no me daba nada más que un techo ya que ni siquiera era capaz de darme un plato de comida, tenia prohibido en la casa que me alimentaran a menos que yo pagara por el plato de comida. Por esa razón no comía en casa, sino más bien iba a restaurantes y le daba a mi nodriza francos extras para que comprara alimentos cuando yo estuviera enferma en casa.

Cyrille, quiero encontrar mi camino en Paris… no te prometo que me alejare de esta vida, porque la paga es buena pero lo intentare, para ser mejor persona… necesito saber para que soy buena para poder vivir si quiera en paz conmigo misma – porque era eso lo que necesitaba aceptarme como tal y luego podría vivir en plenitud. Nunca nadie me había hecho una oferta como la que aquel monaguillo me la estaba haciendo no la rechazaría, le daría una oportunidad a él y a mí a la vez – Necesito… necesito… comenzar a pensar en mi – aquellas últimas palabras salieron corriendo de mis labios… -Mi matrimonio ya está roto hace tiempo… Hasta que la muerte nos separe – reí con esas palabras por que deseaba muerto y enterrado a Alexei, en ese momento para poder hacer mi vida…

Note que se había puesto algo incomodo, desvié mis ojos por el lugar y como hienas en celo, las cortesanas rodeaban nuestra mesa, sentí repudio por ellas, no veían lo que yo en el. Cyrille no era un hombre que buscara sexo, sino… salvar, ayudar… entender y comprender, digno de admiración… - No te harán nada – susurre para tranquilizarlo.