Curioseando [James + Leotie]

Me despedí del lobezno con un abrazo que sólo nosotros comprendíamos el significado. Él era lo único bueno que poseía en aquellas tierras, lejos de mi hogar y mi gente, escondida siempre de los rostros pálidos por temor a que volvieran a apresarme y me vendieran como esclava a otra familia cuya única riqueza era la monetaria.

El animal se alejaba apresuradamente, en busca de un cobijo para una tarde que se presentaba tormentosa. Me alcé del césped en el que había estado reposando durante horas junto a mi amigo y miré el cielo oscurecido, olisqueando el aroma de lluvia que pronto conquistaría París y sus alrededores. Caminé descalza por aquellas sendas regresando al árbol que se había convertido en mi única vivienda disponible. Dormía en su interior gracias a una magnificencia y una pequeña apertura simulaba ser mi puerta. En su interior a penas cabía yo misma, pero era suficiente para dormir. El resto de la vida cotidiana la hacía fuera, disponiendo de todo aquél bosque sólo para mí. Me bañaba en su lago, corría por sus caminos, jugaba con sus animales, comía los frutos de los árboles... Era lo más parecido a mi vida en Canadá, junto a mi tribu. Aquella a la que tanto extrañaba.

Hacía a penas unas semanas que había escapado de los Cross y que por ende, vivía sola en el bosque. No había examinado todo aquello que me rodeaba y por ello desconocía de pequeños rincones del bosque o, como ese caso, tan peligrosamente cercanos a la población civilizada. Allá a lo lejos, vislumbré una extraña figura que, movida por la curiosidad, me llevó a acercarme a ella, observando algo así como una casa, pero no era como aquella en la que había vivido durante dos largos años con los Cross. Ésa parecía más humilde y abandonada. Me adentré a ella con cautela y por primera vez, refunfuñé el no llevar conmigo el arco y las flechas, pues no sabía qué podría encontrarme en su interior... Pero estaba vacío. Era una pequeña vivienda realmente abandonada. No obstante, no me marché de allí pese a cerciorarme de la ausencia de vida humana en su interior. Había algunos muebles, polvo, olor a humedad, algunas arañas, el sonido de la madera bajo mis pies ensuciados de barro y unas cuantas ventanas cuya imagen reflejaba la tormenta que empezaba a descargar con ira en aquél paraje desconocido. Me acerqué a la puerta abierta y una brisa gélida sacudió mi piel haciendo castañear mis dientes y estremecerme de frío. En esas circunstancias, era mejor quedarme en aquél lugar a la espera de que la tempestad amainase. Me senté en una de las gradas de la vivienda cuyas escaleras subían a un segundo piso, y abrecé mis rodillas, tarareando una canción de mi pueblo que solía cantarse en los días lluviosos como aquél.

Después de caminar por todo París, finalmente llego la hora, Ir a rondar por las zonas alejadas en busca de alguna amenaza para la población parisina.
Ese lugar me ponía los pelos de punta, ya que siempre era el último lugar al que iba, y lógicamente mi única acompañante era la noche. Pero aun así me sentía seguro, ya que iba lo suficientemente armado como para una noche de guerra. Empecé a caminar por la espesura de bosque que cubría ese lugar, el fango me cubría hasta los tobillos, pude ver que se avecinaba una fuerte tormenta, el cielo relampagueaba y no se veía ni una sola estrella en el oscuro cielo. -“Perfecto”- Gruñí, ya me había alejado mucho de la ciudad, estaba en medio de la nada, no me podía quedar allí de pie esperando a que la lluvia me empapara. Camine, camine y camine…. No había caso, no hay nada aquí, me senté bajo un enorme árbol de flores violeta.
De repente entre la oscuridad que envolvía el bosque, alcance a ver una pequeña casa, un poco sombría, pero aun así me serviría como refugio para pasar la tormenta. Camine a paso apurado hasta llegar a la puerta, estaba abierta. Entre, habían pisadas marcadas con barro en el suelo de madera, y parecían frescas. Puse mi mano sobre mi arma, explore la primera planta, no había nada. Subí al segundo piso con cautela, de repente vi una figura femenina en un rincón…. Parecía estar temblando. No pertenecía a ninguna raza, era simplemente una humana. Cuando llevas tantos años en esto, aprendes a diferenciar una extraña criatura a un indefenso humano.

-Se encuentra bien mademoiselle?- Guarde mi arma en el bolsillo y tendí mi mano para tratar de ayudarla a levantarse.

La lluvia acechando aquella casa vacía y ahogada en su penumbra, tarareaba una dulce nana que me guiaba hacia el Mundo de los Sueños, quedándome acurrucada sobre mí misma y cerrando los ojos, a punto de dormirme en aquella escalera que se quejaba cada vez que pisabas sus gradas. Y eso fue lo que sucedió cuando alguien caminaba hacia mí con sigilo. Mis sentidos se alarmaron y y alcé la vista hacia enfrente, vislumbrando de figura masculina de un joven de cabellos castaños alborotados, ojos pequeños y claros, nariz respingona, labios finos, alto y corpulento... y pálido. Tan pálido como los hombres que me raptaron de mi tierra. Con aquella mirada inocente que después se tornaba avariciosa y casi demencial. De pronto, él me tendió la mano mientras me hablaba y yo miré su mano unos segundos, recordando mi pasado y llenándome de ira hasta proferir un sonoro gruñido proveniente de mis pulmones antes de dar un brinco hacia atrás, dándole la espalda mientras corría por un pasillo lleno de puertas cerradas y absoluta oscuridad. ¿Dónde estaba la salida? Al final, un muro me indicaba el fin de aquella corta carrera desde las escaleras y ahora, debía girarme a observar al hombre que se acercaba a mí. Mi pulso delataba mi visible nerviosismo y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para salir de allí con vida. No volvería a caer en las redes de los traficantes de esclavos.

Vi el terror que se reflejaba en la cara de la extraña chica, quizá la asuste cuando guarde mi arma en el bolsillo, pero no le haría daño, no tenia porque temer. Ella alertada miro mi mano unos segundos cuando a extendí para ayudarla, al parecer si tenía miedo. Pero de que?

Agilmente se levanto de donde estaba y se echo a correr, estaba descalza, no lo pensé dos veces y la seguí. Quizá se escondía de alguna criatura peligrosa, entonces la podría ayudar. Corrimos por todo el oscuro pasillo, pude ver que ella llego al final de aquel lugar, se dio media vuelta recostada en la pared, su respiración era acelerada me apresure a llegar a donde se encontraba.

-Siento haberla asustado no era mi intención. Se encuentra bien, necesita ayuda? – Pase mi mano sobre el cabello, tratando de peinarlo un poco, esta vez no me acerque mucho. Ella era de tez morena, cabello castaño, labios carnosos, y ojos negros. Que estaría haciendo en aquella casa abandonada en medio del bosque, yo la podría ayudar a salir de allí, claro, siempre y cuando lo aceptara.

Él se acercó de nuevo a mí con el ceño fruncido por una preocupación que no distinguí entre si era o no fingida. En cualquiera caso, debía desconfiar de él y aunque seguía hablando, yo no supe qué hacer o decirle para que se marchara lejos de mí. ¿Qué quería? Estreché mis ojos y mordí mi labio inferior con fuerza hasta hacer brotar algo de sangre de una herida, tiñendo así mis labios de un intenso color carmesí.

- Irte.- balbuceé con voz tiritante pero firme.

A penas sabía chapurrear algo de francés y ni siquiera sabía si él comprendía lo que quería decirle. Sólo deseaba que su presencia se desvaneciera. De reojo, vi que una de las puertas estaba entreabierta y dado que el muchacho seguía mirándome con fijeza, corrí ágilmente hacia aquella recámara y me encerré aunque sin pestillo, usando el peso de mi cuerpo para evitar que él me siguiera. Alcé la vista de mis pies y miré por unos momentos aquél cuadrilátero minúsculo.

Spoiler:

Se trataba de una pequeña habitación a oscuras con fuerte olor a humedad y a cerrado. Sólo disponía de una ventana sellada, dos sillones uno de ellos volcado y una esfera de color azabeche. Las paredes blancas parecían haber sufrido estragos de un ataque de ira y el suelo estaba manchado de sangre. Sangre seca, por lo que adiviné al pasar la yema de mis dedos por aquél macabro charco rubí, olvidando por completo que me había apartado de la puerta y el hombre podría entrar. ¿Y si él era el autor de las atrocidades cometidas en aquella casa? Tragué saliva ruidosamente y volteé mi rostro arrodillado en el suelo hacia aquella puerta.

Lo que ella quería era que me fuera, no lo especifico pero si le entendí, no la podía dejar allí sola, al parecer no entendía y no hablaba muy bien el francés, y así como sobreviviría en París? Pero que idioma entendería ella? Para mi suerte, hace muchos años atrás un amigo me había dado clases "intensivas" de español, ya que varios cazadores que llegaban a París eran extranjeros,así que tenia que comunicarme con ellos de alguna manera. Trataría de hablarle en ese idioma, quizá así ella entendería a lo que me refería. Ella se mordía el labio, vi que broto una pequeña gota de sangre. Luego entro en una habitación, dio un portazo con fuerza y escuche como se recostó contra la pared.

-Señorita, puedo jurarle que no le haré daño" Me puede entender?- Dije tratando de abrir la puerta, estaba recostada allí, me aparte dos pasos, ya que si seguía empujando la puerta, la podría lastimar. No hacia ningún ruido, a que le teme? ahora mas que nunca, estoy seguro de quererla ayudar.

Pensé si seria bueno seguir insistiendo, tal vez solo la asustaría aun mas. No podía quedarse allí por siempre, algún día tendría que salir, y yo estaría allí.

Realmente no sabía si era bueno o malo el no escuchar sonido alguno. Quizás eso significaba que se había ido. O quizás esperaba a que saliera. Era posible que se estuviese preparando para entrar. La duda me carcomía por dentro y lo único que deseaba era desaparecer de allí.

Me acerqué a la ventana y con algo de esfuerzo arranqué un trozo de punzante madera llena de astillas. Sigilosamente caminé por aquél charco de sangre seca y posé mi mano sobre el pomo de la puerta, escuchando cualquier sonido de respiración o movimiento. Nada. Me armé de valor o quizás de necedad y abrí la puerta, asomando primero mi nariz para olisquear el ambiente, descifrando sólo la esencia de humedad de la casa. No obstante, me encontré cara a cara con aquél muchacho. ¿Por qué seguía allí? Alcé la madera contra él y volví a entrecerrar mis ojos y separando mis piernas como símbolo del ataque que podría ejercer contra él.

- Iyiniw kātāw.- le acusé con frialdad mientras le hacía un gesto con la cabeza indicándole que deseaba que se desarmara, pues no me fiaba de él y si escondía algo como yo pensaba, debía descubrirlo.

Me quede en silencio esperando su reacción ante la situación. Lo único que pude llegar a escuchar fue un minúsculo crujido de madera. De repente la puerta se abrió lentamente, ella asomo su nariz, después de eso se abrió completamente y salio, se llevo un gran susto al verme aun allí de pie frente a ella. Me dijo algo en una extraña lengua y me señalo el lugar donde tenia guardada mi arma.

Ahora ya sabia a que se refería, fui sacando muy despacio todas las armas que me acompañaban ese día, y las arroje lo mas lejos que pude.

-No tengo nada mas- dije levantando las manos, sabia que era un intento inútil de que me entendiera, pero.... ya que. Y si, tenia razón, era a las armas a las que le temía, pero y ahora que? que tendría que hacer para poder comunicarme con ella, ya que lógicamente yo no hablaba lo que ella entendía.

Seguí sus gestos con desconfianza, tomando sus extraños objetos entre las manos para olisquearlas, sin saber muy bien para qué servía. Tomé una de esas con un extraño botón que, sin darme cuenta, pulsé, disparándose y clavándose algo alargado y del tamaño de un puño en las profundidades del muro que se hallaba tras el joven. Hice una mueca y lancé aquella peligrosa arma lejos de mí. Aún así, sentía que algo me ocultaba. Di unos pasos hacia él y solté la madera para estar en igualdad de condiciones. Estaba muy cerca de su rostro, pero él era más alto que yo por lo que tuve que ponerme de puntillas para olisquear su cuello mientras mis manos escrutaban su pecho y su torso, cerciorándome de que nada más ocultaba. Fruncí mi nariz y bajé mis manos hacia sus piernas, deteniéndome de pronto cuando toqué algo que no quise tocar. Di un brinco sobresaltada y bajé la mirada con timidez.

- Lo siento.- murmuré, aludiendo a lo último que había acontecido entre nosotros.

Moví mi mano derecha haca un molesto mechón de pelo que ocultaba parte de mi rostro, poniéndolo tras mi oreja.

- ¿Tú saber de eso?- señalé, indicándole con mi dedo índice la habitación de la que había salido y cuya mancha de sangre relucía gracias a la luz que la ventana emitía por entre sus múltiples agujeros.

Al parecer aun se sentía desconfiada, vi como recogió una de las muchas armas que había lanzado. La tomo y accidentalmente la disparo, me hice a un lado con agilidad y entonces yo no fui el blanco, sino la pared.
Ella la soltó inmediatamente, también soltó el pedazo de madera que sostenía aun en la mano, luego me miro con curiosidad y acoso, se acerco a mi, de todas formas no tenia nada que esconderle, estaba muy cerca, olisqueo' mi cuello, mi dorso, trataba de localizar alguna arma escondida. Bajo a mis piernas y de repente....... paso algo un poco incomodo para ambos. Se disculpo de inmediato.

-"No te preocupes"- Dije haciendo un gesto extraño. Aun sabiendo que ella no entendía lo que yo decía. Parecía apenada.
Señalo' con el dedo la habitación donde había estado, directamente abajo y pregunto si sabia que era una mancha seca que cubría una parte de la madera del suelo. Me acerque dudoso y me arrodille frente a la mancha, era sangre, eso estaba seguro.... Se encontraba seca, algo extraño había pasado en aquel lugar. Bueno, ahora con vampiros, brujos y licantropos, que no era extraño en París??

-Por el momento... No lo se- Hice un gesto de negación para que pudiera entender, y volví a mirar fijamente aquella mancha.

El muchacho se acercó y examinó aquél inhóspito charco, negando con la cabeza para aclararme que no sabía nada de lo ocurrido en aquella habitación. Quizás mentía y él era el culpable. O quizás era tan inocente como yo misma. Quizás era una buena persona pese a ser albino. O quizás era todo una trampa. ¿Y si quería hacerme daño? Miré las armas del suelo e hice una mueca cuando me asaltaron los recuerdos de cuando me raptaron aquellos colonizadores.

Retrocedí entonces varios pasos, dirigiéndome a la escalera para apoyar mi espalda en ella, pensativa. De pronto, la madera cedió y me vi desequilibrada, a punto de caer al primer piso, tambaleándome mientras luchaba por permanecer allí. Pero el suelo se quebró y sin poder evitarlo, caí de espaldas al suelo inferior, desvaneciéndome tras un grito ensordecedor y viéndome envuelta de oscuridad. Profunda e infinita oscuridad...

Seguí examinando la mancha, pero no me daba otras pistas. La chica se alejo de mi empezando a retroceder, ya no parecía tan inquieta.
Cuando un sonido seco de madera rompió el silencio de la casa, inmediatamente me voltee y vi a la chica tratando de mantener el equilibrio, pero no me dio tiempo siquiera de pensar en como reaccionar correctamente, pero aun así fue demasiado tarde, la madera se quebró bajo sus pies y cayo… Corrí más rápido de lo que creía poder correr y di un salto a una altura poco razonable para bajar al primer piso.
Su cuerpo yacía inmóvil en el suelo, me arrodille frente a ella y me acerque a escuchar el latido de su corazón. Aun seguía latiendo, pero aun así me preocupaba porque pudo haberse hecho lesiones internas muy fuertes. La levante sin esfuerzo, no pesaba mucho. Vi por la ventana que la lluvia había dejado de caer, ahora era simplemente una llovizna. Me dirigí a la puerta con la chica en brazos. Estaba dispuesto a correr todo lo que restaba de camino en el bosque para ponerla en un lugar más apropiado para que pudiera recuperarse.

El aroma de los árboles y la humedad penetraron en mis pulmones, indicándome que seguía viva tras aquella espantosa caída. Una fría brisa y la llovizna se arremolinaron en mi tostada piel, haciéndome estremecer allá dónde estuviera. Aquello me hizo dar cuenta que me sentía cálida entre un extraño manto. De vez en cuando, me tambaleaba, como si me estuviese moviendo. Pero mis pies estaban en el aire, sin nada en lo que pudiesen apoyarse y caminar. Entonces... ¿cómo podía moverme? Entonces recordé al muchacho de aquella casa... ¿me estaría llevando él en volandas? ¿A dónde? Haciendo un gran esfuerzo por abrir mis ojos, enfoqué todo cuanto me rodeaba, observando el páramo por el que el hombre me llevaba, las profundidades del bosque que se había convertido en mi hogar. Cuando justo pasábamos por un puente de madera, alcé la vista hacia él, mirándole asustada sin saber qué decir. Al realizar ese gesto y removerme entre sus brazos, noté una punzada de dolor en mi espalda y un aroma a óxido y sal... sin duda, me había herido y la sangre brotaba por mi espalda. Mordí mi labio inferior y me quedé así, mirando al hombre blanco con dudas en mis ojos. Y temores. Muchos temores.

Escenario:

Trote mas de dos kilómetros con ella en brazos.... Estaba acabado. Pero no podía parar, aun sabiendo que si no me detenía en cualquier momento iba a colapsar por haber hecho un esfuerzo casi sobre humano, ya no podía sentir mis pies y mi corazón latía a mil por hora.

Haciendo cazo a la razón, me detuve bajo un enorme árbol, por lo menos cubría parte de la briza que caía, el paisaje era hermoso, lamentaba haberlo conocido de esta manera. Acomode el cuerpo de la chica a modo que mis brazos sostenían su cabeza.
Ella estaba despertando, hacia un intento por mantenerse despierta, abría los ojos con dificultad. La noche empezaba a hacerse presente en el bosque. Era algo que me preocupaba mucho, si anochecía completamente, seria mas difícil encontrar el camino de vuelta a París. Estos eran los momentos donde lamentaba no haber escogido salir de caza con el grupo que normalmente lo hacia.

El muchacho me dejó recostada en el tronco de un árbol del bosque mientras él se sentaba junto a mí, recuperando el aliento.

- Gracias.- susurré con flaqueza, luchando por mantener mis ojos abiertos, observando su semblante.

Él me había llevado hasta allí, se había preocupado por mi vida y era algo por lo que debía agradecerle. Hice una mueca de dolor cuando mi espalda rozó la corteza del árbol, recordando las heridas de mi torpe caída. Me incliné y olvidando la presencia del hombre, dejé que la tela que cubría mi cuerpo se deslizara por mis hombros hasta caer a la altura de mi cintura, dejando mi torso completamente desnudo. Me recogí el cabello con mis manos y dejé que cayese sobre uno de mis pechos. Sólo entonces miré al chico y le señalé unas plantas que se hallaban junto a un río no muy lejano de dónde nos encontrábamos.

- ¿Puedes alcanzármelas?- susurré sin mirarle, pues centré mi atención en la búsqueda de algo que me sirviera como cuenco y una piedra. Aquellas plantas podrían mitigar el dolor y sanar mis heridas.

Recosté mi cabeza sobre el duro tronco del árbol, su voz rompió el silencio en que estábamos, me agradeció yo respondí con una media sonrisa. Lentamente se inclino y se quejo de dolor, cuando lo hizo pude ver en su espalda una mancha de sangre, no era posible que no me hubiera percatado antes, pero al parecer estaba muy descontrolado en aquel momento.

La tela de su vestido de deslizo por toda su espalda, dejando al descubierto su cuerpo... Me quede boquiabierto ante su reacción, quizá era algo normal de donde ella provenía.
Quería que le alcanzara unas pequeñas plantas que se encontraban frente a nosotros, le obedecí y las deposite en su mano. Al parecer sabia lo que tenia que hacer para poder curarse, tal vez ya no seria necesario llevarla con algún medico. Volví a acomodarme en el mismo lugar donde estaba, y trate de mantener la vista fija en otro lugar para que ella no se sintiera incomoda con mi presencia.

Me pareció que el muchacho estaba algo incómodo. ¿Le habría molestado algo que dije? Intenté despojar aquél pensamiento y lo logré cuando al fin encontré lo que buscaba, una enorme hoja verde, gruesa y flexible. Me ayudé de unas ramas caídas de los árboles para confeccionar manualmente lo que sería la estructura del recipiente, atándolo con fragmentos de mi vestido que desgarré con los dientes. Deposité la hoja en su interior y la aplané con la yema de mis dedos. Dejé caer las plantas que el hombre me acercó y con una piedra empecé a machacarlas durante varios minutos. Cuando se creó una mezcla entre sus hojas y la savia de aquellas plantas, me acerqué a gatas al muchacho con una sonrisa tímida, mostrándole el cuenco.

- ¿Podrías esparcir por heridas?- le pedí con timidez, alargando mi mano con el cuenco hasta que él lo tomó, gesto que interpreté como una afirmación y por ende, me senté frente a él, con las piernas cruzadas y dejando mi espalda desnuda a su disposición, esperando sentir su tacto por mis múltiples rasguños.

Ella era en verdad sorprendente" Tenia muchas habilidades. Era increíble ver como podía construir cosas con tan solo hojas, ramas, rocas y hasta tela de su vestido. Lo hacia rápida y agilmente, al terminar me pidió ayuda para poder esparcir la mezcla que había hecho en su espalda.

Tome' el cuenco que me dio' y se sentó dejando su espalda frente a mi, esparcí toda la mezcla en su espalda con delicadeza, aveces la chica se estremecía de dolor.

Apesar de la gran altura en la que había caído las heridas no estaban tan mal como creí que serian. Eran unos cuantos rasguños pero aun así debían de ser muy dolorosos.
Al terminar le devolví el cuenco, había quedado vació.

Pronto noté el caminar de las yemas de sus dedos por mi espalda desnuda. No profería queja alguna por el dolor de su tacto, pues me había educado para no mostrar las debilidades humanas. Pero no pude evitar estremecerme de vez en cuando. Cerré los ojos y dejé que la brisa nocturna relajara mi piel adolorida, como si se tratara de hielo. Al fin, sus manos se apartaron de mi piel y me ofreció el cuenco vacío. Le dediqué una sincera sonrisa de agradecimiento y con cuidado, me alcé del césped para acercarme al tronco del árbol, junto al muchacho. Estaba realmente exhausta tras aquella noche y al cansancio se le sumaba el dolor físico. Quizás por ello, el sueño venció la voluntad de permanecer despierta, meciendo mi cabeza hacia un lado, acomodándola sin querer sobre el hombro del joven mientras mi respiración seguía el ritmo de sus latidos.

Parecía muy cansada, yo también lo estaba. Al terminar, ella me dedico una sonrisa de agradecimiento, se recostó en el mismo árbol que yo y recostó su cabeza en mi hombro... estaba tranquilo, el paisaje era hermoso y el clima estaba perfecto, aun caía una pequeña brisa helada, pero sentaba muy bien en ese momento. Su piel era cálida y suave, vi como decaía con los minutos hasta quedarse profundamente dormida.

En mucho tiempo no había sentido tanta paz como ahora, pensándolo bien, había sido un buen día. No soy de las personas que pueden socializar mucho, de no ser de esta forma no conocería a nadie. Así que me deje llevar tambien en el mundo de los sueños quedándome finalmente dormido a su lado.