El último error [Balthazar]

Recuerdo del primer mensaje :

Sí. Por estúpido y extraño que parezca, en aquella época ya poseía mis setecientos seteinta y siete años de vida. Entonces... ¿qué me llevó a realizar semejante locura? ¿Cómo pude perder el control de tal forma? ¿A caso no sabía manejar aquellas situaciones? Mientras mis manos permanecían atadas con unas manillas de plata que dañaban mi piel, rememoré cómo había llegado hasta aquella estúpida situación.

Todo había empezado de forma normal y rutinaria. Yo había salido de casa en cuando el sol cayó del cielo y el oscuro manto protegía mi integridad. Salí con mi vestido favorito, aquél rojo con encaje negro que tanto favorecía mi pronunciado escote y ceñía tan provocativamente mi cintura. Envuelto mi cuello en un sencillo medallón con una esmeralda en su interior y perfumada ligeramente para intentar disimular mi aroma vampírico, caminé solitariamente hacia un parque en el que nunca había estado antes. Me senté frente a la fuente en uno de sus bancos y alcé la vista al cielo para admirar su belleza infinita. Tenía hambre y justo en ese momento, un joven muchacho pasaba con descuido frente a mí. Sonreí para mis adentros y di un brinco para acercarme a él, llamando su atención al momento en que me divisió. Entonces empezamos a hablar e incluso él empezó a cortejarme con cierto descaro así que me aproveché y le invité al banco en el que había estado descansado. Cuando me aseguré de que nadie nos observaba dado que era ya de madrugada y ningún humano se encontraba en aquél paraje, decidí lanzarme sobre aquél muchacho, obteniendo una buena respuesta por su parte dado que él fue quién me desnudó y guió los movimientos tan rutinarios para llevar a cabo el acto sexual. Mientras lo hacíamos, yo le mordí el cuello y me alimentaba de él, gozando de ambos placeres de nuestra existencia, deleitándome con su sangre y con su cuerpo. Pero de pronto, unas ardientes manillas de plata me aprisionaron las muñecas y yo le miré con extrañeza. ¿A caso sabía lo que era? ¿Porqué entonces había aceptado? Él se descubrió diciendo que era una cazador. Todavía en shock por aquella jugarreta, me arrastró a la fuente y me ató allí, deseándome feliz retorno a los infiernos. Y se marchó.

Y ahora, cuando en el horizonte comenzaban a emerger los primeros destellos de claridad, yo permanecía atada y sentenciada a una muerte sorpresa, desnuda y envuelta en aquella agua estancada cayendo por mi espalda, viendo cómo después de siete siglos, mi vida terminaría de aquél estúpido modo.

Logré apaciguar la ira que aquél vampiro sentía entonces por los culpables de mis heridas y de pronto, volvió a resurgir aquél hombre tierno, atento y cariñoso que siglos atrás me había conquistado. Su boca reclamó mis labios como si sólo él pudiese ser su dueño, algo que no era realmente falso, pues siempre formé parté de Balthazar y Balthazar de mí.

Dejé que sus labios recorrieran mi piel mientras sus manos me desnudaban por completo, tanto el cuerpo como el alma. Mordí mi labio inferior cerrando los ojos cada vez que él me abrazaba, sintiendo lo que creí apagado desde la última noche en que le había visto como humano. Clavé mis uñas en su espalda y jadeé en su oído, excitada por sus gestos, por sus movimientos, por sus caricias, por sus besos, por su aroma...

- Demuéstrame que aún no me has olvidado.- le reté entrecortadamente, inclinando mi cuerpo hacia él para sentir su piel arder con mi contacto, haciéndole saber que le necesitaba aquí y ahora.

Moví mis piernas de nuevo alrededor de su cadera, facilitándole el acceso si es que deseaba tomarme como a su mujer que seguía siendo. Y en aquellos momentos, desterré de mi cuerpo a la Eyra vampira y dejé aflorar la humanidad que aún restaba en mí. Aquella que aún moría por los besos de Balthazar, aquella que se entregaba a él sin pensara en nada ni nadie más, aquella que cometía errores constantemente. Y que aún sabiendo que aquello era una locura, lo hice porque así lo deseé. Aquél, me prometí, sería el último error.

Era el suave tacto de su cuerpo junto al mío y la calma que conseguía proporcionarme con un solo roce de sus dedos. La electricidad volvía a mi cuerpo así como el pensar en una nueva vida junto a ella pero no sabía si llegara a ser posible después de todo nos estábamos dejando llevar por nuestras emociones descontroladas después de no haber estado juntos en muchos años. Siempre había pensado en formar una vida con ella pero no mucho mas que había desaparecido no se había podido dar el caso y ahora mucho menos que éramos vampiros y todo se nos había torcido sin quererlo a penas. No se sabe lo que nos depara la vida pero si alguien me hubiera preguntado estaba seguro que no hubiera elegido la que tenia ahora mismo, en parte si ya que había encontrado en mi vida a la que era mi hija. A ella no la podía cambiar por nada después de todo a pesar de no llevar mi sangre, llevaba mi apellido y como ello estaría para siempre a mi lado sin ser lo que yo era.

La vida no se podía plantear de muchas maneras al menos en mi caso. Todo se estaba volviendo algo turbio y podíamos llegar a pensar demasiadas cosas no de la forma que nos hubiera gustado. Mi hija había cambiado mi forma de ver la vida respetando a los seres humanos nada más para tomar por necesidad pero nunca dejar sin saciar mi sed por miedo a hacerle algo a ella… Para mí era como la hija que nunca tuve con Eyra y la que nunca podría tener dado que ambos ahora éramos vampiros de cuerpo totalmente muerto solo deseosos que se acabara los malos momentos entre cada uno.

No veía la hora en que iba a ser mía, deleitándome con el dulce aroma que emanaba de su cuerpo envolviéndome en un completo éxtasis de placer y de gusto. Estaba en un momento bastante especial para mí. Mis manos se perdían en su piel deslizándose suavemente, éramos como dos iceberg en pleno contacto después de habernos peleado nada mas encontrarnos con reproches pero su carácter se hacía notar sabiendo que me encantaba cuando cogía uno de sus cabreos contra mi e incluso que me daba hasta la misma sensación que en aquellos tiempos.

Mis labios se acercaban lentamente a su cuello recorriéndolo lentamente dejando que se deslizaran por su deliciosa piel a medida que depositaba pequeños besos que terminaban sobre su mejilla dirigiéndose hasta sus labios besándola como hacia demasiado tiempo que no hacia. La ropa que quedaba sobre nuestros cuerpos había acabado por caer fuera de donde nos encontrábamos. Las finas sabanas de raso acariciaban su piel enrollándose sobre nosotros dejándose caer por sus muslos lentamente hasta oírse el choque contra el mismo colchón. Nuestros cuerpos parecían uno una vez mas, mis manos tras su cuerpo pegándola al mio, mis labios sobre los suyos mientras mis piernas se dejaban caer quedando asi entre sus propias piernas sin dejar ningún centímetro de mi cuerpo despegado.

-Como echaba de menos tenerte asi.- murmure sobre sus labios mientras mis ojos volvían a abrirse para encontrarse con los suyos depositados en mi. – Todo debió ser asi desde un principio.- mi mente había despejado por el momento todo hecho de que estuviera con un lobo. Mas bien solo me importaba el hacerla mia de nuevo y en el que estábamos ella y yo sin importarnos los demás con el mismo hecho de que cada segundo era importante en la vida de cada uno aunque ya teníamos la eternidad en nuestras manos podíamos decidir que hacer con nuestras vidas pero ahora no sabia que cambiaria para cada uno de nosotros. Solo esperaba que todo fuera para bien y no por el hecho de que nos habíamos traicionado cuando ninguno sabia de la existencia del otro, mas bien que el otro aun permanecia con vida. Por una parte me alegraba pero tenia que admitir que el hecho de que ella viera morir a todos los seres queridos no era algo que tuviera planeado para una buena vida y mas las propias marcas que contenía en su espalda era símbolo de que no fue nada fácil una vida para ella.