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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Lun Jun 21, 2010 2:41 am

El crepúsculo finalmente habían borrado los vestigios solares por las calles parisinas, dejando a la vista la más esplendida oscuridad bañada por la más gratificante bruma de invierno que me liberaban finalmente de mi cautiverio tras estar en mi prisión intemporal en mi nuevo Palacio. La mia gabbia d'oro… Así le llamaba a “Mi jaula de oro” durante los largos días, hasta que al caer la noche, podía ser completamente libre y poner en marcha todas aquellas magistrales invenciones de mi mente que gustosamente implementaría con la victima de turno que concibiera el placer de encontrarse conmigo. Suspire con un sentido entusiasta al mirar por la ventana y notar que mi carruaje negro halado por cuatro briosos caballos blancos de pura sangre aguardaban por mi presencia para conducirme hacia mi nuevo destino en alguna parte de París, pero antes de ello, las plebeyas ultimaban los detalles de la nueva mascara que utilizaría para ésta noche en especial. Mi cuerpo estaba cubierto por un largo vestido negro, usualmente utilizado por aquellas mujeres que guardaban luto por la pérdida de algún ser amado que ahora, encontraba el descanso eterno en la morada de los muertos. Fretta Dije en tono autoritario y seco en mi lengua materna mientras las observaba de reojo con el más evidente gesto para que agilizaran sus manos que estaban enfocadas en reacomodar mi pronunciado escote oculto tras en encaje oscuro, colocando un hermosa gargantilla de de zafiros negros alrededor de mi cuello y recogían mi cabello en un delicado moño que escondería bajo un sombrero adorable con un discreto velo oscuro que cubriría mis ojos.

Alce mi vestido para ajustar aquellas medias oscuras que perfilaban mis largas piernas al mismo tiempo que con una sonrisa llena de satisfacción, cerraba los broches del sensual liguero para sostenerlas alrededor de mis esbeltos muslos. La gravedad se encargó de acomodar la falda de mi vestido que rozaba mis finos tacones de aguja tan oscuros como el ébano que combinaban con los guantes de cuero que cubrían mis gélidas manos para proteger a cualquier incauto mortal de mi tacto La vedova nera. Exclame al observar orgullosa mi propio reflejo en el espejo, alzando mi mano para sostener un bouquet de rosas rojas e identificar que tenia la apropiada apariencia de la perfecta carnada que estaba lista para convertirse en el cazador ésta noche; Una mujer solitaria y melancólica, vagando llorosa por los parajes oscuros del cementerio en búsqueda de la lapida de… Nadie en especial… Hasta que un noble celador se acerque para auxiliarla y…

¡Es hora! Díganle a Renata que volveré al amanecer… Concreté al caminar rápidamente hacia las puertas del palacio mientras la brisa fría danzaba con los mechones sueltos de mi cabello y la parte inferior de mi vestido. Aborde el carruaje e indique al chofer que me condujera hacia mi destino mientras tomaba mi labial rojo carmesí y lo aplicaba sobre mis labios carnosos y deseosos del elixir que se asemejaba mucho a esa tonalidad… Relamí mis labios con extrema diversión hasta que después de unos minutos nos detuvimos precisamente ante el enrejado del Cementerio de Montmartre. La puerta del carruaje se abrió, con una mano elevada como una invitación para ayudarme a bajar Grazie. Conteste ante su ayuda hasta que estuve sobre mis propios pies ante monumental mausoleo que componía la entrada de mi nuevo paraje de juegos. Aun con el ramo de rosas entre mis manos, comencé a encaminarme por uno de los oscuros senderos tratando de elegir alguna lapida al azar que me sirviera como el anzuelo que había imaginado…

Después de varios minutos, sentí el aroma particular de un humano que podía describir como una mezcla entre acido ferroso y tierra húmeda. Perfecto… Susurre para mí misma mientras me colocaba de rodillas ante aquella desconocida lapida y acariciaba la inscripción con una devoción fingida hasta que los sollozos por mi parte se volvieron cada vez mas audibles. Mis gestos se transformaron inmediatamente en la señal más pura de dolor y pesar, acelerando mi innecesaria respiración, bajando la cabeza y posando mis ojos en aquel descuidado sepulcro… -¿Está bien? Escuche por encima de mi hombro una voz masculina que no podía ser de otra persona más que la del celador del cementerio. Monseur… Exprese casi con un gemido desesperado, aguardando que mi presa se acercara un poco más para atraerlo a mi red… Yo… Al parecer el misterioso caballero no conocía muy bien los peligros que la noche ocultaba tras los ojos vigilantes de sus criaturas maquiavélicas, ya que él acortaba la distancia entre nosotros hasta el punto en que coloco su asquerosa mano sobre mi hombro e intentaba ayudarme a levantarme… ¡Excelente! Pensé para mí misma, dejando a un lado mi actuación para sonreír abiertamente y sujetarlo del cuello mientras sin interrupción alguna, acercaba mi rostro hacia su tembloroso cuello donde aquella poderosa vena parecía gritar mi nombre y me instaba a saborearle. Lamento decirle, Monseur, que esto va a dolerle más a usted que a mí, pero al menos uno de los dos va a divertirse más que el otro… Hice una mueca de puchero mientras mis ojos se oscurecían y arremetía con fiereza hacia su cuerpo hasta hacerlo impactar contra el tronco de un árbol descomunal.
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Mensaje por Invitado Lun Jun 21, 2010 5:08 pm

Aquel humano solo había tenido una fracción de segundo antes de sufrir aquel fuerte impacto contra el tronco del árbol, donde lo mantenía acorralado como a una presa indefensa incapaz de actuar bajo los efectos mortíferos del miedo los cuales elevaban la adrenalina y el clamor de la sed que quemaba mi garganta. Mis colmillos pronto encontraron el camino preciso hacia su vena, perforando la suave piel hasta llegar al palpitante objetivo que inundo mi boca con el fresco manantial carmesí que requería para mantenerme satisfecha… No podía refrenar mi impulso de beber hasta la última gota sin importar lo que aconteciera a mi alrededor, simplemente mi instinto rugía y se apoderaba de mi lado oscuro que solo deseaba calmar esta sensación de apetito voraz e incontrolable que me enloquecía con cada minuto que pasaba…

Un ruido tras de mí fracturó mi concentración al deleitar mi paladar con mi nueva presa, me vi obligada a soltarlo para enfocar mi atención en aquel caballero que tenia la osadía de interrumpir mi festín y arruinar mi fantasía. ¿Enfermedad? Pronuncié aquella palabra con contrariedad mientras el cuerpo del humano se deslizaba lentamente hacia el suelo. Mis ojos fluctuaron desde el pañuelo hacia el rostro de aquel hombre con una prudente confusión ¿Sorprenderle con mis…? ¿Como se atreve...? Antes de culminar aquella frase, la indignación se abrió paso entre mis sentidos y mis gestos cambiaron rotundamente para manifestar una furia descontrolada, aunque mis palabras, no eran capaz de salir a través de mis cuerdas vocales para emitir sonido alguno. Resople con ironía al escuchar cómo se refería al celador con aquel tinte cínico pero encantador, finalmente acepte la invitación de su pañuelo, tomándolo con delicadeza para impregnar un suave beso sobre la tela, tatuando mi labial carmesí mezclado con la sangre para dejar aquella delicada imagen de mis labios marcados en su prenda. Gracias. Dije en un murmullo sereno al regresarle aquella tela bordada con sus iniciales y ahora con la huella de mis labios sobre éstos.

Ante su improvisada presentación, no pude evitar alzar mis cejas y ladear mi cabeza por la incomprensión de las circunstancias. No era usual que dos vampiros coincidieran en un mismo lugar donde uno solía alimentarse, y mucho menos que iniciara la oportunidad perfecta para socializar en medio de la nada Monseur Ralph… Es un verdadero placer conocerle… Baje la mirada hacia la lapida que hasta hace unos segundos, captaba su atención por completo. Una mujer, una rutina tan predecible… Pensé mientras alzaba mi mano que sostenía el pañuelo que ahora marcaba un beso no dado. Fue muy amable de su parte ofrecerme ésta hermosa prenda… Suspire tratando de recomponer mi sonrisa pícara y hacer una discreta reverencia ante el nuevo desconocido Mi nombre es Sabrina Di Alessandro… Omití el resto de la información de mi linaje para evitar las típicas explicaciones acerca de lo que hace una reina a mitad de la noche en un cementerio solitario y devorando a una presa, pero era el nuevo status de vida que había adoptado al abandonar mi país natal por mis practicas tan… Entretenidas…

Alce mi mano como correspondía la etiqueta, sintiendo como un suave beso era depositado en el dorso de la misma. Éste no se trataba de cualquier vampiro al azar que encontraba por los misteriosos senderos del destino, se trataba de alguien especial cuyo apellido causaba un eco sordo entre mis pensamientos. Su rostro no se me hacia familiar, pero su actitud resultaba ser tan llamativa como un objeto brillante ante mis ojos felinos. Ciertamente no es el momento adecuado para formalismos, pero es el único momento del que disponemos aunque… Mis manos aun sujetaban con fuerza el bouquet de rosas rojas, que posteriormente arroje hacia el césped que bordeaba aquella lapida marmórea donde él se encontraba pernoctando. ¿Que hace tan distinguido caballero en éste lúgubre sepulcro?
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Mensaje por Invitado Mar Jun 22, 2010 11:09 am

Sin duda alguna, mi red de cortesía comenzaba a fluir tan naturalmente como mis palabras restringidas por las normas o el protocolo social al que estaba limitada ¿Cómo decirle realmente lo que pensaba? ¿Cómo manifestarle que realmente estaba haciendo su magnífica entrada a uno de mis tantos juegos macabros? Sonreí con un gesto irónico al notar como retiraba el guante de mi mano derecha y saboreaba con sus labios la contextura nívea de mi piel intacta a pesar del paso de la eternidad. ¡Falacias! No puede conceptualizar una obra de arte mortuoria como un simple crimen o asesinato… Volví mi atención hacia el humano de una forma despectiva, como si se tratara de un cordero presentado en un festín de personas con paladares exquisitos que después de devorar su carne, súbitamente le perdieran el interés. Lamento informarle que la era de los Bosques, Pantanos y Cementerios ha culminado hace mucho tiempo donde estábamos condenados al anonimato… ¡Es Paris! Una ciudad moderna, en pro de la evolución, donde muchos otros de nuestra especie se conglomeran e intentan… Hice una pausa al relamer los residuos sanguíneos que se secaban sobre mi labial Llevar una nueva vida… ¿No es por ello que está usted aquí, Monseur Ralph?

Con un previo mohín de apatía, suspiré al escuchar sus palabras carentes de algún sentido propio que enmarcaban el misterio que lo traía a éste preciso lugar donde nunca antes le había detectado ¿Personal? Expresé casi con un sentido sarcástico y divertido al posar mis ojos en la lapida y luego bifurcarlos hacia él Las razones de su estadía en el cementerio, obviamente no son de mi interés, como tampoco mis motivos no lo son para usted… Di unos cortos pasos para alejarme del preciso lugar donde un humano mas había dejado de existir y un vampiro melancólico aferrado a su lapida era dejado atrás, no gastaría mi tiempo en sociabilizaciones absurdas que no conducirían a ninguna parte. Ciertamente había acudido al cementerio para llevar a cabo una de mis recreaciones que abruptamente se vio arruinada con la imprudente presentación de aquel caballero, que a pesar de ser interesante, no dejaba de ser una interrupción en mi pasatiempo preferido.

Con una actitud arrogante, comencé a caminar a través de un sendero que solo era bordeado por su superficie rocosa donde mis tacones resonaban con cada paso que daba para alejarme, manteniendo mi postura real con la cabeza erguida y mis gestos inmutables, tan fría e imperturbable como siempre lo había sido, solo pensando ¿Cuál será mi próxima distracción? Resople con una risa cínica mientras pensaba en lo mucho que podría divertirme con una mascota de éste tipo “Un vampiro perturbado por el pasado que representaba una lapida, un encuentro fugaz en el momento menos pensado, un cadáver, el cementerio…” Si me permite decirlo, Signore… Pronuncié aquellas palabras con la certeza de que en algún punto estaría escuchándome con claridad a través de su agudizado sentido auditivo ... No creo que el destino ponga a prueba sus límites en un lugar como éste y menos bajo éstas circunstancias… Continué mi pausada caminata, admirando las estructuras artísticas que se vislumbraban a través de las sombras de uno de los mausoleos. Para mí, no hay pruebas… Son oportunidades… Mis ojos comenzaron a transformarse en objetos maliciosos que buscaban el escenario perfecto para establecer el juego que no pudo llevarse a cabo gracias a su oportuna intervención, ahora el Señor Ralph vería por sí mismo hasta donde era capaz de llegar cuando se cruzaba en el camino de la vampiresa equivocada.

Mis manos tocaron la puerta descomunal de madera vieja y carcomida por el transcurso de los años y el abandono, la misma chirrió con languidez cuando la empujé para permitirme el ingreso a tan maravilloso pero lúgubre lugar. ¡Asesinatos, crímenes! Exclame con ironía al bajar una pequeña escalinata en el interior de la cámara funeraria, percibiendo explícitamente que sus pasos estaban dirigidos precisamente en mi dirección ¿Cuántos de esos carga usted en su consciencia, Monseur Ralph? Una media sonrisa se manifestó con jovialidad en mi rostro mientras acariciaba con la punta de mis dedos la superficie de un ataúd de otro cadáver anónimo de Montmartre. ¿Cuántos pesan en su memoria? Alce la mirada hacia el umbral de aquel recinto, cuando a través de la luz de la luna llena que se filtraba desde la puerta, una sombra perteneciente a aquel caballero se dibujaba para darle la bienvenida a la siniestra encrucijada de lo que él llamaba “destino”.

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Mensaje por Invitado Miér Jun 23, 2010 12:52 am

Mi vestido era ligeramente ondeado por los rastros gélidos que la brisa se encargaba de esparcir a través de todo el lugar mientras yo aún permanecía expectante a la conducta de aquel misterioso caballero que representaba un nuevo reto para mis pensamientos retorcidos. ¿Cómo sería conocerle lejos de todo el misticismo de la muerte? Le dedique una media sonrisa acompañada de una tenue reverencia mientras continuaba palpando aquel ataúd forjado en plata y bronce Es parte de nuestra naturaleza ser depredadores inmortales en un mundo lleno de festines que ponemos disfrutar bajo cada escenario… ¡Somos actores! Interpretamos un papel en un mundo paralelo ante los humanos que no sospechan que serán el platillo principal de personas como… Nosotros… Hice una pausa entre tanto me alejaba errante de mi posición para acercarme hacia la suya Nosotros elegimos que tiente dramático les daremos a sus inocuas vidas, Monseur Ralph… Mi voz sonaba nuevamente como un apagado susurro coqueto que llenaba cada espacio del mausoleo, siendo incapaz de despertar el eco entre las sombras o inoportunar el descanso eterno.

Nuevamente me puse en marcha, antes dedicándole una mirada sinuosa sobre mi hombro que correspondía a una invitación silenciosa de que deseaba ser acompañada en la nueva travesía Oportunidades… ¡Ha dado precisamente en el clavo…! Exclame con una media sonrisa mientras encontraba una pequeña palanca en uno de los muros que delimitaban el mausoleo Tal vez es eso lo que necesita para desligarse de su triste nostalgia que lo ha traído hasta el cementerio ésta noche… Bajé aquel pedal con delicadeza, tratando de no impregnarme con las redes perfectas de las arañas que no se diferenciaban en mucho de mi personalidad, solo que… Mientras ellas tejen laboriosamente su tela para atrapar a sus presas indefensas, yo las atraigo directamente para entablar una lucha de poder que me hiciera delirar por el fruto de la adrenalina tan escasa en mi circulación.

Una compuerta secreta comenzó a crear crujidos fuertes, causando un pequeño estremecimiento bajo nuestros pies para liberarse del polvo por el transcurrir de los años y del olvido, mientras ésta liberaba sus seguros y dejaba al descubierto una pequeña brecha a su paso. Éste lugar es excepcional querido Lucern… Por si no se ha dado cuenta, nos brinda su manto de intimidad para establecer una digna cacería que usted me ha arruinado, cabe destacar… Dejé a un lado los adjetivos protocolares del viejo estigma de la etiqueta para comenzar a caminar a través de los parajes desconocidos hacia las catacumbas secretas bajo el cementerio, unas que antes había escuchado mencionar a través de los alquimistas de mi sequito que practicaban sus conocimientos en éste lugar lejos de los ojos curiosos e inoportunos de los mortales. Transitando por el oscuro paraje, comencé a retirar aquella rejilla negra que cubría mis ojos, ascendiéndola hasta dejarla sobre el coqueto sombrero que encontraría su nuevo destino sobre el suelo desgastado. Mi cabello dorado y ondulado cayó por gravedad como una cascada tras mi espalda, liberando aquel moño que lo sostenía para darme un aspecto más natural… ¿Por qué cree que esta noche se encuentra conmigo, Monseur? Baje mis ojos a mi mano izquierda que permanecía enguantada, retirando su funda cuidadosamente para arrojarlo hacia atrás en mi andar.

Me detuve entre la niebla oscura que componía el final del pasillo sin iluminación alguna, valiéndome solo de mi sentido de la vista súper desarrollado de mi naturaleza para vislumbrar una bifurcación entre dos caminos frente a mi… ¿Ser o parecer? Parecían nombres adecuados para cada sendero, que fue traspasado cuando me aventuré a avanzar hacia la derecha Con la luz del sol se derriten mis alas, solo encuentro en la oscuridad lo que me une a mi verdadero instinto, el refugio que encuentro entre los gritos o gemidos de mis victimas, en la dulzura que me provee el tormento mortal que incita a mi alma oscura a la diversión… Monseur Ralph, Si prefiere filosofar entre las múltiples probabilidades de nuestro encuentro, no pienso prohibírselo, pero entonces tendré que recomendarle que lo haga en algún lóbrego rincón lejos de mi presencia ya que encuentro tan aburridas las palabras como una batalla sin enemigo alguno… Suspire con apatía al escuchar el cese de sus pasos que acompasadamente me habían seguido a través de toda la interesante travesía, no pude evitar girarme con ojos curiosos a tratar de ubicarle o definir si había abdicado en el paseo, hasta que sin poder predecirlo, al volver a la dirección del camino, choque con fuerza con aquel caballero que estaba tras mi espalda.

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Mensaje por Invitado Miér Jun 23, 2010 5:33 am

Un sereno escalofrío invadía mi espina dorsal como consecuencia de la cercanía de éste hermoso caballero, sin duda alguna, su mirada era un torbellino en el cualquier mujer sucumbiría en la intimidad al verse rodeada por aquellos fuertes brazos que ahora me sujetaban por impulso a pesar de que no había resistencia alguna de mi parte. Monseur Ralph… Aquellas palabras fueron emitidas apenas en un hilo de voz casi imperceptible, tal como la brisa que se filtraba desde las puertas de las catacumbas para envolver el espacio con su fino y calmo sonido sombrío. Alce la mirada lentamente, paseándome entre sus labios muy cercanos a los míos que producía una mezcla suculenta de nuestro aliento compartido, vagando erráticamente pos sus gestos perfilados hasta sus ojos… Creo que sería prudente que me liberara de su sujeción… Finalmente la cristalinidad de su mirada tan sensual me envolvió en un abrazo invisible del que me sería imposible escapar, aunque mi consciencia luchaba en el interior de mis pensamientos y me recordaban que una vez que culminara ésta fantasía, ambos volveríamos a la realidad de nuestras vidas.

Nuestros labios hicieron aquel contacto tan esperado, dejando que se fundieran en aquel vaivén prolongado donde se acariciaban y conocían de antemano, con una especie de dulzura y pasión oculta tras esta pequeña charla que habíamos entablado en el camino hacia nuestro escenario, probando, incitando y entablando una dolorosa tentación prohibida para las almas residentes de las sombras. Acune su rostro entre mis manos para morder con suavidad su labio inferior, posteriormente, saboreando con una sutil caricia de mi lengua por el borde del mismo de una forma sinuosa. Por primera vez en tanto tiempo, sentía que mi innecesaria respiración se agitaba al compas que sus manos marcaban al ser situadas alrededor de mi cintura. Il mio dolce veleno. Suspiré en medio de una breve pausa en mi lengua materna, refiriéndome a sus besos como “Mi dulce veneno”, dejando que él guiara nuestros movimientos al recostarme sobre la rocosa pared para comenzar un sensual juego que no tenía ni la más mínima intención de culminar.

Mis dedos se perdieron entre las hebras de su cabello color avellana, atrayendo su rostro hacia el mío para no perder el contacto con aquellos labios llenos y carnosos que fueron hechos para una noche llena de besos, causando que mis ojos agudos resplandecieran antes de cerrarse cuando mis brazos ahora se posicionaban alrededor de sus anchos hombros para rodearlo como una serpiente. Su lengua inspeccionaba la mía con fiereza, ejerciendo una danza pasional que solo podía culminar de una sola manera en esta preciada noche. Acariciando su mandíbula con el dorso de mis dedos, me vi inesperadamente recorriendo su cuello con mi boca al mismo instante en que mis incisivos se alargaban ante la vitalidad que había ansiado y que entre mis juegos no había encontrado. ¿Qué estaba haciendo? Estaba perdiendo la noción de la realidad al verme deseosa por morderlo y probar el líquido que corría por sus venas… ¡Pero es un vampiro! Eso no mitigaba mi ambición caprichosa por tomar lo que había querido.

Nunca en toda mi existencia había saboreado la lujuria así. Era más que un simple antojo, era una cruda y exigente necesidad. Tampoco algún hombre me había besado de ese modo, como si estuviera respirándola. Poseyéndola. Su beso era cálido y exigente mientras sus manos indagaban por la amplitud de mi espalda en un descenso en picada. Abrí mis ojos oscurecidos por la efusión del momento al mismo momento en que mis labios se cerraron en el arco de su cuello, recorriendo aquella gélida porción de piel con dulces besos, dibujando pequeñas líneas carmesí que mis colmillos dejaban a su paso con cada caricia, hasta que la necesidad se volvió imprudente y con un halo de temor lo empujé con todo vigor al otro lado del pasillo. Era contradictoria mi conducta, lo deseaba, mi cuerpo pedía a gritos sentirlo, literalmente estaba en llamas y vibraba tan solo por su toque alrededor de mis caderas, pero… Monseur Ralph, creo que debe sosegar sus impulsos… Un vampiro no debería jugar con fuego, y menos con lo prohibido… Con una media sonrisa altiva y desafiante, comencé el retorno del pasaje secreto de aquella tumba, escuchando sus pasos apresurados tras los míos que marcaban la huida. ¿Huir? ¿De qué? De ser la presa en uno de mis tantos juegos…

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Mensaje por Invitado Vie Jun 25, 2010 2:10 am

Las sombras fantasmales del lugar contrastaban mi partida hacia la salida anónima que me alejaban de lo único deseado que podría conservar perdurablemente. ¡No! Nada de lo que pensara era lógico en este momento, estaba hambrienta, deseosa de placer carnal y alterada por los cambios que se había suscitado en mi vida desde nuestra llegada a Paris, claramente no era el momento de entablar algo fidedigno con ningún otro ser de la oscuridad cuya alma extrañamente complementaba a la mía ¿Pretendía ayudar, Monseur? Fruncí el ceño y me volví hacia él con un previo gesto de indignación al mismo tiempo que apretaba los puños Por si no lo ha notado, no soy una de sus obras de caridad… Si quiere servir de ayuda, entonces vaya al cabaret más cercano y utilice su dinero para socorrerse a si mismo… Concluí de una manera seca y encolerizada, sintiendo como mis nudillos palidecían ante la presión de mis manos y la escasa circulación mortuoria vacilaba en dar paso a alguna nívea pigmentación hacia mis dedos, mis labios solo dejaban ver una fina línea entre las palabras que en mi mente eran centenares de puñales dirigidos a sus ojos. ¿Cómo se atrevía? ¿Quién creía que era? No puede ayudar a quien no lo ha solicitado, Monseur Ralph…

Negué con la cabeza ante la aguda sensación que embargaba mi cuerpo, una que expresaba su desagrado ante esta clase de concesiones que no debían, ni podían ser concedidas. Por lo tanto, giré grácilmente sobre mis pies y avance hacia la salida, dejando que mis tacones de aguja resonaran con un fino eco hasta que al llegar a las puertas de las catacumbas, sus manos rodearon mi cintura y me apoyaron sobre una de las columnas de la entrada. No sabes lo que estás haciendo… Dije jadeando y mordiendo mi labio inferior al sentir aquella invitación irresistible de probar aquella textura maravillosa que componía la piel de su cuello. ¿Morder a otro vampiro? Solo podía hacerse en un sentido posesivo, pero él no me pertenecía ni yo a él. Jadee entre sus brazos cuando sus dedos perpetuaron una serie de choques eléctricos a lo largo de mi columna vertebral, mis ojos lentamente comenzaron a oscurecer hasta tocar el matiz puro del ébano, arrancando una sonrisa maliciosa de mis labios que buscaban exigentemente los suyos.

Muerte, sangre, temor; Eran solo placeres concomitantes que no podrían compararse en lo absoluto con la magia que sentía fluir en este lúgubre lugar. Mi lengua se paseaba a través de la línea fina carmesí que mis colmillos dejaban tras cada roce sinuoso contra su piel, sin pensarlo demasiado, le tome la palabra sujetando con un puño su cabello y cerrando mis labios en aquel preciso lugar donde su vena palpitaba desbocadamente y exigía ser tomada del único modo en que podía ofrecerle esta noche. Cerré mis ojos con fuerza cuando un torrente dulce y ferroso inundó mi paladar, para después llenar mi garganta y envolver cada uno de mis sentidos en un sensual vals. A medida que succionaba con más fuerza, nuestras respiraciones se aceleraban con cada caricia perdida, con el modo en que levantaba mi pierna sobre su cadera para aliviar un poco su dolor y avivar el mío, recorrer el borde de mi escote con la punta de sus dedos… Mas… Le murmuré con un fino hilo de voz vicioso y pasional, para después recorrer con mi lengua el área de las incisiones sintiendo como la regeneración de la eternidad se hacía cargo de sus heridas.

Mi cuerpo fue levantado del suelo para ser llevado entre sus brazos hacia la lapida central, recostándome delicadamente sobre la lapida mientras envolvía mis piernas alrededor de sus caderas y deliraba en un mundo paralelo cuando sus labios se desviaron desde mi clavícula hacia el escote de mi vestido. Mis manos aun permanecían aferradas a la suavidad de su cabello, manejándolo, guiándolo y perpetuando cada beso lujurioso que estaba acorde con las caricias de sus manos que ascendían por el borde de mis muslos. Me sentía como aquel viejo piano cuyas teclas tocaba con devoción como si fuera un amante perfecto, uno que dilapidaba mis alegrías, desaparecía los viejos temores, y perpetuaba la tranquilidad que mi alma demandaba después de cada juego. Esta vez yo era ese instrumento, tocado con devoción, gimiendo melodiosamente ante cada roce lícito con el que Lucern me hacia vibrar… En un súbito instante, invertí nuestras posiciones para que él quedara recostado sobre aquel sepulcro y prorrogar los besos que ahora iniciaban un lento descenso por los botones de su elegante traje, desapareciéndolos sin destrozar la tela para dejar al descubierto el manjar que mis dedos querían experimentar.  
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Mensaje por Invitado Dom Jun 27, 2010 12:45 am

El delirio pasional e inusitado comenzaba a conducirme hacia la senda sombría de lo desconocido… ¿Cómo encontrar un punto de retorno en este siniestro juego que yo misma había iniciado?

La larga falda de seda de mi vestido comenzaba su intrincado ascenso bajo las manos precisas de aquel caballero, mientras yo pensaba en la cantidad de tiempo que le tomaría a mis dedos, despojarlo del elegante saco de su traje y de la preciosa camisa color carmesí para tener aquella agraciada sensación del poder que ejercerían nuestras pieles al verse mezcladas como una sola. Asentí débilmente ante sus palabras a pesar de que mi atención, no estaba precisamente enfocada en sus frases sino en sus movimientos. Mi cuerpo nuevamente estaba reclinado sobre el ataúd central, aprovechando la oportunidad de abrazar cada arco de su cadera con mis piernas, al mismo tiempo que arqueaba mi espalda y jadeaba con sumo placer ante los juegos previos. ¿Tuya? Sonreí con ironía ante aquella nueva revelación, ladeando mi cabeza y tratando de mantener mis labios ocupados en el arco de su cuello tentador.

Una sola vez, había pertenecido a un hombre, una sola vez había estado bajo el dominio de un caballero de la alta sociedad que por interés o deseo, me había convertido en su esposa… Una sola vez… Henry, aquel amoroso príncipe que luego de ascender al trono, yo había conducido con ternura y una apasionada lujuria a los brazos de la propia muerte, y ahora, Monseur Ralph quería poseer el mismo cuerpo que anteriormente había protagonizado tan viles actos en contra de sus amantes y su difunto esposo. Solo una condición tengo para que me lleves a tu mansión… Dije en un murmullo sinuoso que sucumbió al sabor que su piel dejaba impregnado en mi exquisito paladar. Ven… Lo halé rápidamente por la mano mientras me levantaba y corría hacia el umbral del mausoleo ¡Rápido! la oscuridad nos espera… Manifesté con un tono hipnótico mientras sonreía de forma macabra y con un oscuro brillo irradiando a través de mi mirada. Solté la sujeción de nuestros dedos al mismo tiempo que me adentraba en la espesa bruma, perdiéndome en una suave danza contra el viento nocturno y el sonido de mis pasos trillando las hojas secas sobre el pasto.

Una risa melodiosa escapo de entre mis labios con la plena satisfacción entre cada giro inesperado del destino, como un vórtice voraginoso de expectativas que modificaban cada aparente idea cuerda que cruzaba por mi mente… ¿Cordura? Cuando la sangre y el delirio de la pasión esperaban, no había cordura que valiera la pena seguir… Lucern… Aclame su nombre con dulzura al recostarme sobre un árbol y asomar mi rostro por un costado del tronco para ubicarlo ¡Date prisa, querido! Mi risa se esfumo entre la espesa niebla al guiarlo hacia aquel punto donde no existe la redención, un lugar inesperado que había servido en un principio para encontrarlo y hacer posible el protagonismo fantasmal que aplique con mi víctima y ahora con el apetitoso caballero… ¿No es hermoso? Aperturé mis brazos sobre la tumba donde le había encontrado sumergido en sus propias penumbras e inútiles simbolismos pasados, donde mi escenario era solo compensado por aquel cadáver del celador y mi bouquet de rosas rojas bañadas en sangre sobre el césped abonado por los residuos funestos de mortales que pasaron a mejor vida… Comencé a danzar como si se tratara de un viejo solo de ballet a la vez que cerraba los ojos y sentía el melodrama que se esparcía en el ambiente… Es tan siniestro como la realidad misma, tan vívido como la muerte y tan efímero como la vida… Me detuve por un instante sin perder la gracilidad de mis movimientos, tomando aquella rosa blanca depositada sobre la lapida para llevarla a mi olfato y después acercarme hacia Lucern, que tenía un extraño gesto entre ira y pesar por la locación… ¿Aun quieres hacerme tuya? Enarque una ceja al acercarme lentamente y acariciar con aquella delicada flor, el contorno de su perfilado rostro. Entonces hazlo aquí… Una media sonrisa malévola se abrió paso entre las comisuras de mis labios entre tanto le dirigía una mirada filosa a sus cristalinos ojos de diamante.

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Mensaje por Invitado Lun Jun 28, 2010 1:52 am

Apreté la quijada ante la celeridad de sus movimientos que ahora apresaban mi muñeca y me hacían sonreír plácidamente ante sus palabras iracundas y sin fundamente ante lo que yo llamaba un “inofensivo juego”. Entonces yo tampoco me equivoque con usted, porque cuando lo encontré hundido en la miseria en esta inmunda lapida, tenía la certeza de que buscaría cualquier dama para saciar su soledad… Y yo, Monseur Ralph… Concreté en un modo despectivo al dedicarle una mirada indiferente No soy cualquier mujer a la que puede tener solo para desligarse de sus estúpidos recuerdos. En un arranque de furia, sin medir las consecuencias o comportamiento alguno, golpeé con mi puño aquella marmórea estructura que se hizo pedazos en menos de un parpadeo, dejando esparcidos los residuos de concreto por doquier que magnificaban el drama del escenario que era compartido por la soledad en que ahora osaba abandonarme. ¿Cómo se atrevía? ¿Acaso no se daba cuenta de que el nuevo iluso era él? ¿Qué no lo dejaría irse tan fácilmente?

Sentí un pequeño cosquilleo en el dorso de mi mano derecha que había quedado ensangrentada tras el fuerte impacto contra la ahora desecha lapida, maldije en mi interior por arruinar momentáneamente la tez nívea de mi piel cuya regeneración solo tomaría unas pocas horas, sin embargo, ese no fue motivo suficiente para emprender una rápida caminata detrás de aquel caballero cuya imagen era difícil de desplazar de mis pensamientos. Aquella pasión desbocada de sus caricias, la devoción de sus besos y el brío de su cuerpo que contrastaba aquella serie de músculos tensos que actuaban casi instintivamente sobre los míos. ¡Lucern, detente! Manifesté en vano ya que hacia su más eficiente esfuerzo por ignorarme después de todo lo que había hecho ¡Lucern! Me detuve en seco cuando su figura comenzaba a desaparecer entre la espesa bruma y yo me quedaba atrás, apretando mi mano sobre mi pecho en un intento por detener el sangrado. “Una reina jamás se disculpa o justifica sus actos…” Dije para mí misma en un suspiro cínico que era tan esforzado como el hecho de tratar de aparentar ser una humana desvalida más entre la sociedad.

Gire sobre mis pies, siguiendo las marcas que mis pasos habían dejado sobre el césped entre tanto caminaba en una dirección contraria a la que Lucern había tomado. Pensando ávidamente en una alternativa que borrara todas aquellas sensaciones que había despertado en todo mi ser. Alce la mirada hacia el oscuro cielo, viendo como un relámpago dividía entre sus estelas el sombrío manto que caracterizaba a la noche, di un respingo cuando la primera gota de lluvia cayó bajo uno de mis parpados y caía por gravedad como la simulación de una lagrima. Fruncí el ceño al llevar mis dedos hacia la misma, para retirarla de la inmutable mejilla que no cambiaria a pesar del transcurso de los siglos, posando mis ojos donde ahora la maravillosa gota escarchada descansaba entre mis perfilados dedos lo cual causó que una mística sonrisa aflorara entre mis gestos, posteriormente noté como algunas de ellas comenzaron a caer dispersamente en todas direcciones, purificando todo aquello que estuviera a su paso. Alcé la falda de mi vestido y corrí a través del sendero del cementerio, buscando algún lugar donde pudiera refugiarme a pesar de que con cada metro que atravesaba, mi vestimenta y mi peinado quedaban completamente empapados.

La pequeña peineta de oro que sostenía el intrincado moño sobre mi cabeza cayó por alguna parte del transcurso de mi huida insustancial de la lluvia, por lo que ahora mi cabello de ébano danzaba tras mi espalda, escurriendo todo el liquido celestial que ahora se mezclaba con el olor a rosas que mi piel absorbía por aquellos aceites que mis súbditos preparaban. Me di por vencida en un instante cuando vi que mi vestido estaba completamente empapado al igual que todo mi cuerpo, dejando que la misma llovizna fría refrescara mi gélida piel que había sido privada del contacto de aquel caballero con manos mágicas y palabras feroces como cuchillos afilados directo a un difunto corazón. Ahora paseaba, solitaria entre las últimas tumbas condenadas al olvido, danzando entre los límites del cementerio y del bosque hasta toparme con la persona que menos cabía imaginar. Lucern… Susurre apenas en un hilo de voz a la vez que a lo lejos podía identificar su porte en el interior de un desolado mausoleo; Éste a diferencia del otro, no poseía alguna tumba en su interior, había sido de los primeros que se habían construido antes de que la plaga azotara a la ciudad como en muchas otras, pero por alguna extraña razón, ningún residente difunto había tenido el honor de pernoctar eternamente allí.

¿Qué debía hacer? El infame caballero había tenido la osadía de despreciarme y abandonarme en medio de la nada. ¿Se supone que debía acercarme después de todo esto? No… Dije con un súbito estallido de valor al regresar sobre mis pasos e ignorar los deseos de mi cuerpo en ir en su búsqueda, pero antes de que pudiera avanzar el territorio requerido para evitar que notara mi presencia, me vi regresando con el previo impulso de acudir a su encuentro a toda velocidad y con un alarmante entusiasmo peligroso. Subí las escalerillas rápidamente y apenas Lucern había notado el sonido de mis pasos, alce mi mano y con total potencia abofetee su rostro haciéndolo girar de medio lado mientras se sostenía la quijada Espero ahora sí esté feliz, Monseur Ralph… Ya no le deseo, sino por el contrario le repudio… Deseaba saber que usted no estaría pensando en otra persona al estar conmigo de ese modo en que exclamaba “Suya”… ¡Falacias! Una más dicha en mi presencia no hace la diferencia… Una más que le dirá al resto de sus estúpidas y baratas cortesanas… Dinámicamente le día la espalda tras decir aquellas revelaciones que jamás habían cruzado por mi consciencia o por la parte de mi cerebro que determinaba la “cordura”, si es que poseía alguna, lo cierto es que salí del mausoleo y con pasos fuertes que chapoteaban entre los charcos, me aventuré nuevamente hacia la lluvia y infecundo cementerio.
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Mensaje por Invitado Mar Jun 29, 2010 2:31 am

En medio de la tormenta espesa mis pasos carentes de dirección se escucharon entre los charcos y el fango que se conglomeraban en aquella marcha lluviosa que extrañamente esta noche había desencadenado. No tuve la oportunidad ni el tiempo para dilucidar, como o de qué manera ahora era aprisionada por unas fuertes manos que derretirían el litio y ejercían presión en mi cintura para acorralarme en el viejo tronco de un árbol frondoso, las gotas se filtraban entre las hojas y bañaban nuestros cuerpos inconformes y disneicos que ansiaban un contacto profundo y definitivo. Lo necesitaba con furia, le deseaba con fulgor, lo quería con una funesta ira que no sería aplacada por el mismo fuego etéreo que acabara con nuestras vidas. ¿Suya? No me haga reír, Monseur Ralph… Le encare con un siniestro sentido de desafío mientras mis ojos filosos recorrían cada filamento cristalino que recorría cada centímetro de su perfilado rostro. ¿Qué es lo que quiere que compruebe con usted? ¿Aseverar definitivamente cada una de mis hipótesis acerca de usted? ¿Qué hará? ¿Va a tomarme por la fuerza solo porque destruí la tumba de su amada o porque le abofeteé cuando ciertamente lo merecía? Mis palabras se perdieron entre los jadeos que arrancaba de mi garganta ante sus expertas caricias que no vacilaban en explorar cada porción de mi cuerpo que estuviera a su alcance, y aunque mi ideal era persuadirlo o tal vez motivarlo con el impulso de la fiereza, mis manos también degustaron el contacto carnal que desde un primer momento había sido correspondido entre nosotros.

Yo no siento nada por usted, así que no sea incrédulo, querido… Intente separarlo con un insulso forcejeo breve, aunque esto solo incitó a que sus pectorales previamente expuestos por mis manos se fijaran en mi pecho en un candente roce que me conducía a la más divina locura. Y-Yo… Arrastre las palabras cuando menciono el hecho de llevar a cabo la más maravillosa actuación donde esto pasaría solo por una de tantas noches casuales, una que no valía ser recordada luego, una que fuera digna de ser arrastrada por el viento y depositada en el olvido… Aunque ambos sabíamos, que era imposible… Cerré mis ojos con un ligero estremecimiento que recorría cada división ósea de mi columna vertebral, todo como consecuencia de la precisión que encontraban sus dedos al descender hasta la parte posterior de mi humanidad. Debería callarse, Lucern... Y dar rienda suelta a lo que ambos deseamos bien sea por un sentimiento u otro… Mis labios acudieron hambrientos en dirección hacia los suyos, devorándolos con fuerza, tomando su aliento para convertirlo en el mío propio, olvidando las barreras o el filo de nuestros caninos cuando nuestras lenguas iniciaban una seria batalla por el poder de la locura o el arranque libidinoso… El término final, realmente era lo que menos importaba en momentos como éstos…

Como si pudiera darle un nombre al sabor avinado y sangriento de sus labios, los tome como míos propios en gratitud de la tortura que significaba caer en mis propios juegos retorcidos, deslizando mi cuerpo lentamente a través del cernícalo tronco hasta recostar mi espalda sobre el fangoso suelo mientras él separaba mis piernas con las suyas ¿Cuál puede ser el precio por profanar su hermoso rostro con mis manos? Arquee mi espalda en respuesta a la trayectoria que sus manos seguían desde mi cuello, surcando mi busto redondeado y continuando entre cada curva inferior hasta desplegarse a cada lado de mi cadera. ¿Cuál era su nombre? Droga, Lucern era eso… Una que no deseaba probar con temor a la adicción posterior o los efectos secundarios, pero que lentamente me arrastraba a una demencia absoluta que me obligaba a tomarlo de una vez por todas. Tuya… Musité mientras mis piernas se elevaban y descendían por el borde de las suyas, en una acometida casi feroz por despojarnos de la ropa empapada y estorbosa cuya función había perdido vitalidad desde el momento en que nos habíamos conocidos.

Una sonrisa ladina y maléfica se abrió paso entre las comisuras de mis labios entreabiertos que recibían sus dedos en el interior de mi boca, limpiando los residuos del efluvio lluvioso con la misma y adentrándolos hacia el terreno de lo desconocido. Con una invitación hábil y la decadente tras la bienvenida pasional, su pantalón fue liberado del yugo de su cinturón, descendiéndolo solo un poco para liberar la tensión de su miembro que pronto serian acogidos por unos dulces brazos cálidos que palpitaban entre cada roce furtivo de su pelvis en mi entrepierna. Atraje su rostro con mis manos para capturar uno de esos besos varoniles y narcóticos que ahora estremecían los cimientos de mi alma en ruinas o devastada por el manto de la noche sin fin. A lo lejos unas pocas luces se asomaban en el horizonte, erigidas por un grupo numeroso de humanos que llamaban en voz alta a aquel celador que permanecía rígido y marmoleo como una de tantas lapidas que solía vigilar. ¡Luc! Exclamé con un tono alarmante al girar mi rostro y vislumbrar a algunos mortales que peligrosamente se acercaban hacia nosotros, del mismo modo, bifurque la vista hacia el cadáver a tan solo metros de nosotros. Podíamos explicar que solo éramos una pareja experimentando los límites de la lujuria en un lugar poco ortodoxo… ¿Pero cómo convencerlos de aquella idea cuando el cadáver de su colega estaba frente a nosotros con dos incisiones en el cuello por las cuales se había desangrado lentamente? Debemos marcharnos de aquí… Concreté con un mohín diminuto de puchero, llevandomis manos desde su pecho hasta la parte baja de su vientre, acariciándolo tan solo con la punta de mis dedos para memorizar tan celestial imágen de un adonis inmortal que me reclamara como... ¿Suya?

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Mensaje por Invitado Jue Jul 01, 2010 2:40 am

Mis pupilas se dilataron con una intensa locura al estar bajo el cuerpo de éste misterioso caballero que lograba abrir una brecha profunda en los recónditos límites de mi alma donde refugiaba aquellos sentimientos desconocidos. No conocía el deseo mas allá de mis motivaciones o mis juegos, no sabía lo que era compartir mi lecho con alguien que verdaderamente me interesara para convertirse en un digno compañero de eternidad o incluso, no divisaba un interés superior en acudir a cualquier lugar del brazo de un caballero que me representara, hasta un día, en que todo cambiaría por causa de los prefacios del destino.

Mientras corría de la mano de Lucern para resguardarnos de las certeras hipótesis de los humanos acerca de nosotros, mi mente viajo varios años hacia el pasado durante uno de mis viajes a Inglaterra: Un baile de mascaras, un escenario perfecto para albergar lo desconocido entre humanos y vampiros, un encuentro filosófico en un territorio neutral como era el castillo de mi querida amiga Amelie que ofrecía aquel maravilloso festín como honor a la llegada de la Reina de Italia a tierras inglesas. Ese día en especial, llevaba dos mascaras y una túnica que resguardarían el secreto tras mi sonrisa traviesa y audaz. Antes de ingresar al recinto como era lo esperado, vestí una larga vestidura negra que cubría la totalidad de mi vestido y cuya capucha no dejaba entrever ante los curiosos mi inédita identidad, cubrí mi rostro con la máscara de un arlequín sereno que no demostraba emoción alguna, solo mis ojos eran expresivos tras aquella fachada discordante que sirvió como el medio perfecto para mezclarme entre ellos.

Un hombre, uno diferente sin duda alguna, apartado de la multitud en uno de los balcones del salón real había captado mi atención, y por ello decidí seguirle y entablar una serie de juegos donde nuestros ojos se seguían, se mezclaban y surcaban el espacio de lo incierto hasta que el enmascarado decidió acercarse… ¡Su voz! Era tan melodiosa y suave como un fino hilo de brisa que se mezclaba entre las rendijas de alguna ventana, tal como la de… Lucern… Posterior a escucharle, me mantuve completamente en silencio, incitándole a que danzáramos como todos los demás en la pista, acercando nuestros cuerpos más de lo que protocolo exigía, sintiendo el glorioso vapor de nuestro aliento y dejando que la fragancia de su cuerpo impregnara mi túnica, hasta que uno de mis alquimistas me advertía desde lo lejos, que la hora de concluir mi juego había llegado. Como un halo de gratitud, me aventuré a besar sus labios antes de que las campanadas del viejo reloj indicaran la grandiosa entrada de la invitada de honor, pero justamente cuando solo faltaban algunos milímetros para ultimar el contacto tan esperado, la voz de la anfitriona resonó por todo el lugar, ordenando que la banda cesara con su marcha y que los invitados prestaran atención hacia aquella dirección. Voglio vedere poi. Le murmure antes de que súbitamente comenzara a correr hacia la seguridad de los bastidores donde mis súbditos aguardaban pacientemente.

“Quiero verte de nuevo” Habían sido las primeras y últimas palabras que le había proferido al misterioso caballero de la noche que me había seguido a través del oscuro pasillo, siendo detenido por mis guardias mientras yo cerraba las puertas de un pasadizo contiguo con una sonrisa macabra al dedicarle una última mirada Hasta un próximo encuentro… Solo deje atrás el estruendo de las puertas al cerrarse mientras me despojaba de la túnica que caía al suelo para descubrir mi vestido blanco hilado con oro y perlas y cambiaba la máscara color cobre por una dorada con incrustaciones de piedras preciosas que hacían juego con mi corona. Ingresé nuevamente al salón real por una de las puertas descomunales con una sonrisa amplia, manteniendo mi porte real y saludando con leves reverencias de mi cabeza a todos los presentes. Intentaba ubicar al desconocido sin nombre entre la multitud, pero fue sólo cuando estuve en mi trono, que aquel hombre se acerco con una reverencia y descubrió su rostro ante la figura de la reina… Sosteniendo mi mascara de cobre en una de sus manos… Mis ojos se desorbitaron y por primera vez me sentía acorralada ¿Acaso sabía quién soy? ¿Cuál es el nombre de tan distinguido caballero? Su respuesta fue la que menos esperaba… “El Conde Ralph…” Desde ese día, nunca más lo volví a ver tras asegurarme que mi identidad estaba a salvo…

¿Lucern Ralph? Sisee volviendo a la realidad cuando nuestros caminos se separaron en aquella huida perfecta entre tanto yo descansaba, reclinando mi espalda sobre uno de los troncos de los arboles… Entonces, él es… Mis pensamientos se conglomeraron en un torbellino caótico que nublo mi mente por completo… O él sabía que yo era aquella reina italiana, o tenía la certeza de que era la mujer con quien había bailado antes de la medianoche… O las dos… Mi rostro se deformo en una silenciosa agonía mientras me dejaba caer de rodillas al suelo y cubría mi propio rostro con mis manos… ¿Cómo había podido ser tan irresponsable como para ponerme en evidencia de esa forma? ¿Cómo no pude recordarlo después de tanto tiempo? ¿Él me recordaba acaso? No había indicios de ello aun, pero lo más adecuado era que no solo huyera del cadáver que se anteponía a nuestras presentaciones, sino que también debía desertar de aquellos viejos fantasmas del pasado donde precisamente pertenecía Lucern. ¿Cómo volver a mi carruaje? Los humanos habían cercado el lugar, dejándome solo a disposición el panteón trasero para escapar hacia las montañas como los animales… Encontraría una opción… Sea cual sea, la hallaría…

Emprendí una carrera precipitada, sin percatarme de que las ramas de los arboles me golpeaban mientras me adentraba en las laderas estrechas y tenebrosas del bosque. Una luz al final del sendero me avisaba que bien podría ser alguno de mis alquimistas en el carruaje o uno de los humanos en su caza. “Bienvenida al infierno, Sabrina Di Alessandro” Parecía ser la frase más adecuada cuando vacilaba en acercarme o no hacia aquella vereda iluminada, pero antes de que pudiera decidir mi destino entre las sombras, algo me sujeto de la cintura y amordazo mis labios al mismo tiempo que forcejeaba por el puro sentido de supervivencia para liberarme y partir… Venir a Francia hacia sido un craso error… Uno peligroso… Uno sin explicación… ¡Suélteme!… Exclame hasta que mi espalda golpeo en su brega contra el indolente cuerpo de Lucern, exigiéndome silencio y un minuto de parálisis para escuchar el sonido de los ladridos de perros al acecho. No mover un musculo no parecía ser una opción, pero en momentos como éste, solo podía minimizar mi respiración y observarlo con temor a lo que pudiera suceder.

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Mensaje por Invitado Sáb Jul 03, 2010 1:52 pm

Mi cuerpo entró en una especie de perlesía simultanea que mis pensamientos entumecidos parecían acatar a la perfección cuando la palma de su mano amordazó mi boca; Mis incisivos se desplegaron por instinto, desgarrando la piel de su mano y causando que algunas gotas del elixir tan esperado corrieran al interior de mi paladar con un leve ondeo de mi lengua. No lo entiendes, Lucern… Tu y yo, no… Antes de culminar la frase que insinuaba una rotunda negativa de un próximo encuentro entre nosotros, él había dado un paso hacia el frente y en menos de lo que dura un parpadeo, me encontraba rodeada por sus brazos donde el peso de mi cuerpo era levantado con total facilidad y la cercanía era el protagonista de una escena donde no existía nada más que el deseo por probar sus labios una vez más. ¿Cuándo había perdido el control de mi voluntad? ¿Cuándo había insistido la locura y había plantado su bandera sobre mi consciencia? ¡Bájame ahora mismo! Exigí con un tono autoritario, situando mis manos sobre su pecho para alejarlo, agitando mis pies en el aire para intentar deslizarme en vano hacia el suelo. ¡Monseur Ralph puedo caminar perfectamente! ¿Esta demente? ¡Bájeme ahora, se lo ordeno! Las vociferaciones en mi lengua materna no se hicieron esperar mientras el bosque parecía ser solo un flash versátil que cambiaba de acuerdo como el caballero aumentaba la velocidad de sus pasos y nos adentrábamos en lo desconocido.

¡Ha perdido la razón! ¿A dónde me lleva? Está a punto de amanecer y usted insiste en correr como un antílope por el bosque… ¡Déjeme ir! ¿No entiende que vamos a morir calcinados? Aventure a mi mirada a alzar su perímetro hacia el cielo que ahora parecía iluminarse ante la aurora colorida que asomaba velozmente su manto desde el horizonte; Mi campo visual encontró los primeros rayos del sol y mis ojos comenzaron a tornarse carmesí entre tanto ardían como si el acido más mortífero fuera derramado sobre ellos. Oculte mi rostro entre su pecho y mis gestos se deformaron ante el dolor tan vivaz que bajo mis parpados llameaba en silencio, aunque el alivio llego tal como la redención con una frescura atípica que la oscuridad prodigaba a nuestra naturaleza. No sabía con exactitud dónde nos encontrábamos, todo lo que podía captar con mi visión borrosa eran sombras difusas y formas inespecíficas, sintiendo como la seguridad del suelo bajo mis pies eran devueltas una vez que había liberado mi cuerpo de sus fuertes brazos. Dannazione ragazzo. Le murmuré como la ultima ofensa que concluía de la cólera aplacada tras el intenso dolor.

¿Cita? Esa sola idea me había hecho sulfurar tras mi ceño fruncido, observándolo con un gesto benevolente ante la inocencia de éste ser que particularmente aclamaba algo más que mi atención. ¿Cree que estar atrapados en una cueva, con el amanecer indicando nuestro final y una horda de humanos enfurecidos cazándonos es… Una cita? Resople con sarcasmo, completando la idea primordial mientras me arrodillaba a orillas de la laguna y lavaba mi rostro con el gélido líquido emanante de su manantial … Tiene una idea bastante grotesca de lo que realmente significa una velada romántica… Y menos, tratándose de nosotros… Lamento decepcionarlo, pero esto no es, ni será, remotamente una cita… En realidad, esto es… Es… Hice una mueca súbita de meditación hasta concretar el termino que más se adecuaba a lo que representaba nuestro encuentro … Un error… Sin mirarlo enuncie la conclusión a la que había llegado a pesar de que no era lo que realmente pensaba de él; Contrariamente a los acontecimientos bizarros en los que nos habíamos visto envueltos en las últimas horas, el destino se había empeñado en mantenernos juntos, prolongando nuestro primigenio encuentro y avivando los temores del pasado que me obligaban a marcar distancia entre nosotros y huir de allí a toda costa… Grazie por salvarme, pero agradecería aun más que no intente algo insulso otra vez. Mis ojos comenzaban a regenerarse y las imágenes ahora se percibían más nítidas y claras al paso de los minutos plagados con el más frio de silencio donde algo en mi interior se retorcía con remordimiento ante mi conducta tan repelente con el autor de tan maravillosa aventura.

Lucern, yo… Me levante de mi postura sólo para notar que estaba de espaldas hacia mí, con sus ojos fijos en algún punto en la oscuridad de la cueva y con una de sus manos sirviendo como apoyo en la rocosa pared de un pasillo de piedra que conducía hacia otra parte Quiero darle las gracias una vez más por lo que hizo por mi… Aventuré a mis pasos a acortar la distancia entre nosotros y percibir un gesto de su cincelado rostro por encima de su hombro, sólo reflejaba la más pura decepción o incluso melancolía por mi conducta irracional o inverosímil… Claramente yo no era una damisela deseosa de ser rescatada de una torre, o incluso una mujer indefensa que aproximaba sus deseos a la seguridad de los brazos masculinos que la salvaguardaran de una trágica realidad que nos esperaba cuando el crepúsculo regresara por nosotros, pero algo me impulsaba a abrazarlo, a borrar cualquier vestigio de aflicción que yo hubiera causado, por lo que, en silencio rodee su torso con mis brazos desde su espalda, y apoyé mi cabeza sobre su amplia espalda y como un murmullo proveniente de la nada, deje salir una última frase Me agrada mucho su compañía… Más de lo que puede imaginar…

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Mensaje por Invitado Lun Jul 05, 2010 2:31 am

Un abismo sin fin, era exactamente la descripción que se planteaba en mi mente mientras mis brazos rodeaban su cuerpo y mis pulmones lograban llenarse con su fragancia. ¿Cómo podía Lucern Ralph despertar tantas emociones distintas en tal solo algunas horas de compañía? Mi esencia variaba desde la más inmaculada furia hasta la repentina ternura en solo un parpadeo cuando estaba a su lado, para después aventurarnos a algo nuevo y desconocido como el hecho de estar atrapados en una cueva por algunas horas hasta que el sol se ocultara y diera paso a la tan esperada noche que traería entre sus brazos sombríos mi libertad… ¿Realmente añoraba mi autonomía? ¿Quería salir de allí para no volver a verle?

Fruncí el ceño y trague con dificultad al escuchar su interrogante, mis brazos lentamente flaquearon en la sujeción que rodeaba su torso a pesar de que sus manos simbolizaban la fuerte cerradura que mantendría unidas las cadenas perpetuamente, lo que a mi parecer, era aterrador y sumamente extraño… Casi amenazante... ¿Para qué desearía volver a verme, Monseur? Una risa melodiosa pero irónica resonó en las solitarias paredes de la cueva, causando un suave eco mientras mis manos retrocedían, depositando a su paso, suaves caricias sobre su pecho y hombros potentes y sugestivos … Como habrá notado, soy un poderoso imán para los problemas… Pronto se aburriría de nuestros encuentros que concluirían en una manada de licántropos siguiéndonos por el bosque o en un aquelarre de hechiceras molestas porque alguno de mis subd… Hice una pausa mientras reformulaba el último término que casi escapaba de mis labios como un imprudente error que develaría mi verdadera identidad … Porque uno de mis “amigos”, asesinara a alguno de los suyos y decidieran cobrar venganza conmigo… Suspire con una previa mueca extraña altruista que solo designaba una severa preocupación ya que lejos de decepcionarlo, a Lucern podría gustarle la idea de experimentar algunas aventuras junto a mí, en tan corto tiempo de habernos conocidos.

Sé lo que debe estar pensando y la respuesta es NO… Si desea adrenalina en su vida, arrójese de cabeza desde un puente... Levante mi dedo de una forma inquisidora cuando una rápida sonrisa se empezaba a dibujar en su rostro como respuesta a mis revelaciones anteriores. Usted está loco, Monseur, pero no por ello puede ignorar que somos un par de desconocidos… Hagamos de cuenta que usted no me conoce y jamás me ha visto en toda su… ¿Qué está haciendo? ¿Cree que me agradan los monólogos? Porque es precisamente lo que siento que hago… Mi discurso improvisado aclamaba exactamente lo que mi consciencia me dictaminaba que hiciera, alejarme de él parecía lo correcto ya que cuando se develaran las mentiras, o mejor dicho “las verdades ocultas” que a mi parecer no eran lo mismo, la situación se tornaría mucho peor y entonces, las explicaciones no podrían hacerse esperar entre nosotros. Sin embargo, una vez más, el molesto vampiro insistía en ignorarme, buscando algunos troncos secos acumulados en el lugar para organizar una fogata Veo que no es la primera vez que permanece en esta cueva… ¿A alguna de sus amantes ha traído hasta aquí? Una mirada filosa fue todo lo que obtuve como refutación. Tomaré eso como un si…

Me cruce de brazos mientras transcurrían unos pocos minutos de incomodo silencio entre nosotros, sintiendo como mi voluntad se quebrantaba ante su indiferencia que evidenciaba en su andar desde el macabro pasillo hasta el centro de la gruta donde conglomeraba las ramas para la fogata. ¿Lucern? Manifesté en un hilo de voz, acercándome hacia el umbral del oscuro pasillo rocoso donde a lo lejos se podían percibir unos extraños ruidos Monseur Ralph, no me gustan esta clase de juegos y menos cuando me abandona en medio de una lúgubre cueva… ¿Esta escuchándome? Fruncí el ceño y me aventure a ingresar al pasillo, solo escuchando la tenue brisa filtrándose desde algún lugar mientras los ruidos proseguían intensificándose al final de la caverna Si cree que temo a esta clase de lugares, se equivoca… Aunque éste no sea el más adecuado para una de sus estúpidas citas… He allí mi monologo hostil dedicado hacia la nada… Eso era… ¡Nada! Lucern no estaba por ninguna parte y ahora estaba extraviada y conversando con… ¿Conmigo misma? Juro que voy a estrangularlo con mis propias manos, aunque una castración seria más adecuada y merecida para usted… Dije para mí misma con una infundada cólera, girando en torno a otro de muchos pasillos estrechos y decorados con telarañas, plagado de algunas ratas que paseaban ausentes de mi presencia y vagaban en busca de alimento.

“Calma Sabrina, tal vez esta sea su venganza por llamarle demente…” ¿Pero que debía decirle cuando corría desbocado por el bosque conmigo en brazos? ¿O es que ahora pensaba en saltar cual chimpancé de un árbol a otro conmigo tras su espalda? ¿A eso le llamaría cita también? Un gruñido voraz de una bestia, detuvo mi andar y me hizo girarme súbitamente, la oscuridad de la cueva no ayudaba en lo más mínimo para vislumbrar lo que fuera que estaba al otro lado del pasillo. ¿Lucern? Titubee por un breve instante cuando aquel gruñido grave y desgarrador casi hace estallar mis tímpanos y entonces unos fuertes pasos se hicieron escuchar al otro lado de la cueva. Gire inmediatamente y comencé a correr hacia uno de los pasillos contiguos, pensando en que si se trataba de un licántropo, su velocidad y mi aroma distintivo eran un enorme factor en mi contra. Tropecé en unas escalerillas que descendían hacia un pasadizo oculto en la pared de la gruta y entonces me vi acorralada frente a una puerta antigua y tallada en madera… ¡Abran la puerta…! Golpee con mis puños aquel obstáculo, luchando por derribarlo con todas mis fuerzas mientras sentía que aquel depredador se acercaba tras mi espalda… Cuando me volví para encarar a la desconocida bestia con mis instintos famélicos, e intentar implementar algún método de defensa, entonces algo me impulso hacia atrás y caí de espaldas sobre el suelo de mármol en una extraña habitación muy diferente a la estructura de la cueva. ¿Dónde estoy? ¿Que era esa bestia? ¿Quien es usted? Indague aun temerosa y con mis ojos fijos en la puerta que ahora se cerraba por la mano de un anónimo individuo que parecía ser el único consciente del peligro que concurría en aquella gruta aunque mis preguntas consecutivas e irrefrenables parecían aturdirlo aún más.

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Mensaje por Invitado Lun Jul 05, 2010 10:49 pm

Comencé a reincorporarme sobre el suelo, atizando mis manos sobre la falda de mi vestido mientras escuchaba al descortés caballero que no se había dignado a ayudarme a levantarme o incluso a contestar alguna de mis preguntas ¿Quién se cree que es para decirme que clase de respuestas requiero o no? Enarque una ceja en modo de desafío a la vez que me levantaba y lo encaraba con el constante latir de la furia corriendo por mi torrente sanguíneo Si algo le pasa, será un humano más pernoctando en alguna tumba anónima en el cementerio mientras yo, me entiendo personalmente con su amo y paso de concebir algún trato con sus esclavos. Las palabras irascibles salieron una a una entre mis dientes apretados en medio de una sonrisa forzada que solo simbolizaba un nuevo método de contención para no arrancarle la cabeza ante su previo desafío… Lo mejor, era encontrar respuestas y un refugio seguro donde me mantendría hasta que el anochecer llegara y emprendiera la cacería contra Lucern Ralph. Castrarlo ya no parecía un término suficiente para remediar lo que me había hecho al abandonarme en medio de aquella cueva con esa bestia rondando por los alrededores… ¿Acaso se lo había comido? ¿La bestia había osado en quitarme de matarlo por mis propios medios? Negué con la cabeza al observar fijamente aquella puerta que ahora permanecía cerrada tras mi espalda.

Ignorando por completo a aquel tedioso sirviente, abrí una de las puertas de lo que parecía ser un pequeño despacho para adentrarme en un pasillo contiguo hacia una sala de estar, previamente acomodada con muebles tradicionales pero elegantes, con un amplio bar repleto de toda clase de exquisiteces que ensombrecían y tentaban a mi sobriedad y, con las ventanas cubiertas por gruesas cortinas de terciopelo color vino que contrastaban con el resto de la decoración. ¿Qué clase de persona vivía aquí? Sin tomar en cuenta alguna impropia refutación por parte de mi mente, mis ojos captaron el brillo difuso de una cristalina copa sobre el bar que parecía ser recién servida. “Entonces el señor de la casa está cerca…” Pensé mientras me acercaba hacia la huérfana bebida y la acercaba hacia mi olfato para percibir el aroma de su antiguo portador… Tal vez, había llegado a tal punto crítico que el aroma de Lucern Ralph era percibido en todas partes, probablemente su fragancia se había quedado tatuada en mi agudo olfato y se rehusaba a salir y liberarme del karma que ahora significaba tan solo su nombre.

¿Signore, no le complacería conocer a su nueva visita? Exprese con mi típica voz cadenciosa mientras bebía un pequeño sorbo de la bebida y relamía mis labios ante la exquisita frescura que ésta dejaba en mi paladar. Me gustaría conocer al amable anfitrión que me ha dejado una copa como único gesto de bienvenida… La luctuosa afonía de la soledad de ésta morada tan sólo me inspiraba curiosidad por el prudente sigilo de su propietario. Lamento si he sido inoportuna, pero… El osado sirviente, se había tomado la atribución de sujetarme por el brazo para impedir mi paso hacia la escalera principal donde podía percibir unos ojos brillantes desde la oscuridad, y fue entonces, cuando mis impulsos se manifestaron con voluntad propia para sujetarlo del cuello y levantar su cuerpo a unos centímetros del suelo No te atreverás a volver a tocarme o refutar alguno de mis deseos por lo que te quede de vida… ¿Entendido? Mis pupilas se dilataron en mis ojos de azabache plagados de ira, sumergiéndolo en una profunda compulsión donde el dominio de su básica mente era todo cuanto podía recordar desde el momento en que me dio paso a ésta morada ajena. Cuando aquel irritante mortal asintió bajo la hipnosis y repitió mis palabras en base a una orden, lo solté para que ahora descansara tendido sobre el suelo entre tanto, yo comenzaba mi ascenso por las escalinatas principales que suponía, comunicaba hacia las habitaciones…

¿Monseur? Indague entre algunos de los pasillos que bifurcaban entre varias recamaras vacías, carentes de aroma alguno, desprovistos de señal de vida de algún portador… Estoy algo cansada y me preguntaba si… Suspire con una señal de rendición ante mi nuevo monologo dedicado exclusivamente hacia la nada, o tal vez, expuesto hacia algún fantasma proveniente de mi paranoia temporal tras todos los acontecimientos vividos. Era lógico, en menos de 5 horas, había sentido el temor que no había podido experimentar en mis más de 600 años de existencia, además, el rencor hacia Lucern no era algo que pudiera manejar sin antes quemar toda la propiedad y después calcinarme bajo el sol hasta ser reducida solo a cenizas… No, primero dejaría que anocheciera, luego quemaría la casa y después iría tras aquel canalla…

Al final del angosto corredor, había una habitación con la puerta entreabierta y una luz tenue asomándose tímidamente por la abertura de la misma, sin despreciar aquella inusitada invitación, camina con cautela en aquella dirección, pensando en cómo se sentiría dormitar un poco sobre aquella cómoda cama tras un baño caliente ajeno a los ojos particulares del amo y señor de éste lugar. ¿Hola? Pregunté tímidamente, sondeando el lugar con sus ojos resplandecientes notando la ausencia de vida su alrededor. Hice una respiración profunda mientras me acercaba hacia la enorme cama tendida con sabanas de seda carmesí que hacían más llamativo el lugar, como un dormitorio hecho específicamente para encuentros furtivos, misteriosos tropiezos del destino que obligan a dos amantes apasionados a yacer en un universo paralelo donde solo la lujuria tiene cabida Interesante… Susurré hacia la nada, recostándome sobre la suave cama y asciendiendo mi vestido por encima de las rodillas, tocando mis muslos para un espectador inexistente, incitando al placer en solitario o motivando la lujuria de algún desconocido oculto entre las sombras…

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Mensaje por Invitado Mar Jul 06, 2010 9:47 pm

Un éxtasis subliminal era el resultado que mis manos dejaban en su trayectoria a través de mis muslos hasta llegar a mi vientre enrejado por el hermoso encaje negro que revestía mi delicado liguero. Relamí mis labios al sentir la presencia de aquel fantasma rondando u acechando desde las sombras, abriéndose paso desde algún lugar de la habitación para obtener una mejor vista de la exhibición que le hacía… No sé si sentirme ofendida o agradecida por captar su atención de este modo, Monseur Fantôme. Baje la mirada hacia los pliegues de mi vestido que ascendían de una forma sugerente, e incluso, ante los ojos ajenos, casi como un espectáculo atrevido. ¿Le molestaría si dispongo de su baño? Desde mi perspectiva, en el cuarto contiguo, relucía una amplia bañera de mármol con delicados bordes en oro y elegantes accesorios del mismo material, de los que dispondría sin pudor alguno, a pesar de que aun el caballero prefería permanecer entre las sombras.

Un monosílabo afirmativo fue la única respuesta que obtuve, motivando a mi cuerpo a levantarse de esa hermosa y cómoda cama para avanzar hacia el tocador, cuya puerta no me moleste en cerrar, después de todo, era lo menos que podía hacer como retribución a su excéntrica hospitalidad ¿Verdad? Observe hacia la penetrante oscuridad por sobre mi hombro, sondeando por completo la habitación para percibir con sumo detalle la energía varonil y sensual del único presente, le dedique una sonrisa moderada hacia los mismos ojos brillantes que llameaban desde las sombras y entonces, abrí la dorada llave del agua que desbordaba una cascada cálida y cristalina hacia el interior de la cubica superficie. Lleve mis manos tras mi espalda para desanudar las cintas que mantenían sujeto mi ajustado corsé Dígame una cosa… ¿Por qué su grosero sirviente me advirtió que no le gustan las visitas? Inquirí con un tono suave, dándole la espalda mientras dejaba caer la fina cinta al suelo y la tela que recubría mi torso. Espero no le moleste que me viera obligada a reprenderlo, después de todo… Hice una pausa sugerente, deslizando con la punta de mis dedos por los finos tirantes, apartándolos fuera de mis hombros a la vez que el corsé se desprendía de mi piel para ser objeto de la gravedad y concluir en su caída para contrastar con el alfombrado. … Lo hice con la benévola intención de fomentar este encuentro entre nosotros… Coloque uno de mis brazos para cubrir mi pecho desnudo, solo permitiendo a su campo visual, obtener la única vista del arco de la parte posterior de mi humanidad, ostentando a sus ojos a admirar la intima lencería de encaje negro casi transparentado que concluía en un liguero sensual que sostenía mis medias oscuras.

Como antes le quería mencionar… Entablé una elocuente conversación con el fantasma oculto entre la clandestinidad de mis fantasías, sin olvidar, que éste juego era tan apasionante e intrigante que estremecía con tan solo escuchar su voz o percibir su aroma familiar rondando en cada centímetro del cuarto … Estuve extraviada por varias horas en el interior de esa cueva… Fui atacada por una horrenda bestia y entonces fue así, como milagrosamente llegue hacia su puerta… Probé la temperatura del agua con la punta de mis dedos y sisee con el calor que emanaba en sus vapores aromáticos de una extraña esencia que encontré a un lado de la bañera y que aplicaba sin mesura alguna. Le invitaría a entrar conmigo, pero creo que está lo suficientemente ocupado ocultándose de mí como para aceptar mi proposición… Sonreí de forma irónica, revelando mis incisivos desplegados por el estimulo libidinoso que su presencia causaba en mí.

Contonee mis caderas hasta una preciosa cortina tras la bañera, específicamente diseñada con una fina tela casi traslucida, para ofrecer un delirante entretenimiento de la figura de una femenina desnudándose tras el límite de éste sensual accesorio. Solo la luz de una crepitante vela funcionaba para dar el efecto requerido, dejando a la vista las suaves líneas de mi cuerpo en su vaivén mientras me inclinaba para deshacerme de mis oscuras zapatillas altas. Me levante con rapidez, dejando que mi cabello flotara con femineidad hacia atrás de mi espalda, ladeando mis caderas en una sutil danza al desajustar los broches de mi liguero ¿Le gusta lo que ve, Monseur…? Alargue esa última palabra como la interrogante principal para terminar de corroborar su identidad, no era necesario ser un poderoso mentalista para deducir de quien se trataba, pero si a él le encantaban los juegos, yo le daría uno a mi manera. Levante una de mis largas esbeltas piernas apoyándola sobre la superficie de una pequeña silla allí ubicada, acariciándola con locura, fijando mis dedos sobre la suave piel del interior de mi muslo para deslizar la media al ras del mismo con dirección hacia mi tobillo y finalmente el suelo, repitiendo el proceso con la otra extremidad, hasta que lentamente mis prendas intimas desaparecieron y mi desnudes era expuesta bajo el manto de un deseo carnal tan evidente.

Aun sin obtener el contacto visual que anhelaba, salí lentamente tras aquella cortina como si su deseo fuera palpable sobre mi cuerpo, como si pudiera sentir su erección contenida, como si pudiera escuchar su respiración entrecortada y la tensión de cada uno de sus músculos sobre mí. ¿Aun sigue allí? Pregunte con indiscreta inocencia, gimiendo con satisfacción al iniciar la inmersión de mi cuerpo en las tórridas aguas de la bañera, sentándome con extrema indolencia sobre la superficie hasta que mi cuerpo estuvo sumergido y ahora era acariciado por el impulso febril de mi imaginación. ¿Qué hace? Pregunte con serenidad a pesar de que una mano masculina cubría mis ojos, obligándome a mantener mis parpados cerrados mientras colocaba un pañuelo negro y cegaba mi mirada ¿Va a privarme de admirarlo también? En completo silencio, su dedo se posiciono en el centro de mis labios, exigiendo mi quietud y mutismo, incitando a mis otros sentidos a notar su conducta momentánea, permitiendo que mi audición auscultara los ruidos que hacia su vestimenta pesada al caer al suelo… Llaves… Estaba cerrando la puerta… El chapoteo ligero del agua… El peso de su cuerpo en el interior de la bañera… Sus manos separando mis piernas… ¡Oh, si! Ahora iniciaba nuestro juego…

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Mensaje por Invitado Miér Jul 07, 2010 4:11 am

Mi espalda reposaba sobre la superficie cóncava en uno de los extremos de la bañera, ejerciendo presión y soporte a mi cuerpo que ahora se contoneaba bajo las manos de la seducción personificada y el erotismo con la fisionomía de un hombre sin igual. Sin trampas… Musite levemente mientras una sonrisa sugerente se abría paso entre las comisuras de mis labios que pronto abandonarían la realidad al ser silenciados por un beso dominante que fulminaba todo lo que podía percibir a mi alrededor. Mis brazos descansaban relajadamente sobre los soportes bordeados de la tina a cada lado de mi cuerpo sumergido, solo sirviendo de utilidad para que mis manos se fijaran a su superficie marmórea cuando sentía un súbito espasmo ante su tacto apasionado que podría causar un inesperado arrebato libidinoso de mi parte. ¿Cómo se sentiría? Era la única interrogante que cruzaba por mi mente cuando sus manos comprobaban la turgencia de mis pechos, masajeándolos con increíble delicadeza, bordeando los montículos hiper sensibilizados con mesura. ¿Cómo se sentiría envolver a éste titánico hombre con mis piernas? ¿Cómo sería tener aquella poderosa tensión llenando y bombeando cada espacio en mi interior hasta que el dolor me saturara? Sin poder evitarlo, un gemido agudo sucumbió entre mis cuerdas vocales, dejando que mi cabeza se inclinara hacia atrás para recobrar el aliento, uno que ahora me era arrebatado por el simple roce de sus piernas contra las mías. ¿Cómo sería tenerlo? ¿Poseerlo completamente? ¿Superar cada mínimo tabú o estigma en el acto más puro de dos cuerpos fusionados como uno mismo?

La lujuria me hacia vibrar bajo su dominio sumiso, carcomiéndome como una enfermedad maligna que solo encontraría su redención de una sola manera. Me pide que no cometa algún acto fraudulento, pero usted fuerza mi voluntad y la tienta demasiado… Lo que entonces motiva a mi curiosidad… Relamí mis labios aun impregnados con su efervescente sabor que quemaba e inquiría a mi adicción a exigir mucho mas… Después de reclamar mi boca con locura… ¿Qué más hará, Monseur? Ladee mi cabeza desprovista momentáneamente del principal sentido que constituía el todo, antes de degustar un manjar corpóreo y primario… La visión… Todo comenzaba allí, una mirada bastaba, incluso propuestas silenciosas donde las palabras sobraban, sentimientos, pensamientos, deseos, todo podía ser expresado desde ese portal asombroso que constituía el cuerpo humano. ¿Pero cómo lograrlo desde mi posición? Una fantasía sin precedentes despertaba la máxima excitación que podía sentir entre los brazos de cualquier amante ¿Por qué? ¿Por el pleno sentido del dominio sobre mí? Eso lo descubriría en muy poco tiempo cuando me aburriera de la subordinación y arrojara su pañuelo a un lado para dejarme llevar por la voraginosa realidad alterna en la que ahora nos encontrábamos.

Cuando sus prodigiosas manos separaron mis muslos y trazaban su erótico recorrido a través de la senda de lo prohibido, levante una de mis piernas para pasarla por debajo de su brazo derecho en consideración a nuestra postura, facilitándole el acceso apetecible que sus dedos clandestinamente encontraron en mi intimidad. La locura estaba consumiendo cada fibra nerviosa de mi cuerpo, haciéndolo estremecer y contonearse ante su voluntad, manejando mi estado grávido de efusión con tan solo una caricia. Separando los pliegues de mi cavidad, recorriéndola del único modo que me hacia jadear desenfrenadamente, subiéndome al cielo para después dejarme tocar el infierno con la punta de mis dedos… Eso era, estaba en el infierno; Ardiente, volátil, férvido y violento, un territorio hostil e impredecible, una condena que gustosa aceptaría aunque fuera por una sola noche… O en éste caso, día…

Al intentar alzar mi otra pierna para repetir el proceso y deslizarla por encima de su cadera, ésta fue atrapada por el tobillo y apoyada justo sobre su pecho macizo, tan duro como una roca, seguro como los cimientos más profundos de un palacio, simplemente dignos de ser palpados por las manos de una o más féminas, por mucho tiempo como si se tratara de una obra de arte invaluable y única. Mi pequeño pie percibió cada curvatura de su pecho y abdomen en una impúdica caricia, descendiendo indecorosamente hasta el interior de sus muslos bajo el agua, bordeando el centro de su tensión acumulada y palpitante que ahora cobraba forma ante el tacto. Era un hombre enorme, casi obscenamente delicioso, capaz de desgarrar a cualquier mujer con el ímpetu salvaje de la posesión ¿Cómo sería? ¿Podría envainarlo cálidamente sin que surtiera algún efecto doloroso? Placer/dolor… Uno no podía existir sin el otro, incluso en estas situaciones una pequeña dosis dolorosa podía ser tan estimulante como una caricia vagante e insistente en el interior de mi ser. Mi pie volvió a posarse sobre su pecho, ésta vez siendo recorrido por sus manos que lo llevaron hasta su… No lo resisto… Jadee disconformemente al sentir su lengua probando mis dedos, mordiendo los bordes y recorriendo enteramente la extensión de arco de mi pie hasta tomar la continuidad de mi pierna hacia la rodilla. ¡Su boca era una tortura y una maldición! El amante perfecto, un libertino legítimo, dador de placer sin límites… Ahora castrarlo parecía una idea lejana, que en realidad se transformaba en capturarlo y retenerlo a mi lado por siempre.

¿Qué le parece si aumentamos el nivel de dificultad de nuestro juego? Conseguí con un movimiento de mi pie, apartarlo al extremo opuesto de la bañera, levantándome ligeramente de mi posición para ir a su encuentro con movimientos felinos que culminaron cuando me atrajo por la cintura hacia él. Prácticamente me había acomodado con suprema facilidad, engranando mis piernas alrededor de su cadera, posicionando su virilidad justo entre los pliegues de mi sexo mientras nuestros labios emprendían una nueva batalla por el dominio más poderoso de la pasión. Sus manos transitaban por mi espalda húmeda, apartando mi cabello de ébano hacia un lado para acometer con sus colmillos en el arco de mi cuello, cediéndome la libertad por un pequeño espacio sobre su vientre para estimular la rigidez de su entrepierna con la ondulación constante de mi pelvis. Mis brazos se apoyaron sobre sus amplios hombros, dándome facilidad para recorrer su atlética espalda, marcando finas líneas carmesí con mis uñas, atrayéndolo con cada estrecha simulación que rozaba peligrosamente nuestros sexos bajo el agua. ¡Luc! Su nombre escapo en uno de mis constantes gemidos mientras halaba su cabello al sentir sus incisivos rozando la aceitunada piel de mi cuello, concibiendo la excitación de mi pecho desnudo rozando contra el suyo, la técnica con que mi entrepierna ejercía presión sobre su erección hasta que ésta estuvo dispuesta en la abertura estrecha y palpitante de mi intimidad… Ansiosa, no era el término que se asemejaba a lo consiguiente… Deseosa, tal vez… Trastornada por su causa, era lo que más se apegaba.

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Mensaje por Invitado Vie Jul 09, 2010 2:22 am

Desvariaba especialmente con esta clase de posturas en la que nuestros cuerpos ejercían un engrane magistral y perfecto; Con nuestras caderas sumergidas en la cálida y humeante agua de la bañera, sintiendo el choque de cada corriente liquida fluir a través de mi espalda concomitante a cada una de sus suaves caricias, apreciando el naufragio de mis pechos rozando con la rocosa superficie del suyo para después refugiarse en la candidez de su boca… ¿Qué era todo esto? ¿Un pérfido deseo consecuente a la falta de voluntad que hace muchos años casi no había podido contener a causa de un beso a un simple desconocido? No… Esto era mucho más… Aunque indudablemente no podría con claridad estando entre los brazos del único hombre que ha hacia estremecer después de tantos siglos en que incontables aventuras habían surcado los pliegues anónimos de mi lecho. “Mío”… Esa sola palabra inherente al roce de sus dedos en mi interior, se estableció en mi cabeza hasta crear un espectro doloroso pero sumiso que solo sucumbía a sus deseos y la voluntad inescrupulosa de la impudicia. Mi cintura se contorsionaba y ondulaba entre cada espasmo, cada alucinación placentera, cada embestida que preparaba mi cuerpo para albergar una parte del suyo en mi interior. Probaba con lasciva curiosidad, tanteaba la posibilidad de explorar cada parte de mi cuerpo hasta dejarlo extenuado y rendido para él, ponía a prueba sus sátiras tentativas cuando finalmente los juegos previos habían finalizado para reubicar su miembro en el lugar preciso donde mi cuerpo lo ansiaba con locura.

Sus labios estaban cerrados en las areolas de mis pechos, succionando y mordiendo la sensibilizada zona que avivó la flama de mi propia autodestrucción y entrega armónica de todo lo que pudiera ser consumado esta noche. Mis manos desacomodaban su cabello mojado, descendiendo entre cada movimiento que el roce entre nuestras pelvis dejaba al alcance, permitiéndome solo un escaso momento de gemir cuando sus incisivos traspasaban la albina piel de mi cuello nunca antes profanado para consumir mi sangre Prendete il mio corpo e il mio sangue per tutta l'eternità ... Concreté en un leve murmullo que se condensaba entre los vapores del agua y culminaba en el recorrido que realizaba mi lengua en el interior de su oreja, sintiendo como una explosión de partículas eléctricas recorría cada espacio de mi piel. Había llegado el momento más anhelado, aquel donde Lucern lentamente se había paso con la tensión de su entrepierna entre los pliegues de mi sexo, consagrando un lento avance mientras arqueaba mi cabeza hacia atrás con un grito ahogado al sentir la fricción de su piel profundizando en mi cuerpo Más… Mis piernas apretaron las suyas, dejando que mis caderas se ondularan y enfundaran la calidez de su erección que palpitaba desbocada en las paredes de mi estrecha cavidad que cedía entre cada suave embestida.

Mi rostro deformaba entre gestos variantes entre el dolor y el placer, sintiéndome demasiado pequeña para albergarlo y sin embargo, tan fuerte como para soportarlo y retenerlo en mi interior por el mayor tiempo posible Eres delicioso… Mis labios venenosos encontraron los suyos, experimentando un beso nunca antes formulado para mi boca cargado de… ¿Ternura? Sea como sea, mientras la locura conjuraba cada una de mis sensaciones, nuestros labios se rozaban dócilmente, dejando que nuestros jadeos se mezclaran de una manera pasiva para que después de una fija mirada, nuestras lenguas fueran en su encuentro intenso, palpándose, tanteando la dulzura del sabor compartido, sintiéndose, mezclándose como si fueran solo un solo ser. Fue entonces, cuando cerré mis ojos con fuerza y grite al sentir su pelvis chocando vertiginosamente contra la mía, sintiéndolo tan profundo, tan brioso, tan posesivo, tan… Mío… Sus manos iban en picada desde la base de mi espalda hacia mis glúteos, marcando el paso inicial de aquel balanceo sutil, apretando la carne, estimulando con su tacto otra de mis cavidades sátiras por donde también deseaba ser poseída. Nuestros labios nunca se separaron, continuaban consumiendo los restos de la entrega con una delicadeza infinita, dejándolos vagar por su mejilla entre cada gruñido grave que emitía su garganta, mordiendo suavemente su cuello, pasando mis manos por encima de sus hombros hasta que nuestros cuerpos estaban completamente entrelazados en todo sentido posible. No, aun faltaba algo… Algo que deseaba tener pero que me era prohibido… Su alma…

Mis incisivos tomaron el camino preciso hacia su yugular, comprobando la tersura de su piel al abrirse paso hacia el torrente dadivoso que mi paladar recibía con extrema mesura. Mis gimoteos se hicieron presentes cuando el chapoteo del agua anunciaba el aumento del ritmo de nuestra conexión intima, resbalando mi cuerpo sobre el suyo de arriba hacia abajo, escuchando sus gemidos guturales, causando que la piloerección de mi piel fuera puesta en evidencia ante sus ojos por el venidero orgasmo que se acercaba como una avalancha. Una de mis manos, viajo de forma clandestina desde su hombro hacia la parte baja de su vientre, palpando la zona de nuestra conexión sexual en su lento entrar y salir húmedo que era cubierto por el manto liquido de nuestra inmersión, sonriendo entre la succión de su cuello ante la plena satisfacción de sentir su ingle tan rígida, taladrando en mi interior en un bombeo rabioso. Mi lengua limpio las finas gotas que se hacían presentes en su cuello, cerrando las pequeñas heridas que desaparecían sin dejar rastro, llevando una pequeña porción de su sangre entre mis labios justo al interior de su boca, hundiéndome en su cuerpo aun mas hasta escuchar el primero de sus gritos y la fuerte sujeción de sus manos en torno a mi cadera.

Mi lengua vago en la comisura de sus labios, limpiando cada gota de sudor entre cada ondulación de mis caderas sobre su erección… Más rápido, más intenso, más febril, más carnal… Simplemente dejaba que la danza cobrara la forma más apetecida para ambos Lucern… Te deseo tanto… Susurré en un intento fugaz de reacomodarme antes de que él rodeara mi cuerpo con sus potentes brazos y se levantara de la bañera sin dificultad alguna, saliendo de la tina, tomándose un minuto exacto para que nuestros cuerpos se escurrieran entre pétalos y esencias aunque la predominante era el de su aroma picante y almizclado que ahora se fijaba en mi piel. Mis piernas continuaban abrazadas a su ingle, viéndome suspendida sobre su cuerpo al mismo tiempo que él agitaba mis muslos y el ruido de la fuerte penetración mezclado con mis gemidos causaron un estruendoso eco en toda su mansión. No presté atención a la dirección que tomaban sus pasos, mi concentración estaba única y exclusivamente enfocada en la profundidad que cobraba su erección en mi sexo y en la delicia que mis labios experimentaban al perderse en cada uno de sus besos. Por último, sentí como mi espalda fue reclinada sobre las finas sabanas de seda de su lecho, haciendo contraposición con el pesado cuerpo que arropaba el mío y continuaba consolidado la prorrogada unión que su pelvis incitaba con el suave movimiento de sus caderas… Ahora, fuera de todos los estímulos externos podía sentirlo completamente, ver la exposición de sus músculos tensos ante la tenue iluminación, detallar su mirada pecaminosa que se incrustaba entre mis pensamientos, disfrutar de la libertad que la desnudez nos obsequiaba como un presente libidinoso que palpitaba en mi interior, la calidez de mi lubricación que facilitaba su entrada y salida consecutiva de su miembro entre mis pliegues vaginales… Mis manos se aferraron a su espalda, acariciando cada fibrilla muscular hacia su coxis, sus glúteos agraciados, deslizando mis uñas nuevamente hacia su nuca ante la intrusión de su lengua que me ahogaba en el placer más atractivo, correspondiendo cada furioso beso con el mas simbólico sentido posesivo. “Mío” Eso era, aunque aun no lo supiera intrínsecamente… Los espasmos febriles comenzaron a ser más frecuentes, causando mis jadeos y ansiosos movimientos que contraían las paredes de mi sexo, separando mucho más mis piernas para que el derroche de pasión se hiciera presente cuando desbordara la liberación de su simiente en mi interior… Aunque algo me decía, que ese regalo no lo obtendría aun…
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Mensaje por Invitado Dom Jul 11, 2010 8:38 pm

Era una sensación indescriptible la que vivía en este momento bajo su cuerpo, siendo poseída en todo sentido con cada ondulación que despertaba sensaciones y sentimientos que creía muertos desde la culminación de mi humanidad. No era consciente de la contorsión de cada fibra muscular de mi ser, hasta que abrí los ojos y justo frente a mi rostro, capte la mirada de Lucern; Esos ojos verde azulados, llenos de ternura y desbordantes de una devota pasión. ¿Cómo un libertino de su clase era capaz de transmitir algo así? ¿Era cierto? ¿Sería una medida desesperada de mi solitaria alma que veía algo así en este hombre que acababa de conocer? Sin importar la respuesta, le dedique una sonrisa dulce mientras acunaba su rostro entre mis manos y atraía su boca hacia la mía Lucern, querido mío… Murmure rozando mis labios sobre su mejilla, depositando suaves besos al azar por la cincelada línea de su quijada hasta culminar en su barbilla. ¿Qué estaba pasando conmigo? No era él, simplemente cumplía con la simple rutina de poseer a una mujer sobre su lecho… Era… Era… Yo… Lo deseaba… Para mí… Lucern yo te… Como era de esperarse, los delirios de éste tipo no eran duraderos, cuando estuve a punto de cometer la peor locura al confesar un impulso extraño, él se levantaba de la cama y desaparecía de mi vista. ¿Luc…? Suspire al mencionar su nombre que ahora era una golosina que mis labios deseaban degustar por… Siempre…

Me senté sobre la suave textura de la cama en la que mis dedos se perdieron al acariciar la seda húmeda alrededor de mi cuerpo, hasta que un aroma especial capto mi atención proveniente de uno de los extremos del dormitorio. La emoción estallo en mi mirada con un brillo excepcional, captando la hermosa imagen de su cuerpo desnudo, brillante ante la luz de una diminuta vela, acercándose de aquella forma tan sensual sosteniendo una rosa roja entre sus manos Tengo algo que decirte… Yo… Intente alcanzarlo con mi mano, agilizando mi postura para dejar salir aquellas palabras que cambiarían mi vida drásticamente. Sabía que si no lo hacía ahora, no podría hacerlo jamás… Pero, como era de suponerse, el placer se interponía en mi camino haciéndome tomar una difícil decisión. ¿Qué? Mis ojos variaron entre los suyos para dilucidar sus intenciones, sin embargo, accedí a recostarme nuevamente entre sus sabanas y separar mis piernas para cobijarlo como mi cuerpo anhelaba.

Utilizo la inofensiva rosa como un arma letal contra mis deseos, haciéndome sucumbir en un enloquecedor universo paralelo de placer cuando la suave caricia de sus pétalos rozo la piel de mi cuello y descendió en picada hacia mi vientre. Arquee mi espalda, jadee con desenfreno, sintiendo como la tortura era irradiada suavemente por cada centímetro de mi piel Il mio amato, dammi il tuo per tutta l'eternità… Manifesté casi en un sollozo arrebatador al sentir como la caricia desencadenaba una poderosa explosión eléctrica, donde no tuve otra opción que levantar mi cabeza para observar ansiosa lo que estaba a punto de hacer El mejor perfume que podría existir, es el compartido… Tú y yo… Juntos… Mordí mi labio inferior, siguiendo la trayectoria que su rostro tomaba al consignar una cadena de besos que iniciaban desde mi muslo hacia mi entre pierna, deformando mis gestos en el más exquisito y sublime placer, dejando caer mi cabeza sobre la acolchada superficie para sentir los ligeros espasmos que su lengua causaba al separar mis pliegues y centrarse en la zona más erógena de mi sexo. Percibía el exceso de su hedonismo cautivante, devorando cada espacio de mi centro lubricado, empapándome en la excitación, despertando las fallecidas palpitaciones que incluso me llevarían a suplicar por poseerlo de inmediato.

Lucern, por favor… No más juegos previos, quiero sentirte... Inste entre un gemido ahogado y un severo estremecimiento de mi cuerpo, aferrando mis manos sobre su cabello húmedo mientras saciaba su apetito voraz al incitar mi libido sin fronteras. No tuve pleno control de mi conducta, solo estaba limitada a contorsionar mis caderas en torno a sus labios, probando la exquisitez de lo prohibido, acariciando mi propio cuerpo hipersensibilizado y febril al imaginarlo en mi interior, bombeando hasta quedar exhaustos, derrumbados entre las sabanas, compartiendo un maratónico nuevo amanecer para prorrogar este encuentro. ¿Ahora tenía planes a futuro con él? ¿Un nuevo amanecer? ¿Mucho más que eso? Me levante sin previo aviso de la cama, capturando su cuerpo con el mío que actuaba como un imán atraído hacia su polo de origen. En menos de lo que duraba un parpadeo, logre tumbarlo sobre el cálido lecho mientras yo me acomodaba sobre él y, sin pudor alguno, invadí su cavidad oral con mi lengua, dejando que mi paladar se impregnara con ese delicioso sabor de la lubricación de mi sexo y los residuos de nuestra previa conexión sexual entre sus labios, bebiendo de él como un sediento probando la frescura del agua de un manantial u oasis en medio del desierto. Lucern, quédate conmigo… No solo por esta noche… Quiero estar contigo… Dedique una mirada penetrante a esos ojos profundos y llenos de una magia penetrante… ¿Me estaba embrujando? ¿Era eso? Desaparecí cual ilusionista frente a sus hermosos ojos, aprovechándome de la esplendida velocidad de mi especie para regresar al baño y tomar mi labial carmesí oculto en un compartimiento de mi vestido, regresando en menos de lo que dura un minuto hacia la postura que mantenía sobre su cuerpo. …Este día y todos los demás que nos queden por vivir… Completé a mi retorno, envolviendo su sexo entre mi mano, masajeándolo continuamente hasta que fue posicionado en la pequeña y húmeda abertura de mi entrepierna que aguardaba desesperada por su ingreso.

Sentía que llegaría al orgasmo solo con el hecho de sentir nuevamente aquel órgano imponente abriéndose paso entre mis pliegues, muy lento como un amante torturador experto, tomando un rumbo errático al salir para entrar nuevamente cobrando con cada embestida una mayor profundidad en mi ser. Grite su nombre hasta que el silencio de su casa fue profanado, cediendo ante las voraginosas corrientes eléctricas que se disipaban por mis piernas y recorrían ahora mi espalda, tallando con mis uñas fuertes rasguños sobre la piel de su pecho mientras mis caderas dejaban caer todo mi peso sobre su ingle y ascendían para marcar un ritmo más apresurado. Todo lo que mis oídos podían captar, era el golpeteo frenético que nuestros cuerpos recreaban en su unión, los jadeos y gemidos de nuestras voces aclamando más de éste dulce regalo omnipotente, el trazo que sus manos dejaban por todo mi cuerpo que respondía en una ondulación urgida de llegar al clímax inmediato Mío… Pensé en voz baja junto al lóbulo de su oreja, dejando explicita la idea que rondaba por mi mente entre tanto desplegaba la barra de mi labial y lo asentaba sobre su pecho con mi curvada escritura, repitiendo esa caligrafía por su abdomen, sus brazos e incluso sobre sus piernas. Algo más había escrito sobre su brazo derecho, un mensaje que denotaba mi exacta ubicación aunque bastaba solo mi nombre para dar con mi palacio, ¿Qué estaba haciendo? Me aseguraba de cumplir mi promesa interna de poseer a este caballero que ahora quería como mi compañero para toda la eternidad… “Ti amo…” Fue la última frase que escribí sobre su cuello, la primera que yo misma me creía tras tantos años de decirlo sin fundamento, aquella que deseaba repetirle a la cara en un próximo encuentro…  

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Mensaje por Invitado Lun Jul 12, 2010 11:27 am

Mis manos seguían trazando con suma precisión sobre su hermosa piel aquella palabra tan rotundamente prohibida en mi vocabulario, una que destinaba al destierro toda idea de pertenencia enfocada hacia cualquier hombre que quisiera poseerme o reclamarme en una exclusiva unión. Ahora ¿Qué lo hacía diferente? No me consideraba una de esas arcaicas vampiresas que al pasar de los años sucumbía a los frígidos sentimientos de soledad y nostalgia, añorando en silencio por un compañero que aunque no le dedicara su completa devoción, sirviera al menos para armonizar el extremo silencio recluido en una habitación. La eternidad era un suculento banquete servido a que probáramos y degustáramos cada distintivo sabor, desde lo picante hasta lo más dulce, ¿Es que ahora mis labios habían encontrado el platillo perfecto del que no se cansarían después? ¿El exótico alimento de mi alma con el que se saciaría eternamente?

Cada pregunta desaparecía de inmediato cuando sus boca invadía la mía, obteniendo una respuesta perenne e intensa con cada embestida que causaba el arqueo de mi espalda y la curvatura completa de mi cuerpo. Mis defensas mentales fueron derrumbadas una a una cuando se levanto de la cama, sosteniendo mi cuerpo junto al suyo para reclinarme sobre una de las paredes muy cercanas a uno de los ventanales recubiertos por los gruesos tapices, por donde solo se filtraba un fino e inofensivo hilo de luz solar que apuntaba hacia el suelo en el centro del dormitorio. Su mano rodeaba mi cuello pasivamente con ese sentido salvaje y posesivo que me volvía tan ansiosa y alzaba mi bandera de rendición ante sus deseos No… Me rehusé a cumplir su petición en medio de una risa melódica y traviesa que solo manifestaba la satisfacción que obtenía al sentir sus labios en mi cuello. Abrace los flancos de su cuerpo con mis piernas y acune su rostro con mis manos, gimoteando, gimiendo, aclamando su alma más que a su cuerpo, sintiendo el ritmo devastador de su penetración que aminoraba el ritmo para prorrogar el clímax y avivando la llama del deseo cuando sentía que mi cuerpo se derretiría ante sus pies. Un jugador experto nunca revela sus cartas antes de que se presente el momento preciso… Murmure en medio de un jadeo delatador que provoco que mi mano aflojara el labial y éste encontrara su lugar en alguna parte del suelo alfombrado.

Sentía que moría con cada minuto que pasaba en esta postura, sus manos ascendiendo por la curvatura de mi cintura para ascender lentamente hasta acunar mis pechos y llevarlos hacia su boca me hizo gritar con desesperación, aferrando mis manos sobre su cabello y tirar del mismo levemente, flexionando mis caderas como si estas fueran abducidas por un místico poder desconocido que buscaba el mejor ángulo para nuestra profunda conjunción. La enorme pasión que existía entre los dos me permitía pensar que si en efecto moría, él albergaría mi alma en su interior ¿Cómo Lucern Ralph podía afectarme de ese modo? El silencio en medio de un beso suave fue mi respuesta, dejándome ver el resplandor de sus ojos ante la etérea iluminación detectando un matiz sentimental que de seguro encontraría en los míos. Algunos trazos de mi caligrafía comenzaron a distorsionarse entre mis caricias, otras se tatuaron en mi propia piel con el intrínseco contacto que manteníamos, otros simplemente pasaron al olvido cuando mis brazos rodearon su cuello y permanecimos un escaso instante mirándonos fijamente, tocándonos, sintiéndonos como si fuera la primera y última vez en toda la eternidad que reconoceríamos este sentimiento. Absurdo o no, lo sentía de ese modo, percibiendo el grácil contacto de uno de sus dedos acariciando mis labios, introduciéndose en mi boca para comprobar la humedad que había dejado huérfana segundos atrás.

Sin esperar demasiado, mis piernas acortaron su diámetro en cuanto el ritmo de la penetración aumentaba en su incesante vaivén de su pelvis contra mi entrepierna, haciéndome arañar los límites de su espalda para ascender dócilmente en una caricia suave hacia su cuello, besando su hombro con devoción y recorriendo con mis ojos cerrados cada espacio que estuviera al alcance de mi boca. ¿Una tortura? No estaba lejos de llegar a ello, aunque nada de lo que pudiera hacerme sería suficiente para causar sufrimiento donde solo predominaba la sulfurosa pasión. Me aferraba a su cuerpo, trataba de atraerlo más hacia mi aunque el resultado fuera que termináramos compartiendo una misma piel y un solo sentimiento. L'amore della mia vita. Masculle en medio de un suspiro ahogado cuando sentí que mis sentidos se marchaban en su voz, que pronto palparía el clímax cuando la fuerza de sus arremetidas aumentaran de velocidad aunque la pared tras mi espalda parecía no resistirlo por más tiempo, sintiéndola resbaladiza por mi sudor, notando como pequeños fragmentos de concreto caían como nieve sobre nuestras cabezas y escuchando una pequeña estridencia cuando Lucern aferraba sus dedos a cada lado de mi cadera y exploraba mi interior con aquella dolorosa lujuria.

Aunque mi voluntad demandaba prorrogar esa postura, no debíamos permitir que más rayos solares que nos eran mortales, se filtraran a través de las grietas que podrían formarse en aquella rígida estructura, aunque era decepcionante que dicha construcción tan resistente no estuviera apta para alguno de nuestros encuentros de éste tipo. Baje mis piernas del contorno de su cuerpo a pesar de que su gruñido exigente, reprochaba firmemente mi conducta –Ven… Concreté entre sus labios con un tono suave, alargando nuestros besos de una forma furtiva y tierna, direccionándolo hacia la cama, aunque en un frágil segundo, súbitamente él había levantado mi cuerpo entre sus brazos y me depositaba sobre su lecho acogedor; Separando nuevamente mis piernas que retomaban la frigidez no grata, tentando a la lubricación de mi sexo con la punta de sus dedos, causando un delicioso cosquilleo cuando la punta de su miembro nuevamente se posicionaba en la abertura de mi cavidad y allanaba con suma facilidad ese espacio preparado para él, deslizándose una y otra vez de adentro hacia afuera en una serpenteante lujuria sin final. Cuidadosamente, acomodo las sabanas para que cubrieran su cintura y específicamente la zona de nuestra unión, rodeando mi torso con sus fuertes brazos mientras recorría mi cuello con besos exquisitos que extirpaban cualquier mesura posible, incitando al vicio carnal con el roce sinuoso de su pecho brioso contra mis pezones sensibilizados y endurecidos por la interminable excitación. Lucern, yo te… ¡Maldita sea! Cuando estaba a punto de rendirme ante su mirar, el ruido de la puerta interrumpió nuestro momento, dejando al descubierto la identidad del culpable: Era el estúpido sirviente mortal de Lucern… Al parecer, había despertado desorientado y adolorido sobre el suelo de la sala y ahora buscaba a su amo para cerciorarse de que todo estaba en orden. Titubeo al ver la escena que estaba a punto de tocar la cúspide del momento, luego en silencio hizo una reverencia y se marcho a toda velocidad a sus aposentos donde aguardaría… No, realmente pensar en la suerte del pobre infeliz no era de mi incumbencia en estos momentos.
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Mensaje por Invitado Jue Jul 15, 2010 2:00 am

Sucumbía ante un frenesí extenso con la nueva postura en la que nuestros cuerpos se conectaban de ese modo tan único y maravilloso; Con mis piernas separadas para recibir a su cuerpo sobre el mío, manteniéndolas flexionadas ascendiendo por su cadera con cada fuerte embestida que lo llevaba cada vez más a mi interior donde era recibido con total dulzura. La intromisión de su sirviente en el dormitorio, no había sido razón suficiente para distraerme o para dejar volar la libido a un lugar lejano, en realidad me había arrebatado una sonrisa solazada al notar la evidente irritación de Lucern que con tan solo una mirada le había descrito su suerte a futuro. No… Una vez más, la negativa fue emitida de mis labios entreabiertos que hablaban por sí solos ajenos a mi voluntad, atravesando un jadeo cercano a su boca cuando mis gestos se deformaron al sentir un fuerte percusión de su ingle contra mi sexo. …Creo que no será necesario que asesines a tu sumiso vasallo… Comente en un tono depravado al mirarlo fijamente a sus ojos sagaces, mordiendo mi labio inferior al acceder a su demanda, ladeando mi cuello hacia un lado cuando sus caninos marcaron un sendero intricado y estremecedor desde mi mejilla hacia mi cuello.

Un manjar jamás ofrecido a nadie, un suculento aperitivo que lo disuadiría de asesinar al estúpido mortal que me había permitido la entrada hacia su hogar Deberías ver una oportunidad en medio de la adversidad, querido… De no ser por tu sirviente, yo hubiera sido devorada por aquella bestia repugnante y ahora no estaríamos en esta posición que no deseo abandonar… No al menos hasta que estemos saciados… Mi voz ahora era un murmullo lascivo y picante que enardecía su piel que me era privada al tacto, dejándome llevar obedientemente por las manos del placer en persona que ahora sujetaban las mías y las fijaban sobre mi cabeza sin perderme ni un segundo de las sensaciones invasivas de mi entrepierna y mi cuello. Lucern… Su nombre ahora sonaba como un cantico libidinoso, un titulo sicalíptico que correspondía a un llamado o suplica de que prosiguiera con ese movimiento penetrante que hacia contorsionar mi cuerpo bajo el suyo. Deja que tu apetito te guie hacia el lugar apropiado para ser satisfecho… En mi cuerpo… Ya que si te levantas, a tu regreso, ya no estaré aquí esperándote… Cerré mis ojos con fuerza, sintiendo como la suave seda que nos envolvía, comenzaba a moverse en torno a nuestros cuerpos, haciendo un hermoso cuadro de nuestra unión más allá de lo carnal y tornándose hacia lo afectivo. Es tu elección, no la mía… Era claro que no lo hacía por salvar el pellejo de aquel enclenque mortal, mi único deseo era que Lucern Ralph se quedara por el mayor tiempo posible a mi lado, sin importar las circunstancias o los innecesarios por qué… Iba a quedarse o lo obligaría a hacerlo… A mi modo, desde luego…

Mis lívidas manos permanecían abiertas y relajadas mientras las suyas actuaban como suaves grilletes aterciopelados sobre mis muñecas, lentamente su sujeción comenzó a aflojarse hasta que sus dedos recorrieron con una increíble gracilidad mis palmas y luego nuestros dedos consignaron su vínculo al entrelazarse mientras nuestra exaltación se hacía sentir en cada rincón de aquella habitación. Una de mis piernas, grácilmente escapo del yugo de las sabanas, posicionándose por encima de la parte posterior de su cuerpo que aun taladraba en mi interior, causándome un atípico rubor lubrico que combinaba con la brillosa transpiración compartida. Me encantaría conocer al depredador que llevas dentro mientras me haces tuya… Musite al relamer mis labios para adoptar la humedad que los suyos habían dejado impregnado en ellos antes de dejarlos huérfanos y ansiosos de mucho mas. El fragor de mi garganta se ahogo en la brevedad de un minuto cuando mi vientre parecía arder y los pliegues de mi intimidad palpitaban, entre tanto se contraían y dilataban permitiendo los erráticos movimientos de su sexo invasivo que encontraba su profundidad y retrocedía una vez más aminorando su ritmo. ¿En serio iba a torturarme? ¿Prorrogaba el clímax una y otra vez jugando con mi cuerpo? ¿Acaso no se daba cuenta que me incineraba ente el mas mínimo contacto de su piel contra la mía?

Mis manos soltaron las suyas y se apoderaron nuevamente de su espalda, arañándola con más fuerza mientras apretaba mis piernas en torno a las suyas, moviendo los arcos de mi cadera de un lado a otro como respuesta de lo que deseaba… Lo cual, no se hizo esperar por demasiado tiempo. Sentí una especie de sobresalto cuando escuche un gruñido feroz por su parte, sujetando con ambas manos mi cuello de una forma altamente posesiva tal como antes le había pedido, asaltando mi boca con su lengua, introduciendo posteriormente un par de dedos en ella que succione con mayor intensidad, notando ahora que su mirada había cambiado completamente y ahora los matices verdosos se habían convertido en las tinieblas más oscuras Hazlo… Le dije con una convicción desafiante, no como una orden, sino como una motivación sublevada ante un deseo reprimido de pertenencia absoluta. Su pelvis comenzó a agitarse con más fuerza sobre la mía, creando dulces repiqueteos en mi intimidad que llenaban el silencio, haciéndome titubear ante su extrema fuerza que causó que mis manos se apoyaran alrededor de su cintura marmórea. Su lengua recorría el trecho empinado desde el lóbulo de mi oreja lacia el centro del lateral de mi cuello, reconociendo el área, marcándola con sus incisivos, dejando a su paso unas finas líneas que mi regeneración desaparecía en cuestión de segundos, aunque la mejor parte, era la que estaba por venir.

Sisee como una bestia indómita cuando se ve salvajemente sorprendida, percibiendo el repentino momento en que sus colmillos atravesaron mi piel y llegaron a la palpitante pináculo de la entrega. Solo una vez había permitido esta clase de intrusiones a mi cuerpo, una profanación lúgubre al templo que contenía mi alma maldita por las sombras para toda la eternidad, aquella vez, era mejor ni recordarla. Pero en cambio, ahora deseaba continuar, no solo por esta noche sino por muchas más, la excitación se había disparado al máximo, como si el motor de la vida volviera a latir en el centro de mi pecho y mi cuerpo recobrara las sensaciones humanas. El aliento comenzaba a faltarme entre los gritos extasiantes, sus manos desenfrenadas ahora se ubicaba en mis senos, cubriendo mis pezones estimulándolos vigorosamente, simulando con sus dedos lo que haría con su boca de no ser que ahora estuviera ocupada. Decidí desplazar mi mano mucho mas debajo de su espalda, palpando sus tensos y dotados glúteos, aferrándolos a la cercanía de nuestra intimidad, sintiendo el primer disturbio de mi cuerpo al desencadenar un gélido escalofrío que estallaba y se dispersaba por doquier. ¡Lucern…! Escondí mi rostro atípicamente ruborizado en uno de sus hombros que mordí ante la convulsión del clímax mientras él, incitaba otra zona prohibida que respondía ante la invasión de sus dedos previamente lubricados por mi boca.
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Mensaje por Invitado Vie Jul 16, 2010 11:44 pm

Una insana impaciencia acomedía mi alma impura, con un deseo prohibido de poseerlo a como dé lugar, a pesar de que existían severos límites establecidos entre nosotros y era imposible tan solo pensar en un nuevo encuentro en común. Nada era imposible, todo sería mucho más sencillo si él supiera quién y lo que soy, lo cual estaba totalmente descartado. El placer de estar a su lado era sublime, su cuerpo creaba una especie de campo magnético que me atraía a su eje principal, su voz era el delirio perfecto que calmaba el vacio en mi interior, pero sus besos… Esos eran tan mortíferos como los labios de una serpiente sobre mi piel, fácilmente podían volverme una adicta sin remedio, hacerme tan dócil y sumisa, pero a estas alturas de mi existencia, sabía que no existía ninguna clase de redención para mi alma al igual que esas oportunidades de volver a amar que creía casi extintas. ¿Qué clase de petición? Pregunte sin pudor alguno cuando restablecíamos una nueva postura con nuestros cuerpos fusionados; Lucern manteniéndose arrodillado sobre el suave colchón, rodeando mi pequeña cintura con sus manos para prorrogar la penetración y yo abrazando sus caderas con mis piernas, dedicándole una mirada fija, aun sintiendo los estragos en mi cuerpo que había dejado aquel primer orgasmo avasallante.

Mis manos encontraron su rumbo entre la musculatura de su espalda, recorriéndola entera, sintiendo la tensión bajo cada suave caricia que le prodigaba en este momento, ondulando mis caderas sobre su pelvis mientras permanecíamos envueltos en la parte baja por el raso de las sabanas, nuestros labios forjando la unión de lo desconocido, se separaron por un breve momento en el que Lucern manejó mi existencia y cambió mi perspectiva radicalmente. ¿Cómo era eso posible? Lo averiguaríamos en un breve instante cuando la poca tela que nos envolvía, desaparecía por completo y me colocaba de espaldas contra él, estimulando la lubricación de mi sexo con un templado roce de su erección, surcando el arco de mi columna con sus besos… Esos infernales besos… No sé por qué presiento que estoy a punto de bailar con el diablo… Otra correcta definición que caracterizaba la divinidad infernal o celestial que disfrazaba de unción al pecado. Entonces, hazlo sin contemplaciones. Susurre con ascetismo, dirigiéndole una mirada sinuosa mientras la concavidad entre mis glúteos era expuesta para su virilidad. Jadeante, mi cuerpo comenzó a estremecer, serpenteando mis caderas a la vez que dilataba aquella estrecha cavidad con el empuje pausado que ahora invadía mi cuerpo.

Entre nosotros se abrió paso un minuto de silencio sepulcral, viéndose quebrantado por la maestría sorprendente que Luc me demostraba al plasmar con delicadeza su embestida en una zona donde jamás había pensado encontrar el placer. Aunque ambos lados sexuales eran tocados y explorados por sus manos impúdicas, los dedos de Lucern se deslizaban con ansia, envolviendo mi cintura, ascendiendo hacia mis pechos, bordeando mis pezones, bajando nuevamente para acariciar mi vientre donde una serie de estremecimientos se desencadenaban hasta hacerme vibrar. Gemí tan fuerte como pude al sentir su erección tan condenadamente dura en ese momento, obteniendo una respuesta de mi cuerpo al cerrarse con intensidad en torno a él. Ya no existían limites, ni mentiras que pudieran acallar mis deseos, lo quería a él, solo a él. Incapaz de detenerlo, froté la parte posterior de mi cuerpo contra su pelvis, ejerciendo mayor presión en la longitud que profundamente se sumergía en mi calor interior, sintiendo como a la vez, él estimulaba aquel nudo nervioso con la punta de sus dedos que se ocultaba entre mis muslos abiertos sin remisión, ni piedad.

Lucern deslizo una mano reverentemente por la suave piel de mi vientre, y siguió bajando hacia mi sexo; Un refugio mojado, empapado, erótico y palpitante. Jadee entrecortadamente con tu toque cuando sus dedos se tensaron sobre mi clítoris, moviéndose en sentido de las agujas del reloj, aumentando la velocidad cuando impulsaba su virilidad más hondo en mi interior, violando la cadena de anillos que bordeaban las paredes recónditas de aquella cavidad prohibida y obscena. Introdujo uno de sus dedos en mi vagina, compitiendo con el ritmo prófugo de su sexo en mi zona anal, hasta que añadió otro dedo más que gano profundidad al descubrir lo preparada que estaba para recibirlo completamente. ¡Más! Musite exigiendo, lloriqueando, tal vez implorando, apoyando mis manos sobre la cabecera de la cama de la que tiraba y apretaba cada vez que el dolor punzaba con una onda de placer. Respondiendo a mi petición, Luc empujaba sus dedos en mi interior hasta la empuñadura Mas adentro. Mucho más. Quiero estar llena de ti. Mis controles se evaporaron cuando mi deseo se vio incrementado con una radiante sonrisa por su parte. ¿Qué estaría pensando? ¿Cómo lograba embrujarme?

Mi querido amante mortífero sostuvo mi cadera con la mano izquierda, mientras la derecha me robaba el aliento con aquellos trazados íntimos entre los pliegues de mi sexo que ni el más famoso artista podría lograr. Aferre mis manos al cabezal tallado de madera, cuando un nuevo rubor cubrió mi piel pálida, emitiendo gemidos consecutivos cuando el canal comenzaba a ceder lentamente, introduciendo su miembro un poco más, estremeciéndonos al unísono cuando un empujón final lo llevaba por completo hacia mi interior. En ese preciso momento, supe que de una manera primitiva y elemental, él era mío… Esa forma pausada de aliviar el dolor y enardecerme con la punta de sus dedos mientras mi cuerpo se replegaba ante la invasión de su miembro, solo podía significar una cosa; Él era un libertino, un amante clandestino que podía obtener a cualquier mujer sin necesidad de ocuparse de la satisfacción ajena, pero a mí, en cambio me torturaba, pausaba mis liberaciones, tardaba pacientemente en conseguir la suya, como si… Me retuviera a su lado… Como si… Me quisiera permanentemente con él… Lo cual ya no me molestaba en lo absoluto.

Comenzó a penetrarme suavemente, evitando que el coito en aquella zona fuera demasiado doloroso o incomodo, transformando mis gemidos en suplicas exquisitas con cada arremetida, despojándome de cualquier brizna de control ante el placer, desencadenando una nueva liberación cuando mi espalda se arqueó hacia su cuerpo y mi ano apretó su miembro con un agarre desesperado, implorando por su simiente, forzando a mi zona vaginal a palpitar en torno a sus dedos. Lucern se tenso ante la promesa del éxtasis que tentaba a su pene, girándome bruscamente para que mi espalda quedara plegada sobre la cama para que él se enfundara nuevamente entre mis piernas separadas para y por él. Quiero sentir cada centímetro de ti… Extendí mis brazos para que él acudiera a mi llamado, dejándose caer sobre mí como un imán atraído a su eje, bombeando entre mis pliegues para encontrar su liberación mientras yo me recuperaba de la mía, asaltando mis labios con los suyos, alucinando con cada posesivo envite, cada arañazo que dibujaba en su espalda… Lo rodee con mis piernas, aferrándome a sus caderas entre tanto lo atraía más profundamente hacia el interior de mi vagina, sintiendo como después de unos minutos, una extensa bola de fuego estallaba en un lugar recóndito de mi vientre con una fuerza tal, que me hizo gritar en su boca, liberándome una vez más cuando él finalmente se vertía en mi interior, inundándome con su pasión, con su simiente. Despertando algo que… Se parecía sospechosamente al amor.  
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