Cena de Media Noche [Daniil Stravinsky]

La verdad era que se sentía emocionado, a parte de halagado, le alegraba saber que su alumna, la señorita Von Misson se había hecho de una propiedad en la ciudad, era como verla crecer y eso lo llenaba de alegría y orgullo. había recibido la invitación un par de días antes y había esperado la fecha con especial júbilo. Cuando ésta finalmente llegó escogió uno de sus mejores trajes, sabía que el tenor de la visita era más bien informal, pero eso no quería decir que debía acudir de forma desalineada.

El hecho de compartir una noche con su alumna que no fuese de enseñanza le daba un toque especial a la velada, mientras avanzaba en el carruaje rumbo a la dirección que se le había dado pensaba en todo ello, en lo poco en realidad que se conocían ambos a un nivel personal, pues bien, esa noche era perfecta para arreglarlo, para tratar de conocerse más como inmortales que eran y no en el plano de maestro y pupilo.

Suspiró armándose de valor (ciertos temas personales los crispaban, pero estaba dispuesto a ser completamente sincero con su alumna) el momento previo a que el conductor del carruaje diera la señal a los dos caballos de tiro holandeses que halaban del mismo. Bestias imponente y dóciles, perfectas para la personalidad de Daniil.

Le dio las gracias a su valet que le abría la puerta y se encaminó a la casa sin detenerse a observarla mucho, se plantó frente al portón y tocó dos veces la aldaba con firmeza pero de modo que no sonara insistente, esperando ser atendido.

Se llevó una grata sorpresa al ver el rostro de Carmmine y no de un sirviente abriéndole la puerta, una sonrisa se dibujó en su rostro, dio un par de pasos acortando la distancia y sin más la abrazó, fue breve, se separó y aún con esa sonrisa en su rostro se decidió a hablar.

-Gracias por la invitación -fue lo primero que dijo.

Pudo notar que aquel impulsivo abrazo había tomado por sorpresa a su alumna pero tampoco esperaba otra reacción, si bien no era un tipo frío y calculador (como muchos otros vampiros) tampoco era de andar abrazando a la gente, pero había sido algo completamente nacido del corazón, estaba francamente agradecido por la invitación y esa era su forma de decírselo. Sonrió al notar el sonrojo de la joven y su forma de actuar avergonzada.

-¿Inconveniente?, para nada, me siento profundamente halagado -dijo con sinceridad y luego la siguió por el camino que le indicaba, observando a su al rededor mientras avanzaban, había dicho que después podría visitar el jardín y la idea le pareció maravillosa, el jardín de una casa era sin duda su lugar favorito de la misma, por eso él había buscado, antes que un montón de habitaciones o baños con muebles finos, un amplio jardín en la propiedad que él ahora tenía en la ciudad.

La sintió prendarse de su brazo, bien, ahora estaban a mano en cuanto a los atrevimientos se refería, la miró de reojo sonriendo y siguió el camino sin decir nada, de todos modos él mismo hubiese ofrecido su brazo para continuar caminando. Se sentó en el sofá que le indicó y se quedó expectante.

-Esto esta bien -dijo recibiendo la copa, le gustaba de hecho el sabor del alcohol, de cualquier tipo, del vodka al whisky, y por supuesto el vino, pero no se lo dijo (no quería dar la impresión de que era un ebrio incontrolable), olió profundamente la bebida contenida en la copa para saber de su calidad y miró con gesto satisfecho a Carmmine diciéndole sin palabras que tenía muy buen gusto al respecto, alzó la copa para brindar, pero esperó, quería que ella propusiera los motivos del brindis.

El sonido de las copas chocando sobrevino a las palabras de Carmmine, a las cuales el vampiro sólo respondió con una sonrisa para luego dar un sorbo, breve, sólo lo suficiente para degustar el merlot con todas sus tesituras, calentándolo unos segundos en la boca y luego dejándolo pasar a través de su garganta, el aroma correspondía al sabor, exquisito como lo supuso, pensó en lo vago que había resultado el brindis de su alumna, pero hoy no era la aprendiz, era alguien con quien charlar y fue eso mismo lo que lo obligó a no hacer notar la ambigüedad de sus palabras.

Su atención regresó a ella cuando la escuchó hablar, arqueó una ceja mientras ella planteaba esa pregunta.

-Por supuesto, tengo muchas dudas -aceptó con semblante sereno -pero estaba esperando el momento ideal -miró a su al rededor y sonrió -y supongo que este puede ser calificado como tal -finalizó y dio otro sorbo, prologando el momento a propósito.

-Cuando te encontré en el muelle... -ahí iba, aventurándose a preguntar, este encuentro era para ese propósito y aún así él sentía que entrometerse en la vida de la joven no era un derecho del que él gozara, quizá porque él mismo era reservado sobre su vida personal-, estabas muy débil, ¿por qué?, quiero decir, ¿qué te impidió alimentarte de un pobre tripulante al que nadie extrañara? -sí, esa era su pregunta y era extraña, pero fue así como, después de todo, se conocieron.

Hizo una pausa y recapacitó en algo.

-Desde luego tú también puedes preguntarme lo que quieras -le parecía justo.

Como supuso, su pregunta y la respuesta que siguió sólo abrieron la puerta a más dudas, esa era su intención en primera instancia, no quería ser directo, parecer agresivo e incomodarla, tenían el acuerdo que sería una charla personal, pero aún así había reglas que él, como un caballero que era, debía seguir. Su expresión fue de completa duda cuando mencionó que el olor de la sangre le daba asco, nunca había escuchado a un vampiro decir tal cosa, ni él mismo podía decirlo, el olor de la sangre lo ponía mal, pero porque comenzaba a debatirse en si atacar o no, pero el aroma per se, no podía negarlo, era delicioso desde que era inmortal, todo cobró sentido cuando ella aclaró el por qué, entornó los ojos y dio un sorbo a su copa.

-¿Puedo preguntarte bajo qué circunstancias te transformaron? -era un poco más directo, lo sabía, y conocía partes de la historia, pero quería saber si había estado al borde de la muerte o había tomado una decisión estúpida como era su caso personal.

Dio otro sorbo y esperó la pregunta, casi escupe el vino cuando la escuchó. Rió nerviosamente.

-¿Especial? -jugó a hacerse el tonto pero era obvio que no lograría hacerlo por mucho tiempo-, tengo un mejor amigo, si a eso te refieres -era obvio que a eso no se refería, suspiró y se dio por vencido -no, no hay nadie especial en ese sentido en mi vida por ahora -"por ahora", ¿para qué agregaba el "por ahora"?, como si hubiera una posibilidad en el futuro, una posibilidad falsa, él sabía bien-. ¿Y qué hay de ti?, eres joven, bella e inteligente... -halagó haciendo un ademán con la mano como si la recorriera de la cabeza a los pies.

Notó el cambio en su semblante y decidió no ahondar más en el tema, al menos por esa noche, no quería arruinarla con su curiosidad, tenía mucho tiempo por delante y de sobra, así que lo guardaría para después, además, ¿qué caso tenía descubrir todo ahora y no guardar un dejo de misterio para los días venideros?. La escuchó con atención, lo que le decía era terrible, no quería imaginarse como una chica de su edad pudo haberse sentido en momentos como ese. Hace cuánto, también se preguntó pero calló porque la prudencia de la que era prisionero lo obligó. Cuando terminó la miró con gesto empático, al menos quería hacerle saber que podía contar con él.

-Sí, sería bueno que se conocieran -dijo ante la mención de su amigo, después de todo Indro era pilar fundamental en su vida, y Carmmine había entrado a esa dinámica de su cotidianidad -,pero por desgracia no está en París -dijo más serio de lo que le hubiese gustado, no podía mentirse, odiaba no tenerlo cerca para poder platicarle todas sus desventuras.

Cuando ella respondió a su pregunta, la miró con gesto suspicaz, sus palabras no lo decían, pero sí su lenguaje corporal, había alguien, sonrió pero no dijo nada, no quería ponerla nerviosa o incómoda.

-Sí -dijo con sencillez ante la pregunta sobre su amigo-, lo conocí hace unos 400 años, yo era un vampiro con pocas décadas de haber sido convertido -sonrió ante el recuerdo -él es mucho más viejo así que me enseñó un par de trucos -rió. Era su turno de preguntar y ya sabía qué quería saber, esperaba no caer de nuevo en el bache de su transformación y demás, pues era evidente que ese tema la ponía mal.

-¿A qué viniste a París?

Seguía un poco embebido por los recuerdos de Indro, por las promesas que se habían hecho, por el desaire de no acompañarlo a París, tanto que pronto estuvo en Florencia y no ahí con su alumna, estuvo en aquel sitio, nuevamente, tocando a la puerta de la casa de su mejor amigo, pero antes de que alguien atendiera a su llamado, la voz de Carmmine lo trajo a la realidad nuevamente, parpadeó un par de veces y sonrió ante el comentario.

-Sería bueno -estuvo de acuerdo-, aunque debo advertirte que no es como yo, si es frío y déspota es porque... así es él -se encogió de hombros, no sabía como habían logrado convivir cerca de 100 años sin hartarse uno del otro siendo tan contrarios y se preguntó en qué momento decidieron separar caminos. Sacudió la cabeza tratando de no pensar más en ello, terminó el merlot en su copa, dejo ésta sobre la mesa y entrelazó las manos escuchando atento.

El semblante de su alumna volvió a cambiar, ¿pero es que esa era su cruz?, todos aquellos a quienes conocía tenían algo en el pasado que dolía, supuso que era la condición humana y aunque eran vampiros, eso era algo de lo que no se habían podido librar.

-Bueno, me alegra que haya sido París tu destino al final, y que nuestros caminos se cruzaran -sonrió sincero, extrañaba la enseñanza y ella era su oportunidad de ejercerla nuevamente -y creo que hiciste bien -asintió convencido de sus palabras-, con el tiempo y la distancia podrás verlo con otro enfoque, y sabrás entonces que es lo que sucedió realmente con tu creador -podía identificarse con lo que ella había dicho, él mismo había tenido una relación extraña con su creadora, aunque las situaciones eran diferentes, desde luego.

La siguiente pregunta era una que él mismo se hacía a menudo y a la que no tenía una respuesta concreta.

-No lo sé -fue completamente sincero-, te diré lo que me ha enseñado la experiencia -carraspeó -he estado con mujeres que son como nosotros -empezando por la duquesa que le había dado su inmortalidad -pero tengo tan poco en común con los nuestros que no ha rendido frutos, ahora... con otras razas -pausó -puede que esto suene a que soy un tirano conmigo mismo, y no es sano serlo, créeme -sonrió -pero no podría estar con una mujer mortal, porque sería atarla a la maldición que me azora, y no podría hacerle eso a la persona que amo -y aún así, conservaba en fondo de su corazón prendida la luz de la esperanza de que llegaría esa mujer que lo salvaría.

Se quedó en silencio sin formular pregunta siguiente, esperando la reacción de Carmmine ante lo que había dicho, qué pensaba ella, quería saber.

No contestó a su pregunta pero obviamente era retórica, aunque lo hizo mentalmente, quizá a él le había pasado lo mismo en el pasado, le hubiese gustado tener la respuesta certera en su cabeza a su propio cuestionamiento, pero no la tenía y poco podía hacer, quizá en el futuro ir en búsqueda de esas respuestas, pero ahora no era el tiempo, ahora estaba en París y poco a poco construía lazos, poco a poco se acercaba a esa línea que sabía no debía cruzar pero siempre terminaba haciéndolo.

Miró a su alumna intrigado, era obvio que algo más pasaba, que no había hecho esa pregunta por sólo hacerla, lo que lo urdía más era saber si se trataba de un chico mortal o de uno como ellos, pues la pregunta había sido lanzada en ambos sentidos, quiso preguntar pero aguardó, se hizo el tonto por un rato, aunque Carmmine no ayudaba con sus palabras claramente dichas por el impulso de su juventud, admitiendo nunca haber sentido eso de lo que hablaban, de cierto modo la envidiaba, el momento poético de la primera vez jamás se iba volver a presentar en él.

-Es para tu mala suerte –asintió ante lo que ella decía-, pero es lo natural, la joven buena se enamora del chico malo, es hasta cierto punto arquetípico –para su desgracia, debía aclarar, pues él era en todo caso alguien a quien se le puede atribuir la figura literaria del héroe, del bueno, del amable y pocas mujeres estaban interesadas en un tipo tan aburrido y predecible-. Qué te puedo decir, todas quieren salvar al que anda en malos pasos, sólo ten cuidado y asegúrate que el individuo en cuestión quiera ser de hecho salvado –fue su consejo, no se hubiera creído a sí mismo si de pronto la hubiera regañado o incluso prohibido, quién era él para prohibirle algo, pero de lo que sí estaba seguro es que no quería verla con el corazón roto, él conocía bien el dolor que eso implicaba y no se lo deseaba a nadie.

Toda esa conversación había insertado una duda mucho más sencilla en su cabeza, una que tal vez le explicaría más cosas. Asintió cuando su anfitriona le dijo que era su turno.

-¿Qué edad tienes? –preguntó sin más-, años reales, me refiero –aclaró, aunque supuso que estaba de más, quería saber si esos rasgos tan humanos en ella eran por su juventud o porque se trataba de alguien como él (aunque siempre se había definido a sí mismo como el que estaba mal), guardó silencio y supuso que era inevitable hilar la siguiente pregunta así que la lanzó-, ¿y quién es el caballero que ocupa tus pensamientos? –sonrió de lado, dejando de hacerse el desentendido, le deseaba suerte en ese aspecto, la suerte de la que él carecía, esperaba, sin embargo, que no se tratara del chico malo del que previamente habían hablado.

Se quedó callado mirándola significativamente, diciéndole con los ojos que era difícil engañarlo y más con señales tan evidentes como las que Carmmine había estado lanzando, no la culpaba, era hasta cierto punto divertido, y ese era su papel ahora, leer entre líneas lo que ella decía, era su alumna pero él también la tomaba como su responsabilidad, guiarla, mas no decirle que hacer, encaminarla, no ordenarle o prohibirle.

La observó servir más de aquel vino, desde luego se dio cuenta de lo que estaba haciendo, prolongando el momento de dar una respuesta, pero no la presionó, tomó la copa frente a él y calmadamente bebió un poco más, él también estaba concediendo ese lapso para que ella decidiera responder y cambiar de tema.

Boqueó un “ah” silencioso cuando Carminne finalmente le dijo su edad, comprobando lo que había conjeturado antes, era joven, muy joven para la media de los vampiros, esperaba sin embargo que los años venideros no cambiaran mucho su forma de ser, le agradaba ver que un vampiro tan joven poseía un alma tan sensible, muchos durante sus primeros años se sienten dueños del mundo y es cuando más estragos ocasionan, él mismo en su afán de encajar en la corte a la que pertenecía quiso ser sanguinario y desalmado, no pudo pero mató más de una vez sin justificación alguna.

De inmediato la miró con algo de sorpresa cuando ella mencionó que no se trataba de un hombre, no sería la primera ni la única pero… pronto su anfitriona misma aclaraba a qué se refería y se reprendió mentalmente por hacer suposiciones apresuradas, aunque lo que siguió no fue menos impactante.

-Eso sí no lo vi venir –tuvo que decirlo en voz alta, pues su impresión era mucha-, dos caballeros… vaya… -habló más para sí mismo que otra cosa-. Las cosas caerán por su propio peso, sólo tienes que darles tiempo –le dijo, comprendía que estuviera confundida, pero le pedía de ese modo que guardara la calma, que todo se acomodaría en su lugar, quien sabe, quizá el afortunado al final no sería ninguno de esos dos, sino un tercero al que todavía no conocía aún, claro que eso no se lo dijo para no romper con la ilusión de la joven, le gustaba de hecho que su alumna tuviera esa clase de conflictos, sólo esperaba que no terminara con el corazón roto aunque era un riesgo grande y latente una vez que te aventuras al desconocido terreno de las relaciones sentimentales, por no decir del amor. Lo curioso era que se trataban de seres bastante contrastantes, un vampiro y un brujo.

-Si han llamado tu atención estoy seguro que se trata de dos jóvenes interesantes –finalmente dijo, no quería ahondar más porque de eso no se trataba la velada y para no conflictuarla más de lo que ya estaba-, y no soy el más exitoso en ese rublo, pero si quieres alguien con quien platicar sabes dónde encontrarme –ofreció, quería que no lo buscara sólo para la enseñanza, que claro, era algo que disfrutaba mucho, pero también de una forma personal o amistosa, como esa noche misma lo estaban haciendo.

La miró, evidentemente había algo que no quería decirle del todo, pero con el tiempo, estaba seguro, sabría qué era, al menos había aceptado su ofrecimiento para escucharla cuando lo sintiera necesario, sólo le quedaba esperar que la joven no lo hiciera cuando fuese demasiado tarde, y él también confiaba en ser un buen escucha y consejero, darle nortes y señales, nada más, quedaba en ella los senderos que quería transitar. El amor era siempre terreno peligroso, y muchas veces no actuábamos hasta que la tragedia era inminente. Errar y corregir era parte de la condición humana, y más tratándose de alguien tan joven como ella, joven en todos los sentidos, incluso había admitido que era algo nueva en ese terreno.

Bebió de la copa, era como si ambos se hubieran descolocado de la conversación, incluso él sintió que había perdido un poco el hilo pero fue traído al camino por la voz de su alumna, la miró como si le hablara en otro idioma y luego, poco a poco las palabras cobraron significado, rió nervioso y fijó su mirada en el líquido rojo vertido en la copa.

-Todo el tiempo –siempre que admitía ese tipo de cosas se sentía torpe, un niñito que no ha superado su pasado y que no acepta su presente-, es tonto, han pasado demasiados años ya… -no desviaba la mirada del vino, no quería mirar a Carmmine a los ojos-, a estas alturas los siglos debieron arrebatarme eso, pero no lo han hecho –y con “eso” no sabía a qué se refería, a su humanidad tal vez, a su necedad de querer seguir haciendo cosas que ya no podía y de no hacer cosas que requería, como matar-, extraño ver el amanecer, el sabor de la comida, escuchar las aves, nadar en el mar cuando éste no esté embravecido por la luna… todo –suspiró, se estaba poniendo melancólico, alzó la mirada tratando de recomponerse –no me hagas caso, sueno a que odio ser lo que soy y no es así, pero no te voy a mentir, me gustaba más ser humano –era la primera vez que lo decía tal cual, que lo ponía en palabras y éstas salían de su boca, era la primera vez que lo admitía tan tajantemente y lo mismo se sintió como un alivio que como algo terriblemente pesado que caía sobre sus hombros.

-¿Qué hay de ti?, misma pregunta –se salió por la tangente antes de seguir aquella caía cuesta abajo, estaba ahí, esa noche para departir con su pupila, no para lloriquear lo mucho que extrañaba las mañanas y el sol en Nóvgorod. La melancolía solía golpearlo demasiado a menudo, con cualquier insinuación sobre su vida pasada se ponía así y sabía que no era nada bueno, que sólo aumentaba su debilidad; se repetía tantas veces y con tanta fuerza que no debía ser débil que comenzaba a perder significado, las palabras se convertían en sonidos y los sonidos en ruido sin sentido.

Mientras la escuchaba con atención asentía sin querer mientras fijaba la vista en la copa vacía ahora dispuesta en la mesa, con los reflejos del fuego jugando en su superficie de cristal, dicen que no siempre puedes tener lo que quieres, pero que si tratas a veces obtendrás lo que necesitas. ¿Qué necesitaba él?, no tenía idea, pero con los años le había encontrado un propósito a su inmortal existencia, miró de soslayo a Carmmine que en un modo oblicuo era su respuesta.

-Más vale saber qué es lo que se quiere cuando se tiene una infinitud como la nuestra por delante –dijo aunque parecía más una reflexión personal, como si dijera en voz alta sus pensamientos-, sino nos volveríamos locos –concluyó y miró a Carmmine, después regresó la vista a un punto perdido en la nada. Extrañaba tener conversaciones de esa índole con otro ser como él, extrañaba a su amigo que era normalmente la víctima de sus cavilaciones y tontas ponderaciones pero también quien le daba respuestas inteligentes y satisfactorias, tal vez su pupila no era lo suficientemente vieja o sabia, pero podía entenderlo a cierto nivel, al del vampiro que era.

No agregó nada, ni hizo ningún otro comentario, no formuló la siguiente pregunta, sólo se quedó ahí en silencio por un rato.

Con los años y tras lidiar con la decisión de haber tomado ese camino, decretó qué era lo que quería para él, conocer, saber, comprender y transmitir conocimiento. No era lo que necesitaba, eso aún no lo sabía y tal vez nunca lo haría, pero sí era lo que quería, y quizá también era el largo sendero que tenía que recorrer para reencontrarse, porque hacía muchos años que se sentía perdido. Una ligera sonrisa melancólica se dibujó en su rostro ante sus propios pensamientos y levantó la mirada cuando sintió a su alumna de pie, frente a él estuvo ella, con su radiante juventud eterna tendiéndole la mano, de inmediato la recibió y estrechó palma con palma para luego ponerse de pie y seguirla a donde quiera que ella lo llevara, era su invitado y como tal consideraba que esa noche ella podía disponer de él a placer, quería dejarse sorprender y estaba seguro que así sería.