AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Worlds in Collision [Magnolia Velvet, Daniil Stravinsky]
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Worlds in Collision [Magnolia Velvet, Daniil Stravinsky]
Caminó por el pasillo que llevaba a la habitación de Magnolia con paso pausado y con cierto aire pensativo, estaba tan confundida y sobre ella se cernía un peso tan grande que no le permitían tener otro semblante. En primera se encontraba aquel hombre que se había topado por la calle y que le había hechizado, un solo encuentro había bastado y no podía sacárselo de sus pensamientos, volvía a ellos una y otra vez, él y su silueta, sus palabras, su piel helada, no le permitían pensar con claridad, acechando a cada minuto y hasta en las más banales de sus decisiones, deseaba volver a encontrárselo pero aquello jamás sucedería, aún sabiendo su nombre, ella no iría a buscarlo porque ¿qué conseguiría con aquello? No tenía el derecho de sentirse tan importante. Un espejismo, así lo había definido y así se quedaría, se había convertido en el sueño del que uno se despierta y se apresura a cerrarlos ojos para volver a él, sin éxito porque ese anhelado sueño ya se ha desvanecido.
Sacudió la cabeza, ahí estaba de nuevo pensando en Daniil Stravinsky, torciendo sus prioridades, no dejándole preocuparse ni atender lo realmente importante. Tenía problemas, serios problemas y estaba considerando tomar el camino en el Scarlet Bovuier le había profetizado: el de convertirse en una de las cortesanas del burdel. A pesar de tener una paga fija se encontraba ahorcada en deudas, contrabajos podía sostenerse y le debía dos meses a su casera, un ser del cual no podía esconderse y que estaba sobre ella como la imagen de un ave de carroña que cierne sobre un animal moribundo.
Con el cuerpo empujó suavemente la puerta emparejada del cuarto, se deslizó por la abertura e inmediatamente cerró la puerta. Magnolia la estaba esperando, en poco tiempo habían forjado un lazo más allá del trabajo. Se habían encontrado un par de veces, encuentros que iban más allá de un simple saludo, no había una sola vez en que no se hubieran detenido unos minutos para intercambiar unas cuantas palabras, una queja sobre alguna otra chica del burdel, un cliente, alguna pregunta superficial sobre sus propias vidas. Magnolia era agradable y a pesar de ser reservada, a ella parecía rodearle un halo que inspiraba a tenerle confianza.
Observó el lugar buscándola, en la habitación principal no estaba pero había dos puertas más allá, a pesar de encontrarse adentro, de espaldas a la puerta con un movimiento ligero de su mano golpeo sus nudillos contrala la madera para dar a notar su llegada. No sabía por qué le había mandado a llamar, al principio pensó que para arreglar su cuarto pero el cuarto estaba impecable, ella misma debía arreglarlo ¿por qué? ¿Esperaría a algún cliente especial? El aire flotaba un ligero aroma que no pudo identificar, era suave y delicioso al olfato, una botella de licor de cereza se encontraba sobre uno de los muebles de la habitación. ¿Le habría mandado a llamar para que le hiciera algún trabajo de costura? Buscó en el mandil del vestido si llevaba consigo todo lo necesario.
-¿Magnolia?- preguntó dando unos pasos para adentrarse en la habitación. Se dirigió a la puerta que correspondía al cuarto de baño. Quería verla, tenía dudas, tal vez demasiadas.
Sacudió la cabeza, ahí estaba de nuevo pensando en Daniil Stravinsky, torciendo sus prioridades, no dejándole preocuparse ni atender lo realmente importante. Tenía problemas, serios problemas y estaba considerando tomar el camino en el Scarlet Bovuier le había profetizado: el de convertirse en una de las cortesanas del burdel. A pesar de tener una paga fija se encontraba ahorcada en deudas, contrabajos podía sostenerse y le debía dos meses a su casera, un ser del cual no podía esconderse y que estaba sobre ella como la imagen de un ave de carroña que cierne sobre un animal moribundo.
Con el cuerpo empujó suavemente la puerta emparejada del cuarto, se deslizó por la abertura e inmediatamente cerró la puerta. Magnolia la estaba esperando, en poco tiempo habían forjado un lazo más allá del trabajo. Se habían encontrado un par de veces, encuentros que iban más allá de un simple saludo, no había una sola vez en que no se hubieran detenido unos minutos para intercambiar unas cuantas palabras, una queja sobre alguna otra chica del burdel, un cliente, alguna pregunta superficial sobre sus propias vidas. Magnolia era agradable y a pesar de ser reservada, a ella parecía rodearle un halo que inspiraba a tenerle confianza.
Observó el lugar buscándola, en la habitación principal no estaba pero había dos puertas más allá, a pesar de encontrarse adentro, de espaldas a la puerta con un movimiento ligero de su mano golpeo sus nudillos contrala la madera para dar a notar su llegada. No sabía por qué le había mandado a llamar, al principio pensó que para arreglar su cuarto pero el cuarto estaba impecable, ella misma debía arreglarlo ¿por qué? ¿Esperaría a algún cliente especial? El aire flotaba un ligero aroma que no pudo identificar, era suave y delicioso al olfato, una botella de licor de cereza se encontraba sobre uno de los muebles de la habitación. ¿Le habría mandado a llamar para que le hiciera algún trabajo de costura? Buscó en el mandil del vestido si llevaba consigo todo lo necesario.
-¿Magnolia?- preguntó dando unos pasos para adentrarse en la habitación. Se dirigió a la puerta que correspondía al cuarto de baño. Quería verla, tenía dudas, tal vez demasiadas.
Invitado- Invitado
Re: Worlds in Collision [Magnolia Velvet, Daniil Stravinsky]
Hoy era un día especial, no se trataba de mi cumpleaños, ni tampoco de algún día festivo en si, no estábamos hablando de un aniversario importante ni del día libre que tanto añoraba. Era mi cita con Daniil, y es que aunque nos veíamos mayormente en casa, de vez en cuando, no veíamos en el burdel para recrear aquella primera vez que nos habíamos visto. El día que nos conocimos de manera fortuita. Hacía ya tanto tiempo de eso. Y no había día que pasara sin que me pusiera a pensar que de no haber sido por ese maloliente prospecto de cliente que además pretendía ser tan rudo como le permitiera su instinto, había conocido a mi vampiro favorito, a mi cliente favorito, a mi persona favorita, a mi consentido. Ya ni siquiera podía catalogarlo como cliente, no caía dentro de esa definición de persona, no podía ponerlo junto a todos los demás a los que recibía en una habitación, hacían lo que tenían que hacer argumentando que sólo querían mi satisfacción, pagaban dinero al final del encuentro y se largaban esperando a que les volvieran a dar ganas para regresar por más. Daniil era diferente, totalmente diferente. Y yo era su consentida, eso tenía que valer de algo. De mucho, en realidad.
Había tenido nervios tontos de anticipación todo el día, había cambiado mi ropa mil veces, me había maquillado otras mil, cambiado el peinado, porque por mucho que no durara ni vestida, ni maquillada, ni peinada, sabía que él valoraría el esfuerzo que había puesto en ello. Y entre más pensaba en ello, más me daba cuenta de que cualquier hombre que conociera, que me encontrara, que siquiera llegara a cruzar su mirada con la mía, lo terminaría comparando con ese vampiro adorable que había llegado a mis brazos solamente para hacer que me diera cuenta que por muy jodida que estuviera la vida, valía la pena por algunas personas que coexistían conmigo.
Hoy tenía casi todo listo. Maquillaje, peinado, habitación impecable, licor de cereza. Me miraba en el espejo del pequeño anexo que tenía mi habitación mientras terminaba de vestirme y de aplicar perfume en partes estratégicas del cuerpo y había llamado a Eve para pedirle un favor. Un gran favor. La había conocido en el burdel porque ella trabajaba aquí. No como una prostituta, sino como ayudante. Digamos, un escalón más arriba que yo en la escala social de este lugar. Y era una de esas personas que en cuanto conoces, crees que ya has conocido desde mucho antes, así que la relación había caminado viento en popa desde aquella primera vez. La escuché llegar y luego escuche mi nombre. Me apresuré a salir y encontrarme con ella aunque el vestido que llevaba lo llevara a medio poner. Le dediqué una sonrisa y me giré para darle la espalda. -¿Puedes ayudarme?-
Levanté la mirada y aguanté la respiración, la línea de botones era extensa y garantizaba que mi caja torácica se comprimiera un poco haciendo difícil la entrada de aire. Bueno, por Daniil valía la pena cualquier sacrificio momentáneo. Una imagen se cruzó delante de mi, reflejada en el espejo que teníamos delante y fue la de su rostro, se le veía... ¿Triste?, ¿Afligida?, ¿Preocupada? Fruncí el ceño y giré un poco la cabeza para mirar por encima del hombro aunque no alcanzaba a verla demasiado bien, tampoco quería verla por el espejo porque todo el mundo sabe que los espejos mienten y que sólo ves lo que tu quieres ver y para saber lo que pasa por el alma humana lo único que puedes hacer es meterte dentro de los ojos ajenos y observar, ver el cambio de la luz, de la sombra. -¿Te encuentras bien?-
Había tenido nervios tontos de anticipación todo el día, había cambiado mi ropa mil veces, me había maquillado otras mil, cambiado el peinado, porque por mucho que no durara ni vestida, ni maquillada, ni peinada, sabía que él valoraría el esfuerzo que había puesto en ello. Y entre más pensaba en ello, más me daba cuenta de que cualquier hombre que conociera, que me encontrara, que siquiera llegara a cruzar su mirada con la mía, lo terminaría comparando con ese vampiro adorable que había llegado a mis brazos solamente para hacer que me diera cuenta que por muy jodida que estuviera la vida, valía la pena por algunas personas que coexistían conmigo.
Hoy tenía casi todo listo. Maquillaje, peinado, habitación impecable, licor de cereza. Me miraba en el espejo del pequeño anexo que tenía mi habitación mientras terminaba de vestirme y de aplicar perfume en partes estratégicas del cuerpo y había llamado a Eve para pedirle un favor. Un gran favor. La había conocido en el burdel porque ella trabajaba aquí. No como una prostituta, sino como ayudante. Digamos, un escalón más arriba que yo en la escala social de este lugar. Y era una de esas personas que en cuanto conoces, crees que ya has conocido desde mucho antes, así que la relación había caminado viento en popa desde aquella primera vez. La escuché llegar y luego escuche mi nombre. Me apresuré a salir y encontrarme con ella aunque el vestido que llevaba lo llevara a medio poner. Le dediqué una sonrisa y me giré para darle la espalda. -¿Puedes ayudarme?-
Levanté la mirada y aguanté la respiración, la línea de botones era extensa y garantizaba que mi caja torácica se comprimiera un poco haciendo difícil la entrada de aire. Bueno, por Daniil valía la pena cualquier sacrificio momentáneo. Una imagen se cruzó delante de mi, reflejada en el espejo que teníamos delante y fue la de su rostro, se le veía... ¿Triste?, ¿Afligida?, ¿Preocupada? Fruncí el ceño y giré un poco la cabeza para mirar por encima del hombro aunque no alcanzaba a verla demasiado bien, tampoco quería verla por el espejo porque todo el mundo sabe que los espejos mienten y que sólo ves lo que tu quieres ver y para saber lo que pasa por el alma humana lo único que puedes hacer es meterte dentro de los ojos ajenos y observar, ver el cambio de la luz, de la sombra. -¿Te encuentras bien?-
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