En una noche de tantas(Daniil Stravinsky )

Estaba solo...todo era demaciado oscuro y sin embargo podia verse a si misma... busco algo de compañia algo de vida a su alrededor y no encontro nada, no estaban ni sus padres...ni el unico amigo que habia tenido en su vida, nisiquiera el canalla que habia jugado con su corazon... no habia nadie...
Se agacho en la oscuridad y masajeo sus propios brazos, extrañamente las piernas no dolieron ante el movimiento y cerro los ojos...no queria seguir asi... ya no podia mas... Una figura a su lado la abrazo, le dijo que todo estaba bien... sintio los brazos calidos, casi familiares y se refugio en ellos.
“estoy sola...” - murmuro entre sueños y una voz masculina, casi conocida le contestaba con el susurro cariñoso de una familia.
“no lo estas”

Envuelta en aquella calida sensacion supo que aquello debia ser un sueño, no habia nadie que la hiciera sentir asi desde la muerte de sus padre, nisiquiera su abuelo que aun con su cariño mas que proteccion le hacia sentir un deber inquebrantable hacia el. Despacio, en su habiatacion abrio los ojos... estaba sola y aunque la habitacion era calida la soledad le helo la piel...Se levanto despacio de la cama y paso los dedos por sus cabellos sueltos. De nada le valia tener aquellos sueños tontos y sin sentido. El amor fraternal era lo unico a lo que podia aspirar y era ya imposible teniendo en cuenta que su unico familiar con vida estaba en el borde de la muerte... Necesitaba casarce antes de que el muriese, era el unico pedido que su abuelo le hecho...aunque mas bien era una ley. El ducado de su familia era estable aun a pesar de la muerte de sus padres, pero cuando su abuelo muriese ni la gente ni la corona estaria feliz de tenerla como autoridad unica...

Se levanto de la cama y se cubrio con un chal saliendo al patio, su habitacion estaba en el primer piso gracias a su incapacidad para subir escaleras... aun a pesar del estado de sus piernas caminar le tranquilizaba el frio de la noche le consolaba... era mas frio que su soledad. El cielo estaba despejado y y la luna llena, se sento en el borde de una de las fuentes del patio y se quedo mirando el cielo...tan basto y bello que le daba fuerzas hacer lo que debia.

Ahi sentada en mitad del patio, con la luna iluminando sus cabello negros callendo cual cascada sobre su espalda, delinenado los bordes del largo camison blanco y acariciando su piel de seda seguramente nadie se le acercaria temiendola una aparicion. Menos aun cuando un par de lagrimas corrieron por sus mejillas... estaba por quebrarse... habia soportado la recuperacion al incendio el desamor y la soledad sola dirante todos aquellos años pero no creia poder aguantar mucho mas...

- a veces creo... que el viento mismo podria vencerme...- susurro a la nada con la voz ligeramente ahogada.

Su renombre lo había seguido hasta París, supuso que nunca podría deshacerse del nombre que con trabajo duro había labrado, y que cada determinado tiempo tenía que borrar y volverlo a construir de cero, eran las desventajas de la inmortalidad. Estando en parís, esperando una carta o una señal, lo que fuera, por parte de Indro fue otra misiva la que llegó a sus manos, sus servicios eran requeridos en Inglaterra y supuso que podía darse un tiempo para atender a quien lo llamaba, como de costumbre, era una persona de la realeza, y aunque difería en ideas con esas personas por su derroche del dinero y su vida llena de frivolidades, ante todo era un galeno consagrado a su profesión y no importa quién, cómo o cuándo, él estaría ahí ayudando. Así que finalmente estaba en Londres y esa misma noche había ido a ver a su paciente, era una rara enfermedad respiratoria pero que podía controlarse, así que medicó al paciente y regresó al sitio que lo hospedaba, no se quedaba en la mansión de su cliente porque la enfermedad era contagiosa y aunque muchas de esas cosas ya no mermaban en él por ser vampiro, sin embargo qué le quedaba, aceptar para disimular su condición, aunque que diera consulta sólo de noche ya era de por sí raro.

Bajó del carruaje que le fue asignado, agradeció al cochero y atravesó el patio para llegar a la casa que lo refugiaba en su corta estancia en la ciudad, dejó muy claro a sus sirvientes que si llegaba carta del señor Galeotti fuera informado de inmediato, y hasta entonces no había sucedido, así que supuso que, aunque se pensaba quedar pocos días, no había prisa y podía relajarse, con suerte y con su ayuda su paciente noble inglés se recuperaría y sólo le dejaría los medicamentos necesarios.

Caminó ensimismado hasta que notó una figura solitaria, detuvo su paso y miró al cielo, era tarde, qué podía estar haciendo a esas horas sola, porque era evidente que se trataba de una mujer. Se debatió en si ir o no, siempre andaba metido en asuntos ajenos y más de una ocasión eso le había traído problemas, sin embargo, estaba en su naturaleza hacerlo. Suspirando, suponiendo que no había más remedio, se encaminó a la figura y la escuchó hablar.

-Pero eso no es motivo de avergonzarse, ¿qué más poderoso que la fuerza de la naturaleza? -dijo como respondiéndole, aún a unos cuanto metros de distancia, ella se giró para verlo y en unos segundos finalmente estuvo a su lado, no se sentó junto a la joven porque ya era suficiente con ser un intruso en aquel momento que, supuso, ella quería para sí, de introspección y él rompía con su tranquilidad, le sonrió de lado, notando a pesar de las sombras el gesto de congoja en su rostro delicado-. Perdón por interrumpirte -se disculpó pero no se movió de su lugar. Estaba de pie como soldado, muy recto y con el maletín de médico sostenido por el asa con ambas manos.

Klett dio un pequeño respingo al escuchar la voz y se giro a verle, era un hombre…desgraciadamente fue lo único que distinguió y esto le hizo notar que había lagrimas en sus ojos. Desvió la mirada rápidamente limpiando discretamente el agua salada de estos.

- y sin embargo la enfrentamos todos los días, que son si no las edificaciones que nos rodean si no un desafío a la naturaleza?- pregunto intentando darse tiempo a si misma de recuperar la compostura- descuide, no interrumpe nada- intento sonreír volviendo la vista a el, procurando con todas sus fuerzas parecer serena, tranquila y educada.

Esta vez pudo observarlo bien, era un hombre de mediana edad…apuesto… le observo sin demasiada insistencia pues no quería parecer mal educada y descubrió que tenía la clase de rostro que le gustaba, no por que fuese atractivo si no porque se veía… tranquilo…no… no era eso…no sabía cómo expresarlo, poseía aquella expresión de quienes pueden dar calma a los demás, su mirada se desvió un poco al maletín en sus manos y parpadeo como atando cabos.

-es usted medico? Es…el médico que se aloja en la casa verdad?– era aquel medico el que se alojaría en su casa durante unos días? Uno de los nobles de la región estaba enfermo y habían mandado llamar a un medico de fuera… decían que era excelente. Le dieron tan buenas referencias de él que deseo conocerlo… si todo lo que le decían de él era cierto tal vez fuese el médico que estaba buscando, uno que pudiese encargarse de ella con total discreción. Pero para su desgracia aquel hombre no residía ahí y al parecer no tenía intención de hacerlo. De cualquier modo había ofrecido su casa para hospedarle… aun no sabía porque, tal vez por su deber para el ducado- le ruego disculpe mi descortesía al no recibirlo, me encontraba fuera, no esperaba que llegase tan rápido, un placer conocerlo, Klett Wilhem McLeod-extendiendo su mano, esperando recibir un beso de cortesía y al hacerlo noto la tela blanca del camisón cubriéndole los brazos, casi al instante se sonrojo, pero no retiro la mano- disculpe mis ropas no esperaba que hubiese nadie por aquí a esta hora…

Agachó la mirada cuando ella volvió a hablar y sonrió, sus palabras eran muy ciertas, le gustaba que las personas jóvenes hablaran con esa evocación, le hacía creer que no todo estaba perdido, que los ricos aún podía ser más que frívolos derrochadores y que los jóvenes algo más que libertinos.

-Es cierto –le concedió en medio de un suspiro y subiendo la mirada hasta las estrellas-, y sin embargo no hemos conseguido igualar las maravillas de la naturaleza –sus ojos danzaron de Orión a la Osa Mayor, a Capricornio y luego a Pegaso-, cuando era joven iba a ver las luces del norte, no puedo pensar en algo hecho por el hombre que se le iguale en belleza –la observó otra vez y en su rostro una sonrisa pequeña estaba dibujada, notó que la chica había estado llorando pero no lo hizo evidente para no hacerla sentir más mal de lo que ya lo hacía.

Notó que observaba su maletín pero luego las preguntas se lo confirmaron.

-Sí, soy médico, a su servicio –dijo con tono caballeroso e inclinando la cabeza ligeramente, luego se presentó estirando su mano y él la tomó –oh, con que es usted –dijo, pues desde luego sabía quién lo hospedaba aunque no conocía su rostro hasta ahora, no se la imaginaba tan joven, besó su mano pero no la soltó de inmediato-, no se preocupe señorita McLeod, he sido bien atendido por los sirvientes de la casa –dijo, supuso que una chica tan joven tenía muchos más compromisos que ir a recibir a un aburrido doctor que estaría sólo ahí por unos días. Soltó su mano con delicadeza y rió ante el último comentario.

-A estas horas creo que yo soy el que está mal por seguir con esta ropa –jaló la solapa del saco que vestía para acentuar lo que decía-, supongo que no puede dormir, el aire fresco la ayudará a relajarse –comentó en tono casual, aún de pie a su lado.

-cuando era joven?- ladeo un poco el rostro – habla como mi abuelo pero creo que aun no esta en edad de decir cosas asi- aquel hombre se veía mayor pero no era viejo, de hecho era la clase de hombre con la que los padres esperaban casar a sus pequeñas, era atractivo, parecía maduro y estable. Sus ojos eran amables y el tono de su voz consolador… Se descubrió pensando que le agradaba su compañía.

La naturaleza creaba maravillas sin duda, se acomodo el pelo tras la oreja mientras evocaba la voz de sus padres diciéndole lo bonita que era… en que tiempo se había sentido muy complacida. Hoy en día las palabras referentes a su belleza solo la incomodaban…

Volvió la mirada al hombre junto a ella y pareció pensar algo con detenimiento, pero no hizo comentario algún que indicara que cruzaba por su mente… En algún momento pareció descolocada, como si acabara de notar que se había perdido en sus pensamientos y parpadeo varias veces- Sigue usted de pie…- sonrió por primera vez ladeando un poco el rostro- gusta acompañarme?- pregunto habiéndose ligeramente a un lado, como si le diese espacio a su lado- aunque tal vez prefiera ir a la cama, debe estar cansado después del viaje y el trabajo- Sin duda debía estarlo, ella misma lo estaría- cuando tenga tiempo…- comenzó a hablar jugando distraídamente con la tela de la falda del camisón- cree que podría recetarme algo? Sufro de…dolor muscular- no supo como decirlo para que sonase como un malestar normal y no una enfermedad.

No necesitaba que la revisaran, sabía que la dificultad venia de las cicatrices que se contraían, los músculos no tenían la misma flexibilidad y al final del día o mejor disco después de mover un tiempo prolongado sus piernas estas comenzaban a molestar. Las caminatas largas estaban fuera de consideración.

Rió ante lo que le decía, de verdad había sonado como un anciano, pero es que su juventud le parecía tan remota, casi como un sueño, los recuerdos de su padre llevándolo a él y a su hermana a la frontera con el entonces reino de Suecia a ver las luces del norte eran memorias en todos sepia, pero las evocaba tanto y tan seguido, con tanta fuerza que al menos evitaba que desaparecieran por completo de su memoria; eso, desde luego no se lo diría a la joven duquesa, no le diría el por qué de forma de hablar como un viejo cuando no aparentaba ser más que un hombre de mediana edad.

-Es verdad –se llevó la mano al tabique nasal-, a veces me siento más viejo de lo que aparento –dijo eligiendo bien sus palabras, “de lo que aparento” más no “de lo que soy”, viejo como algunas naciones incluso. Luego la miró hacerse a un lado e invitarlo a acompañarla, sonrió y asintió, se sentó a su lado, colocando el maletín entre sus pies sobre el suelo-, no, estoy bien, necesito distraerme, después del viaje y el trabajo me hace bien una conversación, y qué mejor que con usted –le sonrió mirándola a los ojos, una mujer tan joven y tan bella debía estar en un baile una noche como esa, no ahí a su lado, al lado de un añejo y aburrido vampiro.

Escuchó cuando le habló de sus males, entornó los ojos, qué clase de dolor podría sufrir considerando que estaba en la flor de la vida, había algo pero no sabía qué, algo con esta joven que era diferente. Diferente era bueno, recordó las palabras de una amiga, pero incluso teniendo en cuenta eso, se preguntó qué sería lo que tenía la duquesa.

-Claro –sonrió-, estoy a sus servicios su majestad –le habló con un dejo de respeto, porque por más mayor que él fuera no portaba consigo un título nobiliario como ella, pero aún así, su voz sonó amigable y cordial-, no debería dejar que el dolor la domine –comentó regresando la vista al firmamento-, el dolor físico puede contaminar también el alma y amargarnos, usted es muy joven para eso –otra vez la miró y sonrió, él sabía poco de dolor físico, pero mucho del dolor del alma, y éste lo había dominado en el pasado, no sabía qué era, qué necesidad suya de andar arreglando vidas ajenas, pero no quería que eso le pasara a la gente joven, como la noble que tenía a su lado, tal vez sólo quería evitarles sufrimiento posterior, o era que se veía reflejado y no podía permitir que la historia se repitiera.

Se quedó en silencio disfrutando la brisa de la noche y la sinfonía que algunos grillos comenzaban a crear, haciéndole compañía a la joven duquesa porque, aunque no se lo había dicho y tal vez ni siquiera ella lo supiera, la necesitaba, era obvio que había estado llorando y que si no estaba en un evento social como Daniil creía que debía estarlo, era porque algo pasaba, porque… como había concluido antes, era diferente, pero él también lo era, así que los dos podrían llevarse bien, ambos encontrarían fascinante las diferencias uno del otro.

Lo vio sentarse a su lado y sonrió, por un momento los recuerdos de su padre sentándose a su lado golpearon su mente… el médico junto a ella no era tan viejo como para ser su padre, ni siquiera era viejo! Pero tenía aquella aura tan… tan pacifica…le hacía sentir una calidez extraña. Sus manos se movían inconscientemente sobre la tela del camisón, tocando la cicatrices que ya tan acostumbrada estaba a tener y sin embargo aun no lograba aceptarlas con mayor filosofía.

-Me alegra que me considere buena compañía- le sonrió dulcemente, con aquel rostro de niña que en el pasar de los años apenas y había cambiado, después de los catorce había tardado mucho en verse un poco mayor…a los 20 ya se vía de 17 y después de eso el cambio había sido casi nulo. Tenía 24 y según parecía no cambiaria mucho en varios años…eso le preocupaba, de momento el maquillaje y la longevidad natural de su familia la mantenía como un ser normal pero no sabía que haría si con el tiempo seguía sin cambiar. De cualquier forma aquellos no eran los pensamientos que le aquejaban aquella noche…aquella noche… aquella noche no pensaba. Bajo la luz de la luna y con el médico acompañándola solo sentía. posiblemente añoraba...

Aquella, era una de esas noches en que simplemente todo está a contra piel… se sentía en extremo sensible y no tenía idea de que se debía… se acomodo un poco el pelo y sonrió pasito cuando el otro menciono estar a su servicio… ojala se quedara más tiempo, apenas lo conocía pero ya no necesitaba demasiado como para notar el confort que aquel hombre le transmitía.

“no debería dejar que el dolor la domine “

Le escucho y sus ojos tristes se posaron en el médico, permitiéndole terminar de hablar.

“el dolor físico puede contaminar también el alma y amargarnos, usted es muy joven para eso “

Sus labios sonrieron y sin saber por qué sus ojos se fueron aguando…en poco tiempo ya no era capaz de mantener aquella curvatura en sus labios… parpadeo y un par de gotas saladas recorrieron sus mejillas… qué diablos le pasaba? No lo sabía… pero…pero… ese hombre la había mirada, la había mirado con verdadera consideración, como si lo que le ocurriera le importara, su voz había sido suave, sus palabras sinceras y a ella le había temblado el corazón… estaba sensible definitivamente… porque lo siguiente que supo es que se había llevado las manos al rostro incapaz de contener el llanto.

Su mente luchaba, le decía que parara, que no era ni el momento ni el lugar, que su invitado no se sentiría nada cómodo viéndola así y sin embargo las lagrimas no paraban… dolor? A veces no sabía que le dolía mas, si las cicatrices o la soledad. No había día que no viese aquellas marcas y los gritos y el ardor del fuego fueran evocados a su mente… dios… estaba… tan cansada… tan sola… y lo había reprimido tanto… que ahora, con tan solo un par de palabras de un extraño. No había podido retener mas las lagrimas…

-oh perdon...- hablo a media voz mientras intentaba desesperadamente pasar las lagrimas limpiando sus ojos- creo...que estoy algo sensible y torpe, disculpe...tonterias de mujeres- intentando con toda su entereza plantar una sonrisa en su rostro.

La mirada de aquella joven duquesa confirmaba muchas sospechas de Daniil, algo pasaba con ella y estaba seguro que lo averiguaría pronto, la joven de pronto le pareció tan vulnerable y desvalida, y él era el único ahí, para alguien como él era obvio lo que debía hacer, quedarse a su lado, hacerle compañía, escucharla porque eso necesitaba, alguien más diría que no es su problema, que una desconocida no era de su incumbencia, que los problemas de los demás no le concernían, pero no para el doctor ruso, jamás pensaría en otra posibilidad que no fuese ayudar, proteger, preocuparse e incluso querer. Era extraño, siempre se decía así mismo y a los demás que algo estaba mal con él, quién podría pensar que alguien con su carácter estaba mal, sólo él mismo tal vez, o quizá sentía que era demasiado, que ayudaba de más, protegía de más, se preocupaba por cosas irrelevantes y quería a gente que no pedía su afecto, era probable que ahí radicara su problema, que no sabía, que no había prendido mejor dicho, a quién o qué dirigir sus esfuerzos.

De pronto ella se quebró ante sus palabras y por un instante la culpa lo golpeó, él había provocado aquello, la verdad era que ella estaba sobre esa delgada línea balanceándose y lo que había dicho sólo había terminado por empujarla a lo inevitable, recordó el por qué se había quedado, después del viaje y de trabajar, cansado y con ganas de un rato a solas para pensar en sus cosas (“sus cosas”, ¿qué sería?, ¿a qué podía llamar “sus cosas”?), se había quedado a acompañar a la joven, a conversar un rato, porque siempre estaba dispuesto a eso, a cruzar palabras con quien fuera y aprender algo nuevo, y ahí estaba, no importaba qué o cómo, ahí se quedaría a su lado. Un segundo tardó en reaccionar cuando ella soltó el primer par de lágrima, la tomó suavemente de un hombro, haciéndole saber que seguía a su lado, que apenas se conocían pero no importaba, él estaba ahí.

-Nada de eso –le dijo cuando ella habló-, no son tonterías –continuó con esa voz suave y calmada que lo caracterizaba-, puede contarme, tal vez no de grandes consejos –alzó ambas cejas y se encogió de hombros –pero sé escuchar y creo que eso le ayudaría a tranquilizar las aguas desasosegadas de su interior –la mano que tenía en su hombro ahora la pasaba a su rostro, limpiando una lágrima con el pulgar-, no sé si se lo han dicho, pero tiene un rostro hermoso –la halagó sin intenciones ulteriores, sólo para hacerla sentir bien-, y créame que las lágrimas no son buen adorno para esa belleza –sonrió tratando de tranquilizarla, esperando que los atrevimientos que se había tomado al tocarla no fuera mal recibidos.

-Si la hace sentir mejor, yo le cuento algo vergonzoso sobre mí para que ambos estemos igual de apenados –bromeó, sólo quería verla sonreír de nuevo, tanta juventud y tanta belleza debían brillar y no opacarse por la tristeza.

Retiró su mano y la observó con gesto casi paternal, esperando a que se tranquilizara, pero sin presionarla, si quería volver a llorar, él no se iría, la esperaría con riesgo que el alba los alcanzara y quedara ahí mismo hecho cenizas, si quería aferrarse a su camisa y llorar en su regazo, él la abrazaría, no importaba. Sin embargo, algo le decía que esas lágrimas y esa aflicción no eran algo de la noche, sino que venían de lugares más lejanos y profundos, tal vez del dolor físico del que le había hablado antes, tal vez de desengaños que una mujer de su edad no debía sufrir aún, tal vez… quién sabe.

Sus dedos luchaba por quitar las lagrimas de su rostro, tentando recomponerse sintió la mano en su hombro y se encogió un poco sintiéndose mal por el medico, no le gustaba dar esa clase de impresión...aunque no puedo evitar que una sonrisa brotara de sus labios ante sus comentarios. Le había dicho que era bonita, lo había hecho para hacerla sentir mejor. Era consciente de que su rostro tenia buenas características, también era cierto que a menudo recibía comentarios insinuosos sobre ella. Personas que intentaban llegar hasta ella hasta su abuelo o lo que era igual. A sus arcas...pero ese hombre...no parecía del tipo que fuese alagando damas por ahí... lo había dicho con toda la intención de calmar un poco sus lagrimas y eso le fue tranquilizando.

Las lagrimas aun salían, pero en sus labios ya estaba una sonrisa sincera- muchas gracias- susurro, penso por un momento pedirle que le contase lo que prometía pero decidió que era mejor simplemente tomar la broma y dejar que la tristeza salir de una buena vez. Algo mas tranquila se abrazo a si misma y se inclino un poco hacia la mano que se posaba en su hombro- gracias por mostrarse tan comprensivo- por ratos aun limpiaba sus mejillas.

Suspiro y su mirada se perdio en las plantas del jardín, principalmente por que no se atrevía a mirar al medico a la cara de momento, unos momentos y sonrió con cierta amargura.

-Mis piernas se quemaron cuando tenia 14, hace 10 años, tarde en recuperarme, creyeron que mi carne se pudriría pero no fue así, me recupere...aunque me duelen cuando las muevo mucho, las cicatrices no dejan que mis músculos se muevan como deben- le contó viéndolo de reojo, quería decirlo de forma simple, no quería sonar dramática, no quería sentirse como una dramática buscando la simpatía de los demás- mis piernas quedaron...- hizo una mueca- bastante feas... pero al menos sobreviví, mis padre no lo hicieron.

No quiso contarle sobre el chico del que se había enamorado, sentía que contar algo como aquello sonaría estúpido, muchas jóvenes sufrían desengaños amorosos, no era ni seria la ultima en este mundo... suspiro- el medico de la familia me daba medicamentos para el dolor, pero desde que murió hace unos meses no tengo quien me los recete- soltó una risita apagada- que fácil es contarle esto a un extraño- pero no a cualquier extraño, aquel hombre le inspiraba confianza... era un sentimiento irracional... ella rara vez seguía sus impulsos, pero por esta ocasión. Haría una excepción.

Por un rato la escuchó con atención sin decir nada, con una leve sonrisa sobre su rostro para que en cuanto volteara a verlo eso fuera lo primero con lo que se topara. Le agradecía pero no tenía por qué hacerlo, no le estaba haciendo compañía por obligación, estaba ahí por voluntad propia. Ella se abrazó a sí misma, y de ese modo lucía empequeñecida, sin embargo el doctor no la soltaba.

La joven duquesa después relató lo que sucedía con ella y él prestó toda su atención hasta que hubo terminado. Frunció ligeramente el ceño pensando, no podía decirle nada, porque nada de lo que dijera ayudaría a aliviar su dolor, y no se refería al dolor que describía sentía en las piernas, ese podía ser controlado, se refería al dolor que probablemente manchaba su interior como tinta que se riega, aunque él mismo había experimentado, y aún lo hacía, tormentos similares, el origen de ambos males era diferente. Apretó con suavidad el agarre en el hombro.

-Bueno… -carraspeó-, yo soy médico –eso era obvio pero creyó necesario decirlo-, podría ayudarte –la miró aunque ella le negaba el derecho de observar sus ojos claros, no podía culparla-, aunque hay un problema –guardó silencio unos segundos –tengo que regresar a París donde actualmente estoy residiendo –tenía que, así de plano, aún esperaba carta de Indro y había creado ya una serie de relaciones en la ciudad francesa que no podía cortar de tajo, le hubiera gustado decirle a la joven noble que lo acompañara, pero supuso que su deber era primero con el ducado que regía.

Alzó la mirada, observó primero el hermoso jardín que hasta ahora llamaba su atención, y luego miró el cielo, estaba seguro, tardaría aún en amanecer; todo eso sin soltarla, quería ser capaz de protegerla, más ahora que sabía el origen de sus lágrimas, y sabiendo que él tenía la capacidad, pero estaba el problema de regresar a Francia.

-Mientras esté aquí puedo ayudarle –ofreció después de guardar silencio por tanto rato, quería poder jurarle que iba a estar a su lado hasta que se sintiera bien pero luego recibía el llamado galo que era demasiado poderoso, ya se había asentado en París y pensaba quedarse ahí unos cuántos años. De pronto la soltó y tomó el maletín que estaba entre sus pies, lo colocó encima de sus rodillas, lo abrió y comenzó a buscar algo. Finalmente extrajo un pequeño frasco color verde botella tapado con un corcho y etiquetado a mano: Láudano.

-Esto ayudará –ofreció la pequeña botella-, tres gotas disueltas en agua corriente y la ayudará a olvidar el dolor, no exceda la dosis porque puede ser peligroso –en realidad le preocupaban más los componentes activos de la pequeña poción, pues no importaba lo que dijeran, el opio era una droga, sin embargo, no había método más eficaz para contrarrestar el dolor que esa sencilla pócima digna de alquimistas y que él mismo preparaba cuando tenía oportunidad-, por ahora es lo único que puedo hacer, pero me gustaría revisarla, si a usted no le molesta -seguramente había visto a un doctor tras otro y estaba harta de ello, cómo decirle que él tenía 400 y más años de experiencia, que tal vez vería algo que otros médicos en el pasado pasaron por alto, pero al menos, por esa noche, la mezcla de vino, hierbas y opio la ayudarían con el dolor, ese frasquito sería suficiente por un par de meses, confiaba en el buen juicio de la duquesa de no exceder la dosis si el dolor llegase a aumentar.

Observo el frasco... Laudano... tenia suficiente en sus manos para acabar con todo... por un segundo sus ojos observaron el frasco con una expresion ensimismada... en este mundo solo le quedaba su abuelo, a ella le habian cortado las alas, ya no era capaz de desear ni soñar y nadie deseaba una mariposa sin alas. Sin la belleza y los colores de estas que le quedaba? Nada... su abuelo pronto moriria...

Observo el frasco como si todo fuese a terminarse pronto y en algún momento sonrió... que tonterías estaba pensando... tenia una obligación con el ducado y la cumpliría hasta el dia en que el rey residiese retirarle el titulo que ostentaba...ese dia tal vez, podría tomar aquella puerta que parecía tan al alcance, tan fácil...

- no se sienta mal, ya sabia que usted debía regresar a Francia, en ningún momento espere lo contrario- contesto con una sonrisa triste intentando no llorar de nuevo un que el vació se hacia cada vez mas grande... pero ya no tenia ganas de llorar... ahora solo queria quedarse quieta y que todo pasara pronto- gracias por el medicamento, lo usare responsablemente.... y respecto a lo otro... yo...- la verdad es que solo un medico le había atendido desde el incendio y había sido el medico de la familia, desde la muerte de este no habia logrado encontrar en medico alguno que la atendiese... ahora aquel hombre estaba ahi...tan amble y cálido que dudo en aceptar su ofrecimiento. Si la miraba con repulsión no podría soportarlo...Ademas ya su medico se lo habia dicho, había tenido suerte de recuperarse y que la carne no se pudriera...

Por otro lado... no quería parecer grosera y rechazar su ofrecimiento sin contar que en el fondo...muy en el fondo aun tenia la esperanza de que alguna mejora pudiese haber... sabia perfectamente que sus piernas jamas recuperarían la belleza de la juventud...pero si pudiese caminar un poco mas... tal vez cabalgar nuevamente....

- Si quisiera revisarme... por mi... bueno yo no tengo inconveniente- hablo finalmente, bajito y sin mucha seguridad. Muy diferente a la duquesa que caminaba entre condes y regentes con la cabeza alta y la voz clara.

Dejó que la duquesa se familiarizara con la textura vítrea del frasco, la observó y vio un atisbo aciago en su mirada, pero decidió, una vez más, confiar en el juicio de la joven. De todos modos, lo más que conseguiría al ingerir toda aquella pequeña botella con la pócima sería un fuerte envenenamiento sin llegar a ser mortal. Pero en dosis pequeñas, como la que él había recomendado era un verdadero milagro bajado del cielo para acallar el dolor físico, no se imaginaba una vida como la de la señorita McLeod, en donde noche y día se tiene que contender contra el tormento físico.

Cuando ella sonrió de aquel modo tan cansino él correspondió el gesto y guardó silencio mientras intentaba mirarla a los ojos. Aunque se lo estaba pidiendo, no podía evitar sentirse mal de tener que regresar a Francia cuando ella lo necesitaba tanto en ese sitio. Mientras estuviera en Inglaterra, por esos pocos días estaría a su lado y le serviría como pudiera, después de todo ella era una noble y él un siervo, y tomaría su lugar como tal.

-Sí, no estaría mal –alzó la mirada y sonrió-, nunca está de más una segunda opinión –se encogió de hombros y tomó las manos de la joven que todavía sostenían la botella de Láudano entre las suyas-, y no sólo en el plano profesional –carraspeó –quiero decir, si quiere hablar con alguien sabe dónde encontrarme, me estoy quedando en su casa después de todo –rió ante su mala broma y miró hacia el palacio, para alguien tan joven como ella, y tan sola, ese sitio debía parecer enorme. No era psiquiatra ni psicólogo, pero sabía de los efectos del estado de ánimo en la salud, quizá algo había de eso, su soledad y tristeza no ayudaban a que su dolor físico aminorara y le diera tregua, ese también representaba un problema, por esos días, por muy pocos que fueran, él podía hacerle compañía, tal vez ayudar a que su dolor fuese tolerable, pero cuando se marchara ¿qué?, ¿qué iba a pasar?, y él se iría con esa incógnita rondándolo, volando en círculos sobre él como buitres a la espera.

Suspiró sintiendo el frío de la noche y luego miró a la duquesa a su lado con tan sólo el camisón como prenda.

-Creo que sería inteligente de nuestra parte meternos –señaló la casa-, antes que también tenga que atenderla por un resfriado –sonrió de lado –podemos seguir platicando dentro –esperó que aceptara el ofrecimiento, por ahora era lo más que podía hacer por ella, y revisarla como ambos habían acordado.

Klett tomo su mano y asintió levantándose, apenas una mueva se dibujo en su rostro. El frio había entumido sus músculos y necesitaba caminar un poco para que la incomodidad de moverse desapareciera. Tenia que admitirlo las propiedades de su cuerpo eran buenas. No tenia idea de que era pero lo agradecía. Su abuelo le había confesado algunos años atrás que desde hacia muchas generaciones algunas de las mujeres de la familia habían heredado el “don” que ella poseía. Don que se mantenía en secreto por los posibles prejuicios y que les dotaban del control sobre algunos insectos así como de una juventud duradera. Por supuesto no todo era bueno. Todas se habían tenido que suicidar para evitar manchar el nombre de la familia con cualquier relación que se les pudiese dar con el demonio. Así su abuela había “caído” del caballo. Mientras a la bis abuela de esta la habían “asaltado y asesinado” de camino al castillo del rey.

Mientras caminaba, intentando omitir su vestimenta, procurando mantener el orgullo en su andar su mente estaba algo distraída en todo aquello. Durante generaciones aquel secreto solo se le había confiado al hombre que amaban y a lo que compartiesen un secreto similar… ella solo tenia a su abuelo y no creía que llegase el día en que pudiese confiarle a alguien más.

-es posible que… mi dolor sea… mental?- pregunto sin mucha esperanza mientras entraban a la casa por las puertas de su habitación y klett con algo de pena de dejarlo entrar en aquel lugar, le indico el camino a su estudio, el fuego de la chimenea mermaba en brasas y solo una vela permanecía encendida- podría avivar el fuego por favor?- pregunto no deseando tener que llamar a alguien para que lo hiciera y sabiendo que agacharse en aquellos momentos le seria difícil- y a lo que me refiero…- continuo intentando no sonar crédula mientras se sentaba y agradecía el alivio en sus piernas, poniendo las manos sobre ellas sabiendo que el calor le ayudaría, siempre ayudaba. Irónico cuando había sido el fuego quien le había estropeado las piernas- cuando sufrí… las quemaduras… el dolor era insoportable pero…por las noches desaparecía, apenas a tiempo para dejarme dormir en paz… hay días incluso en que las siento perfectas…

Poco sabia klett que el gemelo que ignoraba tener cargaba en esos días con el peso de su dolor… y lo poco probable que el medico pudiese adivinarlo. Después de todo incluso aquel hermano…ignoraba la situación.

Caminaron con parsimonia atravesando el jardín hasta llegar a la casa, que era más bien un palacio. Daniil se mantuvo cerca de la duquesa para evitar algún incidente, pero más allá de ofrecerle su mano no hizo ningún otro movimiento para prestarse como apoyo, no quería darle a entender que la consideraba una inútil, estaría ahí para ella por si parecía caer, pero sabía que fuera de eso la joven era más que capaz de hacerlo sola.

Ingresaron finalmente atravesando una habitación a la que no prestó mucha atención, para luego entrar a una iluminada por el fuego mustio de una chimenea a nada de extinguirse, escuchó a su acompañante hablar y antes de responder hizo caso a la petición; se acercó, se agachó y atizó el fuego, lanzó dos leños más y removió con el hurgón hasta que el fuego revivió, se quedó mirando el danzar de la lumbre y escuchando su crepitar por unos momentos, pensó en lo mortal que resultaba para él, una de las pocas formas para acabar con su inmortal existencia. Se puso de pie cuando escuchó la conclusión de la pregunta de la noble, se sacudió las manos y se giró, acercándose a ella que ya había tomado asiento, él se quedó de pie a una distancia prudente pero lo suficiente para verla con claridad con la luz tan escaza.

-Bueno… -carraspeó llevándose una mano empuñada a la boca-, el dolor… su dolor no me parece que sea mental –comenzó a explicar –lo que sí puede tener repercusiones es su estado de ánimo, si usted está tranquila y… -pensó con detenimiento lo que iba a decir, cuidando sus palabras pero se dio cuenta que la palabra que continuaba no podía ser evitada –feliz el dolor será tolerable, mientras más consternada se encuentre, éste será mayor, insoportable a ratos –supuso que no había mucho que explicarle pues ella lo sentía de primera mano.

Luego frunció un poco el seño al reflexionar lo que ella decía, con las quemaduras recién hechas era increíble que en aquel entonces éstas le dieran esa especie de tregua. Caminó por la habitación con paso austero, observando de vez en cuando el fuego y sintiendo como la habitación se hacía un sitio más acogedor y tibio mientras su cuerpo se mantenía frío.

-Eso, debo confesar, es extraño –dijo sin más-, comprendo que haya días en los que sienta menos dolor, pero… ¿perfectas? –alzó las cejas incrédulo, tratando de no sonar descortés aunque tácitamente sorprendido –es extraño –repitió –aunque debe agradecer por esos momentos de paz, supongo –sonrió un poco deteniendo su caminata por la habitación, parecía detective tratando de desenmarañar un caso complicado.

-¿Puedo? –dijo esa sencilla palabra acercándose un par de pasos nuevamente, señalando con la mirada las piernas de la joven duquesa, tenía que ver la gravedad de las heridas, sin embargo sentía que era algo personal y privado al que tenía que acceder si y sólo si se le concedía el permiso para hacerlo.

Klett le observo y aunque en los primeros segundos no comprendió el sentido de su pregunta, solo ver su movimiento supo a que se refería… sus ojos azules, grandes y siempre inexpresivos se abrieron un poco ante la posibilidad…su rostro mostro duda… y bajo la mirada despacio. Como pensándolo… sabia que era incoherente no dejarle hacerlo…era medico y ella había pedido su opinión… pero… aun así… se sentía reacia a hacerlo.

Apenas hacia unos momentos el doctor había mencionado lo bonito de su rostro y se había mostrado cálido y compresivo con ella…lo menos que quería era ver una expresión de desagrado o lastima en aquel rostro tan reconfortante… Pero no era tan inmadura como para negarse… poco a poco su rostro se fue recomponiendo, volviendo a recobrar la fuerza que siempre la acompañaba y que `por asares del destino su encuentro con el medico había coincidido con aquellos pocos momentos en que esa fuerza mermaba.

-por supuesto- afirmo finalmente juntando los tobillos y cerrando un segundo los ojos para después abrirlos con un brillo cobalto en ellos, el de la determinación. Sonrió por mera inercia y fue subiendo el camisón por ellas, los pies se veían bien…incluso los tobillos, en la izquierda no se veían verdaderos daños hasta casi la rodilla… pero mas arriba… y casi toda la pierna derecha estaban deformadas por las cicatrices…las rodillas eran una un conjunto de carne hecha bolas alrededor del hueso y mas arriba la piel apenas daba de si para poder moverse, dañada y sin mostrar indicios de haber regenerado después de las primeras recuperaciones.

Lo cierto es que ser canbiaformas le había ayudado a que las heridas sanaran y a no perder las piernas pero… también era cierto que su cuerpo no había evolucionado demasiado después de eso…la edad apenas y había pasado por su cuerpo.

Cuando ella dudó, Daniil creyó por un segundo que se negaría y no podía obligarla a otra cosa, pero luego vinieron aquel par de palabras y por voluntad propia comenzó a descubrir su piel, él había visto muchas cosas como doctor, y más con tantos años a cuestas, así que por más mal que estuviera, estaba seguro, no sería lo peor que viera en su carrera. Se acercó un paso o dos, la luz era tenue y quería ver bien los daños. Las piernas de la joven poco a poco se descubrieron, aquel camisón se alzó como un telón y ahí estuvieron, aunque no se lo imaginaba del todo agradable, nunca creyó que el daño fuera tan severo.

Se agachó sin pedir permiso para tener una mejor imagen, estudió por algunos segundos en silencio hasta que alzó la mirada y sonrió con expresión comprensiva.

-Es usted muy fuerte –dijo quedo, sólo lo suficiente para que la duquesa escuchara-, cualquier otro hubiera muerto al recibir estas heridas, o al no poder soportar el dolor –ahora que lo veía podía calcular con más precisión la mesura de su sufrimiento diario, y no, no era poco. Se puso de pie, pensando y luego sonrió de lado, apenas perceptible.

-La gente no es amable cuando de cicatrices se trata, eso lo sé –comentó-, pero no debería avergonzarse, quien se quede a su lado –ya fuera amigos o una pareja –es porque ha visto más allá de esto –señaló sus piernas –y ha visto también que lo que marca su cuerpo la ha hecho fuerte, es más fuerte de lo que se imagina, estoy seguro –sí, estaba seguro, seguramente una mujer tan joven lamentaba la pérdida de esos años causa del dolor sin ver que su alma y carácter se habían moldeado por el mismo, que era capaz de aguantar embates que otros no podrían, y la única preocupación era cuidar que ello en lugar de fortalecerla la amargara, una mujer tan joven no podía vivir con un constante sabor acre en la boca.

Se alejó un poco, dándole la espalda para ver el fuego y pensar, no tenía muchas opciones, le hubiera gustado tener magia para hacer desaparecer esas cicatrices pero por desgracia no era así y Klett iba a tener que vivir todo lo que le restaba de vida con ellas.

-Recomiendo que camine mucho, hasta que el dolor sea verdaderamente insoportable, hacer descansos en sus caminatas, ir aumentando las distancias –se giró un poco y sonrió –es decir, terapia, y sobre todo, terapia ocupacional, no sólo ayudará al dolor, sino a su estado de ánimo también –concluyó mirando a la joven con aquella expresión que parecía decir sin palabras que todo iba a salir bien.

Siempre creyo que no importando la expresión en el rostro de la gente la harían sentir mal por sus cicatrices… lastima…compasión…repulsión, cualquiera podía hacerle sentir miserable…. Sin embargo acababa de ver una que no recordaba haber visto hasta ahora… preocupación… cuando había sido la ultima vez que había visto esa expresión en el rostro de alguien? Su mente vago al dia en que le habían sacado del fuego. El joven de apenas 14 años sosteniéndola con dificultad… su rostro desfigurado por el miedo y sonrio un poco al recordarlo…esa noche estaba sentimental… tal vez era la presencia de medico. Lo sentía calido a su lado, como una nube de confort…justo como alguna vez había sentido a chastiel… vaya. Era la primera vez en años que se permitía pensar en su nombre.

-es usted un idealista doctor- le sonrió con un cariño que recién nacía en su corazón- pero me agrada eso de usted.


Asintio ante las palabras que le dirigio a continuación y su expresión aunque era calmada estaba teñida de desolación- seguiré sus instrucciones- sonrió suavemente, sabia que dolería… y no estaba segura de si eso ayudaría…de que le servía tener mas dolor? Tal vez para acostumbrarse a el? Estaba mas que acostumbrada al dolor- al menos estoy segura de que ocupada estaré- siempre lo estaba, siempre había problemas con su ducado, los nobles vecinos no dejaban de causarle problemas pero lo habia llevado bien hasta ahora- gracias por tomarse el tiempo de revisarme- suspiro- gustaría algo de beber?- a ella en esos momentos se le antojaba un trago…pero no bebía asi que se conformaría con una taza de café…

Si vista se desvio un poco hacia el fuego y los recuerdos le atormentaron...era como una especie de ritual de purificacion, siempre que sentia que se moria por dentro..cuando la depresion la sobrepasaba observaba las llamas y los recuerdos volvian desquebrajandole el alma...despues...cuando todo estaba destruido dentro de ella...simplemente volvia a reconstruirce... Pero ese dia...los recuerdos le parecian lejanos... por que? tal vez por que esa noche...esa noche al menos no estaba sola.

-acompañeme esta noche dosctor...- le sonrio pasito mientras lo veia, sientiendo lo mas cercano a la tranquilidad y bienestar que recordaba haber sentido en varios años... su problema no tenia remedio nadie podria cambiar sus piernas destrosadas...pero eso hace mucho lo habia aceptado...al menos...al menos queria aferrarce a el sentimiento de tener a alguien a su lado...brindandole calidez...y apoyo. Aunque solo durase lo que dura un sueño...

Llorar desahopgarce habian dejado dentro de ella un vacio gratificante... uno donde el hombre frente a ella habia dejado una pequeña calidez, queria aferrarce a ese pequeño consuelo y alejar de su mente todo cuanto le habia atormentado hasta ahora, como el niño que se aferra a la extraña mano que le ayuda despues de los golpes.

La observó por algunos segundos con una sonrisa inconsciente en su rostro, había algo en la joven duquesa que maximizaba su deseo por proteger al desamparado, quizá era esta chica frente a él quien hasta ahora le había parecido más desvalida que nadie. Era irónico porque era una noble que gozaba de todos los privilegios, lujos y comodidades y aún así desprendía mucha tristeza, sentimiento que él quería detener, aunque fuese como tratan de detener el cauce de un río con las manos desnudas, él lo intentaría no importando lo fútil que fuera. Soltó un resoplido parecido a una risa que no logró concretarse al escucharla definirlo como un idealista.

-Sí –estuvo de acuerdo –es probable que lo sea –nunca se lo había planteado, miró a un punto en el horizonte, aunque las paredes del lugar se lo impidieran, pensando en aquello, él aún creía en cosas tales como el amor, aunque no para él, pero sí en los jóvenes; los jóvenes amantes que deben vivir y no los viejos vampiros como él. Se alegró que no opusiera resistencia a sus indicaciones, sabía que sería difícil pero aunque el dolor nunca iba a desaparecer, lo que podían hacer era convertirlo en un suplicio tolerable, sabía que era consuelo de tontos, pero era a lo más que podían aspirar, ella como paciente y él como doctor.

-Lo que usted beba está bien –iba a pedir vino, pero no le pareció correcto, como vampiro eran las bebidas alcohólicas las que poseían mayor encanto, a parte de la sangre claro está, pero beber cualquier otra cosa no iba a matarlo, y la verdad era que el té le recordaba las tardes apacibles con su familia en Nóvgorod, su padre leyendo algo, su madre tejiendo y su hermana bordando, mientras él escribía cartas a aquellas mujeres que le rompieron el corazón.

Parpadeó un par de veces incrédulo ante la peculiar petición que la duquesa le formuló, después de tener expresión pasmada, pasó a sonreír claramente halagado.

-Claro –dijo y guardó silencio –claro –repitió por si quedaba alguna duda, rió para sus adentros pensando en lo que le deparaba esa noche, algo así como contarle una historia a Klett antes de dormir, asegurarle que el día de mañana sería mejor y besar su frente cuando estuviera en ese punto entre estar despierta y el estupor-. Aquí me quedaré, el tiempo que sea necesario, podemos contarnos historias… o no –se encogió de hombros al decir aquella especie de broma, porque podía hacerlo, hablar de sus vivencias, de aquello que moldeó lo que eran ahora, pero también podían evadirlo, porque ambos tenían relatos demasiado dolorosos como para sacarlos a la luz así nada más, le sonrió para hacerle ver que estaba encantado con la idea.

Era absurdo, pensó, que lo solicitara de ese modo, que lo quisiera de compañía, pues aunque no le gustara, era un vampiro, un ser frío en todo sentido y que una joven como ella buscara en el asilo y consuelo era toda una ironía, pero no le importaba, él estaba complacido de servirle así a la duquesa, de ser su compañero en la noche, hacerle menos solitario el crepúsculo. Miró alrededor, estaba seguro dentro de la casa por si el amanecer los sorprendía.

Le sonrió quedándose en un silencio corto antes de soltar una pequeña risita- yo...no bebo pero se me antoja tomar algo de licor ahora mismo... no se por que solo... quisiera tomar algo... me acompaña?- sonrio y suspiro abrazándose a si misma- estoy segura que si el alcohol se me sube a la cabeza usted no se aprovechara de mi- en una broma ligera, sabia perfectamente que nadie que hubiese visto sus piernas intentaria algo con ella pero por encima de eso, aun cuando sus piernas estuviesen en perfecto estado sabia que el medico no intentaría jamas propasarse... habia creado una confianza extraña e irracional con su persona teniendo en cuenta el tiempo que llevaban de conocerse.

- y digame... a que ah venido a londres?- le pregunto intentando iniciar una conversación- por supuesto si no es mucha indiscreción preguntar.

Lo miro moverse por la habitación, hace mucho que no se sentía como en ese momento, la ropa de cama, la chimenea encendida y aquel hombre brindándole confianza...era como...como cuando sus padres aun vivian y la acompañaban. Por un momento al comparar los sentimientos pensó que tal vez era posible que encontrase felicidad algun dia... tal vez no pudiese enamorarse y ser correspondida pero si... ser mas cercana a algunas personas... tal vez conseguir amigos- se que es extraño que le pregunte esto en estos momentos...- hablo despacio, pensando que posiblemente solo habia tenido suerte al conocer al medico- me dejaría visitarle en paris?- pregunto ladeando el rostro- a mi... me gustaría mucho...- murmuro un poco incomoda por tal vez estar importunando, pero dado que el medico no podia quedarse posiblemente ella... podría visitarlo de vez en cuando.

-Desde luego –hizo un ademán con la mano cuando ella ofreció beber algo de licor, él mismo hubiera servido el par de copas, pero estaba el inconveniente de que no tenía idea de dónde estaban, pues era un huésped en aquella casa, rió en complicidad cuando ella habló de pasarse de copas –en dado caso, yo me encargaría de que nada malo le sucediera -dijo en medio de la risa pero iba en serio, Klett era evidentemente bella, pero lo que sentía Daniil era diferente, quería que nada malo le pasara, poder estar a su lado cuando ella quisiera o sintiera la necesidad de llorar, quería velar su sueño, verla feliz al lado de un gallardo caballero, si, estuvo seguro, muy similar a ser un padre, pero sobre todo un amigo; un amigo con mayor experiencia que con un dedo de frente puede darle consejos y encaminarla.

-Bueno… -carraspeó –por alguna razón mi nombre es un poco famoso… como médico, claro –no podía comparar su supuesta fama con la de la realeza o artistas, pero sí, era un doctor solicitado –y fui llamado para curar a un aristócrata de esta ciudad –continuó –ya está mucho mejor, no era nada grave pero algunas personas que no conocen más que el dolor de caerse de sus caballos o de no obtener el capricho que quieren se asuntan con facilidad –habló así de la clase alta porque aunque ella era miembro de la realeza, había demostrado ser diferente, poseer un alma y estar consciente de ello, pues sólo seres así de sensibles con capaces de cuestionarse tantas cosas, por eso le caía bien la joven duquesa, era tan raro encontrar gente acostumbrada a los lujos que no fuese hueca que cuando lo hacía trataba de conservarlos el mayor tiempo posible.

Luego la miró gratamente sorprendido cuando ella insinuó la posibilidad de visitarlo en París, sonrió y rió brevemente.

-Me encantaría, su majestad –dijo y su voz delató entusiasmo ante la idea –sería un honor tenerla por allá –le dijo sonriendo-, ¿ha estado en aquella ciudad?, estoy seguro que le encantará –era difícil que alguien odiara París, quizá tal vez porque la ciudad les recordara algo desagradable, pero por si sola la capital francesa tenía la extraña capacidad de encantar a quien fuese.