Entre aromas de jazmín y rosas [Privado, Katrina]

por **Catalina de Castilla** Vie Sep 02, 2011 10:05 am

Catalina se encontraba bien, ya no le hacía tanto daño el mal trago que le había causado la muerte de su madre. Todavía le quedaba su padre, el Rey de España, y una meta que cumplir: Encontrarle a él y presentarse como su hija. No sabía cómo se lo tomaría, si la creería o no, si la aceptaría o la rechazaría como a una mentirosa. Suspiró, tranquila y serena, pensando en viajar a España para conseguir verle. Preparó una gran bolsa de tela con toda su ropa y posesiones más preciadas y se la echó al hombro. Dio una última mirada nostálgica a su casa, donde había estado viviendo con su madre. Cogió aire al salir de la puerta y la cerró tras ella.

Una gran sonrisa asomó al rostro de la joven cuando salió a la calle, aunque extrañaba a su madre, se moría de ganas por viajar por Francia y España para conocer por fin a su padre, lo que soñaba de niña. Decidió ir por París caminando, visitando todos los rincones bonitos de la ciudad, avanzando lentamente hacia el sur de la ciudad. Paró en una taberna para beberse una cerveza. Qué hacía allí, le preguntaron, cómo una joven dama visitaba las tabernas y bebía cerveza. Catalina se limitó a sonreír y beberse el vaso disfrutando del sabor de la bebida. Haberse criado con una madre tabernera le había dado unas costumbres poco propias de una muchacha de su edad.

Al mediodía, llegó a los jardines botánicos. Ya había estado allí una vez, cuando tenía tan sólo diez años… Se recordó a sí misma recorriendo todos los rincones del jardín corriendo, con su madre detrás, las dos entre flores… La muchacha volvió a la tierra y se limitó a pasear por las calles del jardín, mirando alrededor, siendo testigo de los bellos colores y los dulces aromas de las flores, escuchando risas infantiles y conversaciones de enamorados… Suspiró, los jardines eran realmente bonitos. Se sentó en un banco a la sombra de un árbol y se quedó dormida por la cantidad de aromas que desprendía el jardín.

por **Triana** Vie Sep 02, 2011 1:31 pm

Katrina había dormido plácidamente por una sola vez en su vida.
Y por ello los mayordomos la habían dejado de nuevo salir a la ciudad sola, pues era como hacía cada mediodía, cuando una vez la niña ya aprendió los caminos sola aunque a veces llegaba a la casa acompañada pues no sabía como volver a ella ella sola, pero bien sabe como decirle a un adulto como regresar.
La ama de llaves de la casa de su papá le había regalado entonces una piruleta de azucar mezclado con jugo de fresa. Se veía toda roja y olía deliciosamente bien. Katrina quería enseñársela a alguien antes de darle un bocado pues era algo lindo que no quería que se le estropease.
Llegó, sin saber ciertamente como hacia unos hermosos jardines. Ella, boquiabierta observaba todo aquel paraje tan bonito lleno de flores olorosas y lindas. Cuando bajo su sombrero asomaron unas avispas dejándola completamente vizca por un segundo.
La niña corría y corría topándose con setos altoa que la hacían enderezarse por aquel camino, haciendo que su sombrero se cayese al suelo tras sus pasos.
Una vez salida del camino se chocó con una señora que descansaba en el camino y para cuando la despertó sin querer, miró la piruleta y tan solo le quedaba el palo.
Katrina sintió ganas de llorar, pues era algo lindo que quería enseñarle a todos y ya no podía disfrutarla porque yacía en el suelo.

por **Catalina de Castilla** Vie Sep 02, 2011 4:32 pm

La muchacha yacía en el banco dormida, soñando con su pasado, cuando era una niña viajando en tren... Cuando no entendía a qué venían tantos viajes, cuando era una dulce e inocente niña. Sonrió en sueños, ya que soñó una cosa alegre desde hacía días que soñaba con la muerte. Quizás fueron los alegres colores de las flores, o quizás descansar bajo un árbol cuando había caminado al sol bastante tiempo... Pero de repente, sintió como algo chocaba con fuerza contra ella, frunció el ceño y entreabrió los ojos. Vio una pequeña silueta, una niña quizás. Catalina se sentó bien y abrió finalmente los ojos.

Esta vez pudo ver a una pequeña niña con el cabello rubio y los ojos llorosos, no sabía muy bien por qué. Miraba al suelo, y Catalina la imitó. Pequeños pedazos de color rojo brillante resplandecían bajo la niña, que sostenía un palo. Seguro que sería una piruleta que se le acababa de caer.
Catalina la miró comprensiva e intentó sonreír para consolarla. Se incorporó y le habló.

- Hola bonita -dijo- ¿Qué te pasa?

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