Un extraño sucedo - Daniil Stravinsky

por **Giselle Kruger** Jue Mayo 19, 2011 4:43 pm

Claudia era capaz de terminar mi nuevo vestido en tan solo 4 días, era una mujer dedicada y muy hábil, siempre estaba centrada en mis pedidos, le gustaba mi gusto y mis diseños.
Este era un vestido especial, estaba orgullosa y feliz de saber que será como yo lo quiero.
Salí del restaurante en donde había cenado junto a Claudia, era de noche, pero aun no estaba totalmente oscuro, el cielo estaba completamente nublado, pero nada mejor que las luces de la ciudad como para dar un paseo nocturno.

Vestía de un color azul claro, me gustaba este color, tenía un pequeño sombrero en mi cabeza del mismo tono, mis zapatos resonaban con el caminar en el pavimento y además, tenía una pequeña cartera en mi mano.

Mi departamento estaba a 20 minutos a pie, me daría el lujo de mirar el resto de las tiendas abiertas para ver si me dio el lujo de comprarme algo.
Pero de pronto una joven mujer se acerco a mí, parresia agotada, sus mirada estaba decaída, su cabello estaba algo alborotado, y poseía un característico caminar, al parecer no podía sostenerse por sí misma. Una mujer elegante y hermosa, no parecía de una clase inferior o alguna cortesana, debía de tener buena posición social.

- Necesito que me ayude…
- ¿Qué le sucede? – no hubo tiempo para presentaciones.
- Necesito que me asistan…
- ¿disculpe? – pregunte confundida.

De pronto la mujer saca su mano de su abdomen por su parte lateral, no me había dado cuenta de que su mano poseía sangre.

- Oh por Dios… - y antes de preguntarle qué era lo que le había sucedido, la joven cayó en mis brazos –… ¡ayuda! ¡auxilio! – grite mientras me agachaba junto a ella para dejarla en el suelo. - ¡llamen a un doctor!
Varias personas corrieron a asistirme, pero tenían miedo de hacer cualquier cosa.

por Invitado Vie Mayo 20, 2011 4:43 pm

El último rato de sol tocó la tierra y mi pie se posó en el exterior, cada vez me hacía más osado en salir el momento justo que el destello dorado del astro rey se ocultaba detrás de las montañas, un día los cálculos me saldrían mal y quién sabe qué sucedería.

Comencé mi recorrido, mi caminata usual, sin un rumbo definido, durante mi estadía en París ésta no me había decepcionado, cada día encontraba algo nuevo, un encuentro interesante, noticias del pasado, una posibilidad de un viaje relámpago a Italia, un posible reencuentro, definitivamente no había decepcionado.

Claro que había noches más tranquilas que otras, en donde simplemente salía a pasear e iba a parar a los lugares más inusuales, al puerto a sólo observar el mar, al bosque a disfrutar el sosiego nocturno, ¿qué clase de noche sería esta?, no sé, era lo emocionante, tratar de descubrirlo.

Embebido en mis pensamientos llegué a una intersección que otros días era sólo el cruce de un par de calles pero hoy había un tumulto de gente; aquí viene mi debilidad, uno de mis defectos, el involucrarme en situaciones que no me corresponden, si a mi lado viniera Mihai seguro que jalaría de la oreja para no acercarme, pero como estoy solo inevitablemente me asomo por entre los curiosos y los que tratan de ayudar.

Lo primero que llega a mi de golpe es el olor fuerte a sangre, cierro los ojos tratando de contenerme y no sacar mi verdadero yo aquí, en frente de tantos espectadores, un leve mareo viene y se va rápido, luego observo, es una mujer herida y otra la sostiene como La Piedad de Miguel Ángel, pidiendo ayuda.

-Con permiso -me abro paso de inmediato, sin pensarlo-, soy médico -anuncio y con ello el tumulto se abre a mi paso como si yo fuese Moisés y ellos el Mar Rojo, llego finalmente hasta donde las mujeres están y me agacho para poder ver mejor la herida, empiezo a sudar frío pues el olor a sangre a esta distancia es más penetrante y poderoso, me digo mentalmente que he hecho esto muchas veces, y me sobrepongo, levanto la mirada hacía la mujer que está consciente, no sé si conoce a la que yace herida o sólo se la ha topado.

-¿Sabe qué sucedió? -le pregunto en tono estrictamente profesional.

por **Giselle Kruger** Sáb Mayo 21, 2011 1:49 pm

Estaba preocupada, asustada, no sabía qué hacer, no sabía atender primeros auxilios, me pregunto por qué nunca me sentí intrigada por aprender tal arte, de seguro es porque no soporto ver tanta sangre, ni las agujas, y esas cosas por el estilo.
Saque de mi pequeña cartera, un delicado pañuelo, con bordes dorados en forma de flores. Lo coloque en el lugar del sangrado y lo único que hice fue presionar, no sé por qué.
Mucha gente se acerco a mí, muchos mirando con preocupación, otro que solo querían ver qué era lo que sucedía, cuál era el espectáculo - ¿acaso nadie ira por un doctor? – pregunte al publico espectador mientras mi antebrazo sostenía la cabeza de la joven desmayada.

“Soy médico” – fue lo que escuche de pronto, alguien que quería hacerse paso entre la gente que estorbaba, por fin, me había sentido aliviado, quería que llegara luego a ver qué era lo que sucedía. No quería pensar que hubiese alguna posibilidad de que muriera en mis brazos, de seguro nunca lo olvidaría.
No mire al doctor, y al escuchar su segunda pregunta, mire su herida y quite mi pañuelo que lamentablemente ya no era blanco.
- Esta sangrando y mucho, en este lugar – mire el rostro de la joven, esperado algún signo de tranquilidad, pero nada – tan solo llego a mi pidiendo que la ayudara y de pronto se desplomo.

Levante mi mirada y busque el rostro del doctor, solo podía mirar su cabello y algo de su perfilada nariz, ya que se estaba dedicando a su profesión.

por Invitado Sáb Mayo 21, 2011 4:54 pm

Observé con detenimiento la herida, era profunda y perdía sangre profusamente, en un sitio como ese no tenía lo necesario para hacer una curación, la joven cada vez se ponía más pálida, situaciones como esta me frustran de sobremanera, tensé las mandíbulas pensando. Escuché lo que la otra mujer me decía, no cualquiera se detiene en la calle a socorrer a un extraño como ella lo había hecho, además que su instinto le había dictado bien, presionar con aquel pañuelo para tratar de detener la sangre.

No había tiempo de pensarlo demasiado, saqué yo mismo un pañuelo e hice lo mismo, presionando, tratando de que la sangre comenzara a coagular, mis manos estaban marrones ya para ese entonces y la herida no cedía, pues era profunda, no iba a ser la primera persona que muriera a mis cuidados, no soy un médico perfecto, pero nunca había podido lidiar bien con ello y no quería que esta joven se sumara a la lista.

-Necesito que me ayudes con esto -alcé la vista a la mujer que me estaba auxiliando, iba a tener que ser mi enfermera emergente, le indiqué que siguiera presionando como lo habíamos estado haciendo. Me quedé pensando qué quedaba más cercano, si el hospital o mi casa, y luego una tercera opción llegó a mi cabeza-, ¿vives por aquí? -le pregunté.

por **Giselle Kruger** Dom Mayo 22, 2011 11:24 am

- Está bien… - dije algo complicada, pero él era el médico, debía de seguir sus indicaciones. – ah… a.. ¿así está bien? – pregunte mientras ejercía lo que el medio me había pedido.
Mire nuevamente el rostro de la joven, estaba pálida, su respiración era muy corta, y su boca estaba levemente abierta. – Querida… resiste… - le di palabras de aliento, solo espero que las haya escuchado.

Estaba concentrada en lo que era mi trabajo en ese momento, nadie podía desconcentrarme, nadie llamaría mi atención, pero la voz del doctor hizo que toda esa concentracion se fuera por la borda, alce la mirada y me encontré con su rostro – ¡sí!, a tan solo 3 edificios. En un departamento. ¿Desea llevarla allí señor?

- …Por favor señores, alguien que ayude a mover a esta joven. – dos hombres aceptaron ayudar, fue algo complicado, me puse de acuerdo con el más fuerte, su vestimenta me indicaba que era un obrero, y sus brazos, que practicaba fuerza cada día. – gracias… - me mantuve cerca del hombre que cargaría a la mujer, para no dejar de presionar la herida.

- Es aquí… indique luego de unos segundos. Cuanto deseaba ese momento vivir en el primer piso… - es en el segundo. – me adelante para sacar mis llaves y abrir la puerta. – adelante… - Abrí lo que más pude la puerta para que no tuviera problemas en entrar.

La entrada mostraba el elegante y sencillo comedor –living, por suerte estaba muy ordenado, las ventanas estaba abiertas, dejando que el reflejos de las 4 personas se vieran desesperadas. – a mi habitación… - indique para recostarla en mi cama.

- Muchas gracias señor, es usted muy amable. – el hombre quien cargo a la joven agradeció - ¿le puedo pedir otro favor? Llame a la policía…

por Invitado Lun Mayo 23, 2011 1:46 am

Asentí ante ambas preguntas, sobre si lo estaba haciendo bien y si quería que la lleváramos a su casa, sobre todo eso último, me importaba tener un lugar limpio con gasas para detener la hemorragia y alcohol y agua para desinfectar la herida, la mujer que finalmente había aceptado llevar a su casa a una desconocida llamó por ayuda, me quedé pensando en esta extraña, de verdad era raro que alguien hiciera algo así, detenerse ante una total extraña que pide ayuda y ofrecer su casa así nada más, a veces me sentía tan fuera de lugar al hacer ese tipo de cosas que cuando me topaba con alguien que también lo hacía era insólito.

Los hombres y la mujer que no estaba herida comenzaron a caminar y yo me quedé unos segundos relegado, mirándome las manos manchadas de sangre, ésta también había tocado mi nívea camisa y salpicado mis zapatos, el olor, una vez más, me estaba matando, tuve una lucha interna, severa y cruda, pero breve y al poco rato seguí el séquito que iba en dirección a la casa de esa mujer.

Un departamento sencillo, fue lo primero que pude notar cuando abrió la puerta, esperé que ella entrara, luego los hombres y finalmente yo di un paso al interior. Ella daba indicaciones a los sujetos, yo me acerqué a la chica herida, tomé su mano y miré el reloj para sentir su pulso, débil pero ahí estaba.

-¿Tiene gasas, o trapos limpios?, con trapos bastará -le dije a la dueña de la casa, tomé algunas almohadas que estaban a la mano y elevé su cuerpo para contrarrestar el flujo de sangre. Escuché que pedía a la policía, supuse que era lo correcto, pero me concentré en mi labor, ejerciendo presión sobre la herida.

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