AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Vampires Will Never Hurt You {Jerarld Délvheen}
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Vampires Will Never Hurt You {Jerarld Délvheen}
Recuerdo del primer mensaje :
Cualquiera pensaría que alguien de mi edad no se interesaría por algo tan nimio como son las obras de teatro, por ver a humanos —en este caso en particular, vampiros— interpretando papeles, llevando a escenas situaciones, pero se confundirían por completo. En el tiempo en el que estuviera en ese lugar, seguramente un par de horas aproximadamente, podría disfrutar de ello y así lo haría. Theatre des Vampires lo llamaba y ciertamente era distinto a todos los teatros de la ciudad. Si uno tenía la mente lo suficientemente abierta podría darse cuenta de que el mismo edificio tenía un aura oscura, tenebrosa, tétricamente perfecta que era solo la fachada del verdadero espectáculo que se desarrollaría en su interior.
Y yo estaba deseando ver la función de aquella noche.
El cabello rubio se encontraba recogido con sobriedad sobre mi cabeza, mi cuerpo era delicadamente abrazado, acariciado, por un vestido de terciopelo negro ribeteado de rojo que se movía con elegancia a mí alrededor, ciñéndome las caderas y cayendo con un suave vuelo hasta mis pies, mientras que la capa negra cubría mis hombros. El coche me había dejado en la puerta y tenía orden de no volver a aparecer hasta pasada la medianoche. Nunca se sabía el tiempo que podía pasar una dentro de un lugar como aquel, donde había más de uno y de dos de mis congéneres.
Mezclada con la marea de humanos me adentré en aquel lugar con esa ambientación que no pudo por menos que provocar que mis labios se curvaran en una lenta sonrisa: candelabros, terciopelo, velas, el olor a incienso y si uno se fijaba más, si uno realmente iba más allá, el olor a sangre, a muerte, a deliciosa perversión, lujuria, pecado. Pecado, tan dulce, tan deliciosamente dulce como había escuchado que era el cacao y a la vez tan oscuro como el mismo. El problema, para otros ya que para mí me importaba bien poco, es que nunca había creído en la existencia de un código moral, no al menos un código moral basado en los preceptos del cristianismo.
Mi mano enguantada se posó con suavidad en uno de los respaldos de los asientos que estaban en la primera planta. Tenía mi palco privado, estaba segura de que prácticamente todos los vampiros de París, o al menos los más asiduos a este tipo de espectáculo, teníamos uno. Dudé sin saber si subir hacia aquel lugar o por una noche permanecer entre los humanos que comenzaban a llenar la sala. Intenté que no se me mostrara en el rostro un pequeño deje de desagradado cuando sentí demasiado cerca la respiración de un hombre robusto que olía claramente a alcohol, lo suficiente como para no reconocer el peligro corría en ese momento. No estaba en mi territorio por lo que me alejé con paso suave en dirección de las escaleras que daban al piso superior sabiendo que no tendría problemas en traspasarlas si así lo deseaba.
El gentío, la muchedumbre, las voces, los aromas, todo ello llegaba en oleadas hasta entumecerme los sentidos. Respiré hondo, dejando que el aire plagado de esas fragancias tan especiales inundaran por completo mi sentido del olfato. La mezcla de sus esencias era como la de distintos vinos de mejor o peor cosecha, más nuevos, más viejos, con un toque afrutado, con un toque ligeramente picante, según la persona, según el recipiente en el que estuvieran. Cerré los ojos por un momento deleitándome con ellas, como quien se adentra en una buena bodega y deja que los efluvios del vino se deslicen rodeándola. Así estaba yo, emborrachada con el olor, permitiéndome un pequeño momento de debilidad sabiendo que allí podía y controlando la intensa necesidad de dejar que los colmillos se extendieran y buscaran la garganta más cercana para clavarse en ella.
No era una jovenzuela para dejarme llevar por esos instintos, no al menos cuando me encontraba en un territorio que se podría considerar como “neutral” y “seguro” para aquellas criaturas tan indefensas.
Si supieran lo que se escondía entre las sombras seguramente pensarían de otra manera completamente diferente.
Y yo estaba deseando ver la función de aquella noche.
El cabello rubio se encontraba recogido con sobriedad sobre mi cabeza, mi cuerpo era delicadamente abrazado, acariciado, por un vestido de terciopelo negro ribeteado de rojo que se movía con elegancia a mí alrededor, ciñéndome las caderas y cayendo con un suave vuelo hasta mis pies, mientras que la capa negra cubría mis hombros. El coche me había dejado en la puerta y tenía orden de no volver a aparecer hasta pasada la medianoche. Nunca se sabía el tiempo que podía pasar una dentro de un lugar como aquel, donde había más de uno y de dos de mis congéneres.
Mezclada con la marea de humanos me adentré en aquel lugar con esa ambientación que no pudo por menos que provocar que mis labios se curvaran en una lenta sonrisa: candelabros, terciopelo, velas, el olor a incienso y si uno se fijaba más, si uno realmente iba más allá, el olor a sangre, a muerte, a deliciosa perversión, lujuria, pecado. Pecado, tan dulce, tan deliciosamente dulce como había escuchado que era el cacao y a la vez tan oscuro como el mismo. El problema, para otros ya que para mí me importaba bien poco, es que nunca había creído en la existencia de un código moral, no al menos un código moral basado en los preceptos del cristianismo.
Mi mano enguantada se posó con suavidad en uno de los respaldos de los asientos que estaban en la primera planta. Tenía mi palco privado, estaba segura de que prácticamente todos los vampiros de París, o al menos los más asiduos a este tipo de espectáculo, teníamos uno. Dudé sin saber si subir hacia aquel lugar o por una noche permanecer entre los humanos que comenzaban a llenar la sala. Intenté que no se me mostrara en el rostro un pequeño deje de desagradado cuando sentí demasiado cerca la respiración de un hombre robusto que olía claramente a alcohol, lo suficiente como para no reconocer el peligro corría en ese momento. No estaba en mi territorio por lo que me alejé con paso suave en dirección de las escaleras que daban al piso superior sabiendo que no tendría problemas en traspasarlas si así lo deseaba.
El gentío, la muchedumbre, las voces, los aromas, todo ello llegaba en oleadas hasta entumecerme los sentidos. Respiré hondo, dejando que el aire plagado de esas fragancias tan especiales inundaran por completo mi sentido del olfato. La mezcla de sus esencias era como la de distintos vinos de mejor o peor cosecha, más nuevos, más viejos, con un toque afrutado, con un toque ligeramente picante, según la persona, según el recipiente en el que estuvieran. Cerré los ojos por un momento deleitándome con ellas, como quien se adentra en una buena bodega y deja que los efluvios del vino se deslicen rodeándola. Así estaba yo, emborrachada con el olor, permitiéndome un pequeño momento de debilidad sabiendo que allí podía y controlando la intensa necesidad de dejar que los colmillos se extendieran y buscaran la garganta más cercana para clavarse en ella.
No era una jovenzuela para dejarme llevar por esos instintos, no al menos cuando me encontraba en un territorio que se podría considerar como “neutral” y “seguro” para aquellas criaturas tan indefensas.
Si supieran lo que se escondía entre las sombras seguramente pensarían de otra manera completamente diferente.
Nypheria- Vampiro Clase Alta
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Re: Vampires Will Never Hurt You {Jerarld Délvheen}
París guardaba entre sus muros muchas historias y muchas posibilidades, es por eso que me gustaba la ciudad. Era tan grande, tan cosmopolita que uno podía estar varios años sin aburrirse. Allí donde nos dirigíamos no era una parada habitual, pero sí que iba de vez en cuando por el placer simple de hacerlo, por el deseo de deslizarme entre congéneres, por saciar las ansias de conocimiento y de sangre. También tenía que reconocer que muchas veces me resultaba tremendamente desagradable por el tipo de vampiros que se podían congregar en su interior, por esas formas soeces de comportarse y porque tenían el sentido del gusto perdido desde hacía tiempo. Aunque, por supuesto, todo dependía del cristal con el que se mirara.
Miré a Jer por un momento antes de cruzar la entrada que daba al interior, allí donde comenzaba aquel laberinto. Estábamos en las catacumbas de París, miles de entradas, miles de salidas, miles de habitaciones, miles de posibilidades. Por donde habíamos llegado hasta allí era una entrada cualquiera, un punto por donde solía colarme cuando necesitaba aquello. Sabía que había medidas de seguridad y que el gorila de la entrada no era uno de ellos. Allí estábamos seguros, todo lo seguros que podíamos estar dentro de un lugar como aquel.
— Vamos, no va a pasarte nada.
A mí alrededor la sala se abría en un círculo perfecto donde había sofás y la iluminación la proporcionaban velas sujetas en candelabros. Las piedras estaban desnudas, pudiéndose ver diferentes nichos donde en la antigüedad habría huesos y donde aún se podían ver algunas calaveras. No había nadie allí, estaba completamente vacío, por lo que arqueé una ceja para mirar a Jer esperando que entrara antes de moverme con delicadeza al siguiente pasillo que sabía por experiencia que daría a un cruce de caminos.
¿Hacia dónde ir? ¿Hacia el norte? ¿Hacia el sur? Miré por un momento mientras mis pasos se movían por inercia, por un impulso y un capricho hacia el Este. Daba lo mismo en realidad por dónde nos moviéramos, al final terminaríamos llegando a alguna de las salas que en realidad me interesaban. Los pies de ambos sonaban huecos sobre la fría piedra mientras finalmente alzaba mis manos para retirar la capucha que cubría mis cabellos rubios, casi blanquecinos, que parecían brillar con luz propia mientras nos movíamos entre las sombras. A nuestros oídos llegó el primero de los gemidos, el primero de los gritos, el primero de los susurros. Una media sonrisa apareció entonces en mis labios mientras simplemente seguía dirigiéndonos hacia una de las numerosas salas.
— Espero que sea de tu agrado.
Me moví entonces hacia un lado, cuando llegamos hasta el arco que separaba el pasillo del interior de la sala donde se podía ver ahora sí a varios de los nuestros junto con humanos que se encontraban desperdigados por la saca. La escena no era muy diferente a la de muchos otros lugares dedicados a gente como nosotros. En ese momento una muchacha rubia, apenas cubierta por una semitransparente pieza de ropa ofrecía su cuello a un vampiro que se encontraba sentado en uno de los sofás. No era bueno empujar a Jer de golpe en toda la magnitud del lugar en el que nos encontrábamos, al menos no por el momento. Una escena similar se repetía, pero a la inversa, en otro de los sofás y más allá, a través de otros dos pasillos que se alejaban en otras dos direcciones diferentes se escuchaban gemidos y gritos. Porque sí, también había gritos y no todos de placer.
Miré a Jer por un momento antes de cruzar la entrada que daba al interior, allí donde comenzaba aquel laberinto. Estábamos en las catacumbas de París, miles de entradas, miles de salidas, miles de habitaciones, miles de posibilidades. Por donde habíamos llegado hasta allí era una entrada cualquiera, un punto por donde solía colarme cuando necesitaba aquello. Sabía que había medidas de seguridad y que el gorila de la entrada no era uno de ellos. Allí estábamos seguros, todo lo seguros que podíamos estar dentro de un lugar como aquel.
— Vamos, no va a pasarte nada.
A mí alrededor la sala se abría en un círculo perfecto donde había sofás y la iluminación la proporcionaban velas sujetas en candelabros. Las piedras estaban desnudas, pudiéndose ver diferentes nichos donde en la antigüedad habría huesos y donde aún se podían ver algunas calaveras. No había nadie allí, estaba completamente vacío, por lo que arqueé una ceja para mirar a Jer esperando que entrara antes de moverme con delicadeza al siguiente pasillo que sabía por experiencia que daría a un cruce de caminos.
¿Hacia dónde ir? ¿Hacia el norte? ¿Hacia el sur? Miré por un momento mientras mis pasos se movían por inercia, por un impulso y un capricho hacia el Este. Daba lo mismo en realidad por dónde nos moviéramos, al final terminaríamos llegando a alguna de las salas que en realidad me interesaban. Los pies de ambos sonaban huecos sobre la fría piedra mientras finalmente alzaba mis manos para retirar la capucha que cubría mis cabellos rubios, casi blanquecinos, que parecían brillar con luz propia mientras nos movíamos entre las sombras. A nuestros oídos llegó el primero de los gemidos, el primero de los gritos, el primero de los susurros. Una media sonrisa apareció entonces en mis labios mientras simplemente seguía dirigiéndonos hacia una de las numerosas salas.
— Espero que sea de tu agrado.
Me moví entonces hacia un lado, cuando llegamos hasta el arco que separaba el pasillo del interior de la sala donde se podía ver ahora sí a varios de los nuestros junto con humanos que se encontraban desperdigados por la saca. La escena no era muy diferente a la de muchos otros lugares dedicados a gente como nosotros. En ese momento una muchacha rubia, apenas cubierta por una semitransparente pieza de ropa ofrecía su cuello a un vampiro que se encontraba sentado en uno de los sofás. No era bueno empujar a Jer de golpe en toda la magnitud del lugar en el que nos encontrábamos, al menos no por el momento. Una escena similar se repetía, pero a la inversa, en otro de los sofás y más allá, a través de otros dos pasillos que se alejaban en otras dos direcciones diferentes se escuchaban gemidos y gritos. Porque sí, también había gritos y no todos de placer.
Nypheria- Vampiro Clase Alta
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Re: Vampires Will Never Hurt You {Jerarld Délvheen}
El ruido de la piedra bajo nuestros pasos era lo único que parecía sonar cuando nos adentramos, hasta que las luces dejaron apreciar los detalles de las paredes y los relieves. El silencio acabo dando paso a los susurros, no estábamos solos.
Me adentre en aquel túnel y contemplé con calma las extrañas celdas o “habitaciones” que parecían haber.
Qué clase de lugar era este?
Aquello me recordaba a los pasajes subterráneos que había visto en otros países, claro que los que yo había visitado estaban hechos con fines diferentes…Sobre todo como vía de escape o como una especie de guarida provisional, pero este lugar…Era extraño y distinto. Pues en todos estos años aun no había visto ningún lugar como aquel, en que parecía que todo olía a fluidos, los aromas se mesclaban confundiéndose unos con otros de forma tentadora y alarmante a la vez.
Nyph se acerco a aquel pasillo interior en el que bebían de una chica.
Me acerque a ella y contemplé al principio sin entenderlo. Después aprecie como aquellos humanos parecían entregados a sus señores dejando que bebiesen de ellos, permitiendo que les arrebatasen su esencia sin tenerlo en cuenta.
Sabía que muchos humanos se dejaban hacer cualquier cosa, incluso considerándonos como si fuésemos dioses, como si nosotros fuésemos caritativos permitiéndoles robarles su sangre. Como si fuese un honor que nosotros les permitiésemos usarles como nuestros pequeños títeres…
Pero también sabía que ellos podían estar bajo nuestro influjo, quizás temerosos, quizás deseando irse, sintiendo como su voluntad se doblegaba sin que pudiesen hacer nada por evitarlo.
De pronto mezclándose con los gemidos y los susurros sonó un largo grito desde la lejanía.
Me gire frunciendo el ceño, intentando averiguar de dónde venía aquel grito que me puso los pelos de punta sin poder identificar del todo su procedencia.
Me gire un poco hacia Nyph, le contemplé de reojo, sin quitarme la capucha. No quería que viese mi rostro aun, sabía que yo era demasiado transparente para ella. Aunque suponía que ya se empezaba a hacerse una idea, quizás por ese mismo motivo estábamos ahora allí.
Seria esto una de sus “pruebas”?
Ella sabía que yo respetaba la vida humana, y solo luchaba contra ella cuando era mi vida la que corría peligro, pero entonces, se trataba esto de una broma cruel?
Fuese una broma o no, algo me empujaba a querer ver más. Aquel lugar era enorme, y yo sabía que allí habrían muchas cosas que quizás ni siquiera sospechaba.
Quizás Nyph venía a este lugar buscando algo en particular.
Después de todo, ella podría torturar a todos los humanos que quisiese desde la mas cómoda intimidad de su hogar…Seguramente tenía alguna mazmorra o calabozos y armas de tortura…La próxima vez que fuese a su casa pensaba ser intruso y tomarme las confianzas que no debía para espiar un poco.
Me gire y le sonreí falsamente. La situación empezaba a ser macabra y aquello me ponía nervioso, como consecuencia, yo reía.
-Qué lugar tan acogedor!...Dije con sarcasmo mientras me quitaba la capucha y caminaba hacia las sombras de uno de los pasillos, intentando ver que habría al fondo a lo lejos de aquella estancia de piedra. Dándole la espalda a Nyph.
Comencé a sentirme intrigado, que quería de mi precisamente? Respire el aire frio intentando no escuchar los gemidos y los gritos que se mesclaban escuchándose en la lejanía. Intente relajarme. Aun sin mirarle. Se suponía que habíamos venido a “cenar” pero algo me decía que no íbamos a beber nada de momento.
-Por que me has traído hasta aquí? …
Sabía que en aquellos pasadizos habría cualquier cosa, que era lo que a Nyph le podría gustar tanto de un lugar como aquel? Fuese lo que fuese, posiblemente lo iba a ver y no sabía si quería que mi mentora siguiese con esta lección…
Me adentre en aquel túnel y contemplé con calma las extrañas celdas o “habitaciones” que parecían haber.
Qué clase de lugar era este?
Aquello me recordaba a los pasajes subterráneos que había visto en otros países, claro que los que yo había visitado estaban hechos con fines diferentes…Sobre todo como vía de escape o como una especie de guarida provisional, pero este lugar…Era extraño y distinto. Pues en todos estos años aun no había visto ningún lugar como aquel, en que parecía que todo olía a fluidos, los aromas se mesclaban confundiéndose unos con otros de forma tentadora y alarmante a la vez.
Nyph se acerco a aquel pasillo interior en el que bebían de una chica.
Me acerque a ella y contemplé al principio sin entenderlo. Después aprecie como aquellos humanos parecían entregados a sus señores dejando que bebiesen de ellos, permitiendo que les arrebatasen su esencia sin tenerlo en cuenta.
Sabía que muchos humanos se dejaban hacer cualquier cosa, incluso considerándonos como si fuésemos dioses, como si nosotros fuésemos caritativos permitiéndoles robarles su sangre. Como si fuese un honor que nosotros les permitiésemos usarles como nuestros pequeños títeres…
Pero también sabía que ellos podían estar bajo nuestro influjo, quizás temerosos, quizás deseando irse, sintiendo como su voluntad se doblegaba sin que pudiesen hacer nada por evitarlo.
De pronto mezclándose con los gemidos y los susurros sonó un largo grito desde la lejanía.
Me gire frunciendo el ceño, intentando averiguar de dónde venía aquel grito que me puso los pelos de punta sin poder identificar del todo su procedencia.
Me gire un poco hacia Nyph, le contemplé de reojo, sin quitarme la capucha. No quería que viese mi rostro aun, sabía que yo era demasiado transparente para ella. Aunque suponía que ya se empezaba a hacerse una idea, quizás por ese mismo motivo estábamos ahora allí.
Seria esto una de sus “pruebas”?
Ella sabía que yo respetaba la vida humana, y solo luchaba contra ella cuando era mi vida la que corría peligro, pero entonces, se trataba esto de una broma cruel?
Fuese una broma o no, algo me empujaba a querer ver más. Aquel lugar era enorme, y yo sabía que allí habrían muchas cosas que quizás ni siquiera sospechaba.
Quizás Nyph venía a este lugar buscando algo en particular.
Después de todo, ella podría torturar a todos los humanos que quisiese desde la mas cómoda intimidad de su hogar…Seguramente tenía alguna mazmorra o calabozos y armas de tortura…La próxima vez que fuese a su casa pensaba ser intruso y tomarme las confianzas que no debía para espiar un poco.
Me gire y le sonreí falsamente. La situación empezaba a ser macabra y aquello me ponía nervioso, como consecuencia, yo reía.
-Qué lugar tan acogedor!...Dije con sarcasmo mientras me quitaba la capucha y caminaba hacia las sombras de uno de los pasillos, intentando ver que habría al fondo a lo lejos de aquella estancia de piedra. Dándole la espalda a Nyph.
Comencé a sentirme intrigado, que quería de mi precisamente? Respire el aire frio intentando no escuchar los gemidos y los gritos que se mesclaban escuchándose en la lejanía. Intente relajarme. Aun sin mirarle. Se suponía que habíamos venido a “cenar” pero algo me decía que no íbamos a beber nada de momento.
-Por que me has traído hasta aquí? …
Sabía que en aquellos pasadizos habría cualquier cosa, que era lo que a Nyph le podría gustar tanto de un lugar como aquel? Fuese lo que fuese, posiblemente lo iba a ver y no sabía si quería que mi mentora siguiese con esta lección…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Vampires Will Never Hurt You {Jerarld Délvheen}
Estaba perturbado y podía notarlo incluso aunque él evitara por todos los medios mostrarme el rostro. Podía notar la tensión de su espalda, incluso en sus movimientos. Su incertidumbre llegaba hasta mí en pequeñas oleadas que era, ni más ni menos, lo que me esperaba. La humanidad estaba tan arraigada todavía en el fondo del alma de Jer que era, simplemente imposible, que no fuera de esa manera. En cierta manera le había llevado allí para cenar, pero lo cierto es que también me vendría bien para recalcar lo que habíamos estado hablando un poco más pronto en el teatro. Era una especie de empujón, aunque la verdad es que tampoco estaba siendo del todo sutil.
El olor de la sangre y del sexo se extendían entremezcladas por el lugar junto a los propios olores de vampiros y humanos. Era un delicioso aroma que además estaba aderezado en ocasiones por el miedo. Tomé aire aunque no lo necesitara simplemente por ese pequeño capricho mientras me movía con suavidad por el lugar, dejando de lado a los que se encontraban en su interior, y centrando mi atención por completo en el vampiro con el que había llegado hasta ese lugar. Di unos pasos hacia delante hasta detenerme delante de él cuando se giró quitándose la capucha mirándole directamente a los ojos mientras buceaba por un momento en sus ojos, pudiendo notar más claramente las sensaciones que había captado simplemente con ver su postura y sus gestos.
— Venimos a cenar, Jer, no estaba de muy buen humor para ir a cazar y en cierta manera este lugar está precisamente para esto.
Y para observar, por supuesto. Le hice un pequeño gesto para que me siguiera para seguir caminando por los pasillos y las salas donde habría más de los nuestros y más humanos dispuestos a satisfacer todos y cada uno de nuestros deseos. Sí, nuestros deseos, porque aunque por mi edad había aprendido a mantener más o menos los impulsos a raya, era cierto que con el olor a la sangre el depredador que había en mi interior comenzaba a desperezarse y ronronear anticipándose a lo que estaba por llegar.
— ¿Nunca habías estado en un lugar como este antes?
No, no lo había estado y yo lo sabía. Aun así Jer estaba demasiado silencioso y eso no era demasiado propio de él. Avanzamos sin más, por lugares muy similares a donde habíamos estado. Era un enorme laberinto de pasadizos que tocaba una parte mínima de las catacumbas de París. Finalmente llegamos a uno de los nudos centrales donde en una estancia circulas y mucho más grande que las anteriores nos encontramos con diversos sofás y mesas bajas, como si de un bar se tratara, mientras que hombres y mujeres, vampiros de ambos sexos y humanos, se encontraban en el lugar. En el techo, sobre algunas de las mesas, colgaban cadenas con pinchos donde sabía por experiencia que en ocasiones se colgaban a aquellos humanos que habían hecho algo contra alguno de los nuestros como si fueran ofrendas para los nuestros y realmente así era. Por el momento no había nadie allí, Jer en ese aspecto había tenido suerte… al menos en este inicio.
Me dirigí hacia una de las mesas más apartadas en uno de los rincones que estaban peor iluminados, saludando con un gesto de cabeza a varios vampiros, especialmente a uno de ellos, moreno, atractivo y terriblemente carismático al que conocía de un poco más que al resto porque Anuar había sido un contacto en París desde hacía siglos. Era uno de los vampiros más antiguos que había en aquel lugar aunque unos siglos más joven que yo misma.
— ¿Ves algo que te guste? Parece ser que hoy es una noche tranquila.
El olor de la sangre y del sexo se extendían entremezcladas por el lugar junto a los propios olores de vampiros y humanos. Era un delicioso aroma que además estaba aderezado en ocasiones por el miedo. Tomé aire aunque no lo necesitara simplemente por ese pequeño capricho mientras me movía con suavidad por el lugar, dejando de lado a los que se encontraban en su interior, y centrando mi atención por completo en el vampiro con el que había llegado hasta ese lugar. Di unos pasos hacia delante hasta detenerme delante de él cuando se giró quitándose la capucha mirándole directamente a los ojos mientras buceaba por un momento en sus ojos, pudiendo notar más claramente las sensaciones que había captado simplemente con ver su postura y sus gestos.
— Venimos a cenar, Jer, no estaba de muy buen humor para ir a cazar y en cierta manera este lugar está precisamente para esto.
Y para observar, por supuesto. Le hice un pequeño gesto para que me siguiera para seguir caminando por los pasillos y las salas donde habría más de los nuestros y más humanos dispuestos a satisfacer todos y cada uno de nuestros deseos. Sí, nuestros deseos, porque aunque por mi edad había aprendido a mantener más o menos los impulsos a raya, era cierto que con el olor a la sangre el depredador que había en mi interior comenzaba a desperezarse y ronronear anticipándose a lo que estaba por llegar.
— ¿Nunca habías estado en un lugar como este antes?
No, no lo había estado y yo lo sabía. Aun así Jer estaba demasiado silencioso y eso no era demasiado propio de él. Avanzamos sin más, por lugares muy similares a donde habíamos estado. Era un enorme laberinto de pasadizos que tocaba una parte mínima de las catacumbas de París. Finalmente llegamos a uno de los nudos centrales donde en una estancia circulas y mucho más grande que las anteriores nos encontramos con diversos sofás y mesas bajas, como si de un bar se tratara, mientras que hombres y mujeres, vampiros de ambos sexos y humanos, se encontraban en el lugar. En el techo, sobre algunas de las mesas, colgaban cadenas con pinchos donde sabía por experiencia que en ocasiones se colgaban a aquellos humanos que habían hecho algo contra alguno de los nuestros como si fueran ofrendas para los nuestros y realmente así era. Por el momento no había nadie allí, Jer en ese aspecto había tenido suerte… al menos en este inicio.
Me dirigí hacia una de las mesas más apartadas en uno de los rincones que estaban peor iluminados, saludando con un gesto de cabeza a varios vampiros, especialmente a uno de ellos, moreno, atractivo y terriblemente carismático al que conocía de un poco más que al resto porque Anuar había sido un contacto en París desde hacía siglos. Era uno de los vampiros más antiguos que había en aquel lugar aunque unos siglos más joven que yo misma.
— ¿Ves algo que te guste? Parece ser que hoy es una noche tranquila.
Nypheria- Vampiro Clase Alta
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