AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
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They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
¿A qué te aferras cuando no posees nada? ¿A base de que vives, si tan solo eres un fantasma? Una simple sombra que se movía al antojo propio, y otras del resto. Un ser sin sentimientos, que se negaba a admitir el comienzo de una sensación extraña en su interior. Muerta, entre tantos vivos. Efímera, pero de carne y hueso, Lyra admiraba el circo que se montaba ante sus ojos. Mujeres y hombres que iban y venían, taladrados por las hormonas y el deseo. Pasiones que revoloteaban cuales pájaros salvajes entre los pasillos de un reconocido burdel. Ellas se pavoneaban con sus pocas prendas, mostrando al mundo sus dotes femeninos, vendiéndolos al mejor postor y disfrutando de aquel juego del querer y no querer. Amores escondidos, odios, secretos que convivían las veinticuatro horas entre cuatro paredes malditas. Los hombres, perseguían a las damiselas galantería o brusquedad de por medio. Todo valia en el circo humano que presenciaba. Más la dama, permanecía alejada del espectáculo, recorriendo con los ojos cada tanto, a veces perdiéndose en sus propios tormentos.
Acomodada en un viejo y destartalado sillón, se sintió de repente incomodada por las miradas masculinas, y optó por marcharse del salón. Claro que como cortesana que era, rechazar las propuestas masculinas no sería una buena opción. De algún modo debía ganarse el dinero, ¿Verdad? Sin embargo, verse en los brazos de esas bestias que la devoraban con miradas lujuriosas, no terminaba por convencerla, y a pesar de que se jugaba el comer o no comer, mantenía su pétrea postura de no estar esa noche con ningún hombre. O al menos por unas horas. –Hey dulzura, no te vayas tan pronto – Murmuró uno de los supuestos caballeros que se encontraban cerca de ella. Lyra, haciendo caso omiso de un llamado que reclamaba su atención, siguió caminando hasta adentrarse en los pasillos del burdel. Decir que conocía el lugar como la palma de su mano, sería quedarse corto. Decir que aquel era su hogar, sería mentir descaradamente. Lyra pertenecía y no pertenecía al mundo de los mundanos. Estaba allí, pero al mismo tiempo se perdía en laberintos auto impuestos.
Lo que a las damas de clase alta le resultaría un vestimenta atroz, sentaba a la perfección a la femenina figura de Lyra. Un simple vestido blanco, adornado con algún que otro color gastado, remarcaba sin dificultad alguna la sutil forma de la mujer. Tela que se arremolinaba cuando caminaba de manera tan galante. Tela que creaba pliegues sobre si misma, y le daba un aire especial, como de ángel caído convertido en demonio. Su cabello danzaba de un lado al otro, rebotando libre sobre sus hombros. Pero era sus ojos, tan celestes y atrapantes, los que terminaban por confirmar, que Lyra podría haber sido un ser distinto. De otro mundo, de otros lados. Y aún asi, estaba atrapada entre sus propias limitaciones. Siempre huyendo, siempre.
Fue cuando, metida en sus propias tribulaciones, que una silueta ensombrecida por la falta de luz, le detuvo el paso quizás de forma accidental. La cortesana elevó la mirada, encontrándose con un rostro familiar. Para bien o para mal, le conocía. Poniéndose la mejor mascara que encontró, metafóricamente hablando, Lyra medio sonrió, e hizo una pequeña reverencia. – Buenas noches, señor Stravinsky. – Musitó con la voz de campanillas, suave y endemoniadamente dulce – Es una sorpresa volver a verlo. ¿Cómo lo trata la vida?
Acomodada en un viejo y destartalado sillón, se sintió de repente incomodada por las miradas masculinas, y optó por marcharse del salón. Claro que como cortesana que era, rechazar las propuestas masculinas no sería una buena opción. De algún modo debía ganarse el dinero, ¿Verdad? Sin embargo, verse en los brazos de esas bestias que la devoraban con miradas lujuriosas, no terminaba por convencerla, y a pesar de que se jugaba el comer o no comer, mantenía su pétrea postura de no estar esa noche con ningún hombre. O al menos por unas horas. –Hey dulzura, no te vayas tan pronto – Murmuró uno de los supuestos caballeros que se encontraban cerca de ella. Lyra, haciendo caso omiso de un llamado que reclamaba su atención, siguió caminando hasta adentrarse en los pasillos del burdel. Decir que conocía el lugar como la palma de su mano, sería quedarse corto. Decir que aquel era su hogar, sería mentir descaradamente. Lyra pertenecía y no pertenecía al mundo de los mundanos. Estaba allí, pero al mismo tiempo se perdía en laberintos auto impuestos.
Lo que a las damas de clase alta le resultaría un vestimenta atroz, sentaba a la perfección a la femenina figura de Lyra. Un simple vestido blanco, adornado con algún que otro color gastado, remarcaba sin dificultad alguna la sutil forma de la mujer. Tela que se arremolinaba cuando caminaba de manera tan galante. Tela que creaba pliegues sobre si misma, y le daba un aire especial, como de ángel caído convertido en demonio. Su cabello danzaba de un lado al otro, rebotando libre sobre sus hombros. Pero era sus ojos, tan celestes y atrapantes, los que terminaban por confirmar, que Lyra podría haber sido un ser distinto. De otro mundo, de otros lados. Y aún asi, estaba atrapada entre sus propias limitaciones. Siempre huyendo, siempre.
Fue cuando, metida en sus propias tribulaciones, que una silueta ensombrecida por la falta de luz, le detuvo el paso quizás de forma accidental. La cortesana elevó la mirada, encontrándose con un rostro familiar. Para bien o para mal, le conocía. Poniéndose la mejor mascara que encontró, metafóricamente hablando, Lyra medio sonrió, e hizo una pequeña reverencia. – Buenas noches, señor Stravinsky. – Musitó con la voz de campanillas, suave y endemoniadamente dulce – Es una sorpresa volver a verlo. ¿Cómo lo trata la vida?
Lyra P. Godwin- Mensajes : 24
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
Sus problemas en la actualidad se podían resumir a un nombre, que prefería no recordar en ese momento, a un demonio (lo creía más que nunca) de ojos verde agua, a ese que llamaba, y que siempre llamaría, su mejor amigo. ¿De qué servía tenerlo en París si empecinado como él solo insistía en quedarse en un hotel?, no sabía cómo lo aguantaba, pero si era justo, aquel otro vampiro también le aguantaba mucho a él, suponía que de eso se trataba al final de todo, atravesaban un montón de situaciones y turbulencias y al final uno regresaba con el otro. Como un matrimonio rancio. Suspiró mientras caminaba, mientras sus pasos descuidados se seguían sin cesar por las calles de esa ciudad que cada vez le parecía menos ajena y menos terrible, sin embargo sabía que no debía encariñarse, su destino era viajar, moverse, ser un vampiro errante, y también sabía que pronto las responsabilidades de su reciente título nobiliario adquirido lo llamarían sin previo aviso y la Baronía de Nóvgorod exigiría su presencia. Negó con la cabeza, de toda esa avalancha de tribulaciones logró rescatar un par de ojos claros, y la torre de Saint-Denis, sonrió sin querer justo el momento en que el primer pie ingresó al lugar.
Alzó la mirada como si hubiera llegado a ese sitio con los ojos vendados y a penas se percatara de dónde estaba. ¿Por qué siempre que necesitaba paz interior y no la encontraba en las estrellas iba ahí?, quizá porque en ese lugar podía confeccionar fantasías de seguridad, mentiras de sentirse necesitado y requerido, ilusiones de algo que en la vida real, allá afuera, no podía tener. Un pinchazo de dolor le atravesó el corazón y respiró una o dos veces profundamente para recomponerse. Eso era lo que él hacía, se levantaba de los embates y ya había perdido la cuenta, no tenía otra opción, seguir deambulando como alma en pena era el único camino a seguir.
Recorrió el lugar con la mirada, tal vez Magnolia estuviera ahí, su consentida, pero no la vio por ningún lado y supuso que era su noche libre. Otra vez la congoja lo atacó, pensando en esas que como Magnolia vendían su cuerpo, que tenían que pretender amar, por una noche al menos, a hombres que sólo son eso porque tienen el órgano sexual indicado, ya que carecían de gallardía y caballerosidad, humillando a esas mujeres que se vendían por unos francos, creyéndose con ese derecho ficticio sólo por pagar. No hay nada de hombría en eso, pensaba.
Un perfume conocido llegó a su nariz, cerró los ojos para poder desentrañarlo pues estaba oculto y sepultado entre todos los aromas del lugar, y sonrió. Se interpuso en su camino pretendiendo que luciera como un accidente, pero quién sabe si lo había conseguido, no importaba de todos modos, escuchar su voz reafirmó la sospecha y volteó a verla con una sonrisa gentil sobre su rostro.
-Lyra –recordaba que se llamaba, esperaba no haberse equivocado, rara vez lo hacía con las damas con las que compartía cama y sábanas, ya fuera pagando o no-, no puedo quejarme –mintió ante la pregunta, la vida le sabía cada día y cada hora más acre, a hierro y sal, pero no era momento de eso, mantuvo su expresión galante y tomó la mano de la cortesana-, ¿y tú cómo has estado desde la última vez que nos vimos? –preguntó después de besar el dorso de su mano y soltarla con suavidad. La observó detenidamente, era como una perfecta obra de belleza enmarcada en mugre y vileza.
Alzó la mirada como si hubiera llegado a ese sitio con los ojos vendados y a penas se percatara de dónde estaba. ¿Por qué siempre que necesitaba paz interior y no la encontraba en las estrellas iba ahí?, quizá porque en ese lugar podía confeccionar fantasías de seguridad, mentiras de sentirse necesitado y requerido, ilusiones de algo que en la vida real, allá afuera, no podía tener. Un pinchazo de dolor le atravesó el corazón y respiró una o dos veces profundamente para recomponerse. Eso era lo que él hacía, se levantaba de los embates y ya había perdido la cuenta, no tenía otra opción, seguir deambulando como alma en pena era el único camino a seguir.
Recorrió el lugar con la mirada, tal vez Magnolia estuviera ahí, su consentida, pero no la vio por ningún lado y supuso que era su noche libre. Otra vez la congoja lo atacó, pensando en esas que como Magnolia vendían su cuerpo, que tenían que pretender amar, por una noche al menos, a hombres que sólo son eso porque tienen el órgano sexual indicado, ya que carecían de gallardía y caballerosidad, humillando a esas mujeres que se vendían por unos francos, creyéndose con ese derecho ficticio sólo por pagar. No hay nada de hombría en eso, pensaba.
Un perfume conocido llegó a su nariz, cerró los ojos para poder desentrañarlo pues estaba oculto y sepultado entre todos los aromas del lugar, y sonrió. Se interpuso en su camino pretendiendo que luciera como un accidente, pero quién sabe si lo había conseguido, no importaba de todos modos, escuchar su voz reafirmó la sospecha y volteó a verla con una sonrisa gentil sobre su rostro.
-Lyra –recordaba que se llamaba, esperaba no haberse equivocado, rara vez lo hacía con las damas con las que compartía cama y sábanas, ya fuera pagando o no-, no puedo quejarme –mintió ante la pregunta, la vida le sabía cada día y cada hora más acre, a hierro y sal, pero no era momento de eso, mantuvo su expresión galante y tomó la mano de la cortesana-, ¿y tú cómo has estado desde la última vez que nos vimos? –preguntó después de besar el dorso de su mano y soltarla con suavidad. La observó detenidamente, era como una perfecta obra de belleza enmarcada en mugre y vileza.
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
Sonrió levemente luego del tibio roce de los labios del hombre contra su piel suave. Observándolo de manera inapropiada, totalmente ajena a los protocolos sociales que el resto estaba acostumbrado, contestó con el mismo ímpetu elegante y voraz que siempre demostraba tener. Tan mentirosa, que incluso ella misma llegaba a pensar que era así de poderosa. – Perfecta, la vida en el burdel no es de lo más interesante, pero siempre encuentro la manera de entretenerme. – Palabras que solo servían para nada, pues eran mascaras que se ponía una y otra vez. Lyra nunca había estado perfecta, y dudaba que alguna vez pudiera estarlo. Diciéndole solo lo que ella pensaba que quería escuchar, convencida de que nadie querría enterarse de las idas y venidas de una pobre y torpe cortesana. No, ella debía mostrarse mucho más altiva. Descortés, tomó la mano de Daniil, y lo arrastró hacia un lugar más privado. Caminando con cierto apuro, y esquivando hombres y mujeres que aparecían en el trayecto, llegaron en pocos segundos, a las puertas de una habitación.
Lyra se apresuró entonces a abrirla, dejando que un sonoro chirrido cortara el silencio de la habitación. La obscuridad era profunda, y por momentos se asimilaba al alma podrida de la cortesana. Quizás por eso había elegido tan profundo aposento, porque de alguna manera, le recordaba a si misma, y como la difusa vela que en su interior se extinguía, Lyra tomó unas velas y las encendió, quemándose en el proceso. El fuego rozó sus finos dedos, mas la rubia no sintió siquiera que eso había ocurrido. Sorprendiéndose al ver la piel enrojecida, apartó la mano rápidamente, pero donde el quejido del herido tendría que haber aparecido, solo un suspiro de desdichada reprobación nació. ¿Dolor? ¿Qué era aquello? Nada, para la mujer que todo lo ignoraba. Ahora, una cálida luz, creaba pequeños claroscuros en todo el ambiente, por momentos tétricos, por momentos románticos, la mujer acomodó las luces en los lugares más apropiados, y posó sus celestinos orbes, sobre el hombre.
-¿Debo suponer que ha aparecido por aquí, por las infinitas casualidades de la vida? – Se mordió el labio inferior, a medida que se acercaba hacia él. Unos pasos al costado y ya se encontraba a las espaldas del mismo. Ágil, como la mujer experimentada que era, y sin darle mucha importancia al asunto, tomó el saco de Daniil, y comenzó a sacárselo, primero una de las mangas, y luego la otra, para dejar la prenda luego, sobre la deshecha cama que adornaba la habitación. Una vez terminado el proceso, volvió a colocarse frente a el, demostrado que si, había hecho eso varias veces antes. Todo sea por la comodidad del consumidor. - ¿O es que hay un motivo en especial, por el cual honra este edificio con vuestra presencia? – Una leve irritación se elevó por su garganta, a forma de volcán estallando. ¿De dónde salía esa curiosidad tan vil? No le importaba de donde venía, ni que pretendía Daniil, ¿O sí? No, definitivamente no. Era un hombre, como todos los demás, ¿Qué podía tener de interesante? Y al mismo tiempo que se negaba la curiosidad, quería saber la respuesta del hombre. Tonta, tonta Lyra.
Lyra se apresuró entonces a abrirla, dejando que un sonoro chirrido cortara el silencio de la habitación. La obscuridad era profunda, y por momentos se asimilaba al alma podrida de la cortesana. Quizás por eso había elegido tan profundo aposento, porque de alguna manera, le recordaba a si misma, y como la difusa vela que en su interior se extinguía, Lyra tomó unas velas y las encendió, quemándose en el proceso. El fuego rozó sus finos dedos, mas la rubia no sintió siquiera que eso había ocurrido. Sorprendiéndose al ver la piel enrojecida, apartó la mano rápidamente, pero donde el quejido del herido tendría que haber aparecido, solo un suspiro de desdichada reprobación nació. ¿Dolor? ¿Qué era aquello? Nada, para la mujer que todo lo ignoraba. Ahora, una cálida luz, creaba pequeños claroscuros en todo el ambiente, por momentos tétricos, por momentos románticos, la mujer acomodó las luces en los lugares más apropiados, y posó sus celestinos orbes, sobre el hombre.
-¿Debo suponer que ha aparecido por aquí, por las infinitas casualidades de la vida? – Se mordió el labio inferior, a medida que se acercaba hacia él. Unos pasos al costado y ya se encontraba a las espaldas del mismo. Ágil, como la mujer experimentada que era, y sin darle mucha importancia al asunto, tomó el saco de Daniil, y comenzó a sacárselo, primero una de las mangas, y luego la otra, para dejar la prenda luego, sobre la deshecha cama que adornaba la habitación. Una vez terminado el proceso, volvió a colocarse frente a el, demostrado que si, había hecho eso varias veces antes. Todo sea por la comodidad del consumidor. - ¿O es que hay un motivo en especial, por el cual honra este edificio con vuestra presencia? – Una leve irritación se elevó por su garganta, a forma de volcán estallando. ¿De dónde salía esa curiosidad tan vil? No le importaba de donde venía, ni que pretendía Daniil, ¿O sí? No, definitivamente no. Era un hombre, como todos los demás, ¿Qué podía tener de interesante? Y al mismo tiempo que se negaba la curiosidad, quería saber la respuesta del hombre. Tonta, tonta Lyra.
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
Escuchó su respuesta pero dentro supo que era una mentira, no sabía qué lo llevaba a pensar aquello pero estuvo casi seguro, de todos modos qué importaba, él había mentido también al respecto, era la formalidad, era ese deseo tan suyo de no agobiar a terceros con sus problemas que, aunque creía insignificantes, lo mataban de a poco. Se sintió halado y no opuso resistencia, sortearon gente y objetos en su apresurado camino y luego, como un suspiro, estuvieron finalmente solos. Él se quedó a un paso de la puerta como un tonto, como alguien que espera algo, lo que no sabía era qué esperaba en realidad.
La miró con detenimiento e hizo un atisbo de querer moverse al notar cómo el fuego tocaba su piel, sin embargo la falta de un quejido de dolor lo desconcertó al grado de no permitirle moverse de su sitio, intrigándolo como acertijo lanzado mordazmente por una esfinge. Ahí se mantuvo, con aire impasible y entornando los ojos estudiando los movimientos de Lyra, que desenvolvía por la habitación de forma resuelta, tanto que de pronto la tuvo de nuevo cerca, quitándole el saco, como reflejo echó los brazos hacia atrás para facilitarle su labor y ahí estuvo otra vez ella, frente a él con ojos celestes que se le antojaban tristes. Pero ya no sabía, no sabía si en verdad existía ese pesar en los ojos de Lyra o sólo se estaba viendo reflejado en ellos. Comenzaba a creer que quería ver algo de él en todo mundo para sentirse ligeramente menos miserable.
Se encogió de hombros por toda respuesta a su pregunta, no sabía a ciencia cierta que lo había llevado esa noche a ese sitio, pero ya estaba ahí, con ella, en una habitación sólo para ambos. Pensar en eso provocó que pusiera atención a los ruidos del exterior, a las risas falsas y el chocar de decenas de copas de cristal, ruidos y cadencias que se escuchaban lejanas, la sensación de que estaban solos, no sólo en la habitación sino en el mundo lo sobrecogió hasta robarle el aliento por completo.
-¿Acaso debo tener un motivo para hacerte una visita? –respondió la pregunta con otra, sabía que era trampa pero le pareció que esa era la respuesta más indicada, le pareció que era la verdad y se percató de lo que estaba pasando. ¿Entonces había ido a verla?, ¿a ella en específico?, sacudió la cabeza, no era momento ni lugar. Sonrió luego, de lado con ese aire encantador que antes ya le había traído éxito relativo con las damas-. Han sido días difíciles para mí, necesito… ya sabes, distraerme –continuó levantando las cejas, tratando con ahínco de restarle importancia a sus motivos o falta de ellos.
Al entrar a aquel lugar que, para bien o para mal, conocía tan bien lo hizo sin razones, casi como un animal que corre directo a su muerte, pero tener a esta cortesana en específico ahora frente a él le hacía ver que tal vez, dentro, muy dentro era lo que esperaba, topársela, cruzar palabras con ellas. Lo intrigaba pero, a decir verdad, muchas mujeres que laboraban ahí lo hacían, su necedad de querer ayudar a todo mundo lo orillaba a desear conocer sus historias, los secretos que escondían. Lyra era un acertijo, un rompecabezas que debía ser armado, y sentía que era su deber darle respuesta a esa gran incógnita que era ella.
La miró con detenimiento e hizo un atisbo de querer moverse al notar cómo el fuego tocaba su piel, sin embargo la falta de un quejido de dolor lo desconcertó al grado de no permitirle moverse de su sitio, intrigándolo como acertijo lanzado mordazmente por una esfinge. Ahí se mantuvo, con aire impasible y entornando los ojos estudiando los movimientos de Lyra, que desenvolvía por la habitación de forma resuelta, tanto que de pronto la tuvo de nuevo cerca, quitándole el saco, como reflejo echó los brazos hacia atrás para facilitarle su labor y ahí estuvo otra vez ella, frente a él con ojos celestes que se le antojaban tristes. Pero ya no sabía, no sabía si en verdad existía ese pesar en los ojos de Lyra o sólo se estaba viendo reflejado en ellos. Comenzaba a creer que quería ver algo de él en todo mundo para sentirse ligeramente menos miserable.
Se encogió de hombros por toda respuesta a su pregunta, no sabía a ciencia cierta que lo había llevado esa noche a ese sitio, pero ya estaba ahí, con ella, en una habitación sólo para ambos. Pensar en eso provocó que pusiera atención a los ruidos del exterior, a las risas falsas y el chocar de decenas de copas de cristal, ruidos y cadencias que se escuchaban lejanas, la sensación de que estaban solos, no sólo en la habitación sino en el mundo lo sobrecogió hasta robarle el aliento por completo.
-¿Acaso debo tener un motivo para hacerte una visita? –respondió la pregunta con otra, sabía que era trampa pero le pareció que esa era la respuesta más indicada, le pareció que era la verdad y se percató de lo que estaba pasando. ¿Entonces había ido a verla?, ¿a ella en específico?, sacudió la cabeza, no era momento ni lugar. Sonrió luego, de lado con ese aire encantador que antes ya le había traído éxito relativo con las damas-. Han sido días difíciles para mí, necesito… ya sabes, distraerme –continuó levantando las cejas, tratando con ahínco de restarle importancia a sus motivos o falta de ellos.
Al entrar a aquel lugar que, para bien o para mal, conocía tan bien lo hizo sin razones, casi como un animal que corre directo a su muerte, pero tener a esta cortesana en específico ahora frente a él le hacía ver que tal vez, dentro, muy dentro era lo que esperaba, topársela, cruzar palabras con ellas. Lo intrigaba pero, a decir verdad, muchas mujeres que laboraban ahí lo hacían, su necedad de querer ayudar a todo mundo lo orillaba a desear conocer sus historias, los secretos que escondían. Lyra era un acertijo, un rompecabezas que debía ser armado, y sentía que era su deber darle respuesta a esa gran incógnita que era ella.
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
Intentó comportarse como siempre lo hacía, de veras que lo intentó. Pero la compostura se evaporaba al mismo momento que la curiosidad aumentaba, y si bien intentaba apaciguar la irritación que sentía para con él, le resultaba difícil. Incluso una voz en su cabeza le dijo que la irritación era con ella misma y no con el hombre, pero simplemente la acalló. Era más fácil culpar al resto que a sí mismo. La luz de las velas, creaba sombras en cada rincón de la habitación. El rostro de Daniil se había transformado en un claro oscuro intermitente, comparable con las obras que alguna vez vio de lejos; Tenia un aspecto extraño, pero atrapante, algo que le desagradó en la misma medida que la cautivó. Maldita contradicción que cubría la figura del hombre.
De sus labios carmesí, se escapó un suspiro que se fundió con la brisa suave que entraba de las ventanas. Encogiéndose de hombros, lo invitó a sentarse sobre la cama, al mismo tiempo que ella hacía lo mismo. Acarició la tela de poca calidad con sus manos, pudiendo identificar de esta manera las tramas que los hilos formaban. Todo allí era de baja calidad, traído desde lugares donde las cosas salían baratas, se habían encargado de poner todo de tal manera, que pareciera ser más lujoso de lo que en realidad era. Apariencias, de eso se trataba la historia, no solo del burdel, si no de su vida. Y algo le decía que la vida de todos los demás, se basaba prácticamente en eso. En aparentar algo que no eran. No por nada Daniil se aventuraba en plena noche, a la terrible aventura que un burdel representaba. Las presiones de la vida y las mentiras era tal, que uno necesitaba descargarse, y no lo juzgaba por ello. Le comprendía y envidiaba por haber encontrado su desquite.
-La vida es dura e injusta – Recitó como si supiera aquello de memoria, sabiéndolo todo por pura experiencia, y en esas cosas, Lyra era bastante autodidactica. – Pero sobreviviremos... - Su manera extraña de ver la vida era auto impartido, y pocos podrían hacerle cambiar de opinión. Se sintió confusa, y nuevamente curiosa. ¿Qué problemas podía tener él, un hombre de riqueza y bien estar? ¿Qué dificultades podían atravesarse en su camino? Dudo bastante de la seriedad de sus complicaciones y si bien hubiera querido preguntar, se mantuvo igual que siempre. No le interesaba. No le importaba ni le importaría. Daniil no rompería con su filosofía de vida.
(Aunque ya lo había hecho)
-Puedes contarme si lo deseas – Seductora, no solo su voz, si no todo su cuerpo era una constante invitación a probar el fruto prohibido. Lo llevaba en la sangre, como si hubiera nacido con la maldición de saber cómo complacer al sexo opuesto. –Aunque conozco mejores formas de curar las heridas – Mentía; No conocía ningún mágico hechizo para llevarse el dolor. Era una simple mujer ignorante a demasiadas cosas. Él había llegado con solo una idea ¿Verdad? ¿Qué otra cosa podría querer? Entonces, se inclinó hacia él, y con suavidad depositó un pequeño beso en la comisura de sus labios. Vamos, para eso estaba ella allí. Sin embargo, se alejó rápidamente al sentir un chispazo donde sus pieles se tocaron. Imposible. Eso no había ocurrido. Lyra era una estatua y no se permitiría ese tipo de sensaciones.
De sus labios carmesí, se escapó un suspiro que se fundió con la brisa suave que entraba de las ventanas. Encogiéndose de hombros, lo invitó a sentarse sobre la cama, al mismo tiempo que ella hacía lo mismo. Acarició la tela de poca calidad con sus manos, pudiendo identificar de esta manera las tramas que los hilos formaban. Todo allí era de baja calidad, traído desde lugares donde las cosas salían baratas, se habían encargado de poner todo de tal manera, que pareciera ser más lujoso de lo que en realidad era. Apariencias, de eso se trataba la historia, no solo del burdel, si no de su vida. Y algo le decía que la vida de todos los demás, se basaba prácticamente en eso. En aparentar algo que no eran. No por nada Daniil se aventuraba en plena noche, a la terrible aventura que un burdel representaba. Las presiones de la vida y las mentiras era tal, que uno necesitaba descargarse, y no lo juzgaba por ello. Le comprendía y envidiaba por haber encontrado su desquite.
-La vida es dura e injusta – Recitó como si supiera aquello de memoria, sabiéndolo todo por pura experiencia, y en esas cosas, Lyra era bastante autodidactica. – Pero sobreviviremos... - Su manera extraña de ver la vida era auto impartido, y pocos podrían hacerle cambiar de opinión. Se sintió confusa, y nuevamente curiosa. ¿Qué problemas podía tener él, un hombre de riqueza y bien estar? ¿Qué dificultades podían atravesarse en su camino? Dudo bastante de la seriedad de sus complicaciones y si bien hubiera querido preguntar, se mantuvo igual que siempre. No le interesaba. No le importaba ni le importaría. Daniil no rompería con su filosofía de vida.
(Aunque ya lo había hecho)
-Puedes contarme si lo deseas – Seductora, no solo su voz, si no todo su cuerpo era una constante invitación a probar el fruto prohibido. Lo llevaba en la sangre, como si hubiera nacido con la maldición de saber cómo complacer al sexo opuesto. –Aunque conozco mejores formas de curar las heridas – Mentía; No conocía ningún mágico hechizo para llevarse el dolor. Era una simple mujer ignorante a demasiadas cosas. Él había llegado con solo una idea ¿Verdad? ¿Qué otra cosa podría querer? Entonces, se inclinó hacia él, y con suavidad depositó un pequeño beso en la comisura de sus labios. Vamos, para eso estaba ella allí. Sin embargo, se alejó rápidamente al sentir un chispazo donde sus pieles se tocaron. Imposible. Eso no había ocurrido. Lyra era una estatua y no se permitiría ese tipo de sensaciones.
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
Como un niño que pierde una cometa por un remolino de aire, así se sintió Daniil en cuanto ella se alejó, como si desde ya extrañara la cercanía y se dijo mentalmente lo tonto que era, lo endeble y pusilánime, patético, todos los adjetivos llegaron como violenta estampida a su cabeza. No debía desconcentrarse, no debía dejarse llevar por eso que el mismo se había negado a tener, sentimientos, porque la experiencia le había enseñado que si depositaba afecto en alguien, ese alguien siempre iba a terminar rompiéndole el corazón, o el hueco vacío que ahora tenía en el pecho desde que era vampiro.
Desvió la mirada, no quería delatarse por medio de sus ojos aunque era complicado saber si ella podía verlos, no con la luz tan lánguida que los bañaba en ese sitio donde todo era fabricado, incluso la ilusión que él con tanta desesperación buscaba, la de sentirse necesitado, porque en realidad él era el mendigo por atenciones ajenas. Sintió algo frío y desagradable en el fondo del estómago, darse cuenta de la verdad, de su realidad desastrosa le trajo como consecuencia el sabor aciago del gran chasco que era toda su vida. Cuando regresó sus ojos a Lyra, ésta se sentaba al borde de la cama y lo invitaba, por un segundo sintió que aquella invitación no era expedida para él, pero para quién más, se dijo y se acercó a ella, sentándose a su lado pero mirando al frente como si de la guardia del rey de Inglaterra se tratara. La miró de soslayo cuando ella habló y soltó una risa amarga; sobrevivir era lo que él hacía, sobreponerse, sobrellevar una existencia que se hacía más pesada cada año, cada día, cada segundo.
-No es como si tuviéramos opción –contestó luego girándose para verla e instalando una sonrisa de medio lado en su rostro, gesto cuando se acentuó cuando ella ofreció escucharlo, dudó un segundo pero no tuvo tiempo para dudar más, ella continuó hablando y primero abrió los ojos con sorpresa para luego asentir con una risa avergonzada-, estoy seguro que tu bálsamo haría más llevaderas mis heridas –dijo cerrando los ojos en cuanto la sintió cerca, cuando ella lo besó, él la tomó del rostro, levemente, a penas tocando un poco.
-En realidad… -abrió los ojos y ella seguía a un palmo de distancia –no quisiera agobiarte con los problemas de un aburrido médico –se excusó aunque por dentro la sangre, o lo que corría por sus venas, hervía ante la posibilidad de poder confesarse con ella y después expiar culpas en cada beso sin emoción, redimir sus yerros en sus brazos. Pero algo, algo mucho más grande y que siempre lo acompañaba como su propia sombra, le impidió empezar a revelar sus delitos, un sentido prevalente y casi aplastante de querer proteger, aunque no se le ha pedido, a otra persona. Quería proteger a Lyra, no quería que ella lidiara con los demonios que lo azoraban.
Esta vez fue él quien se acercó a ella, la tocó con el dorso de la mano, dibujando la línea de su rostro a la par de la luz de las velas, incrédulo que en el mundo existieran criaturas tan hermosas como ella, esa que tenía que venderse para subsistir. Acercó su nariz a la curvatura de su cuello y aspiró, esa esencia lo embriagó por un momento y finalmente la besó. Pero la besó como un novio adolescente que besa a la doncella con la que ha sido prometido, con una castidad y pureza a la que seguramente Lyra no estaba acostumbrada.
-Mis problemas no son nada –no comparados con los de ella, imaginó. Sus problemas de pronto le parecieron caprichos de un niñato acostumbrado a obtener todo y al que se le ha birlado algo.
Desvió la mirada, no quería delatarse por medio de sus ojos aunque era complicado saber si ella podía verlos, no con la luz tan lánguida que los bañaba en ese sitio donde todo era fabricado, incluso la ilusión que él con tanta desesperación buscaba, la de sentirse necesitado, porque en realidad él era el mendigo por atenciones ajenas. Sintió algo frío y desagradable en el fondo del estómago, darse cuenta de la verdad, de su realidad desastrosa le trajo como consecuencia el sabor aciago del gran chasco que era toda su vida. Cuando regresó sus ojos a Lyra, ésta se sentaba al borde de la cama y lo invitaba, por un segundo sintió que aquella invitación no era expedida para él, pero para quién más, se dijo y se acercó a ella, sentándose a su lado pero mirando al frente como si de la guardia del rey de Inglaterra se tratara. La miró de soslayo cuando ella habló y soltó una risa amarga; sobrevivir era lo que él hacía, sobreponerse, sobrellevar una existencia que se hacía más pesada cada año, cada día, cada segundo.
-No es como si tuviéramos opción –contestó luego girándose para verla e instalando una sonrisa de medio lado en su rostro, gesto cuando se acentuó cuando ella ofreció escucharlo, dudó un segundo pero no tuvo tiempo para dudar más, ella continuó hablando y primero abrió los ojos con sorpresa para luego asentir con una risa avergonzada-, estoy seguro que tu bálsamo haría más llevaderas mis heridas –dijo cerrando los ojos en cuanto la sintió cerca, cuando ella lo besó, él la tomó del rostro, levemente, a penas tocando un poco.
-En realidad… -abrió los ojos y ella seguía a un palmo de distancia –no quisiera agobiarte con los problemas de un aburrido médico –se excusó aunque por dentro la sangre, o lo que corría por sus venas, hervía ante la posibilidad de poder confesarse con ella y después expiar culpas en cada beso sin emoción, redimir sus yerros en sus brazos. Pero algo, algo mucho más grande y que siempre lo acompañaba como su propia sombra, le impidió empezar a revelar sus delitos, un sentido prevalente y casi aplastante de querer proteger, aunque no se le ha pedido, a otra persona. Quería proteger a Lyra, no quería que ella lidiara con los demonios que lo azoraban.
Esta vez fue él quien se acercó a ella, la tocó con el dorso de la mano, dibujando la línea de su rostro a la par de la luz de las velas, incrédulo que en el mundo existieran criaturas tan hermosas como ella, esa que tenía que venderse para subsistir. Acercó su nariz a la curvatura de su cuello y aspiró, esa esencia lo embriagó por un momento y finalmente la besó. Pero la besó como un novio adolescente que besa a la doncella con la que ha sido prometido, con una castidad y pureza a la que seguramente Lyra no estaba acostumbrada.
-Mis problemas no son nada –no comparados con los de ella, imaginó. Sus problemas de pronto le parecieron caprichos de un niñato acostumbrado a obtener todo y al que se le ha birlado algo.
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
Un roce, una caricia ¿Qué pequeños movimientos podían tirar abajo toda una vida de creencias? Esos, los de Daniil, que se atrevían a demoler en pequeñas partes, todo un mural que le había llevado años construir. Se mantuvo quieta en los segundos que la mano del hombre, perfiló su rostro, como quien veía algo salido de lo cotidiano. Lo inspeccionó con detenimiento, creyéndolo loco, aunque por unos segundos, imaginó una vida complemente diferente. Una vida donde no se veía atrapada en las garras de la noche, donde sentía incluso hasta el más arduo de los dolores, donde podía sonreír sin miedo a sentirse extraña, diferente. Pero no existía aquel mundo para Lyra, estaba convencida de aquello y hubiera jurado con propia sangre sobre papel, que jamás encontraría algo así. ¿Hubiera estado en lo correcto, hubiera errado? Se preguntó y se sorprendió de todo lo que su mente podía maquinar con el paso de pequeñas fracciones de segundos.
Tan cerca, que la respiración del hombre a veces se acoplaba con la de la cortesana. Tan cerca que sus pieles se rozaban por momentos, despertando la molesta curiosidad de la mujer. Se levantaba como torre en su cuerpo, se instalaba en su mente la necesidad de saber más sobre él, de querer escuchar realmente lo que le aquejaba, aconsejarlo, darle directrices que no servirían de nada, porque poco sabía ella sobre asuntos de la alta sociedad. Y aquel beso. No supo describirlo. No supo darle un lugar apropiado. Diferente, atrapante. Nuevo. Acostumbrada a las pasiones desenfrenadas de miles de hombres bruscos, ese cuidado le resultó desconcertante. A falta de razón por tales cuidados, Lyra se vio repentinamente confundida, atrapada en un vaivén de sentimientos que pensó imposibles. Se odió, y a Daniil nuevamente, como si no fuera poco todo lo que tenía que pasar sin que él viniese y diese vuelta su mundo.
Sus orbes se cerraron, arrimándose a la oscuridad de la cual nunca salía. Separar sus labios le costó, algo que nunca pensó le pasaría. Aunque le fuera dificultoso admitirlo, Daniil no era igual al resto de sus clientes. Si aquel detalle era algo bueno o algo malo, era algo que no podía aclarar del todo. El medico dejaba de lado sus problemas, como si le hubiera leído la mente a la cortesana. No lo soportaba. No podía resistir aquel bombardeo por mucho mas tiempo. Eran como dagas, dagas que dolían al incrustarse en todo su ser. Inmensa era la confusión de Lyra, entre la eterna intriga por conocer la historia detrás del hombre, y la ira que se acumulaba por ser el fundador de sentimientos que se había jurado no tener. Se aparto, ladeando una sonrisa que era finginda. Molesta.
(Asustada)
-No entiendo porque minimizas tus problemas - Intentó sacar la concentración de la necesidad de las caricias. Precisó un segundo entero para recomponerse y volver a ser la misma Lyra de siempre, y no aquella que ahora se enfurecía con Daniil por motivos infundados. Su mano se aventuró, quizás inconcientemente, a tocar la del hombre, repasando aquella superficie curtida, y fria. -Un medico como tu debe encontrarse realmente atribulado por los extraños casos medicos, las demandas de los clientes, o bueno, al menos eso me imagino.. - Expresó medio sonriendo. Y aunque no estaban tan cerca el uno del otro, Lyra así lo percibía, pudiendo palpar la respiración del hombre sobre su conciencia. Autodestructiva, en un movimiento que no supo de donde provino, se abalanzó sobre Daniil, derrumbandolo sobre la cama, quedando ella por encima de él. Puso ancla en el mar extenso que sus ojos eran, y se hundió en ellos sin quererlo. - ..Mereces un descanso. Un poco de diversión - Expresó atreviendose a besarlo. Y de nuevo, el fuego asaltó su boca. Se sobresaltó y volvió a sentarse como antes, llevandose una mano a sus labios, mirando con cierto recelo a Daniil, dejandolo recostado y seguramente confundido. Bajó la mirada ¿Avergonzada? - Lo siento - Musitó casi sin voz, maldiciendose en su fuero interno.
Tan cerca, que la respiración del hombre a veces se acoplaba con la de la cortesana. Tan cerca que sus pieles se rozaban por momentos, despertando la molesta curiosidad de la mujer. Se levantaba como torre en su cuerpo, se instalaba en su mente la necesidad de saber más sobre él, de querer escuchar realmente lo que le aquejaba, aconsejarlo, darle directrices que no servirían de nada, porque poco sabía ella sobre asuntos de la alta sociedad. Y aquel beso. No supo describirlo. No supo darle un lugar apropiado. Diferente, atrapante. Nuevo. Acostumbrada a las pasiones desenfrenadas de miles de hombres bruscos, ese cuidado le resultó desconcertante. A falta de razón por tales cuidados, Lyra se vio repentinamente confundida, atrapada en un vaivén de sentimientos que pensó imposibles. Se odió, y a Daniil nuevamente, como si no fuera poco todo lo que tenía que pasar sin que él viniese y diese vuelta su mundo.
Sus orbes se cerraron, arrimándose a la oscuridad de la cual nunca salía. Separar sus labios le costó, algo que nunca pensó le pasaría. Aunque le fuera dificultoso admitirlo, Daniil no era igual al resto de sus clientes. Si aquel detalle era algo bueno o algo malo, era algo que no podía aclarar del todo. El medico dejaba de lado sus problemas, como si le hubiera leído la mente a la cortesana. No lo soportaba. No podía resistir aquel bombardeo por mucho mas tiempo. Eran como dagas, dagas que dolían al incrustarse en todo su ser. Inmensa era la confusión de Lyra, entre la eterna intriga por conocer la historia detrás del hombre, y la ira que se acumulaba por ser el fundador de sentimientos que se había jurado no tener. Se aparto, ladeando una sonrisa que era finginda. Molesta.
(Asustada)
-No entiendo porque minimizas tus problemas - Intentó sacar la concentración de la necesidad de las caricias. Precisó un segundo entero para recomponerse y volver a ser la misma Lyra de siempre, y no aquella que ahora se enfurecía con Daniil por motivos infundados. Su mano se aventuró, quizás inconcientemente, a tocar la del hombre, repasando aquella superficie curtida, y fria. -Un medico como tu debe encontrarse realmente atribulado por los extraños casos medicos, las demandas de los clientes, o bueno, al menos eso me imagino.. - Expresó medio sonriendo. Y aunque no estaban tan cerca el uno del otro, Lyra así lo percibía, pudiendo palpar la respiración del hombre sobre su conciencia. Autodestructiva, en un movimiento que no supo de donde provino, se abalanzó sobre Daniil, derrumbandolo sobre la cama, quedando ella por encima de él. Puso ancla en el mar extenso que sus ojos eran, y se hundió en ellos sin quererlo. - ..Mereces un descanso. Un poco de diversión - Expresó atreviendose a besarlo. Y de nuevo, el fuego asaltó su boca. Se sobresaltó y volvió a sentarse como antes, llevandose una mano a sus labios, mirando con cierto recelo a Daniil, dejandolo recostado y seguramente confundido. Bajó la mirada ¿Avergonzada? - Lo siento - Musitó casi sin voz, maldiciendose en su fuero interno.
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
Cuando recién fue transformado, Daniil se sintió otra persona, y no por esa creencia entre los suyos de que la inmortalidad es sinónimo de poder, no, cuando fue mordido por la duquesa y luego alimentado de su sangre no se sintió invencible, se sintió desmesuradamente miserable, el segundo después que abrió los ojos a su nueva existencia, se arrepintió de lo que había hecho, y para su desgracia, no había marcha atrás. Había quemado las naves, sus embarcaciones para nunca más regresar a lo que una vez fue, por más erróneo que en instante le parecía. En ese entonces se desconoció, era otro, había cambiado, sí, físicamente y en su naturaleza, pero también por dentro y eso era lo que verdaderamente dolía, no se reconocía, no era Daniil Fyodorovich Stravinsky, médico de Nóvgorod, era otro, un forastero, y desde entonces se sintió uno, alguien desconocido para sí mismo.
Pero había momentos en su eternidad, que si la comparaba con la de otros, con la de Indro por ejemplo, era una infancia a penas, en los que se volvía a ver en medio de bruma que era su mente todo el tiempo. Momentos como ese, en los que en el tacto de Lyra reconocía el suyo, en sus ojos podía ver los suyos, en su expresión que era una y que decía otra cosa. Y eso lo dejaba desarmado, no estaba preparado, nunca nadie le dijo que eso iba a pasar y ahora que llegaba no sabía como lidiar con ello.
Titubeó, abrió la boca para responder, boqueó algo pero no dijo nada. Decirle o no qué era verdaderamente lo que lo molestaba, pero entonces comprendió que decirle eso implicaba no sólo una noche, sino muchas porque era demasiado lo que como buitres lo rondaba y acechaba. ¿Qué lo molestaba?, todo. Todo era triste y desencantado y comenzaba a sentir hastío, no, no se lo diría aunque lo necesitaba, confesar sus pecados, redimir sus culpas, llorar aunque el ejercicio de las lágrimas le resultaba inútil ya. Hizo un esbozo de sonrisa al escucharla, ojalá fueran sólo los problemas que atañían a su profesión, pero de todos sus males ese era el más nimio, giró la cabeza para verla y fue tomado por sorpresa cuando ella lo empujó, se dejó hacer si refutar.
¿En realidad merecía un descanso?, la culpa era el eje rector de su vida y su no vida, y esa misma culpa lo obligaba a auto infringirse suplicios creyéndose merecedor de castigos por todas sus fechorías, pero luego él mismo se percataba que su tragedia personal era grande porque él la quería ver de ese modo. Cerró los ojos ante el beso, a penas si tocó su cintura sólo para sentirla, saber que no era una ilusión de un hombre que finalmente ha perdido la cordura a base de melancolía, pero luego ella sola se separó. Daniil se quedó en su sitio mirándola sin entender qué pasaba, no estaba ansioso porque sucediera lo que era evidente que iba a suceder, pero una vez más al sentir cómo el contacto se rompía extrañó la sensación de cercanía. Primero alzó la cabeza, luego el torso y finalmente se volvió a incorporar, sentado al borde de la cama.
Acercó su mano a la de Lyra, esa que estaba sobre sus labios como si acabara de cometer un atrevimiento atroz, la tomó por la muñeca con suavidad para separarla de su boca y la miró a los ojos, claros pero como los de él, tristes.
-No lo sientas –dijo con una media sonrisa, alguna amante alguna vez le dijo que esa expresión era capaz de calmar un montón de caballos desbocados, no sabía si era una exageración y tampoco era algo que hiciera a propósito, le venía natural, sencillo, ese era el verdadero Daniil, o una parte de él al menos-, merezco un descanso –luego dijo como fragmento de una conversación pretérita –pero ¿diversión?, jamás serías sólo una diversión para mí –de dónde había venido aquello, ni él mismo sabía.
Pero había momentos en su eternidad, que si la comparaba con la de otros, con la de Indro por ejemplo, era una infancia a penas, en los que se volvía a ver en medio de bruma que era su mente todo el tiempo. Momentos como ese, en los que en el tacto de Lyra reconocía el suyo, en sus ojos podía ver los suyos, en su expresión que era una y que decía otra cosa. Y eso lo dejaba desarmado, no estaba preparado, nunca nadie le dijo que eso iba a pasar y ahora que llegaba no sabía como lidiar con ello.
Titubeó, abrió la boca para responder, boqueó algo pero no dijo nada. Decirle o no qué era verdaderamente lo que lo molestaba, pero entonces comprendió que decirle eso implicaba no sólo una noche, sino muchas porque era demasiado lo que como buitres lo rondaba y acechaba. ¿Qué lo molestaba?, todo. Todo era triste y desencantado y comenzaba a sentir hastío, no, no se lo diría aunque lo necesitaba, confesar sus pecados, redimir sus culpas, llorar aunque el ejercicio de las lágrimas le resultaba inútil ya. Hizo un esbozo de sonrisa al escucharla, ojalá fueran sólo los problemas que atañían a su profesión, pero de todos sus males ese era el más nimio, giró la cabeza para verla y fue tomado por sorpresa cuando ella lo empujó, se dejó hacer si refutar.
¿En realidad merecía un descanso?, la culpa era el eje rector de su vida y su no vida, y esa misma culpa lo obligaba a auto infringirse suplicios creyéndose merecedor de castigos por todas sus fechorías, pero luego él mismo se percataba que su tragedia personal era grande porque él la quería ver de ese modo. Cerró los ojos ante el beso, a penas si tocó su cintura sólo para sentirla, saber que no era una ilusión de un hombre que finalmente ha perdido la cordura a base de melancolía, pero luego ella sola se separó. Daniil se quedó en su sitio mirándola sin entender qué pasaba, no estaba ansioso porque sucediera lo que era evidente que iba a suceder, pero una vez más al sentir cómo el contacto se rompía extrañó la sensación de cercanía. Primero alzó la cabeza, luego el torso y finalmente se volvió a incorporar, sentado al borde de la cama.
Acercó su mano a la de Lyra, esa que estaba sobre sus labios como si acabara de cometer un atrevimiento atroz, la tomó por la muñeca con suavidad para separarla de su boca y la miró a los ojos, claros pero como los de él, tristes.
-No lo sientas –dijo con una media sonrisa, alguna amante alguna vez le dijo que esa expresión era capaz de calmar un montón de caballos desbocados, no sabía si era una exageración y tampoco era algo que hiciera a propósito, le venía natural, sencillo, ese era el verdadero Daniil, o una parte de él al menos-, merezco un descanso –luego dijo como fragmento de una conversación pretérita –pero ¿diversión?, jamás serías sólo una diversión para mí –de dónde había venido aquello, ni él mismo sabía.
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
Su rostro quedó perplejo por un momento. Sus orbes se mezclaron con aquellos ojos gastados del hombre, encontrándose a si misma como una completa extraña en su propia vida. Luego de aquellas palabras, llegó a la conclusión de que se arrepentía de haber encontrado a Daniil aquella noche. Podría haber sido como cualquier otra, monótona, llena de risas falsas, de seducciones intrépidas que solo conseguían aumentarle un poco más el escaso dinero que en su cuenta había. Hubiera dormido tranquila sabiendo que nada había cambiado en su ser, que todo seguía igual de incompleto, igual de dañado que siempre. Hubiera podido vivir con la ilusión de un día exactamente igual que el anterior, ya se había acostumbrado a despertar en una oscura habitación sin pensamiento alguno mas que el de preguntarse que buscará para comer ese día. Pero, ahora se encontraba en un sinuoso camino. Un camino que la llevaría a un caudal enorme de contradicciones. Contradicciones que ya carcomían su cuerpo, y por ese motivo, fruncía el ceño de manera interrogatoria.
Aquel pasajero enojo que al principio, solo eran chispas de un fuego que iba a generarse, ahora se convertía en un incendio de llamas flameantes. Porque se había prometido demasiadas cosas, que ahora, con una simple frase, se hundían cual barco en el océano. Porque Lyra dejaría de ser ella misma en el momento que aceptase que sus sentimientos no estaban tan muertos como había supuesto, y que después de todo, su corazón latía con un pulso débil, pero existente. Se negó, se negó mil y una vez a darse cuenta de aquello. Separó su mano de aquel suave agarre que Daniil le proporcionaba, con mas brusquedad de la que era necesaria. Pero la cortesana era una mujer complicada, y quien se veía atrapado bajo sus inusuales acertijos, estaba advertido desde un principio. Se soltó, y la distancia generada le dolió sin saber por qué. Tonta, absurda Lyra. Engañada por si misma, se reprochaba y al hombre.
Quedó flotando entre los dos, un silencio hostil. Su semblante se ensombreció de repente. La luz de las velas parecía disminuir por la repentina frialdad que la cortesana demostraba. Enarcó una ceja, y su rostro se asimiló mucho más a las sombras que ahora parecían envolverla, mas la mayoría de aquellas pintorescas imágenes, estaban en su mente. La luz de las velas seguía exactamente igual, las sombras se encontraban retenidas, en el mismo lugar que siempre. Era ella, y por dentro, la que se refugiaba en la oscuridad. -¿Qué sería entonces, si no soy una mera diversión? – Necesitaba saberlo, al mismo tiempo que no quería escuchar la respuesta. Ganaron sin embargo, las garras de una curiosidad monstruosa, malvada. Daniil seguramente tenía un motivo para soltar aquella frase, como si fuera lo más normal del mundo. Y Lyra, precisaba la confirmación de su teoría sobre los hombres, y el único motivo por el cual vivían.
(Aunque sabía que él, era diferente. Siempre lo había sabido e igual siguió adelante)
Su tono era mas distante, como si de repente, una cuerda hubiera tirado de ella, arrastrándola fuera de la intimidad que hubo entre ellos, solo segundos atrás. – No deseas expresar tus problemas, tampoco concretar tu instinto.. – Murmuró, preguntándose si no estaba siendo demasiado ruda e impertinente. No. No lo era, se convenció. ¿Acaso su clase baja no le permitía obtener alguna respuesta? Incluso una burda mentira le hubiera servido - ¿Qué buscas aquí? ¿Qué motivos fueron los que te arrastraron a tan bajos lugares?
(Dímelo. Miénteme)
Aquel pasajero enojo que al principio, solo eran chispas de un fuego que iba a generarse, ahora se convertía en un incendio de llamas flameantes. Porque se había prometido demasiadas cosas, que ahora, con una simple frase, se hundían cual barco en el océano. Porque Lyra dejaría de ser ella misma en el momento que aceptase que sus sentimientos no estaban tan muertos como había supuesto, y que después de todo, su corazón latía con un pulso débil, pero existente. Se negó, se negó mil y una vez a darse cuenta de aquello. Separó su mano de aquel suave agarre que Daniil le proporcionaba, con mas brusquedad de la que era necesaria. Pero la cortesana era una mujer complicada, y quien se veía atrapado bajo sus inusuales acertijos, estaba advertido desde un principio. Se soltó, y la distancia generada le dolió sin saber por qué. Tonta, absurda Lyra. Engañada por si misma, se reprochaba y al hombre.
Quedó flotando entre los dos, un silencio hostil. Su semblante se ensombreció de repente. La luz de las velas parecía disminuir por la repentina frialdad que la cortesana demostraba. Enarcó una ceja, y su rostro se asimiló mucho más a las sombras que ahora parecían envolverla, mas la mayoría de aquellas pintorescas imágenes, estaban en su mente. La luz de las velas seguía exactamente igual, las sombras se encontraban retenidas, en el mismo lugar que siempre. Era ella, y por dentro, la que se refugiaba en la oscuridad. -¿Qué sería entonces, si no soy una mera diversión? – Necesitaba saberlo, al mismo tiempo que no quería escuchar la respuesta. Ganaron sin embargo, las garras de una curiosidad monstruosa, malvada. Daniil seguramente tenía un motivo para soltar aquella frase, como si fuera lo más normal del mundo. Y Lyra, precisaba la confirmación de su teoría sobre los hombres, y el único motivo por el cual vivían.
(Aunque sabía que él, era diferente. Siempre lo había sabido e igual siguió adelante)
Su tono era mas distante, como si de repente, una cuerda hubiera tirado de ella, arrastrándola fuera de la intimidad que hubo entre ellos, solo segundos atrás. – No deseas expresar tus problemas, tampoco concretar tu instinto.. – Murmuró, preguntándose si no estaba siendo demasiado ruda e impertinente. No. No lo era, se convenció. ¿Acaso su clase baja no le permitía obtener alguna respuesta? Incluso una burda mentira le hubiera servido - ¿Qué buscas aquí? ¿Qué motivos fueron los que te arrastraron a tan bajos lugares?
(Dímelo. Miénteme)
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
La miró con gesto complicado el momento mismo que ella se soltó de su agarre, por un lado se sintió asustado, como si hubiese hecho algo malo y trató de discernir qué había sido sin llegar a una respuesta concreta, por otro lado, el que pesaba más, se sintió un tonto, culpable de provocar aquella reacción en ella, cuando lo que menos quería era que le temiera, que se alejara. De pronto se sintió absolutamente perdido, como civil en medio de un campo de batalla, aquella mujer parecía querer alejarse, aunque la notaba confundida, por primera vez no estaba teniendo el control y eso era aterrador hasta cierto punto, pero también, de algún modo, le gustaba. ¿Qué había detrás del rostro delicado y lleno de congoja de Lyra?, porque sabía que esos ojos apagados tenían una explicación, que el tiempo, o tal vez alguien, se había encargado de extinguir su brillo, se los imaginó de pronto cómo podrían lucir de otro modo y le pareció que era terrible no tener la oportunidad de contemplarlos así, llenos de vida. Retiró la mano fuera de la vista de ella, era obvio que eso la había turbado en algún sentido, uno que Daniil aún no podía explicarse ni entendía, pero decidió que no quería atribularla más, así que por ahora guardaría la distancia hasta recibir una señal, o no poder contenerse más.
Desvió la mirada odiándose más, y eso ya era decir bastante, la pregunta era más que lógica y él, sin embargo, no tenía una respuesta. Cómo le hubiera gustado decirle algo en concreto, pero no podía, no tenía absolutamente nada para responderle, ¿mentirle?, jamás, a nadie, pero especialmente a ella. Suspiró y regresó los ojos avellana en dirección a ella, hizo un movimiento imperceptible de querer acercar su mano a su rostro, pero se detuvo el segundo después que lo pensó, seguramente ella ni quiera lo había notado.
-Algo te molesta –dijo con voz pausada, tratando de hacerla sonar neutral pero sin mucho éxito, de pronto era él que le preguntaba a ella, como si ese fuese su trabajo, el de consolarla y no viceversa-, me gustaría saber qué, pero tampoco podría obligarte –continuó y no se resistió más, le fue imposible, estiró la mano y acarició su mejilla con el dorso de ésta. Necesitaba sentirla para saber que no era una maldita visión.
-¿Y cuál se supone qué es mi instinto? –birló las otras preguntas adrede, dijo alejando la mano temiendo una reacción como la de hace tan sólo unos minutos, algo en ese acto brusco le rompió el corazón, de por sí ya hecho añicos, más de lo que debería, más de lo que era lógico. Agachó el rostro y sonrió con tristeza, en realidad, cuando salió de su casa (demasiado pequeña tratándose del Barón de Nóvgorod) no sabía cuál era su motivo de haber abandonado su hogar si quiera, peor tratar de encontrar la razón de su presencia en el burdel, pero ahora lo tenía claro, como un golpe de adrenalina directo a cabeza, así le llegó la lucidez de pronto. Ella era su motivo para estar ahí, y ahora lo entendía.
Alzó la mirada y su expresión era la de un pobre diablo que un día es miserable y el otro también, uno que se siente indigno de todo, uno que ha encontrado la respuesta pero teme decirla porque no podría soportar el rechazo.
-Vas a creer que es una mentira –habló ecuánime, su voz salió suave como en un compás de cuatro tiempos –pero creo firmemente que mi razón para estar en este sitio eres tú –dijo sin más y con una convicción avasallante; desde luego que lo iba a tachar de loco, un segundo después de que las palabras escaparon, imprudentes, de su boca, se arrepintió de su osadía. No debió de haberlo dicho pero qué se suponía que hiciera, ahora estaba hecho, no regresar el tiempo como quien lucha contra la corriente de un río con las manos desnudas.
Llevaban ya varios minutos ahí metidos, tal vez una hora, no lo sabía, no era consciente del tiempo y su transcurso, y no le importaba no estar haciendo lo que se suponía debía hacer en ese lugar, en realidad parecía que nunca tuvo importancia realmente.
Desvió la mirada odiándose más, y eso ya era decir bastante, la pregunta era más que lógica y él, sin embargo, no tenía una respuesta. Cómo le hubiera gustado decirle algo en concreto, pero no podía, no tenía absolutamente nada para responderle, ¿mentirle?, jamás, a nadie, pero especialmente a ella. Suspiró y regresó los ojos avellana en dirección a ella, hizo un movimiento imperceptible de querer acercar su mano a su rostro, pero se detuvo el segundo después que lo pensó, seguramente ella ni quiera lo había notado.
-Algo te molesta –dijo con voz pausada, tratando de hacerla sonar neutral pero sin mucho éxito, de pronto era él que le preguntaba a ella, como si ese fuese su trabajo, el de consolarla y no viceversa-, me gustaría saber qué, pero tampoco podría obligarte –continuó y no se resistió más, le fue imposible, estiró la mano y acarició su mejilla con el dorso de ésta. Necesitaba sentirla para saber que no era una maldita visión.
-¿Y cuál se supone qué es mi instinto? –birló las otras preguntas adrede, dijo alejando la mano temiendo una reacción como la de hace tan sólo unos minutos, algo en ese acto brusco le rompió el corazón, de por sí ya hecho añicos, más de lo que debería, más de lo que era lógico. Agachó el rostro y sonrió con tristeza, en realidad, cuando salió de su casa (demasiado pequeña tratándose del Barón de Nóvgorod) no sabía cuál era su motivo de haber abandonado su hogar si quiera, peor tratar de encontrar la razón de su presencia en el burdel, pero ahora lo tenía claro, como un golpe de adrenalina directo a cabeza, así le llegó la lucidez de pronto. Ella era su motivo para estar ahí, y ahora lo entendía.
Alzó la mirada y su expresión era la de un pobre diablo que un día es miserable y el otro también, uno que se siente indigno de todo, uno que ha encontrado la respuesta pero teme decirla porque no podría soportar el rechazo.
-Vas a creer que es una mentira –habló ecuánime, su voz salió suave como en un compás de cuatro tiempos –pero creo firmemente que mi razón para estar en este sitio eres tú –dijo sin más y con una convicción avasallante; desde luego que lo iba a tachar de loco, un segundo después de que las palabras escaparon, imprudentes, de su boca, se arrepintió de su osadía. No debió de haberlo dicho pero qué se suponía que hiciera, ahora estaba hecho, no regresar el tiempo como quien lucha contra la corriente de un río con las manos desnudas.
Llevaban ya varios minutos ahí metidos, tal vez una hora, no lo sabía, no era consciente del tiempo y su transcurso, y no le importaba no estar haciendo lo que se suponía debía hacer en ese lugar, en realidad parecía que nunca tuvo importancia realmente.
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
Nunca hubiera imaginado encontrándose en esta situación, tan vulnerable a palabras de un hombre que poco conocía, pero que al mismo tiempo, le resultaba muy familiar. Eran sus ojos, no habían dudas. Eran sus ojos los que escondían tantas cosas, igual que ella. ¿Hasta que punto eran similares? ¿Qué los separaba y que los volvían a unir? La horrorosa y ¿Esperanzadora? La novedad de descubrir que por sus propias venas corría todavía un torrente de sangre, y que no eran simples telarañas las que adornaban su cuerpo, le resultó tan confuso que apenas podía pensar con claridad. Convertida en un pequeño remanso de enojos y disfrutes secretos, presenciaba las acciones del hombre, como si fueran dedicadas a otra persona. Y es que era probable que la hubiera confundido con alguna de esas bellas damas que seguramente frecuentaba. Ellas, que ganaban no solo la mirada de los hombres, si no el corazón de los mismos. Con ellas, mujeres de clase alta, pulcras y divinas, con esas la confundían. Pero no pudo hacer la misma relación entre su cuerpo sucio, y el de las damas hermosas, de la misma manera que Daniil lo hacía, algo que la sacaba completamente de lugar.
-Eres hombre, piensas en un cosa, y en una cosa sola – Aclaró cuando tuvo la oportunidad. Que no le vengan con engaños, que no le digan que algunos eran diferentes, porque podía incluso nombrar a aquellos que habían deseado su cuerpo, para marcharse sin palabras al paso de las horas. Lyra no quería convencerse de que existían excepciones a las reglas. No iba a perder la batalla contra si misma y contra el mundo. Su orgullo era demasiado grande, inmenso. Se enredaba, se ataba y volvía a atar. Hacía nudos fuertes en sus propias redes, hasta no saber diferenciar que era pura verdad, y que era mentira. ¿Qué sentía y dejaba de sentir? ; Sus labios expulsaron un hilo suave de aire, que movió las motas de polvo invisibles a los ojos. Su cuerpo volvió a tensarse, en un vano intento por moverse de ese lugar. Hubiera querido aunque sea, salir con aires de enojo por la puerta, gritando que como él, iba a estar en un burdel por una simple cortesana. Pero no podía. Estancada en aquella cama se encontraba, sentada a solo centímetros de una peligrosa distancia de su viril figura.
Bajó la cabeza, y una risa melancólica se hizo paso en el silencio que tomó lugar en la escena. Sus labios se expandieron en una sonrisa que lejos estaba de ser feliz, verdadera. Con un gesto negativo de la cabeza, puso en claro que no acordaba con Daniil. No había ido por ella. Se equivocaba, se confundía. No sabía en donde se estaba metiendo, pero ella le haría darse cuenta. No era prudente, en absoluto, enredarse en la intrincada vida de Lyra. -Disfrutas con el dolor ajeno, es eso, ¿Verdad? – Preguntó insolente, incapaz de aceptar aquello que el hombre afirmaba – Te gusta mentir, y por eso has dicho aquello. No has venido por mí. Soy igual que todas las mujeres del burdel, aunque mas torpe y mal educada. – Alzó los ojos, para encontrarse con su rostro afable, real e irreal.
-Está bien, no te preocupes.. Puedes seguir engañándome todo el tiempo que quieras, siempre y cuando dejes las monedas sobre la mesita – Dura, fría. Su rostro no demostraba emoción. Tajante, pero solo porque no sabía como reaccionar ante aquello. Petrea, maldita. Por fuera, por supuesto. Dentro…por dentro explotaba, de odio, de disgusto, y de aquella maldita necesidad de creerle. De sentirse bien por alguna vez en su vida.
-Eres hombre, piensas en un cosa, y en una cosa sola – Aclaró cuando tuvo la oportunidad. Que no le vengan con engaños, que no le digan que algunos eran diferentes, porque podía incluso nombrar a aquellos que habían deseado su cuerpo, para marcharse sin palabras al paso de las horas. Lyra no quería convencerse de que existían excepciones a las reglas. No iba a perder la batalla contra si misma y contra el mundo. Su orgullo era demasiado grande, inmenso. Se enredaba, se ataba y volvía a atar. Hacía nudos fuertes en sus propias redes, hasta no saber diferenciar que era pura verdad, y que era mentira. ¿Qué sentía y dejaba de sentir? ; Sus labios expulsaron un hilo suave de aire, que movió las motas de polvo invisibles a los ojos. Su cuerpo volvió a tensarse, en un vano intento por moverse de ese lugar. Hubiera querido aunque sea, salir con aires de enojo por la puerta, gritando que como él, iba a estar en un burdel por una simple cortesana. Pero no podía. Estancada en aquella cama se encontraba, sentada a solo centímetros de una peligrosa distancia de su viril figura.
Bajó la cabeza, y una risa melancólica se hizo paso en el silencio que tomó lugar en la escena. Sus labios se expandieron en una sonrisa que lejos estaba de ser feliz, verdadera. Con un gesto negativo de la cabeza, puso en claro que no acordaba con Daniil. No había ido por ella. Se equivocaba, se confundía. No sabía en donde se estaba metiendo, pero ella le haría darse cuenta. No era prudente, en absoluto, enredarse en la intrincada vida de Lyra. -Disfrutas con el dolor ajeno, es eso, ¿Verdad? – Preguntó insolente, incapaz de aceptar aquello que el hombre afirmaba – Te gusta mentir, y por eso has dicho aquello. No has venido por mí. Soy igual que todas las mujeres del burdel, aunque mas torpe y mal educada. – Alzó los ojos, para encontrarse con su rostro afable, real e irreal.
-Está bien, no te preocupes.. Puedes seguir engañándome todo el tiempo que quieras, siempre y cuando dejes las monedas sobre la mesita – Dura, fría. Su rostro no demostraba emoción. Tajante, pero solo porque no sabía como reaccionar ante aquello. Petrea, maldita. Por fuera, por supuesto. Dentro…por dentro explotaba, de odio, de disgusto, y de aquella maldita necesidad de creerle. De sentirse bien por alguna vez en su vida.
Lyra P. Godwin- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 09/09/2011
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Re: They say feelings are impossible to avoid ||Daniil Stravinsky
Una cosa le quedó más que clara, la situación estaba fuera de control, era extraña, era anormal. Él estaba en el burdel, en una habitación, con una cortesana, pero en ese tiempo y espacio sucedía todo menos lo que se suponía debía suceder. Soltó una risa amarga ante su dura respuesta, le hubiera gustado desmentirla pero entre más se empeñaba él mismo en sentirse diferente, se daba cuenta de lo igual que era al resto, sólo que de forma consciente y por eso nunca había logrado adaptarse. Nadie, a final de cuentas, es un copo de nieve, lo había aprendido de la manera difícil. Quizá tenía razón, en teoría tal vez, sin embargo negó con la cabeza, aunque de nada le valía asegurarle que él era diferente, estaba seguro que no le creería, y en ese instante, ni el mismo lo haría.
Prefirió callar, el silencio era adecuado aunque por alguna razón, quería decirle mil cosas, tantas que ninguna llegaba con claridad a su mente. Se sintió aturdido, noqueado por la fuerza de las palabras, pero sobre todo, la intención de éstas. Agachó la mirada, clavó los ojos en ese punto que dejaba libre entre la punta de sus zapatos, de pronto la textura del piso le pareció la cosa más interesante del mundo, la verdad era que estaba más concentrado en otra cosa. En la insolencia que acababa de decir, en la incredulidad, obvia y justificada, de Lyra, en todo y en nada. Alzó el rostro cuando la escuchó hablar de nuevo, ahora era su turno de ser receloso ante lo que escuchaba, tensó la mandíbula y la observó con una mezcla de sorpresa y melancolía, ni siendo vampiro nunca nadie antes le había dicho tal cosa, porque una y otra vez todos se encargaban de recordarle que en realidad, era débil.
La escuchó hasta que hubo terminado pero algo casi desconocido lo invadió por todas las venas y arterias conforme las palabras llegaban a sus oídos. Enojo, no, más bien frustración, sabía que no importaba lo que dijera o hiciera, ella estaba empecinada en no creerle, y tal vez no era realmente importante, pues había dicho algo muy cierto, era sólo una cortesana más en el burdel, sólo que de todas las cortesanas en el burdel, le interesaba que ésta en especial creyera sus palabras. Se acercó sin pedirle permiso, la tomó del brazo con firmeza pero siempre midiendo sus movimientos para no lastimarla.
-Tal vez tengas razón –le dijo con voz queda pero segura-, soy hombre y sólo pienso en una cosa –respondió finalmente a lo primero que había escuchado durante ese lapso, aunque lo dijo de manera automática, mecánica, sin razonar –también puede que tengas razón y me guste mentir pero… -se detuvo, la soltó y se alejó un centímetro o dos –pero esta vez estoy diciendo la verdad –se puso de pie bruscamente y le dio la espalda –da igual –dijo con un tono de voz absolutamente abatido, quizá por eso le dio la espalda, para que no viera el gesto que ponía al decir aquello –tal parece que no te haré creer lo contrario y… -ahí acabó la frase, cerró los puños tanto y tan fuerte que los nudillos comenzaron a ponerse blancos, aunque esto a penas si se notaba considerando el tono marmóreo de su piel.
Sabía que debía salir de ahí antes de cometer alguna imprudencia, de decir algo insensato, pero sus pies estaban soldados al suelo, eran de plomo, imposible de levantarlos y dar un paso si quiera. Se mantuvo así, de espaldas a ella, con semblante doblegado.
Prefirió callar, el silencio era adecuado aunque por alguna razón, quería decirle mil cosas, tantas que ninguna llegaba con claridad a su mente. Se sintió aturdido, noqueado por la fuerza de las palabras, pero sobre todo, la intención de éstas. Agachó la mirada, clavó los ojos en ese punto que dejaba libre entre la punta de sus zapatos, de pronto la textura del piso le pareció la cosa más interesante del mundo, la verdad era que estaba más concentrado en otra cosa. En la insolencia que acababa de decir, en la incredulidad, obvia y justificada, de Lyra, en todo y en nada. Alzó el rostro cuando la escuchó hablar de nuevo, ahora era su turno de ser receloso ante lo que escuchaba, tensó la mandíbula y la observó con una mezcla de sorpresa y melancolía, ni siendo vampiro nunca nadie antes le había dicho tal cosa, porque una y otra vez todos se encargaban de recordarle que en realidad, era débil.
La escuchó hasta que hubo terminado pero algo casi desconocido lo invadió por todas las venas y arterias conforme las palabras llegaban a sus oídos. Enojo, no, más bien frustración, sabía que no importaba lo que dijera o hiciera, ella estaba empecinada en no creerle, y tal vez no era realmente importante, pues había dicho algo muy cierto, era sólo una cortesana más en el burdel, sólo que de todas las cortesanas en el burdel, le interesaba que ésta en especial creyera sus palabras. Se acercó sin pedirle permiso, la tomó del brazo con firmeza pero siempre midiendo sus movimientos para no lastimarla.
-Tal vez tengas razón –le dijo con voz queda pero segura-, soy hombre y sólo pienso en una cosa –respondió finalmente a lo primero que había escuchado durante ese lapso, aunque lo dijo de manera automática, mecánica, sin razonar –también puede que tengas razón y me guste mentir pero… -se detuvo, la soltó y se alejó un centímetro o dos –pero esta vez estoy diciendo la verdad –se puso de pie bruscamente y le dio la espalda –da igual –dijo con un tono de voz absolutamente abatido, quizá por eso le dio la espalda, para que no viera el gesto que ponía al decir aquello –tal parece que no te haré creer lo contrario y… -ahí acabó la frase, cerró los puños tanto y tan fuerte que los nudillos comenzaron a ponerse blancos, aunque esto a penas si se notaba considerando el tono marmóreo de su piel.
Sabía que debía salir de ahí antes de cometer alguna imprudencia, de decir algo insensato, pero sus pies estaban soldados al suelo, eran de plomo, imposible de levantarlos y dar un paso si quiera. Se mantuvo así, de espaldas a ella, con semblante doblegado.
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