Curioseando.... ¿Dónde estoy? Libre

Si, había prometido a mi hermano que no pisaría ningún callejón a ninguna hora del día, a ninguna, pero es que París tiene algo especial que me encandila el alma y me llena de alegría. Me acuso de ser demasiado curiosa, pero no creo que corra demasiado peligro algo que solo sabe una persona a parte de mí es que soy buena luchadora, buena con la espada y aunque no vaya con una encima... si que tengo una pequeña daga colgada en la pierna. Pero vamos confiaba en que nadie me atacaría, no quería hacer nada fuera de lo común, solo admirar la cultura francesa que tan hermosa y preciada era como otra de cualquier otro país.

El atardecer estaba empezando, me encontraba entre los callejones como bien había dicho, pero al final de la calle se podía orbservar un bonito... un precioso fondo, se veía un puente, con un riachuelo, que hacía ese sonido tan natural y desestresante, en el riachuelo se veían pececillos nadando libremente y algún que otra ranilla croando en las plantas que flotaban en el agua, rompiendo el liso camino que creaba el agua en su destino hacia el mar. El sol se empezaba a ocultar entre unas pequeñas colinas más al allá, donde empezaban las casitas rupestres y humildes con un pequeño huerto. Sus rayos... cálidos y llenos de enegía acariciaban mi piel blanca como la nieve, no podría derretirme por mucho que me pusiera al sol... El cielo tenía una gama de colores pasteles, naranja, malva, rojo, celeste... y al otro lado donde la noche empezaba a gana terreno... la noche tan bella como siempre.

Estaba por aquí porque había escuchado los chismes de una tienda en la cual vendían cosas extraordinarias, no sabía de que tipo, pero vendían cosas del extranjero, realmente lejos.. quizás se encontraría algo de Noruega, algo de sus antepasados los vikingos, o algo de oriente. Estaba exhausta de andar entre tantas calle, el azul oscuro estaba ya casi a la mitad del cielo y al sol solo le quedaba el filo de una moneda- Dios... supongo que me mintieron...- apenada, suspiré mirando hacia mi alrededor, buscando alguna taberna donde entrar o preguntar a alguien hacia donde se volvía hacia el centro de París. Me miré mi vestimenta y estaba sucia, parecía alguien de más clase social que la que realmente era, pero eso no importaba, yo sabía lo que era y punto.

Seguí andando hacia, ya no sabía donde, había andado tanto ¿Donde me encontraba? Sabía que a las afueras... pero no sabía donde exactamente, en que parte del extraradio... ni idea, ni con un mapa se orientaría bien, eso de mapas, no es lo mío y mira que tuve que aprenderlo pero siempre se me olvidaba para la siguiente vez que lo utilizaba.

Suspiré una vez más, cansada y con un poco de miedo, pues la noche le había cogido por completo y había empezado a refrescar desde hacía rato, ya eso de querer buscar la tienda sin alguien que se supiera las calles como la palma de la mano, le pareció una buena idea, hombre si que lo era... pero más ahora que no sabía donde me encontraba lejos de mi casa en el mismo centro y con frío- ¿Y ahora qué hago?- frincí el ceño un poco asustada.

Abrí los ojos envuelto en un fina capa de sudor, ya estaba anocheciendo. Me levanté dificultoso de la cama y me miré las manos llenas de sangre. La noche anterior había salido a matar por los callejones de París y lo peor de todo, no me acordaba donde había dejado el cadáver. Me lavé las manos en un cuenco de agua, la cual llevaba ya unos días ahí, ignoré la porquería que debía de tener aquel líquido hasta que escuché una voz que me austó.

-Salazar- era una voz infantil y un tanto enebrosa.- He visto pasar una hermosa joven.

-Para ti todas son hermosas Karl, ¿no te fas cuenta de tu inocencia?

-¡¡Pero esta lo era de verdad!!- inisitió aquella voz de niño.

Me di la vuelta y contemplé al muñeco detrapo que estaba apoyado en una ventana sin cristales. Me cerqué a la ventana y asomé la cabeza hacia la calle.
-Dime, Karl ¿Qué tenía de diferente?

-Creo que era de clase alta.

-¡oh! ya veo. Pero esta noche no tengo ganas de jugar Kal, debo encontrar un muerto.

Cogí una daga me la guardé en el pantalon y salí de la casa, ejando que aquel muñeco de trapo poseido por un espiritu se quedara mirandome desde la ventana. Caminé por las clales de París como si fueran mías. Robé una manzana de una frutería y me la comí. Miré el cielo el cual estaba casi en el morado que , después, pasaba a negro intenso. Seguí andando entre callejones que me conocía como la palma de mi mano. Intentando encontrar el lugar donde maté a la joven la otra noche.

-¿Y ahora qué hago?

Habí sid la voz de una joven y parecía que estaba angustiada. Me paré en seco y la busqué. No tardé en encontrarla, estaba a la vuelta de una esquina. Parecía perdida, cansada y sucia. Me acerqué a ella lentamente para no asustarla.

-¿Puedo ayudarla en algo, lady?

Mis pintas no eran las mejores: camisa sucia y rota al igual que los pantalones y con ojeras debido a la diversión de la noche pasada.

Estaba mirando hacía los dos extremo de la calle, sin saber si seguir andando o pararme a descansar y preguntar a alguien que tuviera buena cara y que pareciera buena persona. Suspire, terminando por optar apoyándome en la pared y ver si alguien pasaba por el lugar, ya era raro que alguien pasara por las calles, era tarde y todos andaban comiendo. Y no es que hubiera un restaurante o un lugar que supiera que se pudiera comer con alimentos de calidad.

Miré hacia el cielo y escuché de repente unos pasos que se acercaban a mí cada vez más y una voz apareció en el silencio de la calle, me preguntaba un hombre de ropas desilachadas y sucias, que si necesitaba ayuda, no me decidía entre decirle que si o que no, era de noche y no sabía que hacer.

- Yo...- lo miré observando la forma del hombre, cualquier movimiento raro y sería comida de cerdos....- Yo querría saber donde se encuentra el camino hacia el centro de la ciudad, se que me encuentro a las afueras entre callejones, pero no puedo encontrar el camino hacia el centro- Le dijo observando calculadoramente al hombre. Sabía perfectamente defenderse.

- ¿Me podría indicar el camino de vuelta si es tan amable Señor?- dije sonriendo amigablemente, no quería que un hombre me buscara peleas y menos cuando estaba en medio de los callejos de alejados del centro de París y de la policía.

La joven de cabellos dorados se me quedó mirando con miedo. ¿Miedo de mi? bueno si conociera mi oscuro hobbies creo que lo tendría. Esa noche me había pillad de buenas no tenía pensado hacer nada extraño. Solo encontrar mi cadáver. Miré a la perdida chica.

-Claro que te ayudaré señorita pero tardaremos en llegar yo estoy buscando a una amiga que lleva desaparecida desde ayer.- Me di media vuelta y di unos cuantos pasos para volver a pararme y mirar la joven.- Señorita, vamos.

Ande por la ya oscura calle, ¿a quién se le ocurriría venir a estos malos callejones sin conocerlos? La miré por encima de mi hombro, era joven y a pesar de su traje sucio se veía la pureza y limpieza de una mujer de clase alta. ¿Qué haría ella por aquí?

-Señorita, ¿puedo saber que la trae por estas calles?-Seguía caminando y no pensaba pararme, debía encontrar ese cuerpo.- No es normal que una dama de alta cuna este por aquí al menos que busque o cosas ilegales o cosas imposible de encontrar.

Levanté el rostro al cielo estrellado... que resultó no estar estrellado. Unas nubes la estaban tapando y el cielo negro se veía de un color purpura ennegrecida. Empezaría llover, eso no me preocupaba pero quizás a la jovencita sí porque se le estropearía el peinado o el carísimo maquillaje que llevaba.Seguía caminando esperando que la chica me respondiera.

Decidí confiar lo mínimo, para que me llevara hacia el centro de la ciudad, y ya poder seguir hasta mi casa, mis criadas estaría preocupadas, no podrían irse si yo no estaba en casa a la hora indicada que yo les había permitido irse a sus casa a descansar, ellas siempre me habían dicho que se quedarían de internas, pero no lo veía quería que dormieran con sus familias, en sus hogares.

Eché a andar, no me puse a su lado, andaba detrás de él, no es que tuviera que hacer eso, más debería de ser al revés, él detrás mía, pero odio los protocolos y paso de esas tontería sin sentido, que hacen que una persona sea menos que la otra, pero así va el mundo. Miraba hacia el suelo, parecía que me pesara la cabeza mucho más de lo normal, tampoco tenía mucho que ve, las casas no eran realmente bonitas y es decir, eran pobres y estaban en mal estado. La zona de las afueras de la ciudad, eran así de pobres.

Levanté la cabeza para mirar su espalda, no se giró a mirarme, buscaba a una amiga desaparecida la otra noche, la verdad que me preguntaba que le habría pasado y si se encontraba bien- Me dijeron que había por aquí una tienda que vendía cosas del extranjero, artilujios nunca visto... me gustan las cosas que nunca ví, soy un poco curiosa- dije un poco por no decir enteramente curiosa, sonreí ante lo dicho.

- Vivo con mis criadas y ellas se quedaron en mi casa, hasta terminar de hacer sus cosas y de que yo llegara, pero presiento de que van a estar un poco preocupadas.Vengo de lejos...- dije seria, observándole desde atras, este Señor tenía algo que me lamaba la ateción, no es que fuera de su gusto ni la idea de su hombre ideal.. era algo más... interno... algo peligroso, loco. Quizás la loca era ella pensando esas tonterías de alguien a quién no conocía ni de hacía una hora. Las impresiones de los primeros momentos suponí en esos momentos.

Me quedé pensando en cada tienda de aquellas oscuras calles, oscuras incluso de día. No recordaba a ver visto una de cosas de extranjeros. Conocía muchas de magias oscura pero no ninguna de la otra de la que ella me hablaba.

-Señorita creo que le han tomado el pelo, por aquí no hay tienda de ese tipo.. mentira, había una hace bastante tiempo pero la cerraron justamente por traer cosas extranjera. La inquisición no quería cosas extranjeras, ya sabes... las ideas y esas cosas. Quiere que sigamos atados a ella de por vida.

Valanceé mis brazos hacia delante y detrás me estaba cansando de buscar el dicho cadáver. Eso me pasa por no recordar donde dejaba a mis presas. Entonces, algo hizo que empeorara las cosas. Una fina lluvia empezó a caer sobre nosotros. Sin el permiso de la joven me di la vuelta y la agarré de la muñeca y la conduje hasta una zona cubierta.

-Es mejor que no salgamos durante la lluvia, la lluvia es la ducha de los pobres. Ahora saldrá gente peligrosa que no tiene para bañarse en casa. De ahí a que los pobre solo estemos limpios es inviernos.- dije sarcásticamente. Agradecí a mi mismo por haberme bañado en una fuente la otra noche.

-Tus criadas tendrán que esperar tu llegada bastante tiempo. Si quieres encontrar cosas del extranjero creo que debes ir al mercado de los gitanos. Allí hay muchas cosas. Puede que encuentres algo y si se lo pides también te lo traen.

Bueno en principio no me habían mentido del todo, había habido una una tienda con cosas extranjeras... pero la maldita inquisición la había cerrado para que no se sepa nada de los países extranjeros, muchas veces hacía injusticias sin sentido niguno como ese de la tienda por ejemplo. Había cosas que si eran buenas las que hacían los inquisidores, como salvarnos de seres que en verdad nunca había visto y los ejecutaban por lo que eran y habían hecho.

- ¡Ah! Es una mala noticia, creí que podría encontrar algo de mi país, algo antiguo, una reliquia quizás...- suspiré- bueno al menos no era del todo mentira que hubo una tienda por esots lares... aunque haya venido tarde- que coraje tenía encima, había venido para nada, sucia, cansada, que tontería el haber venido hasta aquí para nada.

Dí un pequeño gritillo cuando se volvió hacia mí y me cogió por la muñeca y me arrastró hacia un sitio cubierto- Me asustaste...- dije con el corazón un poco acelerado, la verdad que estaba un poco asustada porque estaba sola, con un desconocido guiándome hacia no sé donde verdaderamente y ahora se supone que empezarían los pobres a ducharse bajo la fría lluvia de otoño para estar limpios.

- Dios, esto va de mal en peor... lo que nos faltaba es que salieran los peligrosos a ducharse en medio de la calle- y como por arte de magia gente empezó a salir de sus casas a bañarse- vámonos dentro de algun sitio a tomar algo, yo invito, pero no tengo ganas de gente medio desnuda en la calle- dije mirandolo con una mueca de vergüenza.

- Supongo que tiene razón, se van a quedar bastante tiempo en casa hasta que llegue...- dije suspirando resignada. Esto había sido una locura bastante ilógica por mi parte- Entonces supongo que haré otra aventura hacia el mercado de los gitanos... a ver si encuentro algo de lo que sea interesante o pueda llegar a encargar como usted dijo Señor...- dije alargándo la última palabra para saber su nombre- Soy Fiolette Himmel, encantada- y como protocolo, mecánicamente me agache aunque no debía hacerlo porque era de una clase más baja que la mía, pero era más que nada por educación.

Algunos de los que salían los conocía bastante bien a otros solo de vista. Pero había unos cuantos que se dedicaban a violar y a matar personas.

-Perdó por asustarte no era mi intención- no le quitaba la vista a ninguno de ellos.- Si... llevas razón vayámonos a un lugar más seguro. Hay una taberna cerca. Es un buen lugar
Mientras que miraba hacia las calles oscura intentando recordar donde estaba la taberna ella se presentó. Me giré en el momento justo en verla hacer la reverencia. Entonces me confirmé a mi mismo que era de clase alta. No iba hacer lo msimo pero al final decidí que era lo mejor para no dejarla cortada.

-Yo soy Salazar Phantomhive.- incliné mi cabeza correspondiendole el saludo.- Vamos ya hablaremos más tanquilos en otro lugar. No te separes de mi señorita, no me gustaríua que se perdiese o le pasara algo malo. Sería una dresgracia para sus seres queridos.

Caminamos bajo la lluvia hasta cruzar unas calles y llegar a una taberna. Le di unos porrazos a la puerta y un obre con cara de buenos amigos me abrió.

-¡¡Salazar, amigo mío!! Ven entra aunque esta noche no tengo sobras pero te invitaré a algo caliente. ¡Uy! ¿Quien es la señorita? Pasé usted también que la noches en estas calles son malas.

Ambos entramos a la vieja estancia. Tenía una aparencia acojedora a pesar de lo humilde que era. Nos sentamos en una mesa al ricon y me alegré de que el fuego estuviera cerca de nosotros.

-Mathius no hace falta. La señorita dice que paga.- sonreí.- Fiolette Himmel... ¿No eres francesa verdad?

Asentí seria- Encantada Señor Salazar y sí, será mejor que nos lleve a ese lugar y no se preocupe, estaré a su lado, no me separaré de usted- y lo seguí hasta llegar a aquella taberna, era normal, ni limpia ni dejaba de estarlo. El tabernero recibió de buen grado al Señor Salazar, sonreí ante la alegria del señor tabernero, tenía una cara de buenos amigos, menos mal...

Nos sentamos cerca de la alumbre, el calor que despedía se agradecía y el Señor Salaza no se veía tan oscuro con la dulce luz anaranjada del fuego de la chimenea. Suspiré, alfin sentanda, despues de estar horas andando, medio sonreí y deshice el peinado que tenía hecho y mi pelo húmedo calló. Largo hasta el trasero, ya ondulado por tener el peinado tanto tiempo, pero un poco rizado por la humedad a causa de la lluvia.

Miré al tabernero y sonreí cariñosa- Por favor Señor... tráiga la mejor comida que tenga y en abundacia, el mejor vino para este Señor tan bueno y compasivo- señalé con la mano a Salazar- y agua para una servidora por favor- dije terminando el pedido y el tabernero se fue con una gran sonrisa a la cocina.

Giré la cabeza divertida por la alegría del tabernero y me preguntó por nacionalidad- ¡Oh! Señor Salazar me complace escuchar que mi francés es tan bueno como para confundirme con una nativa de este lugar... pero no, no soy de aquí, vengo de muy lejos, de Noruega exáctamente, el país de los Bárbaros Vikingos- reí un poco, me hizo gracia que me confundiera.

El tabernero vino con el pedido y lo dejo en la mesa, yo le sonreí y le pague con mucho gusto, además de unas monedas de más. Empujé el la fuente llena hacia el hombre- Coma... Mientras, me dice de donde viene usted y sus antepasados, si es que gusta claro...- dije sonriendole, no es que le viera muy necesitado de alimento, pero yo hacía tiempo que se me había quitado el apetito y parecía que mi cuerpo cada vez se volvía más esqueletico y enfermo....

Vi como aquel buen hombre se alejaba hacia la cocina. Feliz por tener a gente en la taberna. Siempre me pasaba por la mañana un rato y le ayudaba con algunas cosas.

-No seas tan pelota. No soy tan bueno y compasivo. Solo me has pillado de buenas.- le sonreí amablemente.- No pareces una bárbara vikinga la verdad.

Vino de nuevo aquel anciano y nos trajo una gran fuente con un pollo en una salsa que olía de escándalo. Mis tripas sonaron. Llevaba sin comer algo así bastante tiempo. Me sirvió el vino a mi y el agua a ella. Cogí la copa y me lo bebí de un gran trago. Noté como el líquido me quemaba la garganta.

-Soy de origen inglés.- dije a la vez que cogía unos cubiertos y después me echaba un poco más de vino de la botella- Mi padre y yo nos mudamos aquí cuando tenía unos 7 años. Tras la muerte de mi madre.- Me aparté un trozo de pollo con salsa y le pegué el primer bocado.- Muy bueno- murmuré.- Después mi vida aquí ha sido muy variopinta. ¿Y vos??

Sonreí graciosa, pues me dijo pelota y no fui, ni soy, ni lo seré nunca en la vida- Se equivoca, no soy pelota, solo digo como se comportó conmigo, y lo que digo es cierto, asique no sea modesto Señor Salazar- me eché en la silla, el pedido llegó y cogí mi vaso de agua, no bebí, solo mojé mis labios un poco.

Hice una mueca al escuchar que su madre murió, bueno, por lo menos tuvo la suerte de haberla conocido. Asentí cuando dijo que estaba bueno lo que comía, me alegraba por él- Viví y crecí en Noruega, criada como toda mujer, preparada para que me unieran en matrimonio, pero gracias a mi padre en mi país no va a ser posible asique....- miré la puerta, alguien nuevo entró y se sentó cerca del calentito fuego-la verdad... estoy aquí para que mi padre me perdiera de vista durante un tiempo, seguramente espera que de un paso en falso y puede hacer cualquier cosa conmigo- volví a mojarme los labios sin intención de beber agua, con ver como comía Salazar me era suficiente.

- La verdad... que todas la vidas son duras, por mucho que la gente diga que con el dinero se es feliz, yo lo tengo y no he sido muy feliz la verdad... que te lo facilita todo, si, eso es cierto, pero nada más- dejé el vaso en la mesa, sin más ganas de sostenerlo. Sonreí de nuevo al ver como comía y bebía- Si quieres más puedes pedir- sonreí cálidamente.