Rien n'arrive par hasard [Daniil Stravinsky]

Antha se desplazaba con lentitud por el adoquinado camino de una de las principales calles de París. Había una gran cantidad de gente a pesar de que el sol ya se había ocultado hacia algunas horas y eso, en lugar de reconfortarle, en realidad le irritó.

Había salido a caminar con la esperanza de que el paseo aliviara un poco la melancolía que la había absorbido durante el transcurso del día, pero en lugar de alivio lo que encontró fue una muchedumbre que, sin importar si vestía de seda o en harapos, se movía y parloteaba, cada uno consciente únicamente de la pequeña y cómoda burbuja que les envolvía aislándoles de las demás almas que pululaban en derredor.

Tomo un poco de aire forzando a sus pulmones a expandirse dentro del apretado corpiño oculto bajo el vestido violeta oscuro, el cual había escogido de acuerdo con el estado de ánimo en el que se encontraba… sencillamente perfecto.

Era absolutamente deprimente, encontrarse rodeada de gente y al mismo tiempo sentirse tan sola… apretó entre sus manos el envoltorio de los pastelillos que había comprado mientras su rostro adoptaba una expresión de desagrado. ¿Y ahora qué? ¿Cuáles eran las opciones para dar un poco de sosiego a su dolida existencia? Tales sombríos pensamientos la embargaban cuando sus ojos se posaron sobre un pobre desgraciado que, a falta de piernas, se arrastraba con dificultad en el sentido contrario. – Esta bien, ya entendí – pensó con sarcasmo al darse cuenta que al final del día siempre podría estar peor.

Continuó su camino con un andar un poco más enérgico que el de hacia unos minutos, había tomado la decisión de retornar a su vivienda y eso la enojaba más aún. Con los puños apretados permitió que su imaginación se adelantara hasta su hogar pensando en cuanto le agradaría arrojar algunas porcelanas contra las paredes y verles destrozarse en medio del ruido de ruptura… Está bien, sabía que no lo haría pero en verdad le gustaría poder disfrutar de un poco de liberación para variar.

Debido a que su mente se encontraba fugada en medio de la fantasía de destrucción no se percato de otro transeúnte que se aproximaba y contra el cual choco vergonzosamente - Excusez-moi! – soltó rápidamente mientras sentía los colores ascender a su rostro – ha sido una torpeza de mi parte – continuó mientras se agachaba a recoger el paquete que llevaba en las manos y que había soltado en el momento del choque, cuidándose de no levantar la vista hacia aquella persona que sin duda se encontraría en este momento muy enojada con ella.

El plan era levantarse y continuar su camino sin más, sin embargo la sorprendió el hecho de ver una mano que tomaba el paquete al mimo tiempo que ella, a la vez que una voz profunda y cordial se auto-sancionaba por aquel acto de física torpeza.

Levanto la mirada curiosa para encontrarse con una sonrisa amable y unos ojos cafés que le observaban desde un rostro bastante buenmozo y pálido. Boqueó por un instante, quedándose momentáneamente sin palabras, sorprendida por la amabilidad del caballero que tenía en frente. Cualquier otro transeúnte, estaba segura, habría seguido su camino después de mirarle de manera reprobatoria… bueno, al menos eso habría hecho ella…

-Merci beaucoup – articuló finalmente para a continuación erguirse lentamente – Es usted muy amable– continuó arreglándose un poco el vestido -Teniendo en cuenta que la culpa ha sido mía en realidad… Verá usted, venia un poco distraída tratando de discernir que porcelana destrozaré primero al regresar a casa… - las palabras salieron sin pensar y en el instante mismo de decirlas se arrepintió profundamente.

Cerró los ojos un instante, reprendiéndose mentalmente, para a continuación mirarle y sonreír a manera de disculpa – Discúlpeme, ese fue un comentario no muy oportuno – rió un poco de manera nerviosa – de seguro ya tendrá una opinión no muy favorable de mí y la forma en cómo trabaja mi mente… pero si me permite hablar en mi favor me encuentro en la penosa tarea de asegurarle que de hecho no estoy loca – “bien hecho tonta” pensó al darse cuenta que eso había sonado aún peor

Calló por unos segundos mientras sus ojos vagaban por la calle, la gente que pasaba a su lado y por supuesto el hombre que tenía en frente. Por sus vestimentas y maneras podía decir que se trataba de alguien de muy buena posición – Yo solo me dirigía hacia mi hogar… así que… - apretó un poco más a los pobres panquecillos, como si quisiera cobrarles algo – no le importunare más… Bonne nuit!- se despidió para después hacer una rápida inclinación e intentar sobrepasar al apuesto caballero antes de que él intentara deshacerse por otros medios de tan inesperada y poco convencional compañía.

El plan de escabullirse no llegó a concretarse pues el movimiento del apuesto caballero le inmovilizo justo en el lugar en el que se encontraba. Aquellos labios que se posaron sobre el dorso de su mano se le antojaron tan suaves como fríos. “Que curioso” pensó haciendo relación con otra piel que conocía y la cual tenía una temperatura muy similar.

-He de confesarle que es la primera persona que admite que un choque con una desconocida en la calle le resulta grato – comentó esbozando una sonrisa - Y creo, al igual que usted, que nada ocurre por capricho, el problema radica en que el resultado no siempre es el que esperamos… o el que deseamos – continuó relajando la expresión.

Su mano continuaba entre la de él pero no intento desprenderse del gentil agarre, pues notó que le transmitía una suerte de tranquilidad que le resultaba bastante reconfortante.

-Ahora, teniendo en cuenta que al parecer los dos tenemos un concepto similar con respecto a “este tipo de encuentros” – bromeó sintiendo como su estado de ánimo mejoraba con cada segundo – le propongo que no retemos a los destinos y veamos que sucede a partir de esta “casualidad” – esta vez la sonrisa que le ofreció fue mucho más abierta y sincera.

En este momento Antha se encontraba sumamente curiosa con respecto a las motivaciones del hombre, y algo le decía que si simplemente le dejaba pasar perdería una oportunidad interesante para su vida. Ella era una persona que por lo general hacia caso a sus impulsos, así que decidió permitirse un respiro con aquel que, hasta ese momento, fuese un desconocido.

-Antha Feuer – se presentó sin más, como si en la conversación llevada le hubiesen solicitado el nombre. Soltando una risita pícara continuo – Es un placer señor… - estiró la palabra un poco dándole a entender claramente que deseaba conocer el nombre del hombre que al parecer, aunque pensara que estaba un poco loca, tenía la entereza de querer permanecer a su lado un poco más.

Antha se tomó del brazo que le era ofrecido (-Mercy-) y, le sonrió al caballero mientras empezaba a andar con soltura - ¿Destino? – Preguntó – pues eso espero si no todo hasta ahora habría sido en vano – luego cayó de nuevo, le miró y soltó la risa – Espero que sepa disculparme, por lo general no soy así de pesada pero el día de hoy me ha encontrado usted un poco trascendental – De pronto dejo de importarle la gente que caminaba por las calles. Las charlas, las risas y los llantos que sonaban en derredor pasaron a un segundo plano dejándole disfrutar una vez más de la fría brisa de la noche y de la caminata, la cual ya no era en solitario.

-Como le había comentado Señor Stravinsky, me dirigía hacia mi hogar pero ese plan puede variar - Le lanzo una mirada curiosa. Por lo general caminar le ayudaba a calmarse cuando se encontraba alterada, pero eso no quería decir que fuese una actividad que no pudiera disfrutar bajo otros estados de ánimo y ahora mismo se le antojaba tener una agradable caminata con Daniil.

– Supongo que podría dejar que sean mis pies quienes definan el rumbo mientras disfruto del ambiente, la charla y la buena compañía de un caballero – comentó con picardía – Suponiendo, claro, que mencionado caballero esté dispuesto a seguir un plan tan simple – continuó mientras se apoyaba con suavidad del brazo de hombre.

La oscuridad de la noche era desplazada con delicadeza por la luz de las farolas de la calle, ofreciéndoles un escenario perfecto en el que se mezclaba la luz con la oscuridad. – Y puedo preguntarle Señor – interrumpió la frase al recordar lo que él había dicho – …Daniil… ¿de dónde es usted? Pues he notado que su acento no es completamente parisino pero por más que lo he intentado no he logrado descifrarle.

Antha sonrió con ganas, era refrescante compartir su tiempo con un hombre tan galante y correcto.

La mano que sostenía el paquete de panquecillos, los cuales suponía debían estar completamente aplastados, se encontraba evidentemente incomoda con la tarea. Afortunadamente (si, afortunadamente) se toparon con un mendigo algunos pasos más adelante. – Discúlpeme un segundo – solicitó soltando el agarre de su brazo y acercándose al infortunado para ofrecerle el paquete.

Al volver adoptó la posición exacta que tenía antes del evento pues no pensaba perder dicha comodidad, en especial porque para alguien como ella era muy conveniente contar con una apoyo extra en el caso de que alguno de sus pies, los mismo que sostenían en esos momentos la responsabilidad de procurar un buen rato a las dos almas, decidiera tropezar con alguna imperfección de las lozas de la calle.

-Así que es usted Ruso… debe ser un lugar muy hermoso – continuó la conversación como si no hubiese habido interrupción alguna – Uno de mis placeres es viajar… bueno, lo era – se corrigió ruborizándose un poco – Me encantaba conocer nuevas culturas, nuevos lugares y en especial probar nuevas comidas. Mis hermanos siempre se burlaban diciendo que sería capaz de probar un pastel de lodo si alguien me aseguraba que era costumbre de algún lejano país – rió, mas para sí misma que para su acompañante – Afortunadamente nunca lo intentaron pues estoy segura de que habrían tenido toda la razón- le lanzo una mirada divertida tanto para enfatizar el cariz jocoso como para poder apreciar su reacción ante el comentario.

La chica se detuvo al llegar a una esquina. Miro en una dirección, luego en la otra, luego a Daniil para a continuación halarlo suavemente por el iluminado camino de la derecha. –Así es – contestó a la pregunta formulada – Naci aquí pero viví un tiempo en el extranjero… en Italia para ser exactos, pero debo confesar que mi corazón y mi alma pertenecen a Paris y, aunque puede que me marche en el futuro, nunca se sabe, espero poder acabar mis días en este mismo lugar – a pesar de la posible lobreguez de sus palabras, en realidad fueron acentuadas más con esperanza que con tristeza.

-¿Hace cuanto tiempo está usted en Paris? – Apretó un poco el brazo del cual se sostenía en gesto de complicidad – Y si me permite ser un poco curiosa ¿Cuál es el motivo que lo trajo tan lejos de un hogar que a todas luces extraña?

-Borscht – repitió la palabra varias veces hasta que estuvo segura de que la comprendía y expresaba de una manera correcta – Gracias por el dato – concluyó guiñándole brevemente el ojo derecho.

Se sentía satisfecha de verle divertirse. Con una familia tan numerosa como la suya tenía bastantes historias similares para compartir, especialmente de las travesuras de sus hermanos, pero prefirió reservarlas para algún momento en el futuro, cuando se conocieran mejor.

-¿Siberia? Esta usted lleno de sorpresas Señor Stra… perdón… Daniil – comentó sorprendida. Al parecer el hombre había viajado bastante pues también conocía Italia. Ya le carcomía la necesidad de enterarse de cada una de las cosas que él pudiera contarle sobre los sitios que hubiese visitado. Al fin y al cabo esa era otra forma de viajar ¿o no? Si bueno, tal vez estaba exagerando, pero aún así era mejor escuchar sobre algo, aunque no pudiese verso por sí misma, que no saber nada de nada.

-Lamentablemente no puedo avalar vuestra apreciación sobre San Marcos, pues en el tiempo que estuve en Italia no me fue permitido visitar Venecia – Frunció un poco el ceño con fastidio – Cosas de mi Padre… supongo que me perdí una gran oportunidad- Se limitó a asentir con respecto al siguiente comentario pues era consciente que algunas cosas son para mencionarlas una sola vez.

Antha sonrió nuevamente – Supongo que podría actualizarle sobre los últimos dos años como mucho… así que si la pretensión es obtener una iqunformación completa y de primera mano podríamos tener problemas – ladeó ligeramente la cabeza mientras con la mano libre reacomodaba su cabello suelto sobre el hombro contrato al brazo del cual se sostenía.

Estaba embelesada con el tranquilo tono de voz y la dulce mirada Daniil. Era un hombre no tan mayor y aún así denotaba una sabiduría que solo se adquiere con muchos años. Soltó una carcajada que acalló al instante cubriéndose la boca con el dorso de la mano – Tiene usted punto allí, definitivamente le esperará, como lo había una buena amante– bromeó al tiempo que punzaba sutilmente en su vida privada.

La sonrisa desapareció al instante de escuchar la última pregunta formulada. Sus ojos volaron primero al suelo y luego hacia el horizonte – Me vi envuelta en algunas… “circunstancias” que me obligaron a abandonar el país… - se aclaró la garganta. Hacía tiempo había decidido que no dejaría que las sombras del pasado interfirieran con su presente o su futuro, pero era tan difícil mantener los sentimientos a raya cuando estos se abalanzan encima como un alud.

-En resumidas cuentas, y para no aburriros con historias tristes y poco atractivas – sonrió una vez más tratando de ocultar momentáneamente su intranquilidad – Tuve un altercado con mi familia, algo un poco serio, y la única opción viable que me quedo fue regresar a Paris… y aquí estoy – concluyó encogiéndose de hombros, restándole importancia al asunto.

Dio algunos pasos en silencio antes de continuar con el interrogatorio - ¿Y cuanto tiempo planea permanecer en la ciudad?

-Debo discernir en cuanto a ese punto. Tal vez usted cree que no es exigente porque la ha mal interpretado – replicó – Pues pienso que no existe nada mas inexorable que la fuerza de atracción de la tierra natal; esa que, aunque estemos inundados de problemas nos impide abandonarle o nos hace, irremediablemente, regresar hacia sus brazos tarde o temprano… tan exigente es que nos ha convocado a regalarle los últimos momentos de nuestra existencia y nosotros – señalo con la mano primero a Daniil y luego a sí misma – Estamos más que dispuestos a entregárselos.-

Hizo caso omiso con respecto al comentario de la “amante” pues no quería comportarse de manera impertinente… no demasiado. Las calles, en un principio pobladas de transeúntes, se iban vaciando poco a poco con forme avanzaba la noche, así como la brisa, en un principio refrescante, ahora enfriaba, de manera paulatina, las manos, rostro y cuello desprotegidos de la chica.

-Es verdad, Paris recibe a quien quiera amarla. Basta con mirar alrededor y puedo asegurarle que si preguntamos entre la gente presente encontraremos algún extranjero – rió por lo bajo – Es decir, otro extranjero – bromeó al caer en cuenta que en la conversación era ella la única parisina en el lugar.

-Debo admitir que la diversidad siempre me ha gustado y espero que este rasgo nunca cambie, además tengo cierta debilidad por los extranjeros – añadió con un muy sutil tono de picardía, - Siempre resultan interesantes las conversaciones y muy fructíferas en cuanto a nuevos conocimientos se refiere ¿No le parece?


Antha notó que la pregunta sobre su estancia no era recibida con el beneplácito que esperaba. No podía culparlo, a ella misma le había ocurrido algo similar segundos antes y aunque sabía que lo mejor era sajar el tema la curiosidad pudo más que el raciocinio.

– ¿Debo suponer que se encuentra usted en alguna empresa que requerirá de su tiempo por un periodo limitado? – preguntó mirándole con abierta expectación. Podría parecer intrascendente el hecho de que un hombre que acaba de conocer se quedara o no en la ciudad, pero por alguna razón no podía terminar de comprender el hecho de saber que podría disfrutar de su compañía por un poco más de tiempo le confería cierta tranquilidad.

Mientras esperaba una respuesta paso su mano libre por su cuello intentando calentar un poco la helada piel por medio de la fricción.

Antha inclinó brevemente la cabeza en señal de afirmación mientras le miraba de reojo aún más sorprendida que antes. Francamente no esperaba el resultado que obtuvo después del discurso sobre la tierra. Era difícil encontrar personas dispuestas a escuchar realmente a los demás; peor aún, era casi imposible que alguien reevaluara sus pensamientos, aceptara una forma diferente de juzgar las cosas y redimiera sus palabras.

Los colores subieron súbitamente a su rostro pero se negó a mostrarse avergonzada, su orgullo se lo impedía pues, después de todo, ella había iniciado el juego de palabras –Ese es un lujo que muy pocos pueden darse… disfrutar del “sabor local” de tantos sitios diferentes en vez de conformarse con apreciaciones externas – reviró haciendo alusión no solo al comentario de los extranjeros sino también al de las amantes pues no se necesitaba ser muy inteligente para aunar su comentario con los muchos viajes que al parecer había realizado. A pesar de que su rostro mostraba ahora un matiz rojizo, sus ojos mantenían un brillo alegre.

El, por el contrario, mantenía una serenidad inaudita, pues Antha no había conseguido sacarle ni un poco de color en las mejillas. Esto la decepcionó un poco, pues se mofaba de su habilidad para logar sonrojar al género masculino. Tal vez se tratara de la edad del caballero, pues por lo general la de sus amigos y conquistas habían girado en torno a la suya o no muy alejada de la misma. Daniil, por el contrario, debía tener la experiencia de los años y no sería tan sencillo de inquietar, lo cual le parecía absolutamente intrigante.

-Que profesión más excitante, jamás lo hubiera imaginado! – contesto emocionada, tanto por el hecho de enterarse que él permanecería un tiempo en la ciudad, como por comprender que tenía enfrente una mente educada con la cual de seguro no se aburriría en poco tiempo – Supongo que estará visitando constantemente el hospital ¿verdad? – Una pregunta de respuesta obvia al parecer, pero para ella era preferible estar segura que aventurarse algún día por el lugar y terminar perdiendo el tiempo por no encontrar lo que fuese a buscar.

La chica recibió el abrigo que él amablemente le ofrecía esperando encontrarlo impregnado del calor de su cuerpo, pero la prenda se hallaba tan fría como sus propias manos. – Mercy – el gesto la conmovió bastante, especialmente por el hecho de no haber tenido que hacer alusión a la baja temperatura para que él reparara en el tema. – Pero ahora será usted el que sentirá la inclemencia del clima - tenía la intención de continuar hablando pero lo pensó mejor y cayó. No pensaba dar pie a una charla que los llevara invariablemente a hablar de lo tarde que era.

Se calzó el abrigo y luego se alejo algunos pasos del hombre para, a continuación, dar un giro sobre sus propios pies. – Me queda un poco grande pero de seguro servirá – comento sonriendo al ver como su mano quedaba perdida entre las mangas – “Todos estamos un poco locos”… eso dijiste hace un rato – debido a como se había expresado al entregarle el abrigo asumió que él quería una charla menos formal.

Se arremango un poco la prenda y luego se acerco nuevamente a él, mirándolo con fijeza – ¿Trabajas con enfermos mentales? - soltó de repente – Porque se me ocurre en este momento que, si la respuesta es afirmativa, podría estar siendo evaluada y no enterarme… después de todo ¿qué tanta gente inicia una charla con un desconocido comentándole sus planes sobre destrozar los adornos de su hogar? – permaneció quieta, muy cerca de él, conteniendo la risa mientras esperaba una respuesta.

- Habla usted como si hubiese perdido demasiado – comentó en tono preocupado –No es tan viejo y no puedo explicarme como podría crear lazos y alianzas tan fuertes en tan corto tiempo como para que uno de los objetivos sea buscar algo similar en el nuevo destino- Sabia que estaba cuestionándolo en demasía, pero la curiosidad era una de sus cualidades y al mismo tiempo uno de sus defectos.

-Pero cuénteme algo, ¿Cómo puede un medico que viaja tanto crear y mantener una clientela particular? – Su cuerpo, gracias al abrigo extra, se encontraba cercano a una temperatura agradable que contrarrestaba la exterior haciendo la caminata mucho más placentera.

-Bien, porque no me gusta sentirme evaluada, ni juzgada... Supongo que a nadie le gusta – manifestó evidentemente satisfecha por haber logrado una risa tan franca. En la experiencia de su vida, y mientras estuvo bajo el cobijo de sus padres en la cómoda existencia de la riqueza, ella había aprendido que muchas de las palabras dichas y de las risas ofrecidas no eran más que meras formalidades, y casi todas tan vanas y falsas como sus propietarios. Esto era algo que no sentía con Daniil, a pesar de sus ropajes y maneras evidentemente de clase alta, él se comportaba con una sencillez y sinceridad que le calentaban el corazón.

-Debo admitir que opino lo mismo, cada cual tiene un nivel de locura… muchos se esconden bajo mascaras de apariencia de perfección y etiqueta en un intento de demostrar un comportamiento impecable e intachable dentro de la monotonía absurda en la cual se traduce el vivir diario – Tomó una vez más el brazo de Daniil, aunque él no lo estaba ofreciendo, antes de reiniciar la caminata y continuar con su argumentación.- ¡ Apariencias de cordura y normalidad! Supongo que son los más locos entre los locos y tal vez, aquel que grita frases incoherentes en mitad de la calle sea, a la larga, el más lucido… - le miró con una expresión burlona - ¿Me acompañaría usted alguna vez a vociferar por las calles parisinas? Supongo que sería una buena manera de que me recuerde cuando decida marcharse, además tiene que admitir que será difícil conseguir una dama que repita la experiencia en algún otro país –

Y claro, tenía que dar respuesta a lo que el caballero había ilustrando y que ella muy sabiamente había omitido apropósito. – Es verdad, hace frío y es bastante tarde – sus pasos resonaban ahora entre las calles cada vez mas silenciosas – Y, aunque yo no tengo nada más que hacer, creo que no he tenido la deferencia de preguntarle a usted sobre su disponibilidad; podía estar quitándole tiempo valioso… además del calor de su abrigo – le miró con intensidad como si quisiera transmitirle con la mirada que lo que deseaba es que se quedara con ella, que continuara ofreciéndole la excelente compañía que le había brindado hasta el momento, pero muy en lo profundo de su mente una vocecilla empezó a cantar, aquella que hablaba cuando se encontraba en momentos de inseguridad y que ahora mismo le cuestionaba sobre si él no estaría intentando deshacerse de ella y sus desvaríos.

- Tengo que admitir Daniil que con esa declaración se ha ganado mi respeto La chica se apretó un poco más contra en brazo y torso del hombre en un intento de transmitirle un poco del calor de su cuerpo. No podía negar que se sentía un poco culpable de que él pudiese estar pasando incomodidades - Pues no cualquier caballero es lo suficientemente “hombre” como para admitir que es sentimental

- Debe ser un medico excelente pero, si me permite decirlo, espero no tener que probar su agilidad en carne propia… no me malinterprete, solo es porque odio que me examinen y creo profundamente que no encontrará usted un Parisino que se alegre de tener que visitar al “Doctor” - Bromeó esperando que su sentido del humor no ofendiera a su acompañante.

- Y su abrigo – continuó - En verdad me ha asistido y me alegra saber que no le extraña porque es posible que en esta noche no regrese a su dueño- Se sentía complacida por sus palabras, para ella también era una noche memorable. Definitivamente nunca sabemos que nos tiene el destino deparado y es por esta precisa razón que es mejor no tentarlo. ¿Qué hubiese pasado si su desazón no la hubiese obligado a abandonar su hogar para salir a caminar en busca de un poco de tranquilidad? La respuesta la sabía: de seguro se encontraría ahora en su cama caliente preparándose para pasar otra noche en soledad.

Mejor aún, él había admitido que no deseaba irse y por lo tanto, no deseaba que ella se fuera. Si tan solo supiera lo que significaba para ella estos gestos galantes… y, a pesar de que comprendía el sentido de sus palabras, no pudo negarse una pequeña satisfacción.

- ¿Así que no desea irse?... hum me pregunto porque – indago colocando el gesto más inocente que poseía – Tal vez sea porque es una ciudad hermosa… o porque ha descubierto que en el hospital se posee conocimientos que usted desea… o porque hay alguien que le incita a permanecer algún tiempo más de lo planeado… o porque se ha aburrido de viajar… - con cada suposición sugerida se ampliaba la sonrisa en su rostro - … o porque tenemos un plan que espero cumpla - Finalizó devolviéndole el guiño para después soltarle nuevamente y cruzar corriendo la calle para estacionarse en la acera de enfrente.


- ¿SABÍA USTED QUE EL DÍA DE HOY HA SALVADO UNA VALIOSA PORCELANA QUE PENSABA DESTROZAR NO BIEN LLEGARA A CASA? – Gritó a todo pulmón sintiendo la adrenalina correr por sus venas pues, ¿Qué dama decente se encontraría tarde en la noche, portando un abrigo que no le calzaba y gritando aquellos disparates a su elegante acompañante?.... Y las posibilidades mejorabas ¿Qué haría su acompañante ante tal insensatez?